Está en la página 1de 229

1

Esta traducción fue hecha sin fines de lucros.


Es una traducción de fans para fans.
Si el libro llega a tu país, apoya al autor comprándolo. También
puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en las redes sociales y
ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!

2
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que
suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque
están subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos
de fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema
que enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros saldrán
si se deja de invertir tiempo en este problema.
También, por favor, NO subas CAPTURAS de los PDFs a las redes
sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la
traducción de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas

3 a sus grupos y comentes que leíste sus libros ni subas capturas de las
portadas de la traducción, porque estas tienen el logo del foro.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, sin
foros de traducción y sin sitios de descargas!
Moderadora
Sofía Belikov & Mel Wentworth

Traductoras
ElyCasdel Lorena Vane hearts
Vani valentina.hermanaos Laura Delilah
Amélie. cura Alessandra Wilde
Verito Val_17 Sandry
Clara Markov Daniela Young Miry GPE
Jane Fany Stgo. Sofía Belikov
Lauu LR Beatrix Prim
Liillyana Cris_Eire Jasiel Odair
Kellyco Mire Pau_07
4 Estivali
Liz Holland
Josmary
Mel Wentworth
Nickie

Correctoras
AriannysG xx.MaJo.xx Paltonika
Melii *Andreina F* MariaE.
Alexa Colton Jasiel Odair Elizabeth Duran
Key Clara Markov Alessandra Wilde
Mel Wentworth Dafne M Adriana Tate
Kora Josmary Dannygonzal
Laurita PI Mary Val_17
Helena Blake itxi NnancyC
Mire Alysse Volkov SammyD
ElyCasdel Sandry Valentine Rose
Vane hearts Amélie. Miry GPE
Anty Daniela Agrafojo Fany Keaton
Anakaren Ampaяo

Lectura Final Diseño


Mary Warner Mel Wentworth
Sinopsis Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
5 Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Capítulo 39
Capítulo 18 Epílogo
Capítulo 19 The Sweetest Burn
Capítulo 20 Sobre el Autor
Capítulo 21
En un mundo de sombras, todo es posible. Excepto escapar de tu
destino.
Desde que ella era una niña, Ivy ha sido afectada por visiones de
extraños reinos un poco más allá del suyo propio. Pero cuando su
hermana desaparece, Ivy descubre que la verdad es mucho peor —sus
alucinaciones son reales, y su hermana está atrapada en un reino
paralelo. Y la única persona que le cree es el chico peligrosamente
atractivo que está obligado, por un antiguo legado, a traicionarla.
Puede que Adrian le haya dado la espalda a aquellos que lo criaron,
pero eso no significa que pueda cambiar su destino... sin importar cuán
fuerte se la atracción que siente hacia a Ivy. Juntos buscan la poderosa
reliquia que puede salvar a su hermana, pero Adrian sabe lo que Ivy no:
que cada paso acerca a Ivy a la verdad sobre su propio destino, y una
guerra que podría destruir al mundo. Tarde o temprano, va a estar Ivy de
6 un lado y Adrian del otro. Y nada más que cenizas en medio...
Broken Destiny, #1
Traducido por ElyCasdel
Corregido por AriannysG

Ya tengo veinte años de edad, no tengo nada más que perder. Es el


por qué no me importó que Bennington, Vermont, parecía una tarjeta
postal de otoño en el país. Las dos historias C&D que obtuve no eran
diferentes. Incluso tenía una franja blanca y un remolino constante de la
puesta de sol de hojas de color cayendo de los muchos árboles del jardín.
Mis pintorescos alrededores se hallaban en marcado contraste a
cómo yo me veía. De no ser porque no me encontraba exhausta de dolor y
estrés, tal vez debería preocuparme que ahora mi cabello se viera
grasiento. O que mi respiración se encontraba desesperada de necesidad
por Mentos, y no me hagas comenzar con las manchas de café decorando
mi camisa de la universidad de Washington. Ya que tenía cosas más
7 importantes de las qué preocuparme, ni siquiera me preocupé por cubrir
mi cabeza contra la lluvia mientras salía del auto e iba hacia la cama-y-
desayuno.
—¡Un momento! —gritó una animosa voz desde dentro. Luego una
mujer mayor corpulenta y de cabello rojo grisáceo vino por el pasillo.
—Hola, querida. Soy la señora Paulson. ¿Eres…? ¡Oh Dios mío, estás
empapada!
—No es nada —dije, pero se alejó, regresando momentos después
con una toalla.
—Siéntate y sécate —ordenó con el mismo tono mandón que mi
madre usó millones de veces antes. Una oleada de dolor me hizo caer en la
silla que me indicó. Las cosas que no te dabas cuenta extrañabas hasta
que se iban.
—Gracias —dije, determinada a no llorar frente a una extraña. Luego
saqué la bolsa Ziploc que cargué casi todo el día—. Estoy buscando a dos
personas que se quedaron el fin de semana pasado.
Mientras hablaba, saqué una fotografía de mi hermana Jasmine, y
su novio, Tommy.
La señora Paulson sacó unos lentes del bolsillo de su delantal. Luego
se sentó detrás de un gran escritorio antiguo y aceptó la imagen.
—Oh, qué bonita chica —dijo, añadiendo amablemente—: igual que
tú. Pero nunca he visto a ninguno de los dos, lo siento.
—Gracias —dije, aunque quería gritar.
Pasé el día mostrando la foto de Jasmine en cualquier hotel, motel y
posada en todo Bennington, y aún nadie reconocía a mi hermana. Pero
estuvo aquí. El último texto que me envió venía de Bennington, pero la
policía ya tenía la pista que los hacía pensar que lo envió mientras
conducía. Para ellos, Jasmine era una impulsiva de dieciocho años quien
fue en un viaje de carretera con su novio. Mi hermana puede ser
impulsiva, pero no habría desaparecido por más de una semana a menos
que se encontrara en verdaderos problemas.
Volví a meter la foto en la bolsa de plástico y la levanté para ver que
apenas registré lo que la señora Paulson decía.
—… no puedo dejarte regresar a eso, querida. Espera hasta que la
lluvia se detenga.
Parpadeé con sorpresa ante su inesperada amabilidad. Todos los
otros propietarios habían estado ansiosos de que me fuera una vez que
sabían por qué me encontraba ahí, como si perder un miembro de la
familia fuera contagioso. Mis ojos picaban con una repentina acumulación
de lágrimas. Tal vez era eso. El funeral de mis padres era pasado mañana.
8 —Gracias, pero no puedo —dije, con voz raposa por las emociones
que no me podía permitir sentir aún. La sorpresa ayudó con eso. Hace diez
días, mi mayor preocupación era darle una mala impresión a mi profesor
de Revoluciones Comparativas luego de las alertas de mis mensajes de
texto que seguían sonando en clase. Luego leí los textos de Jasmine y todo
cambió.
La señora Paulson me dio otra sonrisa compasiva.
—Al menos déjame hacerte un té caliente…
Una sombra oscura y borrosa de pronto apareció en la recepción de
la estancia, haciendo parecer como si hubiera envejecido cien años en un
instante. Contuve un gruñido. No esto otra vez.
Las caras antigüedades se desvanecieron, remplazadas por muebles
rotos o nada. La temperatura también se desplomó, haciéndome temblar
antes de que el movimiento en el pasillo atrapara mi atención.
Una chica rubia caminó más allá de la recepción de apariencia
decrépita. Su rostro manchado con suciedad y se hallaba envuelta en una
sábana blanca, pero no necesité una segunda mirada para reconocerla.
—Jasmine —susurré.
La señora Paulson vino alrededor del escritorio y me agarró, sombras
enroscadas de pronto pasando por su rostro como si tuviera serpientes
debajo de la carne. Jasmine siguió caminando como si no fuera consciente
de que me encontraba ahí. Si no fuera por el sorprendentemente fuerte
agarre de la posadera, podría haberme estirado para tocar a mi hermana.
—¡Espera! —grité.
La casa regresó en un pestañeo al amueblado elegante y cálidas
temperaturas acogedoras. Igual de rápido, Jasmine desapareció. La señora
Paulson me seguía agarrando fuerte, aunque las sombras en su rostro se
desvanecieron. Finalmente logré alejarla, yendo por el pasillo donde tuve el
destello de mi hermana.
Antes de dar tres pasos, el dolor explotó detrás de mi cabeza. Eso
debió noquearme ligeramente, porque lo siguiente que supe, era que me
hallaba de rodillas y la señora Paulson iba a golpearme con el marco
pesado de una foto otra vez.
¡Sal! La única a idea empática que mi cerebro fue capaz de producir.
Mi cuerpo debió concordar. No sé cómo de pronto me hallaba afuera
cerrando la puerta de mi Cherokee. Luego me fui, preguntándome qué
convirtió a la señora Paulson de amable viejita a una aplasta cráneos loca.
Conduje de regreso a mi hotel como en piloto automático. Luego de
estacionarme, me senté en el auto con el motor apagado, intentando
contener la náusea mientras decidía mi siguiente movimiento. Podría
9 llamar al 911, pero no quería admitir que tuve otra rara alucinación justo
antes de que la señora Paulson me atacara. Si le decía eso a cualquiera,
sería internada en una habitación acolchada. Otra vez. Segundo, ya no le
agradaba a los policías en Benningnton. Tan pronto como llegué esta
mañana, me puse perra con ellos por no hacer lo suficiente para encontrar
a Jasmine. Probablemente tomen el lado de la señora Paulson y asuman
que yo hice algo para provocarla.
Me detuve. ¿Lo hice? No recobraba alejarme de la señora Paulson.
¿Qué tal si hice algo que no recordaba? Tal vez algo que la asustó mucho,
¿me golpeó en defensa propia? La idea de tal vez estar teniendo lagunas
mentales sumado a alucinaciones agriaba mi estado de ánimo ya sombrío.
Salí del auto y fui a la habitación del hotel. Una vez dentro, dejé caer mi
bolsa como si fuera un ancla de veinticinco kilos, luego encendí la luz.
Todo dentro de mí se paralizó. El sillón debía estar vacío, pero un
chico con oscuro cabello color miel se sentaba ahí, su larga figura tomando
la mayor parte del espacio. Gruesas cejas, nariz recta, altos pómulos y
boca sensual formaban una cara que era lo bastante contundente para
adornar carteleras. No parecía sorprendido por mi presencia, tampoco. De
hecho, si no supiera mejor, juraría que me esperaba.
Chicos hermosos no pasaban sus tardes esperándome. Ese es el por
qué pensé que era otra alucinación hasta que habló. Mis alucinaciones
nunca me hablaban.
—Hola —dijo el extraño, su voz profunda tintada de un acento que
no pude ubicar—. Lamento decirte que vas a tener una noche realmente
mala.
Sabía que debía girarme, abrir la puerta, y correr, preferentemente
gritando. Esa era la única respuesta lógica, pero me quedé ahí, de alguna
manera sin miedo del intruso. Genial. Mis instintos de supervivencia
debieron hacer un pacto suicida secreto.
—Si supieras la semana que tuve, te darías cuenta de que lo que sea
que tienes planeado solo podría mejorarla. —Me oí responder, probando
que mis cuerdas bucales se hallaban en deseo de muerte.
Y otra vez, no me encontraba en lo incorrecto. ¿Mi hermana? Perdida
sin rastro luego de enviarme un texto de “ayuda” y “¡atrapada!” el lunes
pasado. ¿Padres? Muertos por un accidente de auto dos días después de
llegar a Bennington intentando rastrear los pasos de Jasmine. ¿Yo? En
adición perdiendo a toda mi familia, casi golpeada. En comparación, ser
secuestrada sonaba a vacaciones.
Una sonrisa inclinó la esquina de la boca de mi intruso. Cualquiera
que fuera la respuesta que esperaba, no era esa.
—¿Si gano? Probablemente. Si pierdo, las cosas están por empeorar
mucho —me aseguró.
1 —¿Cuál es el trato? —pregunté, preguntándome por qué tenía una
conversación con mi intruso. ¿Daño cerebral por la herida en la cabeza?
0 Se levantó. A pesar de mi desconcertante carencia de miedo,
parpadeé mientras se acercaba. Tenía que ser unos treinta centímetros
más alto que mi metro setenta, con hombros que llenarían el marco de la
puerta y músculos que ningún abrigo voluminoso podía ocultar. La única
cosa más llamativa eran sus ojos: azul profundo con gris suave, casi
brillaba.
—El trato es ver quién sale de aquí contigo —respondió, esa mirada
gris y zafiro, deslizándose sobre mí.
—¿Qué si no quiero ir a ningún lado? —contraataqué.
—Es muy tarde para eso —dijo suavemente, estirándose y llevando
mi atención al hecho de que usaba guantes de cuero.
Me alejé. Por alguna razón, aún no me hallaba consumida por el
terror —¡despierten, instintos de supervivencia!— pero no lo iba a dejar
agarrarme. No intentó detenerme mientras corrí más allá de él en la
habitación. Y otra vez, me di cuenta con un gruñido interno, ¿por qué lo
haría? Ahora se hallaba entre la única puerta de la habitación y yo.
Se acercó a mí, y mi corazón empezó a golpear. ¿Por qué no me fui
cuando tuve la oportunidad? ¿Y por qué no gritaba por ayuda ahora?
Tres golpes duros en la puerta me asustaron. Luego no podía creer
que reconocí la voz.
—Señorita Jenkins, ¿podría dejarme pasar? Soy el detective Kroger.
Nos vimos esta mañana en la estación de policía.
¿Un policía cuando lo necesitaba? ¡Los milagros sí ocurrían!
Para mi sorpresa, mi intruso se giró para abrir la puerta. Los dos se
miraron, y aunque el intruso tenía la espalda hacia mí, vi al Detective
Kroger ponerse a su altura.
—Entró en mi habitación —dije, haciendo un gesto de “haga algo”.
La ceja de Kroger se elevó. —¿Es así, señor?
—Supongo que mejor me acoges —arrastró las palabras mi intruso.
Esperaba que Kroger sacara sus esposas. En su lugar, entró, cerró
la puerta, y apagó las luces.
—¿Qué está haciendo? —jadeé.
—Muévete hacia el sillón —dijo Kroger, y no sabía si me hablaba a
mí o a mi enigmático intruso.
No iba a permanecer en la oscuridad para descubrirlo. Toqué

