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(Documento de trabajo)*
A. CONSIDERACIONES PRELIMINARES.
Cabe advertir que, en efecto, dichas respuestas se encontrarán más en un plano teórico, sin
embargo, se considera importante no dejar de lado esas recurrentes observaciones que nos
deben llevar a una reflexión integral no solo del Estado, sino de todo el acontecer socio-
político que nos rodea. Es decir, más allá de plantear cuestiones doctrinales, es fundamental el
darnos la posibilidad de poder reflexionar sobre el Estado en que vivimos, pues como lo dicen
Kant y Kurnitzky, “en tiempos comprometidos solo la reflexión y la crítica son condiciones
necesarias para el conocimiento y para propiciar una posible reorganización de la vida social
partiendo de nuevas posiciones”. En suma, se propone en todo momento la producción de
nuestro propio conocimiento, en lugar de la reproducción automatizada del mismo.
Previo a iniciar el análisis de cada uno de los elementos del Estado, es preciso recordar que
estos se dividen en elementos previos y elementos constitutivos. En los elementos previos
tenemos: Población y territorio; en tanto que los elementos constitutivos son: Orden jurídico,
poder soberano, bien público o bien común y personalidad moral y jurídica.
**
Elaborado exclusivamente como documento de guía para la materia de Teoría General del Estado.
embargo se debe tener presente que éstos cobran diferentes matices y formas en función a las
particularidades de cada uno de los Estados que conforman la comunidad internacional.
Bajo este contexto, es que en las siguientes líneas se procurará analizar cada uno de ellos.
En primer lugar, un aspecto fundamental que nos puede permitir dimensionar la importancia
de este elemento, es el hecho de que a partir del siglo XVIII se empezó a entender que “El
Estado es para el Hombre y no el Hombre para el Estado”, por lo que se infiere que el
elemento humano es el esencial o fundamental dentro de la estructura estatal, ya que sobre este
es que giran los otros elementos. Es decir, de nada serviría el territorio sin una sociedad, de
nada sirve un orden jurídico si no existe un conglomerado humano sobre el cual regular sus
conductas a través del Derecho, de nada sirve un poder como la soberanía que no este en
manos del pueblo, y de nada sirve un bien común que no pretenda satisfacer las demandas más
esenciales de la sociedad.
De igual suerte, es preciso hacer la aclaración que sobre la sociedad humana existen conceptos
que deben tratarse con cuidado y que no pueden ser considerados como sinónimos, nos
referimos a los conceptos de pueblo, población y nación y que en ocasiones son utilizados
indistintamente.
Así, cuando nos referimos a pueblo estamos hablando del conjunto de personas que tienen
derechos civiles y políticos; por su parte, cuando hablamos de población nos referimos más a
un sentido aritmético en cuanto al número de personas que habitan en un Estado al margen de
que ostenten o no derechos civiles y políticos (censo nacional de población), y finalmente,
respecto de la Nación es un concepto que tiene una connotación socio-cultural en la medida
que se refiere al conjunto de personas que les unen lazos lingüísticos, culturales, religiosos,
sociales y hasta un pasado histórico común, esto al margen de que si pertenecen a una
población o que ostenten derechos políticos y civiles.
No obstante lo anterior, se debe dejar en claro que entre dichos conceptos existe un
denominador común, es decir, en el centro encontramos a la persona humana o al hombre,
razón por la cual se hace necesario intentar descifrar que es el ser humano. Sobre este punto, a
manera de referencia cabe señalar que a través de la historia el hombre ha pretendido
reflexionar sobre su naturaleza, ya que en un principio se considero que su origen era divino,
sin embargo fue Darwin quien cuestionó esta percepción y afirmó que esto era falso y que en
realidad su origen era producto de la evolución. Posteriormente se consideró al hombre como
el centro del universo, sin embargo llegó Calvino y Lutero y afirmaron que era falso y que
realmente era parte del universo. Más adelante se le consideró creador de la historia, hasta que
llego Marx y sostuvo que era falso y que era la lucha de clases quien generaba la historia.
Finalmente, se considero al hombre como conciencia, sin embargo Freud sostuvo que existían
aspectos en el subconsciente que eran más determinantes. De lo anterior podemos percatarnos
como a través de la historia el hombre ha procurado descubrir su propia esencia.
2
No obstante lo anterior, la pregunta subsiste en el sentido de saber ¿qué es el hombre? Y al
respecto vale rescatar lo establecido por Willian James, quien nos habla de tres aspectos del
ser humano:
Con base en lo anterior, Porrua Pérez, nos dice que el hombre se compone igualmente de 3
aspectos, y así nos habla de:
No obstante lo anterior y al margen de teorías sobre la naturaleza del ser humano, lo que es
una realidad y que no podemos dejar de lado sobre todo para los fines del curso, son esas
facilidades que el propio Estado (entendido como una forma de organización social), debe
ofrecer al hombre, y que son:
Desde un punto de vista jurídico y para efectos del presente apartado, mención especial
merecen los Derechos Humanos, por lo que se hacen necesarios algunas consideraciones.
1. Derechos Humanos.
En este sentido no olvidar su diferencia con los llamados derechos fundamentales que no son
otra cosa que los propios derechos humanos, muchas veces reconocidos en instrumentos
internacionales, pero que han sido constitucionalizados.
Aparte tendríamos a las llamadas garantías individuales que en su acepción actual más bien se
les viene entendiendo como los mecanismos de protección de los derechos sustantivos.
3
Resulta una realidad de que todos estamos obligados a respetar los Derechos Humanos de las
demás personas; sin embargo, quienes tienen mayor responsabilidad en este sentido son las
autoridades gubernamentales, es decir, quienes ejercen la función de servidores públicos.
