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SERIE COEDICIONES
L A MORADA DEL HOMBRE
-ENSAYOS SOBRE LA VIDA ÉTICA—
Miguel Ángel Polo Santillán
F O N D O EDITORIAL INSTITUTO DE
UNIVERSIDAD NACIONAL SALUD - M S C
MAYOR DE SAN MARCOS CRISTÓFORIS DENEKE
ISBN: 9972-46-243-9
Hecho el Depósito Legal: 1501012004-0037
L i m a , enero de 2004
Tiraje: 1000 ejemplares
EDITOR GENERAL
J o s é Carlos Bailón Vargas
CUIDADO D E LA EDICIÓN
Odín Del Pozo Omiste
DlAGRAMACIÓN D E INTERIORES
Gino Becerra Flores
CORRECCIÓN DE PRUEBAS
Marco Antonio Pinedo Salazar
IMPRESIÓN
Cenpro Editorial e Imprenta UNMSM
Presentación 11
Introducción 13
Cuatro versiones de la ética y la moral 17
Una antropología para la ética 23
La construcción de la vida ética 29
La moral, significados y dinámica 37
La imagen moderna de la experiencia moral 51
La rehabilitación de las virtudes 61
La cuestión de las normas morales 85
La idealidad de los valores 99
La ética de la atención 121
Ética de máximos y ética de mínimos 131
Nihilismo y ética 149
Las tareas de la vida ética 165
R^esentación
[II]
Introducción
Desde hace unos años hemos sido conscientes del alto grado de
corrupción a la que llegaron una parte de nuestros políticos, em-
presarios e intelectuales y con ellos nuestras instituciones políti-
cas. Ello nos ha hecho poner en evidencia tanto de la fragilidad
de nuestras instituciones como de la poca importancia de nuestra
dimensión moral por parte de los actores sociales. Hemos visto caer
en la creciente inmoralidad a políticos e intelectuales de distintas
tendencias y calidades intelectuales. Pero dichas escenas no han
dejado de producirse. Seguimos viendo cómo personas, que fue-
ron críticas al gobierno inmoral de los 90, ahora caen en los mis-
mos juegos ilícitos e inmorales. Y es que se está pasando peligro-
samente de la desesperanza al cinismo. Los personajes han cam-
biado, pero las actitudes son semejantes, con un agregado: creer
que todo vale. Todo esto quiere decir que requerimos revisar nues-
tras instituciones y creencias, pero también hacernos un serio " exa-
men de conciencia", para no creer que el problema siempre está
en los otros.
A esto tenemos que agregarle las inestables circunstancias in-
ternacionales en los ámbitos político y económico. E l derecho inter-
nacional y las posibilidades de una ética universal se ven melladas
por el poder económico-político. L a irracionalidad amenaza con su
mejor arma: la guerra. E l panorama social, local e internacional, nos
abre la puerta de la desmoralización. Esa p é r d i d a de ánimo vital es
lo que antecede al cinismo, al egocentrismo, a la delincuencia, a l a
inmoralidad y al suicidio. Entonces, nuestro mal no es sólo por los
actos inmorales e injustos, sino por un olvido de nuestro ethos, es
decir, de nuestra disposición anímica, nuestro talante, nuestra fuer-
[13]
za espiritual interna. L a fuerza de los hechos y de los acontecimien-
tos apaga nuestra apuesta básica por la v i d a digna.
Este libro quiere colaborar con la recuperación de nuestra "mo-
ral", con el cuidado de nuestro talante ético. Aunque no tiene una
estructura explícita, reconozco que la tiene de manera implícita.
Esta obra es una recolección de ensayos, unos presentados a foros
académicos, otros inéditos y sólo uno y a publicado anteriormente
pero ahora revisado. Estos ensayos nacen de mi sorpresa ante el
estado actual de nuestra sociedad y de la humanidad, donde el
pensar y actuar éticos tienen poca importancia. E s a sorpresa e in-
dignación me hizo seguir pensando en estos problemas, que des-
de hace y a una d é c a d a inquietan mi alma, tratando de aclarar para
mí mismo y para otros (estudiantes, amistades, personas interesa-
das) el significado de lo que está sucediendo y los posibles cami-
nos para enfrentar dichos problemas.
¿Qué sostengo en estos ensayos? Aunque en general cada en-
sayo tiene una v i d a propia, pueden encontrarse algunas ideas fre-
cuentes, i) Procurar ver los problemas éticos de manera integral,
no aislarlos de l a totalidad de nuestra existencia humana. Desde
mi primera obra he considerado que nuestros problemas no de-
ben ser percibidos sólo como país, sino también como humanidad.
Tenemos que movernos en esos tres terrenos que son nuestros: lo
personal, lo comunitario y la humanidad. Tres terrenos que des-
p u é s de todo son uno solo, ii) Seguir revisando el lenguaje ético y
la necesidad de revalorarlos o cambiarlos, iii) Subyace una crítica
a ideas comunes de la cultura occidental, las cuales crean y re-
crean el estado actual, i v ) A s u m i r de manera articulada las tres
grandes tradiciones éticas (de las virtudes, de los deberes y de los
valores), pero darles una nueva base: la vida atenta Cuidado de
nuestro ser (virtudes), de nuestra existencia en comunidad (debe-
res) orientados hacia un telos integrador y dador de sentido (valo-
res), es lo razonable para nuestro tiempo. Lo cual no es poco por-
que requiere tener una perspectiva amplia y flexible que integre lo
que hoy está fragmentado.
Hemos denominado a esta obra La morada del hombre por dos
razones. Por un lado para continuar revalorando el ethos griego
como "morada". E l éthos, mundo de distinciones morales signifi-
cativas, es el espacio en el cual vivimos y condición para una v i d a
humana digna. L a morada humana (personal, social y ecológica)
no está acabada, sino es lo que nosotros hagamos de ella. Por otro
14
lado, la formulación del título en singular quiere hacer referencia
a que si bien hay muchas expresiones de la morada humana, to-
das ellas son una. El trasfondo que nos condiciona no anula nues-
tras posibilidades de mirar al otro como humano. Antes, grupos
de personas no entraban en la morada humana simplemente por-
que usaban taparrabos (es decir, porque eran diferentes, no hu-
manos), hoy no entran porque no quieren someterse a la lógica del
mercado, con ello vuelven a perder la condición de humanos. En
ambos casos excluimos al otro arbitrariamente. En síntesis, el títu-
lo sugiere conectar la moral con la idea que tenemos de nosotros
mismos, la ética con la antropología, porque dependiendo de cómo
nos veamos a nosotros mismos, del mismo modo haremos nuestra
morada.
Los artículos presentados en este libro giran en torno a estas
tres grandes preocupaciones: la primera es clarificar el concepto y
el lugar de la ética en la vida humana. La segunda tiene que ver
con revalorar las virtudes, las normas y los valores, pero dentro
de lo que llamo una ética de la atención. Finalmente, pensar el fe-
nómeno del nihilismo y cuáles deberían ser las tareas de la vida
ética. Estos pensamientos quieren ser propuestas para pensar co-
lectivamente y así seguir alimentando las reflexiones de las perso-
nas interesadas en sus propia vidas y en la existencia de la hu-
manidad. En ese encuentro dialógico con los demás es que pode-
mos encontrar alternativas sensatas ante los problemas actuales.
Estos ensayos, entonces, quieren despertar una inquietud, ese es-
píritu de búsqueda de lo que es la vida buena ante un mundo, nues-
tro mundo, que se deteriora peligrosamente.
Mi sincero agradecimiento a mis colegas y amigos Javier
Aldama, Octavio Obando, Claudio Chipana por haber leído y co-
mentado previamente el texto, sus observaciones he procurado te-
nerlas en cuenta. Asimismo, agradezco al Instituto de Salud M.S.C.
Cristóforis Deneke (ISDEN) y a mi alma máter la Universidad Na-
cional Mayor de San Marcos por apoyar la publicación de estas
reflexiones a través de su Fondo Editorial.
15
Cuatro versiones de la ética y la moral
[17]
Desde ese punto de vista, existirían problemas éticos distintos
de los problemas morales. Tipos de problemas éticos serían los si-
guientes: ¿qué es el bien?, ¿qué es la justicia?, ¿cuándo una norma
es moral?, etc. Tipos de problemas morales serían: ¿debo decirle la
verdad a mis padres?, ¿puedo utilizar a mi amigo para lograr mis
propios fines?, ¿puedo faltar a la verdad para no d a ñ a r a mi her-
mano? Esta primera forma surgió, entre otras cosas, debido a l a
especializ ación de los conocimientos en el siglo X X . L a filosofía
siguió los pasos de dicha especializ ación y surgieron las discipli-
nas filosóficas, dentro de la cual se encontraba la ética.
Segunda versión. L a ética sería el ámbito de las decisiones y ac-
ciones que afectan a la familia, la sociedad y al Estado, es decir, la
ética como una actividad social y política. Mientras que la moral
sería el ámbito de la subjetividad; pensamientos, sentimientos, vo-
luntad, deseos e intereses. Por ejemplo, una persona sería ética
cuando defiende a los pobres, trabaja por construir una sociedad
justa, es solidaria, pero sería moral cuando tiene buena voluntad,
i n t e n c i ó n de ayudar a los otros, buenos deseos, pensamientos
altruistas, etc. Así, si esa persona dice que tiene un "compromiso
moral y ético" estaría refiriéndose a que su vida interior y exterior,
su mente y acciones se encuentran involucrados en el logro de al-
g ú n objetivo que involucra el bienestar de otros. Este parece ser el
uso frecuente de nuestros intelectuales y políticos.
Esta segunda forma tiene dos antecedentes. U n a es hegeliano,
porque fue Hegel quien consideró a la ética (Sittlickkeit) como el
reino de la "voluntad objetiva" cuya sustancia abarca la familia,
la sociedad civil y el Estado (Hegel 1968, 65, parágrafo 33). E s el
ámbito de la "exigencia" que surge de la "relación y del deber-
ser" (Hegel 1968, p a r á g r a f o 108). E n tanto que l a moralidad
(Moralitát) es el ámbito del derecho de l a "voluntad subjetiva"
(Hegel 1968, parágrafo 33), lo que Kant consideraba la parte m á s
importante: la conciencia del deber. Y en dicha conciencia racio-
nal encontraba Kant los principios de la moral. Si bien es cierto
que Hegel hizo la distinción entre derecho y moral para luego rea-
lizar una síntesis dialéctica en la ética, sin embargo la cultura mo-
derna ha marcado m á s la contraposición moral-ética que la supe-
ración dialéctica de ambos. Q u i z á porque nos cuesta vernos y sen-
tirnos como seres relaciónales, marcados irremediablemente por
la intersubjetividad.
Dentro de esta segunda versión hay otro antecedente. Aque-
llos que entienden la ética como un asunto social y la moral un
18
asunto personal, por ejemplo, si alguien es un buen político es éti-
co, pero todo lo que tenga que ver con la forma de tratar a su fami-
lia, su promiscuidad, el uso de drogas, eso sería juzgado dentro
de su moral personal, donde los d e m á s no tienen derecho de in-
tervenir. Sin duda, esta forma de entender la moral está marcada
por la concepción liberal del hombre y de la vida humana, donde
la moral se convierte en un asunto privado. Mientras que el ámbi-
to de lo ético puede ser el lugar de los consensos, donde nos pone-
mos de acuerdo sobre nuestros intereses que afectan a los d e m á s ,
pero s i n l i m i t a r n u e s t r a libertad p e r s o n a l . B i e n puede el
contractualismo, expresión política del liberalismo, ser colocado
en esta variante.
Tercera versión. L a ética es el arte de aprender a vivir bien, por
lo tanto abarca y trasciende lo moral, porque busca una vida ar-
mónica articulada con las distintas dimensiones de la vida huma-
na. L a moral es el ámbito personal-social donde experimentamos
con valores, normas, juicios, etc., contenidos y trasmitidos por la
tradición. Desde ese punto de vista, todos nacemos dentro de una
moral social, pero tenemos la tarea de convertirnos en seres éticos.
Esta tercera forma es de tradición socrática, y a que hace suyo el
mensaje de no vivir por vivir sino vivir bien, llevando una vida me-
ditada. L a ética no se reduce en esta versión ni a lo privado ni a lo
público, ni a lo individual o social, sino que es la forma de apren-
der a vivir bien con otros. De esa manera había que entender pre-
cepto délfico "conócete a ti mismo", en donde la ética es una bús-
queda de la vida buena. Mientras que la moral es lo recibido por la
tradición, muchas veces aceptadas sin razón dialógica alguna, cos-
tumbres que nos enseñan distinciones cualitativas morales aveces
sin justificación alguna. Pero es en la tradición que los humanos
aprendemos a construir nuestra vida ética, con críticas, revisiones,
intercambios de opiniones, reflexiones, etc., es decir, la construc-
ción dialógica de la ética se da en el terreno de la tradición.
19
námico, entre el vivir por vivir y el anhelo de vivir bien, entre una
vida mecánica y sin sentido y una v i d a atenta.
Cuarta versión. E s aquella que no hace ninguna distinción en-
tre ética y moral, y a que todo se da en la misma realidad. Por ejem-
plo, nos dice Francisco Miró Quesada desde la filosofía profesio-
nal: " L a disciplina filosófica que estudia racionalmente los pro-
blemas relacionados con la posibilidad de saber cuáles deben ser
los fines ú l t i m o s de nuestra acción se denomina ética o moral"
(Miró Quesada 1981; 125). Mucha mayor c o n f u s i ó n produce di-
cha identificación en el plano social, porque puede llevar a con-
fundir el discurso moralista con un discurso ético.
Las cuatro maneras de entender la ética y la moral pueden ge-
nerar problemas y confusiones. Por ejemplo, en la primera versión,
puede darse el caso que para ser un profesor de ética no necesite
ser una persona moral, dado que enseña pura teoría que no com-
promete a su práctica. A d e m á s , ocasiona la a m b i g ü e d a d del ter-
mino: moral como realidad social y moral como acto bueno. E n la
segunda versión, puede darse el caso de una persona que obre le-
galmente en un proceso (es decir, éticamente), pero esconda senti-
mientos de venganza, mezquinos intereses, mala voluntad (es de-
cir, sea inmoral). También esa división entre subjetivo/ objetivo, in-
terior/ exterior, trae como consecuencia un conflicto entre volun-
tad libre y responsabilidad social. L a cuarta versión también ge-
nera serías confusiones porque, desde el plano filosófico que los
identifica, no p o d r í a hablarse de una moral religiosa y a que utili-
za criterios de fe y no reflexiona racionalmente. Pero también des-
de la vida cotidiana no p o d r í a m o s distinguir entre una obligación
de un padre hacia su hijo de la reflexión teórica del deber. Lo que
hace el padre y lo que hace el eticista serían lo mismo.
L a tercera versión es la que considero menos problemática por-
que si bien no confunde los planos, los interrelaciona, los integra
dentro de una visión de hombre que abarca lo subjetivo y lo objeti-
vo, lo personal y lo social, lo humano y lo no humano. Desde esta
tercera versión, no existe razón para dejar de considerar la ética
como disciplina filosófica, es decir, como actividad teórica, cuya
labor es pensar reflexiva y críticamente sobre la moralidad social-
mente heredada. Pero no es sólo eso. E s un pensar que nos
involucra y nos pide una respuesta personal. A l modo griego, en
materia de ética estamos en un terreno que nos envuelve, donde
nosotros mismos somos dicho terreno, por eso —parafraseando a
Aristóteles— no se trata de pensar sobre la virtud para aprender
20
teóricamente lo que es, sino para ser virtuosos. De ese modo, po-
demos seguir sosteniendo que el "objeto de estudio" de la ética es
la moralidad social, pero añadiendo que en dicha moralidad esta-
mos implicados cada uno de nosotros. Eso no permitiría, como ya
he sostenido (Polo 2001; 32-37), la separación entre el que hace el
discurso y el mismo discurso teórico.
¿Qué es lo que tiene que hacer el eticista? Creo que son tres
grandes cosas; comprender, evaluar y proponer. Comprender la
moral heredada en sus distintas manifestaciones, su devenir his-
tórico y estado actual, dar cuenta de la moral en la vida humana
en sus distintas formas de constituirse (niveles personales, socia-
les, políticos). Evaluar que es tanto justificar como criticar. Justifi-
car las creencias morales que se poseen en la medida que sean ra-
cionalmente defendibles, saber por qué se cree lo que se cree, tanto
en materia de virtudes, normas y valores que sustentan la vida
moral de un pueblo o comunidad cultural. Criticar las morales tra-
dicionales cuando éstas han olvidado sus fuentes primigenias o
cuando se han desgastado. Proponer o prescribir caminos para so-
lución de conflictos, así como para la promoción y construcción
de la sociedad ética. Todo esto acompañado de una coherencia per-
sonal, tan difícil de lograr en nuestros días. De ese modo, reducir
la brecha entre lo que es y lo que debería ser, entre lo fáctico y lo
normativo, entre lo que somosy lo que podríamos ser.
Todas estas versiones de la ética y la moral conviven en la so-
ciedad actual, generando muchas veces confusión y conflicto, ya
que cada forma de entenderlas generan formas de vida Este sig-
nificado impreciso de la ética y la moral es parte de nuestra incer-
tidumbre actual, hasta el punto que tienden a hacerse inconmen-
surables como lo sostiene Maclntyre. Ante tal estado, lo único que
nos queda es seguir indagando, buscando, alimentados por la ne-
cesidad de esclarecer más esta dimensión humana tan importante
para vivir personal y socialmente.
Bibliografía
21
Una antropología para la ética
L a sociedad c o n t e m p o r á n e a v i v e u n a inquietante c o n t r a d i c c i ó n ; p o r
u n l a d o h a c e i m p o s i b l e l a v i d a é t i c a d a d a s l a s f o r m a s de v i d a
e g o c é n t r i c a s y c o m p e t i t i v a s , pero a l a v e z necesita de l a é t i c a p a r a
poder s a l i r de s u s c o n f l i c t o s . E n t o n c e s , ¿ d e d ó n d e n o s v i e n e esta
necesidad de l a é t i c a ? ¿ D e u n a t r a d i c i ó n que se n i e g a a m o r i r o de
algo m á s p r o f u n d o ? ¿ Q u é h a y de p e c u l i a r en l a v i d a h u m a n a que
aun r e c h a z a n d o l a é t i c a , l a r e c l a m a ? E s t a s r e f l e x i o n e s b u s c a n en-
tender el l u g a r de l a é t i c a en l a v i d a h u m a n a , es decir, que l a f o r m a
de v e r n o s a nosotros m i s m o s g e n e r a unethos, u n a f o r m a de v i d a .
T o d a l a t r a d i c i ó n filosófica h a enraizado (directa o indirecta-
mente) l a é t i c a en u n a i d e a de ser h u m a n o . T o m e m o s p o r ejemplo
a A r i s t ó t e l e s y K a n t . E l p r i m e r o i n t e r p r e t a a l h o m b r e como s u s t a n -
c i a , a p o y a d o en u n a v e r s i ó n n a t u r a l i s t a d o n d e s u teoría de los tres
tipos de a l m a le p e r m i t í a v e r en u n a de e l l a s l a f u n c i ó n (ergon) pro-
p i a d e l h o m b r e , a q u e l l a que r e a l i z a d a p r o d u c e f e l i c i d a d . P o r s u
parte, l a é t i c a de K a n t y a s u p o n í a e n t e n d e r a l h o m b r e como suje-
to, e s p e c í f i c a m e n t e como sujeto i n t e l i g i b l e , a l que se c o n t r a p o n e
su ser p a t o l ó g i c o . A d e m á s , s e ñ a l ó que l a p r e g u n t a " ¿ q u é debo h a -
cer?" se e n c o n t r a b a dentro de l a p r e g u n t a " ¿ q u é es el h o m b r e ? " .
R e s u l t a d i f í c i l e n c o n t r a r u n a a n t r o p o l o g í a q u e no t e n g a p r e s u -
p u e s t o s y c o n s e c u e n c i a s m o r a l e s , a s í como u n a é t i c a que no tenga
u n a i d e a de ser h u m a n o que b u s q u e r e a l i z a r . S i n embargo, ¿ q u é
n u e v a i d e a de ser h u m a n o necesitamos?
[23]
y produciendo frecuentemente desacuerdos y conflictos. A pesar
del orgullo de esas imágenes, seguimos siendo un misterio. Nues-
tro constante saber sobre nosotros mismos no tiende a completar el
cuadro délo que somos, sino produce mayor desconocimiento, ma-
yor extrañeza, quizá justamente porque nuestro ser juega con la ca-
rencia de ser propio (vacío como dirían los budistas). Ante tal si-
tuación, considero que lo más sensato es no pretender tener una
definición del ser humano, una imagen acabada, sino asumirnos
como tarea, como la que expresa el "conócete a ti mismo". Dicha
expresión no es doctrina de lo que somos, sino es vocación, un lla-
mado a caminar por lo más profundo de nuestro ser. Es a esa escu-
cha atenta y a su respectivo compromiso que llamamos libertad.
Este vernos a nosotros mismos como una realidad desconoci-
da no tiene que anular nuestras respuestas científicas, filosóficas
o religiosas, sino puede hacerlas más flexibles y hasta provisiona-
les. Tampoco nuestras experiencias culturales. Creo que nos haría
tener una disposición atenta frente a lo que somos. Tan fácilmente
terminamos con la vida de un ser humano que ni siquiera cuenta
como tal, requerimos de una disposición atenta en nuestras rela-
ciones interpersonales que no anule la comunicación de esas rea-
lidades desconocidas. Es a ese encuentro entre lo que somos y el
misterio de lo que somos que llamo unitotalidad (término alguna
vez usado por Krishnamurti).
E l hombre, unitotalidad
2^
que sacan algunos autores especialmente existencialistas, que eso
indicaría nuestro estado de seres inacabados, carentes y que sali-
mos fuera de nosotros para completarnos. Pudiera muy bien ser lo
contrario, pero eso es otro asunto.
En otras palabras, no hay ser humano (ni individual ni colec-
tivo) con anterioridad ni posterioridad a su "estar abierto a", a ese
espacio (quizá infinito) de nuestro ser. Espacio infinito que nos
abre a la totalidad y que posibilita nuestra particularidad biológi-
ca, cultural y psicológica. El hombre es pues unitotalidad. Es este
estado el que funda nuestra con-vivencia o co-existir con otros, que
de alguna manera también están en mí. Pero ¿quiénes son los otros
con los cuales comparto la otredad y la mismidad? En primer lu-
gar, el hombre está abierto a la naturaleza, de la cual venimos, en
la cual estamos y a la cual iremos. A pesar de vivir en las ciuda-
des, no nos desprendemos de nuestro ser natural; respiramos y
sentimos, dos aspectos naturales que encierran toda una sabidu-
ría. No es gratuito que en la meditación budista se empiece a pres-
tarle atención a la respiración, forma de conectar la mente con el
cuerpo. En segundo lugar, a los otros seres humanos, con los cua-
les com-parto la vida social, otros que me han antecedido y que
me sucederán y que de alguna manera están en nosotros y nos
inter-influenciamos. Por último, todavía hay una disposición a tras-
cender hacia algo superior, algo sagrado que proporcione sentido
a nuestras vidas. Somos un ser que mira la tierra en su magnifi-
cencia, al otro en su fragilidad y llama a lo más desconocido por
ayuda. Así, esa "grieta onto lógica" es la que permite tener una ex-
periencia " cosmoteandrica" (Panikkar).
Además, como lo ha desarrollado Heidegger, esa "grieta
ontológica" funda nuestra temporalidad. Así, cada hombre y co-
munidad son seres históricos. Sin embargo, la cultura y la filoso-
fía actual han acentuado nuestra temporalidad, descuidando nues-
tra espacialidad. Tenemos que enfocar la temporalidad desde nues-
tra espacialidad (para no descuidar nuestro mundo y a nosotros
mismos) y no como hasta ahora que enfocamos nuestra espaciali-
dad desde nuestra temporalidad, lo cual no hace otra cosa que so-
brevalorar nuestra subjetividad. A l hacerlo, nuestro encuentro con
otros, nuestro trato con el mundo natural, nuestro cuidado de no-
sotros mismos y de nuestro ambiente, son desatendidos por el lo-
gro de proyectos mentales.
25
Por lo tanto, la exigencia de una v i d a ética nos v e n d r í a de dos
lados. L a ética no surge de un simple impulso conservador, sino
de nuestra constitución abierta, es decir, del misterio que somos y
que siempre escapa a toda palabra y ante la cual solo nos queda
una actitud de cuidado. Q u i z á por eso Heidegger hablaba del
hombre como pastor del ser. A d e m á s , ese estado vacío de ser es el
que nos permite co-habitar el mundo con otros, ante los cuales sólo
me queda el cuidado o una disposición atenta. Este estado de aber-
tura t a m b i é n funda nuestro conocer, actuary producir, tanto indi-
vidual como colectivamente, todos envueltos por historias pecu-
liares y haciendo la historia humana. Así pues, es ese estado que
nos constituye como seres humanos y, a d e m á s , sustenta toda b ú s -
queda de una v i d a ética.
