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Activando vínculos de vecindad, amistad y parentesco.

Por un análisis de los “ecos” del trabajo político en procesos


electorales.

Resumen
Manzano. Los significados de esta modalidad de trabajo.
Trabajo político: atender a las personas que producen relaciones, los principios de
derecho que las regulan y bienes tangibles o intangibles socialmente significativos.
Camino y esfuerzo incorporado. Los sectores subalternos no permanecen pasivos:
demandan, trabajan, cuestionan, rechazan, disputan, negocian, acuerdan.
213 el trabajo político era una actividad por la cual se manifestaban cualidades morales
como la responsabilidad, la dignidad y el sacrificio. El mérito, el esmero y el sacrificio
se demostraban “cumpliendo” con la asistencia a marchas, cortes de ruta, y la
contraprestación laboral.
Ese horizonte político incorporaba la experiencia histórica condensada en la categoría
trabajo político.
303 saberes y habilidades específicas.
El piquete se erigió como una forma social que expresó actos ritualizados, categorías
sociales para definir modos de participación, técnicas de organización del espacio y las
actividades, normas y prohibiciones, y terminologías para definir la experiencia de los
sujetos. Finalmente, en el piquete se expresaron diversos sentidos, trayectorias y
experiencias de vida cotidiana. Procesos de significación y tramas de relaciones sociales
y políticas en las que se insertaban sujetos sociales activos.
Las aspiraciones, expectativas y sentidos se modelan en diversas experiencias.
306 no actores homogéneos para avanzar en el análisis de la complejidad de los
procesos sociales y de las prácticas que se ponen en juego para articular en
determinados escenarios sociales y políticos experiencias de vida fragmentarias.

Ferraudi. Más que hablar de su situación de dependencia, habría que discutir cuestiones
relacionadas con sus competencias, sentimientos de pertenencia e implicación en la
comunidad, formas de participación.
Debate sobre los aprendizajes en política

1
En este artículo se recuperan aportes de la categoría de trabajo político y estudios
socioantropológicos del clientelismo para poner de relieve, a partir de un trabajo de
campo etnográfico, las estrategias de un candidato a concejal en Chile para obtener el
voto popular durante las elecciones municipales de 2016, así como sus interacciones
con distintos operadores y potenciales votantes. Los hallazgos animan a mejorar nuestra
comprensión de los recursos, destrezas y habilidades implicados en la conquista del
voto, la conexión entre organización electoral y tramas locales, así como el modo en que
se dan las relaciones entre electores, intermediarios y candidatos. Las conclusiones, a
manera de cierre, invitan a repensar las ventajas de la aproximación aquí ensayada en
oposición a perspectivas formalistas sobre la política.
Palabras clave: elecciones, clientelismo, trabajo político, movilización política.

From strategies to interactions. Echoes of political work in an electoral process.

Abstract
In this article, contributions from the political work category and socio-anthropological
studies of clientelism are recovered to highlight, from an ethnographic fieldwork, the
strategies of a candidate for councilor in Chile to obtain the popular vote during the
municipal elections of 2016, as well as its interactions with different operators and
potential voters. The findings encourage us to improve our understanding of the
resources, skills and abilities involved in winning the vote, the connection between
electoral organization and local plots, as well as the way in which relations between
voters, intermediaries and candidates occur. The conclusions, by way of closing, invite
us to rethink the advantages of the approach tested here as opposed to formalist
perspectives on politics.
Key words: elections, clientelism, political work, political mobilization.
Introducción
Mucho del debate entre académicos y medios de comunicación en torno a lo que
transcurre durante las campañas políticas se debate entre las denuncias de
“clientelismo”, entendido como compra o coacción del voto y vinculado al uso indebido
de recursos públicos, y la formación libre e informada de preferencias electorales, lo
que a la postre permitiría elegir a representantes políticos sin que los votantes sufrieran
presiones económicas o de poder (Serra, 2016; Shedler, 2004). En este debate de
discusión, apostamos en este ensayo a que estas imágenes dicotómicas y normativas

2
entorpecen más que ayudan a comprender el entramado de relaciones en juego, y que
una vía adecuada para dislocarlas y darles un tamiz relacional se puede servir de las
herramientas del trabajo etnográfico.
Este artículo tiene el objetivo de recuperar aportes de la categoría de trabajo
político y estudios socioantropológicos del clientelismo para poner de relieve, a partir
de un trabajo de campo etnográfico, las estrategias de un candidato a concejal en Chile
para obtener el voto popular durante las elecciones municipales de 2016, así como sus
interacciones con distintos operadores y potenciales votantes. Los hallazgos animan a
mejorar nuestra comprensión de los recursos, destrezas y habilidades implicados en la
conquista del voto, la conexión entre organización electoral y tramas locales, así como
el modo en que se dan las relaciones entre electores, intermediarios y candidatos. En
este trabajo, usamos la noción de “ecos”, invitando a una sociología preocupada por
describir y analizar la forma en que interactúan prácticas y discursos en distintos
entramados sociales.
Los hallazgos de campo aquí mostrados forman parte de una investigación
doctoral recién concluida que condujo a la obtención del título de Doctorado en Ciencia
Social con Especialidad en Sociología por El Colegio de México, en 2016. El escenario
de estudio fue la comuna de Avellaneda, en Chile,1 cuyo nombre ficcionalizamos así
como el nombre de nuestros informantes para resguardar su identidad. El trabajo de
campo se realizó entre 2016 y 2017, dentro el cual transcurrieron las elecciones
municipales (Domingo 23 de octubre).
En términos administrativos, las comunas en Chile son gobernadas por un
alcalde y un grupo de concejales, cuyo número depende del tamaño de la comuna (a
mayor población, mayor número de concejales). Ambos cargos son elegidos cada 4
años, sin límites a la reelección, mediante un sistema de votación directa para el cargo
de alcalde (gana quien obtenga la votación más alta), mientras que en el caso de los
concejales depende de un sistema de listas con base en coaliciones. 2 Es una forma de
elección altamente dispersa, tanto en la cantidad de candidaturas que se presentan (para

1
Territorialmente, Chile se divide en regiones, provincias y comunas. Las últimas corresponden a las
unidades administrativas más bajas, similares a los municipios en México o Colombia.
2
En el cuadro de partidos políticos en el Chile de hoy, la derecha es dominada por la Unión Demócrata
Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y Evópoli. En la centro-izquierda, prevalece el Partido
Demócrata Cristiano (PDC), Partido Socialista (PS), y Partido por la Democracia (PPD). La izquierda está
principalmente conformada por el Partido Comunista (PC) y la Coalición del “Frente Amplio”, que agrupa
al Movimiento Autonomista, Revolución Democrática, entre otros. A pesar de sus transformaciones, el
sistema político en Chile ha sido caracterizado como uno altamente institucionalizado y de fuertes
identidades políticas (Valenzuela, 1970; Scully, 1996).

3
las elecciones de Avellaneda en 2016 se presentaron más de 100 candidatos a concejal),
como en la traducción de escaños en votos (para las mismas elecciones, el concejal
elegido con la votación más baja obtuvo el 1% de los votos a este cargo, 1200, mientras
que, cada uno, tuvieron poco más de 5000 los dos concejales más votados).
Este ensayo se divide en cinco partes. En la primera exponemos el marco teórico
sobre trabajo político y clientelismo desde una perspectiva socioantropológica. En la
segunda presentamos los escenarios y dinámica de la campaña política municipal, así
como las estrategias discursivas del concejal Ramón (miembro del PDC) para
conquistar el voto. En la tercera, describimos algunas de sus interacciones con
operadores y potenciales votantes, así como reconstruimos diversas historias de
contacto entre estos actores para entender el sustrato relacional y de conocimiento
mutuo en la operación del trabajo electoral en campaña. En una cuarta hacemos una
vinculación de los hallazgos con el marco teórico, para terminar, en una quinta,
invitando a repensar las ventajas de la aproximación aquí ensayada en oposición a
perspectivas formalistas sobre la política.

