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Código: 80088518
Grupo 120
Tutora
5 de Diciembre de 2016
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“Para tener los brazos abiertos”: propuesta de intervención participativa en las
comunidades receptoras de excombatientes en la ciudad de FLORENCIA - CAQUETÁ
Objetivos.
Objetivo General.
Objetivos específicos.
Introducción.
En nuestro país a lo largo de casi medio siglo de conflicto interno armado son cientos de
miles las personas que se han vinculado por una u otra razón (aunque generalmente por
imposición) a grupos armados ilegales y se han introducido en una guerra que en realidad hoy en
día muchos de ellos aún no logran entender. El ambiente dentro de estos grupos es claramente
inhumano, como lo ratifican los hechos narrados por los excombatientes, lo que sumado a los
constantes enfrentamientos con otros grupos terminan por hacer que muchas de estas personas
tomen la valiente decisión de abandonar las armas y la violencia bien sea de modo individual o
mediante desmovilizaciones masivas posiblemente en el marco de alguna negociación de paz.
La primera impresión que se podría tener de la salida de combatientes de esos grupos armados
(que han sido en gran medida los responsables de la mala situación de nuestro país, aunque
también son el resultado de la misma) es que eso es algo positivo y que con su desmovilización
se le pone punto final al problema, y eso no es completamente cierto pues en Colombia ello
también significa que inicia un nuevo problema, provocado esta vez no por el hecho de que estas
personas decidan regresar a la vida civil sino porque la desatención de la que son objeto implica
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que surjan una serie de fenómenos que convierten a la desmovilización y reinserción social a la
vida civil en un problema que debe estudiarse e intervenirse.
Son múltiples las problemáticas que se desprenden de este problema y que también merecen
atención pues su impacto es significativo en la medida que dificultan, y en muchos casos
impiden por completo, que pueda alcanzarse el éxito en el proceso de reinserción social, y
porque además no solo afectan a la población desmovilizada sino también al resto de la sociedad.
De la multiplicidad de problemas identificados y que inciden negativamente en los procesos de
reinserción social a la vida civil, el cual de por sí ya es muy difícil, consideramos que el más
complejo y notorio es la predominancia de la hostilidad en los contextos sociales en los cuales
los excombatientes emprenden sus procesos de reinserción social a la vida civil.
Se ha encontrado que las comunidades receptoras, y con mayor frecuencia en ciudades como
Florencia, tienen una serie de problemas psicosociales como por ejemplo la exclusión social, la
discriminación o la presencia de grupos delincuenciales, que hacen que el entorno al que llegan
los excombatientes y sus familias (posterior a la desmovilización) sea también hostil como
aquellos entornos de los cuales huyen, es decir que son desacordes a las necesidades de los
excombatientes y plantean serias dificultades para que ellos se adapten, razón por la cual surge la
pregunta: si la sociedad recibe con hostilidad a aquellos que deciden abandonar las armas y la
ilegalidad, ¿entonces por qué esos combatientes deberían desmovilizarse y volver a la vida
civil?, y yendo más allá, ¿comportarnos de forma inhumana frente a esas personas acaso no nos
pone, de algún modo, en una posición similar a la que en el pasado ellos asumían para con la
sociedad?
Justificación.
Es muy probable que nuestro país avance en los próximos meses hacia un escenario de
postconflicto en el cual miles de combatientes abandonarán las armas y regresarán a la vida civil,
siendo probable también que algunos de ellos no tengan en realidad el fuerte deseo de volver a la
vida civil sino que lo hacen porque el grupo armado del que hoy en día son parte decidió dejar de
existir como organización armada.
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Sin duda esto es algo que se puede calificar como positivo, pero nuestra sociedad aún padece
muchos otros problemas que están muy arraigados en nosotros y que podrían convertirse en
serios obstáculos para el proceso de reinserción social de esos excombatientes e inclusive
podrían “empujarlos” de regreso a la ilegalidad, por eso debemos preguntarnos: una persona que
lleva muchos años de su vida, quizás la mayoría, en las filas de un grupo armado ilegal… ¿con
qué se van a encontrar en la legalidad? ¿Estamos preparados para recibirlos?
