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En el interior de las ciencias naturales la pretendida resistencia en considerar una verdad que le

parece peculiar, pero que, por su necesidad de prueba empírica, muchas veces prefiere ignorar: la
de que teorías científicas, casi siempre travestidas de una supuesta objetividad, pueden traer en el
interior de las ciencias naturales, su interior una robusta metafísica resistente a los datos
experimentales. Esto sucede, por ejemplo, con la identificación contemporánea de la realidad del
átomo y de su estructura. ¿Hasta qué punto la indicación de elementos atómicos (o subatómicos)
apunta a la realidad material? ¿El constituye, de hecho, sustancia física o entidad metafísica en
tales elementos? ¿Cuál elemento sirve para el cumplimiento de una necesidad lógica deductiva de
funcionamiento del sistema y cuál, de hecho, existe? La inexistencia del "elemento x" no
colapsaría todo el sistema? La existencia del "elemento y" no supondría la inteligibilidad del
sistema? Las cuestiones propias del materialismo, que han sido fruto de discusiones históricas
acerca de la realidad del átomo no fueron necesariamente fruto de la preocupación antigua con su
supuesta materialidad. Más que una preocupación por la necesidad de una prueba objetiva,
material, estaban los griegos, desde Leucipo, preocupados por la función lógica desempeñada por
el átomo en el interior de sus sistemas. Por eso, desencadenaron una serie de explicaciones, cuya
coherencia lógica era la exigencia de fondo, donde el átomo desempeñó el papel no de
coadyuvante, sino de protagonista de argumentos en los que se erigió como fundamento y base.

En cuanto a lo expuesto, la intención del presente texto, mucho más que el de la defensa de
cualquier punto de vista, o incluso de cualquier tesis, pretende elucidar algunas cuestiones que
serán de capital importancia en el entendimiento de la realidad del átomo en la antigüedad griega.
Se trata, así, de un texto propedéutico y elucidativo para los no iniciados en Ciencia. Para los
calificados, queda un breve paseo por los caminos de la Historia Física, recapitulando temas
supuestamente disecados, elucidados y resueltos por la comunidad de los científicos, pero cuya
actualidad no se perdió. A pesar de los que no tienen tal profundidad en el tratamiento del
desarrollo de la Historia de la Ciencia, o de los que no logra vislumbrar que en su interior hubo (y
hay) lugar para el desarrollo de la metafísica, las discusiones siguientes se convertirán en
sustanciales , ya que es de la producción griega que se parte los desarrollos posteriores acerca del
entendimiento del atomismo y de sus desdoblamientos.

Los períodos de la filosofía antigua que aquí se abordarán se refieren, en primer lugar, al período
naturalista (siglo VI aC) cuya principal preocupación es con el problema de la "physis" (cuando se
busca un principio sustancial responsable de la ordenación de todas las cosas) , y tendrá como
culminación la filosofía helenística, con el análisis del atomismo de Epicuro y Lucrecio. La
preocupación principal en este análisis, no será necesariamente con la ciencia naciente y sus
reflejos sobre una sociedad radicada en la cultura mítica. El foco será, por lo tanto, en la visión
cosmo-ontológica de los griegos y sus reflejos para las primeras propuestas de una realidad
fabricada. Y el protagonista de esa discusión que entra en escena con toda su fuerza,
presentándose de vez en cuando con nuevos ropajes, pero nunca excluido del imaginario colectivo
de nuestros científicos / filósofos, es el "átomo", que compone una realidad que, hasta en su nivel
más fundamental o subatómico, según observó Heisenberg (1995: 27) 2 es una realidad mucho
más "creada" que "observada" por los físicos. Podríamos iniciar esa exposición directamente con
las filosofías atomísticas de Leucipo y Demócrito, así que ya habríamos asegurado el
entendimiento de cómo la fabricación de la realidad se dio entre los griegos. Sin embargo,
entender la necesidad de postular las partículas elementales, presupone entender qué discusiones
que las precedieron, lo que sugiere una breve retroacción. La física y la filosofía confunden sus
orígenes en la aurora del pensamiento griego; no es sin razón que la doxografía antigua denominó
a los primeros filósofos de "oi physikói", "los físicos", siendo ellos los primeros en emprender una
importante superación del pensamiento mítico en favor del "entendimiento" racional del orden
del universo. Como es sabido, fue en Jonia que surgieron las primeras concepciones científicas y
filosóficas de la cultura occidental. Los primeros filósofos habrían sido los pensadores de Mileto:
Tales, Anaximandro y Anaxímenes. También forma parte de la escuela jónica Heráclito de Éfeso.

