Está en la página 1de 4

¿La liberación masculina para cuándo?

El sentido común supone que el feminismo está contra los varones y el


machismo a favor. No es así en la teoría. Y, mucho menos, en la práctica. El
machismo perjudica a las mujeres y también perjudica a los varones.

Cada vez que escucho la banalidad de afirmar que el feminismo es una


guerra a los varones pienso en Gaby, que para los partidos de fútbol donde
no dejan jugar a las pibas y en Nicanor, que su padre ex combatiente de
Malvinas, mató a su mamá Librada y en Sebastián, que me contó que la
justicia era machista y que él tuvo que poner el pecho para sacar de su casa
a su papá cuando le pegaba y en Hugo, que en una charla de colegio, contó
cómo le dolía que el dueño del departamento que alquilaban había violado a
su mamá y en Luis que calló durante años que a su mamá la mató su ex
pareja y en Pepe que lo siguen en el barrio al grito de puto.

El machismo perjudica más a las mujeres y niñas. Pero también perjudica a


los pibes. Y la pelea es por ellos. Y por los varones que estén dispuestos a
escuchar, a parar la violencia machista y a caminar cambiando el sentido de
los caminos ya establecidos.

¿La liberación masculina para cuándo?

“El jabón de mujer te hace pensar como mujer”, dice la publicidad del gel de
ducha Axe. Si el muchacho no usaba jabón de varón, sino rosita, seguía a las
chicas con una iglesia y un anillo.
Pensar como mujer era querer casarse. Y, en cambio, pensar como varón era
estar con dos muchachas cariñosas en la ducha. Las diferencias eran un
buen negocio para las empresas. Y un mal negocio para las mujeres y para
los varones porque a veces casarse también es un deseo masculino y a
veces dos mujeres son multitud y no fantasía.
Pero, hace una década, el sexismo en la publicidad no tenía, casi, miradas
críticas y actuaba con desparpajo. Tanto que la publicidad de Pepsi Max se
llamaba “Poker de Pechochas”. En una discoteca había tres amigos que
apostaban cien pesos a quién ligaba con más mujeres. Eso de que el
mandato masculino es coleccionar mujeres es demasiado real.
El primer apostador se sentó con dos chicas, el segundo con tres y el tercer
amigo trajo a cinco. La sorpresa de la noche fue que el primero, callado, tenía
dos cartas bajo la manga. “¿Dónde estaban chicas, en el baño?”, preguntó
a las que llegaban tarde, que lo hicieron ganar porque eran tetonas.

Para la gaseosa, las mujeres eran iguales que cartas. Las mujeres no sólo no
iban con los chicos por su deseo sino que servían para mostrar –y ganarles a
los amigos–. Y algo que no se veía en esas publicidades es que las mujeres
no son las únicas que pierden en esa apuesta.

Eva Illouz Ben Porath es Profesora en el Departamento de Sociología y


Antropología de la Universidad de Jerusalén, en Israel. Ella subraya: “Habría
que lograr un modelo de masculinidad moderno, valioso, que no tenga que
ver con tener una acumulación de parejas sexuales”. El médico y
psicoanalista Juan Carlos Volnovich habla de la necesidad de romper con la
sobreprotección materna con un desapego masculino . Son hombres que se
enorgullecen de su capacidad para conquistar mujeres pero su orgullo de
varón se manifiesta en no quedar prisioneros de ninguna. Son varones que
hacen virtud de su independencia y autosuficiencia. Son varones
sometidos, en fin, a esas convenciones vigentes que suponen a los hombre
sin necesidades emocionales propias porque han aprendido, desde muy
pequeños, que la enunciación de sus carencias afectivas es un indicio de
una debilidad inaceptable para un hombre”.

El sexo “de una vez” es un fenómeno que resulta de ese mandato. “Son
varones a quienes les resulta mucho menos amenazante coger, sin otro tipo
de compromiso sentimental, que el coger integrado a un contacto cariñoso
que incluya, inevitablemente, una cuota de vulnerabilidad emocional, siempre
incompatible con el ideal de masculinidad tradicional”, resalta Volnovich. Y
también aclara que hay otros varones que se inclinan a una conyugalidad
exitosa con una gran libido en la familia y la crianza de sus hijas e hijos.

¿Se puede generar movimientos sociales que interpelen e intervengan


sobre conductas que son leídas por las protagonistas como puro deseo? Esa
es la pregunta. Illouz cree que los cambios en los paradigmas de
masculinidad son imprescindibles para amorosidades menos ficticias y con
menos costo para aquellas mujeres a las que –todavía– les gusten los
varones. “Una respuesta colectiva válida sería reclamar que los hombres y las
mujeres no son tan distintos entre sí: los dos tienen necesidad de practicar
sexo y lograr amor.

Habría que lograr un modelo de masculinidad moderno valioso que no tenga


que ver con tener una acumulación de parejas sexuales. Actualmente la
acumulación de parejas sexuales juega un papel fundamental en el status
masculino. Una manera en la que las mujeres podrían articular un mejor
feminismo sería que formulen un modelo de masculinidad poderoso pero que
no se base en la cantidad de parejas sexuales del hombre porque eso, de
alguna manera, termina devaluando a la mujer heterosexual”.

---------------

¿Sirve la sociología del amor? Hay psicólogas que dicen que hay que teorizar
menos y hacer más. Investigadoras cansadas de leer papers y dispuestas a
usar Happn hasta encontrar alguien que pueda ir a escucharlas a una charla;
compañeras de oficina que no quieren leer que esto les pasa a todos y que
los desencuentros no son una casualidad permanente para no deprimirse;
lesbianas que invitan (con toda razón) a pasarse a su cama para dejar de
estar pendiente de varones más tiránicos y poco dispuestos a dar placer.
Todavía es inexplicable porque duele tanto el amor. Pero, ese dolor o falta de
autoestima, que quita el hambre y mete en la cama, quita la sonrisa y hace
llorar, no puede ser ignorado. Hablar, leer o escribir calma, genera
comprensión y –en algún punto– alivio. Manifestar nuestros deseos puede
contribuir a una dinámica nueva de vínculos amorosos y sexuales donde el
dolor esté amortiguado y el placer potenciado.

También podría gustarte