Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
John Pawlikowski
ÍNDICE
Capítulo 1
I. Introducción
II. Perspectivas de la alianza única
III. Perspectivas de la doble alianza
IV. Perspectivas de alianzas múltiples
V. Otras perspectivas
Capítulo 2
Capítulo 3
--------------------------------------------
Capítulo 1
I. Introducción
Desde los tiempos del Concilio, una cantidad cada vez mayor de teólogos, y
varios importantes documentos eclesiales, fueron dejando de lado esa
teología del “misterio”. Presentaron un modelo de la relación
judeo-cristiana en el que los conceptos de la centralidad exclusiva de
Cristo y su cumplimiento total de las profecías mesiánicas se modificaron
en diferentes grados.
Cada vez más prevalece la sensación de que ninguna de esas dos categorías
expresa adecuadamente la complejidad de la relación entre el cristianismo y
el judaísmo. Pero no hay clasificaciones más apropiadas que generen
consenso. Después de su declaración sobre los judíos en el documento
conciliar sobre religiones no-cristianas, el Vaticano incluyó la comisión
para implementar ese documento dentro de la Secretaría para la Promoción de
la Unidad de los Cristianos. El Consejo Mundial de Iglesias, por su parte,
desarrolla el diálogo cristiano-judío en el marco del diálogo más amplio
entre los cristianos y las demás religiones e ideologías.
Hace algunos años, Monika Hellwig propuso algunas ideas iniciales sobre una
nueva teología cristiana del judaísmo desde una perspectiva de alianza
única. Pueden encontrarse otros puntos de vista sobre la alianza única en
los escritos del filósofo católico israelí Marcel Dubois, OP, el cardenal
Martini de Milán y, con un giro un poco distinto, Michel Remaud. Las
alocuciones del papa Juan Pablo II -quien de hecho se ha referido al
vínculo teológico entre el cristianismo y el judaísmo de una manera más
sustancial y creativa que ningún otro papa de la historia-, y las Notas
sobre la catequesis católica y el judaísmo publicadas en 1985, también se
inclinan marcadamente hacia la alianza única.
Las Notas del Vaticano, además de retomar el lenguaje de “vínculo” del papa
Juan Pablo II, hablan también de una auténtica asociación entre cristianos
y judíos en el proceso de la salvación humana, como bien señaló el Dr.
Eugene Fisher en su comentario a las Notas presentado en la conmemoración
vaticana de octubre de 1985. Esto nos hace avanzar años luz, dejando atrás
el clásico modelo de “desplazamiento”. Claramente interpreta el
acontecimiento de Cristo más como visión futura de una esperanza mesiánica
que todavía debe ser completada, en parte gracias al esfuerzo humano, que
como una realidad totalmente cumplida. Y aunque parten de diferentes
lugares, los judíos y los cristianos se encuentran en esa esperanza
mesiánica común enraizada en la promesa original hecha a Abraham.
En escritos posteriores, van Buren insistió cada vez más en reconocer que
Israel consiste en dos ramas conectadas pero distintas. Ambas son
esenciales para una definición completa del término “Israel”. La Iglesia
cristiana representa a la comunidad de creyentes gentiles atraídos por el
Dios del pueblo judío para adorarlo y hacer conocer su amor entre los
pueblos del mundo. Para van Buren, no se trata de que la Iglesia abandone
súbitamente su histórica proclamación de Jesús como Cristo e Hijo de Dios.
Pero Jesús no fue Cristo en un sentido decisivo. No fue el largamente
esperado Mesías judío. Y así el judaísmo post-pascual permanece como una
religión de legítima esperanza mesiánica y no de ceguera espiritual.
Según Eckardt, el designio divino preordenó que una mayoría del pueblo de
Israel respondiera negativamente al acontecimiento de Cristo. Esto era
necesario para preservar la integridad permanente del judaísmo. Eckardt
sostuvo durante mucho tiempo esta tesis, según la cual Israel (a diferencia
de van Buren, para él “Israel” y “el pueblo judío” son sinónimos) y la
Iglesia coexisten en tensión dialéctica en el marco de una alianza única.
Cada uno asume una función diferente en la historia de la salvación, y cada
uno está sujeto a sus propias tentaciones. La función principal de Israel
sigue siendo volverse hacia el interior del pueblo judío, mientras que el
cristianismo se dirige hacia el exterior, hacia los gentiles. Las
correspondientes tentaciones son que los judíos pueden transformar su
elección en autoexaltación, mientras que, por su parte, la confianza de la
Iglesia en la gracia puede llevarla erróneamente a sentirse exenta de todos
los deberes prescriptos en la Torah. Esta tendencia ha sido particularmente
fuerte en muchas versiones protestantes de la cristología, y más
recientemente en algunas interpretaciones liberacionistas del
acontecimiento de Cristo, en las cuales la misión salvífica fundamental de
Jesús consiste en liberar a sus seguidores de la “esclavitud” del sistema
de la Torah. Traduciendo estas tentaciones a un lenguaje más contemporáneo,
al resistir la exagerada dicotomía entre lo sagrado y lo secular, se corre
el riesgo de exagerar involuntariamente la secularización del Reino de
Dios. Por su parte, el cristianismo, al entrar al mundo secular, puede
exagerar la espiritualización del reino de Dios y negar el vínculo
fundamental que existe entre lo sagrado y lo secular. (El témino “secular”
se refiere generalmente a la esfera de la actividad humana no relacionada
directamente con la actividad divina. Comprende mayormente áreas de la vida
humana cuyo carácter trascendente no es visible. Para algunos, la
secularidad es sólo un término neutro que no tiene connotaciones
antirreligiosas. Pero otros la consideran parte de una mentalidad que se
niega a reconocerle un carácter trascendente a todas las actividades
humanas que en última instancia surgen de la presencia universal de Dios).
En general, el punto de vista del Sínodo de Renania fue bien acogido por la
mayoría de los teólogos relacionados con el proceso de replanteo
constructivo de las relaciones judeo-cristianas. Pero hubo críticas
importantes por parte de uno de esos teólogos: Paul van Buren. Este apoyó
vigorosamente la segunda de las afirmaciones citadas. Pero se mostró poco
dispuesto a apoyar la primera. Van Buren sostiene firmemente que la función
de unir a los gentiles con el pueblo judío nunca fue concebida como una
característica del Mesías en el judaísmo.
Van Buren tiene razón en esta crítica. Pero la primera afirmación debe ser
rechazada por motivos mucho más importantes. Jesús no es el esperado Mesías
judío, y por lo tanto el documento de Renania construye en última instancia
su modelo de relaciones judeo-cristianas sobre bases muy inestables. Por
esta seria debilidad fundamental, creo que el documento no tiene el mismo
status innovador para la cuestión de Jesús y la teología de Israel que
algunos otros documentos referentes al diálogo cristiano-judío.
--------------------------------------------
John Pawlikowski, Jesus and the Theology of Israel,
Wilmington, Delaware, USA, Michael Glazier, 1989.