Reiteramos que es claro lo que debemos hacer: transformarnos como sociedad y desde
nuestras comunidades con una participación protagónica de los desmovilizados para que su
proceso de reinserción social a la vida civil sea exitoso, evitando así las fallas ocurridas en años
anteriores cuando las desmovilizaciones masivas fueron exitosas pero las reinserciones
fracasaron y esas personas desafortunadamente pasaron a conformar las filas de las
denominadas “bandas criminales” que, sin ningún rasgo político, le hacen mucho daño a la
sociedad.
Transformar para bien a una sociedad es una labor titánica y no la podemos emprender
basándonos solo en buenas intenciones sino que necesitamos herramientas concretas y bien
orientadas, y las únicas que tienen la capacidad de hacerlo son las políticas públicas y las
acciones de los Planes de Desarrollo. Para ello se proponen una serie de acciones, a continuación
expuestas, como base de una futura política pública orientada a trabajar de modo específico en
temas de convivencia, inclusión social, paz, integración social, derechos humanos, igualdad y
autonomía en las comunidades receptoras de la ciudad de Florencia y con la población
desmovilizada y sus familias; estas acciones se podrían extender, en caso de tener el éxito que
esperamos, a toda la sociedad Florenciana y a otras ciudades del país que nos ayuden y asistan en
el cambio social que buscamos y que tenemos la oportunidad de llevar a cabo.
Marco conceptual.
El presente marco conceptual aborda algunos temas y expone conceptos que consideramos
son imperativos conocer para la comprensión y ejecución de la presente propuesta. A
continuación se referencian y citan algunos textos y autores que abordan las temáticas
relacionadas a la desmovilización y reinserción social a la vida civil y al problema específico que
se busca enfrentar con esta propuesta.
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Como punto de partida debemos señalar los múltiples y diversos problemas que se presentan
en los procesos de desmovilización y especialmente de reinserción social a la vida civil, siendo
estos últimos quizás los más nocivos en la medida que el excombatiente queda en una especie de
limbo (entre el grupo armado al que ya no pertenece y la sociedad a la que no puede integrarse)
en el cual aumenta de forma significativa el riesgo de reincidencia en la ilegalidad y se corre el
riesgo de que, si ello llega a suceder, sea aún más difícil traerlo de regreso a la vida civil.
Para el excombatiente es difícil cambiar su vida, lo que hace y lo que conoce para pasar a
emprender un largo camino en busca de regresar a esa sociedad de la que en algún momento fue
parte y a la que posteriormente amenazó y atacó; creemos que probablemente ese es uno de los
motivos por los que se presenta tal hostilidad: la existencia de un conflicto armado que se ha
“robado” en gran medida nuestro sentido de humanidad, que ha hecho de la nuestra una sociedad
para la guerra y que carece de sentido si no tiene un enemigo.
Sobre esto es prudente recordar a Andrade (2014), citando a Ballesteros, Gaviria & Martínez
(2006), cuando señala sobre los excombatientes algo que también se puede aplicar a toda la
sociedad colombiana: “ven cada día modificado su ideal de “futuro” ya que al ingresar en la
maquinaria inmediatista de la guerra, aprenden a sobrevivir más que a convivir, por lo que toda
noción de vida se disocia de la condición de habitabilidad que debe sostener la existencia” (p.
652).
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Para este caso las comunidades receptoras, que son esos grupos sociales ubicados en un
mismo territorio al que llega a habitar el excombatiente y con cuyos miembros ha de convivir y
cohabitar a diario, bien sea si es o no la comunidad de origen del desmovilizado, se deben de
convertir en el centro de la atención de las autoridades y de sus acciones (desde las políticas
públicas y los Planes de Desarrollo) en la medida que son ellas las que, a manera de un puente,
permiten el regreso del excombatiente a la sociedad y si estos grupos no están predispuestos a
obrar de dicha forma lo que se estará haciendo tensionar más la relación entre las autoridades y
esas comunidades y enfrentar a alguien que ya abandonó la vida armada a una hostilidad que
para cualquier individuo es dañina y mucho más cuando está en compañía de su familia.
