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Mariana Caminotti
Mariana Caminotti
Universidad Nacional de San Martín y CONICET
mariana.caminotti@hotmail.com
Abstract
El uso de cuotas de género para remover barreras discriminatorias en la nominación de candidatos es un
fenómeno global. Con variantes, estas medidas están presentes en más de cien países. La difusión
transnacional de las cuotas animó un corpus de investigaciones. Esta reciente literatura ha realizado
contribuciones al conocimiento de los patrones de adopción de cuotas en un conjunto de casos nacionales.
En cambio, su difusión en Estados federales donde las unidades crean reglas electorales propias ha sido
escasamente observada. En estos escenarios la carencia de comparaciones subnacionales ofrece una visión
parcial de las oportunidades de participación de las mujeres en los procesos y las instituciones
democráticas.
Este trabajo analiza la difusión de las leyes de cuota dentro de la Argentina, donde la ley de cupo
femenino vigente para las candidaturas al Congreso coexiste con veintidós leyes de cuota para candidaturas
provinciales. Se trata de la primera investigación subnacional comparada que estudia el diseño de cuotas
de género otorgando valor analítico al federalismo en el caso argentino.
Empíricamente, el análisis evidencia que el diseño de cuotas en las arenas provinciales no ha
seguido un único patrón y ha tenido variaciones significativas. La implicancia analítica es que el federalismo
electoral afecta la calidad de la democracia, posibilitando la coexistencia de estructuras desiguales de
oportunidad para la participación electoral de ciertos grupos (en nuestro caso las mujeres) y su acceso a las
instituciones formales del sistema político.
Mariana Caminotti: Doctora en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín (2009) y Master
of Arts in Development Management and Policy por Georgetown University (2005). Actualmente es Investigadora del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina en el Centro de Estudios Federales y
Electorales (CEFE) de la Escuela de Política y Gobierno, y Profesora Adjunta en la Universidad Nacional de San Martín,
Argentina. Desde 2011 coordina la Maestría en Análisis, Derecho y Gestión Electoral de dicha universidad.
Versión borrador, por favor no citar sin autorización. Agradezco los comentarios de Marcelo Escolar y Ana
Laura Rodríguez Gustá a una versión anterior de este trabajo, así como los datos sobre composición de las legislaturas
provinciales facilitados por Germán Lodola.
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La vigencia de derechos, libertades y oportunidades para participar y afectar las decisiones políticas
es un atributo clave de la democracia (Dahl 2008); con todo, las democracias existentes varían en el grado
en que aquellas se hacen extensivas. Más allá de las prerrogativas reconocidas en el marco legal y
constitucional de los países, existen múltiples barreras que dificultan el ejercicio de la ciudadanía política
por parte de diferentes grupos. Una de las desigualdades políticas más universales son las basadas en el
género1. Como es sabido, en los regímenes democráticos todos los nacionales mayores de edad están
formalmente provistos del derecho de votar para elegir a sus representantes y de postularse para cargos
políticos. Sin embargo, en promedio, ocho de cada diez bancas en los Parlamentos y las legislaturas son
ocupadas por hombres (IPU 2013). Esta sistemática sub-representación de las mujeres evidencia un déficit
en el acceso igualitario a las instituciones, una dimensión fundamental de la calidad democrática (Levine y
Molina 2007, 2011).
Tras la tercera ola de democratización de América Latina, en un conjunto de países se adoptaron
leyes de cuota mediante reformas electorales que promueven la inclusión de mujeres en las candidaturas
partidarias. Argentina fue el primer país en sancionar una ley de cuota nacional en 1991, seguida en pocos
años por Brasil, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, México, República
Dominicana y más recientemente, Uruguay (Caminotti 2009). Países como Bélgica, España, Francia y
Portugal también tienen cuotas legales (Alnevall 2008, Meier 2008, Sineau 2008) pero en Europa occidental
son más frecuentes las cuotas de partido, de naturaleza voluntaria.
La difusión transnacional de las cuotas de género –que implica la migración de respuestas creadas
en un país hacia otros países– animó un conjunto de estudios y de investigaciones comparadas (Krook
2005a, 2009). Esta literatura ha contribuido a la identificación y explicación de los patrones de difusión de
las cuotas de género en los niveles nacionales; en cambio, la difusión de estas medidas dentro de Estados
federales donde las subunidades crean reglas electorales propias ha sido menos investigada2. En dichos
escenarios, la carencia de comparaciones intra-nacionales implica un vacío en el conocimiento acumulado,
en tanto ofrece una visión parcial de los incentivos institucionales que afectan la participación política de
las mujeres y sus oportunidades de presentarse como candidatas a lo largo del territorio estatal.
Este trabajo contribuye a llenar dicho vacío a través del análisis de la adopción de cuotas de género
al interior de la Argentina, donde la ley nacional de cupo femenino en vigencia para las candidaturas al
Congreso (Cámara de Diputados y Senado) coexiste con veintidós leyes de cuota para candidaturas
legislativas provinciales. Con la guía de un enfoque teórico que combina aportes del neo-institucionalismo
en ciencia política y sociología (Hall y Taylor 2001), analizo: i) la invención de las cuotas electorales en la
arena nacional, ii) la dinámica de su difusión subnacional y iii) el diseño de estas medidas en cada
jurisdicción provincial3. Se trata de la primera investigación subnacional comparada que estudia el diseño
1
Como lo sostienen Levine y Molina (2007), las barreras discriminatorias son aquellas que impiden a cierto grupo de
nacionales adultos la participación justa e igual en el proceso político. La literatura sobre género especifica que la
discriminación contra las mujeres puede ser directa o indirecta (en este último caso, se la infiere a partir de la
observación de resultados que las desfavorecen sistemáticamente).
