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Germán Umaña Mendoza / Profesor Universidad Nacional

La trampa bilateral y el TLC


http://www.portafolio.com.co/hist_imp/porta_secc/porta_opin/2005-12-
01/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_PORTA-2635584.html

La débil integración de América Latina, los inexistentes progresos en lo


multilateral y el chantaje unilateral, prepararon el escenario para el
bilateralismo. Colombia, al optar por ese camino, se alejaría de una inserción
equilibrada y simétrica en el contexto de la globalización. E.U. lograría los
objetivos de eliminar restricciones al capital y comprometer jurídicamente a
Colombia en solución de diferencias: supranacionales, vinculantes y
obligatorias. Se limitaría el control de capitales, se protegería irracionalmente la
inversión extranjera de cambios legislativos, de aceptarse figuras draconianas
como las del preestablecimiento, la expropiación indirecta y la anulación y
menoscabo. Lo anterior simplemente implicaría aceptar la propuesta bien
conocida del acuerdo multilateral de inversiones ‘AMI’, a lo cual se opusieron
los países en desarrollo.

En propiedad intelectual se ampliarían las restricciones al libre comercio. Se


afectarían derechos fundamentales en salud, educación y cultura. Aumentarían
los plazos en patentes, derechos de autor y se daría mayor protección a las
multinacionales farmacéuticas, agroquímicas y de información. Se fortalecerían
los mecanismos de control a la piratería. Poco se incluiría en la práctica en
aspectos como la protección a los conocimientos tradicionales y el control de la
biopiratería. Se negociaría mayor apertura y ventajas a las inversiones
foráneas en telecomunicaciones y servicios financieros. Lo que se limitaría,
sería la libre circulación de servicios empresariales y personales. Nada en
migraciones. En políticas públicas se mantendrían las restricciones y, en
compras estatales, muchos de los estados norteamericanos no formarían parte
del tratado.

La liberalización agropecuaria profundizaría la asimetría, puesto que se


mantendrían los subsidios a los agricultores estadounidenses y se
consolidarían las barreras no arancelarias. Eso sí, se eliminarían los pocos
mecanismos de protección existentes en Colombia, como las franjas de precios
y se limitaría el uso de la salvaguardia agropecuaria. En bienes industriales,
con suerte, se alcanzaría lo que ya nos ha sido otorgado en el Atpdea, mientras
que se concedería un trato equivalente a las exportaciones norteamericanas.

No habría una normativa supranacional que ayude a frenar los abusos en la


aplicación de las leyes antidumping ni a controlar excesos en la posición
dominante de mercados.

En lo pertinente a derechos ambientales y laborales se perdería de vista la


dimensión social de la integración que implique el respeto de los derechos
fundamentales en la zona de libre comercio y no solo el respeto a las leyes y
los acuerdos internacionales suscritos en los ámbitos nacionales y,
únicamente, se establecería la relación entre comercio y derechos laborales,
que parecería conducir al control de los denominados ‘dumping social y
ambiental’, con efectos simplemente proteccionistas a favor de los trabajadores
norteamericanos.

En cuanto a la integración andina, se perdería definitivamente la opción de


consolidar mercado común, se perforaría la unión aduanera y se pondría en
riesgo lo que hasta ahora se había logrado en aspectos tales como: inversión,
propiedad intelectual y política agropecuaria común y habrá una evidente
superposición normativa, lo que significará a su vez variaciones importantes en
las relaciones económicas y comerciales con el segundo socio comercial de
Colombia: Venezuela, que además ya ha manifestado su intención de ser
parte, como miembro pleno, del Mercosur.

No es bueno llamarse a engaño, aunque se guarda celosamente la


confidencialidad de los textos, la mayoría de los aspectos aquí tratados ya se
encuentran negociados. Se renunciaría con el TLC a la soberanía, sin que ello
haya sido resultado de la autodeterminación y participación ciudadana. Nos
conduciría a la trampa bilateral que nos alejará de la globalización y de la
integración regional. Sería un tratado de protección de inversiones, no de libre
comercio. Es allí donde se encuentra la verdadera falacia. ¿Aprobarlo sería
transparente, legítimo, legal o Constitucional?

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