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El vientre altamente dilatado y otras características dieron

como resultado que la causa fue muerte post parto por efecto
de una crisis convulsiva conocida como eclampsia.
Recientes estudios realizados por la Fundación Wiesse,
echaron nuevas luces sobre la causa de la muerte de la Dama
de Cao, avalando la teoría de la causa fue muerte post parto.
Esteban Farre explica que las probabilidades de que la joven
gobernante muriera a causa de fuertes convulsiones, las que
se le conoce como eclampsia. Estaba embarazada, las estrías
abdominales hacen pensar que, en el tercer trimestre de
gestación, lo que acentúa la hipótesis de la muerte post parto,
también que haya sido inducida a un aborto.

El deceso de la gobernante de la cultura mochica,


aparentemente por complicaciones de parto,2 se produjo
aproximadamente en el año 400 d.C., unos 150 años después
del apogeo del Señor de Sipan, quien se considera el líder más
antiguo que se conozca de esa región norteña del Perú. Los
restos momificados de la mujer, de 1,45 metros de altura y
entre los 20 y 25 años, estaban cubiertos por 18 collares
de oro, plata, lapislázuli, cuarzo y turquesa, treinta adornos de
nariz de oro y plata, diademas y coronas de cobre dorado.
El cuerpo de la dama tiene tatuajes
de serpientes, arañas, cocodrilos, monos, leopardos, abejas y 
mariposas, aún visibles, que representan la fertilidad de la
tierra pero que también podrían indicar sus dotes
como adivina. La preservación del cadáver, así como de
algunas vestimentas, fue posible porque se le untó con sulfuro
de mercurio, una sustancia venenosa para las bacterias que
podrían haber deteriorado el cuerpo. Se piensa que la Señora
de Cao trabajaba en algo que tendría que ver
con política o religión por sus tatuajes de arañas y serpientes
en los brazos.
Hija de Manuel Bastidas, descendiente de africanos, y de
Josefa Puyucahua (o Puyucawa), indígena, la joven Micaela
era de esbelta belleza y tez bronceada, con el cabello
ondulado. Por sus raíces tanto africanas como amerindias era
conocida por muchos como Zamba, nombre que se daba en
época colonial a las personas producto del mestizaje entre
africanos e indígenas. El 25 de mayo de 1760, poco antes de
cumplir 16 años, se casó con el joven mestizo descendiente
de la nobleza indígena José Gabriel Condorcanqui, en la
iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, en el pueblo de
Surimana, lugar del curacazgo de su marido. Condorcanqui era
descendiente directo por línea materna del último inca Túpac
Amaru I. En 1764 fue nombrado cacique de los territorios que
le correspondían por herencia, Pampamarca, Tungasuca y
Surimana, y fijaron su residencia en Tinta, localidad
perteneciente a Cusco. Tuvieron tres hijos varones, Hipólito
(1761), Mariano (1762) y Fernando (1768).
José Gabriel había recibido una educación privilegiada en
colegios jesuitas de Lima y Cusco. Dominaba el castellano,
el quechua y el latín, era un ávido lector y su interés por
diversos temas le dio un nivel cultural remarcable. Poseedor
de grandes extensiones de tierras y riqueza, cumplía múltiples
roles en la administración de sus bienes. Como curaca debía
mediar entre el corregidor y los indígenas a su cargo. Como
próspero hacendado se vio afectado como el resto de la
población debido a las alzas fiscales y la creación de aduanas
internas. Como arriero recorría su territorio, viviendo de cerca
las historias y desgracias de los trabajadores y sus duras
condiciones. Como mestizo sentía que toda la injusticia con
su gente lo tocaba en carne propia. Realizó reclamos y
solicitudes oficiales a las autoridades coloniales de Tinta,
Cusco y Lima, para que los indígenas fueran liberados del
trabajo obligatorio en las minas y exonerados del
cumplimiento de la mita, obteniendo siempre negativas o
indiferencia y comenzó a desarrollar una ideología libertaria
basada en la defensa.
En los primeros años de la década de los 70 del siglo XX,
cuando en el Perú flameaba la bandera de la revolución
"cuasi" socialista del general Juan Velasco Alvarado, se
produjo la invasión de miles de habitantes de escasos
recursos al desierto de Pamplona. El entonces presidente
ordenó "una reubicación planificada", la que motivó el
traslado de miles de habitantes hacia el sur de Lima y la
formación de la Comunidad Urbana Autogestionaria de Villa El
Salvador . En esa oleada humana estuvieron la madre y los
siete hermanos Moyano Delgado, separados ya del padre, a
quiénes les habían desalojado de la casa y les habían
embargado los muebles por no haber podido pagar los