2
Entre los escasos estudios existentes, Jones (1998) y Alles (2009) han investigado el impacto de los sistemas
electorales sobre la eficacia de las cuotas provinciales en Argentina, y Reynoso (2008) lo ha hecho para el caso de
México. Por su parte, Crocker (2005) ha investigado la adopción de cuotas a lo largo de América Latina y en las
provincias argentinas mediante un modelo de Event History Analyses, con vistas a determinar si este fenómeno
respondió a un proceso de difusión —que implica la migración de reglas y políticas ideadas en un sitio hacia otros— o
de convergencia.
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Este trabajo resultado de una investigación basada en una extensa recopilación y análisis de información primaria y
secundaria. Las principales fuentes están dadas por el universo de leyes de cuota y decretos reglamentarios nacionales
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de cuotas de género en Argentina otorgando valor analítico al federalismo. Nuestra indagación sigue una
lógica de procesos (Scott 1995) cuyo objeto es el despliegue de eventos en un contexto histórico
delimitado4, y asume el esquema de narrativas analíticas propio de los estudios de trayectorias
institucionales (Barzelay y Gallego 2006).
El artículo se organiza en tres secciones. La primera sección ofrece una breve discusión de las
cuotas de género en perspectiva comparada y justifica el problema de investigación. La segunda sección
analiza la invención de las cuotas, su aprobación en el Congreso y su difusión al interior de Argentina,
poniendo en evidencia una variedad de respuestas subnacionales a la política de cuotas y su corolario en
términos de calidad de la democracia. Finalmente, las conclusiones sintetizan los resultados del trabajo y
discuten algunas implicancias para estudios futuros.
y provinciales sancionados entre 1991 y 2011, las versiones taquigráficas de los debates plenarios de las leyes de
cuota en el Congreso de la Nación y las Legislaturas provinciales, noventa notas publicadas en medios nacionales de
prensa, y treinta y seis entrevistas con informantes clave. Las entrevistas fueron semi-estructuradas, organizadas por
tópicos, y ofrecieron información detallada acerca de qué ocurrió, con qué actores, cómo, cuándo y por qué. Este tipo
de entrevistas es el más recomendado para la reconstrucción de trayectorias de políticas públicas. La cantidad de
entrevistas
realizadas no fue determinada ex ante sino que respondió al criterio de saturación teórica, dependiente de los datos
obtenidos en el campo.
4
A diferencia de la lógica de variables que busca identificar relaciones causales y efectos netos para explicar un
resultado, los enfoques de procesos buscan dilucidar el modo en que distintos factores se unen para producir los
fenómenos analizados, siguiendo una estrategia relacional y configurativa (Tilly 1995).
5
La aplicación de cuotas puede generar imperativos más o menos compatibles con el sistema electoral, las tradiciones
y las reglas de decisión de los partidos políticos, y aún con los principios constitucionales de un país. Así pues, el
propósito de garantizar la selección de mujeres para cargos de representación popular ha despertado controversias
profundas en países con tradiciones liberales que enfatizan la igualdad de oportunidades. En estos escenarios, la
acción afirmativa y las cuotas de género suelen ser acusadas de ignorar la competencia y los criterios de mérito que
aseguraría la elección de las personas más idóneas (Bacchi 2006: 33). En cambio las cuotas pueden ganar legitimidad si
se ven sustentadas por tradiciones políticas sensibles a criterios de racionalidad sustantiva y por el reconocimiento
constitucional de las acciones afirmativas.
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buscan remover barreras discriminatorias que dificultan el acceso igualitario de las mujeres a las
instituciones del sistema político. Asimismo, al favorecer la incorporación de mujeres en los procesos de
toma de decisiones, las cuotas también pueden afectar la representación en un sentido sustantivo,
facilitando la expresión de perspectivas más diversas (Phillips 1995, Young 2000) e incorporando otras
preocupaciones y experiencias en las decisiones que organizan, modelan y transforman la realidad a través
de políticas públicas.
Las cuotas de género pueden ser de carácter voluntario o legal. En el primer caso (cuotas de
partido), las organizaciones partidistas asumen el compromiso de nominar candidatas y lo plasman en sus
estatutos. Este tipo de cuota surge hacia la década de 1970 en Noruega (Caul 2001), se divulga luego entre
partidos de Europa Occidental y predomina hasta 1990 (Krook 2005b)6. La segunda variante (leyes de
cuota) determina porcentajes de participación de las mujeres en las candidaturas por medio de una norma
legal (y/o un mandato constitucional) que alcanza a todos los partidos de un país o una unidad política.
Cuando las listas de candidatos son cerradas y bloqueadas, las leyes de cuota pueden incorporar mandatos
de posición que especifican en qué lugares deben ubicarse mujeres para impedir su emplazamiento en los
últimos puestos. Además, estas leyes pueden establecer mecanismos de enforcement tales como la no
oficialización de las listas o la imposición de sanciones a los partidos que incumplen la legislación.
Como ya mencionamos, la meta de las cuotas es remover barreras discriminatorias en los procesos
de selección de candidatos, ampliando la participación de las mujeres en la oferta electoral de los partidos.