La tarea de proteger los Derechos Humanos representa para el Estado y sus instituciones la
exigencia de proveer y mantener las condiciones necesarias para que, dentro de una situación
de justicia, paz y libertad, las personas puedan gozar realmente de todos sus derechos. El
bienestar común supone que el poder público debe orientar sus actividades para que, de
manera paulatina, sean superadas la desigualdad, la pobreza y la discriminación.
En todo caso, no olvidar que los derechos humanos o los fundamentales se sustentan en dos
pilares fundamentales: el reconocimiento de esos derechos y su protección o tutela.
Dicho lo anterior, resulta de importancia resaltar que la doctrina ha realizado una clasificación
de los Derechos Humanos en tres generaciones atendiendo a su naturaleza, origen, contenido y
por la materia que refieren.1
Así pues:
Toda persona tiene derechos y libertades fundamentales sin distinción de raza, color,
idioma, posición social o económica.
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad jurídica.
Los hombres y las mujeres poseen iguales derechos.
Nadie estará sometido a esclavitud o servidumbre.
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, ni
se le podrá ocasionar daño físico, psíquico o moral.
Nadie puede ser molestado arbitrariamente en su vida privada, familiar, domicilio o
correspondencia, ni sufrir ataques a su honra o reputación.
Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia.
Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
En caso de persecución política, toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar
de él, en cualquier país.
Los hombres y las mujeres tienen derecho a casarse y a decidir el número de hijos que
desean.
Todo individuo tiene derecho a la libertad de pensamiento y de religión.
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión de ideas.
Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica.
Por lo que ve a los referidos derechos económicos, sociales y culturales, son entendidos como
aquellos que pugnan por establecer una protección por parte de los órganos estatales a los
grupos sociales considerados débiles, derechos que se consagran constitucionalmente y que al
paso del tiempo se van expandiendo de la mano del modelo del Estado de bienestar o Estado
de prestaciones.
Finalmente tenemos a la Tercera generación. Este grupo fue promovido para incentivar el
progreso social y elevar el nivel de vida de todos los pueblos en un marco de respeto y
colaboración mutua entre las distintas naciones que conforman la comunidad internacional.
Entre otros, destacan los relacionados con:
La autodeterminación.
La independencia económica y política.
La identidad nacional y cultural.
La paz.
La coexistencia pacífica.
El entendimiento y confianza.
La cooperación internacional y regional.
La justicia internacional.
El uso de los avances de las ciencias y la tecnología.
La solución de los problemas alimenticios, demográficos, educativos y ecológicos.
El medio ambiente.
El patrimonio común de la humanidad.
El desarrollo que permita una vida digna.
Como se puede ver, los derechos de la tercera generación son producto de la nueva
conformación que al paso de los días toma la comunidad internacional; la globalización, el
5
liberalismo y la interdependencia entre los países, son algunos de los factores que conllevan al
surgimiento de éstos derechos.
Por último en el tema de los derechos humanos, no se puede dejar de lado el tema del control
de convencionalidad que seguramente cambiará muchas cosas el día de mañana en términos
de concepción del propio derecho, incluso de la labor del jurista y su perfil en un futuro
cercano.
Control de convencionalidad
Se puede decir que el fortalecimiento del Estado democrático descansa en buena medida en la
capacidad de reconocer y tutelar los derechos humanos, ya sea adoptándolos desde los
instrumentos internacionales, o bien a partir de su incorporación a los textos constitucionales.
Es indudable que, como parte de los procesos de transformación jurídica en los que
permanentemente nos encontramos, de manera particular a partir de lo que pareciera una
configuración lenta y silenciosa de un tribunal constitucional, los instrumentos internacionales
toman una posición trascendente en la función jurisdiccional.
Prueba de lo anterior son los criterios adoptados por el Poder Judicial de la Federación
encabezado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en relación con los tratados
internacionales,2 y que por sí mismos reflejan la importancia que cada día adquiere el orden
internacional dentro del sistema jurídico mexicano.
Hemos de tener en cuenta, que dicha relevancia se aprecia más nítidamente cuando se
recuerda que México, desde diciembre de 1998, aceptó la jurisdicción contenciosa de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, mientras que en marzo de 2002 depositó ante la
Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas diversos documentos, con lo
que también se adhirió a la competencia de los comités respectivos de las Naciones Unidas.3
Esto nos lleva a considerar, entre otras consecuencias, la obligación del Estado mexicano de
modificar criterios emitidos por la doctrina judicial en correspondencia con los instrumentos
internacionales que, al mismo tiempo, permita armonizar ambos ordenamientos, es decir, el
nacional con el internacional.
2
Destacan: 1. Tratados Internacionales. Se ubican jerárquicamente por encima de las leyes federales y en un
segundo plano respecto de la Constitución Federal. 2. Tratados Internacionales. Son normas generales y, por
tanto, son impugnables en controversia constitucional. 3. Tratados Internacionales. Su aplicación cuando amplían
y reglamentan derechos fundamentales. 4. Tratados Internacionales. Su interpretación por esta Suprema Corte de
Justicia de la Nación al tenor de lo establecido en los artículos 31 y 32 de la Convención de Viena sobre el
derecho de los tratados (Diario Oficial de la Federación del 14 de febrero de 1975). 5. Jurisprudencia
internacional. Su utilidad orientadora en materia de derechos humanos.
3
Véase Carmona Tinoco, Jorge Ulises, El significado de la aceptación de la competencia de los Comités de
Naciones Unidas, facultados para decidir peticiones individuales en materia de derechos humanos y su
previsible impacto en la impartición de justicia en México.
