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María Elizabeth López Ledesma

Violeta Mendezcarlo Silva

ANÁLISIS EVOLUTIVO E INTEGRACIÓN:


UNA MIRADA HISPANO - MEXICANA
PROTECCIÓN MEDIOAMBIENTAL, ANÁLISIS
EVOLUTIVO E INTEGRACIÓN: UNA MIRADA
HISPANO MEXICANA

María Elizabeth López Ledesma


Violeta Mendezcarlo Silva
(Coordinadoras)

Auxiliar en Revisión de Texto:


Guillermo de Jesús Flores Torres
© Primera edición: 2015
Publicado por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la
Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

Este libro fue arbitrado por pares académicos.

Cuidado editorial: Dr. Ramón Manuel Pérez Martínez


Corrección de pruebas: Dra. Rubí Ceballos Domínguez, Dr. José Ramón Ortiz Castillo
Diseño y maquetación: LCG. Lucía Ramírez Martínez

Imagen de portada: © javarman/Fotolia

Todos los derechos reservados conforme a la ley


ISBN: 978-607-9343-87-3

Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de


la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de
los editores, en términos de lo así previsto por la Ley Federal del Derecho de Autor y,
en su caso, por los tratados Internacionales aplicables.

Hecho en México.
PROTECCIÓN MEDIOAMBIENTAL, ANÁLISIS
EVOLUTIVO E INTEGRACIÓN: UNA MIRADA
HISPANO MEXICANA

María Elizabeth López Ledesma


Violeta Mendezcarlo Silva
(Coordinadoras)

Auxiliar en Revisión de Texto:


Guillermo de Jesús Flores Torres
ÍNDICE

Introducción�������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 5

Protección del medio ambiente: aproximación a la delimitación del concepto


histórico – jurídico������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 11
Dr. Rafael Sánchez Domingo

Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes en el Código


Penal español vigente��������������������������������������������������������������������������������������������������������� 49
Dra. Patricia Esquinas Valverde

El derecho al medio ambiente y su protección tributaria��������������������������������������������� 87


Dr. Mirlo Matías de la Cruz
Dra. María de los Ángeles González Luna
Dra. Sandra López Reyes

Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad


y ética natural�������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 125
Mtra. Violeta Mendezcarlo Silva

Antecedentes constitucionales en México del derecho humano al medio ambiente


sano ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ 159
Mtra. María Elizabeth López Ledesma

Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales ���������������������������������������������� 181


Dr. Armando Medina Jiménez
Introducción
La presente obra se muestra como un intercambio de experien-
cias de investigadores de dos países: México y España, los que po-
seen una trayectoria en los diversos temas que se ponen a conside-
ración del lector como una propuesta de estudio multidisciplinario
del derecho ambiental.
Esta convergencia en los idearios hispano y mexicano nos llama a
trabajar la materia desde todas las disciplinas y ámbitos, no sólo los
propuestos aquí, por ser un derecho humano difuso que entraña en
sí mismo la interrelación de diversos derechos humanos como los de
la salud, la alimentación, la vivienda, por mencionar sólo algunos.
El trato jurídico al derecho ambiental es lo que presentamos
con las perspectivas de ambos países iberoamericanos frente a la
­problemática ambiental que es compartida, sobre todo de la necesi-
dad de modernizar las estructuras jurídicas, económicas y el propio
­pensamiento social como imperativo universal con un doble objeti-
vo: evitar la degradación de nuestro entorno y como consecuencia
de ello hacer efectiva la vialidad de éste a que tiene derecho todo ser
humano.
Fraccionamos el estudio en capítulos ubicados en dos grandes tí-
tulos: el de “Perspectiva española” y el de “Perspectiva mexicana”.
Desde la perspectiva española, iniciamos con la “Aproximación
a la delimitación del concepto histórico jurídico”, que nos mues-
tra la preocupación por el estudio del medio ambiente con las
­implicaciones sociales, económicas y políticas que se presentan des-
de que se hace referencia al entorno físico denominado “medio am-
biente” hasta nuestros días, calificándolo de un concepto complejo
y multidisci­plinar que evoca otros conceptos como progreso y de-
sarrollo. De forma específica el capítulo comentado, alude a la Edad
Media como el entorno rural castellano en el que se protegió el agua,
las especies vegetales y fauna.
Desde otro ángulo del derecho como lo es la disciplina penal, Es-
quinas Valverde, trata en su capítulo, los “Delitos relativos al uso

5
Introducción

de la energía nuclear y las radicaciones ionizantes”; en él analiza la


regulación vigente existente en el Código Penal español en torno a
las formas ilícitas de producción, manipulación o tratamiento de la
energía nuclear y de los residuos radioactivos que se deriven de la
misma; en especial, se estudia la naturaleza de estos comportamien-
tos como delitos de peligro abstracto o concreto, en cada caso, pre-
cisando la relación técnico-normativa que guardarán tales preceptos
con aquellos otros que sancionen los posibles resultados de lesión
para las personas o para los recursos naturales que dichas conductas
llegaran a producir.
Por su parte, Matías de la Cruz, González Luna y López Reyes, de
la Universidad Autónoma de Chiapas, presentan una investigación
denominada “El derecho al medio ambiente y su protección tributa-
ria”, donde exploran el concepto de justicia tributaria establecido
en la Constitución Española en aplicación a contribuciones de ca-
rácter ambiental que permitan auxiliar al ­Estado en la procuración
del derecho humano a un medio ambiente sano, planteando nuevos
horizontes para la obligación de tributar.
La parte denominada perspectiva mexicana inicia con el ­trabajo
de Mendezcarlo Silva quien, en su ­capítulo “Del antropocentrismo
al ecosistema, integralidad y ética natural”, describe el tránsito del
hombre antiguo como – asimilado a la naturaleza como un animal
más – hacia un antropocentrismo como forma de pensamiento his-
tórico-filosófico, que ha llevado a la humanidad a un desencuentro
con lo natural, auspiciado por el estilo de vida occidentalizado que
nos coloca, hoy día, en este punto de inflexión en que resulta im-
perativa la adopción de medidas consonantes con una filosofía que
abogue por una integración entre lo social y lo natural.
En el capítulo “Evolución del derecho humano al medio ambien-
te sano”, López Ledesma nos guía a través la dimensión jurídica de
este derecho humano para determinar si la infraestructura jurídica
es la adecuada no sólo para reconocerse constitucionalmente como
derecho humano en México, sino en lo relativo a su viabilidad, esto
a través de la historia constitucional e internacional.

6
Introducción

Finalmente, Medina Jiménez con su ­artículo ­denominado “Dere-


cho de acceso al sol en los desarrollos ­habitacionales”, explora uno
de los campos más novedosos del derecho humano al medio am-
biente sano evidenciando su relación con otros derechos como el
de la vivienda, la salud y el desarrollo, todos en torno a un lugar
común que es la dignidad de la persona. Así, de acuerdo con el autor,
las políticas de desarrollo urbano de las ciudades deberían facilitar
la creación de vivienda que favorezca un desarrollo integral de sus
habitantes.
De esta forma se busca evidenciar el interés común que comparten
dos naciones con una tradición cultural y jurídica afín, ­exponiendo
los principales avances de cada sistema jurídico en torno a la vigen-
cia del multicitado derecho humano a un medio ambiente sano, de-
jando en claro los avances y asignaturas pendientes por desarrollar
en cada país para que el derecho se constituya como un instrumento
efectivo para renegociar un “contrato natural” entre la actual socie-
dad moderna (que se concibe en una ficción lejana a la naturaleza),
con la un entorno que reúne elementos planetarios e incluso extra-
planetarios como el sol y la energía solar.
La reversión del deterioro medioambiental que la sociedad mo-
derna ha causado aceleradamente desde la Revolución Industrial,
depende únicamente de nuestras decisiones, las cuales repercuten
directamente en el tránsito digno de nuestra especie en el calendario
universal, y asegurar el cumplimiento de esa tarea pertenece innega-
blemente al derecho. El intercambio de experiencias, la solidaridad
global y la conciencia social son sus mejores auxiliares.
Las coordinadoras

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8
Perspectiva española

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Protección del medio ambiente: aproximación a la
delimitación del concepto histórico – jurídico1

Dr. Rafael Sánchez Domingo2

Sumario
1. Introducción. 2. Concepto de medio ambiente. 3. La actividad
normativa concejil castellana en materia de medio ambiente durante
la Edad Media.

1. Introducción
La crisis del medio ambiente atraviesa por una serie de circuns-
tancias que los humanos no hemos logrado encarar de manera clara.
En pleno siglo XXI las discusiones ambientales pasan por intereses
económico-científicos y a pesar de la convocatoria de foros de discu-
sión parece que no hay lugar a espacios para deliberar.
Cuando nos referimos a “Edad Media”, utilizamos esta expresión
para referirnos a un período de la historia europea que transcurrió
desde la debilitación del Imperio Romano de Occidente (año 476 d.C.)
hasta la caída de Constantinopla en 1453. También se s­ eñala como
fecha la invención de la imprenta o el descubrimiento de ­­América

1
Agradezco a la Facultad de Derecho “Abogado Ponciano Arriaga Leija” de la Univer-
sidad Autónoma de San Luis Potosí la deferencia por la invitación cursada a participar
en el I Seminario de la Red de Estudio sobre Derecho Ambiental y Políticas Públicas
2013.
2
Universidad de Burgos

11
Protección del medio ambiente

de 1492. La Edad Media se caracterizó por su ­dogmatismo, su ma-


nera sesgada de mirar al mundo y este período milenario, que no
se puede registrar de un solo trazo, en algunos momentos ­presenta
un escenario donde el pensamiento no evolucionó. La nueva Edad
Media se ha venido anunciando desde 1930 por el ruso Nicolás
Berdiaeff, quien planteó la medievalización de la sociedad, aunque lo
más penoso es que en el siglo XXI ha tomado mayor fuerza puesto que
se dan ciertas similitudes, como las dificultades de ­comunicación, el
exceso de información que afecta, al igual que la carencia, la especiali-
zación tecnológica, la inseguridad y la provisiona­lidad, el formalismo
intelectual, la pretensión de establecer una lengua d ­ ominante, etc.
Sabemos que la Filosofía del medio ambiente es una rama que
reflexiona sobre lo ecológico y pone de relieve y argumenta de for-
ma persuasiva que las actuaciones decisivas en materia ecológica no
sólo son de naturaleza ética, sino que también hay imbricaciones
políticas. Sabemos que la Ecología puede proponer determinadas
soluciones, pero la adopción de las mejores medidas no es algo que
dependa de la calidad de las propuestas, sino que está sometida al
albur de las decisiones políticas y de la dinámica del mercado, con
todas sus contradicciones. La metáfora propuesta es que hay como
un “palimpsesto” frente al medio ambiente, es decir, una escritura
borrada y re-escrita sobre ella misma, en una multiplicidad de voces,
en ocasiones discordantes, pero teniendo como referencia el “mito”
del medio ambiente, aunque desconocemos cuáles son los niveles de
realidad que anuncian el fracaso ecológico.
La raza humana está llena de pasión o exceso de reflexión con las
consecuentes dificultades de articulación, en donde el ser humano
llega a ser libre a través de los sueños y se esclaviza en el tránsito a la
realidad, entendiendo que las palabras y las ideas pueden cambiar el
mundo, ocultar la realidad o alterar el desenlace humano. Por otro
lado, es indudable que la preocupación por el medio ambiente viene
siendo abordada por muchas disciplinas: grupos políticos, minorías
étnicas, juristas, activistas, etc. que se plantean interrogantes y en su
caso soluciones sobre los siguientes extremos:

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Dr. Rafael sánchez domingo

•  ¿Existirá una verdadera crisis del medio ambiente con la magni-


tud y categoría que se anuncia?
•  ¿Nos encontramos como en la Edad Media, con su grupo de
excluidos?
•  ¿Comprendemos la expansión de la Naturaleza o estamos en
deuda con el conocimiento?
•  ¿Nos encontramos en el epígono ecológico-conceptual?
Si nos atenemos a la idea del filósofo y semiólogo ruso Bakhtin
(1895-1975), quien enunció que en toda novela hay un tiempo y un
espacio interior al discurso denominado “cronotopo”, que en rea-
lidad son las coordenadas espacio-temporales, podemos decir que
esta categoría puede extenderse a cualquier actividad humana que
necesaria­mente está enmarcada dentro del espacio y del tiempo que
le son propios y, en muchos casos, difieren del conjunto.
Si consideramos, desde el punto de vista jurídico, cuál es el bien
jurídicamente protegido, tenemos que: para una organización eco-
nómica es el dinero (maximización del beneficio); para una religiosa
es la purificación (vías purgativa, iluminativa y unitiva); para el me-
dio ambiente constituye un soporte para la vida. Pero en los discur-
sos surgen contradicciones que no siempre se logran resolver. Si nos
­centramos en las coordenadas espacio-temporales, nos damos cuen-
ta que el tiempo que el ser humano está dispuesto a conceder para
­recuperar las secuelas del espacio que se contamina es menor que
este, y como expuso Savater en el texto Los mitos y fantasmas del fin
de siglo que ahora el mundo está menos contaminado que en el siglo
XII, pues no nos asolan las pestes que se generaban por consumo de
agua contaminada, ni por comer pan infectado por el cornezuelo de
centeno, como sucedía en las peregrinaciones jacobeas, originando
muchas muertes y amputaciones de miembros. Ahora bien, desde el
punto de vista “ecológico”, no es verdad que nuestro mundo sea peor
que el de la Edad Media. El autor distingue que la superpoblación, la
utilización de combustibles fósiles, la deforestación, la destrucción
de la capa de ozono, el aumento de desechos, las guerras, la conta-
minación, etc. nos exponen a un peligro ambiental. De ello se colige

13
Protección del medio ambiente

que hay una preocupación acentuada por la finitud y riesgo en que


se encuentran los recursos renovables y no renovables, puesto que se
han provocado daños en el ecosistema cuyos límites de resistencia
aún no se alcanzan a comprender, pues de seguir con esta dinámica,
la humanidad debe estar preparada para situaciones emergentes que
se darán en el futuro.
Es por ello que se exige una acción globalizada, y la humanidad
debe comprender la expresión “progreso”, junto a otras categorías,
como la seguridad o la integración. Sabemos que el progreso es me-
dio, no fin y a través de la historia, maestra de la vida, nos da las
pautas para saber introducir la idea de “progreso”, que como interro-
gante debe ser cuestionado de muchas maneras posibles al objeto de
encontrar aproximaciones desde varios modelos, unos ya existentes
y otros emergentes. Desde el punto de vista histórico ¿en qué con-
siste el desarrollo sostenible?, pues sabemos que los beneficiados son
unos pocos y el resto paga las consecuencias y es difícil evaluar cómo
los gobiernos miden las pérdidas ambientales. De esta manera, ver
la Historia como un horizonte del pasado nos lleva a entender que
nuestras respuestas al futuro las elaboramos desde el pasado, y ahí
está la fuente, en un constante brotar de la conciencia histórica, en
un sentir de responsabilidad social, en una trasposición de trascen-
dencia individual. Sabemos que la época medieval estuvo impregna-
da de una atmósfera de disputas escolásticas, intereses políticos de
grupos emergentes, de comunidades religiosas divididas, corrientes
ideológicas enfrentadas y en pugna por exiguas definiciones dogmá-
ticas, pero los grandes temas no se abordaban, como sucede con el
medio ambiente. Aunque como veremos más adelante, en numero-
sos fueros y cuerpos ordenancísticos medievales y de la época mo-
derna se establecían disposiciones que protegían la naturaleza, me-
dio de subsistencia de muchas personas en aquellos tiempos.
Tal vez debamos pasar por el mito, la metáfora y el arte para tra-
tar de encontrar respuestas en el pensar ecológico que perdimos,
­porque en la naturaleza nada ocurre de forma aislada y cada fenó-
meno afecta a otro. Esto no significa que debamos volver al mito,

14
Dr. Rafael sánchez domingo

pero es verdad que en la mitología griega, rica en hipérboles, abun-


dan las divinidades de orden ambiental: Neptuno, Dios de los mares;
­Apolo, de la agricultura y los rebaños; Hefestos, del fuego; Deméter
de la tierra cultivada; Dionisio, del vino y de la vegetación; Artemisa,
de la caza. Poseían las ninfas, hijas de Zeus, que personificaban las
fuerzas de la naturaleza. Eran las deidades de los bosques, los ríos, las
fuentes, las montañas, los árboles, los cultivos, la caza, etc., y recibían
nombres especiales según la función asignada. Las más conocidas de
todas eran las Náyades o ninfas de las fuentes y de los ríos. Las Ne-
reidas, o ninfas del mar; Las Oceánides, o ninfas de las montañas; las
Hamadríades, o ninfas de los árboles. Se las representaba en el rapto
de jóvenes mujeres y en su honor se erigían templos y altares en los
bosques, junto a los ríos y las fuentes.
En el polo opuesto se encontraban las sirenas, que encantaban a
los marinos para devorarlos, y los sátiros o demonios de los bosques,
borrachos libidinosos y peligrosos para la convivencia, de los que
nació el género poético de la sátira. Pues bien, desde esta perspectiva
debemos construir puentes entre las diversas épocas, señalar correc-
tores para comprendernos en los medios y en los extremos, en las ca-
rencias y en los derroches, en las negaciones y en las afirmaciones. Si
esas culturas pretéritas erigieron esos dioses para proteger la natura-
leza es algo que debe interpelarnos. Una posible respuesta puede ser
que tal vez conociendo la procacidad del ser humano, optaran por
ingeniarse mentalmente unos dioses para avisar al género humano
que se podía sobre-explotar el entorno, puesto que en respuesta reci-
bían un castigo. En tal caso precisamos aprender más simbología de
las antiguas culturas y sus deidades protectoras e intervencionistas
y debemos asimilar la cultura ecologista de los antiguos para trans-
formarla en dispositivos creíbles e inteligentes que protejan la salud
del planeta, porque el olvidar cómo nuestros antepasados protegían
y cuidaban la naturaleza y los recursos que se extraían de esta con
prácticas saludables, podría traer consigo abandonar una conducta
positiva y quedar fuera de una realidad que nos atañe a todos y exige
una conciencia histórica, porque la vida fluye en el tiempo, susten-
tada en energías cuyo resultado es la materia que adquiere formas

15
Protección del medio ambiente

que son alteradas en sus ciclos internos por lo que se desencadena


una situación que genera otros estados que numerosas especies no
soportan.
La preocupación actual de evaluar el territorio en un sentido eco-
nómico atendiendo no sólo a los valores del mercado, sino a los re-
cursos naturales que contiene y a sus aptitudes de uso, va en sentido
inverso al proceso de desespacialización y desnaturalización de la
ciencia económica que se operó desde los siglos XVII y XVIII has-
ta su consolidación en el siglo XIX. Puede caerse en la trampa de
abrazar ingenuamente al aparato conceptual que ­permitió esa des-
espacialización y desnaturalización de lo económico, para perseguir
ahora el efecto contrario, como ocurre frecuentemente en ensayos
de ordenación de territorio y de la economía del medio ambiente,
tributarios de una ciencia económica cuyo discurso se circunscribe
al mundo sin dimensiones del valor.
La desterritorialización del razonamiento económico se encuen-
tra ligada al progresivo desplazamiento de la idea de riqueza desde
lo inmobiliario hacia lo mobiliario y al distanciamiento de la noción
de producción del contexto físico-natural en el que nació, para refu-
giarse en el universo aislado del valor.
Debemos tener claro, para entender mejor cómo se ha desembo-
cado en la idea del medio ambiente actual, que antes del siglo XVIII,
ni la economía había tomado cuerpo como la rama del conocimien-
to específico que es hoy, ni lo económico se consideraba un domi-
nio sujeto a leyes propias e independientes de la religión y la moral,
como actualmente ocurre. La aparición del aparato conceptual y de
los presupuestos que facilitaron este cambio aparece envuelta en el
desplazamiento general de las ideas que posibilitó el advenimiento
del capitalismo y de la sociedad industrial. Ideas como desacraliza-
ción de la ciencia, extensión del dogma mecanicista, que suplantó a
la antigua visión organicista del mundo, el nuevo antropocentrismo,
con especial incidencia en el tema de la tierra, etc. Se trata de un
proceso de desmantelamiento y sustitución de las viejas concepcio-
nes del mundo por otras más desacralizadas, en que ocupó un lugar

16
Dr. Rafael sánchez domingo

importante el triunfo de los planteamientos de Copérnico y el con-


siguiente derribo del antropocentrismo de origen religioso que se
apoyaba en la visión cósmica de Tolomeo.
Cuando se aceptó que la tierra no era más que un pequeño pla-
neta situado en uno de los innumerables mundos solares, el hombre
quedó desplazado de la posición central en el universo que le confe-
ría el antiguo orden de ideas.
La imagen desacralizada de ese nuevo universo infinito, regido
por la mecánica, resultaba mucho más sobrecogedora e inhóspita
que la del viejo universo de las esferas, a la vez que el antiguo “Rey de
la creación” veía relegada su condición a la de un accidente cósmi-
co sin importancia. En otro capítulo de la ciencia acudimos al ama-
ble relato de micromegas, en el que Voltaire recoge con humor la
sensación de insignificancia del ser humano y de su propia morada
planetaria que generó la nueva cosmología de Copérnico, Galileo y
Kepler. Pascal, en sus Pensamientos, cuando habla de espacios inhu-
manos y silenciosos del universo que le llevaron a investigar sobre el
universo vacío, meditaba sobre su existencia: “un átomo, una sobra
que no dura más que un instante sin retorno”.
La sensación de desamparo que originó la nueva cosmología no
se saldó con el empeño de utilizar la naciente ciencia experimental
para racionalizar las relaciones del hombre con su pequeño planeta,
articulando su economía en una simbiosis estable con el medio. Y
fue esa sensación la que indujo a cerrar los ojos a las limitaciones de
ese entorno, a la vez que alimentó una fe desmedida en los logros de
la ciencia como fuente continua de progreso para restaurar el antro-
pocentrismo sobre estas bases. Ya no importaba la pequeñez de la
tierra y del hombre en ese universo infinito: con las poderosas armas
derivadas de la razón, la ciencia, la técnica y el trabajo, el hombre
podía construir su entorno a voluntad e incluso someter el universo
entero a su servicio. Curiosamente la tendencia a ignorar el entorno
físico-natural que se derivó de la implantación de la nueva cosmogo-
nía, tuvo su reflejo en la literatura europea de la época.

17
Protección del medio ambiente

Lo que llama la atención de la literatura occidental del siglo


XVII es la ausencia casi total del mundo natural, ya sea humaniza-
do (el universo rural y campesino, tan esencial en una sociedad casi
­exclusivamente agraria) o no (el universo físico, geológico, vegetal
o animal).
La naturaleza se reduce en estos casos a un decorado vegetal que
sirve de telón de fondo al diálogo de los personajes. Esta ausencia,
motivada por la imagen sórdida de la naturaleza antes mencionada,
aparece corregida después por la visión más animada y alegre que de
ella ofrecen las obras de Molière; sin la revalorización de la naturale-
za y la añoranza de paraísos perdidos, presente en la obra literaria de
Rousseau pero, sobre todo, por la reacción de la literatura romántica
del siglo XIX.
La Ciencia Económica nació en este contexto, espoleada por el
afán de acrecentar las riquezas y de disfrutar de los placeres terre-
nales, que se extendió tras el Renacimiento frente a la austeridad y
religiosidad medievales. Pero el aparato conceptual de esta ciencia
se construyó todavía sobre retales del antiguo orden de ideas, que
implicaron su originaria vinculación a la tierra y a la economía de
la naturaleza.
En efecto, la noción de un sistema económico como un “todo”
ordenado y sujeto a leyes propias e independientes de la ética surgió
como parte integrante de la idea de un orden natural que se suponía
diseñado por una inteligencia ordenadora (Demiurgo) y que el hom-
bre debía respetar y tomar como modelo de sus proyectos, para ase-
gurar que los resultados no se le volvieran en contra. De ahí que no
sólo las prácticas agrarias, arquitectónicas o metalúrgicas conservan
todavía en esa época un sentido ritual tendente a emular el orden na-
tural, sino que también las instituciones sociales buscaban su apoyo
en la naturaleza, dando pie incluso a la noción de Derecho natural.
Pero posteriormente hubo un paulatino abandono de esa idea de
tomar la naturaleza como patrón, en parte auspiciada por la desna-
turalización de la naturaleza misma, que se derivó de llevar la aplica-
ción de los esquemas interpretativos de la mecánica hasta los últimos

18
Dr. Rafael sánchez domingo

rincones del mundo orgánico. Así, el derecho natural dejaría de apo-


yarse en la naturaleza general, para hacerlo sólo en la naturaleza hu-
mana, y la ley pasaría de reglar los deberes que imponía la sujeción al
supuesto orden natural a velar por los derechos humanos, observán-
dose el desplazamiento desde un naturalismo jurídico hacia un hu-
manismo jurídico más en consonancia con el antropocentrismo de
nuevo cuño antes mencionado. La Declaración de Barcelona de los
Derechos Alimentarios del Hombre (7 de marzo de 1992) constituye
el último eslabón en el desplazamiento comentado: en su artículo
1º establece que “todo ser humano tiene derecho a una alimentación
suficiente y saludable”. De esta manera, conseguir una alimentación
sana y abundante no es ya un objetivo a alcanzar colaborando juicio-
samente con la naturaleza, sino un derecho humano frente a ésta. Sin
embargo, como el hombre no puede menos que compartir la suerte
de la naturaleza o el entorno, diríamos hoy, en los que se integra, el
deterioro de este entorno ha motivado las preocupaciones recientes
por “salvar la Tierra” que sólo pueden hacerse operativas mediante
un nuevo pacto social por el que los hombres se impongan ciertos
deberes para con la naturaleza.
La economía acusó también un prolongado proceso de alejamien-
to, enfrentamiento y divorcio de la naturaleza (y el territorio), para
buscar en los últimos tiempos una cierta reconciliación que haga via-
ble o “sostenible” el futuro económico. Sin embargo, esta reconcilia-
ción exige revisar los modos que en su día originaron el divorcio, a
fin de corregirlos ahora. En lo que sigue repasaremos los fundamen-
tos de este proceso de ida y vuelta, señalando el lugar ocupado por la
economía en el mapa del conocimiento científico y las relaciones de
complementariedad o de conflicto con otras disciplinas, incluidas las
“ciencias de la Tierra”. Pues no está de más recordar, como antídoto
frente al oscurantismo que genera la inconexión entre los saberes
parcelarios de las especialidades científicas, que, tal y como advirtió
Einstein: “el contenido de verdad de un sistema (más o menos econó-
mico) varía según sea la certeza y la completitud de su posibilidad de
coordinación con respecto a la totalidad de la experiencia... [Al igual

19
Protección del medio ambiente

que] un enunciado correcto adquiere su “verdad” del contenido de


verdad del sistema al que pertenece”.
Pues bien, la consideración de lo económico como un sistema co-
herente, sujeto a leyes propias e independientes de la moral, se con-
solidó en el siglo XVIII con la obra de los economistas franceses de la
época hoy denominados “fisiócratas”, y con la obra de Adam Smith.
Resaltemos los rasgos esenciales que definieron la inicial ­vinculación
y el posterior divorcio de esta idea de sistema económico del entorno
físico-territorial. Para ello hay que advertir que el desplazamiento en
el objeto de estudio que acompañó a este divorcio se vio auspiciado
por el conflicto originariamente observado entre las obligaciones que
exigía el respeto al orden natural en su dimensión físico-­territorial y
el afán individual de enriquecerse lo antes posible, que se erigió en
ley natural del comportamiento económico.
Antes del siglo XVIII no se había extendido todavía la noción ac-
tual de “producción” como centro de la ciencia económica. Nada se
estimaba que era producido por el hombre. Dios, principio supre-
mo del ser, se veía como el único capaz de producir, en el sentido
de crear o de sacar algo de la nada. La idea de producción apareció
originariamente vinculada a la capacidad generadora de la madre
tierra como la matriz de ese cosmos orgánico autosuficiente, de
ese “viviente-perfecto” cuyas características recoge Platón en su Ti-
meo. Así, predominaba la idea, también recogida por Aristóteles en
su De animalibus, de que “la tierra concibe por el sol y de él queda
preñada, dando a luz todos los años”. Sólo cuando el advenimiento
de la ciencia experimental respaldó la idea de que el hombre po-
día favorecer, mediante prácticas desacralizadas apropiadas, aque-
llas ­producciones de la madre tierra que fueran de utilidad para los
hombres, la ­naciente ciencia económica pudo hacer de ella el centro
de su sistema. François Quesnay, el autor más representativo de los
economistas franceses del sigo XVIII, fue quien presentó de forma
acabada, en su famoso Tableau Économique (1758), la idea hoy usual
de un sistema económico apoyado en las nociones de producción y
gasto así como de una ciencia de lo económico dirigida a acrecentar

20
Dr. Rafael sánchez domingo

la producción de “riquezas renacientes” sin menoscabo de los “bie-


nes fondo”, entre los que la fertilidad de la tierra ocupaba un lugar
prioritario.
De acuerdo con la visión orgánica del mundo antes m ­ encionada,
esta noción de producción o generación física se aplicaba tanto al
mundo vegetal y al animal como al mineral. Así lo atestigua el hecho
de que la minería aparezca entre las otras actividades productivas
incluidas en la cabecera del Tableau Économique de Quesnay. Y es
que debemos recordar que la idea de sistema económico se consolidó
en ese siglo que va desde la publicación de los Principios (1687) de
Newton a la del Tratado elemental de química (1789) de Lavoisier,
que señala el origen de la química moderna. Es decir, durante ese
siglo en el que se observa el pleno auge de la filosofía mecanicista, a
la vez que permanecían todavía vigentes las creencias alquímicas. De
esta manera, al igual que Richard Westfall demostró que el sistema
newtoniano, con su noción de fuerza, fue el fruto de un maridaje
entre la filosofía mecánica y la alquimia, se ha demostrado que el sis-
tema económico, con su noción de producción, nació de un m ­ aridaje
semejante.
La fe en una ley del progreso indefinido que hizo abstracción de los
límites propios del globo terráqueo que la nueva cosmología había
puesto en evidencia, no sólo se debió a la idea de que, pese a todo,
éste era lo suficientemente grande y exuberante en recursos como
para poder vivir al día sin preocuparse de sus límites, sino t­ ambién a
la creencia en los procesos de generación y crecimiento que se atri-
buían a los tres reinos – animal, vegetal y mineral-, y que se t­ raducía
lógicamente, a escala agregada, en la creencia en la continua expan-
sión de la superficie habitable del globo terráqueo. Valga como botón
de muestra significativo el discurso de Linneo Sobre el crecimien­to de
la tierra habitable, en el que, considerando globalmente «la máquina
de este Universo que ha producido y creado la mano del Artista in-
finito», concluye que, a la luz de la experiencia y de la sana razón, “el
examen ocular mismo, muestra que la Tierra aumenta cada año y que
el continente dilata sus límites”. Observación que está en línea con su

21
Protección del medio ambiente

participación en la creencia, entonces generalizada, en el crecimien-


to de los minerales presente en sus trabajos, que le dieron fama como
padre de la botánica moderna.
La aparición de la agronomía como ciencia experimental ­ofreció
un apoyo empírico a la idea de que el hombre podía acrecentar, recu-
rriendo a ciertas prácticas de cultivo ya desacralizadas, la producción
neta de materia con la que mantener y enriquecer la vida humana.
Y durante el siglo XVIII permaneció viva la esperanza de extender
al reino mineral los logros de la agronomía: “lo mismo que hacemos
el pan, podremos hacer los metales – afirmaba un autor de este siglo-;
concertémonos pues con la naturaleza para la obra mineral tan bien
como para la obra agrícola, y los tesoros se abrirán ante nosotros”.
Esta idea de producción – en el sentido de generación o creación es-
trictamente física de “riquezas renacientes” – fue la base sobre la que
los autores franceses del siglo XVIII elaboraron las categorías de la
naciente ciencia económica. Cuando en esa época la economía se
erigió en una rama específica del conocimiento, concibiéndose por
primera vez el mundo de lo económico como un todo o ­ rdenado suje-
to a ciertos automatismos que apuntaban al bien común, esa n ­ oción
de producción fue la llamada a asegurar el movimiento continuo al
carrusel mecanicista del sistema económico. Pues en estricta cohe-
rencia lógica, la fe en las capacidades ilimitadas del hombre para mo-
dificar a voluntad los procesos de creación y perfeccionamiento de la
materia se revelaba como el complemento indispensable de la creen-
cia más general en un progreso indefinido basado en un c­ recimiento
continuo de la población y las riquezas.
Debemos, sin embargo, dejar señalado que la aproximación al
tema que nos planteamos es vista desde la experiencia española con
profundas raíces europeas.

2. Concepto de medio ambiente


En 1835, el naturalista francés Étienne Geoffroy de Saint-­Hilaire
utilizó la expresión “milieu ambiance” para referirse al entorno ­físico
que rodea a los seres vivos. Desde entonces, este concepto se ha ge-

22
Dr. Rafael sánchez domingo

neralizado en el uso habitual de cada idioma pero con d ­ iversos crite-


rios; por ejemplo, en el castellano de España se habla del r­ edundante
medio ambiente, como sucede en el portugués de Brasil (meio am-
biente), en francés (environnement), inglés (environment) o catalán
(medi ambient); sin embargo, en Hispanoamérica y Portugal – al
contrario – tan sólo se dice ambiente, igual que en italiano o gallego
(probablemente, la opción más adecuada) mientras que otras len-
guas ponen el acento en “medio” como el rumano (mediu), sueco
(miljö) u holandés (milieu).
Más allá de cómo debamos llamarlo, su primera dificultad apare-
ce a la hora de definir el Derecho del medio ambiente, tarea que no
resulta nada fácil si tenemos en cuenta que se trata de un concepto
tan complejo y multidisciplinar que cualquier aspecto se puede plan-
tear desde un punto de vista medioambiental; por eso hablamos de
la responsabilidad civil de un vertido, la tipificación penal del delito
ecológico, la declaración administrativa de impacto ambiental o los
impuestos ecológicos creados a la sombra del principio “quien con-
tamina, paga”, por citar tan sólo cuatro ejemplos de distintas disci-
plinas del ordenamiento jurídico (conjunto de normas vigentes en
un país) afectadas por un fin medioambiental.
Si prescindimos de la – sobria, simple, escasa – definición de me-
dio ambiente que va a proponer el diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua, en su nueva edición, como conjunto de cir-
cunstancias exteriores a un ser vivo, podemos buscar otras propues-
tas; por ejemplo:
•  Para el Ministerio del medio ambiente español, nos encontra-
mos ante el compendio de valores naturales, sociales y culturales
existentes en un lugar y un momento determinado, que influyen
en la vida material y psicológica del hombre y en el futuro de
generaciones venideras;
•  La sentencia del Tribunal Constitucional español 102/1995, de
26 de junio, señaló que:
El medio ambiente no puede reducirse a la mera suma o yuxtaposi-
ción de los recursos naturales y su base física, sino que es el entramado

23
Protección del medio ambiente

complejo de las relaciones de todos esos elementos que, por si mismos,


tienen existencia propia y anterior, pero cuya interconexión les dota
de un significado trascendente, más allá del individual de cada uno
(...) ha sido configurado, desde una perspectiva netamente jurídica,
como la asociación de elementos cuyas relaciones mutuas determinan
el ámbito y las condiciones de vida, reales o ideales de las personas y
de las sociedades.

•  La Unión Europea lo ha definido como la combinación de elemen-


tos cuyas complejas interrelaciones constituyen la ­configuración,
el entorno y las condiciones de vida del individuo y de la sociedad,
como son o como son sentidas.
Teniendo en cuenta que todas las actividades que realizamos
tienen – para bien o para mal – un indudable impacto en nuestro
entorno, desde un punto de vista jurídico, puede que lo mejor sea
definir el Derecho del medio ambiente por los fines que persigue el
legislador cuando dicta estas disposiciones. De esta forma, hablaría-
mos del conjunto de normas que regulan los efectos de la actividad
humana en la conservación y protección de la vida en la Tierra.
Pero conviene recordar tres ideas importantes que nos ayudarán
a comprender mejor los otros puntos de este decálogo:
a) Al día de hoy, no existe ninguna organización internacional que
se dedique exclusivamente a la protección medioambiental y
tampoco existen expectativas de que vayamos a lograrlo a corto
plazo. Más allá del Programa de las Naciones Unidas para el Me-
dio Ambiente, sería muy útil crear una institución similar a la
Organización Mundial del Comercio y que, al igual que la OMC,
se convirtiera en un foro de negociación ajeno al sistema de la
ONU; organismo en el que nos cuesta confiar mientras perpetúe
el status quo heredado de los países que vencieron en la II Gue-
rra Mundial, hace 70 años.
b) Si el proceso normativo habitual es que cada país legisle sobre
una determinada materia y que, a continuación, se reúnan los
Estados y surja un Derecho Internacional sobre dicho asunto;
con el medio ambiente ha ocurrido justo el proceso contrario:

24
Dr. Rafael sánchez domingo

primero surgió el Derecho Internacional, con recomendaciones


y reglas de conducta que aunque no eran obligatorias (lo que se
conoce por el término anglosajón de soft law) sí que eran asumi-
das por los Gobiernos nacionales; y después, llegaron los trata-
dos internacionales, normas de obligado cumplimiento para los
Estados que los ratificaban; a partir de aquí, cada país fue incor-
porando ese conjunto de normas internacionales sobre medio
ambiente a su propia legislación; de ahí que el Derecho Interna-
cional vaya siempre por delante de los ordenamientos internos.
c) La política criminal aplicada a este campo es complicada, poco
práctica y, en muchos casos, difícilmente aplicable; por eso, lo
más adecuado es que el Derecho Penal sea la última elección a la
que se deba recurrir para proteger el medio ambiente, con una
mínima intervención que – mientras sea posible – favorezca las
vías administrativa (mediante sanciones) y civil (con indemni-
zaciones por daños y perjuicios).
La capacidad de sustentación de un territorio concreto significa el
máximo de población de una especie dada, que puede ser m ­ antenido
de manera indefinida sin que se produzca una degradación en la base
de los recursos que pueda significar una reducción de la población
en el futuro. Una menor pobreza puede incrementar la población, al
incrementar la esperanza de vida, y así sucede en la realidad, excep-
tuando los países donde las medidas de control de natalidad han te-
nido éxito. En la mayoría de los países de ingresos altos y medios, las
tasas de natalidad han descendido o están descendiendo, ahora bien,
la presión de la población sobre los recursos en el mundo aumentará
durante unas cuantas décadas, por lo que se abre un amplio debate
sobre la aproximación entre pobreza y medio ambiente en térmi-
nos de la noción de “capacidad de sustentación”, término usado para
estudiar la relación entre la demografía y los recursos en la especie
humana, que es rechazada por la economía, pues la desigualdad de la
riqueza y de los ingresos en la especie humana es más pronunciada,
en términos de consumo, que en otras especies, y porque la especie
humana suele mejorar con frecuencia sus técnicas de producción.

25
Protección del medio ambiente

Los economistas, al rechazar la noción de “capacidad de sustenta-


ción”, se basan en ocasiones en una mala interpretación de la tesis de
Boserup, quien mantenía que el incremento de la población puede
llevar a un incremento de la producción agrícola, al acortar el pe-
ríodo de rotación. Pero debemos tener presente que la agricultura
moderna utiliza una tecnología de incremento del flujo exterior de
energía y materiales en la economía agrícola y este dato consta medi-
do por la economía como un incremento de la productividad, lo que
no deja de ser una consecuencia de los precios con que los recursos
agotables han sido valorados así como de la falta de valoración de la
contaminación.
En estos momentos puede que nos encontremos en los umbra-
les de otro cambio técnico, el de la biotecnología, que promete in-
crementar los rendimientos, aunque los daños ecológicos no se han
determinado aún, porque no se conocen. Debemos comprender que
el contenido de energía no es una medida satisfactoria, ya que la ca-
pacidad de sustentación de una economía abierta es diferente a la de
una economía cerrada, aunque con mucha probabilidad será mayor,
a pesar que puede ser menor si resulta que el comercio agota los re-
cursos de un país en beneficio de otros, lo que nos conduce a cuestio-
nar el “intercambio ecológicamente desigual”. Realmente ­precisamos
modelos de agricultura sustentable que combinen elementos de am-
bos conocimientos, el tradicional y el moderno.
A la luz de una crisis ecológica de carácter global, que amenaza
con alcanzar su punto máximo en las próximas décadas, la mayor
parte de los sistemas productivos primarios (agropecuarios, fores-
tales y pesqueros) considerados como símbolos de la modernidad,
se consideran hoy como formas atrasadas de la producción que es
necesario transformar. En el caso de la llamada “agricultura indus-
trial”, base y fundamento de la producción de alimentos, así como
de otras materias primas de los países del Primer Mundo, se ha de-
mostrado que ésta conforma un modelo ineficiente debido a su alto
coste energético y económico, su carácter esencialmente destructivo
de los recursos naturales, muy contaminante e inseguro, que unido

26
Dr. Rafael sánchez domingo

a la deforestación, no deja otra alternativa que gestar una nueva mo-


dernización ecológica.
El resultado de un modelo concreto de civilización se ha basado
en la depredación, moralmente legitimada, del sector rural y natural,
a manos de los enclaves urbano-industriales del planeta. Tanto el
ecocidio como el etnocidio han sido las prácticas comunes sobre los
que ha pivotado el desarrollo industrial y urbano del mundo y hay
que hacer frente a este grave problema, por el desafío que pronostica
una crisis global de grandes dimensiones e incalculables consecuen-
cias que amenaza por desestabilizar las culturas y arrastrar a todos
los sectores globalizados.

3. La actividad normativa concejil castellana en materia


de medio ambiente durante la Edad Media

La actividad normativa concejil en el entorno rural castellano de


la Edad Media incidía en la protección del agua, especies vegetales y
fauna, tal como vamos a ver en el presente apartado.
Se parte del presupuesto inicial de la necesidad de proteger los
bienes jurídicos considerados esenciales para la convivencia y, desde
un punto de vista histórico-jurídico, veremos algunos delitos como
conducta socialmente causante de daños, por lo que es objeto de es-
tudio del derecho penal. A veces, concretar el concepto jurídico de
esta noción ha sido un tema interesante en las obras y estudios mo-
nográficos. La profesora Gómez Rojo aporta elementos i­ mportantes
para concretar el mismo. Se ha tomado en ocasiones la decisión de li-
mitar el estudio de los elementos que conforman el medio ambiente
bien a su dimensión socio-cultural o bien a su magnitud física. Para
los apologistas de la primera opción, la noción de medio ambiente
puede alcanzar una dimensión extensible a los bienes culturales, ar-
tísticos y patrimoniales, vinculada incluso a cuestiones físicas, mien-
tras que para quienes defienden la segunda posibilidad, es decir, una
dimensión más restrictiva, el concepto de medio ambiente es com-
prensivo de este último aspecto únicamente.

