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Las mujeres en el Islam

Dorothea Ortmann
El mundo musulmán es más complejo de lo que uno cree. La prensa, cuya función es de
informarnos, muchas veces confirma más bien estereotipos en vez de erradicarlos y no
ayuda en entender a fondo los conflictos actuales. Quien por ejemplo se hubiera imaginado
que una mujer como ulema (autoridad teológica) pudiera guiar la oración del viernes en
Kapstadt de Sudáfrica o en El Cairo ante una multitud que incluye tanto hombres como
mujeres. Pero no obstante de estos logros, no podemos negar que existen todavía problemas
graves de derechos para las mujeres en sociedades islámicas. Lo que nos hace falta es un
conocimiento exhaustivo para identificar las causas para ello y adquirir la actitud que los
únicos que pueden solucionar estas deficiencias deben ser las mismas mujeres involucradas.
Así que, nuestra función sería sensibilizar al público interesado en el tema para entender
que las cosas no son tan desesperanzadoras como uno generalmente cree. Como la relación
entre occidente y el Islam es actualmente muy conflictiva, cualquier acercamiento a uno de
sus temas claves corre peligro de ser desfigurado, por ello se requiere conocimientos
amplios y el hábito de ubicar los hechos en cuestión en su contexto histórico. Aun así uno
puede perderse en los prejuicios que están presentes hasta en la misma literatura
especializada, lo que impide, según intelectuales islámicos y conocedores de la cultura
occidental, acercarnos de manera equilibrada vinculado con una buena voluntad a asuntos
de las sociedades musulmanas.
El crítico literario palestino, Edward Said, afirma por ejemplo, que los occidentales recién
comienzan a interesarse de verdad por el Islam y les cuesta a entenderlo bien, la historia del
occidente para estudiar al Islam está lleno de malentendidos como él comprueba en su libro
“Orientalismo”.1 En la misma línea argumenta el historiador iraní, Seyyed Hossein Nasr,
quien sostiene que la percepción de occidente sobre los derechos de la mujer no es correcta.
No se considera en ella los muchos factores éticos y sociales que influyen sobre la situación
de las familias, aunque no niega que existen situaciones trágicas. 2 Dentro del mismo mundo
islámico hay debates importantes sobre la protección de la mujer, la posibilidad del
divorcio y qué hacer en contra al maltrato de las mujeres. En muchos países islámicos se
han instalado tribunales de familia para tratar hacer justicia según el espíritu y la ley del
1
Véase Said, Edward, El orientalismo, Madrid, Siglo XXI,
2
Véase Nasr, Seyyed Hossein, El corazón del Islam, p. 206
Corán en lugar de las costumbres vigentes.3 Según la abogada iraní, Shirin Ebadi, ganadora
del Premio Nobel de la Paz del año 2002, el debate sobre el uso del velo no es lo más
urgente referido a los derechos para las mujeres musulmanas, sino más bien, la pregunta de
cómo ellas puedan obtener acceso pleno a los derechos civiles. Por ejemplo, la elección
autónoma del marido, determinar la edad para el matrimonio, además el derecho para el
divorcio, el derecho de poder salir del país sin el permiso del marido, etc. 4 Los ejemplos
presentados por Ebadi demuestran la diferencia lo que occidente coloca como urgencia y lo
que las mismas mujeres musulmanas sienten como lo primordial.
Para ubicar los puntos claves del debate vigente presentamos ahora un breve recorrido
histórico acerca de las reglas del matrimonio y el rol de los miembros de la familia, sobre
todo las que corresponden a las mujeres en las sociedades islámicas. Como en todas las
sociedades tradicionales la mujer era subordinada al hombre, primero a su padre y luego a
su marido. El Islam surge en el siglo VII e. c. cuando las tribus beduinos de la Península
arábiga comenzaron a transitar hacia una sociedad feudal con formas económicas
precapitalistas. La adherencia al Islam permitió a las tribus en un primer momento su
unificación y la pacificación entre ellas, pero como dicho proceso se dio sobre las
estructuras patriarcales, todo el resto de la sociedad también tomó forma patriarcal.
El matrimonio es obligatorio para cada joven porque la familia es la base de la sociedad.
