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Los equipos del Servicio de Bomberos Rurales (RFS) se

dedican a la protección de la propiedad de varias casas a lo


largo de la carretera Old Hume Highway, cerca de la ciudad de
Tahmoor, ya que el incendio de Green Wattle Creek amenaza a
varias comunidades en el suroeste de Sídney, Australia
(Reuters)
Los números son dramáticos. La situación casi
insostenible. Australia vive su peor pesadilla desde que se tenga
memoria. Los incendios -algo recurrente para esta época del año- han
alcanzado niveles nunca vividos: 24 personas han perdido la vida,
varios de ellos, bomberos, que se transformaron en héroes, 1.588
casas destruidas, 5.500.000 hectáreas arrasadas por el fuego
y 500 millones de animales muertos.

Pero, ¿por qué esta vez los incendios son tan devastadores? Las
razones son varias. Las llamas han sido alimentadas por
una combinación de calor extremo, sequía prolongada y fuertes
vientos.

Australia está sumida en una ola de calor con temperaturas récord


desde hace tres meses. Cuando promediaba diciembre y nadie creía
que los incendios podían ser tan mortales, los australianos vivieron el
día más caluroso de la historia: la temperatura promedio fue de 41,9
grados centígrados. Abrumador incluso para una población
acostumbrada al calor. Las noticias no son alentadoras. En las
próximas semanas las condiciones no variarán demasiado.

Pero este calor extremo fue acompañado además por otro factor
inesperado: los fuertes vientos. Las ráfagas de hasta 96 kilómetros por
hora -el pasado lunes- han sido el combustible fatal para el fuego.
Esto permitió que las llamas se expandieran rápidamente.

Pero no termina todo aquí: Australia atraviesa, por si fuera poco, la


temporada más seca de los últimos 120 años. New South
Wales y Queensland son los estados más golpeados por el
fenómeno. Las lluvias son casi nulas desde principio de 2017, y su
vegetación está casi muerta desde entonces. Incluso, la sequía ha
afectado las áreas agrícolas más productivas del país, incluidas
algunas de las que ahora están en llamas.
Nancy Allen y Brian Allen se detienen afuera de su casa
mientras los fuertes vientos empujan humo y cenizas del
Currowan Fire hacia Nowra, New South Wales, Australia, el 4
de enero de 2020. El cielo naranja tiñe toda la geografía del
país (Reuters)
Aunque en esta época del año los incendios forestales suelen ser
frecuentes, la experiencia actual es algo inusual y comenzaron
demasiado temprano. Hacia septiembre ya se preveía que serían
devastadores, aunque no parecían proyectar la actual devastación.
Las llamas han emergido en todo el país en los últimos meses,
afectando principalmente a cuatro de los seis estados. La costa este
ha sido la más afectada.

A principios de noviembre, 1.500 bomberos luchaban contra 70


incendios en New South Wales, el estado del sudeste que incluye
a Sídney. Para entonces, la tragedia que se aproximaba estaba más
clara. El 11 de aquel mes, ese estado emitió una calificación de peligro
de incendio “catastrófico” por primera vez en la década desde que el
sistema de advertencia actual ha estado en funcionamiento.

Los miembros del Servicio de Bomberos del País (CFS)


apagaron un incendio que alcanzó fardos de heno en una
propiedad en Mount Torrens en Adelaide Hills, Australia, el 3
de enero de 2020 (Reuters)
Los incendios forestales son una característica habitual en el
calendario de Australia, a menudo desencadenada por causas
naturales como los rayos, y no pueden atribuirse solo al cambio
climático o al aumento de las emisiones de gases de efecto
invernadero. Pero los expertos, en esta ocasión, advierten que el clima
cambiante es clave para comprender la ferocidad vivida este año.
Además, el clima en aquel continente definitivamente está mutando.
De acuerdo a los datos aportados por la Oficina del Servicio de
Meteorología australiana, las temperaturas ya han aumentado en
más de un grado Celsius desde 1910, y gran parte del aumento se
produjo desde 1950.

