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CLACSO

Chapter Title: Feminismos en América Latina. Aportes y críticas en torno al eje: mujeres-
género, desarrollo y economía
Chapter Author(s): María de los Ángeles Arias Guevara

Book Title: Raíces comunes e historias compartidas


Book Subtitle: México, Centroamérica y el Caribe
Book Editor(s): Alain Basail Rodríguez, Inés Castro Apreza, María Luisa de la Garza Chávez,
Teresa Ramos Maza, Mario Eduardo Valdez Gordillo
Published by: CLACSO. (2018)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctvn5tzmv.7

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comunes e historias compartidas

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Feminismos en América Latina.
Aportes y críticas en torno al eje: mujeres-género, desarrollo y
economía

María de los Ángeles Arias Guevara

E
sta contribución trata sobre la diversidad de los feminismos latinoamericanos,
que se desplazó desde una crítica cultural y política a unos Estados que
ratiicaban la hegemonía patriarcal entre los años sesenta y ochenta, pasando
por una pluralidad de posiciones frente al proyecto neoliberal, que derivó en las
tensiones y la gran riqueza de los feminismos posteriores a la década de los noventa.
Se hace énfasis en el actual contexto, donde se produce una reconiguración de los
feminismos moldeada por rearticulaciones entre las distintas tendencias políticas,
en las que algunas voces proponen la entrada en “una cuarta ola del feminismo
latinoamericano”. De forma paralela a los procesos de democratización que se vivieron
en el sur, recientemente se observa un panorama diverso de feminismos, en especial a
partir del Foro Social Mundial, de la Marcha Mundial de la Mujeres y en el marco de
la ampliación y profundización de la concepción sobre los derechos humanos de las
mujeres. El objetivo es valorar la inluencia del feminismo como pensamiento crítico
y contrahegemónico desde los años noventa en los debates sobre el desarrollo y la
economía, mostrando las múltiples caras de la dominación neoliberal y su impacto en
el trabajo y la pobreza de las mujeres, además de resaltar las importantes propuestas
alternativas al modelo de desarrollo efectuadas desde el feminismo.

Introducción

Al observar el feminismo latinoamericano en la actualidad, deben reconocerse aquellas


expresiones de pensamiento que se vienen tejiendo desde la resistencia y la rebeldía
para la construcción de nuevos mundos para las mujeres: negras, de pueblos originarios,
teólogas, ecologistas, lésbicas, etcétera. Se trata de feminismos “otros” que desde sus
prácticas cuestionan, deconstruyen y decolonizan los planteamientos universalistas.
En América Latina son muchas las voces autorizadas que han sistematizado la historia
del feminismo desde diversas perspectivas epistémicas y disciplinares, y desde distintas

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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA

corrientes, tensiones y resistencias, entre las que destacan Gargallo,1 Femenías,2 Vargas,3
Lagarde4 y Carosio.5 Autoras como ellas muestran un decursar estrechamente relacionado
con una práctica política diversa y con los cambios del contexto, marcado este último por
experiencias de trabajo político y por relaciones ideológicas con la izquierda en procesos
de enfrentamiento a las dictaduras y de transiciones democráticas.

El feminismo y los problemas del desarrollo

En los años sesenta el movimiento feminista se caracterizó por la búsqueda de las mujeres
de su propia identidad y derechos,6 y tenía como temas centrales la reproducción, la
sexualidad, la maternidad y la reposición de la fuerza de trabajo; hicieron suya la bandera
“lo personal es político”, en un tiempo en el que primaba la crítica cultural y política a
unos Estados que reproducían la hegemonía patriarcal. Las resistencias emergían desde
la categoría totalizadora de “mujer”.
Durante los años setenta y ochenta, el movimiento feminista, compuesto
mayoritariamente por mujeres de clase media, se organizó en grupos autónomos que
tomaron diferentes denominaciones según los países. Llamados también grupos o
talleres de autoconciencia, en ellos se relexionaba sobre la condición de la mujer: “por el
contenido de nuestro cuestionamiento, por la proyección de nuestro trabajo, por la lucha
en que estábamos propuestas, éramos un grupo feminista”.7
Como resultado del aumento de la conciencia política, en la región emergieron
centros que a principios de la década de los ochenta sumaban ya unos 120, de los
que aproximadamente 90 se declaraban feministas. Comenzó así un proceso de
institucionalización que generó no pocas contradicciones al interior del propio
movimiento —entre mujeres institucionalizadas y autónomas—, también debido a las
presiones que ejercían los partidos de izquierda sobre los grupos feministas porque los
partidos, herederos de una tradición ortodoxa del marxismo, exigían la supeditación de la