Una vez casado, el varón es el amo de su casa y todos los bienes, inclusive los miembros de
la familia están bajo su dominio. El matrimonio no goza estatus de sacralidad, sino es un
contrato que acuerdan las dos familias involucradas. Aun cuando se estima la mujer y se
aprecia sus dones se la ve como un ser moral inferior además con reducida capacidad
mental, su sexualidad debe ser controlada y regulada por el marido para el benéfico de la
sociedad. Las antiguas culturas precursoras del Islam contemplaban la vida sexual de
manera positiva, el goce sexual no está sancionado como se lo conoce en el cristianismo,
pero si es reconocido como poder que puede distraer o influir sobre una persona, por esta
razón se habla del demonio de amor y se insiste que las mujeres sean recluidas o se realiza
en algunos países, como en Egipto o en el Sudan, por ejemplo, la ablación de las
muchachas antes de entrar a la pubertad. Esta práctica, de origen preislámica, no se realiza

3
Ibídem
4
Aminpur, Katajun, Gott ist mit den Furchtlosen. Schirin Ebadi-Die Friedensnobelpreisträgerin und der
Kampf um die Zukunft Irans., p. 58/59
en todos los países musulmanes. Por tratarse de una mutilación de los órganos genitales de
la mujer es objeto de crítica, sobre todo en círculos feministas, pero hasta hoy aceptado por
una gran mayoría de las mujeres. La fundamentación para aquella práctica es según un
hadith (un dicho del profeta) la fuerza seductiva de la mujer que es entendida como
provocación que puede generar un desorden social y esto es finalmente la razón porque se
separa a las mujeres de las miradas de todos.5 Ser casado es considerado la forma adecuado
de vida tanto para el varón como para la mujer porque es parte de cumplir la sharia, la ley
sagrada. Solamente entre los místicos musulmanes, los llamados sufiés, se conoce el
celibato. Lo que si se considera para la vida conyugal es la abstinencia antes del
matrimonio y la suspensión de relaciones durante días de ayuno en el mes del Ramadan u
otras épocas del ayuno.
Al comienzo del surgimiento del Islam las mujeres eran más activos en la búsqueda de sus
futuros esposos. Por causa de permanentes guerras entre las tribus beduinos se produjo una
escasez de varones por esta razón un hombre podía tener varias mujeres. Como la
competencia entre ellas ha sido fuerte para atraer al marido, el arte de seducir era altamente
desarrollado. Esto tenía como consecuencia que las mujeres se acostumbraban a tomar la
iniciativa. En la época del comienzo del Islam no hubo mayor problema con este
comportamiento, además se produjo un vivo intercambio de ideas e influencias con las
culturas precursoras del Islam, lo que hacía de las sociedades musulmanas sociedades
dinámicas entre los siglos IX y XIII. Recién cuando el Islam se vuelve religión dominante,
y después de la crisis del siglo XIV, que incentivaba una actitud de estancamiento, el Islam
como forma de gobierno y la teología islámica se tornan rígidos. A partir de ahora se insiste
que los hombres deben dedicar una buena parte de su tiempo a las oraciones diarias.
Además de ello se reglamenta que las mujeres deben comportarse en la vida pública
decentemente y no exponer sus encantos a alguna mirada que no sea la de su marido, esa es
la razón porque tiene que cubrir su rostro y todo su cuerpo con un velo.
No obstante de ello, observamos diferencias en el rigor con el cual se implementaba
aquellos preceptos, las mujeres de los estratos altos urbanos deberían cumplirlos con mayor
rigor que las mujeres campesinas pobres. Los preceptos estrictos que finalmente llevan al
reclutamiento de las mujeres dentro de la casa recién se hacen vigentes para las mujeres

5
Véase Ayubi, Nazih, El Islam político. Teorías, tradición y rupturas, Barcelona, Ed. Bellaterra, 2000, p. 63
adineradas, porque no se les permite que se expongan ante la mirada de hombres extraños.
Las mujeres del campo eran trabajadoras que labraban las chacras, huertas, viñas u olivares,
lo que no les permitió mantenerse por completo cubiertas y recluidas, así tan estricto y
rígido como parece nunca se cumplieron los preceptos para las mujeres en su totalidad.
