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1- Introducción………………………………………………………………….3
2- Estado de la cuestión………………………………………………………....3
5- Susana…………………………………………………………………….6
6- La oposición categorial…………………………………………………..7
7- Conclusiones……………………………………………………………………8
8- Referencias bibliográficas…………………………………………8
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1- INTRODUCCION
La cuestión es detectar la procedencia moral del foco que alimenta la ambición y las
inquietudes de nuestra protagonista.
Parece claro que Elisa no padece un trastorno irreversible dado que es capaz de razonar
con total elocuencia sobre su situación social e incluso emite juicios bastante fundados
sobre el entorno y las personas que la rodean.
Llegados a este punto, nos toca esclarecer las brumas entorno a la legitimidad del
padecimiento que acusa Elisa y averiguar de ese modo la relevancia sobre el argumento
que encierra la obra de Elvira Navarro puesto que paralelamente a la ficción narrativa,
pretende ser una obra fiel a hipotéticos hechos sociales circunstancialmente localizados
en un tiempo concreto.
2- ESTADO DE LA CUESTION
Elisa es una mujer de clase media que ronda los cuarenta y trabaja como redactora en
una editorial que debe realizar recortes por la situación de crisis que atraviesa el país.
Esta situación provoca que Elisa se vea obligada a ajustar su vida a una nueva realidad
social condicionada por los pagos atrasados y un reajuste económico que la empujan a
cambiar de apartamento y compartir vivienda con Susana, una misteriosa mujer con un
pasado turbio y un ritmo de vida poco convencional. La percepción alterada que recoge
Elisa del entorno cívico es un rasgo sintomático de la crisis psicosocial que se
manifiesta a través de la confrontación de sus convicciones éticas con una sociedad en
decadencia. La cotidianeidad de una situación hostil provoca que la protagonista se vea
sometida ante un impulso de búsqueda redentora que inevitablemente desemboca en un
padecimiento psicosocial que no resuelven los parches de la ociosidad sino que nos
acaban mostrando a una Susana a la deriva de su paranoia literaria.
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3- EL ORIGEN DEL TRASTORNO
Elisa pertenece a una clase media que persigue a ultranza el éxito en la materia en la que
se ha formado o a lo sumo, en ocupaciones que le puedan proporcionar más prestigio
sociocultural a semejanza de la vieja burguesía. Sólo por un momento concibe la
posibilidad de aventurarse en otro trabajo por supervivencia dadas las circunstancias y
lo hace de una forma muy vaga e irónica cuando afirma; “Añadí que comenzaba a no
importarme ser teleoperadora si eso me aseguraba un sueldo fijo y no estar a solas en el
piso. Se lo dije con temor, pues cuando lo pensaba dos veces, me sobrevenía el
desasosiego de los trayectos diarios, de las obligatorias relaciones con los compañeros
de trabajo. Por otra parte, ¿aceptaban en su empresa aspirantes sobre cualificados, o
tenía que modificar mi currículum?”. (68-69). Exceptuando este devaneo emocional
fruto del morbo de conocer más detalles sobre la vida laboral de su compañera, Elisa no
concibe en modo alguno la versatilidad laboral que concierne a las necesidades de la
clase obrera sino que degrada la laboriosidad del esfuerzo físico y la fortaleza moral que
en ocasiones implica acometer estos trabajos. Este seudo desprecio por los oficios
mundanos va a ser un síntoma que acusa la gravedad de la crisis psicosocial del
personaje durante toda la obra. Jamás somos aquello que despreciamos, de modo que
semejante desarrollo a lo largo de la novela hace ver en ello un reflejo del ideal de la
autora misma.
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Su vida no cumple las expectativas de clase que ambiciona, cosa que favorece la
incipiencia de un trastorno que aunque no es aún visible, es manifestado a través de una
obsesiva disconformidad y desprecio hacia elementos que en circunstancias diferentes
podrían no llamar la atención. La absoluta disconformidad con la disposición de su
apartamento se asocia con el tedio que le provoca realizar los penosos trabajos
monumentales de una editorial que le reporta un salario escaso y de la que no se puede
deshacer; “Las conversaciones con Felipe y Asun en la máquina del café no me
resarcían del tedio de pasar ocho horas ante las galeradas de un manuscrito en una
estancia sin ventanas y con techo bajo de escayola” (45).
Estos ejemplos muestran a una protagonista que se sitúa constantemente por encima de
todo lo descrito sobre lo que descarga su juicio irónico haciéndonos confidentes de un
discurso neoliberalista y alto clasista que es susceptible de reconfortar al lector menos
crítico, haciéndole creer que está al mismo nivel que Elisa, y condenar junto con ella
ciertos cuadros sociales que en suma, no vienen dados por un caso particular, sino que
pertenecen a lo que Herbert Marcuse1 denomina “La sociedad industrial avanzada”;
Según lo cual el individuo, ante la desaparición de la clásica diferenciación de clases
favorecida por el desarrollo económico, asiste de forma alienada a una sociedad de libre
competencia marcada por los bienes de consumo (intelectuales y de ocio) donde
prevalecen otros medios de control y manipulación ejecutados por el propio individuo
como ultimo elemento de una globalidad altamente jerarquizada. Esta observación se
puede deducir a raíz de las impresiones que van conformando la personalidad elitista de
Elisa a lo largo de la obra.