La centralidad de los contactos cara a cara.


Trabajo político y clientelismo en su vertiente socioantropológica.
La política vista desde un punto de vista “institucional”, es decir, donde confluyen
estrategias, decisiones y reglas institucionales formales e informales, hoy domina el
panorama de la ciencia política (Downs, 1973; Kiewiet y McCubbins, 1991). Frente a
estas posturas, diversas aproximaciones interpretativas en sociología y antropología de
la política se preocupan por desentrañar significados, competencias necesarias,
aprendizajes, recursos, rutinas, tácticas y negociaciones, valiéndose de herramientas
cualitativas y en especial etnográficas (Joseph, Mahler y Auyero, 2007). Si en las
primeras posturas se tiende a destacar el aspecto racional-instrumental de la acción
social, en las segundas se invocan, además, elementos morales y emocionales.
El debate entre institucionalistas e interpretativos se ha trasladado, bajo distintos
prismas, a los estudios sobre clientelismo. Los primeros definen este fenómeno como un
intercambio desigual de beneficios materiales (muchos de ellos de origen estatal), por
votos (Brusco, Nazareno y Stokes, 2004). Suponen que se opone a procesos de
distribución universales y eficientes (Archer, 1990; Stokes y Medina, 2012), así como al
ejercicio de la ciudadanía y los derechos, aunque pueden señalar que favorece la
democratización (Kettering, 1988; van de Walle, 2007).

4
Desde la socioantropología, por otro lado, se han hecho aportes clásicos al
estudio de las relaciones patrón-cliente en sociedades mediterráneas y el tercer mundo
(Gellner y Watebury, 1977; Schmitt, Scott, Landé y Guasti, 1977). Definieron al
clientelismo como un intercambio de beneficios asimétrico y personal, coincidiendo con
las lecturas institucionalistas, y lo vincularon al atraso económico y político. Debido a
ello, señalaron que desaparecería con el avance de la modernización política (la
creación e institucionalización de partidos políticos) y económica (mejoramiento de las
condiciones de vida de la población). Además, abrieron brecha en señalar algunas
cualidades culturales del fenómeno, particularmente, que se considere legítimo por los
actores involucrados, aunque estos mismos lo denuncien públicamente.
Más adelante, se profundizó en el aspecto moral de las relaciones clientelares,
entendido como la serie de deudas y obligaciones interpersonales que le delinean, así
como el papel de los favores y cierto lenguaje que reivindica el igualitarismo, cuidado,
placer de contacto y fraternidad, esto es, el performance de la política (Roniger, 1990;
Roniger y Günes-Ataya, 1994). La incursión de la etnografía política en el campo, en
este panorama, señaló nuevas vías de estudio en la descripción del fenómeno, como la
agencia y creatividad de los clientes (Gay, 1994), el solapamiento entre estructuras
partidistas, burocráticas y barriales (Auyero, 2001), así como consolidó el estudio de la
moralidad en los intercambios en política (Vommaro y Combes, 2016), y la relación
entre acción colectiva y clientelismo (Auyero, Lapegna y Poma, 2009; Hurtado, 2013).
En suma, gracias a los aportes socioantropológicos sobre el clientelismo, ahora
sabemos que el poder que se juega en estas relaciones no solo es solo de arriba hacia
abajo (de los patrones a los clientes) sino también en doble vía, y por ello pueden tener
un contenido altamente contencioso (llevando, incluso, al quiebre de la relación).
Además, que no solo funcionan por las cosas que circulan en ellas sino también por
elementos simbólicos (búsqueda de reconocimiento, identidad, protección y cuidado,
etcétera). Por ello, que cuando hablamos de este fenómeno no solo estamos
refiriéndonos a un intercambio esporádico entre candidatos y electores en campaña sino
de relaciones profundas entre el Estado y la sociedad.
Una línea de estudios estrechamente emparentada con estos aportes es la que
sitúa como centro de reflexión la categoría de trabajo político. Refiere a un concepto
nativo, es decir, recuperado a partir de los discursos de los propios actores observados, e
involucra una serie de elementos asociados a un “labrar” cotidiano involucrado en

5
participar en política.3 La contribución central de estos aportes, en su mayoría de una
tesitura etnográfica y vinculada a la sociología y antropología de la política/del Estado,
es que la política es vista y sentida por los actores involucrados como un trabajo, es
decir, que involucra esfuerzo e inversión. El apellido “político”, indica que este esfuerzo
va dirigido a amasar capitales políticos (Hurtado, 2013) pero que, puesto en práctica,
nos habla de universos simbólicos, es decir, una “manera de habitar los roles políticos”
(Offerlé, 2011: 85).
El trabajo político, de esta manera, demanda ciertos recursos destrezas,
habilidades y repertorios de acción (Hurtado, Paladino y Vommaro, 2018), aprendidos
en la interacción social (es decir, que no está dado), con su propio sistema de códigos, y
que da lugar a efectos no buscados. Además, trabajar en política, relacionado al día a día
de gobernar, el saber-hacer en política en que interactúan recíprocamente funcionarios
del Estado, políticos profesionales, intermediarios locales y vecinos. produce bienes:
interconocimiento, obras públicas, votos, relaciones de representación, lazos partidarios,
promesas, y fidelidades (Combes, 2018; Gaztañaga, 2008; Gené, 2018; Quirós, 2018).
Para esta perspectiva, cabe señalar, lo político y lo institucional no se oponen,
vale decir, que operen según lógicas diferenciadas la asignación de bienes y servicios
estatales según reglamentaciones formales (esto es, lo institucional) vs. la asignación
que evoca la “lucha”, esgrimida por los actores involucrados, por obtener esos recursos
(esto es, lo político). Antes bien, la lucha por acceder a recursos y bienes implica un
trabajo incorporado que crea los productos institucionales. Dicho de otro modo, para
esta línea de investigación el trabajo político produce ese mundo institucional cuyos
bienes no estarían, sin la cuota de esfuerzo invertido, en el abanico de posibilidades de
quienes luchan, desde su punto de vista. Esta posición iría a contrapelo de las denuncias
comunes de numerosos académicos y medios de comunicación en torno a la
capitalización individual en la construcción de obras estatales, fijándose más bien en las
articulaciones entre Estado, gobierno y localidad (Quirós, 2018).
Por las razones anteriores, se habla aquí de “la política en su dimensión vivida”
(Quirós, 2011) o “la política del transcurrir” (Fernández, Gaztañaga y Quirós, 2017),
para destacar “la pragmática de las explicaciones, justificaciones, y críticas, que las
personas dan en su hacer (política y otras cosas)” (Quirós, 2011: 19). La idea de lo vivo
remite a formas concretas de operación de los procesos políticos, personalizados en

3
Como lo señala Michel Offerlé, trayendo la línea weberiana en el estudio de la profesionalización
política, vivir “de” y “para” la política (Offerlé, 2011).