27
Protección del medio ambiente

Dentro de este último grupo debemos diferenciar elementos vi-


vos, entre los que se encuentran la fauna, la flora y la biósfera, de los
que carecen de vida, entre los que figuran la atmósfera, la luz, el agua,
el urbanismo, los monumentos y las construcciones arquitectóni-
cas y de ingeniería civil o industrial, que modifican el paisaje junto
con las relaciones sociales y las manifestaciones culturales y demo-­
antropológicas en general. La historia del perjuicio al medio ambien-
te por parte del ser humano va unida a su interés por dominarlo, por
dirigir la Naturaleza a su antojo, buscando su exclusivo beneficio,
siendo la utilización del fuego el punto de inflexión que produjo el
primer cambio ambiental de indudable trascendencia. A partir de
este momento, el ser humano se alió con un instrumento capaz de
atemorizar a los animales, cocinar los alimentos, protegerse del frío
y producir artificialmente pastizales que favorecían la presencia de
grandes animales herbívoros con el objeto de poder darles caza y
aprehenderlos. Ello, unido a fenómenos atmosféricos, se convirtie-
ron en los elementos responsables de grandes áreas deforestadas,
acelerándose el proceso natural de erosión terrestre, al tiempo que se
desarrollaba la noción de trascendencia para explicar los fenómenos
naturales que en la Antigüedad se consideraban “teofanías” y, en este
sentido, mientras que en Oriente las religiones buscan la armonía
con la naturaleza, en Occidente se mantiene una postura diferente,
basándose en una interpretación bíblica, aunque existe otra creencia
paralela de la ley natural dentro de la cual los elementos de la Natu-
raleza forman un conjunto armónico que debe ser respetado para no
alterar su equilibrio, ya que, en caso contrario, aparecerían inexo-
rablemente multitud de manifestaciones de crisis ambiental que, a
la postre, incidirían de forma negativa en la calidad de vida del ser
humano en el planeta Tierra, y ante esta realidad, que no debemos
soslayar, las normas fundamentales de la convivencia obligan a regu-
lar actuaciones sobre el medio ambiente. Desde esta perspectiva, es
posible afirmar que los diferentes ordenamientos jurídicos, históri-
cos y actuales, han incidido e inciden cada vez con más fuerza en su
defensa con la utilización de instrumentos ­preventivos y r­ epresivos,

28
Dr. Rafael sánchez domingo

mediante la imposición de sanciones cuando la agresión sobre el


medio ambiente se ha producido.
Desde la perspectiva histórica, la concentración de personas en
determinados lugares ha provocado diversas agresiones al entorno
por parte del ser humano que en ellos vivía y desarrollaba sus activi-
dades. En estos supuestos originarios, los mecanismos de protección
a los que recurrían atendían a las estrictas normas de derecho civil,
por lo que los antecedentes más remotos del concepto de derecho
medioambiental encuentran su justificación en la protección de as-
pectos parciales del mismo. En la Edad Antigua, encontramos aspec-
tos de protección del medio ambiente en el Corán, aunque es en la
normativa histórico-jurídica romana donde es posible encontrar por
primera vez un texto con una referencia directa a la contaminación
de las aguas, no siendo nuestro ordenamiento ajeno a esta preocu-
pación por la necesidad de protección del medio ambiente, por lo
que se pueden encontrar precedentes de normas “ambientales” en
nuestro ordenamiento histórico-jurídico, a pesar que no estén cen-
tradas en una visión global, sino en una perspectiva segmentaria del
tratamiento jurídico de los problemas referentes al entorno.
Los problemas referentes al entorno físico que nos rodea han sido
siempre objeto de atención en todo momento a lo largo de la his-
toria, si bien es cierto que no son muy numerosos los casos en que
ha quedado constancia de ello en los diferentes textos y documen-
tos jurídicos. Conocemos fuentes jurídicas de carácter ­territorial
­emanadas de la monarquía y de las cortes, junto a los fueros muni-
cipales y ordenanzas locales. La génesis de toda esta normativa res-
ponde a las circunstancias que se vivían en la Baja Edad Media en
Castilla, herederas de los siglos anteriores a esta época. En muchas
­ocasiones resultaba difícil articular satisfactoriamente para todas las
autoridades locales y territoriales las disposiciones procedentes de
foros jurídicos distintos y, en ocasiones, contradictorios tanto en
sus planteamientos como en sus intereses. La legislación de ámbi-
to territorial iba dirigida a la necesaria coordinación de directrices
jurídicas que emanaban de los diferentes órganos de la administra-

29
Protección del medio ambiente

ción ­central, cada vez más poderosa, desde que la unión de reinos en
Coronas hizo su aparición en el horizonte de la política hispánica,
marcando un antes y un después en el devenir de los acontecimien-
tos bélicos que se vivieron en Castilla. Por otra parte se encontraba
la regulación de ámbito territorial, mucho más reducida y que nacía
sobre todo de las reuniones concejiles en el desempeño de la auto-
nomía municipal. En este escenario, las normas consuetudinarias te-
nían un considerable peso específico en materia del medio ambiente,
tanto en el sector urbano como en el rural.
Cuando los organismos centrales de poder interfieren en la vida
local durante la Edad Media, normalmente lo hacían a instancia de
los propios concejos o con el fin de otorgar a las poblaciones ciertos
privilegios de carácter local. Las cuestiones relativas a la vida y activi-
dades dentro del núcleo urbano o a la zona rural que lo circundaba,
“alfoz”, quedaban reservadas a la regulación por parte de las autori-
dades municipales, produciéndose en determinadas materias entre
las que se encontraban las relacionadas con el medio ambiente una
temprana descentralización jurídica y administrativa que posterior-
mente sería difícil de reconducir, cuando en la Baja Edad Media el
rey determinó avocar de nuevo esas potestades hacia su persona. Se
debe especificar que la legislación local precedió en la mayoría de las
ocasiones a la que se dictó con carácter general, aunque a veces se
superponen y coinciden en el tiempo.
Por lo que respecta a la actividad normativa concejil en materia
de medio ambiente local, se puede afirmar que los concejos, en su ca-
lidad de órganos de gobierno local, ostentaban desde antiguo com-
petencias al objeto de preservar una conveniente conservación tanto
del núcleo urbano como del “alfoz”, entorno rural del caso urbano
que se hallaba bajo la jurisdicción del propio concejo que gobernaba
en la población de la que se tratara en cada caso.
El predominio del Derecho consuetudinario durante la alta Edad
Media determina que en la actualidad nos resulten desconocidas
muchas de las costumbres que habían sido heredadas y aplicables
incluso durante la baja Edad Media en las cuestiones de medio am-

30
Dr. Rafael sánchez domingo

biente dentro de los municipios. Bastantes de esas competencias se


pusieron por escrito en los diferentes y numerosos ordenamientos
locales, ofreciéndonos una noción aproximada del espíritu colectivo
al que respondería toda la regulación en materia medioambiental.
Estas disposiciones quedaron plasmadas tanto en los fueros locales,
precedentes algunos de ellos de la etapa altomedieval y acrecentados
durante el periodo medieval, al igual que en las ordenanzas munici-
pales, de elaboración más tardía, siendo la mayoría generadas en la
Edad Moderna. La actividad normativa de los concejos medievales
en lo que respecta a la preservación del entorno natural iría dirigida
en varias direcciones: conservación de las aguas públicas (ríos, pozos
y fuentes), protección de las especies vegetales y preservación de la
fauna.
– Conservación de aguas públicas: Se trata de las normas pro-
tectoras de un recurso tan importante como es el agua, pues existía
una prohibición generalizada de lavar en los arroyos y fuentes que
atravesaban las poblaciones. Por ejemplo, en el fuero de Madrid se
castigaba a los que lavaren tripas de animales dentro del límite que
marcaba la llamada “Alcantarilla de San Pedro”, por c­ onsiderarse
una actividad especialmente contaminante. El fuero de Cáceres san-
cionaba con un maravedí a quien lavara en la fuente dentro de unos
mojones que habían sido señalados por los ­mayordomos y los alcal-
des de la localidad. Igualmente, en las Ordenanzas de Ávila, que con-
tenían una regulación bastante completa al respecto, se sancionaba
de manera específica y agravada el vertido de aguas sucias proceden-
tes de la industria del teñido de paños. Encontramos en las Orde-
nanzas de Chinchilla sanciones cualificadas contra curtidores y tin-
toreros, pues contienen una amplia regulación en todo lo referente
a la salvaguarda de la pureza de las aguas que afluían a la población,
acotando ciertos lugares y épocas del año en los cuales podían acudir
las lavanderas o se les prohibía hacerlo, adoptando así una política
coincidente con la de otros concejos. Estas Ordenanzas imponían
sanciones a los ­ganaderos cuyos rebaños atravesaran por encima de
los caños, fuentes y pilares públicos dado que podían ensuciarlos a
su paso. En otro orden de actividades, también la salubridad pública

31
Protección del medio ambiente

se beneficiaba de esta regulación destinada a preservar la calidad de


las aguas, distinguiéndose en algunas poblaciones entre los lugares
que no se podían destinar a lavadero y otros que admitían ese uso,
puesto que la normativa al respecto también se dirigía a la prohibi-
ción de vertidos contaminantes destinados a la pesca furtiva.
En lo referente a la legislación de carácter municipal, existen nu-
merosas muestras de esta constante preocupación, por ejemplo, en
los fueros de Sepúlveda se castigaba la acción de arrojar hierbas ve-
nenosas en el río, imponiendo multa de cinco maravedís si resultaba
probado, recibiendo la mitad de los mismos el acusador y la otra
mitad los alcaldes de la población, recayendo el onus probandi sobre
el acusado que debía presentar cinco garantes de su inocencia. Pero
la conservación de la limpieza de las aguas no sólo estaba relacionada
con el consumo y uso cotidiano que de ellas hacían los particulares,
sino que la normativa al respecto también se dirigía a la prohibición
de vertidos contaminantes destinados a la pesca furtiva, ya que es-
taba generalizado el uso de sustancias, como hierbas venenosas o la
cal viva con el objeto de provocar la muerte masiva de la fauna piscí-
cola, facilitando de esta manera la captura de ejemplares destinados
a su ulterior venta en las plazas públicas. Más amplia se muestra la
normativa establecida al respecto en los fueros de Santiago, otorga-
dos por Alfonso X en 1252 para aplicar en esta población y su alfoz,
añadiéndose a las consabidas hierbas ponzoñosas de manera expresa
otras sustancias que envenenan las aguas. Esta disposición coincide
parcialmente de forma literal con la que se incluiría pocos años des-
pués en las actas de las Cortes de Valladolid de 1258, poniéndose de
manifiesto que el problema trascendía de lo meramente concejil y
que en este punto concreto coincidían las políticas de las autoridades
locales y territoriales castellanas.
La prohibición de arrojar hierbas venenosas en los ríos se exten-
dería dentro del título genérico referente a la basura y así lo encon-
tramos tipificado en el texto abulense de 1485, indicio de que en
esta localidad existía una mentalidad global acerca del concepto de
“contaminación”. La sanción era de mil o de trescientos maravedís,

32
Dr. Rafael sánchez domingo

dependiendo del estamento social al que perteneciera el transgresor,


aparte de recibir veinte azotes o permanecer preso en la cárcel cua-
renta días.
– Conservación de árboles y plantas: La conciencia de la im-
portancia que reviste el patrimonio verde natural para el bienestar
de cualquier comunidad humana se tradujo en una abundante nor-
mativa destinada a la protección de las especies vegetales dentro de
los textos de carácter local, ya sean fueros como ordenanzas mu-
nicipales. Por lo que respecta a la vegetación, se regulaba con ca-
rácter general la prohibición del talar indiscriminadamente y de
incendiar el monte bajo severas penas. Por lo que respecta a las ta-
las, éstas suponían otra forma de devastación de las especies leñosas
cuando se llevaban a cabo de manera abusiva. Durante la Baja Edad
­Media existía conciencia del empobrecimiento del suelo a causa de
un ­inadecuado aprovechamiento de los recursos vegetales. Por eso,
las disposiciones locales también se hicieron eco de esa preocupa-
ción sancionando algunas conductas dañosas para la conservación
de árboles y arbustos. En esta ocasión se trataba de una normativa de
ámbito local que tendía a proteger estrictamente la zona incluida en
el alfoz de cada población. Los ejemplos son elocuentes: en la familia
de fueros leoneses, el fuero de Salamanca se refiere al deterioro de los
encinares conjuntamente con el incendio de los montes, castigando
al que quemase, cortase o descortezare las encinas con la pérdida de
todo lo que llevara y multa de cinco sueldos. Sin embargo, los fueros
de Santiago y su tierra, otorgados por Alfonso X, sí aluden al hecho
de cortar árbol o viña bajo pena del doble de su valor más veinte ma-
ravedís, diez para el rey y otros diez para el señor de la tierra.
Más prolija se muestra la regulación que ofrecen en este a­ specto
los fueros de la familia de Cuenca, que incluyen distintas con-
ductas referentes a la tala, poda o aprovechamiento abusivo de
­determinadas especies de forma casuística y pormenorizada, ya que
todos estos fueros municipales regulan los mismos aspectos de ma-
nera reiterada, variando solamente cuestiones de matiz, como son
las referentes a la cuantía de las caloñas o multas para los contraven-

33
Protección del medio ambiente

tores. Por ello se sancionaban el descortezamiento de ciertos árbo-


les, especialmente los nogales, así como la tala de plantas leñosas en
general, distinguiendo que tuvieran o no fruto, al igual que la poda
de ramas o la apropiación indebida de los frutos, como las bellotas,
que se consideraban particularmente nutritivas. Dentro de la regu-
lación de la policía forestal, en ciertos fueros con que se regulaba la
tala o descortezamiento de pinos en sierra, sancionándolos con mul-
ta de diez maravedís y amputación de la mano derecha para quien
fuera vecino. Se trata del “tortum per tortum”, el hecho de cortar se
castigaba con la amputación, mientras que el infractor que no fuera
vecino tendría igual consideración que moro. Otros textos legales,
como el de Sepúlveda, protege los enebros, distinguiendo el mero
aprovechamiento de la destrucción total del ejemplar a través de la
tala. El fuero de Plasencia incide en la protección de las encinas, per-
mitiendo a las autoridades locales la concreción de las especies pro-
tegidas. El fuero de Alcalá prohibía la tala de sauce, moral y encina.
Entre los fueros extremeños, el de Coria y el de Usagre no sanciona-
ban las conductas mencionadas y sí lo hacía el de Cáceres respecto
de las encinas y alcornoques, quedando exentos de castigo quienes
cortaran madera para construir casas, arados o útiles agrícolas. El
fuero de Soria introduce una novedad, pues castigaba a quien fuera
sorprendido in fraganti durante la acción de cortar leña, o cargándo-
la, o descortezando árbol, así como quemándolo o desarraigándolo.
Observamos, a través de las normas concejiles una amplia normativa
tendiente a evitar el deterioro de las especies vegetales, el control de
los pormenores referentes a las talas, descortezamiento o mutilación
de las especies arbóreas.
– Protección de la fauna autóctona: La protección j­urídica se
extendía durante la Edad Media a las especies animales, por par-
te de las autoridades locales castellanas y existían numerosas
­disposiciones destinadas a salvaguardar la supervivencia de aves,
peces y ­mamíferos, implantando un régimen estricto de vedas y pro-
hibiciones para el uso de determinados aparejos de caza y pesca. La
legislación acerca de las aves rapaces resulta extensa y estricta debido
al valor que se les otorgaba a la hora de dedicarlas a la cetrería. De-

34
Dr. Rafael sánchez domingo

bido a la rudeza de las tradiciones medievales, se pone de manifiesto


que se les concedía un valor superior al de la propia vida humana,
llegando a castigarse con pena de muerte a quienes atentaban contra
dichos animales, pues se trataba de proteger a esos ejemplares que
resultaban muy apreciados en aquellos tiempos.
Los halcones eran los primeros en la lista de las aves de presa, los
azores los segundos. En el fuero de Santiago se protegían de manera
especial los halcones, azores y gavilanes. Los fueros no distinguían
las especies por su pertenencia al grupo de las aves o mamíferos, sino
por el uso al que se los destinaba. Por ejemplo, distinguían por un
lado las aves que se utilizaban para la cetrería y, por otro, los anima-
les que se usaban como alimento, quedando jurídicamente asimila-
das las perdices con los conejos o las liebres. Igualmente se protegían
las crías y los huevos, distinguiendo esas aves de las perdices, para
las que se señalaba una veda y unas artes prohibidas, cuestión que no
ocurría con las especies de cetrería. El fuero de Cáceres, por ejemplo,
aludía a las rapaces tanto en su estado salvaje como a las entrenadas y
no se prohibía totalmente el apresamiento de esas aves, sino la limi-
tación de esos apresamientos por parte de los vecinos de la localidad,
quedando vedados para los extraños. El fuero de Coria incluyó la
regulación sobre halcones, azores y gavilanes.
Por lo que respecta a la fauna piscícola, junto a la persecución de
las autoridades locales contra quienes envenenaban las aguas fluvia-
les, se unen otras disposiciones tendientes a evitar el uso de algunas
artes de pesca que diezmaban la fauna piscícola que proliferaban en
los ríos castellanos, así por ejemplo, el Códice Valentino, de la fami-
lia de fueros conquense, prohibía tajantemente los aparejos de pesca
excepto el tradicional anzuelo dentro de un coto temporal y espacial,
y otros fueros concretaban las artes que ponían en peligro las espe-
cies fluviales, como el trasmallo y la barredera, ingenios prohibidos
ampliados por el fuero de Sepúlveda, como el esparver y la manga.
El fuero de Cáceres permitía el uso del anzuelo y el butrón dentro de
las dehesas pesqueras establecidas por el Concejo. El fuero de Soria,
añadía a la lista de prohibiciones los cuévanos, que eran unos cestos

35
Protección del medio ambiente

grandes de mimbre y además prohibía desecar los ríos para pescar,


estableciendo períodos de veda. Esta prolija enumeración de artes de
pesca prohibidas tiene en común el elemento de tratarse de formas
de captura masiva e indiscriminada, al ser aparejos compuestos en
su mayoría por redes que efectuaban un barrido de las aguas, no res-
petando ni el tamaño ni la calidad de los peces que eran atrapados.
Por lo que respecta a la caza de ciertas especies terrestres, como
liebres y conejos, la caza de estos pequeños mamíferos suele aparecer
en los textos medievales castellanos asimilada a la de las perdices.
Esta asimilación jurídica respecto de especies tan distintas r­ esponde
a su consideración como alimentos muy apreciados en la Edad Me-
dia, de manera que su caza y aprovechamiento se regulaban de for-
ma conjunta en numerosos textos forales. Por ejemplo, los textos
santiagueses citan las liebres y los conejos junto a las perdices prohi-
biendo cazarlos en época de nieve, por ser éste elemento delator de
la presencia de las piezas. Además de dificultar la huida de la caza.
Se prohibía el uso del cuso y del alar, delimitándose la época de veda
desde las Carnestolendas hasta San Miguel, aunque se permitía cazar
con ave en cualquier tiempo. La época de veda en fueros de la familia
conquense duraba desde la Pascua de Resurrección hasta San Mar-
tín. Respecto a las artes vedadas, se prohibía cazar con red, ballesta e
incluso con ave siempre que el cazador fuera forastero. Los fueros de
Sepúlveda, al igual que los de Santiago, prohibieron cazar en época
de nieve, y no se podían cazar perdices con lazo, trampa que fun-
cionaba con un cordel, o con losa, artilugio formado por planchas
pequeñas de piedra y que servía para cazar aves y ratones y tampoco
se podía apresar liebres con red. En las Ordenanzas de Ávila se deli-
mitaba un territorio dentro del cual se prohibía la caza de perdices,
perdigones, codornices y liebres y en cuanto a las artes prohibidas se
citaban redes, lazos, bueyes – utilizados por el cazador para escon-
derse tras ellos – y armadijos, admitiéndose, por contra, la caza con
aves de cetrería.
A través de esta normativa foral observamos que la finalidad prin-
cipal era la preservación de ciertas especies animales, por razón de la

36
Dr. Rafael sánchez domingo

utilidad que de manera inmediata proporcionaban a las personas, y


por la constatación de que su aprovechamiento abusivo contribuía
a la destrucción del equilibrio natural de la fauna, al igual que las
bondades que propiciaba la regulación de la caza y la pesca para la
conservación de determinadas especies.
– Protección contra el fuego: Se puede afirmar que los actos
­delictivos relacionados con el incendio son tan “viejos” como el
descubrimiento del fuego. En las fuentes jurídicas de la antigüedad
el delito de incendio es generalmente considerado como un com-
portamiento criminal de extrema gravedad, al que se sancionaba
con la máxima pena, aplicada igualmente a través del fuego. Por lo
­tanto, y siguiendo a la profesora Gómez Rojo, el delito de incen-
dio no s­ urge como n ­ ueva forma de criminalidad auspiciada por los
cambios ­sociales, sino que hunde sus raíces histórico-legislativas en
antiguos precedentes, comenzando por el Código de Hammurabi,
donde se castigaba con el lanzamiento al fuego a quien se apropiara
de algún bien mueble, si acaso lo sustrajere de la casa de un tercero
incendiada de manera fortuita, al acudir a la misma con intención de
­apagarlo. Por otra parte, en el Derecho islámico, la tipificación de los
delitos se fundamenta en la imposición de penas, a pesar que no es-
tán muy determinados los bienes jurídicos concretos protegidos, por
lo que es difícil encontrar una reprobación nítida del delito de incen-
dio, aunque es claro que el daño producido al medio ambiente por
el fuego se relaciona con los estragos, debido al carácter destructor.
En ese supuesto se consideraba, al igual que en otros ordenamientos
históricos, al incendio como causante de homicidio y se colige que
en el derecho musulmán es aplicable la ley del talión, que se r­ ecoge
en varios pasajes del Corán, considerando responsable del delito
tanto a quien ocasiona directamente la muerte como a aquel que
hubiera utilizado para conseguir este objetivo un instrumento apro-
piado, aunque no ocasionara la muerte directamente por su propia
mano. El Código de la Alianza, inserto en el Antiguo Testamento
incluye una ley que castiga duramente la conducta de provocar un
incendio, y puede compararse con diversos fragmentos de obras de
Paulo y Ulpiano, recogidos en el Mosicorum et Romanorum legum

37
Protección del medio ambiente

­collatio, compilación del siglo V d. C. de autor desconocido que tie-


ne el ­mérito de manifestar las concordancias y discordancias con
algunos fragmentos jurídicos romanos con el Decálogo de Moisés.
Ya en el Código de las XII Tablas se castigaba el incendio doloso de
una casa o de un montón de trigo colocado junto a la vivienda, con
la muerte de quien lo había causado mediante el fuego (crematio),
tras ser inmovilizado con cuerdas y flagelado, con lo que se aplica
el sistema de la ley del Talión, de lo que se colige que el incendio
doloso era incluido entre los delitos de homicidio por el peligro que
llevaba envuelto para la vida humana, ahora bien, esto no impedía
que se le pudiera considerar en sentido general, como caso de daños,
lo que resultaba más beneficioso desde el punto de vista crematísti-
co, puesto que del ejercicio de la acción de homicidio no se derivaba
de forma automática ninguna indemnización a aquellos que hubie-
sen sido perjudicados por el incendio. Se encuentran disposiciones
relativas a la conducta incendiaria en las Sentencias de Paulo, que
curiosamente guardan similitud con un pasaje del Éxodo. En el texto
de Paulo hay una rúbrica De incendiariis, en la que se recogen co-
mentarios en virtud de varios criterios, como si se trata de incendio
doloso o culposo, si es de carácter fortuito, si el incendio tuvo lugar
en una casa del campo o de la ciudad; si el incendio se produjo en
plantaciones o sembrados, viñas u olivos o en otro tipo de árboles
y del resultado jurídico dependerá la imposición de determinadas
penas. Se a­ plicaba la pena capital si el incendio se producía en la
urbe y con la intención de robo, mientras que la misma acción desa-
rrollada en el ámbito rural, era castigada de modo más leve, puesto
que en el caso de incendio de casa o villa, que se suponía motivado
por enemistad, el castigo consistía en la “relegatio in insulam” para
los incendiarios de clase social superior y el trabajo en las minas o
los trabajos públicos para los menos pudientes. Un progresivo avan-
ce en el orden jurídico-social vino a representar la valoración del
comportamiento delictivo de incendio causado en la lex Cornelia de
sicariis et veneficiis, pues considera el carácter de delito público del
incendio y, por tanto, perseguible de oficio, debido a la gravedad de
esta conducta delictiva. Posteriormente, otra disposición punitiva

38
Dr. Rafael sánchez domingo

esta vez incluida en la lex Julia de vis publica, incriminaba a aquellos


que, con el fin de promover trastornos de orden público quemasen
y entrasen por la fuerza en propiedades ajenas o hicieran cualquier
otro acto de violencia general o particular que tuviera como fin la se-
dición o motines, ponderando de forma casuística diversas hipótesis
en virtud del empleo de ciertos medios de comisión, por ejemplo, si
se trataba de incendio doloso o simplemente culposo, así como de
carácter fortuito; si el incendio había tenido lugar en una casa de ciu-
dad o en el campo; se tendría en cuenta si el incendio se producía en
plantaciones o sembrados, viñas, olivos o en otro tipo de árboles, etc.
En relación a la consideración jurídico-penal del incendio, los
jurisconsultos de la época del Imperio, siguiendo el criterio de las
XII Tablas, lo formulaban y trataban de diferente modo según que
la conducta incendiaria ofreciera peligro de muerte o sólo daño en
la propiedad. En el primer supuesto lo incluían en el horizonte de la
ley sobre el homicidio y en el segundo lo consideraban como daño
cualificado y en este concepto lo incluían entre los delitos extraor-
dinarios. Por lo que respecta al jurisconsulto Ulpiano, son varios los
pasajes contenidos en el Digesto que inciden en la regulación del
incendio. En uno de ellos, bajo el título De los náufragos e incendia-
rios se hace referencia a la lex Cornelia que disponía que a los incen-
diarios se les prohibiera el agua y el fuego, si bien para el estableci-
miento de otros castigos, debían tenerse en cuenta las circunstancias
que rodearon al incendio, diferenciando el provocado intencionada-
mente de aquel que se produce de forma no voluntaria. En otros pa-
sajes Ulpiano consideraba aplicable la lex Aquilia focalizada al daño
injustamente causado. En consecuencia, se consideraba responsable
de un delito de daños a quienes, con la intención de perjudicar a
otros, causaran deterioro o destrucción de las cosas pertenecientes a
un tercero, por lo que los bienes particulares fueron protegidos por
la lex Aquilia, que a tenor de la aplicación del derecho justinianeo,
castigaba los daños producidos por la destrucción de un inmueble,
por la tala o el incendio de los bosques, la muerte causada en escla-
vos o animales y el perjuicio ocasionado en los pastos, con el pago
del duplo. En el Digesto se contemplaba igualmente, esta vez gracias

39
Protección del medio ambiente

al j­urisconsulto Calístrato, las diferentes clases de sanciones para el


incendiario, ­según se tratara del incendio ocasionado en un edifico
urbano o de una edificación de carácter rústico. Desde la perspectiva
­urbanística, debemos partir de la consideración de lo que en nues-
tros días se entiende por normas urbanísticas, que en el Derecho ro-
mano se ­englobaban bajo el concepto más amplio de limitaciones al
derecho de la propiedad, que pueden definirse como restricciones
al uso de la cosa propia, impuestas por la ley, bien en interés de la
coexistencia social, o bien establecidas en interés de los propietarios
vecinos o limítrofes. Las primeras eran limitaciones de Derecho pú-
blico de ­carácter inderogable, mientras que las segundas suponían
acotaciones de derecho privado, susceptibles de ser derogadas me-
diante pacto o estipulación entre los vecinos y dentro de este contex-
to y para el daño que pudiera producirse a través de los incendios,
se dictaron algunas normas reguladoras de la distancia entre los edi-
ficios. Asimismo, y dentro del ámbito de la imposición de penas, es
significativo el comportamiento delictivo del incendio realizado en
algún lugar de especial trascendencia para el ordenamiento jurídico,
por lo que se puede subsumir en este caso el incendio provocado
en templos religiosos, delito que en el derecho penal canónico de la
Iglesia Católica es constitutivo de sacrilegio, modalidad autónoma
del incendio, y de este orden legislativo se infiere una sanción jurí-
dica consistente en penitencia de tres años y excomunión según se
contempla en el Decretum de Graciano.
El Derecho penal germano aportó asimismo nuevos criterios de
valoración de la conducta delictiva incendiaria, produciéndose un re-
conocimiento legislativo de diversos elementos de ponderación que
incidirían en la descripción de los comportamientos ­constitutivos de
este delito. En concreto, a tenor de lo especificado por la profesora
Gómez Rojo, el sistema punitivo germánico introduce la novedad
de desvincular la gravedad criminal del delito, que tiene en cuenta el
peligro de propagación si el fuego se produce en lugares ­habitados.
Además, se pondera a la hora de la imposición de la pena el empleo
de determinados medios para ocasionar el incendio, como es el caso
del aprovechamiento o empleo de clandestinidad, la nocturnidad,

40
Dr. Rafael sánchez domingo

la violencia o la banda armada, lo que permitiría conformar un tipo


de incendio esencialmente caracterizado por el medio de ejecución,
cuya gravedad aumentaría en caso de producirse la afectación de
bienes indi­viduales tan relevantes como la vida y la integridad per-
sonal. También cabe destacar en la valoración punitiva del incendio
dentro del sistema normativo del Derecho penal germano, el ámbito
de relevancia de este delito en la esfera jurídica de un bien inmaterial
y ­supraindividual, como es el de la paz pública. El reconocimiento
de este bien jurídico permite apreciar un nuevo tipo de comporta-
miento delictivo de incendio, que es considerado como atentado di-
recto a la paz pública, donde se valora específicamente la puesta en
­peligro de bienes jurídicos espirituales sobre todo en relación con la
­pretensión legal de respeto de las mínimas condiciones fundamen-
tales de convivencia humana en sociedad. Pues bien, estos criterios
­generales caracterizadores del ordenamiento histórico-jurídico pe-
nal germano en relación al incendio, podemos observarlos dentro
del Edicto de Teodorico, donde se llegaba a aplicar el derecho puni-
tivo en virtud de la categoría social del causante, condenando a la
pena de muerte por combustión a través del fuego a aquellos de peor
status, mientras que el denominado “ingenuus” debía satisfacer los
daños ocasionados por el fuego, siendo además penado con la obli-
gación de indemnizar y pagar otra vez el valor de las cosas dañadas.
Por lo que respecta al incendio culposo, la sanción que se establecía
en el Edicto de Teodorico era únicamente el simple resarcimiento de
los daños ocasionados.
El Liber Iudiciorum, fuente de derecho visigodo aplicable tanto a
visigodos como a hispanorromanos, da cuenta de los casos de incen-
dio y las sanciones para los incendiarios. En el Libro octavo se con-
tiene un título De incendiis et incensoribus, referente al acto delictivo
incendiario, regulando los incendios de los edificios haciendo hinca-
pié en la distinción de sanciones para el autor según se cometiera en
la ciudad o fuera del ámbito urbano y según el incendiario fuera de
condición jurídica libre o esclavo, disponiéndose, en el primer caso,
que el daño provocado por la acción del fuego de forma intencio-
nada en una casa situada dentro de la ciudad debía castigarse con la

41
Protección del medio ambiente

indemnización del daño y además con la muerte por fuego. Por lo


que respecta a la indemnización de los daños ocasionados, estos se
establecerían en virtud de los objetos y el valor de los mismos me-
diante juramento en que se relacionaban por parte del perjudicado,
los bienes que se encontraban en la casa incendiada. Y para el su-
puesto de que el fuego se extendiera y destruyera otras casas además
de la directamente incendiada, se disponía que sus dueños fueran
indemnizados en función del valor de los daños ocasionados en cada
casa. Por lo que respecta al incendio ocasionado en un bosque o la
quema de árboles, igualmente se establecían sanciones diferenciadas
según se tratara de hombre libre o esclavo y si el incendiario había
sido un siervo, la sanción que se imponía era el doble. En caso de
incendio culposo, provocado por extensión involuntaria del fuego,
el Liber Iudiciorum castigaba con una indemnización equivalente
al daño causado y en los supuestos subsumidos en esta ley, tras el
intento de evitar que el fuego se propagara más, si no se conseguía
controlarlo, no había otra sanción que la de indemnizar una canti-
dad equivalente a lo que se quemó. En el tercer título del Libro se
incluyen los daños causados en árboles frutales, cultivos diversos,
campos de trigo y viñas.
En varios fueros leones medievales se consideran los daños cau-
sados por el fuego. El fuero de Ledesma establecía la obligación ge-
nérica que tenía todo vecino de acudir a apagar los incendios, ya
se provocaran dentro del recinto urbano o en zonas rurales. Quien
fuera acusado de incendiario y resultara incapaz de demostrar su
inocencia, habría de pagar trescientos sueldos al Concejo. En el texto
foral de Alba de Tormes (Salamanca), el incendiario sería entrega-
do a las autoridades para que fagan le del cuerpo iustitia, perdiendo
todo cuanto tuviera en el caso de que consiguiera huir. En el fuero
de Salamanca encontramos algo parecido, pues se contempla idén-
tica sanción consistente en la pérdida de todos los bienes, más la
multa de cinco sueldos con la que se castigaría a quien provocara
algún incendio o desaguisado en los encinares. Por su parte, los fue-
ros de la familia conquense asimilaban el incendio de los montes y
los b
­ osques con el de los edificios, regulándolos de similar manera.

42
Dr. Rafael sánchez domingo

En el fuero de Zorita se observa una distinción entre quienes “encen-


dieren selva”, recayendo en este caso una multa de quinientos suel-
dos, y el que “encendiere monte” en cuyo caso la multa a satisfacer
sería de trescientos sueldos. Se trataba de introducir cierta sutileza
legislativa, distinguiendo entre incendio de terreno poblado de ar-
bolado y el de las zonas que se consideraban monte bajo. El fuero de
Baeza insertaba varios preceptos del mismo tenor, añadiendo otro
referente a la intencionalidad del reo, ya que si no resultaba probada
la intención de incendiar y tampoco era posible encontrar los doce
vecinos necesarios para exculparse, el acusado habría de pagar tres-
cientos sueldos. Más drástica era la regulación de la sanción para los
incendiarios en el fuero de Santiago, pues se les condenaba a pere-
cer dentro de las propias llamas que ellos hubieran provocado en el
caso de que pudieran ser aprehendidos y si conseguían escapar de
las autoridades, perderían todo su patrimonio. Los fueros extreme-
ños ofrecen soluciones respecto al problema de los incendios, por
ejemplo, el fuero de Plasencia castigaba al incendiario que actuaba
en el terreno arbolado con multa de sesenta maravedís y el doble
del daño causado. Los fueros de Coria y Cáceres, en epígrafes titula-
dos De ignem, sancionaban el incendio cuando se producía durante
la temporada seca, desde mayo hasta San Martín, imponiendo una
multa de diez maravedís más el valor del daño en el fuero de Coria
y el doble en el fuero de Cáceres. Esta última carta foral establecía
que si el inculpado no tenía con qué pagar, atenlo de piees e manibus
et echenlo en el fuego. También el fuero de Soria se decantaba por
arrojar a las llamas al culpable sorprendido in fraganti, excepto si las
autoridades optaban por resarcirse con los bienes de quien hubiera
cometido el delito.
Con el de evitar ciertas conductas interesadas de ganaderos con-
sistentes en convertir zonas de bosque en territorios dedicados al
pastoreo y que recurrían furtivamente a la quema del arbolado, en
algunos cuerpos ordenancísticos se establecía un plazo durante el
cual no se podían apacentar rebaños en el paraje incendiado. Estos
intereses se relacionan con otros que quedaron patentes en la nor-
mativa general emanada de las cortes castellanas y que se refieren

43
Protección del medio ambiente

a quienes provocaban incendios con la finalidad de convertir los


­terrenos quemados en zonas aptas para el cultivo, especificando en
ocasiones el grado de intencionalidad. Se trataba de la aplicación
estricta del principio jurídico por el que se intentaba que las penas
guardaran relación estrecha con la conducta que se sancionaba y que
no pretendía más que la sostenibilidad del medio ambiente

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47
48
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones
ionizantes en el Código Penal español vigente

Dra. Patricia Esquinas Valverde3

Sumario
1. Introducción: el problema general de controlar los riesgos deriva-
dos de la energía nuclear. Legislación extrapenal existente. 2. ¿Qué
es una radiación ionizante? 3. Delitos relativos a la energía nuclear y
a las radiaciones ionizantes.

A lo largo de este artículo se trata de analizar la regulación actual-


mente existente en el Código Penal español en torno a las formas
ilícitas de producción, manipulación o tratamiento de la energía
nuclear y de los residuos radioactivos que se deriven de la misma;
en especial, se estudia la naturaleza de estos comportamientos como
delitos de peligro abstracto o concreto, en cada caso, precisando la
relación técnico-normativa que guardarán tales preceptos con aque-
llos otros que sancionen los posibles resultados de lesión para las
personas o para los recursos naturales que dichas conductas llegaran
a producir.

1. Introducción
En la sociedad actual, tanto a nivel internacional como a nivel
del sistema energético nacional en España, resulta problemático
3
Universidad de Granada

49
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

r­ enunciar al uso de la energía nuclear, por su notable utilidad. Así, se


calcula que, hoy en día, aproximadamente un 21% de la energía eléc-
trica utilizada en nuestro país procede de las seis centrales actual-
mente en funcionamiento: a saber, las situadas en las poblaciones de
Almaraz, Ascó, Cofrentes, Santa Mª de Garoña, Trillo y Vandellós, y
que se designan respectivamente bajo esa denominación.
La energía nuclear, en fin, ha demostrado no constituir per se,
en cuanto al modo en que tiene lugar su producción y empleo,
una fuente tan directamente contaminante como otras, si tene-
mos en cuenta las devastadoras consecuencias que, con vistas al
­calentamiento global del planeta y al llamado efecto invernadero,
producen de forma inmediata las emisiones de CO2 procedentes de
la combustión de otros recursos energéticos. Sin embargo, paradó-
jica pero ­certeramente, la energía atómica se considera como el fac-
tor potencialmente más peligroso para la existencia y convivencia
humanas, suponiendo que, en algún momento, la acción consciente
del hombre o la intervención de elementos naturales impredecibles
–como, por desgracia, ya ha ocurrido en diversas ocasiones – den
lugar a que esa energía se desate y se libere al medio ambiente, ya sea
a través de armas especialmente diseñadas para ello o debido a ac-
cidentes no deseados en las instalaciones nucleares. En este sentido,
son conocidos y terribles los efectos inmediatos de una explosión
nuclear– como ya se ha dicho, tanto si la misma es “controlada” o
guiada por el propósito consciente de una destrucción total, como
si resulta fortuita-, del mismo modo que también quedan fuera de
duda aquellas secuelas devastadoras que se prolongan en el tiempo
durante años4.

4
A modo de ejemplo, de acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la
Salud publicado en febrero de 2013, la población del área más contaminada por el
accidente nuclear en la zona de Fukushima, Daiichi ostenta un alto riesgo de padecer
tumores malignos a lo largo de su vida, alcanzando la probabilidad de sufrir cáncer
de tiroides entre las mujeres y los recién nacidos –como grupos más expuestos – la
cifra del 70%, siendo así que la tasa de riesgo habitual, en circunstancias normales,
es del 0,75%.

50
Dra. Patricia esquinas valverde

De hecho, aunque hasta el año 2011 era constatable entre los Esta-
dos miembros de la Unión Europea (en adelante: UE) un cierto auge
de la energía nuclear, visible en la tendencia a mantener las centrales
ya existentes y a construir otras nuevas, desde el acaecimiento del
desastre de Fukushima, el día 11 de marzo de 2011, han sido nu-
merosas en los países de nuestro entorno las reacciones contrarias a
esa fuente de electricidad, expresando una renovada e intensificada
preocupación internacional por controlar los riesgos derivados de
producirla y manipularla. En ese sentido, por ejemplo, en los meses
posteriores al mencionado accidente, el gobierno de Alemania cerró
preventivamente 7 de las 17 centrales nucleares activas en ese mo-
mento, al tiempo que Suiza suspendió todos los procesos de autori-
zación de nuevas centrales. Por su parte, la Comisión europea exigió
comprobar la seguridad de las centrales más antiguas (a través de los
denominados “test de resistencia” o “pruebas de estrés”) y cerrarlas,
en su caso5.
En definitiva, resulta abundante tanto a nivel nacional ­español
como en los ámbitos internacional y europeo o comunitario la
­legislación protectora y restrictiva sobre el uso que puede y debe
procurarse a la energía nuclear. Dicha regulación, entre muchos otros
aspectos, limita enormemente el espacio físico en el que tendrá lugar
5
En concreto, por lo que respecta a Alemania, que es quien lidera en Europa, junto
con Austria, la postura anti-nuclear, a raíz del accidente de 2011 la “Comisión para
la Seguridad de los Reactores nucleares” (RSK) realizó una investigación acerca del
estado de las instalaciones nucleares en ese país, al tiempo que también la “Comisión
ética para un abastecimiento de energía seguro” elaboraba un informe sobre aque-
llas premisas que, desde un punto de vista de responsabilidad ética, debían tenerse
en cuenta a efectos de decidir sobre una nueva dirección en la política alemana de
energía. A partir de estos estudios, que se llevaron a cabo entre marzo y mayo de
2011, el gobierno estatal decidió poner fin lo antes posible al empleo de la energía
nuclear como fuente de suministro, adoptando para ello determinadas reformas en la
Ley sobre energía atómica (Atomgesetz), las cuales entraron en vigor el 06/08/2011.
De acuerdo con esta legislación, la utilización de dicha energía para la obtención de
electricidad llegará a su fin inapelable en diciembre de 2022. Una vez que tenga lugar
esa inhabilitación definitiva de las centrales nucleares en Alemania, se iniciará la fase
“post-operativa”, durante la cual se realizarán las tareas necesarias para preparar el
cierre o abandono de las instalaciones.

51
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

la actividad nuclear, y dicta normas de seguridad estrictas para el


personal encargado de la producción y tratamiento de tal energía.
Dentro de esta normativa, y por lo que se refiere a España, d ­ estaca en
primer lugar la Ley nº 25/1964, de 29 de abril, sobre energía nuclear
(LEN) – reformada posteriormente por la Ley 33/2007, de 7 de no-
viembre-, cuyo objetivo principal es “establecer el régimen jurídico
para el desarrollo y puesta en práctica de las aplicaciones pacíficas de
la energía nuclear y de las radiaciones ionizantes en España, de manera
que se proteja adecuadamente a personas, cosas y medio ambiente”
(artículo 1 a) Ley 25/1964). A su vez, la Directiva 2009/71/Euratom,
de 25 de junio, de la UE, define el concepto de “seguridad nuclear”
como la tarea de lograr condiciones de explotación adecuadas de dicha
energía, prevenir accidentes y atenuar sus consecuencias y proteger
a los trabajadores y al público en general de los riesgos producidos
por radiaciones ionizantes procedentes de instalaciones nucleares.
Partiendo de esa primera Ley 25/1964, la normativa española
dedicada a regular tales riesgos nucleares se ha ampliado conside-
rablemente en las dos últimas décadas, generalmente por la vía téc-
nica del Real Decreto (RD) y auspiciada por el Consejo nacional de
Seguridad Nuclear (creado asimismo a través de la temprana Ley
15/1980, posteriormente modificada por la ya citada Ley 33/2007). A
este respecto, el interés protector ha estado dirigido, por un lado, ex-
presamente hacia los propios trabajadores empleados en las centra-
les nucleares o en las zonas próximas a ellas (como manifiesta el RD
413/1997, de 21 de marzo, de Protección Operacional de los Traba-
jadores Externos con riesgo de exposición a radiaciones ionizantes
por intervención en zona controlada), así como, por otro lado, hacia
diversos tipos de profesionales expuestos a fuentes de radioactividad
(a saber, aquellos a los que se refieren el RD 551/2006, de 5 de mayo,
sobre transporte de mercancías peligrosas por carretera en territorio
español, o el RD 1085/2009, de 3 de julio, sobre instalación y uti-
lización de aparatos de rayos X con fines de diagnóstico médico).
Asimismo, se ha tratado de neutralizar a través de la regulación legal
el riesgo que pudiera afectar al conjunto de la población en general,
potencialmente víctima de accidentes nucleares o de emisiones des-

52
Dra. Patricia esquinas valverde

controladas y peligrosas de material radioactivo: así lo prevén, en


efecto, el RD nº 1.836/1999, sobre instalaciones nucleares y radioac-
tivas, modificado por RD 35/2008; el nº 783/2001, de 6 de julio, sobre
Protección Sanitaria contra las Radiaciones ionizantes, modificado
por RD 1439/2010, de 5 de noviembre; o el nº 1546/2004, de 25 de
junio, sobre el Plan Básico de Emergencia Nuclear – modificado por
RD 1428/2009, de 11 de septiembre, y por la reciente Ley 12/2011,
de 27 de mayo, sobre responsabilidad civil por daños nucleares o
producidos por materiales radioactivos-.
Igualmente, también en los foros internacionales ha sido ­notable
y bastante temprana en su aparición esa inquietud por controlar el
grave peligro asociado a la energía nuclear. En tal sentido, son pio-
neras tres Convenciones: a saber, en primer lugar la ­denominada “de
París”, aprobada en esa ciudad el 29 de julio de 1960, sobre respon-
sabilidad civil del tercero en el ámbito de la energía nuclear (modifi-
cada en 2004); en segundo lugar, la Convención de Bruselas de 31 de
enero de 1963, que complementó a la anterior (se reformó asimismo
en 2004) y, en tercer lugar, la Convención de Viena de 1963, tam-
bién acerca de la responsabilidad civil por daños nucleares (modifi-
cada en 1997). Por otro lado, muchos de los tratados internacionales
adoptados posteriormente en torno a esta materia se han acordado
en el seno del Organismo Internacional para la Energía Atómica per-
teneciente a la ONU (OIEA), cuyas siglas en inglés se corresponden
con las de IAEA (International Atomic Energy Agency). Al impulso
ejercido por dicho organismo se deben, entre otras, las Convencio-
nes sobre Asistencia en caso de Accidente Nuclear o de Emergen-
cia Radiológica y sobre Pronta Notificación de Accidente Nuclear
(CENNA), dictadas ambas en Viena el 26 de septiembre de 1986, a
raíz del accidente nuclear ocurrido poco antes en Chernobyl (Ucra-
nia); así como la Convención sobre Protección Física de los Materia-
les Nucleares, de 8 de febrero de 1987 y revisada en junio de 2005; la
Convención de Seguridad Nuclear de 17 de junio de 1994, redactada
también en Viena; la Convención Conjunta sobre Seguridad en la
Gestión del Combustible Gastado y de los Residuos Radiactivos, de
5 de septiembre de 1997; o la más reciente Declaración de la Confe-

53
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

rencia Ministerial del OIEA sobre Seguridad Nuclear, de 20 de junio


de 2011, igualmente elaborada en Viena y a propósito del accidente
acaecido en Fukushima.
Por último, también la Comunidad Europea y más tarde la Unión
Europea se han encargado de confeccionar instrumentos ­normativos
con los que ordenar el empleo de la energía nuclear y minimizar los
peligros causados por la misma. Dicha regulación ha emanado gene-
ralmente de la Comunidad Europea de la Energía Atómica o ­Euratom,
creada a partir de un Tratado del mismo nombre, dictado en Roma
en 1957. De aquí han surgido una serie de Directivas con objetos y
finalidades semejantes a la normativa internacional ya comentada, y
que a su vez han inspirado gran parte de la legislación española en la
materia. Entre dichas Directivas destacamos, por orden cronológico,
las siguientes: la nº 1996/29/Euratom, de 13 de mayo, sobre normas
básicas de protección sanitaria de los trabajadores y de la población
frente a los riesgos por radiaciones ionizantes; la nº 1997/43/Euratom,
de 30 de junio, relativa a la protección de la salud frente a los riesgos
derivados de las radiaciones ionizantes en exposiciones médicas; la
nº 2003/122/Euratom, de 22 de diciembre, sobre el control de las
fuentes radiactivas selladas de actividad elevada y de las fuentes huér-
fanas; la nº 2006/117/Euratom, de 20 de noviembre, sobre vigilancia
y control de traslados de residuos radiactivos y combustible nuclear
gastado; la nº 2008/99/CE, de 19 de noviembre, de protección del
medio ambiente mediante el Derecho penal –siendo esta última la
que propició una decisiva reforma, por la Ley Orgánica nº 5/2010
(en adelante: LO 5/2010), de los arts. 328, 343 y 345 del Código Penal
español, relativos a la energía nuclear, las radiaciones ionizantes y los
residuos-; o la Directiva nº 2009/71/Euratom, de 25 de junio, sobre el
marco comunitario para la seguridad de las instalaciones nucleares.
A continuación, una vez que ha sido mencionada de forma some-
ra aquella regulación vigente sobre el control de la energía nuclear
que puede ser de aplicación en el Ordenamiento jurídico español,
parece conveniente describir, siquiera sea en términos muy simples
e inteligibles para el lego en esta materia, los conceptos básicos de

54
Dra. Patricia esquinas valverde

“energía nuclear”, “material radioactivo” y “radiación ionizante”


(siendo esos mismos, precisamente, los que viene a emplear el legis-
lador en el Código Penal).