2.El físico contemporáneo, creador del "Principio de la Incertidumbre", dice: "Nuestra situación
concreta, el trabajo de investigación en física atómica, es usualmente la siguiente: deseamos
entender un cierto fenómeno, queremos reconocer cómo ese fenómeno deriva de las leyes
generales de la naturaleza . Por lo tanto, aquella parte de materia, o de radiación, que toma parte
en el fenómeno es el objeto natural en el tratamiento teórico y debería ser separado en ese
respecto de los instrumentos utilizados en el estudio de fenómenos. Esto de nuevo realza el
elemento subjetivo en la descripción de los eventos atómicos, pues el instrumento de medida fue
construido por el observador, y tenemos que recordarnos que lo que observamos no es la
naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionar. Nuestro trabajo
científico, en física, consiste en hacer preguntas sobre la naturaleza, usando el lenguaje que
poseemos y tratando de conseguir las respuestas por vía experimental, con los medios que
disponemos. 3.Los átomos serán introducidos como realidad ontológica en el interior de las
teorías de la mecánica como explicación para los fenómenos de la acción a distancia. A posteriori,
especialmente después de Descartes y Newton, es el éter que toma su lugar cuando se utiliza para
la explicación de los fenómenos electromagnéticos.

En el caso de los pensadores de Mileto propusieron sucesivas versiones de una física y de una
cosmología constituidas en términos cualitativos: las cualidades sensibles (frío, caliente, ligero,
pesado, etc.) se entendían como realidades en sí "El frío", "el caliente", "el leve", "el pesado") y el
universo era concebido como un conjunto en el cual se contraponían los pares opuestos. El más
antiguo filósofo reconocido como tal es Tales de Mileto. No se tiene información precisa sobre su
nacimiento y muerte, lo que se sabe es que él estaba en el apogeo aproximadamente en el año
585 a. C. - fecha en que habría previsto el eclipse del sol del 28 de mayo. Se atribuye a Tales
muchas contribuciones al conocimiento, a saber: que sostenía por primera vez la inmortalidad del
alma, que fue el primero en determinar el curso del sol de solsticio a solsticio, que definió el
tamaño del sol como a la 720ª parte del el círculo solar, que fue el primero en dar al último día del
mes el nombre de trigésimo y el primero en discutir problemas físicos (LAÉRTIOS, 2008: 18). En
geometría fue el primero demostró que el diámetro divide el círculo en dos partes iguales, que los
ángulos de la base de un triángulo isósceles son iguales, que encontró un método para medir la
altura de las pirámides, midiendo su sombra en el momento en que es regularmente igual al
tamaño de su cuerpo, etc. Pero lo más importante para nuestros propósitos es lo que Tales
concibe como "arché", como elemento constitutivo de todas las cosas (sentido atribuido a esa
palabra entre los pre-socráticos). Según Aristóteles (1969), el principio material sostenido por
Tales es "el agua". Y lo que justifica la elección de tal principio es el hecho de que "la tierra flota
sobre el agua", "que todo alimento es húmedo", que el "calor retira de la húmeda generación y
vida", "que la semilla de todas las las cosas tienen una naturaleza húmeda ", de tal forma que" el
agua es el principio de la naturaleza de todas las cosas húmedas ". Además de eso, el agua puede
asumir las más numerosas y variadas formas: puede surgir como hielo y nieve, transformarse en
vapor y formar nubes, parece transformar en tierra en los deltas de los ríos. En fin, ella es un
elemento vital y es natural que, al pensar en un elemento primordial, el agua aparezca en primer
lugar. Por lo tanto, Tales presenta una realidad aún no fabricada, muy probablemente, asumida a
partir de sus observaciones meteorológicas. Pero, lo que pretendemos es identificar dónde esa
realidad comienza a ser una fabricación nuestra, con todas sus bases materiales pasibles de
cuestionamiento. La búsqueda por un elemento primordial fue llevada adelante por Anaximandro
(611-546 a. C.), discípulo y conciudad de Tales. Para Anaximandro tal elemento no podría ser el
principio, sino que derivaría de ese principio, llamado de "ápeiron", privado de "peras" (de límites
o determinaciones), que comprende una infinidad de realidades e incluso de mundos posibles. El
ilimitado es la causa universal de toda generación y corrupción y lo mismo puede transformarse en
las varias sustancias con las que estamos familiarizados. Es el conflicto eterno entre el Ser y el
venir: el primero, el inmutable, ve su forma de degradarse en el venir a ser, pero, sin embargo,
permanece incorruptible4. Es esa lucha eterna entre los contrarios a la responsable de la creación
del mundo: "lo caliente es opuesto al frío, al seco al mojado, etc. Estos opuestos combaten entre sí
y cualquier predominio de uno sobre el otro es vista como una 'injusticia', razón por la cual los
opuestos deben ofrecer reparación, el uno al otro en el tiempo marcado "(HEISENBERG, Op. Cit.,
Página 50). Se nota que Anaximandro no presenta ningún elemento como el elemento constitutivo
de todas las cosas (ni el agua, ni el aire, ni la tierra ni el fuego), al contrario, introduce en su
filosofía un elemento ad hoc responsable por toda generación y corrupción. Tenemos ahí la
primera concepción ontológica de mundo: ¿qué sería el ápeiron del milesiano? ¿Cuál es la
justificación para la introducción de tal elemento en su teoría? ¿Cuál es la necesidad subyacente a
tal construcción? Sin que tengamos una respuesta definitiva en cuanto a tal necesidad, nos queda
suponer que la introducción del ilimitado como el "principio" constitutivo de todas las cosas se
debe a una necesidad implícita, a saber, la de dar un carácter de necesidad a su pensamiento. El
"ápeiron", entre otras cosas, posibilita la universalidad del "sistema" de Anaximandro, en la
medida en que se vuelve eterno. Tenemos ahí la primera concepción de realidad más creada (o
totalmente creada) de lo que se observa. Y es a partir de aquí que esa práctica se vuelve común en
el pensamiento occidental.

