Actualmente en el mundo y como es de esperarse en el país, se han venido confrontando
una serie de cambios, no solo en el orden de lo económico, sino también cambios tecnológicos, organizacionales y sociales obligando a las organizaciones a ir al mismo ritmo de las transformaciones. La realidad de un mundo moderno ha penetrado culturas, sin tomar en cuenta fronteras, un entorno globalizado que exige de los integrantes de las organizaciones (talento humano), una mayor disposición al cambio, capacidad de adaptación al mismo, así como también una práctica más abierta a la interrelación entre ellos. Hoy por hoy, se habla del surgimiento de una gran cantidad de información con respecto al rol que juegan las emociones en nuestro día a día, y es así como surge el concepto de inteligencia emocional para precisar lo esencial que estas resultan ser. Hasta hace poco se valoraba a las personas en general por su coeficiente intelectual, pero desde hace un tiempo la inteligencia emocional se ha fijado en los diferentes aspectos de la vida diaria, como es el caso de su influencia en las organizaciones. En este orden de ideas, el estudio de las emociones se ha incrementado en la última década mediante la inteligencia emocional, la cual según Goleman. (2005, p.198), es “…una destreza enfocada a conocer y manejar los propios sentimientos, interpretar o enfrentar los sentimientos de quienes lo rodean, sentirse satisfecho y ser eficaces en la vida creando habilidades mentales favorables de la misma productividad”. En este sentido, la inteligencia emocional se ha constituido en el principal pilar de la llamada revolución emocional, dentro de la cual las personas intelectualmente brillantes no suelen ser las más exitosas tanto en los negocios como en su vida privada. Todo esto nos lleva a pensar, que los individuos con sus conocimientos y habilidades intelectuales, se han convertido en la base principal de la nueva organización, dejando de ser simples recursos humanos para ser vistos como seres inteligentes, con capacidad de discernimiento, destrezas, personalidad, actitudes, entre otros, cualidades que permiten el desarrollo del recurso humano y el éxito dentro de la organización. Al respecto se plantea la influencia decisiva de la inteligencia emocional sobre los factores críticos del éxito en una carrera y en la organización, entre los cuales se destacan: la toma de decisiones, el liderazgo, relaciones de confianza y trabajo en equipo, lealtad con los clientes, creatividad e innovación, entre otros. De acuerdo con lo planteado en el párrafo anterior, se puede inferir que las emociones intervienen en el proceso de toma de decisiones del ser humano, y es allí donde radica la importancia del conocimiento y dominio de la inteligencia emocional para una organización, ya que le permitirá obtener mejores resultados en las decisiones tomadas. Por otra parte, Goleman (2005) refiere a la inteligencia emocional como la capacidad de reconocer los sentimientos propios y ajenos, de poder automotivarse para mejorar positivamente las emociones internas y las relaciones con los demás, ésta permite la conciencia de los propios sentimientos en el momento en el cual se experimentan, dándole una atención progresiva a los propios estados internos. El mencionado autor plantea que la inteligencia emocional determina el potencial para aprender las habilidades prácticas, las cuales se basan en sus cinco elementos: conocimiento de uno mismo, motivación, autorregulación, empatía y destrezas para las relaciones. Además, los autores Cooper y Sawaf (1998), plantean que: “Es cierto que los negocios se manejan con el poder del cerebro, pero para pensar bien y alcanzar el éxito duradero es necesario aprender a competir con todos los aspectos de la inteligencia, no sólo con la cabeza. Si bien es cierto que un exceso de emoción puede perturbar temporalmente la emoción o el análisis, nuevos estudios sugieren que en la mayoría de los casos muy poca emoción puede ser aún más perjudicial para una carrera u organización.” (p. 28). Es importante saber que las emociones nos guían a tomar decisiones y acciones en nuestra vida cotidiana aunque en el momento no nos damos cuenta. Las emociones están presentes en nuestro ámbito familiar, laboral y personal. Estas nos guían para enfrentar cualquier situación complicada y tareas complejas como para dejarlo solo en manos del intelecto. Es de interés concientizar a las empresas sobre el impacto favorable que podría tener desarrollar este tipo de inteligencia en su gente, la forma de cómo los individuos se sienten tiene una influencia muy importante en su comportamiento laboral. Contrariamente a lo que se piensa, los sentimientos son un factor preponderante en el mundo del trabajo; todos tenemos sentimientos y es una necesidad relacionarse, especialmente cuando consideramos la cantidad de tiempo que invertimos en el medio laboral. A través de la inteligencia emocional podemos optimizar el desempeño personal, la comunicación y por consiguiente el clima laboral. La gente sentirá que es tomada en cuenta lo que podrá disminuir el ausentismo y la rotación. Asimismo, refleja la forma en que nos manejamos y en que somos conscientes de nuestros sentimientos y posiciones; lo que nos estimula y nos desmotiva, lo que nos hace eficaces, así como aquello que nos plantea obstáculos; cómo gestionamos nuestras emociones dejando que algo interrumpa o no nuestra capacidad de concentración al hacer nuestro trabajo, y cómo nos relacionamos con los demás. En base a todo lo anterior mencionado, concluyo que las organizaciones requieren que sus miembros estén preparados intelectual y emocionalmente para que respondan a los requerimientos que exigen las instituciones tanto en el medio interno como en el entorno donde estas se desenvuelven, permitiéndoles mayor habilidades y destrezas, haciéndose competitivas de manera de lograr la permanencia en el tiempo. Así mismo, estas y otras formas de inteligencia se fortalecen y complementan recíprocamente; las emociones provocan creatividad, colaboración, iniciativa y transformación; el razonamiento lógico frena los impulsos descarriados y conforma el propósito con el proceso. En vista de ello, se puede afirmar consistentemente, que nos encontramos en las primeras etapas de lo que muchos autores reconocen como la siguiente revolución en los negocios, en la cual no se va a derramar sangre en esa tremenda transformación de lo viejo a lo nuevo, pero si perecerán muchas ideas preconcebidas.