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Seminario Metropolitano

“Nuestra Señora de Guadalupe”


Instituto Superior Particular Incorporado Nº
4062
“San Juan de Ávila”
CUARTO AÑO DE FILOSOFÍA

Monografía

“La verdad, presencia constante y compromiso


existencial”

Espacio curricular: Seminario de Integración y Síntesis


Profesor: Dr. Pbro. Ricardo Mauti
Alumno: Pedro Antonio Mayol

Santa Fe de la Vera Cruz- Jueves 19 de septiembre de 2019


Índice

Introducción .................................................................................................................. 2

1. Aproximación etimológica de ―verdad‖.................................................................... 3

2. Algunas concepciones acerca de la verdad ............................................................... 4

3. La filosofía como itinerario vital hacia la verdad ..................................................... 7

4. Edith Stein, un estilo de búsqueda de la verdad ....................................................... 9

Conclusión .................................................................................................................. 13

Bibliografía ................................................................................................................. 15

1
Introducción

El tema a investigar en este trabajo es la verdad como presencia constante en la


historia de la filosofía y compromiso existencial.
Elegí este tema, en primer lugar, porque desde el inicio de los estudios filosóficos
hasta el presente en ningún momento se ha dejado de dilucidar acerca de la verdad; y
segundo, porque creo que en la vida de cada uno llega un momento en el que las preguntas
existenciales empiezan a ser cada vez más vivaces por lo cual, cimentar la propia existencia
en una verdad que sea capaz de darle sentido a nuestra existencia se convierte en una
necesidad.
Considerando lo anterior, intuyo por un lado que la verdad es uno de los problemas
centrales en la historia de la filosofía del cual muchos pensadores se han ocupado, y por
otro que la búsqueda de la verdad compromete la existencia misma de quien la busca.
Buscando alcanzar tales fines se recurrirá en primer lugar a la etimología de la
palabra verdad.
Luego se realizará una presentación de algunas concepciones de verdad que se fueron
desarrollando en parte de la historia de la filosofía, en relación a esto último creo necesario
hacer a continuación la siguiente aclaración.
Asegurar ciegamente que el origen del filosofar, entendido como fuente de la que
mana en todo tiempo el impulso a filosofar, sea exclusivo de una determinada región
geográfica o bien menospreciar el pensamiento propio de un pueblo para afirmar lo
universal, sería reductivo; corriéndose así el riesgo de quedar encerrados en un aislamiento
empobrecedor en contraposición a un descentramiento enriquecedor. Dicho origen es
común a toda la humanidad. Sin perder de vista el carácter universal de la filosofía no se
niega que todo pensamiento sea situado o ubicado en un determinado lugar, por lo cual,
identificar la historia de la filosofía a un determinado contexto cultural o geográfico sería
una reducción de la misma.
Teniendo en cuenta lo anterior se expondrán algunas concepciones de verdad que se
fueron desarrollando a lo largo de la filosofía europea y del pensamiento latinoamericano,
intentando así una integración de lo trabajado y analizado en la formación filosófica.
Finalmente se propone el sendero vital-filosófico de Edith Stein como un estilo de
búsqueda de la verdad.

2
1. Aproximación etimológica de “verdad”

El filósofo no puede conformarse con ser amigo de las razones; necesita también de
cierta afinidad con las palabras.

Aunque la etimología no sea el único camino para llegar al concepto de una cosa, sin
embargo no se puede negar la ayuda que presta para tal fin, sobre todo porque constituye el
punto de partida hacia un genuino concepto de lo que se intenta precisar.
La etimología ayuda a devolver la fuerza elemental –gastada con el largo uso– de las
palabras originarias, a las que es necesario regresar para recobrar su sentido auténtico. En
definitiva, la etimología nos da, pues, la autenticidad de la palabra originaria y por medio
de ella la auténtica realidad –que no implica toda la realidad–.
La palabra verdad ha tenido diferentes sentidos en las lenguas clásicas. En griego,
verdad es ἀλήθεια. Esta palabra se compone con el prefijo ―α‖ que le otorga un sentido
negativo al verbo λανθάνω que significa ―ocultarse, estar oculto, pasar inadvertido,
escaparse‖1.
―ἀλήθεια –etimológicamente lo que no está oculto– en su significado original designa todo lo que se
percibe, demuestra o afirma y con esto se revela completamente o se revela mejor por lo que
realmente es, mientras que también podría estar oculto, distorsionado, reducido. ἀλήθεια es, por lo
tanto, la realidad que es completa o efectiva.‖2

