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Cuatro filósofos humanistas beneficiados por el mecenazgo de los Médicis: Marsilio Ficino,
Cristoforo Landino, Angelo Poliziano y Demetrio Calcocondilas. Detalle del fresco Zacarías en el
templo, de Domenico Ghirlandaio, en Santa Maria Novella (Florencia), 1486-1490.
Antonio de Nebrija impartiendo una clase de gramática. Es una de las principales figuras del
humanismo español.
Humanismo es un concepto polisémico que se aplica tanto al estudio de las letras humanas,
los estudios clásicos y la filología grecorromana como a una genérica doctrina o actitud vital
que concibe de forma integrada los valores humanos.1 Por otro lado, también se denomina
humanismo al «sistema de creencias centrado en el principio de que las necesidades de la
sensibilidad y de la inteligencia humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia
de Dios y la predicación de las religiones»,1 lo que se aproxima al laicismo o a posturas
secularistas. Se aplica como denominación a distintas corrientes filosóficas, aunque de forma
particular, al humanismo renacentista1 (la corriente cultural europea desarrollada de forma
paralela al Renacimiento a partir de sus orígenes en la Italia del siglo XV),2 caracterizado a la
vez por su vocación filológica clásica y por su antropocentrismo frente al teocentrismo
medieval. Con relación a esta dificultad inherente a la definición de humanismo se ha dicho:
Entendido así, el humanismo trata de exponer y difundir con mayor claridad el patrimonio
cultural. El individuo, correctamente instruido, permanece libre y plenamente responsable de
sus actos en la creencia de su capacidad de elección. Las nociones de libertad o de libre
albedrío, de tolerancia, de independencia, de apertura y de curiosidad son, efectivamente,
indisociables de la teoría humanista clásica.
Por extensión, se llama «humanista» a todo pensamiento que pone en el primer plano de sus
preocupaciones el desarrollo de las cualidades esenciales del ser humano 9. Así, Paul Oskar
Kristeller advierte que el término, asociado en el pasado con el Renacimiento,
Una extensa categoría de doctrinas filosóficas en torno a la ética afirman la dignidad y el valor
de todos los individuos, basándose en su capacidad para discernir lo bueno de lo malo, el bien
y el mal, haciendo únicamente uso de cualidades humanas universales, en particular la
racionalidad.1112 El humanismo implica un compromiso con la búsqueda de la verdad y de la
moralidad por medios humanos, en particular las ciencias, solidariamente con toda la
humanidad. Al poner el acento en la capacidad de autodeterminarse del individuo, el
humanismo rechaza la validez de las justificaciones trascendentales, por considerarlas
dependientes de lo sobrenatural y de las creencias, tales algunos textos presentados como de
origen divino. Los humanistas desarrollan una moral universal basada en la identidad de la
condición humana.
El humanismo es, en resumen, un componente de una gran variedad de sistemas filosóficos
más específicos y de varias escuelas de pensamiento religioso. Mucho antes de ser
ampliamente empleado en términos políticos, el humanismo es un concepto propio de la
historia de la filosofía, renovada con el Renacimiento, asociado en particular con el
movimiento representado por Erasmo, Michel de Montaigne o incluso por Guillaume Budé, a
quienes corresponde el honor de haberse interesado a la vez por la literatura de la antigüedad
greco-latina y la reflexión personal.
Índice
1 Humanismo renacentista
2 Humanismo secular
3 Humanismo religioso
4 Véase también
5 Referencias
6 Bibliografía
7 Enlaces externos
Humanismo renacentista
El humanismo renacentista fue una actividad de reforma cultural y educativa ejercida por
rectores, coleccionistas de libros, educadores y escritores civiles y eclesiásticos, que a finales
del siglo XV comenzaron a ser llamados, en italiano, umanisti (humanistas).1314 Se desarrolló
durante el siglo XIV y principios del XV y fue una respuesta a la educación universitaria
escolástica, que entonces era dominada por la filosofía y lógica aristotélica. La escolástica se
centró en la preparación de los hombres para ser médicos, abogados o teólogos profesionales
y se les enseñaba mediante libros de texto aprobados sobre lógica, filosofía natural, medicina,
derecho y teología.15 Hubo importantes centros de humanismo en Florencia, Nápoles, Roma,
Venecia, Mantua, Ferrara y Urbino.
El Humano feliz (Happy Human) es un icono que se ha adoptado como símbolo internacional
del humanismo secular.
El humanismo secular es una completa filosofía de la vida o visión del mundo que abarca la
razón humana, el naturalismo metafísico, la moralidad altruista y la justicia distributiva y
rechaza las afirmaciones sobrenaturales, la fe y religiosidad teístas, la pseudociencia y la
superstición. A veces se denomina Humanismo (con mayúscula y sin adjetivo).
