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PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO PENAL

Los principios generales del Derecho penal son pautas generales sobre los cuales
descansan diversas instituciones del Derecho penal Positivo. Asimismo la doctrina las
propone como guía para interpretación del conjunto de normas que integran el
ordenamiento jurídico-penal. Esos principios tendrán que ser utilizados por aquellas
personas que quieran aplicar sistemáticamente la legislación penal; se encuentran
ubicados en el Título Preliminar del Código Penal.

Estos son los principios generales del Derecho penal que han sido establecidos por la
doctrina:

1.1. Principio de Legalidad.

Este principio consiste en aquel mandato por el cual una persona no puede ser
sancionada si es que su conducta desaprobada no se encuentra totalmente
regulada en la ley.

Este es el principal límite de la violencia punitiva que el sistema penal del


Estado ejercita, se trata de un límite típico de un Estado de Derecho. Esta
violencia se realiza bajo el control de la ley, de manera que toda forma de
violencia ilícita que provenga del sistema penal (torturas, ejecuciones
extrajudiciales, desapariciones forzadas, etc.) deberán ser consideradas
conductas prohibidas. El principio de legalidad limita el ejercicio del poder
penal exclusivamente a las acciones u omisiones previstas en la ley como
infracciones punibles: nullum crimen, nulla poena sine lege. (Villavicencio,
2006, p.89 y 90).

Por medio del tipo penal, se precisa, clarifica y fortalece el principio de legalidad.
Constituyéndolo en una fórmula resumida que expresa el conjunto de límites que
surgen del principio de legalidad para limitar con absoluta presión la conducta
prohibida por poder penal. (Villavicencio, 2006).

En nuestra constitución política, encontramos que “nadie será procesado ni


condenado por acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté previamente
calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como infracción punible; ni

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sancionado como pena no prevista en la ley”. Es en esto en lo que normalmente
se expresa el principio de legalidad.

De esta manera, el principio de legalidad puede percibirse como una limitación al


poder punitivo del Estado y como una garantía, pues las personas sólo podrán
verse afectadas en sus derechos fundamentales cuando sus conductas se
encuentren prohibidas previamente por la ley.

El diseño de un estado democrático de derecho importa limitaciones al ius


poniendo del Estado, a toda la potestad sancionadora en general y a los
procedimientos establecidos para dicho fin, en tanto significa el reforzamiento de la
plena vigencia de los derechos fundamentales y de las condiciones de su
realización.

El derecho fundamental a la legalidad penal no puede estar al margen del


ámbito de los derechos protegidos por la justicia constitucional frente a los
supuestos como la creación judicial de delitos o faltas y sus
correspondientes supuestos de agravación o incluso la aplicación de
determinados tipos penales a supuestos no contemplados en ellos. En tal
sentido, el derecho a la legalidad penal vincula también a los jueces
penales, y su eventual violación posibilita obviamente su reparación
mediante los procesos constitucionales de tutela de los derechos
fundamentales. (Jurisprudencia Constitucional del Código Penal Peruano –
Juristas Editores)

La imputación que se alude, supone la atribución de un hecho punible, fundado en


el factum correspondiente, así como la legis ateniente y sostenido en la prueba,
presupuesto que deben ser inescrupulosamente, verificados por el órgano
jurisdiccional que ejerciendo la facultad de control debe exigir que la labor fiscal
sea cabal, que la presentación de los cargos, sea puntual y exhaustiva que
permita desarrollar juicios razonables.

El procesamiento de quien resulte emplazado por el Fiscal requiere autorización o


decisión judicial, por lo que corresponde al juez es evaluar si la promoción de la

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acción penal se amolda a los requisitos que establece la ley procesal. (Acuerdo
Plenario, Código Penal Peruano – Juristas Editores)

Este principio encuentra su contenido esencial en el aforismo latino Nullam crimen


nunulla poene sin lege, que significa que sin una ley que lo haya declarado
previamente punible ninguna conducta puede ser calificada como delito y merecer
pena alguna.

Como tal garantiza la prohibición de la aplicación de otro derecho que no sea el


escrito, la aplicación de la analogía y de las clausulas leales indeterminadas. El
principio de legalidad penal se configura también como un derecho subjetivo
constitucional de todos los ciudadanos. Es así que, como principio constitucional
informa y limita los márgenes de actuación desde los que dispone el Poder
Legislativo al momento de determinar cuáles son las conductas prohibidas, así
como sus respectivas sanciones. Es tanto que en su dimensión de derecho
subjetivo constitucional, garantiza a toda persona sometida a un proceso o
procedimiento sancionatorio que la conducta prohibida se encuentre prevista en
una norma previa estricta y también que la sanción se encuentre contemplada
previamente en una norma jurídica.

