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Lengua y Literatura 7 Básico

Evaluación Lección 1

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Código de la
no estás completamente seguro(a) de tu respuesta. evaluación.

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y pregunta al profesor o a la profesora.

Para contestar
las preguntas de en el primer pár
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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 1 a 6.

El almohadón de plumas
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido
heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces se estremecía
cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de
Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a
conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e
incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso
—frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio
encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes,
afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos
hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por
echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer
pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente
días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo
de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la
mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello.
Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia.
Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin
moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El
médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran
debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy, llámeme
enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Se constató una anemia de marcha agudísima,
completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la
muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Se
pasaban horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con
toda la luz encendida. Se paseaba sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación.
La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén
a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no
hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó
de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se
perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
—¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de
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estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.

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Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los
dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa,
desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta
Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La
observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
—Pst… —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio… poco hay que
hacer…
—¡Solo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre
en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía
lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de
sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón
de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover
la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores
crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban
dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces
continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la
casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los
eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato
extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados
del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquel, lívida y
temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho  —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor
Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un
grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el
fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso,
una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca
—su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquella, chupándole la sangre. La picadura era casi
imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero
desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches,
había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas
condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y
no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Horacio Quiroga, El almohadón de plumas.
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1 A partir de la lectura, ¿qué rasgo describe mejor a Jordán?
A. Severo.
B. Extraño.
C. Indiferente.
D. Impaciente.

2 ¿Cómo era la relación entre Alicia y Jordán?


A. Amorosa.
B. Contenida.
C. Respetuosa.
D. Apasionada.

3 En un comienzo, ¿por qué la enfermedad de Alicia avanzaba solo durante la noche?


A. Porque en el día era sacada al jardín.
B. Porque en el día era cuidada por Jordán.
C. Porque en el día el almohadón era removido.
D. Porque en el día el animal se mantenía dormido.

4 ¿Qué anticipaban las alucinaciones de Alicia?


A. El lugar en que moriría.
B. La fecha de su muerte.
C. El modo en que moriría.
D. La causa de su muerte.

5 Luego de la muerte de Alicia, ¿qué descubrimiento hizo la sirvienta?


A. Unas manchas de sangre en el almohadón.
B. Unos pequeños orificios en la funda del almohadón.
C. El hueco que dejó la cabeza de Alicia en el almohadón.
D. La presencia de un animal monstruoso dentro del almohadón.

6 Finalmente, ¿qué causó la muerte de Alicia?


A. La demencia.
B. La depresión.
C. La influenza.
D. La anemia.
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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 7 a 11.

