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Pentecostés

(Jn 20,19-23)

Lectura: ¿Qué dice el texto?

El evangelio de hoy tiene un gran significado para nosotros, porque Pentecostés


significó el comienzo de la misión universal de la Iglesia. En hebreo “Paz” (Shalom) significa
mucho más que en español: es deseo de bienestar, de gozo, de armonía, por lo que supone
una bendición de parte de Dios. Cuando Jesús les desea la paz a sus discípulos, les está
perdonando su infidelidad durante la pasión, dando fuerzas para superar la incredulidad y
ánimo para vencer el miedo. En una palabra, les bendice a través de este saludo. Y es esta
Paz, la que ellos deben transmitir como parte de su misión.

Nuestro Pentecostés llegó con el Bautismo, ese día recibimos el don del Espíritu
Santo. Somos portadores de las mismas gracias que recibieron los primeros cristianos. Y
esto, para auxiliarnos en la más importante misión de la Iglesia: la evangelización. Es el
Espíritu quien nos congrega cada domingo, quien nos hace una comunidad de servidores,
quien nos ha dado diversidad de carismas y ministerios, para el común beneficio de todos.
Es Él quien fundamenta la unidad, en medio de la diversidad de personas que somos, quien
supera cualquier división, que fruto del pecado, ponemos entre nosotros: las clases sociales,
las lenguas, las razas, las nacionalidades, los pensamientos políticos, etc.

Dios nos ha dado en Cristo Jesús el Espíritu Santo para cumplir con una misión:
“Como el Padre me envió a mí, yo les envío a ustedes”. No hay hombre nuevo, ni comunidad
de fe, sin envío y misión. El don del Espíritu la supone. La paz con que somos saludados se
convierte en nuestra misión; debemos transmitirla a todos los hombres. Nada es más
importante para el mundo de hoy que esta paz. Nosotros, que somos la Iglesia, debemos
contribuir a la paz y a la reconciliación entre todos los pueblos.

Ciertamente, es un trabajo duro y complejo, porque somos seducidos por la cultura del
consumo, del placer y del poder; que alejan de Dios y del prójimo, porque buscan satisfacer
estas demandas a cualquier costo. Los cristianos estamos llamados a desenmascarar las
estructuras del pecado que justifican los egoísmos, las discriminaciones, las guerras, las
injusticias de todo tipo, que hunden en la pobreza y la desesperación a millones de personas.
No podemos permitir que se justifique el mal a cualquier costo. Si hay voluntad de cambio, o
arrepentimiento, estamos llamados a perdonar y acompañar en el proceso. Si hay
obstinación en el mal camino estamos comisionados a retener ese perdón.

El Espíritu Santo solo puede construir la paz sobre la verdad y la justicia, y nosotros
contamos con su auxilio para llevar adelante esta tarea.

Diácono Orlando Fernández Guerra. La Habana. Cuba

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