La garantía material especifica del Principio de Legalidad en materia


sancionadora impida que se pueda atribuir la comisión de una falta si esta
no está previamente determinada en la ley y también prohíbe que se pueda
aplicar una sanción si esta no está también determinada por la ley. El
principio de legalidad impone tres exigencias concurrentes: la existencia de
una ley, que la ley sea anterior al hecho sancionado y que la ley describa
un supuesto de hecho estrictamente determinado. Entonces el principio de
legalidad penal se configura como un principio, pero también como un
derecho subjetivo constitucional de todos los ciudadanos, ya que protege el
derecho de no ser sancionado por supuestos no previstos en forma clara e
inequívoca en una norma jurídica. (Jurisprudencia Suprema del Código
Penal Peruano – Juristas Editores).

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1.1.1. Garantías que exige el principio de legalidad.

La doctrina reconoce cuatro garantías:

a) Nullum crimen sine lege certa: Esta garantía señala que no se puede definir
como conducta delictiva a aquella conducta que no se encuentra previamente
señalada en la ley y, mucho menos, posteriormente, castigarla con pena y/o
medida de seguridad. Por ende, se entiende que se califica como delito aquello
que sólo la ley lo expresa sin importar si aquella conducta sea considerada
reprochable y/o lesione el Derecho (principio de legalidad criminal). De esta
manera, se prohíbe la creación de conductas criminales por vía judicial ya que
dicha misión le corresponde a la ley penal.

b) Nullum crimen sine lege previa: Esta garantía parte de la premisa de que
toda pena tiene que ser cumplida, ejecutada y aplicada. Partiendo de ello, esta
garantía se sustenta bajo lo establecido en el artículo IV del Título Preliminar
de nuestro Código Penal, que señala lo siguiente: “No puede ejecutarse pena
alguna sino en la forma prevista por la ley y reglamentos que la desarrollen. En
todo caso, la ejecución de la pena será intervenida judicialmente”. Esta
garantía es conocida como principio de legalidad en la ejecución.

c) Nullum crimen, nulla poena sine lege scripta: Esta garantía señala que no
se puede imponer a la persona una pena o medida de seguridad que no se
encuentre establecida en el Código. De esta manera, un sector de la doctrina
sostiene que no pueden asignarse más penas que las implantadas por el
legislador en cada cuestión, hallándose vedado sustituir por otra la penalidad
prevista en cada figura delictiva y, más aún, “inventar” penas. Es por ello que
también recibe el nombre de principio de legalidad penal.

d) Nullum crimen, nulla peona sine lege scricta: “Este principio consiste en
delimitar la interpretación de acuerdo a la ley y no llegar al extremo de crear
nuevos Derechos”1. Nadie puede ser sancionado ni castigado sino sólo a
través de un juicio formal, en el cual se respeten las garantías establecidas por

1
ROXIN, 1999, p. 147, num. 26. Cit. VILLAVICENCIO, 2006, P. 143.

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la ley penal. Aquí la ley debe ser clara, estricta y precisa. También es conocido
como principio de legalidad procesal.

1.2. Principio de inaplicación de la analogía.


La analogía puede ser entendida como el proceso por el cual son resueltos los
casos no previstos por la ley, entendiéndoles a ellos las disposiciones previstas
para casos semejantes (analogía legis) o están deducidos de los principios
generales del Derecho (analogía juris). (Villavicencio, 2006, p. 90).
En nuestra legislación penal no se encuentra permitida la aplicación de la ley por
analogía, es decir, no se podrá calificar a un hecho como delito o falta, si en la ley
no existe una norma que lo califique como tal.
En la doctrina se suele diferencias entre analogía in bonam partem y analogía in
malam partem. La primera nos dice que se encuentra permitido la aplicación de la
analogía y que el juez puede acudir a normas semejantes para poder resolver el
caso, pero siempre y cuando sea a favor del reo o procesado. En cambio, la
segunda señala que se encuentra prohibida esta aplicación siempre y cuando lo
único que se logre es perjudicar al reo o procesado.
Cuando la norma señala que el hecho denunciado no constituye delito
resulta un hecho atípico, es decir, cuando la conducta no está tipificada
como delito; por lo tanto sostener su imputación constituye un acto
violatorio del principio de legalidad. Cuando la ley señala o “no es
justiciable penalmente” nos remite ante un hecho que pudiendo ser
claramente tipificado como delito, este no es justiciable penalmente.
(Jurisprudencia Suprema del Código Penal Peruano – Juristas Editores).

