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Ética y corrupción constituyen dos polos opuestos de la conducta humana.

Ética se refiere a lo
correcto o bueno, corrupción a lo que daña o destruye lo bueno. Estamos en un mundo en que
la corrupción echa raíces en una clase política corrupta e incapaz. Y en los delincuentes económicos.
En este terreno sin valores morales ni éticos esos políticos sin ética desarrollan y aprueban leyes que
favorecen la impunidad ante la corrupción. Y por todo el planeta se va extendiendo una capa de
cinismo en que los representantes políticos, diputados, alcaldes, etc. Cuando son imputados o
investigados, son apoyados por sus propios partidos para que no dimitan. Porque la investigación
aún no está probada judicialmente. Aún no hay sentencia, Y no podemos olvidar la presunción de
inocencia. Pobre gente. Se les está dañando en su honor.

De todos los problemas que hoy afectan a la sociedad dominicana, no es exagerado afirmar que la
CORRUPCIÓN en mayúsculas, está hoy en el centro de los más grandes retos que pueden
comprometer la posibilidad de nuestro desarrollo, hacia adelante. La falta de la Ética está en el
corazón del problema. A pesar de las evidencias crecientes del avance de este mal, no deja de
sorprender el bajo perfil que tiene este tema en la agenda del Gobierno y la falta de una sanción
social muy fuerte por parte de la sociedad. La corrupción se nos volvió como parte del paisaje. Y en
esto los políticos carentes de valores y de ética (y también los partidos), se escudan en las leyes, en
el estado de derecho. Unas leyes, que como ya se ha dicho, en ocasiones favorecen la impunidad. O
los aparatos de justicia son demasiado lentos y carentes de recursos. Y los juicios se eternizan. Por lo
tanto, esos personajes investigados siguen en sus puestos

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