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Clausulas de Enajenar PDF
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ENFOQUE ACTUAL*
*Bibliografía específica:* ALBALADEJO, *Derecho Civil. Derecho de Bienes* I. ALESSANDRI R., SOMARRIVA U., y
VODANOVIC H., *Tratado de los Derechos Reales. Bienes*, I. BALLESTEROS GARRIDO, *Las condiciones generales de
los contratos y el principio de autonomía de la voluntad*. BONNECASE, *Tratado Elemental de Derecho Civil* (Traduce
FIGUEROA ALFONSO). CLARO SOLAR, *Explicaciones de Derecho Civil y Comparado, De los Bienes* III. DOMENGE
AMER, *Las Prohibiciones Voluntarias de Disponer*. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, *Trascendencia del Principio de Protección
a los Consumidores en el Derecho de Obligaciones* en Anuario de Derecho Civil. PEÑAILILLO ARÉVALO, *Los Bienes.
La propiedad y otros derechos reales*. PLANIOL y RIPERT, *Traité élémentaire de droit civil* (Traduce PEREZNIETO
CASTRO). ROZAS VIAL, *Derecho Civil. Los Bienes*. SEPÚLVEDA LARROUCAU, *Temas de Derecho Inmobiliario*.
SANTOS MORÓN, *Información precontractual, forma y prueba del contrato*, en Curso sobre protección jurídica de los
consumidores, BOTANA GARCÍA y RUIZ MUÑOZ, Coord. VODANOVIC, Antonio, * Manual de Derecho Civil.
Partes Preliminar y General*.
RESUMEN
Sabido es que el artículo 582 de nuestro Código Civil define el dominio estableciendo
que: “…es el derecho real en una cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente; no siendo contra
la ley o contra derecho ajeno”. De ese modo tal definición se ajusta a la tesis contemporánea que
considera al dominio como un derecho subjetivo “formado por un conjunto de facultades que, en este
caso, se concretan en la facultad de goce y la de disposición1.
Sin detenernos demasiado en el concepto de propiedad diremos, siguiendo a Bartolomé
DOMENGE, que tal derecho real, por contener diversas facultades, y resultar dificultoso
enunciarlas todas, se concibe como una unidad de poder, de señorío unitario, que entiende
finalmente el dominio como el poder general del hombre sobre la cosa o “como el señorío más
pleno sobre una cosa”2.
Tal como explica Manuel ALBALADEJO, y abordando ya la antigua3 cuestión de las
prohibiciones de disponer, por lo general, al que se le ha dado el derecho, se le otorga también
la facultad de traspasarlo (enajenarlo), mientras que cuando existe una prohibición de disponer,
se tiene el derecho, pero no se le puede enajenar porque la prohibición priva de la facultad de
hacerlo. Luego, el sujeto no puede enajenar, no porque no sea capaz (es decir, no porque
subjetivamente carezca de aptitud) para hacerlo, sino porque objetivamente, en sus manos no
se puso el poder o facultad para ello4.
Como decimos, desde hace tiempo ya se ha tratado en doctrina el asunto relativo a la
validez de las cláusulas de no enajenar, hoy denominadas más bien, prohibiciones de disponer,
tema que fue abordado por la doctrina nacional a lo largo del siglo XX en los términos que
resumidamente pasamos a exponer.
1 DOMENGE AMER, Bartolomé (1996): Las Prohibiciones Voluntarias de Disponer (Madrid, Editorial Tecnos S.A.)
p. 21.