1 alrededor de la habitación hasta que llegué a la mesa de noche, luego


encendí la lámpara. La luz inundó la habitación, mostrando que mi
intruso seguía en el área de la mini estancia con Kroger. De hecho, no
1 parecía que ningún hombre se hubiera movido un centímetro. ¿Qué
sucedía?
—¿Por qué no me está arrestando, detective? —preguntó el intruso
con su suave acento.
—Buena pregunta —agregué.
—Cállate, perra —dijo Kroger con dureza.
Mi mandíbula cayó. Antes de que pudiera responder, Kroger lanzó
un puño, golpeando al hombre más grande en el hombro. Luego frunció el
ceño, como si se sorprendiera de que no tuviera efecto. El intruso atrapó el
puño de Kroger cuando le lanzó otro golpe.
Kroger miró, incredulidad creciendo en sus facciones mientras
intentaba liberarse. Entonces, entendimiento pareció comenzar.
—Tú debes ser Adrian —espetó Kroger.
—De carne y hueso —respondió suavemente mi intruso.
Me encontraba por preguntar qué diablos sucedía cuando los
disparos sonaron. Me dejé caer mientras uno de los hombres se
precipitaba hacia mí, demasiado rápido para saber quién fue. Logré
hacerme a un lado sin ser aplastada, aunque me llevé la mesa de noche en
mi salvaje embestida.
La habitación se oscureció cuando la lámpara se rompió. Mi corazón
golpeó ante la instantánea ceguera. No tenía miedo antes, pero ahora sí,
atrapada en una habitación con dos hombres que claramente querían
matarse. Comencé a caminar alrededor de la cama otra vez. Y esta vez, me
tropecé con algo grande. Ese algo me agarró, y me asusté, pateando,
golpeando y luchando por liberarme.
Luego fui jalada y empujada viciosamente contra la pared. El dolor
explotó en mí, y cuando tragué, probé la sangre. Comencé a caer, nublada,
cuando un rudo agarre me levantó.
Un rayo de luz de la luna se estableció en el rostro de mi atacante, y
retrocedí. Sombras brillaron como lenguas de serpientes por la piel de
Kroger, volviendo sus facciones una nauseabunda máscara maligna. Peor,
sabía que no alucinaba. El dolor se sentía tan real.
—¿Quieres saber qué le pasó a tu hermana? —La voz de Kroger era
dura. Gutural—. Estás a punto de descubrirlo.
Sin pensarlo, lo golpeé tan fuerte como pude. Parecía sorprendido,
pero el viento ni siquiera lo hizo parpadear.

1 De pronto, fue jalado hacia atrás y luego voló. Mientras Kroger volvía
a caer, Adrian lo pateó lo bastante fuerte para enviarlo a estrellarse contra
la ventana de la habitación. Antes de que pudiera gritar, Adrian lo siguió.
2 Luego todo lo que escuché eran ruidos retumbantes y gruñidos antes de
que un sonido diferente hiciera algo primario tensarse dentro de mí.
Uno de ellos acababa de morir, lo sabía. Pero, ¿cuál?
Una forma oscura se levantó del enorme agujero donde estaba la
ventana. Comencé a alejarme, cada movimiento doloroso, cuando vi algo
plateado brillar en la luz de la luna.
Los ojos de Adrian.
—Parece que vienes conmigo, después de todo —dijo mientras
saltaba por la ventana.
No me molestó su tono casual o el hecho de que acababa de matar a
alguien. Me hallaba demasiado ocupada intentando absorber lo que vi en
el rostro del detective Kroger, sin mencionar lo que dijo.
¿Quieres saber qué le pasó a tu hermana? Estás a punto de
averiguarlo.
Esperanza arañó por mis tambaleantes emociones. Si las sombras
como serpientes en el rostro de Kroger eran reales, ¡tal vez también lo era
mi visión de Jasmine en la C&D!
—Necesitamos… encontrar a Jasmine. —Logré jadear, sintiendo algo
húmedo donde apreté mi abdomen.
Adrian alejó mis manos y suspiró.
—Estás herida. Lo siento, él era uno de los perros de Demetrius, así
que fue más difícil de asesinar.
Me levantó. A pesar del toque de Adrian se siente más suave que el
de Kroger, no pude detener mi gemido de dolor.
—No te preocupes, mejorarás pronto —dijo, cargándome hacia la
puerta.
¡Necesitamos encontrar a Jasmine! Quería insistir, pero mi lengua
parecía haberse puesto en huelga. El picar en mis extremidades y zumbido
en mis oídos probablemente no era una buena señal, tampoco.
—De todas formas, ¿cuál era tu nombre? —Escuché preguntar a
Adrian, su voz ahora sonaba demasiado lejos.
Logre una palabra antes de que todo se oscureciera.
—Ivy.

1
3
Traducido por Vani
Corregido por Melii

Una canción familiar estaba sonando, pero no podía recordar el


nombre. Eso me molestó lo suficiente para abrir los ojos. Una pared negra
encontró mi mirada, pulida y suave como el cristal. Extendí la mano para
ver lo que era, y fue entonces cuando me di cuenta de que mis manos
estaban atadas.
“Silent Lucidity” de Queensryche, suministraba mi mente, seguida
inmediatamente por, estoy en el asiento trasero de un coche. Uno bien
cuidado, guiándome por ese impecable, techo brillante. Con esos datos en
el campo, también me acordé de lo que había ocurrido justo antes de que
me hubiera desmayado. Y con quién estaba.

1 —¿Por qué me ataste las manos? —dije, lanzándome en una posición


vertical.