En resumen, entiendo que el ser humano es aquel cuyo ser no
agota lo que es, debido a que su ser está abierto al otro y a lo otro.
L a abertura de nuestro ser es lo que nos permite el encuentro y la
formación de la morada con otros. E s a grieta metafísica es la que
nos hace salir de nosotros y ver, hablar y v i v i r con otro. E s por esa
ensenada de infinito que nos encontramos con el otro gratuitamen-
te. Así, la actitud fundamental de "cura" o "cuidado" (el Sorge
h e i d e g g e r i a n o ) no t e n d r í a s ó l o u n sentido o n t o l ó g i c o y
antropológico, sino también ético. E s a condición ontológica hace
nuestro ser ético por las siguientes razones:
26
Por lo anterior, existiría pues una "protomoral" previa a nues-
tra decisión de actuar bien o mal, justa o injustamente, previa a
las morales sociales e históricas. Es decir, que la exigencia de ser
éticos no sería producto de un simple condicionamiento social, sino
tiene que ver con una condición primaria fundamental, que pue-
de convertirse en criterio para juzgar nuestras morales sociales.
"Protomoral" como condición ontológica que posibilita nuestra
vida y su valoración. Por ello, es la excelencia o virtud primaria
que debiera desarrollar el ser humano.
21
La construcción de la vida ética
[29]
Humberto Giannini (Giannini 1992, 74) habla de esa morada como
"espacio civil" que se expresa en el domicilio, la calle y el trabajo.
Pero si hacemos un intento integrador, tenemos que admitir tres
grandes espacios: la morada personal, social y ecológica. Y lo que
dice Giannini estaría en la segunda morada.
Todas estas moradas nos pertenecen y pertenecemos aellas. Jus-
tamente una de las razones por lo cual el hombre actual reproduce
y justifica tan fácilmente el mal es porque no se siente pertenecer a
una morada. Reparemos que si nuestro ser está abierto a, en esa
abertura es que formamos nuestra morada. U n a actitud radicalmente
ética es pues el cuidado de nuestra morada, porque ello significa
cuidar nuestro ser. Poco se ha reparado en ese espacio en el que
nos hacemos a nosotros mismos o nos destruimos a nosotros mis-
mos, m á s acento se ha puesto en la historicidad del hombre.
Dice el psicólogo Rubén Feldman que " s i te vas a conocer a ti
mismo que no sea solamente en tu tiempo sino también en el espa-
cio en que estás". Escapamos fácilmente de nuestra morada con
planes, ideas, proyectos, deseos, etc., es decir, con el tiempo, Y nos
excusamos de no aprender a vivir porque no tenemos tiempo. Por
ello, un funcionario roba al Estado, un profesional vende su digni-
dad por un poco de placer, mientras que otro sacrifica su persona
por mantener su estatus social. Vivimos demasiado involucrados
con nuestra subjetividad (temporalidad) que vamos destruyendo
nuestras moradas.
Nosotros no vamos a entender a la ética como una simple dis-
ciplina filosófica que estudia la moral de las personas y los pue-
blos. Sin renunciar a esa labor indagadora, reflexiva y crítica, asu-
miremos la ética como el arte de aprender a vivir bien con otros.
Expliquemos: Arte porque requerimos conocimientos, además, crea-
tividad y p a s i ó n que puedan ser puesta en p r á c t i c a . Por eso
Aristóteles consideraba que en el campo de la ética no se trata de
aprender lo que es la virtud sino aprender a ser virtuosos. ¿Puede
un ajedrecista ser considerado como tal si sólo tiene conocimien-
tos de cómo jugar pero nunca ha jugado?
Pero la ética no es cualquier arte, sino el arte de aprender a
vivir bien. Expliquemos esta segunda parte. E l español Juan Luis
Lorda (Lorda 2001, 18) sostiene que así como la pintura es el arte
de pintar, la ética es el arte de v i v i r "como ser humano". Y a ñ a d e :
30
arte para pintar. A primera vista parece que no hace falta nada espe-
cial para vivir como hombre: basta ser hombre y seguir viviendo como
siempre; basta con dejarse llevar espontáneamente. Y es cierto: para
vivir basta dejarse llevar. Pero para vivir bien o para vivir como le
corresponde a un ser humano, no basta.
La moralidad social está constituida por las reglas que de hecho sigue
una colectividad en la realización de ciertos valores comunes. Desde su
nacimiento, el individuo está inmerso en un mundo social que imprime
en su comportamiento usos y costumbres establecidos y, en sus creen-
cias e intenciones, preferencias consensuadas. Estas se expresan en re-
glas, tácitas o proclamadas, cuyo cumplimiento permite la realización
de virtudes aceptadas. El individuo sigue esas reglas, se adecúa a las
convenciones morales sin tener que ponerlas en cuestión... En la morali-
dad consensuada, sin necesidad de crítica, el individuo se socializa; al
socializarse, desarrolla una dimensión moral. (Villoro 2000, 4-5)
31
¿Cómo debemos vivir?
32
E s t o s d o s elementos e n c u e n t r a n s u r e a l i z a c i ó n c o n las v i r t u -
des, que es como ponerse e n m a r c h a p o r los c a m i n o s ( n o r m a s ) que
nos conducen a nuestra f i n a l i d a d . L a s v i r t u d e s son cualidades in-
d i s p e n s a b l e s p a r a p e n s a r y tener m o d o s de v i d a coherentes c o n
la finalidad. Estas cualidades humanas o conductas fundamenta-
les n o s e n c a m i n a n a l a r e a l i z a c i ó n de l a f i n a l i d a d , tanto de n u e s -
tras a c t i v i d a d e s como de l a a u t o r r e a l i z a c i ó n . E n el caso de l a f i n a -
l i d a d de l a v i d a h u m a n a , l a e x c e l e n c i a m i s m a de v i v i r se i d e n t i f i -
ca con l a felicidad.
E s t o s elementos de l a t r a d i c i ó n m o r a l c r e a n u n campo m o r f o -
genético (para tomar l a expresión del biólogo Rupert Shaldrake)
que es l a f o r m a de v i d a o l a v i d a m o r a l de u n p u e b l o . U n c a m p o
que n o s c o n s t i t u y e como seres m o r a l e s , s i n n e c e s i d a d de cuestio-
n a r n o s sobre j u s t i f i c a c i o n e s o f u n d a m e n t a c i o n e s . D i c h o c a m p o
t a m b i é n se d a e n l a s acciones i n m o r a l e s , p o r e j e m p l o , dentro de
f a m i l i a s y m e d i o s l a b o r a l e s i n m o r a l e s se c r e a u n ambiente d o n d e
y a no existe l a n e c e s i d a d de f o r z a r a l a s p e r s o n a s a a c t u a r de e s a
m a n e r a . D i c h o e n t é r m i n o s a r i s t o t é l i c o s , los v i c i o s s o n t a m b i é n
o b r a d e l h á b i t o . P o r e l l o , se r e q u i e r e de l a s a b i d u r í a p r á c t i c a
(phrónesis) p a r a d o t a r l o s de contenidos c a p a c e s de c o n s t i t u i r n o s
como seres é t i c o s .
S i n e m b a r g o , el m u n d o m o r a l o c c i d e n t a l se n o s p r e s e n t a de-
sarticulado y c a ó t i c o , p r i m e r o porque h a f r a g m e n t a d o l a v i d a m o -
r a l , segundo porque d e s e c h ó l a f i n a l i d a d como elemento i m p o r -
tante de l a v i d a m o r a l y , tercero porque h a creado i n c o h e r e n c i a s
entre l a s n o r m a s y l a s f o r m a s de v i d a . L a s n o r m a s s i g u e n exis-
t i e n d o , pero l a s f o r m a s de v i d a no s o n coherentes con ellas. E s o es
lo que n o s h a tocado y es a h í que tenemos que c o n s t r u i r n u e s t r a
v i d a é t i c a . ¿ C ó m o ? ¿ C ó m o c u a n d o tenemos que i n c l u i r u n n u e v o
factor: l a e x i g e n c i a de a u t o n o m í a que n o s h a t r a í d o l a m o d e r n i -
d a d ? D e a l g u n a m a n e r a tenemos que c o n j u g a r estos d o s factores:
por u n l a d o , l a t r a d i c i ó n de n o r m a s m o r a l e s , m o d o s de v i d a cohe-
rentes c o n esas n o r m a s y u n a f i n a l i d a d ú l t i m a que de sentido tan-
to a l a s n o r m a s y los m o d o s de v i d a . P o r otro l a d o , l a a u t o n o m í a
m o d e r n a y s u s i d e a s de l i b e r t a d y r e s p o n s a b i l i d a d . ¿Se t r a t a de
dos c o m p o n e n t e s i r r e c o n c i l i a b l e s ? , ¿o de u n a p a r a d o j a m o r a l ? , ¿o
de p a s a r de u n a " m o r a l c o n s t i t u i d a " a u n a " é t i c a p o r c o n s t i t u i r " ,
de u n a " m o r a l i d a d s o c i a l " a u n a " v i d a é t i c a " ?
33
La autonomía contextualizada
34
Sócrates es m á s evidente. Su a u t o n o m í a al desafiar el orgullo inte-
lectual, al no aceptar la orden de dejar de filosofar o la sugeren-
cia de abandonar su ciudad natal, porque no encontraba buenas
razones para ello, son muestras de que una tradición también po-
sibilita la crítica de sus miembros. A pesar de los contraejemplos
que puedan surgir, lo importante es señalar que ninguna tradición
se ha podido mantener sin una d i n á m i c a interna.
Indudablemente entre la autonomía premoderna y la moder-
na existe una semejanza y una diferencia de fundamento. L a se-
mejanza es que en ambos casos el hombre puede actuar racional-
mente, buscando sostenerse en buenas razones o principios racio-
nales. L a diferencia es que mientras la a u t o n o m í a premoderna es
sostenida por un horizonte de sentido comunitario (Dios, dioses,
la naturaleza, el cielo, la tradición, etc.), la a u t o n o m í a moderna se
sostiene en la idea metafísica de individuo, sin n i n g ú n horizonte
de sentido comunitario. U n individuo descontextualizado reque-
ría de la sobrevalo ración de la libertad. Así, la a u t o n o m í a kantiana
no fue la única forma moderna de entenderla, que Etxeberria de-
nomina " a u t o n o m í a como autolegislación". L a autonomía también
fue entendida de modo liberal, entendida como "autoelección", es
la que a c e n t ú a la libertad individual que encuentra su principal
problema en la contraposición con la obligación.
Aunque constatemos la existencia de la potencialidad de au-
tonomía que pueden tener otras culturas, esto no elimina el pro-
blema de la relación entre la moral constituida y la a u t o n o m í a de
la persona. Por los años 60, Garaudy llamaba a esta contradicción
v i v i d a una "antinomia" de la moral; a fines de los 90 Castoriadis
la denomina "paradoja". Este último filósofo nos da algunas pis-
tas para pensar:
35
mimos nuestro mundo?, ¿con indiferencia o responsabilidad? Y
en ese estar-en-el-mundo se pone enjuego nuestra libertad, que
no es de nuestra voluntad sino de nuestro ser sostenido por el no-
ser (el ser como abertura), que suelo denominar vida atenta. En
síntesis, sin una vida atenta a nuestro contexto que nos constitu-
ye y que constituimos, no podemos dar respuestas, porque des-
pués de todo eso es la responsabilidad; dar respuesta hábil a los
retos y problemas que se nos presentan.
Jugando con los términos kantianos de heteronomíay autono-
mía, podemos decir que la moralidad socialmente constituida es
heterónoma porque siempre nos viene de generaciones pasadas y
se funda en criterios últimos o no personales. Pero que esa moral
no impide la autonomía de las personas, sino que es condición de
su propio dinamismo, de lo contrario, habría iniciado su decaden-
cia. Y aun en ese estado de decadencia, en el que parece encon-
trarse la cultura occidental en la que estamos envueltos, es esa au-
tonomía contextualizada la condición de una vida ética comuni-
taria que pueda generar nuevas formas de vida.
Bibliografía
36
La moral, significados y dinámica
Las teorías filosóficas a veces nos hacen creer que el mundo moral
no es tan valioso como el ético. Tendemos a dejar la vida moral de
las personas y de las comunidades concretas para las investiga-
ciones de los antropólogos o sociólogos, con ello olvidamos la fuen-
te o el terreno que nos permite una actitud ética. La moral es el
terreno sobre el cual se realizan los debates éticos o se vive de ma-
nera conformista, en el cual las personas buscan sus realizacio-
nes personales o se deshumanizan, en el cual las personas edu-
can a las nuevas generaciones o las abandonan a su suerte. Por
ello es significativo que algunas tendencias éticas contemporáneas,
como el comunitarismo, incluyen en su reflexión perspectivas que
antes se pensaban propias de los antropólogos o sociólogos.
En esta parte abordaremos indagaremos sobre la moral desde
tres perspectivas. La primera es ver los usos lingüísticos del tér-
mino, la segunda es entender la moral desde una comunidad cul-
tural, la tercera es desde la aparición de la moral desde la perso-
na. Claro que en la vida concreta estas no pueden separarse y es-
tán interactuando en una dinámica a veces tensa y conflictiva, a
veces armónica y estimulante.
[37]
filosóficos. El Diccionario de la Lengua Española de la Real Acade-
mia trae las siguientes acepciones:
M o r a l . A d j . Perteneciente o relativo a l a s acciones o caracteres de las
personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia. 2. Que no
pertenece al campo de los sentidos, por ser de la apreciación del en-
tendimiento o de la conciencia. Prueba, certidumbre moral. 3. Que no
concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al respeto humano.
Aunque el pago no era exigible, tenía obligación moral de hacerlo. 4. f.
Ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en
orden a su bondad o malicia. 5. Conjunto de facultades del espíritu,
por c o n t r a p o s i c i ó n a físico. 6. Á n i m o s , arrestos. 7. Estado de á n i m o ,
individual o colectivo. 8. C o n relación a las tropas, o en el deporte,
espíritu, o confianza en la victoria. {DEL, 22.' e d i c i ó n , 1040)
J
38
A) M á t e l o te ccncLrcta s c c i a l r r e n t e e s t a b l e c i d o e n l a 'rroral v i v i c b "
Euete s e r estudiado p o r l a s c i e n c i a s s o c i a l e s .
B) C o n j u n t o d e c o n v i c c i o n e s m o r a l e s personales
c a r e c e te r r o r a l " ) .
C ó d i g o te ccndJCta p e r s o n a l .
C) T r a t a d o s s i s t e m á t i c o s C . l ) Ccctrinas rrorales
"MORAL" tratan ce s i s t a r a t i s r
COMO un c o n j u n t o c o n c r e t o
S U S T A N T I V O de p r i n c i p i o s , r e m a s ,
preceptos y v a l o r e s .
C.2) T e o r í a s é t i c a s CTtoral
aristotélica", etc., a r q j e
lo c o r r e c t o s e r i a n á s b i e n
tertiana", etc.).
hecho efe l o s c ó d i g o s
rrorales, efe l a m o r a l .
D) D i s p o s i c i ó n efe á n i m o p r o d u c i d a p o r e l c a r á c t e r y
y errotiw).
("lo rroral").
í t a r c a r i a l e s significaefce A v B.
39
L a "moral v i v i d a " (A y B) no hace referencia sólo a las "con-
vicciones y conductas personales", sino también a la " textura nor-
mativa" (Hoffe) de;
40
• Virtudes éticas, excelencias o cualidades personales que per-
miten el logro de los bienes internos de las actividades so-
ciales, así como la realización de la felicidad o autenticidad.
" Normas y principios (como «debemosayudaranuestro pró-
jimo», "debemos respetar nuestras promesas", "no debemos
matar"),
• Ideales y valores (bien, justicia, felicidad, solidaridad, etc.),
• Sentimientos (como el sentimiento de obligación, amor, sim-
patía, compasión, etc.),
• Juicios acerca de las personas y sus acciones (como «Juan
es justo», «Juan no debió mentir a sus padres», "Juan es
irresponsable", etc.),
• Las acciones morales: robar, ayudar al prójimo, matar, men-
tir, no cumplir sus promesas, etc. y
• Sanciones (internas y externas, como la aprobación y desa-
probación, remordimiento, culpa, etc.).
• Todos estos elementos contenidos en lo que podríamos de-
nominar la "fuente moral" de una comunidad, la que consti-
tuye parte importante de toda tradición. Dicha fuente está con-
formada por mitos, cuentos, refranes populares, que se trans-
miten a través de la familia, el colegio, los medios de comu-
nicación, la literatura, ete., y a partir de los cuales vamos
aprendiendo sobre lo bueno y lo malo, lo justo y no injusto.
41
Además, estos elementos de la vida moral no funcionan de
manera desarticulada. Los filósofos normativos de la modernidad
y actuales han puesto demasiado énfasis en las normas, pero
—como lo ha visto Maclntyre— ello tiene que ver con la forma con
que los modernos entendieron la moral. Como hemos señalado an-
teriormente, en torno a tres elementos gira la vida moral de una
comunidad; los fines, las normas y las virtudes, todas ellas ha-
ciendo una forma de vida. Las comunidades proponen fines o va-
lores a realizar. En función a los fines se jerarquizan las normas
morales que promueven virtudes y se constituyen formas de vida.
Así, el pragmático y el hedonista tienen diferentes normas porque
han elegidos diferentes fines-valores en sus vidas, constituyendo
modos de vida diferentes.
Las comunidades culturales contienen fines que son horizon-
tes de plenitud para los miembros de la comunidad. Como tal, dan
sentido a la vida y a las acciones de los individuos. Esos fines son
valores o ideales de vida, los cuales se presentan jerárquicamente.
Generalmente las sociedades tradicionales tienen valores religio-
sos como superiores y en torno a ellos se organizan los otros valo-
res, las normas y las virtudes, todo ello enmarcado tradicionalmen-
te dentro de un orden divino-cósmico.
A l parecer es un dato sociológico que las comunidades huma-
nas siempre han requerido de normas para vivir. Las sociedades
tradicionales muchas veces han sido legalistas, es decir, necesita-
ron estructurar toda su vida social y personal en torno a normas.
En nuestras sociedades modernas las normas morales adquieren
máxima relevancia en la teoría deontológica, al punto de plantear
la posibilidad de normas morales universales. Además, ya no se
tienden a confundir (y a veces ni quisiera relacionar) con otros ti-
pos de normas. Si bien es necesario reconocer las diferencias entre
los tipos de normas, no hay que hacerlas para aislarlas sino para
reconocer sus interconexiones, sus articulaciones.
La moral de los pueblos premodernos generalmente no distin-
guía la moral de los otros aspectos de la vida social. La moral se
mezclaba con cuestiones religiosas, jurídicas, costumbres, etc. Todo
podía ser evaluado en términos morales. Este estado indiferencia-
do permitía una articulación de la vida de la comunidad moral.
Por ejemplo, en el imperio incaico, la moral tenía connotaciones
jurídicas y económicas, mientras en las sociedades modernas se
ha logrado diferenciar distintos ámbitos del moral. Sin embargo,
42
la modernidad ha difundido la creencia que pueden ser ámbitos
incomunicados, haciendo de la moral un elemento prescindible.
En estas últimas décadas se ha vuelto a revalorar la moral en
distintas actividades humanas. Si bien es cierto que las socieda-
des modernas ya no pueden volver al "indiferentismo", requieren
puentes de comunicación entre sus distintos ámbitos. Para ello tie-
ne que recuperarse la idea de que la moral es un sustrato esencial
de la existencia personal. Así, la moral se puede convertir en vaso
comunicante entre las distintas esferas de la vida humana. ¿Qué
hace necesario esos puentes? Pues creo que factores internos y ex-
ternos, a) Factores internos: las actividades sociales tienen fines
internos (Maclntyre) que requieren de cierta base moral para su
realización, b) Factores externos: las actividades sociales van te-
jiendo una red,un "tejido normativo", que afecta la vida moral de
la comunidad.
El mundo moral, además de ofrecernos elementos para cons-
truir nuestra propia vida ética, tiene una historia de encuentros y
desencuentros entre sus diversos componentes. La moral social es
dinámica debido a la intervención de factores subjetivos (concien-
cia, intereses, ideales de vida, etc.) y objetivos (condiciones socia-
les, culturales, económicas). Así, en dicha dinámica intervienen
intereses, condiciones socioeconómicas, organizaciones de las insti-
tuciones, ete. De esa manera, la moral se constituye en un "campo
morfogenético", el cual origina, estructura y orienta la vida de la
comunidad. Taylor la denomina marco referencial o fuente moral
a ese trasfondo implícito o explícito de nuestros juicios y reaccio-
nes morales. Pero no es suficiente que exista ese trasfondo, es ne-
cesario articular los bienes contenidos en él para que pueda dar
sentido a nuestras acciones (Taylor 1996, 42). Dicha articulación
no es nada fácil, por eso mismo se produce una dinámica de la
vida moral.
Así, en y frente a ese mundo moral y debido a los bienes que
contiene y a los problemas que generan, surgen las éticas, es de-
cir, teorías reflexivas que buscan revisar los fundamentos de la
moral, sea para rescatar bienes originarios olvidados o para pro-
poner mejores formas de lograr la realización de los bienes mora-
les o para proponer una nueva moral. Dichas reflexiones afectan
—tarde o temprano— el campo moral, enriqueciéndolo. Una vez
más, la comunidad cultural asume los aspectos que mejor le con-
viene, renovando la moral. L a que a su vez, en el devenir de su
historia, planteará nuevos problemas que nuevas teorías éticas ten-
43
drán que asumir. Veamos el siguiente cuadro que esquemática-
mente puede presentar esta dinámica entre la moral y la ética:
M.
3t 1
M, •4
• 1=1
44
Este c a r á c t e r d i n á m i c o de l a t r a d i c i ó n m o r a l se debe a que e l
campo de l a m o r a l no tiene l í m i t e s d e f i n i d o s . T a y l o r sostiene que
no se p u e d e t r a z a r u n a l í n e a n e t a y s o n p r o b l e m a s a l r e d e d o r de l a
m o r a l ( T a y l o r 1992, 2 3 3 ) , p o r lo q u e l o s l í m i t e s de l a m o r a l s o n
u n a " c u e s t i ó n a b i e r t a " . E s o t a m b i é n p u e d e e x p l i c a r que l a s é t i c a s
p r o p u e s t a s e n el p a s a d o no s e a n s u p e r a d a s d e f i n i t i v a m e n t e p o r
las n u e v a s , s u s p e r s p e c t i v a s h a n q u e d a d o latentes h a s t a que nue-
v a s c o n d i c i o n e s l a s r e v i t a l i c e n . A d e m á s , el c a r á c t e r de l a m o r a l
p e r m i t e que se p u e d a n f o r m u l a r p r e g u n t a s é t i c a s , l a s que n o s obli-
gan a revisar las distintas respuestas pensadas. Como hemos di-
cho, l a v i d a é t i c a se c o n v i e r t e e n u n a b ú s q u e d a .
45
requieren ser revisados, de lo contrario pueden petrificarse, volver-
se superficiales y muchas veces generadores de conflictos.
3) ¿Existen elementos comunes a toda moral? Marina los en-
cuentra en las características de todo ser humano; ser, querer, po-
der y deber;
Hay algunos compuestos comunes a todas las morales, al fin y al cabo
todas están tejidas con los mimbres del comportamiento humano: ser,
querer, poder y deber. Todos somos de alguna manera y podemos hacer
unas cosas y no otras, pero podemos hacer más de lo que debemos ha-
cer, lo cual es fuente de problemas, y, para colmo de males, el ámbito
de nuestros quereres no coincide ni con lo que somos, ni con lo que po-
demos, ni con lo que debemos. Así las cosas, nuestra vida se convierte
en un tira y afloja entre estos elementos en discordia, que el hacer acaba
zanjando. El territorio moral, que es el reino del hacer, de la acción,
está delimitado por el ser, el poder, el querer y el deber, conceptos que
forman la semántica básica de toda moral, de los cuales hay que expli-
car sus contenidos implícitos y su génesis. (Marina 1998, 48)
46
la relación entre los tres verbos y su raíz en el ser? Poniéndolo en
esquema t e n d r í a m o s :
SER
X
QUERER 4 • PODER 4 • DEBER
HACER
i
SER
47
aprendemos a ser libres. Y es que con el lenguaje significativo cons-
truimos nuestro yo que se da órdenes.
