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- Las alteraciones que introdujo El Quimbo afectaron las dinámicas bióticas

de la zona, en dos frentes: el primero sobre el río Magdalena que ha visto


disminuida la fauna íctica (peces), a partir de la reducción de oxígeno,
eutrofización y bajas temperaturas ocasionadas por desvío y
represamiento del río Magdalena y, el segundo, sobre ecosistemas de
bosques riparios, secos y premontanos, cuyo retroceso -a partir de los
aprovechamientos forestales- ha impactado la biodiversidad regional.

- Tuvo un aprovechamiento forestal ilegal de más de 3.000 hectáreas de


bosque seco con más de 324 especies de flora registradas según el Estudio
de Impacto Ambiental desarrollado por Ingetec.  El área a intervenir tenía
una veda de aprovechamiento, transporte y comercialización de especies
epífitas (plantas como musgos, líquenes, quiches, lamas y orquídeas que
crecen sobre otras plantas usándolas como soportes para su desarrollo)
declarada por el Inderena desde 1977, resolución aún vigente.

- Estas plantas no son parásitas, pero crecen sobre otras para aprovechar su
luz, agua y soporte, su función en el ecosistema es fundamental: “proveen
refugio y alimento a insectos, arácnidos, aves y anfibios pequeños que
habitan en el dosel, especialmente en la época seca, ya que actúan como
reservorios de agua. Sirven como nichos reproductivos para muchas de
esas especies y contribuyen en el ciclaje de nutrientes en ese estrato del
bosque”.
Estas plantas son muy apetecidas para su uso ornamental, por lo que
desde 1977 el Inderena estableció una veda nacional sobre ellas. Las
autoridades ambientales exigen medidas de protección y conservación a
los proyectos que contemplen talar los árboles que habitan.

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