En relación con esto hay que destacar lo que la FIP (2006) señala: “La política pública sobre
reincorporación deberá incluir a las comunidades receptoras como un nuevo actor decisivo en
el proceso de construcción de condiciones para la paz en Colombia. Omitirlas es, sencillamente,
crear un escenario estructural de conflicto. Se hace indispensable construir pactos de
convivencia pacífica entre las comunidades de las distintas localidades donde se instalen estos
albergues, programas, casas o centros de orientación, y el gobierno nacional, responsable de la
política de reincorporación, la población beneficiaria de estos programas, las autoridades
distritales y locales; de no ser así, los programas de reinserción se pueden convertir en fuente
multiplicadora de riesgos y amenazas a la paz ciudadana” (p. 35).
Por otro lado es necesario señalar que gran parte de ese rechazo del que son víctimas los
desmovilizados y sus familias se fundamenta en nocivos imaginarios sociales que generan que
esta población y sus familias sean excluidas y discriminadas al igual que se conviertan en objeto
de acciones violentas, por lo que el proceso de reinserción termina siendo inviable en la medida
que los sujetos no se pueden adaptar a su nueva condición y podrían interpretar ello como la
necesidad de regresar a la ilegalidad, e implica también trabajar para transformar esos juicios de
valor.
Sobre esto, Muñoz, Torres, Ramos, Botero y Lapacó (2008) señalan que: “La imagen de los
reinsertados se centra en la idea de unos delincuentes que intentan rehabilitarse, pero que no
cuentan con un esquema de apoyo claro por parte del gobierno. Es la imagen del peligro de un
inadecuado proceso de reinserción sin apoyo de la sociedad y bajo el peligro de unos
reinsertados desesperanzados y prontos a recaer, si no les cumplen con lo prometido” (p. 387);
como se dijo anteriormente, no solo es responsable de ello la sociedad colombiana sino también
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las autoridades en la medida que no han enfrentado correctamente el problema, pero también
porque los pésimos procesos comunicativos que llevan a cabo lo propician, tal como lo indican
Muñoz, Torres, Ramos, Botero y Lapacó (2008): “Se comenta que la ley que perdona y
beneficia a los reinsertados causa desaliento en quienes han vivido en la legalidad” (p. 384).
Por último, hay un aspecto fundamental que debe señalarse: con las acciones a continuación
expuestas se busca, además de dar solución al problema ya expuesto, potenciar a las
comunidades receptoras para que puedan trabajar con éxito en la búsqueda del Desarrollo
Humano a nivel individual y comunitario que les permita tener mejores niveles de vida y que
ayude a los reinsertados a consolidarse como sujetos en el marco de la vida civil. Y es que el
desarrollo ha sido otro de los ámbitos que se ha visto más afectado por el conflicto interno
armado y que, creemos, podría ser fundamental en aportar a la reinserción social a la vida civil,
especialmente para garantizar que estas personas no reincidirán y que no surgirán nuevos
conflictos.
Sobre esto COLPRENSA (2015) señala que: “Para Fabrizio Hochschild, coordinador
residente y humanitario de las Naciones Unidas en Colombia, el impacto de la guerra en
Colombia sobre el desarrollo humano se puede ver en la tasa de desempleo entre la población
víctima del país que es, en promedio, tres veces más alta que el desempleo en general.
Asimismo, la tasa de pobreza extrema es cuatro veces más alta. “El conflicto armado y la
violencia también ayudan a entender por qué ciertas regiones y ciudades tienen tasas de
desempleo y pobreza mucho más altas que el resto del país. Regiones donde se concentra el
conflicto armado”, agregó el funcionario” (Publicado en el diario El Universal).
Teniendo en cuenta todo lo anterior, tenemos ya planteada una dimensión teórica compuesta
por los elementos más destacados que se relacionan con la problemática de la desmovilización y
reinserción social a la vida civil y especialmente con el problema de la predominancia de la
hostilidad en los contextos sociales donde los excombatientes emprenden esos procesos de
reinserción con miras a que esos entornos se puedan transformar positivamente para que los
desmovilizados puedan retornar con éxito a la vida civil.