De esta manera, las cuotas pueden ser concebidas como políticas electorales de acción afirmativa que
procuran compensar desigualdades históricas y transformar patrones intra-partidarios de inclusión y
exclusión. En suma, estas medidas procuran generar cambios en los criterios de nominación y suelen
conmover otras reglas (formales e informales) que guían la negociación entre grupos políticos y la
formación de coaliciones. Así pues, las cuotas interactúan con reglas y prácticas establecidas, entre las
cuales pueden generarse fricciones7. En cambio, no modifican la estructura general del sistema electoral; a
saber, no implican cambio alguno en los métodos de asignación de bancas, las boletas partidarias ni las
6
A título ilustrativo se destacan las experiencias del Partido Laborista de Noruega (primero de Europa en adoptarlas),
el Partido Socialdemócrata de Alemania, el Partido Socialista Español y el Partido Laborista inglés. Cabe mencionar,
asimismo, la experiencia pionera del Partido Peronista en la Argentina de la década de 1950, que destinaba un tercio
de los cargos partidarios y las candidaturas legislativas nacionales a la llamada rama femenina del movimiento,
aunque no empleara el lenguaje de cuotas.
7
A menudo, las leyes de cuota despiertan acuerdos normativos en el momento de su adopción y controversias
operativas en su fase de instrumentación (Caminotti 2009), dando lugar a iniciativas divergentes de actores que
procuran garantizar su cumplimiento y otros que intentan minimizar el alcance de la legislación.
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circunscripciones. Cuando las cuotas están bien diseñadas lo esperable es que se modifique la composición
por sexo de las delegaciones legislativas, “pero las reglas de competencia entre partidos permanecen
intactas” (Htun 2004: 442, énfasis agregado).
Al favorecer la inclusión de mujeres en las candidaturas electorales (que son bienes escasos) las
cuotas implican una disminución del espacio para los hombres, quienes normalmente concentran mayores
recursos de poder en los partidos y protagonizan la toma de decisiones. A la luz del carácter redistributivo
de las cuotas de género, el avance global de estas medidas despierta interrogantes desafiantes para la
explicación sociopolítica. En efecto, como apunta Baldez (2003: 4), la difusión de las leyes de cuota es
desconcertante “en la medida en que parece violar una de las asunciones más ampliamente difundidas
acerca del comportamiento legislativo en ciencia política —a saber, que los políticos electos procuran
proteger sus posiciones”. Así pues, ¿por qué estos actores dan su apoyo a medidas que parecerían limitar
sus oportunidades de acceso a las candidaturas? Más aún, ¿por qué los hombres, numéricamente sobre-
representados en las instituciones democráticas, han consentido un cambio del estatus quo que podría
hacer peligrar sus posiciones?
En respuesta a estas intrigantes preguntas diferentes estudios sugieren que, a menudo, el apoyo a
las cuotas se ha visto acompañado de la presunción de que estas medidas no serían debidamente
implementadas luego de su adopción (Franceschet y Krook 2006, Piscopo 2006). Al mismo tiempo, en
algunos países (como Brasil y México) las leyes de cuota incorporaron “cláusulas de escape” capaces de
reducir su costo potencial para los candidatos de sexo masculino e incrementar su margen de maniobra8.
En Argentina, como veremos en la segunda sección, las lagunas de la ley nacional de cupo femenino
facilitaron su aprobación en el Congreso y trasladaron los conflictos a la fase de implementación.
Finalmente, en ciertos casos las cuotas nunca representaron una verdadera amenaza en vistas de las
características del sistema electoral, particularmente cuando se usan listas abiertas y voto preferencial por
candidatos que tienden a reducir su impacto.
Las cuotas de género pueden favorecer el acceso a las candidaturas, pero no garantizan por si solas
la elección de mujeres. En América Latina, el porcentaje de legisladoras electas tras la entrada en vigor de
las cuotas legales varió desde un exiguo 3% en la Cámara de Diputados de Paraguay hasta un 33% en el
Senado de Argentina (Araújo y Schmidt 2004: 6). Por su parte, la primera elección con cuotas realizada en
Brasil tuvo un desenlace sorpresivo: el porcentaje de diputadas federales electas en 1998 disminuyó
respecto de la elección anterior (1994), sin cuotas (Marx, Borner y Caminotti 2007). Aun así, en términos
agregados las cuotas legales contribuyeron a ampliar de las proporciones de legisladoras latinoamericanas.
A continuación la tabla 1 presenta la variación en los porcentajes de representación femenina en países de
8
En Brasil, la ley 9.504 aprobada en 1997 instituyó un porcentaje mínimo de 30% y un máximo de 70% para
candidaturas de mujeres y hombres a todos los cargos de elección proporcional (diputados federales, legisladores
estaduales y vereadores municipales). Sin embargo, dicha norma no establecía sanciones frente a su incumplimiento y
facultaba a los partidos a nominar un 50% más de candidatos vis-á-vis los escaños en juego (Htun 2003). En México,
una ley sancionada en 1996 recomendaba a los partidos que no más del 70% de sus candidaturas legislativas
correspondiera a un solo sexo, pero no obligaba a los partidos, e incluso permitiría cumplir el porcentaje ubicando a
las mujeres en posiciones “no expectables”, usualmente en las categorías de suplentes (Baldez 2003). En 2002, una
reforma del Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales incorporó una cuota para candidaturas al Senado y
a la Cámara baja más precisa y exigente. De acuerdo con esta ley, las listas de representación proporcional deben
incorporar al menos una mujer cada tres candidatos. En el caso de los distritos uninominales, no más del 70% de los
candidatos de un partido puede ser del mismo género. Sin embargo, esta legislación exceptúa aquellos casos en los
cuales los candidatos son seleccionados a través de primarias. De esta manera, la legislación electoral mexicana
permite que los partidos opten por no aplicar cuotas por género (Baldez 2008).
