Un poco de barniz progre. Aparentemente la igualdad de género se resuelve sumando dos números musicales para Jazmín y ya. Uno de ellos totalmente ridículo en el que anuncia lo que va a realizar inmediatamente después en la misma escena.
169. Dumbo (Tim Burton, 2019)
“Está mal, pero no tan mal. Ojo, está mal, pero no taaaan mal…” (Guido Kaczka) Hace años que no veíamos una película de Tim Burton que no solo nos indignara poco, sino que hasta pareciera tomar un buen rumbo en algunos momentos. Sí, desde el aspecto “””visual””” continúa su trabajo con la imagen plasticosa y eso dificulta el ingreso a la película, pero una vez que uno lo licencia la historia se va organizando bien y los personajes logran importarnos, no como sucediera en cosas como Dark Shadows donde todo daba lo mismo. Incluso vuelve a tomar como enemigo a personajes totalmente liberales como el que Michael Keaton encarna, dueño de Dreamland, un parque de diversiones alla Disney. A través de este personaje Burton recupera el gesto rebelde de criticar a Disney dentro de la misma empresa y hasta llega a incendiar el parque en la película. Hablamos de gesto porque solo se queda en eso: el incendio se sostiene sobre una lógica tan progre como el liberalismo que parecían combatir, ya que los héroes entran en la onda de “salven las ballenas” y la película comienza a volar bajo. Burton cae en el problema de “recuperar/rescatar/etcétera” el circo sin comprender que justamente ese elemento animal es importante para que el circo sea circo. O sea, termina eliminando o limpiando a las otredades que hacen a la identidad del circo (y que son parte de su herencia de los elementos de experiencias anteriores que nos comunicaban con lo trascendente) para que sea un puro espectáculo aceptable para la conciencia limpia del mundo de hoy. En lugar de poner el dedo en la llaga y que Dumbo sea feliz en el circo, elige la solución fácil de devolverlo a la vida salvaje. Vida que por otra parte no conoce y que podría llegar a ser más peligrosa que su estadía dentro de la familia Medici. En ese sentido, Burton toma su amada Freaks de Todd Browning y la rebaja al pensamiento políticamente correcto de hoy (ahí está el lugar del cine para Burton 2019: cuando tiene que representarlo en la película, lo muestra como un puro divertimento de feria y no en su plena potencia).
Little Odessa (James Gray, 1994)
The yards (James Gray, 2000)
Crawl (Alexandre Aja, 2019)
Lights out (David F. Sandberg, 2016)
Quizás lo más interesante sea el “mecanismo” de aparición de la criatura, algo que ya estaba en el cortometraje original y que ahora se encuentra hiperpulido. Pero en lo que respecta a la historia y su puesta en escena, veamos… sí, tenemos a una protagonista que fue “abandonada” y que también abandonó, que tiene dificultades para tomar responsabilidades y que por una vez en su vida debe hacerse cargo de algo, en este caso en la forma de su hermanito y de su madre “loca”. Esa toma de responsabilidad conlleva dolor y ese rito de pasaje implica una pérdida de alguien que se sacrifica. La cuestión está en cómo se trabaja esto en puesta. Si pensamos en Rebecca, la protagonista, vemos que todo es funcional a la trama como si se tratara de otro mecanismo más, como ese de las luces que determinan o no la aparición del monstruo. No sabemos de qué trabaja Rebecca o qué hace de su vida, cuáles son sus intereses o expectativas… aparecen por ahí unos tajos en sus brazos como único elemento que convoca un fuera de campo que no tiene carnadura, así como tampoco sabemos nada de su novio más allá que quiera mudarse con ella. Lo mismo sucede con su madre salvo que estuvo internada en una institución psiquiátrica y que su último esposo, al cual vemos morir al inicio, era un “empresario compasivo” (vaya uno a saber qué quiere decir) según un obituario. Ahora, conociendo la “explicación” del monstruo una vez finalizada la película, resulta muy difícil armar fuera de campo cómo es que llegaron a casarse y hasta tener un hijo. Una cosa es que todos los elementos tengan coherencia y encuentren su fundamento en el sentido de la película, otra muy distinta es esta diagramación ascética donde todo está organizado y limitado para poder llevar adelante las escenas de susto y ya.
First blood (Ted Kotcheff, 1982)
Inversión de mundos. Rambo viene a poner orden en un mundo invertido. Ese guerrero que fue a pelear por ellos es torturado en su propia casa así como lo fue en Vietnam. La “ley” de ese pueblo no tiene códigos, mientras que Rambo y sus compañeros sí tenían códigos en Vietnam. John trae eso que aprendió de la guerra, trae la guerra a casa y entonces el bosque se convierte en Vietnam y él se convierte en uno con el espacio. Los lleva para que experimenten eso que él vivió. La diferencia es abismal entre ese guerrero y los “weekend warriors”, tal como llama el villano de la película a la guardia civil que cree eliminar a Rambo. Este, como John McClane y tantos otros héroes, es aparentemente muerto y luego aparece resucitado, no sin antes atravesar cierto descenso, por supuesto (y además la película sucede durante Navidad). Ese viaje es una revelación trágica sobre su propio país. “¿Para esto combatí?” parece preguntarse. Como señala en un momento: “yo no me ofrecí, ustedes me llamaron”. Lo convirtieron en una máquina de matar totalmente descartable… ¿para sostener qué?