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Una estrella fulgurante es una estrella poco luminosa de la secuencia principal que

despide llamaradas y sufre aumentos bruscos e impredecibles en su brillo, de unos


minutos a unas pocas horas de duración. Este incremento tiene lugar en todo el
espectro electromagnético, desde rayos X a ondas de radio.

Aunque las primeras estrellas fulgurantes pueden haber sido detectadas en 1924, las
primeras observaciones confirmadas se atribuyen al astrónomo Willem Jacob Luyten,
que descubrió espectros variables en dos estrellas enanas, V1396 Cygni y AT
Microscopii. Sin embargo, no sería hasta 1948 que se descubrió la estrella
fulgurante más conocida, UV Ceti. Se observó en muy poco tiempo un incremento de 4
magnitudes en el brillo de la estrella y un aumento de la temperatura a 10.000 K
desde los 2700 K iniciales, volviendo a la normalidad en menos de un día. Hoy, este
tipo de estrellas variables también son conocidas como variables UV Ceti.1

Historia

Impresión artística de la enorme llamarada de EV Lacertae.


Desde su detección en el espectro visible, las estrellas fulgurantes también se han
estudiado en un rango amplio de longitudes de onda, desde rayos X a ondas de radio.
Las llamaradas en rayos X fueron detectadas por primera vez en 1975 en las
estrellas UV Ceti e YZ Canis Minoris.2 El número de estrellas fulgurantes ha ido
aumentando con el tiempo: el General Catalogue of Variable Stars (GCVS) registra
actualmente 1620 estrellas del tipo UV Ceti (UV) o del tipo UV Ceti + Nebular
(UVN).

En 2004 se registró una gran erupción en la estrella GJ 3685A que aumentó su brillo
unas 10.000 veces, en un llamarada de 20 minutos de duración.3 Incluso para este
tipo de estrellas, su intensidad fue anormalmente alta. Igualmente, en 2008 se
observó una enorme erupción en la estrella EV Lacertae, miles de veces más grande
que la mayor erupción observada en el Sol.

Características físicas.

Las estrellas fulgurantes siempre son enanas rojas de tipos espectrales M y K-


tardíos, correspondientes a temperaturas entre 2500 y 4000 K, con una masa
comprendida entre 0,1 y 0,6 masas solares. Frecuentemente presentan líneas de
emisión detectables de hidrógeno y calcio en su espectro, indicando actividad
cromosférica. Estudios recientes indican que también las enanas marrones pueden ser
fulgurantes, si bien hay pocos datos al respecto. Además, en nueve estrellas
análogas solares se han observado llamaradas similares a las de las estrellas
fulgurantes.5 Se ha propuesto que el mecanismo puede ser similar al de las
variables RS Canum Venaticorum, siendo las llamaradas inducidas por un objeto
acompañante, un planeta joviano invisible en una órbita cercana.6

La variabilidad en las estrellas fulgurantes se caracteriza por un aumento rápido,


irregular y de gran amplitud en el brillo estelar, seguido de un descenso mucho más
suave (de minutos a horas) hasta el nivel normal. Las mayores variaciones tienen
lugar en el extremo azul del espectro visible. También se han observado incrementos
en las regiones de ondas de radio y rayos X del espectro, que no coinciden
necesariamente con los del espectro visible.1

Se piensa que las llamaradas en las estrellas fulgurantes son análogas a las
erupciones solares, pero con algunas diferencias importantes. Por una parte, las
estrellas fulgurantes son intrínsecamente débiles en luz visible, especialmente en
longitudes de onda cortas. Por ello, la erupción eleva drásticamente la luminosidad
en el rango ultravioleta-azul. En segundo lugar, el tamaño de las erupciones puede
tener un tamaño significativo en comparación con la propia estrella, mientras que
en el Sol están limitadas a unos pocos miles de km.1

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