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América Latina con y sin leyes de cuota. (En el caso de los países que tienen ley de cuota, se incorporan
también los porcentajes de mujeres del período inmediatamente anterior a su entrada en vigor).
Tabla 1. Participación femenina en las legislaturas nacionales (o cámaras bajas) de América Latina
Posición Ley de cuotas Porcentaje de Porcentaje Diferencia
mundial vigente legisladoras anterior a las
2013 cuotas
Nicaragua 9 -- 40 -- --
Costa Rica 15 50/50 39 15.5 (1994) 24
Argentina 18 30 37 5 (1991) 25
México 19 30 37 14 (1994) 23
Ecuador 26 50/50 32 s/d --
El Salvador 41 --- 26 --- --
Bolivia 42 50/50 25 7 (1993) 18
Perú 62 30 21.5 11 (1995) 10.5
R. Dominicana 66 33 21 12 (1994) 9
El impacto de las leyes de cuota depende de una configuración de factores que comprenden ciertas
características de su propio diseño (porcentaje, mandatos de posición y sanciones) y del sistema electoral
donde se aplican (tipo de fórmula de conversión de votos en escaños, tipo de lista y magnitud de distritos).
En efecto, respecto del sistema electoral estudios cross nacionales indican que los sistemas de
representación proporcional con listas cerradas y magnitudes de distrito elevadas son los más favorables
para el éxito de las cuotas de género (Barreiro et al. 2004, Htun y Jones 2002), especialmente si éstas
incluyen mandatos de posición que indican en qué lugares se deben emplazar las candidatas para poder
resultar electas10. Estos mandatos son viables solo cuando los electores deben elegir la nómina completa de
un partido sin posibilidad de efectuar cambios (listas cerradas y bloqueadas) y no así en sistemas donde es
posible escoger un único candidato o marcar preferencias. Respecto del diseño legal, además de los
9
En 2009, Uruguay sancionó una ley de cuotas que recién se aplicará en 2014, por lo cual no se la incorpora en la
tabla.
10
Si bien esta es la interpretación más aceptada en la literatura, existe un debate que aún no está saldado. Por una
comparación de los distintos resultados de las leyes de cuotas en Brasil y Perú, ambos con sistemas de RP de lista
“abierta”, puede verse Schmidt y Araújo (2004).
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La primera reglamentación explicitó que el 30% era una cantidad mínima y estableció mandatos de posicionamiento
de las candidatas en las listas. La segunda reglamentación especificó en forma taxativa los criterios de cálculo del cupo
según la cantidad de bancas obtenidas por cada partido en la elección anterior, lo hizo extensivo a las candidaturas al
Senado (inicialmente sólo regía para la categoría de diputados) y amplió los mecanismos de enforcement de la ley.
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A la luz de las transformaciones en la composición por sexo del Congreso que transformaron al país
en un ejemplo en el contexto latinoamericano, la literatura comparada ubica a la Argentina como un caso
emblemático de éxito de las cuotas de género. Sin embargo, esta literatura omite una característica crucial
del federalismo argentino, donde cada provincia dicta sus propias reglas electorales para cargos
subnacionales. Este rasgo del federalismo electoral diferencia a Argentina de países federales como Brasil
—donde los legisladores nacionales y estaduales se eligen con métodos idénticos— y Estados Unidos,
donde se utilizan métodos similares (Jones 1998).
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Diputado nacional RP D’Hondt con una barrera legal Cada provincia es un Sí (ley 24.012)
(257 cargos) del 3% del padrón distrital distrito de magnitud
variable
Senador nacional Lista incompleta: dos cargos para Cada provincia es un Sí (ley 24.012)
(72 cargos) el partido ganador y uno para el distrito trinominal
segundo más votado
Fuente: elaboración propia basada en Calvo et al. (2001), Escolar y Calvo (2005) y Caminotti (2009)
12
Algunas provincias utilizan fórmulas de representación proporcional D’Hondt y Hare, con y sin piso, en distritos
plurinominales o único. Otras emplean fórmulas de mayoría simple y de lista incompleta, y otras utilizan sistemas
mixtos segmentados.
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alternativa. Con todo, pese a la relevancia que tienen las instituciones provinciales en el escenario político
argentino, las leyes de cuota provinciales no han sido objeto de investigaciones sistemáticas. Esto
representa una importante omisión, puesto que las provincias argentinas son ámbitos privilegiados de
acumulación de poder territorial y eventual proyección nacional. Como indica Lodola (2009), Argentina es
un ejemplo emblemático de federalismo robusto donde construcción de poder político tiene su locus
principal en las provincias y se organiza en torno de “un mosaico de subsistemas territoriales de partido”
donde los liderazgos nacionales ejercen una influencia reducida o nula en las carreras políticas.
En suma, desde el momento en que las reglas que organizan la competencia electoral en el nivel
subnacional pueden ampliar o limitar los marcos de oportunidad de las mujeres para acceder a las
instituciones democráticas y proyectar sus carreras políticas, un abordaje comprensivo de la política de
cuotas en el caso argentino no puede obviar los procesos de reforma electoral provincial y su interrelación
con la reforma nacional. Así pues, sin desconocer la importancia de comparar países para dar cuenta de las
cuotas de género como fenómeno global, es preciso “reducir la escala” (Snyder y Wolfson 2009) para
dilucidar los rasgos de las cuotas en distintas arenas de un país federal, otorgando valor analítico a la
arquitectura del Estado y a la naturaleza descentralizada del sistema político. De este modo, nuestra
indagación ilumina dimensiones inexploradas y efectúa una contribución a la literatura, ya que no se
conocen estudios anteriores que hayan abordado la adopción y el diseño de las cuotas provinciales en
perspectiva comparada.
