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Curso Online - Ética Profesional del Abogado

PARTE I. NOCIONES BÁSICAS

Módulo 1. NOCIONES BÁSICAS

1.Concepto de ética profesional

En un sentido general, la ética1 puede ser definida como una ciencia regulativa de la conducta
humana, de conformidad con los principios fundamentales de la razón, y con las exigencias
de la dignidad personal del ser humano, en orden a lograr su propio fin y plenitud2.

Por su parte, la ética profesional es un sector de la ética general, aplicada a un objeto


específico: las situaciones y relaciones que surgen en el desempeño de una determinada
profesión. Es importante subrayar la conexión existente entre la ética general y la profesional
porque, en definitiva, ambas persiguen un mismo fin: el bien humano3.

De acuerdo con ello, podemos hablar de ética profesional para referirnos a aquellos principios
inherentes a una profesión, acordes con las exigencias de la dignidad humana y con los fines
de tal profesión.

Seguidamente explicaremos algunas ideas básicas contenidas en esta definición. En concreto,


nos referiremos a la idea de fin de una profesión, a la centralidad de la noción de dignidad
humana, y a los principios y virtudes profesionales.

2. El fin objetivo de la actividad profesional

Partimos de la base de que toda profesión responde a una necesidad social o, lo que es lo
mismo, cumple un fin en la sociedad. El estudio de la ética profesional debe presuponer ésta
realidad que, en última instancia, remite al sentido de una concreta actividad. Cuando se

1
Es generalmente admitido que la ética o moral, tal y como es entendida en la cultura occidental, es
una aportación de origen griego. Su primera sistematización se atribuye a Aristóteles. Este autor sentó
las bases para una correcta comprensión de la misma, y su influencia ha sido constante durante siglos.
2
André, E.L., Deontología. Deberes Éticos y Cívicos, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1928, pág.
7.
3
Platón sostenía que toda actividad humana está sujeta a la regla del bien, idea suprema del mundo
de las ideas: "En los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que se percibe con
dificultad. Pero una vez percibida no se puede menos sacar la consecuencia de que...ha de tener fijos
los ojos en esta idea el que quiera conducirse sabiamente en la vida pública y en la vida privada
(Platón, La República o el Estado, Madrid, Espasa-Calpe, 1979, pág. 208).
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comprende cual es la razón de ser de una profesión, se puede entender que todas las
actuaciones profesionales deben ordenarse, en última instancia, a esa finalidad4.

Ya Aristóteles, en su Ética a Nicómaco5, insistió en que toda actividad humana persigue


distintos fines o bienes. También en el ámbito profesional encontramos diferentes objetivos
que motivan el actuar. Algunos fines son “externos” a la misma práctica profesional y tienen,
fundamentalmente, un carácter subjetivo o personal6. Por ello, suelen ser comunes a todas
las profesiones humanas. Entre ellos, se encuentran bienes como el dinero, el prestigio social,
el honor, el poder… Dichos bienes se obtienen como resultado externo, como consecuencia
derivada de la actuación humana.

Conviene destacar que se trata, realmente, de bienes, ya que tanto los profesionales, como
las instituciones en las que estos trabajan -por ejemplo, las empresas, o los Despachos de
Abogados-, los necesitan para su supervivencia y mejora. Así, por ejemplo, es evidente que
un Abogado, para desempeñar adecuadamente su labor, requiere de un respeto y prestigio
profesional, -ya que representa a una profesión con una importante función social y, en
definitiva, a la justicia-, además de una justa retribución económica por su trabajo. No
obstante, es importante tener en cuenta que estos bienes o fines no son los que otorgan el
sentido último a la profesión, ni le confieren su legitimidad social.

Al mismo tiempo, y al margen de dichos fines personales, siempre existen unos bienes o fines
intrínsecos y objetivos, característicos de cada profesión. Son éstos los que diferencian a cada
actividad, los que le confieren su específica legitimidad social. Dichos fines representan, en
realidad, el sentido, la razón de ser, el ethos último de una profesión.

