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Dificultades del viaje interestelar

La principal dificultad del viaje interestelar es la enorme distancia que ha de


cubrirse y en consecuencia el tiempo que llevaría con los métodos de propulsión más
realistas —de décadas a milenios—. Así, una nave interestelar estaría mucho más
expuesta a los peligros que se encuentran en los viajes interplanetarios, tales
como intenso vacío, radiación y micrometeoroides. El largo tiempo de viaje hace
difícil diseñar misiones tripuladas, y la justificación económica de cualquier
misión interestelar es casi imposible, ya que los beneficios que no son accesibles
en un plazo de décadas —o mayor— tienen un valor actual cercano a cero.

Los viajes intergalácticos implicarían distancias un millón de veces mayores que


los viajes interestelares, aumentando las dificultades en un factor similar.

Distancias interestelares
Frecuentemente las distancias astronómicas se miden por el tiempo que emplea la luz
en viajar entre dos puntos (véase año luz). La luz, en el vacío, viaja a
299.792.458 metros por segundo. La distancia entre la Tierra y la Luna es de 1,3
segundos luz, que con la tecnología de propulsión espacial actual, supone un viaje
de unos tres días de duración. La distancia entre la Tierra y otros planetas del
sistema solar varía entre tres minutos luz y unas cuatro horas luz. Dependiendo del
planeta y de su alineación con la Tierra, las naves espaciales no tripuladas
emplean entre unos pocos meses y algo más de una década en realizar el viaje.

Sonda espacial Voyager 1.


La estrella más cercana al Sol es Próxima Centauri, una enana roja a 4,22 años luz
de distancia (véase Lista de estrellas más cercanas). La nave espacial más rápida
enviada hasta ahora hacia el exterior, Voyager 1, ha recorrido 1/600 de año luz en
30 años y viaja a 1/18000 de la velocidad de la luz (véase Anexo:Objetos creados
por el hombre que más se han alejado de la Tierra). A esta velocidad, el viaje a
Próxima Centauri duraría unos 72 000 años. Indudablemente, dicha misión no estaba
programada específicamente para viajar rápidamente hacia las estrellas, y la
tecnología actual es muy superior. El tiempo de viaje puede reducirse a unos pocos
milenios, o incluso a un siglo o menos utilizando la propulsión nuclear de pulso —
Proyecto Orión—.

Concepción artística del Proyecto Orión de la NASA.


Sin embargo, no existe tecnología actual capaz de propulsar una nave con una
velocidad tal que le permita alcanzar otra estrella en menos de 50 años. Las
teorías actuales en física señalan que es imposible viajar más rápido que la luz —
velocidad superlumínica—, y sugieren que de ser esto posible, podría también ser
posible construir una máquina del tiempo con métodos similares.

Un tema importante al viajar a velocidades extremadamente altas es que el polvo y


el gas interestelar puede causar considerable daño a la nave, debido a las altas
velocidades relativas y las grandes velocidades cinéticas involucradas. Se han
propuesto varios métodos de protección para mitigar el problema.[cita requerida]
Los objetos más grandes (tales como los granos de polvo macroscópicos) son de lejos
los menos comunes, pero podrían ser mucho más destructivos.[cita requerida]