13
Desde la perspectiva del nuevo institucionalismo discursivo, que enfatiza la importancia de las ideas en los procesos
de creación y cambio institucional, las ideas cognitivas son aquellas que permiten dilucidar “lo que es y hay que hacer”
(Schmidt 2008: 306), proveyendo recetas, guías y repertorios para la toma de decisiones. Por su parte, las ideas
normativas remiten a los valores que informan los fines de la política.
14
Durante este período se producen importantes reformas de la legislación civil y familiar (ley de patria potestad
compartida, ley de divorcio vincular) y la ratificación de la CEDAW. En la década de 1980 también se crean organismos
específicos dentro del Estado para tratar asuntos de mujeres (Weathers 2007), conocidos como “maquinarias del
género” en la literatura comparada (True y Mintrom 2001).
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jefaturas partidarias las condujo a explorar otras opciones y a idear la alternativa de imponer cuotas en
forma coercitiva, a través de una ley nacional. El 6 de noviembre de 1989, bajo el gobierno del Presidente
Carlos Menem (1989/1999, PJ), la senadora nacional Margarita Malharro de Torres (UCR, Mendoza)
presentó un proyecto de ley en la Cámara alta. Ese mismo mes, otra diputada nacional del Radicalismo
(Norma Allegrone, UCR) introdujo una iniciativa similar en la Cámara baja, co-firmada por legisladoras su
misma fuerza política, el Justicialismo y otros partidos. La campaña nacional por las cuotas legales fue,
desde su origen, protagonizada por mujeres y multipartidaria15.
El trámite de la propuesta en el Congreso revela la importancia de estas coaliciones de mujeres
políticas, cuyas integrantes desplegaron un amplio menú de actividades como la elaboración de
argumentos para ‘enmarcar’ debates y la movilización de mujeres de las bases partidarias. El 20 de
septiembre de 1990, en presencia de dirigentes y militantes que colmaban los palcos, el proyecto tramitado
en el Senado fue aprobado por votación unánime16. Según mis entrevistas a protagonistas del proceso, esta
veloz media sanción no reflejaba un acuerdo político amplio en torno de las cuotas, sino una táctica para
dar respuesta al reclamo de las mujeres de los partidos, especulando con el posterior rechazo en Diputados
o la pérdida de estado parlamentario del proyecto. Sin embargo, tras la media sanción la campaña por las
cuotas ganó escala y encontró un punto de apoyo crítico en el Estado, específicamente en el Consejo
Coordinador de Políticas Públicas para la Mujer creado el 8 de marzo de 1991 en el ámbito de la Presidencia
para impulsar políticas de igualdad y favorecer la vinculación entre la Nación y las provincias, liderado por
una dirigente feminista del Peronismo17.
Este Consejo, que puede ser considerado parte los mecanismos agrupados bajo la denominación de
“institucionalidad de género en el Estado” (Rodríguez Gustá 2008; True y Mintrom 2001), ofreció una
plataforma eficaz para las mujeres movilizadas en pos de la sanción de la ley. En efecto, una de las primeras
acciones realizadas fue la creación una comisión asesora con mujeres provenientes de las fuerzas políticas
con representación legislativa y el establecimiento de diálogos con legisladores y con autoridades de los
bloques18. Asimismo, otra estrategia concertada fue la creación de comisiones multipartidarias en todos los
distritos donde fuera posible, ya sea desde las llamadas “áreas Mujer” de los Ejecutivos o desde las
Legislaturas provinciales.
El cabildeo de estas dirigentes y la adhesión de la militancia femenina al reclamo de un cupo
motivaron el respaldo de un actor clave del sistema político —el Presidente— quien vio una oportunidad de
15
Si bien las dirigentes de la UCR y del PJ tenían desacuerdos políticos y programáticos, su escaso protagonismo en los
ámbitos de decisión las unificaría en la demanda de un cupo femenino. Para las mujeres del radicalismo, la exclusión
del poder marcaba una continuidad histórica pero entraba en contradicción con las expectativas de participación que
despierta la Presidencia de Alfonsín. Para las peronistas, la exclusión del poder contrariaba los mitos fundacionales del
partido, asociados con la figura de Eva Duarte y la rama femenina.
16
Durante el debate en un Senado casi íntegramente conformado por hombres, varios discursos aludieron a los
regímenes internacionales de derechos humanos, a las experiencias de los partidos europeos y al “tercio de
candidaturas femeninas” instituido en el Peronismo de los años ‘50. La autora del proyecto enfatizó el papel pionero
del Partido Peronista, convocando a sus pares a dar “el paso adelantado, moderno, ‘aggiornado’, de incorporar,
transitoriamente, un cupo a la mujer para que acceda a los poderes legislativos” y alcanzar “una democracia
definitiva” (Margarita Malharro de Torres, cf. Gallo y Giaccobone 2001: 59).
17
Virginia Franganillo.
18
El reclamo de cuotas también cosechó el respaldo de organizaciones sociales de mujeres. En 1990 las participantes
del Encuentro Nacional de Mujeres realizado en Termas de Río Hondo expresaron su aval a la propuesta de ley y
enviaron notas a las autoridades partidarias (Marx, Borner y Caminotti 2007). Sin embargo, la discusión de cuotas
quedó en gran medida confinada a la elite política.