4 Por alguna razón Adrian no tenía un espejo retrovisor, por lo que


tenía que mirar por encima de su hombro para verme.
—¿Algo hace que entres en pánico? —preguntó, sonando divertido—.
Estás atada en el asiento trasero del coche de un asesino de policías, pero
he visto gente más molesta cuando Starbucks se queda sin sabor Pumpkin
Spice.
Cualquier persona normal habría entrado en pánico, no es que
serviría de nada. Además, escapé del “normal” hace mucho tiempo, cuando
me di cuenta que veía cosas que ningún otro veía.
Hablando de eso, ¿por qué no estoy adolorida? El bulto donde la Sra.
Paulson me había golpeado se había ido, y mi camisa era roja por la
sangre, pero aparte de una torcedura leve en mi cuello, me sentía bien.
Cuando subí la camisa, de alguna manera, no me sorprendió ver una piel
suave e ininterrumpida en mi abdomen. Bueno, eso y un montón de
migajas, como si hubiera comido un postre muy desordenadamente.
—¿Por qué parece que tengo un pastel de ángel en mi estómago? —
pregunté en voz alta.
Adrian resopló. —Cerca. Es medicina. Estabas herida.
—Me puedes decir cómo ya no lo estoy —dije, tendiéndole mis
manos atadas—, después que me desates.
Otra mirada hacia atrás, ésta desafiante.
—Puedes ser la persona más tranquila que me han enviado a
recuperar, pero si te digo ahora lo que quieres saber, eso va a cambiar. Así
que elige —la verdad, ¿o ser desatada?
—La verdad —dije al instante.
Dejó escapar una risa. —Otra primera. Estás llena de sorpresas.
Así era él. Sólo había admitido que secuestraba regularmente a las
personas, lo cual cómo traduje como “recuperar” —así que debería estar
haciendo todo lo posible para liberarme. Pero más que nada, necesitaba
respuestas. Además, todavía no le tenía miedo, y de alguna manera, no
tenía nada que ver con él sanándome mágicamente.
—La verdad, Adrian —repetí.
Se volvió una vez más, y su mirada se cruzó con la mía, esos ojos
azules impares sorprendiéndome con su intensidad. Por un momento, sólo
pude mirar, todo pensamiento congelado en mi mente. No sé por qué
extendí la mano, tocando torpemente su brazo para sentir los músculos
duros bajo esa chaqueta abultada. Si hubiera pensado en ello, no lo habría
1 hecho. Sin embargo, no podía apartarme.
Entonces me quedé sin aliento cuando su mano cubrió la mía. En
5 algún momento, se había quitado los guantes, y la sensación de su piel
caliente, desnuda envió una onda de choque a través de mí. El toque
pareció afectar a Adrian, también. Sus labios se separaron y se sacudió
sobre el respaldo del asiento...
Él tiró del volante, evitando por poco otro coche. Una bocina sonó, y
cuando el conductor nos pasó, un dedo medio extendido se sacudió
airadamente en nuestra dirección. Me eché hacia atrás, mi corazón
latiendo con fuerza por el cercano choque. Al menos, eso es lo que me dije
que era.
—Dyate —murmuró Adrian.
No reconocí la palabra, y me perdí con su acento. Tenía una
cadencia musical como el italiano, pero debajo de esto tenía un borde más
duro, más oscuro.
—¿Qué idioma es ese? —pregunté, tratando de ocultar el repentino
temblor de mi voz.
Esta vez, no quitó los ojos de la carretera. —Nada de lo que has oído
hablar.
—Elegí verdad, ¿recuerdas? —dije, levantando mis manos atadas
para dar énfasis.
Eso me valió una mirada rápida. —Esa es la verdad, no consigues
más hasta que conozcas a Zach. Entonces podemos omitir todos los “eso
no es posible” argumentos.
Dejé escapar una breve carcajada. —Después de lo que vi en la cara
del detective Kroger, mi definición de “imposible” ha cambiado.
Adrian se desvió de nuevo, pero esta vez, ningún otro coche estaba
cerca.
—¿Qué has visto?
Me tensé. ¿Cómo explico sin sonar loca? No hay manera, así que
opté por ir al ataque en su lugar.
—¿Qué hacías en mi habitación de hotel? ¿Y cómo me curaste? No
hay ni siquiera una marc...
—¿Qué viste en su rostro, Ivy?
A pesar de su tono duro, cuando mi nombre cruzó sus labios, algo
vibró dentro de mí, como si hubiera tirado de un lazo que no sabía que
estaba allí. El sentimiento fue tan perturbador como mi inexplicable
reacción a su apretón de manos.
—Sombras —dije rápidamente, para distraerlo—. Tenía sombras de
1 serpiente en su rostro.
Esperaba que Adrian dijera que lo había imaginado, una respuesta
6 que me hallaba acostumbrada a oír. En cambio, se detuvo, poniendo el
coche en estacionado pero manteniendo el motor en marcha. Luego se
volvió para mirarme.
—¿Eso era lo único extraño que viste?
Tragué saliva. Sabía que no debía hablar de estas cosas. Aun así, le
había exigido la verdad a Adrian. No parecía justo mentir a cambio.
—Vi dos versiones de la misma C&D antes. Uno era bonito, pero el
otro era viejo y podrido, y mi hermana quedó atrapada en su interior.
Adrian no dijo nada, aunque continuó fijándome con esa mirada
dura. Cuando por fin habló, su pregunta fue tan extraña que pensé que lo
había oído mal.
—¿Cómo luzco para ti?
—¿Eh?
—Mi apariencia. —Dijo las palabras como si yo fuera lenta—.
Descríbeme.
De repente, ¿él quería elogios? Podría haber finalmente encontrado a
alguien más loco que yo.
—Esto es ridículo —murmuré, pero empecé con lo obvio—. Seis-seis,
mayor de veinte años, construido como Thor, cabello castaño dorado con
reflejos rubios, ojos azules plateados... ¿quieres que siga?
Se echó a reír, una rica voz oscura, profunda que hubiera sido
sensual a excepción de lo enojada que me hizo.
—Ahora sé por qué vinieron tras de ti —dijo, sin dejar de reír—.
Deben haberse dado cuenta que eras diferente, pero si hubieran sabido de
lo que podías ver, nunca te habrían dejado fuera del C&D.
—Puedes dejar de reír —dije bruscamente—. Sé que es una locura
ver las cosas que veo.
Muchos niños tenían amigos imaginarios al crecer. Yo tuve lugares
imaginarios, aunque al principio, no hubiera sabido que era la única que
podía verlos. Una vez que mis padres se habían dado cuenta que lo que
seguía describiendo iba mucho más allá que la infancia de fantasía,
comenzaron las visitas al médico y un sinfín de pruebas. Una por una, las
enfermedades y la psicosis habían sido tachadas hasta que me
diagnosticaron un desequilibrio mono amino-colinérgico en mi corteza
temporal.
En otras palabras, veía mierda que no estaba allí por razones que
nadie podía entender. Las pastillas que tomé ayudaron un poco, pero
1 mentí y dije que se deshicieron de todos mis alucinaciones. Estaba harta
de los médicos hurgando. Así que cuando veía algo que nadie más lo
7 hacía, me obligué a ignorarlo —hasta que la Sra. Paulson y el detective
Kroger habían intentado matarme, por supuesto.
Adrian paró de reír, y esa intensidad sin pestañear estaba de vuelta
en su mirada.
—Bueno, Ivy, tengo buenas y malas noticias. La buena noticia es
que no estás loca. La mala noticia es que todo lo que has visto real, y
ahora, eso va a venir por ti.
Traducido por Amélie.
Corregido por Alexa Colton

Incluso en un buen día, odiaba cuando los chicos eran crípticos.


Aquellos persuasivos con testosterona ya venían con una montaña de
tendencias sin sentido, ¿realmente piensan que es necesario añadir
declaraciones intencionalmente vagas encima de eso?
El hecho de que Adrian se negó a dar detalles sobre su advertencia
enigmática mientras yo me hallaba atada en su asiento trasero lo hizo
insoportable. A medida que el tiempo pasaba, me consolé imaginándome
golpeándolo en la cabeza con algo pesado. O inclinada sobre el asiento y
asfixiándolo con la banda de cinta adhesiva alrededor de mis muñecas. Si
la parte trasera de este vehículo hubiera tenido un encendedor de
cigarrillos, podría haber sido creativa con fantasías acerca de eso, también.
1 Supongo que ser secuestrada me convirtió en una persona violenta.

8 —¿Eres
bruscamente.
un traficante de esclavos sexuales? —pregunté

—Alguien ha visto Taken1 muchas veces. —dijo Adrian, y la diversión


en su tono rozó mis nervios.
—¿Por qué no iba a pensar eso? —respondí—. Me has salvado la
vida, pero me estás llevando a algún lugar en contra de mi voluntad, y te
niegas a desatarme.
—Escogiste la verdad, ¿recuerdas? —Fue su respuesta exasperante.
Juro, que el primer objeto pesado que tenga… —Tú no me diste eso,
tampoco.
—Sí, lo hice. —Lo dijo con los parpados pesados, echando un vistazo
hacia atrás que me hubiera hecho enderezarme y sonreír si él lo hubiera
hecho mientras estábamos sentados en un bar—. No del todo, pero no te
preocupes. Estamos aquí.
Con esa declaración, Adrian bajó por un largo camino que conducía
a una serie de altas puertas talladas.

1
Película conocida como Búsqueda Implacable, en la cual se trata el tema de la trata de
blancas.
—Espera un segundo mientras abro las puertas —dijo, apagando el
carro y llevándose las llaves con él.
Esperé… hasta que estuvo lo suficientemente lejos para moverme.
Entonces salté sobre los asientos. Cuando tiré de la puerta del conductor,
sin embargo, una gran mano en la ventana impidió que se abriera.
—¿Por qué no estoy sorprendido? —dijo Adrian con ironía goteando
de su tono.
Me quedé mirando su mano, como si eso pudiera explicar como el
resto de él estaba unido a ella. Un segundo después, había estado al frente
de esas puertas bárbaramente ornamentadas, haciendo algo que las hizo
abrirse con un ruido mecánico.
Nadie podía moverse tan rápido. O, más exactamente,
nadie debería ser capaz de moverse tan rápido.
—¿Qué eres? —Respiré.
Sus dientes relampaguearon en una sonrisa que fue depredadora y
sexy al mismo tiempo.
—Un par de horas atrás, me pregunté lo mismo sobre ti.
¿Yo? Antes que pudiera preguntar qué significaba, abrió la puerta y
1 me sacó. Hielo corrió por mis venas cuando vi el cuchillo en su otra mano.
Ese fue el momento cuando me di cuenta del letrero en las puertas:
Cementerio Green-Wood.
9 —No. —Jadeé.
Levanto una ceja, cortando a través de la cinta en mis muñecas. —
Tú eres la que quería ser desatada.
Mis brazos cayeron a los costados mientras alivio rugió sobre mí, en
sustitución de la oleada de temor alimentado por la adrenalina. Con la
misma rapidez, algo se rompió dentro de mí. Todo el dolor, la ira, el miedo
y la frustración de los últimos diez días se precipitaron a través de mis
defensas, convirtiéndome en alguien que no reconocí.
Un monstruo de rabia.
Mi mano se estrelló en el rostro de Adrian con la fuerza suficiente
para hacerla hormiguear y quemar, y aun así, no fue suficiente. Comencé
a golpearlo en el pecho, parte de mí horrorizado por mis acciones, pero el
resto instándome a pegarle más duro.
—¿Cuál es el problema contigo? —grité—. ¿Sacaste un cuchillo sin
ninguna explicación? ¡Pensé que ibas a matarme!
Adrian agarró mis manos. Cualquier persona en su sano juicio
habría reconocido en cuanta desventaja estaba y, calmarse, pero yo me
hallaba más allá de la cordura. Con mis manos fuera de servicio, le di una
patada en la espinilla con la fuerza suficiente para enviar un dolor
punzante por mi pierna. Él gruñó, echándome hacia tras hasta que quedé
presionada contra el capó del coche. Ahora tenía un muro de acero detrás
de mí y una pared de carne musculosa encima de mí.
—¡Para —ordenó Adrian, su fuerte acento grueso con vehemencia—
, prometo, que no voy a hacerte daño!
Mi respiración se hizo jadeos. Adrian contraatacó mi intento de
dejarme caer y se liberó presionando su muslo entre mis piernas. Paré de
hacer eso de una vez, que era lo mismo que admitir la derrota. No pude
usar mis brazos para apartarlo. Se sentía más sólido y pesado que una
gárgola de piedra.
—Quítate. —dije entre respiraciones irregulares.
—No hasta que te calmes. —Él respondió con severidad. Entonces la
sonrisa más honesta tiró de su boca—. Siéntete libre de tomarte tu tiempo.
Miré hacia abajo, sólo que ahora registré que mis pechos se
apretaban contra su pecho tan fuerte como su muslo estaba metido entre
mis piernas. Cualquier movimiento de mi parte provocó una
vergonzosamente fricción personal, como si la inhalación de respiraciones
de cada uno mientras jadeaba no era lo suficientemente íntimo.