Metodología.
Primera fase:
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Realizar un diagnóstico profundo a las comunidades receptoras: las comunidades son
heterogéneas entre sí (algo que desde las posturas desarrollistas se ignora) y por lo tanto cada una
requiere de acciones específicas pues tienen características que las hacen únicas. El diagnóstico
se llevará a cabo en las comunidades que las instituciones sociales encargadas de los procesos de
reinserción social hayan definido como receptoras de excombatientes y en aquellas que se tenga
conocimiento (por información oficial y de otras fuentes) están albergando a excombatientes. En
general se estudiará la situación psicológica de la comunidad y las dinámicas sociales de sus
miembros, y la atención se centrará en aspectos de convivencia e inclusión social al igual que en
la calidad de vida. Los encargados de este estudio serán profesionales en psicología y trabajo
social apoyados en protocolos previamente definidos y con recursos otorgados por el ente
municipal.
Educar a los excombatientes para que se desenvuelvan con acierto en su nueva vida en la
legalidad: se crearán programas educativos personalizados para que los excombatientes, tanto los
que van a iniciar su proceso de reinserción como aquellos que ya lo iniciaron hace tiempo,
desarrollen y potencien capacidades sociales y comunicativas interpersonales que les permitan
encajar en el nuevo ambiente en que se encuentran; esto debe hacerse en la medida que estas
personas han pasado gran parte de su vida, quizás la mayoría, en las filas de los grupos armados
ilegales y por tanto en un estado de beligerancia que es muy distinto al de sociabilidad que hay
en la legalidad, y conociendo cómo es este nuevo entorno es claro que podrán “sobrevivir”. Estos
programas deben estar a cargo de profesionales en pedagogía, psicología y trabajo social y deben
ir de la mano con el conocimiento que se haya obtenido de los diagnósticos hechos.
Segunda fase:
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que por parte de las autoridades se haga un acompañamiento permanente que transcienda de la
simple vigilancia y que pase a la intervención, donde las dinámicas resultantes de la llegada del
excombatiente y su familia sean positivas y benéficas para la comunidad y las personas recién
llegadas. Un aspecto crucial en el que debe trabajarse es en contener la amenaza de los grupos
delincuenciales y el riesgo de las posibles represalias, por lo que debe contarse con la
participación de las autoridades militares y de policía. Los encargados de ello deben ser
profesionales en las diversas áreas que lo demanden y, en la medida de lo posible, pertenecientes
a las instituciones sociales públicas que hacen presencia en el territorio.
Desarrollar estrategias comunicativas: como se expresó previamente una de las razones por
las que los excombatientes de grupos armados ilegales suelen ser rechazados y discriminados es
que en torno a ellos se han construido una serie de nocivos imaginarios sociales que les afectan a
ellos y a sus familias; este es un aspecto que se debe enfrentar desde la comunicación, por ello se
emprenderán estrategias comunicativas desde medios masivos y alternativos, llevadas a cabo
tanto antes de la llegada como durante la estadía del excombatiente en la comunidad, que
consistan principalmente en campañas sociales y cívicas para construir en torno a estas personas
una nueva imagen que sea positiva y que los ayude a ser aceptados al cambiar los juicios de valor
que se emiten en torno a ellos; de igual forma estas campañas deben estar orientadas a
concientizar a las comunidades recetoras sobre su relevancia en los procesos de reinserción
social y sobre la necesidad de que estos tengan éxito. De este aspecto deben hacerse cargo
profesionales en psicología y en comunicación y sus acciones se deben desarrollar con especial
interés en medios propios de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
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comunidad y por lo tanto de ser integrado, algo de lo que se verán beneficiadas ambas partes; sin
embargo, no se les debe cerrar las puertas a otros miembros de las comunidades receptoras para
hacer trabajo comunitario sino que por el contrario se les debe invitar a que también lo hagan en
la medida que ello puede ayudar a que el grupo social se cohesione aún más. De esta labor
claramente serán protagonistas los desmovilizados, pero debe ser guiada por profesionales en
trabajo social y en las áreas y oficios específicos que elijan desempeñar.
