Una realidad que confirma Raquel Fernández en su trabajo diario
con menores. «Encuentro muchas dificultades a la hora de que
ellos vean el largo plazo y se sitúen en el futuro. Si les preguntas lo que quieren ser, a qué se quieren dedicar, no saben contestar. Se ven siempre igual. Interpretan esta etapa como infinita», dice. Para Mónica Banga el problema está en que «lo que nosotros vivimos con 14 y 15 años, a los adolescentes de hoy se les hace vivir ya con 11 y con 12, y no están preparados. Hay una presión muy grande por el grupo y se les discrimina por ejemplo, si no tienen móvil. Creo que se les están dando demasiadas cosas que no corresponden a su edad, quizá porque es más fácil darle un móvil que sentarte a hablar con tu hijo».