2 Traté de frenar mi respiración, por no hablar de mi galopante latido.


Si no fuera por su sonrisa, no habría sabido que se hallaba consiente de la
situación comprometida en la que me tenía.
0 En cambio, no parecía enojado de que lo hubiera abofeteado,
pateado y golpeado. Ahora que mi rabia imprudente cesó, me di cuenta de
lo estúpida que fui. Un puñetazo de su puño gigante habría significado
dejarme en el suelo, pero no había devuelto el golpe. En su lugar, me había
prometido que no me heriría. A pesar del secuestro y de su negativa a
darme respuestas sobre lo que estaba pasando, decidí creerle.
—Lo siento por atacarte —dije, mi voz ya no más estridente.
Se encogió de hombros como si estuviera acostumbrado a ello. —No
te preocupes. Estabas destinada a perder los nervios.
¿Cuántas personas has secuestrado? Casi pregunto. Como no tenía
muchas ganas de saber, todo lo que dije fue—: ¿Te puedes bajar de mí?
Eres pesado.
Lentamente estiró su cuerpo contra el mío, pero esa mirada azul
plateado quedó pegada a mí. Me estremecí, consciente de repente del frío
que hacía, ahora que no estaba cubierta por más de doscientas libras de
sangre caliente masculina.
Adrian se quitó la chaqueta, revelando una camisa negra de cuello
redondo que abrazzaba a su cuerpo como si estuviera pagando homenaje.
Por supuesto que había notado el temblor. Me pregunté si nada escapaba
a esos ojos penetrantes.
Me la puse. El dobladillo había sido doblado por la mitad; se agrupó
en el suelo conmigo. Nunca me había sentido delicada en torno a un
hombre antes. Me sentía cómoda en un tamaño de ocho porque no tenía
que morir de hambre para mantenerla, y mi metro sesenta y cinco de
altura significaba que normalmente podría llevar tacones sin ser más alta
que mis citas. Junto a Adrian, sin embargo, me pareció perder veinte
libras mientras también me encogí unos centímetros. Por supuesto, su
masa era todo músculo. Al sentirlo encima de mí lo había dejado claro....
Eliminé esa línea de pensamiento antes de que llevara a otras
reflexiones, más peligrosas, y apreté su abrigo a mí alrededor.
—Si no estamos aquí para que me puedas matar y enterrar mi
cuerpo en una parcela vacía, ¿qué más hay que hacer en un cementerio?
—pregunté con admirable calma.
Él se rio, profundo y masculino, algo dentro de mí demasiado
estúpido para darse cuenta que los secuestradores se encontraban fuera
de los límites. Es por eso que me negué a notar el hoyuelo de la barbilla
que se reveló, o cómo su labio inferior era más lleno que el de arriba.
—Un montón de cosas, pero ya llegaremos a eso más tarde.
2 —¿Seguro que va a ser más tarde? —Lo desafié.

1 —Por supuesto. —Otra sonrisa tentadora—. Ya que tú y yo estamos


en la misma línea, me verás mucho.
¿Línea? —¿Crees que estamos relacionados?
Su mirada me rozó como una caricia física. —No como eso, por
suerte. Eso haría que nuestra primera cita fuera incómoda.
Lo miré con incredulidad. —¿Estás coqueteando conmigo? —
Finalmente logré decir—. ¿Tienes alguna idea de lo retorcido que es eso?
Se encogió de hombros. —No hago nada cauteloso, es una pérdida
de tiempo. Además… —la parte plateada de sus ojos brillaba como una
luna líquida—, si dices que no me encuentras atractivo, sabré que estás
mintiendo.
Bajo otras circunstancias, podría haberme sonrojado al empezar a
ser devorada con los ojos por alguien a quien apenas acababa de conocer,
pero mi secuestrador ¡estaba coqueteando conmigo! ¿Debería tener más
miedo, o menos? Ya había salvado mi vida una vez y había tenido muchas
oportunidades de hacerme daño, sin embargo, no lo había hecho.
Además, yo no sería una cita muy divertida si estuviera muerta.
—¿Qué te parece si tenemos la charla de la cita hasta que me des las
respuestas que prometiste? —dije, una parte de mí preguntándose si esta
noche podía volverse más extraña. La otra parte se sentía feliz por primera
vez en más de una semana. Estúpidos ovarios. ¡Cálmense, chicas
Cálmense!
La expresión de Adrian se volvió seria. —Te voy a llevar a la persona
que te puede dar esas respuestas.
—¿Zach? —pregunté, recordando a Adrian mencionar el nombre.
—Ese mismo. Este cementerio tiene más de doscientos kilómetros,
así que si no quieres pasar horas caminando en el frio… —él se cambió al
lado del pasajero del carro antiguo y abrió la puerta—, entra.
Me daba una opción. O al menos, la ilusión de una. Si corría, los dos
sabíamos que podía cogerme.
La iluminación interior del carro mostró un atisbo de rastrojos
tratando de romper a través de la suave piel a lo largo de su mandíbula,
haciendo sombra de una manera que era demasiado atractiva. Su exótico
acento no estaba ayudando, tampoco. Si volviera a ser secuestrada, sería
mejor que fuera por un tipo, viejo y feo. Eso confundiría menos a mis
emociones.
Y menos vergonzoso. ¿Qué idiota sentiría lujuria por su
secuestrador? No es extraño que me invitara a salir. Él debe pensar que
2 doy a “fácil” una nueva definición.
Me acerqué, pensando que incluso si pudiera correr lejos de él, no lo
2 haría. Mi hermana atrapada en algún lugar que no debe ser real, pero que
de alguna manera lo era, y Adrian era mi único aliado porque él podía ver
las mismas cosas locas que yo. Más importante aún, Adrian había
demostrado que era capaz de matar a esas cosas.
Si era capaz de ayudarme a salvar a mi hermana, no sólo tomaría su
oferta de una cita. Pagaría por todo y seriamente consideraría acabar.
Me metí en el lado del pasajero, oyendo la cerradura de la puerta tan
pronto como la cerró. Intenté abrirla. Nada. Mi sensación de malestar
regresó. ¿Qué clase de persona salva gente sólo para secuestrarlos, y tenía
un vehículo por el que sólo se podía salir del lado del conductor?
Por otra parte, mientras Adrian se deslizó en el asiento de al lado
con una fluidez casi espeluznante, me di cuenta que la clase de persona
qué podría ser era menos importante que lo qué era.
Traducido por Verito
Corregido por Key

Quien sea que haya diseñado el cementerio de Green-Wood debió


haberlo hecho cuando estaba vomitando borracho ya que no tenía ni un
solo camino recto. Me sentía como si estuviera conduciendo a través de un
laberinto construido por niños con todos los giros y vueltas. Por otra parte,
quizás muchos cementerios eran así. No lo sabría. Nunca había estado en
uno. El funeral de mis padres no era hasta pasado mañana, mis abuelos
habían muerto antes de que yo naciera, y ninguno de mis padres tenía
hermanos o primos. Hasta hace diez días, no había perdido a nadie
cercano a mí.
Ahora había perdido a todos, y aunque enterré mi dolor con la
misma determinación que solía ignorar ver cosas imposibles, no era
2 suficiente. Mientras Adrian pasaba por una tumba que decía “Amados
Padres”, el dolor que quemaba en mi garganta desde que murieron se
3 convirtió en una roca infranqueable.
Adrian detuvo el auto al mismo tiempo que encontré difícil respirar.
—¿Qué pasa? —preguntó con urgencia—. ¿Ves algo?
Negué con la cabeza, logrando respirar a pesar de ese horrible peso
en mi garganta.
—Ivy. —Una gran mano acunó mi cara, forzándome a mirarlo a él en
lugar de a la lápida—. ¿Qué es?
Justo entonces, me encantaba que Adrian fuese tan caliente.
Gracias a Dios por los huecos profundos bajo sus pómulos, esos ojos
zafiro, y el cabello rubio oscuro que lucía revuelto por exceso de sexo. Si no
hubiese tenido esa vista para distraerme, habría tenido que enfocarme en
lo doloroso que es perder a dos personas que nunca me defraudaron,
incluso cuando yo había sido una extraña para ellos.
—Es solo que... mis padres murieron hace cinco días.
Mi voz era ronca por las emociones que seguía tratando de controlar,
pero la opresión asfixiante había disminuido. Otras pocas respiraciones
profundas, y todo lo que quedo fue una quemadura familiar.
—Lo siento —dijo Adrian, tomando mi mano y apretándola.
Escuché esas palabras de unos amigos y compañeros de estudio un
montón en las semanas pasadas, a veces con el cliché de que las cosas
pasan por alguna razón añadido. Adrian no dijo nada de esa mierda. Él
solo sostuvo mi mano mientras me miraba con una comprensión que
trasciende la compasión, como si él supiese cómo era perder todo dentro
de un brutal corto periodo de tiempo.
—Gracias. —Inhalé otra vez, pestañeando para alejar las lágrimas.
Llorar se sentía como rendirse, y no haría eso porque necesitaba encontrar
una manera de traer a mi hermana de vuelta a casa—. Eso es por qué
necesito respuestas, porque no estoy dispuesta a perder a mi hermana
para siempre también.
Dejó ir mi mano y alejó la mirada, su mandíbula apretándose. —Las
respuestas no significan milagros. Escuché lo que te dijo ese policía. Si
ellos tienen a tu hermana, lo siento, pero lo más probable es que este
muerta.
—Tonterías —espeté enojada instantáneamente—. Sé dónde está.
Solo necesito... una manera de entrar.
Adrian suspiró. —Ves cosas que nadie ve, aun así sigues en
negación, ¿no es así? Las criaturas que tienen a tu hermana son muy
fuertes, Ivy. Incluso si logras entrar, nunca encontrarías una manera de
2 salir.
¿Criaturas? Antes de que pudiera responder, algo brilló por delante,
4 como si una luz se hubiese encendido repentinamente. Adrian comenzó a
conducir siguiéndolo. Unos minutos después, llegamos a lo que parecía un
pequeño castillo, con torres circulares en las cuatro esquinas y un alto
domo con ventanas saliendo del centro.
Adrian aparcó, rodeando el auto para llegar a mi lado y dejarme
salir. —Bienvenida a la capilla de Green-Wood.
La puerta estaba entreabierta, una suave luz emanaba de adentro.
Adrian entró y lo seguí, aferrándome a su abrigo como si fuese un escudo
protector. Me perturbó tanto lo que dijo que el interior igualmente
adornado me fue indiferente. Quiso decir “criaturas” en un sentido
metafórico, mi lógica argumentó.
Un joven hombre afroamericano se hallaba de pie al final de los
bancos, su rostro parcialmente oculto por la sudadera azul que colgaba
sobre su cabeza inclinada. Hubiese creído que estaba rezando excepto por
el hecho de que se encontraba de cara a nosotros y no el altar, y sus
manos estaban a sus lados en vez de dobladas en el gesto universal de
piedad.
—Ivy, este es Zach —dijo Adrian—. Zach, conoce a Ivy, la chica que
me enviaste a rescatar.
Zach levantó la mirada, su capucha cayó y...
Luces explotaron a su alrededor como miles de flashes de cámaras.
Mis ojos ardieron, incapaces de adaptarse a la intensidad cegadora, y aun
así no podía cerrarlos. Mi quedé mirando, atónita, mientras el brillo a su
alrededor se volvió más brillante, hasta que no vi nada excepto a Zach. Una
multitud de voces rugieron en mi mente, ensordeciéndome a todo excepto su
bello, doloroso crescendo. Mi cuerpo vibró, atrapado en el eco atronador,
hasta que sentí que mi carne sería arrancada de mis huesos...
—No tengas miedo.
La iglesia se transformó de nuevo a mi alrededor, Adrian de pie a
unos metros como estaba hace rato. Zach tampoco se había movido. Sin
embargo, yo sí. De alguna manera, me encontraba de rodillas, con las
manos en alto, mi rostro húmedo con lágrimas que no recordaba
derramar.
—No tengas miedo —repitió Zach, acercándose.
Me tambaleé para ponerme de pie. Las luces alrededor de él se
habían ido, como el terrible ruido que había hecho doler todo mi cuerpo.
Justo ahora, Zach lucía como la mitad de chicos de mi campus, pero
sabía, con cada fibra de mi ser, que él no era humano. Él era algo más.

