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CHOLITO EN BUSCA DEL CARBUNCLO

1. Datos del autor


Óscar Colchado Lucio (Perú, 1947) Nació en Huallanca, Ancash. Es poeta, cuentista y novelista.
Reside en Lima desde 1983. Entre sus obras narrativas más importantes figuran: Del mar a la
ciudad (1981), Cordillera Negra (1985), Camino de zorro (1987), Hacia el Janaq Pacha (1989) y
La casa del cerro El Pino (2003). En relación con la novela juvenil, el autor ha escrito cinco
obras basadas en un mismo personaje, Cholito, quien se caracteriza por ser un niño que ama
profundamente a su pueblo, sus costumbres, sus tradiciones y por buscar siempre la justicia
social. En Santillana ha publicado Cholito tras las huellas de Lucero (1980), Cholito en los Andes
mágicos (1986), Cholito en la ciudad del río hablador (1995), ¡Viva Luis Pardo! (1996), Cholito y
los dioses de Chavín (1998), Cholito en la maravillosa Amazonía (1999) y Cholito en busca del
carbunclo.

 Mangada .- LLuvia torrencial.


 Oscollo .- Denominación del gato montés en la sierra peruana.
 Tronar .- Haber o sonar truenos.
 Cántaro .- Vasija grande de barro o metal, angosta de boca, ancha por la barriga y
estrecha por el pie, y por lo co m ún c on u na o d os a s a s.
 . Pacarina Lugar de origen .
 Cieno.- L o do bla n do que forma de pós i to en r í o s, y s o b re t o do en lagunas o en
sitios bajos y húmedos .
 chasquear .- Dar chasquidos. / / S o n i do o e s t alli do q ue se h a ce c on el látigo o la
honda cuando se sacuden en el aire con violencia.
 Pirca --.Pared de piedra en seco.
 Hoya -Concavidad u hondura grande formada en la tierra.
 Chilca -Arbusto que crece en las faldas de las montañas en América.
 Sesgar).- Cortar o partir en sesgo.
 Gentil -Se dice de los habitantes anteriores a los incas.
 Añás.- Mamífero carnicero de unos cinco decímetros de largo, comprendida la cola,
parecido exteriormente a la comadreja, de la cual se diferencia por su tamaño y el
pelaje. Es propio de América, y lanza un líquido fétido que segregan dos glándulas
situadas cerca del ano. Zorrillo

resumen
Yo volvía a mi pueblo caminando rápido rápido por el camino de Tocanca, en la cordillera
negra. [….] Me acercaba a la laguna de Wiri cuando, de pronto, lo veo a la distancia,
descansando sobre una peña situada en medio de las aguas: a un oscollo, un enorme gato
montés que, curiosamente, llevaba en medio de la frente algo que despedía luz como del sol.
"¿Qué cosa?-pensé-. ¿Qué nomás puede ser eso? ¿Diamante que dicen tal vez?" El oscollo, me
estaba mirando fijamente, sin moverse, como sorprendido de verme. En eso, como
aprovechando de su distracción, veo a un cóndor que veloz se lanza con sus aceradas garras,
intenta levantarlo haciendo fuerza; mas el oscollo, reaccionando, logra zafarse y sobreviene
una feroz batalla. El uno que quiere levantarlo, y el otro que, prendiéndose de su enemigo,
busca lanzarlo al agua.

[…]Un rayo que casi lo atraviesa al cóndor lo hizo huir apuradamente, llevándose entre las
garras esa piedra brillante que era del oscollo, quien, en su esfuerzo por evitarlo, había caído
¡chaplún! a las frías aguas de la laguna, desapareciendo por unos instantes.

Asustado por lo que había visto, yo no acerté ni a moverme. A pesar de que la lluvia me seguía
empapando. Ahí nomás emergió de las aguas, no el oscollo que vi caer, sino un anciano
andrajoso que con su ropa chorreando agua salió a la orilla a duras penas.

“¿Cómo?-me dije-, ¿Y este hombre que hace aquí?”. Y antes que le preguntara nada, él más
bien me habló.

-¡Cholito!-dijo como alegrándose-, ¿no me reconoces? Sorprendido lo mire una y otra vez,
hasta que por fin pronuncie alborozado:

-¡Taita viracocha! ¿Tu?

-Sí, hijo, yo mismo.

¡Pucha!, quien iba a pensar verlo al Taita en esa situación. Recordé varias veces que me había
topado con él en los caminos de los andes, en donde a veces me dio so correncia cuando me
hallaba en feos aprietos. El siempre nadaba afanado en comprobar que pueblos eran
pecadores para darles su castigo, sea con tormentas, asordes de lagunas o huaycos.

-¿Que hacia ese oscollo en esa pueda, Taita, sabes?

-Ese escollo que has visto caer en el agua, hijo, soy yo, ¿te imaginas?

-¿Tú, taita?

-Sí, yo mismo. Así me aparecí por primera vez en el lago Titicaca cuando vine a crear el mundo.

-¿Y por qué te ataco el cóndor?, ¿se puede saber?

-El cóndor que has visto y que se ha llevado mi piedra brillante no es otro que mi terrible
enemigo el Wakón, demonio que quiere destruirme y apoderarse de la tierra.

Él fue Dios del fuego en tiempos antiguos y hoy es solo de la oscuridad. Pretende revivir su
poder valiéndose del carbunclo. Tienes que ayudarme a recuperarlo, hijo, sin él yo pierdo mis
fuerzas y, lo que es peor no tengo ningún dominio sobre la tierra.

Caray, era un fuerte compromiso para mí. En mi pueblo mi madre y mis hermanitos estarían
esperando mi retorno con ansias luego de larga ausencia. Pero tratándose del taita, el Dios
creador de las runas, ¿cómo podía negarme?

-Está bien taita- lo dije-, ¿y a dónde debo ir a buscarlo?

-Hacia al sur, hijo. Por las montañas de canta, Huarochirí, Yauyos y quizás por Huancayo; por
esos lugares tiene su morada.

Cogí mi alforjita en la que llevaba mi fiambre y en la dirección que me señaló el taita me


encaminé, dejándolo descansando en una cueva.

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