2. ¿Qué es una radiación ionizante?

Debe comenzarse afirmando algo tan obvio como que “la ener-
gía nuclear se obtiene a través de reacciones nucleares”. Así, entre
las reacciones o procesos relativos al núcleo de un átomo está la lla-
mada fisión nuclear, que consiste en la ruptura del núcleo de ese
átomo. Tras la ruptura del núcleo de un átomo se libera energía y
surgen las partículas denominadas científicamente alfa (α), beta (β)
y gamma (γ), entre otras. Dichas partículas son también designadas
como “radiaciones ionizantes”, y se desplazan por el espacio físico
liberando a su vez energía. Pues bien, cuando tales partículas chocan
con una molécula o un átomo, pueden romper enlaces químicos, lo
que se identifica con el termino “ionizar”. Explicándolo con más de-
tenimiento, debemos recordar que el núcleo del átomo de cualquier
­elemento químico (ya sea hidrógeno, hierro, carbono…) se compo-
ne básicamente de protones, a los cuales corresponde una carga eléc-
trica positiva (+), y de neutrones, los cuales no portan carga eléctrica
alguna. Además, alrededor del núcleo giran uno o varios electrones,
los cuales aparecen cargados con energía negativa. A partir de estos
datos, sucede que, en un átomo estable, el nº de protones (+) se halla
equilibrado con el nº de electrones (-); de igual modo ocurrirá den-
tro de una molécula estable, siendo las moléculas uniones de átomos
y, por lo tanto, enlaces químicos. En el seno de la molécula, los áto-
mos están enlazados, y las cargas positiva (+) y negativa (-) se en-
cuentran, pues, equilibradas. Acudiendo a un ejemplo, una molécula
de hidrógeno (H2) estaría compuesta de dos átomos de hidrógeno,
cada uno de los cuales tendría, a su vez, un protón y un electrón: en
total, por lo tanto, hallaríamos 2 protones y 2 electrones en el seno de
la molécula, los cuales se compensarían en carga positiva y negativa.

55
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

Pues bien, suponiendo que una radiación ionizante de las que he-
mos citado (a saber, una partícula α, β ó γ) chocara con dicha molé-
cula de hidrógeno, tal radiación rompería ese enlace químico, que,
en otras condiciones, resulta muy difícil de separar, produciendo lo
que se designa como pares de “iones”, o “ionizando” la molécula;
ello implica que los dos átomos de hidrogeno se separarían. En defi-
nitiva, un “ión” o “átomo ionizado” es un átomo con una carga eléc-
trica descompensada: ya no está equilibrado, sino que se ha quedado
con carga sólo positiva (+) ó sólo negativa (-), en la medida en que
ha perdido la otra parte. En el ejemplo anteriormente descrito, nues-
tra molécula de hidrógeno (H2), tras ser ionizada se habría roto en
dos iones: a saber, un átomo con carga positiva (compuesto exclu-
sivamente por un protón ó H+) y el otro átomo con carga negativa
(compuesto por el otro protón y los dos electrones, H-). Ambos io-
nes estarían desequilibrados y serían muy reactivos, lo que significa
que tenderían a unirse rápidamente a otros átomos.
Por otro lado, tras ser ionizadas, las moléculas podrían también
descomponerse en los llamados “radicales libres”: es decir, átomos
sin carga o neutros, pero con electrones sueltos o desapareados. Si-
guiendo con nuestro ejemplo, en este caso, a partir de la molécula de
hidrógeno resultarían dos átomos cada uno provisto de un electrón
(con carga negativa) y de un protón (con carga positiva), ­partículas
que se compensarían entre sí; por consiguiente, ambos átomos que-
darían conformados sin carga eléctrica alguna, lo que se represen-
taría a través de los símbolos H° y H°. Sin embargo, constituirían
átomos asimismo anormales y muy reactivos, de modo que no vol-
verían a aparearse con otros átomos de la misma forma en que esta-
ban antes (a saber, en el ejemplo, formando una molécula estable de
hidrógeno), sino de manera anormal.
Dichas radiaciones ionizantes, por lo tanto, producen reacciones
anómalas tanto dentro de la química como de la biología (ya sea ésta
humana, animal o vegetal). En particular, se conoce que los llamados
“radicales libres” son los responsables del envejecimiento de las célu-
las, y por consiguiente, del envejecimiento de los seres humanos. A

56
Dra. Patricia esquinas valverde

su vez, cuando la ionización afecta en general a la molécula de ADN,


se producen mutaciones y cambios en los cromosomas, teniendo di-
chas alteraciones la naturaleza de hereditarias6. Y asimismo no pue-
de olvidarse que los aparatos de Rayos X producen radiaciones; de
hecho, el concepto de “radioactividad” es sinónimo del concepto de
“radiación ionizante”, que analizamos en las líneas precedentes.

3. Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiacio-


nes ionizantes
A continuación, pasaremos a estudiar la regulación penal de las
conductas de producción y manipulación ilícita de la energía nu-
clear. A este respecto, llama en primer lugar la atención el dato rela-
tivo a la posición sistemática que ostentan dichas infracciones en el
Código Penal español de 1995 (en adelante: DEL del Código Penal),
dado que las mismas no se sitúan, como cabría esperar, entre los de-
litos contra el medio ambiente y los recursos naturales (previstos a la
sazón en el Capítulo III del Tít. XVI del Libro II DEL del Código Pe-
nal), sino entre aquellos otros dirigidos contra la “seguridad colecti-
va” (a saber, los recogidos en el Título XVII del Libro II del Código
Penal). En este sentido, se ha identificado el concepto de “seguridad
colectiva” en el marco del Código con “las condiciones de seguridad
para el conjunto de los ciudadanos”, de modo que dicha seguridad
puede verse afectada por comportamientos tanto peligrosos para los
bienes individuales de las personas (vida, integridad física, salud)
como para los intereses colectivos o de la sociedad en su ­conjunto: es

6
Por último, podría apuntarse también que las radiaciones ionizantes manifiestan,
según su naturaleza, una determinada “transferencia lineal de energía” (TLE): a saber,
nos referimos con este término a la energía que dichas partículas depositan o liberan
por cada unidad de distancia física. En este sentido, se ha descubierto por ejemplo que
las partículas alfa (α) tienen la TLE más elevada entre las diversas categorías de ra-
diaciones, de modo que resultan muy ionizantes o erosivas. En cambio, las partículas
gamma (γ), que constituyen fotones de luz o radiaciones electromagnéticas, muestran
el menor índice de TLE entre todas ellas, pero son las que resultan más penetrantes: de
ese modo, no alteran tanto la materia, no la destruyen, pero son las que mejor y más
profundamente la atraviesan.

57
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

decir, el medio ambiente y otras condiciones mínimas para la super­


vivencia y el bienestar básicos de la población. De hecho, otros de-
litos comprendidos en este Título XVII del Código Penal serían: 1)
los estragos, incendios y riesgos causados por explosivos; 2) los delitos
contra la salud pública (tráfico de drogas, riesgos por alteración de
alimentos, medicamentos, etc.); y 3) los delitos contra la seguridad
vial (conducción temeraria, bajo los efectos del alcohol, etc.).
No obstante lo anterior, si se trata de precisar algo más cuál sea el
bien jurídico protegido por los correspondientes delitos que atañen
a la energía nuclear, en ese marco general de la “seguridad colectiva”
(a saber, los delitos recogidos en los arts. 341 a 345 del Código Pe-
nal), ha de indicarse que tal interés es, en efecto, doble, refiriéndose
por un lado a la vida, integridad, salud y bienes de las personas, que
resultarían, en principio, indirectamente afectados por las conductas
ilícitas tipificadas; y por otro lado, se protegería el medio ambiente
entendido en términos generales, aunque con mención particular de
aspectos concretos del mismo como la calidad del aire, del suelo o
de las aguas, los animales y las plantas (los cuales serían puestos en
peligro por medio de los comportamientos previstos en los arts. 343
y 345 del Código Penal).
De hecho, todos estos delitos relativos a la energía nuclear con-
sisten esencialmente en la puesta en peligro de dichos bienes (vida o
salud de las personas y/o medio ambiente), con lo que m ­ ostrarían la
naturaleza técnica de delitos de peligro (ya fuera de peligro abstracto
o concreto, en cada caso, como explicaremos infra). Por consiguien-
te, si las conductas ilícitas de utilización, tratamiento o liberación
de energía nuclear o de sustancias radiactivas llegaran a causar una
lesión efectiva a la vida y salud de personas concretas o a los ani-
males, plantas, calidad del agua, etc., tales resultados de menoscabo
material se sancionarían generalmente mediante otros tipos penales,
distintos a los previstos en los arts. 341 a 345 del Código Penal. De
ese modo precisamente lo dispone, por lo que respecta al delito de
“contaminación ambiental” tipificado en el artículo 343 del Código
Penal, la regla concursal establecida en su apartado 2°, según el cual,

58
Dra. Patricia esquinas valverde

“cuando con ocasión de la conducta descrita en el apartado ante-


rior”… – a saber, la consistente en verter o emitir radiaciones ioni-
zantes, o bien en introducir las mismas en el aire, suelo o agua, o en
exponer dichos recursos a tales radiaciones por cualquier otro me-
dio-, “se produjere, además del riesgo prevenido, un resultado lesivo
constitutivo de delito, cualquiera que sea su gravedad, los jueces o
tribunales apreciarán tan sólo la infracción más gravemente penada,
aplicando la pena en su mitad superior”.
Por lo tanto, siguiendo un criterio que ya ha escogido para otros
delitos del Código Penal, como los relativos a la seguridad vial (vid.
artículo 382 del Código Penal), en este punto el legislador adopta lo
que podemos describir como una norma de consunción especial, de
modo que, ante la concurrencia de un comportamiento de puesta
en peligro general o amplio, por un lado, y, por otro lado, de un
comportamiento de menoscabo o afectación efectiva para sólo al-
gunos de los objetos individuales expuestos a dicho peligro, ya sean
personas o elementos naturales, se decide sancionar principalmente
uno de los dos comportamientos: en particular aquel que resulte más
grave, siendo éste, por lo común, la conducta de resultado efectivo.
Ello no obstante, se establece asimismo una exacerbación de la pena
en atención a la causación de ese peligro general y para un marco
más amplio de víctimas potenciales; si bien, dicha agravación de la
pena sólo puede tener lugar dentro del marco legal previsto para el
delito en cuestión, sin superarlo. De ese modo, en caso de haberse
producido como consecuencia del vertido o emisión de radiaciones
ionizantes un resultado último de homicidio, lesiones o aborto, o
bien de daños en la flora y fauna de la zona afectada, o bien de alte-
ración de los ecosistemas naturales, etc., tendrán preferencia frente
al artículo 342 del Código Penal los correspondientes arts. 138 y ss.,
144 y 146, 147 y ss., 330 y 332 del Código Penal, entre otros. Eso nos
indica que, en este supuesto, nos encontramos ante un concurso de
normas que se resuelve por el principio de consunción (vid. artículo
8.3 del Código Penal, según el cual, «el precepto penal más amplio o
complejo absorberá a los que castiguen las infracciones consumidas en
aquél»). Sin embargo, la pena correspondiente al caso planteado ha

59
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

de fijarse necesariamente, como decimos, dentro de la mitad supe-


rior del intervalo legalmente establecido para el delito más grave: es
decir, como si se tratara de un concurso ideal de delitos, pero sin que
sean aplicables a continuación los límites específicos de ese concurso
ideal, según el del Código Penal español (vid. artículo 77 del Código
Penal). De ahí que, en este citado artículo 343.2 del Código Penal, se
trate de una regla de consunción especial, pues la misma no resulta
totalmente idéntica ni al principio de consunción en el concurso de
normas ni a la figura del concurso ideal de delitos.
Por otro lado, como característica general de estos preceptos pe-
nales relativos a la energía nuclear, en ellos se refleja la vigencia del
denominado principio de subsidiariedad del orden penal respecto
de otros órdenes jurídicos de control por parte del Estado: de hecho,
en este ámbito sobre la energía nuclear, el sector jurídico que asume
el mayor peso a la hora de regular las conductas es el Derecho ad-
ministrativo. En tal sentido, la legislación penal, como ultima ratio
o último instrumento del que dispone el Estado a la hora de condu-
cir y restringir la acción de sus ciudadanos, no pretende sancionar
la infracción de cualquiera de los infinitos protocolos de seguridad
previstos para la energía nuclear, sino que sólo intervendrá en aque-
llos casos más graves: a saber, cuando la conducta de manipulación
de energía o residuos nucleares haya creado un riesgo (ya sea abs-
tracto o concreto, y ya sea grave o no) para la vida e integridad física
de las personas o para el medio ambiente. A este planteamiento se
otorga asimismo la denominación técnica de “principio de interven-
ción mínima del Derecho penal”. Y en efecto, como prueba de ese
carácter residual de la influencia del Derecho penal en este apartado,
podemos señalar que, hasta la fecha, ninguno de los arts. 341 a 345
del Código Penal ha sido aplicado por los jueces españoles.

3.1 Artículo 341 del Código Penal: delito de liberación de energía


nuclear.
De acuerdo con el artículo 341.1 del Código Penal, será sanciona-
do con la pena de prisión de 15 a 20 años, e inhabilitación especial

60
Dra. Patricia esquinas valverde

para empleo o cargo público, profesión u oficio por tiempo de 10 a 20


años “el que libere energía nuclear o elementos radiactivos que pon-
gan en peligro la vida o la salud de las personas o sus bienes, a­ unque
no se produzca explosión”. Como podemos percibir en primer lugar,
se han previsto para esta conducta penas elevadísimas, similares en
cuanto a su gravedad a las que conlleva el delito de asesinato.
Respecto al fundamento que justifica la existencia de dicha disposi-
ción, parece ser que ésta responde a la necesidad de que las sustancias
radiactivas se mantengan enclaustradas, ya que su ­contacto con los
seres humanos puede producir graves consecuencias l­ esivas. En efecto,
el tipo prohíbe la conducta de dejar salir radiaciones, ondas caloríficas,
expansivas, explosivas, etc. del lugar en el que se contienen, pudiendo
ser ese lugar tanto un contenedor mueble (un recipiente) como un
contenedor inmueble (a saber, un edificio o una instalación en el sub-
suelo, en los fondos marinos, etc.). Por consi­guiente, dado que dicha
acción es el elemento fundamental que exige y que castiga el precepto,
la naturaleza técnica de éste es la de delito de mera actividad y de peli-
gro abstracto, puesto que, de la propia acción en sí misma, sin necesi-
dad de esperar a que se produzca un resultado lesivo concreto, se deri-
va ya sin duda un peligro potencial o hipotético que es valorado como
suficientemente grave para la sanción penal. De hecho, como el citado
artículo indica, el comportamiento es castigado aunque no produzca
explosión alguna; en el supuesto de producirse ésta, probablemente
­correspondería apreciar un concurso con el delito de estragos o con el
de riesgos por e­ xplosivos (arts. 346 a 350 del Código Penal), así como,
en su caso, un concurso con los delitos de homicidio y/o lesiones. De
­producirse, en efecto, un resultado dañoso para personas concretas, de
acuerdo con la doctrina mayoritaria correspondería emplear la misma
regla de consunción especial del artículo 343.2 del Código Penal, ya
mencionada, que sería aplicable a todos los preceptos de la Sección.
A partir de dicha regla, en fin, la infracción más grave cometida por
el sujeto en cuestión tendría que desplazar al resto de infracciones,
apreciándose tal sanción más grave en su mitad superior, de modo
que absorbiera así todo el desvalor de los hechos. Sin embargo, en
contra de lo que pudiera pensarse a priori, en esta situación ­concursal

61
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

entre el ­artículo 341 y otros delitos de resultado, no siempre la infrac-


ción más gravemente penada será la de lesión material (homicidio,
lesiones, aborto, daños…), teniendo en cuenta la elevadísima pena
de prisión establecida en dicho artículo 341, que oscila entre los 10 y
20 años de duración.
Por lo que se refiere a la forma de ejecución de ese delito de libera-
ción de energía, parece imaginable la comisión del mismo tanto por
medio de una acción como por medio de una omisión, esta última
necesariamente a cargo de aquella persona a la que concierna por
ley, contrato o injerencia el deber de velar por la seguridad de dichos
elementos (vid. artículo 11 del Código Penal, cláusula general de la
comisión por omisión).
A su vez, en cuanto a la relación con otros delitos, se observa cier-
ta proximidad entre este artículo 341 y el artículo 325 del Código
Penal, correspondiente al tipo básico contra el medio ­ambiente, en
el que se sanciona a quien, «contraviniendo las leyes u otras dispo-
siciones de carácter general protectoras del medio ambiente, provo-
que o realice directa o indirectamente emisiones, vertidos, radiacio-
nes, extracciones o excavaciones, aterramientos, ruidos, vibraciones,
inyecciones o depósitos, en la atmósfera, el suelo, el subsuelo o las
aguas terrestres, subterráneas o marítimas, incluido el alta mar, con
incidencia incluso en los espacios transfronterizos, así como las
­captaciones de aguas que puedan perjudicar gravemente el equili-
brio de los sistemas naturales». En efecto, la coincidencia entre am-
bos preceptos reside en que, al liberar al exterior o a la atmósfera sus-
tancias radiactivas con peligro para las personas o sus bienes, como
conducta que sanciona el artículo 341 del Código Penal, se estarían
realizando emisiones o radiaciones contrarias a las normas g­ enerales
de control de la actividad nuclear, lo cual encaja asimismo en el
comportamiento prohibido por ese artículo 325 del Código Penal.
En definitiva, entendiendo que aquel artículo 341 del Código Penal
también protege el medio ambiente, que constituye precisamente un
bien de las personas, podemos afirmar que la relación jurídica entre
ambas disposiciones es la propia del concurso de normas, resultando

62
Dra. Patricia esquinas valverde

preferente el artículo 341 por la mayor especificidad o especialidad


de sus requisitos frente a los del artículo 325 del Código Penal.

3.2. Artículo 342 del Código Penal: delito de perturbación


de una instalación o alteración de actividades con equipos
productores
Se refiere el artículo 342 a aquel que, “sin estar comprendido en
el artículo anterior, perturbe el funcionamiento de una instalación
nuclear o radiactiva, o altere el desarrollo de actividades en las que
intervengan materiales o equipos productores de radiaciones i­ onizantes
creando una situación de grave peligro para la vida o la salud de las
personas”, correspondiéndole en tal caso una pena de prisión de 4 a 10
años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión
u oficio de 6 a 10 años.
Nos hallamos ahora ante una conducta claramente menos peli-
grosa que la descrita en el artículo 341 del Código Penal, y a la que
corresponde, por lo tanto, una pena inferior; en efecto, este artículo
342 recogería los comportamientos no incluibles en el precepto an-
terior, y de ahí la cláusula de subsidiariedad que incorpora, al men-
cionar que sus términos serán aplicables a aquella conducta que sa-
tisfaga el tipo “sin estar comprendid(a) en el artículo anterior”. Por lo
tanto, para que pueda apreciarse este delito concreto, teóricamente
la forma en que se perturbe el funcionamiento de una instalación
nuclear o radiactiva o se altere el desarrollo de actividades con mate-
riales o equipos radiactivos habrá de consistir en algo distinto de la
conducta de liberar energía al exterior, que es la que constituye obje-
to de sanción en el artículo 341 del Código Penal. Por otro lado, si se
analiza la descripción de las dos modalidades típicas en este precepto
342 del Código Penal, a saber, las de “perturbación de una instalación
nuclear o radiactiva” y “alteración de actividades con equipos produc-
tores de radiaciones ionizantes”, puede concluirse que la mención
de ambas resulta muy repetitiva, pues casi son equivalentes entre sí.
En cualquier caso, este artículo 342 del Código Penal constituye
una figura penal muy abierta y, de hecho, funciona como tipo de

63
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

recogida, de modo que su misión es garantizar una protección p ­ enal


absoluta respecto a cualquier comportamiento relacionado con la
producción o uso de esta energía, cuando con ello se genere el co-
rrespondiente riesgo. A su vez, en cuanto a la naturaleza jurídica del
tipo, se discute entre los autores si estamos ante un delito de peligro
abstracto o concreto, ya que el precepto exige como uno de sus ele-
mentos la creación a través de la conducta prohibida de “una situa-
ción de grave peligro para la vida o la salud de las personas” –como
se observa, en esta ocasión no aparece en la descripción típica la re-
ferencia, que sí incluye el artículo 341, al riesgo para “otros bienes”
de las personas-.
Como mínimo, podemos sostener que el artículo 342 del Código
Penal conforma lo que se denomina “delito de idoneidad”, de modo
que, a fin de que el tipo quede satisfecho, la conducta de perturba-
ción, alteración, etc. ha de ser objetivamente idónea o adecuada para
poner en peligro los bienes mencionados. En consecuencia, quedan
excluidas del ámbito del precepto aquellas acciones que s­ implemente
afectan al funcionamiento administrativo de las instalaciones o cen-
trales, sin más consecuencias para la vida o salud de las personas, así
como otras conductas semejantes de bagatela. Y de cualquier forma,
tal requisito acerca de “una situación de grave peligro” para la vida
o salud de las personas, con independencia del modo en que se in-
terprete exactamente, viene a limitar el marco de aplicación de este
tipo: en efecto, dicho artículo 342, en virtud de la genérica redacción
que emplea, de no contener la citada exigencia de un peligro grave es-
taría adelantándose demasiado a una lesión efectiva del bien jurídico
último protegido, y por ello, resultaría demasiado amplio (además
de contrario a los principios de ofensividad y de exclusiva protección
de bienes jurídicos).

3.3 Artículo 343.1 del Código Penal, delito de


contaminación radioactiva
Según indica el artículo 343.1 del Código Penal, cometerá delito
de contaminación radiactiva “el que mediante el vertido, la emisión

64
Dra. Patricia esquinas valverde

o la introducción en el aire, el suelo o las aguas de una cantidad de


materiales o de radiaciones ionizantes, o la exposición por cualquier
otro medio a dichas radiaciones ponga en peligro la vida, integridad,
salud o bienes de una o varias personas”. En tal supuesto, recibirá el
responsable la pena de prisión de 6 a 12 años y de inhabilitación es-
pecial para empleo o cargo público, profesión u oficio de 6 a 10 años.
A continuación, haciendo hincapié en la dimensión medioam-
biental de este delito, el inciso 2º del artículo impone la misma pena
a quien, mediante aquella conducta, ponga en peligro la calidad del
aire, del suelo o de las aguas, o a animales o plantas. Por lo tanto, se
trata aquí de dos grupos distintos, aunque conectados entre sí, de
bienes jurídicos protegidos por el precepto.
Esta infracción prevista en el artículo 343.1 del Código Penal ha
de tomar como base la regulación administrativa vigente en Espa-
ña sobre radiaciones ionizantes y sus riesgos, y en particular, el RD
783/2001, de 6 de julio, normativa en la que se establecen los niveles
aún tolerados de emisiones radiactivas (los cuales se producen ine-
vitablemente a partir de ciertas actividades que, no obstante, todavía
se encuentran permitidas)7. En concreto, por lo que se refiere a la
conducta típica de “exposición” a radiaciones ionizantes, conviene
tener en cuenta que ésta es frecuente en el ejercicio de la medicina
de diagnóstico, de tal modo que se ha fijado una serie de márgenes
o dosis máximas de riesgo que para ese fin pueden llegar a soportar
profesionales y pacientes. Por lo tanto, sólo será típica y constitutiva
7
Vid. por ejemplo el Auto de la Audiencia Provincial de Cádiz de 31 de mayo de
2004, relativo a un caso de utilización de una instalación radiactiva por parte de una
empresa geotécnica: a saber, se trataba de un medidor nuclear de densidades y hume-
dades y de un monitor de radiación. En este supuesto, la Dirección General de Política
Energética y Minas en España había autorizado previamente a la empresa a servirse
de dichos aparatos, si bien bajo algunas premisas. A su vez, no se detectaron pruebas
de que los aparatos explotados produjeran radiaciones superiores a las propias de las
funciones que desempeñaban, ni tampoco de que fueran capaces de causar daños o un
peligro concreto para la vida, la integridad física o la salud de las personas o el medio
ambiente. Asimismo, no se detectó en la actuación de la empresa geotécnica infrac-
ción alguna de las normas de seguridad aplicables, por lo que se rechazó la posibilidad,
en definitiva, de apreciar los delitos de los arts. 343 ó 348 CP.

65
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

de este delito de contaminación radiactiva aquella exposición que


supere el riesgo permitido, siendo tal aspecto determinado por el Juez
a partir de dichos parámetros administrativos sobre el máximo de
radiación no peligrosa. Por otra parte, a efectos de cometer este deli-
to, sería suficiente con el hecho de exponer a la víctima a la radiación
excesiva, aunque el sujeto activo no hubiera sido quien directamente
produjera la emisión contaminante; a su vez, ese tercero que hubiera
dado lugar a la liberación peligrosa de materiales nucleares podría
estar realizando este mismo artículo 343.1, o los delitos de los arts.
341, 342, 345 del Código Penal, etc.
Por otro lado, el origen de la actual redacción de ese artículo 343.1
del Código Penal se encuentra en la Directiva 2008/99/CE, de 19 de
noviembre, cuyo artículo 3.a) ha encontrado así acomodo en nuestra
legislación penal, merced a la transposición que de dicha Directiva
realizó la LO 5/2010, de reforma del Código. Con anterioridad a esta
modificación, en efecto, el del Código Penal contemplaba la emisión
de radiaciones ionizantes como un delito específico contra el medio
ambiente, situado, junto con otras modalidades de conducta, en el
artículo 325.2 del Código Penal tal y como estaba redactado enton-
ces (de acuerdo con la Decisión Marco 2003/80/JAI). Esa redacción
del artículo 325.2 exigía para este delito de emisión o contaminación
radioactiva, al contrario que la versión ahora vigente en el 343.1 del
Código Penal, un resultado de lesión para la vida o integridad de las
personas, con lo que iba bastante más allá que un simple delito de
peligro. A su vez, en la versión del Código vigente antes de 2010, la
exposición de personas a radiaciones ionizantes sí estaba ya t­ ipificada
en el artículo 343 del Código Penal de forma similar a como se en-
cuentra en la actualidad, precisamente como delito de peligro y de
riesgo catastrófico.
A partir de ahí, pues, la LO 5/2010 de reforma del Código Penal
eliminó el antiguo artículo 325.2 (que, como decimos, era un delito
de resultado) y trajo a este artículo 343.1 (entre los delitos contra
la seguridad colectiva) la conducta de liberar o emitir radiaciones
ionizantes creando peligro para la vida o salud de las personas o para

66
Dra. Patricia esquinas valverde

los elementos naturales (aire, suelo o aguas), o bien, para animales o


plantas. La conclusión que puede extraerse, en definitiva, es que en
el actual Código Penal español, los que podemos considerar “delitos
ecológicos” aparecen notablemente dispersos en el articulado del
Libro II del Código Penal, ya que podemos encontrar ejemplos de
ellos tanto en el Título XVI (delitos contra el medio ambiente) como
en este Título XVII (delitos contra la seguridad colectiva). Tal cir-
cunstancia manifiesta una defectuosa técnica legislativa que tampoco
contribuye, desde luego, a que los delitos medioambientales aparezcan
armonizados en los distintos Códigos penales de los Estados miem-
bros de la UE, ya que, en muchos de esos textos legales, los llamados
delitos ecológicos sí van a estar ordenados o agrupados en un mismo
apartado, al contrario de lo que sucede en el Código Penal español.
Con respecto a la naturaleza del precepto, las opiniones en la doc-
trina aparecen divididas entre quienes consideran que se trataría de
un delito de peligro concreto, debido a la referencia que realiza el
artículo a que el riesgo típico afecte a “una o varias personas”, y los
que lo describen, en cambio, como un delito de peligro abstracto.
No obstante, en cuanto al aspecto de “la calidad del aire, el suelo o
las aguas”, se ha dicho, a mi juicio correctamente, que el delito es de
resultado, pues la actividad de vertido o emisión de materiales ioni-
zantes en estos elementos naturales prácticamente siempre supondrá
una lesión efectiva de su calidad8.

3.4. Artículo 343.3 del Código Penal: responsabilidad penal


de las Personas Jurídicas
Este precepto 343.3 del Código Penal prevé la responsabilidad
penal de aquellas personas jurídicas que cometan el citado delito de
contaminación radiactiva del artículo 343.1, pudiendo tratarse en

8
Por otro lado, en lo que afecta a la cláusula prevista en el art. 343.2 en torno a la for-
ma de resolver el posible concurso de delitos entre este de contaminación radiactiva
y los pertinentes resultados de lesión efectiva para la vida, la salud de las personas o
la integridad de los elementos naturales, nos remitimos a lo ya expuesto supra, en el
apartado III de este trabajo.

67
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

este caso de asociaciones, empresas, sociedades de Derecho privado,


etc. En efecto, desde la reforma del Código Penal español por LO
5/2010, dicha posibilidad de ser responsable criminal está recogida
para las sociedades y corporaciones en el artículo 31 bis del Código
Penal español, si bien de acuerdo con un sistema de numerus clausus
que únicamente admite tal culpabilidad en relación con determina-
dos delitos, aptos para ello en función de su naturaleza (como serían,
por ejemplo, los delitos relativos a la prostitución y la pornografía
infantil, ciertos delitos socio-económicos, el tráfico de drogas, etc.).
De ese modo, este artículo 343.3 del Código Penal dispone una
pena de multa de 2 a 5 años para aquellas personas jurídicas que sean
autoras de contaminación radiactiva, pena que habrá de aplicarse
según un sistema de “días-multa” propio del Código Penal español
(vid. arts. 50 y 51 del Código Penal). A su vez, se prevé la facultad
del Juez o Tribunal para imponer otras penas adicionales dentro de
un catálogo de sanciones recogido en el artículo 33.7, letras b) a g)
del Código Penal, empleando para ello las reglas específicas de de-
terminación judicial de la pena dispuestas en el artículo 66 bis del
Código Penal. En concreto, tales posibles sanciones consisten en la
­disolución de la persona jurídica, la suspensión de sus actividades o
la ­clausura de sus locales y establecimientos por un período máximo
de hasta 5 años, y la prohibición temporal o definitiva de realizar en
el futuro las actividades en cuyo ejercicio se haya cometido, favo-
recido o encubierto el delito; también se cuenta entre ellas la inha-
bilitación para obtener subvenciones y ayudas públicas, para cerrar
contratos con el sector público y para gozar de beneficios e incenti-
vos fiscales o de la Seguridad Social por un plazo máximo de hasta 5
años; así como la pena de ser sometido a intervención judicial para
salvaguardar los derechos de los trabajadores o de los acreedores por
el mismo tiempo máximo de hasta 5 años.
A propósito de esa cláusula recogida en el artículo 343.3 del Códi-
go Penal, ha despertado cierto desconcierto entre la doctrina la de-
cisión por parte del legislador penal de incluir esa referencia a la res-
ponsabilidad de las personas jurídicas exclusivamente respecto a la

68
Dra. Patricia esquinas valverde

contaminación radioactiva del artículo 343.1. En realidad, aseveran


algunos, hubiera sido mucho más adecuado introducir tal previsión
con carácter general para todos los delitos relativos a la energía nu-
clear y a las radiaciones ionizantes, pues cualquiera de ellos es igual-
mente susceptible, a priori, de ser perpetrado por una empresa o en-
tidad privada dedicada a la manipulación de materiales radiactivos.
3.5. Artículo 345.1 del Código Penal: delito de apodera-
miento, tráfico o producción de materiales nucleares o ra-
dioactivos
A partir del artículo 345. 1 del Código Penal, corresponderá una
pena de prisión de 1 a 5 años a aquel que “se apodere de materiales
nucleares o elementos radiactivos, aun sin ánimo de lucro”. Y la mis-
ma pena se impondrá a “el que, sin la debida autorización posea, tra-
fique, facilite, trate, transforme, utilice, almacene, transporte o elimi-
ne materiales nucleares u otras sustancias radiactivas peligrosas que
causen o puedan causar la muerte o lesiones graves a personas, o da-
ños sustanciales a la calidad del aire, la calidad del suelo o la calidad
de las aguas o a animales o plantas”. De acuerdo con los términos de
esta infracción, por lo tanto, a través de su comisión no sólo se afecta
al medio ambiente sino, al mismo tiempo, a la seguridad colectiva.
Por su parte, la acción de producir tales materiales o sustancias ra-
diactivas sin la debida autorización constituirá un tipo agravado res-
pecto al anterior, al que deberá aplicarse la pena superior en grado a
la indicada en ese apartado 1° (vid. artículo 345.4° del Código Penal).
En particular, este precepto 345.1 recibió una nueva redacción a
raíz de la ya mencionada Directiva 2008/99/CE, de 19 de noviem-
bre, transpuesta a nuestro ordenamiento mediante la también citada
LO 5/2010, de 22 de junio. Con ocasión de tal reforma se amplió el
elenco de las conductas ilícitas, a fin de que el tipo alcanzara toda
aquella manifestación del ciclo de creación, transporte o empleo de
esos materiales peligrosos que, además de no haber sido objeto del
preceptivo y rígido control por parte de la Administración pública,
supusiera un riesgo o una efectiva lesión para las personas o el medio
ambiente.

69
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

En concreto, las diversas modalidades de conducta recogidas en


el precepto pueden agruparse en 3 categorías, correspondiendo la
primera de ellas a las acciones de apoderamiento, aun sin ánimo de
lucro, de materiales o sustancias (1); se trataría ésta de una varian-
te específica de delito contra el patrimonio, expresamente tipificada
en atención a la peligrosidad del objeto material que resulta apre-
hendido. La finalidad de tal variante consiste, por tanto, en evitar la
manipulación descontrolada de dichas sustancias. A continuación,
el segundo grupo de comportamientos prohibidos se refiere a las
acciones de posesión, tráfico, transporte, almacenamiento, transfor-
mación, eliminación, etc. de los materiales radiactivos nocivos (2).
A través de tal modalidad se pretende prevenir la aparición o el flo-
recimiento de un mercado negro de dichas sustancias, e incluso la
utilización de las mismas exclusivamente para el uso privado, dado
su carácter mortífero.
Por último, como tercera categoría y tipo agravado aparece en el
artículo 345.4º la ya mencionada acción de producir estos m ­ ateriales
o sustancias sin la debida autorización (3). La redacción de tal
precepto ha sido considerada por alguna doctrina como errónea,
­supuestamente porque, en este caso, al contrario de lo que ocurre
para el tipo básico del párrafo 1º, a efectos de sancionar penalmente
la conducta no se exigiría una peligrosidad expresa en la misma, de
modo que, en principio, bastaría la mera ausencia de la autorización
debida para imponer una pena que, sin embargo, resulta agravada
respecto de la del tipo básico. Sin embargo, no podemos estar de
acuerdo con esta interpretación, ya que, aunque el artículo 345.4º no
lo repita expresamente, es debido suponer que, al mencionar la pro-
ducción de “tales materiales o sustancias radiactivas” está ­pensando
igualmente, como en el párrafo 1º, en materiales o sustancias “peli-
grosas que causen o puedan causar la muerte o lesiones graves a per-
sonas, o daños sustanciales a la calidad del aire, la calidad del suelo
o la calidad de las aguas o a animales o plantas”; por ello, tanto uno
como otro párrafo refieren a un delito de peligro que se identifica,
de hecho, con la ausencia de la correspondiente y debida autoriza-
ción, y de esa forma, con un riesgo ya no permitido. En cambio, sí

70
Dra. Patricia esquinas valverde

puede criticarse razonablemente la diferencia de pena para unas y


otras conductas, en la medida en que muchas de las modalidades tí-
picas de ese artículo 345.1º, por ejemplo la eliminación de materiales
radiactivos, son, a priori, tan peligrosas como la producción, por lo
que no se explica bien que esta última se prevea como tipo agravado.
Por otro lado, el propio objeto material de este delito en el artí-
culo 345.1° y 4° ha sido descrito en términos muy amplios, identi-
ficándose, como decimos, con la expresión “materiales nucleares u
otras sustancias radiactivas peligrosas”. Pero especialmente proble-
mático resulta el aspecto de la naturaleza jurídica, ya que, al referirse
el precepto a sustancias peligrosas “que causen o puedan causar la
muerte o lesiones graves a personas, o daños sustanciales a la calidad
del aire…”, etc., parece estar anudándose una variante de peligro
abstracto (“puedan causar”) a otra variante de lesión (“causen”), lo
cual constituye una configuración ciertamente inusitada en nuestra
sistemática de delitos de peligro. De hecho, si por efecto del apodera-
miento, tráfico o transporte de las sustancias, etc., se llegaran a pro-
ducir resultados de muerte, aborto, lesiones o daños medioambien-
tales, parece razonable considerar que, aplicando extensivamente la
ya comentada regla concursal del artículo 343.2 del Código Penal,
debería castigarse sólo la infracción más gravemente penada, fijando
la sanción dentro de la mitad superior del intervalo legalmente esta-
blecido para aquélla. No tendría sentido ni sería proporcionado en
este caso apreciar exclusivamente la ejecución de este delito del artí-
culo 345.1 del Código Penal, sin tener en cuenta la comisión de esas
otras infracciones de resultado. En consecuencia, procedería identi-
ficar cuál sería la pena más grave entre las correspondientes a dicho
artículo 345, por un lado, y las correspondientes a los tipos genuinos
de resultado, por el otro (a saber, los arts. 138 y ss., 144 y 146, 147 y
ss., 263 y ss. del Código Penal, etc.), de tal forma que, generalmente,
la sanción establecida en estos últimos preceptos desplazará la pre-
vista en el artículo 345 del Código Penal.
A continuación, los apartados 2° y 3° del artículo 345 del Códi-
go Penal contienen sendos tipos agravados para el supuesto de que

71
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

los hechos indicados en el apartado 1° del precepto, tipo básico del


delito, se cometan, respectivamente, bien “empleando fuerza en las
cosas” (en cuyo caso procederá aplicar la correspondiente pena en
su mitad superior), o bien empleando “violencia o intimidación en
las personas” (lo cual dará lugar a la apreciación de la pena superior
en grado a aquella que señala dicho tipo básico, artículo 345.1º del
Código Penal). Por consiguiente, tal regulación resultaría de aplica-
ción preferente con respecto a los preceptos del robo con fuerza en
las cosas (arts. 238 y ss. del Código Penal) y del robo con violencia
o intimidación sobre las personas (artículo 242 del Código Penal),
ya que resulta más específica o especial en sus términos que éstos.
Y por otro lado, dicha agravación, aunque referida supuestamente
a cualquiera de las conductas enumeradas en el artículo 345.1°, sin
­embargo sólo parece tener sentido si la aplicamos a la modalidad
típica del “apoderamiento” (sustracción) de los materiales radioac-
tivos, mas no para el resto de conductas (a saber, tráfico, almacena-
miento, transporte, etc.), ya que es clásicamente la apropiación física
de una cosa la que puede realizarse mediante dichos instrumentos,
conformando ­entonces un comportamiento más grave (como ocu-
rre en el ámbito del citado delito de robo). En conclusión, se ha afir-
mado que esta agravación genérica representaría un desafortunado
descuido por parte del legislador.
A su vez, el comentado artículo 345 del Código Penal c­ ontempla
un requisito general de cara a que pueda apreciarse cualquiera de sus
modalidades ilícitas, y éste es el hecho de que el sujeto actúe “sin la
debida autorización” para el correspondiente tratamiento de los ma-
teriales nucleares. Con respecto a este delito, por tanto, al contrario
de lo que ocurre en el resto de preceptos hasta ahora estudiados (to-
dos ellos situados en la Sección 1ª del Capítulo 1° del Título XVII),
aparentemente no se exige a efectos de la realización del tipo la de-
nominada “accesoriedad normativa”: a saber, la condición de que la
conducta con relevancia penal constituya también, de a­ ntemano, una
infracción administrativa, lo cual permite preservar el ya menciona-
do principio de subsidiariedad del Derecho penal. Por el contrario,
en el contexto de este artículo 345 del Código Penal se requiere la

72
Dra. Patricia esquinas valverde

“accesoriedad de acto”: es decir, que el comportamiento en cuestión


no se encuentre autorizado por la Administración. De acuerdo con
esto, procede plantearse qué calificación penal merecería una hipo-
tética conducta consistente en el tratamiento de material radiactivo
que, pese a contravenir la legislación administrativa ­sobre esa mate-
ria, hubiera obtenido por una u otra vía la autorización o ­ ficial nece-
saria. En tal supuesto, a tenor de los términos del p­ recepto 345 del
Código Penal, paradójicamente tendríamos que sostener el carácter
atípico de dicha acción.
Semejante conclusión, sin embargo, ha de ser rechazada, en parti-
cular por lo que se refiere a la actividad de “producción de materia-
les nucleares” (artículo 345.4°), la cual está sometida a una estricta
regulación sobre requisitos técnicos de seguridad. En efecto, resul-
taría inadmisible que llegara a calificarse como impune un compor-
tamiento que hubiera contravenido dichas normas de seguridad. Por
consiguiente, pese a la diversidad en los términos empleados por el
legislador, conviene interpretar como equivalentes ambas expresio-
nes, a saber, “accesoriedad normativa” y “accesoriedad de acto”. De
esa forma, tanto en este artículo 345 del Código Penal como en el
resto de preceptos de la Sección 1ª, deberá ser requisito imprescindi-
ble para la intervención penal la circunstancia de que el comporta-
miento enjuiciado haya incurrido previamente en una vulneración
de la normativa administrativa sobre energía nuclear, de tal modo
que sólo el hecho de haber cumplido estrictamente dichas normas
extrapenales pueda eliminar la tipicidad penal de la conducta.

3.6. Previsión de la modalidad imprudente: artículo 344 del


Código Penal
De acuerdo con el artículo 344 del Código Penal, “los hechos pre-
vistos en los artículos anteriores serán sancionados con la pena inferior
en grado, en sus respectivos supuestos, cuando se hayan cometido por
imprudencia grave”. De ese modo, cualquiera de los delitos previstos
en los arts. 341, 342 o 343 podrán cometerse tanto en la modalidad
dolosa como en la imprudente, teniendo por supuesto en cuenta, se-

73
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

gún la regla general y a tenor también de lo dispuesto en ese artículo


344, que las penas inicialmente previstas en aquellos preceptos lo
serán para la comisión dolosa. En cambio, de la posición sistemática
y de los términos de ese precepto 344 del Código Penal se infiere que
el delito del artículo 345 sólo va a permitir la modalidad dolosa.
En cuanto a la comisión dolosa de todos los delitos contenidos en
los arts. 341 a 345 del Código Penal, ha de mencionarse que la misma
admite también el llamado “dolo eventual”. Por otro lado, al tratarse
de delitos de peligro, el dolo del sujeto ha de abarcar no sólo el com-
portamiento típico, sino también el factor de haber creado una situa-
ción objetiva de riesgo, ya sea a nivel abstracto o a nivel concreto. Por
el contrario, dicha actitud subjetiva no ha de abarcar el dolo de lesio-
nar o dañar un posible objeto material de la conducta, ya sea éste un
grupo de personas, un ambiente natural, un ­ecosistema o región, etc.
A su vez, por lo que respecta a la comisión imprudente, ésta reque-
rirá un grado de imprudencia grave, lo cual equivale a la inobservan-
cia de deberes de diligencia elementales y básicos en el tratamiento
de dichas sustancias radiactivas (de acuerdo con los estándares de
precaución y seguridad que determine la legislación administrativa
aplicable). En tal sentido, obviamente será más probable que quien
realice la conducta por imprudencia sea un profesional del ramo,
pues éste tendrá contacto habitual con tales materiales y habrá de
ejecutar correctamente los protocolos de seguridad, a fin de evitar
cualquier riesgo derivado de dicha manipulación.

3.7. Características comunes a los arts. 341 a 345 del Código


Penal
Por lo que atañe a los sujetos activos de estas infracciones, en
principio cualquier persona podrá ser autora de las mismas, de tal
forma que todos esos delitos son comunes. Sin embargo, como ya se
ha mencionado, en la práctica lo más frecuente será hallar tales com-
portamientos ilícitos entre aquellos profesionales que se encarguen
de las instalaciones nucleares y que dispongan de acceso al material
radiactivo. En todo caso, además, los preceptos 341 a 343 prevén es-

74
Dra. Patricia esquinas valverde

pecíficamente la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo


público, profesión u oficio, la cual sin duda está dirigida a esos pro-
fesionales que ejecuten la infracción en el ejercicio de su actividad
propia.
En cuanto al sujeto pasivo de los delitos estudiados, podemos en-
tender que se trata de la colectividad, dado que nos encontramos ante
delitos de peligro, sin exigencia de un resultado lesivo para personas
u objetos concretos. En efecto, los conceptos de seguridad colectiva y
de medio ambiente, como intereses generales contra los que atentan
dichas conductas, representan bienes jurídicos de t­ itularidad supra-
individual o colectiva.
Respecto al iter criminis que seguirán, por lo común, tales infrac-
ciones relativas a la energía nuclear, es preciso señalar que el mo-
mento exacto de la consumación dependerá, en cada caso, de cuál
sea la naturaleza del delito concreto: así, si nos halláramos ante un
delito de peligro abstracto (como el del artículo 341 del Código Pe-
nal), la consumación tendría lugar con la mera realización de la con-
ducta objetivamente peligrosa; por el contrario, si el delito contem-
plado fuera de peligro concreto (como puede suponerse en el caso
del artículo 343.1 del Código Penal), será necesario comprobar que,
a partir del comportamiento ilícito, se haya producido efectivamente
un riesgo inminente, real, para personas o bienes materiales indivi-
dualizados. Y a estos efectos se requerirá de pruebas periciales, dada
la naturaleza científica del objeto de tales infracciones.
Otra cuestión que fácilmente llegaría a plantearse en la práctica,
dado que estos delitos de peligro podrían dar lugar posteriormente
a resultados lesivos, sería la pregunta acerca de cuáles de dichos re-
sultados habrían de imputarse al autor en el momento de enjuiciar
su conducta. Pues bien, de acuerdo con la legislación procesal penal
española, al sujeto activo deberían atribuírsele exclusivamente aque-
llos resultados que se hubieran producido hasta el momento del jui-
cio. En consecuencia, por el efecto de “cosa juzgada” de la sentencia
firme, las posibles consecuencias posteriores que arrojaran las radia-
ciones emitidas o vertidas por el autor ya no le serían imputables, de

75
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

modo que no darían lugar a una nueva valoración de su conducta


(vid. al respecto el artículo 954 de la Ley española de Enjuiciamiento
Criminal).