Del latín, como sustantivo ―veritas, -atis: verdad, veracidad, sinceridad, franqueza‖3;
y como adjetivo ―verus,-a,-um: verdadero, cierto, real, auténtico, legítimo, fundado‖4. El
adjetivo verus se empleaba para designar a las palabras o personas firmes, que podían ser
puestas a prueba o sometidas a juicio.
Este recorrido etimológico evidencia un realismo ingenuo primitivo, es decir, la
ausencia de alguna consideración subjetiva al referirse a la verdad.
―En las concepciones anteriores, las cosas son verdaderas al margen de la influencia de los sujetos
inteligentes y pensantes. A las cosas corresponde ser o no ser auténticas, son ellas las que merecen
crédito o no, las que son dignas de atención, de confianza. Es una concepción de verdad que recibe el
nombre de óntica: está radicada (…) en el ser mismo de las cosas. No se niega que si a esta verdad se
la quiere conocer entonces el sujeto inteligente tiene que aparecer; es preciso que ese
desocultamiento, esa autenticidad de las cosas se desoculte y autentique para alguien.‖5

1
J. M. PABÓN, ―λανθάνω‖ en: Diccionario manual Griego-Español, Barcelona, VOX, 198317, 364
2
G. KITTEL, ―ἀλήθεια‖, en: G. KITTEL; G. FRIEDRICH (dirs), Grande Lessico del Nuovo Testamento Vol.
I, Brescia, Paideia, 1965, 641. (la traducción es mía)
3
S. S. MUNGUÍA, ―veritas”, en: S. S. MUNGUÍA, Nuevo diccionario etimológico Latín-Español y de las
voces derivadas, Bilbao, Deusto, 20104, 830.
4
Íbid, “verus”, 833.
5
Cf. S. RÁBADE ROMEO, Verdad, conocimiento y ser, Madrid, Gredos, 19742, 157.

3
2. Algunas concepciones acerca de la verdad

Las corrientes filosóficas han ido aumentando con el transcurso del tiempo, dejando
ver la riqueza de las búsquedas de la verdad emprendidas por muchos.
Aparece ya en los primeros pensadores griegos y también en las culturas pre-
colombinas de América. Conserva su actualidad y se acrecienta con el pensamiento clásico;
luego en la patrística cristiana adquiere nueva vigencia y perspectivas teológicas. En la
filosofía medieval, sin perder el carácter teológico, se acentúa su condición gnoseológica.
Con el pensamiento moderno se seculizará totalmente, perdiendo aparentemente
importancia, para recobrarla y convertirse en uno de los temas precisos del filosofar
contemporáneo, que ha dado varias respuestas desde diferentes perspectivas.
Comenzando por el período antiguo, en los filósofos griegos la verdad era idéntica a
la realidad y como a ella se accedía por medio del pensamiento y no por los sentidos, lo
inteligible constituyó un elemento necesario de la verdad. Esta manera de concebir la
verdad recibe el nombre de óntica porque está radicada en el ser mismo de la cosa. Sin
embargo, ellos también consideraron la verdad como propiedad de ciertos enunciados.
Por otro lado, quienes se han ocupado de estudiar y sistematizar el desarrollo del
pensamiento latinoamericano, comienzan por el período pre-colombino (antes de la llegada
de los españoles) para demostrar que las cosmovisiones indígenas contienen un modo de
entender la realidad, la historia, el ser humano y de los temas que se ocupa la filosofía. De
estas cosmovisiones se podrá discutir si son estrictamente filosofía pero no se dudará de
que constituyen una sabiduría apoyada en lo mítico-religioso.
Es importante destacar que entre la diversidad de cosmovisiones y culturas pre-
colombinas también se encuentra presente la cuestión acerca de la verdad. Un ejemplo
convincente es el pensamiento o sabiduría de los Nahuas.
―(…), la gran cuestión que se plantean los tlanatinime –son los sabios que conocen
experimentalmente las cosas, el rostro o la naturaleza de las cosas– es la radical pregunta por la
verdad. Es decir, ¿qué es verdad (neltiliztli) y qué es mentira entre los hombres?

En uno de los Cantares mexicanos, uno de los sabios se pregunta: « ¿Acaso son verdad los hombres?
Por tanto ya no es verdad nuestro canto. ¿Qué está por ventura en pie? ¿Qué es lo que viene a salir
bien?».

León-Portilla nos advierte de que «etimológicamente ―verdad‖, entre los nahuas, era en su forma
abstracta (neltiliztli), la cualidad de estar firme, bien cimentado o enraizado. Así se comprende mejor
la pregunta del texto citado: ¿acaso son verdad los hombres?, que debe entenderse como: ¿acaso
poseen los hombres la cualidad de ser algo firme, bien enraizado?».‖6

Pasando al período medieval, los filósofos escolásticos buscaron la manera de


relacionar diferentes modos de entender la verdad. Es así que en este período se puede
encontrar la verdad trascendental, definida como la adecuación del ente con el intelecto; la
verdad gnoseológica, en cuanto la verdad se encuentra en el intelecto; la verdad lógica, en