En cuanto a Anaxímenes (mitad del siglo VI aC), discípulo y continuador de Anaximandro, éste
renunció a tener por principio el ilimitado, y el aire toma el lugar de materia o sustrato, que por
rarefación y condensación, engendra a todos los seres: condensandose y reuniéndose él da origen
al agua y a la tierra, mientras que se enfriando y dilatándose da origen al éter y al fuego y,
retomando su propia naturaleza, vuelve a ser aire. Como se afirmó, los filósofos de Mileto
propusieron una física y una cosmología constituidas en términos cualitativos. Fue Pitágoras (582-
500 a. C.), sin embargo, quien promovió un giro en el modo de pensar presocrático cuando
propuso una matematización de la experiencia humana, reduciendo el análisis de la calidad a la
cantidad y traduciendo los fenómenos naturales en términos matemáticos.
Se cuenta que la escuela pitagórica funcionaba como una especie de secta; los pitagóricos llevaban
una vida monástica en la que, después de una iniciación de duración variable, se completaba
primero un noviciado de tres años (para los acusmáticos o fieles), seguido de cinco años de
silencio (para los matemáticos o sabios). Se dice también que Pitágoras habría sido el inventor de
la palabra Filosofía cuando interrogado por el tirano de Fliús sobre "quién era él, respondió: 'un
Filósofo'. Comparaba la vida a los Grandes Juegos, a los cuales algunos asistían para luchar, otros
para hacer negocios, y otros aún -los mejores - como espectadores; en efecto, algunos crecen
esclavos de la fama, otros ambiciosos de ganancia, y los filósofos ávidos de la verdad "(LAÉRTIOS,
Op. Cit., p 230). Pero lo que nos es relevante es cómo Pitágoras concibe la realidad y lo que él
entiende ser el principio de todas las cosas. En cuanto a la realidad, la misma está formada por el
número y el Universo gobernado por la armonía. El número es la esencia de todas las cosas, todas
las cosas son números. Matemáticas, especialmente geometría, fueron sus pasiones. En cuanto a
la geometría, además de perfeccionarla, dedicó al estudio del aspecto aritmético de la misma:
descubrió el canon monocórdio y que el cuadrado de la hipotenusa en un triángulo rectángulo es
igual a la suma de los cuadrados de sus catetos. El filósofo admitía que la más bella de las figuras
sólidas era la esfera y las planas, el círculo. Más aún, los pitagóricos asociaban los cuatro
elementos de la naturaleza a los sólidos regulares: la tierra al cubo, el fuego a la pirámide, el aire al
octaedro y el agua al icosaedro y, con ello, reducían todas las cosas del cosmos al número oa la
inteligibilidad del pensamiento.

