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COMO EVALUAR EL BIENESTAR ANIMAL EN LA GRANJA

Orihuela, A.

Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Avenida


Universidad 1001 Colonia Chamilpa, Cuernavaca Morelos, México 62210. E-mail:
aorihuela@uaem.mx

Resumen
El presente trabajo ofrece primeramente una aproximación hacia una definición de bienestar
animal y comenta la dificultad para su medición. A continuación describe algunas variables tanto
conductuales como fisiológicas e inmunológicas factibles de cuantificar con la intención de obtener
una medición objetiva del grado de bienestar de un individuo. Acto seguido, se establecen
condiciones generales que se recomiendan para mantener libres de estrés a los animales y se
sugiere una metodología para la cuantificación del bienestar animal en una granja. Finalmente, se
hace referencia a una serie de experimentos destinados a interpretar el comportamiento de los
animales en respuesta a como perciben el medio a diferencia de la percepción humana con el fin
de establecer satisfactores específicos en ocasiones malinterpretados.
¿Qué es el bienestar animal?
El estudio del bienestar animal tiene de entrada dos problemas: primero el definir bienestar y segundo, cómo
determinar las medidas que deben utilizarse para evaluarlo.
De acuerdo con Hurnik et al. (1995), el bienestar es un estado armónico entre el animal y su ambiente,
caracterizado por un funcionamiento físico y fisiológico óptimo y una alta calidad de vida. Es importante
considerar que los requerimientos ambientales para el bienestar pueden cambiar durante la vida del animal (i.e.
debido a la edad, estado reproductivo, experiencia, entre otros). Los indicadores más comunes de bienestar
son la ausencia de síntomas indicativos de hipo o hiper-estimulación, salud física, sicológica y longevidad.
Un posible indicador práctico del bienestar animal pudiera ser la falta de estrés. Siendo el estrés por definición,
una respuesta biológica que surge cuando un individuo percibe una amenaza a su homeostasis.
En la actualidad se ha hecho un esfuerzo considerable con el fin de determinar si diferentes prácticas o
condiciones de manejo generan estrés en los animales, y en que magnitud.
Un error común es el considerar que toda situación que resulta en estrés debe evitarse o prohibirse. El estés es
parte de la vida, y no es por definición malo. Por el contrario, en muchas ocasiones el estrés puede salvar la
vida de un animal. Por ejemplo, es claro en aquellos animales que son presa de otros, como una situación
donde se incremente su grado de alerta, frecuencia cardiaca, presión sanguínea, frecuencia respiratoria, entre
otras, puede ayudar a lograr la huída de los predadores. Así mismo, animales enfermos sufren estrés al tratar
de combatir las infecciones que los aquejan, elevando su temperatura corporal, incrementando su metabolismo
y dejando de comer. Sin embargo, al igual que los humanos, al experimentar un estrés severo o crónico, los
animales pueden caer en estados de salud muy comprometidos, fracasar reproductivamente, no desarrollarse
de manera apropiada e incluso morir. El reto es diferenciar entre un pequeño e inofensivo estrés, aquel que
incluso puede tener efectos benéficos, y cuando éste compromete el bienestar animal.
Desafortunadamente, muchas de las medidas clásicas de conducta y fisiología utilizadas para evaluar el estés,
no nos dicen si han ocurrido esos cambios significativos al evaluarse en variables de manera independiente.
Por ejemplo, si sólo tomáramos en cuenta el número de vocalizaciones como una medida de estrés , nos podría
llevar al juicio erróneo de que los cerdos sufren más que los borregos, debido a que los primeros vocalizan
más, o a que prácticas como el aislamiento pueden ser más dolorosas que una fractura de hueso en un bovino,
dada la tendencia a vocalizar más en el primer caso. Por lo anterior, aunque se cuente con varias pruebas
disponibles, éstas no son determinantes cuando se valoran en forma individual, y pueden ocasionar serios
problemas de interpretación si además no se conoce el comportamiento de la especie. Por ejemplo, el estrés
que provoca la castración en un carnero, no puede medirse esperando un incremento en su actividad
locomotriz y vocalizaciones, dado que ante el dolor que esta práctica conlleva, los animales tenderán a no
moverse y además es una especie que vocaliza relativamente poco. Aunado a lo anterior, un incremento en los
niveles de cortisol sanguíneo, que es una de las variables fisiológicas comunes para determinar una situación
de estrés, puede presentarse tanto durante la eyaculación de un semental como en un cordero separado de su
madre. Por lo que es claro que la liga entre el bienestar animal y el estés es muy difícil de precisar.

