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ENCUENTRO: LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.

DON DE
CONSEJO

ENCUENTRO: Los dones del Espíritu Santo. Don de Consejo.


Todos los grupos se reúnen.
Monición ambiental.
Canto de entrada.
Proclamación de Mt 1, 18-24
Una palabra muy breve del presbítero.
Cada grupo se reúne por su propia cuenta.
Catequesis.
Oraciones espontaneas, Padre Nuestro, paz, y se concluye: "El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna", R. "Amen".

ORIENTACIÓN PARA EL ENCUENTRO


31/05
Monición ambiental:

Un muchacho que se llamaba Pablo era huérfano y vivía con sus


abuelos. Resultó que no tenían para pagar el recibo de la hipoteca y si
no lo pagaban tendrían que salir de su casa. Les hacían falta 20.000
euros y así terminar de pagar la casa y quitarse esa preocupación para
siempre.
Los abuelos de Pablo eran muy mayores y apenas podían andar y salir
a la calle, así que le dijeron a Pablo: “toma este anillo de tu abuela y
mira a ver cuánto te pueden dar por él.”
Entonces Pablo salió a la calle y preguntó a alguien que pasaba:
“Señor, ¿cuánto me da por este anillo?” Le respondió: “Pues… 1.000
euros.” Respondió Pablo: “No, gracias, no es bastante.” Entonces se
fue al padre de uno de sus amigos y le hizo la misma pregunta. Este
hombre le dijo: “Te doy… 5.000 euros.” Pablo dijo: “No es bastante,
necesito 20.000 euros.” Luego se fue al director de una empresa y le
ofreció el anillo, pero este ejecutivo dijo que solamente estaba
dispuesto a pagar 6.000 euros.
Desesperado, volvió a casa y les contó a sus abuelos lo que había
pasado. Pero estos le dijeron: “¿Has consultado a un joyero?” Pablo
dijo: “No.” Y sus abuelos entonces le animaron a que fuera a un joyero
del barrio.
Cuando el joyero vio el anillo abrió mucho los ojos y dijo: “¡Este anillo
vale por lo menos 50.000 euros! Fue fabricado por el joyero de la
Familia Real y solo hay tres anillos iguales a éste en todo el mundo.” Y
le entregó los 50.000 euros, gracias a lo cual pudieron pagar la deuda
y quedarse con la casa definitivamente. Sus abuelos le dijeron a
Pablo: “Cuando quieras saber el valor de una cosa, consulta al
experto.”
Pues el don de Consejo hace que nosotros no tengamos que preguntar
a nadie sobre lo que tenemos que hacer, sino que nos dejemos
aconsejar por Dios, que es el experto, el que sabe de verdad lo que
valen las cosas y por qué.
Y también sabe lo que vales tú y cuál es tu misión.
Muchas veces nos dejamos aconsejar por el primero que se nos
ocurre, y es un error. Porque puede haber amigos y amigas que a lo
mejor nos quieren mucho pero no saben en realidad. ¿Os acordáis de
la chica que fue a YouTube porque no sabía ligar y buscaba un tutorial
que le enseñara? Pues el don de Consejo hace que busquemos a Dios
para saber lo que tenemos que hacer… aunque no nos guste, porque
nuestros amigos nos quieren mucho y no quieren decirnos nada
desagradable, o por las ganas que tienen de ayudarnos nos pueden
animar a hacer cosas que a lo mejor no son buenas.
Dios es el experto, y tenemos muchos medios para recibir su consejo
de cómo actuar en situaciones que nos angustian o en las que no
sabemos lo que hacer. A veces nos habla al corazón directamente y
otras nos habla a través de una persona y otras veces nos habla a
través de su Palabra.
Para el don de Consejo es imprescindible la oración constante, diaria;
si voy a pedir consejo a una persona y lo único que le cuento son mis
preocupaciones y mis miedos, pero no escucho, esa persona me dirá
lo primero que se le ocurra para que deje de soltarle el rollo. Si rezo
un padrenuestro cuando estoy preocupado o tengo miedo por algo, la
preocupación o el miedo me harán desesperar y no escucharé a Dios
ni el padrenuestro me servirá de nada. La oración de todos los días
nos ayuda a que la preocupación o el miedo los pueda contemplar con
serenidad y me ayudará a escuchar lo que Dios tiene para mí.

Partimos de Mt 1, 18-24
El origen de Jesucristo, fue de la siguiente manera. Su madre, María,
estaba desposada con José; pero, antes de empezar a estar juntos, se
encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, que
era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado.
Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en
sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a
María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se
cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta:
La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre
Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros.” Una vez
que despertó del sueño, José hizo como el ángel del Señor le había
mandado, y tomó consigo a su mujer.
José era un tío estupendo, y cuando se entera de que su novia está embarazada y
él no ha tenido relaciones con ella, no quiere perjudicarla, así que se le ocurre
cortar con ella sin que nadie se entere. Se cancela la boda, no dirá por qué, como
muchos novios que rompen y no se casan. O sea, José es un buen hombre a
pesar de que parecería que su novia le ha sido infiel.
Pero hace falta mucho valor para hacer, no lo bueno, sino lo mejor, para seguir
la voluntad de Dios en un momento tan difícil, con el riesgo de ser criticado o de
arrastrar toda la vida la crianza de un hijo del que sabe que no es suyo. José se
deja aconsejar por Dios y así está apartando a un lado las costumbres sociales,
los prejuicios e incluso la vida que él se había imaginado con María y se lanza a
hacer la voluntad de Dios.