6
C. BEORLEGUI, Historia del pensamiento filosófico latinoamericano, Bilbao, Deusto, 20103, 92.

4
cuanto conveniencia del enunciado con la cosa; y la verdad nominal que consiste en la
coformidad de un signo con otro.
Canonizar exlusivamente como concepción escolástica de verdad la conocida
adaequatio rei et intellectus, de la que Santo Tomás de Aquino es uno de sus principales
exponentes, sería caer en un reduccionismo empobrecedor porque no debe olvidarse que
hay otras ideas de verdad con las cuales debe articularse dicha fórmula y que en muchos
casos la justifican.
En relación a este modo de entender la verdad, es decir, como adecuación,
actualmente, es perceptible una cierta actitud fervorosa que lleva a afirmarla como única y
acabada en detrimento de otras concepciones, cerrando de este modo la posibilidad de
análisis. Sin menospreciar este modo de concebir la verdad me pregunto hasta qué punto
puede presentarse como suficiente a la hora de desarrollar una ―cultura del encuentro‖ en
una armonía pluriforme.
Adoptando ciegamente el modo descripto anteriormente, irrumpiría la reducción
gnoseológica que parcializa y encorseta el deseo natural que tiene cada persona de conocer
e interpretar la realidad en la que se encuentra inmersa. Acaso, ¿es esto lo que muestra el
―Doctor Angélico‖? Indudablemente que no. Al contrario, su apertura a la realidad con todo
lo que implica, el intento de una visión integrada de la misma, la puesta en diálogo con
posturas totalmente antagónicas, el deseo de verdad, entre otras cosas, constituyen las notas
específicas de su camino a seguir, propias de un filósofo, y no de una pieza de museo
intelectual como algunos lo consideran o presentan.
―Santo Tomás no ha sido un hombre que repitiera categorías y conclusiones formadas de una vez
para siempre. Se ha pasado la vida buscando nuevos textos, pidiendo que le hicieran nuevas
traducciones de los griegos o de los árabes, dialogando (…) con todos los heréticos de su tiempo, con
todos los que no pensaban como él, (…).

Santo Tomás es la apertura, el realismo, la voluntad de ver las cosas como son y de acoger cualquier
migaja de verdad, con la convicción de que, como la verdad no puede ser contraria a sí misma, toda
verdad parcial tiene que encontrar su lugar en una visión integral.‖7

Siguiendo el sendero que se vino recorriendo hasta el momento, se llega a la edad


moderna. En este período, además de la permanencia de las concepciones de verdad vistas
previamente, se introduce la idealista.
―Para entender la concepción idealista de la verdad podemos referirnos ante todo a Kant, cuando
habla de la verdad, en sentido kantiano, como verdad trascendental. Si el objeto del conocimiento es
la materia de la experiencia ordenada por las categorías, la adecuación entre el entendimiento y la
cosa se hallará en la conformidad entre el entendimiento y las categorías del entendimiento.‖8

En la visagra entre la Modernidad y la Contemporaneidad, Hegel intenta desde el


idealismo, llegar hasta la verdad absoluta, llamada por él la verdad filosófica, que surge
cuando se opera una síntesis de lo formal con lo concreto, de lo matemático con lo
histórico. La verdad abosluta es la filosofía misma, el sistema de la filosofía.

7
Y.CONGAR, Situación y tareas de la teología hoy, Salamanca, Sígueme, 1970, 68-69.
8
J. FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía. Tomo II. Buenos Aires, Sudamericana 885-886.

5
Durante el período contemporáneo, se observa que en algunos filósofos se vuelve en
parte a la teoría escolástica y se tiende a buscar nuevamente la verdad en la coincidencia del
intelecto con la cosa.
― (…) esta adecuación no ha de ser entendida ya en el sentido del realismo ingenuo, sino como el
resultado de una investigación que tiene en cuenta las dificultades que había destacado el idealismo
(…). La indagación de la verdad realizada por Husserl (…) conduce, ciertamente, al concepto de
verdad como una situación objetiva (…) y a una identidad o plena concordancia entre lo mentado y
lo dado como tal.‖9

Por otro lado, en oposición a la escolástica, se niega que la verdad sea adecuación del
intelecto con la cosa. En esta postura se encuentra el filósofo Heidegger que considera a la
verdad como descubrimiento. Este modo de entender la verdad en lugar de incorporar la
actividad constructiva del sujeto cognoscente, le asigna a este último el rol de observador
de una verdad que se manifiesta.
―La verdad queda convertida en un elemento de la existencia, la cual encubre el ser en su estado de
degradación (…) y lo descubre en su estado de autenticidad. La verdad como descubrimiento puede
darse sólo, por consiguiente, en el fenómeno de «estar en el mundo» propio de la Existencia y en él
radica el fundamento del fenómeno originario de la verdad.‖10