2 Una criatura, como dijo Adrian.


Seguí retrocediendo, pero luego fuertes manos se instalaron
5 alrededor de mis hombros, tomando con un cuidado protector.
—No te preocupes. Él no es uno de los malos —dijo Adrian
suavemente—. Zach juega para el otro equipo.
—¿Las criaturas tienen equipos? —me ahogué.
—Sí, así es —dijo Adrian, una nota de severidad en su tono—. Y
ambos lados luchan para sobrevivir.
Me quedé mirando los ojos color nogal de Zach, viendo
la otredad bajo la fachada de un hombre de veintitantos con el pelo muy
corto, cejas gruesas, y suave piel oscura. No necesitaba que Adrian me
dijera que podría destrozarme miembro por miembro si quisiera. Una
instintiva, parte animal de mí lo sabía. De hecho, era dolorosamente
consciente de la facilidad con que mis huesos podrían romperse, de lo poco
que mi piel protegía las partes vulnerables bajo ella, y cuan inservible era
mi fuerza promedio para defenderme. El miedo me hizo querer refugiarme
más en el abrazo de Adrian, pero me forcé a estar donde estaba.
Zach podía aterrarme, pero Adrian dijo que el luchaba contra las
cosas que tenían a Jasmine. Eso lo convirtió en mi nuevo mejor amigo.
—Creo que unas extrañas personas de las sombras secuestraron a
mi hermana —dije, orgullosa de que mi voz no temblara—. Así que
necesito saber cómo tenerla de vuelta.
—¿Mencioné que ella podía ver bajo el glamour demonio? —preguntó
Adrian en un tono irónico.
Mi estómago se encogió con la palabra demonio, pero no hice nada
vergonzoso, como vomitar. De acuerdo, entonces los demonios tenían a mi
hermana. No hay mucha diferencia con decir que la tenían unas extrañas
personas de las sombras, ¿verdad?
Quizás después de todo sí podría vomitar.
—Por supuesto que sé lo que ella puede ver —respondió Zach, tan
casual como si estuviese diciendo que me gustaba más el chocolate que la
vainilla—. Está en su línea de sangre.
Estaba tan cerca de Adrian, que pude sentir cuando su cuerpo se
puso rígido. —¿Tú sabías lo que ella era?
Una débil sonrisa tocó la boca de Zach. —Siempre he sabido.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué soy? —pregunté.
Adrian ignoró eso y se acercó a Zach, su altura obligando al hombre
2 más pequeño a mirar hacia arriba para encontrar sus ojos.
—Me mentiste —espetó Adrian, su dedo golpeando a Zach en el
6 pecho con cada palabra—. Dijiste que era el último de mi línea, ¿y sabías
todo este tiempo sobre Ivy?
No podía creer que Adrian seguía golpeando a Zach como si fuese un
trozo de carne que necesitaba ablandar. ¿No sentía el poder que se
escondía tras la apariencia promedio de Zach?
—Ella no es descendiente de tu línea —dijo Zach, su mano
cerrándose sobre la de Adrian lo suficientemente fuerte para mantenerla
inmovilizada—. Tú eres el último de esa, pero ella ve más allá de los
disfraces de este mundo porque es la última descendiente de David.
—¿Última de quién? —comencé, luego me detuve, inmóvil en silencio
mientras Adrian se giraba a mí.
Horror no comenzaba a describir la mirada en su cara. Adrian me
miraba como si hubiera aplastado su mundo, lo hubiese molido y luego
obligado a tragárselo hasta que murió ahogándose con sus restos. Si piel
hubiese sido sustituida por veneno, aún no creería que me merecía una
mirada así.
—El último en la línea de gobernantes que se remontan a la
antigüedad, cuando el Rey David se sentó en el trono de Jerusalén —
respondió Zach.
Historia era mi especialidad en la universidad, pero también había
sido una fan de las artes ya que era una pequeña niña.
—¿Rey David como el tipo de la famosa estatua de mármol de Miguel
Ángel? —¿El desnudo? Añadí mentalmente.
—El mismo —dijo Zach, arqueando su ceja ligeramente haciéndome
preguntar si había adivinado lo que no dije en voz alta.
—Linda historia —dije a la ligera—, pero lo que todos saben sobre
mis padres biológicos es que mi madre era una inmigrante ilegal que me
dejó en la carretera luego de que el camión con remolque en el que se
escondía se volcó.
De alguna manera, no podía culparla. Todos los ilegales que
sobrevivieron al accidente huyeron, y desaparecer en un nuevo país con
un recién nacido hubiese sido más difícil. Los Jenkinses, que también
fueron atrapados en el choque múltiple, me encontraron, y luego de una
serie de batallas legales, oficialmente me adoptaron.
Zach se encogió de hombros. —Tu incredulidad no cambia la verdad.
Adrian estaba repentinamente en la parte posterior de la iglesia, su
silueta era una oscura línea contra los paneles de vidrio de color.
—¿Si sabías que era la última Davidiana cómo pudiste enviarme a
2 buscarla? —Su voz golpeó el aire como un látigo—. ¿Cómo pudiste
dejarme acercarme a ella, Zacchaeus?
7 Ahora sabía porque el diminutivo era Zach, pero eso no era porque
mi boca cayó abierta. —¿Cuál es tu problema? —Farfullé.
Adrian se alejó como si no pudiese soportar verme. En medio de mi
incredulidad, sentí una pizca de dolor. ¿Por qué actuaba como si yo fuera
más vil que el policía que mató con sus propias manos?
—Tienes que estar cerca de ella —repitió Zach en una voz
implacable—. No puedes escapar de tu destino.
Ante eso, Adrian giro, sus puños apretados, hombros rígidos e ira
saliendo de él en oleadas palpables.
—A la mierda mi destino —gruñó.
No lo vi pasarme. Se movió muy rápido de nuevo. Solo supe que dejó
la iglesia cuando la puerta golpeó detrás de mí.
Traducido por Clara Markov
Corregido por Mel Wentwoth

El sol había salido para cuando Zach regresó. Fue detrás de Adrian,
pero ya que volvió sin él, no debió haber ido bien. También me hallaba de
mal humor. Sólo esperé en la iglesia porque aún no tenía las respuestas
que necesitaba. Todo lo que sabía era que ahora Adrian me odiaba, los
demonios existían, y Zach era... bueno, con el espectáculo de luz que dio,
podía adivinar qué clase de criatura era Zach, pero era demasiado
increíble para decirlo en voz alta.
—También somos conocidos como Arcontes2 —dijo Zach,
lanzándome una mirada sarcástica—. ¿Es más fácil para ti manejar esa
palabra?

2 Una vez más, adivinó mis pensamientos, y comenzaba a creer que


era más que suerte. No, estaba en presencia de una criatura con
habilidades sobrenaturales incalculables, y a menos que quisiera pasar
8 más tiempo llorando en mis rodillas, tenía que lidiar con eso.
Empezaría con el reto que me lanzó.
—No es mi culpa que no encajes con el folleto —le contesté
frívolamente—. Al menos podrías combinar esa sudadera con un arpa y
halo.
Sonrió, recordándome que todas las especies a excepción de los
humanos mostraban sus dientes para transmitir una amenaza.
—Esta cáscara mortal oculta mi verdadera naturaleza. Porque tú y
Adrian son los últimos de nuestras líneas, verán debajo, pero el resto de la
humanidad no.
Me encogí como si mi ya inclinado mundo no hubiera sido volteado
en las últimas horas.

