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1Ensayo: ética y corrupción

Alumna: Paula Ormaza Saquicela


Mayo 2020

Universidad del Azuay


Ética y Responsabilidad Social
ÉTICA Y CORRUPCIÓN

Si bien es cierto, la corrupción ha tenido lugar en el desarrollo de la humanidad incluso desde la


antigua Grecia. Es interesante analizar como desde ese entonces los actos de tiranía proponían
castigos severos, como el destierro, frente a aquellos actos que amenazaban al sistema
democrático. De cierta manera, es lo que se necesita en la actualidad. Aquellos actos de
corrupción no tan evidentes antes de los años 90, requieren especial atención de todas las
naciones que se encuentran afectadas; cada país, sin excepción, debe exigir justicia y que se
cumplan, verdaderamente, medidas que permitan un adecuado desarrollo. Sin embargo, si bien es
necesario que dichos actos necesiten respuestas concretas, es aún más importante el esfuerzo de
la sociedad por erradicar mayoritariamente aquel mal que los aqueja. [ CITATION Jos09 \l 12298 ]

La corrupción descrita por José Rubio (2009) refiere que la misma vaya más allá del abuso de un
cargo público para beneficio privado; se recalca un quebrantamiento ético-democrático cuya
obligación moral sería, en tal, caso dimitir del cargo público. Aquí entra en juego la importancia
de una educación en valores. Desde el hogar, se deben formar seres humanos capaces de
distinguir conductas inmorales que promuevan un retroceso en el desarrollo, tanto propio como
de una sociedad. Al impulsar dicha educación, se crean actores sociales capaces de mantener una
correcta conducta frente a incitaciones ilícitas; así como capaces de exigir sus derechos ante las
injusticias.

Pero ¿qué sucede cuando prevalece el deseo de poder frente a las correctas conductas morales?
Se subordina entonces el interés público o bien común frente a los intereses particulares. Ahí
nace el concepto de Partidocracia. Existen partidos políticos que promulgan falsas promesas,
engañan al pueblo, manteniendo en alto su fiel ideología de un naturalismo político: todo se vale
para conseguir su único objetivo. [ CITATION Jos09 \l 12298 ]. Recae nuevamente la
responsabilidad en el pueblo, la ciudadanía debe educarse con el fin de abandonar ese
analfabetismo político. Tenemos la democracia que merecemos, la misma que se verá vinculada
siempre con nuestro desarrollo civil-político. Así pues, se debe exigir la libertad para elegir, para
impulsar nuevos partidos independientes del gobierno. Pues no es cuestión de conformarse con
lo que se tiene, sino de ir más allá al formar parte de la solución.

De igual manera, para evitar la partidocracia es fundamental un correcto diseño institucional y


legislativo de la democracia; se deben separar los poderes del Estado, simplificar las leyes y
normas, así como hacerlas más transparentes.[ CITATION Jos09 \l 12298 ]. Pero esto no deja de
lado, nuevamente, el papel fundamental de la ciudadanía, la misma que debería dejar la
ignorancia y la falta de objetivos y valores. En otras palabras, la sociedad se debería enfocar en
crear conciencia de la responsabilidad que recae sobre cada uno.

En definitiva, considero que la principal arma contra la corrupción será una sociedad educada
civil y políticamente, de modo que promulgue la voluntad general, lograda tras el debate y la
deliberación libre. Tal como describe José Rubio (2009) esta educación impulsará a una
“ciudadanía activa, vigilante y exigente”; aquella sociedad que ya no reelige a políticos
condenados, que denuncia y mantiene una persecución fiscal-judicial. Debido a la naturaleza
humana, la corrupción no podrá eliminarse totalmente, pero es importante establecer límites
tolerables para una democracia digna de ese nombre. Así pues, está en nuestras manos luchar
contra la corrupción para lograr una sólida cultura democrática. Solo de esta manera, lograremos
impulsar el desarrollo de nuestro país en ámbitos como la salud, alimentación, infraestructuras o
educación; promulgando realmente, para todo el pueblo, el concepto del buen vivir.

BIBLIOGRAFÍA
Rubio, J. (2009). Ética y corrupción política. En J. Rubio, Ética del siglo XXI (págs. 137-157).
Madrid: Proteus.

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