Es en la filosofía contemporánea donde va a ir emergiendo una noción de verdad que


busca salir del intelectualismo tradicional. Es así que irrumpieron algunas corrientes y
tendencias diferentes entre sí, pero que tenían como común denominador, sustraer la verdad
de la esfera meramente intelectual en que hasta entonces había estado. Un ejemplo de estas
tendencias es el pragmatismo de William James, quien ―sostiene (…) que sólo es verdad lo
verdadero o, en otros términos, que sólo hay cosas verdaderas que son a la vez principios
prácticos y que se confirman como verdades por su consecuencia.‖11
―Frente a las versiones objetivistas de la verdad que nacen del antipsicologismo fregeano y del
empirismo del Círculo de Viena, en los últimos años ha irrumpido con fuerza —es decir, con
capacidad explicativa— en el seno de la filosofía angloamericana contemporánea una concepción de
la verdad en la que ésta no trasciende el lenguaje, sino que se halla inserta en nuestro conocimiento y
en nuestros medios de reconocimiento del ajuste entre las expresiones lingüísticas y el mundo.‖ 12

El recorrido anterior no tiene que hacernos olvidar que también en el pensamiento


latinoamericano se encuentra muy arraigada la sed de verdad que estriba en una búsqueda
incesante de la identidad propiamente americana. Los pensadores latinoamericanos, de un
modo en especial aquellos que pertenecieron a la filosofía de la liberación, han sido y son
profundos conocedores y receptores de la tradición filosófica occidental en alguna de sus
variantes fundamentales como por ejemplo el hegelianismo, el historicismo, la
fenomenología, el existencialismo, marxismo, el neotomismo, entre otras.
Preocupados por interpretar y transformar la realidad latinoamericana, advirtieron las
insuficiencias de aquellas corrientes para dicha tarea, aun cuando no pudieran renunciar
completamente al aparato categorial de esas corrientes del pensamiento europeo. Por este
motivo buscaron la independencia intelectual forjando un pensamiento desde los pueblos de
9
Íbid, 886.
10
Íbid, 887.
11
Íbid.
12
J. NUBIOLA, ―La búsqueda de la verdad‖, Humanidades II/1 (2002) 25.

6
América, aunque sin desaprovechar los instrumentos crítico-teóricos elaborados por la
filosofía europea.
Siendo conscientes de que ninguna forma histórica de filosofía puede legítimamente
pretender abarcar toda la verdad ni ser la explicación plena de la misma en el modo de
filosofar, la unilateralidad de enfoques para el tratamiento de la verdad va ir dejando
espacio a un enfoque integrador no relativista que pueda iluminar, comprender y dialogar
con la realidad contemporánea. De lo contrario, se caería en el fundamentalismo –
totalmente incompatible con el espíritu filosófico– que se organiza partiendo de la rigidez
de un pensamiento único a través del cual la persona además de refugiarse de las
―amenazantes‖ desestabilizaciones que emergen de la realidad se hunde en una parálisis
existencial.
―Como la realidad es multilateral, como tiene una multiplicidad de aspectos, la
verdad no puede ser agotada por ningún conocimiento humano, sino que queda siempre
abierta a nuevas formulaciones.‖13
―La verdad humana está constituida por el saber humano acumulado construido entre todos a través
de una historia multisecular de intentos, errores, rectificaciones y aciertos. (…) Esto no implica
renunciar a la verdad ni subordinarla a un perpectivismo culturalista, el pluralismo auténtico estriba
no sólo en afirmar que hay diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino además en sostener
que entre ellas hay maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el
diálogo racional los seres humanos somos capaces de reconocer la superioridad de un parecer sobre
otro.‖14

Por último, el recorrido realizado vislumbra que la verdad no solamente tiene un


carácter conceptual, sino también existencial, involucrando así lo más profundo e íntimo de
la persona.

3. La filosofía como itinerario vital hacia la verdad

Un itinerario es la secuencia de varios puntos en una trayectoria que define,


direcciona y describe el camino que se va a recorrer; y no tiene un máximo o mínimo de
tiempo. Por otro lado, con el adjetivo vital, se quiere subrayar que dicho iter comprende la
vida de alguien en su totalidad.
La filosofía es uno de los itinerarios que comprometiendo hasta las raíces la propia
vida, tiene como objeto de investigación lo que de más serio hay en nuestra existencia de
hombres para llevarnos al umbral de la verdad. Sería dudosa una filosofía que no llegue a
penetrar en lo más íntimo de la persona que filosofa, en todo caso, sería un simple ejercicio
lógico, vano y vacío.
Sostener únicamente que tras la verdad corre un intelecto, es decir, la capacidad
especulativa de la inteligencia humana, se correría el riesgo de quedar encerrados en la
dimensión de lo enteléquico, de lo categorial, de lo sistémico. Hacia la verdad tiende una

