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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.
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Índice
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Agradecimientos .......................................................................................................... 7

Introducción
La vida política argentina: miradas históricas sobre el siglo XIX ................................ 9
Hilda Sabato

PRIMERA PARTE
REPRESENTACIONES

La cuestión de la representación en el origen de la política moderna.


Una perspectiva comparada (1770-1830) .................................................................. 25
Darío Roldán

Formas de gobierno y opinión pública,


o la disputa por la acepción de las palabras, 1810-1827............................................. 45
Noemí Goldman

La visibilidad del consenso. Representaciones en torno al sufragio


en la primera mitad del siglo XIX................................................................................ 57
Marcela Ternavasio

Las paradojas de la opinión. El discurso político rivadaviano y sus dos polos:


el “gobierno de las luces” y “la opinión pública, reina del mundo” .......................... 75
Jorge Myers

La guerra de las representaciones: la revolución


de septiembre de 1852 y el imaginario social porteño ............................................... 97
Alberto Lettieri

Lúbolos, Tenorios y Moreiras: reforma liberal y cultura popular


en el carnaval de Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XIX ......................... 115
Oscar Chamosa

333
334 LA VIDA POLÍTICA EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XIX ÍNDICE 335
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Ciudadanía armada, identidad nacional Sistema electoral y electorado urbano


y estado provincial. Tucumán, 1854-1870 ............................................................. 137 en la transición a la democracia ampliada. Córdoba, 1890-1912 ............................ 311
Flavia Macías Liliana Chaves
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Acerca de la nación y la ciudadanía en la Argentina:


concepciones en conflicto a fines del siglo XIX ....... .............................................. 153
Lilia Ana Bertoni

SEGUNDA PARTE
PRÁCTICAS

La consolidación de un actor político:


los miembros de la plebe porteña y los conflictos de 1820 .................................... 173
Gabriel Di Meglio

Sociabilidad, espacio urbano y politización


en la ciudad de Buenos Aires (1820-1852) ............................................................ 191
Pilar González Bernaldo

Los avatares de la representación. Sufragio,


política y elecciones en Mendoza, 1854-1881........................................................ 205
Beatriz Bragoni

El gobierno de los “conspicuos”:


familia y poder en Jujuy, 1853-1875 ..................................................................... 223
Gustavo L. Paz

La política “armada” en el norte argentino


El proceso de renovación de la élite política tucumana (1852-1862) ..................... 243
María Celia Bravo

Las élites santafesinas entre el control


y las garantías: el espacio de la jefatura política..................................................... 259
Marta Bonaudo

La política y sus laberintos:


el Partido Autonomista Nacional entre 1880 y 1886.............................................. 277
Paula Alonso

Empresarios rurales y política en la Argentina, 1880-1916..................................... 293


Roy Hora
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Acerca de la nación y la ciudadanía en la Argentina:


concepciones en conflicto a fines del siglo XIX
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Lilia Ana Bertoni*

Nación y ciudadanía

Las concepciones de la nación y la ciudadanía fueron cuestiones centrales de la polí-


tica del siglo XIX. Definieron no solo las reglas de participación y representación sino
también los valores y sentidos que teñían la práctica política y la legitimaban. Unas
y otros, además, no estaban desligados de las ideas contemporáneas sobre el hombre y
la sociedad ni de las discusiones que se generaban en torno a ellos. Nación y ciudada-
nía fueron temas particularmente controvertidos en los años finales del siglo; en las
naciones europeas y en el mundo europeizado las diferentes concepciones sobre la
nación, el patriotismo y la relación del ciudadano con el Estado dieron lugar a polé-
micas en las que se enfrentaron “patriotas” y “cosmopolitas”. En la Argentina de fin
del siglo XIX diversos asuntos específicos, como las fiestas públicas, la lengua y la
literatura, la gimnasia y los deportes, se consideraron en estrecha relación con la
construcción de la nacionalidad, y sobre ellos se abrieron polémicas y discusiones en
las que se manifestó la existencia de distintas concepciones de la nación.1 Estas dife-
1 rencias se suscitaron también en torno a la ciudadanía, con un interés especial en
relación con la forma en que las instituciones educativas asumían y guiaban la for-
mación de los futuros ciudadanos. En 1898 un conjunto de voces críticas proclamó
que la educación pública había fracasado en la Argentina. Su estado, sus logros y su
orientación, hasta entonces motivo de orgullo nacional, fueron fuertemente impug-
nados por un expectable sector de la opinión pública que incluyó al nuevo presidente
de la nación, general Julio A. Roca. Este proclamado fracaso, que contradecía la
experiencia del Consejo Nacional de Educación (CNE) y de buena parte de los docen-

* Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Instituto de Historia Argentina y


Americana “Dr E. Ravignani”). Las investigaciones en las que se basa este trabajo cuentan con el apoyo
del programa UBACYT.
1
Acerca de los aspectos generales de estos temas, véase Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y
nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2001.

