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La frase del matemático de IBM permite establecer diferentes vínculos con la filosofía y teorías de los distintos

pensadores que se estudiaron en esta primera mitad del semestre. Cada uno de ellos dialogaría de una manera
particular con esta sentencia. Algunos, sin dudas, podrían coincidir en muchos aspectos y otros, en cambios,
podrían estar en completo desacuerdo, como por ejemplo, Portágoras. Quien fuera uno de los máximos
exponentes del movimiento sofístico, podría entablar un largo debate y discusión filosófica con quien se
pronuncie de una manera similar a la de este matemático ya que tanto él como otros sofistas de la época se
caracterizaron por desarrollar un pensamiento completamente relativista según el cual no existe una verdad
única y objetiva acerca de la realidad como sugiere esta cita si se considera que Pickover es un científico. Es
decir, la respuesta al interrogante de lo real y lo verdadero podía ser para aquellos filósofos muy diferente
según a quien se le preguntara y en que momento respondiera y, justamente, dicha subjetividad hacía que sea
imposible sostener y fundamentar las ciencias como las matemáticas. Más precisamente, Protágoras
consideraba que el hombre era la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no
son en tanto que no son. Esta tesis que sitúa hombre como criterio de todas las cosas sugiere que lo real es
para cada uno aquello que se le (a)parece a través de la percepción sensible. Es, de este modo, la manifestación
de los hechos y de las cosas a partir de los sentidos, y no la matemática, lo que justifica, fundamenta y explica
el parecer del hombre acerca del mundo. De esta manera, Protágoras se opondría completamente a la idea de
que “la realidad pueda ser descripta o enfocada a partir de simples expresiones matemáticas” y no podría
aceptar el hecho de que el mundo sea explicado y concebido de otra manera que no sea a partir de los sentidos
y, mucho menos, que se pueda alcanzar una explicación objetiva y científica ya que lo que es real depende de
cada uno y, por lo tanto, no existe tal verdad, universal y absoluta.
Por otra parte, Protágoras se caracterizaba por ser agnóstico. De modo que sugerir que el mundo es
consecuencia de la creación de Dios, que es Dios el que “ha tejido la tela del universo”, no sería algo propio
de él si se tiene en cuenta que cuando fue consultado respecto a las divinidades respondió no poder negar ni
afirmar su existencia debido a que se trataba de un interrogante que escapa a la realidad netamente humana y
a la percepción sensible. Probablemente, el sofista se mostraría más interesado en comprender cómo los
hombres se comportan al considerar su existencia que en confirmarla.
En una visión antagónica a la de Protagóras, tanto desde los gnoseológico como lo ontológico, se encuentran
Platón y Descartes. Dos pensadores de épocas muy diferentes, con teorías y métodos distintos. Pero con una
clara y marcada semejanza entre ellos que se encuentra estrechamente vinculada y reflejada en lo que propone
Pickover en su reflexión: la comprensión objetiva que las matemáticas brindan de la realidad. Esto se debe a
que, tanto para Platón como para Descartes, los principios y demás entidades matemáticas son inmutables y
su conocimiento no están sujetos a la relatividad de la experiencia y los sentidos.
El pensamiento platónico, en primer lugar, coincide en gran parte con El Telar Divino de Pickover. Para él, el
relativismo de los Sofistas resultaba muy contradictorio y no proveía suficientes certezas. Aquello a lo que
estos “maestros de retórica” llamaban conocimiento era, en realidad (y según Platón), opinión (una mezcla de
ser y no ser, un saber relativo y cambiante sin un fundamento sólido) y el discípulo de Sócrates quería
demostrar que existía una verdad universal, objetiva y constante (absoluta) acerca de las cosas, ajena a la
subjetividad de los sentidos. Una de las maneras en las que esta verdad podía ser alcanzada era, precisamente,
a través de las matemáticas (y ciencias similares) tal y como lo propone el matemático de IBM. ¿Pero, cómo
lo explica Platón? En su Teoría de las Ideas sugiere la existencia de dos realidades: la sensible y la inteligible.
Para que la realidad sensible (el ámbito de la opinión, donde están inmersos los filodóxos -sofistas- que solo
pueden ver las múltiples representaciones de las cosas pero no las cosas en sí) pueda ser comprendida y
explicada de una manera más acabada es necesario remitirse a la realidad inteligible (el ámbito del
conocimiento y la ciencia, de la esencia de las cosas), salir de la caverna. Quienes viven inmersos en el mundo
de lo sensible son como prisioneros que habitan una caverna en la que solo observan las sombras de los objetos
pero no podrán alcanzar nunca el conocimiento de lo que es realmente verdadero sino salen hacia la luz
(Pickover diría “si no van hacia las matemáticas”). Pero, a su vez, estas dos diferentes realidades se hallan
divididas para Platón en dos niveles cada una (Línea Dividida).
 El nivel inferior de la realidad sensible: es el nivel de la imaginación donde existen todas aquellas sombras,
imágenes y la proliferación de las múltiples cosas dobles es muy grande
 El nivel superior de la realidad sensible: es el nivel de la creencia y la convicción. De aquellos objetos,
cuerpos, eventos y acontecimientos de la realidad.
 El nivel inferior de la realidad inteligible: es el nivel donde habitan aquellas entidades matemáticas que
por naturaleza conducen al alma hacia el pensamiento racional.
 El nivel superior de la realidad inteligible: es el ámbito de las ideas y de las formas a las que se accede por
medio de la intelección.