Los gatos de Ulthar


Se dice que en Ulthar, que se encuentra más allá del río Skai, ningún hombre puede
matar a un gato; y ciertamente lo puedo creer mientras contemplo a aquel que descansa
ronroneando frente al fuego. Porque el gato es críptico, y cercano a aquellas cosas extrañas
que el hombre no puede ver. Es el alma del antiguo Egipto, y el portador de historias de
ciudades olvidadas en Meroe y Ophir. Es pariente de los señores de la selva, y heredero de
los secretos de la remota y siniestra África. La Esfinge es su prima, y él habla su idioma; pero
es más antiguo que la Esfinge y recuerda aquello que ella ha olvidado.
En Ulthar, antes de que los ciudadanos prohibieran la matanza de los gatos, vivía un viejo
campesino y su esposa, quienes se deleitaban en atrapar y asesinar a los gatos de los
vecinos. Por qué lo hacían, no lo sé; excepto que muchos odian la voz del gato en la noche,
y les parece mal que los gatos corran furtivamente por patios y jardines al atardecer. Pero
cualquiera fuera la razón, este viejo y su mujer se deleitaban atrapando y matando a cada
gato que se acercara a su cabaña; y, a partir de los ruidos que se escuchaban después de
anochecer, varios lugareños imaginaban que la manera de asesinarlos era extremadamente
peculiar. Pero los aldeanos no discutían estas cosas con el viejo y su mujer; debido a la
expresión habitual de sus marchitos rostros, y porque su cabaña era tan pequeña y estaba
tan oscuramente escondida bajo unos desparramados robles en un descuidado patio
trasero. La verdad era, que por más que los dueños de los gatos odiaran a estas extrañas
personas, les temían más; y, en vez de confrontarlos como asesinos brutales, solamente
tenían cuidado de que ninguna mascota o ratonero apreciado, fuera a desviarse hacia
la remota cabaña, bajo los oscuros árboles. Cuando por algún inevitable descuido algún
gato era perdido de vista, y se escuchaban ruidos después del anochecer, el perdedor se
lamentaría impotente; o se consolaría agradeciendo al Destino que no era uno de sus hijos
el que de esa manera había desaparecido. Pues la gente de Ulthar era simple, y no sabía de
dónde vinieron todos los gatos.
Un día, una caravana de extraños peregrinos procedentes del Sur entró a las estrechas y
empedradas calles de Ulthar. Oscuros eran aquellos peregrinos, y diferentes a los otros
vagabundos que pasaban por la ciudad dos veces al año. En el mercado vieron la fortuna a
cambio de plata, y compraron alegres cuentas a los mercaderes. Cuál era la tierra de estos
peregrinos, nadie podía decirlo; pero se los vio entregados a extrañas oraciones, y que
habían pintado en los costados de sus carros extrañas figuras, de cuerpos humanos con
cabezas de gatos, águilas, carneros y leones. Y el líder de la caravana llevaba un tocado con
dos cuernos, y un curioso disco entre los cuernos.
En esta singular caravana había un niño pequeño sin padre ni madre, sino con solo un
gatito negro a quien cuidar. La plaga no había sido generosa con él, mas le había dejado
esta pequeña y peluda cosa para mitigar su dolor; y cuando uno es muy joven, uno puede
encontrar un gran alivio en las vivaces travesuras de un gatito negro. De esta forma, el
niño, al que la gente oscura llamaba Menes, sonreía más frecuentemente de lo que lloraba
mientras se sentaba jugando con su gracioso gatito en los escalones de un carro pintado de
manera extraña.
Durante la tercera mañana de estadía de los peregrinos en Ulthar, Menes no pudo encontrar
a su gatito; y mientras sollozaba en voz alta en el mercado, ciertos aldeanos le contaron del
viejo y su mujer, y de los ruidos escuchados por la noche. Y al escuchar esto, sus sollozos
dieron paso a la reflexión, y finalmente a la oración. Estiró sus brazos hacia el sol y rezó en
un idioma que ningún aldeano pudo entender; aunque no se esforzaron mucho en hacerlo,
pues su atención fue absorbida por el cielo y por las formas extrañas que las nubes estaban
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asumiendo. Esto era muy peculiar, pues mientras el pequeño niño pronunciaba su petición,
parecían formarse arriba las figuras sombrías y nebulosas de cosas exóticas; de criaturas