En cuanto al principio de todas las cosas, tal como concebía Pitágoras, Diógenes Laércio dice que
Alejandro (historiador de la primera mitad del siglo I aC) habría afirmado en sus Sucesiones de los
Filósofos que en las Memorias Pitagóricas había prescrito que "la mónada es el principio de todas
las cosas". Producida por la mónada, la diade indefinida existe como su sustrato material, cuya
causa es la mónada. Son la mónada y la díada indefinida que engendran los números, de los
números nacen los puntos, de los puntos nacen a líneas y de las líneas nacen las figuras planas, las
cuales producen figuras tridimensionales. "De ellas nacen los cuerpos perceptibles por los
sentidos, cuyos elementos son cuatro: el fuego, el agua, la tierra y el aire. Estos elementos se
transmutan para producir un cosmos animado, inteligente, esférico, teniendo en su centro la
tierra "(LAÉRTIOS, Op. Cit., Págs. 234). El texto no dice cómo se efectúa esa generación y eso es
otra denuncia de que la concepción pitagórica de realidad trata de una realidad fabricada, donde
el ideal de naturaleza es mucho más fundamentado en la inmaterialidad e inteligibilidad
matemática que en la observación empírica. Es cierto que el pitagorismo ejerció una profunda
influencia en la filosofía griega posterior, bien por la reacción polémica que provocó (en
Xenófanes, Heráclito, Parménides, Zenón de Eléia), bien por los puntos positivos que pasaron a los
pensadores posteriores. Pero, nos interesa mucho más las polémicas. De ellos podemos extraer
ejemplos inmediatos de cómo la realidad, a partir de entonces, pierde de vez el carácter de
realidad ipso facto. Y Parménides es el principal responsable. (530-460 a. C.) junto con Melito y
Zenón de Elia formaban el cuerpo de los tres filósofos más ilustres de esa escuela. En busca de un
principio de inteligibilidad, los eleatas situaban ese principio en el Dios Uno de Xenófanes, en el
Uno y en el Ser de Parménides y Melito, o aún, en el Uno-múltiplo de Zenón. Siempre colocando la
identidad del ser con lo que el intelecto aprende. Mientras los pitagóricos pensaban en la
inmaterialidad e inteligibilidad como fundamento del cosmos, Parménides elabora algo
completamente nuevo en la filosofía que venía siendo construida: con él la cosmología
(preocupación de los jónicos y de los pitagóricos) se transforma en ontología. Y es aquí donde
nuestros intereses se firman. La actitud polémica de Parménides contra los pitagóricos gira en
torno, primero, del dualismo defendido por los primeros: el principio de todas las cosas es la
mónada (un principio único o el Uno); de la mónada viene la díada indefinida (la materia o "el dos"
que es una emanación del principio Uno); en tercer lugar viene el número, cuyos elementos son el
par y el impar (siendo el primero ilimitado y el segundo limitado); y el Uno deriva de estos dos
elementos, pues es al mismo tiempo par e impar. Por último, el número deriva del Uno y el cielo
en su totalidad es número (ARISTÓTELES, Op. Cit., A, 5.986 a 15). Como consecuencia del dualismo
pitagórico, se nota que el Uno ya no es el primero, y el orden entonces sería: I) los Principios:
limitado e ilimitado, II) los Elementos: impar y par, III) El Uno, la mezcla y la mezcla IV) El número.
Parménides rechaza ese dualismo y sus reflejos: el ser y el no ser, el lleno y el vacío, el móvil y el
inmueble. Y en vez de preguntar cuál es el origen del cosmos y de responder "es el número", o "los
contrarios", o "el agua", o "el aire", prefiere concentrarse en la naturaleza propia del saber, que
demuestra es indisociable del ser. Es así que la ontología se superpone a la cosmología. En
segundo lugar, polemiza contra los pitagóricos, ya que no concibe la existencia del vacío; y eso por
razones lógicas: el no-ser - el vacío - no puede existir. Cuando se asume que todo cambio requiere
espacio vacío, se asume la existencia de tal espacio, y para no tener que someterse a tal
aceptación, Parménides radicaliza en rechazar la idea de cambio por considerarla una ilusión.

En los fragmentos de su texto que llegó hasta nosotros, titulado De la Naturaleza, a partir de un
supuesto diálogo con la diosa, nos queda explícita la radical oposición entre el ser (que es
pensado) y el no ser: "Es necesario que el" ser, el decir y el pensar sean; porque pueden ser,
mientras que la nada no es "(PARMENIDES, 2002. p.15). Y el ser es ingenuo, indestructible,
compacto, inquebrantable, sin fin y sin principio, homogéneo, uno, continuo, indivisible, inmóvil,
etc. En cuanto al no ser, nada se puede hablar acerca de él, ni pensar sobre él, "pues no es
decente, ni pensable, ya que no es" (PARMENIDES, Op. Cit., P. 16). En cuanto a la vía de la verdad,
de la investigación, ésta presupone dos caminos: "uno que es, que no es para no ser", y "el otro
que no es, que tiene que no ser" (PARMENIDES, Op. Cit., P. 14). La paradoja de Parménides se
encierra en el siguiente hecho: La relación entre el primer y el segundo camino es evidente: lo que
uno afirma el otro niega. ¿Qué sucede, sin embargo, si a cada uno de ellos aplicamos la indicación
del otro (negando el primero y afirmando el segundo)? La respuesta no puede ser más simple:
caímos en el segundo y volvemos al primero (la negación niega la afirmación y la doble negación es
a esta equivalente) (SANTOS, 2002: 66).

De esa paradoja se pueden extraer consecuencias lógicas interesantes cuando se admite que a
través del pensamiento sólo se puede afirmar o negar: cuando la afirmación es igual a la
afirmación y la negación es igual a la negación (A = A) se tiene el principio de la identidad; cuando
la afirmación es diferente de la negación (A ≠ ~ A) se tiene el principio de la contradicción; y
cuando entre la afirmación y la negación no hay un tercer término (AV ~ A) se tiene el principio del
tercero excluido. Estas son las consecuencias de la paradoja de Parménides.

Lo que los jónicos y los pitagóricos pretendían con sus filosofías era encontrar en la naturaleza un
principio que estuviera de acuerdo con la razón y, en consecuencia, creían que el mundo de la
experiencia real participaba de la naturaleza del pensamiento, de modo que la razón podría ser el
principio de investigación. Los parménides radicaliza esa idea al admitir que el ser y el pensar son
lo mismo, es decir, la estructura del ser y del pensamiento es una y la misma - "[...] pues lo mismo
es pensar y ser" (PARMENIDES, (En el caso de las mujeres). Una vez que la estructura fundamental
del ser es la misma estructura del pensamiento, eso significa que investigando la estructura
fundamental del segundo, estaremos investigando la estructura del primero. Cierto es que
Parménides legó a la filosofía posterior el cómo proceder a la reconstrucción del mundo
fenoménico respetando un principio supremo, a saber, afirmando el ser y negando el no ser. Pero,
con eso, él también crea un problema para la filosofía ulterior: cómo conciliar el ser parmenidiano
con lo que la experiencia nos presenta? ¿Cómo reconocer cualquier cosa en el mundo que se
identifica con tal ser? ¿O, cómo proceder a la reconstrucción fenoménica del mundo afirmando el
ser y negando el no ser? El que aceptará la obra de la resolución de este problema será Leucipo y
Demócrito que, aun admitiendo (como Parménides) la no inteligibilidad de la génesis y corrupción,
intentan conciliar esa "realidad" con los hechos de la experiencia cotidiana.