El humanismo es una filosofía de la vida democrática y ética, que afirma que los seres
humanos tienen el derecho y la responsabilidad de dar sentido y forma a sus propias vidas. Es
sinónimo de la construcción de una sociedad más humana a través de una ética basada en
valores humanos y otros valores naturales en el espíritu de la razón y la libre investigación a
través de las capacidades humanas. No es teísta y no acepta opiniones sobrenaturales de la
realidad.
Humanismo religioso
La expresión humanitatis studia fue contrapuesta por Coluccio Salutati a los estudios
teológicos y escolásticos cuando tuvo que hablar de las inclinaciones intelectuales de su amigo
Francesco Petrarca; en este, humanitas significaba propiamente lo que el término griego
filantropía, amor hacia nuestros semejantes, pero indicando un eje fundamental opuesto al
teocentrismo de la cultura clerical del medioevo que se situaba en torno al hombre, el
antropocentrismo, como había ocurrido en la cultura clásica grecolatina. Por eso en él el
término estaba rigurosamente unido a las litterae o estudio de las letras clásicas. En el siglo XIX
se creó el neologismo germánico Humanismus para designar una teoría de la educación en
1808, término que se utilizó después, sin embargo, como opuesto a la escolástica (1841) para,
finalmente, (1859) aplicarlo al periodo del resurgir de los estudios clásicos por Georg Voigt,
cuyo libro sobre este periodo llevaba el subtítulo de El primer siglo del Humanismo, obra que
fue durante un siglo considerada fundamental sobre este tema.
El Humanismo propugnaba, frente al canon eclesiástico en prosa, que imitaba el latín tardío de
los Santos Padres y empleaba el simple vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos,
los studia humanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las
fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas entonces buscadas en las bibliotecas monásticas
y descubiertas entonces en los monasterios de todo el continente europeo. En pocos casos
estos textos fueron traducidos gracias al trabajo, entre otros, de Averroes y a la infatigable
búsqueda de manuscritos por eruditos monjes humanistas en los monasterios de toda Europa.
La labor estaba destinada a acceder así a un latín más puro, brillante y genuino, y al
redescubrimiento del griego gracias al forzado exilio a Europa de los sabios bizantinos al caer
Constantinopla y el Imperio de Oriente en poder de los turcos otomanos en 1453. La segunda y
local tarea fue buscar restos materiales de la Antigüedad Clásica en el segundo tercio del siglo
XV, en lugares con ricos yacimientos, y estudiarlos con los rudimentos de la metodología de la
Arqueología, para conocer mejor la escultura y arquitectura. En consecuencia el humanismo
debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de
estos autores de la Antigüedad Clásica, a la que se consideraba un modelo de conocimiento
más puro que el debilitado en la Edad Media, para recrear las escuelas de pensamiento
filosófico grecolatino e imitar el estilo y lengua de los escritores clásicos, y por ello se
desarrollaron extraordinariamente la gramática, la retórica, la literatura, la filosofía moral y la
historia, ciencias ligadas estrechamente al espíritu humano, en el marco general de la filosofía:
las artes liberales o todos los saberes dignos del hombre libre frente al dogmatismo cerrado de
la teología, expuesto en sistemáticos y abstractos tratados que excluían la multiplicidad de
perspectivas y la palabra viva y oral del diálogo y la epístola, típicos géneros literarios
humanísticos, junto a la biografía de héroes y personajes célebres, que testimonia el interés
por lo humano frente a la hagiografía o vida de santos medievales, y la mitología, que
representa un rico repertorio de la conducta humana más sugerente para los humanistas que
las castrantes leyendas piadosas, vidas de santos y hagiografías de Jacopo della Voragine y su
leidísima Leyenda dorada. Este tipo de formación se sigue considerando aún hoy como
humanista.
Para ello los humanistas imitaron el estilo y el pensamiento grecolatinos de dos formas
diferentes: la llamada imitatio ciceroniana, o imitación de un solo autor como modelo de toda
la cultura clásica, Cicerón, impulsada por los humanistas italianos, y la imitatio eclectica, o
imitación de lo mejor de cada autor grecolatino, propugnada por algunos humanistas
encabezados por Erasmo de Róterdam.
La emigración de sabios bizantinos: debido a que el Imperio bizantino estaba siendo asediado
por los turcos, muchos de ellos buscaron refugio en Europa Occidental, especialmente en
Italia, llevando con ellos textos griegos, promoviendo la difusión de la cultura, los valores y el
idioma griego. Por ejemplo, Manuel Crisoloras, erudito griego de Constantinopla, que enseñó
griego en Florencia desde el año 1396 al 1400 y escribió para uso de sus discípulos la obra
Cuestiones de la Lengua griega, basándose en la Gramática de Dionisio Tracio; su discípulo
Leonardo Bruni (1370-1444) fue el primero que hizo traducciones del griego al latín a gran
escala, como también Ambrosio Traversario, quien además recomendó a Cosme de Médici que
adquiriera doscientos códices griegos de Bizancio o Francesco Filelfo, que se llevó el mismo
muchos otros.