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154 REPRESENTACIONES NACIÓN Y CIUDADANÍA: CONCEPCIONES EN CONFLICTO A FINES DEL SIGLO XIX 155
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tes, fue también declarado en dos conferencias que tuvieron impacto en el ámbito los escritores que las enumeran [se refiere a territorio natural, lengua, raza, religión,
educativo. A principios del año, ese tema abrió la conferencia en el Ateneo de Buenos costumbres] entre los elementos constitutivos de las naciones.2
Aires del destacado educador Pablo Pizzurno, por entonces inspector de enseñanza
secundaria; a fines del año, luego del mensaje presidencial, lo planteó en las conferen- Esta concepción de la nación tenía vigencia no solo en el plano normativo sino también
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cias doctrinales de maestros el criminólogo y periodista Miguel Lancelotti, en ese en la orientación predominantemente seguida en las instituciones educativas para la
momento también docente en las escuelas del CNE. Otras voces disidentes con la formación de los ciudadanos. Pero en los años noventa del siglo XIX fue puesta en discu-
orientación de la educación pública se sumaron a estas y, tras la proclamación del sión. La crítica destacó la ausencia de rasgos espirituales –aquellas “exigencias” indica-
fracaso, apareció una fuerte crítica a la orientación seguida hasta entonces. das por Piñeiro sobre la unidad de origen y la unidad de lengua– y se señaló especial-
A partir de ese momento, el tema de la reforma educativa se instaló en la opinión mente su insuficiencia para formar el “alma” de los jóvenes ciudadanos y lograr de ellos
pública e inició una etapa de discusiones y cambios en los planes y programas que una adhesión más plena a la nación. Esta se hacía necesaria por la existencia en la
continuó durante la primera década del siglo siguiente. En lo inmediato, las críticas sociedad argentina de influencias culturales extrañas que amenazaban contaminar el
determinaron la modificación de los nuevos programas elaborados en el CNE y aplica- espíritu nacional. Estas críticas tenían como punto de partida una idea muy distinta
dos durante 1897 en sus escuelas primarias. Entre otras cuestiones, se revisaron los sobre qué era la nación. La presencia de esos elementos extraños se volvía perturbadora
programas de historia e instrucción cívica con el propósito de reducir contenidos e para quienes identificaban la nación con la existencia de una cultura homogénea, sin-
imprimir un mayor peso a los aspectos moralizadores. Ese cambio del peso de los gular y propia, una personalidad histórica con rasgos que podían tornarse híbridos y ser
contenidos cívico-institucionales a los morales se afirmó luego en los programas de debilitados por elementos extraños a su ser. Para quienes compartían estas ideas, el
moral cívica –nueva denominación impuesta por el ministro Naón en 1906– que fantasma de la heterogeneidad cultural no solo amenazaba con impedir la realización
adoptaron una concepción orgánica de la nación. Sin embargo, las discusiones sobre plena de la nación, que dependía del vigor y el desenvolvimiento de esta personalidad
la orientación que debía seguir la formación de los futuros ciudadanos, y que en 1898 cultural, sino también con propiciar la fragmentación interior.
produjeron la modificación de los programas escolares se habían iniciado ya en los En el debate del proyecto de ley de organización de un Consejo Superior de Ense-
años anteriores. ñanza Secundaria, Especial y Normal en agosto de 1894, el diputado por Salta Indalecio
Gómez sostuvo la preeminencia del origen y de la lengua como rasgos constitutivos
de la nación y “la necesidad de defender el alma nacional de toda contaminación del
¿Qué idea de nación se enseña en las escuelas? espíritu extranjero”.3 Sin negar la vigencia de la nación política, las palabras de Gómez
afirmaron el predominio sobre ella de otra idea de nación, definida por la unidad de
Durante la década de 1890 estos debates se hicieron evidentes en las instituciones la lengua, la verdadera y valiosa, la que debía ser defendida. Identificando nación y
educativas, escuelas y colegios, donde tenía vigencia una tradición que remitía en patria, Gómez sostuvo:
primer lugar a la Constitución y a aquellas leyes, como las de ciudadanía e inmigra-
Hay dos conceptos de patria, señor presidente: la patria de los intereses, de las como-
ción, que convocaban a todos los extranjeros de buena voluntad y establecían para
didades, de los negocios, la patria comercial –ubi bene, ibi patria– que se toma y se
ellos amplias libertades y garantías. Esta tradición se reflejaba en los manuales de
abandona como un traje de viaje; y otra patria: la de origen, la del lenguaje, la de las
instrucción cívica. Por ejemplo, el de Norberto Piñeiro para los colegios nacionales, creencias, alma mater de nuestros conocimientos, que imprimen el sello peculiar de la
publicado en 1894, enseñaba a los alumnos que la “nación es una asociación inde- inteligencia y del carácter; donde descansan los antepasados, de los cuales, quizá, algu-
pendiente de individuos, que habitan un territorio, se hallan unidos bajo un mismo no fue santo o héroe o sabio; la patria que no se olvida, la patria que no se renuncia,
gobierno y se rigen por un conjunto de leyes comunes”. Para precisar esta definición que no se debe renunciar jamás.
agregaba a continuación qué rasgos no formaban parte de ella:
Por contraste con la patria de origen y de la lengua, la patria de elección, la patria
No es necesario para que la nación exista que su territorio sea continuo y se halle voluntaria, se reducía a una cuestión de mera conveniencia y quedaba subordinada
circunscripto por límites naturales, ni que los diversos grupos de sus habitantes hablen respecto de aquella.
la misma lengua, profesen la misma religión, tengan iguales costumbres y pertenezcan 2
Norberto Piñeiro, Nociones de instrucción cívica, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1894, pp. 8-9.
a idéntica raza. Tales exigencias [explicaba el autor] no se comprenden, y basta obser- 3
Indalecio Gómez, intervención del 6 de agosto de 1894, en: Comisión de Homenaje, Los discursos
var la composición de las naciones modernas para convencerse de que no tienen razón de Indalecio Gómez, Buenos Aires, Kraft, 1950.
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En consonancia con estas ideas, pocos días más tarde, en septiembre de 1894, que las “uniformidades de raza, de idioma, de religión, de tradiciones, constituyen
Gómez y un grupo de diputados, entre quienes se encontraban Lucas Ayarragaray, una personalidad en el derecho de las naciones”.4
Marco Avellaneda y José M. Guastavino, presentaron un proyecto para establecer la Estas argumentaciones expuestas por algunos políticos en el Congreso Nacional