13
F.CONESA, ―¿Por qué la filosofía en la formación sacerdotal?‖, Scripta Theologica 48 (2016) 336.
14
Íbid,337.

7
persona concreta con todas sus dimensiones, que además de entrar en relación consigo
misma se abre a las demás personas y a la realidad poliédrica que la circunda. ―Buscar la
verdad es distinto a encontrar fórmulas para poseerla y manipularla a nuestro gusto. El
camino de la investigación compromete a la totalidad de la persona y de la existencia.‖15
―La verdad existe, pero existe también el hombre que la busca; y no es el hombre en abstracto el que
busca una verdad abstracta, sino cada hombre singular (este o aquel filósofo) quien busca la Verdad
(…). Eliminar la personalidad de la búsqueda filosófica, o prescindir de ella, es eliminar al hombre o
prescindir de él, es decir, es retrotraer la filosofía a su raíz. La pura objetividad universalidad que
prescinde del sujeto que busca, siente y piensa no pertenece a la filosofía ni a forma ninguna de su
actividad humana.‖16

Según el filósofo Karl Jaspers, el origen del filosofar reside en el asombro, la duda,
en la conciencia de estar perdidos frente al advenimiento de las situaciones límites como la
muerte o la enfermedad. Estos elementos, entre otros, que constituyen la fuente de la que
mana el impulso hacia la filosofía fueron, son y serán vividos por cualquier persona
independientemente del lugar y de la época que viva.
Es indudable que cada hombre posee ciertas concepciones religiosas, filosóficas,
científicas o de cualquier otra índole mediante las cuales se forma una visión global y una
respuesta sobre el sentido de la propia vida. Cuando surge la pregunta acerca del sentido de
la vida, es inevitable que prorrumpa también la exigencia de verdad arraigada en lo más
hondo del corazón humano.
Dicha exigencia no se basa exclusivamente en la explicación de un concepto
puramente teórico sino más bien en cimentar la propia vida en algo que sea capaz de darle
un auténtico sentido.
―(…) al hablar de verdad se está hablando de algo más que unos contenidos concretos, o de una
correspondencia entre lo que se piensa y la realidad. La verdad aparece enriquecida con muchas
dimensiones —todas ellas llenas de fuerza vital—, como sucede al hablar de una realidad personal.
Especialmente, se muestra como una fuerza que empuja al hombre a encontrar lo que su naturaleza
ansía, también como quien facilita esa búsqueda de sentido, como lo que potencia su capacidad como
persona —su entendimiento y su libertad— en sus progresivos encuentros, y, finalmente, como lo
que constituye la meta de ese mismo trayecto que ha impulsado a recorrer.‖17

Al situarse en el horizonte de la verdad, el hombre es capaz de llevar a cabo un


recorrido de búsqueda que se bosqueja desde los interrogantes en relación a la verdad sobre
uno mismo, la existencia y su vida concreta, el mundo y Dios.
―(…) restringiendo el conocimiento de la verdad al plano teórico sería contradictorio con la
naturaleza misma de la búsqueda, que, como se ha dicho, es una búsqueda de todo el hombre, y por
tanto no puede quedarse en una búsqueda puramente intelectual. Por el contrario, al ser la misma
vida la que impulsa a la búsqueda de la verdad, la verdad a la que se aspira en último término debe

15
Extracto del libro ―La belleza educherà il mondo‖ del Papa Francisco, Humanitas 74 (2014) 431.
16
M. F. SCIACCA, Historia de la filosofía, Barcelona, Editorial Miracle, 19624, 2.
17
B. DE LEÓN, ―Algunos sentidos del término «verdad» en la «Fides et ratio»‖, Scripta Theologica 34
(2002/2) 652.

8
ser una verdad vital, una verdad relevante para la vida, más aún, una verdad de la que esté hecha la
propia vida.‖18

La verdad no se puede alcanzar completamente de una vez por todas, sino que se va
accediendo a ella de una manera progresiva con la compañía de otras personas, de un modo
relacional. Lo más bello es que mientras se camina buscándola, salen al encuentro no sólo
las concepciones y definciones que se han ido elaborando con el paso del tiempo, sino
testigos que con su vida contagian y demuestran el amor por la sabiduría.Testigos que no
necesariamente son eruditos académicos, sino más bien portadores de un sentido que da luz
y orientación a los interrogantes más profundos de la existencia humana.

4. Edith Stein, un estilo de búsqueda de la verdad

La filosofía además de ser una ciencia es una pasión que asume a la persona no sólo
en su intelectualidad, sino también en su corazón y la lanza constantemente a la búsqueda
de la verdad. Aquí radica el meollo fundamental de toda filosofía y de cada filósofo.
Para Edith Stein19 la filosofía no era un aspecto más de su vida, sino que filosofía y
vida caminaban juntas, se confundían.
Ya desde pequeña, fue de un talante muy inquieto e inteligente. No podía pasar con
los ojos cerrados ante los sucesos que ella observaba a su alrededor. Cualquier situación
extraordinaria la elaboraba interiormente como tratando de encontrar respuestas.
Después de una profunda crisis religiosa existencial que la llevó al ateísmo y
abandonar sus estudios, se convence de que tiene que seguir buscando la verdad. Para ello
decide finalizar el bachillerato y concluido éste, se inscribe en la universidad de su ciudad
natal. Por su inquietud personal de investigar la esencia de la persona humana, eligió
estudiar las asignaturas de alemán, psicología, filosofía e historia.
Decepcionada por la psicología sin alma, descubrió las Investigaciones Lógicas de
Edmund Husserl. Las mismas
―le abren una perspectiva diferente y nueva de la realidad a través del método fenomenológico que
éste propugna, al permitir un acercamiento distinto de la realidad al que hasta ahora le habían
transmitido desde la mentalidad racionalista y criticista que imperaba en la universidad de Breslau,
por lo que en 1913 se traslada a la Universidad de Gotinga, donde aquél ejercía su magisterio,
convencida de que es el filósofo de su tiempo, y se inscribe en Filosofía. Allí conoce a una serie de