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híbridas coronadas con discos de costados astados. La naturaleza está llena de ilusiones
como esa para impresionar al imaginativo.
Aquella noche los errantes dejaron Ulthar, y no fueron vistos nunca más. Y los dueños de
casa se preocuparon al darse cuenta de que en toda la villa no había ningún gato. De cada
hogar el gato familiar había desaparecido; los gatos pequeños y los grandes, negros, grises,
rayados, amarillos y blancos. Kranon el Anciano, el burgomaestre, juró que la gente siniestra
se había llevado a los gatos como venganza por la muerte del gatito de Menes, y maldijo a
la caravana y al pequeño niño. Pero Nith, el enjuto notario, declaró que el viejo campesino y
su esposa eran probablemente los más sospechosos; pues su odio por los gatos era notorio
y, con creces, descarado. Pese a esto, nadie osó quejarse ante la dupla siniestra, a pesar de
que Atal, el hijo del posadero, juró que había visto a todos los gatos de Ulthar al atardecer en
aquel patio maldito bajo los árboles. Caminaban en círculos lenta y solemnemente alrededor
de la cabaña, dos en una línea, como realizando algún rito de las bestias, del que nada se
ha oído. Los aldeanos no supieron cuánto creer de un niño tan pequeño; y aunque temían
que el malvado par había hechizado a los gatos hacia su muerte, preferían no confrontar al
viejo campesino hasta encontrárselo afuera de su oscuro y repelente patio.
De este modo Ulthar se durmió en un infructuoso enfado; y cuando la gente despertó al
amanecer ¡he aquí que cada gato estaba de vuelta en su acostumbrado fogón! Grandes y
pequeños, negros, grises, rayados, amarillos y blancos, ninguno faltaba. Aparecieron muy
brillantes y gordos, y sonoros con ronroneante satisfacción. Los ciudadanos comentaban
unos con otros sobre el suceso, y se maravillaban no poco. Kranon el Anciano nuevamente
insistió en que era la gente siniestra quien se los había llevado, puesto que los gatos no
volvían con vida de la cabaña del viejo y su mujer. Pero todos estuvieron de acuerdo en
una cosa: que la negativa de todos los gatos a comer sus porciones de carne o a beber de
sus platillos de leche era extremadamente curiosa. Y durante dos días enteros los gatos de
Ulthar, brillantes y lánguidos, no tocaron su comida, sino que solamente dormitaron ante el
fuego o bajo el sol.
Pasó una semana entera antes de que los aldeanos notaran que, en la cabaña bajo los
árboles, no se prendían luces al atardecer. Luego, el enjuto Nith recalcó que nadie había
visto al viejo y a su mujer desde la noche en que los gatos estuvieron fuera. La semana
siguiente, el burgomaestre decidió vencer sus miedos y llamar a la silenciosa morada, como
un asunto del deber, aunque fue cuidadoso de llevar consigo, como testigos, a Shang, el
herrero, y a Thul, el cortador de piedras. Y cuando hubieron echado abajo la frágil puerta
solo encontraron lo siguiente: dos esqueletos humanos limpiamente descarnados sobre
el suelo de tierra, y una variedad de singulares insectos arrastrándose por las esquinas
sombrías.
Posteriormente hubo mucho que comentar entre los ciudadanos de Ulthar. Zath, el forense,
discutió largamente con Nith, el enjuto notario; y Kranon y Shang y Thul fueron abrumados
con preguntas. Incluso el pequeño Atal, el hijo del posadero, fue detenidamente interrogado
y, como recompensa, le dieron una fruta confitada. Hablaron del viejo campesino y su
esposa, de la caravana de siniestros peregrinos, del pequeño Menes y de su gatito negro, de
la oración de Menes y del cielo durante aquella plegaria, de los actos de los gatos la noche
en que se fue la caravana, o de lo que luego se encontró en la cabaña bajo los árboles, en
aquel repugnante patio.
Y, finalmente, los ciudadanos aprobaron aquella extraordinaria ley, la que es referida por
los mercaderes en Hatheg y discutida por los viajeros en Nir, a saber, que en Ulthar ningún
hombre puede matar a un gato.
Howard Phillips Lovecraft, Los gatos de Ulthar.
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7 ¿Qué sentimiento provocaba la pareja de ancianos en los habitantes del pueblo?
A. Rabia.
B. Temor.
C. Respeto.
D. Indiferencia.

8 Cuando los peregrinos llegan al pueblo, son descritos como personas:


A. oscuras.
B. salvajes.
C. sociables.
D. embusteras.

9 ¿Qué sucedió inmediatamente después de la desaparición del gato de Menes?


A. Los demás gatos del pueblo desaparecieron misteriosamente.
B. El anciano Kranon culpó del hecho a la caravana de peregrinos.
C. Los peregrinos abandonaron el pueblo para nunca más regresar.
D. El niño comenzó a rezar en un idioma que los aldeanos desconocían.

