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Chapter Title: Feminismos en América Latina. Aportes y críticas en torno al eje: mujeres-
género, desarrollo y economía
Chapter Author(s): María de los Ángeles Arias Guevara
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Feminismos en América Latina.
Aportes y críticas en torno al eje: mujeres-género, desarrollo y
economía
E
sta contribución trata sobre la diversidad de los feminismos latinoamericanos,
que se desplazó desde una crítica cultural y política a unos Estados que
ratiicaban la hegemonía patriarcal entre los años sesenta y ochenta, pasando
por una pluralidad de posiciones frente al proyecto neoliberal, que derivó en las
tensiones y la gran riqueza de los feminismos posteriores a la década de los noventa.
Se hace énfasis en el actual contexto, donde se produce una reconiguración de los
feminismos moldeada por rearticulaciones entre las distintas tendencias políticas,
en las que algunas voces proponen la entrada en “una cuarta ola del feminismo
latinoamericano”. De forma paralela a los procesos de democratización que se vivieron
en el sur, recientemente se observa un panorama diverso de feminismos, en especial a
partir del Foro Social Mundial, de la Marcha Mundial de la Mujeres y en el marco de
la ampliación y profundización de la concepción sobre los derechos humanos de las
mujeres. El objetivo es valorar la inluencia del feminismo como pensamiento crítico
y contrahegemónico desde los años noventa en los debates sobre el desarrollo y la
economía, mostrando las múltiples caras de la dominación neoliberal y su impacto en
el trabajo y la pobreza de las mujeres, además de resaltar las importantes propuestas
alternativas al modelo de desarrollo efectuadas desde el feminismo.
Introducción
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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA
corrientes, tensiones y resistencias, entre las que destacan Gargallo,1 Femenías,2 Vargas,3
Lagarde4 y Carosio.5 Autoras como ellas muestran un decursar estrechamente relacionado
con una práctica política diversa y con los cambios del contexto, marcado este último por
experiencias de trabajo político y por relaciones ideológicas con la izquierda en procesos
de enfrentamiento a las dictaduras y de transiciones democráticas.
En los años sesenta el movimiento feminista se caracterizó por la búsqueda de las mujeres
de su propia identidad y derechos,6 y tenía como temas centrales la reproducción, la
sexualidad, la maternidad y la reposición de la fuerza de trabajo; hicieron suya la bandera
“lo personal es político”, en un tiempo en el que primaba la crítica cultural y política a
unos Estados que reproducían la hegemonía patriarcal. Las resistencias emergían desde
la categoría totalizadora de “mujer”.
Durante los años setenta y ochenta, el movimiento feminista, compuesto
mayoritariamente por mujeres de clase media, se organizó en grupos autónomos que
tomaron diferentes denominaciones según los países. Llamados también grupos o
talleres de autoconciencia, en ellos se relexionaba sobre la condición de la mujer: “por el
contenido de nuestro cuestionamiento, por la proyección de nuestro trabajo, por la lucha
en que estábamos propuestas, éramos un grupo feminista”.7
Como resultado del aumento de la conciencia política, en la región emergieron
centros que a principios de la década de los ochenta sumaban ya unos 120, de los
que aproximadamente 90 se declaraban feministas. Comenzó así un proceso de
institucionalización que generó no pocas contradicciones al interior del propio
movimiento —entre mujeres institucionalizadas y autónomas—, también debido a las
presiones que ejercían los partidos de izquierda sobre los grupos feministas porque los
partidos, herederos de una tradición ortodoxa del marxismo, exigían la supeditación de la
1
F. Gargallo, Ideas feministas latinoamericanas (Ciudad de México: Universidad Autónoma de la Ciudad
de México, 2006).
2
María Luisa Femenías, Periles del Feminismo Iberoamericano, volumen 3. (Buenos Aires: Catálogos,
2007).
3
Valente Virginia Vargas, Feminismos en América Latina. Su aporte a la política y a la democracia (Lima: Fondo
Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales. UNMSM, 2008).
4
Marcela Lagarde, Claves feministas para la autoestima de las mujeres (Madrid: Horas y Horas, 2000.)
5
Alba Carosio, coord. Feminismo y cambio social en América Latina y el Caribe (Buenos Aires: CLACSO, 2012).
6
Gargallo, Ideas feministas latinoamericanas.
7
Dolores Padilla, “Eva de la manzana”. Movimiento feminista. Balance y perspectivas, núm. 5 (Santiago de
Chile: ISIS Internacional, Ediciones de las Mujeres, 1986), 31.