2 DOMENGE AMER, Bartolomé (1996) p. 21.
3 “En su testamento defendiendo algund ome que su castillo, o torre, o casa, o viña, o otra cosa de su heredad, non lo pudiesen vender,
nin enagenar; mostrando alguna razón guisada por que lo defendía, como si dixesse: Quiero que tal cosa (nombrándola
señaladamente) non sea enagenada en ninguna manera, mas que finque siempre a mi fijo o a mi heredero, porque sea siempre más
honrrado e más tenido; e si dixesse, que non la enagenasse fasta que fuesse venido al lugar, si fuesse ydo a otra parte: por qualquier
destas razones, o por otra que fuesse guisada semejante dellas, non la pueden enagenar. Más si el dixesse simplemente que no la
vendiessen, non mostrando razón guisada por que; o non señalando persona alguna, o cosa cierta, por que lo fazia; si la vendiesse
valdría la vendida; maguer lo hubiesse defendido”. Partidas: 5, 5, 44.
4 ALBALADEJO, Manuel (1994): Derecho Civil. Derecho de Bienes I (Barcelona, Editorial José María Bosch Editor)
6 PLANIOL Marcel, y RIPERT, Georges (1946): Traité élémentaire de droit civil (Traduce Leonel PEREZNIETO
CASTRO, México 1996, Edición Oxford University Press) p. 403.
7 CLARO SOLAR, Luis (1979) p. 339.
8 ALESSANDRI R., Arturo, SOMARRIVA U., Manuel y VODANOVIC H., Antonio (1997): Tratado de los
9 ALESSANDRI R., Arturo, SOMARRIVA U., Manuel y VODANOVIC H., Antonio, cit. (n. 9), p. 58.
PEÑAILILLO por su parte, en similar sentido, resume los argumentos de quienes aceptan la validez de tales
cláusulas al decir “por algunos autores se sostiene la validez de estas cláusulas, argumentando que no hay una prohibición expresa
de carácter general, en relación con estos pactos, y es principio establecido el que en Derecho privado se puede efectuar todo lo que no
está expresamente prohibido por la ley. Hay ocasiones en que la ley prohíbe expresamente la cláusula, de donde se desprende que por lo
general es posible convenirla…El Reglamento del Registro del Conservador de Bienes Raíces permite precisamente inscribir, en el
Registro correspondiente, “todo impedimento o prohibición referente a inmuebles, sea convencional, legal o judicial, que embarace o
limite de cualquier modo el libre ejercicio del derecho de enajenar". (art. 53 Nº. 3)", PEÑAILILLO ARÉVALO, Daniel
(2004): Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales. (Santiago, Editorial Jurídica de Chile) p. 80 s. También ROZAS
VIAL, Fernando (1984): Derecho Civil. Los Bienes. (Santiago, Editorial Jurídica de Chile) p. 91.
10 ALESSANDRI R., Arturo, SOMARRIVA U., Manuel y VODANOVIC H. (1997) p. 59.
comprometiere ningún derecho de tercero, la cláusula de no enajenar se tendrá por no escrita"11.
Daniel PEÑAILILLO, partiendo del supuesto inicial de que: “Se tiene entendido que la
facultad de disposición es de orden público, y garantiza, en último término, la libertad de comercio y la libre
circulación de la riqueza”, y reconociendo también las posturas doctrinarias brevemente expuestas,
con argumentos similares a los esquematizados por A. ALESSANDRI, M. SOMARRIVA y A.
VODANOVIC, explica que “Hay quienes aceptan la validez de estas cláusulas de no enajenar en términos
relativos; si se establecen por un tiempo no prolongado, y existiendo alguna justificación12. Se señala como
importante para ello la norma del art. 1126, a contrario sensu, al que se le confiere una aplicación general",
declarándose finalmente partidario de esta última postura jurídica al manifestar: “Esta parece ser
una posición razonable. Con ella quedaría desvirtuado el argumento del atentado al principio de libre circulación
de los bienes que, por su naturaleza general y no meramente de un particularismo dispositivo, pareciera ser la
razón más contundente para negar validez a estos pactos”13.
Más recientemente también Marco SEPÚLVEDA se ha inclinado por la validez relativa
de la cláusula de no enajenar, sujeta a dos condiciones: la existencia de un interés legítimo y la
temporalidad de la prohibición “en el sentido de que no puede ser perpetua ni de muy largo tiempo,…” 14.