10 ¿Qué personaje vio a los gatos del pueblo justo antes de que desaparecieran?
A. Shang, el herrero.
B. Kranon, el Anciano.
C. Atal, el hijo del posadero.
D. Thul, el cortador de piedras.

11 ¿Por qué los gatos no tenían hambre cuando regresaron al pueblo?


A. Porque estaban envenenados.
B. Porque estaban hechizados.
C. Porque estaban satisfechos.
D. Porque estaban asustados.

Lee el siguiente texto y responde las preguntas 12 a 15.

Museo “El Miedo”: un sitio solo apto para valientes


Como buscamos presentar sitios especiales para todos los gustos, también les hemos dado
el lugar a los lugares más escalofriantes que pueden visitar los turistas valientes, como el
Museo Warren, la Mansión Winchester, entre muchos otros sitios, donde se pone muy en
juego el terror y miedo. Pues hoy queremos presentarte otra opción de sitio terrorífico a
visitar: hoy presentamos el Museo “El Miedo”.  
Ya el nombre de este museo nos avisa qué nos puede estar esperando dentro. Se
encuentra en México, y es altamente recomendado a los turistas valientes, que se divierten
poniendo en juego su adrenalina, originada por el miedo que corre por sus venas. Y
es que en este museo encontrarás toda clase de exposiciones que buscan despertar el
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miedo. En dicho lugar se considera que el miedo es algo que siempre estuvo presente en
el mundo, y por ello han querido demostrar y reunir los típicos y clásicos miedos en un sitio.

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Pues bien; en este museo encontrarás muñecos, carteles, imágenes, estampas y toda clase
de objetos que representan los clásicos miedos de las personas. La muerte, los lobos,
las brujas, los demonios, el diablo, las sirenas, los vampiros, los centauros, otros seres
mitológicos, y toda clase de protagonistas que, generalmente, asustan a las personas,
se representan en este museo en particular. Por todo ello, entenderás que en este sitio
realmente sentirás el miedo correr por tus venas, más aún si sufres de terror o miedo a
alguno de los personajes que te hemos mencionado.
Como imaginarás, no es el sitio más recomendado para acudir con niños, ya que ellos se
asustan allí con facilidad; más aún, no es el mejor museo para los turistas o visitantes que
no disfrutan de que el miedo corra por sus venas. Pero si tú eres de los que se entretienen
con temáticas extrañas y adoras sentir el miedo en tu cuerpo, este museo será excelente
para ti.
Un dato importante: el museo abre sus puertas de martes a domingo, en un horario que
oscila entre las 10 a.m y las 18 p.m. ¿Qué esperas para visitarlo? ¡El Museo “El Miedo” te
está esperando! 
Gisella Zarza, Museo ‘El Miedo’: un sitio solo apto para valientes.

12 ¿Cuál es el propósito del texto leído?


A. Convencer a los lectores de visitar el Museo “El Miedo”.
B. Informar a los lectores acerca de diferentes lugares que producen miedo.
C. Educar a los lectores respecto de los museos temáticos más importantes.
D. Advertir a los lectores sobre las consecuencias de llevar niños a estos lugares.

13 ¿A quiénes está dirigido el texto leído?


A. A padres de familia.
B. A turistas de todo el mundo.
C. A niños de todas las edades.
D. A los ciudadanos mexicanos.

14 ¿Cuál de las siguientes opciones representa una opinión de la autora del texto?
A. “El museo se encuentra en México”.
B. “El museo abre sus puertas de martes a domingo”.
C. “En este museo encontrarás muñecos, carteles, imágenes”.
D. “En este sitio realmente sentirás el miedo correr por tus venas”.

15 ¿Cuál es el tono utilizado por la autora del texto?


A. Formal.
B. Familiar.
C. Científico.
D. Didáctico.
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Hoja de respuestas

Nombre Curso

Número de lista
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Primer dígito →

Segundo dígito →

1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
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10
Hoja de notas

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