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LA HISTORIA DE DON SIMÒN

En un lugar de la tierra, lejos de la civilización había un pueblo cuyos habitantes


presentaban la característica de tener algún defecto físico, razón por la cual no se
llamaban por sus nombres, si no que obedecían a determinado apodo o sobrenombre:
Era así como había uno tan gordo que se sentaba en un mecedor y no se le veía la
cabeza, lo apodaban “ El pipón”; Había otro con las orejas tan grandes que, parecía un
cero entre paréntesis, lo llamaban “Orejón” y había un lotero a quien le decían “Pata e’
palo”, que nunca había vendido un premio y que tenía un letrero en su pata de madera
donde se leía “seguro contra incendio”.

En una casa majestuosa en las afueras del pueblo, adornada por verjas tipo colonial
tenía su residencia el caballero Don Simón, hombre de buenos modales que por su
aspecto parecía ser el único que no presentaba defectos físicos. Su elegante figura, sus
finos modales le daban una semejanza con aquellos príncipes de la edad media.

Rodeado de sirvientes, que en todo lo complacían, llevaba una vida de lujos y


comodidades, que hacían suponer la existencia de una fortuna de cierta consideración.
Su colección de pinturas, sus vestidos y demás objetos de la casa eran importados de
Europa. En pocas palabras Don Simón daba la impresión de ser un millonario. Ah… Se
me olvidaba decir que la casa tenía muchas alcobas y que había un cuarto en especial
donde se encontraba un espejo mágico, una especie de espíritu encantado que le
adivinaba a Don Simón lo que podía ocurrir en el futuro.

Don Simón bajaba al pueblo los fines de semana y solía realizar algunas actividades
como asistir a misa, visitar a sus amigos o bien ir a la gallera donde jugaba cantidades
de dinero en riñas de gallo muy famosas en esa población. Además era quien aportaba
los fondos para celebrar las fiestas patronales, festividades orientadas por un cura tan
vivo y avispado, que para aprovechar la ocasión las festejaba a nombre lógicamente de
“San Simón” y para completar la comedia hasta el día del Santo Patrono coincidía con
el cumpleaños de Don Simón.

Las fiestas tenían un día de duración y se realizaban a finales del mes de Junio. Se
iniciaban con un repique de campanas y un redoble de tambores que anunciaban el
comienzo de las festividades. A continuación se celebraban los actos religiosos, mas
tarde los eventos deportivos y finalmente un fandango popular donde todos,
concurrían bajo un ambiente de confusión, jolgorio y alegría. Entre las competencias
deportivas resulta interesante destacar la denominada “Agárralo si puedes”, que
consistía, en que los participantes reunidos en la plaza popular, perseguían un cerdo
pelado y embadurnado con aceite; el primero que atrapara el animal, era el ganador
del concurso.

La llegada del circo a mediados de Diciembre era otro espectáculo que amenizaba las
festividades decembrinas. Payasos y marionetas hacían las delicias de los niños;
trapecistas y maromeros robaban aplausos del público con sus maniobras suicidas;
domadores de fieras provocaban el silencio con su muestra de valor y de coraje.
Finalmente la música, la danza y los disfraces daban un marco de algarabía para aquel
mundo maravilloso, de colores deslumbrantes, de bulla y de fantasía.

El resto del año los pobladores se dedicaban a sus actividades laborales. La calle
principal se constituía en el centro comercial, zona de almacenes y expendio de
artículos de primera necesidad, que eran adquiridos por las amas de casa para el
sustento del hogar. Mientras tanto campesinos y agricultores labraban la tierra,
rogándole a Dios buenos aguaceros que les aseguraban una abundante cosecha. Así
transcurría el tiempo en aquel hermoso pueblo, oasis de paz, de tranquilidad.

Para este momento del relato, Don Simón sostenía relaciones amorosas con Casimira
Calvo De Altagracia, nombre, que se había hecho merecedora por tener los ojos
grandes y además ser virola; mujer de cuerpo atractivo, de aparentes finos modales,
pero con un pasado de vida fácil y libertina. Comentaban las malas lenguas que a la
edad de 15 años había tenido relaciones íntimas con casi todos los jóvenes del pueblo.
Sin embargo con el transcurrir de los años aquellos incidentes y malos comentarios
parecían haberse olvidado y de esta manera Casimira a sus 25 años se había
convertido en una dama elegante, respetada y apreciada por toda la comunidad.

Solo faltaba un mes para celebrarse el compromiso matrimonial entre Don Simón y
Casimira. Para esa época resolvió invitar a sus amigos a una cacería; sería como una
despedida de soltero.

Muy temprano partieron hacia la montaña Don Simón y los ya mencionados “Pipón”,
“Orejón” y “Pata e’ palo”, de los cuales el único que iba armado era Don Simón; a las 2
horas de recorrido ya se encontraban en pleno corazón de la sierra. Asoleados y
sudorosos llegaron a la orilla del rio, donde después de refrescarse comenzaron a
preparar algo de comida para empezar a desayunar.