obligatoriedad del uso del idioma español en la enseñanza en las escuelas primarias, para delinear políticas de defensa de una homogeneidad cultural manifestaban la exis-
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tanto públicas como privadas. Los impulsaba la convicción de que la unidad del tencia de una opinión que consideraba insuficiente el fundamento constitucional de la
idioma, evidencia de la unidad cultural, definía la nación y debía ser, en consecuen- nación. Ante los cambios operados en la sociedad argentina creían necesario apelar a un
cia, un rasgo ineludible de la formación de los ciudadanos. Se retomaba una cuestión fundamento trascendente, basado en rasgos como la lengua, la raza y la tradición, que
abierta en 1888 cuando se reclamó a las escuelas de las asociaciones de extranjeros se postularon permanentes y más allá de las contingencias humanas. Pretendían intro-
que incorporaran los contenidos mínimos obligatorios establecidos por la ley 1420, ducir así algunos puntos firmes desde los cuales afrontar el intenso proceso de cambio
pero sin prohibir otros ni establecer el uso exclusivo de ningún idioma en particular. que vivía la sociedad argentina en las últimas décadas del siglo XIX. Particularmente
En 1894 se propuso, en cambio, una ley que prohibiría la enseñanza en cualquier producían preocupación las consecuencias culturales y sociales del rápido proceso de
otro idioma que no fuera el español. El tratamiento del proyecto, que se postergó crecimiento. Mientras el Estado se organizaba y el gobierno se consolidaba, la sociedad
hasta 1896, originó una amplia polémica en la que se reveló la existencia de un pro- parecía transformarse hasta sus cimientos, pues la expansión económica abría múltiples
fundo desacuerdo sobre qué era la nación y cuáles sus rasgos constitutivos. caminos para el ascenso social. Pero tan perturbador como el hecho de que casi nadie
Sin negar frontalmente la vigencia de los principios de la Constitución, en el permanecía en su lugar fue que muchos, muchísimos, eran extranjeros y recién llega-
debate se sostuvo la inconveniencia de las disposiciones “excesivamente liberales” que dos a la Argentina. Amplios sectores locales entendieron este proceso como parte del
beneficiaban a los extranjeros; se afirmó la conveniencia de interpretar la letra de la crecimiento de la nación y valoraron además del incremento de la riqueza, la diversifi-
Constitución y las leyes con “espíritu nacional”, y se postuló la existencia de una cación de la sociedad y el enriquecimiento de su cultura por la variedad de los aportes
nación superior, expresión de la singularidad cultural –manifiesta en la unidad de la recibidos. Para otros, en cambio, el ascenso social y la extranjerización de la sociedad se
lengua, del origen, de la raza, de la religión– cuya pureza originaria había que defen- volvieron amenazantes. Sintieron que se destruía su viejo mundo, que el país se enca-
der de los contaminantes extraños a su ser. minaba hacia un futuro inquietante y que un individualismo triunfante parecía avasa-
El diputado Ayarragaray afirmaba que la pertenencia a una misma cultura era el llar las viejas pautas morales de la sociedad local.
principal rasgo legitimador de la nación, que no podía ser reducida a “una conglo- Esta realidad preocupaba especialmente a quienes habían asumido la idea de la
meración de hombres depositados en el vasto territorio” y sin unidad: “¡Y esta uni- homogeneidad cultural de la nación. Si bien esto remitía a concepciones románticas ya
dad moral la constituyen la religión, la historia, la raza, el territorio, la lengua!”. Al existentes en la sociedad argentina, sus voceros no expresaban meramente ideas residuales.
igual que Gómez, Ayarragaray desvalorizaba, por provisional, la legitimidad que le Aquellas habían reaparecido en nuevas formulaciones, prestigiosas sobre todo por su
otorgaba a una nación una asociación surgida del acuerdo humano y una organización asociación con Alemania, que a partir de 1870 ocupó un lugar entre las grandes poten-
legal; esto equivalía a una forma eventual, carente de raíces y trascendencia. Marco cias. En el modelo de homogeneidad cultural se encontró la clave de esa gran realiza-
Avellaneda sostenía que el Estado debía asumir la defensa de los rasgos culturales ción. Una cultura vigorosa y pura, y una raza fuerte eran tanto las premisas como las
de la nación pues las influencias culturales extrañas, al modificar por ejemplo la evidencias de una nación poderosa, en cuya base estaba la unidad. Por esa vía Alemania
lengua, afectaban y debilitaban a la nación misma. También José M. Guastavino la se había convertido en una nación moderna y poderosa, una potencia militar e indus-
veía peligrar como consecuencia de la variedad de idiomas. Existía la posibilidad de trial. Esas ideas tomaron fuerza en las ideologías del pueblo-nación y en los movimien-
una fragmentación interior, amenaza que encontraba asidero en “la situación crea- tos nacionales y patrióticos en ascenso en las naciones europeas. Expresaron también los
da por la existencia de las colonias” de extranjeros en la República. Precisamente, el cambios operados en la política internacional y contribuyeron al paulatino desplaza-
mantenimiento de sus particularidades culturales por parte de las colectividades miento de la imagen de una convivencia armónica por otra centrada en la inevitable
extranjeras llevaría a suponer –en la mirada de las naciones europeas– la existencia guerra entre las razas y las naciones-potencias en expansión.
en el territorio argentino de diferentes naciones. El argumento de la importancia Se trataba también de una discusión sobre los modelos deseables para el futuro de la
de la imagen internacional de una nación culturalmente unitaria era usado para nación. Indalecio Gómez creía que la Alemania de Guillermo II era un buen ejemplo para
reforzar la exigencia de homogeneidad interior; y el ministro de Justicia e Instruc-
ción Pública, Antonio Bermejo, pese a que creía innecesario el proyecto, valoraba 4
Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 4, 7 y 9 de septiembre de 1896, pp.
el argumento al reconocer el prestigio que habían cobrado esas ideas y consideraba 751-831.
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un país joven como la Argentina: la también joven nación-potencia había culminado en central. Más aún, estos lazos debían tener un carácter ineludible y no depender de
1870 una rápida unificación venciendo contundentemente a Francia, una de las naciones contingencia histórica alguna. Debían ligarse a un valor permanente, como la raza, la
más poderosas y antiguas de Europa. Sus procedimientos le parecían los más apropiados lengua, la tradición, o trascendente, como el alma o el espíritu de un pueblo. Así, la