2 Son seres celestiales enviados por una deidad para cuidar, vengar o juzgar las injusticias que se
producen en nuestro plano material. Los Arcontes son verdaderas autoridades de la moral y la
ética.
—O alucino de nuevo. Olvidé tomarme una dosis de mis
medicamentos...
—No hay ninguna diferencia, son placebos —me informó Zach.
Me le quedé viendo, mis labios separados, pero mi cerebro
procesando demasiados pensamientos como para hablar.
—Esa es la razón por la que tus padres adoptivos siempre llenan las
recetas para ti. —Zach se encendió, como si cada palabra no volara en
pedazos lo que quedaba de mi vida—. El psicólogo proporcionó los
placebos como parte de tu terapia, pero no hay nada malo contigo
medicamente. Tus padres adoptivos te iban a decir la verdad cuando
cumplieras veintiún...
—Mentiroso —susurré.
Una gruesa ceja se arqueó. —Los demonios mienten. Mi especie no.
Si necesitas una prueba, lleva una de tus pastillas a un farmacéutico para
que la analicen.
Mis rodillas se tambalearon, pero no me senté. Si lo hacía,
probablemente no podría volver a levantarme. Puede que Zach lea mi
mente, pero él no podía saber que mis padres siempre llenaban mis
recetas porque no lo pensé. Tampoco podía saber sobre algo que yo no,
2 que las pastillas eran placebos en vez de medicamentos.
Adrian tenía razón. A pesar de todo lo que vi, aún no aceptaba que
9 en serio podría ser real. Ahora Zach destruía mi negación a la revelación
de una sola vez.
—Tu verdadera madre no te abandonó porque huyera de la policía —
prosiguió Zach despiadadamente—. Lo hizo para salvarte, igual que tu
sueño lo reveló...
—¡Basta! —grité, mi respiración ahora viniendo con dificultad. Nadie
sabía sobre ese sueño. No le conté a mis padres, a Jasmine o a los
incontables terapeutas a los que fui. ¿Cómo podría saberlo Zach, a no ser
que fuera exactamente quien —o lo que— afirmaba ser?
—Suficiente.
La voz de Adrian traspasó la capilla, asustándome. No lo había visto
regresar. Me giré hacia él, agradecida a lo que sea que me impidió seguir
escuchando revelaciones que eran demasiado increíbles para ser reales.
—A nadie le interesa, Zach —dijo Adrian, un borde coloreando su
tono—. Los Arcontes no tienen tacto cuando se trata de revelar grandes
noticias.
Zach se encogió de hombros. —Ella me pidió la verdad. Se la di.
Adrian se acercó más, su mirada brillando con ira. —Sí, bueno,
¿quieres que juegue esta cosa del destino? Entonces de ahora en
adelante, yo le contaré a Ivy qué es qué, tú no.
Mi mente todavía se sentía como su hubiera sido lanzada a una
licuadora, pero por eso, me puse rígida.
—No hablen de mí como si ni siquiera me encontrara aquí.
Adrian giró su oscura mirada enjoyada en mi dirección. —Créeme,
Ivy, sé que estás aquí.
La forma plana en la que habló de alguna manera le dio a sus
palabras más peso, pero esta vez, Adrian ya no me miró con horror. En
cambio, se me quedó viendo como si fuera la persona más peligrosa que
conocía, que al considerarlo todo, era ridículo.
—¿Quieres salvar a tu hermana? —me preguntó uniformemente—.
Necesitarás algo lo suficientemente fuerte para matar a los demonios.
Esto fue demasiado, en poco tiempo. —¿Como agua bendita? ¿O
cruces? —pregunté adormecida.
Su mirada se hizo mordaz. —Esos son para los vampiros, y no
existen. Para acabar con los demonios, necesitas la primera de tres armas,
y la segunda y tercera probablemente te matarán.
3 —De acuerdo, así que nos saltamos esas —murmuré, parte de mí
preguntándose si en verdad tenía una conversación sobre cómo matar
0 demonios. Con o sin placebos, ahora mismo, extrañaba mis medicinas.
—Bien —dijo Adrian, un brillo apareciendo en sus ojos—. El
problema es, la primera arma está perdida en algún lugar en uno de los
reinos de demonios.
—Por supuesto que sí. Comprarlo por internet hubiera sido
demasiado fácil.
Sus labios se curvaron, como si supiera que la desenvoltura
enmascarara un creciente sentimiento de incredulidad. —Ya viste un reino
de demonios. Aparecen como duplicados escalofriantes y oscuros en el
mismo lugar, justo como la C&D que describiste.
Si eso era cierto, había visto otros a través de los años, pero todos
tenían el mismo problema.
—¿Cómo entraremos a uno el suficiente tiempo para salvar a
Jasmine? Después de unos segundos, parecen desaparecer.
Ante eso, Adrian le disparó una mirada frustrada a Zach. —Si sus
habilidades son tan débiles como para que sólo vea los otros reinos
durante unos segundos, ni se acerca a encontrarse preparada para esto.
Me ofendería si no concordara. Mis habilidades atléticas se limitaban
a de vez en cuando bailar toda la noche, como si eso fuera cualquier
ventaja en una pelea con los demonios. Aun así, lista o no, no tenía
elección. Nadie más iría por Jasmine.
—Haré lo que sea necesario —dije con firmeza.
La dureza en la mirada de Adrian me hizo preguntarme si me
arrepentiría de esas palabras. Luego sonrió, todo lobuno y desafiante.
—Está bien, Ivy. Para contestar tu pregunta, entras al reino de un
demonio de la misma manera en la que entras a cualquier lugar. A través
de una puerta.

***

De una vez quería comenzar a buscar el arma para matar a los


demonios, pero Zach insistió en que durmiéramos. Debido a mi cansancio,
no discutí hasta que Adrian me mostró mi "cama". Encontrarme en un
mausoleo subterráneo era bastante malo, pero ¿dormir en una de las
pequeñas habitaciones que contenían un cuerpo?

3 —Diablos, no —dije.
Adrian rodó los ojos. —Lo que está muerto no te puede herir. Los
1 demonios vivos sí, y ellos pueden ir a cualquier lado a excepción del
terreno sagrado.
—Entonces dormiré en la iglesia —fue mi respuesta inmediata.
—Los turistas visitan la iglesia —contestó inexorablemente—. No
visitan las catacumbas, así que aquí dormiremos.
Mientras hablaba, señaló a otra cripta que también tenía un saco de
dormir. Miré hacia mi cripta. Una pequeña araña bajó desde el techo y
cayó justo sobre mi saco de dormir.
—Me sentaré en el pasillo —dije gravemente.
Adrian suspiró. —¿Zach?
Sentí un golpecito en el hombro. Cuando me giré, Zach se hallaba
detrás de mí. Antes de que pudiera decir algo, me tocó la frente, y como si
un interruptor hubiera sido volteado, todo se oscureció.
Cuando abrí los ojos, me hallaba en el auto de Adrian, mi cabeza
descansando contra el frío vidrio de la ventana del pasajero. Las luces eran
borrosas, y con golpes leves, vi que era el atardecer.
—¿Qué... qué pasó? —murmuré, enderezándome.
Adrian no apartó la vista del camino, pero su boca tembló. —Zach te
obligó a dormir.
El recuerdo regresó como una venganza. —¿En una cripta infestada
de arañas? —Comencé a golpear mi ropa. Si veía algo con ocho patas, me
lanzaría de este auto.
Había una fuerte contracción en su boca. —No hay nada mejor que
el sedante de un Arconte.
—¿Crees que esto es gracioso? —Me desabroché el cinturón de
seguridad, me quité el abrigo y lo tiré al asiento trasero. Con suerte, ahora
no tendría cosas encima de mí.
Me dio una mirada de lado. —Quieres pelear con demonios, y te
asustan las arañas. Eso es malditamente gracioso.
Puesto así, tenía un punto. —Hablando de, eh, ellos... —¿Podría
alguna vez decir demonios sin sentir como si debiera utilizar una camisa
de fuerza?—. ¿Por qué necesitamos un arma especial para salvar a mi
hermana? Tú mataste al detective Kroger sin una.
—Kroger no era un demonio, era un esbirro. Los demonios no
pueden tolerar nuestro reino durante mucho, así que toman a los
humanos dispuestos, los marcan y los mandan a hacer el trabajo sucio.
3 Ellos también tienen sus propias marcas de firmas. La sombra que le viste
a Kroger significaba que pertenecía a Demetrius. Las marcas hacen a los
esbirros mucho más fuertes que los humanos, pero comparados con sus
2 amos, son fáciles de matar.
Difícilmente sabía dónde comenzar con mis preguntas. —¿Nuestro
reino? Quieres decir... ¿este? —le pregunté, señalando al paisaje que
pasábamos.
—Sí, este —dijo, sus palabras pesadas con emoción.
¿Arrepentimiento? ¿Determinación? No lo conocía lo suficiente para
asegurarlo.
—Y nosotros podemos ver las marcas y los reinos de los demonios
porque somos los últimos en la línea del rey David —dije, tratando de
reconstruir los hechos imposibles.
Adrian se tensó, su boca apretándose hasta que los bordes de sus
labios se hicieron blancos. —Tú lo eres. Yo no.
Es cierto, Zach dijo que él era el último de otra línea. —Entonces,
¿qué eres? —le pregunté con suavidad.
La mirada con la que Adrian me cubrió parecía comprimirme, hasta
que cada respiración que saqué se sentía como una reñida victoria.
—Soy otra cosa —espetó.
Me alegré cuando volvió a mirar al camino. Mi corazón golpeaba
como si hubiera estado corriendo. Lo que sea que fuera Adrian, a él no le
gustaba, y si a un hombre que no les temía a los demonios no le gustaba
lo que era, entonces debería tenerle miedo.
Así que, ¿por qué tenía una fuerte urgencia de suavizar la dureza en
su expresión? Lo juro, mis reacciones hacia él carecían de sentido. Nunca
fui por el torturado chico malo porque tenía suficientes problemas por mi
cuenta. Además, Adrian lo dejó claro, dada su elección, no se acercaría a
mí. Cualquier llamado extraño que tuviera hacia él, tenía que desecharlo.
Rápido.
—¿A dónde vamos? —le pregunté, en un tono neutral.
—Gold Hill, Oregon —respondió, su voz igualmente sin emociones.
¿Al otro lado del país? —¿Qué hay en Oregon que lo hace tan
especial?
Su gruñido sonó gravemente entretenido. —Una puerta a varios
reinos de demonios.

3
3
Traducido por Jane
Corregido por Kora

Aprendí unas cuantas cosas en las siguientes veinte horas. No sobre


demonios o sobre la misteriosa arma, Adrian se negaba a hablar de ello,
sino sobre él. Como, por ejemplo, su odio patológico a los espejos.
Cada vez que parábamos a poner combustible, Adrian rompía el
espejo del baño de mujeres antes de dejarme entrar al interior para hacer
pis. Estaba convencida de que sería arrestado, pero pronto descubrí otro
hecho: nadie más que yo podía ver cómo se veía realmente Adrian.
—Metro setenta, flaco, con el pelo negro —espetó el empleado de la
gasolinera a su teléfono, su acento español más marcado mientras gritaba
“¡Pendajo3!” a Adrian por destruir su espejo del baño—. Y él está
3 conduciendo... ¡a mi Dios4!
Esa última parte la gritó cuando Adrián se movió con su increíble
4 velocidad, quitándole al encargado la escopeta que estaba
sosteniendo. Luego la partió sobre su rodilla y le entregó las dos piezas de
vuelta con un gruñido.
—Que tengas un buen día.
—Diablo5 —gimió el encargado, hundiéndose detrás de su
mostrador.
No creía que Adrian fuera un demonio, pero todavía no sabía lo que
era. La forma más rápida de obtener el tratamiento del silencio de su parte
era preguntar otra vez de qué “línea” provenía. Él me explicó que el
glamour Archon enmascaraba su apariencia, así no sería reconocido por
secuaces. Ahora sabía por qué el primer golpe del detective Kroger había
dado a Adrian en el hombro: creyó que golpeaba a un rival mucho más
pequeño. Esa también era la razón por la que Adrian había exigido que lo
describiera poco después de que nos conociéramos.