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capitalizar su apoyo. Con el aval presidencial, el oficialismo finalmente convocó a una sesión especial para
tratar el proyecto de ley en la Cámara de Diputados. La ley 24.012 de cupo femenino fue aprobada el 6 de
septiembre de 1991 por amplia mayoría19. Las galerías del recinto estaban colmadas por cientos de mujeres
y varios centenares más esperaban en las calles de los alrededores del Congreso (Chama 2001).
En el debate legislativo no había posiciones partidarias nítidas. De hecho, varios oradores
destacaron las dificultades que generaría la aplicación del cupo y propusieron cambios al proyecto20. Con
todo, el pulso de la discusión en el recinto de la Cámara baja estaría signado por una gran presión ejercida
por la nutrida audiencia de mujeres ubicadas en las galerías y los palcos, que lanzaban constantes
expresiones de aprobación y desaprobación. Esta política de presencia puede ser considerada un
mecanismo de “coerción suave” (Dobbin et al. 2007), en la medida en que imponía costos a quienes se
manifestaban contarios a las cuotas o proponían modificaciones que podían dilatar la aprobación de la
ley21.
En la medida en que el proyecto de ley planteaba la exigencia de nominar mujeres “en
proporciones con posibilidad de resultar electas” (que son bienes políticos escasos), el debate puso en
juego cálculos instrumentales por parte de actores interesados en la preservación de posiciones de poder.
Así pues, las discrepancias en torno de su futura aplicación cobran sentido según la lógica de conveniencia
(March y Olsen 1997) de los legisladores que podrían ver peligrar sus propias posiciones en las listas una
vez que el cupo femenino entrara en vigor. Sin embargo, el lenguaje de “señales” y “actitud” sugiere que, al
mismo tiempo, el cupo femenino parecía una medida socialmente apropiada en un determinado entorno
de discurso. Aun así, las resistencias que la propuesta despertaba sólo lograron ser sorteadas mediante la
intervención presidencial.
En efecto, advertido de la presión de las mujeres movilizadas en el Congreso, el Presidente Menem
solicitó al Ministro del Interior (José Luis Manzano) que expresara su posición favorable en el recinto. Esta
intervención del Ejecutivo unificó el voto del bloque oficialista (con mayoría en la Cámara) y generó un
19
Entre los meses de mayo y septiembre de 1991, desde la comisión asesora de mujeres de partidos políticos se
movilizaron mujeres militantes de distintos distritos, se elaboraron y se distribuyeron folletos que publicitaban la
propuesta de ley, y se recurrió a los medios masivos de comunicación para instalar el tema. Asimismo, el día previo a
la sesión especial en Diputados se organizó una reunión del Foro Federal de Mujeres Parlamentarias de Argentina, que
aunaba a concejalas y legisladoras provinciales de distintos partidos políticos y jurisdicciones.
20
En el transcurso del debate uno de los legisladores que más énfasis hizo en las dificultades que planteaba el
proyecto planteaba que la capacidad del juez de no oficializar las listas “va a afectar y enferma esta reforma del
Código Electoral Nacional”. Específicamente, al legislador le preocupaba la situación de los distritos chicos donde más
de un partido estuviera en condiciones de obtener cargos. Cuando eso ocurriese, argumentaba, el lugar “con
posibilidad de ser electo” sería el primero de la lista, “y a la cabeza debe haber un candidato de sexo femenino [...] De
manera que esta situación se asemeja a un quiste que irá desarrollándose y destruyendo el espíritu de esta norma…”
(Diputado Diego Seguí; Cf. Gallo y Giacobone 2001: 80-88; énfasis nuestro). Por su parte, otros diputados que votaron
favorablemente el dictamen que ya había recibido media sanción en el Senado también vislumbraban las vicisitudes
que podría plantear la aplicación del cupo. Con todo, uno de los portavoces de esta posición entendía que el proyecto
de ley de cupo “es una señal política que va a obligar espontáneamente —no normativamente— a los partidos
políticos a ofrecer a la ciudadanía la representación de la mujer”. (Diputado Melchor Cruchaga, UCR, cf. Gallo y
Giacobone 2001: 83; énfasis nuestro).
21
Por políticas de presencia nos referimos, en este marco, a la práctica de acudir al Congreso durante el tratamiento
del proyecto de ley en aras de presionar a los legisladores para obtener su aprobación, en lo que dio en llamarse
“vigilancia del cupo”. Nuestro empleo del concepto se diferencia, en este punto, de su significado convencional
establecido por Phillips (1995), el cual remite a la importancia de las experiencias sociales de los legisladores en los
procesos de deliberación (entre ellas, sin son mujeres o varones). Véase el capítulo 1 de esta investigación.
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efecto de arrastre en gran parte de las demás bancadas, especialmente en la UCR, “que no quisieron
quedar frente a las mujeres movilizadas con una actitud contraria a la sanción de la Ley” (Durrieu 1999:
144). Los portavoces del PJ y de la UCR culminaron manifestando el apoyo de sus bancadas al proyecto y el
texto fue aprobado sin ninguna modificación22.
A partir de la promulgación de esta ley nacional, la idea de garantizar la equidad de género en la
política electoral y su vinculación con la democratización de la Argentina quedó instalada en el debate
político. El discurso23 creado en la campaña nacional por el cupo femenino tuvo un importante eco en la
reforma constitucional de 1994, que incorporó el principio de “igualdad real de oportunidades” entre
varones y mujeres en el acceso a cargos partidarios y electivos (Art. 37), facultó al Congreso a legislar y
promover medidas de acción positiva, en particular respecto de las mujeres, y otorgó rango constitucional a
la CEDAW24. Los debates de la Convención Nacional Constituyente de 1994 sugieren que el reclamo de
cuotas de género había unificado a las mujeres de distintos partidos y provincias, estas medidas eran
justificadas en términos de democratización política ello incrementaba el costo de oponerse abiertamente
a ellas en escenarios públicos.