Virtualmente todo el material que podría ser un problema se encuentra en nuestro


sistema solar en la zona del disco que contiene a los planetas, el cinturón de
asteroides, la nube de Oort, los cometas, asteroides libres, macro y micro
meteoroides, etc. de tal forma que cualquier dispositivo o proyectil debe ser
enviado en una dirección opuesta a todo este material. Cuanto más grande sea el
objeto enviado, mayor es la posibilidad de que choque con algo. Una opción es
enviar algo muy pequeño donde la posibilidad de chocar con algo sea virtualmente
inexistente en el vacío del espacio interplanetario e interestelar.23
Tiempos de viaje
Se ha argumentado que una misión interestelar que no pueda ser completada en menos
de 50 años no debería ser ni siquiera iniciada. En vez, asumiendo que una
civilización está aún en una curva incremental del desarrollo de la velocidad de
propulsión, no habiendo alcanzado el límite teórico, los recursos deberían ser
invertidos en diseñar un mejor sistema de propulsión. Este debido a que una nave
espacial lenta probablemente sería alcanzada y dejada atrás por otra misión enviada
más tarde y que esté usando un sistema de propulsión más avanzado (Postulado de
Obsolescencia Incesante).4 Por otro parte, Andrew Kennedy ha demostrado que si uno
calcula el tiempo de viaje a un destino determinado como la tasa de la velocidad de
viaje derivada del incremento creciente (incluso del crecimiento exponencial),
existe un claro mínimo en el tiempo total a ese destino desde el ahora (ver cálculo
de espera).5 Los viajes emprendidos antes del mínimo serán adelantados por aquellos
que emprenden el viaje en el mínimo, mientras que aquellos que emprenden el viaje
después del mínimo nunca serán capaces de alcanzar a aquellos que partieron en el
tiempo mínimo.

Un argumento contra la posición de retrasar una partida hasta tener un sistema de


propulsión más rápido es que varios otros problemas no técnicos que son específicos
a los viajes de largas distancias a velocidades considerables (tales como el
impacto de las partículas interestelares, posible dramático acortamiento de la
esperanza de vida humana promedio por la permanencia extendida en el espacio, etc.)
pueden seguir siendo un obstáculo que puede tomar mucho más tiempo en ser resueltos
que únicamente el tema de la propulsión, asumiendo que ellos incluso puedan ser
resueltos en algún momento. Por lo tanto, se puede plantear que al iniciar una
misión sin retraso, basado en el concepto de una factible y específica —aunque
relativamente lenta— misión interestelar usando la actual tecnología de punta y a
un costo relativamente bajo, más que apostar en ser capaces de resolver todos los
problemas asociados a misiones más rápidas sin tener una estimación confiable del
tiempo requerido para lograr aquello.

El tiempo de viaje podría ser reducido a un milenio usando velas solares o a un


siglo o menos usando propulsión nuclear de pulso.

Una nave interestelar podría enfrentar muchos peligros en un viaje interplanetario,


incluyendo el vacío, la radiación, la ingravidez y los micrometeoroides. Incluso el
mínimo tiempo de viaje de varios años a las estrellas más cercanas están más allá
de la actual experiencia de diseño de viajes espaciales tripulados. Los límites
fundamentales del espacio-tiempo presentan otro desafío. Las distancias entre las
estrellas no son un problema en y por sí mismas.

Sin embargo, aproximaciones más especulativas al viaje interestelar ofrecen la


posibilidad de evitar estas dificultades. La teoría de la relatividad especial
ofrece la posibilidad de acortar el tiempo de viaje: si una nave espacial con
motores lo suficientemente avanzados pudiera alcanzar velocidades que se acerquen a
la velocidad de la luz, la dilatación del tiempo relativista haría que el viaje
apareciera mucho más corto para el viajero. Sin embargo, aún transcurrirían muchos
años para las personas que permanecieran en la Tierra y al regreso a la Tierra, los
viajeros se encontrarían que mucho más tiempo habría transcurrido en la Tierra que
para ellos (para una explicación más detallada sobre este efecto ver la paradoja de
los gemelos).

La teoría de la relatividad general ofrece la posibilidad teórica del viaje más


rápido que la velocidad de la luz sin violar las leyes fundamentales de la física,
por ejemplo, usando agujeros de gusano, aunque esto aún es debatido si esto es
posible, en parte, debido a inquietudes respecto a la causalidad. Los mecanismos
propuestos para el viaje más rápido que la velocidad de la luz dentro de la teoría
de la relatividad general requieren la existencia de la materia exótica.

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