3 En español en el original.
4 En español en el original.
5 En español en el original.
—Puedes ver a través del glamour de los demonios —explicó,
lanzándome una de esas miradas oscuras—. Los secuaces pueden hacer
eso, también, pero solo los seres humanos de una de nuestras líneas
pueden ver a través del glamour Archon, así que necesitaba averiguar lo
que tú eras.
—¿Y si hubiera fallado en describirte con precisión? —le pregunté.
Un encogimiento de hombros.
—Entonces habrías sido un secuaz y te hubiera matado.
Entre esa admisión, la compulsiva rotura de espejos y su secretismo
impenetrable, yo iba muy bien encaminada en superar mi
atracción. Adrian no solo estaba dañado, sino que se
hallaba casi trastornado, y viniendo de alguien con antecedentes de
psicosis ya era decir mucho. En el momento en que nos detuvimos en un
motel en el punto de Kearney, a medio camino de Nebraska, me hubiera
sentido feliz de no volver a verlo nunca.
Me pedí el baño tan pronto como entramos en la habitación del
hotel. Complaciendo a Adrian después de que rompiera el espejo, tenía que
tener diez mil años de mala suerte, finalmente tuve la oportunidad de
tomar una ducha. Gracias a Dios el motel tenía botellas de champú y
acondicionador porque no se las hubiera pedido a Adrian. Por lo que sabía,
3 la voluminosa bolsa de lona que había traído con él estaba llena de
cabezas rebanadas de secuaces.
5 Después de ducharme, lavé la ropa, haciendo una nota mental para
insistir en que fuéramos de compras antes de emprender la ruta de
mañana. Con todo lo que tenía ahora que colgar para que se secase, puse
el abrigo de Adrian sobre mi toalla antes de salir del cuarto de baño.
Se encontraba delante de la puerta del motel, vertiendo algo de un vial de
vidrio sobre esta. Hizo lo mismo con la ventana, todo mientras murmuraba
en ese extraño y rudo idioma lírico.
Probablemente no me lo diría, pero pregunté de todos modos.
—¿Qué estás haciendo?
—Colocando bloqueos sobrenaturales —respondió, con una mirada
hastiada hacia mí—. Este motel no está en terreno sagrado, así que
tenemos que hacer esta habitación a prueba de demonios. No creo que nos
siguieran, pero preferiría que no fueras asesinada en un sueño.
Tragué saliva. Preferiría que no sucediera, también.
—Por lo tanto, ¿esa cosa que estás rociando es como gas para
demonios?
Su boca se torció, por lo que me hizo preguntarme si él estaba
luchando contra una sonrisa.
—Cerca. ¿Sabes cómo un sacerdote bendice el agua y luego se
considera santa? Esta es la versión Arconte del aceite bendito, que hace
que cualquier lugar que toque sea brevemente santificado.
—¿Cuán breve es “brevemente”? —pregunté.
Un encogimiento de hombros.
—Lo suficiente para poder dormir.
—Si santifica cualquier lugar, entonces ¿por qué pasamos la noche
en una cripta infestada de arañas? —pregunté a la vez.
Ahora estaba segura de que luchaba contra una sonrisa.
—Me pareció que dormiste muy bien allí. —Ante mi ceño fruncido,
añadió—: Solo puedo conseguir estas cosas de Zach, y él es tacaño con
ellas. Esto es lo último que tengo, así que después de esta noche
tendremos que dormir en verdadera tierra santa hasta que decida
presentarse y darme más.
Un ángel tacaño. Ahora había oído de todo. Suponía que sería mejor
que disfrutara de la verdadera cama esta noche. Quién sabía junto a qué
me acurrucaría mañana. Hablando de eso, necesitaba arreglar algunas
cosas antes de dejar de usar servicios públicos por un tiempo.

3 —¿Tienes un teléfono que pueda usar? Tengo que llamar a mi


compañera de cuarto, Delia. Decirle que me iré por… un tiempo.

6 La expresión de Adrian cambió de diversión suprimida a rígida


negación.
—Nada de eso. No hay llamadas, mensajes de texto o mensajes de
correo electrónico.
¿Quién se creía que era, mi nuevo padre?
—Permíteme parafrasear. Llamaré a mi compañera de cuarto, ya sea
con tu teléfono o con el de alguien más.
No podía desaparecer sin decirle nada a Delia. Yo, de todas las
personas, sabía lo terrible que era preguntarse si alguien que te importaba
estaba vivo o muerto, y ella no era solo mi compañera de cuarto. Después
de Jasmine, Delia era mi mejor amiga.
—Si la llamas a ella o a cualquier otra persona que conozcas, las
harás un objetivo —respondió Adrián fríamente—. No mucha gente escapa
de un intento de secuestro demoníaco. Los que lo hacen suelen ser
ayudados por mí, lo que enfada más a los demonios. Por ahora, los
secuaces han buscado en cada aspecto de tu vida, y están esperando a
que contactes con alguien para poder utilizar a esa persona en tu contra.
Nada cambió en la habitación, pero de repente se sintió más
pequeña, como si las paredes se estrecharan.
—¿Cuál es el punto? Ya tienen a mi hermana —le dije, la ira y la
desesperación afilando mi tono.
Adrian dirigió esa mirada de gema hacia mí.
—Exacto, así que no les des a nadie más.
Me senté en la que supuse que era mi cama, ya que la bolsa de lona
de Adrián se encontraba en la otra. Tenía la cremallera abierta, revelando
nada más siniestro que ropa y artículos de aseo. Y aquí estaba yo, tan
segura de que eran cabezas rebanadas de secuaces. Le di al cepillo de
dientes una mirada anhelante. Este motel no los tenía como regalo, y mi
aliento probablemente podría matar a un dragón.
—Abastécete —declaró Adrian, asintiendo hacia la bolsa—. Zach la
llenó suministros para los dos.
No necesitó decírmelo dos veces. Fui a la cama y me puse a hurgar
en la bolsa. Gracias a su gran tamaño, no era difícil distinguir lo que se
entendía que era para Adrian y lo que pretendía ser para mí. La única
sorpresa fue que Zach había adivinado mi talla, incluso en las cuestiones
íntimas.
—¿Qué clase de ángel nota el tamaño de copa de un sujetador? —
murmuré para mí misma mientras añadía un sostén a mi pila.
3 La risa de Adrian me hizo saber que lo había dicho demasiado alto.
—Zach es una persona detallista.
7 —Suena como si le conocieras desde hace mucho tiempo —observé.
Su rostro se cerró de una manera ya conocida. Pude haberlo dejado
estar, como lo hice la mayor parte del viaje hasta aquí, pero me estaba
cansando de sus frecuentes ataques de tratamiento del silencio.
—Entiendo que no quieras estar aquí y que realmente no quieras
hablar de lo que sea que eres, pero si vamos a luchar contra los demonios
juntos, al menos debería saber más de ti.
Adrian caminó hacia mí, una dura sonrisa retorciendo sus
características. Luego se inclinó hasta que su rostro estuvo al nivel del
mío. Sus ojos parecían aún más vivos bajo la luz del techo, y estaba tan
cerca que pude ver que sus pestañas eran de color marrón oscuro en lugar
de negro.
—Aquí está la cosa más importante que necesitas saber: odio a los
demonios más que tú, así que puedes confiar en que te ayudaré a
matarlos. Pero Ivy —su risa áspera rozó mi piel en su propia caricia—,
cualquier cosa que hagas, no confíes en mí con todo lo demás.
La última vez que habíamos estado tan cerca me tuvo sujeta contra
su coche. No me estaba tocando ahora, pero de alguna manera su mirada
hizo el momento igualmente intenso. Lo peor fue que me gustó. Sin
pensarlo, me mojé los labios.
Su mirada cayó allí, y contuve el aliento ante el hambre que recorrió
su rostro. ¡Así que averiguar mi supuesto linaje no había matado su
atracción por mí! Con ese conocimiento, las cosas de más abajo empezaron
a tensarse. Adrian era enloquecedor, confuso, peligroso... ¿Y qué debía
hacer si trataba de besarme?
De repente, vi un movimiento desenfocado y luego se había ido. La
puerta vibró ante su salida.

***

Me desperté con el maravilloso olor de caliente comida grasosa y el


aroma aún más tentador del café. Cuando abrí los ojos, una bolsa de
McDonald’s estaba en mi mesita de noche. No oí a Adrian irse para
conseguirla pero, de nuevo, no lo oí entrar ayer por la noche tampoco. Él
debió hacerlo, dado que su cama se encontraba revuelta y, por los sonidos
que se escuchaban, ahora se encontraba en la ducha.
Me centré en la comida como un animal hambriento. Una barra de
3 chocolate y una pequeña bolsa de cacahuetes era todo lo que había comido
en los últimos dos días. Oír los gritos de varios asistentes de la estación de
8 gas después de que Adrian rompiera sus espejos no me había hecho
querer buscar algo con más sustancia. Después de terminar, rápidamente
me puse ropa nueva, no queriendo que Adrian saliera mientras yo estaba
medio desnuda. Las cosas eran bastante extrañas entre nosotros ya.
Mi collar se enganchó en mi suéter cuando lo empujé sobre mi
cabeza, recordándome que había un espejo que Adrian no había roto
todavía. Dado que la ducha seguía corriendo, abrí el medallón. Sentí una
punzada cuando vi la foto de mi hermana en un lado y un pequeño espejo
en el otro.
De esta manera, siempre estaremos juntas, había dicho Jasmine
cuando me lo dio la noche antes de irme a la universidad. Ella lloró un
poco, después. Nunca lo admitiría, pero cuando estuve sola en mi
habitación esa noche también lo hice. Claro, nos peleábamos como locas a
veces, pero no había nadie más cercano a mí que Jasmine. Con todos los
demás, tenía que seguir fingiendo para que creyeran que todo estaba
bien. Con mis padres, era para que no se preocuparan por mí. Con mi
psicólogo, era para evitar más pruebas o estancias de hospitalización. Con
mis amigos y novio ocasional, para no tener que explicar cosas que
probablemente no querían entender. Con Jaz podía ser yo misma porque
con lo que fuera, ella estaría de acuerdo.
—Loca, normal, no importa —me dijo hace años, cuando estaba
molesta después de que mi psicólogo me dijera que nunca podría ser
curada—. Eres mi hermana, Ives, así que sin importar qué, estaremos
juntas.
Mientras miraba su foto al lado de mi propio reflejo, su pérdida me
golpeó de nuevo. Me costó contener las lágrimas. Después de varios
parpadeos, su imagen se hizo menos borrosa. Mientras la miraba, en
silencio le hice una promesa. No importa qué, te encontraré. Ella nunca se
habría dado por vencida conmigo. Yo desde luego no iba a renunciar a ella.
Al hacer esa promesa, pude mirar su foto sin derrumbarme de
nuevo. No nos parecíamos, por supuesto. Jasmine era una rubia de ojos
azules como mis padres adoptivos, y tenía los ojos de color avellana y el
cabello castaño. Mis ojos marrón verdosos, mi tono de piel clara y otros
rasgos causaron que mi pediatra especulara que uno de mis padres era de
raza caucásica. Imaginábamos que el otro era hispano porque esa era la
nacionalidad de los inmigrantes que fueron incapaces de huir del
accidente del tractor-remolque, pero ¿quién sabía?
Pensando en mis padres biológicos, las palabras de Zach se
deslizaron en mi mente, aunque hice mi mejor esfuerzo por olvidarlas. Tu
verdadera madre no te dejó porque ella huyera de la policía... lo hizo para

3 salvarte, justo como tus sueños revelaron...