3.8. Delito de establecimiento de depósitos o vertederos


(entre los delitos contra el medio ambiente): artículo 328.1
del Código Penal
Seguidamente pasaremos a analizar algunos otros delitos ­relativos
a la manipulación de sustancias radiactivas y contaminantes situa-
dos en otros sectores del Código Penal español, y por tanto fuera de
la sección específicamente dedicada a “la energía nuclear”. En par-
ticular, dichas infracciones se encuentran recogidas entre los delitos
contra el medio ambiente, a los que pertenecen (en el Capítulo III del
Título XVI del Libro II del Código Penal). En primer lugar resulta de
interés el artículo 328. 1 del Código Penal, a tenor del cual, “quienes
establezcan depósitos o vertederos de desechos o residuos sólidos o lí-
quidos que sean tóxicos o peligrosos y puedan perjudicar gravemente
el equilibrio de los sistemas naturales o la salud de las personas”, per-
cibirán la sanción de prisión de 6 meses a 2 años, multa de 10 a 14
meses e inhabilitación especial para profesión u oficio de 1 a 2 años.
Este delito de establecimiento de depósitos o vertederos, en fin, se
solapa en parte con el nuevo tipo de eliminación de residuos conte-
nido en el mismo artículo 328, párrafo 3º – al que nos referiremos
más adelante-, en la medida en que la creación de depósitos consti-
tuye una de las vías para la eliminación de residuos. No obstante, tal
solapamiento o reiteración entre esos dos apartados del artículo 328
carecerá de trascendencia en la práctica, dado que ambas modalida-
des llevan aparejada una pena semejante.
Por otro lado, también resulta difícil distinguir esa infracción
recogida en el artículo 328.1 del Código Penal de la prevista en el
artículo 325.1 del mismo ordenamiento, ya comentada con anterio-
ridad; y es que, ciertamente, este artículo 325.1 menciona como una
de sus modalidades comisivas asimismo la producción de “vertidos”
o “depósitos” que puedan perjudicar gravemente el equilibrio de los

76
Dra. Patricia esquinas valverde

sistemas naturales (inciso 1º) o bien la salud de las personas (inciso


2º), asignándoles a dichas conductas, de hecho, penas s­ ensiblemente
superiores a la que dispone el artículo 328.1 del Código Penal. En
consecuencia, se plantea en este caso un concurso de normas de
complicada resolución, ya que, en función del criterio de especiali-
dad, debería sobresalir quizás el artículo 328.1 del Código Penal (en
la medida en que hace una mención específica a “residuos sólidos
o líquidos que sean tóxicos o peligrosos”, mención que no aparece
en el artículo 325.1, aunque bien podría sobreentenderse), mientras
que, por el principio de alternatividad, sería norma preferente, como
comentamos, el artículo 325.1 del Código Penal. Por lo tanto, co-
rresponderá al juez en cada supuesto concreto dilucidar qué precep-
to habrá de aplicarse, en función de la gravedad y los elementos de
­dicho supuesto.

3.9. Delito de explotación de instalaciones con actividades


o sustancias peligrosas: artículo 328.2 del Código Penal
A continuación, también incluido en el apartado concerniente
a los delitos medioambientales y siguiendo inmediatamente al an-
terior, se encuentra el delito de explotación de instalaciones con
actividades o sustancias peligrosas, recogido en el artículo 328.2. De
acuerdo con éste, “quienes, contraviniendo las Leyes u otras disposi-
ciones de carácter general, lleven a cabo la explotación de instalaciones
en las que se realice una actividad peligrosa o en las que se almacenen
o utilicen sustancias o preparados peligrosos y que causen o puedan
causar la muerte o lesiones graves a personas, o daños sustanciales a
la calidad del aire, la calidad del suelo o la calidad de las aguas, o a
animales o plantas”, serán castigados con las mismas penas del pá-
rrafo anterior, es decir, del artículo 328.1 del Código Penal (a saber,
prisión de 6 meses a 2 años, multa de 10 a 14 meses e inhabilitación
especial para profesión u oficio de 1 a 2 años).
Se configura esta infracción, pues, como un delito simultánea-
mente de peligro y de resultado efectivo (“causen o puedan causar”),
en la misma línea que el ya comentado artículo 345.1 del Código Pe-

77
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

nal9. Como se dijo supra, constituye esta una figura híbrida y extraña
en el marco de los delitos contra el medio ambiente y, en particular,
dentro de los delitos de peligro en nuestro Código Penal, que no
suelen mezclarse con los de resultado. Por el contrario, tales delitos
responden a su propia estructura en cuanto al grado de ofensividad
de la conducta con respecto al bien jurídico protegido: en efecto, los
delitos de peligro se denominan de esta forma, y se diferencian de los
de resultado, porque únicamente suponen la creación de un riesgo de
lesión para el objeto material protegido, mas no una lesión efectiva.
Debido a esta incongruencia en la configuración del artículo
328.2, en fin (y del mismo modo que vimos ocurría para el artículo
345.1 del Código Penal), tal precepto frecuentemente no se aplicará
como delito de resultado, sino que será desplazado por los tipos de
homicidio, lesiones o daños. Y en ese sentido, precisamente el apar-
tado 5º del artículo 328 del Código Penal ha previsto una cláusula
concursal semejante a la del artículo 343.2 del Código Penal, antes
analizada. Así, indica ese artículo 328.5 que, “cuando con ocasión
de las conductas previstas en los apartados anteriores se produjera,
además del riesgo prevenido, un resultado lesivo constitutivo de deli-
to, cualquiera que sea su gravedad, los jueces o tribunales apreciarán
tan solo la infracción más gravemente penada, aplicando la pena en
su mitad superior.” De acuerdo con esta regla, por lo tanto, en el

9
Otra posible interpretación, en todo caso, consistiría en entender que la
referencia del legislador a esas actividades o sustancias que “causen o puedan
causar” muertes, lesiones o daños, se relaciona con afirmaciones de probabi-
lidad: en tal sentido, hablaríamos de sustancias que causen la muerte cuando,
a priori, se sepa a ciencia cierta que las mismas son capaces de matar o dañar,
con un 99% o casi de probabilidad; en cambio, cuando se mencionen sustan-
cias que puedan causar la muerte, etc., estaríamos pensando en aquellas de las
que no se conoce con seguridad una efectividad letal tan elevada, sino que sólo
permiten hablar de probabilidades más alejadas del 100%. Por consiguiente,
la expresión “causen o puedan causar” estará pensando más bien en las sus-
tancias y actividades que en el comportamiento mismo de explotación de las
instalaciones, lo cual convertiría este delito del art. 328.2, definitivamente, en
uno de peligro abstracto e incluso de peligro hipotético o posible.

78
Dra. Patricia esquinas valverde

momento en que esa explotación de instalaciones con actividades o


sustancias peligrosas genere un resultado de homicidio, aborto, le-
siones, daños medioambientales, etc., se impondrá la pena de aquel
delito que alcance la mayor gravedad entre los concurrentes, lo cual
supondrá, con frecuencia, que se deje de lado ese artículo 328.2 del
Código Penal en favor de dichos tipos de resultado. Por consiguien-
te, la regla concursal de este artículo 328.5 implica, en realidad, que
el legislador se está desdiciendo o, al menos, está corrigiendo lo que
dispuso unas líneas más atrás, en el párrafo 2º, con respecto al trata-
miento que deben recibir los supuestos de comportamiento peligro-
so que lleguen efectivamente a “causar la muerte o lesiones graves a
personas, o daños sustanciales a la calidad del aire…”, etc.
El artículo 328.2, por otra parte, fue creado por efecto de la cita-
da Directiva 2008/99/CE, de 19 de noviembre (transpuesta por LO
5/2010); sin embargo, en este artículo 328.2 se ha omitido un requisito
que sí exigía la Directiva para la aplicación de tal delito: a saber, que
el peligro para las personas se causara “fuera de dichas instalaciones”.
Éste sería, en verdad, un elemento muy importante del tipo, pues sólo
así el mismo atentaría específicamente contra el medio ambiente:
en efecto, si el peligro ocasionado por la actividad peligrosa o por la
manipulación de sustancias, con incumplimiento de las medidas de
seguridad en la explotación, sólo alcanzara a los trabajadores de tales
instalaciones, el delito supondría un riesgo exclusivamente para la vida
y salud de éstos. Y de esa forma, precisamente, dicho artículo 328.2
resultaría superfluo, ya que coincidiría en gran parte con el delito del
artículo 316 del Código Penal, contra la seguridad de los trabajadores.
A efectos de solucionar este descuido del legislador, por tanto,
se plantean dos posibles soluciones: por un lado, cabe interpretar
el artículo 328.2 del Código Penal como lesivo sólo de la seguridad
de los trabajadores pero no del público en general, y aplicarlo con
carácter preferente al mencionado artículo 316 del Código Penal en
dichos casos de instalaciones con actividades o sustancias ­peligrosas,
en virtud del principio de especialidad. Como consecuencia de este
planteamiento, sin embargo, se daría la absurda circunstancia de

79
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

que aquellos trabajadores con sustancias peligrosas quedarían, a


priori, más desprotegidos frente a los abusos o negligencias de sus
empleadores que los trabajadores de otros centros o fábricas, en la
medida en que tal artículo 328.2 del Código Penal lleva aparejada,
ciertamente, una pena inferior a la del artículo 316 del Código Penal
(aplicable en cualquier otro caso de incumplimiento de las medidas
de seguridad en el trabajo).
Y por otro lado, como 2ª solución, cabe asimismo interpretar que
el artículo 328.2 del Código Penal, pese al olvido legal, se refiera a la
necesaria creación de un peligro también para las personas fuera de
la instalación. A mi juicio, y dados los inconvenientes concursales
que plantea la anterior versión, considero preferible atribuir al men-
cionado precepto este segundo sentido, de forma que, a su vez, se
respeten las exigencias de la Directiva que le dio origen.
Igualmente, el artículo 328.2 suscita un problema concursal con
respecto al artículo 325 del Código Penal, en el que, como ya se ha
indicado, se tipifica el delito básico contra el medio ambiente. Así,
de acuerdo con esa interpretación que hemos escogido, en general
se entiende que, para que la actividad o las sustancias peligrosas de
una instalación, como menciona ese artículo 328.2, puedan afectar
al conjunto de las personas más allá de los propios trabajadores de la
empresa o a los elementos naturales, dichas sustancias tóxicas ten-
drán que haberse emitido o vertido en el aire, el suelo o las aguas. Sin
embargo, sucede que tal conducta ya se halla prevista en el artículo
325 del Código Penal, e incluso con una pena superior a la del artí-
culo 328.2 del Código Penal. Y además, la circunstancia exigida en
ese artículo 328.2 en el sentido de que la explotación de instalaciones
pueda causar la muerte o lesiones graves a personas, así como daños
al medio ambiente, estaría igualmente incluida en aquel requisito
del artículo 325 de que los vertidos o emisiones puedan “perjudicar
gravemente el equilibrio de los sistemas naturales” o “la salud de las
personas”. Por consiguiente, en realidad no hubiera sido necesario
crear este precepto 328.2 del Código Penal, el cual resulta absoluta-
mente superfluo y disfuncional. Y la única solución medianamente

80
Dra. Patricia esquinas valverde

convincente para esta aparente incongruencia, en fin, pasaría por


entender que ese artículo 328.2 constituya un delito de peligro abs-
tracto, mientras que el artículo 325, que se refiere a quienes ya efec-
tivamente provoquen o realicen vertidos o emisiones, representaría
el delito de peligro concreto respecto de éste; pero tal interpretación
también sería harto discutible.
Por último, el artículo 328.2 del Código Penal, del mismo modo
que los precedentes, incluye como uno de sus elementos típicos la
denominada accesoriedad administrativa, es decir, la condición de
que el comportamiento con relevancia penal se realice, a su vez,
“contraviniendo las Leyes u otras disposiciones de carácter general”.
Con ello se está haciendo mención a la regulación extrapenal s­ obre
sustancias y actividades peligrosas. En cualquier caso, podemos con-
siderar poco correcta la forma en que este precepto realiza dicha re-
misión, ya que la misma resulta excesivamente amplia: en efecto, el
legislador debería haberse limitado aquí a mencionar “la normativa
de protección medioambiental”, pues esta es la regulación que funda-
mentalmente vendrá a vulnerar tal delito de explotación de instala-
ciones con actividades o sustancias peligrosas. De cualquier modo,
en orden a aplicar dicho tipo, esa normativa extrapenal que se haya
infringido en el marco de la explotación de instalaciones deberá te-
ner una relación concreta con la peligrosidad de la conducta para las
personas y el medio ambiente, dado que el artículo 328.2 constituye
un delito de idoneidad para lesionar el bien jurídico.

3.10. Delito relativo al tratamiento de residuos (contra el


medio ambiente): artículo 328.3 del Código Penal
Se refiere este artículo 328.3 a aquellos que “en la recogida, el
transporte, la valorización, la eliminación o el aprovechamiento de
residuos, incluida la omisión de los deberes de vigilancia sobre tales
procedimientos, pongan en grave peligro la vida, integridad o la sa-
lud de las personas, o la calidad del aire, del suelo o de las aguas, o
a animales o plantas”, imponiéndoseles la sanción de 1 a 2 años de
privación de libertad. Tal precepto 328.3, introducido igualmente

81
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

por la citada Directiva europea de 2008, castiga cualquier conducta


relacionada con el tratamiento de residuos que ocasione un peligro
grave para los bienes jurídicos enumerados en el tipo.
En tal sentido, sin embargo, podemos apreciar que dicha exigen-
cia de peligro grave supera las condiciones requeridas por la Directi-
va para el mismo delito, pues ésta sólo hacía mención de un peligro
hipotético o de una idoneidad general para causar lesiones o daños.
En cualquier caso, dicha exigencia viene a restringir el alcance de
este tipo penal, dejando fuera de su marco los casos de peligro me-
nos grave o leve. Por el contrario, en cuanto a otro de los aspectos
del delito, el legislador español sí ha sido bastante menos exigente y
restrictivo que la Directiva, cometiendo el error de no mencionar en
este caso el requisito de que la conducta típica infrinja previamente
la exhaustiva normativa administrativa sobre tratamiento de resi-
duos, tanto europea como nacional. Probablemente nos hallamos
aquí ante un descuido no intencionado, ya que en el resto de las in-
fracciones penales medio-ambientales, como hemos podido apreciar
hasta ahora, sí se ha planteado expresamente tal requisito de “acce-
soriedad administrativa”.
Finalmente, con respecto a los posibles sujetos activos de esta
conducta prevista en el artículo 328.3 del Código Penal, parece que
los más proclives a cometerla serán aquellos profesionales que se
ocupen del traslado y depósito de residuos, así como quienes comer-
cien con ellos, u otros intermediarios que participen en su aprove-
chamiento.

3.11. Delito de traslado de residuos (artículo 328.4 del


Código Penal)
Por último, en el marco de los delitos referidos a la energía nu-
clear o a los residuos radiactivos, debemos examinar la infracción
medio-ambiental descrita en el artículo 328.4 del Código Penal. De
acuerdo con este precepto, quien “contraviniendo las Leyes u otras
disposiciones de carácter general traslade una cantidad importante
de residuos, tanto en el caso de uno como en el de varios traslados que

82
Dra. Patricia esquinas valverde

aparezcan vinculados”, se hará merecedor de una pena de ­prisión de


1 a 2 años. Como podemos observar, también en este caso aparece el
antes comentado requisito de accesoriedad administrativa: es d ­ ecir,
la condición de que el comportamiento en cuestión, a e­ fectos de ser
subsumido en este delito, represente de antemano ya un incumpli-
miento de “las leyes o disposiciones generales”, siendo obvio que, a
ese respecto, se está pensando en aquellas normas administrativas
que reglamenten los traslados de residuos.
Se trata aquí de un delito creado ex novo por la Directiva europea
de 2008 y objeto hasta ahora de una opinión notablemente negativa
por parte de la doctrina, debido al escaso contenido de injusto penal
que reviste la conducta. En tal sentido, dicha infracción se presenta
como un mero delito formal, que simplemente coincide con la con-
travención de determinadas normas administrativas, sin más exi-
gencias adicionales en cuanto a la peligrosidad del ­comportamiento.
A su vez y para mayor enriquecimiento (como hemos criticado
también respecto al artículo 328.2), el legislador efectúa en este caso
del artículo 328.4 una remisión en bloque a la normativa extrapenal
sobre residuos en orden a determinar el contenido de injusto de la
acción, lo cual lesiona sin duda los principios de taxatividad de las
disposiciones penales, de ofensividad y de proporcionalidad.
De hecho, el único elemento de restricción en ese delito del artí-
culo 328.4 del Código Penal consiste en la exigencia de que el autor
traslade “una cantidad importante” de residuos; y sin embargo, poco
es lo que aclara tal expresión, al no indicar criterio alguno en virtud
del cual pueda estimarse dicha importancia. Semejante concepto ju-
rídico indeterminado, en fin, vulnera directamente el principio de
legalidad penal y su mandato de determinación, en un delito ya de
por sí criticable, como hemos señalado, con base en la insuficiente
relevancia antijurídica de su conducta. Por consiguiente, a través de
este precepto se ha llegado a ampliar desmesuradamente la interven-
ción penal en los casos de transporte de residuos.
Por otro lado, para continuar con este enfoque crítico, sucede que
ese artículo 328.4 se traslapa, en cuanto a su contenido y radio de

83
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

aplicación, con el 328.3 antes comentado: un precepto éste, como ya


se ha visto, relativo también al transporte (sinónimo de “­traslado”)
de residuos pero que, a diferencia del párrafo 4º, requiere para su
realización un elemento de peligro grave para las personas o el me-
dio ambiente. Parece, pues, del todo incoherente que una misma
conducta se castigue en dos preceptos distintos, aunque con algún
requisito de mayor gravedad en uno de ellos, y que, sin embargo, el
legislador establezca la misma pena en ambos supuestos.
De hecho, se da la circunstancia de que la Directiva que promovió
esta nueva infracción penal (a través de su artículo 3c), sí limitaba
expresamente la sanción de la misma a aquellos traslados que se con-
siderasen “ilícitos” de acuerdo con lo previsto en el artículo 2.35 del
Reglamento (CE) 1013/2006. En tal sentido, según dicha legislación
europea ostentan la calificación de traslados ilegales los siguientes: 1)
los desplazamientos de residuos de la denominada “lista ámbar” (es-
pecialmente peligrosos) cuando se trasladen entre países comunita-
rios sin notificación y autorización previas; o 2) cuando se trasladen
con autorización fraudulenta o defectuosa; o 3) cuando se exporten
a terceros países fuera de la CE o se importen de ellos sin respetar las
debidas prohibiciones o exigencias. Por el contrario, de acuerdo con
esa Directiva 2008 y con el citado Reglamento 2006, quedarían ex-
cluidos de la punición aquellos traslados de residuos que se efectúen
dentro de un Estado miembro, así como los transfronterizos que sí
cumplan con notificación y autorización, aunque puedan incumplir
otras normas administrativas.
En consecuencia, entendemos que también el artículo 328.4 del
Código Penal deberá restringirse en su aplicación a aquellos despla-
zamientos transfronterizos de determinados residuos que no hayan
cumplido con los requisitos de notificación a las autoridades com-
petentes y de autorización por parte de éstas, tanto en el Estado de
expedición como en el de destino. Una interpretación tal, acorde con
la Directiva, servirá para reducir adecuadamente el marco de utiliza-
ción judicial del artículo 328.4 del Código Penal.

84
Dra. Patricia esquinas valverde

Bibliografía y otras fuentes de información:


– ANDRÉS DOMÍNGUEZ, Ana C., “De los delitos relativos a la
energía nuclear y a las radiaciones ionizantes”, en Comentarios al
Código Penal, GÓMEZ TOMILLO, Manuel (dir.), VVAA, Edit.
Lex Nova, 2ª ed., Valladolid, 2011, págs. 1321 a 1332.
-CORTÉS BECHIARELLI, Emilio, “Lección XXXVI. Delitos contra
la seguridad colectiva (I)”, en Nociones Fundamentales de Dere-
cho penal, Parte especial, GÓMEZ RIVERO, Carmen (coord.),
VVAA, Edit. Tecnos, Madrid, 2010, págs. 587 a 594.
-DE LA CUESTA AGUADO, Paz M./GUTIÉRREZ CASTAÑEDA,
Ana, “Medio ambiente: Valor constitucional y protección penal”,
2011: disponible como material docente en la web de la Universidad
de Cantabria, Aula virtual (http://ocw.unican.es/ciencias-­sociales-
y-juridicas/medio-ambiente-valor-­constitucional-y-proteccion/
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-JAVATO MARTÍN, Antonio M., Comentario al artículo 328 del
Código Penal, en Comentarios al Código Penal, GÓMEZ TOMI-
LLO, Manuel (dir.), VVAA, Edit. Lex Nova, 2ª ed., Valladolid,
2011, págs. 1279 a 1284.
-LÓPEZ ÁLVAREZ, Antonio, “Constitución y medio ambiente”, en
Revista de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de Elche,
Vol. I, nº 4, enero de 2009, págs. 132 a 140.
-RAMOS TAPIA, Inmaculada, “La Directiva relativa a la protección
penal del medio ambiente y su transposición al Derecho español”,
en Globalización, Riesgo y medio ambiente, PÉREZ ALONSO,
Esteban J. (dir.), VVAA, Edit. Tirant lo blanch, Valencia, 2012,
págs. 643 a 688.
– RUIZ DE APODACA ESPINOSA, Ángel, “Instalaciones nuclea-
res: ponderación de riesgos y necesaria participación en los proce-
dimientos autorizatorios”, en Globalización, Riesgo y medio am-
biente, PÉREZ ALONSO, Esteban J. (dir.), VVAA, Edit. Tirant lo
blanch, Valencia, 2012, págs.527 a 546.

85
Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (...)

– SESSANO GOENAGA, Javier C., “La protección penal del medio


ambiente. Peculiaridades de su tratamiento jurídico”, en Revista
Electrónica de Ciencia penal y Criminología (REdel Código Pen-
alC), nº 04-11, 2002.
– Página del Consejo de Seguridad Nuclear español: documentos dis-
ponibles para las convocatorias de Acceso a empleo público, tema
1, parte A (administración y legislación). Descargable en http://
www.csn.es/index.php?option=com_content&view=article&i-
d=11825%3Aconvocatorias-2009-2008-2007&catid=129%3A-
convocatoria-para-personal-funcionario-acceso-libre-&Itemi-
d=206&lang=es.
– Páginas de la web Wikipedia dedicadas a la “Energía nuclear en
España” (http://es.wikipedia.org/wiki/Centrales_nucleares_en_
Espa%C3%B1a), al “Accidente nuclear de Fukushima” (http://
es.wikipedia.org/wiki/Accidente_de_Fukushima), a la energía
nuclear en general (http://es.wikipedia.org/wiki/Energ%C3%A-
Da_nuclear), y a las radiaciones ionizantes (http://es.wikipedia.
org/wiki/Radiaciones_ionizantes).
– Página de la Organización Mundial de la Salud: informe de
28/02/2013 acerca de los riesgos del Accidente nuclear de
Fukushima para la salud de los habitantes de la zona: http://
www.who.int/mediacentre/news/releases/2013/fukushima_re-
port_20130228/es/index.html

Noticias de prensa

-Reacciones en Alemania y otros países de la UE ante el accidente


nuclear de Fukushima (http://internacional.elpais.com/interna-
cional/2011/03/14/actualidad/1300057211_850215.html)
– La UE someterá las centrales nucleares situadas en su te-
rritorio a tests de resistencia (http://sp.ria.ru/internatio-
nal/20110510/148940309.html).

86
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria10

Dr. Mirlo Matías de la Cruz11


Dra. María de los Ángeles González Luna12
Dra. Sandra López Reyes

Sumario

Resumen. La tributación medioambiental y el desarrollo sostenible,


dos conceptos dinámicos. Introducción. 1. La protección tributaria
del elemento natural. 1.1. El Derecho Humano al medio ambiente.
1.2. El impuesto ecológico-tributario. 1.3. El deber constitucional de
contribuir. 2. La elaboración del concepto de medio ambiente para
la disciplina tributaria. 2.1. El Derecho Humano al medio ambien-
te. 3. Conceptualización del medio ambiente, extrafiscalidad y de-

10
Este artículo científico forma parte del Proyecto de investigación ­financiado
por el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Chiapas, COCyTECH.
Y, también forma parte del proyecto registrado ante la Dirección General de
Investigación y Posgrado de la Universidad Autónoma de Chiapas.
11
Doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca, España. Académi-
co-Investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas, México. Miembro
del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-CONACyT) y Sistema Estatal
de Investigadores (SEI-COCyTECH). Perfil Preferente PROMEP. Correo
electrónico: mirlomatias2003@yahoo.es.
12
Doctora en Derecho por la Universidad de Salamanca, España. Académi-
ca-Investigadora de la Universidad Autónoma de Chiapas, México. Miem-
bro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-CONACyT). Miembro del
Sistema Estatal de Investigadores (SEI-COCyTECH). Con status de Perfil
Deseable PROMEP. Correo electrónico: mary_angely73@yahoo.es.

87
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

sarrollo sostenible. 3.1. El medio ambiente para la tributación. 3.2.


Tributación verde y el desarrollo sostenible. 3.3. Tutela tributaria,
extrafiscalidad y desarrollo sostenible. Conclusiones. Referencias bi-
bliográficas.

La tributación medioambiental y el desarrollo sostenible,


dos conceptos dinámicos

Introducción
La bienvenida del interés medioambiental en las ciencias ­jurídicas
ha propiciado la intromisión de conceptos técnicos propios de las
ciencias naturales y medioambientales de las cuales el legislador se
ha apoyado para una mejor elaboración de leyes protectoras del me-
dio ambiente. El medio ambiente tutelado por el Derecho Tributa-
rio, es el que prima sobre el uso racional de los bienes naturales para
un mejor equilibrio ecológico entre el hombre y los ecosistemas, ya
que de estos últimos, dependen primero la sobrevivencia de la es-
pecie humana, su continuidad y las condiciones necesarias para su
desarrollo armónico. Aunque los ecosistemas son entidades delimi-
tadas geográficamente entre sí, y compuestas por determinados in-
dividuos vivos con relaciones recíprocas de intercambio de energías:
física, química y fotosintética susceptibles de auto regulación y auto
conservación, conforman todos estos ecosistemas, tanto en tierra
como en agua, el sistema de intercambios de los ciclos de energía y
de fluidos que hacen posible la distribución de un medio ambiente
idóneo para la vida tanto de las diversas especies como obviamente
de la humana.

1. La protección tributaria del elemento natural

La tutela tributaria apuesta a la continuidad del equilibrio ecoló-


gico. La visión jurídica tributaria hacia el medio ambiente es que el
uso de los bienes naturales por parte de la actividad productora de
bienes y servicios del particular como del destinatario-consumidor

88
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

del concierto económico, mantengan ciertos márgenes permisibles


jurídicamente pero que no afecten al equilibrio ecológico de los eco-
sistemas; es decir, que existan límites jurídicos para que los efectos
de esta actividad sean reconducibles y no se desarrollen desordena-
damente de tal manera que se pueda alterar al medio ambiente bio-
lógico condicionante de la vida. Por ello, la ecología es la ciencia que
estudia las relaciones y el nivel de organización entre los seres vivos
que interactúan entre sí con los elementos del medio ambiente; es el
estudio de la organización de los ecosistemas13.
Cada sistema de vida es dependiente de otro y de los elementos
naturales y de su equilibrio y conservación depende su propia exis-
tencia, su equilibrio biológico y por ende la conservación de la cali-
dad de vida del hombre.
La sociedad moderna en su normal desarrollo evolutivo ha alte-
rado a la mayoría de los ecosistemas que conforman su medio am-
biente, pero en su nociva y recalcitrante relación irrespetuosa sobre
el uso de los recursos naturales, ha acuñado un status de sociedad en
riesgo14, misma que dentro de la evolución de su civilización tecnoló-
gica, hoy se considera un riesgo latente y está condenada al suicidio
colectivo. Aunque, esta última connotación sea expresada de forma
áspera y pesimista, tiene sus formas bien fundamentadas al cono-
cerse actualmente los cambios del clima15, y los desastres actuales
que pesan sobre los recursos del medio ambiente al usarse estos de
forma inmoderada y por la ya rebasada capacidad de autoregenera-
ción que tienen los mismos, y esto, a pesar de los esfuerzos ­conjuntos

13
Pérez Arraiz, J. (1996). “La extrafiscalidad y el medio ambiente”, RHL,
núm. 78, pp. 675 y ss.
14
Víd. la aportación de Stortoni, L (2002). “El riesgo procedente del desco-
nocimiento tecnológico”, en la obra de AA. VV.: Responsa iurisperitorum
digesta, Vol. III, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, pp. 83-
103.
15
Víd. al respecto sobre una política mundial sobre el cambio climático en la
página web <<http://www.icex.es/protocolokioto/default.htm>>.

89
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

­ esarrollados por algunos países en materia tributaria medioam-


d
biental16.
El ofrecimiento generoso del Génesis bíblico de la ­multiplicación
de la especie humana y de su supremacía sobre la tierra, fue un man-
dato que le proporcionó en un principio un progreso a la humani-
dad, pero que actualmente de forma paulatina e irónica está llevando
a la misma a su propio destino de autodestrucción, dada la inevitable
acción de los inestimables números de masas humanas sobre los re-
cursos naturales; pero existe una alternativa para cuyo eventual sino,
en donde la producción económica y el consumo, tendrían que reva-
lorarse y reconducirse sobre una base de recursos ya no tan inextin-
guible e infinita, tal y como anteriormente se les definía y determi-
naba a los elementos de la naturaleza, y cambiar indudablemente esa
base pletórica de obcecado endiosamiento del hombre sobre sí mis-
mo. Asimismo, de combinar entre el uso y disfrute de los recursos
naturales, con el entendido de que el hombre pertenece y se debe a
la naturaleza y no lo contrario, como hasta ahora está ­jurídicamente
establecido.
La génesis del fenómeno peculiar, actual, de sociedad en r­ iesgo, ra-
dica en que la relación del hombre moderno con su medio ­ambiente
ha cambiado en cuanto a las anteriores generaciones y evolucionado
por el uso excesivo de la tecnología, aunque esta le haya redituado
un mejor bienestar –y aunque impreciso, un mejor nivel de vida-,
también la misma lo está condenando a ser una evidente especie en
peligro17, cuya existencia radica fundamentalmente en el cambio de
conductas de uso y de consumo, del cambio de su carácter hege-
mónico sobre la naturaleza18, y ponderar los costes y beneficios que
16
Víd. las aportaciones de buñuel gonzález, M. (2004). “El uso de tributos con fines
medioambientales en el ámbito internacional: comparación, efectividad y obstáculos”,
en la obra de Buñuel González, M. (Director): Tributación medioambiental: teoría,
práctica y propuestas, Madrid, Deloitte-Thomson-Civita , pp. 279 y ss.
17
Víd. Martín Mateo, R. (1993). El hombre una especie en peligro, Madrid, Trivium.
18
La filosofía social de la Iglesia Católica, hace especial énfasis en que el hombre es
una parte más de la naturaleza, forma parte de la misma y que los bienes naturales son
de propiedad colectiva, en que su papel primordial es de guardián sobre los mismos

90
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

equivaldría para el gran número indeterminado de sujetos, el uso


de los bienes naturales en la producción de los satisfactores, entre
los dos intereses contrapuestos del medio ambiente y del desarrollo
sostenible.
El ser actualmente una especie en riesgo latente, ha sido maliciosa-
mente posible o provocado por el hombre moderno, al ­confeccionarse
un mundo jurídico en el que se ha constituido en ser sujeto de dere-
chos irrenunciables sobre los recursos naturales de forma ilimitada.
Esto último, es irónicamente lo que conduce a una inestabilidad de
su calidad de vida digna en las generaciones tanto presentes como
futuras. El hombre actual, se encuentra inmerso en un perímetro ce-
rrado de leyes en uso de unos derechos legales, constitucionalizados19,
como acontece con el desarrollo económico y del uso de tecnologías
en donde se ha comprobado que la naturaleza ya no es tan infinita
como antaño se creía20. La revisión y límites21 de los derechos sobre
el uso de los recursos naturales se hace de una imperiosa llamada a la

19
Víd. la aportación de López Pina, A. (1996). “De los principios rectores de la política
social y económica”, en la obra de Alzaga Villaamil, O. (Director): Comentarios a la
Constitución Española de 1978. Artículos 39 a 55, Madrid, EDERSA, pp. 19-41.
20
Víd. la obra clásica de Zagrebelsky, G. (2003). El derecho dúctil. Ley, derechos, justi-
cia, Madrid, Editorial Trotta, Traducido por Marina Gascón, pp. 103-104.
21
Víd. La ponderabilidad de este derecho con otros, la colisión con los mismos, nos
lleva a considerar y analizar al principio de proporcionalidad, como un principio del
valor justicia, como parte del Estado de Derecho, de interdicción de la arbitrariedad,
perfilados en la búsqueda de la dignidad de los ciudadanos, así como también, las
limitantes inmanentes del derecho al medio ambiente y la aplicación del principio
de proporcionalidad en la aplicación del presupuesto. Sobre un estudio entorno a la
teoría de los límites a los derechos fundamentales, víd, a Barnes, J. (1998). “Jurispru-
dencia constitucional sobre el principio de proporcionalidad en el ámbito de los dere-
chos y libertades. Introducción, selección y análisis crítico”, CDP, núm. 5, pp. 333 y ss.;
González Beilfuss, M. (2003). El principio de proporcionalidad en la Jurisprudencia
del Tribunal Constitucional, Navarra, Thomson; Brage Camazano, J. (2004). Los lími-
tes a los derechos fundamentales, Madrid , Dykinson; también la aportación de Jesús
González Amuchástegui. (2004). “Los límites de los derechos fundamentales”, en la
obra de Betegón, J. y Francisco J. Laporta, Juan Ramón DE Páramo, Luis Prieto San-
chís (Coordinadores): Constitución y derechos fundamentales, Madrid , Ministerio
de la Presidencia. Secretaría General Técnica, pp. 437 y ss.

91
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

reflexión en todas las ramas del saber humano; en donde se debe de


garantizar el uso adecuado de los recursos naturales y el cambio en la
producción y el consumo para asegurar tanto la convivencia pacífica y
justa además del generalizado aseguramiento y tutela de los recursos
naturales. En ello, radica la íntima relación que tiene el principio de
la solidaridad colectiva con el problema de la conservación del medio
ambiente, al ser este, un problema que concierne a toda la especie
humana diseminada en el planeta.

1.1. El derecho humano al medio ambiente


La solidaridad colectiva se basa en que el Estado a través de los po-
deres públicos, la Administración y el ciudadano común, se t­ ornan
en una figura análoga a la del fideicomisario, guardián ­vigilante so-
bre la riqueza que representan el medio ambiente y sus bienes natu-
rales, siendo para los primeros un mandato constitucional y para los
últimos un deber en su conservación, más no un derecho a defender-
lo como acontece en las Constituciones de Brasil, Grecia y Portugal.
Por ello, la solidaridad colectiva se encuentra presente al proyectarse
sobre todos, en el mandato constitucional de contribuir al financia-
miento de los gastos públicos, y siendo para el Estado de un inte-
rés público la tutela del medio ambiente, se consigna un gasto fiscal
destinado a la conservación de los recursos naturales y por ende al
suprasistema de la biósfera en donde se encuentran los ecosistemas
terrestres; todo esto es posible por la Administración, a través de
la tutela tributaria del medio ambiente cuando lo hace extensivo de
forma preferente sobre el contaminador. Lo criticable de la solida-
ridad colectiva es que no se homologa en una proyección mundial.
Por ello, cualquier acto inicuo hacia el ecosistema como unidad
fundamental o un acto de agresión o de puesta en peligro por el
avance de la tecnología, que pudiera desencadenar un desequilibrio
de los componentes del mismo y por ende que repercuta en la des-
estabilización del sistema biológico general es un acto de relevancia
jurídica para el Derecho Tributario, y también para las disciplinas
penales, civiles y administrativas. Por lo que el medio ambiente se

92
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

configura conceptualmente como parte de un mandato hacia la fun-


ción pública de protección y como una materia competencial perfec-
tamente delineada en el ámbito constitucional.

1.2. El impuesto ecológico-tributario


El Derecho Tributario, prevé con la utilización de las medidas de
control tributarias que la tutela del medio ambiente se haga efectiva.
Pero esta tutela tributaria está enfocada a los elementos naturales
(sin vida) “que son aquellos de naturaleza química como el agua, el
anhídrido carbónico, el oxígeno, los carbonatos o de tipo climáti-
co (temperatura, humedad, radiación solar)”22, que en su alteración
­puede resultar frenado el desarrollo digno del hombre poniendo
al mismo tiempo en peligro la continuidad de la especie humana,
­puesto que de todos ellos depende.
El tributo no es únicamente para el financiamiento de los gastos
públicos, sino que en su fase extrafiscal tiene la finalidad de redistri-
buir el gasto público asignado para la preservación de los recursos
naturales, como uno de los fines prioritarios de la Constitución. Al
respecto del uso extrafiscal del tributo, LUCHENA MOZO23, refiere:
Tal vez por ello sea el instrumento más adecuado que r­ efleje el ca-
rácter difuso y colectivo del medio ambiente a la vez que se com-
patibiliza la finalidad preventiva (carácter extrafiscal) con la de re-
paración (deber de contribución al sostenimiento del gasto público
provocado por la reparación y ­conservación).

Para ROSEMBUJ24, la esencia del artículo 31 de la Constitución


Española (en adelante CE), es:
La relación de correspondencia que se establece en el impuesto, refle-
jando la conexión ingreso-gasto público (artículo 31 CE), funda, de
un lado, el deber de contribuir del particular y, de otro, el deber públi-
co de prestación del Estado, conectado con el bien ambiental, digno de
22
Rosembuj, T. (1995). Los tributos y la protección del medio ambiente, Madrid,
Marcial Pons, p. 11.
23
Ortega Álvarez, L. (1998). (Director): “Protección fiscal del medio ambiente” en
Lecciones de Derecho del Medio Ambiente, Valladolid, Lex Nova, pp. 422-423.
24
ROSEMBUJ, T. op. cit. p. 243.

93
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

tutela constitucional y en base a (sic) los intereses difusos y colectivos.


Hay un deber de la Hacienda Pública, vinculado a los mandatos cons-
titucionales contenidos en los derechos fundamentales de ciudadanos
y los principios rectores de la política social y económica, tendente a la
asignación equitativa y eficiente del recurso tributario y que se tradu-
ce en la satisfacción del interés difuso del ciudadano, que reconoce la
propia Constitución y que atiene, en este supuesto, al bien ambiental,
configurable como expectativa de cada ciudadano a actuar en modo
particular, pero generalizado, como portador de intereses colectivos.

El portento jurídico del artículo 31 de la CE, queda evidenciado


como un prisma de carácter valorativo, el cual sirve como p ­ lataforma
para hacer asequible el financiamiento de los recursos económicos
necesitados por el Estado. Lo anterior, se realiza a través de la pro-
yección de un sistema financiero justo y equitativo, que tiene como
prevalencia la captación de recursos económicos, y también de ar-
monizar, compaginar y alcanzar otros fines constitucionales. Des-
tinando para tal efecto, de manera directa e indirecta recursos con
la aplicación de principios presupuestarios; es decir, que la asigna-
ción proporcional de estos recursos obtenidos, sean atendiendo a
orientaciones y programas equitativos, configurados por el interés
­general, limitados por el principio de proporcionalidad y generali-
dad, el cual hace posible al mismo sistema financiero.
De lo anterior, se desprende la íntima conexión ingreso-gasto del
artículo 31 de la CE, en donde persiste la dualidad de recaudar rique-
za de los ciudadanos y aplicarla para los fines de bienestar general de
los mismos y donde el sistema tributario, es un medio para alcanzar
la detracción justa de la riqueza de los particulares para la protección
o resarcimiento de los bienes naturales25. Lo cual cambia el concepto
del deber26 de contribuir por carácter impositivo, por un deber cons-
titucional de contribuir a los gastos públicos, que va enfocado para
lograr un bienestar igualitario27.
25
Víd. a Perrone Capano, R. (2001). “La imposición y el medio ambiente”, en la obra de
AMATUCCI, A. (Director): Tratado de Derecho Tributario, Tomo I, Bogotá, Temis,
p. 423.
26
Víd. a Varela Díaz, S. (1982). “La idea de deber constitucional”, REDC, núm. 4, pp. 69-96.
27
Víd. a De Asis Roig, R. (1991). Deberes y obligaciones en la Constitución, Madrid ,

94
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

Continuando con el artículo 31 CE28, encontramos que este exclu-


ye la contribución a los gastos en razón del destino o finalidad a la
que será destinada la economía detraída de los particulares, sino que
la establece en razón de criterios o principios de justicia (capacidad
económica, igualdad, proporcionalidad, no confiscatoriedad), lími-
tes imponibles entre el mínimo existencial y no al alcance confisca-
torio; lo anterior, que ocurría, cuando se contribuía en razón de una
finalidad específica (defensa y suministros) y mantenía la aportación
de los vasallos mucha relación con el importe a financiar29.
Hoy se contribuye en razón de los principios como la capacidad
económica. Dicha modalidad está totalmente desvinculada con el
importe y destino actual del gasto público. Pero en lo que se refiere
a la tutela tributaria del medio ambiente, se esclarece la idea de la
aplicabilidad de la justicia al utilizar subjetivamente en la tributación
a quien tiene capacidad contaminadora, determinada generalmente
por su capacidad económica. Por ello, la tutela del Derecho Tribu-
tario sobre el medio ambiente es que implica el fin extrafiscal del
tributo, como mediador entre la capacidad económica y el impacto
medioambiental de la acción perturbadora sobre los recursos natu-

Centro de Estudios Constitucionales, 1991, pp. 401-404.


28
Víd. la aportación de ALBIÑANA GARCÍA-QUINTANA, C. (1996). “Artículo 31”,
en la obra de ALZAGA VILLAAMIL, O.: Comentarios a la Constitución Española de
1978, T. III, artículos 24 a 38, Madrid , EDERSA, pp. 405-446.
29
Víd. la aportación de Lasarte Álvarez, J. “Los principios de justicia tributaria según
la Jurisprudencia Constitucional”, en la obra de Lasarte Álvarez, J., Salvador Ramírez,
Ángel Aguallo. (1990). Jurisprudencia del Tribunal Constitucional en materia finan-
ciera y tributaria (1981-1989), Madrid, Tecnos, pp. 89- 104; la aportación de CORS
MEYA, F. X. (1991) “Los principios de justicia tributaria en la L. G. T.”, en la obra
de AA. VV.: Comentarios a la Ley General Tributaria y líneas para su reforma, libro
homenaje a Fernando Sáinz de Bujanda, libro 3, Madrid, Ministerio de Economía y
Hacienda-IEF, pp. 81 y ss.; víd, la aportación de Checa González, C. (1998). “Princi-
pios generales de la Ley de Derechos y Garantías de los Contribuyentes”, en la obra de
Calvo Ortega, R. y Clemente Checa González (Coordinadores): Derechos y Garantías
del Contribuyente. (Estudio de la nueva Ley), Valladolid, Lex Nova, pp. 41-56; víd, la
aportación de Rodríguez Bereijo, Á. (1998). “Jurisprudencia constitucional y princi-
pios de la imposición”, en la obra de KIRCHHOF, P. (et al): Garantías constitucionales
del contribuyente, Valencia, Tirant lo blanch, pp. 127-156.

95
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

rales, siendo el objeto imponible la incidencia o uso sobre los recur-


sos naturales del medio ambiente.
La actividad de la moderna Hacienda Pública, está lejos de bus-
car contribuir para las anteriormente llamadas cargas públicas30, en
razón de la necesidad a satisfacer, sin importar el destino de lo de-
traído, sino que ahora se contribuye, en relación y proporción de
la capacidad que demanda un sistema tributario justo en la nueva
configuración de la capacidad económica31 quien marca las pautas
del tributo y del principio de generalidad del Estado del bienestar32.

1.3. El deber constitucional de contribuir


Actualmente, las llamadas cargas públicas no pueden ser aplica-
das al actual mandato de contribuir a los gastos públicos, porque el
sistema tributario que demanda el artículo 31 CE, es el de un siste-
ma justo, equitativo y no impositivo, sin que respete al principio de
­capacidad económica, como elemento informador y plataforma que
sirve de condición para el establecimiento de un verdadero sistema
de justicia tributario. Dado el anterior razonamiento, reservamos
nuestro punto de vista de que el principio de capacidad económica
sea un principio de justicia tributario autónomo.
Las anteriormente llamadas cargas públicas de un sistema impo-
sitivo, no veían a la capacidad económica, como un principio infor-
mador, el cual actualmente, es un principio-condición para alcan-
zar una tributación justa33. Una deficiente tributación, que sea más
30
Al respecto, la capacidad económica para hacer asequible la tendencia hacia una justi-
cia social, este principio es el requisito indispensable para que los principios propios de la
justicia fiscal (progresividad, igualdad y no confiscatoriedad), sean instrumentalizados.
31
Perrone Capano, R. “La imposición y el medio ambiente”, en la obra de Amatucci,
A. (Director): Tratado de Derecho..., ob. cit., p. 422. Este autor le llama a la evolución
de la capacidad económica “nuevas realidades expresivas”.
32
Víd, a Merino Antigüedad, J. M. (2002). Maestro ¿es lícito pagar tributos al César?,
Madrid, Dykinson, pp. 53 y ss.
33
Víd, la aportación de escribano lópez, F. “Perfiles constitucionales del deber de con-
tribuir. (Acerca de la propedéutica del Derecho Financiero)”, en la obra de Font Galán,
J. I. y Pablo Lucas Murillo de la Cueva (1991). Estudios Jurídicos. En conmemoración

96
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

impositiva y no garantista y que no esté precisado constitucional-


mente su mandato a contribuir o que la asignación y gasto de esta
economía no sea proporcional, equivaldría a mantener a un sistema
financiero débil, lo cual para lograrlo, es necesario que el poder tri-
butario del Estado sea con arreglo a principios de justicia y de dere-
chos y garantías constitucionales34.
Finalmente, en este precepto se concreta el círculo ingreso-gasto
de la actividad financiera de la actual Hacienda Pública, en su doble
vertiente35. Pero además, los principios de generalidad e igualdad no
pueden ser apartados tanto en el ingreso como el gasto, para que se
pueda establecer un sistema tributario justo, ya que este último debe
pugnar por un tratamiento tributario diferente entre los contribu-
yentes a pesar de haber en ellos, los mismos presupuestos. Por lo que
el Estado36 subsiste y tiene su razón de ser a través de los contribu-
yentes que pagan impuestos37. Sin estos últimos, no podría subsistir
ningún tipo de Estado ya sea de tipo: social, de bienestar, de Dere-

del X aniversario de la Facultad de Derecho, T. I, Universidad de Granada, pp. 225-249.