6
actores que se ubican en una trama de relaciones sociales, por lo que resulta difícil
comprenderlos sin este anclaje relacional y situacional. El transcurrir, por su parte,
evoca el estudio de distintos momentos y escenarios en que la política se construye.
En estos estudios, se han realizado algunas aportaciones al análisis de campañas
políticas (Gaztañaga, 2008, 2013; Quirós, 2018). En ellos se hace mención que la
construcción de capitales y compromisos políticos poseen una dimensión interpersonal
irreductible, pues el interconocimiento y los contactos cara a cara son centrales en la
estructuración cotidiana del trabajo partidario en campaña. Estas conclusiones irían en
sintonía con otros estudios sobre campañas políticas, en especial, relaciones entre
ciudadanos y candidatos, donde por un lado se han remarcado la importancia de los
códigos informales, las redes personales, y los vínculos clientelares en elecciones
locales (Ferraudi. 2011; Freidenberg, 2010), así como de los contactos personalizados
en elecciones legislativas y presidenciales (Beltrán y Castro, 2019).
Incluso, la literatura sobre “compra del voto”, una de las dimensiones con que es
estudiado el clientelismo, ha hecho hincapié en la importancia de tramas locales y los
contactos cara a cara para estructurar la dinámica partidaria en campaña. Para algunos
autores, la labor de monitoreo de los partidos políticos y sus operadores dirigida a que
los ciudadanos voten en consonancia con los bienes recibidos (vigilar que los
ciudadanos voten por el partido si han recibido un bien o servicio de éste, o castigarlos
si no lo hacen), descansa en una densa red social, donde los operadores políticos están
incrustados, y que provee valiosa información acerca de las orientaciones políticas, el
comportamiento, y las tendencias de votación de la población local (Brusco, Nazareno y
Stokes, 2004; Carlin y Moseley, 2014).
No obstante, esta literatura, por estar demasiado centrada en el efecto de las
tramas locales en el voto, no profundiza en el modo en que se dan las relaciones entre
candidatos, intermediarios y ciudadanos en campaña. Tampoco en el sustrato
performativo de las relaciones clientelares o las dimensiones en que se vive y practica el
trabajo político. De ello nos ocuparemos a continuación.

El contexto de la campaña municipal en Avellaneda


En Avellaneda, como en las demás comunas de Chile, hacia 2016 la legislación
electoral permitía el desarrollo de la propaganda electoral en plazas públicas, medios de
comunicación, la calle o recorridos “puerta a puerta” (ir directamente a los hogares y
promocionar al candidato). Sin embargo, la campaña local (votaciones por alcalde y

7
concejales) se dirimió en otros espacios más privados que la legislación no contempló y
que, por lo menos debido a su estatus formal de espacios “apolíticos”, se prohibía el
“proselitismo político”4: sedes de organizaciones vecinales (juntas de vecinos, clubes de
adulto mayor, centros de madre, clubes deportivos). 5 Esto ha sido evidenciado también
en otras comunas (Arriagada, 2009; de Cea y Fuentes, 2016; Pérez, 2014), y da cuenta
de la importancia central de estas organizaciones como escenarios en que los actores
político-partidarios se disputan el apoyo electoral.
Así, políticos que buscaban ser reelegidos o candidatos nuevos visitaron, por lo
menos una vez durante la campaña, distintos clubes de adulto mayor o centros de madre
a la hora de su “once”, 6 pues estos grupos suelen reunirse todo el año (a excepción del
verano) una vez a la semana, o se hacían “onces” a propósito de la visita de algún
candidato. En el caso de las juntas de vecinos o clubes deportivos que no tenían un
itinerario de reunión como las primeras organizaciones, se hicieron “bingos”, cursos
(cortos) de yoga, “operativos oftalmológicos”, cortes de pelo, entre otras actividades de
circulación de regalos. Todos estos eventos podían ser efectuados por distintos
candidatos en la misma organización vecinal, aunque en horarios distintos, 7 y
normalmente se eufemizaba cualquier alusión al voto, por lo menos entre candidatos y
electores que no se conocían o conocían poco. Así, por parte de los primeros, decían que
solamente querían de los vecinos “el apoyo para seguir trabajando”. Estos últimos, por
otro lado, eran muy cuidadosos en indicar a los primeros que el hecho de que los
“visitaran” no indicaba automáticamente apoyo o compromiso político.8
4
Véase “Regulación de las juntas de vecinos, uniones comunes y organizaciones comunitarias
funcionales”. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Disponible en:
<https://www.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/20916/4/BCN_Juntas%20de%20Vecinos_org
%20comunitarias_oct2014%20rev%20GD.pdf> [Consulta: 21 de marzo de 2019].
5
Aunque no prohibían expresamente la actividad proselitista en estas organizaciones, no entraban dentro
de los lugares definidos como los “permitidos”. Para más detalles, véase “Diario Oficial publica Ley para
el Fortalecimiento y Transparencia de la Democracia”. Servicio Electoral de Chile. Disponible en:
https://servel.cl/diario-oficial-publica-ley-para-el-fortalecimiento-y-transparencia-de-la-democracia/
[Consultado el 21 de marzo de 2019]. Sobre las actividades de propaganda electoral permitidas y no
permitidas, véase “Manual de Consulta de Campaña y Propaganda Electoral. Elecciones municipales
2016”. Servicio Electoral de Chile. Disponible en: https://www.servel.cl/wp-
content/uploads/2016/08/Manual_Consulta_Propaganda_Electoral_2016.pdf [Consultado el 21 de marzo
de 2019].
6
La once refiere al acto de tomar té o café con algún complemento (pan, galletas, sándwich). Se suele
realizar por la tarde-noche.
7
Dentro de la misma “sede social”, es decir, el espacio en que realizan sus actividades juntas de vecinos y
otras organizaciones vecinales, pueden operar distintas agrupaciones. Por ejemplo, dentro de la misma
sede de junta de vecinos puede funcionar un club de adulto mayor y un centro de madre, cada una con su
orgánica, actividades y horarios independientes.
8
Resulta relevante señalar, a este respecto, que la reunión de los adultos mayores a la hora de su once
evita el costo para los políticos de movilizarlos para escuchar sus discursos de campaña: basta que acuda
a visitarlos con algún “regalo”.

8
Aunque para un observador externo tales regalos podrían ser indicados como
“compra de voto”,9 los beneficiarios (vecinos y dirigentes vecinales) involucrados eran
comúnmente refractarios a pensar sus intercambios de esta manera pues, para ellos, la
compra del voto indicaba una vinculación esporádica y sometida a criterios de costo-
beneficio económico. Antes bien, enunciaban que sus intercambios indicaban una
relación densa y estable cuya provisión estaba tamizada por elementos sociomorales:
afecto, cercanía social, económica y física,10 así como sacrificio (pues los políticos,
mencionaban los vecinos y dirigentes, “gastaban mucho” de su bolsillo entregando
regalos) y confianza. Por ello, preferían hablar de las cosas entregadas como
“donaciones” o “cooperaciones”.
Esta visión era reforzada por los mismos candidatos, que nombraban a tales
objetos “aportes” o “ayudas”. Héctor, concejal de la Democracia Cristiana (DC) en
búsqueda de la reelección y después de entregar algunas bolsas de dulces recién iniciado
el período electoral a un par de dirigentes, los cuales organizarían próximamente la
celebración de fiestas patrias en su vecindario, argumentó: “Ahora en la nueva
legislación11 están comenzando a prohibir este tipo de regalos como si fueran a comprar
la voluntad del pueblo con una pelota, lo encuentro ridículo”. No obstante, para evitar la
mirada exterior sobre estos intercambios que podría llevar a una denuncia o sanción
legal, mencionaban a sus donatarios que los regalos no debían ser públicamente
exhibidos, y tanto las invitaciones a las once como los regalos se entregaban en espacios
de mayor “confianza”: sedes de organizaciones vecinales o se acordaba un punto de
reunión. Esto es así porque, aunque teóricamente cualquier ciudadano podía ir y
escuchar a los candidatos en las sedes de las organizaciones vecinales, los horarios en
que estos últimos iban solo lo sabían los socios de la organización, y se entendía

9
Entendido según la legislación electoral como el acto de solicitar o vender votos a cambio de “paga,
dádiva o promesa de dinero u otra recompensa, o se cohechare en cualquier forma a un elector”, en
cualquier elección popular, primaria o definitiva. Los intentos por regular desde el Estado los
intercambios en política se notan además en que la legislación prohibía las donaciones “en dinero, o
especies, en favor de organizaciones o de personas jurídicas o de personas naturales distintas de su
cónyuge o parientes”. Más información en Artículo 24, Ley 19, 884, “Sobre transparencia, límite y control
del gasto electoral”. Disponible en: <https://www.servel.cl/wp-
content/uploads/2017/05/Ley_N_19_884_2016.pdf> [Consultado el 21 de marzo del 2019].
10
Tomamos esta categorización sobre la cercanía del estudio de Larissa Lomnitz (1975).
11
En efecto, a partir de 2015 se aumentó el escrutinio en la entrega de regalos desde los políticos a los
ciudadanos (llegando incluso a prohibirlos), a partir de una serie de recomendaciones dirigidas a aumentar
la transparencia y probidad en el servicio público. Para más información, véase “Informe final del
Consejo Asesor Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción”.
24 de abril del 2015. Disponible en: www.consejoanticorrupcion.cl/informe [Consultado el 21 de marzo
del 2019].