Los héroes que dejan su vida

Decenas de miles de bomberos, la gran mayoría de ellos voluntarios,


están trabajando desde hace semanas, sin descanso. El Gobierno
federal de Australia anunció la semana pasada que los voluntarios
en New South Wales, así como en otros estados, si lo solicitaban,
recibirían una compensación de hasta aproximadamente 4.000
dólares. Ese cambio en la política fue inicialmente rechazado por el
primer ministro Scott Morrison, blanco de críticas por el accionar de
su gobierno.
Charlotte O'Dwyer, la hija del voluntario del Servicio Rural de
Bomberos Andrew O'Dwyer, con la esposa de Andrew Melissa,
recibe el casco de su padre después de que el comisionado de
RFS Shane Fitzsimmons le entregara la medalla de servicio de
su padre durante su funeral en Our Lady of Victories Catholic
Church en Horsley Park, Sídney, este martes 7 de enero de
2020. Andrew fue uno de los tantos héroes que intentan frenar
el fuego en Australia (Reuters)
La semana pasada, cuando los incendios causaron una destrucción
generalizada, Australia desplegó sus fuerzas armadas y pidió ayuda a
los países aliados, los Estados Unidos y Canadá. La Fuerza de
Defensa Australiana dijo el martes que enviaría helicópteros
militares, aviones y naves militares Black Hawk y Chinook
a Victoria y New South Wales, las áreas más afectadas, de acuerdo
con The New York Times.
Hasta este martes, al menos 69 focos de incendio continuaban su
camino por todo el territorio, sobre todo en las zonas más afectadas.

Los números de la devastación

Desde septiembre se han quemado más de 6 millones de hectáreas,


el doble del tamaño de Bélgica. En comparación, casi 2,5 millones de
hectáreas se convirtieron en humo en agosto en la Amazonía. Los
incendios de 2018 en California destruyeron casi 800.000 hectáreas
durante una de las peores temporadas de incendios forestales en este
estado estadounidense.

El número de animales muertos ascendería a 480 millones, solo en el


estado de New South Wales, según un estudio de la Universidad de
Sídney. Una evaluación que podría ser “considerablemente más
alta”, según los especialistas. Entre ellos, los koalas son los más
afectados y los que corren más riesgo de extinción.
En esta imagen de archivo del 23 de diciembre de 2019, el
primer ministro de Australia, Scott Morrison, analiza el daño
desde un helicóptero cerca de Gospers Mountain, New South
Wales. Morrison es blanco de críticas por su lenta reacción
ante la devastación y por su mirada displicente sobre el cambio
climático (AP)
En 2009, el estado de Victoria vivió un “sábado negro” con la muerte
de 179 personas en el peor incendio de la historia de Australia. El
miércoles de ceniza de 1983 hubo 75 muertos en los estados de
Australia Meridional y de Victoria, de acuerdo con AFP.

El drama de los koalas

La Animal Rescue Craft Guild dijo el lunes que les ha llegado una


avalancha de ofertas de ayuda después de hacer un llamado a
voluntarios para hacer chales para murciélagos, bolsas para canguros,
nidos de pájaros, mitones de koala y otras prendas para marsupiales.

Las donaciones han llegado de lugares tan lejanos como Estados


Unidos, Reino Unido, Hong Kong, Francia y Alemania. “Se está
volviendo una locura”, comentó Belinda Orellana, una de las
fundadoras de la agrupación, a la agencia Reuters. “La respuesta ha
sido increíble”. En las últimas semanas, las llamas han arrasado 8
millones de hectáreas de vegetación en Australia, equivalentes al
territorio de Austria.

El rescatador de vida silvestre de Adelaida Simon Adamczyk es


visto con un koala en un bosque en llamas cerca del cabo
Borda, en la isla Canguro, al suroeste de Adelaida, Australia, el
7 de enero de 2020 (Reuters)
Algunos expertos estiman que la cantidad de animales muertos
producto de los incendios, incluidas mascotas y ganado, sería
cercana a los 500 millones, además de cientos de miles de
especies de fauna nativa heridas y desplazadas.

“Es con las pequeñas almas que sobrevivieron donde nosotros


llegamos (...) que nuestro grupo crea y suministra artículos para
los grupos de rescate y cuidadores en todo el país”,
expresó Orellana, agregando que la demanda estaba creciendo y que
había una necesidad urgente de donaciones de telas.

Originalmente formada hace unos meses para fabricar camas y


abrigos para mascotas de perreras, la página de Facebook de la
organización tiene 75 mil miembros. Muchos de los voluntarios han
tejido y cosido una gran variedad de artículos, incluyendo mitones
para koalas con patas quemadas y bolsas para canguros pequeños
que han perdido a sus madres.

Lara Mackay, una de las nuevas voluntarias que vive en Nueva


Zelanda, acaba de hacer su primera bolsa de canguro, que su gato
probó en casa. “Estoy pensando hacer la mayor cantidad posible y
estoy pidiendo a fábricas que donen tela para coser”,
contó Mackay a Reuters.

En Singapur, Leslie Kok estaba trabajando en su cuarta bolsa para


canguros y se reunió con otros voluntarios para compartir materiales y
consejos. “Tejeré mientras sean necesarias las bolsas”,
declaró Kok.

Más cerca de los incendios, Simone Watts, en las Montañas Azules,


a las afueras de SÍdney, vio la petición de ayuda y se puso a trabajar
convirtiendo fundas de almohadas en camas para murciélagos o
zorros voladores. “Miré la lista de lo que más se necesita y,
considerando mis capacidades de costura, decidí que podría
contribuir con los chales para murciélagos”, dijo Watts.

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