Sobre la vida de Leucipo no se sabe casi nada. Aristóteles lo considera como el creador del
atomismo que fue a posteriori desarrollado por Demócrito. Por lo tanto, es en el atomismo de
Demócrito (460-370 a. C.) que se firman las discusiones subsiguientes. La primera propuesta aquí
presentada es la sustentación de que las tesis del atomismo se sirven de respuesta a la ontología
de Parménides y al mismo tiempo la superan en el sentido de presentar un elemento nuevo que,
al menos, puede ser "pensado" en términos de "realidad" aprehendida (al menos es lo que se
pretende en la Física contemporánea). Sin embargo, sin querer apresurar respuestas que,
supuestamente, serán encontradas a través del análisis, se afirma, también, que ese mismo
atomismo es muy cercano tanto del pensamiento pitagórico, como del pensamiento de los eleatas
- en la medida en que se alejan, si. Átomo es una palabra griega que significa indivisible. Para los
atomistas los principios que permiten explicar la realidad son los átomos y el vacío; lo que nos
permite, desde ahora, presentar esos elementos como una transposición del ser y del no-ser de
Parménides. Según Dumont (2004), la tradición dice que tres son los orígenes posibles del
atomismo griego: en primer lugar, la inspiración para el mismo sería de Mileto, específicamente,
de Anaximandro y de sus alumnos. "El infinito, o el ilimitado, es sustituido por la infinidad en
número de átomos. Estos son cuerpos capaces, cuando están reunidos, de engendrar cuerpos
materiales "(DUMONT, Op. Cit., P 130). En segundo lugar, los átomos tal como están concebidos,
se aproximan a los números de los pitagóricos en inteligibilidad (son aprehendidos por la
inteligencia) y, al igual que los números, se sirven como elementos cuyos sensibles son por ellos
construidos. Y, por fin, la influencia electa aparece más fuerte, por tres factores: a) los átomos
están para el ser, como el vacío está para el no-ser - un no ser necesario a los átomos, pues, en
realidad, de su espacio de locomoción (al vacío se le atribuye un cierto ser); b) los átomos son
seres inteligibles que sólo el intelecto puede concebir; y c) la oposición democritiana entre
intelección y opinión restituye el dualismo del poema de Parménides: los átomos representan las
ideas, mientras que las cualidades sensibles no existen sino para los sentidos y la opinión.

¿De qué manera se puede entender la teoría de Demócrito? Una primera cosa que debe ser
observada en el sistema democriano es que los elementos átomos y vacío llenan la necesidad
básica de justificar todos los fenómenos. Siendo así, la locomoción de los átomos, su configuración
y desarraigo, explican, por una causalidad puramente mecánica, el conjunto de toda existencia. En
su sistema no se encuentra ninguna especie de teleología; nada en la naturaleza remite a un fin -a
diferencia de Aristóteles, no trata de la causa final, todo es delegado al puro azar (los átomos se
agrupan y se reagrupan ocasionalmente para formar todos los elementos). Todo sucede por la
casualidad, él es el remolino causante del origen de todas las cosas. Diógenes Laércio atribuye a
Demócrito la idea de que los mundos son infinitos, sujetos a la generación y al perecimiento,
porque estos mundos están formados por átomos que se desplazan en el vacío para formarlos.
Tales átomos, por lo tanto, son divisibles desde el punto de vista matemático, pero indivisibles
desde el punto de vista físico y no presentan propiedades físicas como color, olor o sabor. Nada es
generado por el no-ser y nada perece en el no ser. Los átomos son infinitos en tamaño y número;
se mueven como un vórtice y generan así todas las cosas compuestas: fuego, agua, aire y tierra.
Estas, a su vez, son elementos que también son uniones de determinados átomos, que por su
solidez son impasibles e inmutables. Incluso el sol y la luna se componen de estas masas atómicas
lisas y esféricas, y también el alma, que es idéntica a la mente (LAÉRTIOS, Op. Cit., 263). Con
respecto a la mente, a la inteligencia o al conocimiento, Demócrito formula la oposición
inteligencia x sensible y toma por única verdad la comprensión de los inteligibles: sólo los átomos
y el vacío pueden ser objetos de un saber seguro. Todo lo que es sensible depende de la opinión;
las cualidades sensibles de los cuerpos no son reales, sino imaginarios. En el caso de que se trate
de una de las más importantes de la historia de la humanidad, se trata de un proceso de
transformación. La única realidad está constituida por la realidad inteligible de los átomos, por las
ideas; por otro lado, la realidad de los cuerpos sensibles y sus cualidades son rechazadas por el
abderiano.