9
mutuamente que el contacto sería entre el candidato y estos últimos bajo el supuesto que
la visita actualizaba un lazo social construido a lo largo del año.
De esta manera, las campañas municipales (votación por alcalde y concejales),
que abarcaron oficialmente del 24 de agosto al 23 de octubre del 2016 (día de la jornada
electoral), representó el período de una historia más o menos larga de contactos entre
vecinos, dirigentes vecinales, candidatos nuevos y políticos en búsqueda de reelección.
En el contexto de Avellaneda, la atención rutinaria de demandas entre una campaña
electoral y otra fue la vía de acceso para que políticos profesionales, proveyendo favores
e intermediación política, conocieran vecinos y dirigentes vecinales, buscando
capitalizarse a partir de este trabajo político. Fue el caso, por ejemplo, del concejal
Ramón, sobre quien ahora profundizaremos, quien a partir de una base de datos con
nombres y teléfonos de dirigentes vecinales a quien había provisto favores a lo largo de
su trayectoria política, organizó sus actividades de promoción del voto.
Este concejal, en búsqueda de la reelección por primera vez (llevaba recién un
periodo en su cargo, del 2012 al 2016, antes de lo cual había sido funcionario municipal
por varios años en un área de enlace entre las demandas de los vecinos y la burocracia
municipal), condujo su campaña junto a sus dos secretarios (o asistentes personales):
Lucas y Matías. El primero conocía bien a los dirigentes beneficiados con los apoyos de
Ramón, por lo que llamó a los más cercanos (es decir, con quien escenificaba relaciones
más intensas y continuas) en los albores de la campaña, para preguntar si podía realizar
en la organización social a que los dirigentes pertenecían un “bingo” o “mujerazo”. Si la
respuesta era afirmativa, se agendaba cita y hora. En ese momento o después también se
concertaba la entrega de las invitaciones, que debían repartir el vecino o dirigente
contactado en su vecindario y con sus conocidos.
Los mujerazos fueron eventos donde el concejal acudía con un artista local que
cantaba 3 o 4 canciones mientras se servía torta (en otros países como México y
Colombia, pastel) y bebida (en México y Colombia, refresco) a los asistentes, y los
bingos consistían en hacer una rifa de algunos productos mientras se servía “la once”.
Ambos eventos eran pensados para un promedio de 15-20 personas. Además, el
concejal también efectuó “tallarinatas”, donde se servían tallarines con salsa en un
recinto municipal mientras el primero apelaba al apoyo político a un grupo más
reducido que los bingos y mujerazos (10-15 personas).
Desde el punto de vista del concejal, las tallarinatas eran espacios para gente con
mayor “confianza” (es decir, de quienes podía razonablemente esperar que promovieran

10
el voto por él), en su mayoría dirigentes vecinales (en virtud de su liderazgo en sus
vecindarios, consideraba, podrían amasar un caudal de votos). Ahí, solicitaba de forma
directa el acompañamiento político (votar y animar a votar por él a, por lo menos, 10
personas, otorgándoles una o más hojas con 10 espacios para que los dirigentes anotaran
posteriormente nombre, y firma y teléfono de potenciales electores), mientras que en los
bingos y mujerazos, grupos de mayor tamaño y menor interconocimiento, usaba más
eufemismos: “necesito su apoyo”, “se viene un desafío”, por ejemplo.
Todos los eventos eran agendados por Lucas o Matías y normalmente, a las 16 y
18 horas, se realizaba un bingo o mujerazo, de lunes a domingo, mientras que las
tallarinatas se efectuaban de lunes a viernes a las 14 horas. Bingos y mujerazos duraban
una media hora, mientras las tallarinatas una hora, y fueron realizadas durante un par de
meses hasta algunos días antes de la elección municipal. Eran pagadas directamente por
el concejal o sus “contactos personales”. Siempre Ramón asistió a estos eventos
personalmente. Mientras que en los bingos y mujerazos solo aparecía para decir algunas
palabras en torno a la campaña, entregar los regalos (en el caso de los bingos) y
presentar al artista (en el caso de los mujerazos) mientras Lucas y otros llegaban más
temprano para recibir a los asistentes y servir la torta, en las tallarinatas solía estar toda
la reunión, aunque su padre llegaba más temprano para organizar y servir la comida. No
dejaba el concejal pasar la oportunidad de señalar esto para invocar en los asistentes un
aire de “familiaridad”, indicando que la comida que se compartía expresaba un lazo de
cercanía y contacto constante.
Los asistentes que tomaban la palabra durante los bingos, mujerazos o
tallarinatas, a veces expresaban que su vecindario estaba muy “abandonado” por las
autoridades (invitando con ello a Ramón a atender sus solicitudes), otras daban las
gracias por el evento. Los dirigentes más comprometidos políticamente con el concejal
expresaban: “siempre ha estado con nosotros cuando lo hemos necesitado (…) no
miremos la política, no miremos a qué partido pertenece, miremos el hombre, el alma, el
deseo de trabajar y nosotros el día de la votación le demos a un hombre que se lo
merece todo”, o daban certidumbre sobre el control de los votos en la organización que
representaban: “ya los tengo concientizados, a nuestro grupo”. Los menos
comprometidos, por otro lado, esgrimían: “si ustedes lo pueden apoyar en ese momento,
bien por él, nada más que eso”. Era común, de este modo, que los dirigentes
promocionaran al candidato desmarcándolo de lazos partidarios y personalizando el
apoyo con base en el trabajo hecho por Ramón hacia la comunidad.

11
Las invitaciones a los bingos y mujerazos que los dirigentes debían entregar a
los vecinos lucían según las Fotografías 1 y 2, mientras que las invitaciones a las
tallarinatas eran hechas por Lucas telefónicamente, a cada invitado. Si en las tallarinatas
el compromiso por asistir se establecía entre Lucas o Ramón y el asistente, en los bingos
y mujerazos el compromiso se establecía entre el dirigente vecinal y vecino.

Fotografía 1. Invitación a bingo

Fuente: Archivo fotográfico propio

Fotografía 2. Invitación a mujerazo

Fuente: Archivo fotográfico propio

Como se observa en ambas invitaciones, no hay alusiones a elementos político-


partidarios sino solo se evoca el contacto entre vecinos y candidato a partir de un
elemento de disfrute común (una “tarde entretenida”, “compartir buena música”).
Puesto que la legislación formal prohibía la entrega de regalos, las invitaciones a los
bingos señalaban simplemente que en el evento se conversaría sobre “el desarrollo de la
comuna”, aunque se pedía a los dirigentes que invitaran a gente en el vecindario

12
señalándoles que se trataba en realidad de un bingo, invocando así la expectativa de
regalos como una motivación por asistir. Por otro lado, el “certificado de confianza”
alude a una constante disposición, por el concejal, a escuchar y atender solicitudes de
los vecinos, pues lo que esperaba alimentar en los ciudadanos era la certidumbre sobre
su presencia en terreno y de manera constante.
En la siguiente fotografía puede apreciarse la calendarización de la campaña de
bingos y mujerazos en una semana, centrada en centros de madre, clubes de adulto
mayor y juntas de vecinos. Cada casilla contenía la dirección de la sede social donde se
haría el evento, la hora, y un número de contacto (para establecer coordinación).
Algunas casillas se encuentran en blanco porque Lucas no había encontrado, para ese
momento, organizaciones donde realizar actividades.