para aproximarse al perfil de una moderna nación-potencia, y en defensa de su proyecto pertenencia a ese colectivo-nación otorgaría una condición de ciudadanía más plena.
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de obligatoriedad de la lengua instaba a imitar la política educativa de germanización Desde este punto de vista, si bien el sistema político vigente era criticado y las
establecida por Federico II de Prusia en las zonas de incorporación reciente, a fin de prácticas políticas condenadas como espurias, ambos eran sin embargo parte irrevo-
demostrar los enormes beneficios que la homogeneidad cultural podía traer a la nación. cablemente aceptada de la realidad de las naciones modernas. Esta búsqueda de un
fundamento en valores espirituales y trascendentes no alteraba las reglas del sistema
Así [por la germanización] formó Federico El Grande [a] los abuelos de los grandes político formal, sino que le sobreimprimía otro universo de valores morales con el
hombres que en nuestros días han consumado la obra más sorprendente del siglo, propósito de darle un cimiento más firme. Parecía insuficiente el que se desprendía
constituyendo la unión germánica sobre la base de la nacionalidad prusiana. ¡Ah! El de las reglas del sistema político; estas remitían a una representación social formada
que ame las grandes acciones de la Historia y desee verlas realizadas por su pueblo,
por individuos iguales, donde los lazos sociales habían sido despojados de toda refe-
imite a Federico. Engrandezca su pueblo, no por la inmigración sin cohesión, sino por
rencia al organismo social. Eran solo el producto de esa asociación de hombres.7 Sin
la asimilación, en cuerpo de nación, de los elementos adventicios que llegan al país
como enjambre ávido a chupar la miel y con designio de levantar el vuelo saciada la embargo, al postularse una nación trascendente se operaba un desplazamiento de lo
necesidad de lucro. El hilo para asirlos es sutil, fino, al parecer inconsistente, es el legal a lo espiritual y perenne. El orden legal, de índole histórica, y los derechos
idioma, que sin embargo es fuerte, porque echa sus lazos indisolubles en los fondos individuales a él vinculados resultaban desvalorizados y subordinados. Quienes se
del alma, donde el sentimiento, las ideas, el carácter, toman su ser, que se confunde opusieron al proyecto de la obligatoriedad de la lengua lo hicieron porque entendían
con el idioma que es su forma substancial.5 que cercenaba libertades y derechos de los ciudadanos establecidos en la Constitu-
ción. Francisco Barroetaveña, Emilio Gouchón, Ponciano Vivanco y otros diputados
Desde ese punto de vista, la heterogeneidad y la diversidad resultaban peligrosas, consideraron que además atentaba contra las libertades y los derechos otorgados a los
pues podían debilitar la nación. Estas imágenes sobre la sociedad y la cultura se exten- extranjeros y, en consecuencia, estaba contra de la tradicional política de estímulo a la
dían también al campo político que en esos años adquirió características preocupantes.6 inmigración. Sostuvieron que la lengua no era un rasgo esencial de la nación; sí lo era,
La Revolución del Noventa abrió una etapa de amplia movilización que alcanzó a los en cambio, la autoridad de las leyes comunes que regulaban las relaciones de los
grupos extranjeros, incluyó una vasta campaña para su naturalización masiva y gene- ciudadanos “con jurisdicción sobre una extensión de territorio y con un gobierno
ró también la formación de nuevas agrupaciones, como la Unión Cívica, la Unión propio e independiente de otro” .8
Cívica Radical y el Centro Político Extranjero. Cierto temor por la rivalidad poten- Muchos advirtieron que el proyecto envolvía un riesgo mayor que el que intenta-
cial que podían presentar algunos grupos políticos extranjeros se expresó en el fantas- ba combatir; amenazaba convertirse en un peligroso paso inicial, y según Barroetaveña,
ma de una fragmentación nacional, y esta se vinculó con la movilización política de en “una vanguardia oscurantista, reaccionaria en nuestra legislación: porque tras la
1893 y el alzamiento de los colonos en Santa Fe. unidad del idioma se pedirá la unidad de la fe, la unidad de la raza”. Así, la proyectada
Los inquietantes sucesos políticos se vincularon también con la necesidad de for- ley parecía el inicio de un camino de sucesivas restricciones tras la meta ideal de la
talecer los lazos sociales para subsanar las carencias morales atribuidas al predominio homogeneidad cultural, una concepción de nación dogmática, especialmente para
del individualismo y el disenso egoísta. Para quienes hacían este diagnóstico, los pro- una sociedad con aportes culturales tan diversos como la Argentina. Barroetaveña
blemas demandaban una reorientación de la formación de los futuros ciudadanos en creía que la política de constituir la “unidad nacional” por el camino de la unicidad
la que los lazos que unían a los hombres con la comunidad adquirieran relevancia cultural perjudicaba elementos vitales de la sociedad, presentes en esa gran variedad,
y buscaba “unitarizar la libertad de los individuos” tras el mito de la unidad de la
5
lengua. Otros eran los medios por los que la nación lograría atraer y afincar plena-
Idem.
6
Ezequiel Gallo, “Un quinquenio difícil: las presidencias de Luis Sáenz Peña y Carlos Pellegrini”, en:
mente a la población extranjera; para Barroetaveña se encontraban en “la garantía de
Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (coords.), La Argentina del ochenta al Centenario, Buenos Aires, Sud-
7
americana, 1980; Natalio Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, 2a ed., Pierre Rosanvallon, La consagración del ciudadano. Historia del sufragio universal en Francia, México,
Buenos Aires, Sudamericana, 1994; Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Instituto Mota, 1999, pp. 12-13.
8
Chica Radical y la política argentina en los años noventa, Buenos Aires, Sudamericana/Universidad de San Congreso de la Nación, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 4, 7 y 9 de septiembre de 1896,
Andrés, 2000. pp. 751-831.
160 REPRESENTACIONES NACIÓN Y CIUDADANÍA: CONCEPCIONES EN CONFLICTO A FINES DEL SIGLO XIX 161
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la libertad a todos los habitantes”, en “leyes sabias y previsoras” y en una “administra- naturalizarse, pero el] extranjero distinguido nos da una lección de patriotismo no
ción de justicia honorable, rápida y barata”. Estas determinarían las mejores condi- tomando su carta de ciudadanía”. De esta manera, descalificaba el camino legal de
ciones para la vida de la sociedad y posibilitarían finalmente la grandeza de la nación. incorporación a la nación mediante la adquisición voluntaria de la ciudadanía, por-
que no armonizaba con su idea de nación.
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La verdadera ciudadanía es el patriotismo