1.3. Principio de lesividad.


Este principio señala que para que una conducta determinada sea considerada
como delito, no sólo requiere una realización formal, sino que también dicha
conducta haya puesto en peligro o dañado a un bien jurídico legalmente protegido.
Por tanto, para que un interés personal y/o social se pueda considerar como bien
jurídico protegido, este debe de estar reconocido como tal por la ley y asimismo
debe de estar protegido por ésta. (Villavicencio, 2006).

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Todo bien jurídico debe partir de los principios fundamentales basados en la
Constitución a través de los cuales se les marcan sus límites de potestad punitiva
al Estado. Así que si hablamos de bien jurídico, nos estamos refiriendo a los
valores fundamentales y predominantes de toda sociedad, es decir, aquellos
intereses sociales que debido a su notable importancia para el desarrollo y
desenvolvimiento de la sociedad son merecedores de resguardo y protección a
través de las normas jurídicas que componen el Derecho penal. “Pero, no sólo el
Derecho Penal puede intervenir exclusivamente en su protección, sino también
otros medios de control social”2.
El artículo IV del Título Preliminar del CP ha establecido que la imposición
de pena requiere necesariamente la lesión o puesta en peligro de bienes
jurídicos tutelados por la ley; entiéndase bienes jurídicos relativos al tipo
penal correspondiente (expresión del carácter estricto del tipo penal) para
no extender los alcances del Derecho Penal fuera de los límites de lo
racional. Si bien la fuente principal del Derecho Penal es la ley, su
aplicación es insuficiente a partir de una mera interpretación literal de la
misma, ya que en la actualidad la interpretación, lo cual evidentemente se
efectúa con el apoyo de la jurisprudencia, la costumbre, principios
generales del derecho, la doctrina, entre otras fuentes. (Acuerdo Plenario,
Código Penal Peruano – Juristas Editores).

Pero cuando nos referimos a la tutela de bienes jurídicos, no nos estamos


refiriendo a todos los bienes jurídicos. Por ello, aquí juegan un papel muy
importante los principios de fragmentariedad y de subsidiariedad. (Villavicencio,
2006).
Los delitos de peligro – especie de tipo legal según las características externas de
la acción- pueden definirse como aquellos en los que no se requiere que la
conducta del agente haya ocasionado un daño sobre un objeto, sino que es
suficiente que el objeto jurídicamente protegido haya sido puesto en peligro de
sufrir la lesión que se quiera evitar.
El Derecho Penal no puede intervenir en todos los conflictos sociales, sino que se
limita a la protección de los valores fundamentales del orden social jurídicamente
tutelado. Un Derecho Penal democrático solo debe proteger aquellos bienes

2
VILLAVICENCIO, 2006, p. 95.

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jurídicos que se valoran como absolutamente indispensables para la permanencia
y el desarrollo de la coexistencia política.
La prohibición de una conducta mediante limitación de derechos
fundamentales solo será constitucionalmente valida si esta tiene como fin la
protección de bienes jurídicos de relevancia constitucional, y siempre y
cuando la conducta prohibida lesione o ponga en peligro los referidos
bienes jurídicos, precisamente, esta relevancia constitucional del bien
jurídico que se pretende proteger y la dañosidad social de la conducta que
lesione o ponga en peligro tal bien jurídico justifican que este bien sea
merecedor de la protección por parte del Estado. (Jurisprudencia Suprema
del Código Penal Peruano – Juristas Editores).
En virtud del principio de lesividad, previsto en el artículo IV del Título Preliminar
del Código Penal, según el cual la imposición de pena solo acontece ante la lesión
o puesta en peligro de un bien jurídico, cuando la tentativa es inidónea - imposible
consumación del delito, ya sea por ineficacia del medio empleado o por la
impropiedad del objeto sobre que recae la acción – no es punible. En
consecuencia, queda claro que si el ilícito de violación sexual de menor de edad
no llega a consumarse, pese a haberse iniciado la ejecución del mismo, el juez al
momento de determinar la pena a imponer necesariamente deberá disminuirla
prudencialmente. (Jurisprudencia Suprema del Código Penal Peruano – Juristas
Editores).