Aristóteles afirmó que el fin de una actividad profesional, su sentido último -en lo que se
refiere a sus aspectos más básicos- nos viene dado. En sus palabras: "no deliberamos sobre
los fines, sino sobre los medios que conducen a los fines. Pues ni el médico delibera sobre si
curará, ni el orador sobre si persuadirá, ni el político sobre si legislará bien, ni ninguno de los
demás sobre el fin, sino que, puesto el fin, consideran cómo y por qué medios pueden

4
Conviene tener en cuenta que, a partir del siglo XVII, la ciencia moderna quiso prescindir de las
causas finales. Pensadores como Bacon las habían apartado de sus estudios, considerándolas como
"vírgenes estériles", ya que consideraba que no servían para conseguir los resultados técnicos
buscados. Para ello, eran suficientes las causas eficientes (medios empleados). Como destaca Villey,
muy distinta era la Física de Aristóteles. Para el filósofo griego, el dinamismo de las cosas no puede
explicarse sin un fin. Observando la realidad, se comprueba que en todo existe un orden y una
tendencia a ese orden (Villey, M., Compendio de Filosofía del Derecho. Los medios del Derecho,
Eunsa, Pamplona, 1981, pág. 145).
5
Aristóteles, Ética a Nicómaco, trad. y notas J. Pallí Bonet, Gredos, Madrid, 1995 (3ª reimpresión),
Libro I, 1, 1094a, pág. 129.
6
MacIntyre, A., Tras la virtud, trad. A. Valcarcel, Barcelona, Grijalbo, 1987, pág. 234.
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alcanzarlo...El objeto de deliberación entonces, no es el fin, sino los medios que conducen al
fin"7.

Todo ello tiene una clara aplicación en relación a la Abogacía. Lo fundamental será, tal y
como ya se muestra en las palabras de Aristóteles, conocer y comprender cuál es el sentido
y el fin último de nuestra actividad profesional. Tal fin es, como muchos han entendido a lo
largo de la historia, la justicia8. El oficio de Abogado nace en el contexto de las relaciones
sociales, ante la necesidad de que cada uno tenga y disfrute pacíficamente de lo suyo (ya sean
bienes o derechos).

En este marco concreto, podemos destacar la importancia de los bienes que, en el marco
general de la justicia, el Abogado está llamado a alcanzar: la garantía del derecho de defensa,
de la igualdad de las partes en un proceso y fuera de él, el respeto a la presunción de inocencia,
el adecuado asesoramiento y consejo técnico, la contribución a la reparación del perjuicio
causado, etc.

En concreto, el Código de Ética profesional de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados


(BMA), bajo el título de Principios rectores de la profesión, afirma lo siguiente:

“Entendido el ejercicio de la abogacía como una actividad profesional al servicio de la


sociedad y no solamente como un medio de vida de quien la práctica, se considera que el
abogado cumple una función dentro del orden jurídico al poner los conocimientos y
habilidades en los que ha sido formado al servicio de quienes requieren de tales
conocimientos y habilidades para conseguir, dentro de ese orden jurídico, la realización de
la justicia. La protección apropiada de los derechos humanos y las libertades fundamentales
de toda persona requiere del acceso a servicios jurídicos prestados por una abogacía
independiente, con conocimientos apropiados y regida por ideales y obligaciones éticas. El
abogado cumple un fin superior al de sus propios intereses económicos o de otra índole que,
aun siendo legítimos, deben ceder ante ese interés superior; es, por ello, un servidor del
Derecho y un coadyuvante de la Justicia”.

Como se destaca en el párrafo citado, los bienes subjetivos son imprescindibles para un
adecuado ejercicio profesional. No obstante, tales bienes no pueden llegar a sustituir,
completamente, al fin último de una profesión, ya que entonces el profesional, y la misma