13
Fotografía 3. Agenda de campaña, del 6 a 17 de septiembre.

Fuente: Archivo fotográfico propio

En cuanto a los discursos de campaña del concejal frente a los asistentes, éste buscaba
animar el compromiso político en virtud de haber estado “trabajando” constantemente
por acelerar las demandas locales dentro del Estado o resolver necesidades
directamente, antes que invocar elementos político-partidarios (es decir, solicitar el
apoyo aludiendo a determinada solidaridad político-partidaria). Como una vez lo refirió
frente a un club de adulto mayor: “hoy día no estoy haciendo un discurso sino contando
parte de mi trabajo, de lo que he hecho y de lo que hemos hecho en conjunto con los

14
dirigentes, con la gente”. Así, al tenor de una obra recién iniciada en el vecindario
donde en ese momento se realizaba un bingo, se construía como alguien definitorio para
que comenzara, aderezándolo con alusiones a su efectividad como solucionador de
problemas:

cooperamos con nuestro granito de arena, yo lo vi, pasó por mi comisión, 12 y yo le


pongo la forma. Además, ya vino el alcalde a iniciar las obras del sector. Soy un
gestionador de estos proyectos, por ahí hicimos la gestión y conseguimos elementos
para habilitar la escala (escalera) que tanto necesitaban. Bueno, diferentes beneficios
que nos han solicitado, el concejo municipal aprueba, pero también hay gestión de
parte nuestra con la junta de vecinos.

Destacaba, además, así como en las tallarinatas, elementos que invocaban signos de
familiaridad, cercanía, conocimiento mutuo y amistad, para generar correspondencia.
Emilio, un conductor de radio local encargado de presentar a Ramón en las sedes
sociales y dirigir los bingos, lo expresó sintéticamente cuando señaló que el
compromiso político se buscaba establecer con base en el cariño antes que los lazos
partidarios o programáticos: “Don Ramón no viene a nada más que a saludarlas y no a
comprometer más que el cariño de ustedes con él, a cambio de eso, de una mejor
comuna”. El cariño, como algo que se da voluntariamente y es valioso por sí mismo
(más allá de sus efectos político-electorales), hacía concreto un imaginario en torno a la
densidad y el componente emocional del lazo sociopolítico en Avellaneda.

12
Las comisiones municipales son instancias de deliberación entre funcionarios municipales y concejales
(que pueden o no invitar a dirigentes vecinales), previas a las sesiones de concejo municipal. Están
divididas según áreas de competencia: deportes, cultura, seguridad ciudadana, finanzas, entre otras. Más
información en: “Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades”. Disponible en:
<https://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=251693> [Consultado el 21 de marzo del 2019]

15
El punto de vista de los dirigentes vecinales y sus interacciones con el concejal.
La campaña orquestada por Ramón también buscó movilizar el voto en formas de
contacto uno a uno, a diferencia de los bingos y mujerazos, a partir de la vinculación
con dirigentes con que se recreaban formas de intercambio recíproco intensas,
principalmente, y se buscaba que ellos fueran comprometiendo, de forma más continua,
a los potenciales electorales. Aquí toma relevancia hablar de los operadores o políticos o
“activistas”, como se les denominaba en Avellaneda. Poco ante de llamarlos por
teléfono, el concejal nos refirió que su invocación partía de la consideración que “no se
sabe si la gente se quedó con lo que uno le dijo o no, el que anda, está ahí, uno sabe
perfectamente con quién cuenta y con quién no, porque hay organizaciones que reciben
al que sea”.13
Los operadores políticos (no pasaban de 20), casi todos dirigentes vecinales,
fueron elegidos por Ramón porque eran los más cercanos, es decir, participaban con él
de continuas formas de personalización de la política en torno a la circulación de
regalos, intermediación política y favores (acompañados de muestras de afecto y
confianza), además porque algunos ya habían trabajado en campañas políticas, para este
concejal o su línea política (dentro de la Democracia Cristiana). Ser un/una operador
político, no obstante, no significaba que hubiera un pago económico de por medio (por
lo menos no en todos los casos). Antes bien, las acciones de promoción del voto se
entendieron como parte de la circulación de favores que acontecía más allá de la
campaña electoral, aunque también los operadores esperaban que, si Ramón continuaba
en el cargo, ellos podrían seguir accediendo al sistema y la representación política a
través de su mediación.
En general, dirigentes vecinales que tenían relaciones más o menos continuas
con concejales y otras autoridades políticas evaluaban su apoyo político mirando las
posibilidades de que cierto candidato tuviera más chance de ser elegido o por lo menos
ascendiera en posiciones de representación política, que fuera afectuoso, cercano, y
eficaz solucionando problemas vecinales. Estos factores se ensamblaban de forma
variable dependiendo del sistema de relaciones en juego y a qué le daban más valor en
el campo político. Romina, una dirigente de una junta de vecinos, señaló en una ocasión
13
La frase “reciben al que sea”, expresa vívidamente lo que para para el concejal significan las visitas a
las organizaciones sociales en campaña. El que una organización reciba al que sea indica, según su punto
de vista, que los dirigentes solo buscan obtener cosas de las visitas de los políticos, sin comprometerse
políticamente con ninguno. Lo que él busca, no obstante, son muestras de compromiso político, y para
él una muestra más o menos fidedigna de que una organización lo apoya políticamente es que solo lo
invite a él (no a sus competidores), durante la campaña.

16
que no apoyó políticamente a Ramón porque, aunque era afectuoso, no tenía estudios
universitarios en derecho como Óscar, el concejal de la UDI, quien podría resolver
prontamente problemas jurídicos en su vecindario. En otros casos, algunos dirigentes
expresaron que, aunque había varios candidatos a concejal afectuosos y eficaces
intermediando políticamente así como proveyendo favores, se comprometerían con
Ramón porque podría ser alcalde en un futuro, y con ello tendrían la oportunidad de
acceder a más bienes y servicios.
Eugenia ha sido dirigente de un Comité Social-Cultural por dos años, su primera
experiencia organizativa y que formó junto a Ramón. Ella se declara “apolítica” y que
sólo le gusta “lo social”, aunque ha hecho campaña por Ramón y el alcalde (de
tendencia política ubicada a la derecha). Sobre Ramón (cuya relación, nos dice, es más
de “amistad” que “política”), expresa que es su “concejal regalón”, 14 pues “(el concejal)
llamaba por teléfono directamente a la persona (del municipio) y me mandaba a hablar
con ella”, “siempre ha estado, de repente necesito esto, él me lo soluciona, le he pedido
a todos y quien me lo soluciona es él, siempre apoyando en las buenas y las malas”. Por
lo anterior, desde el punto de vista de Eugenia, Ramón es una pieza clave para entrar al
Estado, sin lo cual el acceso sería difícil o imposible, o solucionar problemas
directamente.
Por estas razones, para ella la provisión de gestiones y favores constantes
habilitó con el conejal una relación de reciprocidad que debía ser continuada en
campaña. Así, a pesar de que lo único que le pidió el concejal (a decir de ella) fue “estar
al pendiente de sus votos” y organizarle un par de actividades de promoción del voto en
su vecindario, ella hizo mucho más: un par de reuniones con vecinos y les pidió
recordar que Ramón los había apoyado, repartió su propaganda, hizo “puerta a puerta”
(labores de promoción por el concejal en los domicilios) además que, durante la jornada
electoral y cuando una persona con debilidad visual pidió que se le auxiliara para
registrar su voto, se ofreció a acompañarla. Dentro de la casilla, marcó el voto por
Ramón como por el alcalde, evento que, después señaló, le hizo sentir suma
vergüenza.15
Eugenia es un caso que ilustra vívidamente algunas de las historias de los más
comprometidos con el voto hacia Ramón durante la campaña. Sus intercambios con él

14
Regalonear, como verbo, significa tratar con cariño, dar mimos. Como adjetivo (“el concejal regalón”),
denota un favoritismo por la persona, a quien se le da más cariño.
15
La vergüenza expresa muy bien que, incluso para los más comprometidos en amasar cierto caudal de
votos, pervive cierto imaginario en torno a la autonomía del sufragio.

