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El 22 de mayo de 1978, Rignall decidió salir a tomar unas copas en alguno de los bares
del New Town de Chicago. Mientras paseaba, ya de noche, un coche le cortó el paso. Un
hombre de mediana edad y peso excesivo se ofreció para llevarle a la zona de bares más
famosa del lugar. Rignall, osado, despreocupado, acostumbrado a viajar haciendo auto
stop y, sobre todo, harto de pasar frío, aceptó la invitación sin sospechar que aquel
hombre, en un descuido, le iba a atacar desde el asiento del conductor y a taparle la nariz
violentamente con un pañuelo impregnado de cloroformo.
Con el hígado reventado por el cloroformo
Lo siguiente que Rignall pudo recordar fue la imagen
de su nuevo colega desnudo frente a él, exhibiendo una
colección de objetos de tortura sexual y describiendo
con exactitud cómo funcionaban y cuánto daño podrían
llegar a producir. Rignall pasó toda la noche
aprendiendo sobre sus propias carnes mancilladas una y
otra vez la dolorosa teoría que su secuestrador iba
explicando. A la mañana siguiente, el joven torturado
despertaba bajo una estatua del Lincoln Park de
Chicago, completamente vestido, lleno de heridas, con
el hígado destrozado para siempre por el cloroformo,
De día actuaba como el "Payaso
traumatizado… pero vivo. Tenía el triste honor de ser
Pogo" para niños enfermos
una de las pocas víctimas que escaparon a la muerte
hospitalizados.
después de haber pernoctado en el salón de torturas de
John Wayne Gacy. En sólo seis años, 33 jóvenes como
él vivieron la misma experiencia, pero no pudieron
contarlo. A veces, el camino hacia el mal es
inescrutable, se esconde y aflora, parece evidente y
vuelve a difuminarse. Toda la vida de Gacy resultó una
constante sucesión de idas y venidas. Fue torpe en los
estudios, se matriculó en cinco universidades y tuvo que
abandonarlas todas; sin embargo, terminó su último
intento de estudiar Ciencias Empresariales y se licenció con brillantez. Hasta llegó a ser
un hábil hombre de negocios. Se enroló en cuantas asociaciones caritativas, cristianas y
civiles pudo, pero mantuvo una oscura relación con su primera esposa, llena de altibajos y
cambios de temperamento. Tuvo dos hijos a los que amó y respetó, sin que eso nublara un
ápice su eficacia para atraer y matar a otros adolescentes. Resulta, incluso, paradójico que
un hombre obeso y aquejado de graves problemas en la espalda fuera capaz de atacar,
maltratar, matar y enterrar a jóvenes llenos de vigor. Pero lo hizo una y otra vez, hasta en
33 ocasiones.