A conclusiones parecidas se había adelantado la doctrina clásica francesa. M. PLANIOL
y G. RIPERT aceptaban la validez de tales prohibiciones al señalar: “De esta manera se hacen
posibles todas las restricciones posibles y, de hecho, el legislador no ha dejado de rodear a la propiedad, sobre todo
a la inmueble, de una red de formalidades administrativas y de toda clase de molestias” 15.
Lo cierto es que, analizando los argumentos esgrimidos por una y otra posición
doctrinal, cabe advertir que existen buenos argumentos de texto legal para inclinarse por cada
una de las teorías, no obstante que debe rechazarse la pretensión de que nuestro Código Civil
hubiera adherido conscientemente a una de ellas. La vehemencia de las disputas doctrinales del
siglo pasado llevó, en muchas ocasiones, a sus autores a sostener la adscripción del Código
Civil chileno a muchas teorías que fueron sistematizadas con posteridad a su promulgación, lo
que descarta que Andrés BELLO haya decidido adherirse conscientemente a tal o cual idea.
Cuando lo hizo, nuestros historiadores del Derecho lo han demostrado, sin lugar a dudas.
A partir de los argumentos expuestos sobre los que se centró el debate en la doctrina
nacional es posible esquematizar el conflicto de principios en los siguientes términos. La
facultad de disposición, es de la esencia del derecho de dominio y constituye manifestación
explícita de uno de los principios inspiradores de nuestro Código: el de libre circulación de los
bienes. Con todo, existen ocasiones en que el mismo legislador autoriza excepciones –
prohibiciones legales-, y en tal caso son válidas sin dudar. El problema efectivo se produce en
aquellos casos en que no existe precepto legal que las acepte en términos explícitos. Aún así, la
doctrina nacional asentada en las últimas décadas parece inclinarse por la admisión de la validez
relativa de tales prohibiciones, ya que al no encontrase prohibidas –en términos generales- el
hecho de pactar la no enajenación constituye una manifestación del principio de autonomía de
Metropolitana) p. 59.
15 PLANIOL Marcel, y RIPERT, Georges (1946) p. 403.
la voluntad; en segundo término, porque no pactándose en términos absolutos –temporal ni
materialmente- no existe conflicto con el principio de libre circulación de los bienes16 y,
finalmente, porque son aceptadas explícitamente en el artículo 53 del Reglamento del
Conservador de Bienes Raíces.
Respecto del primer argumento utilizado para la aceptación de la validez, el no
encontrase prohibidas, resulta curioso constatar que casi nunca se formula de manera positiva
tal ausencia de prohibición, nos referimos a que si no se encuentran prohibidas pueden
pactarse porque en Derecho privado rige el principio de libertad de contratación o de
autonomía de la voluntad, que es el verdadero argumento que subyace en la discusión.
Correctamente formulado el primer argumento diría: Pueden pactarse las cláusulas de no
enajenar porque en Derecho privado rige el principio de autonomía de la voluntad y no se
encuentran prohibidas.
El fundamento relativo a la no afectación del principio de libre circulación de los
bienes, es débil, porque lo cierto es que si bien nadie discute que éste sea uno de los principios
inspiradores de nuestro Código Civil17, tampoco ningún autor duda de la facultad de regular la
propiedad en atención a otros intereses de orden público.
Las prohibiciones absolutas de enajenar son un resabio histórico del Derecho indiano
contra el cual reacciona nuestro Código Civil de ideal republicano, pero hoy en día no tiene
más relevancia que el de, según lo dicho, un conflicto jurídico ideológico registrado en los
albores de nuestras instituciones patrias. Quien debe asegurar la libre circulación de los bienes
es el legislador y, en general las autoridades públicas, los particulares sólo deben respetar la ley.