Según el Corán existe potencialmente igualdad entre hombre y mujer, porque Alá considera
al hombre y la mujer por igual, los dos deben de cumplir con los preceptos y él los va a
juzgar según sus méritos adquiridos.6 Pero, obviamente existen reglas diferentes que rigen
la vida para las mujeres y para los hombres, y son ellas que provocan ahora la suspicacia
del observador contemporáneo, porque se revertieron los logros ya obtenidos en la igualdad
social entre hombre y mujer.7
Si uno lee autores modernos del mundo islámico que tienen al mismo tiempo experiencia
de vivencia en sociedades capitalistas actuales, se da cuenta que el malentendido en el trato
sobre al tema del rol de las mujeres en sociedades musulmanes tiene entre otro su origen en
el método de acercarse al tema porque en su mayoría está empleado de manera
fenomenológica y aleatoria. Por ejemplo, Seyyed Nasr afirma que no es nada raro que en
una familia musulmana la madre pueda ser un personaje autoritario y capaz de someter a
toda la familia bajo su mando, inclusive a su marido, y que ella no necesariamente es dócil
o sometida por él. Como también existen casos de mujeres maltratadas, sin posibilidad de
huir de su marido como en cualquier otra sociedad que conocemos, eso no sería nada
especifico de sociedades musulmanas. El problema en todo ello es, que según nuestro
parecer el método de comparar entre casos no nos trae resultados satisfactorios. Debemos
ver cuáles son los lineamientos para el funcionamiento de la sociedad y ubicar la función
que juegan en ella las mujeres, considerándolo así nos damos cuenta de la falta de
posibilidades iguales para las mujeres en comparación con los hombres. Obviamente
ningún investigador sobre el Islam niega las reglas diferentes para hombres y mujeres, pero
ellas son justificadas con exigencias específicas de cada género, la igualdad entre los
géneros no implica que las dos cumplan la misma función. Para Seyyed Nasr no es nada
favorable que una mujer trabaje todo el día fuera de la casa en vez de dedicarse a sus hijos
para educarlos bien. Como la familia es el núcleo de la sociedad, ella cumple con un bien
social en asumir aquella tarea. En el fondo se reduce la mujer a su función reproductiva y
6
Véase Nasr, Seyyed Hossein, El corazón del Islam, p. 212; véase además El Corán, Azora 40,40
7
Véase Armstrong, Karen, Una historia de Dios. p.
eso es lo que es cuestionado por los movimientos reivindicativos. En casos que existe
mutuo acuerdo en dividir el trabajo de esta manera, aparentemente todo va bien, pero el
desarrollo personal de un individuo está vinculado con su actividad laboral y su función
social como ama de casa es mucho más limitada que trabajando en un lugar público,
además de depender económicamente completamente de su marido, lo que influye de
manera determinante sobre el autoestima.
Hay consenso entre los autores que las familias eran las unidades más pequeñas y jugaban
un rol importante como entidades de producción. La separación entre la casa como lugar de
producción y los centros de trabajo es visto como una desgracia que tiende a esclavizar a
las mujeres, cuyo ámbito natural sería la casa y la dedicación a los niños. Esta
argumentación también es empleada por los estratos conservadores de los teólogos
islámicos y nos demuestra que el problema de fondo en los conflictos actuales no es
necesariamente el Islam como creencia religiosa, sino más bien la falta de estratégicas
alternativas a las nuevas formas económicas y sociales.
En las culturas islámicas no se dio el impacto de una ilustración filosófica que desafiaba a
la religión para reformularse y ponerse a la altura de su tiempo, así que con el
resurgimiento en los años noventa los círculos religiosos actuales se quedaron con un
discurso tradicionalista porque divulgaron la idea que la sociedad solamente se renueva
mediante un regreso a las formas vivenciales de la época del comienzo del Islam, pensando
que ello posibilitara una sociedad armónica y equilibrada.
Según nuestro parecer se han dado dos procesos paralelos: uno era la modernización y la
toma de conciencia de ejercer presión económica sobre el mercado mundial a partir de la
importancia del petróleo en los años 70 por parte de los países musulmanes y el otro era el
asumir formas capitalistas vinculado con estrategias de consumo tal como lo empleaban los
países capitalistas desarrollados, identificados como países occidentales. En el momento
cuando los gobiernos populares nacionalistas, surgidos después de la independencia, fueron
reemplazados por gobiernos conservadores, el factor religioso cobró otra vez vigencia y se
vuelve último baluarte de una identidad cultural diferente a la de los países desarrollados
capitalistas. El regreso a la religión sirve ahora como factor de unificación nacional,
implicando la renuncia de derechos ya obtenidos para las mujeres, así como regresar a las
formas conservadoras de la vida familiar.