Y ese poder darse ordenes y de obedecerlas es el fundamento de la
libertad. Y a no hay s u m i s i ó n exterior, y a no hay heteranomía. E l suje-
to es su propio d u e ñ o . (Marina 1998, 51)
48
Lenguaje, orden y obediencia sin duda forman parte impor-
tante de la formación moral del niño, pero también existe una ten-
dencia a la imitación que no es obligada por una orden. Esta di-
mensión no verbal la imitación no es de poca importancia, porque
permite explicar que a pesar de las expresiones verbales, tende-
mos a hacer lo que está habituado. Ejemplo, el padre puede decir-
le al niño que no debe mentir, pero imita al padre cuando miente,
los funcionarios pueden tener ideas sobre normas y valores pero
imitan el comportamiento inmoral de una institución, etc. E l com-
portamiento puede reforzar o negar el lenguaje moral de órdenes
y sanciones.
5) ¿A quién obedecemos cuando obedecemos? Los filósofos,
teólogos y científicos han dado diferentes respuestas:
49
Bibliografía
50
La imagen moderna de la experiencia moral
L a s r e l a c i o n e s h u m a n a s no se p r o d u c e n s o l a m e n t e en el e n c u e n -
tro entre u n yo y u n t ú , sino que se v a n c o n f i g u r a n d o en u n a f o r m a
de v i d a c o l e c t i v a . P o r esa r a z ó n , los d i s c u r s o s f i l o s ó f i c o s y é t i c o s
elaborados en l a m o d e r n i d a d h a n ido creando f o r m a s de v i d a que
h o y m u e s t r a n signos de decadencia. ¿ C ó m o el h o m b r e moderno h a
tratado de d i s e ñ a r s u f o r m a de v i d a ? ¿ C u á l es el elemento orienta-
dor? ¿ T i e n e a l g u n a f i n a l i d a d ú l t i m a o sólo s i m p l e s m e d i o s que se
c o n f u n d e n c o n l a s f i n a l i d a d e s ? E n esta parte v a m o s a v e r c ó m o el
hombre moderno h a tratado — i n f r u c t u o s a m e n t e , s e g ú n m i modo
de v e r — de crear s u f o r m a de v i d a m o r a l c e n t r a d a en u n " y o " , a
p a r t i r d e l c u a l h a b l a de a u t o n o m í a , l i b e r t a d y r e s p o n s a b i l i d a d .
E n s u o b r a The Phenomenology of Moral Experience, Maurice
M a n d e l b a u m h a r e s u m i d o m u y b i e n l a c o n c e p c i ó n m o d e r n a de l a
e x p e r i e n c i a m o r a l . Este a u t o r hace u n a d i s t i n c i ó n entre actos m o -
rales y actos e s p o n t á n e o s (lo c u a l tiene antecedentes en el t o m i s -
mo c u a n d o h a b l a de "actos h u m a n o s " y " a c t o s d e l h o m b r e " ) . Y
p a r a ello c o m i e n z a r e d u c i e n d o l a m o r a l a los j u i c i o s m o r a l e s :
La c o n v i c c i ó n m e t o d o l ó g i c a esencial... de la a p r o x i m a c i ó n
fenomenológica es que la solución a cualquier problema ético tiene
que ser reducido y verificado por un examen cuidadoso y directo de
juicios morales individuales. (Mandelbaum 1955: 31)
A l r e d u c i r l a m o r a l a los j u i c i o s m o r a l e s , M a n d e l b a u m se co-
l o c a e n l a l í n e a de l a t r a d i c i ó n m o r a l q u e v a d e s d e K a n t h a s t a
Habermas, pasando por H a r e , P i a g e t y Kohlberg. ¿ D ó n d e queda-
r o n l o s s e n t i m i e n t o s ? ¿ D ó n d e los actos e s p o n t á n e o s ? M á s a ú n ,
M a n d e l b a u m cree que a l h a c e r e s a r e d u c c i ó n se p u e d e " d e s c u b r i r
[51]
las características g e n é r i c a s de toda experiencia moral. (Man-
delbaum 1955,36)
Y como los juicios son la nota esencial de la experiencia mo-
ral, quedan excluidos de la moral todo acto que no sea guiado por
previos juicios morales. Mandelbaum pone sus ejemplos de actos
no morales;
Yo siento la incomodidad de una persona y cambio la conversación;
veo a un niño en peligro y lo tomo de su mano; yo escucho un choque
y estoy atento para ayudar. (Mandelbaum 1955, 48)
Acciones tales como éstas (que no son pocas en nuestra vida diaria)
no parecen...nacer del yo (%//): en tales casos yo estoy reaccionando
directa y espontáneamente a lo que me confronta...Es apropiado ha-
blar de «reacciones» y «respuestas», porque en ellos no está presente
el sentido de iniciativa o el sentimiento de responsabilidad...Nosotros
sólo podemos decir que actuamos como lo hicimos porque la situa-
ción exhortó esa acción de nosotros. (Mandelbaum 1955, 48-49)
Aquí tenemos dos elementos del juicio moral «yo quiero», pero
falta un tercer elemento porque siempre es algo lo que queremos.
E l juicio moral completo es «yo quiero X». De ese modo, el «X» es
la meta que aspiramos alcanzar. Por eso dice Mandelbaum que
«cada acción querida aspira a una meta prevista» (Mandelbaum
1955, 48).
Así queda completo el juicio moral: «yo quiero X». U n sujeto mo-
ral (el «yo»), el deseo o voluntad («quiero») y la meta («X»). Son parte
de los elementos del acto moral que A . Sánchez Vásquez desarrolla
en su obra Etica, a saber: i) el sujeto moral, ii) motivos, intenciones,
y iii) conciencia del fin que se persigue (Sánchez 1982, 65).
52
Para un gran número de filósofos morales de la época del "giro
lingüístico", la naturaleza de la moral se reduce a los juicios mo-
rales, que en tanto juicios se sustentan en razones:
En las acciones queridas... nosotros podemos dar una razón: nosotros
actuamos como lo hicimos porque aspiramos a alcanzar una meta
particular. Cuando nos piden explicar nuestra acción, no sentimos va-
cilación en atribuirlo al valor de la meta que nosotros aspiramos al-
canzar. (Mandelbaum 1955, 49)
53
Todo querer es una afirmación del "yo" - ¿Cómo entender este
"yo"? Contra la supuesta definición del "yo" como entidad indivi-
dual autoconsciente, Taylor ha hecho relevante que la identidad
se conforma a través de nuestras concepciones del bien. E l filósofo
canadiense sostiene que la identidad (saber quiénes somos) requie-
re de un espacio moral desde donde podemos hablar. Dicho espa-
cio implica tanto una base ontológica a la cual interrogamos para
obtener una orientación moral y, a d e m á s , implica una referencia a
una comunidad definidora. Por ambas razones, una identidad no
se construye de modo aislado, sino remite a compromisos e identi-
ficaciones. A partir de todos estos elementos, Taylor sigue afirman-
do el ideal de autenticidad, sin duda con un sentido diferente.
Volvamos a nuestra apreciación de las ideas de Mandelbaum.
L a racionalidad moral moderna pretende hacernos creer que la ac-
tividad de la razón práctica no surge de un contexto, salvo del pro-
pio sujeto. Olvido de la r a z ó n prudencial que delibera sobre las
circunstancias y los medios para realizar una acción, a d e m á s , que
dialoga con nuestra dimensión afectiva. Tampoco que requiera de
otros criterios morales (como las normas sociales y los fines de la
vida), salvo las normas que el individuo subjetivo admita o las me-
tas que desee alcanzar. L a modernidad ha perdido el sentido de
fin en sí mismo, donde la acción misma tenga sentido y plenitud,
lo que Aristóteles denominabapraxis. Por lo que las acciones pier-
den su valor propio y se convierten en simples medios para reali-
zar metas subjetivas, simples actividades productivas. E l valor de
una actividad está en que produzca algo, es decir, en serpoiesis.
Así, casi toda la filosofía moral moderna se basa en el juicio
de un yo que quiere algo, y desde ese parámetro se analiza toda la
experiencia moral. E l "yo quiero X " es una estructura moral vacía
que pretende explicar todo el fenómeno moral cuando sólo una
parte de dicha explicación. Y es que lo que puede darle sentido
son sus contenidos.
E l sujeto, los motivos o intenciones y el fin, ¿son elementos in-
dependientes? ¿Existe el sujeto moral fuera de las intenciones y el
fin? ¿Y puede existir el f i n si no hay intenciones? ¿Tiene a l g ú n
sentido el «yo moral» en la moral? ¿Y el trasfondo irracional del
subconsciente? ¿ D ó n d e quedaron los otros y las circunstancias
para entender mi propia experiencia moral?
Esta forma de entender la «experiencia moral» centrada en el
sujeto-voluntad-meta h a configurado una forma de vida particu-
5¿
lar: la v i d a moderna. E n esa experiencia no se cuenta con otras
"variables" para entender dicha experiencia, otras dimensiones de
la existencia humana: la estética, la política, la económica, así como
los elementos irracionales y la presencia del otro. Así, la moral v a
quedando reducida a un espacio entre otros. Pero esta forma de
entender la moral no es sólo un dato de la realidad social que el
filósofo desvela, sino que tiene una historia. Por lo tanto, la forma
como entendemos la moral no es la única posible sino que puede
adquirir nuevas facetas.
55
Ser subjectum pasa a ser ahora el distintivo del hombre como ente pen-
sante representador. El yo del hombre se pone al servicio de este
Bubjetum. (Heidegger 1960, 95)
56
condiciones de mi encuentro con lo Otro. Las fragmentaciones que
produce el sujeto moderno son producidas porque el sujeto y a es
una fragmentación, una ruptura con el mundo. L a v i d a o el ser es
uno, una totalidad en movimiento, sin fragmentaciones. ¿Y cómo
ese sujeto moral ha podido entenderse separado de lo político, re-
ligioso y estético? Debido a que y a antes se hizo un movimiento
de distinción y separación en la conciencia.
E l yo no es diferente del pensamiento, el yo es una imagen, una
representación, un pensamiento que se hace relevante cuando de-
seo o quiero "ser alguien», «tener más», «ser bueno, justo, no-vio-
lento», es decir, cuando la meta se manifiesta en la voluntad. No
existe voluntarismo sin exaltación del yo. E l "yo" deja de ser so-
brevalorado cuando comprendemos que nuestra identidad requie-
re de un marco de referencia, concepciones de la v i d a buena y en-
cuentro con otros.
Taylor ha visto que la pretensión moderna de un yo neutro,
que se autodefine a partir de su auto conciencia, haocasionado que
la moral se entienda como un a ñ a d i d o o cualidad secundaria, es
decir, como un elemento prescindible en nuestras definiciones. Sin
embargo, una de las cosas m á s importantes de su ha sido demos-
trar la inseparabilidad del bien y la identidad personal. Saber quié-
nes somos requiere tanto de nuestras percepciones del bien como
de la referencia a una comunidad desde la cual nos definimos de
manera dialógica (Taylor 1996, 44). Tener una identidad requiere
pues un marco de referencia moral y una comunidad lingüística.
Si el «yo» descontextualizado es una ilusión, ¿no h a b r á digni-
dad de la persona? No, en absoluto. Lo que sucede es que los mo-
dos directos para que se nos reconozca nuestra dignidad (mediante
el cultivo del «yo») han sido contraproducentes. Hoy podemos ver
que el resultado general del egocentrismo es indiferencia, cinismo
e injusticia. L a forma moderna de darle dignidad al ser humano
ha resultado excluyente, porque sólo pocos humanos se logran
constituir como individuos a u t ó n o m o s . Sin embargo, y a no pode-
mos dejar de lado la exigencia de a u t o n o m í a , por lo cual debemos
reinterpretarla, sin desgajarla de los d e m á s elementos. E s a eso que
hemos llamado una a u t o n o m í a contextualizada.
Maclntyre ha trazado una historia pesimista del origen del in-
dividuo y con ello una crítica a todo el proyecto moderno que él
cree ha fracasado. No han faltado filósofos que le han salido al
encuentro para afirmar que el proyecto ilustrado no está acabado
57
(Habermas) y que se puede valorar positivamente la aparición del
sujeto moderno. Por ejemplo, Tugendhat sostiene:
Yo evalúo la situación de la autonomía individual positivamente, preci-
samente por la profundidad que gana con ella la problemática de la
justificación de la moral; ella nos obliga a plantear el problema de la
moral en cuanto liberada de premisas dadas de antemano por la tradi-
ción. Maclntyre la evalúa negativamente, porque opina que no existe un
concepto de bien moral que esté libre de tradiciones y de funciones da-
das de antemano. (Tugendhat 1997, 201)
58
Bibliografía
59
La rehabilitación de las virtudes
L a s é t i c a s de l a s v i r t u d e s f u e l a c a r a c t e r í s t i c a c e n t r a l de l a s é t i c a s
g r i e g a s y m e d i e v a l e s . P o r lo q u e m a r c ó l a c u l t u r a o c c i d e n t a l
p r e m o d e r n a en s u s d i s t i n t a s v a r i a n t e s . P o s t e r i o r m e n t e , l a m o d e r -
n i d a d trajo n u e v o s d i s c u r s o s que s u b o r d i n a r o n l a s v i r t u d e s h a s t a
o l v i d a r l a s y r e e m p l a z a r l a s c o n t e o r í a s sobre los deberes o los v a -
lores. H o y existe u n a r e h a b i l i t a c i ó n de l a s v i r t u d e s , lo c u a l v a p a -
rejo a l a s r e l e c t u r a s de A r i s t ó t e l e s y a l a n e c e s i d a d de v a l o r a r las
c o m u n i d a d e s . E n este trabajo, quiero i n t e r p r e t a r el d e v e n i r de las
v i r t u d e s . P a r a ello, d i v i d i r é el trabajo en cuatro partes: l a teoría de
las v i r t u d e s d e l e s t a g i r í t a , i n s i n u a r a l g u n a s r a z o n e s de s u o l v i d o
en l a m o d e r n i d a d , l a r e s t a u r a c i ó n de l a s v i r t u d e s p o r p a r t e de
M a c l n t y r e y o b s e r v a c i o n e s generales a l a s v i r t u d e s .
[6L]
r e n c i a a los t e m a s p r i n c i p a l e s de esta é t i c a . V e a m o s s u s r e f l e x i o -
nes é t i c a s sobre el b i e n , l a f i n a l i d a d , l a f e l i c i d a d , l a p r u d e n c i a , cen-
t r a d o s en torno a l t e m a de l a s v i r t u d e s .
El bien y la finalidad- S u o b r a Ética a Nicómaco comienza di-
ciendo q u e e l b i e n es a q u e l l o h a c i a lo c u a l t i e n d e n l a s cosas, es
decir, el b i e n se e n t i e n d e como f i n (télos) a l que se e n c a m i n a todo
arte, i n v e s t i g a c i ó n , a c c i ó n y libre e l e c c i ó n (É. N.,1, 1,1094a 3). E x i s t e
entonces u n a r e l a c i ó n i n d e s l i g a b l e entre b i e n (agathón)y finalidad
(télos). R e c o n o c e el f i l ó s o f o que e x i s t e n m u c h a s a c c i o n e s , artes y
c i e n c i a s , m u c h o s s o n t a m b i é n los f i n e s (É. N., I , 1, 1094a 7 ) , p o r lo
que debe h a b e r u n a j e r a r q u í a , u n o s p r i n c i p i o s que h a g a n que u n o s
sean " p r i n c i p a l e s " y o t r a s " s u b o r d i n a d a s " .
A r i s t ó t e l e s no e s t á interesado en c u a l q u i e r f i n a l i d a d , sino e n
a q u e l l a que se b u s c a p o r s í m i s m a y lo que se b u s c a p o r s í m i s m o
no es sino "lo bueno y lo mejor" (É. N., I , 2, 1094a 2 2 ) . Y es l a p o l í -
tica l a que se o c u p a de ello y tiene el l u g a r de l a c i e n c i a s u p r e m a
que o r i e n t a a l a s d e m á s :
E l f i l ó s o f o c o n s i d e r a que el b i e n es el m i s m o p a r a el i n d i v i d u o
y l a c i u d a d , a u n q u e a ñ a d e que c o n s e g u i r el b i e n p a r a u n a c i u d a d
es " m á s h e r m o s o y d i v i n o " . A s í , l a i n v e s t i g a c i ó n é t i c a es en A r i s -
t ó t e l e s u n a i n v e s t i g a c i ó n de u n a " d i s c i p l i n a p o l í t i c a " . E s t a v i n c u -
l a c i ó n entre é t i c a y p o l í t i c a no es a r b i t r a r i a , p o r q u e p a r a el esta-
g i r i t a l a p o l í t i c a es l a a c c i ó n e n l a polis, en l a c o m u n i d a d de seres
h u m a n o s , l u g a r d o n d e nos v a m o s haciendo tales. N o existe l a d i -
f e r e n c i a m o d e r n a entre u n a é t i c a p e r s o n a l y o t r a s o c i a l , f o r m a r
n u e s t r a p e r s o n a l i d a d é t i c a es y a f o r m a r n o s p a r a ser m i e m b r o s de
una comunidad determinada.
L a c o n c e p c i ó n a r i s t o t é l i c a d e l b i e n no se r e d u c e a lo m o r a l , sino
es p a r t e de u n a v i s i ó n n a t u r a l , a s í el b i e n no e s t á r e d u c i d o a las
acciones b u e n a s d e l h o m b r e . Y a en l a Metafísica h a b í a relaciona-
do el b i e n c o n l a f i n a l i d a d , c o l o c á n d o l a s dentro de l a s cuatro c a u -
sas que p r o d u c e n a los entes. A d e m á s , h a b í a sostenido u n " b i e n
s u p r e m o en l a n a t u r a l e z a toda" (Metafísica, 982b 5 ) . T a m b i é n h a -
b í a relacionado el b i e n c o n el m o v i m i e n t o , p o r q u e el b i e n es el f i n
de todo m o v i m i e n t o . S e g ú n el f i l ó s o f o :
62
... aquello para lo cual las d e m á s cosas se hacen quiere ser lo mejor y
el fin de las d e m á s cosas... (Metafísica, 1013b 26)
E l b i e n , a l c o n s t i t u i r l a f i n a l i d a d de c a d a cosa, no p u e d e d e j a r
de relacionarse c o n l a p e r f e c c i ó n p o r q u e i m p l i c a el logro de s u pro-
p i a n a t u r a l e z a . A s í , "se l l a m a n p e r f e c t a s a q u e l l a s cosas q u e h a n
c o n s e g u i d o s u f i n , s i e n d o é s t e noble" (Metafísica, 1021b 24). P o r
ú l t i m o , A r i s t ó t e l e s t a m b i é n r e l a c i o n a el b i e n y el m a l como c u a l i -
dades, p a r t e de l a s a f e c c i o n e s de las s u s t a n c i a s . Sostiene que:
... lo que puede ser movido o actuar de tal modo (es decir, realizando
la finalidad que le es propia) es bueno, y lo que puede ser movido o
actuar del modo contrario (a su finalidad propia), malo. Pues lo bue-
no y lo malo significan cualidad sobre todo en los seres animados, y,
de entre é s t o s , principalmente en los que tienen albedrío (praairesis,
libre elección, elección deliberada). (Metafísica, 1020b 22)
A s í , el m a r c o g e n e r a l es e l b i e n y l a f i n a l i d a d n a t u r a l , dentro
de l a c u a l d e b e m o s e n t e n d e r el b i e n y el m a l como c u a l i d a d e s de
los seres que tienen proaíresis, temas d e s a r r o l l a d o s en l a Ética a
Nicómaco.
Lafelicidad.- D e s d e esta perspectiva, es lógico p e n s a r que l a v i d a
h u m a n a tenga u n a f i n a l i d a d , ¿ c u á l s e r á el b i e n s u p r e m o ? , ¿ c u á l
es l a f i n a l i d a d de l a p o l í t i c a ? E l b i e n p r o p i o d e l h o m b r e es l a f e l i -
c i d a d , como t a m b i é n es o p i n i ó n de l a gente, a u n q u e no h a y u n
acuerdo en lo que s i g n i f i q u e . Pero como en é t i c a no p o d e m o s par-
tir de p r i n c i p i o s , d e b e m o s p a r t i r de lo que conocemos o de l a s co-
sas m á s f á c i l e s de conocer p a r a nosotros. Y a ñ a d e u n a o b s e r v a -
c i ó n interesante:
63
Sencillamente, llamamos perfecto lo que siempre se elige por sí mismo
y nunca por otra cosa. Tal parece ser, sobre todo, la felicidad, pues la
elegimos por ella misma y nunca por otra cosa...nadie busca la felici-
dad por estas cosas (honores, placer, inteligencia, virtud), ni en general
por ninguna cosa. (É. N., I , 7, 1097b)
64
El término eudaimonia griego abarca tanto felicidad, perfección
y plenitud. Pero bajo el fundamento naturalista, la felicidad requie-
re de eu-zen (buena vida) y eu práttein (buena acción) (É. N., I , 8,
1098b 21). Para Aristóteles, "buena vida" es la primera naturale-
za con la que se nace, por eso es que la felicidad requiere de no-
bleza de linaje, belleza y buenos hijos (É-N., I , 8, 1099b 3-9. C f r .
1114b 7-12). E n el orden de la physis griega, lo bueno y lo bello
resultan intercambiables. E l mismo término eudaimonia estaba com-
puesto de eu (bueno) daimon (espíritu divino), dando a entender
que la felicidad requería estar poseído por espíritus buenos. Des-
pués de todo, la felicidad griega presupone una primera naturale-
za buena, una cierta dote divina y natural que no todos gozaban.
Pero ese don debía ser cultivado. Por eso, la ética no trata de la
primera naturaleza, sino de la segunda naturaleza, de las virtu-
des y la formación de los hábitos. E s ahí donde interviene la "bue-
na acción", es decir, realizando la primera naturaleza obtenemos
una segunda naturaleza, así "en la v i d a los que a c t ú a n rectamen-
te alcanzan las cosas buenas y hermosas" (É. N., I , 8, 1099a 6).
Nuestra potencialidad natural se actualiza en las acciones, for-
mando así nuestro carácter o modo de ser.
65
L a virtud es un hábito, no es una pasión (como el odio, cólera,
deseo, miedo, etc.) ni tampoco es una facultad o capacidad (de ese
modo no somos buenos o malos por naturaleza, sino que nos for-
mamos como hombre virtuosos o viciosos). Héxis puede ser tradu-
cido como hábito, disposición adquirida, modo de ser, pero en cual-
quier caso lahéxis liga la práctica constante con nuestro modo de
ser. Esta conjunción de ser y actuar garantiza la firmeza de la vir-
tud. Sigue diciendo Aristóteles que;
66
la grosería. Tenemos entonces que el hombre de sabiduría prácti-
ca (phrónesis), el hombre prudente, es aquel que hace elecciones
correctas y lo son en tanto que elige un camino medio. Por eso,
Mackie interpreta la virtud como:
SI
ello es que el pensamiento moderno comienza afirmando el carác-
ter infinito de la voluntad, por lo que la prudencia deja de ser va-
liosa para el nuevo hombre insaciable.
L a virtud intelectual de la prudencia, la "recta razón", en el
contexto de la ética aristotélica, tenía una triple importancia: i) Es
el nexo entre lo racional y lo irracional, la prudencia tiene que per-
suadir a las pasiones, dialogar con ella para actuar racionalmente,
ii) L a razón práctica es prudente porque no versa sobre lo necesa-
rio, sino sobre lo posible, lo que puede ser de una manera o de otra,
por lo que tiene que considerar qué medios son los mejores y acep-
tables para los fines previstos, iii) Por lo anterior, muestra que esta
racionalidad no puede proceder como las otras ciencias, es decir,
que en ámbito de la ética no estamos ni en la sabiduría perfecta ni
en intuiciones de principios últimos ni en una ciencia deductiva.
E n la ética tenemos que vernos con opiniones enfrentadas, las cua-
les tienen que ser consideradas en la deliberación. L a razón pru-
dente es la razón que delibera sobre los medios y elige iproaíresis)
de acuerdo a la deliberación (boúlesis). E l razonamiento moral no
es aquel que sigue razonamientos apodícticos, sino dialécticos, que
incluyen opiniones, por ello se requiere de la deliberación. Mien-
tras la razón teorética piensa sobre lo universal y necesario, nues-
tra razón práctica (phrónesis) delibera sobre lo posible.
Sostiene Mackie que debemos entender la relación eudaimonia-
virtud-hombre prudente como un "esquema formal de la estructu-
ra de vida buena" (Mackie 2000: 212), que deja abierto el conteni-
do con el cual debe llenarse. Llenarlo de contenido requiere de un
modo de comportarse que suscite admiración, de una propia con-
cepción del bien y saber distinguir virtudes y vicios (Mackie 2000:
212-213). Aunque el mismo Aristóteles había sostenido que para
llenar ese contenido se requería de: saber lo que se hace, elegir las
cosas por su propio valor y actuar con un carácter firme ( E iV., II,
4,1105a 30).