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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA
8
Palabras de Magali Pineda, feminista dominicana en entrevista concedida a Margarita Cordero,
corresponsal de FEM-PRESS, cuyo trabajo fue titulado, “Feminismo latinoamericano: un desafío
múltiple”. Movimiento feminista. Balance y perspectivas (Santiago de Chile: ISIS Internacional, Ediciones de
las Mujeres, núm. 5, 1986), 85.
9
Jane L. Parpart, “¿Quién es el “otro”?: Una crítica feminista postmoderna de la teoría y la práctica de
Mujer y Desarrollo”, Development vs Change. Londres, Newbury Park y Nueva Delhi: SAGE, vol. 4, núm.
3 (julio 1993), 439-464.
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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA
sobre género y desarrollo, así como los fondos provenientes de la cooperación para
tratar el tema de la desigualdad de género, como si esta forma de desigualdad estuviera
desvinculada de una sensibilidad y una praxis feminista.10 El concepto “equidad de
género” —y la aplicación que hicieron de éste distintas organizaciones de la sociedad
civil y no gubernamentales—, subsumido a las teorías de desarrollo, era cuestionado por
los feminismos “otros”, que entretanto venían emergiendo con fuerza en la región.
Se produjo poco a poco un proceso de institucionalización que también ha sido
cuestionado. Hablamos de una época en la que predominaba una ideología neoliberal no
sólo reguladora de la vida económica, sino también del tejido social y de la producción
de subjetividades. En ese momento, siguiendo a Hernández11 y Prieto et al.,12 se registró
la emergencia de cuestionamientos sobre cómo se habían procesado las diferencias,
desigualdades y exclusiones sociales de las mujeres. Entre las tensiones se encontraba
el cuestionamiento de la categoría “mujer”, y aparecieron voces disidentes en el interior
de movimientos sociales de indígenas y afrodescendientes, o centrados en los derechos
humanos, en la teología de la liberación o en las diversidades sexuales, entre otros. En
estos movimientos se trataba de deconstruir una feminidad sexualizada por el varón
dominante y su lógica binaria heterosexista.13
Al mismo tiempo, otras voces se estaban levantando en torno a la economía feminista
y el desarrollo, a escala internacional y también en América Latina.
Desde los años noventa se asiste a un amplio debate sobre el desarrollo que viene
acompañado por la emergencia de una crítica feminista al capitalismo globalizado, a los
modelos de desarrollo y a la Economía como disciplina, apostando por una lectura crítica
de la relación entre género y economía.
A partir de la noción de desarrollo humano introducida por el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se pautaron indicadores de medición para
valorar la participación de las mujeres en la vida económica y política, como herramientas
para evaluar el estado de desarrollo humano de un país. Esto respondió a la crítica que la
10
Según planteamientos de Monasterios referenciados por Marianela Agar, “¡De empleada a ministra!:
despatriarcalización en Bolivia”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 45, Quito, (septiembre 2013),
pp. 75-89.
11
Aída Hernández Castillo, La otra frontera: identidades múltiples en el Chiapas postcolonial (México: CIESAS-
Miguel Ángel Porrúa, 2001).
12
Mercedes Prieto et al. “Las mujeres indígenas y la búsqueda del respeto”, en Mujeres ecuatorianas: Entre
la crisis y las oportunidades 1990-2004, editado por Mercedes Prieto (Quito: FLACSO–Ecuador, 2005),
155-194.
13
Ochy Curiel, “Los aportes de las afrodescendientes a la teoría y la práctica feminista.
Desuniversalizando el sujeto ‘Mujeres’”, en Periles del Feminismo Iberoamericano, vol. 3 (Buenos Aires:
Catálogos, 2007).
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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA
teoría feminista realizó a los modelos de desarrollo a nivel global por su falsa neutralidad
en materia de género, y a la necesidad de construir una nueva agenda que contemplara la
problemática de género como condición imprescindible del desarrollo.
En América Latina este debate se ubicó en la crítica al proyecto neoliberal basado en el
predominio del mercado y sus impactos en la vida de las mujeres. La economía feminista
se construyó en diálogo con otras disciplinas y revisitando los aportes ya realizados por
el feminismo a través de la lente de la economía.
14
Amaia Pérez Orozco, Perspectivas feministas en torno a la economía: el caso de los cuidados (Madrid: Consejo
Económico y Social, 2006).