17
se remontan a los orígenes de la organización que abanderan (algo que podría
denunciarse, pues el concejal promueve la formación de organizaciones solicitando a
vecinos cercanos sean los dirigentes de éstas, sobre todo cuando encuentra dificultades
para “trabajar” con algún dirigente ya establecido), el perfil de cercanía, familiaridad y
continuidad en las gestiones explican su lealtad, y frente a los favores otorgados
practican distintos mecanismos de reciprocidad en la arena electoral, muchos de los
cuales no son solicitados explícitamente por el concejal sino interpretados a partir de la
intensidad percibida del lazo sociopolítico. Este elemento hace notar que, desde el punto
de vista de los operadores, sus acciones son observadas como una manifestación de su
voluntad, más que fruto de una imposición.16
Debido a lo anterior, estos dirigentes señalaban frente a los vecinos que las cosas
serían más fáciles de conseguir si votaban por el concejal: señalaban que él era
presidente del concejo municipal o presidente de una comisión clave en la
municipalidad17, o tenía los contactos, la información y la capacidad para mover los
procesos dentro del estado. En otras ocasiones, los mismos operadores buscaban dirigir
los votos de su organización en función de a qué concejal pertenecía qué comisión.
Desde su punto de vista, esto permitía diversificar sus fuentes de poder en el entendido
que podían recurrir a distintos concejales dependiendo de qué proyecto buscaban hacer
marchar dentro del estado. Como Emilia, una dirigente vecinal, señaló al respecto: “a
veces no tienen todos los mismos temas”, es decir, no tienen la misma especialidad o
campo de influencia.
Eugenia, además, representa a los dirigentes que, en virtud de la cercanía y
familiaridad que percibían con el concejal, además que lo consideraban necesario para
acceder al Estado, argumentaron que, en virtud de que el concejal había hecho mucho
por ellos/ellas, fueron más empeñosos en comprometerse políticamente y solicitar el
voto. Así, algunos de éstos pidieron pruebas de la fotografía del voto a la familia, 18
defendieron sus votos en las mesas de votación, decían a la primera oportunidad en su
16
La forma en que, paradójicamente, se concreta el ejercicio del poder político sin “imposiciones”, ha
sido bien detectada por James Scott (2016).
17
Así él se presentaba frente a los vecinos cuando hablaba sobre la marcha de los proyectos concursables
a nivel local (invocando sus posiciones de “poder” dentro de la estructura municipal para señalar que ellas
podrían potenciarse con sus atributos informales, como cercanía y confianza con las autoridades). El que
los dirigentes lo percibieran de este modo, y sobre lo cual se comprometieran con él políticamente, puede
ser visto como un efecto de poder.
18
La familia era escenificada comúnmente como el grupo de mayor cercanía y confianza para solicitar el
voto. No obstante, la mayoría de los comprometidos no pedía pruebas a la familia y señaló que su
solicitud estaba abierta a negociación. Lucía, una dirigente de centro de madre, argumentó al respecto: “la
familia es muy grande, mis hijos me dicen mamá por quién hay que votar; mi hija no, ella ya tiene su
manera de pensar y sus motivos”.

18
organización que él había hecho tal gestión, ayuda o, directamente, pedían “votar por su
candidato”, a veces como un favor para ellos y otras como un apoyo para que la
organización, en su consideración, siguiera accediendo al Estado. A diferencia de ellos,
la mayoría de los operadores políticos señaló que no era necesario pedir el voto
directamente a los miembros de su organización, aunque podían reconocer que la
organización que lideraban ya tenía clara su preferencia por las mismas razones que
Eugenia expresó: cariño y gestión. Como señaló Ricardo, un dirigente de club de adulto
mayor: “nosotros no tenemos necesidad de conversar; la gente le tiene cariño, aprecio,
la gente sabe, no hay que decirle por quién votar. Además, el voto es secreto, pero toda
la gente nuestra (de nuestra organización) votó por él”.
No obstante, igual consideraban que había que apoyar a Ramón y, así como los
intermediarios más comprometidos, lo invitaban a sus actividades (más que a los
competidores, pero sin dejar por ello de buscar mantener la imagen pública de una
organización que, democráticamente, acepta la visita de todas las autoridades como una
forma de respetar todas las preferencias políticas de los socios19 ahí reunidos). También,
aconsejaban o recomendaban el voto por él señalando, por ejemplo: “mi candidato
Ramón ha trabajado”; “este candidato a nosotros nos sirve, ya usted decide si lo vota o
no”, o preguntando qué había pasado con la promesa del voto, hecha colectivamente,
hacia él.
Por las razones anteriores, el día de la elección algunos dirigentes iban
señalándole a Lucas quién de sus vecinos tenía dificultades (principalmente, de
movilidad física) para transportarse a su mesa de votación para que éste pudiera pasar
por ellos en su auto y llevarlos a la casilla de votación. Esta práctica no fue exclusiva de
Ramón o sus secretarios, pues fue común que durante la jornada electoral distintos
candidatos ofrecieran transporte para ir a votar, incluso justificado en términos de
necesidades sociales: decían asistentes de concejales que nadie iba a gastar en transporte
hacia su mesa de votación en lugar de comprar pan en situaciones de altas carencias
materiales, o que lo hacían como un apoyo a los “abuelitos”.

Las demandas particulares y el quiebre del lazo sociopolítico


No todos los dirigentes comprometían los votos de su grupo para seguir accediendo, en
su perspectiva, al sistema colectivamente, esto es, como organización. También hubo

19
“Socios” es la palabra con que en la reglamentación formal sobre las organizaciones vecinales se les
denomina a sus miembros, y usada comúnmente para referirse a ellos en el contexto local.