68
La corrupción del lenguaje de las virtudes.- L a primera transfor-
mación que sufren las virtudes griegas fue en el propio término. A
pesar de que el sentido griego no hacía una directa referencia a la
virtud relacionad a a la virilidad, el término latino traduce areté por
virtus, lo cual está emparentado con v a r ó n (vir, viris). Desde ese
trasfondo, el lenguaje de las virtudes dejó de estar enfocado hacia
la "excelencia" o plenitud de la existencia humana, para referirlo
o a la moral sexual o en el mejor de los casos a medios para lograr
una felicidad post mortem. E n todo caso, se comenzó a usar el tér-
mino virtud desconectándolo con los otros elementos relaciona-
dos con ella.
A l iniciar la época moderna la teoría y la práctica de las virtu-
des h a b í a sufrido un serio desgaste. Y a el renacimiento h a b í a
abierto un camino; el hombre natural, "tal como es", real, no re-
quiere de virtudes. T a l es el caso de Maquiavelo (s. X V I ) quien dis-
tingue entre el hombre tal como es y el hombre tal como debiera
ser, el primero vive por la necesidad y el segundo por la imagina-
ción, el primero sólo requiere aparentar ser bueno y el segundo
busca ser bueno, el primero consigue sus objetivos y el segundo
no. Recomienda al gobernante actuar como el hombre real y no
como el hombre ideal. De ese modo, los vicios del hombre real re-
sultan dar ventajas políticas al príncipe y no las acciones virtuo-
sas. L a idea aristotélica de un gobernante con cualidades morales
deja de ser inútil para la naciente política moderna. M á s tarde,
Mandeville (s. X V I I I ) continuará dicha idea, sosteniendo que los
vicios privados sostienen y promueven virtudes públicas, de ese
modo el sustento de las virtudes son los mismos vicios.
Esta herencia que recibieron los modernos, m á s el nuevo con-
texto social, exigía una f u n d a m e n t a c i ó n de la moral. Y a no les pa-
rece tan evidente la felicidad ni la virtud, sino que ahora buscan
su "verdadero origen" (Hume), su " f u n d a m e n t a c i ó n " (Kant), un
punto de apoyo capaz de dar razón a todo el fenómeno moral. ¿Por
q u é buscar una f u n d a m e n t a c i ó n ? Por dos razones: por un lado, el
orden natural aristotélico fue puesto en cuestionamiento. E n segun-
do lugar, la f u n d a m e n t a c i ó n ofrecida por el pensamiento teológico
cristiano había puesto tal sustento en Dios, mientras que en la prác-
tica había resultado una moral muy represora. Ese es el ambiente
moral que rechaza, por ejemplo, J S. Mili, que hace referencia a cos-
tumbres irreflexivas impuestas socialmente que ahogan la autono-
mía de la individualidad, por lo tanto su desarrollo. Por ello su
69
alegato a favor de la libertad individual. Por su parte, también po-
demos encontrar en Nietzsche en su La voluntad de poder aprecia-
ciones contra la virtud cuando dice que ella " y a no merece hoy el
menor crédito" (324) y que ella es " el vicio m á s costoso" (325).
Los nuevos ideales.- L a nueva configuración social que empezó
en el renacimiento requería de nuevos ideales, de un nuevo imagi-
nario. Y la moral moderna no estuvo al margen de esa nueva cul-
tura naciente. Considero que son cinco las columnas sobre la que
desarrolla la cultura moderna. L a primera tiene que ver con una
nueva imagen que el hombre tiene de sí mismo, es decir, se entien-
de como individuo, como sujeto. L a segunda es que esa autoima-
gen lo lleva a desacralizar la naturaleza y convertirla en una fuente
de bienestar y riquezas. L a tercera es que eso produce a su vez un
cambio en la finalidad del conocimiento, es decir, se conoce para
tener poder; así, dominar, controlar, manipular se han convertido
en sinónimos de la actividad tecnocientífica. L a cuarta fue el cam-
bio de las metas de las relaciones económicas: la ganancia, el lu-
cro y no la satisfacción de las necesidades básicas del hombre. Y
por último, el motor espiritual de todo lo constituyó el ideal del
progreso. E l hombre moderno realmente siente que progresa, que
avanza positivamente hacia la s u p e r a c i ó n de las limitaciones hu-
manas y s u e ñ a con el establecimiento del cielo en la tierra. Esta
configuración social necesitaba de una nueva una nueva moral.
Estos presupuestos de la cultura moderna produjeron la frag-
mentación de la vida humana: la política y la religión se separan
de la ética, y a no encuentran fundamento último en la ética. E l co-
nocimiento científico se separa de los fines últimos, lo artístico v a
encontrando espacio en la expresión individual, lo económico no
tiene finalidad ética alguna, etc. Estos espacios fragmentados, sin
relación intrínseca uno con el otro, se van configurando tanto en
lo práctico como en lo teórico. Pero esa fragmentación externa tam-
bién se convierte en fragmentación interna. E l individuo secciona
su interioridad: deseos por un lado, pensamientos por otro, senti-
mientos en conflicto con los deseos, los ideales que se contradicen
entre sí, ete. E l individuo moderno será todo lo libre que crea, pero
resulta ser lo m á s incoherente.
La nueva moral.- Por un lado, tenemos el surgimiento del nue-
vo espíritu cultural, el liberalismo, en autores tan distintos como
Locke y Kant. E l primero, con la emergencia de los derechos indi-
viduales y el segundo con la idea de respeto y a u t o n o m í a de todo
ser racional. Ambos centrados en la valoración de la v i d a indi-
70
vidual. Éste es en realidad el espíritu que anima las distintas pro-
puestas modernas. Recordemos el famoso texto de Mili que revela
el espíritu del liberalismo:
L a ú n i c a parte de l a conducta de cada uno por la que él es responsa-
ble ante la sociedad es la que se refiere a los d e m á s . E n la parte que le
concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta.
Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es so-
berano, (Mili 1984, 37-38)
Tenemos por lo menos tres conceptos muy diferentes de virtud para con-
frontar: la virtud es una cualidad que permite a un individuo desempe-
ñar su papel social (Homero); la virtud es una cualidad que permite a
un individuo progresar hacia el logro del telos específicamente humano,
natural o sobrenatural (Aristóteles, el Nuevo testamento y T o m á s de
Aquino); la virtud es una cualidad útil para conseguir el éxito terrenal y
celestial. (Maclntyre 1987, 231)
71
El filósofo escocés se pregunta si es posible un concepto unita-
rio y central de las virtudes a pesar de las diferentes definiciones.
Sostiene que sí es posible un "concepto central" distinguiendo lo
que pertenece a la tradición de lo que no. Antes de presentar su de-
finición de virtud nos ofrece un fondo sobre el cual se haga inteligi-
ble el concepto de virtud. Para ello es que describe tres aspectos im-
portantes; la práctica, el orden narrativo de una vida humana úni-
ca y la tradición moral. Y añade una observación interesante;
Cada fase implica la anterior, pero no viceversa. Cada fase anterior
se modifica y reinterpreta a la luz de la posterior, pero proporciona
también un ingrediente esencial de ésta. (Maclntyre 1987, 233)
72
prácticas, como el dinero, el reconocimiento, etc., pero ellos no son
el sentido de la actividad. Justamente la corrupción de una activi-
dad se produce cuando se reemplazan los bienes internos por los
externos. Entonces tenemos que el profesor ya no enseña bien por-
que le pagan poco, el comisionado no cumple los reglamentos por-
que aprovecha su cargo para realizar sus intereses personales, el
policía ya no protege a la ciudadanía y prefiere la "coima", el abo-
gado ya no sirve a la justicia sino a quien paga más, el político ya
no le interesa el bien común sino los negocios de grupos e intere-
ses partidarios, etc. La práctica o actividad social se corrompe cuan-
do cambiamos el orden de los bienes.
A partir de esta forma de entender la práctica, el autor nos
ofrece una definición de virtud, aunque reconoce que es parcial y
provisional;
Una virtud es una cualidad humana adquirida, cuya posesión y ejer-
cicio tiende a hacernos capaces de lograr aquellos bienes que son in-
ternos a las prácticas y cuya carencia nos impide efectivamente el lo-
grar cualquiera de tales bienes. (Maclntyre 1987, 237)
73
la vida humana quedaría reducida a simples cumplimientos de
roles sin una perspectiva de plenitud personal.
Las virtudes se hacen necesarias para el logro de los bienes
internos. Pero esas prácticas, así como sus bienes y virtudes tie-
nen su historia. Además, aunque una práctica no se confunde con
sus instituciones, "ninguna práctica puede sobrevivir largo tiem-
po si no es sostenida por instituciones" (Maclntyre 1987, 241). Sin
las virtudes, las prácticas no podrían resistir al poder corruptor
de las instituciones. Por ejemplo, la docencia universitaria se rea-
liza dentro de la institución universitaria, cuya organización pue-
de promover la realización de los bienes internos o impedirlos.
Pero el sentido de la actividad docente es la enseñanza y la inves-
tigación, para lo cual se requiere mantener las virtudes correspon-
dientes (indagación, creatividad, comunicación, tolerancia, etc.).
mantenerse en esas virtudes es la mejor forma de resistir a una
institución cuando ésta ha perdido su sentido.
Maclntyre se pregunta: ¿En qué medida esta definición de vir-
tud es aristotélica o no? En primer lugar, esta definición de virtud
no es aristotélica por dos razones: no toma en cuenta la "biología
metafísica" de Aristóteles y porque asume que el conflicto no sur-
ge solamente de las imperfecciones del carácter individual. Pero
es aristotélica por tres razones: en primer lugar, requiere hacer las
distinciones y utilizar conceptos aristotélicos como voluntariedad,
virtudes intelectuales y virtudes de carácter, talentos, pasiones, ra-
zonamiento práctico, ete. En segundo lugar, la definición propuesta
se amolda a conceptos aristotélicos como el placer y el gozo, por-
que el éxito de una actividad produce gozo, de ese modo "la acti-
vidad lograda y la actividad gozada son uno y el mismo estado"
(Maclntyre 1987, 245). En tercer lugar, porque vincula valoración
y explicación de modo típicamente aristotélico, es decir, no sigue
el procedimiento moderno de separar hechos de valores.
Este sentido "elemental y parcial" de virtud (que define las vir-
tudes en función de las prácticas) requiere una noción de vida bue-
na para el hombre y un telos de la vida humana. Esa perspectiva
permitiría una "crítica moral" de las prácticas que son malas (tor-
tura, sadomasoquismo) y de las virtudes (valentía, fidelidad, etc.)
que pueden estar detrás de actos injustos y criminales. Así, "el al-
cance de cualquier virtud para la vida humana va más allá de las
prácticas que en principio la definen" (Maclntyre 1987, 248-9). E l
telos, considerado como el bien de la vida humana, permitiría
jerarquizar los bienes internos.
14
... salvo cuando exista un telas que trascienda los bienes limitados de
las prácticas y constituya el bien de la vida humana completa..., ocurre
que cierta arbitrariedad subversiva invade la v i d a moral y no somos
capaces de especificar adecuadamente el contexto de ciertas virtudes.
(Madntyre 1987, 251)
75
Debido aese carácter temporal, el hombre es "un animal que cuenta
historias" (Maclntyre 1987, 266). Contar historias es parte de la
educación moral en las sociedades premodernas (como la heroica
y la medieval). Por eso, el desacuerdo moral de los filósofos mo-
dernos se debe a que no tienen en cuenta el relato dentro del cual
se hace inteligible el personaje y sus acciones.
Ahora, un concepto narrativo del yo requiere de dos cosas; por
un lado, ser el tema de mi narración que v a desde el nacimiento a
la muerte; por otro lado, yo soy parte de la historia de otros como
ellos de mi historia, por lo que no sólo debo dar cuenta sino pedir
cuenta a los d e m á s . Todo esto hace decir al autor que la unidad
de la v i d a individual es " l a unidad de l a narración encarnada por
una v i d a única". Agrega:
76
aquellas que nos capacitan para entender más y mejor lo que la vida
buena para el hombre es. (Maclntyre 1987, 271)
11
Las virtudes encuentran su fin y propósito, no sólo en mantener las
relaciones necesarias para que se logre la multiplicidad de bienes in-
ternos a las prácticas, y no sólo en sostener la forma de vida indivi-
dual en donde el individuo puede buscar su bien en tanto que bien de
la vida entera, sino también en mantener aquellas tradiciones que pro-
porcionan, tanto a las prácticas como a las vidas individuales, su con-
texto histórico necesario. (Maclntyre 1987, 274)
78
las críticas que se han formulado tanto a Maclntyre como las teo-
rías de las virtudes en general.
a) U n a de las críticas que se ha hecho a la teoría de las virtu-
des es con respecto al concepto mismo de "virtud", que resulta vago
y con esa imprecisión no es posible establecer un criterio para sa-
ber qué acciones son correctas. ¿Cómo determinar q u é virtudes son
básicas y cuál es el carácter virtuoso? ¿Este carácter virtuoso ga-
rantiza la acción correcta en situaciones variadas? A d e m á s , el ca-
rácter plural de las virtudes hace que dos personas con virtudes
diferentes a c t ú e n de manera distintas en situaciones similares.
Robert Louden ha titulado un artículo "Sobre algunos vicios de la
ética de las virtudes" en la cual sostiene que:
Debido ala misma naturaleza de las virtudes morales, hay... una can-
tidad muy limitada de consejos en incerodumhre moral que uno puede
razonablemente esperar del enfoque basado en virtudes. Naturalmente,
nosotros debemos hacer lo que una persona virtuosa haría, pero no es
siempre fácil sondear lo que un hipotético ejemplar moral haría si es-
tuviese en nuestros zapatos. (Citado por Oakley, en Kuhse y Singer
2001, 94)
79
ción (ni de las acciones en general) sino de actividades humanas
con bienes internos propios. No se trata de consejos o buenos de-
seos, sino de la conciencia de tales bienes internos. Planteadas así
las cosas, es entonces probable que dos sujetos que participan en
una misma actividad y reconozcan cuáles son los bienes internos,
actúen en la realización de esos bienes y tengan virtudes simila-
res. Si uno de ellos no busca la realización de esos bienes inter-
nos, puede significar que o no reconocen cuáles son esos bienes o
no tienen las virtudes adecuadas para tales prácticas.
b) Por lo anterior, cuando se hace referencia a las virtudes, los
autores suelen poner el acento en la persona (una persona bene-
volente, veraz, amistosa, etc.), otras veces ponen el acento en las
acciones virtuosas que hace el sujeto, aquellas que sean expresión
de una disposición adquirida por hábito. Estos enfoques suelen
ser parciales, porque no hacen explícito la interrelación entre el
factor personal y las acciones. A d e m á s , porque no se tiene en cuen-
ta que las virtudes presuponen una idea de vida buena y lo que
uno debe hacer para alcanzar dicha vida buena. L a idea misma
de b ú s q u e d a de la vida buena pone en conexión a la persona (y
su comunidad) y sus acciones. L a d i n á m i c a entre estos tres facto-
res es un aspecto positivo de la teoría de las virtudes. Por lo tanto,
las virtudes no son simples cualidades que adornan la vida de un
sujeto, para que éste se sienta bien consigo mismo.
c) Con respecto alas virtudes mismas, los teóricos resultan pro-
poniendo una multiplicidad de virtudes, creando el mismo pro-
blema que la pluralidad de valores: ¿requieren criterios para uni-
ficarlos? Si una persona cultiva la virtud de la honestidad y otra
de la amistad y otra de la valentía, debido a las prácticas que rea-
lizan, ¿quiere decir no es posible virtudes que den fundamento a
las d e m á s ? Sin descartar las distintas virtudes que son indispen-
sables para realizar los bienes internos a las prácticas, Maclntyre
sugiere encontrar unidad y sentido en el telos, en la vida conside-
rada como un todo. Dicha b ú s q u e d a de virtudes que unifiquen a
las d e m á s y a la encontramos en la perspectiva socrático-estoica.
Para Sócrates y el estoicismo había una unidad de virtudes, basta
recordar el siguiente texto de Sócrates:
80
p r á c t i c a (phrónesis) es l a ú n i c a v i r t u d que p u e d e m a n i f e s t a r s e en
v i r t u d e s particulares. E s difícil entender esto en nuestra c u l t u r a m o -
d e r n a , p o r q u e é s t a e s t á s u s t e n t a d a sobre l a f r a g m e n t a c i ó n d e l ser
h u m a n o . Pero s i v e m o s a l a h u m a n i d a d como u n todo ( i n c l u i d a
dentro de l a u n i d a d de l a v i d a b u e n a ) , en nuestro tiempo p u e d e
c o n s t i t u i r el h o r i z o n t e de v i r t u d e s f u n d a m e n t a l e s . A q u í es d o n d e
l a p e r s p e c t i v a m o d e r n a , e s p e c í f i c a m e n t e k a n t i a n a , de v e r a l a h u -
m a n i d a d como u n f i n en s í m i s m o , puede a r t i c u l a r s e con l a t e o r í a
de l a s v i r t u d e s . Pero d i c h a s v i r t u d e s tienen s u f u e n t e en u n a v i r -
tud f u n d a m e n t a l : l a a t e n c i ó n . V o l v e r e m o s a e l l a posteriormente.
d) L a t e o r í a de las v i r t u d e s e s t á r e l a c i o n a d a a los contextos co-
m u n i t a r i o s y c u l t u r a l e s , pero en u n posible proceso i n t e r c u l t u r a l
¿ q u é v i r t u d e s deben s u r g i r ? ¿ P u e d e n hablarse de v i r t u d e s u n i v e r -
sales? E s o r e q u e r i r í a s u p o n e r u n a n a t u r a l e z a h u m a n a c o m ú n , u n a
h u m a n i d a d . Sobre este asunto, a v e c e s e n c o n t r a m o s u n silencio en
l a los t e ó r i c o s de l a v i r t u d . Y a no p o d e m o s e v i t a r v e r n o s como h u -
m a n i d a d , no sólo como m i e m b r o s de c o m u n i d a d e s culturales. D e s -
p u é s de todo, es necesario a m p l i a r nuestro concepto de c o m u n i -
d a d , s i n e l i m i n a r n u e s t r a s c o m u n i d a d e s i n m e d i a t a s . E l sentido de
n u e s t r a v i d a c o m u n i t a r i a se c o m p l e t a c o n el i d e a l de h u m a n i d a d .
e) Q u i z á el p r i n c i p a l m a l e n t e n d i d o c o n respecto a l a teoría de
las v i r t u d e s , consecuencia d e l r a c i o n a l i s m o que l a sostiene, es creer
que l a c o n s t r u c c i ó n de l a v i d a é t i c a es tanto u n asunto p e r s o n a l
como u n a l u c h a r a c i o n a l c o n t r a los apetitos, deseos y elementos no
racionales. S i b i e n es cierto que A r i s t ó t e l e s e n t e n d i ó l a é t i c a dentro
de l a p o l í t i c a , p i e n s a m á s — e n l a Ética a Nicómaco— en el agente
r a c i o n a l que debe c o n s t r u i r s u v i d a de m a n e r a v i r t u o s a , o b v i a n d o
el p o d e r de los factores no personales n i r a c i o n a l e s que c o n f o r m a n
n u e s t r a p e r s o n a l i d a d . E s o h a c í a de l a s é t i c a s griegas é t i c a s elitistas,
p o r q u e s ó l o u n o s pocos h a b í a n sido d o t a d o s c o n u n a n a t u r a l e z a
capaz de lograr l a v i r t u d y l a f e l i c i d a d . A d e m á s , p o d e m o s v e r en
Aristóteles una tensión entre s u v e r s i ó n n a t u r a l i s t a de que somos
seres p o l í t i c o s p o r n a t u r a l e z a y s u v e r s i ó n m e t a f í s i c a de l a sustan-
cia p r i m e r a que tiene como uno de s u s accidentes a l a r e l a c i ó n .
D e s d e el siglo XLX. y X X , h e m o s sido m á s conscientes de los
factores sociales no p e r s o n a l e s , f u e r z a s como l a s e s t r u c t u r a s so-
ciales que h a s t a a los agentes i n d i v i d u a l e s les c u e s t a r o m p e r c o n
esos e s q u e m a s . Pero t a m b i é n de los p a t r o n e s m e n t a l e s y f u e r z a s
no r a c i o n a l e s ( e l i n c o n s c i e n t e , l a d i n á m i c a a u t ó n o m a d e l p e n s a -
m i e n t o ) que e s t á n d e t r á s de n u e s t r a s a c c i o n e s r a c i o n a l e s . L a r a -
81
zón y a no se presenta como una luz que aclara todo sino como
una luz que oculta sus lados oscuros. Por eso, Hume creía que ella
es secundaria en asuntos morales.
E l sujeto racional que puede controlarse y ser virtuoso crea or-
gullo, cosa que vio a su manera Lutero cuando sostenía que "no
existe virtud moral sin orgullo o tristeza". A d e m á s , el mismo Lutero
entendió, con lenguaje cristiano, que no somos d u e ñ o s de nues-
tros actos sino esclavos, porque estamos dominados por el peca-
do. L a ética de las virtudes es excesivamente optimista, porque cree
que el hombre racional puede controlar sus pasiones, ser un due-
ño o amo de sí mismo. L a historia humana parece desmentir este
optimismo. No se trata de negar el valor de la razón práctica, pero
no tiene que hacernos olvidar el lado no racional, las pasiones,
los sentimientos, el mundo inconsciente, etc., que también juegan
un papel importante en nuestras vidas. Y si no es la razón la que
debe controlar el alma sensitiva, ¿ q u é debemos hacer con ella?
¿Cuál es su valor en la v i d a ética? Tendremos que volver a consi-
derar a la razón humana como una "inteligencia deseosa" o "de-
seo inteligente" (Aristóteles), como una " razón sintiente" (Zubiri),
razón que no condene el aspecto del deseo y de los afectos a di-
mensiones oscuras del alma, sino que su propia d i n á m i c a v a a
estar a c o m p a ñ a d a de (y en diálogo con) el deseo y los afectos. Y
como la razón y a no nos puede proporcionar en el plano práctico
certezas y claridades, tendremos que volver a la actitud socrática
que permitía una ética atenta a lo desconocido, aprendizaje cons-
tante de lo que es, escuchando al daimon, es decir, conociéndose a
sí mismo.
82
Bibliografía
83
La cuestión de las normas morales
m
crepúsculo del deber, como lo ha denominado Lipovetsky, trae
como consecuencia el descreimiento en las normas morales, que
son como la dimensión objetiva del deber, surgiendo unaética/igTti.
En esta parte queremos reflexionar sobre esas dos dimensiones, la
subjetiva o conciencia del deber y la objetiva o normas morales,
ligándolos con temas que nos permitan entender mejor el sentido
de la crisis del deber.
86
en la época premoderna? ¿Cómo se justifican las normas en la mo-
dernidad? ¿Por qué es necesario buscar una f u n d a m e n t a c i ó n ?
87
L a fragmentación del esquema mencionado comienza, s e g ú n
Maclntyre, a partir de las teologías protestantes, que creen que el
hombre no puede comprender su verdadero fin por la caída. Con-
tinuado por Hume, Pascal y Kant, dicho esquema había quedado
con dos elementos: el-hombre-tal-como-es y las normas morales.
L a f u n d a m e n t a c i ó n moderna
88
L a ética que m á s confianza ha tenido en la f u n d a m e n t a c i ó n
racional de la moral ha sido la de Kant y las derivadas de ella,
como las éticas del discurso. Gran parte de la tendencia contem-
p o r á n e a es a dejar la f u n d a m e n t a c i ó n racional, a lo m á s hablar de
una r a z ó n d é b i l . Sin embargo, los pensadores de i n f l u e n c i a
kantiana sostienen que t o d a v í a es posible una f u n d a m e n t a c i ó n
racional. C o r t i n a , f i l ó s o f a e s p a ñ o l a , luego de rechazar u n a
f u n d a m e n t a c i ó n cientificista, se adhiere a la f u n d a m e n t a c i ó n al
modo de Apel y Habermas. Según esta autora, la obligación es pro-
pia de lo que Kant llamaba "conciencia del imperativo" que tiene
tres características:
89
dos de otra forma. Entre los intereses individuales pueden estar
los estéticos o los religiosos, pero ello no pueden ser exigidos a
todos los d e m á s . Y en nuestra sociedad contemporánea, dejar todo
a la subjetividad equivaldría al "todo vale", del cual no es posible
que surja ninguna moral. Por eso;
... al decidir las normas que en una sociedad van a regular la convi-
vencia, tenga en cuenta los intereses de todos los afectados en pie de
igualdad, y no se conforme con los pactos fácticos, que están previa-
mente manipulados, y en los que no gozan todos del mismo nivel
material y cultural ni de la misma información... haga, pues, del res-
peto a la igualdad una forma de discurso normativo y de vida. (Cor-
tina 1996,286-7)
Esas normas, en principio, no indican qué hay que hacer para ser fe-
liz, sino cómo hay que obrar para ser justos con la propia humani-
dad. (Cortina 1996b, 115)
90
El debilitamiento de la conciencia
91
tomar en cuenta las consecuencias no es un acto de puro desinte-
rés sino no querer asumir el futuro como una dimensión de nues-
tro presente, es decir, que somos también responsables del futuro.