34
Vogel, Klaus. (1979) “La Hacienda pública y el Derecho Constitucional”, Hacienda
Pública Española, nú. 59. “La misión fundamental del Derecho constitucional, es de-
cir, encauzar el ejercicio del poder por el Derecho y asegurar las libertades públicas
de los ciudadanos contra el ejercicio incontrolado del poder, no se extiende menos al
terreno de la Hacienda Pública que a cualquier otro ámbito de la actividad estatal.” p.
16. Víd, a Rodríguez Bereijo, A. (1992). “El sistema tributario en la Constitución. (Los
límites del poder tributario en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional)”, REDC,
núm. 36, pp. 9-69; Martín Queralt, J. (1980). “La Constitución española y el Derecho
Financiero”, Hacienda Pública Española, núm. 63, pp. 97- 131.
35
Aguilar de Luque, l. y Ricardo Blanco Canales (Coordinadores). (1988) “Artículo
31” en Constitución Española, 1978-1988, Madrid, T. I, Constitución, Desarrollo Le-
gislación Jurisprudencia y Bibliografía del Centro de Estudios Constitucionales, pp.
141 y ss, en este artículo ya no hace ninguna referencia a las anteriormente llamadas
cargas públicas.
36
Víd, a Rodríguez Bereijo, A. (1983). “La Constitución de 1978 y el modelo de Estado:
consideraciones sobre la función de la Hacienda Pública”, Sistema, núm. 53, pp. 75-93.
37
Sobre el deber de contribuir y la objeción fiscal sobre este mandato constitucional
por parte de los contribuyentes, víd, la monografía de Pauner Chulvi, C. (2001). El
deber constitucional de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos Madrid,
CEPC, pp. 59-138.

97
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

cho, de Justicia, etc.; razón por la que la Justicia38 tributaria debe ser
la máxima aspiración en las sociedades modernas, la cual no debe de
estar subordinada ni desplazada por otros intereses sobradamente
indeterminados39.

2. La elaboración del concepto de medio ambiente para la


disciplina tributaria

Un elemento a considerar en la elaboración del concepto tributa-


rio del medio ambiente es que la repartición justa del gravamen entre
los ciudadanos debe ser una aplicación imponderable de la Justicia
distributiva, la cual debe marcar la pauta para hacer frente a las cues-
tiones y problemas que surgen de la convivencia en común nacida
de un contrato social admitido bilateralmente (Estado-ciudadanos),
razón por la cual, la Justicia tributaria es atendida tanto en el ingreso
como en el gasto destinado al medio ambiente, sobre todo al tener
una recaudación que paulatinamente disminuya, desincentivan-
do conductas o destinando parte de ese recurso incentivando otras
cuestiones y nuevas facetas del sistema financiero que ha mejorado
el posicionamiento y aplicación del sistema tributario moderno.
La visión de la justicia tributaria se enfatiza en la procuración
de un adecuado medio ambiente, esto puede ser una realidad, si a
esta se le apropian principios concretos, específicos, en los cuales
se deben considerar como requisito indispensable a la igualdad y la
proporcionalidad en materia tributaria40. Pero esta realidad, gene-
ralmente rebasa al derecho positivo codificado y vigente, marcando
su pauta y marcha; negar la evolución del mismo, o el nacimiento de
nuevas formas del Derecho, es cerrar los ojos a la construcción de un
38
García de Enterría, E. (1995). La lucha contra las inmunidades del poder, 3ª edición,
Madrid , Cuadernos Civitas.
39
Klaus Tipke. (2002). Moral tributaria del Estado y de los contribuyentes (Besteu-
erungsmoral und Steuermoral), Traducido por Pedro M. Herrera Molina, Madrid ,
Marcial Pon, pp. 27 y ss.
40
Víd. a Aizega Zubillaga, J. M. (2001). La utilización extrafiscal de los tributos y los
principios de justicia tributaria, Bilbao, Universidad de País Vasco, pp. 173 y ss.

98
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

sistema tributario justo; los movimientos sociales o ­manifestaciones


de repulsa o descontentos sociales se dan frecuentemente por la apli-
cación desfasada de algún principio de Justicia; estas manifestacio-
nes de la sociedad son el empuje de adecuar al Derecho positivo a la
realidad existencial41.
No aplicar un principio eficazmente lleva al debilitamiento en
la construcción del sistema tributario, e inversamente podría crear
privilegios a ciertos individuos o grupos, por un lado y discrimina-
ciones por otro, sobreviniendo las manifestaciones anómalas por
parte de la sociedad civil, que serían de desobediencia o resistencia al
pago o búsqueda de formas de elusión fiscal42. A fin de fijar mejores
elementos en la búsqueda del concepto de medio ambiente para la
disciplina tributaria, surgen las siguientes interrogantes.
¿Es la capacidad económica/contaminadora un principio perso-
nalizado de justicia distributiva? ¿Existe una real vinculación entre
la capacidad económica/contaminadora y la necesidad pública de
preservar los recursos naturales?
El sistema tributario que el artículo 31 de la CE aduce es un me-
dio instrumental para alcanzar el interés general de recabar recursos
para financiar el gasto público; esta instrumentalidad el sistema tri-
butario, solo será justo como lo refiere dicho artículo, si emplea en el
financiamiento, entre otros, al principio de capacidad económica43,
41
Víd. a Pont Mestres, M. (1985). Estudios sobre temas tributarios actuales, Barcelona,
Universitat de Barcelona, pp. 13-61, el tema “La justicia tributaria y su formulación
constitucional”.
42
Víd, la postura sobre la construcción del sistema jurídico, a Klaus Tipke: Moral
tributaria del..., ob. cit., p. 31. “Como todo sistema jurídico justo, también el sistema
tributario es una construcción mental fundada en principios adecuados a la realidad,
coherentes y llevados hasta sus últimas consecuencias. Esta construcción no puede
elevarse en el vacío; tiene un fundamento empírico referido a la realidad y deriva de
un principio ético fundamental (eventualmente de varios principios). Del principio
fundamental deben deducirse subprincipios y, en último término, preceptos concre-
tos. Así se constituye un sistema jurídico.”
43
Casado Ollero, G. (1982). “El principio de capacidad y el control constitucional de
la imposición indirecta (II). El contenido constitucional de la capacidad económica”,
CREDF, núm. 34, pp. 185 y ss.; M. Lago, M. A. (1987). “Una interpretación constitu-

99
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

y que dicha financiación sea aplicativa de principios de justicia, tanto


en el ingreso como en el gasto.
El artículo 31 de la CE especifica que pretende ser un medio para
alcanzar la contribución en lo justo, hemos de considerar que no
existe ninguna discordancia entre ambos conceptos de dicho a­ rtículo
constitucional, ni tampoco son repetitivos, al contrario son coadyu-
vantes en la estructuración del sistema tributario44. Se entiende en-
tonces, que la proyección de la capacidad económica/contaminado-
ra en el sistema tributario, es el fundamento donde éste descansa, al
personalizar el tributo de acuerdo a la capacidad subjetiva de conta-
minar o incidir sobre el medio ambiente al hacer uso de los recursos

cional de la funcionalidad de la capacidad económica como principio informador del


ordenamiento financiero”, CREDF, núm. 55, pp. 379 y ss.; Pont Mestres, M. (1989).
“Principio constitucional de capacidad económica y ordenamiento tributario”, RD-
FHP, núm. 203, pp. 1087 y ss.; AA. VV.: Compendio de Derecho Financiero y Sistema
Fiscal Español, T. I, Madrid , Escuela de la Hacienda Pública, Ministerio de Econo-
mía y Hacienda,, 1990, pp. 27 y ss.; Alonso Murillo, F. y Juan Fernando Durán Alba.
(1991). “El principio de capacidad económica: de la configuración constitucional a su
aplicación en el ámbito de las sanciones tributarias”, GF, núm. 85, pp. 197 y ss.; AA.
VV.: Comentarios a la Ley General Tributaria y líneas para su reforma, Homenaje a
Dn. Fernando Sáinz de Bujanda, Ministerio de Economía y Hacienda y IEF, Vol. I,
Libro 3, Madrid, 1991 vol. I, pp. 81 y ss.; Da Silva Martins, I. G. (1991) “Capacidad
económica y capacidad contributiva”, RDFHP, núm. 212, pp. 235 y ss.; Palao Taboada,
C. (1995) “Los principios de capacidad económica e igualdad en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional español”, CREDF, núm. 88, pp. 629 y ss.; Nieto Montero, J. J.
(1995) “El principio de capacidad contributiva y su reflejo en la jurisprudencia cons-
titucional”, RDFHP, núm. 238, pp. 917; Calvo Ortega, R. y Clemente Checa González
(Coordinadores). (1998). Derechos y Garantías del Contribuyente. (Estudio de la nue-
va Ley), Valladolid, Lex Nova, pp. 41 y ss.; Escribano, F. (1998). La configuración ju-
rídica del deber de contribuir. Perfiles constitucionales, Madrid, Civitas, pp. 110 y ss.;
Moschetti, F.: “Orientaciones generales de la capacidad contributiva”, RDFHP, núm.
269, pp. 513; García Frías, A. (2004). “Balance de la jurisprudencia del Tribunal Cons-
titucional Alemán sobre el Impuesto sobre la Renta”, CREDF, núm. 122.
44
Víd. el pensamiento de César Albiñana García-Quintana en la obra colectiva de
Alzaga VillaamiL, O. (Coordinador). (1985). “Artículo 31.”, en Comentarios a las Leyes
Políticas, Constitución española de 1978, Madrid, T. X, EDERSA, p. 425. Al respecto,
este autor refiere que la inobservancia de los principios constitucionales y tributarios,
daría pauta a un régimen impositivo arbitrario.

100
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

naturales en la producción de bienes y servicios; la i­naplicación de


este principio a través del quien contamina, paga, haría imposible la
consolidación del sistema tributario como mecanismo instrumental
y legal de financiamiento de un gasto destinado a solventar una ne-
cesidad de interés general como lo es el interés difuso que representa
el medio ambiente del artículo 45 CE.
En esta dinámica cíclica de la actividad financiera entre
­ingreso-gasto, se concreta tanto el ámbito garantista45 en los i­ ngresos,
como su aplicación en los gastos públicos46 al destinar recursos para
la tutela medioambiental47. La fundamentación de la intromisión
tributaria en el medio ambiente está en la Constitución, en donde
pervive toda la estructura legal del quehacer del poder financiero del
Estado a la par con los intereses generales que él trata de resolver,
usando la mayoría de las veces la extrafiscalidad del tributo. Ninguna
actividad estatal se puede revelar y mover fuera de la Constitución y
45
González Salinas, P. (1983). “La protección jurisdiccional del principio de igualdad”,
REDA, núm. 36, pp. 75 y ss.; Herrera Molina, P. M. (1990). “El principio de igualdad
financiera y tributaria en la jurisprudencia constitucional”, CREDF, núm. 67, pp. 393 y ss.
46
La falta o erradicación de algunos de los principios en las normas de imposición, da-
ría pauta a un juicio de inconstitucionalidad y a la nula realización de un sistema tri-
butario justo propiciando un poder ilimitado al Estado, víd, al respecto las siguientes
monografías: García De Enterría, E. y Aurelio Menéndez Menéndez. (2000). El Dere-
cho, la Ley y el Juez. Dos estudios, Madrid, Civitas; García De Enterría, E. (2000). Jus-
ticia y seguridad jurídica en un mundo de leyes desbocadas, Madrid, Civitas; García
De Enterría, E. (2004). La lucha contra las inmunidades del poder, Civitas, Madrid,
2004; CHINCHILLA MARÍN, C.: La desviación de poder, Madrid, Thomson-Civitas,
y sobre el establecimiento de un Estado de Derecho y de justicia fundamento del pre-
sente Derecho Público, víd, a Rivero Ortega, R. (2000). El Estado vigilante, Madrid ,
Tecnos; García De Enterría, E. (2001). La lengua de los Derechos. La formación del
Derecho Público europeo tras la Revolución Francesa, Madrid, Civitas.
47
Martínez Giner, L. A. (2002). “El principio de justicia en materia de gasto públi-
co y la estabilidad presupuestaria”, CREDF, núm. 115, pp. 471 y ss.; Navarro Merino,
A. (2003). “Los principios presupuestarios a la luz de la estabilidad presupuestaria”,
CREDF, núm. 119, pp. 463; Cortés Domínguez, M. (1985). Ordenamiento Tributario
Español, 4ª edición, Madrid, Civitsa, “Otras veces ocurre que bajo el amparo de las
ideas recogidas en el art. 4, se esconden abusos y apoyos fiscales que no favorecen el
desarrollo de la renta nacional o su mejor distribución, sino los intereses particulares
de la clase dominante.” p. 94.

101
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

sus ordenamientos, por lo que estos fundamentos normativos son ne-


cesariamente tomados en consideración para cualquier eventualidad
administrativa financiera. Al respecto de la función financiera, ésta
trasciende a toda la estructura estatal y si la autonomía y programa po-
lítico del gobierno tiene injerencias externas, no se podría totalmente
definir si en este gobierno existe una auténtica ­autonomía financiera.
Por otra parte, dentro del artículo 45 de la CE no existe un man-
dato genérico para fiscalizar la contaminación del medio ambiente,
aunque en el establecimiento paradigmático de dicho artículo, existe
el interés general solidario en su preservación, siendo este interés
constitucionalizado y fundamento eficaz de que el sistema finan-
ciero puede ser perfecto mecanismo para promover su tutela, sien-
do el tributo una de las opciones mejor aplicables en la protección
medioambiental; los fines extrafiscales de los tributos son perfecta-
mente delimitables para alcanzar los fines constitucionales; es decir,
que el tributo no sólo se agota en buscar la financiación de los gastos
estatales sino también tiene un segundo matiz, la de buscar el alcan-
ce de otras aspiraciones o fines constitucionales.
Dentro de la actividad financiera ésta, insufriblemente o no,
se condiciona a lo establecido en la Carta Magna y la normativa
­tributaria. Sin esta actividad financiera, cualquier plan tanto político
como económico emprendido por los gobiernos para satisfacer las
necesidades públicas y desarrollar otras, su factibilidad sería nulifi-
cada al no tener el factor económico, imprescindible y decisivo para
su culminación; es decir, que la actividad financiera es primordial
en el alcance y mantenimiento tanto de las instituciones estatales,
sus objetivos, así como del Estado mismo48. En este fin, en donde el
contribuyente sufraga los gastos necesitados por el Estado, y éste,
alcanza otros fines constitucionales con la actividad financiera, se
puede caer la mayoría de las veces en leyes e impuestos demasiados
gravosos por la extrema urgencia económica demandada por las ne-
cesidades colectivas al Estado, razón de que, en su nacimiento, algu-

48
Martul-Ortega Yebra, P. (1990). “Los principios del Derecho Financiero y Tributario
en la Ley Fundamental de Bonn”, RDFHP, pp. 498 y ss.

102
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

nos impuestos medioambientales han sido jurídicamente calificados


de anticonstitucionales.

3. Conceptualización del medio ambiente, extrafiscalidad y


desarrollo sostenible

3.1. El medio ambiente para la tributación


Es ya insostenible la teoría que los tributos son únicamente para
financiamiento de los gastos estatales Aunque esta es su faceta pri-
mordial y principal, es de hacer notar que el tributo se presenta en su
extrafiscalidad con una faceta amigable de la tributación y no como
una carga impositiva más. La perspectiva real y actual es que el Es-
tado tiene una necesidad urgente de satisfacer los gastos públicos,
financiándose detrayendo de las economías privadas la riqueza de
forma coactiva, esta es actualmente la configuración tributaria del
Estado y nos llevaría al razonamiento que dentro de la actividad fi-
nanciera se impone la carga tributaria al gobernado por criterios o
programas tanto políticos, económicos y sociales, cuestión que con-
sideramos totalmente errónea, ya que con el principio de capacidad
económica/contaminadora, esta carga se personaliza y se hace sub-
jetiva, ya que es reveladora de la capacidad real y podría ser poten-
cial sobre el uso de los recursos del medio ambiente. No olvidemos
que el Derecho a través de sus disciplinas: constitucionales, penales,
administrativas, civiles y tributarias, procura la conservación y tu-
tela del medio ambiente; un concepto que para el mismo Derecho,
condensa la integración global de todos aquellos elementos y con-
diciones tanto sociales, políticos, naturales, físicos, etc., que rodean
al individuo, pero que a través de sus múltiples disciplinas pueden
ser tutelados y protegidos de manera preferencial y separada. En la
tutela tributaria, es relevante, la posición de TULIO ROSEMBUJ49,
al afirmar que:
La noción estricta el ambiente, apegada a su matriz e­ cológica, com-
prensiva de los factores abióticos (aguas, aire, suelo) y de los bióticos
(fauna y flora), permite incardinar el bien ambiental como categoría
49
ROSEMBUJ, T. op. cit., p. 16.

103
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

jurídica unitaria, caracterizada principalmente por su conservación


esencial para los seres vivos, para la diversidad biológica, y su utili-
zación (económica, social) sostenible, en evitación de su extinción.

El uso o fruición del bien ambiental es inseparable de su propia con-


figuración como ecosistema, por lo que su conservación-utilización
no puede divorciarse. O, en otras palabras, conservar provee a la
utilización del recurso natural, del mismo modo que su utilización
debe (por imperativo de continuidad) asegurar la conservación del
ecosistema.

La delimitación jurídica sobre el medio ambiente que expresa el


artículo 45.2 y 45.3 de la Constitución española, es clara, al señalar
que la tutela es sobre los elementos naturales y no de algunos de los
elementos artificiales creados por el hombre como el medio ambien-
te urbano, ni tampoco entra dentro de esta consideración el entorno
familiar, social, cultural que son conceptos conexos, conducentes,
evocadores, pero que su substantividad y permanencia dependen de
los primeros. Ni tampoco comprende a la flora y la fauna. También
es conveniente hacer mención del medio ambiente que el hombre
a través de su esfuerzo crea, domeñando a la naturaleza proporcio-
nándose cultivos aprovechables y encauzando el elemento del agua
contenida en lagos, lagunas, ríos, para la irrigación de los mismos o
aprovechando la fuerza del aire y del mar en producir energías alter-
nativas y que este uso también está tutelado por el Derecho Tributa-
rio. Aunque el menoscabo de los elementos naturales repercutiría en
todos los demás bienes como la flora y la fauna, culturales, sociales
e históricos.
El concepto de medio ambiente para el Derecho Tributario es la
tutela de los elementos naturales únicamente y que se encuentran
insertos de carácter permanente en el entorno creado por el hombre,
por lo que la protección sobre los mismos se funda en el equilibrio
ecológico50, incluso la proyección urbanística de viviendas, edificios,

50
Para Tulio Rosembuj, el concepto de medio ambiente en sentido estricto sería la in-
serción de los elementos naturales (agua, aire, suelo) y la biodiversidad (fauna y flora),
mismos que se pudieran conservar en equilibrio para una mejor utilización del me-
dio ambiente por el desarrollo sostenible. Y el concepto jurídico de medio ­ambiente

104
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

presas, medios de comunicación, etc., estos ordenamientos adminis-


trativos integran el respeto a las normas administrativas ecológicas,
como medida preventiva.
La tutela tributaria es un poco tímida en relación al medio am-
biente ya que, se debería extender a un equilibrio biológico en donde
se tutelara también, amén de ser ya auxiliadas por otras disciplinas
técnicas y jurídicas, comprensivamente tanto a la flora como a la
fauna y a los espacios naturales y paisajísticos, un buen intento de
la aplicación de la justicia tributaria medioambiental fue el IBIIMA,
porque el medio ambiente al que nos remite el artículo 45 CE, con-
sidera que sea el adecuado para que sirva como vehículo de un desa-
rrollo armónico del individuo.
Cualquier daño o posible agresión sobre los elementos o factores
naturales de la biósfera que provoque el desequilibrio ecológico en
los ecosistemas es penal y administrativamente sancionado; el bien
jurídico tutelado por la norma penal es el equilibrio biológico de
los ecosistemas existiendo para ello figuras tipificadas como delitos
de daño o de peligro indistintamente; en cambio, para el Derecho
Tributario la tutela a elementos comunes en que la titularidad de
los mismos son de carácter indeterminado, difuso, como lo es la ti-
tularidad del agua, del suelo y del aire, en cuya estabilidad pueden
verse alterados por intromisiones de elementos nocivos de carácter
sonoro, químico, físico y radiactivo provenientes de la actividad
­productiva51.
La característica de estos elementos es que pertenecen a todos y
los poderes públicos tienen el derecho imperativo, el obligado cum-
plimiento de velar, en que el uso de los bienes naturales no implique
un carácter irracional por parte de la actividad productiva. Aunque
la Constitución en el artículo 45.2 no especifique a los tres poderes:
legislativo, ejecutivo y judicial, la forma en que deban de velar por los

se concreta a ciertos elementos naturales como el agua y el aire, siguiendo la misma


posición de Martín Mateo. Víd, A Martín Mateo, R. (1990). Tratado de Derecho Am-
biental, Madrid, Trívium, Madrid, pp. 86 y ss.
51
MARTÍN MATEO, R. op. cit., pp. 86 y ss.

105
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

recursos naturales, se sobreentiende que en este mandato existe un


margen de potestad discrecional, encaminada en la tutela constitucio-
nal del medio ambiente, tanto en la elaboración de las leyes orientadas
a que esta protección y uso sea racional; también, en la aplicación de
las mismas por parte de la Administración quien funciona de forma
objetiva según el mandato constitucional52; así como en el estableci-
miento de los órganos de justicia por el Estado. En el entendido de que
los poderes públicos no están facultados para velar por el uso de los
recursos naturales, sino obligados constitucionalmente. Es un deber
en que los poderes tanto del ámbito estatal, Comunidades Autóno-
mas, Corporaciones Locales y ahora UE, – por el sentido de que este
es un problema transnacional y los elementos naturales pertenecen
o son de una titularidad común-, rijan la a­ ctividad particular, para
que sea un medio de actividad armonizada y dirigida; velando por
que la utilización de los recursos naturales suponga un determinado
y deseado comportamiento requerido para un desarrollo sostenible y
que induzca a través de la implicación de la utilización-conservación
del medio ambiente, la racionalidad y el cambio de comportamientos
no deseados a ética y jurídicamente deseables a través de una política
y función económica-tributaria, de tributar.
El aspecto noble de la tutela tributaria medioambiental, es la de tri-
butar, desalentando o desincentivando aquellas actitudes perniciosas
tanto de agentes productores como de consumidores del engranaje
económico, constriñéndolos al pago del coste de las externalidades
arrojadas por el uso de los elementos naturales, así como alentando
conductas económicas deseables a través de medidas incentivado-
ras. Para el Derecho Tributario el concepto de medio ambiente, está
dotado de una incisiva afectación o transformación, producto de la
transculturación de las sociedades, incidiendo en la idea de que no
existe una naturaleza incólume y en estado natural, sino que toda
ésta participa de la acción creadora, culturizadora y transformadora
del hombre53.
52
MARTÍN MATEO, R. op. cit., pp. 86 y ss.
53
Giannini, M. S. (1973). “Ambiente: saggio sui diversi suoi aspetti giurici”, Rivista
Trimestrale de Diritto Publico, núm. 2, Roma, p. 15 y ss.

106
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

El concepto de medio ambiente para el Derecho Tributario com-


prende un desarrollo sostenible, mismo que dirige y orienta el uso
de los recursos naturales que son tomados como elementos de titu-
laridad común, que como elementos-condición dan permanencia a
la vida en cualquiera de sus manifestaciones; implica la gravación
de una capacidad económica-contaminadora del agente económico,
internalizando el coste social del bien medioambiental perturbado;
y fundamenta la intervención del Estado. Este implementa políticas
jurídico-tributarias en el problema medioambiental haciendo par-
ticipar a los poderes públicos como una finalidad atribuida consti-
tucionalmente de ser redistribuitivo con la riqueza entre los ciuda-
danos en la búsqueda de una justicia tributaria tanto en el ingreso
como en el gasto en la tutela del medio ambiente y que se refleja en
un bienestar igualitario54.
Este bienestar igualitario, necesariamente, está tutelado por el De-
recho Tributario como un soporte de la calidad de vida digna. Si los
recursos naturales son riqueza y está subordinada al interés general55,
la titularidad del bien que tutela el Derecho Tributario pertenece a
todos, quienes no pueden usarlo de manera irracional, ya que dicho
disfrute de estos elementos naturales colectivos es de uso permanen-
te y en estado adecuado y para evitar desatinos, negligencias e insu-
ficiencias en su tutela como un interés general se apela a través de la
amplia cobertura de la solidaridad56 y del reparto de competencias,
como mecanismos sobresalientes de protección para hacer efectivo
el derecho al goce y al deber en su conservación.

3.2. Tributación verde y el desarrollo sostenible


La norma normarum tanto en su Preámbulo como en su a­ rtículo
45 estatuye las condiciones jurídico-tributarias para que a ­través
54
Víd. a De Asís Roig, R. (1991). Deberes y obligaciones en la Constitución, Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales, p. 401. Esta expresión de <<bienestar igualita-
rio>>, es acuñada por el presente autor en la obra referida.
55
Artículo 128 de la Constitución española.

107
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

de la normatividad (en el uso racional de los bienes naturales


como forma de tutela del medio ambiente) se exprese el carácter
­axiológico-valorativo e intersubjetivo de la importancia designada
por la norma fundamental sobre el derecho a una calidad de vida
digna. Esta cuantía, descansa en la solidaridad de todos en el deber
de la conservación del medio ambiente, sucedáneo del llamado ge-
neral de participar al financiamiento de los gastos públicos destina-
dos para tal fin; y atendiendo al estado cualitativo y subjetivo de la
capacidad contaminante real o potencial en su acción con el medio
ambiente57.
El concepto de medio ambiente en materia tributaria está d­ efinido
por la función programática58 – hoy establecida en casi todas las
Constituciones modernas de Europa y que contemplan objetivos de
directriz política con raigambre social y que son llamados derechos
de tercera generación, como el derecho al medio ambiente adecua-
do-, el que impera desde el Preámbulo como dentro del cuerpo nor-
mativo de la Constitución española, de donde se establece la fun-
damentación de las normas tributarias medioambientales, como un
derecho constitucional de protección del medio ambiente, que a tra-
vés de los órganos del Estado, que son facultados para la protección,
preservación y resguardo de los elementos naturales, a fin de que con
el curso del crecimiento y desarrollo económico no se vulneren las
mínimas condiciones del equilibrio natural para hacer permanente
y garantizar la calidad de vida digna haciendo viable una faceta del
principio de solidaridad intergeneracional.

56
La generalidad del término “Todos”, contenida tanto en el artículo 31 y 45 de la
Constitución española, fundamenta el principio de solidaridad.
57
Víd. a Herrera Molina, P. M. (1995). “El principio <<quien contamina, paga>> des-
de la perspectiva jurídica”, NUE CISS, núm. 122, al respecto este autor incardina so-
bre el problema del coste de la externalidades, así: “El principio <<quien contamina,
paga>>, nacido en el ámbito de las ciencias económicas, persigue reflejar en el precio
de las actividades y productos contaminantes las deseconomías externas causadas por
el deterioro del medio ambiente”. p. 81.
58
Víd. Escobar Roca, G. (1995). La ordenación constitucional del medio ambiente,
Madrid, Dykinson, pp. 18 y ss.

108
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

Los poderes públicos tanto legislativo, ejecutivo y judicial, son


detentadores del objetivo político, social y económico de proteger
al medio ambiente y de hacer patente este valor constitucional, en
todas las actividades tanto estatales como particulares. Tanto para
el Estado como para la materia tributaria, la tutela del medio am-
biente se fundamenta imprescindiblemente en el principio de gene-
ralidad y de solidaridad colectiva. Esta doble conexión dota de base
fundamental a la tutela tributaria del medio ambiente y va dirigida y
­encaminada con muy buenos esfuerzos, tanto en el ámbito nacional
como el supranacional.
La tutela del medio ambiente se concreta por la ambivalencia que
toman los elementos naturales principalmente como tarea específica
de protección por parte de los poderes públicos, y colateralmente se
torna como materia para realizar el reparto competencial de acuer-
do al interés público59 que se le otorga al medio ambiente, entre el
Estado, Unión Europea, Comunidades Autónomas y Corporaciones
Locales, convirtiéndose la tutela tributaria del medio ambiente en
una materia competencial compartida60, correspondiendo al Estado
la legislación básica sobre el medio ambiente, encuadrado sobre una
política de observancia general en toda la Nación española y en el
ámbito de la Unión Europea61.
La velación constitucional de este interés público es en conside-
ración al fin público concreto, en este caso, de tutelar los recursos
naturales con el fin de preservar la calidad de vida digna. La potestad

59
Víd. las aportaciones de Faya Barrios, A. L. (1995). “Discrecionalidad y espacios na-
turales protegidos: Sentencia del Tribunal Constitucional de 26 de junio de 1995”, en la
obra de Hinojosa, E. Y Nicolás González-Deleito (Coordinadores). (1996). Discrecio-
nalidad administrativa y control judicial, I Jornada de Estudio del Gabinete Jurídico
de la Junta de Andalucía, Civitas, pp. 51-56; Id: Marrero García-Rojo, A.: “Algunas
notas sobre la discrecionalidad en la distribución de competencias entre el Estado y
las Comunidades Autónomas”, pp. 57-73.
60
ESCOBAR ROCA, G. op. cit., pp. 58 y ss.
61
Víd. STC 64/1982, de 4 de noviembre, F. J. 4º, [RTC 1982/64], esta Sentencia subraya
que la competencia exclusiva para establecer la legislación básica sobre el medio am-
biente, pertenece al Estado.

109
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

discrecional otorgada a los poderes públicos de los entes territoriales


se refiere a que dentro de una pluralidad de opciones legítimas, se
pondera por la que sea más conveniente al interés público sobre el
bien común, esto es posible gracias a que prevalecen los fines cons-
titucionales frente a los derechos y garantías, en donde la labor del
jurista es necesariamente imperiosa para esclarecerlos y definirlos.

3.3. Tutela tributaria, extrafiscalidad y desarrollo


sostenible
De sobra es conocida la íntima relación que existe entre el tribu-
to, el deber de contribuir con la capacidad económica. El primero,
como carga económica que como obligación ex lege, gravita sobre el
sujeto pasivo, protagonista del hecho imponible, en una proyección
y manifestación de su capacidad real y potencial de concurrir al sos-
tenimiento de los gastos públicos.
El segundo, como mandato constitucional, se proyecta como in-
tervención legal, coactiva por parte del Estado, a fin que en razón de
una capacidad económica manifestada dentro de la cual el legisla-
dor62, debe valorar y cuantificar entre los límites del espacio gravato-
rio que existe en el respeto al mínimo existencial, y que este tributo
no tenga algún alcance confiscatorio que pudiera poner en peligro la
existencia de la riqueza o vida, su agotamiento, o convertirla en algo
decadente.
El espíritu y esencia que quedó plasmado en el artículo 31 de la
CE es propio de la Justicia tanto en el ingreso como en el destino de
los mismos, en la distribución de esos recursos captados, a través
de la ponderación de un sistema tributario justo63. El tributo es el
62
Al respecto, Dino Jarach. (1969) refiere que la apreciación que hace el legislador,
tanto del principio de capacidad contributiva como el de igualdad, es reflejo de la
conciencia jurídica-social y política de la que está imbuido, el mismo poder legislativo,
JARACH, D.: Curso de Derecho Tributario, Argentina, Liceo Cima, pp. 129-133.
63
Víd. la aportación De César Albiñana García-Quintana, en la obra de Alzaga Vi-
llaamil, O. (Coordinador). (1996). “Artículo 31. El gasto público” en Comentarios a
la Constitución Española de 1978, T. II, Artículos 24 a 38, Madrid, Cortes Generales,
p. 409. Para este autor, el artículo 31 CE, con la capacidad económica, es el principio

110
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

medio de financiación de los gastos públicos por excelencia y su uso


con fines extrafiscales64, es una forma de utilización por cuestiones
de política social y económica, a pesar que el Estado tiene otros me-
dios, coloca al tributo primeramente para alcanzar ciertos fines que
no son precisamente los recaudatorios. Dichos fines son inhibidores
o desincentivadores siendo la presentación de estos de forma más
amable para el contribuyente, pero que estos fines están perfecta-
mente delimitados por la CE. En lo preceptuado por el artículo 31
de la CE se cierra el círculo de la actividad financiera y es donde
finalmente se integran las vertientes tanto de ingresos, en un enfo-
que garantista del fenómeno tributario. Así como la designación de
esos recursos captados y destinados a los gastos públicos, concreta
la relación que tiene con los artículos 133.3 y 134.2, ambos de la CE.
En el apartado dos del mencionado artículo 31 de la CE se consa-
gra: El gasto público realizará una asignación equitativa de los recur-
sos públicos, y su programación y ejecución responderán a los criterios
tributario por excelencia que hace posible la configuración de un sistema tributario
justo.
64
Víd. al respecto de la utilización del tributo con fines extrafiscales, a Lejeune Val-
cárcel, E. (1980). “Aproximación al principio constitucional de igualdad tributaria”,
en la obra de AA. VV.: Seis estudios sobre Derecho Constitucional e Internacional
Tributario, Madrid, Editorial de Derecho Financiero, pp. 175 y ss.; Casado Ollero, G.
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111
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

de eficiencia y economía. Esto, favorablemente refleja el acuñamiento


de un derecho auténtico de Justicia material al cual el gasto público
debe ordenarse y ejecutarse con acuerdo a los principios n ­ ormadores
de eficiencia y economía, desterrando totalmente alguna directriz o
línea política al margen de lo jurídico, con afán ilegítimo de incre-
mentar el monto del presupuesto de gastos. En estos criterios de efi-
cacia y economía se encuentra insertado el principio de proporcio-
nalidad, un principio que va más enfocado a que la Administración
los tome en consideración, al ser ésta, detentadora de la asignación
y aplicación del gasto público. La intención del artículo 31.2 de la
CE, es la de un ingreso justo para un gasto programado de acuerdo
a las necesidades públicas, por lo que es importante hacer mención
de la intromisión del medio ambiente, como una necesidad pública
valorable jurídicamente, en donde la política fiscal acuña nuevos ob-
jetivos tanto políticos como económicos.
Por ello, la ponderación y armonización de los diversos bienes
jurídicos, que hace el Tribunal Constitucional, en sus diversas reso­
luciones usa al tributo, sin transfigurarlo, ni hacerlo que pierda su
esencia, para un uso con fines de política económica y social. Es com-
prensible que la tributación medio ambiental, se basa en una presta-
ción pecuniaria de carácter coactivo, con finalidad extrafiscal en la
que está potencialmente justificado y juridificado el principio: quien
contamina, paga, éste, sirve como proyección del principio de capa-
cidad económica, al subjetivizar la capacidad ­contaminadora que no
es su soporte informador, pero de alguna manera la ­encuentra.
El medio ambiente siendo un Derecho constitucional, que lleva
implícito el principio de la solidaridad colectiva en su tutela, como
valor sustancial del mismo, finca finalmente, en la proyección de esta
solidaridad un deber de contribuir al sostenimiento de los gastos
públicos. Que de alguna manera, demanda la urgente reparación y
rehabilitación del medio ambiente que haya sido alterado. Por ello,
las dos vertientes tanto de financiamiento y captación, así como el
empleo y asignación de las riquezas detraídas quedan reflejadas en el

112
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

artículo 31 de la CE, en su relación con los artículos 133.3 y 134.2, y


del artículo 45 de la misma Constitución española.

Conclusiones
El artículo 31 de la CE excluye al contribuir a los gastos en razón
no del destino o finalidad a la que será destinada la economía de-
traída de los particulares, sino en razón de criterios o principios de
justicia (capacidad económica, igualdad, proporcionalidad, no con-
fiscatoriedad, límites imponibles entre el mínimo existencial y un no
alcance confiscatorio). Lo anterior, se contemplaba, cuando se con-
tribuía en razón de una finalidad específica (defensa y suministros)
y, mantenía la aportación de los vasallos mucha relación con el im-
porte a financiar. Hoy se contribuye en razón de los principios como
la capacidad económica, la cual dicho sea de paso, está totalmente
desvinculada con el importe y destino actual del gasto público. Pero
en lo que se refiere a la tutela tributaria del medio ambiente, se escla-
rece la idea de la aplicabilidad de la Justicia al utilizar subjetivamente
en la tributación a quien tiene capacidad contaminadora determina-
da generalmente por su capacidad económica. Por ello, la tutela del
Derecho Tributario sobre el medio ambiente es que implica el fin
extrafiscal del tributo, como mediador entre la capacidad económica
y el impacto medioambiental de la acción perturbadora sobre los
recursos naturales, siendo el objeto imponible la incidencia o uso
sobre los recursos naturales del medio ambiente.
La actividad de la moderna Hacienda Pública está lejos de ­buscar
contribuir para las anteriormente llamadas cargas públicas, en ­razón
de la necesidad a satisfacer, sin importar el destino de lo detraído.
Sino que ahora se contribuye, en relación y proporción de la capa-
cidad que demanda un sistema tributario justo en la nueva confi-
guración de la capacidad económica, en quien marca las pautas del
tributo y del principio de generalidad del Estado del bienestar. Ac-
tualmente, las llamadas cargas públicas no pueden ser aplicadas al
actual mandato de contribuir a los gastos públicos, porque el sistema
tributario que demanda el artículo 31 CE, es el de un sistema justo,

113
El derecho al medio ambiente y su protección tributaria

equitativo y no impositivo, sin que respete al principio de capacidad


económica, como elemento informador y plataforma que sirve de
condición para el establecimiento de un verdadero sistema de justi-
cia tributario.
Dado el anterior razonamiento, reservamos nuestro punto de vis-
ta de que el principio de capacidad económica sea un principio de
justicia tributario autónomo.
Las anteriormente llamadas cargas públicas de un sistema imposi-
tivo, no veía a la capacidad económica, como un principio informa-
dor, el cual actualmente, es un principio-condición para alcanzar un
tributación justa. Una deficiente tributación, que sea más impositiva
y no garantista y que no esté precisado constitucionalmente su man-
dato a contribuir o que la asignación y gasto de esta economía no sea
proporcional, equivaldría a mantener a un sistema financiero débil.
Para lograr una gestión eficaz de la deuda tributaria es necesario que
el poder tributario del Estado sea con arreglo a principios de Justicia
y de derechos y garantías constitucionales.
Finalmente, en este precepto se concreta el círculo ingreso-gasto
de la actividad financiera de la actual Hacienda Pública en su doble
vertiente. Pero además, los principios de generalidad e igualdad no
pueden ser apartados tanto del ingreso como del gasto, para que se
pueda establecer un sistema tributario justo, ya que este último debe
luchar por un tratamiento tributario diferente entre los contribu-
yentes a pesar de haber en ellos, los mismos presupuestos. Por lo
que el Estado subsiste y tiene su razón de ser a través de los contri-
buyentes que pagan impuestos. Sin estos últimos, no podría subsistir
ningún tipo de Estado ya sea de tipo: social, de bienestar, de Dere-
cho, de Justicia, étc. Razón por la que la Justicia tributaria debe ser
la máxima aspiración en las sociedades modernas, la cual no debe
de estar subordinada ni desplazada por otros intereses sobradamen-
te indeterminados. Es obvio que un elemento para considerar en la
elaboración del marco económico, social y tributario del medio am-
biente es que la repartición justa del gravamen entre los ciudadanos
debe ser una aplicación imponderable de la Justicia distributiva, la

114
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

cual debe marcar la pauta para hacer frente a cuestiones y problemas


que surgen de la convivencia en común nacida de un contrato social
admitido bilateralmente (Estado-ciudadanos). Razón por la cual, la
Justicia tributaria es atendida tanto en el ingreso como en el gasto
destinado al cuidado del medio ambiente, sobre todo al tener una
recaudación que paulatinamente disminuya, desincentivando con-
ductas o destinando parte de ese recurso incentivando otras, cuestio-
nes y nuevas facetas del sistema financiero que ha mejorado el posi-
cionamiento y aplicación del sistema tributario moderno. La visión
de la Justicia tributaria se enfatiza por una parte en la procuración
de un adecuado medio ambiente, esto puede ser una realidad, si a la
misma se le apropian principios concretos, específicos, en los cuales
se deben considerar como requisitos indispensables a la igualdad y la
proporcionalidad en materia tributaria.
Pero esta realidad, generalmente rebasa al Derecho positivo, codi-
ficado y vigente, marcando la pauta y marcha del Derecho, negar la
evolución del mismo, o el nacimiento de nuevas formas del Derecho,
es cerrar los ojos a la construcción de un sistema tributario justo.
Los movimientos sociales o manifestaciones de repulsa o descon-
tentos sociales se dan frecuentemente por la aplicación desfasada de
algún principio de Justicia. Estas manifestaciones de la sociedad son
el empuje de adecuar el Derecho positivo a la realidad existencial.
El no aplicar un principio eficazmente lleva al debilitamiento en la
construcción del sistema tributario y financiero, e inversamente po-
dría crear privilegios a ciertos individuos o grupos, por un lado y
discriminaciones por otro, como ejemplo está el abuso de los privi-
legios que dotan algunos beneficios fiscales. Por lo cual se sobrevie-
nen las manifestaciones anómalas por parte de la sociedad civil, que
serían de desobediencia o resistencia al pago o búsqueda de formas
de ­elusión fiscal.

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122
Perspectiva mexicana

123
124
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad
y ética natural

Mtra. Violeta Mendezcarlo Silva65

Sumario
Introducción. 1. La humanidad ante la problemática ambiental, su
evolución. 2. Perspectivas éticas del medioambiente. 3. Extensión de
la disciplina ambiental, de la visión administrativa a los derechos hu-
manos. 4. El futuro de la disciplina.

Introducción
En el presente trabajo pretende establecerse la correspondencia
que existe entre la relación del hombre con su medio, la concepción
ética del medio ambiente, y la conformación del concepto ambien-
tal, de tal forma que su transformación ha influido primero en la de-
pauperación de la interacción humano-natural y actualmente en su
enriquecimiento y fortalecimiento bajo una visión de la complejidad
en convivencia con modelos arcaicos que justifican la explotación
natural y el ensanchamiento de las brechas sociales.
El presente trabajo pretende responder a las preguntas ¿Cómo
ha evolucionado la relación del hombre con el medio natural?, ¿qué
perspectivas ético-filosóficas han privado en diferentes épocas res-

65
Profesora Investigadora de la Facultad de Derecho de la UASLP. Maestra en Admi-
nistración de impuestos por la UASLP.

125
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

pecto de la naturaleza?, ¿qué consecuencias han traído dichas pers-


pectivas en el deterioro medio ambiental?.
Por ello, a través del estudio documental que se presenta y la
utilización del método inductivo se intenta vislumbrar los posibles
efectos que las tendencias actuales de la concepción de lo natural
pudieran generar en una renovada visión medioambiental.

1. La humanidad ante la problemática ambiental, su


evolución

La interacción entre el ser humano y la naturaleza es una condi-


ción indispensable para la existencia de la civilización, ­evidentemente
dicha relación ha sufrido cambios importantes conforme el ser hu-
mano avanza en su propia evolución y concepciones de sí mismo y
de su entorno, de esta forma las visiones filosóficas con que se abor-
da dicha evolución han condicionado actitudes y situaciones que
condicionan la problemática e impacto del hombre en el ambiente.
Es necesario mencionar que cuando se realiza el análisis de la
relación históricamente sostenida del hombre con el ambiente, in-
variablemente se habla de la historia misma del hombre, ya que la
naturaleza ha establecido siempre condiciones como modeladora y
proveedora frente a las necesidades y deseos humanos.
Para considerar plenamente existente una relación, es necesario
considerar la aparición de dos elementos separados, en el caso que
nos ocupa, debe estimarse iniciada la relación entre el hombre y la
naturaleza, sólo desde el momento en el que el hombre adquiere una
conciencia de separación entre él (y los que reconoce como “suyos”)
y su propio medio natural; es decir, a partir de la formación de la
ficción que implica la conciencia del “yo” humano y del “otro”: la
naturaleza.
Otra característica digna de mención en esta relación es la paulati-
na aparición de la conciencia (en el elemento humano) de la capaci-
dad modificadora de este sobre su entorno para su propio b ­ eneficio,
siendo a partir de ese momento en que se puede considerar iniciada

126
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

la relación hombre-naturaleza y susceptibles de estudio las actitudes


de este frente a aquella.
Así, podemos hablar de los primeros grupos nómadas que via-
jaban de un lugar a otro cazando y recolectando, consumiendo los
recursos que el entorno les ofrecía, resultando condicionados por su
abundancia, por lo que durante esos años los esfuerzos se centraron
en la organización del grupo para la supervivencia. Más tarde surgen
la conciencia de la existencia y el respeto por sus semejantes refleja-
do en los primeros entierros funerarios66.
Posteriormente con el dominio del fuego y la aparición del len-
guaje, la vida social se vuelve compleja fortaleciendo la identidad de
grupo y la posibilidad de planear acciones colectivas y anticiparse a
las circunstancias como en la caza organizada, con lo que se inicia la
carrera de dominación del hombre sobre la naturaleza, al buscar ma-
yores condiciones de supervivencia y comodidad (Watson, 2009).
A partir de ese momento surgen también los primeros problemas
ambientales generados por los grupos humanos sobre los ecosiste-
mas de los cuales obtuvieron los recursos para su supervivencia, así
encontraremos los primeros vestigios de vertederos de piedras afi-
ladas, rotas o desgastadas, huesos de animales cazados y restos de
alimentos y vasijas que el grupo abandonaba al agotar los recursos
de un espacio determinado y partir buscando otra zona de alimen-
tación y abrigo67.
En esta época el animismo y el surgimiento del chamanismo
permitieron un contacto inicial con el espíritu natural, a manera de
un “regreso” del hombre hacia sus orígenes, en la búsqueda de la
comprensión del lenguaje de la tierra y el restablecimiento de una
66
Se calcula que este acontecimiento se suscitó hace aproximadamente 250,000 a
60,000 años. Watson, (2009), Ideas, Historia intelectual de la humanidad, 3ra. Ed.,
Barcelona, p. 46.
67
Es posible localizar entre los restos de los primeros asentamientos humanos, zonas
de deshecho de las hachas y otras herramientas que las primeras comunidades aban-
donaron junto con restos de comida y grano, lo que permite identificar el estilo de
vida de estos primeros asentamientos, (Watson, 2009), Ideas, Historia intelectual de la
humanidad, 3ra. Ed., Barcelona p.37.