La mecánica atomística de Demócrito funciona de la siguiente manera: primero, los átomos son
cualitativamente idénticos (lo que diferencia es el arreglo - figura, orden y posición - y no el átomo
en sí): "Pues las diferencias del ser se resumen al ritmo a la asociación, ya la modalidad. Lo que
ellos llaman ritmo es la figura, la asociación es el orden y el modo es la posición. Así, A es diferente
de N por la figura, AN de NA por el orden y I de H por la posición "6. Estas diferencias se vuelven
más claras en el siguiente comentario: "El sabor amargo es producido por átomos pequeños, lisos
y redondos, cuya actual circunferencia es sinuosa, y por eso es viscosa y pegajosa. El sabor ácido
es causado por átomos grandes, no redondos y, a veces, hasta angulosos "(ARISTÓTELES, Op. Cit.,
A, 4.985 b 4). Por lo tanto, los átomos poseen las más variadas formas, lo que justifica la
diferenciación de cada uno de los seres y elementos de la naturaleza. Por ejemplo, los elementos
agua, fuego, tierra y aire son definidos por el tamaño y la forma de los átomos: agua, tierra y aire
son diferenciados por el tamaño de los átomos. Por otro lado, olor y sabor, son explicados por la
forma atómica. Los olores y sabores agradables, como el dulce, están asociados a los átomos
redondeados y lisos. En cuanto a los colores, estas son definidas por el arreglo de los átomos de un
cuerpo: cuando los arreglos de los átomos se alteran en la superficie de un cuerpo,
consecuentemente, hay un cambio de color. Pero, ¿qué atestigua el cambio de la propiedad de un
elemento, por ejemplo, su color? Esta percepción no está en el objeto mismo, es subjetiva. Sin
embargo, existe un fundamento causal para ella, lo que hace inteligible su alteración. Las cosas
emiten una especie de espectros o imágenes sutiles, compuesta de átomos más finos, que
penetran en los órganos de los sentidos. De ese modo, la mente recibe una copia o réplica de la
cosa y es en eso que consiste el conocimiento. Demócrito hace referencia a los objetos de la
experiencia sensible al mismo tiempo en que respeta el principio racional de identidad.
Como se vio, la constitución del mundo según el atomismo abderiano sólo es concebida a partir de
la causalidad mecánica fruto del azar. Por lo tanto, quedan algunas cuestiones a ser respondidas y
cuyas respuestas no encontramos en el propio sistema atomístico de Demócrito y ni en el
atomismo posterior: ¿de dónde proviene el movimiento inicial del átomo? ¿Se encuentra en el
propio átomo o hay una causa primordial que lo justifica? ¿Cómo se explica el proceso de
aglutinación y dispersión de los mismos? ¿Qué elementos nos llevan a sostener que en la
estructura externa de los átomos, por sus diferenciaciones, encierran los elementos de la
naturaleza? Como se ve, estas respuestas no se encuentran en el propio atomismo, lo que sugiere
más una construcción intelectual de un sistema no sostenido por la observación. Una vez más,
estamos ante un proceso de fabricación de la realidad común a los seres humanos desde las bases
de la construcción del conocimiento occidental. Tal práctica perdurará y la propia concepción de
átomos se presentará bajo varias facetas hasta la actual física cuántica, la mayoría de ellas
producto de nuestro imaginario creativo que, no encontrando respuestas en la Física, se asienta
en la metafísica. Y parece ser ese el elemento definidor de la filosofía: hacer filosofía es intentar
decir algo de metafísico. Sólo que, como se verá, tal procedimiento no es exclusivo de la filosofía;
la propia ciencia, en muchas ocasiones, superpone la teoría a la realidad y espera que la segunda
confirme las verdades de la primera. Cuando eso no sucede, tenemos más un sistema metafísico,
ahora, no dentro de la filosofía, sino de la propia ciencia. Como se verá, la historia del atomismo
subsiste a los siglos y nuestra concepción actual de mundo es fruto del desarrollo de esa historia.
En la estela del atomismo de Demócrito encontramos el neoatomismo de Epicuro (341-270 a. C.) y
de Lucrecio (96-55 a. C.). Famoso por tener una doctrina siempre confundida con el incentivo por
la búsqueda del goce inmoderado de los placeres mundanos, como si no se distinguiera del
hedonismo puro y simple7, Epicuro representa un hito en el cambio de la concepción atómica que
lo precedía. De su obra se conservaron, también, tres cartas que suelen ser apuntadas como la
súmula del pensamiento epicúreo: la primera, dirigida a Heródoto, trata de la física; la segunda,
dirigida a Pítocles, trata de la meteorología y la astronomía; la tercera, dirigida La Meniu, trata de
las concepciones sobre la vida humana. Es más específicamente en la carta A Heródoto que se
encuentra el núcleo del atomismo físico epicurista. La Física, también considerada como la ciencia
del nacimiento y de la muerte, abarca toda teoría de la naturaleza. Para Epicuro, de la misma
forma que para Demócrito, no existe nada más allá de las cosas físicas o corpóreas y de su
ausencia (del átomo y del vacío). Pero se engaña quién espera que sea Demócrito su principal
inspiración; en realidad, su admiración es mucho mayor por Anaxágoras y sus átomos se asemejan
más a las casas anaxagorianas que con el sistema democriano, al que se opone. La principal
modificación que Epicuro introduce en el mecanicismo atómico de Demócrito es que si para los
abderianos los átomos serían simplemente ideas, para Epicuro los mismos son cuerpos, que
poseen peso y otras cualidades materiales - y no existiría otro criterio para el conocimiento que no
la sensación. Sin embargo, Epicuro no parece atentar para algunos problemas derivados de esta
forma de pensar: ¿cómo un filósofo, que fija todo desde los sentidos, puede concebir "realidades"
invisibles como el átomo y el vacío? Otra cosa, ¿cómo probar la existencia del vacío que, por
definición, no es sensible? Otra modificación Epicuro introduce en el pensamiento de Demócrito.
Si el segundo explicaba el movimiento sin señalar ninguna justificación teleológica para el mismo
(todo sucede al azar), Epicuro explica el movimiento por el peso de los átomos, que es responsable
de su caída8. Pero, por ese tipo de movimiento, los átomos caerían paralelamente y jamás se
chocarían para producir la diversidad de las cosas. De ahí que Epicuro introduce la idea de un
nuevo tipo de movimiento, la declinación ("clinâmen"). Por medio de ella los átomos se desviarían
de su trayectoria rectilínea para chocar con otros y producir la diversidad de lo real. Sin embargo,
otro cuestionamiento puede ser levantado sobre ese tipo de mecanicismo: y lo que explica esa
declinación? ¿Existiría un factor externo actuando sobre ella? Para Epicuro no. La declinación no se
explica porque es manifestación de la libertad del átomo. Siendo así, crea una especie de teoría
materialista de la libertad, donde, en lugar de la necesidad, introdujo una indeterminación natural.