1
F. Gargallo, Ideas feministas latinoamericanas (Ciudad de México: Universidad Autónoma de la Ciudad
de México, 2006).
2
María Luisa Femenías, Periles del Feminismo Iberoamericano, volumen 3. (Buenos Aires: Catálogos,
2007).
3
Valente Virginia Vargas, Feminismos en América Latina. Su aporte a la política y a la democracia (Lima: Fondo
Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales. UNMSM, 2008).
4
Marcela Lagarde, Claves feministas para la autoestima de las mujeres (Madrid: Horas y Horas, 2000.)
5
Alba Carosio, coord. Feminismo y cambio social en América Latina y el Caribe (Buenos Aires: CLACSO, 2012).
6
Gargallo, Ideas feministas latinoamericanas.
7
Dolores Padilla, “Eva de la manzana”. Movimiento feminista. Balance y perspectivas, núm. 5 (Santiago de
Chile: ISIS Internacional, Ediciones de las Mujeres, 1986), 31.

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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA

lucha de las mujeres a la lucha de clases. “Para la izquierda latinoamericana el feminismo


aparece como un plan orquestado por el capital internacional, diversionista y divisionista
[…]”8
Un balance de los Encuentros Feministas Latinoamericanos realizados desde la
década de los ochenta ofrece una idea de las voces que se alzaron. Las mismas mujeres
han reconocido que, si bien se asumía el discurso dominante de los países occidentales, se
hacía siempre desde las problemáticas del continente.
La discusión sobre las problemáticas del desarrollo inició con el llamado por la
ONU “Decenio de la Mujer” (1976-1985). En la Conferencia Mundial de la Mujer
celebrada en México en 1975 se consideró por primera vez la posición subordinada de
las mujeres como un obstáculo para el desarrollo. El enfoque “mujer en el desarrollo”,
que surgió en esa conferencia, hacía énfasis en las necesidades básicas de las mujeres
—salud, educación y capacitación—, cuya satisfacción potenciaría su participación en
la vida económica, pero no cuestionó las jerarquías de género ni demandó los cambios
sociales que exigía el desarrollo de las mujeres en el llamado Tercer Mundo. Al decir de
Parpart,9 los formuladores de políticas en el marco de este enfoque se concentraron en
la modernización de las mujeres y no en tratar de comprender sus vidas y experiencias.
Los debates sobre la relación entre las mujeres y el desarrollo en el marco de este
enfoque han sido criticados por su insuiciente teorización sobre la relación existente
entre la economía y otros aspectos de las relaciones sociales, como los derechos de
las mujeres, en especial los derechos reproductivos y sexuales, y los derechos sobre la
autonomía del cuerpo, las “políticas del cuerpo”. La obsesión por la búsqueda de las
causas del empobrecimiento de las mujeres y de las injusticias del modelo de mercado
no les permitió ver otras problemáticas también profundas, como las relacionadas con el
control masculino sobre sus cuerpos.
En la década de los noventa se produjo un proceso de profesionalización y surgieron
las llamadas consultoras de género bajo la inluencia de la cooperación internacional para
el desarrollo. El género aparecía como un ingrediente técnico, modernizador, sin tomar
en cuenta elementos como la clase o la etnia.
La “tecnocracia de género”, así llamada desde las voces de la resistencia, congregaba
a una élite de mujeres profesionales mestizas que monopolizaba el marco discursivo

8
Palabras de Magali Pineda, feminista dominicana en entrevista concedida a Margarita Cordero,
corresponsal de FEM-PRESS, cuyo trabajo fue titulado, “Feminismo latinoamericano: un desafío
múltiple”. Movimiento feminista. Balance y perspectivas (Santiago de Chile: ISIS Internacional, Ediciones de
las Mujeres, núm. 5, 1986), 85.
9
Jane L. Parpart, “¿Quién es el “otro”?: Una crítica feminista postmoderna de la teoría y la práctica de
Mujer y Desarrollo”, Development vs Change. Londres, Newbury Park y Nueva Delhi: SAGE, vol. 4, núm.
3 (julio 1993), 439-464.

