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Sin duda alguna, la historia nos demuestra que la guerra, tradicionalmente llevada a cabo
con armas convencionales, ha representado siempre enormes riesgos y daños para los
activos económicos de los países beligerantes; tanto por sus efectos indirectos en las
infraestructuras como en los hábitos de consumo, los procesos económicos y las relaciones
comerciales, así como, en general, en el funcionamiento de las sociedades. También los
daños secundarios no intencionados, en los cuales los efectos sobre objetivos estrictamente
militares han afectado ampliamente a la sociedad, con especial atención en quebrantar la
moral del adversario y a minar el deseo de sus pueblos de luchar y resistir.
Hoy en día muchos países reconocen que los delitos cibernéticos se están convirtiendo
en una amenaza de importancia primordial, lo que les obliga a desarrollar estrategias de
defensa para detener cualquier riesgo de ciberguerra y esto es un tema que sin dudas
amerita una importancia imperativa en esta nueva era tecnológica, donde ninguna de las
naciones del mundo está realmente a salvo de no padecer este tipo de conflictos, que distan
de lo que estamos acostumbrados, lo que demuestra que actualmente en una guerra es más
factible derrotar al enemigo atacando su infraestructura informática, que empleando
cualquier otro tipo de ataque físico, estrategia que ha sido empleada en diversas
situaciones, ya sea en ofensivas militares de un país contra otro, de un grupo armado en
contra del gobierno, o simplemente ataques individuales de uno o varios hackers.
Por lo tanto, ahora las armas son los virus informáticos y programas especiales para
anular la seguridad de los sistemas informáticos y los combatientes son los expertos en
informática y telecomunicaciones. Generalmente, los blancos de los ataques son los
sistemas financieros, bancarios y militares, aunque se han visto numerosos casos donde se
ven afectados los sistemas de comunicación y no existe regulación o norma alguna en el
derecho internacional humanitario que dicte acerca de la guerra informática.
Entre las guerras cibernéticas ocurridas alrededor del planeta, se puede mencionar a las
de: Kosovo en 1999, Taiwán en 2003, Estonia en 2007, Georgia 2008, Irán 2010, Canadá
2011, Medio Oriente 2012 y EEUU 2013. Actualmente en lo que se refiere a esta
problemática en Latinoamérica, fuentes periodísticas aseveran que Estados Unidos está
armando un escenario de guerra en Latinoamérica, que luego amenazará a todos los países
de la región, incluso a los que hoy se prestan para los planes contra Venezuela. La sociedad
enfrenta amenazas no únicamente múltiples, sino, incluso, difusas. Los avances
tecnológicos del siglo XXI y, con ellos, nuestra dependencia a la interconectividad nos hace
vulnerables a otro tipo de peligros, como las ciberamenazas, clasificadas como: ciberguerra,
ciberataque, ciberterrorismo y hacktivismo. Debido a la existencia de estas amenazas
reales, el ciberespacio ha sido añadido a la lista de factores sensibles que pueden
desestabilizar la seguridad mundial.
Las circunstancias que afectan nuestro entorno están ligadas a las modificaciones
climáticas. El medio ambiente posee una relación profunda con el desarrollo económico de
los países y muchos de los inconvenientes referentes a este tema tienen su origen en la
pretensión de crecimiento de las naciones. El tema de las leyes de la biodiversidad es
importante ya que el deterioro avanza a pasos agigantados y una de las variables que
muestran sus efectos es la elevación del nivel del mar, prueba fehaciente de que el
calentamiento impacta al planeta de forma permanente.
Para lograr un desarrollo económico acorde con el medio ambiente, es necesario una
reducción de la exuberancia y el despilfarro en los países desarrollados y una
transformación radical de las estructuras económicas que conforman el orden mundial
vigente. Para ello, será necesario modificar el crecimiento económico, o cambiar la
estrategia en cuanto a eso, en función de minimizar la incidencia de forma negativa en el
deterioro del medio ambiente.