7
Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro III, 3, op. cit., 1112b, 10-15, pág. 186 y 1113a, pág. 187.
8
Para Martí Mingarro, en el origen de la Abogacía, no ya como profesión, sino como servicio público
y necesidad social, los mitos griegos pueden suministrarnos un caudal de reflexiones. Destaca,
especialmente, la tragedia de Edipo y el proceso de Sócrates (vid. Martí Mingarro, L., El Abogado en
la historia. Un defensor de la razón y de la civilización, Cívitas, Madrid, 2001, pág. 24).
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institución, comenzarían a corromperse9 o, al menos, perderían su norte: si el profesional


antepusiera su beneficio económico a los verdaderos intereses de su cliente, su actividad
comenzaría, realmente, a degradarse. Así, por ejemplo, un médico debe actuar siempre
teniendo presente que el sentido último de su profesión es procurar la salud de las personas.
Ello le llevará a rechazar actuaciones que se desvíen de este fin. En el mismo sentido, un
Abogado no puede admitir que sus fines particulares ahoguen los bienes objetivos que
persigue intrínsecamente su profesión.

En definitiva, toda actuación profesional debe tener como norte los fines o bienes intrínsecos
a los que responde socialmente dicha profesión, en definitiva, su ethos. Por lo que se refiere
al Abogado, ello significa que quien decide dedicar su vida a esta actividad debe aceptar todo
lo que ella conlleva: su disciplina y sus ideales. O, lo que es lo mismo, tiene que asumir que
la profesión de Abogado implica, no tanto vivir del derecho (servirse de él) como en el
derecho (trabajar, en última instancia, por la justicia y el derecho)10.

3.Centralidad de la persona y su dignidad

En segundo lugar, cabe señalar que la ética y, más en concreto, la ética profesional, se
encuentra profundamente enraizada en la realidad personal del ser humano. Quien ejerce una
profesión es una persona y su trabajo siempre va destinado a otra u otras personas11. En
consecuencia, cualquier labor humana debe estar al servicio de la persona, y no, por el
contrario, convertir a ésta en un instrumento, o medio, al servicio de otros parámetros (por
ejemplo, la economía).

En esta línea, ya se ha señalado que el Abogado es un experto en derecho. Pero no adquiere


su conocimiento solo para su personal beneficio, sino para alcanzar una finalidad concreta:
defender los legítimos intereses y derechos de sus clientes y, en última instancia, servir a la
sociedad.

Por otro lado, conviene tener en cuenta que la relación que se establece entre un Abogado y
su cliente es netamente personal. El destinatario directo de su trabajo es una persona que
deposita en él su confianza y espera un determinado servicio. Por ello, la responsabilidad
moral se agudiza. En este sentido, por ejemplo, el artículo 6 del ya mencionado Código de
Ética profesional de la BMA afirma que:

9
Vid. Fried, “The Lawyer as a Friend: The Moral Foundations of the Lawyer-Client Relation”, Yale
Law Journal, 85, 1976, págs. 1060, 1068-1073.
10
Vid. Kronman, A., “Vivir en el derecho”, en Böhmer, M. F. (comp.), La enseñanza del derecho y
el ejercicio de la abogacía, edit. Gedisa, Barcelona, 1999.
11
Vid. Aparisi, A., Ética y Deontología para juristas, Eunsa, Pamplona, 2006, Capítulo I.
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“La relación entre el cliente y su abogado es de confianza y de buena fe; como prestador de
un servicio profesional exige de este una conducta apegada a los principios y valores éticos
que sustentan su actuación”.

Asimismo, si entendemos que el trabajo debe estar al servicio de la persona, tampoco cabe
admitir la instrumentalización del profesional, en este caso del Abogado, mediante horarios
laborales abusivos, cargas excesivas de trabajo, trato no respetuoso e, incluso humillante…

En definitiva, la ética profesional está fundamentada, en última instancia, en la dignidad del


ser humano, y no sólo en la historia o en los usos profesionales tradicionales. En palabras de
Torres-Dulce, ex Fiscal General del Estado en España:

"la justificación (…) de los colegios profesionales, proviene precisamente de la dignidad de


la persona humana y, por extensión, de la dignidad del profesional"12.