Nuestra época es justamente la que quería Macbeth cuando habla
de "una existencia nueva", un presentismo que quiere olvidar el
pasado y no asumir el futuro y gozar sólo del presente. Nuestra
época ha hecho caso a Pascal cuando hablaba de hombres que no
viven el presente por vivir en el pasado o en el futuro, tiempos que
no le pertenecen. Sin embargo, olvidan que este presente contiene
el pasado y el futuro, como diría Krishnamurti, todo el tiempo es
ahora. Este presentismo no quiere asumir consecuencias, como la
de matar de hambre a niños por cobrar impuestos de una deuda
impagable, robar millones de dólares de un país pobre, bombar-
dear ciudades porvenganza, el gozo eterno de estardrogado, ma-
nipular resultados por intereses mezquinos, etc. Esa es la existen-
cia nueva que buscaba Macbeth, la del "todo vale".
El autor reconoce que la razón (tradición, conciencia) sustenta
la norma moral, la razón práctica es la fuente de la obligación. Ra-
zón práctica que elabora sus argumentos desde lo recibido (tradi-
ción) y lo puesto (conciencia) para no actuar suicidamente. Dicha
razón o conciencia, sin embargo, pierde su fuerza obligante con la
sobrevaloración de la imaginación, porque Macbeth cree ver una
daga la cual sería una señal del destino, al final mata al rey Duncan
y se hace del poder. Profecía de nuestra época donde la obliga-
ción y las normas están en decadencia, a pesar de todo argumen-
to racional. Pérdida de la conciencia obligante en las acciones de
personas que hacen el mal sin sentir remordimiento de su acción
negativa. ¿Cómo puede la conciencia moral superar esta situa-
ción?, ¿necesitará transformarse?, ¿dejará de ser importante en la
vida humana?
La conciencia obligante no puede entenderse desde ella mis-
ma, porque de lo contrario se debilitará y cualquier meta podría
justificar su acción. La conciencia debe dejar de estar encerrada
en sí misma (con sus ideologías, prejuicios, creencias, ideales, nor-
mas y valores) para que observe lo que hace. Es esa conciencia
como "darse cuenta" sobre la cual se puede sustentar una con-
ciencia obligante. Darse cuenta de la injusticia del poder político
o económico es lo que nos exige protestar y exigir justicia. Macbeth
no se dejó guiar por lo que veía, un rey bueno, pariente, etc., sino
por la ambición y la imaginación. Nuestro anhelo de ser, de pleni-
92
tud, hace que el "debería" surja de esa necesidad metafísica. "De-
bería" que presupone un "mundo ideal posible", es decir, una "fi-
nalidad" . Quizá lo que está en crisis no sea tanto el " debería" como
el "debe" condicionado por cada actividad y circunstancia.
Fundamentación y posmodernidad
93
a) Aunque se cree que ya no existen absolutos, sin embargo,
se crean nuevos absolutos, entre ellos el individuo y la libertad,
siendo en ello muy moderno. Una exaltación de la diferencia nos
desliga de nuestros lazos humanos y compromisos con los otros.
Sin embargo, los encuentros son posibles a partir de una identi-
dad que no quiere ser reconocida. Identidad y diferencia o dife-
rencia e identidad forman una unidad que requiere un cuidado
en nuestras relaciones humanas.
b) Es cierto que la razón moderna (con cierta influencia de pen-
sadores griegos como Platón y Aristóteles) ha querido ser la auto-
ridad, relegando a las demás facultades humanas, como los senti-
mientos. Pero tampoco podemos hacer una vida ética a espaldas
de ella. Por eso, versiones como la de Zubiri, de una razón sintiente,
nos abren nuevas interpretaciones que tratan de superar el mani-
queísmo posmoderno.
c) Si centramos el problema en torno al individuo, entonces el
despliegue de las potencialidades individuales sin un sentido de
humanidad puede realizarse en contra de los otros seres huma-
nos. Así, justificaría tanto las barbaries de Hitler y Stalin argumen-
tando que ellos desplegaron sus potencialidades.
d) Si lo anterior es así, tenemos que asumir un absoluto, un pun-
to fijo, que es el imperativo de humanidad, tanto en su sentido fác-
tico como valorativo. Parafraseando a Levinas, no es mi tradición
ni mi condicionamiento subjetivo, sino la presencia del otro en tanto
otro que me pide no matar. Lo que somos sigue siendo fundamen-
to de la moral, sin la cual cualquier barbarie podría ser justificada.
Así pues, no podemos admitir el argumento del todo vale simple-
mente porque va. Hinkelammert lo dice de esta manera:
9^
época multicultural, que en la actualidad los derechos humanos
son exigencias m í n i m a s necesarias para valorar u n a sociedad
como justa.
95
Es interesante notar que en el juego también existen normas
(no necesariamente morales) cuya existencia permiten una serie
de posibilidades de acción y no limitan la capacidad de creativi-
dad humana. L a creatividad en el juego no se produce abando-
nando las normas ni por la existencia de ellas. L a s reglas del jue-
go no tienen existencia aislada sino es en relación con la finali-
dad del juego, las cuales deben estar implícitas para jugar bien de
lo contrario el peso de ambas h a r á perder r á p i d a m e n t e la partida.
Y es en la práctica, en la actividad que se realizan las normas y l a
finalidad. L a m e t á f o r a del juego nos puede servir para entender la
dinámica de las normas morales en la v i d a humana, en donde se
articulan con las virtudes y los valores. Las normas promueven
virtudes y éstas reafirman socialmente las normas, pero ambas
orientadas por el telos de la actividad (interpretada como función
específica o como actividad total del v i v i r humano).
Así, el lugar de las normas en la vida moral se manifiesta en
su relación con otros elementos como el sentido de la vida o finali-
dad que uno desee alcanzar y con las virtudes personales y colec-
tivas. Las normas por sí mismas no tienen sentido, lo tienen en tanto
logran tejer una red coherente que permite la realización de la vida
humana: l a realización de bienes internos a las prácticas, el culti-
vo de nuestra personalidad y el logro de la finalidad. Lo que im-
porta es aprender a v i v i r en cada acto o, como diría Aristóteles,
aprender a navegar.
Se ha sostenido que si el hombre no estuviera obligado inter-
namente, p o d r í a hacer lo que quisiera. E s una verdad a medias,
porque falta decir que la fuente de esa obligación interna no se
encuentra en la conciencia racional ni en las normas, sino en nues-
tra capacidad de estar atentos a lo que es. Por ejemplo, si el budis-
ta sigue la norma de no tomar la vida de n i n g ú n ser vivo es por-
que ha aprendido a percibir (pensar y sentir) la vida del otro ser.
Por eso es que las propuestas individualistas de cualquier matiz,
al no considerar la obligación tampoco perciben el mundo y sólo
lo interpretan s e g ú n sus carencias psicológicas o intereses ideoló-
gicos. Poniéndolo en esquema t e n d r í a m o s :
96
Dado que las normas no son el aspecto central de la moral,
entonces ellas no tienen por qué dejar de lado los aspectos no ra-
cionales de la vida humana como los sentimientos, la intuición, el
deseo, las ilusiones, las esperanzas, etc. El descubrimiento de es-
tos aspectos en la vida atenta permite que formen parte de la com-
prensión moral y de la riqueza de la vida.
Bibliografía
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Cambridge: The M I T Press. 2002.
97
La idealidad de los valores
[99]
Sarniento filosófico en el siglo XIX y ha dominado el siglo XX. Va-
mos a sostener en este ensayo que la teoría de los valores es expre-
sión de la cultura moderna y por lo tanto arrastra sus mismos pro-
blemas. Además, que la teoría de los valores sólo puede ser relevan-
te mientras esté articulada con las virtudes y los deberes.
Hoy día solemos hablar desde el punto de vista de los valores. Ello
se debe a que las valoraciones siempre han estado presentes en la
vida cotidiana. En la mayor parte de nuestras actividades valora-
mos el mundo y a nosotros mismos. Salimos de nuestra casa y de-
cimos: "qué bonito día", un joven da el asiento a una anciana y
ésta de dice: "Eres muy amable", valoramos a las personas al de-
cir: "José es simpático", "María es bonita", etc. Hasta valoramos
nuestro salón de clases: "Este salón es mejor que el otro". Luego
de ver una película con alguna compañía, siempre valoramos la
película, por ejemplo, podemos decir de tal película: "es una mala
película", "es una pésima película", "es una película aburrida",
etc. Estos hechos nos hace ver que los humanos no sólo describi-
mos, analizamos, clasificamos el mundo, sino que lo valoramos
constantemente. Una parte inevitable que nos constituye es nues-
tra conciencia estimativa, nuestra valoración del mundo y de no-
sotros mismos.
¿Qué expresamos con nuestras valoraciones? Que estimamos
o desestimamos el mundo, que preferimos o relegamos ciertas co-
sas, mejor dicho, detodoslos aspectos de la realidad. Nuestra "in-
diferencia apreciativa" (Ortega y Gasset) siempre es menor en la
vida humana. Eso significa valorar: tomar una actitud a favor o
en contra. Sin embargo, el problema viene cuando preguntamos:
¿cuál es el fundamento de nuestras valoraciones? Todas las filo-
sofías de los valores han versado en torno a uno de los elementos
de la experiencia valorativa: los valores, las valoraciones y los he-
chos valorados. Pero, si es un hecho cotidiano, ¿por qué recién en
el siglo XIX aparecieron distintos discursos sobre los valores?
100
lores y teoría de los valores tiene un origen reciente, en el siglo
X I X . E n la a n t i g ü e d a d , en la idea del Bien (o lo bueno) se reducían
todas las reflexiones sobre lo valioso, porque el Bien era aquello
que se apetece, a lo que se aspira. Aristóteles y a distinguía entre
lo bueno para algo y lo bueno en sí mismo, es decir, bienes medios
y bienes fines. L a felicidad sería para él un bien que es estimado y
buscado por sí mismo y nunca como medio para algo m á s . Sobre
la base de los p l a n t e a m i e n t o s p l a t ó n i c o s , a r i s t o t é l i c o s y
neoplatónicos, los medievales desarrollaron la noción de los "tras-
cendentales" (Unidad, Verdad, Bondad y Belleza) que trascienden
los géneros y las especies, ligados al ser e intercambiables con él.
A d e m á s , pueden ser aplicados a todo ser por analogía. L a teoría
de los trascendentales es el antecedente premoderno m á s claro para
la teoría de los valores, con claras diferencias; estaban de a l g ú n
modo ligados al sere interrelacionadosy tenían su unidad en Dios.
Desde el surgimiento de la filosofía griega hasta el siglo X V I I ,
el discurso m á s frecuente fue el de las virtudes. E s en el siglo X V I I I ,
con Kant, que se pone en cuestionamiento las teorías de las virtu-
des, no sólo por deficiencia de las mismas sino también porque la
configuración social moderna las hacía imposible.
L a mentalidad moderna europea v a a estar marcada por una
forma subjetiva de ver al ser humano. Recordemos a Descartes
quien sostuvo que "yo soy una cosa que piensa", es decir, mi esen-
cia y la forma de entenderme es a partir de mi subjetividad. E n ese
contexto subjetivo se vuelven m á s importantes los planes, los pro-
yectos y los ideales. E l mismo sostendrá que la voluntad humana
es infinita. Así, el sujeto sin lazos vitales con la naturaleza, con
los otros, con lo trascendente, configura un mundo a partir de idea-
les que expresan sus propios intereses. Todo es interpretado se-
g ú n el individuo, libre para escoger sus fines y medios.
E l ejemplo m á s sobresaliente donde y a se está marcando las
diferencias entre las virtudes y el mundo de las ideas lo encontra-
mos en Kant, en quien Ortega y Gasset cree encontrar los miste-
rios de la época moderna. E n su Crítica de la razón pura (1781), bus-
cando encontrar los elementos a priori que sean condiciones de
todo conocimiento, compara la lógica general y la lógica aplicada
con la moral pura y la doctrina de la virtud:
L a lógica general y pura guarda con esta lógica aplicada la misma rela-
ción que la moral pura—que sólo contiene las leyes éticas necesarias de
una voluntad libre en general— respecto de la doctrina de la virtud pro-
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píamente dicha, la cual considera esas leyes teniendo en cuenta los
obstáculos de los sentimientos, inclinaciones y pasiones a los que los
hombres se hallan sometidos en mayor o menor grado. La doctrina de
la virtud no es capaz de proporcionar una ciencia verdadera y demostra-
da, ya que, al igual que la lógica aplicada, tiene que servirse de princi-
pios empíricos y psicológicos. (Kant. Critica de la razón pura. A55 B79.
Cursivas nuestras)
La justicia —y todos los valores— son algo ideal, que no quiere decir
imposible, ni utópico-irrealizable. Ideal, con mayúscula, quiere decir
que, aunque hagamos todos los actos de justicia ima-ginables, nunca
alcanzaríamos esajusticia perfecta en el mundo. (Castellote 2002, 66)
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L o s v a l o r e s como i d e a l e s . A s í , y a no i m p o r t a r á ser j u s t o , sino
respetar el i d e a l de l a j u s t i c i a . E n otras p a l a b r a s , los v a l o r e s y a no
r e q u e r í a n d e p e n d e r de l a s c o n d i c i o n e s s o c i a l e s , r e q u e r í a n a h o r a
e s t r u c t u r a r l o s i d e a l m e n t e p a r a q u e luego o r i e n t e n l a e x i s t e n c i a
humana.
A s í , el m u n d o científico se q u e d ó con lo objetivo y lo objetivable,
el m u n d o p o l í t i c o c o n el h o m b r e de intereses e g o í s t a s , m i e n t r a s
que el arte, l a r e l i g i ó n , l a m o r a l y otras e x p r e s i o n e s h u m a n a s se
q u e d a r o n c o n los v a l o r e s i d e a l e s e i n d i v i d u a l e s . L o s v a l o r e s s u -
f r i e r o n u n proceso de f r a g m e n t a c i ó n , c a d a uno siendo u n i d e a l de
u n a a c t i v i d a d d i f e r e n t e . A h o r a , ¿ e s a i d e a l i d a d es p e r m a n e n t e o
e s t á s o m e t i d a a l a s u b j e t i v i d a d h u m a n a de gustos y s e n t i m i e n t o s ?
E s a es l a r a z ó n d e l inicio d e l d i s c u r s o f i l o s ó f i c o de los v a l o r e s , es
decir, q u e r e r d a r f u n d a m e n t a c i ó n a algo de lo que y a se h a b l a b a .
L a e s c u e l a neo k a n t i a n a de B a d é n ( W i n d e l b a n d y R i c k e r t ) .
L a e s c u e l a a u s t r í a c a y de P r a g a ( E h r e n f e l s y M e i n o n g ) .
L a escuela existencialista (Nietzsche y Sartre).
L a e s c u e l a f e n o m e n o l ó g i c a (Scheler, H a r t m a n n y O r t e g a y
Gasset).
L a e s c u e l a d e l r e a l i s m o de los v a l o r e s ( L e S e n n e y L a v e l l e ) .
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c o n t i n g e n c i a d e l ser m a t a a l v a l o r " . E l l o no s i g n i f i c a q u e
c r e a que los v a l o r e s e x i s t e n en u n m u n d o i d e a l e x t r a m e n t a l ,
sino que les q u i t a ser p a r a u b i c a r l o s en l a c o n c i e n c i a , que
es c a r e n c i a de ser.
b) Los valores como realidades absolutas.- El neokantiano
M u n s t e r b e r g c o n s i d e r a que los v a l o r e s s o n a b s o l u t o s e i n -
condicionales. T a m b i é n Scheler los considera absolutos y
eternos. L o m i s m o H a r t m a n n h a b l a de v a l o r e s como esen-
cias que e x i s t e n en s í y p o r sí.
c) Los valores ubicados fuera del sujeto.- T a n t o l a e s c u e l a neo-
k a n t i a n a de B a d é n , como l a f e n o m e n o l ó g i c a y realista,
u b i c a n a l o s v a l o r e s f u e r a de l a m e n t e h u m a n a . Según
Scheler, los v a l o r e s s o n i n d e p e n d i e n t e s de los sujetos, p o r
ello objetivos. A s í , el h o m b r e sólo d e s c u b r e los v a l o r e s , no
los i n v e n t a . E n p a l a b r a s de H a r t m a n n ; " L o s v a l o r e s no e m a -
n a n de l a s cosas (o de l a s r e l a c i o n e s r e a l e s ) n i d e l sujeto
que percibe" ( H a r t m a n n 1932, 185). M á s a ú n , las p e r s o n a s
no c o n s t i t u y e n a los v a l o r e s , sino que los v a l o r e s constitu-
yen a las personas.
d) Los valores diferentes de los bienes.- E l b i e n , que a n t a ñ o u n i f i -
caba los v a l o r e s , se reduce a los bienes. A s í , los v a l o r e s s o n
diferentes de los bienes, a u n q u e f u n d a n los bienes y se los
capta en ellos. E s t e cambio lo p o d e m o s a p r e c i a r en R i c k e r t
q u i e n a l h a b l a r de b i e n se r e f i e r e a los bienes de l a ciencia,
el arte, l a c o m u n i d a d libre, etc. T a m b i é n Scheler d i s t i n g u i r á
v a l o r e s de bienes, p o r q u e m i e n t r a s los p r i m e r o s s o n esen-
cias eternas, los s e g u n d o s s o n c a m b i a n t e s e h i s t ó r i c o s . A d e -
m á s , sostiene Scheler que " l o s bienes no e s t á n f u n d a d o s en
las cosas...Al contrario, representa el bien u n a unidad
" c ó s i c a " de c u a l i d a d e s v a l i o s a s , o de estados de v a l o r , que
se h a l l a f u n d a d a en u n d e t e r m i n a d o v a l o r b á s i c o " ( S c h e l e r
1948, 48-9). U n poco m á s adelante nos d i c e que es en los bie-
nes d o n d e los v a l o r e s se h a c e n " r e a l e s " . L o s bienes no ago-
t a n los v a l o r e s n i se d e s t r u y e n c u a n d o s o n d e s t r u i d o s los
bienes. T a m b i é n H a r t m a n n h a b l a de los v a l o r e s como " c o n -
diciones de p o s i b i l i d a d " de los bienes ( H a r t m a n n 1932,186).
104
tintos autores van a añadir listas diferentes. Lo importante
es resaltar que pocos filósofos de los valores han pensado
en unificar esos valores, por lo que hemos heredado de ellos
un politeísmo axiológico, mercado donde cada cual escoge
un valor que más le interesa.
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humanos. Así, hemos terminado creyendo que si los hom-
bres son justos o injustos, eso no toca la naturaleza misma
del valor de la justicia, por lo que justicia sigue valiendo.
Estas es la segunda gran vertiente de la teoría de los valo-
res. E n el contexto cultural moderno, ambas teorías consi-
deran a los valores como entes ideales (dado que no son), no
hacen referencia a las prácticas sociales ni a las culturas. A
partir de a h í se han creado sus propios problemas como cla-
sificarlos, jerarquizarlos, caracterizarlos, etc. Si bien es cier-
to que hubieron tratamientos de los valores relacionados
con las comunidades culturales, me interesan m á s enfocar
el proceso de subjetivización e idealización, el cual estaba
en concordancia con la idea de individuo abstracto y su ne-
cesidad de valores.
106
permiten hacer distinciones cualitativas que sólo tienen sentido
desde ese marco de referencia que nos antecede como individuos
y a partir del cual hacemos opciones significativas.
b) E n virtud de su dependencia, los valores se presentan rela-
cionados con las cosas o actos humanos: la bondad de un acto, l a
belleza de una obra de arte, la utilidad de una computadora, etc.
Son cualidades de las cosas, pero diferentes a las cualidades em-
píricas como la extensión o el peso, sino son cualidad es sui generis,
Pero cuando se trata de saber en q u é consiste esta cualidad sui
generis, hasta ahora no tenemos una respuesta satisfactoria. E s que
su peculiaridad ontológica radica en la idealidad. Este aislamien-
to de los valores debido a su pureza, hace que las prácticas huma-
nas y las formas de v i d a no sean valoradas como son (en situacio-
nes específicas, con personas concretas, con peculiaridades dife-
rentes, etc.). Y cuando las prácticas sociales se corrompen, enton-
ces se reclaman los valores para restaurar el orden moral. Dicho
reclamo es realmente superficial porque se deja de lado las condi-
ciones sociales que permiten esas formas de acciones. E l discurso
que busca volver a los valores quiere hacer un llamado a la con-
ciencia como si ellos pudiesen resolver nuestra conflictividad in-
teriory exterior.
En otras palabras, la separación "ser-valor" ha sido precedi-
da por la ruptura "ser-deber", justificada por Moore como falacia
naturalista. Eso ha permitido separar el significado descriptivo del
significado valorativo, a d e m á s , creyendo que la referencia a los
valores es opcional o a lo m á s son como cualidades secundarias
de los objetos (Taylor 1996, 69). Sin embargo, el lenguaje valorativo
tiene que ser comprendido en la relación con la vida de los seres
humanos, con los significados que ellos le dan. E n palabras de
Taylor, el lenguaje valorativo "sólo adquiere sentido en el trasfon-
do de la comprensión de las formas del intercambio social en una
sociedad dada y sus percepciones del bien" (Taylor 1996, 72).
c) Los valores se presentan en pares de opuestos: bueno-malo,
justo-injusto, bello-feo, etc., donde uno es el valor positivo y el otro
es el valor negativo (o disvalor). Si dedicamos nuestros esfuerzos
para educarnos en la polaridad de valores, ese tipo de educación
creará un espíritu maquineo, por lo tanto proclive al conflicto per-
manente. A l entender a los valores como polaridades, tendemos a
ver el mundo como blanco y negro, juzgando en torno a dos crite-
rios: el valor y su contravalor. Sin embargo, la v i d a valorativa de
10T
las personas está llena de matices que no pueden ser obviadas con
la polaridad. Podemos ver el problema de la acentuación de la po-
laridad en los discursos tanto de los políticos estadounidenses como
de los grupos extremistas, cada uno se atribuye la bondad y califica
al otro como el mal. En ninguna de ambas partes hay una compren-
sión de lo que estaba pasando porque eso implicaba ver y asumir
sus propias responsabilidades. En cierta forma, el discurso de la
polaridad de los valores —vacío de contexto— está en concordan-
cia con la necesidad de competencia de la sociedad capitalista.
Sin embargo, hablar de valor es hablar de "distinciones cuali-
tativas" , pero ellas presuponen marcos referenciales a partir de los
cuales tienen sentido nuestras opciones y preferencias. Sin dicho
trasfondo y las experiencias humanas que permiten, los valores
se convierten en arbitrariedades subjetivas o en ideas platónicas,
es decir, en la forma tradicional de pensar la teoría de los valores.
d) Debido a la clasificación de los valores y la creación de dis-
tintos espacios de acción, la educación en torno a valores puede
fragmentar la vida humana. Muchos autores erróneamente con-
funden educación en valores con educación en torno avalores mo-
rales, es decir, con pedagogía moral. Centran su atención en torno
a uno o algunos valores morales y creen que así están educando
en torno a valores. No se percatan que tal denominación (educa-
ción en valores) es imposible, porque constituyen distintas clases,
a menos que se las integre. Pero la vida moderna no permite tan
integración de los valores en la vida de las personas, más bien es-
timula la realización de valores según los espacios de vida: valo-
res intelectuales para los intelectuales, valores religiosos para los
religiosos, valores estéticos para los artistas, valores vitales para
ciertas personas, etc.
e) Otro problema teórico que han tratado los filósofos de los
valores es querer jerarquizar los valores. En general, los relativistas
han sostenido que no es posible una jerarquización objetiva,
transhistórica, eso depende de las culturas y de los individuos.
Teóricamente sólo queda la clasificación de los valores. En tanto
que el objetivismo sí pretendió una jerarquía objetiva de los valo-
res. Es bien conocida la jerarquización de los valores realizada por
Scheler. E l problema fue que ni los propios objetivistas se pusie-
ron de acuerdo en una jerarquía objetiva, creando dudas de si en
realidad era posible tal empresa.