127
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

vía de comunicación por medio de los más sensibles. La tierra es la


madre, la fertilidad, justificante del matriarcado, que se representa
en sus esculturas a través de las conocidas estatuillas de las venus
­paleolíticas68.
Después, con la llegada de la revolución agrícola, el ser humano
advierte una relación entre los fenómenos naturales y su influen-
cia sobre los medios de subsistencia, lo cual, aunado a la llegada del
sedentarismo le permite crear dioses representantes de las fuerzas
naturales cuya voluntad regirá el destino de la comunidad y con
quienes podrá establecer un diálogo a través de la veneración y de
ofrendas, el interlocutor ya no es el chamán sino el sacerdote, quien
interpretará las caprichosas formas de pleitesía que exigen los dioses
para conceder sus favores. Ante la incomprensión, en esta época la
naturaleza fue temida y respetada, los impactos del hombre sobre
la naturaleza estuvieron relacionados con la creación de ciudades69,
la formación de canteras para la construcción y la depredación de
árboles circundantes.
Con el afianzamiento del sedentarismo, en las sociedades de la
época, el matriarcado inicial (más apegado a la tierra) tiende a desa-
parecer para dejar paso al dominio masculino, a la sociedad patriar-
cal y al surgimiento del conceptos como el de propiedad y la mono-
68
“La característica de las Venus paleolíticas es la acentuación de los rasgos
sexuales: amplias caderas, vientres y senos extremadamente exagerados y
nalgas abultadas. La representación de los miembros superiores e inferiores
tiene un carácter secundario; los brazos se unen por lo general al cuerpo,
y los pies apenas se esbozan; a la figuración de las piernas casi no se con-
cede atención”… “El significado global de todas estas figurillas femeninas
pospaleolíticas es el de representaciones de la «diosa madre», protectora de
la vida y generación. Las estatuas menhires, frecuentes en el Occidente de
Europa, se han relacionado también con las representaciones de la diosa
­mediterránea” (Agosta),
http://www.canalsocial.net/ger/ficha_GER.asp?id=8806&cat=historia, .
69
Las civilizaciones agrícolas por excelencia Mesopotamia, Egipto, India y
China florecieron en las cuencas fluviales de los ríos y las zonas costeras del
Mediterráneo.

128
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

gamia, surgen las formas más antiguas de la esclavitud ya no sólo


se trata de la influencia sobre la naturaleza a través de la agricultura
y la ganadería sino de los “otros”, que aunque semejantes son más
débiles; los dioses comienzan a tomar características humanas con
poderes de dominación sobre los elementos naturales70.
Como se ha mencionado, estas primeras civilizaciones agrícolas
favorecidas por un entorno geográfico privilegiado, desarrollaron
una visión religiosa basada en las fuerzas de la naturaleza que poco
a poco se iría transformando para atribuir a dioses con vicios y vir-
tudes humanas el dominio de los elementos naturales71, lo que im-
plica un cambio en la concepción psicológica del hombre al estruc-
turar la religión ya desde una visión antropocéntrica, desplazando
a la naturaleza y sus poderes y condenándola a un status de mero
­instrumento del ser humano.
Ya en el mundo clásico, en el de la conformación de la cultura
grecorromana, los mitos72 ceden su lugar a una religión más articu-
lada que enaltece las características humanas, aunque la naturaleza
no es del todo olvidada en este periodo y las recientemente ­creadas
escuelas filosóficas dedican su tiempo al estudio de la ­naturaleza
(physis), a través de la doctrina del epicureísmo73 y la presocrática
aunque más desde la perspectiva de la consolidación del concepto
del yo ­separado del entorno.
70
Este argumento puede constatarse en la obras de Warren y Collins (Villarroel, 2007),
Ética y medioambiente. Ensayo de hermenéutica referida al entorno”, Revista de Filo-
sofía, Universidad de Chile, Volumen 63, p. 60.
71
Si durante el imperio egipcio Ra era el dios del sol representado con forma humana
y cabeza de halcón, Anubis era el señor de las necrópolis y tenían representaciones
zoomorfas, pero ya en el panteón de los dioses griegos Zeus tiene potestad sobre el
trueno y el cielo y Gea o Gaia se constituyó como la diosa de la naturaleza.
72
“Una característica básica del mito es que ofrece una explicación total, o sea, permi-
te dar respuesta a las preguntas más inquietantes acerca del universo o de la realidad
total, como el origen del hombre y de las cosas, la organización social, el ámbito de
lo divino, etc.” (Chávez, 2008), Historia de las doctrinas filosóficas, 4ta edición,edit.
Pearson, p. 25.
73
En tanto que postuló una vida feliz siempre que se atendiera solo a los placeres
simples de satisfacción humana natural.

129
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

En el derecho, la regulación de la propiedad avanza con el ­derecho


civil y resultan susceptibles de apropiación los terrenos, las aguas
que fluyen en ellos, los animales y las personas, supeditándose inclu-
so la calidad de la ciudadanía (cuando los periodos de conveniencia
política así lo permitían) a la cantidad de dinero y propiedades cen-
sadas al paterfamilias, de tal manera que calidad de las personas se
unió a un atributo que ya aparecía desde los tiempos de los imperios
antiguos y que condicionó el poderío de algunos hombres sobre to-
dos demás, el patrimonio.
Con la expansión máxima del Imperio Romano, viene su deca-
dencia. Al mismo tiempo, las filtraciones de las creencias cristianas
van apoderándose de las naciones bárbaras no tan favorecidas por
el esquema clásico: la concepción de un Dios con características pa-
ternales reflejo de los valores de los desposeídos, que realiza en el
hombre su obra suprema y además promete una vida eterna libre
de los dolores terrenos, sedujo a buena parte del mundo occidental
y hay quienes afirman que en esta doctrina se encuentra el germen
del modelo antropocéntrico responsable del deterioro de nuestras
relaciones con la naturaleza (Agosta).
Lo que sí es un hecho es que la consolidación de la Iglesia Católica
en el Imperio Romano, contribuye en buena medida al debilitamien-
to y fraccionamiento de los territorios de este, iniciándose un doble
sistema de apropiación, uno justificado en el derecho de d ­ ominación
territorial del hombre (bien implantado y desarrollado por los roma-
nos) y otro justificado por el poderío de Dios a través de sus repre-
sentantes terrenales que incluían una complicada jerarquía y corte-
sanía que reclamaba obediencia a un Dios a quien dicho sea de paso,
se habían transferido potestades sobre los elementos naturales.
Hacia finales de la Edad Media con los descubrimientos ultra-
marinos, se afianza la idea de la expansión territorial y la infinitud
de los recursos naturales disponibles en tierras exóticas listas para
ser ­explotadas en sus territorios y riquezas, que incluyen la mano de
obra y la sumisión de los naturales.

130
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

Al interior de las ciudades europeas, con el surgimiento de los


primeros conglomerados humanos y la incipiente industria surgen
modernas formas de contaminación, principalmente los problemas
relacionados con la disposición de desechos al agua así como la
proximidad de los mismos con el ámbito doméstico. Dichas afecta-
ciones no sólo eran propias del pueblo raso, sino un modo de subsis-
tencia de toda la población de la época; por ejemplo, en 1257 la reina
Eleanor debió abandonar el castillo de Nottingham a causa del humo
surgido por la gran cantidad de fogatas alimentadas con carbón que
ya cundían en la ciudad (la que fue adquiriendo fama de tener una
atmósfera poco respirable), en 1307 se prohibió quemar carbón en
Londres, pero el edicto fue ignorado74.
Hacia lo externo, la Iglesia interviene para justificar el dominio del
Nuevo Mundo75 (a través de las Bulas y las encíclicas), ­favoreciendo
la expansión de los horizontes eclesiásticos bajo el sistema de las en-
74
Posteriormente, durante la misma edad media en el condado de Foxton, Cambri-
deshire, un arroyo que atravesaba la ciudad abastecía a la vez de agua para consumo
humano y de transporte de deshechos, las dificultades de salud que esta situación
planteaba a los habitantes que vivían río abajo llevaron al estado a dictar ordenanzas
para limpiarlo entre 1541 y 1698, o para darle usos diferenciados de acuerdo a hora-
rios so pena de multa (sólo se podía usar el arroyo como vertedero durante la noche),
como lo señalan posteriores leyes dictadas sobre el mismo cuerpo de agua entre 1562
y 1698). (Sarlingo, 1998), Proyecto de ecología política interdisciplinariedad y cambio
social”, en Newsletter, UNICEN.
75
“Así las cosas, América ofreció a los Reyes Católicos una oportunidad extraordina-
ria. Aquí estaba un continente virgen, ocupado solo por tribus de salvajes desnudos
o por los estados semibárbaros de México y Perú, fácilmente dominados; un Nue-
vo Mundo, libre de las tradiciones e inhibiciones de la sociedad europea...”, (Haring,,
l972), El Imperio Hispánico en América, Buenos Aires, ediciones Solar, 1972, p. 16.

Con perfecto derecho los españoles ejercen su dominio sobre estos bárbaros del Nue-
vo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio y todo género de vir-
tudes y humanos sentimientos son tan inferiores a los españoles como los niños a los
adultos, las mujeres a los varones, como gentes crueles e inhumanos a muy mansos,
exageradamente intemperantes a continentes y moderados, finalmente, estoy por de-
cir cuánto los monos a los hombres.”

La justa guerra es causa de la justa esclavitud, la cual contraída por el derecho de
­gentes, lleva consigo la pérdida de la libertad y de los bienes.” Lipschutz, A., (1963), El
problema racial en la conquista de América, Mexico siglo veintiuno editores, pp. 72, 75.

131
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

comiendas, así el concepto del otro (al que no se comprende y se le


explota) se traslada a ultramar. La desigualdad se acentúa en favor
de los occidentales y en detrimento de los indígenas quienes se ven
diezmados en número, salud y patrimonio, a la par que los recursos
de las nuevas tierras son saqueados sin ninguna consideración, la
asignación y gobierno de las tierras recién dominadas es asunto ex-
clusivo de los europeos76.
En lo interno, Europa vive paulatinamente un retroceso del po-
derío eclesiástico, así como la formación de la clase burguesa. El
auge comercial interno e intercontinental produce un relajamiento
de la moral cristiana, y los reyes se vuelven acumuladores bajo la
influencia del metalismo, con lo que se torna recomendable la tras-
formación jurídica favorecedora de las libertades patrimoniales bajo
el anhelo de la unificación nacionalista de los Estados favorecidos,
que destruye los restos del feudalismo medieval hacia los siglos XVI,
XVII y XVIII. Otras teorías como la fisiócrata más adelante desacre-
ditarían la producción con valor agregado y reconocieron a la acti-
vidad agrícola como la única productiva, pero esto no ocurriría sino
hasta mediados del siglo XVIII.
Por su parte las doctrinas políticas acentúan el individualismo
moderno y lo justifican jurídicamente, las primeras manifestaciones
del impacto del medio ambiente en el ser humano se descubren gra-
cias a los avances científicos, el reconocimiento de la causa de las
epidemias en la suciedad de las grandes ciudades como Londres o

76
“El capitalismo se convertiría, en su “versión” latinoamericana (subalterno y atra-
sado), en la única opción para nuestros pueblos. Y como las revoluciones burguesas
(Inglaterra, Francia...) suministraron su contenido ideológico, el liberalismo, éste se
trasladó a América y, por eso, se habla insistentemente en la actualidad de democracia
como necesidad para América Latina. Se refieren, con ello, a la democracia capitalista
o democracia liberal (burguesa). El liberalismo, en sus vertientes económica y política
es históricamente básico para comprender el desarrollo de las sociedades de la Euro-
pa occidental y su gran influencia en la América Latina.” (Murillo, J.), La expansión
europea dl siglo XV al XVIII y su impacto en América Latina: La economía, la socie-
dad, los estados, las instituciones políticas”, http://www.histora.fcs.ucr.ac.cr/articulos/
jmurillo1.htm,

132
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

París, detonan grandes obras ingenieriles que modernizan el perfil


de las grande urbes europeas.
Por su parte, el rubro de ordenamiento territorial, la creación de
parques urbanos comienza en Inglaterra, cuando en el año de 1635
Carlos I dedicó al pueblo el Hide Park de Londres, y posteriormen-
te en los Estados Unidos 1844 William Bryant propuso la reserva-
ción de un terreno de Manhattan lo que después se convirtió en el
­Central Park, posteriormente se dieron los primeros grandes pasos
en la creación de parques nacionales con la totalidad de especies ani-
males y vegetales protegidas en su interior, le siguieron Rusia, Gran
Bretaña, Australia y Francia.
Hacia el siglo XVIII comienza una transformación profunda
de las estructuras sociales al iniciarse en Inglaterra la Revolución
­industrial, la cual pronto se extiende al resto de Europa, y con ello
sobreviene la gran crisis ambiental y social acompañada por el na-
cimiento de una nueva clase social, la obrera: “el nuevo otro”, suje-
to a la explotación y el hacinamiento. La naturaleza por su parte es
a la vez productora de riqueza y receptora gratuita de desechos, el
sometimiento se ve legalizado por una perspectiva anacrónica del
derecho que protege las libertades de los “iguales” (quienes pueden
pactar en uso de su voluntad condiciones esclavizantes de trabajo),
hay poca vinculación entre los daños ambientales y las acciones del
empresario quien enarbola la bandera del progreso como máxima
de su depredación77.
La conciencia de esta crisis encontró respuesta en el positivismo,
que pretendía dar solución a esta problemática a través de la ciencia
y la hostilidad hacia los grandes sistemas, esta tendencia se incorpora
al derecho a través del pensamiento de Kelsen. Por otro lado los po-
sitivistas reclasifican y proponen en las ciencias. Para el año de 1870
77
De esta situación parecen hacerse patentes para la sociedad de la época, dos cosas: 1.
Que el hombre podía transformar la naturaleza convirtiéndola en medio o material de
trabajo. 2. Que convenía incrementar el impulso a la técnica por ser la aplicación de la
ciencia y a interpretación de la razón (manifestada está en la técnica de las máquinas),
Villarroel, (2007), Ética y medioambiente. Ensayo de hermenéutica referida al entor-
no”, Revista de Filosofía, Universidad de Chile, Volumen 63.

133
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

Ernst Haeckel acuña el concepto de “ecología” situando esta ciencia


al lado de la biología, a la cual define como:
“Entendemos por ecología[...], el conjunto de conocimientos refe-
rentes a la economía de la naturaleza, la investigación de todas las
relaciones del animal tanto con su medio orgánico como inorgáni-
co, incluyendo sobre todo su relación amistosa y hostil con aquellos
animales y plantas con que se vincula directa o indirectamente”
(Ferro, A., López P., 2006).

Lamark, otro positivista también contribuye a la conformación de


la ciencia ecológica al hablar sobre las transformaciones continuas
de la naturaleza, lo que precede al pensamiento Darwiniano que re-
voluciona los dogmas de la época y aporta principios que enriquece-
rán la observación de los ecosistemas.
En este contexto y hacia el año 1798 Thomas Malthus vislumbra
(con la intención de refutar la hipótesis utilitarista78 de que a mayor
número de habitantes de la población, mayor número de individuos
trabajando juntos en la búsqueda de la felicidad) que el crecimiento
no controlado de la población generaría un problema de escaséz por
la diferencia de crecimiento entre los satisfactores naturales y el nú-
mero de habitantes, lo cual comenzó a alertar a ciertos grupos sobre
las consecuencias del crecimiento desmedido.
Por otra parte, con el pensamiento de Karl Marx y el de sus pre-
decesores socialistas se comenzaron a hacer estudios atacando a la
sociedad burguesa y sus desigualdades, proponiendo diversos esque-
mas para alcanzar la verdadera igualdad y en contra de la domina-
ción que surge de un sistema basado en la propiedad privada y el
lucro mercantilista. Marx fomenta un análisis más profundo y siste-
mático de los factores de dominación al postular al materialismo his-
tórico como la disciplina de análisis del fenómeno histórico social.

78
El utilitarismo de Bentham apoya el contexto del derroche, ya que la idea de la
suma total de todo el placer y del dolor, vino a identificarse con la maximización de la
producción de bienes, la premisa sobre la mayor felicidad para el mayor número llevó
a conclusiones que favorecían las penurias de las “minorías” obreras. (Watson, 2009),
Ideas, Historia intelectual de la humanidad, 3ra. Ed., Barcelona p. 886.

134
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

Más adelante, las ideas de Marx sembraron el germen del movi-


miento obrero, primero a través del ludismo, el cartismo, el coope-
rativismo y el sindicalismo, que aunque en principio se encaminaron
al rechazo social de los nuevos esquemas de producción en serie, ter-
minaron por constituirse en un movimiento de reivindicación de las
demandas de la clase obrera79, lo que significó el avance en diferentes
sistemas jurídicos, con la aparición de los derechos sociales, lo que
hace patente la necesidad de la intervención del Estado en favor de la
protección de la clase trabajadora no solamente en las vicisitudes del
presente sino hacia la protección colectiva del futuro, lo cual aporta-
rá más adelante a la visión de la sustentabilidad.
Una vez que el nuevo orden internacional se asentaba a mediados
del siglo XIX, con la sucesiva independencia de las colonias ameri-
canas, y en pleno auge de la Revolución Industrial, Inglaterra prota-
goniza una segunda etapa imperialista al lado de Portugal, Francia
y Bélgica, lo que abre la posibilidad a las grandes potencias de sa-
quear otros territorios y disponer a fuerza de presencia militar de los
­recursos humanos de tierras extrañas. Al mismo tiempo en Europa
(principalmente en Alemania), se identifica un retroceso en el pen-
samiento científico al difundirse una teoría sobre la desigualdad de
las razas humanas que justificaba la ocupación imperialista, lo que
más tarde desembocó en las doctrinas nacionalistas como el nazismo
(Watson, 2009, p. 1070).
En América, los estadounidenses hacían a un lado la visión indí-
gena de respeto a la naturaleza y se lanzaban a la industrialización,
los cultivos extensivos y la bonanza que representó la explotación
del petróleo, con lo que la idea del progresismo se asoció a la idea
americana de la abundancia, la superioridad y la protección de las
libertades individuales.
Por su parte, la abundancia de recursos naturales de territorios
vírgenes, propios y apropiados en África, India y América aportan

79
“La clase trabajadora no sólo se hizo más numerosa sino que se concentró mucho
más, y ello estimuló la conciencia de las masas” (Watson P., 2009), Ideas, Historia
intelectual de la humanidad, 3ra. Ed., Barcelona p. 880.

135
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

una cantidad de flora y fauna aparentemente inagotable que es ob-


jeto de depredación, símbolo de status y de dominación, apariencia
y ostentación de la sociedad aristocrática de la época (Caro, 2006),
ejemplo de ello es la caza indiscriminada de elefantes por la obtención
de marfil que hacia el siglo XIX causó la desaparición de esta especie en
gran parte del sur de África (López A. & otros); en 1778 iniciaron los
primeros viajes a la caza de ballenas, con lo que ­comenzó un periodo
de depredación indiscriminada de esta especie y no fue sino hasta 1946
cuando se formó una comisión internacional ballenera que estableció
un sistema de cuotas diversificadas, aunque estas fueron fácilmente
superadas por los cazadores (Andrew, J., 1978, p. 79).
Desde el otro ángulo, son dignas de mención las acciones sociales
emprendidas contra el agotamiento de los recursos biológicos, como
la labor de la Royal Society for the Protection of Birds integrada desde
1889, por un grupo de ciudadanos interesados en evitar la matanza
de aves cuyas plumas eran destinadas al ornamento de sombreros
femeninos, la cual generó fuertes presiones sobre el gobierno para
establecer vedas y reservas naturales para beneficiar aves amenaza-
das (Crawford, 1978, p. 130).
Como es sabido, Inglaterra persistió en sus problemas a­ mbientales
hasta muy entrado el siglo XX, ahora con numerosas crisis por smog
y lluvia ácida a causa del acelerado proceso de industrialización, a
partir de 1956 la Ley del Aire Limpio, introdujo controles moder-
nos sobre las diferentes modalidades de combustible que se podían
utilizar en el centro de la capital, y hacia 1970 la cantidad de humo
en el aire de Londres había descendido un ochenta por ciento, y la
cantidad de horas de sol de diciembre había aumentado un setenta
por ciento (Crawford, 1978, p. 135).
El nuevo modelo industrializado y de consumo de los Estados
Unidos de Norteamérica paulatinamente se forja a través del creci-
miento de su industria, en donde hacia finales del S. XIX y principios
del XX, surgieron y se consolidaron grandes imperios industriales
como el del acero, el petróleo y la electricidad, formando una élite
que llegó a influir incluso en las decisiones de Estado respecto a la

136
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

explotación de recursos nacionales así como a las políticas de inci-


dencia directa sobre los ecosistemas. Así se otorgaron autorizaciones
para la construcción de grandes presas que resecaron los cauces de
los ríos, se autorizaron descargas en cuerpos de agua, así como la
devastación de ecosistemas para la obtención de materia prima.
Las décadas mencionadas marcaron el inicio de un periodo de
sumisión de la ciencia al modelo económico generado en los Estados
Unidos, la actividad científica comenzó a identificarse preferente-
mente con la invención y la generación de patentes80, en la creación
de inventos y objetos novedosos cuyo propósito era brindar mayor
comodidad en lo cotidiano masificando el consumo, consolidando
el American Way of Life, otra manera de denominar al capitalismo.
Los medios de transporte (revolucionados a partir del ferrocarril),
adelantan significativamente con la introducción del automóvil
fabricado en serie, el cual a partir de ese momento generaría un
­vínculo indisoluble con la sociedad moderna, involucrando al Esta-
do en el sostenimiento de la infraestructura necesaria para la expan-
sión de la industria automotriz a través de la construcción de calles
y ­carreteras.
En el campo de lo urbano, al lado de las grandes obras hidráulicas,
el trazado de las grandes ciudades continuó tratando de adaptarse al
crecimiento demográfico y las nuevas necesidades de la población81,
la modernidad urbana y los rascacielos.
80
De 1883 a 1933 Estados Unidos de Norteamérica fue el principal solicitante de
patentes en el mundo, hasta que en 1933 Alemania le iguala, al día de hoy Estados
Unidos, Japón, Rusia y Corea lideran la lista de solicitudes presentadas. (OMPI 2007),
http://www.wipo.int/export/sities/www/freepublications/es/patents/931/wipo_
pub_931.pdf, p. 10.
81
Hacia el año 1500, la población mundial era cercana a los 500 millones de habitan-
tes, tuvieron que transcurrir cerca de 300 años para doblar esta cifra, ya que la po-
blación mundial no alcanzó los 1.000 millones de habitantes, sino hasta bien entrado
el siglo XIX. En cambio, para alcanzar los 2.000 millones (hacia 1930) de habitantes
sólo se tardaron poco menos de 150 años, y para duplicar esta última cifra, y llegar a
los 4.000 millones de habitantes en 1975, pasaron poco más de 45 años. (Alberich, J.),
Módulo población mundial y desarrollo sostenible, http://www.desenvolupamentsos-
tenible.org/index.php?option=com_content&id=3&Itemid=22&lang=es,

137
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

Entrado el siglo XX cobra especial atención la relación humana


con el medio ambiente, ya que los acontecimientos y documentos
subsecuentes que marcan nuestra actual consciencia sobre dicha
relación, se suceden casi incesantemente como consecuencia de la
expansión del modelo industrializado, consumista y globalista que
ha privado durante las últimas décadas.

2. Perspectivas éticas del medio ambiente


Como se ha señalado, una vez que el hombre comenzó a desarro-
llar el fenómeno político estatal y principalmente la visión religiosa
basada en dioses con características humanas (como es el caso de
las religiones clásicas) y más tarde con el surgimiento de la religión
monoteísta, se perfiló una oposición con el medio natural y una no-
ción de dominación del medio, bajo la cual el hombre fue concebido
como la cúspide de la creación y, por lo tanto regidor de los destinos
de las demás creaturas vivientes.
Posteriormente, con la llegada del pensamiento medieval, la pa-
trística y la escolástica, el antropocentrismo comienza a dominar en
la visión del hombre como único actor frente a su realidad (por de-
signio divino) y a la naturaleza como un receptor pasivo de dichas
acciones, sujetas a una valoración sobre lo bueno y lo malo, alejando
dichas apreciaciones de toda funcionalidad.
Durante la baja Edad Media, sobrevienen los cuestionamientos a
las teorías de la filosofía cristiana inspirando los primeros avances
del pensamiento científico, que despojan a la naturaleza de su carác-
ter de ente insondable hacia el de objeto de estudio.
Más tarde, con el advenimiento del pensamiento moderno y el
surgimiento de la ciencia surge la fragmentación cognoscitiva de la
naturaleza acusada por el abordaje de la ciencia de la época gracias
la separación entre la propia filosofía, el surgimiento de la física, la
consolidación de la química y las ciencias de la biología, con lo que
se inicia la moderna concepción del hombre frente a la naturaleza,
faltando aún un mayor desarrollo científico para redescubrir las re-

138
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

laciones integradoras entre ambos hemisferios del conocimiento hu-


mano (ciencias sociales y naturales).
No puede decirse que las visiones ético-filosóficas que se ocupan
de la relación hombre-naturaleza hayan surgido hasta entrado el
siglo XX (en donde a partir del setenta florecieron diversos movi-
mientos que enriquecieron y promovieron una perspectiva natu-
rocéntrica que hoy en día rivaliza con la inclinación capitalista de
buena parte del mundo occidental); sino que a lo largo de la historia
humana diversas corrientes filosóficas han abordado la cuestión de
la naturaleza desde su propia perspectiva.
Se hace preciso entonces señalar los diversos acontecimientos y
concepciones bajo los cuales a partir del siglo XX se ha tratado de
analizar y completar la cuestión ambiental. En 1948, y ante las evi-
dencias de la sobreexplotación de los recursos naturales como con-
secuencia del crecimiento poblacional, Fairfield Osborn publicó la
obra “Nuestro planeta saqueado”, en la que responsabiliza al modelo
industrial de la época por el agotamiento de recursos, vaticinando
consecuencias desastrosas para la humanidad y sugiriendo ante esta
visión medidas de contención de la explosión demográfica. Es una
obra representativa del catastrofismo neomalthusiano.
En estas épocas, la falta de regulación con que actuaban las em-
presas no solamente era propia de los Estados Unidos. En Japón, en
la década del cincuenta se detectó en la ciudad de Minamata una
enfermedad reconocida oficialmente hasta 1956 cuya causa directa
es la contaminación de efluentes con compuestos de metilmercurio
provenientes de plantas químicas82, dicho acontecimiento alertó a la

82
“La extensión y severidad de los daños tanto a la salud humana como al medio
ambiente causados por este tipo de contaminación no tiene precedentes en la histo-
ria humana. Este evento marca un giro en el reconocimiento, por parte de Japón, de
la importancia de las medidas contra la contaminación, e impulsa el desarrollo de
nuevas políticas y tecnologías para la protección medioambiental. Sin embargo, en
el caso puntual de la Enfermedad de Minamata, la demora inicial en la introducción
de medidas apropiadas ayudó a extender el daño más aún. Las empresas responsables
continúan pagando grandes sumas de dinero en indemnizaciones, mientras que el
gobierno continúa implementando amplias medidas para mitigar las secuelas de esta

139
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

comunidad internacional sobre las consecuencias de una regulación


laxa sobre las actividades industriales peligrosas por la influencia de
los contaminantes sobre los ecosistemas.
En el mismo año, se celebró el simposio denominado “El papel
del hombre en el cambio de la faz de la tierra” en Princeton, New
Jersey (cuyas memorias fueron editadas por William Thomas), re-
lacionadas con el impacto del hombre sobre los recursos naturales
(López, P. & Ferro, A., 2006).
En 1962, y a propósito de los daños causados por el ser humano en
los ecosistemas, Rachel Carson publicó la obra Primavera silenciosa
(Garza, V. 2009), la que enfatizó sobre el peligro de los plaguicidas
para el ambiente, principalmente sobre las aves y la introducción del
DDT en la cadena alimenticia, su obra trascendió a los sectores invo-
lucrados en el problema convirtiéndose en una referencia obligada
de las cuestiones ecológicas y de grupos ambientalistas de la época.
Para 1963, las perspectivas optimistas de los Estados Unidos ­sobre
el modelo productivista basado en el progreso industrial iban dete-
riorándose y mostrando sus limitaciones, como en el caso del deno-
minado gran apagón que dejó sin electricidad a gran parte de la costa
Este y del sur de Canadá, arrojando pérdidas millonarias. Sobre este
incidente, Barry Commoner basó su obra Ciencia y ­supervivencia
aparecida en 1966, en el cual se valora el papel de las trasformacio-
nes modernas y el sano desarrollo de la vida humana sobre la tierra.
Por lo que se refiere a la rápida expansión del parque vehicular
en las ciudades y su impacto transformador en el medio natural e
incluso social, puede mencionarse la obra “Peligroso a cualquier
­velocidad” de Ralph Nader, donde se denuncia la inseguridad de los
vehículos estadounidenses construidos por los grandes monopolios,
aparecida en 1966 (Peña, W., 2010).
Hacia 1967, otro suceso alertó a la comunidad internacional sobre
las consecuencias del manejo inadecuado de elementos contaminan-

contaminación”, (Ministerio del medio ambiente de Japón, 2013), http://www.env.go.


jp/chemi/tmms/ps-m/mat01/es_full.pdf, p. 5.

140
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

tes cuando el barco superpetrolero Torrey Canyon naufragó en las


aguas del sur de las costas de Inglaterra ocasionando una marea ne-
gra con el derramamiento de 120,000 toneladas de combustible, sin
que existiera en ese momento un protocolo de seguridad ante esas
contingencias (Crucero-guía).
Siguiendo con las cuestiones demográficas, durante la década del
sesenta se observó un incremento poblacional sin precedentes (ya
que entre 1968 y 1969 la población mundial se duplicó), así Paul R.
Ehrlich (De Mar, G.), publicó en 1968 la Bomba de la población, li-
bro en el que hablaba de los riesgos del crecimiento desmedido de la
población así como de su futuro y la consecuente escasez de alimen-
tos que llevaría a la muerte a millones de personas en unas cuantas
décadas, plasmando un pensamiento eminentemente malthusiano.
Las reacciones conservacionistas y ambientalistas comenzaron a
masificarse durante las décadas de los sesentas y el setenta, conforme
los movimientos promotores de la igualdad y de las libertades del
hombre prendían en las multitudes jóvenes de la primera genera-
ción de la post guerra. Así, en 1971, Bohlen y Stove fundan el grupo
ecologista con mayor tradición a nivel internacional, al que deno-
minan Greenpeace e inician sus estrategias activistas al impedir la
realización de pruebas nucleares en la isla de Amchitka, en Alaska
(Greenpeace).
Sin embargo, aunque no todas las manifestaciones contra activi-
dades dañinas al medio ambiente han tenido éxito, han sentado pre-
cedente importante en los movimientos ecologistas y la conciencia
social. Al respecto puede mencionarse el nacimiento del movimiento
antinuclear francés a raíz de la oposición que en 1971 generó la aper-
tura de la central nuclear de Fessenheim (Cervera, I.) en F ­ rancia, la
cual aunque inició actividades ha funcionado bajo la vigilancia del
ojo público. Este movimiento, que sienta las bases del movimiento
antinuclear, también dejaría sentir su influencia en la apertura de la
planta nuclear de Whyl, Friburgo (en Alemania), en donde desde
1975 a pesar del uso de la fuerza pública gubernamental se mantuvo

141
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

una resistencia, dicha oposición se prolongó por ocho meses, hasta


que el proyecto se descartó finalmente en 1977.
En el ámbito político, el pensamiento ambientalista pronto
­comenzó a hallar eco, y el 22 de abril de 1970 el senador estadou-
nidense Gaylord Nelson, promovió una manifestación encaminada
a la creación de una agencia ambiental en Estados Unidos, a dicha
convocatoria acudieron estudiantes de diferentes niveles del s­ istema
educativo así como cientos de simpatizantes, la presión social tuvo
como consecuencia la creación de la Environmental Protection Agen-
cy (Agencia de Protección Ambiental), así como la iniciativa de leyes
de corte ambiental. A partir de ese año se reconoce esa f­echa como
el Día de la Tierra en aquel país y tiene como finalidad crear una
conciencia común a los problemas de la superpoblación, la produc-
ción de contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras
preocupaciones ambientales para proteger la Tierra83.
Siguiendo con la asimilación política de las preocupaciones am-
bientales ahora en el ámbito de los acuerdos internacionales, el 11 de
mayo de ese año de 1972, se dirigió a la ONU un mensaje suscrito
por 2,200 científicos de todo el mundo respecto a la degradación del
medio ambiente, el que después fue conocido como Mensaje Men-
ton (Ecología política.org) : «vivimos en un sistema cerrado, total-
mente dependientes de la Tierra y unos de otros, y eso durante toda
nuestra vida y durante la de las generaciones que vendrán», con lo

83
En el año 2009 la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 22 de abril como
Día Internacional de la Madre Tierra como un “reconocimiento de que la Tierra y sus
ecosistemas nos proporcionan la vida y el sustento a lo largo de nuestra existencia.
También supone reconocer la responsabilidad que nos corresponde, como se expone
en la Declaración de Río de 1992, de promover la armonía con la naturaleza y la Tie-
rra a fin de alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y
ambientales de las generaciones presentes y futuras.
R
econociendo que la Madre Tierra refleja la interdependencia que existe entre los seres
humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos, (…) de la misma
forma esta fecha busca “destacar la necesidad de ayudar a mejorar las vidas de los
niños y los adultos que sufren del desorden para que puedan llevar una vida plena y
significativa.”

142
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

que se apreciaban las bases del concepto de desarrollo sustentable,


que habría de citarse en documentos posteriores.
En 1972 una ONG de corte neomalthusiano denominada El
club de Roma, en unión con un grupo de investigadores del Insti-
tuto Tecnológico de Massachusetts, publicaron (bajo el auspicio de
la ­Fundación Volkswagen), un texto denominado “Los límites del
crecimiento”, que señala los peligros que el crecimiento poblacional
enfrenta como consecuencia de la explosión demográfica84.
En el mismo año se celebra una reunión que marcaría un hito en
la historia ambiental, la conocida Declaración de Estocolmo sobre el
Medio Ambiente Humano, surgida de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el medio ambiente Humano, en la que se establece el
derecho fundamental de los hombres “al disfrute de condiciones de
vida adecuadas en un medio ambiente de calidad tal que le permita
llevar una vida digna y gozar de bienestar”, con “la solemne obliga-
ción de proteger y mejorar el medio ambiente para las generaciones
presentes y futuras”.
De este documento se desprende una serie de principios que a
nivel internacional han sentado las bases para el fortalecimiento de
la disciplina ambiental (Valverde, M.), como el de soberanía y res-
ponsabilidad, de buena vecindad y de cooperación internacional,
principio de acción preventiva, principio de precaución y el prin-
cipio del desarrollo sostenible. La reunión de Estocolmo significó el
nacimiento oficial de la disciplina ambiental, fuera de las precon-
cepciones de que se tratase de un tema de moda, exclusivo de clases
marginales y estilos de vida alternativos, para asumirse como una

84
“Las perspectivas resultaron muy negativas. Como consecuencia de la disminución
de los recursos naturales, hacia el año 2000 se produciría una grave crisis en las pro-
ducciones industrial y agrícola que invertirían el sentido de su evolución. Con algún
retardo la población alcanzaría un máximo histórico a partir del cual disminuiría rá-
pidamente. Hacia el año 2100 se estaría alcanzando un estado estacionario con pro-
ducciones industrial y agrícola per cápita muy inferiores a las existentes al principio
del siglo XX, y con la población humana en decadencia”, (González, J., 2012), Los
límites del crecimiento, http://www.ayto-toledo.org/medioambiente/a21/limitescreci-
miento.pdf.

143
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

materia con necesidad de ser reconocida y priorizada en las agendas


gubernamentales de todo el orbe.
Así, la conciencia de los daños que producen algunas actividades
ambientalmente indeseables se extendió a todos los sectores de la po-
blación, ejemplo de ello, lo constituye la movilización social ­contra
la ampliación de la base militar de Larzac, al sur de Francia, en don-
de miles de campesinos y labradores se manifestaron en contra de la
intención del Gobierno de expropiar los terrenos circundantes, bajo
la forma de una campaña de resistencia civil de naturaleza no violen-
ta y a ellos se sumaron cientos de integrantes de ONGs, los actos de
resistencia perduraron desde 1971 a 1981, este movimiento culminó
con la dimisión del proyecto ( López, M., 2009).
También el aprendizaje de las experiencias de catástrofes ambien-
tales ha configurado la concepción de la disciplina ambiental. En
1976, en Seveso, Italia, se registró el escape de un gas de extremada
toxicidad y persistencia en la fábrica de cosméticos Hoffmann-La Ro-
che, en el corto plazo se registró la afectación permanente de ­cientos
de personas, hubo que sacrificar cerca de 75.000 animales afectados,
y resultaron 18 hectáreas de terrenos contaminados, a largo plazo se
evidenció el efecto de malformaciones en los recién nacidos. Dicha
situación obligó a las autoridades europeas a ­establecer protocolos
para prevenir accidentes en las industrias químicas y el estableci-
miento de planes de emergencia (Ecologistas en acción, 2013).
A partir de 1978, surge una aproximación más a las cuestiones
ambientales: el eco feminismo o feminismo ecológico, que derivó
de un cuestionamiento profundo de las estructuras occidentales ac-
tuales basadas en la dominación y la explotación, asociadas con el
arquetipo masculino, para propugnar por un cambio “feminizante”
de la cultura, asociado con la protección de la vida y la comunidad
entre la humanidad. Este movimiento nació con la publicación de
las obras Gyn Ecology de Mary Daly85 (que identifica importantes

85
En dicha obra se analizan los mitos llegando a la certera conclu­sión de que la única
religión que prevalece en todas partes es el culto al patriarcado. Propone desarrollar
una conciencia ginocéntrica y biofí­lica de resistencia frente a la civilización falotécnica

144
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

vínculos históricos, experienciales, simbólicos y teóricos entre la


denominación de la mujer – y la de “otros” – y el dominio que el
hombre ha hecho de la naturaleza), y los trabajos de Collins quien
argumentó que el patriarcado, como cultura de dominación mas-
culina, se fundamentaba en cuatro pilares principales: el sexismo,
el racismo, la explotación de clase y la devastación medioambiental
(Villarroel, R., 2007).
Por otro lado, los efectos de la actividad del hombre continuaban
haciendo sentir sus efectos, en 1981 se descubrió el adelgazamiento
extremo de la capa de ozono sobre la Antártida, lo que constituyó la
primera demostración del agujero sobre la misma y su asociación
con el uso de clorofluorocarbonados (CFC) e hidroclorofluorocar-
bonados (HCFC), lo que provocó la inmediata movilización inter-
nacional para mitigar la situación, lo que finalmente se condicionó
mediante la firma del Protocolo de Montréal (PNUMA).
Otro fenómeno adicional quedó representado por la ­degradación
de las tierras como consecuencia del proceso de desertificación
(Abraham, E.). Descubierto en 1984 el proceso de desertificación
ocurre en las regiones áridas, semiáridas y subhúmedas secas, y es
resultante de diversos factores, incluso variaciones climáticas pero
sobre todo las actividades humanas y se le ha reconocido como uno
de los principales obstáculos a vencer en las sociedades que aspiran
a desarrollarse.
Otro avance importante a nivel internacional se dio en el año
de 1984, en que la Comisión Mundial sobre el medio ambiente y el
Desarrollo fue constituida por la Asamblea General de las Naciones
Unidas, como organismo independiente encargado de reexaminar
las cuestiones críticas relacionadas con el medio ambiente, propi-
ciando la cooperación de los actores involucrados.
No obstante, otro accidente de importancia ocurrió en Bhopal,
India, en 1984 al producirse una fuga química en una fábrica de
pesticidas, como consecuencia de la misma fallecieron alrededor de
y necrofílica dominante (Puleo, A., 2002), “El Ecologista”, Núm. 31, Centro de Recur-
sos, Estudios y Formación sobre Ecología Política, consultado el 10 de agosto de 2013.

145
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

8,000 personas en la primera semana y otras 12,000 en un periodo


más largo, los daños se extendieron a animales domésticos y al ga-
nado. Desgraciadamente la planta química sólo fue abandonada y
sólo hasta 2010 se dictó sentencia indemnizatoria para algunos de
los responsables, como consecuencia de este accidente se estableció
el día 03 de diciembre como el día mundial del no uso de plaguicidas
(GUIAR).
En 1986, nuevamente otro accidente marca un hito en la percep-
ción global de la relación del hombre con el medio ambiente, ahora
con la explosión del reactor nuclear de Chernobyl, Rusia. Entre los
daños reconocidos ocasionados por el accidente se cuentan: aproxi-
madamente 1 000 personas, entre los empleados del reactor que se
encontraban en el emplazamiento y los trabajadores de servicios de
emergencia, sufrieron una exposición intensa a ­altos niveles de ra-
diación el primer día del accidente; de los más de 200 000 trabajado-
res de servicios de emergencia y de operaciones de recuperación que
estuvieron expuestos a la radiación durante el período 1986-1987, se
estima que unos 2 200 morirán por una causa relacionada con esa
exposición.
Según las estimaciones, cinco millones de personas viven actual-
mente en zonas de Belarús, Rusia y Ucrania que están contamina-
das con radionucleidos debido al accidente; unas 100 000 de ellas
se encuentran en zonas que en el pasado fueron clasificadas por las
autoridades gubernamentales como “zonas de control estricto”. Las
actuales definiciones de las zonas deben revisarse y ajustarse a la luz
de las nuevas conclusiones (CNEA).
A raíz de este accidente se hizo evidente la propagación incontro­
lada de graves daños que se pueden causar en el ambiente, los cuales
no es posible contener dentro de límites políticos sino que pueden al-
canzar magnitudes transfronterizas y extensivas a través del t­ iempo.
Por su parte, se pretendió dar participación a los diferentes ­grupos
sociales en la búsqueda de una mayor concientización de los proble-
mas ambientales. Por ello, la propia ONU a través de su Comisión
Mundial Para el Medio Ambiente y el Desarrollo generó en 1987,

146
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

una investigación a la que se le denominó “Nuestro Futuro Común”,


mundialmente conocido como Informe Brundtland, en donde se es-
tablece que el actual modelo de desarrollo es el causante de las gran-
des brechas de pobreza y desigualdad lo que confronta directamente
la idea de sostenibilidad (Desarrollo sostenible).
Hacia 1988, se detecta otro problema causado por la relación hu-
mana con su medio ambiente: el cambio climático mundial86, lo que
ameritó acciones directas de la Organización Meteorológica Mun-
dial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA) como la formación del Grupo Interguberna-
mental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
En 1992, se registra un momento decisivo en la organización
de los pueblos en torno a la idea de desarrollo sostenible, conocida
como Cumbre para la Tierra, y convocada por la Organización de
las Naciones Unidas aportó respecto de los conceptos de desarrollo
y sustentabilidad. Del CNUMA, se desprendieron tres documentos:
[…] el Programa 21, un plan de acción mundial para p ­ romover el
desarrollo sostenible; la Declaración de Río sobre el Medio Ambien-
te y el Desarrollo, un conjunto de principios en los que se definían
los derechos civiles y obligaciones de los Estados, y una Declaración
de principios relativos a los bosques, directrices para la ordenación
más sostenible de los bosques en el mundo. Se abrieron a la firma
además dos instrumentos con fuerza jurídica obligatoria: la Con-
vención Marco sobre el Cambio Climático y el Convenio sobre la
Diversidad B­ iológica (Fundación desde América, 2007).

En 1997 y a propósito la presentación de una solución a las cues-


tiones de cambio climático, se acordó el Protocolo de Kioto cuya
finalidad consiste en reducir en un 5.2% las emisiones de gases de

86
De acuerdo a la propia IPCC, “El cambio del clima, tal como se entiende en relación
con las observaciones efectuadas, se debe a cambios internos del sistema climático o
de la interacción entre sus componentes, o a cambios del forzamiento externo debi-
dos a causas naturales o a actividades humanas. En general, no es posible determinar
claramente en qué medida influye cada una de esas causas. En las proyecciones de
cambio climático del IPCC se suele tener en cuenta únicamente la influencia ejercida
sobre el clima por los aumentos antropógenos de los gases de efecto invernadero y por
otros factores relacionados con los seres humanos.”