1.4. Principio del debido proceso.


El derecho al “juez natural” consiste en el derecho a no ser desviado de la
jurisdicción predeterminada por la ley. Tal derecho está orientado a evitar
que se juzgue a un individuo en base a “órganos jurisdiccionales de
excepción” o por “comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera sea
su determinación” en ese sentido, lo que se exige es que quien juzgue sea
un juez o un órgano que tenga potestad jurisdiccional, impidiendo de esta
manera, que cualquiera de los poderes públicos pueda avocarse al
conocimiento de un asunto que debe ser ventilado ante el Poder Judicial o
ante cualquiera de los órganos jurisdiccionales especializados que la
Constitución ha establecido. (Jurisprudencia Suprema del Código Penal
Peruano – Juristas Editores).

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Cabe mencionar que el principio de independencia judicial prohíbe que los
órganos jurisdiccionales superiores obliguen a los órganos de instancias
superiores a decidir de una determinada manera, si es que no existe un medio
impugnatorio que de mérito a tal pronunciamiento. De este modo siempre que
medie un medio impugnatorio las instancias superiores podrán corregir a las
inferiores respecto de cuestiones de hecho o de derecho sometidas a su
conocimiento según sea el caso. En cuanto al segundo punto, el principio de
independencia judicial implica en primer término, la separación de las funciones
administrativas que eventualmente pudieran desempeñar los jueces dentro de la
organización judicial, de manera que las funciones propias de esta administración
no puedan influir en la decisión judicial que se adoptara en un determinado
proceso. En efecto si un magistrado ha sido elegido por sus iguales como su
representante para desempeñar funciones de naturaleza administrativa, entonces
resulta evidente que para desempeñar el encargo administrativo, mientras dure,
debe suspender sus actividades de naturaleza jurisdiccional de modo tal que no
pueda influir en la resolución de un determinado caso.
Conviene precisar que la garantía de la independencia del juez está íntimamente
ligada al derecho de ser juzgado por un juez imparcial, que si bien “no se
encuentra reconocido expresamente en la constitución, ellos sin embargo no ha
impedido a este Tribunal reconocer en el a un derecho implícito que forma parte
de un derecho expresado. A saber del derecho del debido proceso”.

El segundo párrafo del inciso 3) del artículo 139º de la Constitución consagra el


derecho a no ser desviado la jurisdicción predeterminada por la ley. Dicho atributo
es una manifestación del derecho al debido proceso. Por su parte, el artículo de la
convención americana sobre Derechos Humanos establece que toda persona
tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente o parcial, establecido
con anterioridad por la ley.
El contenido de este derecho plantea dos exigencias muy concretas: en
primer lugar, que quien juzgue sea un juez u órgano con potestad
jurisdiccional, garantizándose así la interdicción de ser enjuiciado por un
juez excepcional o por una comisión especial creada ex profesamente para
desarrollar funciones jurisdiccionales o que dicho juzgamiento pueda

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realizarse por comisión o delegación o que cualquiera de los poderes
públicos pueda avocarse al conocimiento de un asunto que debe ser
ventilado ante un órgano jurisdiccional y, en segundo lugar que la
jurisdicción y competencia del juez sean predeterminadas por la ley lo que
comporta que dicha asignación debe haberse realizado con anterioridad al
inicio del proceso y que tales reglas estén previstas en una ley orgánica,
conforme a los artículos 139º y 106º de la Constitución. (Jurisprudencia
Suprema del Código Penal Peruano – Juristas Editores).