El tercer argumento para aceptar la validez, según hemos recapitulado, de las cláusulas
de no enajenar se encontraría en el texto del artículo 53 del Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces, que permite la inscripción de las prohibiciones
convencionales, no obstante, referido a este punto, y teniendo presente el principio de
jerarquía del ordenamiento jurídico, adquiere validez la crítica de los detractores de la
aceptación de las cláusulas de no enajenar, que advierten que nos encontramos ante una
disposición reglamentaria que no puede prevalecer contra normas de jerarquía legal, por lo que
de llegarse a la conclusión de que la ley no acepta las mencionadas cláusulas, la disposición
reglamentaria no debería recibir aplicación porque, debido al mismo principio de jerarquía, se
entendería derogada tácitamente, tal como una ley posterior deroga las disposiciones
incompatibles de la ley anterior, aún sin texto expreso.
Con todo, la postura anteriormente reseñada se encuentra al menos con dos tipos de
problemas: el primero se refiere a que no está del todo claro que la ley prohíba las mencionadas
cláusulas y la segunda la postura de cierta doctrina que considera que Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces:“Fue dictado el 27 de junio de 1857 por expreso mandato del artículo
695 del Código Civil, por lo que se debe concluir, según lo ha reconocido nuestra jurisprudencia, que es un
decreto con fuerza de ley, produciendo los mismos efectos que ésta”18. Más aún, si se acepta tal tesis debiera
harán constar en el Registro de la Propiedad y producirán efecto con arreglo a las siguientes normas: 1. Las
establecidas por la Ley que, sin expresa declaración judicial o administrativa, tengan plena eficacia jurídica, no
necesitarán inscripción separada y especial y surtirán sus efectos como limitaciones legales del dominio. 2. Las que
deban su origen inmediato a alguna resolución judicial o administrativa serán objeto de anotación preventiva. 3.
Las impuestas por el testador o donante en actos o disposiciones de última voluntad, capitulaciones
matrimoniales, donaciones y demás actos a título gratuito, serán inscribibles siempre que la legislación vigente
reconozca su validez”.
29 En el caso que los Conservadores se nieguen a inscribir los traspasos efectuados en trasgresión de la obligación
sustituciones fideicomisarias en cuya virtud se encarga al heredero que conserve y transmita a un tercero el todo o
parte de la herencia, serán válidas y surtirán efecto siempre que no pasen del segundo grado, o que se hagan en
favor de personas que vivan al tiempo del fallecimiento del testador”.
33 Así sucedía en el Derecho Romano, rescripto de los emperadores Severo y Antonino (D.30, 114,14) y en las
35 BALLESTEROS GARRIDO, José Antonio (1999): Las condiciones generales de los contratos y el principio de autonomía de la
voluntad. (Barcelona, Editorial José María Bosch) p. 25. Señala: “La producción en masa tiene como consecuencia
lógica la contratación también en masa: no es posible dar salida a toda la producción negociando cada uno de los
ítems individualmente, al modo tradicional...”.
36 SANTOS MORÓN, María José (1999): Información precontractual, forma y prueba del contrato, en Curso sobre protección
jurídica de los consumidores BOTANA GARCÍA, Gema, RUIZ MUÑOZ, Miguel Coord. (Madrid, Editorial
McGraw-Hill) p. 143. Indica que “la existencia de un d eseq uili br i o i nf or mat iv o : una de las partes (aquella
sobre la que pesa el deber de informar) posee mayor información que la otra y además obtenerla le supone
menores costes que los que tendría que soportar el otro contratante para acceder a ella”.
manifiesta una voluntad real, sino sólo formal, tanto sobre su decisión de contratar como
acerca del contenido del contrato que ha suscrito, sino que como señalaron jueces
norteamericanos en la década del 60 y 70 –dando inicio a la denominada doctrina de las
expectativas razonables-, el adherente suscribe los contratos exclusivamente como una
condición impuesta por el predisponente para poder acceder a un determinado bien o servicio
que desea o necesita37. De este modo el adherente carece de la libertad de configuración interna
de los contratos restándole únicamente la libertad de conclusión de conclusión del contrato.