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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA

sobre género y desarrollo, así como los fondos provenientes de la cooperación para
tratar el tema de la desigualdad de género, como si esta forma de desigualdad estuviera
desvinculada de una sensibilidad y una praxis feminista.10 El concepto “equidad de
género” —y la aplicación que hicieron de éste distintas organizaciones de la sociedad
civil y no gubernamentales—, subsumido a las teorías de desarrollo, era cuestionado por
los feminismos “otros”, que entretanto venían emergiendo con fuerza en la región.
Se produjo poco a poco un proceso de institucionalización que también ha sido
cuestionado. Hablamos de una época en la que predominaba una ideología neoliberal no
sólo reguladora de la vida económica, sino también del tejido social y de la producción
de subjetividades. En ese momento, siguiendo a Hernández11 y Prieto et al.,12 se registró
la emergencia de cuestionamientos sobre cómo se habían procesado las diferencias,
desigualdades y exclusiones sociales de las mujeres. Entre las tensiones se encontraba
el cuestionamiento de la categoría “mujer”, y aparecieron voces disidentes en el interior
de movimientos sociales de indígenas y afrodescendientes, o centrados en los derechos
humanos, en la teología de la liberación o en las diversidades sexuales, entre otros. En
estos movimientos se trataba de deconstruir una feminidad sexualizada por el varón
dominante y su lógica binaria heterosexista.13
Al mismo tiempo, otras voces se estaban levantando en torno a la economía feminista
y el desarrollo, a escala internacional y también en América Latina.
Desde los años noventa se asiste a un amplio debate sobre el desarrollo que viene
acompañado por la emergencia de una crítica feminista al capitalismo globalizado, a los
modelos de desarrollo y a la Economía como disciplina, apostando por una lectura crítica
de la relación entre género y economía.
A partir de la noción de desarrollo humano introducida por el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se pautaron indicadores de medición para
valorar la participación de las mujeres en la vida económica y política, como herramientas
para evaluar el estado de desarrollo humano de un país. Esto respondió a la crítica que la

10
Según planteamientos de Monasterios referenciados por Marianela Agar, “¡De empleada a ministra!:
despatriarcalización en Bolivia”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 45, Quito, (septiembre 2013),
pp. 75-89.
11
Aída Hernández Castillo, La otra frontera: identidades múltiples en el Chiapas postcolonial (México: CIESAS-
Miguel Ángel Porrúa, 2001).
12
Mercedes Prieto et al. “Las mujeres indígenas y la búsqueda del respeto”, en Mujeres ecuatorianas: Entre
la crisis y las oportunidades 1990-2004, editado por Mercedes Prieto (Quito: FLACSO–Ecuador, 2005),
155-194.
13
Ochy Curiel, “Los aportes de las afrodescendientes a la teoría y la práctica feminista.
Desuniversalizando el sujeto ‘Mujeres’”, en Periles del Feminismo Iberoamericano, vol. 3 (Buenos Aires:
Catálogos, 2007).

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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA

teoría feminista realizó a los modelos de desarrollo a nivel global por su falsa neutralidad
en materia de género, y a la necesidad de construir una nueva agenda que contemplara la
problemática de género como condición imprescindible del desarrollo.
En América Latina este debate se ubicó en la crítica al proyecto neoliberal basado en el
predominio del mercado y sus impactos en la vida de las mujeres. La economía feminista
se construyó en diálogo con otras disciplinas y revisitando los aportes ya realizados por
el feminismo a través de la lente de la economía.