1.5. Principio de garantía de ejecución.


En el artículo VI del Título Preliminar de nuestro Código Penal se expresa que “no
puede ejecutarse pena alguna en otra forma que la prescrita por la ley y
reglamentos que la desarrollen. En todo caso, la ejecución de la pena será
intervenida judicialmente”. De acuerdo con este artículo, no existe pena sin un
régimen legal que lo precise, sin tratamiento ni resocialización, la pena no se debe
ejecutar arbitrariamente, más bien debe ser ejecutado dentro de los marcos
establecidos por la ley.
En el Perú, “el régimen penitenciario tiene por objetivo la reeducación,
rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad” (artículo, 139,
numeral 22, Constitución). De esta manera, la ejecución de la pena debería
ser realizada dentro de las máximas garantías para el interno, evitándose el
fenómeno de la prisonización. Sin embargo, dado el estado actual de las
cárceles peruanas, este principio no se cumple. Es también evidente que
esta garantía supone el tratamiento humanitario de los internos procesales
y condenados, respetándose su calidad de persona y de los derechos
humanos que les son inherentes. En este sentido, el artículo 129 numeral
21 de la Constitución precisa el “derecho de los reclusos y sentenciados en
ocupar establecimientos adecuados”. (Villavicencio, 2006, p.129
.
1.6. Principio de responsabilidad penal.
El principio de culpabilidad o responsabilidad pena provisto en el
artículo VII del Título Preliminar del Código Penal, exige la
comprobación de la responsabilidad penal del imputado y esta se
da, entre razones, si tuvo la posibilidad de comprender la ilicitud de

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su acción}, que en contraposición, si no estuvo en condiciones de
apreciar la antijuridicidad de su accionar por desconocimiento, o
porque creía actuar dentro de los márgenes de la norma jurídica sin
saber transgredió, se dice que actuó en error de prohibición; y , su
comportamiento, en ambos casos, será inculpable; que, por tanto
obra en error de prohibición el sujeto que creyendo actuar
lícitamente perjudica el bien jurídico tutelado; por ello, una creencia
equivocada se su actuar ilícito puede provenir o de la ignorancia de
que su comportamiento está prohibido por el ordenamiento jurídico,
o del pensamiento de que le ampara una eximente por justificación
que realmente no se da, o porque dejándose le otorga una amplitud
tal que supone haber obrado dentro de los fueros de la norma
permisiva o, finalmente, porque imagina la concurrencia de
circunstancias ajenas al hecho que, si por el contrario concurriera,
meritarían justificarlo. (Jurisprudencia del Código Penal Peruano –
Juristas Editores).
Este principio puede ser entendido de desde dos sentidos:
 Sentido amplio: Mediante el cual se expresa el conjunto de
presupuestos que permiten “culpar” a alguien por el evento que motiva
la pena. Tales presupuestos afectan a todos los requisitos del concepto
de delito.
 Sentido estricto: Se refiere sólo a una parte de tales presupuestos del
delito, es decir, a los que condicionan la posibilidad de atribuir un
hecho antijurídico a su autor.

Este principio tiene su soporte en que la sanción jurídica se corresponde con la


reprochabilidad social al autor del hecho, quien en base a su libre albedrío y a su
conocimiento, realiza una conducta contraria a la impuesta por el ordenamiento
jurídico vigente.

De esta manera, existen otros principios que en conjunto forman el principio de


responsabilidad penal o de culpabilidad:

a) Principio de personalidad: A través del principio de personalidad se


señala que es responsable quien individualmente ha cometido un acto

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delictuoso; es decir, se prohíbe que una persona responda
jurídicamente por hecho e injusto ajeno.
b) Principio del acto: Este principio se dirige hacia la conducta de la
persona, en cuanto ha realizado aquella conducta; es decir, hacia el
hecho que ha cometido y no a la personalidad que contiene la misma
persona.
c) Principio de dolo o culpa: Mediante este principio se demanda al
Derecho Penal que para que alguna persona sea declara culpable del
hecho que ha cometido, es necesario que el hecho sea doloso (que la
persona haya querido o deseado realizarlo) o culposo (que haya sido
imprudente).
d) Principio de imputación personal: Este principio corresponde con la
capacidad de ejercicio de la persona, es decir, si la persona que ha
realizado una conducta delictiva se configura como imputable.

Este principio es uno de los pilares sobre los que descansa el derecho
penal. Además, brinda la justificación de la imposición de penas
cuando la realización de los delitos sea reprochable a quien lo cometió.
La re probabilidad del delito es un requisito para poder atribuir a
alguien la responsabilidad penal de las consecuencias que el delito o la
conducta dañosa ha generado.

Asimismo, en el momento de la individualización de la pena, el


principio de culpabilidad exige que la sanción sea proporcionada al
hecho cometido. Debe tenerse en cuenta que el principio de
culpabilidad se engarza directamente con la re probabilidad de una
persona por cierto comportamiento, no con la sanción de aquella.
(Jurisprudencia Constitucional del Código Penal Peruano – Juristas
Editores).

