En una situación de competencia sana, las mejoras constantes en procedimientos y
métodos conducen los costes a la baja. La calidad de productos y servicios aumenta progresivamente. La innovación genera nuevos y mejores enfoques que se difunden amplia y rápidamente. La asistencia sanitaria no puede ser más distinta. Los costes son elevados y crecientes a pesar de los esfuerzos para reducirlos, y dichos costes crecientes no van asociados a mejoras de calidad; más bien al contrario: los servicios médicos son limitados o racionados, muchos pacientes reciben una atención muy alejada de los niveles o procedimientos aceptables actualmente, y persisten índices elevados de errores médicos que se hubieran podido evitar. Importantes distritos electorales en asistencia sanitaria consideran la innovación como problema más que como clave para el éxito. Las desafortunadas decisiones de las políticas públicas han contribuido al problema, pero también lo han hecho las malas elecciones de los planes sanitarios, los hospitales, y los empresarios que compran sus servicios. Por qué la reforma salió mal La era de la asistencia dirigida se centraba en gran medida en el coste; los reformadores trataron la asistencia sanitaria como si fuera un artículo de consumo. Para recortar gastos, los pagadores derivaban costes y apostaban enérgicamente por el poder de negociación. Los proveedores hacían lo mismo. Los servicios se racionaban, y había pocas mejoras reales en rendimiento. De forma irónica, los costes continuaban creciendo. Las reflexiones recientes acerca de la reforma de la asistencia sanitaria se han desplazado hacia la mejora de la calidad y la reducción de los errores médicos. Los consorcios empresariales están intentando mejorar las prácticas de hospital exigiendo servicios tales como un sistema informático para tratar la entrada de pedidos, mantener una cobertura adecuada en la unidad de cuidados intensivos y en salas de urgencias, y conocer los umbrales mínimos para la remisión al especialista. Estas son necesidades útiles, pero no modifican los incentivos subyacentes a la competencia de suma cero. Perderse en la discusión sobre la reforma de la asistencia sanitaria es una forma de entender el rol que juega la competencia en la gestión de las mejoras de calidad, seguridad y rendimiento y en el tipo de competencia que mejor lo realizaría. Si el objetivo es crear valor, entonces la competencia para mejorar resultados e incrementar el rendimiento en afecciones médicas específicas es esencial. Competencia Suma Cero Se sostiene a menudo que la asistencia sanitaria es diferente porque es compleja; porque los consumidores tienen información limitada; y porque los servicios están altamente personalizados. La competencia de suma cero en asistencia sanitaria se manifiesta de varios modos: en primer lugar, toma la forma de la derivación de costes en vez de una reducción fundamental de los mismos. En segundo lugar, la competencia de suma cero supone la búsqueda de una mayor capacidad de negociación en vez de un esfuerzo para proporcionar una mejor asistencia. En tercer lugar, la competencia de suma cero restringe la libertad de elección y el acceso a servicios en vez de mejorar y hacer más rentable la asistencia. Los planes sanitarios y los proveedores de asistencia restringen el acceso de los pacientes a las innovaciones médicas o limitan los servicios que cubren. Esto fomenta en los hospitales la práctica de utilizar tratamientos más baratos en vez de otros más eficaces o innovadores, y si, en consecuencia, los pacientes deben ser ingresados de nuevo, los hospitales vuelven a recibir dicha cantidad fija. En cuarto lugar, la competencia de suma cero cuenta con el sistema judicial para resolver conflictos. Pero los juicios agravan el problema. En realidad, aumentan los costes directamente (a través de emolumentos y de gastos administrativos) e indirectamente (a través de la práctica de la medicina defensiva innecesaria), nada de lo cual crea valor para los pacientes. ______________________________ La competencia de suma cero en asistencia sanitaria es la consecuencia de una serie de decisiones estratégicas desafortunadas tomadas por casi todos los actores del sistema, alentadas y, en algunos casos, reforzadas, por incentivos inadecuados introducidos por vía de la regulación gubernamental. Éstas incluyen: ● Nivel equivocado de competencia. Tiene lugar a nivel de los planes sanitarios, redes y agrupaciones de hospitales. Debería producirse en prevención, diagnóstico, y tratamiento de las dolencias de salud individuales o dolencias concurrentes. El elemento compensatorio entre coste y calidad en asistencia sanitaria, de este modo, se reduce significativamente por vía de la competencia al nivel adecuado. ● Objetivo Equivocado La competencia al nivel equivocado se ha agravado con la búsqueda del objetivo equivocado: reducir costes. El objetivo adecuado es mejorar el valor (los resultados de la calidad sanitaria por dólar invertido), y el valor solo puede medirse al nivel de la enfermedad y del tratamiento. ● Los Tipos de competencia equivocados. En vez de competir para incrementar el valor al nivel de dolencias o enfermedades individuales, los actores de la asistencia sanitaria participan de cuatro tipos de competencia malsana (competencia anual entre planes sanitarios para contratar suscriptores, proveedores compiten por verse incluidos en las redes del plan sanitario ofreciendo mayores descuentos a los pagadores y a los empresarios que tienen una mayor cantidad de pacientes y está la disputa sobre quién paga.) ● Mercado geográfico equivocado. La competencia de la atención sanitaria es local. Dicha competencia aísla a los proveedores mediocres de las presiones del mercado e