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LOS COLORES

Y FORMAS
DE LA SELVA
Cuento, anti-Bullying

(Por Daniel Estrada, 2017)

Lucy es una de las tantas hienas que habita la


sabana africana. Como cada lunes, se reúne con
los demás animales, ya que esa es la ley que
impuso el rey león “Octavio” para debatir los
problemas de convivencia. Cada día de la
semana, era solamente de burlas, por las
diferencias de colores y formas de los demás
animales, ni el rey se salvaba de las risas que
causaban su gran melena y la somnolencia que
lo dominaba durante todo el día. Sus súbditos lo
acusaban de ser “el rey de la vagancia”.

El guepardo (también conocido como “chita")


fue el primero en hablar, es uno de los animales
más rápidos del mundo. Comenzó a decir que el
perezoso era demasiado “lento”, y que su forma
corporal no era muy bonita que digamos. Para
cuando el perezoso quiso defenderse, los demás
se cansaron de su lentitud, (por supuesto que
todos se rieron). Habló el mono, diciendo: Es
cierto que el guepardo es rápido para correr,
pero también habla muy rápido y a veces no se
le entiende lo que dice, además es demasiado
“flaquito”. Respecto al perezoso, siguió
diciendo el mono, es cierto lo que dicen de él.
Ahora sí pudo defenderse el perezoso, diciendo
que él no anda apurado por la vida, se toma las
cosas con mayor tranquilidad, “yo soy feliz así,
yendo despacito” agregó sin ningún apuro.

Lucy fue siempre el centro de las burlas, porque


decían que ella era la más fea de todas, sus
orejas eran grandes, y su risa muy particular era
“grotesca y exagerada”. Su familia era la más
castigada por la manada del rey Octavio, se
disputaban la comida y el territorio. Pero ella
nunca se defendía, todo esto era causa de mucha
tristeza para ella y su familia. Nadie se daba
cuenta que Lucy lloraba a escondidas, la
acusaban de reírse raro, pero en realidad lo que
más hacía era llorar. La hiena tenía tres hijitos
chiquitos, que siempre jugaban con los demás
animales de la selva africana. Para Lucy sus
hijos eran los más lindos, no se fijaba en los
defectos que los demás animales señalaban de
los pequeñines.

El rinoceronte se rio de todos, haciendo un gran


énfasis en su poderosa fuerza. Pero el camaleón,
que a cada rato cambia de color, dijo que más
bien se parecía a un tanque de guerra. El
hipopótamo abrió su gran boca socarrona, para
decir que nadie se animaba a meterse al agua
con los temerosos cocodrilos, como lo hacía él.
La serpiente se sumó a la discusión, para decir
que nadie era tan astuta como ella, y que el
hipopótamo era muy rellenito y vozarrón. La
suricata hizo su aparición, diciendo que deseaba
ser tan valiente como el león, el guepardo, el
leopardo, el rinoceronte y el hipopótamo, para
no tener tanto miedo, y hacer tantas horas de
vigilancia, para que nadie se la coma. La jirafa,
el animal más alto del mundo, defendió a los
más pequeños, pero algunos de los que estaban
allí, se comenzaron a reír de su cuello muy largo
y de su ropaje con manchas parecidas a parches.

Cuando la cebra quiso hablar, no la dejaron,


todos se largaron a reír, cuando el mono dijo
que se parecía a un caballo recién pintado con
rayas. La suricata agregó que la cebra era como
un televisor antiguo, porque se veía en blanco y
negro.
Desde la mañana hasta la tarde que duró esa
reunión, pudieron hablar todos los animales que
habitaban la planicie y la selva africana, o casi
todos, porque nadie se había dado cuenta, que la
tortuga todavía no había llegado a la reunión,
ella siempre llegaba tarde a todos lados. Sin
embargo al llegar, la tortuga aprovechó para
reírse “lentamente” del avestruz, dijo que se
parecía a un “gorrión grande como un camello”.
Se reía de él, porque sus patas y cuello no tenían
plumas, y su cabeza era muy pequeña o su
cuerpo demasiado grande. El avestruz se rió de
lo lento que la tortuga hablaba, y porque a
veces, también tartamudeaba. El perezoso dijo
que la tortuga siempre llegaba tarde a la reunión
de los lunes. La tortuga por su parte, dijo: ¡Mira
quién habla! El perezoso replicó: Pero esta vez
llegué primero que tú.

Interrumpió una elefanta, para decir que le


gustaría ser de color blanco y negro como la
cebra, ya que el color gris de su cuerpo era muy
“aburrido y monótono”. Además la elefanta
elogió al leopardo por el color de sus manchas y
porque nunca la molestaba. El leopardo a su
vez, elogió a la elefanta por su gran tamaño, y
porque ella no tenía que salir a cazar, sin
embargo dijo que “envidiaba” sus grandes
colmillos.

El rey león Octavio, dictó una nueva ley, que


decía: “Yo, el gran rey de la selva, ordeno por
medio de la presente ley, que nadie puede
burlarse de mí, ni por mi gran melena, y
tampoco por mi gran sueño. A mí me gusta el
pelo largo y dormir mucho. Pueden burlarse de
ustedes mismos, pero si se burlan otra vez de mí
o de mi manada, los castigaré severamente”.

Lucy, la hiena de la que todos se burlaban por


su apariencia y su forma de reír, dijo en voz
alta: Perdone su majestad si hago una objeción a
su reciente ley. Pero me parece muy mal, que
aparte de amenazarnos a todos si nos reímos de
usted, les diga a mis compañeros de la selva,
que se pueden burlar de los demás. Eso no está
bien, porque hasta ahora nadie ha entendido,
que Dios el Creador, nos hizo diferentes, unos
de los otros. Nadie entendió que a Dios le gusta
la diversidad. Por eso nos hizo petisos y altos,
flacos y rellenitos, simpáticos y gruñones, con
pelo lacio y ondulado, y de distintos colores.
En fin, al Creador le gusta que seamos
diferentes, y que todos nos aceptemos y
amemos así, con nuestras diferencias. Espero su
majestad, que en la reunión del próximo lunes,
no nos burlemos de nadie, sino que nos
felicitemos por todas nuestras virtudes, y si hay
falencias, nos ayudemos entre nosotros para
superarlas, he dicho. Todos los animales,
incluso los que antes se burlaban de Lucy, la
aplaudieron, y estuvieron de acuerdo en todas
sus palabras. El rey león Octavio, se quedó muy
pensativo, debido a las oportunas palabras de la
hiena Lucy.

FIN

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