6
El concepto, aunque ya con varios antecedentes en resoluciones de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, se desarrolló de mejor manera en la sentencia de 26 de septiembre de
2006 en el caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile:
“La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al
imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones
vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado
un tratado internacional, como la Convención Americana, sus jueces, como
parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les
obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la Convención no
se vean mermadas por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin…
En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de ´control de
convencionalidad´ entre las normas jurídicas internas que aplican en los
casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En
esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado,
sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte
Interamericana, intérprete última de la Convención Americana”. (el
subrayado es nuestro).
Los alcances del control son explicados en el voto razonado del Juez Sergio García Ramírez,
en cuanto que, una vez que ha sido definido el criterio de interpretación y aplicación por parte
de la Corte Interamericana “éste sea recogido por los Estados en el conjunto de su aparato
jurídico: a través de políticas, leyes, sentencias que den trascendencia, universalidad y
eficacia a los pronunciamientos de la Corte constituida –insisto- merced a la voluntad
soberana de los Estados…” Fin de la cita.
De esta forma, el control “puede tener --como ha sucedido en algunos países-- carácter
difuso, es decir, quedar en manos de todos los tribunales cuando éstos deban resolver asuntos
en los que resulten aplicables las estipulaciones de los tratados internacionales de derechos
humanos”
7
las legislativas, medidas de cualquier orden para asegurar el respeto de los
derechos y garantías, a través de políticas y leyes que los garanticen.”
Esto es, a partir del criterio de la Corte Interamericana, y de su adopción por los tribunales
federales, primeramente por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y después de una
manera más clara por el mencionado Tribunal Colegiado, se ha “ha patentizado la necesidad
de conformar un estándar mínimo de derechos, de emitir una jurisprudencia internacional
que construya los derechos, y necesariamente dialogante con las jurisdicciones
constitucionales”.4
Existe una vertiente de pensamiento que sostiene que, con el proceso de transición y
consolidación democrática en México durante las últimas décadas, paralelamente ha surgido
una dinámica de transformación jurídica en donde, las instituciones judiciales, pero también
las propias figuras jurídicas experimentaron un viraje hacia concepciones del derecho acordes
con el Estado constitucional.
Quienes han sido testigos de esos importantes cambios, desde finales de los ochentas, pero
particularmente durante la década de los noventas, seguramente tendrán presentes las
modificaciones a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1994, así como las discusiones
en torno a la denominada Nueva Ley de Amparo.
También recordarán, desde la doctrina judicial, las discusiones en torno a figuras como la
Constitución normativa, principios constitucionales, interpretación y argumentación jurídicas,
ponderación, bloque de constitucionalidad, control de convencionalidad, por mencionar
algunos. La misma reforma al sistema de justicia penal es otra prueba de ello.
Así, estos y otros elementos permiten la configuración de un nuevo rostro del acceso a la
justicia en el país.
Junto con lo anterior, se suman dos razones más. La firme convicción de que un tema
fundamental para el fortalecimiento de las instituciones democráticas pasa, necesariamente,
por la cultura democrática, pero también, por la cultura de la legalidad. Tanto una como la otra
constituyen, en sí mismas, el cimiento de ese edificio que llamamos constitucionalismo
4
Caballero Ochoa, José Luis, La Corte Interamericana de Derechos Humanos frente a los Tribunales
Nacionales. Algunas reflexiones sobre el caso mexicano, en www.jurídicas.unam.mx
8
democrático. La otra va de la mano, y se puede entender de mejor manera en palabras de Peter
Häberle: para el ciudadano la Constitución no es sólo un texto jurídico o un ‘mecanismo
normativo’, sino también expresión de un estadio de desarrollo cultural, medio para la
representación cultural del pueblo ante sí mismo, espejo de su patrimonio cultural y
fundamento de sus esperanzas, [esto es], no es sólo un ordenamiento jurídico para los
juristas.
Artículo 1°. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos
humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el
Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no
podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta
Constitución establece.
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta
Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las
personas la protección más amplia.
Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la
edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las
opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la
dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las
personas.
Ciertamente, no basta con establecer la naturaleza del ser humano, mucho menos esclarecer
precisiones terminológicas del concepto o precisar la relación jurídica del mismo; sino que
frente a los nuevos escenarios sociales, resulta indispensable reflexionar sobre el tema a partir
de nuestra posición en la sociedad. Para tal efecto, veamos algunas cuestiones aisladas:
a. Problema: En parte, debemos entender de una vez por todas que el Estado con
toda su estructura (incluida principalmente el Derecho) debe satisfacer las
necesidades sociales. Actuales problemas latinoamericanos como Argentina,
Bolivia, Perú, incluso en España con el movimiento de los indignados, oe l
15M, nos deben llamar a la reflexión sobre la necesidad de satisfacer esas
demandas sociales. Como sentencia Norberto Bobbio: “En la medida en que
aumenten las demandas sociales y no aumenten paralelamente la capacidad de
las instituciones para responder a ellas, caeremos en una crisis de legitimidad y
gobernabilidad”.
9
b. Cómo: Reflexionar sobre la participación política en términos de cultura
político-democrática y de conciencias colectivas dentro del propio Estado.
(régimen autoritario ‘statu quo’ vs. régimen democrático ‘cambio’).
(cosmovisión occidental vs. cosmovisión nacional).
D. TERRITORIO.
Como se indicó líneas anteriores, otro de los elementos previos es el territorio, al respecto y
para rescatar la importancia del tema, veamos problemas como los suscitados entre Israel y
Palestina, entre el Tibet y los Chinos, incluso el de la Guerra con Irak, para podernos percatar
que en el fondo de las discusiones nos encontramos con problemas de dominio territorial.