Lo dicho, nos lleva a un nuevo escenario para la calificación y validez de las
prohibiciones voluntarias de disponer, en el sentido de que la discusión realizada por la
doctrina nacional ocurrió fundamentalmente en la primera mitad del siglo XX y, por tanto,
cuando se trataba de dilucidar acerca de la validez de las cláusulas de no enajenar se tenía en
mente como premisa mayor los contratos libremente discutidos. En la actualidad la inmensa
mayoría de los contratos que se suscriben son de adhesión, siendo los contratos de libre
discusión una excepción reservada a los grandes o medianos contratantes cuando se relacionan
en un plano de igualdad.
Reafirmando tales ideas y desde el plano de la experticia profesional del Derecho
Inmobiliario, el profesor M. SEPÚLVEDA confirma que la cláusula de no enajenar en el contrato
de hipoteca: “Constituye el caso más frecuente de estipulación de prohibiciones voluntarias. Son numerosas las
hipotecas que se constituyen a diario en nuestro país, a las cuales en la c a s i t o t a l i d a d de los casos, va
aparejada una prohibición voluntaria que se inscribe en el competente Conservador de Bienes Raíces” 38.
De este modo consideramos que cuando se concluyó que las cláusulas de no enajenar
eran –al menos relativamente- válidas- se tuvo muy en cuenta la noción de justicia contractual
subjetiva 39, que suponía entender que si las partes habían tenido la libertad de negociar cada uno
de los términos del contrato, el resultado contenido en él debía respetarse y considerarse lo
justo, independiente de consideraciones de carácter objetivo, ya que las prestaciones acordadas
eran las que las partes –atendidas las condiciones particulares del contrato- habían considerado
como equivalentes o, al menos, aceptables. El contrato debía ser respetado por la sociedad
pues el fundamento de obligatoriedad supremo –el principio de autonomía de la voluntad- le había
servido de cimiento. Trasladado tal fundamento de validez contractual a las cláusulas de no
enajenar, se decía que tales cláusulas, no violando ningún principio de orden público –libre
circulación de los bienes- debían aceptarse y considerarse lo justo, ya que habían sido fruto del
acuerdo de partes que se habían relacionado en un plano, al menos, de relativa igualdad.
Entonces cabe preguntarse ¿qué sucede con las cláusulas de no enajenar impuestas en
37 Por su parte y en un sentido similar BALLESTEROS, José (1999) p.167: “Los presupuestos de esta doctrina
coinciden con lo expuesto en los anteriores capítulos de este trabajo referente a que en los contratos de adhesión
no existe libertad contractual, autonomía privada, para una de las partes; que el documento que se firma no refleja
el contenido del contrato conocido y deseado por el adherente; y que este no ha prestado un verdadero
consentimiento contractual respecto al mismo, sino que lo ha suscrito únicamente como un formalismo preciso
para obtener el bien o servicio cuya prestación se condiciona a tal acto; finalmente, hemos expuesto que es lo que
creemos que el adherente consiente, contrata, al expresar su manifestación de voluntad, en consonancia con lo
cual hemos indicado que el contrato está formado precisamente por sus expectativas razonables”.
38 SEPÚLVEDA LARROUCAU, Marco Antonio (2006) p. 62. Agrega el autor citado que: “resulta curioso…, ya que
tratándose de la hipoteca, el Código Civil no le reconoce valor a la prohibición, según se desprende de su artículo 2415.
39 MARTÍNEZ DE AGUIRRE, Carlos (entre otros) (1994): Trascendencia del Principio de Protección a los Consumidores en el
1988 escrita a fojas 36 el juez de primera instancia rechazó la demanda de lo principal de fojas 1, con costas.