Cada nivel es copia de aquel inmediatamente superior. De manera que para acceder a un conocimiento pleno
y completo sobre uno de ellos es necesario ascender sobre el plano (en este caso desde el primer ítem hacia
abajo). De este modo, se concluiría que el grado más alto de conocimiento se alcanzaría cuando se logre
acceder al plano de las ideas y de las formas. Pero alcanzar este nivel puede resultar muy complejo. No
obstante, se puede hallar un conocimiento verdadero, universal y constante de la realidad sensible, desde la
realidad inteligible, a partir de las matemáticas. Sin embargo, Platón no solo coincidiría ampliamente con la
cita en que la realidad puede ser descripta a partir de las matemáticas (de una manera objetiva) sino también
en que esto es posible debido a que, de la misma manera en la que es sugerido por Clifford, el mundo y las
cosas que en el habitan son esencialmente matemáticos (“la matemática es el telar con que se ha tejido de la
tela del universo” y que “se haya en el núcleo de la naturaleza”). Para el filósofo griego, las ciencias como las
matemáticas y la geometría, por sus características, atraen hacia esencia de las cosas ya que conduce al alma
a lo inteligible. A su vez, es posible establecer un vínculo entre Dios, tal y como lo propone el matemático, y
el significado que tiene la Idea de Bien para Platón. Pickover sugiere que es Dios quien ha creado,
matemáticamente, el mundo y aunque Platón no menciona exactamente a las divinidades en su obra (por lo
menos, en los fragmentos leídos) si podría vincularse esa imagen de un Dios creador y, por lo tanto, supremo
con la idea de bien, que Platón simboliza alegóricamente con el sol, la idea suprema que origina las demás.
Quien, en cambio, si recurre y menciona a Dios en su obra (Meditaciones Metafísicas) es Descartes aunque
esta figura no tendría para él el mismo significado que para Pickover. El pensador francés fue un filósofo
moderno racionalista que, al igual que Platón y este matemático de IBM, consideraba era posible alcanzar un
conocimiento científico absoluto e indubitable acerca de la realidad a partir de las matemáticas. Luego de
haber alcanzado el conocimiento acerca de su existencia, Descartes se había propuesto encontrar la facultad
de conocimiento que prevalece en nosotros cuando conocemos los objetos extensos (aquellos cuerpos que
pertenecen a lo que él llamaba la res extensa) a través de un experimento mental, conocido como experimento
de la cera. De este experimento concluye que no es la captación por medio de los sentidos (los cuales, a su
vez, ya sabía que podían resultar engañosos y dudosos como había demostrado en la meditación I a partir de
diferentes argumentos como los de la locura y el sueño) lo que nos permite conocer los cuerpos extra mentales
sino que lo que conocemos de ellos es una sustancia mudable, extensa y flexible que puede adoptar una gran
cantidad de formas diferentes y que solo puede ser captada a través del entendimiento y de la inspección del
espíritu. Es decir, haciendo pleno uso de la inteligencia. De esta manera, sugiere que los cuerpos de la res
extensa son conocidos a partir de la razón y el hombre alcanza el conocimiento racional a través de las
matemáticas y demás ciencias similares, que estudian cosas simples y generales. Por lo que al igual que Platón,
Descartes coincidiría con la frase de Pickover en que es posible conocer la realidad de una manera objetiva si
se alcanza una traducción matemática de la misma. Pero a diferencia de Platón y Clifford, Descartes no afirma
la esencia matemática de las cosas. El hecho de que las ciencias racionales permitan alcceder a este
conocimiento o descripción objetiva de la realidad no se debe a que las cosas sean esencialmente matemáticas
sino que allí se experimenta una captación similar a cuando se arribó a la verdad absoluta (“soy, existo”), sin
ninguna interferencia de los sentidos. Además, para el pensador francés, dichas ciencias no explican toda la
realidad sin solo aquellos cuerpos que pueden reducirse a figuras geométricas (cuerpos extensos). Pero ¿Cómo
se vincula, entonces, Dios anteriormente mencionado? Previo a este experimento, haciendo uso de una duda
metódica Descartes había situado la incertidumbre sobre el conocimiento racional (y, por lo tanto sobre las
matemáticas), al igual que como había hecho con otros bloques de contenidos, a través del conocido
argumento del genio maligno ya que su era objetivo de poder arribar a aquella verdad absoluta e indubitable
sobre la cual establecer algo firme en las ciencias sin la influencia de sus conocimientos previos. Es por esta
razón que debe recurrir a Dios: para superar la duda hiperbólica de aquel genio engañador y rehabilitar las
ciencias matemáticas y poder explicar, a través de ellas, la naturaleza extensa. Es, entonces, el único filósofo
de los aquí analizados que coincidiría en afirmar la existencia de Dios creador. Y aunque Dios no es para
ninguno (Pickover y Descartes) una fuente de verdad absoluta el científico sugiere que las matemáticas existen
independientemente a Dios ya que si utilizó las matemáticas para tejer el telar del universo es necesario que
existieran con anterioridad. En cambio, en la obra cartesiana el conocimiento depende, de algún modo de
Dios, a quien Descartes plantea como garantía de conocimiento seguro. No es fuente de verdad (ya que esta
se alcanza por la razón) pero es quien permite erradicar cualquier tipo de duda e incertidumbre acerca el
conocimiento matemático. Un Dios bondadoso y todopoderoso garantiza la certeza matemática al no permitir
la existencia de un genio maligno que nos engañe sobre ellas.

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