19
espacio para intitular demandas más particulares, como los de Maite, una dirigente de
club de adulto mayor. En campaña, le comentó (no en público) a Ramón que
recientemente una tubería de agua que daba servicio al vecindario y pasaba por debajo
de su casa, se rompió, dejando una parte del piso en malas condiciones. La empresa de
suministro de agua potable local puso una nueva tubería, aunque no respondió por los
daños en su domicilio. Debido a lo anterior, ella pidió un crédito al banco para pagar
mano de obra y materiales y poder reconstruir el piso. Después de argumentarle a
Ramón por qué necesitaba la ayuda (tenía que pagar medicamentos muy caros, recibía
una pensión baja, le señaló), éste mencionó que se encargaría del asunto. Días después,
Lucas acudió a la casa de Maite para otorgarle 80 000 pesos (100 dólares,
aproximadamente), dejando 20 00 restantes (26 dólares) para después de la elección, a
petición de ella y en un ejercicio empático: “como estaba con tanto problema (estaba
gastando mucho en la campaña), le dije: ‘mijo comprometámonos para después de la
elección, usted me da los últimos 20 y yo pongo el resto’”. Sin tener que hablar, por
ninguna de las partes, de los votos, ella mencionó que este acuerdo se correspondía con
un compromiso político con el concejal expresado en solicitar a sus vecinos votar por
éste.
Además, no todas las relaciones entre dirigentes y el concejal tenían ese
componente denso de compromiso político durante la campaña. Hubo otros, con
relaciones interpretadas por los mismos dirigentes como más débiles (es decir, de
contacto menos continuado y donde no se moviliza con tanta fuerza el
interconocimiento y afectos) o donde la intermediación de Ramón con el Estado se
interpretaba como menos central, se establecían relaciones más contenciosas, incluso
con la posibilidad de salir de la relación. La junta de vecinos donde el club de adulto
mayor que lidera Maite se reúne tiene como presidenta a Constanza. Trabaja en cuidado
de adultos mayores en el Consultorio Local de Salud, muchas veces por las noches, y es
presidenta de junta de vecinos hace un par de años, su primera experiencia en
organizaciones vecinales. Además, su historial de contactos con Ramón comenzó a
partir de gestiones que hizo en el municipio.
Antes de iniciar la campaña, llegamos con este último a su sede social, y
Constanza recibió al concejal diciéndole que “no era como él pensaba”, mientras se
deshacía en disculpas y justificaciones. Más tarde, en el auto, Ramón explicó los
antecedentes de aquel recibimiento: ella le había llamado unos días antes por teléfono
pidiéndole que gestionara la poda de un árbol señalándole que, si no lo hacía, iría con

20
otro concejal. Ramón le respondió, en un tono molesto, que podría hacerlo, pero si lo
hacía: “no volviera a buscarlo más”. Todavía al teléfono, ella se disculpó y Ramón se
ofreció a ver el asunto de la poda, que vimos el día en que lo recibió en su sede.
Eventualmente, Ramón no pudo hacer nada porque, señaló a Constanza, se trataba de un
árbol que necesitaba, por su grosor, una máquina especial que no tenía el municipio.
Después, comenzando la campaña municipal, ella aceptó la invitación de Óscar,
el concejal de la UDI, de trabajar para él en actividades de “puerta a puerta” durante un
mes, con sueldo. Cuando Ramón se enteró, ella cuenta:

me mandó un mensaje, se enojó; pero, mira, si uno no tiene compromisos con nadie.
Además, me ofrecieron un sueldo, y le tengo cariño a Óscar (…) A lo mejor se enojó
Ramón porque detrás de mi hay gente. Yo no sé si votó o no la gente por Óscar, pero
soy conocida acá. Yo creo que las cosas se van a arreglar, si no al final no pierdo
nada, yo igual tengo que trabajar, lo hago por la junta de vecinos.

Una vez pasadas las elecciones, Constanza entró a la oficina de Ramón buscando hacer
una gestión, y Matías le reviró que “no tenía nada más que hacer ahí”, que fuera mejor a
la oficina de Óscar. Con este episodio, vemos cómo las definiciones sobre el grado de
intensidad que involucra una relación están en disputa (Ramón interpretó que su
relación con Constanza involucraba más lealtad de la que ella pensaba). A modo de
contrapunteo entre las historias de Constanza y Eugenia (quien dice ser totalmente leal
al concejal Ramón), podemos señalar que cuando se interpreta con menor centralidad el
poder de un intermediario y la relación con éste se va tornando más flexible (dando
lugar a establecer vínculos con varios intermediarios a la vez), la salida de la relación se
puede interpretar como viable. En el límite de una relación percibida como nada
fructífera, las palabras de Constanza “al final no pierdo nada” ilustran este proceso.
Algunas semanas antes de la elección, Lucas llamó a distintos dirigentes
vecinales para recordarles la importancia de votar por el concejal y pidió a algunos de
ellos, sobre la base de la confianza, ser apoderados de mesa.20 El día de la jornada
electoral, Ramón invitó a algunos de los dirigentes enlazados durante la campaña a una
festividad en un local de la municipalidad. En total, hubo unos 40 asistentes en que el

20
El apoderado de mesa es el representante de cada partido político o candidatura independiente para
observar y auxiliar en el proceso eleccionario dentro de las mesas receptoras de sufragios. Más
información en: “Servicio Electoral de Chile”. Disponible en: <https://www.servel.cl/preguntas-
frecuentes/> [Consultado el 21 de marzo del 2019]

21
concejal agradeció a distintos operadores por su nombre. En un ánimo de seguir
invocando familiaridad invitó a su esposa e hijos a que lo acompañara, y en la festividad
inició el baile con uno propio con su esposa. Tiempo después y recordando ese
momento, esgrimió, “le tomé gusto al trabajo”, señalando cómo, a veces, es presa de la
incrustación emocional que él mismo busca movilizar en los dirigentes como medio de
poder. Cuando los resultados de votación se publicaron, el concejal había logrado la
mayor votación para este cargo, superando con un poco margen a Óscar, concejal de la
UDI.
A manera de cierre de este apartado sobre hallazgos de campo, vale la pena
mencionar que el mundo de los acuerdos entre candidatos y dirigentes vecinales, donde
se presentan acuerdos que dan más o menos certezas de votación en las organizaciones
sobre la base de una lealtad estratégica, es muy distinto al mundo de los vecinos.
Preguntándoles en sus organizaciones si sabían quién los había visitado recientemente,
muchos lo desconocían. Otros esgrimieron con certeza que no irían a votar. Así, resulta
paradójico que la población de adultos mayores, aunque son el grupo social donde más
se enfocan los políticos de Avellaneda y que son la población que más vota, a diferencia
de los jóvenes que tienden a ubicarse en la indiferencia política o los movimientos
sociales, también sean los que, por problemas de memoria asociados a la edad, con
mayor dificultad puedan recordar el nombre de aquellos candidatos o autoridades que
acuden a sus organizaciones.

22
Trazos analíticos en torno al clientelismo y las herramientas del trabajo político.
Llegados a este punto, rescataremos las observaciones etnográficas centrales
anteriormente señaladas para encuadrarlas en el marco teórico del trabajo político y
perspectivas socioantropológicas sobre el clientelismo, además de señalar dónde estaría
nuestra aportación al campo.
En los estudios sobre clientelismo en Chile, éste se ha conceptualizado como
medio para producir relaciones políticas asimétricas. Hay, por un lado, estudios de
índole más politológica donde examinan el papel de las cosas dadas en la producción de
un intercambio desigual, tanto en términos económicos como de poder (Barozet, 2004).
Otros exploran con detenimiento el componente moral en las relaciones de mediación
política personalizada (Arriagada, 2013; Pérez, 2014). Una última línea de estudio
refiere a los aspectos históricos, acaecidos en dictadura militar, que delinearon la
transformación de un clientelismo “de partidos” a otro centrado en el municipio y de
cuño despolitizado (Valdivia, Álvarez y Donoso, 2012). En ellos la discusión está
centrada en el papel del clientelismo, normalmente entendido como negativo, en la
democracia, la participación y la formación de una ciudadanía autónoma. Este trabajo
aporta una dimensión no centrada en los efectos del clientelismo en las instituciones y la
democracia sino en cómo se produce a escala micro.
Virando, así, el foco de atención, apostamos aquí por la categoría de trabajo
político, dirigido a desentrañar tanto las condiciones como los momentos de la
interacción en que las relaciones políticas se recrean. Una primera condición de las
interacciones entre competidores, dirigentes y vecinos en campaña, de este modo, recae
en la poca visibilidad de los símbolos partidarios y la retórica anti-partido. Estos
hallazgos son consistentes con lo señalado en otros estudios en campañas
parlamentarias en Chile (Díaz et. al, 2006; Giannini et. al, 2012, de Cea y Fuentes,
2016) o locales en perspectiva histórica (Valenzuela, 2016) y expresa la baja
identificación político-partidaria que en este país prevalece, sobre todo en los vínculos
entre ciudadanos y representantes a nivel local (Morales, 2016).
Una segunda condición tiene relación con las expectativas y aspiraciones de la
ciudadanía que sobre los representantes pesan a la hora de establecer, como lo señala
Julieta Quirós (2011), valencias positivas o negativas en el campo político. Como
vimos, en Avellaneda tanto la capacidad de intermediar políticamente como proveer
bienes y servicios de manera constante y en terreno, justificado en términos de
necesidades sociales, establecen los criterios de legitimidad de la actividad política y, a

