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Paradigma

positivista

Producción y
Análisis de
Datos
Cualitativos
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Relevancia del positivismo
Un paradigma es un modelo que, consensuadamente, guía las distintas
disciplinas de la ciencia desde los supuestos epistemológico-teóricos hasta
los métodos para ser aplicados. Dentro de las ciencias sociales, el paradigma
positivista ha sido relevante, aunque por lo general se ha asociado a los
métodos de investigación cuantitativa.

¿Por qué es importante revisar los aportes del positivismo al estudiar


métodos de investigación cualitativa? Una respuesta es que la ruptura con
el sentido común no significa solamente buscar y escoger aportes teóricos
para construir nuestro objeto de estudio, pues en este proceso de
construcción también es imprescindible reconocer y distinguir desde qué
perspectivas epistemológicas nos hablan los distintos autores que leemos y
los supuestos que sustentan sus intereses, propósitos y supuestos de
investigación. Otra respuesta, no menos importante, es que todo
investigador, al construir su objeto de estudio, debe contemplar la
posibilidad de relacionar los métodos y las técnicas de análisis para lograr
los objetivos propuestos.

Antecedentes
El término positivismo surge por primera vez en 1830 con Henri Saint-Simon,
pensador francés centrado en los cambios que acusaban la sociedad
industrial. Para este pensador, el positivismo era el método exacto que debía
asumir la ciencia social e incluso la filosofía. Posteriormente, Augusto Comte
(1798-1857) acuñó este término para su Curso de Filosofía Positiva.

Sin embargo, estas definiciones del positivismo tienen antecedentes que


merecen ser estudiados. A tal efecto, primero revisaremos sus vertientes
romántica y evolucionista, para luego centrarnos en los problemas
epistemológicos que plantea, específicamente en torno a la inducción y la
deducción.

Las vertientes romántica y evolucionista del positivismo

En su vertiente romántica, el positivismo es exaltado como única ciencia,


moral y religión reconocible en una sociedad organizada (Abbagnano, 1996).
Lleva como impronta el debate entre distintas perspectivas para conocer el
mundo que va desde el siglo XVII, que tienen como ejes centrales de
distinción entre la razón y los sentidos. En este amplio contexto, se reconoce
el racionalismo representado por Descartes, Spinoza y Leibniz, para quienes
el conocimiento surge del razonamiento deductivo. Pero también posee la
influencia del empirismo, propuesto por Bacon, Locke, Hume y Stuart Mill,

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desde quienes se asumió que la fuente del conocimiento eran los sentidos.
La influencia del empirismo hizo difundir la idea de que el conocimiento
tenía un origen sensorial y que, a partir de allí, las experiencias podían ser
consideradas fenómenos y objetos de investigación científica. Con ello, todo
objeto de conocimiento científico debía ser percibido a través de sentidos,
puesto fuera del sujeto que lo percibe, mostrado y verificado en tanto
fenómeno (Vieytes, 2004).

Por otra parte, la vertiente evolucionista es representada por Herbert


Spencer (1820-1903). Para este pensador, la realidad debía ser explicada a
partir de postulados propios de la teoría biológica de la evolución,
resignificada en el plano social. En su ensayo “Progreso”, publicado en 1857,
Spencer señala que en todos los ámbitos de la actividad humana y “siempre
en el fondo de todo progreso está la misma evolución, que va de lo simple a
lo complejo a través de sucesivas diferenciaciones” (como se cita en
Abbagnano, 1996, p. 483). La evolución del hombre se concibe, entonces,
como un progreso inexorable que encontrará su máxima expresión en el
bienestar y en la felicidad.

La Figura 1 representa cómo el evolucionismo, según la idea de progreso, ha


permeado nuestros estilos de vida, incluso en la actualidad, aplicándolo a la
publicidad sobre el transporte y la entrega de un bien de consumo básico
como el alimento.

