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Segato, Rita - La Pedagogía de La Crueldad
Segato, Rita - La Pedagogía de La Crueldad
La antropóloga argentina Rita Segato es una de las voces más lúcidas e inquietas a la hora de
pensar y ubicar políticamente la violencia contra las mujeres que ahora mismo conmueve y
moviliza a la sociedad, cruzando por fin la barrera de aislamiento en el que suelen tratarse
estos temas. Para Segato, no se puede pensar esta violencia por fuera de las estructuras
económicas capitalistas “de rapiña”, que necesitan de la falta de empatía entre las personas –
de una pedagogía de la crueldad– para sostener su poder. El cuerpo de las mujeres es el
soporte privilegiado para escribir y emitir este mensaje violento y aleccionador que cuenta
con la intensificación de la violencia mediática contra ellas como “brazo ideológico de la
estrategia de la crueldad”. En esta entrevista la antropóloga desafía su propio pensamiento, a
la vez que lamenta estar lejos de su país de origen y no poder participar de ese hecho histórico
que significa una manifestación masiva como la que se augura el próximo 3 de junio en casi
todo el país para decirles “basta” a los femicidios que día a día pueblan las noticias.
¿Cómo entender esta multiplicación de crímenes contra mujeres, cada vez más
públicos?
–Creo que un primer telón de fondo que hay que aclarar es la fase actual de la explotación,
que involucra un tipo de retorno al trabajo servil, semiesclavo e incluso esclavo, producido
por la caída de la centralidad del salario. Esta modalidad de sujeción de personas como
mercancía demanda una insensibilidad particular. Hay una idea que estoy trabajando, donde
elaboro algo que empezó como una broma y ahora es serio: estaríamos hoy en tiempos de
conquistualidad del poder, más que de colonialidad del poder, como propuso Aníbal Quijano
en su célebre formulación. Me refiero a una nueva fase de conquista de los territorios, de
rapiña de todo, sin límites legales. Una característica esencial de la conquista fue la
suspensión del derecho, de los códigos de justicia de la época, por la cual la corona pasó a
tener una existencia en gran medida ficcional como poder central. Hoy estamos en un
momento semejante debido a la ferocidad de las apropiaciones territoriales, al desalojo de los
pueblos de sus espacios de vida, realizados con una truculencia extrema. Muchas veces esa
crueldad se exhibe aun más en el cuerpo de las mujeres. Es lo que pasa, por ejemplo, en los
desplazamientos de poblaciones en el Pacífico colombiano.
¿Qué relación le ves con sociedades que no tienen esa trama comunitaria?
–Lo que quiero decir es que el hombre campesino-indígena a lo largo de la historia colonial
de nuestro continente, así como el de las masas urbanas de trabajadores bajo la regla del
capital, se ven emasculados como efecto de su subordinación a la regla del blanco, el primero,
y del patrón, el segundo, y en general, como sabemos, al patrón blanco o blanqueado de
nuestras costas. Y es al retornar a su nicho familiar que se redime de esta emasculación,
restaurándose en la plataforma de masculinidad mediante la violencia. Ese es su mandato
masculino. En el mundo de las grandes urbes, sometido a la explotación anómica del trabajo
propia de estas nueva fase del capital, el hombre se transforma en el patrón del hogar, pues
llega a su casa contaminado por la regla del patrón, ya que, como sabemos, el hombre es más
vulnerable a la regla del poder, porque se percibe escindido entre dos lealtades: su lealtad a
su familia, a su comunidad, a su gente, a sus afectos, por un lado, y su lealtad al otro hombre,
el que lo domina y oprime, al que va a emular, por efecto de su mandato de masculinidad,
que nos acompaña a lo largo del tiempo de la especie, y que debemos insurgir, entre todos,
hombres y mujeres, con sus diversidades sexuales, porque a todos nos hace sufrir.... yo diría
que en la misma medida, a pesar de diferentes formas. En el caso de la fase actual,
apocalíptica, del capital, esta situación desata una violencia nueva: la frontera porosa del
espacio familiar hace que el hombre lleve hasta allí la crueldad que impera en los espacios
circundantes. Inclusive, cuando la atmósfera es francamente bélica, como es en los escenarios
en expansión de las nuevas formas de la guerra en América latina, con la proliferación del
control mafioso de la economía, la política y amplios sectores de la sociedad, lo que atraviesa
e interviene el ámbito de los vínculos de género es la regla violenta de la atmósfera propia
del crimen organizado y las pandillas, maras, corporaciones armadas de la guerra informal,
sicariatos. Es por todo esto que de forma alguna podemos abordar el problema de la violencia
de género y la letalidad en aumento de las mujeres hoy como si fuera un tema separado de la
intemperie de la vida con todas sus presiones. Presiones y niveles de anomia característicos
de los cambios de época, pues de hecho estamos asistiendo a un tránsito entre épocas que
hace que el momento actual presente características de liminaridad y suspensión de las
normativas que dan previsibilidad y amparo a las gentes, dentro de una gramática compartida.
Es probable que los tiempos de la conquista, como dije anteriormente, por la suspensión de
prácticamente toda norma excepto la del saqueo, y la revolución industrial, por la novedad
que impuso a las relaciones de trabajo, hayan expuesto a los pueblos a circunstancias
semejantes.
¿Cuál es la estrategia?
–Las mujeres debemos sacar los pies del campo estatal. Esto no quiere decir abandonarlo,
como a veces se han interpretado mis palabras. No se pueden abandonar las luchas en el
campo estatal, por leyes, políticas e instituciones propias. Pero lo que quiero decir es que
debemos llevar adelante otras luchas, sólo nuestras y en un campo otro, marginal con respecto
a la égida del Estado, con estrategias autogestionadas de autoprotección. Necesitamos
vínculos más fuertes entre mujeres, vínculos que blinden los espacios de nuestras vidas,
independientemente de las leyes y las instituciones, y que rompan el modelo de la familia
nuclear.
Te escucho...
–La fantástica herramienta del concepto de violencia mediática contra las mujeres, que ya
forma parte de la ley 26.485, y que propongo aquí como categoría jurídica en el campo de
los derechos humanos a la que debemos dotar de un elenco de contenidos precisos y activar
con acciones concretas en la Justicia. Para que la victimización de las mujeres deje de ser un
espectáculo de fin de tarde o de domingos después de misa. Para que los medios tengan que
explicarnos por qué no es posible retirar a la mujer de ese lugar de víctima sacrificial,
expuesta a la rapiña en su casa, en la calle, en la televisión de cada hogar, donde cada una de
estas ejecuciones ejemplarizantes es reproducida hasta el hartazgo en sus detalles mórbidos
por una agenda periodística que se ha vuelto ya indefendible e insostenible. Judicializar de
verdad esta agenda violenta y reproductora del daño como solaz no sólo obtendrá, en algunos
casos, sentencias por parte de los jueces, sino también, con su eficacia retórica, hará que la
gente comience a sentir y pensar en los medios como violentos. Tenemos que trabajar para
transformar la sensibilidad de las audiencias frente a la crueldad como diversión y ante los
medios como objetables. Pasaríamos así a entender e interpelar a los medios con nociones
afines a la de “autoría intelectual” y a la de “instigación al delito”, develando que, con
relación a las mujeres y a los sujetos feminizados, funcionan como “brazo ideológico de la
estrategia de la crueldad”.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-9737-2015-05-30.html