La economía feminista y sus aportes al estudio de las desigualdades


de género

No se pretende hacer un análisis de las diferentes corrientes de la economía feminista,


sino indicar que la mayoría de las autoras citadas parten de una perspectiva considerada
de ruptura y de una visión desde la economía política para producir conocimientos
situados desde las múltiples experiencias de las mujeres en su diversidad, recuperando a
las mujeres como agentes activos de los procesos de desarrollo y que: “[…] aprehende la
interrelación de las relaciones de género con la economía, entendiendo el género como esa
marca de subordinación cualiicada por otras variables”.14
La economía feminista constituye un pensamiento alternativo que problematiza todo
el conjunto de la economía, la esfera del mercado y del “no-mercado”, el trabajo remunerado
y no remunerado, la producción y la reproducción social del cuidado o la división sexual
del trabajo. Se amplió el concepto de trabajo como condición para reconocer el aporte de
las mujeres a la economía, en tanto el trabajo realizado en los hogares es una condición de
la existencia del sistema económico, lo que exige responsabilidad de socialización tanto
para el capital, como para el Estado.
En este sentido, uno de los aportes fundamentales de la economía feminista es
la reivindicación y recuperación del lugar de las mujeres en el sistema económico. Si
el pensamiento económico tradicional relacionaba la economía sólo con actividades
monetarizadas, desarrolladas fundamentalmente en espacios públicos y mayoritariamente
por hombres, los estudios feministas denunciaron los sesgos androcéntricos de este
enfoque al visibilizar desde las experiencias situadas de las mujeres su papel en los
procesos de desarrollo.
La visión tradicional de la economía estaba anclada en un modelo de desarrollo
que no consideraba a las mujeres como fuerza productiva, en tanto la asesoría técnica
y los conocimientos se centraban en los hombres. Asimismo, las reformas agrarias y

14
Amaia Pérez Orozco, Perspectivas feministas en torno a la economía: el caso de los cuidados (Madrid: Consejo
Económico y Social, 2006).

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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA

las políticas de desarrollo no las contemplaron como beneiciarias directas, aunque los
estudios realizados en América Latina ya habían mostrado su participación en labores
estratégicas como la producción de alimentos, la preparación de la tierra, los trabajos
de cosecha y pos-cosecha, la cría de animales domésticos o la producción artesanal. Su
aporte al Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario fue valorado entre un 27% y un 33%
—teniendo en cuenta unas seis horas diarias de trabajo—, lo que indicaba que más de seis
millones de mujeres con alta participación en la agricultura no habían sido reconocidas
en las estadísticas nacionales.15
En los censos agrícolas las mujeres eran consideradas como ayudantes familiares no
remunerados, eran invisibilizadas y, por tanto, no reconocidas en las políticas públicas
para el desarrollo económico y social. Deere constató que las mujeres fueron excluidas de
las reformas agrarias en América Latina tanto por razones legales y estructurales, como
por motivos derivados de patrones culturales, ideológicos o institucionales.16 Una breve
mirada a los censos agropecuarios es suiciente para darse cuenta de su no lugar como
propietarias de establecimientos rurales.
Desde la economía feminista se evalúan los impactos del reajuste neoliberal en las
relaciones de género para demostrar la tesis de que el costo del reajuste fue transferido
a las mujeres. Las estudiosas revelaron los desiguales efectos de la reestructuración y
destacaron cómo y en qué condiciones se insertan las mujeres en el mercado laboral.
Asimismo, estudiaron cómo la feminización de la fuerza de trabajo ha avanzado
paralelamente a los procesos de desregulación y lexibilización del mercado laboral lo que
ocasionó como consecuencia el deterioro de las condiciones de trabajo en la búsqueda
por reducir los costos de producción. Realizaron estudios sobre el tiempo destinado al
trabajo en varios países de la región y se profundizó en cómo afecta la pobreza de manera
distinta a hombres y a mujeres.
Otros estudios se reieren a diversos temas como los siguientes: a las maquilas,
presentadas como el eje de la reconversión industrial, en las que se aprovecha el capital
cultural de las mujeres indígenas y campesinas; a cómo se valoró la no necesidad de
invertir en la caliicación de la fuerza laboral de las mujeres; y al trabajo a domicilio,
que signiica jornadas de trabajo más intensas para las mujeres dada su carga doméstica
tradicional. Asimismo, se constató que la participación de las mujeres en el sector
informal de la economía superaba el 50%,17 de modo que incluso se habló de un proceso