Figura 1: Representación del evolucionismo según la idea de progreso

Fuente: Armendariz Ortigosa, 2012, https://goo.gl/p2rCp7

Las leyes de la naturaleza y el problema de la inducción

Uno de los principios del paradigma positivista es la invariabilidad de las


leyes de la naturaleza. Aquí encontramos dos cuestiones relevantes. Por una
parte, las leyes se formulan a partir de inferencias que deberían realizarse
mediante lo que se observa. Por otra parte, se puede indagar lo que ha
existido y sobre esta base establecer tendencias a futuro. No obstante,
¿cómo se pueden relacionar estas inferencias de manera tal que lleguen a

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convertirse en leyes de carácter universal? Una respuesta a este
interrogante se encuentra en el razonamiento inductivo.

El razonamiento inductivo encuentra sus antecedentes en la filosofía


antigua, fundamentalmente con Sócrates y Aristóteles. Este último sostuvo
que el inductivismo era un procedimiento que va de lo particular a lo
universal y así lo distinguió del razonamiento deductivo, que debía ser
logrado a partir de silogismos. Al hacer tal distinción, Aristóteles señaló que
el razonamiento inductivo solo podría tener valor cognoscitivo para el
ejercicio de la persuasión en la retórica. Veamos por qué.

Un silogismo es un argumento que presenta tres proposiciones y que tiene


por particularidad el hecho de que la última de ellas debe ser deducida de
las otras dos. Un ejemplo clásico de silogismo es el siguiente (Abbagnano,
1996):

Premisa 1: Todos los hombres son animales.


Premisa 2: Todos los animales son mortales.
Premisa 3: Todos los hombres son mortales.

Gráficamente, las tres premisas se representan a continuación.

Figura 2: Representación de un silogismo

Todos los hombres son


animales (premisa 1)

Todos los animales son mortales


(premisa 2: conexión)

Todos los hombres son


mortales (premisa 3)

Fuente: elaboración propia.

La premisa 2 no solo establece conexión entre la 1 y la 3, sino que también


es verdadera. Podríamos discutir la premisa 1 argumentando que, si bien los
hombres son animales, tienen como característica distintiva que son seres
pensantes. Pero esta es una característica que solo permite establecer la
diferencia entre el hombre y el resto de los animales. La premisa 2 sigue

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siendo verdadera porque lo sustancial en el animal es ser mortal. La premisa
3 es concluyente y la podríamos expresar así: todos los hombres, en tanto
animales, son mortales.

Para Aristóteles, en el razonamiento inductivo se puede prescindir de la


premisa 2 o término medio. Pero esto no es así en el razonamiento
deductivo, pues este tipo de razonamiento amerita que la conexión entre las
premisas extremas sea verdadera, es decir, debe hacer mención a la
sustancia. Según Aristóteles, la ciencia debía ser demostrativa y esto se
podía lograr por inferencias que, si bien podían ir de manera intuitiva de lo
particular a lo general, la conexión entre las premisas debía referirse a la
sustancia en tanto principio ontológico o razón de ser de las cosas
(Abbagnano, 1996).

Luego de Aristóteles, los epicúreos y los estoicos continuaron el debate en


torno al razonamiento inductivo y discutieron si la generalización a partir de
este procedimiento era válida. Mientras los primeros sostuvieron que la
inducción era completamente legítima y válida, los segundos le restaron
valor. Siglos más tarde, la propuesta de Francis Bacon, reconocido como
padre del empirismo, estableció un hito que merece atención. En su obra
Novum orgaum, publicada en 1620, expresó:

Hasta ahora se estilaba pasar rápidamente de los datos del


sentido y de las cosas particulares a las cosas muy generales,
como si éstos fueran dos polos fijos de la disputa, y luego
derivar todas las otras por el camino de las cosas intermedias.
Éste es un atajo, aunque muy accidentado, por el cual nunca
se encuentra a la naturaleza, sino solo problemas. En cambio,
se deben extraer los axiomas por grados sucesivos y sólo por
último llegar a los más generales, que no son simples
nociones, sino hechos bien determinados y tales que la
naturaleza los reconoce verdaderamente como suyos e
inherentes a la esencia de las cosas. (Como se cita en
Abbagnano, 1996, p. 667).

Así, Bacon consideró que el procedimiento inductivo era válido en tanto


seleccionara y ordenara las experiencias. Esto implicaba elegir y clasificar los
experimentos e instituir el control. Con ello también aportó una solución a
las limitaciones que Aristóteles señaló sobre el procedimiento inductivo.