Desde un punto de vista material o físico, podemos decir que un aspecto irrelevante del
territorio es su extensión, lo importante es que exista, por lo que baste decir que lo importante
es saber que el territorio se compone por la superficie terrestre, el subsuelo, la atmósfera, el
mar territorial, y la plataforma continental, entre otros. (artículo 27 constitucional)
Si bien pudiese pensarse que la cuestión del territorio solo tiene una connotación física, lo
cierto es que también y de mayor importancia tiene una connotación política y social, mismas
que son estudiadas por materias como la geopolítica o la geografía política. Por ejemplo:
Aspecto social-cultural. En este sentido, tenemos que el Territorio y con él, los climas y
condiciones geográficas que le son propias, constituyen un referente y determinante de las
conductas humanas, al grado de definir en gran medida grados de culturización de las
sociedades, y es aquí donde se cifra su importancia.
En síntesis, tenemos que el territorio cumple ciertas funciones con respecto al Estado o a esa
sociedad políticamente organizada, y estas funciones son:
10
4. Ámbito espacial de validez de la norma jurídica. Este es un aspecto esencial desde el
punto de vista jurídico, ya que igualmente establece los límites en donde va a tener la
vigencia un conjunto de normas jurídicas.
Ahora bien, desde un punto de vista jurídico, cabe preguntar ¿cuál es el derecho que le asiste
al Estado sobre el territorio?. Al respecto debemos observar que nuestra Constitución en su
artículo 27 establece que: “La propiedad de las tierras y aguas nacionales comprendidas dentro
de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual ha
tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la
propiedad privada. Las expropiaciones sólo podrán hacerse por causa de utilidad pública y
mediante indemnización”.
Así las cosas, dejemos en claro que el aspecto del territorio contiene un aspecto fundamental
en cuanto tiene relación con aspectos sociales, políticos, económicos y jurídicos
determinantes, por lo que no solamente es una cuestión física o material.
E. ORDEN JURÍDICO
Sin duda para nosotros, un aspecto esencial es el de orden jurídico, por ello, en las siguientes
líneas más allá de establecer aspectos que son vistos en la materia de Introducción al Estudio
del Derecho, se procurara establecer una serie de reflexiones en torno al problema jurídico que
nos permitan reflexiones más allá de cuestiones puramente conceptuales. Amén de que Estado
más Derecho, es igual a Estado de Derecho y que como lo afirmaron los constituyentes
norteamericanos, la idea es construir gobiernos de leyes y no de hombres.
Bajo la tesitura del planteamiento propuesto, resulta necesario que en un primer momento se
intente establecer ¿Qué es el Derecho?, situación de suyo titánica, pues como lo afirma Kant:
“Los juristas buscan todavía una definición para su concepto del Derecho”5, toda vez que
ninguna doctrina, sea cual fuere la categoría a que pertenezca, ha conseguido concebir la idea
completa del derecho como principio objetivo y subjetivo a la vez, y entero a su esencia. Por
ello, no se pretende en lo más mínimo dar respuesta a esa búsqueda incesante, nuestros limites
son evidentes frente a tal pretensión, más bien se propone compartir las ideas de la
“Tridimensionalidad del Derecho”6 que nos permitan visualizarlo de una manera integral y
acorde a su esencialidad y teleología.
No podemos negar, -pues implicaría negarnos a nosotros mismos- que uno de los principales
problemas a que nos enfrentamos quienes ejercemos la profesión de la abogacía, así como de
aquellos que despliegan el poder público con apego a la ley, es la concepción tan positivista
que tenemos del fenómeno jurídico, esto es, generalmente es concebible como un simple
conjunto de normas jurídicas que deben ser aplicadas mecánicamente sin tomar en cuenta
otros aspectos que conforman su esencia, como son los sociales y axiológicos.
5
Este epígrafe pertenece a una nota a pie de página de la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant, t. II,
Buenos Aires, Losada, 1960, p. 349.
6
Esta forma de concebir al Derecho es el pilar de la Teoría de la Tridimensional del Derecho y de la Teoría
Integral del Derecho, cuyos principales exponentes son Miguel Reale y Luis Recasens Siches, respectivamente.
El brasileño Miguel Reale tiene el mèrito de haber precisado la estructura del derecho al afirmar su
tridimensionalidad, en su obra Teoría Tridimensional del Derecho, es decir, como norma, hecho y valor.
11
Sin duda, una corriente que pudiese coadyuvar a minimizar esta concepción, es la de la
Tridimensionalidad del Derecho, y la cual en términos muy generales se hace consistir en que:
Un análisis de lo anterior, viene a demostrar que estos tres aspectos, pueden y deben, formar
parte de una misma concepción del Derecho. Incluso, en el campo de las disciplinas jurídicas
encontramos representada esta tridimensionalidad, ello es así, ya que la Ciencia Jurídica
Dogmática analiza su aspecto positivo; la Filosofía del Derecho, el axiológico y la Sociología
del Derecho su aspecto social. Si bien es cierto que su objeto de estudio es común en todas
ellas, no menos lo es, de que los métodos utilizados por cada una de estas disciplinas para
realizar el estudio científico sobre el Derecho son muy diversos, por lo que igualmente son las
concepciones que se tienen de él.
En un vistazo general sobre cada una de estas disciplinas, tenemos que la ciencia dogmática o
técnica es la encargada de estudiar aquel conjunto de normas jurídicas que conforman el
Derecho positivo vigente de un país, esto es, su orden jurídico. Dicha situación cae en un
plano eminentemente positivista, ya que para el dogmático, en el Derecho no interesan
factores sociales o filosóficos, únicamente es visto como un conjunto de preceptos creados por
los órganos estatales, y que por tanto deben ser aplicados, casi mecánicamente y sin rebatir su
esencia y contenido. En apoyo a esta aseveración, tan solo veamos lo consignado por Recasens
Siches, quien nos dice:
7
FLORES, Imer B., La definición del Derecho, en Revista de la Facultad de Derecho de México, tomo XLVI
(septiembre-diciembre 1996), núms. 209-210, UNAM, 1996, pp. 109-111.