Luego vamos a

 Mc 8, 31-33: Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del


hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas; que le matarían y que
resucitaría a los tres días.
Hablaba de esto abiertamente. Pedro se lo llevó aparte y se
puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus
discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: “¡Quítate de mi vista,
Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los
de los hombres.”

A san Pedro le pasa lo mismo que a san José; es bueno, no quiere que le pase
nada malo a Jesús… pero él tiene la idea en la cabeza de que Jesús es el Mesías
de Israel que echará a los romanos y se convertirá en rey. Por eso cuando Jesús
le da la “mala noticia” de que va a morir, no lo quiere creer.
El don de Consejo nos hace capaces de aceptar las cosas que parecen malas y a
confiar en que a pesar de todo, Dios hace de esas cosas algo bueno. Pero lo
primero que tenemos que hacer es quitarnos de la cabeza lo que nosotros hemos
pensado. Que puede estar muy bien, pero no es lo que Dios quiere. Que puede
ser muy bueno, pero seguramente no es lo más importante.
Se trata de tener, como le dice Jesús a Pedro, los “pensamientos de Dios.” Con
nuestros propios pensamientos nos agobiamos, y en cuanto sale algo mal, nos
desesperamos y nos hundimos; creemos habernos equivocado, le echamos la
culpa a los demás…
El don de Consejo nos hace saber esperar y no desesperar. Pensar que lo que nos
dice Dios a través de su Palabra o de la Iglesia será lo mejor al final.
En el mundo de hoy no nos gusta esperar, y el don de Consejo nos hace saber
tener paciencia con los demás, con todo lo que nos ocurre y, sobre todo, con
nosotros mismos. Porque si buscamos resultados rápidos, no tendremos lo
mejor.
San Pedro no quería esperar, no quería saber la parte mala, solo la buena. Pero
la mejor parte viene siempre al final. Si estamos leyendo una novela de
aventuras, la solución está al final después de haber pasado por situaciones
difíciles: el malvado muere, el asesino es descubierto, los enamorados se casan y
son felices y comen perdices…
Nuestra historia es como un libro del que estamos leyendo solo las primeras
páginas; hay que seguir leyendo para conocer el final. Si me voy directamente a
la última página no sabré por qué el libro acaba de esa manera.
Nosotros sabemos cuál es el final que Dios quiere para nosotros: acogernos en
sus brazos. Pero para llegar allí tenemos que seguir un camino, tenemos que
seguir nuestra historia tal y como Dios la ha escrito, y leerla despacio, con
paciencia. El don de Consejo nos ayuda a conducir bien nuestra vida para que
llegue al final que Dios tiene reservado para nosotros.
Luego vamos a:

Mt 7, 13-18: Entrad por la entrada estrecha, porque ancha es la


entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición y son muchos
los que entran por ella. En cambio, ¡qué estrecha la entrada y qué
angosto el camino que lleva a la Vida! Y pocos son los que lo
encuentran.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces
de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los
conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los
abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo
da frutos malos.

Jesús nos da tres claves para que el don de Consejo actúe en nuestra vida y
nos sea más fácil hacer la voluntad de Dios y dejarnos conducir por él.