Tercera fase:
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Evaluar: el éxito de todas estas acciones previamente expuestas está supeditado a que sean
vigiladas y, si es necesario, reorientadas en caso de que se hayan formulado o ejecutado mal. Por
lo anterior es que se desarrollarán evaluaciones (auto, co y hetero) de todas las acciones y actores
involucrados en esta metodología para tener una imagen correcta de la realidad que nos dé la
certeza de si el tiempo y los recursos que se están invirtiendo están teniendo el efecto deseado o
si por el contrario es necesario definir correctivos. En esta tarea deben intervenir absolutamente
todos los actores que se involucren de forma directa en estas acciones de solución, pero se le
debe dar prioridad a la información que aporte la población objetivo de estas acciones: las
comunidades receptoras y muy especialmente los reinsertados a la vida civil y sus familias.
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sus familias puedan encajar y por lo tanto su calidad de vida se verá afectada, lo cual implica
intervenir a todas las comunidades receptoras y no solo a algunas.
Tras lo discutido en el foro se encontró que este problema comparte una causa con el
problema de la desmovilización y reinserción social, y tiene que ver con un abandono e
indiferencia estatal que en lugar de aportar a la solución lo agudiza bastante. Ese abandono se
evidencia en las demandas políticas y sociales (por ejemplo la participación política y el
Desarrollo Humano) y las necesidades identificables (por ejemplo la de seguridad y garantía de
derechos) que no son satisfechas y que con el tiempo se convierten en un problema y en origen
más problemáticas. Este problema no ha sido intervenido por que se ha naturalizado a un punto
en que al estar inmersos en él es casi imposible detectarlo, y en ello tienen mucho que ver las
industrias culturales y los medios masivos de comunicación que, como sabemos, en la actualidad
son los principales constructores de la realidad de las personas. Por otro lado, al ser un problema
global las acciones de solución deberán contar con una capacidad significativa para generar el
cambio pues están “remando contra la corriente” y tratando de cambiar una realidad que se hace
presente en prácticamente todo el mundo.
Es necesario reiterar que este es un problema que no padecen únicamente los excombatientes
sino en general toda la sociedad colombiana en la medida que nos lo encontramos en nuestro
diario vivir y que con el pasar del tiempo nos vuelve parte de este. Como causas de este
problema se identifica al sistema neoliberal, al modelo educativo tradicional y a los imaginarios
que las industrias culturales y los medios masivos de comunicación producen, reproducen y
refuerzan; sin embargo creemos firmemente que la principal causa de este es el conflicto interno
armado que ha padecido Colombia desde hace más de medio siglo pues ha moldeado a la nuestra
como una sociedad que tiende a la violencia, al individualismo, a la indiferencia, entre otras.
Esto es una paradoja pues los actores del conflicto terminan por ser víctimas de aquello que en el
pasado causaron por voluntad propia o por obligación (algo que no justifica la existencia del
problema).
Por último es necesario señalar que este es el problema más complejo que enfrenta esta
población por dos razones: la primera es que tiene un gran contenido de violencia, y
precisamente estas personas se encuentran en el proceso de abandonar las armas y la violencia,
por lo que volver a enfrentarse a esta sería perjudicial; y la segunda es que dificulta en gran
medida la adaptación de estas personas al contexto en que aspiran a construir una nueva vida.
Puede comenzarse señalando que en su mayoría las demandas políticas y sociales no son
atendidas ni satisfechas correctamente y allí se origina gran parte de la problemática. La
participación en la toma de decisiones, el reconocimiento de la comunidad como actor político
capaz de decidir, la inversión de recursos para la ejecución de las políticas públicas, el trabajo en
pro del Desarrollo Humano y comunitario, mejores condiciones de vida, el cumplimiento de los
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derechos humanos, entre otras son demandas que desafortunadamente las autoridades suelen
desatender en gran medida y que provocan dinámicas que moldean a los grupos humanos como
hostiles, en donde priman actitudes y comportamientos que van en contravía de lo que necesitan
encontrar los excombatientes para emprender un exitoso proceso de reinserción. Es interesante
notar que el problema se genera también por unas demandas que sí suelen ser atendidas, sobre
todo con la intervención de actores armados (generalmente de orden legal) que atienden
mediante la fuerza las demandas de seguridad y orden, por lo que actores que en el pasado
estuvieron en la ilegalidad pueden ser severamente rechazados.