¿Qué variables puedo cuantificar en un individuo?


Los cambios fisiológicos y conductuales en el animal son los factores principales en la medición de los
resultados de este tipo de estudios (Beaver, 1994).
Mediciones conductuales

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Tiempo que tardan en regresar a comer.- El cortisol reduce la motivación para comer (Parrott, 1990).
Después de una situación de estrés, el tiempo que tarda un animal en volver a comer está en relación con la
magnitud del estrés sufrido.
Vocalizaciones.- esta variable se ha utilizado para evaluar la respuesta de los lechones a la castración
(White et al., 1995, Weary et al., 1998), la respuesta del ganado al marcaje (Schwartzkopf-Genswein et al.,
1998) o el manejo pre-sacrificio (Grandin, 1998). Detrás de estos estudios, se asume que existe una
variabilidad en la vocalización emitida por el animal, en términos tanto del tipo de vocalización, de su frecuencia
o duración o algún aspecto de la estructura acústica del llamado, y estos reflejen el estado interno del animal .
Actividad locomotriz.- Generalmente se ve incrementada ante una situación de estrés, a menos que
haya dolor al realizar el movimiento. Esta variable se ha empleado más en la valoración de situaciones como el
aislamiento o el destete, donde el estrés sicológico motiva a los animales a desplazarse en busca de una
salida.
Inmovilidad.- Algunas situaciones de miedo extremo, provocan inmovilidad como una reacción. Tal es
el caso de las aves ante la presencia de un predador. Respuesta fácil de inducir en las gallinas cuando son
volteadas de cabeza.
Disminución del sueño.- el cortisol reduce el sueño REM y SWS, mientras que la GnRh incrementa el
sueño, estimula la producción de hormona del crecimiento y reduce la actividad del eje HPA (Steiger et al.,
1998). El sueño por lo general aumenta cuando se sufre de una infección, así como después de un estrés,
durante la fase de recuperación.
Defecación.- fue uno de los primeros signos evaluados, donde solo se observaba lo que los animales
hacían en una prueba a campo abierto en reacción a una situación de estrés.
Medidas fisiológicas e inmunológicas
Alteraciones en el eje Hipotálamo, hipófisis, adrenales. En realidad cambios en los niveles hormonales
así como en el peso y tamaño de cualquiera de estas glándulas, puede ser indicativa de estrés.
Niveles de cortisol. Dentro de las mencionadas en el punto anterior, esta es un de las más
comúnmente evaluadas. Además, es posible realizarla no sólo en sangre, sino también en heces o en saliva.
Prolactina
LH
Frecuencia cardiaca. Esta prueba y la siguiente con generalmente interaccionan con esfuerzos físicos o
con la presencia del humano, por lo que sus resultados son mejores cuando se aíslan de los efectos de estos
dos factores.
Frecuencia respiratoria
Presión sanguínea
Metabolismo de carbohidratos y perturbaciones en la insulina pancreática y secreción de glucagón
Fitohemoaglutinina.- Esta es una prueba indirecta y simple para evaluar la inmunidad sistémica de un
animal.
El estrés agudo repercute en forma importante en las funciones adaptativas y son vitales para lidiar con el
estrés y sobrevivir. El estrés crónico provoca respuestas endócrinas que pueden contribuir a la morbilidad y
muerte.
El estrés crónico reduce la secreción de gonadotropinas y aumenta el tamaño de las glándulas adrenales en
respuesta a una mayor actividad de las mismas.

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En la práctica, existen también algunas técnicas que se han desarrollado para aminorar el estrés que se
provoca en las granjas. Algunas de estas se mueven en los campos de: la s elección genética, el
enriquecimiento ambiental y el estudio de las interacciones humano-animal, entre otras.