8
RECASENS SICHES, Sociología del Derecho, 5ª. ed., Porrúa, México, 1989, p. 579.
12
Por lo que respecta a la Filosofía del Derecho, grosso modo, esta disciplina se encarga de
dilucidar su sentido desde un plano filosófico, partiendo para tal efecto, de conceptos puros o
valores que son válidos en todo tiempo y en todo lugar, esto es, no se circunscriben a un
determinado sistema jurídico, estos conceptos se les denomina supuestos y son objeto de
estudio de la Filosofía del Derecho. Es decir, reflexiona sobre el “deber ser” del Derecho, su
carga axiológica y su posición desde el universo. Sobre el particular, Salustino del Campo
quien es invocado por Elías Díaz, nos dice: “La filosofía del derecho diciendo que debe ser
del derecho, en tanto que decir lo que es, corresponde a la sociología”.9
Así pues, el Derecho es un fenómeno que se ve condicionado por otros factores sociales, sin
embargo, una vez producido se constituye como un condicionante de otros fenómenos
sociales. Por tanto, los temas que debe abordar la sociología del Derecho son:
Así, la sociología estudia la realidad social del derecho, los hechos, mediante el análisis,
disposición y funcionamiento de los factores que intervienen en su gestación y evolución,
partiendo de la base, de que los hechos sociales producen el Derecho, lo mantienen, lo
reelaboran y condicionan.
Por otra parte, a la fecha existe una concepción que valdría por lo menos valorarla:
Nos dice Manuel Atienza que frente a posiciones formalistas y cerradas, el Derecho “… tiene
que contemplarse en relación con el sistema social y con los diversos aspectos del sistema
social: morales, políticos, económicos y culturales…”12, por lo que ante ello, lo más
importante de entender es que el Derecho es una actividad en la que se forma parte, por lo que
el teórico no puede limitarse a describir la norma, y así, de manera por demás interesante
sostiene que: “… el enunciado interpretativo emitido por un juez no describe algo
preexistente, pero tampoco puede verse simplemente como una prescripción, sino que se trata
más bien de una creación peculiar, un desarrollo guiado, aunque no predeterminado en todos
sus aspectos, por ciertos criterios y que, en cierto modo, tiene algo de descriptivo y de
prescriptivo”.13
En esta lógica, y a partir de varios contrastes con las posiciones realistas, filosóficas, y como
se dijo, positivistas, Manuel Atienza se enfoca a sostener la eventual creación de una nueva
9
DIAZ, Elías, Sociología y Filosofía del Derecho, Madrid, 1980, p. 175.
10
Citado por MENDOZA ALVAREZ, Jorge, Sociología del Derecho, Morelia, p. 155.
11
RECASENS SICHES, Sociología del Derecho, op. cit., p. 581.
12
ATIENZA, Manuel, El Derecho como Argumentación, Fontamara, México, 2005, p. 120.
13
Ibid., p. 121.
13
concepción del Derecho14 a partir de autores como Dworkin, MacCormick, Alexy, Raz o
Ferrajoli, y en donde la argumentación juega un papel central, por lo que sus principales
rasgos son:
A partir de lo anterior, Atienza nos lleva a lo que denomina como pragmatismo jurídico, cuya
esencia, al no ser una teoría, ni mucho menos una actitud, la define como “…un tipo de
exhortación acerca de la teoría: su función es… recordarles a los juristas y a los jueces lo
que ya saben pero frecuentemente no practican”, 15 lo cual se da a partir de la aceptación a las
siguientes tesis:
14
Véase. ATIENZA, Manuel, El Derecho como Argumentación en Jurisdicción y argumentación en el Estado
constitucional de derecho, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2005, pp. 72-74.
15
Ibid., p. 78.
14
De esta manera concluye Atienza vinculando al derecho a la noción de conflicto, por lo que
asume que el derecho es una institución volcada a la resolución de conflictos.
Como se puede observar, hablar del Derecho no es referirnos simple y solamente a normas
comprendidas dentro de un sistema jurídico, ya que por un lado, también implica referirnos a
valores y principios que explícita o implícitamente se encuentran dentro de ese propio sistema
jurídico, al final, tal vez el propio Derecho sea un valor institucionalizado a través de las
normas jurídicas. Y, por otro lado encontramos su aspecto social, fundamental desde la
perspectiva de su teleología, negar su inmanencia con lo social, es tanto como concebirlo
como una mera ficción jurídica, pues bastaría cuestionar sobre el ámbito de su aplicación.
Véase pues, como una concepción integral del Derecho no puede dejar de lado estas tres
perspectivas.
Finalmente, tan solo recordemos en todo momento que la labor de un verdadero abogado no se
circunscribe a la aplicación mecánica y automática del derecho, sino que debe ir más allá, es
decir, entender de una vez por todas que a través de la interpretación, reflexión, análisis,
crítica y aplicación del fenómeno jurídico, también nos conlleva a una labor de creación del
derecho. Por ello, quitemos de la mente esas vendas positivistas que nos orillan a
conformarnos con el derecho existente y con aplicarlo cual dogma irrebatible y sin ton ni son.
El valor de la interpretación:
Para Ricardo Guastini: “En sentido estricto, ‘interpretación’ se emplea para referirse a la
atribución de significado a una formulación normativa en presencia de dudas o controversias
en torno a su campo de aplicación [...] significa en pocas palabras: decisión en torno a l
16
Cuestiones judiciales, Fontamara, México, 2004, pp. 74-75.
15
significado no de un texto cualquiera en cualquiera circunstancia, sino (sólo) de un texto
oscuro en una situación dudosa”,17 mientras que en sentido amplio la interpretación se podrá
verificar “independientemente de dudas o controversias”.