1.7. Principio de proporcionalidad de las sanciones.


Este principio señala que entre el delito cometido y la pena impuesta debe de
existir una proporción. Constituyendo así un principio básico respecto de toda
intervención gravosa de este poder, directamente a partir del principio del Estado
de Derecho. (Villavicencio, 2006).

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Este principio a la vez regula que para la imposición de la pena debe cumplirse
con dos requisitos fundamentales:
 Primero: Que el delito haya sido cometido con dolo o culpa, de esta
forma se excluyen aquellos delitos que son cometidos por hecho
fortuito.
 Segundo: Que se establezca la culpabilidad del autor y que además
reúna los requisitos indispensables para que pueda iniciar un proceso
penal.

En el principio de proporcionalidad, en su vertiente de la prohibición de exceso, los


jueces hacen un control del valor constitucional de las leyes penales y obliga al
operador jurídico a tratar de alcanzar el justo equilibrio en la infracción y la sanción
penal a imponer al caso concreto. La pena debe ser proporcional al delito, es
decir, no debe ser exagerada, la proporcionalidad se medirá con base en la
importancia social del hecho.
El procedimiento administrativo sancionador busca garantizar solo el
funcionamiento correcto de la administración publica, las sanciones
disciplinarias tienen en general, la finalidad de garantizar el respeto a las
reglas de conducta establecidas para el buen orden y desempeño de las
diversas instituciones.
El delito debe encerrar siempre un mayor contenido de injusto y
culpabilidad; que la lesividad o peligrosidad de la conducta y el menos cabo
al bien jurídico son siempre de mayor entidad en el delito con relación a la
infracción administrativa.

El articulo VIII del Título Preliminar del Código Penal establece que la pena
no puede sobrepasar la responsabilidad por el hecho y el principio de
legalidad garantiza la seguridad jurídica debido que solo se puede
sancionar conductas que se encuentran tipificados previamente. (Acuerdo
Plenario del Código Penal Peruano – Juristas Editores).

La grave limitación de la libertad personal que supone la pena privativa de


libertad, y su quantum especifico, son el primer efecto reeducador en el
delincuente, quien internaliza la seriedad de su conducta delictiva, e inicia
su proceso de desmotivación hacia la reincidencia – prevención especial de

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efecto inmediato – finalmente en el plano de la ejecución de la pena, esta
debe orientarse a la plena rehabilitación y reincorporación del penado a la
sociedad – prevención especial de efecto mediato, prevista expresamente
en el inciso 22 de art. 139 de la Constitución. Es preciso destacar que
ninguna de las finalidades preventivas de la pena podría justificar que
exceda la medida de la culpabilidad en el agente, la cual es determinada
por el juez penal a la luz de la personalidad del autor y del mayor o menos
daño causado con su acción a los bienes de relevancia constitucional
protegidos
Las exigencias que determinan la aplicación de la pena, no se agotan en el
principio de culpabilidad, ya que no es preciso que se pueda
responsabilizar al autor del hecho que es objeto de represión penal, sino
que además debe tenerse en cuenta el principio de proporcionalidad
previsto en el artículo VIII del Título Preliminar del Código Penal,
procurando la correspondencia que debe existir entre el injusto cometido y
la pena a imponer.
El principio de proporcionalidad no solo impide que las penas sean tan
gravosas que superen la propia gravedad del delito cometido, sino también
que sean tan leves que entrañen una infrapenalizacion de los delitos y una
desvalorización de los bienes jurídicos protegidos.
Es menester considerar que las exigencias que determinan la aplicación de
la pena, no solo adoptan en el principio de culpabilidad, ya que no solo es
preciso que se pueda responsabilizar al autor de hecho que es objeto de
represión penal, sino que además debe tenerse en cuenta que
inexperiencia y juventud del recurrente en el momento de los hechos que
carece de antecedentes penales, por lo que es del caso rebajarle la pena
impuesta, en cumplimiento al principio de proporcionalidad y fines de la
misma, previstos en los art. 8 y 9 del Título Preliminar del Código Penal.
(Jurisprudencia Suprema del Código Penal Peruano – Juristas Editores).