¿Qué requisitos elementales deben cumplirse?


Algunos autores manejas cinco libertades que los animales deben tener para considerarles bajo un régimen de
bienestar:
Libre de discomfort. Este tema se relaciona principalmente con las instalaciones y prácticas
zootécnicas. Las primeras deben ser cómodas, considerando siempre las necesidades de los animales en
relación a sus rangos de confort en temperatura, humedad, luz entre otros. Así mismo, los procedimientos de
manejo deben ser suaves, sin violencia y que no requieran posiciones poco comunes para los animales.
Libre de dolor, heridas o enfermedades. En este caso el bienestar va más dirigido hacia la salud de los
animales, aunque se contemplan también instalaciones y prácticas que puedan inducir heridas y dolor, tanto
físico (castración, descorne, entre otras) como psicológico (i.e. destete).
Libre de hambre y sed. Lo que se refleja en satisfacer las necesidades fundamentales de los animales
en cuanto a comida y agua.
Libre de mostrar la mayoría de su comportamiento normal. Libertad que muchas veces se ve limitada
por el uso de equipo o instalaciones que no permiten que los animales manifiesten el comportamiento pre -
establecido en sus genes. Price (2002) demuestra que los animales domésticos conservan todo el patrón de
comportamiento de sus predecesores en sus genes, y ha sido muy discutido que tan necesario para un animal
es el manifestar ciertos tipos de conducta cuando pudieran no ser necesarios bajo condiciones de granja. Por
ejemplo, en condiciones naturales, las cerdas tienden a construir un nido antes de parir. Sin emb argo en las
granjas modernas, las parideras tienen pisos sólidos que les impiden hacer esto. Igualmente las gallinas en
jaulas ven inhibido su comportamiento de rascar la tierra en busca de alimento.
Libre de miedo o estrés. Finalmente, esta libertad se refiere a las relaciones con otros animales, sus
congéneres y humanos. Engloba en términos generales parte de las otras libertades cuya limitación pudiera
inducir una reacción en el eje HPA.
Otros investigadores, transfieren estas cinco libertades en cuatro principios y doce criterios, que básicamente
abarcan la misma situación:
a) Buenas instalaciones
a. Confort térmico
b. Buena cama
c. Facilidad de movimiento
b) Buena salud
a. Prácticas de manejo indoloras
b. Ausencia de enfermedades
c. Ausencia de lesiones
c) Comportamiento adecuado
a. Expresión de conducta social
b. Expresión de la conducta propia de la especie
c. Buena relación entre humano animal
d. Estado emocional positivo
d) Buena alimentación
a. Ausencia de hambre
b. Ausencia de sed

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¿Cómo medir el grado de bienestar en una explotación pecuaria?
Una forma de hacerlo, consiste en evaluar una muestra significativa de animales en la granja y revisar las
instalaciones. Una de las escalas práctica, contempla cuatro rubros generales:
Alimentación
Instalaciones
Salud y
Conducta
Pueden usarse las variables, libertades y/o principios y criterios que se han mencionado anteriormente e
integrarlos en la figura 1.

Figura 1. Gráfica que permite calificar los niveles de bienestar en que se encuentra una granja determinada e
identificar los puntos problema.

Los cuatro criterios se califican en porcentajes de satisfacción de los mismos y se ubican dentro de cuatro
áreas: inaceptable (< 20%), aceptable (20 – 60%), buena (60 - 80%) y excelente (80 - 100%).
En el ejemplo aparecen dos líneas que representan a dos granjas. Puede apreciarse como la granja
representada por la línea azul tiene serios problemas de instalaciones, aunque excelente nivel de salud en sus
animales. La granja representada por la línea roja presenta niveles de alrededor del 60%, que caen dentro de
lo que pudiera ser bueno o aceptable. Este sistema permite identificar las áreas problemáticas y así dedicar los
esfuerzos a solucionar esos problemas.
Ahora, el problema es que pese a que los animales en mejores condiciones producen más, y a que hay
prácticas encaminadas precisamente a fomentar el bienestar junto con lograr una mejor eficiencia productiva,
en general lograr mejores condiciones tiene un costo, y alguien tiene que pagarlo.
Un ejemplo claro de esta situación sucede en Gran Bretaña, donde el consumidor está dispuesto a paga r un
sobre-precio por el huevo proveniente de gallinas de postura en libertad. Por supuesto el huevo que se produce
en jaula es más barato, principalmente en términos de espacio que se requiere por animal, pero un consumidor
preocupado por el bienestar de los animales puede sin duda dirigir al productor hacia el tipo de productos que
los primeros demanden.