Apelada dicha sentencia por la parte demandante una de las Salas de la Corte de Apelaciones de Santiago la
confirmó mediante fallo de 14 de septiembre de 1990, escrito a fojas 52. Finalmente fueron declarados sin lugar
los recursos de casación en la forma y en el fondo interpuestos por la abogado doña María Angélica Durán
Dollenz, por doña Dolly del Carmen Morrison Lama contra la sentencia definitiva de 14 de septiembre de 1990,
escrita a fojas 52, condenándose solidariamente en las costas a la parte que lo interpuso y a su abogado
patrocinante.
estipulación de la cláusula de no enajenar, sino que la discusión desde siempre ha estado
circunscrita a los efectos que ésta produce, si puede inscribirse o no, si la inscripción impide la
transferencia del bien, si el Conservador de Bienes Raíces es la autoridad llamada a resolver
estos importantes asuntos o por el contrario deben ser resueltos en sede judicial.
Por último comentaremos la sentencia de la Corte Suprema 21 de septiembre de 1983
en la que conociendo de un recurso de queja señaló que el incumplimiento de la cláusula de no
enajenar importa una infracción a una obligación de no hacer, cuya consecuencia la contempla
el artículo 1555 del Código Civil.
Constituido un censo vitalicio sobre un inmueble y respecto del cual existe una cláusula
de prohibición de gravar y enajenar voluntaria, el conservador de Bienes Raíces respectivo, de
conformidad con lo que dispone el artículo 52 Nº 1 de su Reglamento, está obligado a
inscribirlo, procediendo acoger el recurso de queja deducido en contra del juez que rechaza la
petición de inscripción que se le solicite43.
El fallo comentado es de interés, porque entra derechamente al tema de la sanción
frente a la infracción de una obligación de no disponer señalando en su considerando tercero,
como hemos dicho, que: “el incumplimiento de tal acuerdo importa una infracción a una obligación de no
hacer, cuya consecuencia la contempla el artículo 1555 del Código Civil, esto es, da lugar a la indemnización de
los perjuicios consiguientes.
Todo lo anterior, sin perjuicio de dejar establecido también que el incumplimiento de una prohibición
voluntaria de gravar y enajenar, no afecta en modo alguno la garantía hipotecaria anteriormente constituida”,
dejando asentada la solución que parece más consensuada en doctrina.
VI. CONCLUSIONES
De lo dicho anteriormente, doctrina nacional y extranjera citada, y fallos comentados
creemos pueden hoy extraerse algunas conclusiones que podemos considerar más o menos
pacíficas en doctrina y que sintetizamos del modo siguiente:
1. Las prohibiciones voluntarias de disponer absolutas, no son válidas, por contrariar normas
de orden público, entre las que pueden citarse los artículos 582, 1810 y 1464, todos del Código
Civil.
2. Las prohibiciones voluntarias de disponer relativas, en principio, son válidas siempre que no
impidan temporal ni materialmente en términos absolutos o más o menos absolutos la
disposición de un bien.
3. La trasgresión a una prohibición voluntaria de disponer se traduce en la infracción de una
obligación de no hacer y tal conflicto debe ser resuelto de acuerdo al estatuto jurídico
correspondiente, en este caso, la aplicación del artículo 1555.
4. Consecuentemente con la conclusión antes enunciada, requerida una inscripción traslaticia
de dominio relativa a un bien sobre el que existe una cláusula de no enajenar inscrita, el
Conservador de Bienes Raíces debe proceder a la inscripción traslaticia de dominio44.
buena fe para que éstos no se transformen en abusivos y vulneren el mandato legal impuesto por el artículo 1546
de nuestro Código Civil.
1. Entender que las prohibiciones voluntarias de disponer más que prohibiciones son
obligaciones de no hacer y que como tales deben someterse al estatuto jurídico que las rigen,
principalmente el artículo 1555 de nuestro Código Civil.
2. Exigir que la inscripción de la prohibición sea excepcional, en el entendido que la inscripción
como medida de publicidad de una obligación de no hacer contraída entre particulares no se
justifica frente a terceros –beneficiarios de la medida de publicidad- totalmente ajenos al pacto
de no hacer. Otra cosa distinta es que la mencionada obligación de no hacer sea garantizada a
su vez con una caución personal o real.