147
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

efecto invernadero globales sobre los niveles de 1990 para el periodo


2008-2012, con lo que se intenta hacer frente al cambio climático y
minimizar sus impactos87.
En el año 2012, con el objetivo de dar seguimiento a los avances
que se generaron en la conferencia Desarrollo Sostenible de Río de
Janeiro, se realizó la conferencia Río+20, con el interés de “fomentar
la equidad social y garantizar la protección del medio ambiente en
un planeta cada vez más poblado” (ONU).
Hacia el año 2000, se convocó la cumbre de la ONU sobre los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en donde se estableció
un plan de acción para alcanzar ocho objetivos relativos a la elimi-
nación de la pobreza, el desarrollo y el bienestar humano, logrables
hacia 2015.
Las preocupaciones planteadas en septiembre de 2000, y que se
reflejan en la Declaración del Milenio, aportan una visión más com-
pleja de las cuestiones ambientales relacionada con la protección
más amplia del hombre a través de lo ambiental, lo que da cuenta de
la nueva concepción de la materia, pues no sólo abarca problemas
evidentemente naturales sino que también protege el entorno social,
con una visión propia de la perspectiva filosófica de pensamiento
latinoamericano.

3. Extensión de la disciplina ambiental, de la visión adminis-


trativa a los derechos humanos
Se ha hecho ya un recuento de cómo la relación con la naturaleza
ha ido cambiando a lo largo de la historia, al igual que las sucesivas
transformaciones de índole económico, social, cultural y hasta reli-
gioso a la vez que éstas influencian a aquella y viceversa.
Así, en esta interrelación de influencias recíprocas, el hombre
se ha visto modelado incuestionablemente por la naturaleza y la

87
El acuerdo entró en vigor el 16 de febrero de 2005, sólo después de que 55 naciones
que suman el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero lo ratificaron. Su-
perpotencias como Estados Unidos y Australia aún no lo han ratificado.

148
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

­ aturaleza evidentemente ha sido transformada por el hombre. Al


n
mismo tiempo, la concepción del hombre sobre la naturaleza se ha
enriquecido y la cuestión ambiental se ha visto complementada con
mayores elementos en su construcción epistemológica, de esta ma-
nera, la ciencia ambiental actual abarca cada vez mayores elementos,
hasta constituirse como una disciplina holística y compleja.
Es por ello que la disciplina ambiental aborda actualmente una
amplia variedad de problemas que se han planteado en la relación
hombre - naturaleza, de acuerdo con Revuelta88:
a) La protección de la salud y la seguridad humanas.
b) La conservación del patrimonio estético, turístico y paisajístico.
c) La salvaguardia de la biósfera en sí misma.
d) La transparencia y libre circulación de la información sobre el
medio ambiente.
e) La prevención y reparación del daño ambiental.
f) El facilitamiento del acceso a la justicia ambiental.
g) El conocimiento científico y tecnológico.
h) La internalización de los costos ambientales.
i) La estabilidad social.
j) La tutela de la propiedad.
Como puede notarse la actual conformación de la disciplina am-
biental está relacionada no sólo con la naturaleza y la conservación
del equilibrio de sus ecosistemas y su influencia sobre la salud huma-
na, sino sobre la conservación del entorno natural del ser humano y
la conservación de su valor cultural intrínseco, lo que constituye un
avance importante hacia la protección de lo ambiental en todas sus
aristas, así como del reconocimiento de la indisoluble relación entre
el hombre y el medio.
Al mismo tiempo que ha madurado la transformación anterior-
mente descrita, la ciencia jurídica ha respondido haciendo evolu-
88
Revuelta, Benjamín (Coord.), Los retos del derecho ambiental en México, Universi-
dad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, 2010.

149
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

cionar ante estos planteamientos sus diferentes disciplinas, desde


el derecho civil tradicional romanizado (respecto de la tutela de la
propiedad individual a la común), el derecho sanitario (como parte
de los daños que el medio ambiente puede generar a la salud) y prin-
cipalmente el derecho administrativo (como parte de un tratamiento
sectorial del medio ambiente), hasta constituir un corpus más o me-
nos definido y aún en constante evolución que engloba un conjunto
de elementos y cuyas relaciones con el hombre constituyen su objeto
de tutela. Esta disciplina es el derecho ambiental.
Así, a partir de la maduración de esta disciplina jurídica, a la par
de la universalización de los derechos humanos, surgió el derecho a
un medio ambiente sano, como principio universalmente aceptado,
que compromete a los Estados a procurar, y establecer normas y po-
líticas que garanticen su vigencia.
De esta manera, el titular del derecho no es la persona, ni un grupo
social o la sociedad en su conjunto, sino toda la humanidad, es decir,
el conjunto de individuos que habitan el planeta. Las o ­ bligaciones
correlativas de este derecho que corresponden al Estado consisten
en: crear políticas públicas en las leyes secundarias, así como planes y
programas y acciones concretas de gobierno, preferentemente en senti-
do transversal, es decir, que atraviesen el conjunto de políticas genera-
das para otros aspectos del quehacer público.
De esta forma, el Pacto Internacional de Derechos ­E conómicos,
sociales y culturales adoptado en la Asamblea General el 16 de
­diciembre de 1966 y que entró en vigor el 23 de marzo de 1976 esta-
blece el derecho a un medio ambiente sano al señalar:
“Artículo 12…
2. Entre las medidas que deberán adoptar los Es-
tados Partes en el Pacto a fin de asegurar la plena
efectividad de este derecho, figurarán las necesarias
para:
b) El mejoramiento en todos sus aspectos de la hi-
giene del trabajo y del medio ambiente...”
Por lo que hace al Protocolo adicional a la Convención America-
na sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos,

150
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”, el derecho a un


medio ambiente sano se expresa de la siguiente manera:
“Artículo 11. Derecho a un Medio Ambiente Sano.
1. Toda persona tiene derecho a vivir en un medio
ambiente sano y a contar con servicios públicos
básicos.
2. Los Estados partes promoverán la protección,
preservación y mejoramiento del medio ambiente.”
No debe confundirse, sin embargo, el derecho que todos
t­enemos a la protección del medio ambiente sano (derecho huma-
no) como un sinónimo de derecho ambiental, es decir, el complejo
­jurídico-administrativo a través del cual se instrumenta este ­derecho.
Sin embargo, de la misma forma en que los derechos humanos y ,
en especial, el derecho humano al medio ambiente sano han surgido
como consecuencia de la aplicación de ideas filosóficas que versan
sobre la felicidad y la dignidad del ser humano, el derecho ambiental
también debe nutrirse de perspectivas filosóficas que le fortalezcan y
le permitan responder y ser congruentes con el derecho humano que
instrumentaliza, generando una alineación entre este y el derecho
común y entre este último y las políticas públicas.
Al respecto, la dispersión y la asincronía con que se han perfec-
cionado y difundido el derecho humano, la disciplina jurídica y las
políticas públicas en la materia, obligan a un análisis y un replan-
teamiento que permitan buscar una vigencia efectiva y una relación
concordante entre estos tres elementos, así como con el resto de las
garantías que deben implementarse en atención a estos derechos.
Así, el antropocentrismo moderado (en su vertiente kantiana),
aporta diversos elementos que debieran considerarse para construir
una ética jurídica ambiental que fundamente el marco normativo y
de política pública de manera que se asegure el cumplimiento del
derecho humano a un medio ambiente sano en México.
De lo expuesto, encontramos que una visión antropocéntrica mo-
derada fortalece los principios de responsabilidad por daño ambien-
tal y la participación social, y permite justificación de la equidad in-

151
Del antropocentrismo al ecosistema, integralidad y ética natural

tra e intergeneracional a los recursos ambientales susceptibles de ser


rescatados para establecer una ética jurídica que pueda dar sustento
a la viabilidad jurídica del derecho humano al medio ambiente sano.
Asimismo es necesario impulsar, mediante leyes, políticas y la
participación social, la equidad en el acceso a los bienes naturales
para asegurar el pleno goce del derecho humano al medio ambiente
sano, como lo es el derecho al agua, a la salud y la seguridad ­humanas,
así como la protección de la biósfera, con el objetivo de efectivizar el
principio de inter e intrageneracionalidad que impone el paradigma
de desarrollo sustentable, e incluso el acceso a la justicia ambiental
que permitiría dirimir los conflictos de acceso referente de las mayo-
rías a los recursos naturales.

4. El futuro de la disciplina

A manera de conclusión, se hace preciso señalar que la relación


entre el ser humano y la naturaleza constituye un vínculo indisoluble
desde el surgimiento de la propia civilización; sin embargo, la per-
cepción de éste ha variado conforme los modelos económico, social,
político y religioso sufren cambios partiendo de una perspectiva na-
turocéntrica inicial hacia un antropocentrismo fuerte surgido con
el advenimiento de la Revolución Industrial y la entronización del
modelo capitalista norteamericano.
Al mismo tiempo, la humanidad percibe el surgimiento de di-
versos problemas consecuencia del señalado modelo “moderno-­
capitalista” que otorga a la naturaleza un sentido meramente utilita-
rio, con lo que comienzan a mostrarse diferentes concepciones sobre
la relación entre el hombre y la naturaleza. Visiones como el con-
servacionismo surgen en diversas partes del mundo, más ­adelante
se incorporará la visión salubrista y administrativa de las cuestiones
ambientales.
Ya entrado el siglo XX los movimientos ecologista, ambientalista
y ecofeminista, que oscilan entre una visión antropocéntrica débil y
el biocentrismo, aportan a la conciencia social de los conflictos que

152
Mtra. Violeta mendezcarlo silva

plantea lo ambiental, por lo que la disciplina se ve enriquecida, des-


de un abordaje puramente ecológico y después multidisciplinario,
hasta constituirse como disciplina de abordaje múltiple (social y na-
tural), relacionada no sólo con la naturaleza como objeto de estudio
aislado sino también con el tejido social y el patrimonio cultural de
las agrupaciones humanas.
De esta manera, en la relación naturaleza-humanidad privan aún
varias tendencias, que se contraponen visiblemente, desde las que
favorecen el modelo consumista al asumir la conservación como la
procuración de un medio sustentado de producción y desgaste de re-
cursos mercantilizados, hasta las visiones holísticas y complejas que
pretenden reintegrar a la naturaleza como elemento primordial del
bienestar humano, ambos extremos y sus perspectivas intermedias
son influyentes en la instauración de políticas públicas, la creación
de leyes y la toma de decisiones del sector privado y social, por lo
que será cuestión de tiempo saber si puede haber una coexistencia
compatible entre dichas concepciones.

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158
Antecedentes constitucionales en México del derecho
humano al medio ambiente sano

Mtra. María Elizabeth López Ledesma89

Sumario
1. Introducción; 2. Antecedentes universales del derecho humano
al ambiente adecuado; 3. Antecedentes Nacionales; 3.3.1 Reformas
constitucionales en materia ambiental; 4. Reglamentación nacional
en materia del medio ambiente; 4.1 Constitución Política de los Es-
tados Unidos Mexicanos; 4.2 Ley General del equilibrio ecológico y
protección al ambiente. 5. Conclusiones.

1. Introducción

Los enfoques dados al estudio del derecho humano al medio


ambiente, han sido diversos como consecuencia de llevar implíci-
to perspectivas distintas, partiendo primariamente en reconocerlo
como un derecho humano, pasando por el contenido que le corres-
ponde al mismo, lo que comporta el arduo quehacer de determinar
mediante estudios multidisciplinarios – geográficos, químicos, físi-
cos, sociales, sociológicos, culturales por nombrar algunos -, ¿qué es
lo que daña al medioambiente?, ¿cómo se daña? y por último, ¿cómo
puede detenerse el avance de este deterioro ambiental que ha sido
89
Profesora Investigadora de Tiempo Completo de la Facultad de Derecho: “Abogado
Ponciano Arriaga Leija” de la UASLP. Doctoranda por la Universidad Carlos III de
Madrid.

159
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

y sigue coexistiendo como el costo del desarrollo del ser humano


y el fortalecimiento y formación de hábitat a lo largo del planeta,
enfocado en mayor grado en las ciudades más pobladas del mundo?
Al conocer las respuestas corresponde determinar jurídicamente la
viabilidad del derecho, es decir, ¿cómo, y en qué porcentaje podrá
hacerse real este derecho a través de circunscribir su dimensión jurí-
dica en nuestro caso particular a nivel nacional?
Consideramos que es un avance muy significativo el reconocerlo
como derecho humano en el contexto universal a través de la Decla-
ración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asam-
blea General de las Naciones Unidas (ONU)90 de fecha 10 de diciem-
bre de 1948, y en subsecuentes instrumentos universales91; ya en este
status contamos con un desarrollo mundial, al menos la voluntad
general existe y ésta permea en los Estados soberanos, quienes son
responsables de asumir las políticas universales y dar énfasis y dotar
de eficacia jurídica y viabilidad a este derecho en el territorio en que
cada uno despliega su soberanía, recordemos que: “Cada Civiliza-
ción requiere del medio ambiente para su subsistencia y desarrollo
tanto en las épocas primitivas como en las actuales. Lo importante
en esta circunstancia es el trato que al medio ambiente se le ha dado
hasta nuestros días en aras de la civilización”92.

90
www.nu.org. R/AG/217 A(III).
91
Declaración del Milenio Parte IV. Protección de nuestro Entorno Común. Núme-
ros: 21, 22 y 23 en http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/ares552.htmll consul-
ta: 9 junio de 2011; La Carta Internacional de derechos Humanos al Pacto Internacio-
nal de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención sobre los Derechos
del Niño de 1989; La Declaración y Programa de Acción de Viena de 1993, Reso-
lución sobre la Soberanía permanente de los recursos naturales de 1962); Convenio
sobre pueblos indígenas y tribales de 1989; Declaración sobre los derechos humanos
al bienestar, progreso y desarrollo social de 1969; Declaración Universal sobre la erra-
dicación del hambre y la mala nutrición de 1974. la Conferencia Diplomática sobre la
Reafirmación y el Desarrollo Internacional Humanitario Aplicable en los Conflictos
Armados, el Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949.
92
López Ledesma, María Elizabeth, Sistema de Protección internacional del medio am-
biente sano como derecho humano, en Derecho y medio ambiente sano, ­perspectivas,
coords., Alejandro Rosillo Martínez y Vicente Torre Delgadillo, Cenejus, 2012, p. 1

160
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

Toda la estructura jurídica en torno a este derecho, a nivel mun-


dial surge a principios de “los años 70 cuando se reconoce que la
degradación ambiental afecta los derechos humanos, y, en virtud de
ello, se inicia la integración de organismos internacionales para su
defensa y protección, creándose el principal organismo de las Nacio-
nes Unidas encargado de la cuestión del medio ambiente denomi-
nado “Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente”
(PNUMA)93, cuyas funciones son:
a) Resolver los problemas que los países no pueden enfrentar
­solos; y
b) Constituye un foro para crear acuerdos internacionales de la
materia.
Otro aspecto, objeto de estudio es la denominación que se le ha
dado en nuestro sistema jurídico Mexicano a partir de su reconoci-
miento a nivel Constitucional, puesto que, se le ha designado como
“derecho humano al medio ambiente, agregando algunos adjetivos
calificativos como son: “sano y adecuado”.
Dentro de las múltiples clasificaciones, se le ha asignado el lu-
gar de derecho difuso, por ser extenso y, por tanto, difícil determi-
nar lo que abarca94: flora, fauna, aire, tierra, mar, etcétera. Creemos
que tiene que ver con todo el ecosistema y como derecho humano
de la tercera generación si acudimos a esta clasificación de sentido
­doctrinario.
Lo substancial es la existencia del consenso internacional de ad-
mitir que nuestro planeta sufre un proceso de degradación científica-
mente comprobado, que las actividades humanas, son las ­causantes
del mismo, y por ello cada Estado debe realizar esfuerzos en su juris-
dicción doméstica para lograr la viabilidad de este derecho humano,
en México se han dado avances reveladores de este derecho y es a
través de su consagración en nuestra Carta fundamental, así como a

93
Ibídem., López Ledesma, María Elizabeth, p. 11
94
Rocatti, Mireille, Los derechos humanos y la experiencia del ombudsman en
­México, Ed., Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, 1995, p.176.

161
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

través de la ratificación de instrumentos internacionales en la mate-


ria de carácter universal, y de acuerdos bilaterales95 que constituyen
día a día un derecho supranacional con efectos universales.

2. Antecedentes Universales Del Derecho Humano Al


Ambiente Sano

La consolidación como un sistema de protección universal de la


naturaleza y la preocupación por los temas que atañen al mismo es a
95
Convención entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América
para la protección de aves migratorias y de mamíferos cinegéticos; Acuerdo de coope-
ración entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América sobre la
contaminación del medio marino por derrames de hidrocarburos y otras sustancias
nocivas; Convenio entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de Amé-
rica sobre cooperación para la protección y mejoramiento del medio ambiente en la
zona fronteriza (convenio de la paz); Convenio entre los Estados Unidos Mexicanos
y la república de Guatemala sobre la protección y mejoramiento del ambiente en la
zona fronteriza; Acuerdo entre los gobiernos de los Estados Unidos Mexicanos y los
Estados Unidos de América que modifica el acuerdo de cooperación entre los dos
gobiernos sobre la contaminación del medio marino por derrames de hidrocarburos
y otras sustancias nocivas del 24 de julio de 1980; Acuerdo entre los Estados Unidos
Mexicanos y los Estados Unidos de América sobre cooperación para la protección y
mejoramiento del medio ambiente en la zona metropolitana de la ciudad de México;
Acuerdo de cooperación ambiental entre el gobierno de los Estados Unidos Mexica-
nos y el gobierno de Canadá; Acuerdo de cooperación en materia de medio ambiente
entre el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y la república federativa del Brasil;
Convenio entre los Estados Unidos Mexicanos y Belice sobre la protección y mejo-
ramiento del ambiente y conservación de los recursos naturales en la zona fronteri-
za; Acuerdo entre el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de los
Estados Unidos de América sobre el establecimiento de la comisión de cooperación
ecológica fronteriza y el banco de desarrollo de América del norte; Protocolo entre
el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de los Estados Unidos de
América por el que se modifica la convención para la protección de aves migratorias
y de mamíferos cinegéticos; Protocolo modificatorio al acuerdo entre el gobierno de
los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de los Estados Unidos de América sobre
el establecimiento de la comisión de cooperación ecológica fronteriza y el banco de
desarrollo de América del norte, firmado el 16 de noviembre de 1993; Acuerdo entre
el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de la republica francesa
sobre el mecanismo de desarrollo limpio, en el marco del artículo 12 del protocolo de
Kioto, hecho el 11 de diciembre de 1997.

162
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

partir de la segunda mitad del siglo XX, a medida que se toma con-
ciencia a través de los efectos visibles de la degradación como pueden
ser: la pérdida de especies en flora y fauna con el consecuente cambio
de ecosistemas; desastres naturales reflejados en el aumento del nivel
de mar sobre la superficie terrestre al irse derritiendo los polos. Otro
efecto nocivo visible se hace patente en los problemas de salud física
del propio ser humano, presentes en diversas enfermedades y males
congénitos, que la ciencia médica se ocupa de determinar. Todo esto
por actividad industrial, o bien de aspectos bélicos.
La organización de las Naciones Unidas declaró a 1970 como “año
de la protección de la naturaleza” y en 1972 se reunió en E ­ stocolmo la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio Humano, cons-
tituyendo la declaración adoptada en esta Conferencia para muchos
autores el punto de partida del derecho ambiental en un sentido mo-
derno ya que se tiene el antecedente de la propia Declaración Uni-
versal de los Derechos humanos ya mencionada96.
Ha sido un trabajo arduo, pues no debemos dejar de pasar por
alto que: los Estados son los que administran soberanamente sus pro-
pios recursos, aspecto que justamente los hace responsables de prote-
ger y mantener en equilibrio del medio ambiente para el desarrollo
de los sujetos que conforman la población del mismo y, en este senti-
do, hacer viable el derecho humano a un medio ambiente adecuado.
Enfatizamos, sin embargo, el papel fundamental que han desem-
peñado las organizaciones internacionales y especialmente la de las
Naciones Unidas (ONU), a través de la dinámica y decidida acción
ambiental de sus órganos, sobre todo la Asamblea General y el Co-
mité Económico y Social (ECOSOC) así como la creación de institu-
ciones dedicadas específicamente a objetivos de protección de medio
ambiente, como son el programa de las Naciones Unidas sobre el
medio ambiente (UNEP).
Es a partir de la Conferencia de Estocolmo de 1972 que al derecho
ambiental internacional se le ha ido confiriendo objetividad, aunque

96
Supra, p. 2

163
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

no yace como un derecho obligatorio, solamente fija los criterios


para llevar a cabo el desarrollo armónico a nivel internacional del
Derecho Internacional medioambiental.
Vinculantes resultan las normas internacionales del derecho ma-
rítimo y aeroespacial, relativo a espacios comunes, es decir, al patri-
monio común de la humanidad, como son: el alta mar o mar abierto,
fondos marinos y oceánicos y los cuerpos celestes (astros). Sin em-
bargo, hay problemas que escapan de la esfera nacional y por ende
de la soberanía nacional para tener efectos con o en otros estados
soberanos, y es por eso mismo que se han creado numerosos instru-
mentos vinculantes que tienen relación directa con temas estricta-
mente de soberanías nacionales realizados entre dos o más estados,
en temas tan importantes como la protección a la atmósfera con los
tratados dirigidos a la reducción de las sustancias que destruyan la
capa de ozono (protocolo de Montréal, 1985) y de las emisiones de
los gases de efecto invernadero que amenazan gravemente el equili-
brio ecológico de nuestro planeta (protocolo de Kioto, 1988).
La protección Internacional al medio ambiente como derecho hu-
mano se da primeramente como derecho subordinado, al ser p ­ artícipe
de la viabilidad de derechos tan importantes como el de la salud, vida
y desarrollo y, en segundo lugar como, derecho humano autónomo.
La protección al medio ambiente en la década de los setenta97, se
inicia con el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y ­Culturales de 3 de enero de 1976 que señala como requisito necesa-
rio para hacer efectivo el derecho a la salud física y mental, el mejo-
ramiento del medio ambiente98. Además se señalan las importantes
declaraciones: del Milenio99, de Johannesburgo, de Río y Mauricio100;
97
Herrera Hernández, Cinthya, Reconocimiento del medio ambiente sano como un
derecho humano, enfoque para el Estado de México, en el derecho humano a un me-
dio ambiente sano, LIV del Estado Mexicano, Comisión de Derechos Humanos del
Estado de México, sexto ensayo sobre derechos humanos, 2003 p. 5
98
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Art. 12. No. 2 b).
99
Resoluciones: AG 55/2 en http://www.cinu.org.mx/prensa/especiales/ObjetivosDe-
sarrollo/ODM.htm consulta: 9 junio 2011.
100
10 al 14 de enero de 2005

164
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

emanadas de las Cumbres: Estocolmo 1972, Río De Janeiro 1992,


Johannesburgo en el año 2002 denominada Cumbre Mundial sobre
el Desarrollo Sostenible y Cumbre Mundial de 2005101.
La Declaración del Milenio fue aprobada en la Cumbre del Mile-
nio, celebrada del 6 al 8 de septiembre de 2000 en Nueva York, en
esta reunión se logró que se establecieran los siguientes objetivos:
•  Erradicar la pobreza.
•  Aumentar el desarrollo.
•  Disminuir enfermedades.
•  Reducir la injusticia, la desigualdad, el terrorismo y la delin-
cuencia.
•  Proteger el medio ambiente.
De importancia trascendental dando pauta para la realización de
los objetivos de la declaración en cuestión, se detalla en la propia
declaración en su fracción IV denominada “Protección de nuestro
Entorno común”, la necesidad de evitar el daño al medio ambiente
por la repercusión que implicaría el no poder contar con los recursos
necesarios para satisfacer necesidades, al mismo tiempo que estable-
ce la adopción de una “nueva ética de conservación y resguardo”102
que establece en su artículo 21:
Todas nuestras actividades relacionadas con el medio am-
biente y, como primer paso en ese sentido, convenimos
en lo siguiente:
– Hacer todo lo posible por que el Protocolo de Kyoto
entre en vigor, de ser posible antes del décimo aniver-
sario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Medio Ambiente y el Desarrollo, en el año 2002, e
iniciar la reducción de las emisiones de gases de efecto
invernadero.
101
Resolución AG/57/253.
102
Declaración del Milenio Parte IV. Protección de nuestro Entorno Común. Núme-
ros: 21, 22 y 23 en http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/ares552.htmll consul-
ta: 9 junio de 2011

165
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

– Intensificar nuestros esfuerzos colectivos en pro de


la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible
de los bosques de todo tipo.
– Insistir en que se apliquen cabalmente el Convenio
sobre la Diversidad Biológica y la Convención de las
Naciones Unidas de lucha contra la desertificación en
los países afectados por sequía grave o desertificación,
en particular en África
– Poner fin a la explotación insostenible de los recursos
hídricos formulando estrategias de ordenación de esos
recursos en los planos regional, nacional y local, que
promuevan un acceso equitativo y un abastecimiento
adecuado.
– Intensificar la cooperación con miras a reducir el
número y los efectos de los desastres naturales y de los
desastres provocados por el hombre.
-Garantizar el libre acceso a la información sobre la se-
cuencia del genoma humano.
Esta es la ética de conservación y resguardo que se determina en
la Declaración del Milenio para cuya realización es esencial el com-
promiso nacional y regional.
Las Naciones Unidas al codificar el desarrollo jurídico del medio
ambiente, se ha encargado de compilar y administrar numerosos
tratados mismos que a continuación se transcriben103:
•  Boletines informativos del GEO-4 (2007),
•  Últimas acciones del Programa Ambiental del Caribe,
•  Protocolo de Fuentes Terrestres de Contaminación Marina
(1999),
•  Protocolo de Áreas de Flora y Fauna Especialmente Protegidas,
SPAW (adoptado en 1990, entrada en vigor en 2000),

103
Op. Cit., López Ledesma, p. 13,14 y 15.

166
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

•  Convención internacional de lucha contra la desertificación en


los países afectados por sequía grave o desertificación, en parti-
cular en África (1994),
•  Acuerdos de Lusaka sobre operaciones conjuntas de represión
del comercio ilícito de fauna y flora silvestres (1994; promovido
por PNUMA),
•  Convenio sobre la Diversidad Biológica (1992),
•  Convención Marco sobre el Cambio Climático (1992),
•  Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos trans-
fronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación (1989)
(promovido por el PNUMA),
•  Convenio de Viena sobre la capa de ozono (1985),
•  Protocolo de Montréal (1987) y enmiendas: para preservar la
capa de ozono de la atmósfera (promovido por el PNUMA),
•  Convenio de Cartagena (adoptado en 1983, entrada en vigor en
1986),
•  Protocolo de Derrames de Petróleo (adoptado en 1983, entrada
en vigor en 1986),
•  Programa Ambiental del Caribe y el Convenio de Cartagena
(1983),
•  Convención sobre la contaminación transfronteriza del aire a
gran distancia („Convenio sobre la lluvia ácida) y 4 Protocolos
(1979; promovidos por la Comisión Económica de las Naciones
Unidas para Europa para reducir la contaminación atmosférica
en Europa y América del Norte),
•  Convención sobre sobre el Comercio Internacional de las Es-
pecies amenazadas de Fauna y Flora (1973; promovido por el
PNUMA),
•  Convenio sobre las marismas de importancia internacional, es-
pecialmente como hábitat de aves acuáticas (1972; promovido
por la UNESCO),

167
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

•  Convenio relativo a la protección de la herencia cultural y natu-


ral mundial (1972; promovido por la UNESCO),
•  Convenio internacional sobre cooperación, preparación, y l­ ucha
contra la contaminación por hidrocarburos (1990; promovido
por la Organización Marítima Internacional u OMI),
•  Convenio internacional sobre prevención de la contaminación
marina por los buques (1973; promovido por la OMI),
•  Convenio internacional por lanzamiento de desechos (1972;
promovido por la OMI),
•  Convenio internacional sobre intervención en alta mar en los
casos de accidentes de contaminación de las aguas por hidrocar-
buros (1969; promovido por la OMI),
•  Convenio internacional sobre prevención de la Contaminación
de las aguas de mar por los hidrocarburos (1954; promovido por
la OMI),
•  Convenio de Rotterdam para la aplicación al procedimiento
de consentimiento fundamentado previo a ciertos plaguicidas
y productos químicos peligrosos que son objeto de comercio
internacional (1998), permite a los países importadores de esas
sustancias decidir qué productos químicos desean recibir y re-
chazar los que no estén en condiciones de manejar de forma se-
gura. (PNUMA/FAO).

3. Antecedentes Nacionales

3.1. Reformas constitucionales en materia ambiental


La protección ambiental en nuestro país ha venido desarrollán-
dose a partir de instituciones y normatividad internacional, es decir,
de lo internacional hacia lo nacional, primero a través de las insti-
tuciones e instrumentos internacionales universales y, en segundo
lugar, del sistema regional europeo de la comunidad Europea, pues

168
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

en el derecho comunitario se ha ido consolidando la tutela del medio


ambiente como una de las funciones básicas104.
El derecho interno mexicano determina en virtud del principio
de supremacía Constitucional que los instrumentos ­internacionales
ratificados por el Legislativo poseen una jerarquía a la par de la
Constitución y los denomina de dos maneras: tratados y acuerdos
inter­institucionales105.
Como es un derecho de reconocimiento reciente más no en su
existencia, las constituciones mexicanas anteriores a la de 1917 no
lo reconocen u otorgan. Es a partir de las reformas de 28 de junio de
1999, que se consagra este derecho humano, primero como garantía
individual:
Junio 28 de 1999. Se adiciona un párrafo quinto al artículo 4°
Constitucional: “…toda persona tiene derecho a un medio ambiente
adecuado para su desarrollo y bienestar”.106
Se otorga, como garantía individual y habla de medio ambiente
adecuado, que más tarde se modifica.
A partir de las reformas de 1º de junio, esta garantía por extensión,
es decir por virtud de la denominación del capítulo constitucional
como de los Derechos Humanos y sus garantías, pasa a ser un dere-
cho humano: “reconocido y garantizado”.
Sufre de otra reforma de fecha 8 de febrero de 2012 cuya redacción
hasta ahora es la siguiente:
Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su de-
sarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho.
El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad para quien
lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley.107

104
Blanca Lozano Cutanda, Administración y legislación ambiental, 4 edicion, edito-
rial Dykinson, 2008. p. 105
105
Artículo 136 CPEUM
106
en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/dof/CPEUM_ref_141_28jun99_
ima.pdf
107
Párrafo adicionado DOF 28-06-1999. Reformado DOF 08-02-2012 en http://www.

169
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

Ahora el derecho humano que se garantiza es el medio ambiente


“sano”.
Conforme a la responsabilidad que se genera para los que provo-
quen el daño y deterioro ambiental, el propio texto Constitucional
nos remite a la ley, de esa forma se refiere tanto a la reglamentación
constitucional que se ha generado en nuestro país, misma que se de-
talla en el tema siguiente, y que protege este derecho en el ámbito
nacional, sin dejar de mencionar toda la reglamentación internacio-
nal que obliga al Estado mexicano, por virtud de la ratificación de
instrumentos internacionales.108
Y por otra parte a estas reformas consideremos la remisión in-
directa dentro del propio texto Constitucional a los artículos 25 y
27, los cuales hacen referencia a la sustentabilidad en cuanto a las
actividades que México desarrolla para su crecimiento económico,
es decir para su desarrollo.
La sustentabilidad o sostenibilidad como términos del vocabulario
científico de la ciencia ambiental implican la conservación del medio
ambiente; por consiguiente, con ello se enfatiza que dentro del mar-
co constitucional nacional el estar reconocido el derecho humano al
medio ambiente se marca como imperativo en los citados artículos
dirigidos a las Autoridades en el marco de las acciones tendientes al
desarrollo económico del Estado a manejar de forma eficiente los
recursos naturales renovables para mantener el equilibrio de ellos
sin dañar el medio ambiente, es decir a que la rectoría económica
del desarrollo del Estado garantice la sustentabilidad del mismo.109

4. Reglamentación nacional en materia del medio ambiente

4.1. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos

diputados.gob.mx/LeyesBiblio/htm/1.htm consulta 6 de agosto 2013.


108
Supra., p. 9,10 y 11
109
Artículo 25 y 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

170
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

La Reglamentación a este derecho humano se encuentra en la


normativa interna aplicable que se encuentra en la Constitución Po-
lítica de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 en tres artículos de
donde se desprende la base para su celebración. En primer término,
el artículo 89, fracción X, que señala:
Artículo 89. Las facultades y obligaciones del presidente son
las siguientes:

[…]

X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internaciona-


les, sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conduc-
ción de tal política. El titular del poder ejecutivo observara
los siguientes principios normativos: la autodeterminación
de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de con-
troversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza
en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los
estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la
lucha por la paz y la seguridad internacionales.

Si bien no hay mención expresa a lo ambiental, es fácil detectar la


repercusión que algunos de estos principios normativos con rango
constitucional encuentran en la normativa soft y hard de lo interna-
cional ambiental.
En segundo término complementa a esta disposición constitucio-
nal el artículo 76, fracción I, que establece lo siguiente:
Artículo 76. Son facultades exclusivas del Senado:

I. “Analizar la política exterior desarrollada por el ejecutivo


federal… además, aprobar los tratados internacionales y con-
venciones diplomáticas que celebre el ejecutivo de la Unión.

Esta disposición constitucional reafirma la intervención del Se-


nado a través de la aprobación de los tratados internacionales. Por
último señala el artículo 133 que establece lo siguiente:

171
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

Artículo 133. Esta constitución, las leyes del Congreso de la


Unión que emanen de ella y todos los tratados que estén de
acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el
presidente de la Republica, con aprobación del senado, será
la ley suprema de toda unión. Los jueces de cada estado se
arreglaran a dicha constitución, leyes y tratados, a pesar de
las disposiciones en contrario que pueda haber en las consti-
tuciones o leyes de los estados.

Y en las siguientes hace referencia a la protección y cuidado del


medio ambiente.
El artículo 4 establece toda persona tiene derecho a un medio am-
biente adecuado para su desarrollo y bienestar. Es decir que se reco-
noce como una derecho humano individual, el artículo 115 f­ racción
III, establece como funciones y servicios públicos a cargo del muni-
cipio los siguientes:
a) agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición
de sus aguas residuales,
b) alumbrado público,
c) limpia, recolección, traslado, tratamiento y disposición final de
residuos.
Igualmente el artículo 73 dispone como facultad del Congreso en
su fracción XVI, lo siguiente:
A. “las medidas que el consejo haya puesto en vigor en la
campaña contra el alcoholismo y la venta de sustancias que
envenenan al individuo o degeneran la especie humana, así
como las adoptadas para prevenir y combatir la contamina-
ción ambiental, serán después revisadas por el congreso de la
unión en los casos que le competan”.

Corresponde en materia ambiental tanto a la Federación, Estados


y Municipios dar viabilidad a este derecho humano a través de las
competencias y funciones asignadas constitucionalmente.

172
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

4.2. Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al


Ambiente (LEEGPA)
Como marco jurídico en conjunto con nuestra Constitución, Mé-
xico cuenta con la Ley General del equilibrio ecológico y protección al
ambiente. Su antecedente más cercano es la Ley Federal para Preve-
nir y Controlar la Contaminación de 1971. La Ley Federal de Pro-
tección al Ambiente de 1982; en el año de 1988 durante el mandato
del Licenciado Miguel De la Madrid Hurtado, se decreta la primera
ley marco con pretensión de dirigir las disposiciones protectoras del
medio ambiente. En el año 1996 sufre una trascendental reforma
como producto de recomendaciones y requerimientos tendientes a
mantener un adecuado ambiente para la vida y desarrollo de nuevas
generaciones, al mismo tiempo fomentar y promover el desarrollo
sustentable de los recursos naturales a partir de la viabilidad de las
normas propuestas en las diversas legislaciones nacionales e interna-
cionales, propuestos por los diversos sectores de la sociedad durante
la Consulta Nacional sobre Legislación Ambiental convocada en el
año de 1995 por la comisión de ecología y medio ambiente de las
cámaras de diputados y senadores.
En términos generales esta reforma tuvo como propósitos: esta-
blecer un proceso de descentralización ordenado, efectivo y gradual
de la administración, ejecución y gradual de la administración, eje-
cución y vigilancia ambiental a favor de las autoridades locales.
Ampliar la participación ciudadana en la gestión ambiental, crean-
do la denuncia popular. Limitar los márgenes de d ­ iscrecionalidad
de la autoridad dando de esta forma seguridad jurídica a los sujetos
activos de derechos humanos.
Ampliar y dar a conocer términos y conceptos que tienen injeren-
cia en lo ambiental como: sustentabilidad y biodiversidad y que en el
marco del derecho internacional ambiental se conocen y protegen.
A través de esta ley se pretende lograr la descentralización de la
materia ambiental mediante la participación de los Estados y Muni-
cipios, control de residuos, evaluación de impacto ambiental, ­control

173
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

de acciones para protección, preservación y restauración en la zona


federal marítima terrestre y cuerpos de aguas nacionales, entre otros.
Esta ley es orden público e interés social y tiene por objeto propi-
ciar el desarrollo sustentable y además:
I. Garantizar el derecho de toda persona a vivir en un medio
ambiente adecuado para su desarrollo, salud y bienestar;
II. Definir los principios de la política ambiental y los instru-
mentos para su aplicación;
III. La preservación, la restauración y el mejoramiento del am-
biente;
IV. La preservación y protección de la biodiversidad, así como
el establecimiento y administración de las áreas naturales
protegidas;
V. El aprovechamiento sustentable, la preservación y, en su
caso, la restauración del suelo, el agua y los demás recursos
naturales, de manera que sean compatibles la obtención de
beneficios económicos y las actividades de la sociedad con la
preservación de los ecosistemas;
VI. La prevención y el control de la contaminación del aire,
agua y suelo;
VII. Garantizar la participación corresponsable de las personas,
en forma individual o colectiva, en la preservación y restau-
ración del equilibrio ecológico y la protección al ambiente;
VIII. El ejercicio de las atribuciones que en materia ambiental
corresponde a la Federación, los Estados, el Distrito Federal
y los Municipios, bajo el principio de concurrencia previsto
en el artículo 73 fracción XXIX – G de la Constitución;
IX. El establecimiento de los mecanismos de coordinación, in-
ducción y concertación entre autoridades, entre éstas y los
sectores social y privado, así como con personas y grupos
sociales, en materia ambiental, y

174
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

X. El establecimiento de medidas de control y de seguridad


para garantizar el cumplimiento y la aplicación de esta Ley
y de las disposiciones que de ella se deriven, así como para
la imposición de las sanciones administrativas y penales que
correspondan.
La LGEEPA cuenta con seis títulos y sus respectivos capítulos que
a continuación reproducimos:
Dentro del Capítulo II titulado de la Distribución de Compe-
tencias y Coordinación, establece que la Federación, los Estados, el
Distrito Federal y los Municipios ejercerán sus atribuciones en ma-
teria de preservación y restauración del equilibrio ecológico y la pro-
tección al ambiente; el Capítulo III, relativo a la Política Ambiental
establece en primer lugar los principios que deberán regir a dicha
política como son:
I. Los ecosistemas son patrimonio común de la sociedad y de
su equilibrio dependen la vida y las posibilidades producti-
vas del país;
II. Los ecosistemas y sus elementos deben ser aprovechados de
manera que se asegure una productividad óptima y sosteni-
da, compatible con su equilibrio e integridad;
III. Las autoridades y los particulares deben asumir la responsa-
bilidad de la protección del equilibrio ecológico;
IV. Quien realice obras o actividades que afecten o puedan afec-
tar el ambiente, está obligado a prevenir, minimizar o reparar
los daños que cause, así como a asumir los costos que dicha
afectación implique. Asimismo, debe incentivarse a quien
proteja el ambiente y aproveche de manera ­sustentable los
recursos naturales;
V. La responsabilidad respecto al equilibrio ecológico, com-
prende tanto las condiciones presentes como las que deter-
minarán la calidad de la vida de las futuras generaciones;
VI. La prevención de las causas que los generan, es el medio más
eficaz para evitar los desequilibrios ecológicos;

175
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

VII. El aprovechamiento de los recursos naturales renovables


debe realizarse de manera que se asegure el mantenimiento
de su diversidad y renovabilidad;
VIII. Los recursos naturales no renovables deben utilizarse de
modo que se evite el peligro de su agotamiento y la genera-
ción de efectos ecológicos adversos;
IX. La coordinación entre las dependencias y entidades de la ad-
ministración pública y entre los distintos niveles de gobierno
y la concertación con la sociedad, son indispensables para la
eficacia de las acciones ecológicas;
X. El sujeto principal de la concertación ecológica son no sola-
mente los individuos, sino también los grupos y organiza-
ciones sociales. El propósito de la concertación de acciones
ecológicas es reorientar la relación entre la sociedad y la na-
turaleza;
XI. En el ejercicio de las atribuciones que las leyes confieren al
Estado, para regular, promover, restringir, prohibir, orientar
y, en general, inducir las acciones de los particulares en los
campos económico y social, se considerarán los criterios de
preservación y restauración del equilibrio ecológico;
XII. Toda persona tiene derecho a disfrutar de un ambiente ade-
cuado para su desarrollo, salud y bienestar. Las autoridades
en los términos de esta y otras leyes, tomarán las medidas
para garantizar ese derecho;
XIII. Garantizar el derecho de las comunidades, incluyendo a
los pueblos indígenas, a la protección, preservación, uso y
aprovechamiento sustentable de los recursos naturales y la
salvaguarda y uso de la biodiversidad, de acuerdo a lo que
determine la presente Ley y otros ordenamientos aplicables;
XIV. La erradicación de la pobreza es necesaria para el desarrollo
sustentable;
XV. Las mujeres cumplen una importante función en la protec-
ción, preservación y aprovechamiento sustentable de los

176
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

recursos naturales y en el desarrollo. Su completa participa-


ción es esencial para lograr el desarrollo sustentable;
XVI. El control y la prevención de la contaminación ambiental,
el adecuado aprovechamiento de los elementos naturales y el
mejoramiento del entorno natural en los asentamientos hu-
manos, son elementos fundamentales para elevar la calidad
de vida de la población;
XVII. Es interés de la nación que las actividades que se lleven a
cabo dentro del territorio nacional y en aquellas zonas donde
ejerce su soberanía y jurisdicción, no afecten el equilibrio eco-
lógico de otros países o de zonas de jurisdicción internacional;
XVIII. Las autoridades competentes en igualdad de circunstan-
cias ante las demás naciones, promoverán la preservación y
restauración del equilibrio de los ecosistemas regionales y
globales;
XIX. A través de la cuantificación del costo de la contaminación
del ambiente y del agotamiento de los recursos naturales
provocados por las actividades económicas en un año de-
terminado, se calculará el Producto Interno Neto Ecológico.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
integrará el Producto Interno Neto Ecológico al Sistema de
Cuentas Nacionales; y
XX. La educación es un medio para valorar la vida a través de la
prevención del deterioro ambiental, preservación, restaura-
ción y el aprovechamiento sostenible de los ecosistemas y con
ello evitar los desequilibrios ecológicos y daños ambientales.
Dada la naturaleza de la Ley General del Equilibrio Ecológico y
Protección al Ambiente, al constituirse como una Ley Marco, exis-
ten un gran número de Reglamentos derivados de esta, por lo que
nos permitiremos enunciar los más significativos:
•  Para la Evaluación del Impacto Ecológico.
•  Para la Prevención y Control de la Contaminación de la Atmós-
fera.

177
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

•  Para los Residuos Peligrosos.


•  En materia de Auditoría Ambiental.
•  En materia de Áreas Protegidas.
•  Para la prevención y control de la Contaminación generada por
vehículos automotores.
Cabe destacar, que no solo se derivan reglamentos de la LGEE-
PA, sino que también una serie de acuerdos, guías para la elabora-
ción de manifiestos, entre otros documentos que forman parte de la
gran gama de la legislación ambiental mexicana.

5. Conclusiones
El derecho humano al medio ambiente no es un derecho de exis-
tencia reciente, lo que sí es nuevo es su reconocimiento como tal a
nivel universal y nacional, como ha sucedido con otros derechos.
La protección, reconocimiento y difusión de este derecho huma-
no ha venido gestándose desde ámbito internacional, a partir del De-
recho Internacional de los Derechos humanos, es decir, del sistema
internacional universal hacia nuestro derecho nacional o doméstico,
lo cual significa que en nuestro país se está creando y adaptando día
a día disposiciones y compromisos internacionales para hacer ­viable
este derecho, no hay que olvidar que cada Estado soberano es el res-
ponsable de hacer viable y proteger los derechos humanos de con-
formidad con su sistema jurídico, cultura, economía, organización,
en fin con la infraestructura jurídica, social y económica que posea,
adaptándose desde luego a los instrumentos internacionales ratifica-
dos por el estado mexicano.
Como consecuencia lógica del reconocimiento y desarrollo del
derecho al medio ambiente sano a nivel internacional la protección
y su instauración como garantía o bien como derecho humano de
acuerdo a la realidad mexicana ha sido lenta, no se había ­instituido
en ningún texto constitucional sino a partir de una reforma a la
Constitución de 1917 – que actualmente nos rige – es cuando se
otorga y posteriormente se reconoce como tal.

178
Matías de la Cruz, González Luna, López Reyes

No hay que descalificar los esfuerzos realizados por el gobierno


mexicano primero en reconocer la existencia del mismo y consa-
grarlo constitucionalmente, no con la prontitud y urgencia que se
ha requerido pero ya existe y a través de la reglamentación legal y
constitucional se le está fortaleciendo día a día para lograr su viabili-
dad. Resulta trascendental y urgente una vez reconocido que se ins-
tituyan programas de protección ambiental desde diversas esferas,
educativas, cívicas, económicas, etcétera, para lograr en la realidad
mexicana la verdadera viabilidad de este derecho humano.
Recordemos que no solo es responsabilidad del gobierno mexi-
cano hacer viable este derecho, es de esa clase de derechos h ­ umanos
al que no solamente la conducta de la Autoridad es suficiente para
fortalecerlo, protegerlo y gozarlo, sino también corresponde a toda
la población, a través de una cultura cívica, colaborar desde su res-
pectivo lugar dentro de la sociedad para favorecer la viabilidad del
mismo, debemos, en este sentido, reconocer como sociedad, que
para lograr un medio ambiente adecuado se requiere de un esfuerzo
dual de: Población y Gobierno.

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179
Antecedentes constitucionales en México del derecho humano (...)