18
A. M. GONZÁLEZ, ―El hombre como buscador: una lectura práctico-existencial de Fides et ratio‖,
Anuario filosófico 32 (1999) 672.
19
Nació en Breslau en 1891, fue asistente de Husserl en Friburgo y colaboró en el Jahrbuch de la escuela
fenomenológica. Convertida al catolicismo en 1922, profesó en el Instituto pedagógico de Münster hasta que
en 1933 fue destituida a causa de su ascendencia judía, ingresando en la Orden Carmelitana en 1934 bajo el
nombre de Hermana Teresia Benedicta a Cruce. En 1938 huyó a Holanda, pero hacia 1942 fue capturada por
la policía secreta nazi y enviada al campo alemán de Auschwitz, donde murió en una cámara de gas.

9
intelectuales formados en torno a Husserl entre quienes se encuentran Adolf Reinach, Alexandre
Koyré, Hans Lipps, Hedwig Conrad-Martius, Roman Ingarden, entre otros.‖20

Adolf Reinach es la primer persona de aquél círculo con la que Edith empezó a
relacionarse y la que mayor influencia ejerció sobre su espíritu al ayudarle a descubrir el
sentido nuclear de la fenomenología, que no consiste exclusivamente en un conjunto de
principios y categorías sino en la aplicación de la «mirada fenomenológica»21.
En su formación y búsqueda de la verdad también incidirá Max Scheler, a quien
conoció en algunas conferencias que dio al grupo fenomenológico en Göttingen en 1913.
Durante esta época, Scheler tenía un profundo convencimiento del catolicismo y sus
enseñanzas se caracterizaban por ser una síntesis de sus convicciones espirituales.
Edith no permaneció indiferente frente a las exposiciones de Scheler, esto queda
demostrado cuando ella misma expresa lo siguiente:
―Tanto para mí (…) como para otros muchos, la influencia de Scheler fue algo que rebasaba los
límites del campo estricto de la filosofía. (…) Éste fue mi primer contacto con ese mundo hasta
entonces para mí completamente desconocido. No me condujo todavía a la fe. Pero me abrió un
campo de «fenómenos» ante los cuales ya nunca podía pasar ciega. No en vano nos habían inculcado
que debíamos tener todas las cosas ante los ojos sin prejuicios y despojarnos de toda anteojera. Las
limitaciones de los prejuicios racionalistas en los que me había educado, sin saberlo, cayeron, y el
mundo de la fe apareció súbitamente ante mí. Personas con las que trataba diariamente y a las que
admiraba vivían en él. Tenían que ser, por lo menos, dignas de ser consideradas en serio. Por el
momento no pasé a una dedicación sistemática a las cuestiones de fe.‖22

El trato y estudio junto a los fenomenólogos permitieron que Edith se convirtiera en


una verdadera especialista del método fenomenológico. Sin embargo, el itinerario vital
hacia la verdad que ella había emprendido no se consumó en las fronteras de la
fenomenología, al contrario, ésta constituyó un jalón que le dio un nuevo impulso para
seguir buscando. Convencida de que la búsqueda de la verdad no puede reducirse a un
sistema filosófico particular, afirma que ―la filosofía auténtica es «la búsqueda siempre
inquieta del espíritu humano del ser verdadero».‖23
Después de haberse separado de su maestro Husserl fue a vivir, sin hacerse religiosa,
en el convento de las dominicas de Espira donde permaneció casi diez años. Durante la
permanencia en ese convento, conoció y comenzó a escrutar el pensamiento de Santo
Tomás de Aquino. De dicho encuentro y estudio, elaboró un análisis de los puntos de
convergencia y divergencia entre la fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo
Tomás de Aquino.
De este modo, el misterioso mundo de la fe fue aconteciendo en la vida de Edith
Stein, quien después de varias experiencias decidió convertirse al catolicismo en 1922.