3. Permitir únicamente la inscripción de prohibiciones voluntarias de disponer en los casos en
que exista texto legal expreso que las permita.
Tal postura restrictiva encontraría fundadamente normativo, además de la progresiva falta de
libertad, en el mismo artículo N°. 3 del Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes
Raíces que señala que pueden inscribirse: “Todo impedimento o prohibición referente a inmuebles, sea
convencional, legal o judicial, que embarace o limite de cualquier modo el libre ejercicio del derecho de enajenar.
Son de la segunda clase el embargo, cesión de bienes, secuestro, litigio, etc.”, y tal como hemos señalado,
los impedimentos o prohibiciones vienen impuestas no se auto imponen, lo que hace el
individuo es obligarse a no ejercitar su facultad de disposición, las prohibiciones pueden
inscribirse, las obligaciones de no hacer, en cuanto obligaciones personales, no.
4. Rechazar las cláusulas de no enajenar sin designación de plazo o con plazos excesivos,
intentando aplicar criterios por analogía criterios para establecer limitaciones a los mismos, lo
que iría en perfecta concordancia con el espíritu de nuestro Código Civil, no olvidemos que
Bello señala en el Mensaje: “Es una regla fundamental en este proyecto la que prohíbe dos o más usufructos
o fideicomisos sucesivos, porque unos y otros embarazan la circulación y entibian el espíritu de conservación y
mejora, que da vida y movimiento a la industria. Otra que tiende al mismo fin es la que limita la duración de
las condiciones suspensivas y resolutorias, que en general se reputan fallidas si tardan más de treinta años en
cumplirse”. Así también puede considerarse que un plazo excesivo en una cláusula de no
enajenar embaraza la circulación y entibia el espíritu de conservación y mejora.
5. Exigir interés legítimo, dada la delicada restricción de la facultad de disposición del dominio,
o lo que es lo mismo de acuerdo a la regulación del acto jurídico en nuestro Código Civil, causa
lícita48.
48 No obstante, hemos encontrado una sentencia en que la demandante alegó causa ilícita respecto de la cláusula
de no enajenar y tal alegación fue rechazada, tal sentencia en sus considerandos más importantes señala: “9. Que
del claro tenor literal del artículo 2415 del Código Civil, al que se debe recurrir de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 19 del mismo
cuerpo legal, aparece que dicho artículo no contiene una norma que prohíba a las partes acordar la cláusula en estudio, sólo prevé que
en el evento que se imponga, el dueño de los bienes gravados con hipoteca puede siempre enajenarlos o hipotecarlos. 10. Que en esas
condiciones no estando prohibido por la ley dicho pacto y no previendo la sanción de nulidad en el caso que se imponga por una de las
partes dicha prohibición de gravar y enajenar, no se han infringido y, en consecuencia, se ha dado correcta aplicación a los artículos
2415, 1466, 1467, 1681, 1682 y 1683 del Código Civil”. Banco Unido de Fomento con Morrison Dolly (1993): Corte
Suprema de Chile, 15 de abril de 1993 (Casación en la Forma y Fondo) Revista de Derecho y Jurisprudencia., T.
LXXXII, TOMO XC (1993) Nº. 1: Enero-Abril. Con todo, nos parece justo el fallo comentado, ya que la actora
pretendía que se declarara nulo el contrato de mutuo de dinero lo que no parece proporcionado, lo que
necesariamente nos lleva al tema sobre la necesidad de introducir la invalidez parcial en los contratos, herramienta
que permitiría declarar nula la cláusula de no enajenar y subsistente el resto del contrato.
Con tales medidas se corregirían los abusos que en la práctica ocurren por medio de las
denominadas prohibiciones voluntarias de disponer, logrando una situación mucho más justa y
más conforme con los principios que inspiran nuestro Código Civil.
