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¿A DIOS LE IMPORTA CÓMO MANEJO MI

DINERO?
El dinero es parte de nuestra vida. Todos, sin excepción, nos
relacionamos con el dinero. Desde los que llegaron a su trabajo en
un vehículo personal hasta los estudiantes que fueron a la escuela
en camión, o incluso los que usaron el metro, todos utilizan dinero
para costear su transporte. Nuestra comida, vestimenta, y casi
todo se relaciona, en algún sentido, con el dinero.

Esto es así porque Dios nos ha creado para ser productivos. Esto lo
vemos en la creación. Dios creó al hombre a su imagen con el
propósito de representar su autoridad en el mundo (Gn. 1:26). Dios
le encomienda al hombre “fructificar” en el huerto del Edén (Gn.
1:28; 2:15). Obviamente, Adán no producía dinero como tal, pero los
frutos resultantes de su trabajo serían lo equivalente al dinero
actual. Scott Rae, en su ensayo “Creados para la responsabilidad”
dice:

“En la creación, Dios es retratado como un trabajador (Gn. 1:31) que


sigue trabajando para sustentar su mundo. La creatividad, la
iniciativa y el ingenio que se muestra en la creación también son
rasgos que se les ha dado a los seres humanos en virtud de ser
hechos a su imagen”.

Si esto es así, como creyentes, deberíamos conocer lo que las


Escrituras dicen sobre el dinero. Entonces, vamos a ver algunos
principios bíblicos que probablemente tú ya sabes, pero que también
muy probablemente necesitas recordar y aplicar (e incluso
arrepentirte si estás fallando en alguno de ellos).

PRODUCE EL DINERO TRABAJANDO RESPONSABLEMENTE


“El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que sigue a los
ociosos se llenará de pobreza” (Pr. 28:19).

En Proverbios, las palabras “riquezas”, “plata”, “oro”, “bienes”, y


“rebaños” se usan para referirse al resultado del trabajo. En los
tiempos bíblicos, en su contexto agrícola, ganadero y metalúrgico,
esto es lo que se producía trabajando.

Es importante notar la palabra “labrar”, ya que es lo que podríamos


entender como “trabajo” (Pr. 28:19 NTV). Pero no solo un trabajo,
sino un trabajo continuo y esforzado. Dios ha determinado que se
produzcan los bienes o el dinero por medio del trabajo. Dios nos ha
dado la capacidad de ser productivos en base al esfuerzo diligente
(Pr. 27:23). Como creyentes, somos llamados a reflejar la imagen de
Dios al esforzarnos en nuestro trabajo. De hecho, Pablo dice que el
trabajo es la manera de conducirse honradamente (1 Ts. 4:11-12).

¿Estoy diciendo que todos los cristianos serán ricos y prósperos?


No. Estoy diciendo que los cristianos debemos ser trabajadores, y
lo normal es que el trabajo diligente produzca frutos. Llegar
temprano, cumplir el horario, “desquitar el sueldo”. Debemos ser
trabajadores diligentes que confían al Señor los frutos de su
trabajo.

GASTA EL DINERO RESPONSABLEMENTE

“Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas (…) porque las


riquezas no duran para siempre; (…) Los corderos son para tus
vestidos, y los cabritos para el precio del campo; y abundancia de
leche de las cabras para tu mantenimiento, para mantenimiento de
tu casa” (Pr. 27:23-27).

Aquí vemos la responsabilidad de conocer nuestro estado


financiero. Recuerda, en una sociedad ganadera, las ovejas
representan fuentes de ingreso y sustento. Traducido a nuestro
tiempo el texto diría algo como “Sé diligente en investigar en los
libros, revisar el balance, hacer un presupuesto”. Esto es difícil,
pero muy necesario. Alguien dijo muy acertadamente que si
fracasas en las finanzas es porque fracasaste en planear un
presupuesto.