Sin embargo, el razonamiento inductivo y sus avatares no quedaron


suficientemente resueltos con Bacon. Aún quedaba por responder al
problema de la observación de la experiencia como base para hacer

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predicciones. Al respecto, David Hume (1711-1776) advirtió que las
inferencias provenientes de la experiencia hacían asumir que el futuro
siempre se asemejaría al pasado. Pero, si existiera alguna sospecha de que
el curso de la naturaleza pudiera cambiar, entonces el pasado ya no serviría
como regla estricta para predecir el futuro y, por lo tanto, las experiencias
ya no serían útiles para establecer conclusiones (Abbagnano, 1996).

En el mundo moderno, el problema de la inducción contó con tres


soluciones:

1) Objetivista: considera que la principal característica de la naturaleza es


su uniformidad. Esta característica hace que se puedan generalizar las
experiencias observadas. Aquí lo natural es asimilado a lo uniforme. Las
inferencias particulares hacen evidente una uniformidad general
2) Subjetivista o crítica: tiene como referente a Immanuel Kant. Para
responder al problema planteado por Hume sobre la posibilidad de
generalización científica, Kant propuso la uniformidad de la estructura
categorial del entendimiento, es decir, que la uniformidad de la
naturaleza dependerá de la forma general que asume el entendimiento
sobre las cosas. Con esto, la facultad pura del entendimiento es lo que
prescribe la uniformidad de la naturaleza. Deja a un lado la pretensión
de lograr un ordenamiento finalista del universo, pero la establece desde
el espíritu o la idea.
3) Pragmática: considera la inducción a partir de una justificación
probabilística. Cuando se afirma que todos los hombres son mortales, es
porque este hecho se ha encontrado constantemente unido al ser
hombre. Para ello, hay que tomar el valor numérico como medida de la
posibilidad de ser mortal. ¿Acaso debemos contar cada uno de los
hombres que han muerto? No necesariamente, pues para llegar a la
generalización sobre este hecho es posible considerar una proporción al
asumir que vale para todos los otros casos. Supongamos que surge un
hecho que refuta lo que venimos afirmando. En este caso, se aplicaría un
juicio probabilístico y su posibilidad sería mostrada mediante la
estadística. Desde este punto de vista, la inducción no solo es un
procedimiento válido, sino también aporta a la previsión de tendencias
futuras (Abbagnano, 1996).

El positivismo en las ciencias sociales


La visión romántica en torno a la ciencia pasó a ser también un dispositivo
para ordenar lo que se concebía como fenómeno social. Entonces, para que
las ciencias sociales gozaran de legitimidad, debían aplicar métodos regidos
por la propuesta de Comte. Así encontramos como principios:

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1) Monismo metodológico: los objetivos, los conceptos y los métodos de
las ciencias naturales deben ser aplicados en las investigaciones sociales.
2) Lógica causal: es la base del modelo explicativo en las ciencias naturales
y proporciona las normas para indagar en las ciencias sociales.
3) Neutralidad valorativa: el carácter de las ciencias sociales es
instrumental; por lo tanto, no se permite la influencia de valores de los
investigadores en el proceso de investigación (Vieytes, 2004).

¿Hasta qué punto las ciencias sociales debían regirse por el método
aportado desde las ciencias exactas y naturales? La propuesta del sociólogo
y filósofo francés Emile Durkheim (1858-1917) es una referencia importante
para aclarar esta interrogante.

Durkheim toma en cuenta los principios del positivismo, pero se aleja de sus
antecedentes más empiristas. Cuestiona el hecho de que existan leyes
universales, válidas en todo tiempo y lugar, para estudiar cuestiones
sociales. Además, da a la sociología el lugar de ciencia al distinguirla de otras
disciplinas que también estudian la actividad y la organización humana,
como pueden ser la biología y la psicología. Ya no se trata de estudiar los
actos, los pensamientos y las sensaciones del hombre, sino de describir,
clasificar y analizar las normas y los procesos que están fuera de la conciencia
de los individuos y que constriñen sus acciones en tiempos y espacios
determinados. Así, sostiene que los hechos sociales debían ser estudiados
como cosas, pues en toda sociedad existen sanciones legales que evitan que
los individuos violenten las normas; pero también hay formas indirectas que,
difundidas en los grupos, regulan las acciones de los individuos. Estas últimas
no son perceptibles fácilmente, pero pueden ser estudiadas objetivamente.
Estudiar los hechos sociales como cosas es una de las reglas del método
sociológico propuesto por este autor que aún subyace en las investigaciones
guiadas por la lógica cuantitativa e incluso es aplicada por investigadores no
positivistas (Vieytes, 2004).