La percepción de la ciudad a través de los ojos de Elisa, nos llega con una intensidad
decadentista. El elemento cívico es una constante que acompaña al personaje en su
caída hacia la crisis psicosocial mediante la exasperante situación laboral. Las calles
cobran vida propia a través de la desorientación despreocupada que sufre Elisa por
momentos en su afán de despejarse de la acumulación estresante del trabajo. Se
empinan y se retuercen misteriosas ocultando la visión de las calles contiguas. Camina a
la deriva topándose con viviendas allanadas, galerías internas y edificios sin
personalidad que acentúan aún más la sensación asfixiante y la impresión de gruta
psicológica y desazón que atraviesa. El caos cívico aparece representado a veces como
un pálpito expresionista a trasvés de la introducción de los cuadros de Antonio López o
la naturaleza en exorbitante dinamismo referida de los paisajes de Ortega Muñoz.
También es tratada con una simbiosis minimalista a trasvés de la percepción revelada
sobre los recortes a modo de collage que manufactura Susana. La obstinación de Elisa
parece fruto de un hechizo. Deambula sin propia voluntad hacia un final sin término
lógico y presa de un pensamiento circular. Está constantemente reflejada con una
mirada trémula que se clava en los confines de una nada narrativa mientras la autora
elucubra un alma para que ocupe el vacío de su cuerpo penitente insuflándole vida con
nuevos males ficticios.
1
(Marcuse, Herbert (1968); El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad
industrial avanzada, Trad. A. Elorza. Barcelona, Seix Barral, S.A.
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4-LAS MANIFESTASCIONES DEL TRASTORNO
5- SUSANA
2
Referencia hecha de la obra de A. Camus (1996). El mito de Sísifo, El hombre
absurdo. Trad. E. Benítez. Madrid. Biblioteca Camus, Alianza Editorial.
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La pretensión de la autora es arrojar sobre ella la inversión de los valores éticos que
debieran sostener la columna vertebral del sentido existencial de Elisa pero este objeto
se ve frustrado cuando ambos personajes quedan igualados en la susceptibilidad
neurótica, cuando se invierten los roles y Elisa acusa las evidencias de la crisis
psicosocial. Susana debe desaparecer para que nuestra protagonista vea realizado el
objeto de la narración sobre la que se sostiene; no sin antes dejarnos algo de luz sobre
un supuesto posible que la anima. A juzgar por el modo en que Elvira Navarro arremete
contra el arquetipo de Susana, da la impresión de que se trata de un recelo que encuentra
su correspondencia con alguien de características similares en la vida real. Elisa ve con
extrañeza el modo de vida de Susana pero en el fondo la admira cuando admite, “Lo que
me había parecido irritante y estrafalario de ella, y me había llevado a suponer que tenía
menos años, era lo que al mismo tiempo admiraba, pues esa forma de conducirse no
dejaba de ser una resistencia. Sin embargo, el verla alardear de la ropa nueva me hacía
descreer. Tal vez Susana nunca había buscado diferenciarse ni salvarse ni oponer
resistencias, y era yo la que interpretaba a través de categorías que solo me retrataban a
mi” (142-143). También, este antagonismo puede encontrar sus motivos en un deseo de
liberación reprimido por la conciencia del deber y lo justo en la persona de Elisa.
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experiencia. Germán viene a ser la victoria sobre todos los Fabios del mismo modo que
Elisa ejemplifica la victoria sobre todas las posibles Susanas.
7- CONCLUSIONES
Aunque no aparece en el índice, es conveniente hacer una referencia respecto del caso
de la violencia.
El propio concepto de la desesperación que atañe a la circunstancia social en la que se
enmarca la obra es sinónimo de violencia. La narración desarrolla un entorno hostil
donde todo es susceptible de afectación. El dibujo hecho por la autora sobre los ataques
de “los del camión” dice más de la conducta parasocial de ciertos individuos en la
marginalidad que de un acto deliberado de violencia hacia una persona concreta. La
relevancia del mismo vine dado de la situación que atraviesa la protagonista. A los ojos
de la neurosis las calles y las avenidas, el estado de los edificios y hasta la máscara de
los ancianos parece adquirir un enfoque violento pero el mayor grado de violencia
procede de la ejecución del desarrollo. Habérselas con un proyecto literario entraña
aspectos y secretos del alma conocidos sólo por el autor pero que en mayor o menor
grado pueden revelarse sutilmente ante una lectura imparcial y experimentada. Lo único
que encuentro violento es la escritura aburrida, capciosa y llena de tópicos sin misterio
de Elvira Navarro. Por lo de más, el ejercicio de desarticular estas veleidades es del todo
aconsejable para reafirmarse uno en sus preferencias literarias y en sus convicciones
morales.
8- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
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