Descansaron varias horas en un paisaje cercano al rio. Hasta bien entrada la tarde. Con
renovadas energías se internaron monte adentro con la esperanza de encontrar el
rastro de un animal. Serian aproximadamente las 6 de la tarde, cuando creyeron
percibir un ruido y la maleza se movía peligrosamente delante de ellos. Fue
precisamente “pata e’ palo” quien advirtió ¡cuidado! Un Tigre ¡dispare! Don Simón no
falle! Don Simón apuntó hacia el frente y disparó nerviosamente, pero con tan mala
suerte que el proyectil hizo impacto en un paraco de avispas.
El ataque de los enfurecidos insectos no se hizo esperar; con picaduras dolorosas y
perseguidos por el tigre el grupo rodaba montaña abajo víctimas de una cómica y
trágica situación.
¡Sálvese el que pueda! Gritaba el “orejón” con las orejas enrojecidas por las fuertes
picaduras.
Ya bien entrada la noche muy cansado y todo mal trecho Don Simón llegó a su casa; sin
saludar a ningún sirviente pasó directamente al baño con el fin de lavar su ropa y
quitarse un desagradable olor que cargaba entre las piernas desde cuando el tigre
salió.
Había llegado por fin la fecha del matrimonio.
Allí estaba la iglesia con sus campanas muy viejas y sus cruces muy torcidas.
Allí se encontraba el cura con su frente bien brillante y su cabeza rapada.
Allí estaba Casimira con su vestido de novia y sus ojos de virola.
Allí estaba Don Simón y toda su comitiva esperando ansiosamente el momento de la
función.
Dijo el cura de repente:
Honorable Casimira acepta Ud. Por esposo al caballero Simón?
Si padre, acepto respondió Casimira.
Dijo el cura nuevamente:
Estimado Don Simón, acepta Ud. por esposa a la bella Casimira?
Claro padre, entonces pa’ que vine.
Ante semejante respuesta, que provocó risas entre los asistentes, el cura dio tremendo
manotazo a Don Simón y le hizo volar la peluca.
Vamos Don Simón! – Dijo el cura – Jalándole al respetico.

Terminada la ceremonia Don Simón tomó a Casimira en sus brazos y bajo un aplauso
general se dispuso a salir del recinto. En la salida de la iglesia recibieron tal cantidad de
arroz, que un grano penetró en la nariz de Simón, generando un estornudo tan
violento, que todavía es el momento en que no han podido encontrar ni los lentes, ni el
sombrero del caballero Simón.

Resolvieron pasar la luna de miel en la casa de Don Simón. Acompañado de sus


sirvientes realizaron una fiesta privada. Al llegar la noche y bajos los efectos del
alcohol. Don Simón le dijo a Casimira:
Espérame en el cuarto querida, que voy un momento a conocer mi futuro.
Abrió la puerta del cuarto encantado y sostuvo el siguiente dialogo:

Don Simón: espejito maravilloso, como será mi futuro?


Espejo: muy duro Don Simón, muy duro

Don Simón: espejo de mágicos poderes, por qué no me das vida y salud?
Espejo: para que sigas engañando a esta pobre juventud.
Ja, ja, ja.
Don Simón: de que te ríes espíritu burlón?
Espejo: de tu cara, de tus barbas, viejo carramplón!

Don Simón: qué es ese ruido que he sentido en el cuarto de aquel lado!
Espejo: Casimira tu esposa, que con el cocinero se ha marchado. Ja, ja, ja…

Enfurecido por la risa del espectro, Don Simón hizo pedazos el espejo. Cual no sería su
sorpresa al encontrar abrazado al cocinero con Casimira.
Maldito! Desgraciado! Dijo Don Simón, me tenías engañado con el cuento del “espejo
encantado.”
Casimira y el cocinero huyeron velozmente y poco después se perdieron en la oscuridad
de la noche.
Don Simón mientras tanto recogió algunas cosas y casi loco por la desesperación le
prendió fuego a la mansión.

Muy triste y decepcionado, Don Simón regresó al pueblo. En medio de su borrachera


empezó a contar a sus amigos aquella horrible tragedia.

A medida que pasaban los días, Don Simón se consumía más y más en el alcohol
Una noche, pensando en su pésima situación, con los pantalones rotos, endeudado con
sus amigos y bajo una tremenda pea, decidió acabar con su vida, para lo cual se
preparó un veneno que ingirió rápidamente.
Su cuerpo se estremeció con profundas convulsiones; solo alcanzó a gritar..auxiliooo!
por Dios me estoy ahogando!. Sus compañeros trataron de auxiliarle pero ya era
demasiado tarde.

El cuerpo de Don Simón estaba rígido y presentaba un color verdoso. Fue introducido
en el ataúd por sus compañeros y llevado en hombros al cementerio, pero con tan
mala suerte que tres cuadras mas adelante el cuerpo se salió por el fondo y se golpeó
contra el suelo; el pobre muerto se quejaba silenciosamente.

Lo metieron nuevamente en la caja y por fin después de ascender un rato llegaron al


cementerio, donde procedieron a despedirlo con todos los honores del caso.

Con mucha dificultad y temblando de emoción tomó la palabra “ Pata e Palo”.

Querido compañero Simón! Quisiera desearte que te vaya bien en el viaje que hoy has
emprendido, quiero expresarte a nombre de mis compañeros que te vamos a extrañar
mucho y aunque te fuiste sin pagarnos la plata que nos debías, quiero que sepas que
toda esa deuda te la perdonamos. Paz en tu tumba! Y adiós para siempre amigo del
alma!

Señores, cuando el “muerto” escuchó estas últimas palabras se levantó del cajón y dijo
muy emocionado:
Muchas gracias compañeros! Dios los bendiga!

Ante tal acontecimiento, la confusión fue total….” El Orejón” movió las orejas en forma
de abanico y voló con rumbo desconocido.
“El Pipón” se convirtió en una bola y rodó montaña abajo.
“Pata e Palo” se quitó la pata y corrió como jugando a la peregrina.
Mientras tanto, el resucitado Simón desde lejos les gritaba:

Hey amigos! No corran! Déjense de eso! Colaboren y préstenme tres mil pesos!

POR :

VICENTE SUAREZ ROMERO

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