inhibe la expansión de mejores prácticas y de la innovación. La competencia localizada se institucionaliza con políticas de planes sanitarios que exigen a los suscriptores que paguen la mayoría de los costes de atención fuera de la red —disuadiéndoles de buscar proveedores fuera de su zona inmediata— o que penalizan a los médicos por elaborar remisiones ajenas a la red. ● Las estrategias y estructura equivocada. La mayoría de hospitales y de redes buscan líneas de servicio amplias para negociar mejor con los planes sanitarios. Las agrupaciones de hospitales y los colectivos médicos han ampliado sus servicios adquiriendo o fusionándose con otras instituciones. Esta reducción de la competencia produce menos beneficios compensatorios. La fusión conduce al escaso rendimiento. ● Información equivocada. La información que realmente se necesitaba para apoyar a la competencia generadora de valor ha estado en gran medida ausente o suprimida. ● Inventivos equivocados para los pagadores. Los pagadores obtienen beneficios económicos al contratar a gente sana y al generar recargos o denegar cobertura a la gente enferma. Los pagadores se sienten incentivados a complicar la facturación. Los pagadores se benefician de la ralentización de las innovaciones que no muestran un ahorro de costes inmediato y a corto plazo. Todos estos incentivos potencian la competencia de suma cero y trabajan en contra de la creación de valor en atención sanitaria. ● Incentivos equivocados a proveedores. Hospitales y médicos sienten el incentivo de no remitir a los pacientes a otros proveedores que puedan tener más experiencia, o de realizar remisiones solo dentro de su red. Las prácticas de reembolso fomentan que los médicos dediquen menos tiempo a los pacientes, que se deshagan de ellos rápidamente, y que los readmitan si aparece alguna complicación.
Competencia Suma Positiva
En un sistema sanitario, la competencia a nivel de enfermedades o tratamientos se convierte en el motor del progreso y de la reforma. La mejoría se alimenta a sí misma. ● Estrategias de proveedores: peculiaridad. Desarrollarían estrategias claras sobre un conocimiento único y ofrecerían servicios en áreas en las que pudiesen mostrar sus peculiaridades. La mayoría de hospitales se quedaría con una amplia selección de sectores de servicio, pero no intentaría ser todas las cosas para todo el mundo. ● No restricciones a la libertad de elección. Co-pagos razonables y grandes deducibles junto con cuentas de ahorros médicas permitirían a los pacientes asumir cierta responsabilidad económica en sus elecciones. Pero los co-pagos serían iguales dentro y fuera de la red. ● Precios transparentes. Los precios se harían públicos y estarían rápidamente disponibles. Los proveedores cargarían el mismo precio a cualquier paciente por tratar una afección médica determinada, independientemente del grupo de afiliación al que perteneciese el paciente. ● Facturación simplificada. los proveedores tendrían que emitir una sola factura por cada paquete de servicios, o por cada período de tiempo en el caso del tratamiento de afecciones crónicas, en vez de los miles de facturas por cada servicio específico. ● Información accesible. El gobierno o un amplio consorcio de empresarios podría poner en marcha los procesos de recopilación y difusión acordando un conjunto de información estándar que sería recogida a nivel nacional en una base regular. ● Suscribir seguros no discriminatorios. ● Menos juicios legales. Los juicios solo son pertinentes en casos de ejercicio médico verdaderamente inapropiado, como descuidos, aplicación de tratamientos obsoletos o falta de atención, y no cuando un paciente recibe malos resultados a pesar de haber sido sometido a un tratamiento moderno y adecuado. Con una mejor información y sin restricciones de elección se evitarán muchos juicios legales. ● Acelerar la transformación. Faltarían otros dos pasos para acelerar la transformación en atención sanitaria: uno de ellos sería un cambio transicional y el otro, uno más a largo plazo y más controvertido. El paso transicional sería la creación de un mecanismo a corto plazo para alentar la difusión de nuevos enfoques prometedores en asistencia e inicialmente caros. Los proveedores, trabajando conjuntamente con suministros tecnológicos, compañías farmacéuticas y pagadores, competirían para ganar los fondos bajo criterios bien definidos por revisiones institucionales y por el común acuerdo de pacientes informados. El paso más a largo plazo y más controvertido sería que el gobierno exigiera cobertura sanitaria para todos, con subsidios para la gente con rentas bajas. Con una cobertura de atención sanitaria obligatoria, todo el mundo sería cliente pagador vinculado al valor de la atención sanitaria. Los empresarios deberían señalar el camino Al establecer nuevas expectativas para los planes sanitarios y los proveedores y al adquirir servicios de atención sanitaria de forma distinta, los empresarios pueden desarrollar el poder de la competencia de suma positiva en atención sanitaria. La mayoría de empresarios son reticentes a la propuesta del fin de los descuentos por volumen, pero dichos descuentos contribuyen al círculo vicioso del incremento de costes y derivación de costes en asistencia sanitaria. Si los empresarios toman el mando en la creación de competencia productiva en atención sanitaria, insistiendo en que la competencia se dé al nivel adecuado, las compañías y sus empleados se beneficiarán del valor incrementado de los servicios y de una más amplia información accesible. Si se llevan a cabo con seriedad, dichos cambios alterarían de forma radical el sistema de asistencia sanitaria, promoviendo una transformación de magnitudes históricas. El sistema puede establecerse.