15
María Eugenia Fauné, “Participación femenina y modelos de desarrollo”, en Género, educación y
desarrollo en América Latina (Santiago de Chile: Ediciones Maturana, 1997).
16
Carmen Diana Deere, “Diferenças regionais na reforma agrária brasileira: gênero, direitos a terra e
movimentos sociais rurais”, Estudos Agricultura e Sociedade, num. 18 (abril, 2002), 112-146.
17
En el año 2003, la incidencia del empleo femenino en el sector informal era de un 52%, mucho
mayor que en el caso de los hombres (45%). Esto indica que había una brecha de informalidad de un

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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA

de feminización del sector informal. El mercado laboral, con su demanda de mano de obra
lexible y barata, hace uso de identidades laborales construidas a partir de las relaciones
de género,18 lo que también es aplicable en el contexto actual a las mujeres migrantes.
Como revela Fauné,19 las mujeres respondieron a la crisis creando un mercado de
trabajo propio, inventando nuevos lugares de producción en el marco de la informalidad,
y convirtiendo el hogar en un espacio de producción para el mercado, porque en él
producen alimentos y otros artículos para la venta. Ellas, siguiendo a esta autora, pelean
nuevos lugares de producción para generar ingresos en el sector no formal, un sector
prácticamente creado por las mujeres.
En diferentes estudios sobre el tiempo de trabajo en los hogares se ha mostrado que
las mujeres invierten más tiempo en las actividades no remuneradas que los hombres y
que sus jornadas laborales son más largas, lo que deprime su calidad de vida. En hogares
pobres las mujeres invierten unas 5.4 horas diarias de trabajo en el hogar, mientras los
hombres destinan 1.3 horas en ese mismo tipo de hogares; en los hogares no pobres, las
mujeres invierten 4.4 horas y los hombres, 1.6. Tomar en cuenta la interrelación existente
entre el trabajo doméstico y el empleo permitiría visualizar la desigualdad de condiciones
con que mujeres y hombres participan en la producción y reproducción de la vida social.
Según la División de Asuntos de Género de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), en todos los países de los que se cuenta con información las
mujeres trabajan más tiempo en tareas no remuneradas que los hombres, mientras que la
relación se invierte cuando se trata de trabajo remunerado, de manera que las mujeres ven
condicionadas sus posibilidades para ejercer distintas formas de autonomía: en cuanto a
la economía, la participación política y el control de su cuerpo y su sexualidad.20
Las oportunidades que han tenido las mujeres en este contexto han estado marcadas
por el sesgo de las representaciones de lo femenino y lo masculino que el paradigma
dominante ha impuesto.
Una parte de los análisis desde esta perspectiva han sido realizados por autoras y
autores ubicados en centros regionales de organismos internacionales como el Centro

12%, lo que demuestra la mayor precariedad del empleo femenino (OIT, 2003). Esta brecha tendió
a disminuir en los noventa. El trabajo por cuenta propia es la principal forma en que se insertan
las mujeres en el sector informal, y le sigue en importancia el empleo en servicios domésticos. Las
microempresas siguen siendo una de las formas de empleo más relevantes para los hombres (20%) y
para las mujeres (12%).
18
Patricia Cortés, “Mujeres migrantes de América Latina y el Caribe: derechos humanos, mitos y
duras realidades”, en Población y Desarrollo, núm. 61 (Santiago de Chile: CEPAL, 2005), 29.
19
Fauné, “Participación femenina y modelos de desarrollo”.
20
CEPAL, Trabajo decente e igualdad 2010. Políticas para mejorar el acceso y la calidad del empleo de las mujeres en América
Latina y el Caribe. Informe regional (Santiago de Chile: CEPAL, División de Asuntos de Género, 2013).

