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Esta cultura se ubicó en el Valle del Alto Magdalena (sur del departamento del

Huila), territorio correspondiente a los actuales municipios de San Agustín, San


José de Isnos y Salado Blanco, situados todos en las estribaciones del macizo
colombiano, sector donde abundan las rocas volcánicas, materia prima empleada
para sus famosos trabajos de estatuaria. Los antiguos agustinianos tuvieron como
base económica la agricultura y la recolección. Preparaban surcos en las laderas y
en las partes altas de las montañas, dispuestos verticalmente, de manera que el
agua de las lluvias corriera fecundando los terrenos y no se embalsara, lo que
hubiera resultado contraproducente en aquella zona húmeda.

La producción alfarera de los agustinianos se destaca por su sencillez. Las piezas


más frecuentes son las vasijas de cuerpo inferior semiesférico y superior
troncocónico o campaniforme; también los cuencos y los platos pandos de bordes
verticales, que se usaban para tostar granos. Ollas trípodes de soportes altos,
macizos y curvos en la parte superior. Por su decoración, debieron de usarse en lo
ceremonial copas de pie alto tubular, con recipiente pequeño de borde horizontal o
inclinado, que llevan pintura negativa interna y por afuera un diseño de círculos y
triángulos en negro sobre fondo rojo.

La estatuaria agustiniana tiene unas características especiales que configuran un


estilo propio: su monumentalidad, puesto que la gran mayoría representa
personajes de tamaño mayor que el natural; su rigidez, dada por la posición de las
figuras: de pie, con las piernas juntas y los brazos pegados al cuerpo, casi siempre
con las manos sobre el pecho; su entusiasmo, simetría y frontalidad. Estas
esculturas representan principalmente seres antropomorfos (guerreris, sacerdotes,
dignatarios) y antropozoomorfos (animales simbolicos, animales miticos). En
cuanto a los últimos, se prueba por un cuerpo humano con una cabeza de hocico
felino y grandes colmillos, identificados como divinidades.
El complejo funerario agustiniano tiene características especiales. La región
cuenta con muchos sitios, como las Mesitas, Quinchana, el potrero de Lavapatas,
el Batan, Lavaderos, El Parador, el Alto de los Idolos, el Alto de las Piedras y
otros, donde se han encontrado cementerios, generalmente en terraplenes
artificiales. Las tumbas son de diferentes tamaños y formas, relacionados con la
categoría social y la jerarquía militar, política o religiosa del difunto. Podemos
considerar dos grupos principales: las subterráneas y las cubiertas. Las primeras
presentan una variación que se inicia con sencillos pozos de planta circular,
continua con fosos similares, pero con bóvedas laterales, y termina con fosas de
tres tipos: las de planta oval, a veces con cámaras laterales; las de planta
rectangular cubiertas de losas, y las de planta rectangular revestidas de losas en
el piso, en las paredes y en la cubierta, con un deposito fuera del sepulcro, para
las ofrendas.

La posición del cadáver dentro de la tumba varia. Generalmente aparece


flexionado, en decúbito lateral derecho o izquierdo, pero en los sepulcros más
grandes, y dentro del sarcófago o de ataúd, el muerto se encuentra acostado
sobre la espalda, posición que se supone fue la más usual para personas de alto
rango.
La ofrenda funeraria es más variada cuanto mayor y más compleja es la tumba. Al
lado del esqueleto aparecen recipientes de cerámica doméstica y ceremonial de
diversas formas y decoraciones, lascas de obsidiana, núcleos y astillas de basalto
y artefactos líticos, como cuentas de collar discoidales y tubulares, metales y
manos de moler. Los amontonamientos de carbón vegetal indican que el fuego se
enterraba también para acompañar al muerto en el más allá, lo mismo que los
adornos de orfebrería, como diademas, colgantes, aretes y narigueras.

La estructura social imperante era la de agrupaciones familiares unidas por


vínculos religiosos. Así se deduce de pequeños grupos de esculturas al lado de
los cementerios, dispersos en lomas, en varios centenares de kilómetros
cuadrados. Las necrópolis más grandes, como Mesitas, Quinchana y el Alto de los
Ídolos, indican centros de especial jerarquía, que pudo ser ocupacional, política,
religiosa o militar. La importancia de lo militar en esa sociedad lo muestran las
representaciones escultóricas de guerreros armados, deidades felinas y cabezas
trofeos. En la sociedad agustiniana también eran importantes los Shamanes o
hechiceros encargados de los augurios y curaciones, los guerreros, cuya función
era la defensa del territorio por parte de tribus belicosas. El mayor número de la
población estaba formado por agricultores, cazadores y pescadores, quienes
sostenían a la clase dirigente con su tributo pagado en especie o en trabajo. Los
escultores también pertenecían al común del pueblo, por razones de su oficio eran
sostenidos con el excedente de la producción comunitaria, sin embargo gozaban
de una posición privilegiada dentro de la comunidad.

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