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MARÍA DE LOS ÁNGELES ARIAS GUEVARA
las políticas de desarrollo no las contemplaron como beneiciarias directas, aunque los
estudios realizados en América Latina ya habían mostrado su participación en labores
estratégicas como la producción de alimentos, la preparación de la tierra, los trabajos
de cosecha y pos-cosecha, la cría de animales domésticos o la producción artesanal. Su
aporte al Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario fue valorado entre un 27% y un 33%
—teniendo en cuenta unas seis horas diarias de trabajo—, lo que indicaba que más de seis
millones de mujeres con alta participación en la agricultura no habían sido reconocidas
en las estadísticas nacionales.15
En los censos agrícolas las mujeres eran consideradas como ayudantes familiares no
remunerados, eran invisibilizadas y, por tanto, no reconocidas en las políticas públicas
para el desarrollo económico y social. Deere constató que las mujeres fueron excluidas de
las reformas agrarias en América Latina tanto por razones legales y estructurales, como
por motivos derivados de patrones culturales, ideológicos o institucionales.16 Una breve
mirada a los censos agropecuarios es suiciente para darse cuenta de su no lugar como
propietarias de establecimientos rurales.
Desde la economía feminista se evalúan los impactos del reajuste neoliberal en las
relaciones de género para demostrar la tesis de que el costo del reajuste fue transferido
a las mujeres. Las estudiosas revelaron los desiguales efectos de la reestructuración y
destacaron cómo y en qué condiciones se insertan las mujeres en el mercado laboral.
Asimismo, estudiaron cómo la feminización de la fuerza de trabajo ha avanzado
paralelamente a los procesos de desregulación y lexibilización del mercado laboral lo que
ocasionó como consecuencia el deterioro de las condiciones de trabajo en la búsqueda
por reducir los costos de producción. Realizaron estudios sobre el tiempo destinado al
trabajo en varios países de la región y se profundizó en cómo afecta la pobreza de manera
distinta a hombres y a mujeres.
Otros estudios se reieren a diversos temas como los siguientes: a las maquilas,
presentadas como el eje de la reconversión industrial, en las que se aprovecha el capital
cultural de las mujeres indígenas y campesinas; a cómo se valoró la no necesidad de
invertir en la caliicación de la fuerza laboral de las mujeres; y al trabajo a domicilio,
que signiica jornadas de trabajo más intensas para las mujeres dada su carga doméstica
tradicional. Asimismo, se constató que la participación de las mujeres en el sector
informal de la economía superaba el 50%,17 de modo que incluso se habló de un proceso
15
María Eugenia Fauné, “Participación femenina y modelos de desarrollo”, en Género, educación y
desarrollo en América Latina (Santiago de Chile: Ediciones Maturana, 1997).
16
Carmen Diana Deere, “Diferenças regionais na reforma agrária brasileira: gênero, direitos a terra e
movimentos sociais rurais”, Estudos Agricultura e Sociedade, num. 18 (abril, 2002), 112-146.
17
En el año 2003, la incidencia del empleo femenino en el sector informal era de un 52%, mucho
mayor que en el caso de los hombres (45%). Esto indica que había una brecha de informalidad de un
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FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA
de feminización del sector informal. El mercado laboral, con su demanda de mano de obra
lexible y barata, hace uso de identidades laborales construidas a partir de las relaciones
de género,18 lo que también es aplicable en el contexto actual a las mujeres migrantes.
Como revela Fauné,19 las mujeres respondieron a la crisis creando un mercado de
trabajo propio, inventando nuevos lugares de producción en el marco de la informalidad,
y convirtiendo el hogar en un espacio de producción para el mercado, porque en él
producen alimentos y otros artículos para la venta. Ellas, siguiendo a esta autora, pelean
nuevos lugares de producción para generar ingresos en el sector no formal, un sector
prácticamente creado por las mujeres.
En diferentes estudios sobre el tiempo de trabajo en los hogares se ha mostrado que
las mujeres invierten más tiempo en las actividades no remuneradas que los hombres y
que sus jornadas laborales son más largas, lo que deprime su calidad de vida. En hogares
pobres las mujeres invierten unas 5.4 horas diarias de trabajo en el hogar, mientras los
hombres destinan 1.3 horas en ese mismo tipo de hogares; en los hogares no pobres, las
mujeres invierten 4.4 horas y los hombres, 1.6. Tomar en cuenta la interrelación existente
entre el trabajo doméstico y el empleo permitiría visualizar la desigualdad de condiciones
con que mujeres y hombres participan en la producción y reproducción de la vida social.