Respecto a quién interpreta, realmente no existe mayor conflicto y se podría sostener que
cualquier persona puede interpretar, en el ámbito jurídico lo puede ser un estudiante, un
abogado postulante, un servidor público o un legislador, pero en donde sí debemos advertir
que juega un papel principalísimo la interpretación jurídica, al grado de constituir una pieza
fundamental en la consolidación de cualquier Estado social y democrático de derecho, es en la
labor interpretativa de los jueces.
Y es que debe ser precisamente en el accionar de la judicatura, en donde tal vez con mayor
profundidad deberá darse respuesta al segundo de los planteamientos: ¿para qué se interpreta?
En efecto, no se trata de un asunto menor y sobre el cual existen variadas posiciones. Por
ejemplo, en ese mundo interpretativo del juzgador y siguiendo a Manuel Aragón se tiene que,
para Bierling lo fundamental es averiguar la voluntad del legislador. Para Heck, lo importante
en la interpretación es la utilización como criterio principal el de la satisfacción de los
intereses protegidos por el propio derecho. Para Burlon, Isay y Ehrlich, el juez tiene una
capacidad creadora, aún cuando el propio Ehrlich con el tiempo reformularía y sostendrá que
la interpretación deberá encontrar, para la norma, el sentido del instituto jurídico al que
pertenece. Finalmente, Kelsen postulara que el interprete debe encontrar el significado de la
norma con base en la estructura lógica en la que se inserta, considerando el sistema jurídico
como algo lógico, cerrado, completo y capaz de dar respuesta a todos los casos que se le
plantean.18
17
Estudios sobre la interpretación jurídica, Porrúa y UNAM, sexta edición, México, 2004, pp. 4-5.
18
ARAGÓN, Manuel, Constitución, democracia y control, Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM,
México, 2002, pp. 150-151.
16
analítico con varias respuestas a los problemas planteados; j) El prudencial retórico que
destaca el papel de la ponderación.19
Lo anterior nos lleva ineludiblemente al cómo interpretar, ello implica establecer qué pasos o
reglas deberán seguirse en la actividad interpretadora en función a los paradigmas apuntados o
al objetivo planteado por el juzgador. En este sentido Manuel Atienza sostiene que partiendo
de las distintas teorías que predominan en la literatura jurídica contemporánea se puede hablar
de dos corrientes: Por un lado las teorías contrapuestas entre el formalismo y las escépticas o
realistas; y por otro lado las subjetivistas que se oponen a las objetivistas.20
En el caso de las primeras, las teorías formalistas postulan que el intérprete lo que hace es
descubrir el significado de un texto, mientras que los escépticos o realistas sostienen que el
intérprete no descubre, sino que crea, decide. Cabe precisar que igualmente Atienza reconoce
que en está oposición existen teorías intermedias que en algunos casos reconocen que el
intérprete descubre significados, y en otros construye.
Otra forma de medir las oposiciones referidas pudiese verificarse desde la perspectiva de los
límites, pues mientras que, para el formalista no se debe crear nada nuevo fuera del Derecho
previamente establecido, por lo que su labor es más cognoscitiva en cuanto que solamente
aplica reglas preexistentes; para el escéptico o realista los límites no se encuentran
preestablecidos por el Derecho, por lo que deberá crear reglas y justificarlas. En suma, para los
formalistas el Derecho es el legislado, mientras que para los realistas es el interpretado.
Bajo la misma tesitura, mientras que para los subjetivistas o intencionalistas los límites son las
voluntades y circunstancias personales del creador de la norma, para los objetivistas o
constructivistas las fronteras no sólo se encuentran en las reglas interpretativas, sino en los
objetivos y valores que dan sentido a esa labor y que conllevan a pugnar por lograr una
máxima realización en la norma a interpretar.
En efecto, por un lado pareciera que originalmente es un problema de perspectiva que en gran
medida dependerá de la posición que se guarde respecto al Derecho, por lo que para el
positivista la interpretación formalista y subjetivista o intencionalista será la más importante;
en tanto que para los iusrealista o iusnaturalistas la interpretación debe ser objetivista o
constructivista y escéptica. Así pues, el cómo dependerá de la respuesta que se ofrezca al por
qué y particularmente al para qué.
Por otro lado el problema igualmente se debe visualizar desde la propia naturaleza de la norma
jurídica, ya sea que se ubique en sede constitucional o fuera de ella. Ciertamente existe una
vasta literatura en ese sentido, en la cual se plantea que el contenido, alcance y límites de la
norma constitucional difiere al de la norma jurídica ordinaria. Al respecto, y sobre los puntos
señalados existe una tesis aislada sostenida en 1989 por el ex-ministro de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación Genaro David Góngora Pimentel -en aquel entonces magistrado de
circuito- que consideramos ilustrativa del caso, y que contiene consideraciones que me
permito compartir. La tesis se identifica bajo el rubro: “INTERPRETACIÓN DE NORMAS
CONSTITUCIONALES Y NORMAS LEGALES. SUS DIFERENCIAS” 21 y señala
sustancialmente que: “El exacto cumplimiento de la Constitución sólo puede lograrse si su
intérprete, liberándose de las ataduras de quienes se encargan simplemente de aplicar los
textos legales (expresión positivizada del Derecho), entiende que su función no se agota en la
mera subsunción automática del supuesto de hecho al texto normativo, ni tampoco queda
encerrada en un positivismo formalizado superado muchas décadas atrás, sino que
comprende básicamente una labor de creación del Derecho en la búsqueda de la efectiva
realización de los valores supremos de justicia. Es precisamente en el campo de las normas
constitucionales, las que difieren esencialmente de las restantes que conforman un sistema
jurídico determinado, en razón no únicamente de su jerarquía suprema, sino de sus
contenidos, los que se inspiran rigurosamente en fenómenos sociales y políticos preexistentes
de gran entidad para la conformación de la realidad jurídica en que se halla un pueblo
determinado, que la jurisprudencia –pasada la época del legalismo-, se ha convertido en una
fuente del Derecho que, aunque subordinada a la ley que le otorga eficacia normativa, se
remonta más allá de ella cuando el lenguaje utilizado por el constituyente (al fin y al cabo
una obra inacabada por naturaleza) exige una recreación por la vía de la interpretación,
para el efecto de ajustarla a las exigencias impuestas por su conveniente aplicación. Así, el
intérprete de la Constitución en el trance de aplicarla tiene por misión esencial magnificar
los valores y principios inmanentes en la naturaleza de las instituciones, convirtiendo a la
norma escrita en una expresión del Derecho vivo, el Derecho eficaz que resulta no sólo de la
reconstrucción del pensamiento y voluntad que yace en el fondo de la ley escrita (a través de
los métodos clásicos de orden gramatical, lógico, histórico o sistemático), sino también de la
búsqueda del fin que debe perseguir la norma para la consecución de los postulados
fundamentales del Derecho”.