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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA

Regional del PNUD para América Latina y el Caribe, institución que promovió el estudio
titulado Bienestar, cuidados y derechos en América Latina. El debate de desarrollo y las políticas
pendientes21 en el que se insiste sobre la necesidad de promover modelos de desarrollo y
crecimiento que consideren en su visión la relación entre las esferas no remunerada y
remunerada, es decir, la interacción entre la vida laboral y familiar, porque una mirada
de género en los análisis sobre economía y desarrollo puede dar cuenta de la diferente
posición de las mujeres y los varones como agentes sociales, políticos y económicos, y
también como sujetos de las políticas públicas.
Al hacer visible la articulación fundamental entre el trabajo no remunerado,
realizado mayoritariamente por las mujeres, y la economía productiva formal, diversas
autoras introducen nuevos elementos colocando el trabajo no remunerado y sus
aportes al bienestar social en el centro de la agenda política. En este sentido, según
Giosa y Rodríguez: “la visibilidad del trabajo doméstico como reivindicación política
no sólo se propone hacer explícita la relación entre trabajo de reproducción y producto
social, sino también abrir un debate sobre las normas de la distribución, los modos de
producción y la calidad de la relación entre producción y reproducción”.22 Se revela
la necesidad de efectuar análisis a diferentes niveles para considerar la experiencia
especíica de hombres y mujeres en los ámbitos del trabajo productivo y del trabajo de
reproducción social.
Como se aprecia, la economía feminista tiene una carga propositiva dirigida a
deconstruir lo que en la literatura feminista se llama “identidad alrededor del cuidado
y del bienestar colectivo”, la cual se deine a partir del entendimiento de que las mujeres
son “seres-para-los-otros, estructuradas por la sexualidad, el trabajo y la subjetividad
enajenadas, para dar vida, sentido y cuidado a otros”.23
Las economistas feministas han destacado cómo el trabajo gratuito realizado por
las mujeres en el ámbito reproductivo, al no contemplarse en las cuentas nacionales, se
convierte en un subsidio, en una sombra en la economía, en tanto sólo tiene valor aquello
que se intercambia en el mercado y que contiene expresión monetaria. Ello quiere
decir que el trabajo dedicado a la reproducción de la vida no es riqueza y no se incluye,
entonces, en el PIB. Sin embargo, en diversos estudios se indica que en América Latina:
“El trabajo no remunerado representa una proporción no inferior al 20% del Producto
Interno Bruto”.24

21
Carmen de la Cruz, Género, derechos y desarrollo humano (El Salvador: PNUD, 2007).
22
Noemí Giosa y Corina Rodríguez, “Estrategias de desarrollo y equidad de Género: una propuesta
de abordaje y su aplicación al caso de IMANE en México y Centroamérica”, Mujer y Desarrollo, núm. 97
(Santiago de Chile: CEPAL, 2010), 15.
23
Lagarde, Claves feministas para la autoestima de las mujeres, 45.
24
Rosa Bravo, “Pobreza por razones de género. Precisando conceptos”. Género y Pobreza. Nuevas

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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA

Los análisis incluyen otros fenómenos como la pobreza, el tiempo invertido en


trabajo por las mujeres, así como las dinámicas y características particulares según
contextos, que explican que ciertos grupos, en función de ser mujeres o varones, de
pertenecer a un grupo de edad o a un grupo étnico, entre otros factores, estén más
expuestos a sufrir la pobreza. Las mujeres son pobres en la medida en que no cuentan
con tiempo disponible para buscar las formas más apropiadas de satisfacer sus
necesidades, y una proporción importante de ellas carece de ingresos propios.25
Destacan otros estudios, como el realizado por Montaño y Milosavljevic titulado “El
impacto de la crisis económica sobre el tiempo, el trabajo y la pobreza de las mujeres”.
En este trabajo se realiza una evaluación de los objetivos del milenio constatando tres
ámbitos que muestran la desventaja en que se encuentran las mujeres, los cuales son:
“el trabajo remunerado, indispensable para entender sus posibilidades de autonomía; el
ámbito de la toma de decisiones —que indica el ejercicio de su ciudadanía—, y el control
de su cuerpo a través de la salud y la sexualidad”.26
Si bien valorar esta desventaja en la que se encuentran las mujeres constituye una
condición indispensable para el desarrollo, América Latina, según las evaluadoras
de la CEPAL, muestra un lento progreso de avance en este aspecto, sustentado en las
débiles políticas proigualdad y en la persistencia de prácticas sociales e institucionales
discriminatorias.
Finalmente, es importante destacar los vínculos que existen entre los ejes del
debate que propone la economía feminista, y expresiones de una economía “otra”
como la economía solidaria: “Ambas coinciden en una reformulación conceptual de la
economía, un redimensionamiento de lo reproductivo y el reconocimiento del peso que
tiene la dimensión simbólica y cultural”,27 como señala la antropóloga y economista
argentina Natalia Quiroga. Asimismo, siguiendo a esta autora, ambas visiones
comparten la necesidad de avanzar en la desmercantilización de los principales bienes
y servicios que garantizan la vida humana y de recuperar la soberanía sobre el propio
trabajo, así como el reto de encontrar y extender nuevas formas de organización del
trabajo orientadas hacia la autogestión. Reairman lo local como el espacio en que la
vida se desenvuelve.