Patriotismo verdadero y falso patriotismo
La defensa de los rasgos culturales de la nación marcó también la noción de ciudada-
nía. La idea del ciudadano vertebrado por el patriotismo se superponía a la del ciuda- En quienes postulaban una concepción cultural de la nación, el patriotismo se con-
dano miembro de cuerpo político. El patriota parecía encarnar una ciudadanía supe- vertía en el rasgo por excelencia para definir la ciudadanía, si bien no era una cualidad
rior, capaz de una adhesión emocional profunda y una lealtad sin límites, y relegar los valorada exclusivamente por ellos. Por el contrario, en esa época era un rasgo particu-
otros aspectos a una mera formalidad legal. El predominio del ideal del patriota se larmente estimado que todos los gobiernos procuraron alentar para afianzar la lealtad
puso de manifiesto en relación con la discusión sobre la naturalización de los extran- de sus ciudadanos al Estado. Sin embargo, las características del patriotismo diferían
jeros. La adquisición de la ciudadanía se consideraba deseable para la incorporación notablemente de acuerdo con la diversa índole de la relación establecida o deseada
plena de los extranjeros a la sociedad, el mejoramiento de la calidad y la ampliación entre ciudadano y Estado.
de la participación electoral, y una mayor legitimidad del sistema político en su con- Estas diferencias tenían importancia. Así lo planteó Joaquín V. González, quien
junto. Sin embargo, quienes sostenían una concepción cultural de la nación estable- consideraba a la lengua inseparable de la singularidad cultural que constituía la na-
cieron una distinción entre una ciudadanía formal o exterior, aquella ciudadanía- ción: “entre el idioma y la raza [hay] un vínculo tan estrecho, hasta el punto de ser
nacionalidad que se adquiría por la naturalización, y la verdadera, la que expresaba un difícil separar ambos conceptos. [...] [El] lenguaje está unido al alma de la nación y
patriotismo supremo. La adquisición de la ciudadanía-nacionalidad era desvaloriza- se vincula con la historia, la tradición y los afectos domésticos [...] Es la substancia
da. Más aún, se afirmó que la naturalización era, en realidad, la acción de un mal del propio ser humano y nacional, indivisible, inseparable”.9
patriota que traicionaba a su patria de origen. Tal nación requería un patriotismo de singular cualidad, que no debía confundir-
Esta idea, que Gómez planteó en 1896, ya había aparecido en un debate en el se con el acuerdo entre individuos-ciudadanos pues era un sentimiento superior, nacido
Congreso Nacional en 1890, durante la campaña por la naturalización de los extranje- de la pertenencia a una entidad trascendente. Para González, no era “el amor a la
ros. En aquella ocasión, al discutirse el diploma del diputado Urdapillera, se dijo que no patria una cualidad adquirida, ni un conocimiento posterior, ni menos una conven-
se lo podía considerar ciudadano a pesar de estar legalmente naturalizado; Urdapilleta ción”. No era tampoco una cualidad que se pudiera adquirir por medios racionales; el
no acreditaba un sentimiento verdadero de amor y lealtad a la nueva patria pues con- patriotismo no podía ser enseñado como otros conocimientos -–un camino falso–
servaba lazos con la patria de origen. La acusación de estar en el ejercicio de dos ciuda- sino que debía ser inspirado e involucrar el sentimiento.
danías ponía de relieve el delicado problema que planteaba la doble condición de la En opinión de González la insoslayable educación patriótica tenía que responder
ciudadanía-nacionalidad en ese momento político y en esa época cuando no era raro el a esta orientación: el patriotismo en el que habían de ser educados los jóvenes era un
reclamo de sus ciudadanos por parte de los Estados-naciones. A la vez, revelaba una principio espiritual, “principio eterno”, que es “anterior a toda doctrina, superior a
idea defensiva de la nacionalidad que desestimaba la incorporación formal de los ex- toda convención o interés y más poderoso que las voluntades. Por eso es germen de
tranjeros y devaluaba el procedimiento legal de adquisición. Es significativo que esta perfección moral, móvil eterno de heroísmos individuales y colectivos y una inextin-
“singular” postura se afirmara luego de la resistencia armada de los colonos extranjeros guible fuente de la verdadera gloria”. Con el propósito de difundirla, dedicó su libro
en Santa Fe, de la revolución radical y de la dura represión que le siguió. Patria a “todos los que en la República Argentina se consagran a la enseñanza y
Indalecio Gómez sostuvo en 1894, cuando aún estaba fresca la memoria de aque- educación de la juventud”.
llos sucesos, una idea similar: la ciudadanía-nacionalidad era una cuestión de lealtad Publicada en 1900, Patria es una recopilación de conferencias y artículos escritos
total a la patria, la de origen, la de la lengua y las creencias, “a la que no se debe en los años noventa. Si bien desarrolla sus ideas de cuño romántico, ya expresadas en
renunciar jamás”. La renuncia se volvía imposible pues era algo que se vinculaba con
la sangre de los mayores y con un íntimo sentimiento que no caducaba: “el extranjero 9
Joaquín V. González, Patria, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1900, p. 60. Los textos de J. V.
[...] no necesitaría sino una formalidad externa –tomar la carta de ciudadanía– [para González citados en este apartado y en el siguiente corresponden a Patria.
162 REPRESENTACIONES NACIÓN Y CIUDADANÍA: CONCEPCIONES EN CONFLICTO A FINES DEL SIGLO XIX 163
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La tradición nacional y en Mis montañas, se refiere notoriamente, y de manera muy dencia o la degeneración mental, o sea, la muerte de la nacionalidad”. No solo era
crítica, a la evolución de la educación pública en esos años. Creía que las jóvenes preciso un cambio en los aspectos patrióticos sino también en la orientación y el
generaciones carecían de “un canto de entusiasmo”, “un grito de pasión”, un verdade- carácter general de la educación. González marcaba así una senda que transitarían
ro patriotismo. años más tarde muchos otros. Particularmente seguiría estos pasos Ricardo Rojas en
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No se trataba de falta de patriotismo; más aún, las manifestaciones patrióticas de La restauración nacionalista.
los jóvenes en esa época le parecían excesivas. El patriotismo que observaba en ellos Las críticas de González a la educación confluyeron con otras voces que en 1898,
estaba despojado de aquellos rasgos espirituales y referencias trascendentes que, a su como se dijo antes, declararon que la educación pública había fracasado en la Argen-
juicio, constituían su esencia. Por esta razón, negaba el valor de las numerosas inicia- tina. Fue un momento singular, en el que la orientación de la educación pública fue
tivas patrióticas juveniles: “las ansias de honrar a todos los héroes y sucesos, erigiendo seriamente objetada por un conjunto de críticas que, si bien partían de diferentes
monumentos, bautizando calles y plazas, celebrando reuniones y por último, publi- puntos de vista y proponían soluciones distintas, coincidían todas ellas en declarar su
cando las listas de nombres distinguidos de personas que iniciaron la grande obra”. rotundo fracaso.
Para González este movimiento patriótico carecía de rasgos espirituales trascen- El presidente Roca, al iniciar su segundo período de gobierno, afirmó en su men-
dentes. Decían querer conocer mejor los sucesos pasados: “¿Y para qué hemos de saje inaugural que era necesario encontrar “las causas de este desastre”. Se proponía
necesitar saberlos? Cuando más tal conocimiento sería una fuente de compromisos y hacer “una corrección exacta de la orientación” de la educación primaria. Esta debe-