108
Que los individuos y los pueblos jerarquizan valores está fue-
ra de duda, donde unos valores superiores (hiperbienes) subordi-
nan a los demás. Pero lo importantes es ver el contexto que le per-
mite a una persona jerarquizar valores: los bienes o fines de la cul-
tura, las relaciones interpersonales que tiene, las expectativas per-
sonales, etc. Jerarquizamos a partir de algo previo y eso es lo que
debe ser tematizado antes de jerarquizar.
La jerarquización ideal de los valores se debate hoy en un con-
flicto. Por un lado, se pretende una jerarquiz ación ideal que asu-
me la existencia de valores superiores y otros inferiores, pero olvi-
da que estamos en un mundo donde nos reconocemos diferentes
debido a la multiculturalidad. Tal jerarquiz ación ideal de los va-
lores que no toma en cuenta culturas, comunidades, formas de vida,
etc., puede encubrir la imposición violenta de una cultura sobre
otras. Por otro lado están los que niegan tal jerarquía. Y si no exis-
te tal jerarquía ideal, se deja al individuo libertad para estructurar
sus valores, es decir, cada uno jerarquiza sus valores como mejor
le conviene. En ambos casos se requiere la existencia de indivi-
duos ideales, es decir, libres o liberados de todo lazo ontológico y
social. El justo medio aristotélico sería reconocer la importancia
de la jerarquiz ación pero dentro de un contexto de pertenencia a
comunidades. Lo cual no quiere decir someternos a las jerarquías
socialmente dadas, sino discernirlas teniendo en cuenta tanto
nuestro horizonte de plenitud como nuestro ideal de convivencia
social.
f) Tanto el emotivismo, como la filosofía analítica, el vitalismo
de Nietzsche y el existencialismo de Sartre (como lo ha señalado
Maclntyre), y podemos añadir al subjetivismo y objetivismo
axiológicos, consideran que los valores últimos no requieren de
razones que los justifiquen, sino que es asunto de preferencias,
gustos o intuiciones. Y es que las razones eran ofrecidas para el
hombre premoderno por su tradición y su comunidad de vida.
El individuo moderno no cuenta con eso, entonces tiene que re-
currir a sus dimensiones no racionales, es decir, a sus intuicio-
nes y emociones.
g) Según Adela Cortina, los valores son "cualidades que nos
permiten acondicionar el mundo, hacerlo habitable" (Cortina 2000,
32), cualidades que de manera creativa vamos dando cuerpo para
hacer habitable nuestro mundo. La metáfora que pone es la de una
casa que se ha comprado, vacía, a la que tenemos que acondicio-
109
nar. Pero, ¿dónde están las comunidades y sus culturas? ¿Acaso
los valores no están contenidos en ellas? ¿Dónde están las prácti-
cas sociales y las formas de vida que se configuran a partir de
ellas? Como miembros de una sociedad y una cultura, nunca reci-
bimos una casa vacía, la casa ya tiene otros habitantes y cosas den-
tro de ellas. Es en ese vivir con otros dentro de un marco de refe-
rencia que podemos crear nuestro propio espacio y recrear nues-
tro espacio colectivo.
h) Son interesantes los intentos de ligar los valores con las vir-
tudes, como en los casos de Ana López y Carlos Díaz. Dicha rela-
ción abre un ámbito de posibilidades que pueden permitir supe-
rar los problemas de las teorías de los valores. Partamos de la de-
finición de valor que, con cierto tono escolástico, nos ofrece la au-
tora mejicana:
Valor es toda perfección real o posible que procede de la naturaleza y
que se apoya tanto en el ser como en la razón de ser de cada ente.
Esta perfección merece nuestra estima, reconocimiento y agrado.
(López 2000,34)
110
Unidad y pluralidad de los valores
ill
sino requiere de una actitud fundamental, una mente abierta con
la cual podamos percibir el mundo interdependiente, criterio
sistémico que no nos dejará sobrevalorar ni la parte ni el todo sino
la interrelación.
Cuidado e interdependencia nos pueden permitir comprender
los valores ligados entre sí, por lo que la realización de uno de
ellos compromete a los d e m á s , de esa manera se v a enriqueciendo
la v i d a ética de la persona y sacándola de sus espacios aislados
de los d e m á s . L a realización de valores estéticos puede encontrar
plenitud en sus lazos con los d e m á s valores, como la verdad. De
la misma manera, la realización de los valores religiosos puede
pasar por un encuentro con otros valores como la amistad, la au-
tenticidad y la solidaridad. E n otras palabras, el sentido de los v a -
lores requiere devolverlos a sus contextos y a su conexión con los
demás valores, desde los mismos espacios en que se vive. Por ello
estamos de acuerdo con Díaz cuando sostiene que " s i existen v a -
lores, están articulados entre sí" (Díaz 2001, 67). Así pues, entre
un valor absoluto que unifique a todos los valores (como lo fue
Dios como Sumum Bomum) y la fragmentación de los valores sin
n i n g ú n nexo, se pueden encontrar nuevas posibilidades de unifi-
car los valores a partir de la vivencia de su realización.
112
tra sentido a su vida, se siente desamparado y cree que sólo to-
mando una actitud heroica podrá salir adelante de lo contrario
tendría que suicidarse.
La idea de individuo moderno es aquel capaz de entenderse
de manera descontextualizada, sin referencia a los horizontes re-
ligiosos o sociales o naturales. Esa libertad moderna de escapar
de los horizontes del pasado ha dado por resultado la perdida del
sentido de la vida. Como sostiene Taylor;
... el lado oscuro del individualismo supone centrarse en el yo, lo que
aplana y estrecha a la vez nuestras vidas, las empobrece de sentido,
y las hace perder interés por los demás o por la sociedad. (Taylor
1994, 40)
113
Por lo tanto, pensar que si no tenemos un objetivo en nuestra
vida ésta será caótica es un error, eso expresa la falta de cuidado
por nuestra vida misma. E l hombre contemporáneo no encuentra
sentido a su vida y ésta se haya vacía porque no vive intensamen-
te lo que hace sino considera a sus actos como simples medios para
alcanzar algo, para ser alguien, p e r d i é n d o s e la vida. Bien lo dijo
el cantante y músico Lennon, que la v i d a es algo que pasa mien-
tras nosotros estamos planeando vivir. Por buscar objetivos nos
perdemos la vida. ¿Significa eso que no debemos tener objetivos?
No. Sólo significa que los objetivos son diferentes que el sentido
de la vida y que los objetivos no pueden hacer al ser humano fe-
liz. Debido a nuestros objetivos, hemos explotado, perseguido, in-
sultado y matado a nuestro prójimo. Mas bien, descubriendo el
sentido de la vida nuestros objetivos pueden — a su vez— tener
sentido y no causar problemas a la v i d a humana.
114
jerarquías, acepta que su r a z ó n pueda elegir valores que le con-
viene o que le es útil o placentero.
E l presupuesto de toda actitud nihilista es entender al ser hu-
mano como individuo desarraigado de todo contexto comunitario
y cultural. Es el individuo que el liberalismo ha hecho relevante y
para el cual se hacen necesarios valores ideales, para no sumirse
en la plenitud del sin sentido, lo cual es siempre una posibilidad
permanente para el individuo liberal. M á s a ú n , el individuo mo-
derno, porsu condición de ser libre cíe naturaleza y comunidad cul-
tural, requería de entidades semejantes a él. Esas entidades son los
valores ideales, no afectados en su origen por entidades naturales
ni sociales. E l individuo y los valores se requieren mutuamente.
La crisis de valores
115
nes las que les imponen valores a los cuales se hayan sometidos.
Y cuando el individuo elige según sus propios p a r á m e t r o s , la tra-
dición impone sus sanciones. Salir de la crisis de valores requiere
dejar a los individuos elegir sus propios valores, quizá enseñarles
a elegir racionalmente pero nunca a sugerirles los valores que de-
ben seguir, de ese modo lo tratamos como un ser humano adulto y
responsable de su propia existencia.
A este significado podemos hacer la siguiente observación. Hay
que hacer una distinción entre la fuente del valor (si una persona
las crea o las descubre) y la elección del valor. Scheler distinguía
entre preferir y elegir. Se prefieren valores, se eligen acciones. A lo
que p o d r í a m o s añadir que con la preferencia descubrimos valores
socialmente heredados. E s a preferencia puede inclinarnos a elegir
rumbos de acciones. Si el liberal sostiene que la sociedad no per-
mite elegir libremente, por lo que se produce una crisis de valores,
habría que responder que sus elecciones individuales están condi-
cionadas por sus preferencias, con las cuales y a está participando
de la tradición. No querer tener en cuenta a esa comunidad cultu-
ral a la hora de elegir sería un acto arbitrario, sería como no querer
darse cuenta del suelo que uno pisa y por donde camina.
c) Valores no practicados.- L a " crisis de valores" p o d r í a estar ha-
ciendo referencia a personas que teniendo valores no los practi-
can. E s decir, si no se produce el paso del tener al ser, de la adqui-
sición del conocimiento a la interiorización de dicha información,
entonces, su resultado sería superficial. Se puede tener valores
como una información m á s entre otras, pero ello carece de sentido
cuando de lo que se trata es que ellos se realicen.
Sobre este significado, se p o d r í a n hacer dos observaciones. L a
primera es que creo difícil encontrar personas que no practiquen
algún tipo de valor. Se trataría de que ellas no realizan los valores
socialmente aceptados, no siguen los estándares impuestos. Puede
ser que dichas personas sigan valores positivos distintos a los acep-
tados o que sigan valores negativos según el patrón axiológico acep-
tado. L a segunda es que mientras la sociedad se maneje con un
doble discurso, siempre creará sujetos que tengan valores sociales
pero que no los pongan en práctica. Por último, la puesta en prác-
tica de los valores no es problema de los valores (porque ellos tie-
nen carácter ideal) sino de las virtudes, es decir, una teoría de los
valores es coja si no es completada con una teoría de las virtudes.
d) Múltiples patrones valorativos.- L a " crisis de valores" signifi-
ca que no existe un e s t á n d a r valorativo sino múltiples, producién-
116
dose un caos axiológico. Tras la "muerte de Dios", es decir, de la
sociedad con un solo modelo axiológico, hoy sólo encontramos
fragmentos de valores, múltiples valores sin unidad alguna, dis-
tintos e s t á n d a r e s axiológicos sin que ninguno de ellos pretenda
ser el único que tenga un grado superior. Esto puede ser aplicado
tanto para la cultura occidental como para el problema de inco-
municación y conflicto entre las culturas. Desde el punto de vista
de las culturas, eso no t e n d r í a que ser p r o b l e m á t i c o siempre y
cuando se logre llegar a consensos m í n i m o s de respeto mutuo, es-
pecialmente en los ó r d e n e s políticos y económicos. L a diversidad
de culturas y valores no es condición necesaria para la existencia
de la "crisis de valores".
Sin embargo, merece atención especial el politeísmo axiológico
occidental porque es lo que genera dicha crisis, que sostiene que
todos los valores tienen el mismo valor, por lo tanto dejemos que
cada cual elija el suyo. No estoy apostando a un control total de
la sociedad sobre el individuo, sino a ver los presupuestos de di-
cha creencia. U n a vez que estamos involucrados en una actividad,
no todo vale. Escogemos valores que competen a dicha actividad.
L a no-percepción del mundo (contexto interno y externo) es que
nos hace creer que todo los valores valen igual. Pero, ¿tiene que
haber un absoluto? Impuesto por el estado, no. Propuesto por las
culturas, las personas y sus organizaciones, sí. Sin un valor orien-
tador, sin un telos de sentido, sólo nos queda el caos axiológico.
d) Conflictos valores-realidad.- L a "crisis de valores" haría refe-
rencia al conflicto inevitable entre los ideales y la realidad. E s de-
cir, los valores son algo imposible de realizar debido a su misma
naturaleza ideal (sean estos eternos o subjetivos). Siempre estare-
mos en momentos de crisis de valores porque dicho conflicto es
inevitable para nuestra m a d u r a c i ó n como humanos.
Los valores como ideales siempre producirán crisis mientras se
les asuma de manera aislada de los otros factores de la vida huma-
na, como son las prácticas sociales, la historia personal y la tradi-
ción. Lo único que producen los valores descontextualizados es an-
gustia y frustración en el alma de las personas. Tenemos que apren-
der a ver los ideales como formas del ser (no entendido en su forma
material), interrelacionado con culturas, las acciones humanas y las
experiencias de vida. Por eso, toda propuesta de educación en valo-
res que no incluya el trabajo con las virtudes, será deficiente.
Todos estos significados de "crisis moral" participan de dicha
crisis, son diversas manifestaciones del mismo fenómeno. Pero la
117
gravedad y las consecuencias negativas de la crisis pueden redu-
cirse si los valores entran en diálogo con las virtudes y los deberes,
dentro de contextos comunitarios, donde las personas puedan mi-
rar de manera total su existencia y tener un telos orientador.
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no logran articularse en propuestas coherentes. Se ofrecen
múltiples valores para que los individuos elijan lo que me-
jor les acomoda. Así, en el marco de la educación en valo-
res, se cree que el asunto es hacer que el alumno elija libre-
mente los valores de su vida. A l final, el valor central que
se promueve es la libertad individual,
e) Cuando existen propuestas serias de realización se valores,
éstas se confunden con las virtudes. Es decir, la educación
en valores termina confundiéndose con una educación en
virtudes, lo cual no está mal, pero me temo que se está cre-
yendo que son lo mismo, cuando en realidad constituyen
dos tradiciones diferentes. Eso indica que es en la aplica-
ción donde se muestra la necesidad de articular los valores
con las virtudes y los deberes, de lo contrario quedan como
discursos inaplicables y la educación se convierte en una
"pasión inútil".
Bibliografía
119
La ética de la atención
[121]
mática de sus planteamientos. Pero desde un contexto de búsque-
da, ellas son facetas indispensables de la vida ética. He asumido
que ellas pueden encontrar unidad y coherencia desde una vida
atenta, por lo que ella se hace el centro tanto de las virtudes, los
deberes y los valores. Nuestros antecedentes para tal propuesta
son tanto el budismo como las enseñanzas de Krishnamurti, claro
que interpretadas desde el campo de la ética.
122
tinto a la libertad y dignidad modernas, al contexto y la tradición.
La atención, como puente y camino, nos puede dar un sentido nue-
vo a nuestras existencias, tanto para los hombres y mujeres de las
ciudades como del campo.
Pongamos el caso de cuestión de los fines. Para Aristóteles, el
fin supremo no se elige ya que es un deseo natural, sólo se delibe-
ra sobre los medios. Además del bien sustantivo, la sociedad y la
naturaleza se convierten en marcos de la deliberación. Mientras
que para la tradición liberal todo debe ser elegido por el indivi-
duo, fines y medios. El individuo moderno no acepta valores y je-
rarquías objetivas o sustantivas. Los valores, aquellos que forman
mi felicidad, son asuntos que el individuo debe elegir. ¿Cómo pro-
ducir una articulación?
Este tema es interesante. ¿Se eligen los fines? Son elecciones
del individuo, diría un liberal. Por eso Mili no admite que la so-
ciedad obligue a los individuos a seguir sus fines. Veamos el si-
guiente texto:
La sociedad ha empleado tanto esfuerzo en tratar (según sus luces)
de obligar a las gentes a seguir sus nociones respecto de perfección
individual, como en obligarles a seguir las relativas a la perfección
social. (Mili 1984,41)
123
mos, sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que nos lo
impidan nuestros semejantes en tanto que no les perjudiquemos, aun
cuando ellos puedan pensar que nuestra conducta es loca, perversa o
equivocada. (Mili 1984, 41-2)
12'i
de otros, sino de abrir nuestra mente y corazón mediante una mi-
rada directa y compasiva hacia lo que es. Por ello sostenemos que
dicha ética puede fundamentar y resolver los problemas que pre-
sentan las teorías y prácticas de las virtudes y los valores.
Además, como lo ha visto Taylor, la elección no se produce
desde el vacío, sino desde un horizonte de significados previos
que hace inteligible nuestras elecciones. Negar dicho horizonte se-
ría negar que nuestras elecciones tengan importancia. E l indivi-
duo no determina dicho horizonte, sino que es algo dado (natural
o socialmente, podríamos agregar). Lo dado es lo previo, fondo a
partir del cual podemos comprender nuestras existencias. Y al
comprenderlo dialógicamente vamos recreando el horizonte, el cual
se constituirá en el horizonte de nuevo seres humanos. Fusiones
metafísicas, culturales y comunitarias nos van (y vamos) hacien-
do. De ser así, somos co-responsables de lo heredado, de lo pre-
sente y de lo venidero. Nos encontramos en lazos de solidaridad
que nos pueden permitir evaluar nuestras decisiones personales.
Todavía son pocos los intentos que se están haciendo para articu-
lar virtudes, deberes y valores. Sigue siendo más cómodo defen-
der sólo uno de esas teorías. Sin embargo, existe una sería tenden-
cia hacia esa dirección. Veamos uno de esos intentos hecho por el
filósofo español Carlos Díaz:
Tiene el ser humano tres vértices: el valor, que es la d i m e n s i ó n objeti-
va de la moralidad; el deber, que es la respuesta subjetiva a ese valor;
y finalmente, si logro responder bien, obtengo la virtud. E l resultado
es un carácter moral. E n efecto, el valor captado despierta en mí el
sentimiento del deber; si ejerzo bien el deber, realizo una acción vir-
tuosa. L a virtud es un valor que se ha hecho vida en nosotros. L a
virtud es un hábito de excelencia o perfección. (Díaz 2001, 109)
125
V i d a ética
Contexto de c o m u n i d a d m o r a l
126
revisa dichos elementos propuestos, coherencia, deficiencias, po-
tencialidades, que con la práctica v a n constituyendo nuestra v i d a
ética. Así, laphrónesis forma parte importante de ella.
A d e m á s , dicho contexto de comunidad cultural nos da razo-
nes, es decir, una narración sobre dios, mundo y hombre, en algu-
nos casos dichas narraciones s e r á n m á s míticas y en otras m á s
científicas. E s en esos significados compartidos que subyacen
nuestras virtudes, deberes y valores, y ahí es donde la vida atenta
tiene que realizarse y nutrir de sentido a la v i d a ética.
La ética de la atención
127
prácticas sociales actuales. ¿Por q u é no incluir a la atención como
clave de nuestras teorías y prácticas éticas, así como de las nue-
vas propuestas educativas?
Desde la filosofía contemporánea, hay dos éticas que también
valoran la mirada, la atención y el cuidado, como son la ética de
la alteridad de Levinas y la ética del cuidado. Pienso que lo fun-
damental de la ética de la atentividad es la atención a lo que es,
que podemos desagregar en tres aspectos;
Ésta es una virtud digna de ser cultivada, que puede unificar las
virtudes y encontrar puentes entre deberes y valores. ¿Cómo? Como
diría un monje zen: "Escuchas el arroyo?. A h í está la puerta".
128
Bibliografía
129
f
[131]
metas y proyectos de vida, pero sin preocuparse por encontrar y
potenciar valores que comparten con los demás. La moral pasa a
ser un asunto subjetivo y privado.
Consiste el politeísmo axiológico en creer que las cuestiones de valo-
res, y por supuesto las cuestiones de valores morales, son "muy sub-
jetivas", que en el ámbito de los valores cada persona elige una jerar-
quía de valores u otros, pero la elige por una especie de fe o corazo-
nada. (Cortina 2000, 43)
Por eso, el presunto postmoderno opta más bien por rebajar las posi-
bles exigencias racionales, diciendo sencillamente que no hay funda-
mento alguno para lo moral en la razón, y que quien otra cosa defien-
da, es un cavernícola...(Cortina 2000, 43)
132
c) Pluralismo: Existencia de diferentes códigos morales, los cua-
les aceptan elementos comunes de convivencia. Este modo de en-
tender la moral hace que las personas se sientan comprometidas
a descubrir valores compartidos y a crear con otros un mundo mo-
ral. Eso hace que el pluralismo moral no sea confundido con el
politeísmo subjetivista o como dice Cortina "incompatible con el
subjetivismo moral". Este pluralismo postula unos mínimos com-
partidos, que se han hecho especialmente importantes en las so-
ciedades modernas multiculturales. A l respecto dice Gómez-Hera:
En nuestra cultura, plural en creencias y diversificada en conviccio-
nes, ha dejado de existir —ignoro si para bien o para mal— un siste-
ma de valores umversalmente compartido y un código de conducta
unánimemente aceptado. La ciudadanía actual profesa, por el con-
trario, un pluralismo moral que se corresponde con el pluralismo de
ideas, valores y creencias, característico de nuestra situación históri-
ca. (Gómez-Hera 2002, 286)
Ética de máximos
133
nes. En general, estas éticas consideran que la vida humana tiene
una finalidad que es su plenitud, vivir bien y hacer el bien. En
palabras de Cortina:
Las éticas de la felicidad... intentan ofrecer ideales de vida buena, en
los que el conjunto de bienes de que los hombres podemos gozar se
presentan jerarquizad amenté como para producir la mayor felicidad
posible. Son, por tanto, éticas de máximos que aconsejan seguir su
modelo, nos invitan a tomarlo como orientación de la conducta, pero
no pueden exigir que se sigan, porque la felicidad es cosa de consejo
e invitación, no de exigencia. (Cortina y Martínez 1998, 117-118)
13';
esos máximos en nuestra sociedad? ¿Conviven pacíficamente, son
armónicos, o son conflictivos, o se los ignora? Y si no es posible
esa convivencia pacífica, donde el encuentro con el otro sea enri-
quecedor, ¿tendremos que recurrir a una ética de mínimos?
Etica de mínimos
135
constituciones políticas así como en otras normas jurídicas, c)
También se manifiestan estas ética mínimas en la búsqueda de una
ética universal, válida para todos los seres humanos. Ahí están
las declaraciones internacionales sobre los derechos humanos, en-
tre otras. Por eso se sostiene que son mínimos transculturales. En
palabras de Cortina:
Las éticas de la justicia o éticas de mínimos se ocupan únicamente
de la dimensión universalizable del fenómeno moral, es decir, de aque-
llos deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser racional y
que, en definitiva, sólo componen unas exigencias mínimas. (Cortina
y Martínez 1998, 117)
136
Sin embargo, ¿quién requiere los mínimos? L a exigencia de
unos mínimos vendría de dos lados. Por un lado, del individuo
que requiere que su libertad, su modo de vida y elecciones perso-
nales sean respetadas, aunque no sean compartidas por la comu-
nidad en la que vive. Por otro lado, de las comunidades culturales
que requieren de dichos mínimos para salvaguardar sus formas
de vida y tradiciones, que no son compartidas por otras comuni-
dades culturales. En cualquier caso, esos mínimos permiten res-
petar comunidades con diferentes propuestas de máximos y des-
de ahí una convivencia justa.
Esta ética nos sugiere distintas preguntas: ¿sobre qué se sus-
tentan estos mínimos? ¿Son esos mínimos normas morales, valo-
res o simplemente leyes jurídicas o deben ser las tres cosas? ¿Cuá-
les son esos mínimos en nuestra sociedad peruana multicultural?
¿Cómo llegar a esa ética mínima? ¿O tendremos que aceptar los
valores compartidos en la cultura occidental? Hasta el momento,
nuestros mínimos morales y jurídicos están en la constitución pe-
ruana, que adopta la Declaración Universal de los Derechos Hu-
manos, así como otras declaraciones internacionales. Pero, ¿nos
sentimos reconocidos todos los peruanos? Y ¿es la denominada
carta magna puesta en práctica en los distintos sectores sociales
como en las instituciones políticas? ¿Qué se requiere para que esos
mínimos no sean simples aspiraciones humanas, sino experien-
cias de vida?
131
posible esta ética en sociedades axiológicamente monoteístas
ni en sociedades politeístas. E l pluralismo adquiere sentido ético
cuando se constituye en ambiente adecuado para la expresión de
la libertad, reconociendo el "derecho al error" y no aceptando que
la verdad se imponga sobre la libertad. Además, el pluralismo es
el modo más propicio para la búsqueda de la verdad (Etxeberria
2002, 140). Por último, el pluralismo es "el marco más adecuado
para reconocer la igualdad entre los diversos grupos ideológicos
y etnoidentitarios" (Etxeberria 2002,140).
