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En la isla de los Cíclopes, Ulises desembarca con doce de sus compañeros y coge una de las vasijas con vino
que les había regalado el sacerdote de Apolo para regalarla. Llegan a la cueva de Polifemo y deciden coger
todo lo que allí había, desde quesos hasta cabras y ovejas, pero Ulises no está de acuerdo. En ese momento
aparece el Cíclope con su rebaño y se puso a ordeñar sus ovejas y sus cabras. Después de esto, se comió a dos
de los compañeros de Ulises, y éste tuvo una idea: emborracharle. Y así fue, le dio el vino y después de
emborracharle le dijo: “preguntaste, cíclope, cuál era mi nombre glorioso y a decírtelo voy. Ese nombre es
nadie. Nadie mi padre y mi madre me llamaron de siempre y también mis amigos”. El cíclope cayó de espaldas
y le venció el sueño. Ulises aprovechó para coger una estaca de olivo y la prendió en llamas y se la clavó en el
único ojo que tenía Polifemo.
Polifemo gritó y gritó hasta que los demás cíclopes le escucharon. Ellos le preguntaron cuál era la razón de su
llanto, y Polifemo dijo: ¡Oh queridos! No es fuerza. Nadie me mata de dolor. Los demás cíclopes pensaron que
Zeus le había castigado con una locura y se fueron de la gruta. Al día siguiente, Polifemo quitó la enorme roca
que había puesto en la entrada para sacar a pastar a su rebaño y Ulises y sus compañeros pudieron escapar
bajo los animales. Las risas que profería Ulises, una vez embarcado, enfurecieron aún más al cíclope que les
tiró rocas para hundir el barco, pero sin éxito. No tuvo más remedio que pedir ayuda a su padre, Poseidón, y el
cíclope le pidió que Ulises no llegara nunca a Ítaca o que regresase solo y no en su barco. Y así fue, Poseidón lo
mantuvo mucho tiempo fuera de casa.
GALATEA Y POLIFEMO
Galatea era la hija de Nereo y era una bella ninfa marina que heredo la belleza de su madre Gea siendo
representada siempre como una joven virtuosa y de tez blanca. Vivía en el mar y siempre fue el objeto del
cíclope gigante Polifemo.
Este cíclope era feo, enorme y bruto, la antítesis de Galatea. Era el hijo de la ninfa Toosa y del dios del mar y
los océanos, Poseidón. Por más que éste la desease, Galatea sólo tenía su corazón para el bello mancebo Acis,
hijo de otra ninfa y el dios del pan.
Un día, tanto Acis como Galatea descansaban y se lo pasaban bien a orillas del mar, mirándose, hablando y
sonriéndose de manera cómplice, pero fueron descubiertos por Polifemo y desde ese entonces, todos los días
los vigilaba a escondidas, porque era la única forma de poder estar un poco cerca de su amada.
En una de estas escapadas, Acis intentó hacer algo a Galatea que no gustó nada a Polifemo, quien salió de su
escondite asustándolos a todos, especialmente al joven, a quien acabó matando lanzándole una pesada roca
sobre él mientras éste huía despavorido del gigante de un solo ojo.
Esto no gustó nada a Galatea, quien se marchó corriendo hacia su amado que yacía en el suelo sin vida, pero
ella intentó reanimarlo por todos los medios, pero no pudo hacer absolutamente nada y ya no estaba en el
mundo de los vivos.
Galatea sólo tenía ganas de llorar y llorar por la pérdida de su querido amado, pero también hizo otra cosa
muy importante para ella, pedir a los dioses un consuelo, quienes hicieron que la sangre que salía del cuerpo
de Acis y las lágrimas de Galatea en un río muy profundo y grande, para que pudieran estar eternamente
juntos, mezclados el uno con el otro.
Obviamente, de este mito hay muchas versiones, las cuales han ido apareciendo a lo largo de la historia y
donde han variado en muchas ocasiones. Una de ellas era la que dice que Galatea se dedicó a satisfacer y a
adorar a Polifemo en lugar de a Acis o incluso otra en la que se dice que Galatea decidió aceptar el amor de
Polifemo y que llegó a tener tres hijos con él: Gálata, Celto e Ilirio, de quienes se dice que son los epónimos de
los gálatas, celtas e ilirios, aunque, obviamente, se trata de una leyenda.
PASAJE DE NAUSICAA