molestias” ajenos al verdadero patriotismo. “En todo caso ya se encargarán los diarios ría corresponder a la “realidad” argentina, ahorrar recursos al Estado y ofrecer el
y papeles públicos, o uno que otro historiófilo [...] y cuando se trate de algo más serio, fruto de una población industriosa. Las críticas del presidente encontraban su objeti-
ahí tenemos a Mitre y a López para ir a preguntárselo en los casos difíciles.” El cono- vo en el sistema vigente durante su primer gobierno a principios de la década de
cimiento puede ser perjudicial: muchas veces “un pueblo que ignora más, es menos 1880, que constituía uno de los logros más valorados. Hacia 1898, sin embargo, una
desdichado” y los “menos cultos” y menos habituados a los goces de la vida son más parte significativa de los niños no estaba incorporada al sistema escolar. En la década
felices, porque “aquellos son más fuertes del cuerpo y estos son más sanos del alma”. del noventa, el avance de la escolaridad y de la cantidad de escuelas se había vuelto
Solo la formación de las jóvenes generaciones en el patriotismo del sentimiento las más lento que el incremento de la población infantil, en gran parte debido a que los
hará partícipes de aquel que “siempre vivió latente en las entrañas de la tierra, en el recursos que esto hubiera demandado se habían destinado a otros fines (por ejemplo,
fondo de la conciencia, en el organismo de la raza originaria y nativa”. Solo de esta a la compra de armamentos). Esto, sin embargo, no fue entendido como un desafío
manera formarán parte de “una noción profunda de la unidad de la patria” y estable- para la expansión del sistema educativo sino como la prueba de un fracaso. Había en
cerán con ella un vínculo más intenso e intransferible. el desastre proclamado por el presidente un eco del desastre español y tras él también
los ecos de otros desastres que hablaban de la decadencia de las naciones latinas. Esta
supuesta debilidad de las naciones latinas fue atribuida a una educación errónea por
La escuela ha extraviado su rumbo Edmundo Demolins en su libro A quoi tient la supériorité des Anglo-saxons, en 1897.
Se explicaba allí que la causa de la decadencia de los pueblos latinos residía en un
Sin embargo, la marcha contemporánea de las escuelas públicas no seguía el camino sistema educativo que no preparaba “para la lucha por la vida”; la educación práctica
correcto para formar a la juventud en el verdadero patriotismo. En esta opinión basó era la base para el desarrollo de una nación-potencia y el camino para emular el
González un diagnóstico severo: la República Argentina se encontraba entre las na- triunfo de los anglosajones.
ciones que, poseídas por el vértigo de las riquezas materiales y de la lucha por el Estas promesas de grandeza nacional vinculadas con la educación práctica desper-
progreso, habían dejado “languidecer las llamas vivas de las nobles pasiones origina- taron mucho interés y dieron lugar a proyectos de reformas educativas en muchas
rias e ingénitas, bajo las cenizas [...] de los impulsos utilitarios dominantes” que la partes. También en la Argentina concitó el apoyo de algunos grupos seducidos por la
encaminan hacia su decadencia. Era responsable de ello “una educación incoherente, idea de que se propiciaría así el desarrollo de la industria y la producción nacional. Si
un aprendizaje improvisado, de costumbres exóticas, y un descaminado concepto de bien se fortalecieron las convicciones y las iniciativas sobre educación industrial y
la vida conjunta y nacional”. Presagiaba el desastre y llamaba a analizar cuidadosa- técnica que, en rigor, se venían proyectando desde hacia varios años, no fue este el
mente si la educación argentina “no va extraviada de este derrotero salvador supremo, aspecto más significativo de los cambios introducidos. Tras esta propuesta asomaban
y si en vez de elaborar el tipo nacional del porvenir, no se echan los cimientos de otro otras que marcaban un nuevo rumbo moral y político ideológico. En su mensaje
innominado, amorfo o heterogéneo, que lleva en su sangre los gérmenes de la deca- Roca también dijo que la educación pública, desde el principio, había contenido “un
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75% de mentira y error”. Que la existencia de un divorcio entre la escuela y la vida dos, incluidos los infantiles, y que se propusiera enseñar contenidos con cierta com-
había creado una discrepancia entre la inclinación social y la que siguió el Estado, y plejidad:
que de esta manera se elaboraba “la ruina, la anarquía, la degeneración”. En conse-
cuencia, la nación enfrentaba un serio problema moral derivado de la instalación de Hoy el programa (hablo del de la Capital Federal) comprende historia antigua y mo-
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las instituciones educativas; el origen de este problema se encontraba en que aquellas derna, de la Edad Media y contemporánea; y no creáis que esto es allá en los grados
instituciones no habían emanado del medio natural y social argentino y eran en con- superiores, 5o y 6o, no; se enseña en los grados infantiles. Niños menores de 10 años,
desde los 6 años, oyen hablar de los diferentes períodos de la historia universal y nacio-
secuencia instituciones artificiales. Estas críticas que se habían centrado en las escue-
nal, de las transformaciones del poder colonial, de los partidos políticos y de las luchas
las primarias abarcaron también a las demás instituciones educativas. Poco tiempo
civiles que precedieron nuestra organización.
después se anunció que la nueva administración nacional también se proponía cerrar
numerosas escuelas normales y colegios nacionales. Si bien las reformas tenían el
Esos contenidos no solo eran abundantes, sino que presentaban una realidad históri-
propósito declarado de reducir los gastos en el área de educación, se proponían al
ca cambiante, ni mítica ni eterna. No se trataba solamente de un problema de edad;
mismo tiempo modificar la orientación de la formación de los docentes y el diseño de
tampoco eran convenientes para los niños que en su mayoría “provienen de la casa del
la enseñanza media. En este campo, la reacción de la opinión pública se manifestó
obrero ignorante [...] y de los tristes conventillos donde, por cierto, no han prepara-
muy pronto y se organizaron movilizaciones en rechazo de las reformas, que fueron
do su inteligencia para esta clase de especulaciones mentales”. Estas críticas sobre los
prudente aunque momentáneamente postergadas.10
contenidos recogían las que realizaban algunas recientes posturas pedagógicas acerca
El movimiento de reforma, sin embargo, tuvo sus efectos en la educación primaria,
del perjuicio ocasionado por el exceso de contenidos que renovaban los viejos reparos
donde se anunció la revisión de los programas vigentes en las escuelas comunes, a la que
anti ilustrados a la universalización del conocimiento.
siguieron otras medidas que paulatinamente se sumarían a aquellas modificaciones.11
Pizzurno contrapuso el ejemplo de una idealizada vieja escuela, donde si bien se
A principios de 1898, Pablo Pizzurno había sostenido: “la educación pública está
aprendían cosas sencillas, como leer, escribir y contar, también muy “pocas que fueran
pasando por un período de desmoralización y decadencia desalentadoras que será,
perjudiciales”. La idea de que se transmitían conocimientos nocivos tenía una fuerte
que es ya de gravísimas consecuencias para el progreso moral y material del país”.
connotación moral; Pizzurno sostenía que la escuela había fracasado también en dar
Hacía responsable de ello a la orientación errónea manifiesta en los propósitos, con-