La ética civil supone, además, la separación entre privado y
público, entre hombre y ciudadano (Etxeberria 2002,140), entre el
hombre que tiene un ideal de felicidad personal y el ciudadano
que se orienta por normas universales de justicia, condiciones de
la convivencia social. Etxeberria considera que si bien dicha dis-
tinción aporta mayor libertad, tiene tres dificultades. L a primera
es que dicha distinción puede tener una "función ideológico-en-
cubridora", como cuando se pensó que la actividad de la mujer
era la esfera privada. La otra dificultad es que la distinción priva-
do/ público también puede tener una función ideo lógico-encubri-
dora del orden social injusto al omitir las condiciones materiales
y psíquicas básicas en el "proyecto de autorrealización". Sostiene
el filósofo español:
138
socialmente, pero que no pueden obligar a otros a aceptar un ideal
de felicidad, salvo invitarlos a ella. Que la búsqueda dialogada de
normas justas no se reduce a elaborar leyes políticas, por lo que no
puede dejar que los políticos decidan todo. Esta ética cívica requie-
re también una educación, donde reconozca la dignidad humana,
su compromiso dialógico en la construcción de un mundo huma-
no y saber sostener sus convicciones racionalmente evitando el fa-
natismo. En esa misma dirección encontramos a Mili, para quien la
educación era importante para el cultivo de las "virtudes persona-
les" (ética de máximos) como para el "bienestar general" (ética de
mínimos). Lo cierto es que se hace necesario una articulación, de lo
contrario la distinción y la separación serían contraproducentes.
Cortina se da cuenta que plantear así las cosas puede dar un cier-
to panorama claro, pero en las prácticas sociales contemporáneas
hay una mezcla desordenada de ambas éticas, por lo que se re-
quiere criterios para articularlos. Propone cuatro articulaciones
(1998b, 120) a las que agregamos nuestros comentarios, añadien-
do los de otros autores:
a) "No absorción por parte de uno de ellos". Visto desde los
máximos, evitaría que las sociedades sólo se preocupen de míni-
mos axiológicos y no promuevan una vida buena. Una sociedad
que sólo esté interesada en vigilar los mínimos axiológicos fomen-
taría un individualismo que atentaría contraías posibilidades mis-
mas de la existencia de los mínimos. Las mismas sociedades libe-
rales fomentan subrepticiamente unos máximos, una propuesta de
plenitud personal, pero al no hacerlo explícito desorganizan la co-
munidad cultural que las alimenta.
Visto desde los mínimos, esa articulación no permitiría que so-
ciedades bajo un monismo axiológico sean intolerantes frente a
proyectos y elecciones individuales. Sin embargo, históricamente
las comunidades culturales nunca cerraron completamente las po-
sibilidades de creación individual. El horizonte cultural era la con-
dición de posibilidad de la creatividad, claro ejemplo lo constitu-
ye la obra de arte dentro de un pueblo. E l asunto es que el capita-
lismo rompió todos los lazos sociales y económicos para tener in-
dividuos libres dispuestos a ser absorbidos por el mercado labo-
ral. Eso va parejo a la exigencia del individuo moderno de poder
139
elegir un plan de vida y un marco axiológico distinto al de su co-
munidad. Y esa exigencia occidental y moderna, ¿la podemos pro-
poner a las demás comunidades culturales?
b) "Los mínimos se alimentan de los máximos" (Cortina)o "las
éticas de máximos pueden alimentar la ética civil" (Etxeberria). Los
máximos pueden brindar criterios para la fundamentación de di-
chos mínimos y proveer de contenido a la ética civil. Por ejemplo,
la dignidad de la persona (que es un mínimo moral) puede ser in-
terpretada desde distintos marcos culturales. De ese modo, los mí-
nimos formales se llenan de contenidos culturales, superando los
emotivismos irracionales. Cada cultura generalmente tiene razo-
nes tradicionales que puede dar fundamentos a los mínimos
axiológicos. De no existir dicha fundamentación —por ejemplo,
algunas culturas no tienen razones tradicionales para defender la
dignidad del ser humano—, permitiría que las comunidades pien-
sen sobre sus propias razones para sus mínimos y de ese modo
enriquecer las tradiciones.
c) "Los máximos deben purificarse desde los mínimos" (Corti-
na) o las éticas de máximos "deben dejarse criticar e interpelar por
las exigencias de la ética civil" (Etxeberria). Existen culturas que
contienen tradiciones que atontan contra la autonomía y la liber-
tad de los individuos, por lo que a la luz de los mínimos deben
ser revisadas. Ello no significa promover "individuos soberanos"
descontextualizados, sino que se trata de pensar una autonomía
contextualizada, donde se articule la responsabilidad del sujeto
de asumir su vida con la conciencia de estar en un contexto co-
munitario y cultural determinado, el cual le propone fines y me-
dios, proyectos y estilos de vida, que tienen que ser interpretados
d¡alógicamente. L a comunidad cultural no puede proponer un
marco axiológico que mecánicamente debe ser realizado, de ser así
la cultura habría entrado en un estado de monotonía perjudicial.
d) "Evitar la separación de máximos y mínimos". Este criterio
nos permite ver la inevitable interrelación entre máximos y míni-
mos, la cual permitiría enriquecer ambas propuestas. En otras pa-
labras, no podemos sostener criterios de justicia pensando que
nada tienen que ver con criterios del bien y la felicidad. Ambos,
la justicia y el bien, son dimensiones imprescindibles de la vida
ética. En palabras de Cortina:
Obviamente, resulta imposible diseñar un modelo y unas normas de
justicia sin tener como trasfondo la idea de qué es lo que los hombres
140
tenemos por bueno, en qué nos parece que puede consistir la felici-
dad... no nos parece, por tanto, que el ideal de vida buena de una
sociedad pueda realizarse sin atender a unos mínimos de justicia. (Cor-
tina 2000,53)
¿Cómo obtenerlos m í n i m o s ?
... una nación que apueste por la diversidad cultural debe crear un
sentido de nación como una comunidad cívica que se arraigue en
valores que todos comparten y que esté libre de un engañoso sentido
de superioridad o exclusividad. (Comisión Mundial de Cultura y
Desarrollo 1997, 31-32)
141
Sin embargo, ¿cómo obtener esos m í n i m o s en sociedades
multiculturales para crear dicha "comunidad cívica"? ¿Quién y
sobre q u é se fundamentan esos "valores vinculantes"? Ese es el
"primer problema de fondo" (Gómez-Hera) que debemos resolver.
¿Por opinión de la mayoría? Eso y a excluye a las minorías cultu-
rales, las cuales tendrían que someterse a los dictados de una ma-
yoría no siempre dispuesta a escucharlos. ¿Hacer participar a las
diferentes culturas y mediante el diálogo reconocer los mínimos?
¿Simple decisión de los políticos de turno? ¿Decisión de los inte-
lectuales? ¿Por el consenso cultural actual? ¿O por la participa-
ción de la sociedad civil?
E l antecedente de una b ú s q u e d a de m í n i m o s trascul tu rales
puede encontrarse en el estoicismo, que tuvo que enfrentarse acon-
textos sociales semejantes a los nuestros. E l estoicismo aparece con
la decadencia de la polis griega y tiene su esplendor con el auge
del imperio romano, que había unido con violencia distintas tra-
diciones culturales bajo un orden económico, político y militar. E n
ese contexto, los estoicos sostienen que el hombre sabio no tiene
patria, todo el mundo es su patria. ¿Pudo haberlo sostenido un
hebreo de aquellos tiempos? No. A pesar de que podemos encon-
trar sacerdotes aliados al poder romano, en general hay u n a
autoafirmación del judaismo, que inspiraron a movimientos rebel-
des dentro de la antigua Palestina. Los pueblos no romanos sólo
quieren vivir sin dominio. ¿No será algo semejante lo que ocurre
hoy? Desde los países del primer mundo se proponen éticas de
mínimos, sin tener en cuenta que de hecho y a estamos dentro de
un dominio cultural de Occidente. Quizá, como antaño los pue-
blos con otras tradiciones culturales, como el Islam, no quieren do-
minio cultural sino libertad para desplegar su riqueza cultural. Así,
los grupos extremistas serían hijos del dominio violento de una
cultura, m á s que de la irracionalidad de las tradiciones.
Y ¿de d ó n d e sacaban los estoicos esos mínimos? Pues de toda
una visión del mundo y de la vida. Ellos consideraban que h a b í a
una Razón universal y divina que dirigía todo, por lo que el hom-
bre sabio debe v i v i r de acuerdo a dicha razón. E s decir, era una
razón impersonal sostenida a partir de una metafísica. Esto tam-
bién nos dice algo para la propuesta de m í n i m o s de nuestros días.
¿De d ó n d e quieren secarse los m í n i m o s hoy? Pues de una razón
universal, impersonal, no sometida a las limitaciones de las reali-
dades sociales. Dicha razón es la que está en cada hombre y lo
142
que lo constituye como persona con dignidad. Así, los mínimos
son planteados a partir de la asunción de la dignidad de la perso-
na, entendida ésta como ser racional. Veamos lo que nos dice
Gómez-Hera al respecto;
Y esa base o fundamento de una "ética de mínimos",... no puede ser
otro que el mismo hombre, descubierto, en terminología kantiana, como
ser racional, persona moral, fin en sí mismo, digno de aprecio siem-
pre y nunca de precio. (Gómez-Hera 2002, 293)
143
Los mínimos occidentales
L a c u l t u r a o c c i d e n t a l a t r a v é s de s u h i s t o r i a h a ido h a c i e n d o rele-
v a n t e d i s t i n t o s v a l o r e s , pero d e s d e l a m o d e r n i d a d se h a n hecho
relevantes especialmente tres: libertad, i g u a l d a d y f r a t e r n i d a d . Pero
s e r í a e q u i v o c a d o p e n s a r que ellos h a n tenido d e f i n i c i o n e s p r e c i -
sas. E s t a p l u r a l i d a d de d e f i n i c i o n e s h a p e r m i t i d o e l a b o r a r d i s t i n -
tas p r o p u e s t a s é t i c a s y p o l í t i c a s .
La libertad.- S i n d u d a , es el v a l o r p r e d o m i n a n t e en l a c u l t u r a
o c c i d e n t a l , a u n q u e en l a h i s t o r i a de O c c i d e n t e no h a tenido u n
único significado. A q u í t a m b i é n seguiremos las líneas trazadas por
C o r t i n a , pero c o n nuestro propio d e s a r r o l l o . P o r lo m e n o s s o n tres
los s i g n i f i c a d o s p o s i b l e s :
a) Participación ( L i b e r t a d p o s i t i v a ) . P a r t i c i p a c i ó n en los a s u n -
tos p ú b l i c o s . P o r e j e m p l o , r e a l i z a d a en l a s sociedades griegas a n -
tiguas y en l a s s o c i e d a d e s m o d e r n a s . L o s c i u d a d a n o s p u e d e n par-
t i c i p a r m á s de los a s u n t o s p ú b l i c o s , pero m u c h a s v e c e s se v e n l i -
m i t a d o s p o r los tipos de d e m o c r a c i a r e p r e s e n t a t i v a . E s t e concepto
de libertad como p a r t i c i p a c i ó n es l a que estuvo d e t r á s de l a s de-
m o c r a c i a s p a r l a m e n t a r i a s , que h o y e s t á siendo r e v i s a d a p a r a d a r
m a y o r p a r t i c i p a c i ó n a los c i u d a d a n o s e n d i s t i n t a s i n s t a n c i a s de
d e c i s i ó n en a s u n t o s que a f e c t a n a s u s intereses. A s í , l a s o c i e d a d
c i v i l o r g a n i z a d a en i n s t i t u c i o n e s de c o n s u m i d o r e s , de d e r e c h o s
h u m a n o s , e c o l ó g i c a s , etc., c o m i e n z a a d a r u n a n u e v a v i t a l i d a d a
l a l i b e r t a d como p a r t i c i p a c i ó n s o c i a l y p o l í t i c a , tanto en los a s u n -
tos d e l E s t a d o , como en los gobiernos regionales. E s necesario for-
talecer l a s o c i e d a d c i v i l p a r a que el espacio p ú b l i c o no s e a d o m i -
nado p o r el p o d e r e c o n ó m i c o n i el p o d e r p o l í t i c o , con s u s f r e c u e n -
tes c o n s e c u e n c i a s y a c o n o c i d a s .
b) No interferencia ( L i b e r t a d n e g a t i v a ) . E s l a libertad de o r i g e n
moderno y liberal, e n t e n d i d a como libertad de, l a c u a l b u s c a s e n -
tirse i n d e p e n d i e n t e p a r a r e a l i z a r s u s p r o p i a s elecciones i n d i v i d u a -
les. L i b e r t a d e s i n d i v i d u a l e s que el E s t a d o debe g a r a n t i z a r a t r a v é s
de m í n i m o s , pero en los cuales no debe entrometerse. Socialmente,
eso h a p e r m i t i d o e r r ó n e a m e n t e que los a s u n t o s p o l í t i c o s s e a n con-
siderados como diferentes de l a d i m e n s i ó n m o r a l , r e l e g á n d o l a a l
plano i n d i v i d u a l . D e c í a M i l i que sobre s u cuerpo y s u m e n t e el i n -
d i v i d u o es soberano. A s í , entender l a l i b e r t a d como no i n t e r f e r e n -
c i a h a c e q u e los i n d i v i d u o s m o d e r n o s c a d a v e z s i e n t a n m e n o s
atracciones p o r los asuntos p ú b l i c o s y el b i e n c o m ú n , a no ser que
sea visto como un negocio más. No requerimos eliminar la libertad
negativa, sino que ella sea la otra dimensión de la libertad, espe-
cialmente la que hace frente a la arbitrariedad del poder político.
c) Autonomía (Kant). Capacidad de dirigir por sí mismo su
vida, de auto legislarse racionalmente. Así, para Kant no existe
oposición entre libertad y deber sino que una "voluntad libre y
voluntad bajo leyes morales es la misma cosa" (Kant 1973, 136).
A l respecto dice Gómez-Hera;
145
b) Universal: s o l i d a r i d a d c o n todos los seres h u m a n o s p o r i n -
t e r é s en ellos m i s m o s . A y u d a a l a s p e r s o n a s d a m n i f i c a d a s p o r de-
sastres n a t u r a l e s , h e r m a n o s d e l s u r , a y u d a a l T e r c e r M u n d o , los
m é d i c o s s i n f r o n t e r a s , etc.
L o s actos de s o l i d a r i d a d nos c o h e s i o n a n m á s como g r u p o h u -
m a n o (como h u m a n i d a d , n a c i ó n o g r u p o é t n i c o ) y t a m b i é n c r e a
u n a sensibilidad personal necesaria p a r a enfrentar situaciones di-
f í c i l e s . C l a r o que t a m b i é n es u n recurso de n u e s t r a c o n s t i t u c i ó n
n a t u r a l y s o c i a l p a r a l a s o b r e v i v e n c i a como especie. ¿ C ó m o des-
p e r t a r l a s o l i d a r i d a d ? M i e n t r a s q u e l a l i b e r t a d n e g a t i v a s o n ex-
p r e s i o n e s d e l i n d i v i d u o y los actos de j u s t i c i a s u e l e n tener u n so-
porte l e g a l , l a f r a t e r n i d a d no. L a f r a t e r n i d a d o s o l i d a r i d a d enten-
d i d a como r e s u l t a d o de l a v i d a atenta p u e d e ser l a que a r t i c u l e l a
libertad c o n l a j u s t i c i a , a d e m á s que es e l l a l a que e x p r e s a m e j o r
nuestra calidad humana.
Observaciones finales
146
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147
Nihilismo y ética
Nihilismo y Dios
[149]
critos. Así, la risa de los dioses es porque saben que no puede existir
un solo Dios, sino dioses. L a modernidad completará el proceso,
le quitará a Dios su divinidad y se la entregará al propio hombre.
Sin embargo, en el siglo X X , el hombre también ha muerto, encon-
trándose con la nada. Dioses, Dios, Hombre y Nada. De allí que
sólo en Occidente pudo haberse dado el nihilismo.
Este Dios único separado ontológicamente de su creación es
una de las fuentes del nihilismo. Pues si los pensadores cristia-
nos hubiesen identificado de alguna forma a Dios con su creación,
entonces quizá no hubiera terminado destronado. E l relato bíblico
nos habla de un Dios que con la palabra crea (Dios dijo), porque
él es palabra creadora, Verbo divino. Ese verbo se convertirá con
el pensamiento griego en un verbo racional. E n el segundo relato
de la creación, es el hombre el que, a imagen y semejanza de Dios,
da nombre a las cosas de la naturaleza. Sin embargo, no aparece
un nexo ontológico entre Dios y la creación, sólo la idea de crea-
ción, palabra, cuidado, bondad de lo hecho, etc. ¿ Q u i z á porque
los autores no tenían una intención filosófica sino de inculcar una
actitud? E s muy posible. Lo cierto es que el pensamiento teológico
(mezcla de ideas griegas y judeocristianas) no encontrará justifi-
cación para producir ese nexo sustancial vital, ontológico.
Nihilismo y lo absoluto
150
nir universal. Eso también era representado con la danza del Dios
hindú Shiva que al bailar crea, conserva y destruye el universo.
Sin embargo, hoy los opuestos en el corazón del hombre (del hom-
bre sin Dios diría Pascal) no tienen una síntesis en lo absoluto,
por lo que termina con la vida del hombre mismo. El hombre se ve
a sí mismo como una lucha permanente, un conflicto sin solución.
Dios absoluto no quiere decir Dios único. Lo absoluto es lo ab-
suelto de condicionamientos, cuya naturaleza no le impide partici-
par, intervenir, jugar, manifestarse en el devenir, Por eso, puede dis-
tinguirse entre la divinidad y dios, entre aquel fundamento absolu-
to incognoscible y las formas condicionadas de entender a Dios. Vis-
to positivamente, el nihilismo ha permitido desmitificar una forma
histórica de concebir a Dios que quería pasar como la forma defini-
tiva y única de entenderlo. El gran peligro es que crea haber disuel-
to la necesidad de lo absoluto, lo cual sería una gran mentira. Ni el
que se considera posmoderno puede deshacerse del absoluto: su
propia experiencia, algún valor particular, una meta que lo mantie-
ne vivo, etc. No entender que el hombre no sólo aspira sino es soste-
nido por lo absoluto es que puede producir hombres cínicos que
viven bajo la consigna "todo vale". Y sin duda, el sistema cultural
decadente requiere y reproduce este tipo de personas.
El nihilismo se hizo cultura con la época moderna y fue Nietzsche
quien nos hizo ser conscientes de ello. En este pensador, el nihi-
lismo tiene dos formas: a) La pérdida de sentido, de fe, de las gran-
des categorías de occidente, la idea de "fin", " unidad", "ser" ^ver-
dad" , "Dios". Eso es lo que hemos sostenido con la muerte de una
forma histórica de ver a Dios que se impuso como definitiva, b) Como
consecuencia de lo anterior, la vida humana, la existencia, pierde
sentido. ¿Por qué tenía que derivar en eso? No encuentro otra ra-
zón sino en la racionalización de la cultura occidental europea.
El cansancio de los intelectuales europeos de seguir pensando en
función de absolutos arrastró a otros niveles sociales hacia esa ne-
blina sin sentido. El nihilismo pasó de ser intelectual a ser nihilis-
mo vital (antivital sería mejor).
151
El hombre genérico, la humanidad, deja de ser importante para
el hombre y con ello todo proyecto colectivo, todo ideal, deja de
tener sentido. ¿Por qué? Porque el humanismo, consecuencia del
pensamiento teológico cristiano, había querido encontrar la razón
de ser del hombre en un Dios trascendente que justamente le qui-
taba el sentido. E l era el sentido. Por eso, el humanismo no religio-
so tiende siempre al fracaso. Con Dios y sin él, el hombre moder-
no ha perdido la b r ú j u l a , en tanto no ha sabido distinguir el senti-
do de lo absoluto y la concepción de lo absoluto. Nietzsche mis-
mo teóricamente los c o n f u n d i ó , porque sabiendo de la necesidad
vital de un absoluto, propone una idea de superhombre que sólo
algunos a l c a n z a r á n . R e e m p l a z ó un concepto de Dios por otro,
cuando lo m á s consecuente con su pensamiento hubiese sido re-
novar el sentido d é l o absoluto.
Nihilismo y vida
152
un r e l á m p a g o en una nube de verano;
una llama vacilante, u n a sombra y un s u e ñ o .
153
de v i d a d i f e r e n t e , u n a v i d a p l e n i f i c a d a . E l B u d d h a S a k y a m u n i
n u n c a d e f i n i ó e\Niruana porque p r e f e r í a una a p r o x i m a c i ó n desde
l a c o m p r e n s i ó n de n u e s t r a c o n d i c i ó n f e n o m é n i c a ; e l p e r c i b i r las
c o s a s t a l c o m o s o n (yathabhutham), l a v i s i ó n c a b a l de l a s c o s a s
(vipassana), son los factores que l i b e r a n a l h o m b r e de l a i g n o r a n -
c i a . L a m e t a no e s t á f u e r a de lo c o t i d i a n o . A lo m e j o r p o r eso
N i e t z s c h e e s c r i b i ó que " E l b u d i s m o no es u n a r e l i g i ó n en que me-
r a m e n t e se a s p i r e a l a p e r f e c c i ó n ; lo perfecto es el caso n o r m a l "
(Anticristo, n.° 21).
L o que quiero sostener es que N i e t z s c h e no e n t e n d i ó a d i c h a s
t r a d i c i o n e s d e s d e s u s m a r c o s p r i m i g e n i o s , sino d e s d e s u s desa-
r r o l l o s posteriores. D e lo contrario hubiese entendido que s u s pro-
p u e s t a s de " m á s a l l á " en r e a l i d a d e r a n de u n " m á s a c á " . Y es q u e
en a m b o s casos, h a y l a f i r m e c o n v i c c i ó n de e n t e n d e r ( p a r a d e c i r l o
al modo de M a c l n t y r e ) a l h o m b r e no sólo tal-y-como-es sino t a m -
bién tal-y-como-podría-ser-si-realizara-su-naturaleza-esencial. Y
ese telos es el que d a sentido a c a d a m o m e n t o , a l presente. E n tér-
m i n o s r e l i g i o s o s , lo p r o f a n o a d q u i e r e sentido en l a p r e s e n c i a de
lo sagrado. Frente a eso, el h o m b r e que p r o m u e v e el n i h i l i s m o es
incoherente, s u p e r f i c i a l , p r e s e n t i s t a , i n d i v i d u o que d e s p e r d i c i a l a
v i d a , d o n d e el ser se h a d e s v a n e c i d o y g o z a en el s i n s e n t i d o .
Nihilismo y finitud
154
(González: 1993, 167). Así, el nihilismo posmoderno tiene una ex-
periencia trágico-cómica de la finitud, de la nada, de lo contingente,
de lo efímero. No es la serena contemplación budista de la
impermanencia de las cosas, serenidad budista que hasta hace sur-
gir una suave sonrisa en los labios de los budas. Y es que esa ex-
periencia budista de la impermanencia también significaba la ex-
periencia de la plenitud, del nirvana.
Así, la nada pasa a ser el nuevo absoluto; la nada como vérti-
go y disolución. Lo absoluto de algunos posmodernos es la nada.
La nada tanto metafísica como existencial. Escapando de lo abso-
luto caen en garras de otro absoluto, pero uno que nos desgarra,
nos fragmenta, nos angustia, nos mata. Ese es el hombre que ya
Pascal veía. El observaba al ser humano como una lucha de opues-
tos que no tiene solución, contradicciones que hacen la vida hu-
mana una tragedia constante;
No somos m á s que mentira, duplicidad, contrariedad, y nos oculta-
mos y nos fingimos a nosotros mismos. (Pensamientos, n° 187).
155
sido influenciados por ella), donde ningún valor humano tiene
sentido, y el alma occidental se encuentra en esa misma situación
que nos narraba San Juan de la Cruz. Pero, mientras el místico es-
pañol asumía la noche oscura, el hombre occidental no asume el
nihilismo, huye de él y busca seguridad en religiones, ideologías,
creencias, hasta en la propia nada, sin terminar de comprender
que tampoco ahí existe la seguridad tan anhelada. Ni el profeta
del nihilismo, Nietzsche, quiso asumir el nihilismo porque buscó
la seguridad en una nueva idea; "el superhombre". Frente ala "vo-
luntad de nada" resaltó la "voluntad de vivir", para ello requería
de una fe en una nueva idea; el superhombre. Y esa fe convirtió la
"voluntad de vivir" en "voluntad de poder". Y con ello la volun-
tad de poder se convirtió en una nueva expresión del nihilismo
occidental. Así Nietzsche también se convirtió en un decadente
porque creó un fin fuera de la vida misma. Asumir el nihilismo es
asumir los límites del lenguaje y convertir a la vida un movimien-
to de búsqueda antes que de fijación de ideales.