Dimensiones, núm. 26 (Santiago de Chile: Ediciones de las Mujeres, 1998), 63.


25
De la Cruz, Género, derechos y desarrollo humano.
26
Sonia Montaño y Vivian Milosavljevic, El impacto de la crisis económica sobre el tiempo, el trabajo y la pobreza
de las mujeres (Santiago de Chile: División de Asuntos de Género, CEPAL, 2010).
27
Natalia Quiroga, “Economías feminista, social y solidaria. Respuestas heterodoxas a la crisis de
reproducción en América Latina”, en Íconos, núm. 33 (2009), 77-89.

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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA

A modo de cierre

El feminismo, como movimiento político emancipatorio y como línea de pensamiento en


América Latina, se ha construido sobre la base de una diversidad de expresiones y en el
marco de las tensiones y desencuentros con el Estado, las organizaciones de izquierda y
al interior del propio movimiento.
En el escenario del siglo XXI, si se toman en cuenta los impactos de la globalización
capitalista sobre la región, los actuales retrocesos de las democracias en el Cono Sur, así
como los aún pendientes objetivos del milenio en materia de equidad de género, puede
airmarse, por una parte, que perduran las tensiones con el Estado, y, por otra, que el
espectro de los feminismos se ha ampliado apoyado en las reivindicaciones globales y en
las nuevas utopías sociales como las contenidas en la Marcha Mundial de las Mujeres y
en el Foro Social Mundial.
En este escenario, el debate sobre género y desarrollo ha ocupado un lugar cada
vez más central en los organismos regionales, las instituciones y las agendas políticas,
de manera que han iniciado algunos procesos tendientes a la despatriarcalización del
Estado, pero siempre observados desde la sospecha. En tanto, la economía feminista
se abre paso como corriente de pensamiento crítico, de carácter contrahegemónico,
aunque todavía no ha logrado perforar los currículos de formación de los nuevos y
nuevas economistas.

Referencias

Agar, Marianela. “¡De empleada a ministra!: despatriarcalización en Bolivia”. Íconos. Revista


de Ciencias Sociales, núm. 45 (septiembre 2013), 75-89.
Bravo, Rosa. “Pobreza por razones de género. Precisando conceptos”. Género y Pobreza.
Nuevas Dimensiones, núm. 26 (Santiago de Chile: Ediciones de las Mujeres, 1998), 59-73.
Carosio, Alba (coord.). Feminismo y cambio social en América Latina y el Caribe. Buenos Aires:
CLACSO, 2012.
CEPAL, Trabajo decente e igualdad 2010. Políticas para mejorar el acceso y la calidad del empleo
de las mujeres en América Latina y el Caribe. Informe Regional. Santiago de Chile: CEPAL
División de Asuntos de Género, 2013. Consultado el 7 de mayo de 2015. www.cepal.
org/oig/
Cordero, Margarita. “Feminismo latinoamericano: un desafío múltiple”. Movimiento
Feminista. Balance y Perspectivas. núm. 5 (Santiago de Chile: ISIS Internacional, Ediciones
de las Mujeres, 1986), 83-88.
Cortés, Patricia. “Mujeres migrantes de América Latina y el Caribe: derechos humanos,
mitos y duras realidades”. Población y Desarrollo, núm. 61 (Santiago de Chile: CEPAL,
2005).

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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA

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Desuniversalizando el sujeto ‘Mujeres’”. Periles del feminismo Iberoamericano, vol. 3
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