Necesidades identificables.
Podría decirse que la “realidad” o el tema sobre el que se dan los juicios de valor
predominantes en este problema tienen que ver con la alteridad, es decir con la condición del
“otro”, del prójimo a quien desafortunadamente en la mayoría de los casos no se le considera
como un igual sino como alguien inferior o superior, es decir como alguien diferente, implicando
la existencia de barreras para construir lazos sociales y por lo tanto el rechazo a otros actores
sociales; esto se agudiza cuando se considera al otro como una amenaza pues genera
confrontaciones entre los sujetos en pro de contener e inclusive suprimir esa amenaza. Es
precisamente en este último aspecto donde yace la mayor hostilidad hacia los desmovilizados y
reinsertados, pues su pasado en la ilegalidad hace que sean pensados como amenazas para la
sociedad y para los otros, por lo que muy probablemente van a ser confrontados y vivirán en un
ambiente no tan diferente al del conflicto armado en que estaban previamente y que desearon
cambiar cuando depusieron las armas.
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Al igual que muchos de los problemas sociales en Colombia, la predominancia de la
hostilidad en los contextos sociales en los cuales los excombatientes emprenden sus procesos de
reinserción social a la vida civil no es intervenida por parte de los actores responsables y, de
hecho, las autoridades y el campo de la política hacen mucho por fortalecer este problema. En los
Planes de Desarrollo debería incluirse el compromiso de que todas sus acciones estén orientadas
a confrontar en algún grado esta problemática y, si fuese demasiado intensa (sobre todo cuando
las víctimas de este son los desmovilizados y reinsertados), formular acciones específicas de
intervención en las comunidades receptoras. Considero que los Planes de Desarrollo, para que las
problemáticas verdaderamente disminuyan, deben ser una mejora del anterior plan y no una
versión diferente y opuesta de este, pues la continuidad puede marcar la diferencia de forma
positiva en muchos ámbitos; es por ello que debería institucionalizarse que cada Plan de
Desarrollo, sin importar el sector político que lo formule y aplique, se comprometa a respetar al
anterior y darle continuidad a los programas más exitosos en materia de atención social frente a
problemáticas.
Es necesario comenzar recordando que desde la Teoría de Redes Sociales se abordan dos
aspectos que son fundamentales comprender en el marco de esta propuesta: primero, que las
redes sociales de un sujeto, individual o colectivo, son más importantes que el mismo sujeto en la
medida que estas redes son las encargadas de moldear a las personas, y por lo tanto el estado en
que se encuentren estas relaciones será proporcional al estado del actor social; y segundo, que el
comportamiento de los individuos siempre se enmarca dentro de un grupo, dentro de un entorno
social en el cual está inserto y que, desde la Teoría de los Sistemas Sociales, implica que el
estudio/intervención del sujeto vaya de la mano con el de su sistema social.
En relación con lo anterior, creemos que son tres las redes llamadas a trabajar en el desarrollo
de esta propuesta, la cual tiene como protagonistas y centro de las acciones a los excombatientes
de grupos armados ilegales:
Familia: es el primer grupo al que todo ser humano pertenece y que mayor influencia tiene en
él; esta es la red social más fuerte en todo sujeto y por lo tanto tendrá mucha relevancia en la
reinserción social a la vida civil. Para este caso debe buscarse que la familia del excombatiente
se vincule como apoyo al desmovilizado en las principales acciones de reinserción social a la
vida civil y que transite este camino a la par de él o ella (en caso de que el conflicto armado
también los haya excluido socialmente en algún sentido). En síntesis, la familia debería ser el
primer grupo al que el excombatiente se reinserte y esta debería darle al desmovilizado el
respaldo y acompañamiento necesario para que en dicho proceso se alcance el éxito.