4.Principios y virtudes profesionales

Como sabemos, Aristóteles ya sostuvo que el fin de cada profesión nos viene dado. El objeto
de deliberación, entonces, no será el fin, sino los medios que conduzcan a tal fin. Y aquí
adquieren su importancia los principios y las virtudes profesionales. Estos pueden ser
entendidos como los medios más adecuados para alcanzar los fines objetivos de una
determinada profesión. En este contexto, en las páginas que siguen se hará referencia a las
virtudes y principios éticos que se encuentran más enraizados en el ejercicio de la Abogacía.
Pero antes de seguir, es conveniente hacer cuatro aclaraciones en relación a la terminología
empleada:

1. No existe unanimidad lingüística en este tema. Para muchos, más que a principios éticos
tendríamos que referirnos a deberes generales deontológicos. Para otros, la expresión más
adecuada sería la de reglas deontológicas. Tampoco faltan los que defienden la expresión
directivas. Por su parte, el Código de Ética profesional de la BMA emplea conjuntamente las
expresiones principios y valores. De cualquier forma, como señala Lega, puede admitirse la
existencia de un relativo acuerdo en torno a la idea de que se trata de fórmulas amplias que
permiten su adecuación a situaciones muy diversas13.

12
Torres-Dulce Lifante, E., "Aspectos constitucionales y jurisprudenciales de la Deontología
profesional", en VVAA., Ética de las profesiones jurídicas. Estudios de Deontología, UCAM-
AEDOS, Murcia, pág. 219.
13
Vid. Lega, C., Deontología de la profesión de abogado, Cívitas, Madrid, 1983 (2ª), pág. 68.
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En este texto se va a emplear, preferentemente, el término principio debido, no sólo a su


mayor tradición, sino también a que, en nuestra opinión, refleja mejor la realidad de la ética
profesional, entendiéndola en el marco abierto del razonamiento humano. Además, también
es la expresión que utiliza el Código de Ética profesional de la BMA.

2. Los principios básicos de la ética profesional se encuentran estrechamente relacionados


con las virtudes profesionales. Los principios son exigencias de deber ser (pertenecen, por lo
tanto, al plano del conocimiento), mientras que las virtudes son actos, hábitos de la voluntad,
conformes con las exigencias generales que presentan los principios. Por ello, existe una
intrínseca conexión entre principios o deberes, y las virtudes o valores profesionales. Los
primeros llegarán a ser realidad en la medida en que se actualicen mediante las virtudes.

El Código Deontológico de la Abogacía Española (CDAE), al que nos referiremos más


adelante, admite esta conexión, al sostener en su Preámbulo que:

"La decidida vocación de proveer a la Abogacía de los instrumentos más eficaces para
abordar el siglo XXI exige ahora la compilación y puesta al día de las normas deontológicas
que deben regir nuestra actividad profesional en un solo texto actualizado. Y ello sin abdicar
de los principios que han venido caracterizando la actuación multisecular del Abogado (...)
La honradez, probidad, rectitud, lealtad, diligencia y veracidad son virtudes que deben
adornar cualquier actuación del Abogado. Ellas son la causa de las necesarias relaciones de
confianza Abogado-Cliente y la base del honor y la dignidad de la profesión"14.
3. Conviene tener en cuenta que, en ocasiones, puede resultar muy difícil delimitar cuando
nos estamos refiriendo a un principio o a una virtud profesional. Así, por ejemplo, suele
hablarse del principio de lealtad profesional del Abogado, cuando ésta puede ser también
considerada como una virtud. En este sentido, el Código de Etica profesional de la BMA
afirma en su Preámbulo que:

“La Barra Mexicana, Colegio de Abogados, está consciente de que entre algunos de estos
principios y valores hay una cercanía tal que no solamente pueden llegar a confundirse, sino
que resultaría una tarea vana la de tratar de diferenciarlos. No por ello, sin embargo, renuncia
a la idea de búsqueda del criterio de uso que permita su aplicación”.

4. A ello cabe añadir que las exigencias y consecuencias prácticas de los diversos principios
y virtudes son, en ocasiones, muy difíciles de concretar y delimitar. Así, por ejemplo, el
principio de integridad profesional está muy conectado con el de lealtad profesional y éste, a
su vez, con el principio del secreto profesional. Además, al igual que ocurre, en general, con

14
La cursiva es nuestra.
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las virtudes humanas, la práctica de unas facilita, en gran medida, el ejercicio de otras, ya
que se encuentran conectadas.

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