López Ledesma, M. E. (2012). Sistema de Protección internacional


del medio ambiente sano como derecho humano, en Derecho y
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Cámara De Diputados: Http://Www.Diputados.Gob.Mx


Naciones Unidas: Www.Nu.Org.
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Juridicas.Unam.Mx/

Legislación

Constitución Política De Los Estados Unidos Mexicanos.


Declaración Del Milenio.
Ley General Del Equilibrio Ecológico y de Protección Al Ambiente.
Pacto Internacional De Derechos Económicos, Sociales Y Culturales.

180
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

Dr. Armando Medina Jiménez110

Sumario
1. Antecedentes, 2. Problemática, 3. Objetivos, 4. Marco teórico, 5.
Ordenamiento ecológico del territorio, 6. Derechos y garantías am-
bientales, 7. Metodología, 8. Resultados.

1. Antecedentes
Es indudable que la sociedad desarrolla una tendencia creciente
hacia su permanente evolución, se aprecian avances científicos que
relativamente hace poco tiempo se creían imposibles de realizar y
aplicar, si hacemos un corte en el tiempo, podemos observar los pro-
digios alcanzados en la medicina, física, química, en la matemática,
y la informática entre otros, no queda más que hacer una profunda
reflexión de que se está inmerso en una sociedad globalizada del co-
nocimiento.
Las ciudades, centros urbanos y comunidades, han tenido un de-
sarrollo y crecimiento de acuerdo a su potencial económico, indus-
trial, comercial entre otros, pero generalmente la mayoría de las po-
blaciones experimentan un proceso natural de crecimiento debido al
aumento de la población, en este caso México (112.3 millones de ha-
bitantes según el Censo de Población de 2010 de INEGI). Tiene una
tasa de crecimiento del 1.61%, aunque tiende a bajar a 0.55% durante
110
Profesor Investigador de la Facultad de Contaduría y Administración de la Univer-
sidad Autónoma de San Luis Potosí

181
el periodo de 2010 – 2030 según las proyecciones del mismo INEGI,
si se promedia la tasa de crecimiento 1.08 % por los 112.3 millones,
para el 2030 la población sería de 121.3 millones de mexicanos.
La construcción de nuevas ciudades y la aparición de los c­ entros
financieros mundiales en los que predominan los edificios (­Shanghái,
Dubái, etc.) de varios decenas de niveles, han impulsado, entre otros
factores, la construcción de estos en el mundo, México no es la ex-
cepción, en las ciudades mexicanas se empiezan a desarrollar centros
habitacionales y de negocios en áreas específicas para ellos, lo ante-
rior permite abatir costos de construcción así como en la infraes-
tructura de servicios, como el agua, drenaje y electricidad. Entonces
la construcción de estos desarrollos, tienen ventajas de índole eco-
nómica, habría que analizar si también traen aparejados beneficios
sociales y ambientales para que se puedan considerar sustentables.
Cabe señalar entonces que los desarrollos habitacionales de edifi-
cios de más de dos niveles construidos en áreas adecuadas para ello,
generan beneficios económicos por los ahorros generados, sin em-
bargo en donde está el centro de la discusión del presente trabajo,
es en la construcción de edificios de más de dos niveles en zonas,
manzanas y calles en donde ya existe construcción de viviendas de
uno o dos niveles de altura, esto lesiona los derechos humanos y am-
bientales de las personas que habitan por razones de vivienda o de
trabajo en las construcciones aledañas a dichos edificios que se ven
privadas de tener acceso al uso y beneficios del sol.
Actualmente, en la ciudad de San Luis Potosí se observa el de-
sarrollo de nuevos fraccionamientos y unidades habitacionales, en
donde se observan viviendas unifamiliares, pero también unidades
de condominio vertical al lado de viviendas de uno o dos niveles las
cuales son afectadas por la cancelación del derecho al acceso al sol.

2. Problemática

La ciudad de San Luis Potosí, debido a su ritmo de crecimiento


normal, se agrega el potencial comercial e industrial, y considerado

182
en el futuro como un importante centro logístico a nivel mundial (lo
cual en sí mismo es positivo en mucho aspectos), los desarrolladores
inmobiliarios y en general el sector de la construcción de viviendas,
siguiendo las tendencias actuales en cuanto al desarrollo de nuevos
conjuntos habitacionales, han construido en fraccionamientos, pri-
vadas y calles en ciertas zonas de desarrollo comercial, edificios de
condominio vertical de diversos niveles de altura al lado de viviendas
y construcciones de uno o dos niveles de altura.
Entre los factores que originan este tipo de construcción pueden
incluirse los económicos, la reducción de costos de construcción,
aumento en el precio de suelo para construcción, disponibilidad
del espacio para la construcción de alta plusvalía, entre otros. En las
áreas urbanas ya construidas y con ciertos años de antigüedad tam-
bién se observa este tipo de construcción con severas c­ onsecuencias
para las viviendas o construcciones aledañas.
La construcción de edificios construidos de varios niveles de al-
tura al lado de viviendas de uno o dos niveles obstruyen el acceso
parcial o total a los rayos solares de las viviendas y construcciones
aledañas con uno o dos niveles, la afectación es que las vivien-
das se ven privadas de recibir el gradiente de la energía solar y los
­beneficios de éste que tenían anterior a la construcción del edificio;
las consecuencias al recibir menor horas de captación de energía so-
lar son: Cancelación del derecho de todas las personas que viven en
construcciones aledañas a edificios de más de 2 niveles, al disfrute
pleno de la energía y beneficios del sol, construcciones con menor
cantidad de energía solar y luminosa, cambios en la temperatura de
las ­viviendas, cambios físicos y psicológicos de las personas que ha-
bitan las construcciones afectada, disminución de la plusvalía de las
construcciones y viviendas.
Si bien el problema se presentaba de manera aislada en varios
puntos de la ciudad, se aprecia ahora una tendencia creciente y apa-
recen con mayor cantidad este tipo de edificios de oficinas y vivien-
das, lo que sin duda podrá afectar a las viviendas aledañas.

183
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

Otra observación pertinente que se presenta es que en la Cons-


titución, leyes, reglamentos y códigos, no se hace referencia espe-
cíficamente al derecho pleno de todas las personas al uso y gozo
del recurso natural sol. Se habla en los anteriores preceptos lega-
les de derecho al uso de recursos naturales agua, suelo, aire y no se
­menciona específicamente el recurso natural sol.

3. Objetivos
1. Un objetivo del presente trabajo es evidenciar los impactos ne-
gativos que tienen las construcciones de edificios de varios nive-
les sobre las personas y viviendas aledañas a este tipo de cons-
trucción al cancelarse parcialmente o totalmente el derecho de
recibir la energía y beneficios del Sol
2. Presentar una propuesta sobre la necesidad de incluir en la
Constitución y demás leyes, leyes secundarias, reglamentos y
códigos pertinentes en materia jurídica y ambiental para garan-
tizar el derecho de las personas al uso y beneficio de la energía
solar, en los desarrollos habitacionales.
3. Hacer una propuesta de un trabajo colaborativo entre ciudada-
nos, organizaciones empresariales, educativas, no gubernamen-
tales, dependencias gubernamentales, y congresos para generar
las disposiciones jurídicas necesarias en el marco legal para
­reglamentar la construcción de edificios de más de 2 niveles de
altura en áreas en donde haya viviendas de uno o dos niveles de
altura habitadas.

4. Marco teórico

El sustento teórico del presente trabajo se r­ ealizará articulando


distintos enfoques y definiciones sobre el Derecho, y Derecho Am-
biental que permite acercarse a la problemática central. Conceptos
relacionados con los anteriores son: educación ambiental, salud, res-
ponsabilidad socioambiental y ­aspectos constitucionales referentes al

184
Dr. Armando medina jiménez

Derecho humano de disfrutar de los recursos naturales, así como la


normatividad ambiental bajo las cuales se desempeñan las diversas
autoridades ambientales del país.
La ciudad en la que vivimos, nos desarrollamos y ­proyectamos nues-
tro futuro, es la que heredamos de la ciudad antigua (­provenientes
de Grecia y Roma) y de la ciudad feudal, ahora es influida por la in-
dustrialización de la sociedad moderna. Con base en esta posición, el
derecho en forma colectiva se presenta jurídicamente desde tres fa-
cetas necesarias: (a) el usufructo equitativo de lo que la ciudad tiene
para ofrecer a sus habitantes, (b) el mandato de construcción colec-
tiva y participativa de los asuntos de la ciudad y (c) el goce efectivo
de los derechos humanos en los contextos urbanos. Este es un dere-
cho del cual son titulares los ciudadanos ampliamente considerados,
y del cual es responsable, puntualmente, la autoridad pública de la
ciudad (Gobierno local, y estatal); sin embargo, dada su naturaleza
compleja, se hace necesario un sistema de corresponsabilidades para
hacerlo efectivo (Correa, 2010).
Los derechos humanos son individuales, esenciales, inalienables e
inherentes a la dignidad de la persona humana, constituyen la base
del Estado social de derecho, y son anteriores al derecho positivo.
Por su parte, hay otro tipo de derechos que son los colectivos, los
cuales radican en cabeza del colectivo social y están ligados a la ca-
lidad de vida de las personas. Existe una estrecha relación entre los
unos y los otros, pero la interrogante radica en saber cuál prevalece;
en la actualidad podría hablarse de una colisión o conflicto que se
está presentando entre ambos, esto hace pensar hasta qué punto el
crecimiento industrial y tecnológico del mundo es permisible en la
medida en que se está comprometiendo el medioambiente y el equi-
librio ecológico, lo cual va en detrimento de los derechos a la vida, a
la salud y como fundamento último de la persona misma (Rodriguez
J. , 2006).
En el catálogo internacional de los derechos humanos se puede
contar con diversos instrumentos que le otorgan a las personas el de-
recho a un ambiente sano, como puede ser la Declaración Universal

185
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

de 1948, el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y


Culturales (PIDESC), de 1966 (tal vez el instrumento más vinculan-
te), la Carta Africana de Derechos Humanos, de 1981, y la Conven-
ción Americana de Derechos Humanos, entre otros. Asimismo, en
sentido extensivo, se pueden también reconocer como instrumentos
análogos o complementarios: la Declaración de las Naciones Uni-
das sobre el Medio Ambiente Humano, de Estocolmo de 1972, o la
Cumbre de Río de Janeiro, de 1992, u otros documentos que van
ratificando este principio que ya es visible en numerosas constitucio-
nes nacionales, ésta sí, con cierto nivel de obligación estatal (Chacón
& Martínez, 2010).
El supuesto de que el derecho a un ambiente sano se encuentre en-
tre los derechos fundamentales de cada ser humano, adquiere su im-
portancia en el fundado riesgo que existe de alterar la salud debido a
problemas ambientales. Desde luego, cuando se menciona la salud,
no sólo se hacen las referencias a la salud física, sino a la salud men-
tal, que encuentran su base más óptima en un adecuado ambiente
natural y social, o como menciona la Declaración de Estocolmo, en
el medio humano, tanto natural como artificial. Pero, ¿es posible te-
ner garantizado un derecho a la salud vinculado a un ambiente sano
o por lo menos adecuado? En principio, el derecho a un ambiente
sano es una interesante aspiración que lejos de verse garantizada,
está en constante peligro debido a que no existe un ambiente com-
pletamente sano. Cuanto más, podríamos aceptar que hay un am-
biente adecuado para sobrevivir (Chacón & Martínez, 2010).
De esta parte, se cree que cuando se establece una prerrogativa
de esta magnitud, no se está estableciendo la garantía del a­ mbiente
óptimo, sino un derecho a un ambiente menos degradado. Dado que
revertir algunas, o tal vez muchas afectaciones al ambiente es prác-
ticamente imposible, parece que el verdadero derecho es que no se
destruya más el ambiente, o lo que es lo mismo, es el derecho y la
obligación de conservar el que se tiene en las condiciones gradual-
mente más óptimas, todo ello para evitar mayores problemas de sa-
lud y bienestar. De esta manera, no es precisamente el derecho reco-

186
Dr. Armando medina jiménez

nocido, un derecho al ambiente sano y limpio por la relatividad que


ello implica, pues no existe un criterio uniforme para determinar
qué es lo sano y qué es lo limpio, y, en todo caso, qué es lo adecuado.
Y creo que debido a la ambigüedad de estos calificativos, hay quienes
actúan como si existiera todavía un nivel amplio de la adecuación
del hombre y del medio, lo que da para que se piense que aún hay
amplios márgenes de afectación. No obstante, el hecho de que no
exista un ambiente completamente sano, o tan siquiera limpio, no
es impedimento para su reconocimiento y su inmediata protección,
especialmente si se dirige la voluntad hacia conseguir algo mejor de
lo que se tiene (Chacón & Martínez, 2010).
Ahora bien, el asunto del derecho al ambiente no es solamente
de salud, sino de sobrevivencia. Para ello, se establece otro derecho
vinculado a la salud que es el derecho de toda persona a un nivel de
vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y
vivienda adecuados... Todos estos derechos están estrechamente vin-
culados con el derecho a un ambiente sano, o como afirmaba, a un
ambiente que se contamine cada vez menos, pues de él depende que
se tenga una mejor calidad de vida, o como establece la Declaración
Universal, a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vesti-
do, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.
Se trata, en todos los casos, de una actitud de conservación de la vida
(Chacón & Martínez, 2010).
El ambiente no puede verse específicamente como una conserva-
ción de medio natural, sino que es muy importante reconocer que
el medio humano es también social. Por ello, las carencias sociales
son una afectación del ambiente o medio humano que son urgen-
tes de arreglar. El derecho a un desarrollo sustentable debe ser visto
como un derecho a un ambiente adecuado, y más aún el derecho
a un medio ambiente mejor, habida cuenta de la ambigüedad que
implica el carácter de adecuado, limpio o sano, como también es una
ambigüedad el término desarrollo. Dentro de ese derecho a un mejor
ambiente, subyace la posibilidad simple de un derecho al ambiente,

187
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

sobre todo si hay que dar goce y disfrute a bienes y medios que hasta
ahora han sido restringidos a las clases más desfavorecidas (Chacón
& Martínez, 2010).
Si se transita por una época de amplia expansión de los derechos,
y por una época de amplia expansión de los derechos humanos, en
donde se libra en todo el mundo una lucha de reconocimiento y pro-
tección, no debe ser menos intensa la lucha por erradicar el hambre
y la pobreza. Estos fenómenos asociados indisolublemente, son una
contradicción de los derechos fundamentales, pues ninguna satis-
facción puede alcanzarse si aún existen personas que carecen de sus
más elementales necesidades de sobrevivencia (Chacón & Martínez,
2010).
Se ha dicho que el derecho a un ambiente adecuado, es propio de
una tercera generación, en el que el principio de solidaridad es su
esencia. Pues bien, hay que dar un fundamento concreto a la solida-
ridad y establecer que el hambre y la pobreza contradicen cualquier
forma de solidaridad. Los países desarrollados no pueden seguir
pensando en ayuda y cooperación si ésta se hace con fines comer-
ciales, esto es, con el respectivo pago que la acción determine; no es
solidaridad el endeudamiento externo para fines de protección am-
biental. Eso no es una ayuda real y desinteresada, sino una transac-
ción más como las tantas con que se ha mantenido la dependencia.
En síntesis, es necesaria una realidad con más igualdad social
como premisa básica para el disfrute del mejor ambiente de toda
la humanidad en su conjunto, de otra forma, el derecho a un mejor
­ambiente será un derecho individual según las posibilidades econó-
micas de cada persona, susceptible de ser adquirido en compraventa
por los menos y permanecer carentes en los más (Chacón & Martí-
nez, 2010).
El derecho, desde la integración de los primeros grupos humanos
ha tenido un papel primordial. Su función reguladora de los intere-
ses personales, de grupo, políticos y económicos entre otros, ha sido
su razón de ser y de evolucionar según lo cubren los cambios en las
sociedades. También han jugado un rol importante en la generación

188
Dr. Armando medina jiménez

de nuevas pautas y conductas sociales y de aquí que consideremos


que se trata de una invención humana dinámica y permanente (Fi-
gueroa, 2008).
El derecho sirve de soporte al desarrollo de la vida, de la socie-
dad y de las personas, permitiéndoles alcanzar cotas de bienestar y
de solidaridad impensables sin una trama jurídica que las sustente.
Es algo que hace posible una inacabable relación de actividades que
construyen otros tantos significados distintivos de las sociedades de-
sarrolladas (De Borja & Escribano, 2004).
El derecho es un elemento indispensable, un ingrediente sin el
cual no fragua la trama de una sociedad moderna, ni ninguno de
sus proyectos de mejora. Sin embargo, el derecho no es un producto
mágico, ni las disposiciones de los boletines oficiales tienen, de por
sí, la virtud de obrar prodigios. El derecho incide sobre un conjunto
de condiciones, disponiéndolas de forma tal que sea posible la reali-
zación del proyecto pensado. Sin la atenta consideración de los otros
elementos necesarios, los enunciados de las proposiciones norma-
tivas serían estériles, inaplicables o producirían con su aplicación,
efectos no deseados (De Borja & Escribano, 2004).
Las anteriores afirmaciones destacan el carácter finalista del De-
recho, el aspecto dinámico de su generación y aplicación, así como
la estrecha relación que hay entre el Derecho y las condiciones de la
sociedad en la que se desenvuelve. La perspectiva contrasta y com-
plementa la idea más común y más estática del Derecho como pro-
posición normativa, como enunciado obligatorio de conductas. El
Derecho normaliza, prescribe, facilita, dificulta o impide conductas;
de esa manera ahorma la realidad en la que incide. Esa realidad, a su
vez, incide sobre el derecho en un flujo y reflujo de interacción inin-
terrumpida e inacabable (De Borja & Escribano, 2004).
En los largos siglos de evolución por medio de sus normas se ha
buscado establecer mejores reglas para determinar los derechos que
corresponden a los individuos y, por otra parte, adoptar y delimitar
los poderes públicos y privados. Los expertos han insistido en que
una de las grandes aspiraciones de los seres humanos al crearse el

189
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

derecho, ha sido la de alcanzar el anhelo de la justicia. Cuestión esta


última que, fuera de la discusión acerca de la fórmula universal, ha
requerido de la formación de órganos estatales encargados de diluci-
dar la aplicación de la norma en un caso concreto donde existen una
confrontación de posiciones o donde se halla un litigio propiamente
(Figueroa, 2008).
Se determinan así, en las ramas del derecho, las nociones de los
procesos que derivan en relaciones jurídicas entre un actor, un de-
mandado y un órgano jurisdiccional, relaciones enmarcadas en una
vía de actuación llamada jurisdicción. Catalogadas como comple-
mentarias de tal jurisdicción, en el derecho mexicano se encuentran
incorporadas algunas instituciones que la doctrina tradicional ubica
en el llamado campo del autocomposición tales como la conciliación
y la transacción, en tanto con un carácter mixto en que dicha auto-
tutela y la hete recomposición se ubica el arbitraje para dirimir los
conflictos humanos (Figueroa, 2008).
El derecho como disciplina juega un papel fundamental para el
desarrollo de una sociedad, el ambiente es un factor indispensable en
la misma. Hoy día es evidente que el derecho ambiental es una disci-
plina de relevancia en el ordenamiento jurídico. Derecho ambiental
es el nombre que se utiliza para referirnos a las leyes y reglamentos
que protegen el ambiente; este incluye los recursos naturales de aire,
agua, tierra, fauna y flora (Montalvo, 2012). Es pertinente observar
que dentro de los recursos naturales mencionados anteriormente
por Montalvo, no aparece el recurso natural ­renovable sol.
En otro punto, de acuerdo con la Organización Mundial de la Sa-
lud (OMS), la salud se define como un estado completo de bienestar
físico mental y social y no sólo ausencia de enfermedad o incapaci-
dad. Esta, que puede ser una definición utópica e ideal pues hasta
ahora no se ha logrado dicho estado de nirvana, es, sin embargo,
pertinente, adoptarla como una medida hacia la cual debemos enca-
minar nuestros esfuerzos (Rengifo, 2008).
La salud no sólo es no estar enfermo; el aspecto médico es sólo una
dimensión de la salud, hay factores como la geografía, clima, trabajo,

190
Dr. Armando medina jiménez

ingreso, alimentación, educación, vivienda, valores éticos junto con


el desarrollo pleno de las capacidades y potencialidades de cada indi-
viduo, en sus aspectos físicos fisiológicos, psicológicos, sociales entre
otros, que en conjunto perfilan la condición de bienestar (o felici-
dad) que al fin de cuentas es lo que debe llamarse salud. La definición
de lo que es salud y enfermedad no es sólo una cuestión científica,
sino también social y política (Rengifo, 2008).
La salud no puede separarse de una serie de elementos ambienta-
les como el aire, agua y sol, hacinamiento o urbano, productos quí-
micos, vectores de enfermedades, exceso de consumo. Ni tampoco
de las vicisitudes sociales. La creación de un ambiente adecuado o
favorable para la salud depende de todos; no sólo en términos de ac-
ciones contributivas de todos los miembros, sino de acciones coope-
rativas inter e intrasectoriales e inclusive trans-sectoriales (Rengifo,
2008).
Respecto al medioambiente, el Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA), afirma que el medioambiente
es el compendio de valores naturales, sociales y culturales existentes
en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida ma-
terial y psicológica del hombre y en el futuro de generaciones veni-
deras. También consideran, ambiente todos los elementos externos
que influyen en el individuo o en una comunidad. Un ambiente para
ser saludable debe considerar como mínimo:
•  El abastecimiento de agua potable, vivienda y alimentos; elimi-
nación sanitaria de excretas y desechos sólidos que son condi-
ciones para una vida sana y productiva.
•  Una adecuada y correcta educación con componentes ambien-
tales; y
•  El cambio de actitudes y hábitos inadecuados para la conserva-
ción del ambiente y de la salud (Rengifo, 2008).
Respecto a la necesidad de incluir el tema de la educación am-
biental a la normatividad ambiental se señala que los diferentes es-
tudios han demostrado que sumado a la normatividad que regula el

191
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

aprovechamiento del ambiente y su efectiva ­aplicación, es la edu-


cación general de los ciudadanos, tanto en espacios formales como
informales, la que determinan las interacciones con los recursos na-
turales. De tal manera, se encuentran mejores indicadores asociados
con el cuidado de aprovechamiento del ambiente en aquellos países
cuyos indicadores en educación y cultura ciudadana son altos. La
conducta sustentable se define como el conjunto de acciones efecti-
vas cuyo fin es asegurar los recursos naturales y socioculturales que
garantizan el bienestar presente y futuro de la humanidad (Sandoval,
2012).
Con respecto a los Derechos Humanos sobre el uso de los recur-
sos naturales consagrados en la Constitución de los Estados Unidos
Mexicanos señala:
Artículo 1o. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas
gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitu-
ción y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexi-
cano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo
ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y
bajo las condiciones que esta Constitución establece.
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de
conformidad con esta Constitución y con los tratados internacio-
nales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la
protección más amplia.
Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étni-
co o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición
social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las pre-
ferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente con-
tra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar
los derechos y libertades de las personas.”
“Artículo 4º: Toda persona tiene derecho a la protección de la
salud. La Ley definirá las bases y modalidades para el acceso a
los servicios de salud y establecerá la concurrencia de la Federa-
ción y las entidades federativas en materia de salubridad gene-

192
Dr. Armando medina jiménez

ral, conforme a lo que dispone la fracción XVI del artículo 73 de


esta Constitución.
Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su
desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este de-
recho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad
para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley.
Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y deco-
rosa. La Ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a
fin de alcanzar tal objetivo (CongresodelaUnión., 2013).
Respecto a la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al
Ambiente (LGEEPA), la primera en orden de importancia después
de la Constitución, señala:
ARTÍCULO 1o. – La presente Ley es reglamentaria de las dis-
posiciones de la Constitución Política de los Estados ­Unidos
Mexicanos que se refieren a la preservación y restauración del
equilibrio ecológico, así como a la protección al ambiente, en
el territorio nacional y las zonas sobre las que la nación ejerce
su soberanía y jurisdicción. Sus disposiciones son de orden pú-
blico e interés social y tienen por objeto propiciar el desarrollo
sustentable y establecer las bases para:
I. – Garantizar el derecho de toda persona a vivir en un medio
ambiente adecuado para su desarrollo, salud y bienestar;
II. – Definir los principios de la política ambiental y los instru-
mentos para su aplicación;
III. – La preservación, la restauración y el mejoramiento del
ambiente;
V. – El aprovechamiento sustentable, la preservación y, en
su caso, la restauración del suelo, el agua y los demás recur-
sos ­naturales, de manera que sean compatibles la obtención de
beneficios ­económicos y las actividades de la sociedad con la
preservación de los ecosistemas;

193
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

VII. – Garantizar la participación corresponsable de las per-


sonas, en forma individual o colectiva, en la preservación y res-
tauración del equilibrio ecológico y la protección al ambiente;
ARTÍCULO 2o. – Se consideran de utilidad pública:
V. – La formulación y ejecución de acciones de mitigación y
adaptación al cambio climático.
ARTÍCULO 3o. – Para los efectos de esta Ley se entiende por:
III. – Aprovechamiento sustentable: La utilización de los re-
cursos naturales en forma que se respete la integridad funcional
y las capacidades de carga de los ecosistemas de los que forman
parte dichos recursos, por periodos indefinidos;
X. – Criterios ecológicos: Los lineamientos obligatorios con-
tenidos en la presente Ley, para orientar las acciones de pre-
servación y restauración del equilibrio ecológico, el aprovecha-
miento sustentable de los recursos naturales y la protección al
ambiente, que tendrán el carácter de instrumentos de la política
ambiental;
XXIV. – Ordenamiento ecológico: El instrumento de p ­ olítica
ambiental cuyo objeto es regular o inducir el uso del suelo y las
­actividades productivas, con el fin de lograr la protección del
medio ambiente y la preservación y el aprovechamiento sus-
tentable de los recursos naturales, a partir del análisis de las ten-
dencias de deterioro y las potencialidades de aprovechamiento
de los mismos;
XXX. – Recurso natural: El elemento natural susceptible de
ser aprovechado en beneficio del hombre;
ARTÍCULO 5o. – Son facultades de la Federación:
XVI. – La promoción de la participación de la sociedad en
materia ambiental, de conformidad con lo dispuesto en esta Ley;
ARTÍCULO 7o. – Corresponden a los Estados, de conformi-
dad con lo dispuesto en esta Ley y las leyes locales en la materia,
las siguientes facultades:

194
Dr. Armando medina jiménez

XVI. – La evaluación del impacto ambiental de las obras o


actividades que no se encuentren expresamente reservadas a
la Federación, por la presente Ley y, en su caso, la expedición
de las autorizaciones correspondientes, de conformidad con lo
dispuesto por el artículo 35 BIS 2 de la presenten Ley;
ARTÍCULO 8o. – Corresponden a los Municipios, de con-
formidad con lo dispuesto en esta Ley y las leyes locales en la
materia, las siguientes facultades:
XIV. – La participación en la evaluación del impacto ­ambiental
de obras o actividades de competencia estatal, cuando las mis-
mas se realicen en el ámbito de su circunscripción territorial;
XV. – La formulación, ejecución y evaluación del programa
municipal de protección al ambiente;
CAPÍTULO III
Política Ambiental
IV. – Quien realice obras o actividades que afecten o puedan
afectar el ambiente, está obligado a prevenir, minimizar o repa-
rar los daños que cause, así como a asumir los costos que dicha
afectación implique. Asimismo, debe incentivarse a quien pro-
teja el ambiente, promueva o realice acciones de mitigación y
adaptación a los efectos del cambio climático y aproveche de
manera sustentable los recursos naturales;
VII. – El aprovechamiento de los recursos naturales renova-
bles debe realizarse de manera que se asegure el mantenimiento
de su diversidad y renovabilidad;
VIII. – Los recursos naturales no renovables deben utilizarse
de modo que se evite el peligro de su agotamiento y la genera-
ción de efectos ecológicos adversos;
X. – El sujeto principal de la concertación ecológica son no
solamente los individuos, sino también los grupos y organiza-
ciones sociales. El propósito de la concertación de acciones eco-
lógicas es reorientar la relación entre la sociedad y la naturaleza;

195
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

XI. – En el ejercicio de las atribuciones que las leyes confieren


al Estado, para regular, promover, restringir, prohibir, orien-
tar y, en general, inducir las acciones de los particulares en los
campos económico y social, se considerarán los criterios de
preservación y restauración del equilibrio ecológico;
XII. – Toda persona tiene derecho a disfrutar de un ambiente
adecuado para su desarrollo, salud y bienestar. Las autoridades
en los términos de esta y otras leyes, tomarán las medidas para
­garantizar ese derecho;
XVI. – El control y la prevención de la contaminación am-
biental, el adecuado aprovechamiento de los elementos natura-
les y el mejoramiento del entorno natural en los asentamientos
humanos, son elementos fundamentales para elevar la calidad
de vida de la población;
XX. La educación es un medio para valorar la vida a través de
la prevención del deterioro ambiental, preservación, restaura-
ción y el aprovechamiento sostenible de los ecosistemas y con
ello evitar los desequilibrios ecológicos y daños ambientales.
SECCIÓN II
5. Ordenamiento ecológico del territorio
ARTÍCULO 19. – En la formulación del ordenamiento ecoló-
gico se deberán considerar los siguientes criterios:
III. Los desequilibrios existentes en los ecosistemas por efecto
de los asentamientos humanos, de las actividades económicas o
de otras actividades humanas o fenómenos naturales;
IV. El equilibrio que debe existir entre los asentamientos hu-
manos y sus condiciones ambientales;
V. El impacto ambiental de nuevos asentamientos humanos,
vías de comunicación y demás obras o actividades, y
ARTÍCULO 20 BIS 4. – Los programas de ordenamiento eco-
lógico local serán expedidos por las autoridades municipales,

196
Dr. Armando medina jiménez

y en su caso del Distrito Federal, de conformidad con las leyes


locales en materia ambiental, y tendrán por objeto:
III. – Establecer los criterios de regulación ecológica para
la protección, preservación, restauración y aprovechamiento
sustentable de los recursos naturales dentro de los centros de
población, a fin de que sean considerados en los planes o pro-
gramas de desarrollo urbano correspondientes.
SECCIÓN IV
Regulación Ambiental de los Asentamientos Humanos
ARTÍCULO 23. – Para contribuir al logro de los objetivos de
la política ambiental, la planeación del desarrollo urbano y la
vivienda, además de cumplir con lo dispuesto en el artículo 27
constitucional en materia de asentamientos humanos, conside-
rará los siguientes criterios:
IX. La política ecológica debe buscar la corrección de aquellos
desequilibrios que deterioren la calidad de vida de la población
y, a la vez, prever las tendencias de crecimiento del asentamien-
to humano, para mantener una relación suficiente entre la base
de recursos y la población, y cuidar de los factores ecológicos y
ambientales que son parte integrante de la calidad de la vida, y
X. Las autoridades de la Federación, los Estados, el Distrito
Federal y los Municipios, en la esfera de su competencia, de-
berán de evitar los asentamientos humanos en zonas donde las
poblaciones se expongan al riesgo de desastres por impactos
adversos del cambio climático.” (CongresodelaUnión, 2012).
México es el país con el mayor avance en establecer una j­ urisdicción
penal ambiental. Hacia 2009, existía una iniciativa legislativa para el
establecimiento de una jurisdicción penal ambiental especializada y
separada de la jurisdicción penal ordinario. Se logró organizar un
Primer Encuentro Internacional sobre Jurisdicción Ambiental en
Puerto Vallarta estado de Jalisco (Foy, 2010).
En cuanto los órganos existentes encargados de velar por el
ambiente en el interior de la República Mexicana se encuentran

197
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Ambienta-


les (­FEPADA) que constituye una unidad especializada de delitos
­contra el ambiente y previsto en leyes especiales. Esta fiscalía conoce
de los delitos que afectan al ambiente, en específico a los contempla-
dos por las leyes ambientales en el título XXV del Código Penal. Se
faculta a quien conozca de la comisión de cualquier delito ambiental
ya sean la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, la
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente o cualquier ciuda-
dano para que pueda llevar a cabo la denuncia ante el Ministerio
Público Federal (Foy, 2010)
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente es un órgano
desligado de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales,
y se encarga de recibir, investigar, atender y canalizar las denuncias
recibidas en materia ambiental, así como de verificar el cumplimien-
to o de la legislación ambiental punto y seguido ello la facultad para
iniciar procedimientos administrativos en caso de incumplimiento
de las disposiciones jurídicas aplicables (Foy, 2010).
Su propósito es plantear que la materialización del derecho a un
ambiente sano solo puede ser viable si se entiende la problemática
ambiental desde un enfoque sistémico y se utiliza, más que la nor-
matividad, la pedagogía ambiental, pues solo con ella será posible la
consolidación de nuevos valores y la transformación de realidades
en torno a la protección del ambiente.
Esto debido a que la aparición de problemas ambientales está
ligada a la compleja interacción entre el hombre, la sociedad y la
naturaleza y el estudio de dicha complejidad puede ser el punto de
partida hacia la búsqueda de estrategias adecuadas para alcanzar una
relación sostenible entre los sistemas naturales y los sistemas socia-
les. Para ello, la educación se convierte en una herramienta indispen-
sable en el proceso de formar actitudes y comportamientos a través
de los cuales los individuos y la colectividad cobran ­conciencia de
su medio ambiente y construyen los conocimientos, los valores y las
competencias necesarias para actuar articulados al sistema ­natural
(Serna, 2007).

198
Dr. Armando medina jiménez

En cuanto al marco jurídico del territorio y sus atribuciones se en-


cuentra el ordenamiento territorial que es un conjunto de medidas
y acciones públicas mediante las cuales la sociedad adapta la organi-
zación a las necesidades de los procesos económicos y sociales que
operan sobre territorio. En tal sentido, no es comprensible concebir
el ordenamiento territorial independiente de la política económica,
social y ambiental (Foy, 2009).
Desde el punto de vista de la responsabilidad social de las empre-
sas y papel que desempeñan respecto al medioambiente se encuentra
el Pacto Mundial que es una iniciativa voluntaria mediante la cual
las empresas se comprometen a alinear sus estrategias y o ­ peraciones
con diez principios universalmente aceptados en cuatro áreas temá-
ticas: derechos humanos, medio ambiente, estándares laborales y
anticorrupción, los dos primeros principios son las pertinentes res-
pecto a la temática tratada en el presente trabajo.
Derechos Humanos: Principio 1: las empresas deben apoyar y
respetar la protección de los derechos humanos fundamentales re-
conocidos universalmente, dentro de su ámbito de influencia. Prin-
cipio 2. Las empresas deben asegurarse de que sus empresas no son
cómplices de la vulneración de los derechos humanos.
Medio Ambiente: Principio 7: las empresas deberán mantener
un enfoque preventivo que favorezca el medio ambiente. Principio
8. Las empresas deben fomentar las iniciativas que promuevan una
responsabilidad ambiental. Principio 9: Las empresas deben favore-
cer el desarrollo y la difusión y tecnologías respetuosas con el medio
ambiente (Foy, 2010).
Así, la finalidad última del sistema jurídico, en su dimensión
ambiental, es la de asegurar el mantenimiento de las condiciones
ambientales mínimas o, dicho en términos jurídicos, garantizar la
posibilidad efectiva del goce del derecho a un ambiente adecuado
donde vivir. Esta perspectiva implica que el Derecho Ambiental
debe resolver problemas de justicia. Esto refiere a criterios éticos y
políticos para asignar las cargas y riesgos, proceso que alcanza mayor
intensidad al definir tanto el contenido del derecho a un ambien-

199
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

te adecuado, como al plantear los objetivos de la política ambiental


(Quispe, 2009).
Los problemas de justicia son también centrales cuando uno debe
decidir, en un contexto de restricciones, qué problemas debieran
ser atendidos primero. Como es natural, deberíamos enfocarnos en
aquellos que afectan lo que valoramos más, por ejemplo, los riesgos
ambientales que reducen significativamente la expectativa de vida o
que causan más muertes en comparación con otros factores. Y todo
esto sin perder de vista la cuestión de la justicia ambiental interge-
neracional. No se trata solo de pensar en las consecuencias para las
generaciones actuales: también se debe considerar, con todas las
dificultades de pensar y decidir sobre un futuro desconocido, a las
generaciones aún por venir. Es aquí donde alcanza todo su valor el
principio de equidad (Quispe, 2009).
Esta palabra proviene del latín “aequ0tas, de aequus”, ‘igual’, y
alude a la justicia natural, en oposición a la «ley positiva». Por lo
tanto, se alude como norte de la acción social en materia ambiental
la reducción de las desigualdades que se consideran injustificadas,
en materia socioeconómica. ¿Cómo incide la política ambiental en
la inequidad?
Una de las características centrales del ambiente, desde el punto
económico, es su carácter de bien público. Es decir, cuando se pro-
vee un ambiente de buena calidad, este es disfrutado por todos sin
excepción, y todos también sufrimos, en distintos grados, los males
de su deterioro. Del mismo modo, una vez puesto a disposición, el
costo por incorporar a una persona más al goce del bien suele ser
irrelevante (Quispe, 2009).
No obstante, la pérdida de calidad ambiental implica un costo que
no todos enfrentan en igualdad de condiciones. Una persona pobre
enfrenta mayores restricciones frente a la contaminación ambiental
o a la pérdida de ecosistemas o de servicios ambientales. Por dicha
razón, los gobiernos tienen un papel crucial en la conservación y
el aprovechamiento sostenible del capital natural como herramienta
en la lucha contra la pobreza y la desigualdad (Quispe, 2009).

200
Dr. Armando medina jiménez

6. Derechos y garantías ambientales


En referencia a lo que han hecho otros países latinoamericanos
con respecto al derecho ambiental se tiene que la mayoría de éstos
tiene incorporado en sus Constituciones y Leyes, Leyes Secundarias
y Códigos ambientales el derecho humano inalienable de uso y dis-
frute de los recursos naturales, en los que el Estado tiene la obliga-
ción de brindar leyes y normas que garanticen los derechos indivi-
duales de las personas, como se muestra en la legislación ambiental
de Costa Rica.
Capítulo Único
“Artículo 75. – El Estado garantiza, defiende y preserva el dere-
cho a un ambiente físico, biológico y humano ecológicamente sos-
tenible para asegurarles una mejor calidad de vida a todos los habi-
tantes de la nación.
Artículo 76. – El Estado garantiza, defiende, preserva, y mantie-
ne el dominio absoluto, inalienable e imprescriptible sobre el aire,
el agua, el subsuelo, el suelo, la diversidad biológica y sus compo-
nentes, así como los minerales, los hidrocarburos, los recursos ener-
géticos, costeros, marinos, el mar patrimonial, la zona marítima de
exclusión económica y las áreas protegidas de la nación. Mediante la
ley, el Estado regulará su uso y aprovechamiento público y privado,
para que el mismo sea de conformidad con las reglas de la ciencia,
la técnica y el interés público. El Estado fomentará el uso de formas
de energía y tecnologías limpias y sostenibles. Solo se permitirá el
uso del ambiente y de las fuentes energéticas de conformidad con los
principios aquí establecidos (Quezada, 2009).
“El rasgo más novedoso del Derecho Ambiental es el cambio de su-
jeto. Los ordenamientos contemporáneos giran en torno al i­ ndividuo
físico, titular de derechos, al que se garantiza ­constitucionalmente
el disfrute de los inherentes a su condición de persona socialmente
contratante. Pero los protagonistas del Derecho Ambiental aún no
han nacido y puede ser que no tengan probabilidad de h ­ acerlo nunca
si alteramos sustancialmente la biosfera…” RAMÓN MARTÍN MA-
TEO Citado por (Santo, 2008).

201
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

Supuestos
S1: En el marco constitucional y jurídico mexicano se omite espe-
cíficamente el Derecho Inalienable de las personas al acceso directo,
uso y disfrute del recurso natural renovable sol en desarrollos habi-
tacionales.
S2: Desde el enfoque de los Derechos Humanos, no existe el mar-
co jurídico apropiado sobre el Derecho inalienable de acceso, uso y
disfrute de los beneficios del sol de las personas sobre los de
las organizaciones civiles y gubernamentales en desarrollos habita-
cionales.
S3: En función del Derecho, Humano y Ambiental, se requiere
proponer, analizar y legislar el Derecho de las personas al acceso al
uso y beneficios del sol en desarrollos habitacionales.

7. Metodología
En el presente trabajo se utilizó el método de triangulación de
conceptos para encontrar coincidencias, diferencias, y complemen-
tariedades encontradas en la literatura ambiental. Es pertinente se-
ñalar que el trabajo es de carácter, documental exploratorio, cualita-
tivo y transversal.

8. Resultados
Es bien sabido que la fuente de energía que da sustento a la vida
en nuestro planeta es el recurso natural de energía renovable sol, sin
este o con su ocultamiento se inhiben las funciones físico-químicas
de la materia y se crean condiciones entrópicas negativas para los
ecosistemas. La energía solar permite el proceso de fotosíntesis en
las plantas, los animales herbívoros se alimentan siguiendo la cadena
alimenticia de las plantas, a su vez los animales carnívoros se alimen-
tan de los herbívoros.
Un beneficio invaluable y esencial para la vida es la injerencia del
sol en el del ciclo hidrológico del agua, es sabido que la evaporación
del agua en el mar se debe a la acción del sol, este genera formaciones

202
Dr. Armando medina jiménez

de vapor (nubes) que se cargan eléctricamente, al ser empujadas por


los vientos, que a su vez son propiciados por los movimientos de
la tierra respecto al sol son llevadas a la superficie terrestre, al inte-
ractuar estas formaciones de vapor y procesos de condensación con
diferentes cargas eléctricas propician las lluvias vitales para el abasto
de agua, alimentos, gases de efecto invernadero que son parte de la
atmósfera la cual permite la entrada de energía calorífica, y a su vez,
propicia condiciones de temperatura y humedad adecuadas para el
desarrollo de diversas formas de vida.
El uso de la energía solar para la transformación a energía fotovol-
taica (Pastrana, Oviedo, & Cogollo, 2006) permitirá innovar en los
procesos tecnológicos e industriales y en las viviendas, en el uso de
paneles solares para el calentamiento del agua para viviendas, hos-
pitales, hoteles (Ramos & Sera, 2004), producir aire acondicionado
(Luna, Velázquez, Gallegos, & Bojorquez, 2008), eliminar contami-
nantes en aguas residuales de laboratorios químicos (Garces & Pe-
ñuela, 2009), la preparación de alimentos a través de cocinas solares
(Gómez, 2010).
Los beneficios de la energía solar en la salud de las personas son: el
aumento del estatus vitamínico en personas que se exponen al sol en
forma prudente al balancear su estatus de vitamina “D” (Rodriguez,
Beltran, Vives, & Tuny, 2010), mejoramiento de la constitución
muscular, entre otros.
Se podría seguir señalando los innumerables beneficios del sol
para la vida del planeta; sin embargo, la información señalada
­anteriormente permite argumentar que la falta del sol en desarrollos
habitacionales, en especial en casas habitación y de oficinas aledañas
a la construcción de edificios de más de dos niéveles de altura tiene:
1. La cancelación del derecho humano de acceso al sol y de sus
beneficios.
2. Consecuencias para el bienestar y salud de los habitantes dicha
construcciones.

203
Derecho de acceso al sol en desarrollos habitacionales

3. Deterioro de las condiciones de luz, temperatura, humedad.


Disminución de la plusvalía de las viviendas aledañas a los edifi-
cios de más de dos niveles de altura.
4. Cancelación del aprovechamiento de la energía solar para ca-
lentar agua, producir energía eléctrica y aplicación de otras in-
novaciones tecnológicas para el bienestar de los hogares.
5. Afectación social como el uso de lugares para estacionamiento,
tránsito y seguridad entre otros.
6. La necesidad evidente de incluir puntualmente en el marco ju-
rídico y ambiental el uso y disfrute de los beneficios del Sol para
las personas que habitan en viviendas de desarrollos habitacio-
nales afectados por la construcción de edificios de más de dos
niveles de altura.

9. Conclusiones
El ritmo de desarrollo de las ciudades y países está sujeta a la po-
tencialidad de sus recursos naturales y su acceso a ellos; y factores
potenciales de las actividades primarias, secundarias y terciarias,
como la vivienda, industria, comercio, instituciones educativas, cul-
tura, esparcimiento, seguridad, vías de comunicación, e infraestruc-
tura urbana.
Todo ciudadano que habita en el territorio mexicano tiene el de-
recho inalienable de acceso y gozo de los recursos naturales (agua,
suelo, aire, energía lumínica, y aunque no se menciona, el sol es un
recurso natural) y demás beneficios que proporciona una ciudad.
Bajo este precepto constitucional equitativo, el ciudadano está en li-
bertad de escoger el lugar y vivienda que le sea de su agrado y alcance
de sus recursos económicos y si va a edificar una nueva vivienda, está
será bajo el reglamento y licencia de construcción.
Cuando se construyen edificios de más de dos niveles aledaños a
viviendas o edificios de uno o dos niveles, se está violando el derecho
humano de acceso al uso y disfrute del recurso natural sol, aunque el

204
Dr. Armando medina jiménez

reglamento de construcción del municipio le permita al c­ onstructor


o dueño del edificio edificarlo. Entonces surge la necesidad de revisar:
1. A nivel federal la Constitución, LGEEPA, y demás normativi-
dad, jurídica, de derechos humanos, ambiental, de salud, edu-
cativa, leyes primarias y secundarias, ordenamiento territorial,
códigos y reglamentos de construcción y a nivel estatal y mu-
nicipal en aquellas que tengan jurisdicción en los estados, para
incluir al recurso natural sol puntualmente en donde se haga
referencia a los recursos naturales para tener un marco interpre-
tativo y puntual del derecho al uso y goce del sol.
2. Abrir una o varias líneas de investigación para legislar el dere-
cho del uso y goce del sol, en la que participen los ciudadanos,
investigadores, instituciones educativas, el congreso de la unión,
cámaras industriales y comerciales, medios de comunicación,
los tres niveles de gobierno, para abrir a través de consultas, fo-
ros, congresos, mesas de trabajo sobre el derecho del uso y goce
de los beneficios del sol en desarrollo habitacionales nuevos y
con años de haberse construido.

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