El principio de culpabilidad constitucional considera la figura de la


reincidencia del siguiente modo: para determinar el grado de reprobabilidad
de una persona respecto a un delito à`, la figura de la reincidencia faculta al
juez para evaluar otros delitos anteriormente cometidos, a los que
llamaremos `b`, para considerar el nivel de reprobabilidad de la conducta

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delictiva del procesado. Si el juez comprueba que existe ‘B’ esto constituirá
un elemento que agravara la reprobabilidad del delito ‘A’ y la persona que
lo ha cometido recibirá, por lo tanto, un nivel de reprobación mucho mayor
que la que le correspondería si se considerase el delito ‘A’ de modo aislado
(Jurisprudencia Constitucional. del Código Penal Peruano – Juristas
Editores).

1.8. Principio de fines de la pena y medidas de seguridad.


El artículo IX de Título Preliminar de nuestro Código Penal consagra que “la pena
tiene función preventiva, protectora y resocializadora. Las medidas de seguridad
persiguen fines de curación; tutela y rehabilitación”. Esto quiere decir, el derecho
penal actual es última ratio para la determinación y aplicación de la pena, siendo
necesario precisar la función preventiva protectora y resocializadora de ésta,
buscando así la reincorporación del sujeto infractor al seno de la sociedad y no
destruirle física y moralmente, ya que la realidad de las cárceles de nuestro país
es sumamente drástica y generadora de perjuicios irreparables en las personas
que ingresan en ellas.
Es por ello que se rechazan aquellas sanciones penales que buscan mantenerse
hasta la muerte de la persona. Toda consecuencia jurídica debe terminar en un
determinado tiempo, pero nunca debe sobrepasar el tiempo de vida del penado ni
ser perpetua, ya que con ello se estaría admitiendo la existencia de una persona
innecesaria para la sociedad. (Villavicencio, 2006).
El tribunal constitucional, en la sentencia sobre la constitucionalidad de la
normativa antiterrorista (Decretos Leyes 25475, 25659, 25880, normas
complementarias y conexas), sobre este principio ha señalado que de “las
exigencias de “reubicación”, “rehabilitación” y “reincorporación” como fines
del régimen penitenciario se deriva la obligación del legislador de prever
una fecha de culminación de la pena, de manera tal que permita que el
penado pueda reincorporarse a la vida comunitaria. Si bien el legislador
cuenta con una amplia libertad para configurar los alcances de la pena, sin
embargo, tal libertad tiene un límite de orden temporal, directamente

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relacionado con la exigencia constitucional de que el penado s reincorpore
a la sociedad”3.
Es pertinente aclarar que la “igualdad ante la ley2 es un presupuesto
indispensable para el ejercicio de los distintos y plurales derechos
individuales, cuya exigencia de justicia obliga al Estado a evitar que el
penado no sufra una discriminación.

Si bien la Constitución promueve el trato igualitario de todas las personas,


no descarta la posibilidad de aplicar un tratamiento diferenciado a sujetos y
situaciones de facto que se encuentren amparados en una misma
hipótesis, siempre y cuando exista una razón objetiva, suficiente y clara
que lo justifique. (Acuerdo Plenario del Código Penal Peruano – Juristas
Editores).

El derecho penal y estos mismos principios que son lineamientos


doctrinarios filosóficos que rigen y regulan el poder punitivo del Estado,
establecen que el derecho penal actual es ultima ratio para su aplicación y
que la misma debe buscar la reincorporación del sujeto infractor al seno de
la sociedad y no destruirle física y moralmente , en el entendimiento de que
la realidad carcelaria en nuestro país es sumamente drástica y generadora
de perjuicios irreparables en la persona de los condenados a pena privativa
de la libertad. Siendo que el criterio que subyace en el principio de la
humanidad, es el permitir la aceptación y el respeto hacia las normas
jurídico penales, en la medida que la finalidad de las sanciones no se base
en fundamentos empíricos con el afán de causar temor en la población, por
cuanto la pena deber ser vista como un mal necesario. (Jurisprudencia
Suprema del Código Penal Peruano – Juristas Editores).

La cuestión central, entonces, reside en diferenciar la situación jurídica de


quien se encuentra cumpliendo una condena por delito doloso, respecto a
quien ya la ha cumplido. Sobre este último supuesto no cabe duda que el
cumplido de la pena comporta a la vez, la rehabilitación de la persona sin
más trámite, y la restitución de sus derechos suspendidos y/o restringidos.
(Jurisprudencia Constitucional del Código Penal Peruano – Juristas
Editores).

3
Num.182, STc del 3 de enro de 2003, Exp. 010-2002-AI_TC. Cit. Villavicencio, 2006, p. 107.

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 Chaamé Orbe (Editorial lex & luris)

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