Nota la segunda parte del pasaje. ¿Para qué son las ganancias? Para
“tus vestidos”, “el precio del campo”, “tu mantenimiento”, y
“mantenimiento de tu casa”. En otras palabras, tus ganancias son
para lo que necesitas. No te apresures. No gastes impulsivamente
(Pr. 21:5, 17, 20). Planea tus gastos y evalúa si en verdad necesitas
lo que vas a comprar o es solo un deseo pasajero.

Muchas veces nuestros gastos reflejan una falta de dominio propio


y terminamos gastando apresuradamente en pequeños placeres o
entramos en deuda innecesaria. Si tienes tarjeta de crédito, sé
responsable y no la uses indiscriminadamente. Alguien dijo del
crédito mal usado: “Compramos cosas que no necesitamos, con
dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no
conocemos”.

No vivas esperando la quincena con desesperación por falta de


planeación. Conoce el estado de tus rebaños. Gasta
intencionalmente. Como dijo Rick Warren: “Cuando presupuestas, le
dices al dinero a dónde ir. No preguntas a dónde fue”.

REPARTE EL DINERO GENEROSAMENTE

Recuerda que “tu dinero” no es tuyo, Dios es dueño de todo y te lo


ha confiado (Sal. 24:1). Por eso, debes honrarlo con tus ingresos
(Pr. 3:9). De manera interesante, el texto dice que debe darse a
Jehová las “primicias” de todo fruto. A Dios debemos darle lo
mejor: la primera cosecha, el primer sueldo, el primer renglón en el
presupuesto. No debemos ofrendar de lo que nos sobra. Debemos
ser dadores intencionales y gozosos (2 Co. 9:7).

Otra vez, esta no es una cláusula contractual en la que Dios está


obligado a darme si yo le doy. Dios no tiene ninguna obligación
conmigo. Pero, debido a su carácter, lo normal es que Él bendiga,
por su gracia, a los que son generosos (Pr. 3:9-10). Sin embargo,
debemos notar con qué propósito bendice Dios a una persona con
prosperidad. Pablo dijo:

“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y


multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra
justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad,
la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (2
Co. 9:10-11).

Dios te hace producir para que seas generoso. Dios espera que seas
generoso con Él, y también con los necesitados —especialmente los
de tu iglesia local (Gá. 6:10)—.

VALORA EL DINERO CORRECTAMENTE

No te obsesiones con el dinero. Tú sabes lo que dice el apóstol


Pablo: “raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Ti. 6:10). La
Biblia expone muchas otras cosas superiores al dinero que debes
amar más. Te enlisto algunas:

La integridad (Pr. 28:6).

La buena reputación (Pr. 22:1).

El contentamiento y la paz (Pr. 17:1).

La sabiduría de Dios (Pr. 8:10-11; 17-21). ¡Esta es la más importante!


La sabiduría divina es superior a cualquier cantidad de dinero que
puedas imaginar. Y la puedes encontrar en el temor del Señor (Pr.
1:7). No importa cuán prósperos, trabajadores o productivos
seamos, si no tenemos la sabiduría de Dios no sabremos qué hacer
con el dinero.

Jesús dijo:

“Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no


consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc. 12:15).

El trabajo y el dinero son bienes otorgados por Dios que debemos


usar para su gloria. El Evangelio cambia nuestra perspectiva. Cristo
mismo fue trabajador y generoso; y por su muerte, sepultura y
resurrección nos perdona y da su gracia para vivir vidas productivas
y sabias que le honren.

CONCLUSIÓN

Dios nos ha creado como seres productivos con el fin de reflejarle.


Esto lo logramos en parte por medio de nuestro trato con el dinero.
Como cristianos, debemos caracterizarnos por un trabajo
esforzado, un gasto premeditado y una gran generosidad al
ofrendar y al ayudar a otros. Por supuesto, esto debe hacerse
ordenadamente, “según [Dios te] haya prosperado” (1 Co. 16:2).
Pero, como todo, el dinero es de Dios. Y debemos valorarlo
correctamente, usándolo como Él lo ha establecido

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