Un ejemplo de la propuesta de Durkheim está plasmado en El suicido.


Estudio de sociología, publicado en 1897. En esta obra, Durkheim logra
mostrar que el suicidio no tiene causas psicológicas. Más bien es producto
de un debilitamiento en la cohesión de la sociedad de su época. Desde su
perspectiva, el suicidio no es el desenlace de la desesperación de un
individuo, de manera que no puede explicarse por la simple suma de
suicidios. Ciertamente, la observación fue importante, pues lo llevó a
establecer, primero, la recurrencia y constancia. Luego, conceptualizó y puso
a prueba distintos enfoques. Posteriormente, lo relacionó con el sistema
religioso que inspiraba los valores de la sociedad y a la vez constreñía. Con
todo esto, Durkheim estableció índices de recurrencia a partir de datos
particulares observados de la realidad; elaboró una problemática
considerando distintos enfoques teóricos; formuló hipótesis derivadas tanto

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de sus observaciones como de las elaboraciones teóricas; finalmente,
mostró y explicó al suicidio como hecho social ofreciendo y también una
tipología (Quivy y Van Campenhoudt, 1999).

Para finalizar esta lectura, ofrecemos un resumen sobre las principales


características del paradigma positivista y sus implicaciones para las ciencias
sociales.

Tabla 1: Bases del paradigma positivista en las ciencias sociales

Supuestos Argumentos
Ontológico:
la naturaleza de la La realidad es objetiva.
realidad.
Epistemológico: El sujeto (investigador) debe estar
relación entre el separado de su objeto de estudio. La
investigador y aquello que distancia frente a aquello que se pretende
investiga. investigar es vista como condición
necesaria para alcanzar un conocimiento
objetivo.
Axiológico: El investigador quiere separarse de sus
papel que juegan los propios valores, de su orientación política,
valores en la investigación. de su ideología, de sus ideas sobre el bien
y el mal, sobre lo justo e injusto y lo que se
desea para él y los otros.

Metodológico: El diseño es deductivo y el análisis es


procedimientos utilizados inductivo. Esto implica: i) un fuerte papel
para construir la evidencia de la teoría en el diseño; ii) la teoría es
empírica y cómo se fuente de conceptos que deben ser
relacionan lógicamente operacionalizados en términos de
con las distintas etapas del variables, dimensiones e indicadores y sus
diseño de la investigación. categorías; iii) el modelo de análisis es
causal y las generalizaciones se hacen en
términos de predictibilidad; iv) se aplican
técnicas estadísticas.
Fuente: adaptado de Sautu, Boniolo, Dalle y Elbert, 2010.

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Referencias
Abbagnano, N. (1996). Diccionario de Filosofía. Distrito Federal, MX: Fondo de
Cultura Económica.

Armendariz Ortigosa, A. (2012). El evolucionismo según KFC [Imagen]. Recuperado


de http://thecreativesuitcase.blogspot.com.ar/2012/08/el-evolucionismo-de-la-
mano-de-kfc.html

Quivy, R. y Van Campenhoudt, L. (1999). Manual de investigación en ciencias


sociales. Distrito Federal, MX: Limusa.

Sautu, R., Boniolo, P., Dalle, P., y Elbert, R. (2010). Manual de metodología:
Construcción del marco teórico, formulación de los objetivos y elección de la
metodología. Buenos Aires, AR: Prometeo Libros.

Vieytes, R. (2004). Metodología de la investigación en organizaciones, mercado y


sociedad: epistemología y técnicas. Buenos Aires, AR: De las ciencias.

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