Pero es obvio, que la familia como institución social no se ha mantenido estable, ella fue
sometida también en sociedades islámicas a cambios. Su mayor desafió actualmente es la
fuerte migración de la población rural hacia las ciudades grandes. Allí las familias
tradicionales se han reducidas a las familias núcleo, ahora el cuadro respecto a la rigidez en
el cumplimiento de las reglas se ha invertido: la costumbre de la separación de las mujeres
o cubrirse el cuerpo por completo con un velo se cumplen con mayor rigor en regiones
rurales, mientras que en las ciudades grandes se maneja un comportamiento más liberal.
Después de la revolución del año 1979 se ha proclamado para las mujeres en el Irán la
necesidad de regresar a las normas dictadas por la ley sagrada, porque cumplir los antiguos
preceptos es entendido como único remedio para los males de la vida moderna,
íntimamente vinculada con la falta de respeto a los preceptos tradicionales. Pero la actual
ola conservadora hostil a las mujeres en el mundo musulmán no es simplemente una
tendencia regresiva hacia el tradicionalismo, sino se lo puede interpretar como una
resistencia contra cambios de la estructura de la sociedad. La llegada de ideas modernas no
es interpretada como acompañante de los cambios sociales, producto de un capitalismo
insipiente, sino se lo interpreta como proceso de occidentalización que pone en peligro la
identidad cultural.
No obstante de presiones fuertes de observar los preceptos antiguos, se han constituidos
movimientos feministas reivindicadoras que reclaman la implementación de los derechos
de la mujer que le corresponden como cualquier otro ciudadano de su país. Los críticos
identifican aquellos movimientos como occidentales y seculares, mientras que las mismas
mujeres ven en ellos una necesidad para poder articular sus ideas acerca de su
autorrealización. El argumento que se emplea para relativizar la necesidad de aquellos
movimientos dice que en la historia había siempre mujeres sobresalientes que no se sentían
en desventaja ante los hombres. Ellas si han tenido la posibilidad de desarrollarse
plenamente como poetisas o intelectuales. La presencia de los movimientos feministas en
países islámicos reafirma según los escépticos más bien el temor que la cultura occidental
busca igualar las expresiones múltiples a partir de espacios de influencias. El feminismo
islámico no es visto como una manera apropiada de reclamo de derechos para la mujer, sino
por ser un movimiento secular, se lo rechaza como no adecuado para el Islam. Casi como
una confirmación que dentro de países musulmanes es difícil vivir como feminista se
observa que una gran parte de feministas islámicos de renombre no viven en su país de
origen, sino en el extranjero donde tratan de articularse, como lo hace Amina Wadud de
descendencia bérbero por ejemplo, que vive actualmente en los EE. UU. o Asra Nomani de
la India que reside desde hace algunos años también en los Estados Unidos, así como la
libanesa Azizah Y. al Hibri que es docente en la Universidad de Richmond.
Tanto Seyyed Nasr como Margot Badran se rehúsan de llamar los movimientos
reivindicativos para los derechos de las mujeres feminismo islámico, argumentado que
dichos movimientos se apoyan sobre una base mucho más amplia que solamente sobre el
Islam.8 Junto con el discurso reivindicativo por los derechos de la mujer aparecen
exigencias de los movimientos nacionalistas, la insistencia en la reinterpretación del Corán,
la lucha por los Derechos Humanos así como por la democracia, además el problema de la
aculturación, y quizás todo ello sería la razón porque no encaja en lo que comúnmente se
entiende bajo feminismo.

(Parte del Libro religión y mujer ed. por Dorothea Ortmann)

8
Véase Nasr, Seyyed H., El corazón del islam, p. 218; Badran, Margot, Islamischer Feminismus ist ein
weltweiter Diskurs, disponible en: http:/de.qantara.de/Islamischer-Feminismus-ist-ein-weltweiter-
Diskurs/795c99/index.html. consultado el 11.08.2011

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