En Fundamento de Derechos Reales en el Derecho Chileno. Rodrigo Barcia Lehmann, Coordinador y Editor
Científico. Thomson Reuters, 2013, pp. 259-284.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Libros:
ALBALADEJO, Manuel (1994): Derecho Civil. Derecho de Bienes I (Barcelona, Editorial José
María Bosch Editor)
ALESSANDRI R., Arturo, SOMARRIVA U., Manuel y VODANOVIC H., Antonio (1997):
Tratado de los Derechos Reales. Bienes, I (Santiago, Editorial Jurídica de Chile)
BALLESTEROS GARRIDO, José Antonio (1999): Las condiciones generales de los contratos y el principio
de autonomía de la voluntad. (Barcelona, Editorial José María Bosch)
BONNECASE, Julien (1995): Tratado Elemental de Derecho Civil. (Traduce Enrique FIGUEROA
ALFONSO, México, Editorial Pedagógica Iberoamericana)
CLARO SOLAR, Luis (1979): Explicaciones de Derecho Civil y Comparado, De los Bienes, III
(Santiago, Editorial Jurídica de Chile)
DOMENGE AMER, Bartolomé (1996): Las Prohibiciones Voluntarias de Disponer (Madrid,
Editorial Tecnos S.A.)
MARTÍNEZ DE AGUIRRE, Carlos (1994): Trascendencia del Principio de Protección a los Consumidores en
el Derecho de Obligaciones en Anuario de Derecho Civil, (Madrid)
PEÑAILILLO ARÉVALO, Daniel (2004): Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales.
(Santiago, Editorial Jurídica de Chile)
PLANIOL Marcel, y RIPERT, Georges (1946): Traité élémentaire de droit civil (Traduce Leonel
PEREZNIETO CASTRO, México 1996, Edición Oxford University Press)
ROZAS VIAL, Fernando (1984): Derecho Civil. Los Bienes. (Santiago, Editorial Jurídica de Chile)
SANTOS MORÓN, María José (1999): Información precontractual, forma y prueba del contrato, en Curso
sobre protección jurídica de los consumidores BOTANA GARCÍA, Gema, RUIZ MUÑOZ, Miguel
Coord. (Madrid, Editorial McGraw-Hill)
SEPÚLVEDA LARROUCAU, Marco Antonio (2006): Temas de Derecho Inmobiliario. (Santiago,
Editorial Metropolitana)
VODANOVIC, Antonio (1996): Manual de Derecho Civil. Partes Preliminar y General. (Santiago,
Editorial Jurídica Conosur Ltda.)
NORMAS CITADAS:
Código Civil de Chile. Publicaciones de Abeledo Perrot (2009), Santiago, Editorial Legal
Publishing.
Publicado en Colección de Estudios de Derecho Civil en Homenaje a la Profesora Inés Pardo, Ediciones
Universitarias Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. pp. 331-346.
Profesor de Derecho Civil, Universidad de Talca, profesor visitante Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, rpinoche@utalca.cl.
Código Civil Español
Ley Hipotecaria Española. Publicada en el Boletín Oficial del España BOE Nº. 58, 27 de
febrero de 1946 cuya última modificación ha sido la Ley orgánica 15/2003 (BOE Nº. 283, 26-
11-2003)
Reglamento del Conservador de Bienes Raíces. Publicaciones de Abeledo Perrot (2009),
Santiago, Editorial Legal Publishing, apéndice.
JURISPRUDENCIA CITADA:
Calderón López, Zoraides (1983): Corte Suprema, 21 de septiembre de 1983 (recurso de Casación
en la Forma y Fondo), Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LXXX (1983), Nº. 3 (septiembre-
diciembre), sección 1.
Latournirie J., Juan con Lavín P., Mercedes (1984): Corte de Apelaciones de Santiago, 9 de julio de
1984 (recurso de apelación), Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LXXXI (1984), Nº. 2 (mayo-
agosto), sección 2.
Banco Unido de Fomento con Morrison Dolly (1993): Corte Suprema, 15 de abril de 1993 (recurso
de Casación en la Forma y Fondo), Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XC (1993), Nº. 1
(enero-abril), sección 1.