PRIMERA: Entrad por la entrada estrecha


LAS COSAS BUENAS NO SON FÁCILES. Así que la primera clave que
nos da Jesús es entrar por la “puerta estrecha”; es decir, no dejarnos llevar
por lo fácil.
Todo aquel que nos presenta cosas buenas fácilmente seguro que trata de
engañarnos: “aprende inglés en 15 días”, o “5 señales para descubrir a tu
pareja perfecta” son algunos de los reclamos publicitarios que vemos todos
los días.
Pero también podemos ver cómo nos aconsejan tomar drogas o alcohol como
una salida fácil (la puerta “ancha”) para quitarnos los complejos en una
noche de fiesta, y luego vienen las adicciones.
¿Qué es una “puerta estrecha”? Si quiero pasar por la puerta estrecha tengo
que quitarme todo lo que me sobra para poder entrar.
Por tanto, si me quito lo que me sobra seré yo mismo sin disfraces, sin
máscaras, sin cosas que me estorban y que pienso que me hacen más libre,
pero en realidad son las que llevo arrastrando porque pienso que sin ellas no
puedo vivir.
LAS COSAS NO SON BUENAS PORQUE LAS HACE TODO EL
MUNDO. Dice Jesús que “muchos entran por ella”, por la puerta ancha. Y el
riesgo es que nos dejamos llevar por lo que hacen los demás sin pensar si eso
es realmente bueno para nosotros o no. Y lo que está realmente en juego es
muy importante, porque la “puerta ancha”, nos dice el Evangelio, es el
camino a la perdición: esto no es un juego o algo con lo que puedas dar
marcha atrás.
¿Por qué es ancha esta puerta? Para facilitar que no te desprendas de nada,
tanto material como no material; puedo pasar por la puerta ancha porque
llevo mis obsesiones, mis heridas, mis resentimientos, mi ordenador, mi
móvil, mi chándal de Nike, mis Vans…
La puerta ancha es una puerta por la que pueden pasar varios a la vez,
diríamos que muchos. Por la puerta estrecha hay que pasar uno a uno, sin
compañía, mostrándonos como somos sin ampararnos en la multitud o en los
otros que nos acompañan. A través de la puerta estrecha pasa uno solo, sin
nada encima que estorbe y que impida el paso, y nos exige mostrarnos como
somos.
A través de la puerta ancha no somos auténticos. Sí lo somos si atravesamos
la puerta estrecha. Cada uno decide por dónde ir.
EL CAMINO AL CIELO HAY QUE BUSCARLO. Fijaos que el texto dice
de la estrecha que “pocos son los que lo encuentran”; de la ancha no dice que
tengamos que buscarla porque la puerta ancha está a la vista de todo el
mundo y la mayoría va a ella.
Por eso se nos exige buscar la puerta estrecha y el camino estrecho, porque
no se ve a primera vista.
El don de Consejo nos ayuda a buscar lo que no se ve a primera vista, a tener
precaución y desconfianza ante las soluciones fáciles.

SEGUNDA: Guardaos de los falsos profetas.


Hoy diríamos: evita a las personas que dicen que quieren ayudarte pero que
en realidad quieren aprovecharse de ti o manipularte a su conveniencia; y
aquí están desde el amigo que te utiliza y que está contigo mientras no tenga
a nadie mejor con quien hablar hasta las grandes estrellas del mundo del
espectáculo o de Internet que quieren venderte productos o ideologías para
que todo el mundo piense lo mismo, diga lo mismo y se comporte de la
misma manera.

TERCERA: Por sus frutos los conoceréis.


Esto, que Jesús aplica a los falsos profetas que hemos visto, es aplicable a
todo en la vida, porque nos enseña que el Tiempo es quien nos dice cuándo
una persona o una conducta son buenas o malas, ya que muchas veces hay
cosas que aparentemente son buenas, pero luego resulta que no lo son.
El don de Consejo, además de darnos la lección de que hay que esperar, nos
enseña a distinguir los medios de los fines. Para conseguir un fin bueno es
necesario que los medios sean buenos.
Si por quedar bien con un amigo le decimos una mentira, ¿cuál es el fruto de
la mentira? Que el amigo estará engañado y no sabrá la verdad, que otros se
reirán de él y le llamarán tonto porque no se ha enterado de la verdad, que
nosotros nos acostumbraremos a mentir a otros y que nuestro amigo, después
de estar engañado, estará desengañado de nosotros cuando sepa que le hemos
dicho una mentira.
Para poder conseguir la felicidad ¿hacen falta drogas? No, porque los frutos
de las drogas son la dependencia, la adicción, la ruina económica, el
egoísmo, … Por tanto, el don de Consejo nos hace ver a dónde nos llevan las
cosas y así no engañarnos creyendo que vamos a conseguir una cosa si vemos
que al final vamos a tener otra muy distinta.
Hay que atender a los frutos de lo que hacemos y el don de Consejo nos
muestra que, aunque los fines sean buenos, no vale cualquier medio si sus
frutos son malos.

Luego vamos a
Mt 6, 22-23
El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo
estará iluminado, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a
oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¿qué oscuridad
habrá?
Comentario: Para dejarse iluminar por Dios tenemos que tener una mirada
limpia. Porque si vemos las cosas de forma sucia, nuestra vida será sucia.
Hacemos las cosas según lo que vemos. Si la idea que tenemos de los demás y de
lo que nos rodea está deformada o simplemente no es real, me comportaré no
según lo que son los demás sino como yo los veo.
Lo que enferma nuestra forma de ver a las cosas y las personas es el pecado. Y el
pecado me impide verme a mí mismo y lo que soy, porque mi ojo está malo, como
dice el Señor.
Pero si mi mirada está limpia, si puedo ver con claridad todo lo que me rodea,
entonces podré verme también a mí mismo, con mis debilidades y mis cualidades,
y tratar de mejorar y conducir mi vida.
El don de Consejo requiere una actitud de limpieza de mirada, de dejar de ver las
cosas y las personas con mirada enferma, porque si no esa oscuridad se apoderará
de mí. Tal y como vea a los demás, así me veré a mí mismo.
El don de Consejo me ayuda a darme cuenta de esto y evita que juzgue a los demás
con dureza y que la luz que yo pueda tener llegue a los otros.

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