22
La disciplina partidaria —otro mecanismo de “coerción suave” (Dobbin et al. 2007)— fue un dispositivo institucional
fundamental para la aprobación de la ley 24.012 de Cupo Femenino. En el Congreso de la Nación, la agrupación en
bloques garantiza el desarrollo de acciones coordinadas y limita las posibilidades de los legisladores de votar en
disidencia con su propio partido. Puesto que en 1991 el Presidente de la Nación pertenecía al partido que controlaba
el Congreso (gobierno unificado), la votación negativa de los integrantes del bloque del PJ a la ley de Cupo Femenino
hubiera tenido un costo político elevado. Por su parte, la posición del bloque oficialista acotó las opciones de los
legisladores del Radicalismo, quienes también votaron favorablemente un proyecto de ley reclamado por mujeres de
sus propias filas y respaldado por el Justicialismo.
23
Siguiendo a Schmidt (2008), la noción de discurso implica tanto un contenido sustantivo de ideas como un proceso
interactivo de transmisión. Estos procesos pueden cobrar dos modalidades. La primera (discurso de coordinación)
ocurre entre elites involucradas en la elaboración y justificación de políticas. La segunda modalidad (discurso
comunicativo) vincula a los actores políticos y el público, incluyendo organizaciones de la sociedad civil, medios de
comunicación, redes de profesionales y la ciudadanía. Los rasgos formales del sistema político afectan estas
modalidades discursivas.
24
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW por su sigla en
inglés).
25
Tras considerar que la finalidad de la ley 24.012 era lograr “la integración efectiva de la mujer en la actividad
política” y que “se hace necesario unificar criterios generales en la aplicación de la norma citada… a fin de dar un
tratamiento homogéneo al tema en todos los partidos políticos evitando posteriores impugnaciones partidarias o
judiciales”, el Decreto 379 establecía una serie de criterios de cálculo del cupo femenino. Entre ellos el más
significativo planteaba que, para la aplicación del cupo, se debía tomar en cuenta el número de cargos que cada
partido renovara en la elección, y no la totalidad de los cargos en juego. De este modo, el decreto instituiría un
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todo, esta reglamentación no logró establecer un criterio uniforme y, en la primera mitad de la década de
1990, las impugnaciones de listas y las presentaciones judiciales fueron recurrentes26.
La divergencia de criterios empleados por las agrupaciones partidistas en diversos distritos
desencadenó procesos contenciosos que involucraron a al Poder Judicial y llegaron a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 1999, que se pronunció sobre el caso bajo la Presidencia
de Fernando De la Rúa (UCR, 1999-2001). Tras este pronunciamiento del organismo, el Presidente dictó un
nuevo decreto reglamentario que precisó en forma taxativa el mandato de posición del cupo femenino y
sus criterios de cálculo, poniendo término al conflicto judicial y político27. Así pues, mientras entre 1993 y
1995 se contabilizaron setenta presentaciones ante la Cámara Nacional Electoral, en 2001 sólo se
registraron nueve casos (Lázzaro, 2008).
En suma, la instrumentación de la ley nacional de cupo femenino estuvo atravesada por situaciones
de conflicto que involucraron a diversos actores del sistema político y el Poder Judicial. La ley 24.012, que
ha posicionado a la Argentina entre los países del mundo con mayores proporciones de mujeres en sus
legislaturas nacionales, fue instituida y modelada al calor de esa lucha política. En dos momentos
relevantes —la primera elección con ley de Cupo Femenino en 1993 y la primera elección directa de
senadores nacionales en 2001— los presidentes Carlos S. Menem y Fernando de la Rúa apelaron a su poder
regulatorio y dictaron decretos que contribuyeron a clarificar las exigencias del cupo femenino. La primera
reglamentación de esta ley nacional amplió el alcance del conflicto e imprimió una dirección particular al
proceso de cambio, al clausurar otras opciones (como, por ejemplo, la posibilidad de que cada partido
adoptara sus propios criterios de cálculo del “porcentaje mínimo”). La segunda reglamentación, dictada
cuando dicho conflicto había logrado una amplia escala, logró poner término a la lucha judicial e intra-
partidaria trabada en torno de su alcance efectivo.
mandato de posición del cupo femenino vinculado con la magnitud de partidos. Asimismo, en una tabla anexa, el
decreto detallaba exactamente cuántas mujeres debían incluirse en las listas según la cantidad de cargos a renovar.
26
Una rápida mención a los casos del Justicialismo de Entre Ríos y la UCR ilustra estos conflictos. En 1993 en el distrito
se elegían 5 cargos de diputado nacional. El Frente Justicialista realizó internas y compitieron dos listas, cada una de
las cuales emplazaba mujeres en el cuarto y en el quinto lugar. La carta orgánica partidaria asignaba a la lista ganadora
los tres primeros puestos en la nómina de candidatos. Como resultado, las candidatas resultaron ubicadas en el quinto
y sexto lugar de la lista electoral. Una de ellas impugnó la lista ante el juzgado federal electoral en reclamo de su
ubicación en alguno de los tres primeros puestos, pero su solicitud fue desestimada. Luego la Cámara Nacional
Electoral falló a su favor y exigió al partido que rehiciera su lista.