23
la postre, construye capitales políticos, sobre todo en las interacciones entre candidatos
y adultos mayores (donde se invoca con más fuerza que sobre otras categorías etarias la
protección y el cuidado). Estas aserciones van a contrapelo de aquellas visiones sobre la
política de corte institucionalista y que abrevan del rational-choice, las cuales conciben
los votos como producidos por un individuo asocial que razona con base en cierta
sintonía ideológica o programática con los partidos políticos (Downs, 1973).
Con estas dos condiciones, bingos, mujerazos y otros escenarios de interacción
de promoción del voto se despliegan sobre la movilización de determinados recursos y
destrezas del trabajo político. En cuanto los recursos, podemos mencionar que los
candidatos invocan el interconocimiento, familiaridad, gestiones continuas y cercanía,
para aumentar su popularidad y, de formas subrepticias (aunque claras para quien
conoce el universo de códigos implícitos) solicitar tanto el voto como el apoyo político.
Los recursos aquí señalados se expresan en contactos cara a cara, por lo que el
interconocimiento y la familiaridad invocada entre actores en una situación de
copresencia física representa una forma especialmente eficaz de movilizar compromisos
políticos.
Por otro lado, para que los recursos tengan el efecto esperado, se demandan
ciertas destrezas. En las relaciones entre candidatos y ciudadanos observadas, el trabajo
político requiere que el compromiso político se escenifique desde una relación
voluntaria más que coercitiva, donde la actualización del vínculo, es decir, el disfrute
que produce la interconexión (a través de actividades lúdicas como bingos y mujerazos),
se escenifique como más importante que sus usos políticos (aunque, por el lado de los
dirigentes vecinales, la coerción establecida hacia abajo emerge con mayor potencia,
pues algunos piden pruebas del voto a sus familiares). La voluntariedad de la relación,
de este modo, se crea desde su negación (es decir, expresarse como relación política).
Por las razones anteriores, hacerse familiar demanda cierta destreza para invocar
elementos en común, mientras que hacerse “cariñoso” determina cierta destreza para
que éste sea percibido como auténtico más que como un medio de poder. Mostrarse
eficaz, de igual manera, demanda la habilidad para prometer acelerar los caminos de
entrada al Estado o la directa solución de problemas de forma convincente para el
dirigente o vecino. En suma e hilándolo con perspectivas socioantropológicas sobre el
clientelismo, si un medio de poder se construye con base en la idea de “necesariedad”
del intermediario político para acceder al Estado (Auyero, 2001 ; Nuijten, 2003), se
necesitan más estudios para comprender las destrezas implicadas en esta labor. Por el

24
lado de los dirigentes vecinales, sus destrezas también merecen una especial atención,
pues personalizar la relación, establecer vínculos hacia arriba, granjear lealtades, a quién
pedir y cómo pedir el voto, requiere el conocimiento del vecino y los principios de la
relación que guían los intercambios en política.
Una destreza especialmente relevante, movilizada tanto por candidatos como por
electores en campaña, es la confianza. Ella permite que Ramón deposite en un grupo de
cercanos, con un grado razonablemente fiable de certidumbre (aunque, como vimos en
el caso de Constanza, a veces la confianza se “rompe”), hacer parte del trabajo político.
La confianza, también, lleva a los operadores a esperar de los vecinos la asistencia a las
reuniones con los candidatos o que voten de cierta manera. También, la invocan los
ciudadanos a los candidatos para señalar compromiso político. Este elemento ha sido
poco explorado en los estudios sobre clientelismo pues se supone, según numerosos
análisis, que son las amenazas por cortar provisiones, normas de reciprocidad o
beneficios del intercambio, lo que permite el sostenimiento de las relaciones clientelares
(Hopkin, 2006; Kitschelt y Wilkinson, 2012). De una hechura más escurridiza que estos
elementos, las maneras de construir, mantener y negociar la confianza, así como su
interacción las amenazas, normas de reciprocidad y beneficios esperados, merecen una
mayor manufactura en la comprensión de los momentos de la interacción sociopolítica.
El componente central atribuido al interconocimiento en este estudio, no
obstante, tendría que matizarse o problematizarse con campañas a otros niveles donde, a
mayor nivel de población, las relaciones cara a cara e interconocimiento se hacen más
difíciles, lo cual sienta un campo de discusión para investigaciones futuras. Aunque la
evidencia en ciudades pequeñas muestra la centralidad de los contactos cara a cara, la
evidencia permite suponer que en las escalas mayores de agregación los contactos cara a
cara siguen siendo fundamentales (Beltrán y Castro, 2019).
Por último, los repertorios y prácticas aquí mostradas no son muy diferentes de
las relaciones clientelares mostradas en otros contextos. Sin embargo, sí hay algunas
diferencias que vale hacer notar. El clientelismo observado en Chile es uno donde los
vínculos entre Estado y ciudadanía se nutren vía intermediarios que son funcionarios del
Estado o actores político-partidarios, a diferencia del contexto brasileño donde los
intermediarios son también traficantes de drogas (Desmond, 2007). También las
relaciones clientelares en Chile son menos contenciosas y de un talante menos colectivo
(es decir, que las demandas sean estipuladas colectivamente con un tono beligerante) de
lo observado en México (Hurtado, 2013) o Argentina (Auyero, Lapegna y Poma, 2008).

25
Conclusiones
El estudio del trabajo político, concluimos, representa una vía adecuada para traer el
análisis a la comprensión de la política vivida, dando centralidad a la relación
tensionante entre discursos y prácticas políticas en distintos escenarios, niveles y
momentos. Además, es útil para señalar cómo el mundo político-partidario no puede
entenderse sin ese sustrato interpersonal que le prefigura, y con ello actores que no solo
persiguen intereses desde una supuesta racionalidad instrumental sino también con
dimensiones morales y emotivas.
Este enfoque engarza bien con perspectivas socioantropológicas sobre el
clientelismo pues, en contraposición a perspectivas formalistas, ambas perspectivas
permiten explorar la dimensión cotidiana, situacional y relacional, del lazo
sociopolítico, introducir el punto de vista del actor con profundidad y fluidez (más allá
de concepciones normativas que reproducen estereotipos), así como revirar
explicaciones que se centran demasiado en los intereses como factor explicativo del
comportamiento político o que subsumen los fenómenos políticos a categorías
dicotómicas como las de clientelismo pasivo vs. ciudadanía activa, o dependencia vs.
autonomía. Además, permite lidiar metodológicamente con la ambigüedad, silencios,
aprendizajes, efectos no buscados, condicionantes situacionales, así como efectos de
poder, que caracterizan las relaciones sociales en general y las relaciones políticas en
particular.
En especial, el papel de las emociones resulta central en esta aproximación, pues
mucho de lo que se dirime en política (creer lo que dice tal o cual político, confiar en las
palabras de tal o cual dirigente) adquiere un tono emocional: los actores aquí
observados buscan modificar el comportamiento ajeno despertando emociones, como
cuando Ramón invocaba la familiaridad en las tallarinatas, de la misma manera que los
dirigentes invitaban a votar con base en el cariño. La relación entre afectos y política, a
partir del enfoque mostrado en este ensayo, también merece mayor consideración en
estudios futuros.
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26
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