20
J. R. RODRÍGUEZ LLAMOSÍ, ―Verdad y gracia en el itinerario intelectual y espiritual de Edith Stein‖,
Santa Teresa y el mundo teresiano del Barroco, San Lorenzo del Escorial (2015) 444.
21
La mirada fenomenológica implica varias cualidades y ciertas exigencias: capacidad de liberarse de
prejuicios, atención a lo que se da originariamente a la percepción, acostumbrarse a ir a lo esencial, agudeza
mental, voluntad de superar el modo cotidiano de ver, que viene determinado por necesidades vitales. (Cf. A.
L. QUINTÁS, “Cuatro filósofos en busca de Dios”, Madrid, Ediciones Rialp, 1999, 151)
22
A. LÓPEZ QUINTÁS, “Cuatro filósofos en busca de Dios”, Madrid, Ediciones Rialp , 1999, 159-160.
23
A. BEJAS, Edith Stein, la pasión por la verdad, Buenos Aires, Editorial Bonum, 1994, 14.

10
Algunas de esas experiencias fueron el encuentro con la versión gótica del Padrenuestro
durante el curso de sus estudios germanísticos, la visita a una catedral en la que le llamó
profundamente la atención que entrara una señora con su cesto del mercado y se arrodillara
para hacer una oración, el impacto del testimonio de su amiga Ana Reinach, quien después
de la muerte de su esposo Adolf Reinach manifestaba una fortaleza y confianza serena en
que su marido estaba gozando de la paz y la luz del Señor; y la lectura de la autobiografía
de Santa Teresa de Jesús, que al terminarla de leer exclamó: ¡Ésta es la verdad!
La filosofía de Edith Stein es una combinación original de fenomenología y
pensamiento escolástico.
―El interés principal de E. Stein consistió en la edificación de una metafísica completa, nuevo
eslabón de la philosophia perennis, que sin dejar de ser estrictamente filosófica no descuidara las
riquezas proporcionadas por la experiencia inmediata y su análisis fenomenológico. Puede decirse
inclusive que su punto de partida era fenomenológico-inmanente, pero que su conclusión era realista-
trascendente. En efecto, la dialéctica entre el ser finito y el ser eterno (objeto de su libro sobre el
sentido del ser) permitía, según E. Stein, evitar el dogmatismo a que conduciría la adhesión pura y
simple a cualquiera de las dos posiciones. La síntesis fenomenológico-escolástica era así, a la vez,
una síntesis de razón y experiencia, de temporalidad y eternidad, de finitud e infinitud, de existencia
y esencia.‖24

Otro rasgo disntintivo y no menor del pensamiento filosófico steiniano es la mística,


en la cual alcanzó la cumbre de la conjunción entre fe y ciencia.
―En su última obra teológico-mística «La ciencia de la Cruz» se sigue reconociendo con toda
claridad a la filósofa, o más precisamente, a la fenomenóloga, aun cuando su concepto de ciencia se
ha modificado esencialmente. (…) La nueva «ciencia de la cruz» va también en busca de la verdad,
pero de una Verdad personal que sale al encuentro del hombre existencialmente. La filosofía se
convierte así en la aceptación de una verdad viviente (…).‖25

Este recorrido a través del iter filosófico-existencial que Edith Stein emprendió hacia
la verdad ayuda a evidenciar por un lado, que la filosofía involucra a toda la persona ; y por
otro, que la verdad no se puede alcanzar únicamente centrados en nosotros mismos sino
también en la descentración hacia los demás y en una sobrecentración en Dios.
Si bien es poco común el trabajo en equipo y la interdisciplinariedad en la filosofía,
es necesario recordar que la búsqueda y el amor a la verdad comprende también un
profundo cultivo de la amistad con otras personas que también la están buscando o están
más adelantados en el camino de búsqueda. Esto se puede ver claramente en las amistades
que Edith fue forjando con Husserl, Adolf Reinach y su esposa, entre otros.
―A lo largo de una vida especialmente intensa, Edith Stein pudo descubrir que los modos distintos de
ver son distintos, como lo son los modos de la realidad que ostentan los seres del entorno humano y
las exigencias que los mismos plantean al sujeto cognoscente. Existe un tipo de realidad, la religiosa,
que se presenta de modo luminoso a la mirada interior del hombre, un modo especial de mirada que
se da cuando el afán de saber se alía con la decisión de comprometer lo más profundo del propio ser.
Tal compromiso implica una entrega personal.‖ 26

Por último,
24
J. FERRATER MORA, op cit, 720.
25
A. BEJAS, op cit, 15-16.
26
A. L. QUINTÁS, op cit, 172-173.

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―sobrevolando todo lo dicho, podemos afirmar que en el proceso intelectual y espiritual de Edith
Stein se observa una profunda unidad de estilo: en la búsqueda de la verdad, en la atenencia sincera a
lo dado, en la fidelidad a lo ya encontrado, en la coherencia de pensamiento y vida, en la voluntad de
comunicar a los demás las riquezas entrevistas.‖ 27

27
Íbid, 170-171.

