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Comó Evaluar El Bienestar Animal en La Granja. (Orihuela, A.)
Comó Evaluar El Bienestar Animal en La Granja. (Orihuela, A.)
Orihuela, A.
Resumen
El presente trabajo ofrece primeramente una aproximación hacia una definición de bienestar
animal y comenta la dificultad para su medición. A continuación describe algunas variables tanto
conductuales como fisiológicas e inmunológicas factibles de cuantificar con la intención de obtener
una medición objetiva del grado de bienestar de un individuo. Acto seguido, se establecen
condiciones generales que se recomiendan para mantener libres de estrés a los animales y se
sugiere una metodología para la cuantificación del bienestar animal en una granja. Finalmente, se
hace referencia a una serie de experimentos destinados a interpretar el comportamiento de los
animales en respuesta a como perciben el medio a diferencia de la percepción humana con el fin
de establecer satisfactores específicos en ocasiones malinterpretados.
¿Qué es el bienestar animal?
El estudio del bienestar animal tiene de entrada dos problemas: primero el definir bienestar y segundo, cómo
determinar las medidas que deben utilizarse para evaluarlo.
De acuerdo con Hurnik et al. (1995), el bienestar es un estado armónico entre el animal y su ambiente,
caracterizado por un funcionamiento físico y fisiológico óptimo y una alta calidad de vida. Es importante
considerar que los requerimientos ambientales para el bienestar pueden cambiar durante la vida del animal (i.e.
debido a la edad, estado reproductivo, experiencia, entre otros). Los indicadores más comunes de bienestar
son la ausencia de síntomas indicativos de hipo o hiper-estimulación, salud física, sicológica y longevidad.
Un posible indicador práctico del bienestar animal pudiera ser la falta de estrés. Siendo el estrés por definición,
una respuesta biológica que surge cuando un individuo percibe una amenaza a su homeostasis.
En la actualidad se ha hecho un esfuerzo considerable con el fin de determinar si diferentes prácticas o
condiciones de manejo generan estrés en los animales, y en que magnitud.
Un error común es el considerar que toda situación que resulta en estrés debe evitarse o prohibirse. El estés es
parte de la vida, y no es por definición malo. Por el contrario, en muchas ocasiones el estrés puede salvar la
vida de un animal. Por ejemplo, es claro en aquellos animales que son presa de otros, como una situación
donde se incremente su grado de alerta, frecuencia cardiaca, presión sanguínea, frecuencia respiratoria, entre
otras, puede ayudar a lograr la huída de los predadores. Así mismo, animales enfermos sufren estrés al tratar
de combatir las infecciones que los aquejan, elevando su temperatura corporal, incrementando su metabolismo
y dejando de comer. Sin embargo, al igual que los humanos, al experimentar un estrés severo o crónico, los
animales pueden caer en estados de salud muy comprometidos, fracasar reproductivamente, no desarrollarse
de manera apropiada e incluso morir. El reto es diferenciar entre un pequeño e inofensivo estrés, aquel que
incluso puede tener efectos benéficos, y cuando éste compromete el bienestar animal.
Desafortunadamente, muchas de las medidas clásicas de conducta y fisiología utilizadas para evaluar el estés,
no nos dicen si han ocurrido esos cambios significativos al evaluarse en variables de manera independiente.
Por ejemplo, si sólo tomáramos en cuenta el número de vocalizaciones como una medida de estrés , nos podría
llevar al juicio erróneo de que los cerdos sufren más que los borregos, debido a que los primeros vocalizan
más, o a que prácticas como el aislamiento pueden ser más dolorosas que una fractura de hueso en un bovino,
dada la tendencia a vocalizar más en el primer caso. Por lo anterior, aunque se cuente con varias pruebas
disponibles, éstas no son determinantes cuando se valoran en forma individual, y pueden ocasionar serios
problemas de interpretación si además no se conoce el comportamiento de la especie. Por ejemplo, el estrés
que provoca la castración en un carnero, no puede medirse esperando un incremento en su actividad
locomotriz y vocalizaciones, dado que ante el dolor que esta práctica conlleva, los animales tenderán a no
moverse y además es una especie que vocaliza relativamente poco. Aunado a lo anterior, un incremento en los
niveles de cortisol sanguíneo, que es una de las variables fisiológicas comunes para determinar una situación
de estrés, puede presentarse tanto durante la eyaculación de un semental como en un cordero separado de su
madre. Por lo que es claro que la liga entre el bienestar animal y el estés es muy difícil de precisar.
Figura 1. Gráfica que permite calificar los niveles de bienestar en que se encuentra una granja determinada e
identificar los puntos problema.
Los cuatro criterios se califican en porcentajes de satisfacción de los mismos y se ubican dentro de cuatro
áreas: inaceptable (< 20%), aceptable (20 – 60%), buena (60 - 80%) y excelente (80 - 100%).
En el ejemplo aparecen dos líneas que representan a dos granjas. Puede apreciarse como la granja
representada por la línea azul tiene serios problemas de instalaciones, aunque excelente nivel de salud en sus
animales. La granja representada por la línea roja presenta niveles de alrededor del 60%, que caen dentro de
lo que pudiera ser bueno o aceptable. Este sistema permite identificar las áreas problemáticas y así dedicar los
esfuerzos a solucionar esos problemas.
Ahora, el problema es que pese a que los animales en mejores condiciones producen más, y a que hay
prácticas encaminadas precisamente a fomentar el bienestar junto con lograr una mejor eficiencia productiva,
en general lograr mejores condiciones tiene un costo, y alguien tiene que pagarlo.
Un ejemplo claro de esta situación sucede en Gran Bretaña, donde el consumidor está dispuesto a paga r un
sobre-precio por el huevo proveniente de gallinas de postura en libertad. Por supuesto el huevo que se produce
en jaula es más barato, principalmente en términos de espacio que se requiere por animal, pero un consumidor
preocupado por el bienestar de los animales puede sin duda dirigir al productor hacia el tipo de productos que
los primeros demanden.
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