El hombre moderno negó un sentido natural de la vida y se
propuso darle uno nuevo: humanizar al mundo. Por eso disoció
naturaleza y moral, y reclamó una ética autónoma. Pero hoy po-
demos ver que todos los medios que hemos buscado para tener
sentido y seguridad también han fracasado. Hemos producido un
mundo inseguro, violento, injusto, dividido, con nuestros grupos
ideológicos, religiosos, de intereses económicos, político-militares,
ete. Y así creamos más confusión y desorden en el mundo en que
vivimos. Todo movimiento que trata de salir del nihilismo es des-
pués de todo expresión del mismo nihilismo.
¿Existe una salida?. Se cree que una salida es volver a cual-
quier grupo que nos ofrezca un sentido a nuestra vida, y en el mer-
cado de ideologías y creencias hay para todos los gustos y necesi-
dades. Esto supone generalmente no considerar el proceso cultu-
ral ni la vida humana como un movimiento de búsqueda El retor-
no a los modelos tradicionales—como si fueran patrones inmuta-
bles—, contra los que precisamente reaccionó la cultura moderna,
sólo nos pueden consolar pero no resuelven el movimiento de la
cultura moderna. Y hay expresiones que nos hacen pensar que el
retorno a los modelos tradicionales idealizados puede crear más
confusión al mundo moderno.
¿Entonces en qué consiste la salida? La salida consiste en no
salir, lo cual no significa ensimismarse o volver a una actitud es-
156
piritualista. Tendremos que asumir el nihilismo y comenzar a aten-
der lo que somos. Asumir el nihilismo significa no aceptar o re-
chazar el nihilismo, sino ver que todo lo que hemos creado (dio-
ses, ideologías, creencias, etc.) para que nos den sentido y seguri-
dad no nos lo han dado. Y no lo han dado porque hemos creído
encontrar seguridad en el pensamiento (que crea sentido y da se-
guridad). Pero el pensamiento se ha convertido en un proceso l i -
mitado, fragmentado y egocéntrico. Por lo tanto, el pensamiento
que ha arrojado frutos en el ámbito científico-tecnológico no pue-
de dar sentido a la v i d a humana. L a certeza cartesiana del ego
cogito ha producido el nihilismo. Decía Pascal que la " ú n i c a cosa
que nos consuela de nuestras miserias es la diversión y, sin em-
bargo, es la mayor de nuestras miserias. Porque es esa la que nos
impide principalmente pensar en nosotros mismos, y que hace per-
der insensiblemente" (Pensamientos, n.° 217). Y el pensamiento que
Pascal consideraba la grandeza del hombre (Pensamientos, n.° 257)
se ha convertido en la peor de nuestras miserias porque no nos
permite vernos tal como somos. Parafraseando a Pascal, diríamos
que el pensamiento es la grandeza del hombre, pero también la
mayor de nuestras miserias.
157
en el Bhagauad Gita, lo absoluto toma múltiples formas, adaptables
a la percepción humana.
158
¿Quién hace la pregunta?
159
alguien en la vida, lo cual no contradice el conformismo y la indi-
ferencia sino que los supone y los necesita. Si estamos satisfechos
con lo que pensamos, sentimos y hacemos (que es generalmente lo
que otros quieren que pensemos, sintamos y actuemos), si vivimos
tranquilos con nuestros esquemas y falsas seguridades, eso nos
puede permitir alcanzar lo que queremos, nuestra imagen de lo
que debemos ser. Pero eso significa una huida de nosotros mis-
mos. Ser indiferentes y conformamos con la destrucción sistemáti-
ca del planeta, de grupos humanos y de animales, con la explota-
ción de los sentidos, con los ídolos, el autoritarismo y el sin senti-
do de la forma de vida contemporánea. La indiferencia nos permi-
te huir tranquilamente no sólo del mundo sino también de noso-
tros mismos. Sin embargo, el mundo no es un ente, una cosa, un
lugar diferente de la vida de cada uno de nosotros. El mundo es lo
que estamos haciendo de él. Por ello, no comprenderse a sí mismo
es no comprender el mundo. La vida individual no está separada
del mundo, creer eso es tener una visión fragmentada del mundo.
b) "¿Por qué debo ser moral?", "¿por qué no se puede vivir
como uno quiere?". L a mente egocéntrica y cansada de tanta in-
formación, de tanta racionalización e historia, sólo reacciona bus-
cando protección, seguridad, evitando ser destruida. Por eso, al
preguntar "¿por qué debo ser moral?" muchas veces no es para
buscar razones o motivos para actuar sino como reacción del es-
tado de conformismo e indiferencia que ahora trae la corriente
neoliberal y posmoderna.
Con el conformismo nos hemos habituado al estado de cosas
que hemos heredado (patrones de conducta, pensamientos y senti-
mientos), desilusionados de todas las grandes utopías que prome-
tieron cambiar el mundo han fracasado. "¿Por qué querer cambiar
el mundo?. Dejemos las cosas tal como están. Lo único que impor-
ta es ser feliz, disfrutar, pasarla bien". E l conformismo es el agota-
miento de la forma de pensar, sentir y actuar de la manera como lo
hemos venido haciendo. E l conformismo como actitud constante
necesita del nihilismo como forma de vida. Las sociedades moder-
nas no tienen ningún interés en dar un sentido a la vida de los
seres humanos, sólo sigue tejiendo el entramado de incoherencias
y contradicciones que no puede resolver y hay que adaptarse a ellos.
El conformismo es un sistema de seguridad para no atrevernos
a ver otras posibilidades, no atrevernos a preguntar e indagar. Se
prefiere la seguridad de lo conocido al riesgo de lo desconocido.
Más aún, el conformismo simplemente huye del ver y del verse a
160
sí mismo. Nos conformamos con ideas, imágenes, representacio-
nes, s u e ñ o s , con la v i d a mecánica y m o n ó t o n a , hasta que a l g ú n
predicador (humanista, político, religioso o militar) encienda nues-
tra voluntad de vivir, generalmente para mantener las mismas es-
tructuras internas de vivir. L a observación de todo este sin senti-
do de nuestras vidas y del mundo, todo lo que pensamos, senti-
mos y hacemos, es el primer paso para cuestionar el conformismo.
La moralidad inmoral
Cuando nos preguntamos "¿por qué debo ser moral?", con respecto
a la moral, significa que:
a) Estamos persiguiendo algo que se considera que es inmo-
ral, que v a en contra de lo que nos han e n s e ñ a d o . Sin embargo, el
peso de la inmoralidad reinante y la fuerza de lo irracional termi-
nan por aplacar la voz de l a conciencia. " S i l a m a y o r í a lo hace,
¿por q u é no hacerlo?" es la justificación de nuestras acciones. Nos
interesan m á s los resultados que podamos obtener que lo que real-
mente hacemos. Y es que estamos persiguiendo el placer en todas
sus formas: político, económico, religioso, sensorial e intelectual.
E l peso de la b ú s q u e d a del placer es m á s que de la culpa porque
hay una necesidad urgente de afirmarse a sí mismo como ego an-
tes que llegue la muerte. Tememos la finitud y creemos que con el
disfrute venceremos ese temor. Y mejor a ú n si dejamos huella en
los d e m á s . E l deseo de inmortalidad está sustentado en el miedo a
la muerte. Así perdemos la vida y nunca comprendemos el signi-
ficado de la muerte.
b) Pensamos que la moral es un asunto de normas, ideales, de-
beres, obligaciones, que guían la vida de una manera determina-
da. Por eso, el hombre posmoderno cree que vivir sin moral es des-
plegar nuestra voluntad, poniendo en juego la libertad, al final
siempre sentimos que la hemos perdido. "¿Por qué debo ser mo-
ral?" equivale, desde ese supuesto errado, a "¿por qué no puedo
hacer lo que quiero?".
Recordemos que la moral kantiana afirmó el deber, mientras
que la moral nietzscheana afirmó la voluntad, como fundamento
de la moral. Ambos apreciaban y d e f e n d í a n la libertad. Sin em-
bargo, ambos tipos de moral son visiones parciales, expresión de
la f r a g m e n t a c i ó n del pensamiento. L a libertad no se gana ni se
pierde con la afirmación del deber o la voluntad, porque no depen-
de sólo de ellos. L a libertad no puede ser definida ni manipulada
161
por la mente humana, pero podemos preguntar por ella ¿qué es
realmente la libertad? Y la búsqueda de respuesta es conocerse a
sí mismo y conocer el mundo en que vivimos, así se pone en movi-
miento la misma libertad.
En la tensión entre lo que "yo quiero" y lo que "yo debo", existe
la creencia común de que son dos cosas diferentes. Las palabras
"yo", "quiero", "debo", son todas un conjunto de pensamientos y
sentimientos, procesos mentales que dependen unos de otros. Este
tipo de moral de opuestos ha creado una contradicción que gene-
ra constantes conflictos en la vida social. Antiguamente se podía
trascender ese conflicto porque existía un principio unificador, pero
ahora la cultura no tiene ningún principio supremo. El hombre
posmodernovaga errante sin interesarle ninguna dirección. Pero
ya no es el peregrino de antaño que andaba en búsqueda, ya no es
el profeta que en el desierto busca a Dios, sino sólo un vagabundo
al cual le da lo mismo ir que venir.
La crisis moral que vive la cultura contemporánea no sólo es
la crisis de los fundamentos de la moral moderna, sino también es
la crisis de los fundamentos de la misma cultura moderna. La for-
ma de vida moderna nos hace ser inmorales, porque tiene una mo-
ral centrada en una idea limitada y aisladora del ego, nuestra con-
ciencia moral es una conciencia egocéntrica que busca la recom-
pensa y trata de evitar el castigo. Esta conciencia egocéntrica no
ha unificado la conciencia sino la ha fragmentado, porque esa con-
ciencia ya era parte de una fragmentación: conciencia psicológica
y conciencia moral. Es una conciencia fragmentada porque se sien-
te separada de las otras conciencias (sin embargo, quiere ser fra-
terno) y dentro de sí misma (conflicto entre razón, emociones, vo-
luntad, sentimientos, etc.). Es una conciencia aislada de la huma-
nidad, de la naturaleza y del universo. Y esta ética egocéntrica al
producir tantos conflictos, nos ha vuelto conformistas e indiferen-
tes, y así subestima el potencial de crecimiento y bienestar del ser
humano. Una moral que busca conformar al individuo a los pa-
trones sociales, así como desecharlos, produce inmoralidad.
162
de basura, ya no puede ser un hogar. Uno vive en el espacio de la
inorada, pero si la contaminamos, la llenamos con basura radio-
activa, con ideologías, ídolos, temores, heridas, etc., entonces ¿cómo
podemos vivir en paz?
Cuando uno comprende con su vida que la moral es morada,
entonces hay un cuidado por su espacio, es decir, responsabili-
dad, que ya no será producto de la obligación del pasado. Aten-
ción implica cuidado, aprender el arte de vivir, de vivir bien. Des-
de aquí la pregunta inicial ya no tiene sentido. La moral del hom-
bre universal no significa tener un conjunto de normas válidas
para todos los seres humanos, sino asumir el mundo, la naturale-
za, la vida, como morada a la cual pertenecemos. No estamos de-
sestimando una ética de mínimos que sea universal, pero ella tie-
ne que ser también un sentimiento, un espíritu que anime nues-
tras existencias personales y colectivas.
La ética, morada en la cual vivimos o estancia en la cual nos
relacionamos con lo que es, tiene que ver con toda nuestra existen-
cia, no con una parte de ella. El egocentrismo es lo que cierra la mo-
rada y terminamos creyendo que somos seres separados de los de-
más y divididos interiormente en muchas partes. Es de eso que te-
nemos que despertar, ver que hay un único mundo, un solo espa-
cio, que todo es uno. "Heráclito dice que para los que han desperta-
do hay un solo y mismo mundo, mientras que cada uno de los que
aún duermen están vueltos hacia el suyo particular" (Prag. 89. Cfr.
también los fragmentos 1, 2 y 50). Y ello no es posible si uno no se
conoce a sí mismo, porque es en el conocimiento de sí mismo que
uno puede ver lo que es: lo que piensa, siente y hace, donde uno
puede aprender de lo desconocido y leer el libro de la vida.
Esto tiene que llevarnos a considerar todos los conceptos utili-
zados en la ética, desde las normas y los actos morales hasta con-
ceptos como libertad y responsabilidad. No podemos aceptar la
parálisis que provoca la conciencia moral posmoderna, es necesa-
rio comprenderla, asumirla y ver nuevas perspectivas para no re-
petir el pasado. Después de todo, una ética del conocimiento de sí
mismo es el arte de aprender a vivir.
163
Bibliografía
1&¿
Las tareas de la vida ética
La vida nos es dada. ¿Qué hemos de hacer con ella? ¿Cómo debe-
mos vivir? Recibimos la vida en una vida (con todo su significado
humano), la cual me precedía antes de mi individualidad y en la
cual seré disuelto. ¿Cómo respondemos a la pregunta planteada?
Desde mi supuesta imaginación creadora que más es ilusa volun-
tad de poder o desde la atenta percepción del ambiente vital en el
cual me encuentro. Nosotros optaremos por la segunda respuesta
y a eso le llamamos vida ética que, como ya se estará entendiendo,
no es simple pasividad.
Entonces, ¿cómo debemos vivir? Esa es la pregunta central de la
ética. Su respuesta se manifiesta como tareay realización, porque en
materia ética no se trata de adquirir conocimientos sino del signifi-
cado que ellos tienen para nuestra existencia. Y como nuestra exis-
tencia se ha vuelto problemática, tenemos que volver a ver y cuestio-
nar tanto nuestros presupuestos culturales como nuestras formas de
vida. Taylor ha mostrado la necesidad de las interrogaciones en la
conformación de las identidades. La vida ética pues es algo que se
va conformando a través de interrogaciones a nuestro marco cultu-
ral, emprendiendo una búsqueda ética. El cuestionamiento se hace
especialmente importante en momento de crisis moral.
Michael Lacroix (1995, capítulos 4 al 6.) ha considerado que
son tres las tareas básicas en nuestros días, creo que ellas resu-
men bien las urgencias de nuestro tiempo. Dice el autor que re-
querimos realizar un nuevo contrato con la naturaleza, un nuevo
contrato entre los seres humanos y un cambio en la vida personal.
Tres dimensiones de nuestra existencia cuya fragmentación las
[165]
destruye y nos destruye. Tenemos entonces el reto de encontrar o
crear los puentes entre ellos. Sin embargo, estas dos tareas (los nue-
vos contratos y la creación de los nexos) se enfrentan a un proble-
ma previo y fundamental: la redefinición de la naturaleza, la so-
ciedad y de lo que somos como humanos. Las épocas premodernas
tenían muy claro estas dimensiones (natural, social y personal) por
lo que elaboraron discursos holísticos que p e r m i t í a n pasar de una
dimensión a otra sin grandes problemas. L a época moderna pre-
senta dichas dimensiones separadas, desunidas y fragmentadas;
lo humano distinto de lo natural y lo social de lo individual. Y
cuando se pretende relacionarlas, se cae en posiciones reduc-
cionistas como la del naturalismo, el sociologismo y el idealismo.
Hoy no podemos volver a la visión premoderna, pero sí reconocer
la necesidad de una visión holística que articule las distintas di-
mensiones. Tampoco podemos seguir sosteniendo la separación,
aunque hay que reconocer que son dimensiones con lógicas pro-
pias, a pesar de los puntos en c o m ú n que ellas tienen. ¿Cómo
redefinir dichas dimensiones para permitir una articulación que
sea asumida como parte de cada dimensión? Este es un problema
que rebasa los límites de la ética y entra en terrenos metafísicos.
Sin embargo, hay que tenerlo presente cuando desarrollamos las
tareas éticas en cada d i m e n s i ó n .
166
actitud sumisa? Parece que no es posible. T e n d r á n que recrear su
relación con la naturaleza, es decir, hacer un nuevo contrato, don-
de tenga que ser redefinida la economía y la tecnociencia. Sin em-
bargo, esto sigue siendo problema occidental, porque otros pue-
blos no tienen que abandonar sus formas tradicionales de ver y
sentir la naturaleza. M á s a ú n , la idea de contrato les resultará ex-
traña, porque presupone dos entidades a u t ó n o m a s que llegan a
acuerdos o negocian una solución a un modo de v i d a perjudicial,
sin perder los intereses particulares. Pero si todo es visto como una
gran hermandad que generan actos de solidaridad, ¿de q u é con-
trato podemos hablar? Esto quiere decir que hasta la misma idea
de contrato tiene que ser repensada.
Sin embargo, la destrucción del medio ambiente nos obliga a
pensar el problema de forma global, donde sea posible ver al ser
humano no sólo desde sus particularidades sino desde su huma-
nidad. Y a no se trata del destino de un pueblo, sino de todos los
pueblos. Está en peligro pues la propia especie humana, lo cual
nos lleva a nuestra otra tarea.
b) El contrato humano.- Relacionado con lo anterior, el nuevo
contrato humano debe poner como tema central la justicia. L a jus-
ticia no puede reducirse a las leyes, aunque es un aspecto suyo
inevitable. L a justicia es ante todo una virtud que surge del en-
cuentro con el otro. Sólo porque existe el otro indefenso, oprimido,
marginado, olvidado, excluido por los poderes políticos y econó-
micos, es que la justicia debe cuestionarnos y exigirnos actuar. No
es cuestión de don gratuito que debemos esperar, sino que debe-
mos exigirla al poder político y económico. Si el zapatero tiene tan-
ta dignidad como el presidente, ¿por q u é condenarlo a una vida
infrahumana? Sin embargo, la igualdad de derechos sigue siendo
un deseo y no una realidad, una forma jurídica y no una forma de
vida. No todos tenemos las mismas oportunidades, por lo que se-
guimos siendo marginados por raza, condición social, actividad
profesional, ete. Nuestros países latinoamericanos todavía experi-
mentan niveles de vida debajo de los mínimos indispensables para
vivir humanamente. No se trata de vivir como vive un norteameri-
cano promedio, eso implicaría gastar recursos naturales inútilmen-
te. De lo que se trata es tener las condiciones sociales requeridas
para nuestra realización personal.
E l poder político y económico son hasta ahora los factores per-
turbadores de la vida social y personal. Guerras que acaban con
16T
familias y proyectos personales, empobrecen las naciones, crean
s u f r i m i e n t o s d i f í c i l e s de s u p e r a r . L a l o c u r a d e l p o d e r no se res-
t r i n g e a los p o l í t i c o s o g r a n d e s t r a n s n a c i o n a l e s , sino que a f e c t a n
a l a v i d a p ú b l i c a y n a t u r a l . P o r ello, no p o d e m o s r e n u n c i a r a l a
j u s t i c i a , tampoco creer que es u n asunto s u b j e t i v o . P e r o , ¿ c ó m o ?
L o s f i l ó s o f o s h a n elaborado d i s t i n t a s p r o p u e s t a s , s i n e m b a r g o , s i -
gue existiendo esa b r e c h a entre t e o r í a y p r á c t i c a social. T e n e m o s
que a s u m i r m á s s e r i a m e n t e n u e s t r a f u n c i ó n e d u c a d o r a , tanto de
n u e v a s g e n e r a c i o n e s de p o l í t i c o s como de c i u d a d a n o s , o r i e n t a d a s
h a c i a u n a p a r t i c i p a c i ó n en n u e s t r o s p r o p i o s d e s t i n o s s o c i a l e s . D e
a h í q u e l a p a r t i c i p a c i ó n de l a s o c i e d a d c i v i l se h a g a i n d i s p e n s a -
ble en l a r e v i t a l i z a c i ó n de l a s d e m o c r a c i a s m o d e r n a s , como u n a
f o r m a de a d m i n i s t r a r el p o d e r y h a c e r de los c i u d a d a n o s sujetos
a c t i v o s . L a l i b e r t a d como p a r t i c i p a c i ó n en los e s p a c i o s p ú b l i c o s
p u e d e l i m i t a r el p o d e r a u t o r i t a r i o , t e n t a c i ó n f r e c u e n t e en n u e s t r a s
sociedades latinoamericanas.
E s a a s p i r a c i ó n a l a j u s t i c i a y v e r n o s como h u m a n i d a d es lo
que e s t á g e n e r a n d o l a n e c e s i d a d de u n o s m í n i m o s i n d i s p e n s a b l e s
p a r a v i v i r como seres h u m a n o s . A u n q u e esos m í n i m o s se presen-
tan como j u r í d i c o s ( n o r m a s j u r í d i c a s i n t e r n a c i o n a l e s , cortes inter-
n a c i o n a l e s , etc.), ello no s i g n i f i c a que el derecho e s t é r e e m p l a z a n -
do a l a é t i c a . L a v i d a é t i c a p u e d e e n c o n t r a r , como es el caso en e l
á m b i t o internacional, e x p r e s i ó n j u r í d i c a . E s decir, las declaracio-
nes j u r í d i c a s c o n t i e n e n c r i t e r i o s m í n i m o s de lo b u e n o , de l a v i d a
b u e n a . A d e m á s , ello no e x o n e r a a c a d a ser h u m a n o de c o n s t r u i r
su v i d a é t i c a m e n t e . L a s n o r m a s j u r í d i c a s s ó l o p u e d e n tener senti-
do (y sustento) d e s d e l a p r á c t i c a de l a v i d a b u e n a , de lo contrario
se c o n s t i t u i r á n en i m p o s i c i o n e s a r b i t r a r i a s de n u e v o s p o d e r e s .
D e m a n e r a s i m i l a r , l a p r e o c u p a c i ó n p o r c o n s t r u i r u n a socie-
dad h u m a n a u n i v e r s a l i z a b l e , d i g n a de ser v i v i d a , no p u e d e ob-
v i a r n u e s t r a s r e s p o n s a b i l i d a d e s concretas. D e lo c o n t r a r i o , s e g u i -
r e m o s creando n u e v a s i n c o h e r e n c i a s que m i n a n l a s a s p i r a c i o n e s
de n u e v a h u m a n i d a d . E n otras p a l a b r a s , s i c r e e m o s que l a socie-
dad h u m a n a d i g n a no c u e s t i o n a n u e s t r o s estilos de v i d a p a r t i c u -
lares, sino s ó l o a los g r u p o s de poder, a los p r e j u i c i o s de los otros,
a los " m a l o s " , h a b r e m o s c o n s t r u i d o u n a c a r e t a m á s . P o r ello t a m -
b i é n se r e q u i e r e de u n a t r a n s f o r m a c i ó n p e r s o n a l .
c)La transformación personal.- L a s ú l t i m a s d é c a d a s h a n apare-
cido m ú l t i p l e s p r o p u e s t a s de a u t o c o n o c i m i e n t o , d e s d e l a s cristia-
nas h a s t a l a s d e l m o v i m i e n t o " n u e v a e r a " . U n a m a l a r e c e p c i ó n
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de esta transformación es considerarla como un simple escapismo
o consejos de autoayuda, en lugar de verlo como el aspecto cen-
tral que permite reintegrar nuestro aspecto ecológico y social. Ne-
cesitamos más misticismo, más conocimiento de sí mismo, más
meditación, más yoga, más oración, siempre y cuando sea la for-
ma que tengamos para replantear nuestra naturaleza y humani-
dad. Y desde ahí, un sentido de lo sagrado. De lo contrario, la
transformación personal será otra de tantas palabras inútiles, que
nos permitirá seguir en el gozo del sin sentido y la muerte.
¿Cómo articular estas tres grandes tareas desde la vida perso-
nal? Creo que desde los espacios que nos ha tocado vivir. No re-
querimos ser presidentes o ministros o grandes intelectuales para
asumir nuestras responsabilidades. Cada uno de nosotros ya está
ubicado en el mundo, entendido éste no como la exterioridad a mi
"yo", sino aquel que hago y me envuelve, aquel que encuentro y
recreo. Por lo tanto, desde esa particularidad de mi existencia per-
sonal también se juega el mundo que creo exterior. Desde esa pers-
pectiva, en cada vida personal se juega esas tres dimensiones nues-
tras: la ecológica, la social y la individual. No requerimos ser par-
te de un movimiento ecologista (y si lo somos, mejor aún) para sen-
tir nuestra sutil conexión con la naturaleza. Cada espacio es pues
total, cada uno sostiene el cosmos a partir de una red infinita de
interrelaciones que la ciencia misma no puede comprender. Creo
pues que esa perspectiva puede hacerse estilo de vida el cual, en
lugar de provocarnos temor de perder nuestras falsas segurida-
des, nos abra a una existencia plena, justa y gozosa.
Bibliografía
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S E TERMINÓ Ü h IMPRIMIR
EN EL MES DE P.KERO DE 2 0 0 4 ,
EN LOS TALLERES GRÁKICOS DEL
CENTRO DE PRODUCCIÓN EDITORIAL E IMPRENTA DE
LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR UE S A N MARCOS
J R . PARURO 119. L I M A 1 . T E L E F A X : 4 2 8 - 5 2 1 0
E - M A I L : C:EPEDIT@UNMSM.EDU.PE
T I R A J E : 1 0 0 0 EJEMPLARES