una acertada dirección ética. Este fracaso era evidente en la falta de prácticas de higiene
tenidos y métodos de enseñanza. Responsabilizaba también a los maestros que esta-
y de nociones básicas de economía doméstica en los alumnos y sus familias. Críticas
ban “merecidamente desconceptuados” y creía necesario moralizar y reorganizar las
semejantes hacía Pizzurno a la enseñanza específica para la formación de los ciudada-
escuelas normales donde aquellos se formaban. De manera notable para un normalista
nos, la instrucción cívica. Consideraba como una prueba contundente del fracaso edu-
que se había formado en esas escuelas y era partícipe destacado en el desarrollo del
cativo la vigencia de la convicción de la utilidad de la enseñanza de las leyes; esto, en su
sistema de educación pública creado por la Ley 1420, Pizzurno criticó la escuela de
opinión, llevaba al error de creer que si el niño conocía sus deberes estaba en condicio-
entonces, una escuela donde “nuestros niños se educan peor, muchísimo peor que en el
nes de cumplirlos. La verdadera formación debía surgir del maestro, quien mediante el
tiempo del Cristo, de las lecciones de memoria [...] de la palmeta y del encierro”.12
ejemplo debía conducir al niño a la formación de un “criterio moral” aplicable a las
Si bien el centro de las críticas eran los nuevos programas para las escuelas prima-
cuestiones prácticas de todos los días. En sus consideraciones, la información era vista
rias aplicados durante 1897, mediante ellos se involucraba el conjunto de la orienta-
en oposición a la formación y los contenidos cívicos quedaban desplazados por los
ción de la educación vigente hasta entonces. Pizzurno objetó en los nuevos progra-
morales. Creía que la educación vigente dedicaba demasiado tiempo al trabajo intelec-
mas, aplicados en las escuelas de la Capital Federal, el “exceso” de contenidos; en
tual –según Pizzurno, plagado de rutina y memorístico– y muy poco al ejercicio corpo-
particular, consideró inadecuados los programas de historia e instrucción cívica. Sus
ral necesario para robustecer el cuerpo y el carácter. Sus críticas se mezclaban con pro-
principales objeciones eran que se pretendiera dictar esas materias en todos los gra-
puestas de innovación didáctica y un fuerte alegato por la moralización.
Los programas en cuestión reflejaban otras ideas sobre la educación primaria.
10
“Supresión de escuelas normales”, en: La Prensa, 20 de octubre de 1898; “Instrucción pública”, La Eran, en buena medida, el resultado de las opiniones y las cuestiones discutidas en la
Prensa, 2 de noviembre de 1898. Juan Carlos Tedesco, Educación y sociedad en la Argentina, 1880-1900, Asamblea Docente realizada en 189513; sus conclusiones fueron la base para la elabo-
Buenos Aires, Eudeba, 1970, pp. 81-84.
11
“Reformas en la instrucción primaria. Los programas”, en: La Prensa, 12 y 13 de diciembre de 1898.
12
Pablo Pizzurno, Deficiencias de la educación argentina. Conferencia leída en el Ateneo de Buenos Aires 13
En el ámbito del Consejo Nacional de Educación funcionaban las Conferencias Pedagógicas
el 24 de marzo de 1898, Buenos Aires, Tip. El Hogar y La Escuela, 1898. (Didácticas y Doctrinales), asamblea de maestros o reunión general de los docentes que deliberaba y
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ración de los programas por una comisión especial del CNE en 1896. En la importan- to el pesimismo más acrimonioso ha inventado en estos últimos tiempos y en tiem-
cia otorgada a los contenidos se advierte el interés por elevar el nivel de la instruc- pos de reacciones antiliberales, contra la escuela, contra el niño, contra la ciencia,
ción; según sus autores, era un plan de estudios “cíclico concéntrico” e “ideado para contra las autoridades escolares y hasta contra la civilización del siglo”.17 Quienes
realizar la enseñanza integral”, que recibió el elogio de una prestigiosa institución elaboraron los programas no solo manifestaban la afinidad con la orientación previa
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educativa extranjera.14 Sus fundamentos habían sido “preparar al ser humano para de la educación y sus valores sino la posibilidad de concebir la nación y la formación de
su triple destino: individual, social (o nacional) y universal” y “educar e instruir en la los ciudadanos desde otras formas no excluyentes y antiautoritarias.
cultura moral e intelectual de su época y de la sociedad en que [el niño] vive”. En vez
de seguir la consigna de moda, de educar “para la lucha por la vida” se había preferido
“el noble ideal de la pacificación social y por encima de las divisiones nacionales, para Las ideas educadoras no son separables
la multiplicación de los lazos de confraternidad universal”. Junto a las metas de exce- de las ideas sobre la nación y la patria
lencia en la instrucción, los programas proponían así la formación en la idea de la
pertenencia a la propia sociedad-nación, la que no excluía la conciencia de la perte-
Joaquín V. González criticó el carácter general de la educación primaria que preten-
nencia a la humanidad.
día abarcar todas las áreas de enseñanza: la “vaga idea de integralidad” no es adecuada
Los defensores de la plena preeminencia de la nación abogaban por una formula-
para la enseñanza primaria pues pretende enseñar demasiado y si mucha ciencia vuel-
ción que expresara un vínculo más exclusivo de los ciudadanos con el Estado, tam-
ve modestos a los espíritus superiores, “un poco de ciencia vuelve orgullosos a los
bién en el orden interno. Los docentes explicitaron además que habían rechazado las
espíritus medianos”; la enseñanza debe ser “más moral que pedagógica” y no “una
formas disciplinarias destinadas a fortalecer el principio de subordinación u obedien-
instrucción enciclopédica que el filósofo censura y considera irrealizable”.18 Solo
cia. Entendían que su acentuación iba estrechando “el camino de la libertad y la
nosotros permanecemos en las viejas rutinas –decía González en 1898– alejados de la
iniciativa del niño, convirtiéndolo en receptáculo de un medio ambiente, de un cre-
generalizada preocupación universal hacia la enseñanza con fines útiles y prácticos.19
do, de una política que todo procura menos el desarrollo autodidáctico del ser hu-
Además, los contenidos de la enseñanza debían ser seleccionados de acuerdo con
mano”.15 Por otra parte, se precisó también que la enseñanza del trabajo manual no
la cultura nacional y con el propósito de no afectarla; el Estado debía cuidar que “no
tenía por finalidad formar en la escuela ni obreros ni artesanos porque “en ella ningún
vayan mezclados con los rudimentos de las ciencias [.,.] gérmenes corruptores, desor-
oficio, arte ni ciencia puede especializarse, sino, como queda dicho, aprovechar todos
denados o anárquicos [...] o de tal modo extraños a la índole de la nación o del
los elementos instructivos, científicos o estéticos en las múltiples enseñanzas y prácti-
pueblo, que se conviertan en el porvenir en causa de disolución, de debilidad moral,
cas escolares en el solo fin de la educación del niño”.16 Muy diferentes a estos resulta-
o cívica y engendren el exclusivo humanitarismo, contrario por tanto a todo concep-
ban los objetivos para la enseñanza práctica señalados por el presidente Roca en su
to de individualidad nacional”.20 De esta manera, González explicitaba su convic-
mensaje inaugural ya mencionado.
ción sobre la existencia de un antagonismo entre el concepto de singularidad nacio-
En opinión del inspector del CNE Andrés Ferreira, las críticas a los programas y al
nal que debía regir en la orientación de la enseñanza y el humanitarismo que, como
rumbo de la educación pública eran alentadas por las ideas que resumían “todo cuan-
se vio, estaba en los propósitos señalados por los programas de 1896. En su opinión,