¿Cómo saber lo que el animal necesita?

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Otra de las ventajas del estudio del comportamiento animal es que nos permite saber qué es lo que los
animales quieren, a través del uso de pruebas conductuales, como las de preferencia, condicionamiento
operante o de aversión.
Las primeras consisten en ofrecer a los animales opciones para que escojan entre varias posibilidades.
Por ejemplo:
Makagon et al. (2010) encontraron que los patos prefieren nidales cerrados y donde previamente existan
huevos, para poner sus huevos, en comparación con nidales abiertos y vacíos.
Lo anterior, resuelve un problema común en las granjas productoras de huevo de pato, donde al utilizar nidales
abiertos, se observa que frecuentemente los animales ponen sus huevos fuera del nidal, trayendo problemas
de huevos sucios y rotos a los productores.
Otro ejemplo de la aplicación de este tipo de pruebas es el experimento realizado por Lombard et al. (2010),
donde se preguntaron si las vacas tenían preferencia por diferente grosor de sus camas.
Ellos encontraron que el 100% de las vacas escogió la opción de cama que tenía el colchón de aserrín más
grueso, ante tres opciones diferentes, basándose en la frecuencia de la selección y donde además estuvieron
echadas durante más tiempo.
Al controlar el ambiente de los animales productivos o de laboratorio, un error que frecuentemente se comete
es el de fijar la temperatura (y otras variables) de acuerdo a la que el ser humano se siente cómodo. Sin
embargo, mediante las pruebas de preferencia podemos preguntar a los animales cual es verdaderamente la
temperatura que ellos prefieren. Para contestar la pregunta planteada, se colocaron albergues de ratones
sumergidos en baño María, con agua a diferentes temperaturas (20, 23, 26, 29, 32 y 35°C). Los ratones podían
trasladarse a su voluntad entre las jaulas, mediante un tubo situado en la parte superior de las mismas, para
escoger cual de las temperaturas preferían. El investigador registró en que albergue pasaban la mayor cantidad
de tiempo y a que temperatura correspondía el mismo.
En ocasiones, las pruebas de preferencias nos permiten cuantificar que tan necesario puede ser algo para un
animal, diferenciando así entre algo que prefieren o algo que realmente necesitan. El truco está en hacer
trabajar al animal para lograr conseguir lo que quiere. ¡Que tanto trabajo está dispuesto a hacer para lograr lo
que quiere?
Mediante esta técnica se ha comprobado que las gallinas están dispuestas a trabajar muy duro por conseguir
un nidal con paja. De la misma manera, en un experimento con conejos, se les ofreció la opción de escoger
entre un compartimento con “juguetes”, comida o uno con otro conejo. Para entrar, los conejos tenían que abrir
unas puertas, y estas tenían un contrapeso, y conforme pasaban los días se les incrementaba el peso haciendo
más difícil que los conejos pudieran entrar y obligándoles a trabajar más por lo que más quisieran.
El resultado de esta prueba nos diría qué tan importante seria para el conejo y que tanto está dispuesto a hacer
para entrar y satisfacer alguna de estas necesidades.
A medida que se incrementaba el esfuerzo necesario para abrir las puertas, lo primero a lo que los conejos
dejaron de entrar fue a la parte que tenía los juguetes, lo siguiente fue a la comida, y no importó cuanto peso
tuviera la puerta y cuanto esfuerzo tendrían que emplear, nunca dejaron de entrar a visitar a los otros conejos .
Con base en estos resultados, podemos concluir que lo que necesitan los conejos en sus viviendas son: ¡Otros
conejos!
El uso de condicionamiento operante, es una técnica que permite a los animales aprender cosas por medio de
recompensas, y a través de lo aprendido poder comunicarnos.
El ejemplo clásico es el del cerdo que se le enseña a activar un interruptor en una pared. Lo primero que hay
que hacer es enseñar al cerdo a operar el interruptor a través de ofrecerle una recompensa cada vez que lo
manipula. La segunda parte del experimento consistió en conectar un calentador a ese interruptor, de manera