12
Conclusión

Llegando al final de este trabajo es necesario volver a las intuiciones que se


plantearon al inicio del mismo para confrontarlas con lo que se ha desarrollado.
Después de haber repasado algunas de las concepciones de verdad que se han ido
desarrollando en parte de la historia de la filosofía es notable que la verdad es uno de los
problemas centrales del cual muchos pensadores se han ocupado de diferentes modos,
independientemente del lugar geográfico desde el que han filosofado. Por eso se puede
afirmar que la verdad es una constante.
Dicho repaso me ayudó a entender con más claridad que ninguna corriente de
pensamiento puede pretender abarcar toda la verdad, y menos aún ser la explicación plena
de la misma.
Ante la pretensión racional de abarcar toda la realidad o de encerrarla en un sistema
filosófico, presente también en autores neoescolásticos e incluso tomistas, es importante no
olvidarnos que al hombre le es posible conocer la verdad, pero no el hecho de
circunscribirla completamente en la finitud de los conceptos.
Actualmete, frente a ciertos discursos tengo la sensación de que la verdad queda
enmarañada con lo rígido, autocentrado e impermeable, dificultando así el acogimiento del
pensamiento de otro. Esa misma sensación me lleva a pensar que todavía las terribles
consecuencias de los totalitarismos (en los cuales se absolutiza y se cree como verdadero un
único modo de pensar), como por ejemplo, el nazismo y diferentes fundamentalismos
religiosos, no han calado lo suficientemente en lo más profundo de nuestros corazones.
En relación a la segunda intuición –la búsqueda de la verdad compromete la
existencia de quien la busca– quisiera subrayar que la verdad no sólo tiene un carácter
racional-conceptual, sino también existencial, porque involucra lo más profundo e íntimo
de la persona. En sintonía con lo anterior, la verdad no sólo se expresa a través de
conceptos abstractos, sino también los mitos, las creencias religiosas, las diversas
expresiones culturales de un pueblo, algunas tradiciones familiares, los testimonios de vida,
también pueden ser una epifanía de la verdad.
Sostener únicamente que tras la verdad corre un intelecto, es decir, la capacidad
especulativa de la inteligencia humana, se correría el riego de quedar encerrados en la
dimensión de lo enteléquico, de lo categorial, de lo sistémico. Hacia la verdad tiende una
persona concreta con todas sus dimensiones, que además de entrar en relación consigo
misma se abre a las demás personas y a la realidad poliédrica que la circunda.
Un ejemplo convincente de que el proceso de búsqueda de la verdad llega a
comprometer la propia existencia es Edith Stein, quien después de haber recorrido con
pasión los senderos de la filosofía conquistó la verdad o mejor dicho la Verdad la conquistó
a ella.

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Convencida de que la búsqueda de la verdad no puede reducirse a un sistema
filosófico particular, Edith afirma que la filosofía auténtica es «la búsqueda siempre
inquieta del espíritu humano del ser verdadero».
Creo que el iter filosófico-existencial que Edith Stein emprendió hacia la verdad
demuestra que la verdad no se puede alcanzar únicamente centrados en nosotros mismos
sino también en la descentración hacia los demás y en una sobrecentración en Dios.
Otro rasgo que me llamó profundamente la atención de esta filósofa es su capacidad
de forjar amistades y relaciones auténticas que a la vez se han transformado en mojones de
su sendero tras las huellas de la verdad.
La amistad ha sido uno de los contextos más adecuados para su filosofar. Esto mismo
lo ha evidenciado en las amistades que fue forjando con Husserl, Adolf Reinach y su
esposa, Scheler, entre otros.
Siendo un aguijón, no sólo en los filósofos, la tendencia a absolutizar ciegamente las
propias ideas o a endiosar determinados enfoques de pensamiento, es necesario recordar
que la búsqueda y el amor a la verdad comprende también un profundo cultivo de la
amistad con otras personas que también la están buscando o están más adelantadas en el
camino de búsqueda. De este modo, el trabajo en equipo y la interdisciplinariedad van a ir
emergiendo serenamente en el campo filosófico.
A la verdad se va accediendo de un modo gradual, progresivamente y con la
compañía de otras personas. Con esto se demuestra que la verdad no es algo rígido,
autocentrado e impermeable. Ir en pos de la verdad es algo tan bello, porque además de que
salgan al encuentro los valiosos aportes de muchos pensadores, es inevitable encontrarse
con testigos que con su vida contagian y demuestran el amor por la sabiduría. Testigos que
no necesariamente son eruditos académicos, sino más bien portadores de un sentido que da
luz y orientación a los interrogantes más profundos de la existencia humana.
Con respecto a la búsqueda de la verdad como compromiso existencial me parece que
sería apropiado presentar la verdad con un carácter relacional-dialógico (no en sentido
relativista), y por otro, por qué no proponer también en el ámbito de la filosofía la
sinodalidad, es decir, el andar juntos por el camino buscando lo verdadero.
Finalmente creo que sería enriquecedor a este trabajo investigar acerca de los
diferentes estilos de expresar la verdad en la realidad contemporánea.

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