en el plano internacional el país debía abandonar “la rutinaria adhesión de nuestra
votaba sobre los más variados temas educativos. El reconocimiento de la opinión de los maestros fue
afirmado oficialmente en 1894: “las ideas que resultasen dominantes en la Asamblea Pedagógica servirían política a teorías desacreditadas o a abstracciones vacías de sentido práctico [...]
para fijar inmediatamente el rumbo a las tareas individuales de los maestros” en las escuelas. Según el CNE, [ocultas] bajo la ‘fraternidad’, la ‘amistad’, la ‘comunidad’, la ‘solidaridad’ de las na-
“el cuerpo docente se encontraba llamado a intervenir, acaso por primera vez, en la organización y direc- ciones” y que se traducían, a su entender, en “una conquista pacífica del territorio, en
ción de la escuela”. Informe del CNE al ministro de Instrucción Pública, 1894-1895, Buenos Aires, 1896,
una desmembración de los más débiles o inactivos y en una gloria más del imperialis-
p. 125.
14
Citado por Joaquín V. González, en: Obras completas, vol. 13, Buenos Aires, Claridad, 1935, p. 33. mo triunfante”.
González fue incorporado a la comisión redactora de los programas en la etapa final del trabajo. En 1899 17
fue nombrado vocal del Consejo Nacional de Educación. Conferencia Doctrinal de Maestros de la Capital celebrada el 12 de noviembre de 1898, Buenos Aires,
15
Andrés Ferreira, Informe y Resolución sobre la memoria anual del Consejo Escolar del Distrito 14° de Castex y Halliburton, 1898, pp. 12-13.
18
la Capital, 8 de junio de 1898, pp. 41-42. Joaquín V. González y J. Zubiaur, “El censo escolar y cuestiones conexas”, en: J. V. González,
16
Citado por J. V. González, en: Obras..., ob. cit., p. 110. Desde hacía varios años se discutía sobre Obras..., ob. cit., p. 34.
19
optar entre la enseñanza de un oficio y el trabajo manual educativo, por el cual se inclinaban la mayoría de J. V. González, “Enseñanza práctica en la República Argentina”, en: Obras..., ob. cit.
20
los docentes. J. V. González, Patria, ob. cit., pp. 61-65.
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Tanto en nombre de una benéfica reacción espiritualista frente al exceso de mate- entre las naciones. En el fondo de estas polémicas emergía una cuestión: si en la forma-
rialismo e irreligión –que según González se estaba llevando a cabo en la filosofía ción de los ciudadanos debía prevalecer la lealtad a la nación por sobre cualquier otra
europea–, o de las nuevas ideas educativas que pregonaba Pizzurno centradas en la cosa, o si debían predominar los valores de la humanidad y la convivencia pacífica. Si las
formación moral y las conclusiones deducidas del problema revelado por Demolins, relaciones internacionales debían entenderse como una competencia entre las naciones-
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o bien de la propuesta de una educación práctica para fomentar la producción indus- potencia, o quizás una guerra entre las razas, o bien como un horizonte de convivencia
trial formando una población industriosa, se impugnaba el rumbo seguido por la basado en el reconocimiento de los valores de la humanidad.
educación pública, “más humana que nacional”. Las ideas en educación debían ar- Estas discusiones pusieron de manifiesto la ausencia a fines del siglo XIX de un
monizar con las ideas sobre la nación concebida como una singularidad cultural, con consenso liberal sobre la nación y sobre los principios que la regían; asimismo, mos-
una indiscutida preeminencia del “interés nacional” por sobre cualquier otro. traron la relevancia alcanzada por la cuestión nacional, que concitó el interés y la
Era hora de recapacitar –sostenía González– y seguir las nuevas ideas directrices: preocupación no solo de los sectores dirigentes sino también de grupos más amplios
“Por más despreocupados que seamos los argentinos en estas cuestiones no podemos de la sociedad. Además, evidenciaron la vigorosa emergencia de una concepción cul-
desoír esas voces que nos advierten que las ideas universales, humanas, hijas del tural de la nación que postulaba como ideal la unicidad de la lengua, la tradición, las
siglo XVIII, quizá han hecho su camino y se presentan hoy vestidas de nuevo”. Las costumbres, la raza, la religión. Esta homogeneidad cultural era la matriz de un na-
circunstancias de ese momento planteaban nuevas exigencias; se esperaba que el ciu- cionalismo excluyente; no dejaba lugar en la representación simbólica a la variedad de
dadano estuviera “siempre dispuesto a poner el interés de la Patria por encima de sus los aportes culturales de una sociedad heterogénea y, a la vez, expulsaba del campo
intereses personales”. El acento debía ser puesto en el “interés de la Patria [que] se nacional, por “cosmopolita”, a cualquier otra representación de la nación que los
sobrepone así en algún modo al del individuo”. En la enseñanza debería correrse el incluyera. En las voces de quienes sostuvieron esta posición ya estaban presentes to-
eje desde el individuo al colectivo: dos los temas del repertorio nacionalista cuya emergencia se atribuye a la época del
Centenario, el momento habitualmente considerado como de formación de un pri-
difundir demasiado la idea de la individualidad, [sería] desconocer esa ley natural de mer nacionalismo.
las regiones étnicas, sociales, políticas, que son o tienden a ser naciones, pueblos y Puede resultar paradójico, a primera vista, que tanto Joaquín V. González como
Estados, para constituir a su vez “individualidades nacionales” dotadas de un instinto, Indalecio Gómez, voces destacadas de esta tendencia, fueran precisamente los autores
de un sentimiento, de un genio, de una voluntad colectivos. La historia nos prueba
de las reformas electorales de 1902 y de 1912, respectivamente. Sin embargo, la con-
que esta persona colectiva existe [...]. No son, pues, separables las ideas educadoras, de
tradicción es solo aparente. Quienes buscaban la nacionalización de la sociedad sos-
las supremas ideas que informan estos conceptos de raza, nación, pueblo, Estado y
Patria.21 teniendo una concepción cultural de la nación prefirieron utilizar los instrumentos
de compulsión que brindaba el Estado, tales como la educación obligatoria, el servi-
cio militar obligatorio y el sufragio obligatorio, pues juzgaban que mediante ellos el
*** Estado lograba extender su acción a la totalidad de la población y el territorio. La
coacción ejercida por esos medios podía ponerse al servicio de valores diferentes: para
La discusión sobre la lengua o sobre el rumbo de la educación en las escuelas comunes unos se trataba de hacer prevalecer un principio cívico; para otros, de hacer prevalecer
polarizaba las opiniones y en esos momentos se ponían de manifiesto profundas dife- el principio de unicidad cultural de la nación. Así, la obligatoriedad del voto univer-
rencias acerca del carácter de la nación y de los rasgos que la definían y le daban sal podía operar en forma coadyuvante, más que contradictoria, con el propósito de
legitimidad. Se enfrentaban dos concepciones: una nación entendida fundamental- lo que George Mosse llamó “la nacionalización de las masas”.
mente como una asociación política y una nación entendida como una unidad étni-
ca, cultural o religiosa.
En las prácticas sociales esas discrepancias se diluían u opacaban: las celebraciones y
los proyectos patrióticos involucraban actores con ideas muy distintas acerca de la cues-
tión nacional, en un intento de aunarlo todo. Pero las diferencias se perfilaban nítida-
mente cuando se discutían ciertos temas vinculados con el Estado y con las relaciones

21
J. V. González, “La Reforma de 1896”, en: J. V. González, Otras..., ob. cit., p. 114.

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