alquileres. Para estudiar, María Elena se trasladaba hasta
Surco, varios kilómetros al norte de Villa El Salvador, a un
colegio que se llamaba "Jorge Chávez"; sin embargo para
llegar allí, debía de levantarse muy temprano para poder ser
llevada por el transporte público. Junto a su hermana fueron
elegidas para formar parte de la selección de voleibol de su
escuela siendo necesario que regresaran en las tardes a
entrenar.
En 1989, fue elegida como teniente alcaldesa de la
municipalidad distrital de Villa El Salvador, como integrante
de la lista del movimiento político Izquierda Unida, que
encabezó el señor Michael Azcueta. Las discrepancias con el
grupo terrorista Sendero Luminoso se acentuaron a raíz de
unos volantes que publicó dicho grupo y donde decía que
María Elena se había apoderado del dinero de unas
donaciones de entidades del extranjero. En el mes de
septiembre de 1991, María Elena, en un comunicado público,
desmintió categóricamente tal infamia e increpó a los
maoístas muy crudamente, con estas palabras: la revolución
no es muerte ni imposición, ni sometimiento, ni fanatismo.
Diversos historiadores concuerdan en que María Parado de
Bellido nació en Huamanga, luego denominada Ayacucho, en
la sierra sur del Perú. Sin embargo, el sacerdote Carlos
Cárdenas afirmó haber descubierto su partida de bautizo en la
parroquia de Cangallo, donde habría nacido, para ser más
exactos, en el actual distrito de Paras. Tampoco hay
consenso en cuanto al año de su nacimiento. Unas fuentes lo
sitúan en el año de 1777 y otras en el de 1761. Pero,
curiosamente, todas coinciden en la misma fecha: 5 de julio.
Sus padres fueron Fernando Parado, criollo de ascendencia
altoperuana, y Jacinta Jayo, mujer indígena.
Su infancia fue como la de todas las niñas indígenas de su
tiempo, que no recibían instrucción y solo se preparaban para
las tareas conyugales.
Diversos historiadores concuerdan en que María Parado de
Bellido nació en Huamanga, luego denominada Ayacucho, en
la sierra sur del Perú. Sin embargo, el sacerdote Carlos
Cárdenas afirmó haber descubierto su partida de bautizo en la
parroquia de Cangallo, donde habría nacido, para ser más
exactos, en el actual distrito de Paras. Tampoco hay
consenso en cuanto al año de su nacimiento. Unas fuentes lo
sitúan en el año de 1777 y otras en el de 1761. Pero,
curiosamente, todas coinciden en la misma fecha: 5 de julio.
Sus padres fueron Fernando Parado, criollo de ascendencia
alto peruana, y Jacinta Jayo, mujer indígena.
Su infancia fue como la de todas las niñas indígenas de su
tiempo, que no recibían instrucción y solo se preparaban para
las tareas conyugales.
Nació en la aldea de Huacarpay o Anchibamba, en el
actual distrito de Lucre del departamento del Cuzco. Fue hija
del contador español de origen vizcaíno, Antonio de Zubiaga, y
de la dama cusqueña Antonia Bernales. Desde temprana edad
sintió vocación religiosa, por lo que sus padres autorizaron su
ingreso a un convento (1815), pero extremó las penitencias
hasta caer enferma, por lo que debió retornar al hogar (1820).
En medio de la efervescencia de la guerra emancipadora, su
padre decidió volver a España, dejándola a ella y a sus
hermanas en el Monasterio de la Encarnación. En esas
circunstancias, se vinculó sentimentalmente con el prefecto
del Cusco, general Agustín Gamarra, con quién se casó en
Zurite en 1825. Se dice que, además del amor, fue movida por
el atractivo del poder. Cuando el Libertador Simón
Bolívar llegó a la ciudad el 25 de junio de 1825, doña
Francisca fue la encargada de ceñir en las sienes del
Libertador una corona de oro, pero él mismo decidió que ella
fuese la que llevara la corona.
Ganó fama de mujer valerosa al acompañar a su marido en
la expedición a Bolivia de 1828. La tradición cuenta que iba
montada a caballo, armada y luciendo traje militar, y que ella
misma dirigió la toma del pueblo de Paria y asistió a las
conferencias que su esposo sostuvo con jefes bolivianos.
Cuando Gamarra llegó a la presidencia en 1829, tuvo entonces
la ocasión de disfrutar del poder a plenitud, siendo llamada “la
presidenta”. También era llamada “La Mariscala”, ya que su
esposo fue investido con el rango de Mariscal, apelativo que
se perpetuaría.
En 1831, luego de que Gamarra partiera al sur con el fin de
afrontar un conato de conflicto con Bolivia, quedó como
encargado del mando el vicepresidente Antonio Gutiérrez de
La Fuente. La Mariscala acusó a este personaje de conspirar
contra su esposo y encabezó una asonada en su contra. Ella
misma dirigió a las tropas que persiguieron a La Fuente por
las azoteas del vecindario de Lima

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