21
En Octava época, Tribunales Colegiados de Circuito, Tomo III segunda parte, p. 419.
18
Así, la interpretación constituye una herramienta fundamental en la reformulación del Derecho
dentro de una sociedad en una constante reconfiguración a la luz de diversos factores sociales,
políticos, culturales y económicos.
Sin duda la ley no tiene un mero sentido cognoscitivo que se sostiene sobre la mera
mecanicidad en su interpretación y aplicación, sino que va más allá en razón a la funcionalidad
dentro de una sociedad políticamente organizada. Afortunadamente, paso a paso la doctrina
judicial y la académica caminan hacía una coincidencia en cuanto al papel creador del
Derecho por parte del juez, como un hacer activo, 22 creación que ciertamente se encuentra
igualmente limitada por la propia racionalidad judicial a efecto de preservar el valor de la
seguridad jurídica, y en la cual la ponderación toma un lugar fundamental. En última instancia
habrá que destacar que su labor aplicativa del derecho lo ubica entre los valores de la norma y
la realidad que se le presenta, por lo que en ese espacio lleva a cabo una actividad modeladora
de la vida social.
Al final del día, como lo sostienen diversos tratadistas como Jersy Wroblewsky, la inclinación
sobre una posición u otra, así como la adopción de un modelo específico de interpretación se
encontrará determinada en gran medida por la ideología del intérprete.
Bajo este contexto, se afirma que existen principios formulados y reconocidos explícitamente
por los propios ordenamientos jurídicos, en particular los constitucionales; pero igualmente se
asevera que existen otros que son extraídos por el interprete de la norma a través de la
inducción o deducción por lo que se les entiende implícitos; y finalmente se tienen los
extrasistémicos que son externos al sistema jurídico y que devienen del derecho comparado o
de reglas sociales aceptadas por la práctica judicial, y que si bien no son válidos por carecer
de un sustento normativo, su importancia radica en la eficacia de sus contenidos.24
22
Sobre constructivismo judicial, véase: BALAGUER CALLEJÓN, Maria Luisa, La interpretación de la
Constitución por la jurisdicción ordinaria, Civitas, Madrid, 1990, pp. 52-66; así como, DE OTTO, Ignacio,
Derecho constitucional…, op. cit., pp. 284-303.
23
Citado por CÁRDENAS GRACIA, Jaime, Remover dogmas, en Cuestiones Constitucionales. Revista
Mexicana de Derecho Constitucional, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, enero-junio 2002, p.
46.
24
Véase. GUASTINI, Ricardo, Estudios de teoría constitucional, Doctrina Jurídica Contemporánea, México,
2001, pp. 132 y 138.
19
Con la finalidad de precisar con mayor detalle el sentido de los principios, bien vale la pena en
vía de contradicción destacar su distinción con las reglas jurídicas. Al respecto Jaime Cárdenas
Gracia plantea cinco variables: 1. Los principios se expresan mediante un lenguaje fluido,
vago e indeterminado; 2. Los principios son más generales y se dirigen a las actitudes y no a
los comportamientos; 3. Los principios son normas categóricas que no se vinculan a una
condición y que por tanto, no conocen un ámbito específico de aplicación; 4. Son normas
fundamentales que dan identidad al sistema jurídico; y, 5. Los principios se ponderan, por lo
que en su aplicación no opera la subsunción. 25
Por su parte Robert Alexy sostiene: “El punto decisivo para la distinción entre reglas y
principios es que los principios son mandatos de optimización mientras que las reglas tienen
el carácter de mandato definitivo. En tanto mandatos de optimización, los principios son
normas que ordenan que algo sea realizado en la mayor medida posible, de acuerdo con las
posibilidades jurídicas y fácticas. [...] Esto implica que los principios son susceptibles de
ponderación y, además, la necesitan.”26
Todo lo anterior, en el entendido de que: “la constitución no dice, somos nosotros los que la
hacemos decir”.29
F. SOBERANÍA
25
Véase. Los principios y su impacto en la interpretación constitucional y judicial, en Memoria del VII Congreso
Iberoamericano de Derecho Constitucional, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México, 2002,
pp. 85-105.
26
ALEXY, Robert, El concepto y la validez del derecho, segunda edición, Gedisa, Barcelona, 1997, p. 162.
27
Zagrebelsky, Gustavo, Historia y constitución, Madrid, Trotta, 2005, p. 89.
28
Canosa Usera, Raúl, Interpretación constitucional y fórmula política, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1988, p. 141.
29
Ibidem, p. 88.
30
Véase. DE OTTO, Ignacio, Derecho constitucional. Sistema de fuentes, Ariel, Barcelona, 1999, p. 43.
