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Lirquén minero (1840-1957)

La existencia de carbón en la bahía de Concepción, fue conocida desde la época de la Conquista,


pero su aprovechamiento era escaso en el uso doméstico, puesto que la abundancia de leña lo
hacía innecesario.

Ya durante la Colonia, en 1712, Amadeo Frezier destacó en su libro "Viaje por el Mar del Sur", la
existencia de carbón en las costas de Penco y alrededores.

En los años de la independencia de Chile, a principios del siglo XIX, un capitán ingles llamado
Mauricio Hall, de la Fragata "Conway", fue uno de los primeros que pensó en la posibilidad de
explotar el carbón en nuestra zona e hizo excavaciones superficiales en Lirquén, adquiriendo el
combustible necesario para el consumo a bordo.

Varios coincidieron en elogiar la calidad de dicho carbón, opinión que fue refutada en 1835 por el
científico Charles Darwin, al desestimar el valor de los yacimientos carboníferos de Lirquén.
Darwin narra en su libro "Geological Observations on South America" sus análisis realizados en
Lirquén. Posteriormente, en 1840, el inglés Tomas Tasthon Smith, instalo en Lirquén un
importante Molino de Trigo, el que fue comprado por su cuñado Joaquín Edwards, hijo del médico
ingles Jorge Edwards, quien diera origen a una de las familias más opulentas de la oligarquía
chilena. En 1843, Edwards motivado por la abundancia de carbón, instalo en ese lugar una
fundición de cobre, dirigiendo la extracción el Señor Tasthon Smith, para abastecer la fundición de
su cuñado. La fundición de Lirquén produjo una importante cantidad de cobre en barra y rieles, lo
que genero la necesidad de habilitar un puerto para su exportación. Es así como, el 24 de enero de
1846, con la firma del Presidente de la Republica Manuel Bulnes, se autoriza la habilitación de un
puerto para esta localidad. A partir de esta fecha, la vocación de esta localidad será la de ser una
ciudad Puerto, condición que perdura hasta nuestros días.
Con la fundición se implementó así, la segunda mina de carbón en Chile. La mano de obra provino
principalmente de los campos cercanos, a quienes se les construyo casas y galpones. En 1848 se
inicia también, la extracción de carbón en Cerro Verde, llegando con el tiempo a tener cerca de mil
trabajadores para su explotación. Por estos años, las minas de Carbón de Lirquén y Cerro Verde
son más famosas que las de Lota y Coronel, y pasan por su mayor apogeo. En 1885, las compra el
técnico alemán Augusto Kaiser. En este periodo se constituye legalmente la Compañía Carbonífera
de Lirquén, declarada mediante Decreto Supremo el 13 de septiembre de 1905. Luego de un
periodo de altos y bajos, se inicia la venta de carbón a Fanaloza y Refinería de Penco. Más tarde,
en el año 1912 la competencia con el carbón de Lota y algunas inundaciones sufridas, terminan
por cerrar las puertas del yacimiento en Cerro Verde, dejando cientos de personas en la total
cesantía, hambre y pobreza.

En 1924, la "Refinería de Azúcar de Penco" es adquirida por la Crav de Viña del Mar. Ese mismo
año, con el objeto de asegurarse el suministro de carbón, la CRAV compra la "Cía. Carbonífera de
Lirquén". Así, la mina de Lirquén siguió un mejor destino por algunos años. No obstante, en 1931,
la Empresa de Ferrocarriles del Estado deja de comprar el carbón a la Cía. Carbonífera de Lirquén,
generando el inicio de un inestable periodo económico. Por aquellos años, la empresa tiene 1800
trabajadores, incluyendo la mina de Cosmito. Los yacimientos son submarinos y alcanzan los 2.800
metros desde la entrada del chiflón principal. La profundidad alcanza los 300 metros bajo el nivel
del mar. A principios de la década del 40, el presidente de la Cía. Carbonífera de Lirquén es
Benigno Polanco.
Vicepresidente Max Grisar y Director Roberto Ovalle, todos pertenecientes a la "familia refinera",
quienes le dan un nuevo aire a la empresa: Se funda el Club Deportivo "Minerales", iniciándose
también la publicación del periódico el "Carbón de Lirquén", y se construye un teatro para los
trabajadores. En 1942, el presidente de los trabajadores de la Carbonífera (Lirquén - Cosmito)

Francisco Tejada Álvarez, es electo alcalde de la Comuna de Penco. Años más tarde, por razones
de mercado, altos costos de mantención y mejor rentabilidad del petróleo, la carbonífera cerró sus
puertas a fines del año 1957.

El cierre de la mina, al igual que la de Cerro Verde, genero gran cesantía y pobreza. En Lirquén, aún
existen poblaciones de trabajadores de la mina. Lamentablemente, ya casi no existen con vida
estos esforzados mineros.

Actualmente, en el lugar de la mina opera la Empresa Puerto Lirquén.


Datos históricos hablan que los ingleses se abastecían de carbón en Penco haciendo excavaciones
menores. El combustible estaba a flor de suelo y era muy útil para sus navíos. Esta facilidad para
conseguirlo seguramente los tenía deslumbrados. La mina de Lirquén comenzó a operar en 1843.
Pero, no sólo fue Lirquén el centro de la actividad carbonífera de la comuna. En Cerro Verde
también había un pique para la extracción y otro existía en Cosmito. Los dos primeros adentraban
sus galerías subterráneas por debajo de la bahía de Concepción. La boca de la mina de Lirquén
apuntaba directamente al mar, en una inclinación de unos 33 grados. El mineral era trasladado a la
superficie en carros metálicos enganchados a un cable sinfín. El carbón, en grandes trozos de
piedra relucía su tinte negro azabache a la luz de sol.

Decíamos que Lirquén, Cerro Verde y Cosmito si bien eran productores de este combustible fósil,
no alcanzaron el renombre internacional de Lota, por ejemplo, porque Penco no tuvo la suerte de
contar con un escritor que lo lanzara al estrellato como fue el caso de Baldomero Lillo autor de
Subterra. Otra razón pudo ser el hecho que Coronel y Lota integrantes de la llama cuenca
carbonífera, perduraron más en el tiempo.

Lo que nos interesa rescatar aquí es que la comuna de Penco también fue carbonífera y que contó
con centenares de mineros con sus familias. Era frecuentes verlos caminar de Penco a Lirquén por
la línea férrea llevando sus bolsas blancas con el “manche” (la comida). Un minero lucía siempre su
casco negro. Lo que no se veía era que todos se fajaban la cintura con un largo trozo de tela de
algodón hecho de bolsas de harina. Esas tareas tan rudas bajo tierra y bajo el mar exigían cuidar la
espalda. Porque esos hombres permanecían horas arrodillados y encorvados extrayendo carbón.
Así era la dura vida de los mineros de Penco.

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