27
Esta reglamentación deja en claro que dicho cálculo debe realizarse siempre a partir del primer lugar de cada lista y
que el cupo sólo se considera cumplido si se aplica también al número de cargos que cada partido, alianza transitoria
o confederación renueva en cada elección. El número de bancas que el partido renueva es equivalente al número de
cargos efectivos obtenidos en la elección inmediatamente anterior. Además, el nuevo decreto amplió la aplicación del
cupo a las candidaturas al Senado y facultó a la justicia electoral a reordenar de oficio las listas que no cumplan el
cupo.
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…Podremos discutir mucho a favor o en contra de esta iniciativa [ley de cuota], pero esto es la expresión de un
movimiento mundial al cual le tenemos que dar lectura, es la historia de hoy (H. Cámara de Diputados de la Provincia
de La Pampa, Sesión del 1 de diciembre de 1994. Cf. Gallo y Giacobone, 2001: 278; énfasis nuestro).
El ciclo de adopción de leyes de cuota provinciales se inició en 1992, seguido de un ciclo de reformas
sustantivas de la legislación original en tres provincias (Caminotti 2009) y una posterior adopción en dos
casos tardíos28.
En la arena nacional, las dirigentes políticas que abogaron por el cupo femenino crearon un
discurso multipartidario que asociaba la sub-representación de las mujeres con un déficit de democracia.
Según este discurso de coordinación (Schmidt 2008), que interpelaba fundamentalmente a las elites
políticas, las bajas proporciones de mujeres en las legislaturas era un resultado de la vigencia de prácticas
de discriminación al interior de los partidos. Las mujeres —“eternas militantes de las bases y eternas
ausentes en las listas”— eran una “holgada mayoría” del padrón pero una “relegada minoría” en los
espacios de decisión. Sin su reconocimiento como sujetos plenos de derecho —se indicaba— en el país no
había “democracia real”. Asimismo, la apelación a la tradición del Peronismo y a la figura política de Evita
fue recurrente en las provincias. En la retórica de los justicialistas, el apoyo a las cuotas no hacía sino
“continuar con algo que venimos reivindicando a lo largo de la historia de nuestro movimiento” (cf. Gallo y
Giacobone 2001: 410). Desde el Radicalismo —que carecía de una tradición análoga—se revindicaba la
autoría de la ley nacional29.
28
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Chubut no tienen una ley de cuota propia porque emplean la elección de sus
legisladores provinciales se rige por el Código Electoral Nacional. En este trabajo la Ciudad de Buenos Aires es
considerada una provincia más.
29
Detrás de esta retórica, las posiciones partidarias respecto de las cuotas variaron de provincia en provincia. El
Justicialismo y la UCR en general se manifestaban a favor de las medidas de acción afirmativa, pero asumieron
posiciones estratégicas diversas respecto del diseño de las cuotas en distintos escenarios políticos. Las únicas fuerzas
políticas normativamente contrarias a estas leyes fueron la Unión del Centro Democrático (UCD) y partidos
provinciales conservadores.
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mandatos de posición (MP) de las candidatas en las listas. El análisis comparado de la legislación muestra
que –con las excepciones de San Juan y Santa Cruz–, las leyes provinciales establecen que las candidatas
deben tener la posibilidad de resultar electas. Sin embargo, no todas incorporan MP para el logro de dicho
resultado. En efecto, algunas normas o sus reglamentaciones incorporan mandatos similares al establecido
en la normativa nacional (es decir, la cantidad de cargos que el partido obtuvo en la elección anterior como
base de cálculo del cupo mínimo o algún criterio análogo), otras presentan versiones disminuidas del MP
(considerando, por ejemplo, que todos los cargos son potencialmente elegibles y exigiendo ubicar una
mujer cada tres candidatos), mientras que otras normas directamente no establecen MP alguno33.
Tomando en cuenta estas dos dimensiones clave del diseño de cuotas (nivel de participación
requerido y mandato de posición), hemos construido una tipología que agrupa a las provincias en cuatro
categorías de cuotas de género; a saber: i) cuota plus (paridad y MP que exigen ubicar a las mujeres en
posiciones que favorecen efectivamente sus probabilidades de elección); ii) cuota nacional (porcentajes
mínimos y MP que toman en cuenta la cantidad de cargos obtenidos por los partidos en la elección anterior
para emplazar a las candidatas); iii) cuota disminuida (porcentajes mínimos y MP menos exigentes o
específicos que los dos anteriores); y iv) cuota ceremonial (porcentajes mínimos sin MP).
33
Por su parte, al igual que la ley nacional, la mayoría de las normas provinciales prevé la no oficialización de las listas
que no observen la cuota pero no explicita otros mecanismos de enforcement.
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Siguiendo la estrategia sugerida por dichos autores, utilizamos el estadístico LSq (least squares index) para calcular
la proporcionalidad entre el porcentaje de mujeres en la población de cada provincia y el porcentaje de mujeres
representadas en cada Legislatura. Éste se convierte en indicador de proporcionalidad restando la
desproporcionalidad de 100 (Levine y Molina 2007).
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CPlus= cuota plus.; CN= cuota nacional; CD= cuota disminuida; CC= cuota ceremonial
*Representación por género
Fuente: elaboración propia con datos del Ministerio del Interior de la Nación, las Legislaturas provinciales (estos últimos
proporcionados por Germán Lodola para el período 1983-2007) y el Censo Nacional de Población y Vivienda (INDEC, 2010).
35
Por trabajos que estudian las desigualdades en la cobertura territorial de la ley y la protección legal de derechos
civiles y sociales en escenarios federales, puede verse Smulovitz (2010).
21
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