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que el cerdo aprende a prender y apagar el calentador, y así hacernos saber cuál es la temperatura ambiente
que prefieren.
En experimentos similares, se enseña a vacas a accionar aspersores de agua que ellas activan a voluntad para
refrescarse en climas cálidos.
Finalmente, las prueba de aversión, consisten en saber qué es lo que los animales no quieren.
Por ejemplo, en climas tropicales, entre los sembradíos de cítricos generalmente crecen pasto y malezas. Los
borregos son comúnmente empleados para que consuman estos vegetales y mantengan el terreno limpio. El
problema es evitar que muerdan las hojas de los árboles. Esto se puede hacer a través de inocularles cloruro
de litio cuando lo hacen. Esta substancia les ocasiona un dolor gastrointestinal que los borregos asocian con el
consumo de hojas de cítricos. Lo que ejemplifica también el uso de condicionamiento operante. Sin embargo,
una práctica más humanitaria, consiste en rociar estiércol sobre estas plantas para lograr que los borregos no
la consuman, ya que el estiércol le resulta repulsivo, sin provocar dolor en los animales.
Las pruebas de aversión han consistido, por ejemplo en determinar el tipo de estiércol que resulta más
repulsivo para estos animales (Suárez y Orihuela, 2002).

Referencias
Beaver, B.V. (1994). The Veterinarian´s Encyclopedia of Animal Behavior. Iowa State University Press, Iowa, USA.

Grandin, T. (1998). The feasibility of using vocalization scoring as an indicator of poor welfare during cattle slaughter. Appl Anim Behav
Sci, 56:121-128.

Hurnik, J.F., Webster, A.B. and Siegel, P.B. (1995). Dictionary of Farm Animal Behavior. Iowa State University Press.

Lombard, J.E., Tucker, C.B., von Keyserlingk, M.A.G., Kopral, C.A. and Weary, D.M. (2010). Associations between cow hygiene, hock
injuries, and free stall usage on US dairy farms. J Dairy Sci, 93: 4668-4676.

Makagon, M.M., Tucker, C.B. and Mench, J. (2010). Factors affecting nest choice by Pekin ducks Appl Anim Behav Sci, 129:121-128.

Parrott, R.F. (1990). Central administration of corticotrophin releasing factor in the pig: effects on operant feeding, drinking and plasma
cortisol. Physiol Behav, 47:519-524.

Price, E.O. (2002). Animal Domestication and Behavior. CABI Publishing, London, UK.

Suárez, E. and Orihuela, A. (2002). The effect of exposure to feces from four farm species on the avoidance behaviour and feed
consumption of sheep. Livest Prod Sci, 77:119-125.

Schwartzkopf-Genswein, K.S., Stookey, J.M., Crowe, T.G. and Genswein, B.M. (1998). Comparison of image analysis, exertion force, and
behavior measurements for use in the assessment of beef cattle responses to hot-iron and freeze branding. J Anim Sci, 76:972-
979.

Steiger, A., Antonijevic, I.A., Bohlhalter, S., Griebos, R.M., Friess, E. and Murch, H. (1998). Effects of hormones on sleep. Horm Res,
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Weary, D.M., Braithwaite, L.A. and Fraser, D. (1998). Vocal response to pain in piglets. Appl Anim Behav Sci, 56:161-172.

White, R.G., DeShazer, J.A., Tressler, C.J., Borcher, G.M., Davey, S., Waninge, A., Parkhurst, A.M., Milanuk, M.J. and Clemens, E.T.
(1995). Vocalization and physiological response of pigs during castration with or without a local anesthetic. J Anim Sci, 73:381-
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