Según la División de Asuntos de Género de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), en todos los países de los que se cuenta con información las
mujeres trabajan más tiempo en tareas no remuneradas que los hombres, mientras que la
relación se invierte cuando se trata de trabajo remunerado, de manera que las mujeres ven
condicionadas sus posibilidades para ejercer distintas formas de autonomía: en cuanto a
la economía, la participación política y el control de su cuerpo y su sexualidad.20
Las oportunidades que han tenido las mujeres en este contexto han estado marcadas
por el sesgo de las representaciones de lo femenino y lo masculino que el paradigma
dominante ha impuesto.
Una parte de los análisis desde esta perspectiva han sido realizados por autoras y
autores ubicados en centros regionales de organismos internacionales como el Centro
12%, lo que demuestra la mayor precariedad del empleo femenino (OIT, 2003). Esta brecha tendió
a disminuir en los noventa. El trabajo por cuenta propia es la principal forma en que se insertan
las mujeres en el sector informal, y le sigue en importancia el empleo en servicios domésticos. Las
microempresas siguen siendo una de las formas de empleo más relevantes para los hombres (20%) y
para las mujeres (12%).
18
Patricia Cortés, “Mujeres migrantes de América Latina y el Caribe: derechos humanos, mitos y
duras realidades”, en Población y Desarrollo, núm. 61 (Santiago de Chile: CEPAL, 2005), 29.
19
Fauné, “Participación femenina y modelos de desarrollo”.
20
CEPAL, Trabajo decente e igualdad 2010. Políticas para mejorar el acceso y la calidad del empleo de las mujeres en América
Latina y el Caribe. Informe regional (Santiago de Chile: CEPAL, División de Asuntos de Género, 2013).
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Regional del PNUD para América Latina y el Caribe, institución que promovió el estudio
titulado Bienestar, cuidados y derechos en América Latina. El debate de desarrollo y las políticas
pendientes21 en el que se insiste sobre la necesidad de promover modelos de desarrollo y
crecimiento que consideren en su visión la relación entre las esferas no remunerada y
remunerada, es decir, la interacción entre la vida laboral y familiar, porque una mirada
de género en los análisis sobre economía y desarrollo puede dar cuenta de la diferente
posición de las mujeres y los varones como agentes sociales, políticos y económicos, y
también como sujetos de las políticas públicas.
Al hacer visible la articulación fundamental entre el trabajo no remunerado,
realizado mayoritariamente por las mujeres, y la economía productiva formal, diversas
autoras introducen nuevos elementos colocando el trabajo no remunerado y sus
aportes al bienestar social en el centro de la agenda política. En este sentido, según
Giosa y Rodríguez: “la visibilidad del trabajo doméstico como reivindicación política
no sólo se propone hacer explícita la relación entre trabajo de reproducción y producto
social, sino también abrir un debate sobre las normas de la distribución, los modos de
producción y la calidad de la relación entre producción y reproducción”.22 Se revela
la necesidad de efectuar análisis a diferentes niveles para considerar la experiencia
especíica de hombres y mujeres en los ámbitos del trabajo productivo y del trabajo de
reproducción social.
Como se aprecia, la economía feminista tiene una carga propositiva dirigida a
deconstruir lo que en la literatura feminista se llama “identidad alrededor del cuidado
y del bienestar colectivo”, la cual se deine a partir del entendimiento de que las mujeres
son “seres-para-los-otros, estructuradas por la sexualidad, el trabajo y la subjetividad
enajenadas, para dar vida, sentido y cuidado a otros”.23
Las economistas feministas han destacado cómo el trabajo gratuito realizado por
las mujeres en el ámbito reproductivo, al no contemplarse en las cuentas nacionales, se
convierte en un subsidio, en una sombra en la economía, en tanto sólo tiene valor aquello
que se intercambia en el mercado y que contiene expresión monetaria. Ello quiere
decir que el trabajo dedicado a la reproducción de la vida no es riqueza y no se incluye,
entonces, en el PIB. Sin embargo, en diversos estudios se indica que en América Latina:
“El trabajo no remunerado representa una proporción no inferior al 20% del Producto
Interno Bruto”.24
21
Carmen de la Cruz, Género, derechos y desarrollo humano (El Salvador: PNUD, 2007).
22
Noemí Giosa y Corina Rodríguez, “Estrategias de desarrollo y equidad de Género: una propuesta
de abordaje y su aplicación al caso de IMANE en México y Centroamérica”, Mujer y Desarrollo, núm. 97
(Santiago de Chile: CEPAL, 2010), 15.
23
Lagarde, Claves feministas para la autoestima de las mujeres, 45.
24
Rosa Bravo, “Pobreza por razones de género. Precisando conceptos”. Género y Pobreza. Nuevas
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