Epicuro se opuso con gran aversión a las concepciones fundamentales de los platónicos y de los
aristotélicos, convirtiéndose en el primer materialista consciente del propio materialismo, como
clara y explícita negación de lo suprassensible, del incorpóreo y del inmaterial, y,
consecuentemente, de la inmortalidad e inmaterialidad del alma (ROCHA, 2007: 35).

Por cuestiones morales y no sólo físicas, la introducción del "clinamem" en la teoría de Epicuro
tenía un segundo propósito, a saber, abolir las imposiciones de la necesidad, del destino y de los
dioses e introducir al hombre en la historia como siendo el señor de sí, sin limitación y libre para
ser feliz. La propia ataraxia (placer en reposo) pregonada por Epicuro es expresión máxima de esa
libertad o liberación (de los dioses, del destino, del miedo a la muerte, etc.), y se resume en sus
cuatro máximas: "no hay que temer a los dioses" ; "Muerte significa ausencia de sensaciones"; "Es
fácil buscar el bien"; y "es fácil soportar el mal". Con su teoría, logra suplir dos ideales que guiaron
la historia de la humanidad: el de dar inteligibilidad a la naturaleza formando un sistema de ideas
coherente, lógico y necesario (de la misma forma que sus antecesores lo hicieron), y el de pensar
en un ideal democrático de la libertad humana. Aquí la fabricación de la realidad se conjuga con la
propia realidad.

Pero, retornando a la cuestión del atomismo epicurista y de su funcionamiento que, exceptuando


lo que fue mencionado, se parece mucho al de Demócrito (en la cuestión del átomo y del vacío,
del principio de conservación, el carácter de los átomos, del infinito y del de inmutable y de las
propiedades del átomo), una cosa llama la atención y merece una letra: su concepción de mundos
posibles. Retomando Diógenes Laércio, tenemos la siguiente afirmación:

Además, existe un número infinito de mundos, tanto semejantes al nuestro como diferentes de él,
pues los átomos, cuyo número es infinito como acabamos de demostrar, son llevados en su curso a
una distancia cada vez mayor. Y los átomos de los cuales podría formarse un mundo, o de los
cuales podría crearse un mundo, no fueron todos consumidos en la formación de un mundo solo, ni
de un número limitado de mundos, ni de cuantos mundos sean semejantes a éste o diferentes de
éste. Nada impide que se admita un número infinito de mundos.
Lo que se ve aquí, desde la antigüedad, es la defensa de la posibilidad de la existencia de una
infinidad de mundos posibles. Y eso sólo es posibilitado por la postulación del átomo como
componente constitutivo y básico de todas las cosas. Lo que en filosofía se llama un mundo
posible es una entidad hipotética que nos permite hablar sobre, y estudiar, los diversos aspectos
en que el universo podría haber sido diferente. Paralelamente a cada aspecto o combinación de
aspectos en el mundo real, hay otro aspecto que en un mundo posible podría haber sido diferente.
"Pero los mundos también son en número infinito, unos semejantes a éste aquí, otros diferentes.
Porque los átomos siendo en número infinito, como acaba de ser demostrado, son llevados a las
mayores distancias" (EPICURO, Carta a Heródoto, § 45 apud DUMONT, Op. Cit., Página 520). Según
Jean Bayet (apud DUMONT, Op. Cit., 555), la filosofía de Epicuro fue "tan vulgarizada en el mundo
romano que el poeta Lucrecio experimentó una necesidad urgente de ofrecer al público culto una
exposición sistemática de la doctrina del Jardín, componiendo, a la manera de los preservativos,
un poema titulado De la Naturaleza". Sin embargo, a pesar de tal poema representar un puente
entre el atomismo antiguo y su resurgimiento en la Edad Moderna, el mismo no presentó ninguna
novedad frente al pensamiento de Epicuro. Las cuestiones como la del peso y la declinación, del
vínculo entre declinación y libertad, de las sensaciones, del alma y de la muerte, permanecen casi
intactos. De la naturaleza, primer texto filosófico en latín, es considerado como uno de los
mayores poemas filosóficos de todos los tiempos, pero que se limita a exponer en versos el
pensamiento de Epicuro, resaltando su crítica a la religión como causa de los temores del hombre.
Lo que se puede llamar de innovación en el referido texto en relación al pensamiento de Epicuro
es que en él Lucrecio Caro (siglo I aC) reinventa el atomismo promoviendo una comparación entre
los átomos y las letras del alfabeto: "de la misma forma como algunos átomos son lisos y otros
curvos, también algunas letras son abiertas y otras cerradas. De la misma manera que la
combinación de algunas letras produce las palabras 'blanco' o 'perfume', la combinación de
algunos átomos produce un color blanco o un perfume "(ROCHA, Op. Cit., P.38). Sin embargo, se
sabe bien que, de la misma forma que una combinación de algunas letras puede no formar palabra
alguna, la combinación de algunos átomos puede no producir objeto alguno, ser sólo un
amontonamiento de los átomos. Cierto es que las ideas de Lucrecio sobrepasaron la antigüedad a
la Edad Media, y habrían sido "redescubiertas", en 1417, por Poggio Braccioli. Enfatiza el término
redescubiertas, ya que su pensamiento había sido conocido por otros autores en otras ocasiones.
Por lo menos es lo que afirma Alistair Crombie (2007: 38):

Ciertamente las ideas de Lucrecio no eran desconocidas antes de esta fecha: ellas aparecen, por
ejemplo, en los escritos de Hrabanus Maurus, Willian de Conches y Nicolas de Autrecourt. Pero el
poema de Lucrecio parece haber sido conocido sólo en partes, en citas en los libros de los
gramáticos. Él fue impreso más tarde a finales del siglo XV y después de esto muchas veces.

Como se ha dicho, tal pensamiento es mucho más importante por la divulgación y propagación de
un atomismo que habría comenzado por Leucipo y Demócrito y desaguado en el atomismo de
Epicuro que por sus contribuciones originales. Como se verá, incluso ante todos los problemas
concernientes a la producción del conocimiento en la Edad Media, el atomismo sobrevivió y habría
sido él la causa de la condenación de Galileo que fuera considerado herético por su adhesión a
doctrinas atomistas. Se concluye, por lo tanto, la reflexión acerca de la construcción de la realidad
en la antigüedad griega. El objetivo del presente fue el de buscar el origen y los fundamentos de la
concepción de mundo como creación humana, los fundamentos de una ontología que insiste en
fabricar la realidad. Concluimos que, lo que parece subyacer a la intención de los griegos era
concebir un sistema cuya objetividad fuese salvaguardada, que tuviera una connotación de
universalidad e identidad formal. En otras palabras, salvaguardar la objetividad a través de la
homogeneidad de la realidad con el pensamiento, alejando al sujeto conocedor de la descripción
del mundo. Cierto es que fueron tales ideas que dejaron el legado para lo que en el siglo XX había
de ser entendido como átomo y sobre su funcionalidad. El retorno a las bases griegas nos da una
noción de que, aun sin la percepción de las aplicaciones prácticas recientes, la funcionalidad del
átomo siempre ha sido reconocida como una explicación racional de lo real. Es importante el
conocimiento de tal historia y el reconocimiento de que, si hubo alguna originalidad en la
inspiración creativa de la idea de átomo, esa originalidad fue, de hecho, griega. Por último, lo que
quisiéramos subrayar en este texto, se refiere a la elección del átomo como sesgo de exposición
de la metafísica griega. Sabemos que hasta el desarrollo de la física contemporánea, lo que era
conocido como átomo (primera partícula indivisible, en la etimología griega), no era más que un
subterfugio para explicar (o justificar) fenómenos hasta entonces inexplicables que estaban
diluidos en la tradición mitológica. El átomo como realidad física sólo puede ser considerado como
tal, a partir de los trabajos en química, por Boyle (1627-1691); en electromagnetismo, por Faraday
(1791-1867); y, principalmente, en física atómica, por Ernest Rutherford (1871-1937) y Niels Bohr
(1885-1962), a los que se debe su descripción moderna. Antes de eso, él no era más que una
conjetura, utilizada principalmente asociada a los principios mecánicos de la materia.

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