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«Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová» (v.

8) es la frase que introduce la tercera


declaración de «generaciones» en Génesis: «Estas son las generaciones de Noé» (v. 9). Noé no
fue un personaje secundario en la historia de la redención; es mencionado cincuenta veces en
nueve diferentes libros de la Biblia.
Noé fue un hombre justo (v. 9; 7:1). Esta es la primera vez que se utiliza la palabra «justo»
en la Biblia, pero la rectitud de Noé también se menciona en otros lugares (Ez. 14:14, 20; He.
11:7; 2 P. 2:5). La justicia de Noé no era un resultado de sus buenas obras; sus buenas obras
eran resultado de su justicia. Como Abraham, su justicia era el don de Dios en respuesta a su fe
personal. Tanto Abraham como Noé creyeron la Palabra de Dios «y les fue contado por justicia»
(Gn. 15:6; véase He. 11:7; Ro. 4:9ss; Gá. 3:1). La única justicia que Dios está dispuesto a
aceptar es la justicia de Jesucristo, su Hijo (2 Co. 5:21); y la única manera como las personas
pueden recibir esa justicia es admitiendo sus pecados y confiando en Jesucristo para que les
salve (Ro. 3:19-30; Gá. 2:16). Noé debió haber aprendido esta importante verdad de su padre
Lamec (5:28-29), quien la aprendió de su padre Matusalén, quien a su vez la aprendió de su
padre Enoc. ¡Cuán importante es enseñarle a nuestros hijos y nietos cómo depositar su
confianza en el Señor!
Noé fue un hombre perfecto (v. 9). Si «justo» describe la posición de Noé con respecto a
Dios, «perfecto» es una expresión que describe su manera de comportarse con la gente. «
Perfecto» no significa « sin pecado», porque nadie excepto Jesucristo vivió jamás una vida sin
pecado sobre la tierra (1 P. 2:21-22). La palabra significa « tener integridad, ser completo, sano
e irreprensible». Se empleaba para describir a los animales que eran aceptables para ofrecer a
Dios en sacrificio (Éx. 12:5; Lv. 1:3, 10). La conducta de Noé era tal que sus vecinos no
pudieron encontrar ninguna falta en él (Fil. 2:12-16). La persona que es justa ante Dios por
medio de la fe en Cristo debería llevar una vida que sea justa ante las personas, porque «la fe
sin obras es cosa muerta» (Stg. 2:14ss). Pablo advirtió en cuanto a «muchos contumaces,
habladores de vanidades y engañadores. . . [quienes] profesan conocer a Dios, pero con los
hechos lo niegan» (Tit. 1:10, 16). Noé no era esa clase de persona.
Noé fue un hombre que caminó con Dios (Gn. 6:9). Su bisabuelo Enoc había «caminado con
Dios» y fue llevado repentinamente al cielo y rescatado del inexorable juicio del diluvio (5:24).
Noé caminó con Dios y fue protegido en su paso por el juicio. Enoc fue un modelo de vida
piadosa para Matusalén. Matusalén debió haber pasado este mismo ejemplo a su hijo Lamec,
quien lo impartió a su hijo Noé. Qué maravilloso es cuando generación tras generación una
familia es fiel al Señor, especialmente en un tiempo en la historia cuando la violencia y la
corrupción constituyen el estilo normal de vida. La vida de fe y obediencia se compara con un
«andar» porque esta vida comienza con un primer paso: confiar en Jesucristo como Señor y
Salvador. Este paso de fe conduce a un caminar diario, de un paso a la vez conforme a la
dirección del Señor. Él nos manda «andar en amor» (Ef. 5:2), « andar como hijos de luz» (v. 8),
« andar en el Espíritu» (Gá. 5:16, 26), y a mirar con diligencia y cuidado cómo andamos, «no
como necios sino corno sabios » (Ef. 5:5). Un paso a la vez, un día a la vez, caminamos con el
Señor; y Él nos guía en el camino de su voluntad y nos bendice con su sabiduría y fortaleza.
Noé fue un hombre obediente (6:22; 7:5, 16). Uno de los mensajes centrales de las
Escrituras es que no debemos únicamente escuchar la Palabra de Dios sino que también
debemos obedecerla (Stg. 1:22-25). Debido a que Noé fue obediente al Señor, su «casa» no fue
destruida cuando vino la tormenta (Mt. 7:24-27). Para Noé y su familia no fue fácil obedecer al
Señor, porque el resto de la población estaba desobedeciendo a Dios y rebelándose en contra de
su voluntad. Según Enoc, todos ellos eran gente sin temor de Dios que cometía actos impíos de
maneras impías y pronunciando palabras impías en contra del Señor Dios (Jud. 15). Bien sea
que se trate de la abstinencia sexual, el uso de alcohol  y drogas o de unirse a pandillas y
quebrantar la ley, hoy en día escuchamos mucho de la «presión de grupo». Es la excusa para
toda clase de conductas ilegales e inmorales, desde falsear la declaración de los impuestos hasta
engañar al cónyuge. Pero cualquiera que haya desarrollado alguna vez un carácter temeroso de
Dios ha tenido que luchar contra la presión del grupo, incluyendo a Noé y su familia, Abraham y
su familia, Moisés en Egipto (He. 11:24-26), y Daniel y sus amigos en Babilonia (Dn. 1). Resistir
a la presión de grupo significa no solamente pronunciar un no terminante a la gente, sino
también decirle definitivamente sí a la consagración al Señor (Ro. 12:1-2).
La mayoría de gente sabe que Noé construyó un arca. Lo que tal vez no saben es que él también
construyó un carácter piadoso y levantó una familia piadosa. Si no hubiera sido por la familia de
Noé, temerosa de Dios, Abraham nunca habría nacido; y sin Abraham, ¿acaso habría existido
una nación judía, la Biblia y el Salvador mismos?

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