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son el puente o “la red” que une a la sociedad con el excombatiente y con sus familias y en cierta
medida son decisivas en el proceso de reinserción social, razón por la cual esta propuesta
también está orientada a construir unas buenas redes sociales en las comunidades receptoras. La
participación de las comunidades receptoras implica incentivar en ella la participación de sus
miembros y al igual que su potenciación comunitaria para alcanzar óptimos niveles de autonomía
y autodependencia. Además de la comunidad territorial a la que el excombatiente y su familia
llegan a habitar, también deben considerarse como receptoras a las comunidades laborales,
educativas, sociales y políticas a las que pertenezcan o puedan pertenecer.
Sociedad: por último, y de modo más amplio, la red social “mayor” que es la sociedad está
llamada a trabajar para recibir y aceptar a los excombatientes en la medida que el problema del
conflicto armado es responsabilidad de esta sociedad al igual que todos los problemas que de
este se desprenden y se podrían originar en el proceso de reinserción social a la vida civil. Su
labor ha de consistir en darle a los excombatientes y a sus familias la oportunidad de convertirse
en miembros activos y partícipes de la sociedad, capaces de trabajar por su propio bienestar y de
adaptarse a las normas sociales existentes. Una activa y asertiva participación de la sociedad
marcará la diferencia de modo positivo y facilitará el proceso de reinserción social a la vida civil.
En síntesis, la sociedad debe cambiar su postura frente a esta población y darles una segunda
oportunidad al perdonar, más no olvidar, el daño que en pasado pudieron haber causado y
aceptar que esas personas de cierto modo también son víctimas.
Conclusiones.
En relación con lo anterior, uno de los problemas que más dificulta el proceso de reinserción
social a la vida civil (el cuál es definitivo para que podamos construir una sociedad en paz) es la
predominancia de la hostilidad en los contextos sociales en los cuales los excombatientes, y en
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muchos casos sus familias también, emprenden sus procesos de reinserción social. Rechazar a
los desmovilizados y obstaculizar su proceso de reinserción social, como desafortunadamente
sucede en muchas comunidades receptoras, es infringirles un daño casi tan profundo como el que
en el pasado ellos causaban y que nos pondrían en una condición de victimarios que
supuestamente como sociedad rechazamos; igualmente esto a futuro nos podría afectar en la
medida que el riesgo de reincidir en la delincuencia por parte de estas personas aumenta de un
modo significativo. En síntesis, este problema no solo afecta a la población desmovilizada sino
que nos afecta a todos, y su solución haría de la nuestra una mejor sociedad en la cual la vida
sería más amena; ese es el punto fuerte de esta propuesta: estas acciones de solución no solo
beneficia a la población desmovilizada y reinsertada sino a toda la sociedad colombiana.
Para enfrentar el problema previamente expuesto se han definido una serie de acciones
integrales y complementarias en diversos escenarios y a cargo de múltiples actores, pero es
necesario destacar a las comunidades receptoras pues cobran una preponderancia casi tan grande
como la de los mismos excombatientes en la medida que son los encargados de “abrirles las
puertas” de la sociedad a los desmovilizados y sus familias para que se reintegren. Las
comunidades receptoras, bien sean las comunidades de origen de los excombatientes o no, deben
concentrar la atención de la autoridades y se debe plantear como fin mayor el que puedan generar
buenos niveles de autonomía y autodependencia para que como sujeto colectivo puedan trabajar
y avanzar hacia el Desarrollo Humano; así, comunidad por comunidad la sociedad colombiana
alcanzaría el desarrollo que garantizará que a futuro no se presentarán los conflictos armados que
han dado origen a la violencia y hostilidad que hoy buscamos enfrentar.
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Bibliografía
Fundación ideas para la Paz. (2014). Fin del conflicto: desarme, desmovilización y reintegración
– DDR. Boletín de paz No. 33. Recuperado de
http://cdn.ideaspaz.org/media/website/document/534dd40668414.pdf
Muñoz, C., Torres, N., Ramos, M., Botero, H. & Lapacó, M. (Junio - julio de 2008). Periodismo,
desmovilización y reinserción. Diversitas: Perspectivas en Psicología, Vol. 4, No. 2, pp.
375-399.
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