20
Sin lugar a dudas, en el campo de la ciencia política uno de los conceptos más cuestionados en
la actualidad es el de la soberanía, sobre todo cuando se le confronta frente a los nuevos
escenarios mundiales de la globalización, la interdependencia de los países, regionalismos
económicos, etc.
Sin embargo, también debemos reconocer que por si mismo es una de las instituciones más
importantes para la configuración de los Estados modernos, ya que en el momento en que se
entendió que el poder supremo residía en el pueblo, se logró comprender que todo debía girar
en torno a la sociedad, y que por tanto era esta quien debe decidir sobre sus destinos. Así,
hablar de soberanía nos lleva a temas como el de la democracia, la legitimidad y la
gobernabilidad.
Simple y llanamente podemos decir que la soberanía es el poder supremo (la summa potestas
como dijeran los romanos) y que por encima de el, no existe ni puede existir ningún otro poder
social, político, económico o de otra índole. Es el poder en última instancia dentro de una
sociedad políticamente organizada.
Bajo esta tesitura, veamos para el caso mexicano lo que dispone la Constitución en su artículo
39: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público
dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo momento el
inalienable derecho de alterar y modificar la forma de su gobierno”.
1. En primer lugar, el poder soberano forma parte del propio pueblo (esencial), por ello,
no podemos pensar siquiera en el pueblo sin su soberanía, y a ésta sin el pueblo. De
igual forma, el artículo que nos ocupa habla de originariamente, lo que significa que
desde la conformación de la sociedad mexicana, siempre ha ostentado la soberanía a
pesar de que en momentos históricos de nuestro país nos fue arrebatada.
2. Por otra parte, fundamental resulta entender que todo poder público (ejercido por los
órganos de gobierno) surge del pueblo y es para beneficio de éste, pensemos por tanto,
en un gobierno del pueblo y para el pueblo.
3. Finalmente, tenemos que el pueblo puede cambiar o modificar su gobierno cuando así
lo decida, sobre ello, cabe destacar que esos cambios pueden verificarse por las vías
institucionales, sin embargo, un sector de la doctrina constitucional en nuestro país ha
reconocido que ahí igualmente se consagra una Derecho a la Revolución, a efecto de
lograr esos cambios aún y cuando esas vías institucionales se vean cerradas.
Así pues como se puede ver, el concepto de soberanía es fundamental para la existencia y
funcionalidad de los Estados modernos, en la medida en que entendamos que el titular del
poder supremo dentro de los Estados, es precisamente el pueblo, nadie más.
21
G. DIVISIÓN DE PODERES
Uno de los temas fundamentales es el de la división de poderes, por un lado por que constituye
el eje estructural del gobierno adoptado en los Estados, y por otro por que es el mecanismo
para la protección de las libertades humanas frente al ejercicio del poder público, ya que en la
medida que el poder no se concentre en una o pocas manos, en esa medida existirán pesos y
contrapesos que, en efecto, permiten esa protección.
Si bien es cierto que el principio de división de poderes adoptado en nuestro Estado mexicano
y que establece que el ejercicio del poder se dividirá en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, se
estima pertinente aclarar que dicho principio encuentra a la fecha ciertas matizaciones, por lo
que no es dable concebirlo como un principio estricto y tajante en el cual cada poder actué por
si mismo.
Esas matizaciones o excepciones a una acepción rígida y tajante del principio de división de
poderes, son:
Por ejemplo, las funciones formales que se le confieren al poder legislativo y que
atienden a su naturaleza como poder, son las de la creación de la norma jurídica; sin
embargo existen funciones materiales que le son otorgadas y que no corresponden a su
naturaleza, tales como la función de ejecutar sus normas administrativas (que
corresponde más a la función ejecutiva) o como la función de erigirse en jurado
popular (que corresponde más a la función judicial).
23
Hablar del bien común es referirnos en términos más que sencillos en la satisfacción de las
necesidades más elementales del ser humano.
No obstante, tal vez la mejor manera de entender el sentido y alcance del bien común, es a
partir de la simple y llana confrontación y reflexión con el mundo que nos rodea.
Respecto de los factores que motivaron el origen del Estado, existen diversas corrientes,
algunas establecen que los motivos fueron religiosos, otros que atendieron a un pacto social
(ideas contractualistas), otros que son producto de procesos sociológico-históricos y otros más
que producto de aspectos filosóficos.
No obstante lo anterior, el error de estas concepciones es que unas han procurado excluir a las
otras, cuando podrían conjugarse, por ello se considera que la posición correcta, al menos a
nuestro juicio es de que el Estado surgió por una necesidad, ya que como cualquier obra
humana responde a la necesidad del ser humano por alcanzar un fin, en este caso, el bien
público (entendido como la satisfacción de las necesidades más elementales del hombre).
Bajo esta tesitura, podríamos sistematizar lo anterior bajo los siguientes aspectos:
J. JUSTIFICACIÓN
1. Una necesidad religiosa. Idea adoptada en la antigüedad donde todo giraba en torno a
la religión.
24
2. Una necesidad física. Entendida como la necesidad de organizar relaciones de
dominación entre fuertes y débiles. Idea fuerza en el marxismo que habla de la relación
entre patrón-trabajador.
3. Una justificación jurídica. Tal vez la más importante para nosotros, toda vez que
establece la necesidad de conformar un orden social que solo será importante en cuanto
se conforme un orden jurídico que constituya un instrumento al servicio de la sociedad
para lograr el bien público.
4. Una justificación moral. En cuanto que el Estado por si mismo busca la realización de
valores.
5. Una justificación psicológica. En cuanto la necesidad e impulso del ser humano a
formar parte de una sociedad.
K. FEDERALISMO.
Con todo lo anterior, se considera haber otorgado un panorama general sobre los elementos
constitutivos del Estado.
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