—Bueno, estás despierta.
9 La voz cortante de Adrian me hizo saltar. Cerré el medallón, feliz de
estar dándole la espalda para que no pudiera ver lo que me metí bajo mi
suéter. No rompería el último regalo que mi hermana me dio, fobia a los
espejos o no. Con el medallón escondido a salvo, me di la vuelta.
—Gracias por... el desayuno.
No pude evitar hacer una pausa. Algunas cosas debían venir con
una etiqueta de advertencia, y ver a Adrian a través de la sala vestido solo
con una toalla era sin duda una de ellas. No sabía que los abdominales así
existieran sin aerografía, y la red de músculos en sus brazos, espalda y
pecho se ondeaban como si bailaran un tema que reverberaba por debajo
de su carne.
Miguel Ángel se equivocaba, pensé, apartando rápidamente mi
mirada. Con ese cuerpo, Adrian era el que necesitaba una estatua de
mármol hecha a su imagen. Lo bueno es que él estaba tan obsesionado
con meter sus cosas en su bolsa de lona que no se dio cuenta de mi
admiración.
—Nos vamos en diez minutos —declaró, todavía en ese tono brusco.
Después de que saliera anoche, me dije que no importaba si Adrian
todavía se sentía atraído por mí. Necesitaba rescatar a mi hermana, no
empezar algo con un chico que me había advertido que no era digno de
confianza, por no hablar de todas las otras razones por las que Adrian se
hallaba fuera de los límites. Sin importar el envoltorio deslumbrante, tenía
un metro setenta de indeterminadas malas noticias sobrenaturales, por lo
que su frialdad ahora satisfacía mis propósitos.
Sus órdenes, sin embargo, no lo hicieron. Teníamos que aclarar un
par de cosas antes de ir más lejos.
—Solo porque estés enfadado por nuestro pequeño viaje por
carretera no significa que tengas que cabrearte conmigo —le dije—. Por
alguna razón elegiste venir. Y no es necesario que seamos amigos, pero sí
es necesario que dejes de actuar como mi jefe. Así que no nos iremos en
diez minutos, Adrian. Nos iremos en veinte porque yo tomaré una ducha,
también.
Se dio la vuelta, cruzando los brazos sobre su musculoso pecho con
evidente fastidio. Seguí adelante como si no me diera cuenta.
—No es mi culpa si nunca has tenido una novia seria, pero créeme
cuando te digo que es imposible para una chica estar lista en menos de
veinte minutos.
—Bien —dijo, en un tono un poco menos grosero.

4 —Es posible que desees esperar hasta que esté en el baño para
vestirte, también —dije sin darle importancia—. Si se te cae la toalla
ahora, voy a pensar que es tu manera de decirme que todavía deseas esa
0 cita.
No esperé su respuesta antes de desaparecer en el cuarto de baño.
Bromas aparte, si dejara caer la toalla podría olvidar todas las muchas
razones por las que debía mantenerme alejada de él.
Traducido por Lauu LR
Corregido por Laurita PI

Veinte minutos más tarde —está bien, veinticinco, pero cerca— nos
subimos a su carro. No era demasiado fanática de los coches clásicos, pero
tenía que admitir que su Challenger se encontraba en buen estado. Aun
así, mataría por una radio satelital. Éste sólo tenía AM y FM.
—No tienes que conducir todo el camino. Podemos tomar turnos —
ofrecí.
—No —me respondió a la vez.
—Así que, eres uno de esos —murmuré.
Su ceja se elevó. —¿Uno de cuáles?
4 —Chicos que piensan que una chica no puede manejar sus
preciosos bebés de metal —dije, rodando los ojos.
1 Con eso, se echó a reír. —Reconstruí este auto desde el eje, así que
sí, puedes llamarlo mi bebé. Pero nadie, hombre o mujer, lo conduce
excepto yo.
—¿Así que eres un fanático de la igualdad de oportunidades? —
respondí sin perder el ritmo.
—No tienes idea —dijo, bajando la voz mientras sus ojos azules se
deslizaban sobre mí en una caricia imaginaria.
Contuve la respiración. Hasta ese momento, no me había dado
cuenta de que evitó mirarme desde que irrumpió anoche. Ahora, su mirada
se movía sobre mí como si ya supiera qué partes tocar primero y cuáles
dejar hasta que estuviera mendigando y sin aliento. Mi corazón empezó a
latir más rápido. ¿Cómo podía afectarme tanto cuando apenas nos
conocíamos?
Entonces, como si hubiera presionado un interruptor, apartó la
mirada, como si mirarme quemara sus ojos. Toda su actitud cambió,
también, como si estuviera enojado por revelar algo que se suponía
permanecería oculto.
—¿Cuándo debemos llegar a Oregón? —pregunté, necesitando algo,
cualquier cosa, para romper la tensión del momento.
Aceleró el auto y miró el reloj. —A las tres de la mañana, si no nos
atascamos en el tráfico.
Diecinueve horas hasta que ingrese en uno de los lugares que
innumerables doctores juraron que eran sólo ideas de mi mente
desequilibrada. Una vez más, tenía muchas preguntas, apenas sabía por
dónde empezar.
—¿Has estado antes en esta “puerta del reino” en particular?
—Sí.
Una palabra bien dicha que me advirtió, si no quería otra ronda de
ley del hielo, que dejara el tema. Ahogué un suspiro de frustración.
Necesitaba más información, y él era más temperamental que una
adolescente con su primer ataque de síndrome premenstrual.
—¿Cómo supiste que los secuaces trataban de secuestrarme la otra
noche? —Ahí. Cambio total de tema, y sobre algo, que de todos modos, me
preguntaba.
Adrian no me miró mientras salía del camino. —Zach me dijo. Es
quien me envió a rescatarte.
Tendría que sacarle todo a la fuerza ¿no? —Está bien. ¿Cómo lo
supo Zach?
4 Gruñó. —Los Archons obtienen información sobre eventos futuros.
De vez en cuando, interfieren para cambiar el resultado.
2 —¿De vez en cuando? —repetí con enojada incredulidad, pensando
en el secuestro de Jasmine y la muerte de mis padres—. ¿Por qué no
siempre? ¿Acaso los Archons tienen días en los que simplemente no están
de humor para salvar personas del peligro y de la muerte?
Nada cambió en su expresión, pero su tono se endureció con lo que
pensé que podría ser un recuerdo doloroso. —Esa es la pregunta del millón
de dólares ¿no? No tengo una respuesta, y cuando le pregunté lo mismo a
Zach todo lo que dijo fue algo sobre “órdenes”.
—Eso es una mierda —murmuré.
—No podría estar más de acuerdo —dijo Adrian secamente.
Por unos minutos, ninguno habló. No tensos como antes, pero en
silencio, compartiendo reflexiones mientras pensábamos en cosas que
deseábamos hubieran resultado diferentes.
—¿Así que eso es lo que haces? —dije finalmente—. ¿Rescatar
personas para Zach después de que te informa que los secuaces van por
ellas?
Se encogió de hombros. —Me da la oportunidad de acabar con
demonios.
—La mayoría de las personas evitarían hacer eso —señalé,
reprimiendo un estremecimiento. Si no fuera por Jasmine, no me
encontraría cerca de demonios, secuaces, reinos o nada locamente
sobrenatural. ¿Por qué, en cambio, Adrian corría hacia el peligro?
—Nosotros no somos la mayoría de las personas, Ivy —dijo
suavemente—. Por lo que vemos, no podemos pretender que el mundo es
un lugar hermoso donde los monstruos no existen.
Esta vez, fui quien apartó la mirada, incapaz de manejar la verdad
de su declaración o la intensidad de su mirada. Hasta hace algunos días,
estuve haciendo eso. Incluso cuando era niña, tan pronto como me di
cuenta que nadie más veía las mismas cosas que yo, quería que se
detuvieran. Odiaba sentir que algo estaba mal conmigo, así que después
de pasar a través de una década con médicos en busca de una cura,
comencé a fingir que la encontré.
Les dije a mis padres, a los doctores, e incluso eventualmente a
Jasmine que ya no veía los extraños y oscuros mundos colgando como
pesadillas en lugares comunes. Definitivamente, nunca se los mencioné a
Delia o a mis otros amigos. Les dije que las pastillas que tomaba eran por
un desequilibrio hormonal, y todas mis visitas al doctor, también, eran
sobre eso.

4 Mentiras, mentiras, mentiras, todo porque quería pretender que era


normal. De acuerdo con el magnífico extraño a mi lado, no lo era entonces
3 ni lo sería nunca.
—¿Qué pasó contigo? —pregunté, mi voz baja como si estuviéramos
contando secretos—. Me escondí de lo que vi, pero tú comenzaste a cazar
las cosas que todos me decían que no existían. Debes tener una prueba de
que eran reales, ¿cuál es?
Se cerró tan rápido que me encontraba sorprendida de no escuchar
una explosión sonora. Cerré los ojos, dejando salir un suspiro mientras
trataba de acomodarme en mi asiento. Parecía que el segmento de
preguntas y respuestas llegaba a su fin.
Eventualmente, mientras la tarde se deslizaba a la noche durante el
largo viaje, la hora tardía y el aburrimiento me adormecieron llevándome a
la deriva.
Un atronador sonido despertó a la mujer de cabello negro. Su bebé
comenzó a llorar ante los ruidos de cosas estrellándose. Dejó al bebé en el
asiento de atrás, caminando a través de la maleza que ocultaba su coche.
En la autopista cercana, un camión con remolque yacía volcado,
múltiples coches apilados alrededor. Cada segundo traía un nuevo chirrido
de neumáticos y, menos frecuentemente, gritos. Entonces la parte trasera
del remolque se abrió, y personas salieron a trompicones, algunos
desapareciendo dentro de la hierba alta que rodeaba la carretera, otros
cojeando unos cuantos metros antes de caer en el camino.
La mujer de cabello negro regresó con rapidez a su carro, pero cuando
comenzó a asegurar a su bebé al asiento se detuvo. Luego se dio vuelta y
observó. La luz del sol rompió a través de las nubes, derramándose por el
costado de la carretera a unos cincuenta metros del accidente. La mujer
comenzó a temblar.
—No. No, no puedo dejarla —susurró.
La luz se tornó más brillante, y otro rayo de sol apareció, iluminando
el mismo lugar. Lágrimas caían por su rostro, pero después de un minuto,
tomó a su hija y se dirigió hacia la luz.
—Prométeme que estará a salvo —se ahogó, poniendo al bebé en la
hierba. Entonces la besó, susurrando—: Mami te ama. Siempre. —Antes de
correr a su carro y alejarse…
—¿Qué es eso?
La voz de Adrian me sobresaltó. Por un segundo, me hallaba
desorientada, el sueño se aferraba a mí como siempre lo hacía. Sí, me
encontraba en un coche, pero no era con la mujer desconocida huyendo
con su bebé. No era real. Sin embargo, la mirada que Adrian le daba a mi
4 pecho, sí lo era.
—¿Es un espejo? —Sonaba horrorizado.
4 Bajé la mirada. Mi medallón se encontraba abierto, el lado del espejo
de frente a mí. En algún momento mientras dormía, debí abrirlo. La mano
de Adrian salió disparada, pero esta vez, fui más rápida que él.
—No te atrevas —espeté, manteniéndolo fuera de su alcance—. ¡Es
la única fotografía que tengo de mi hermana antes de que dejaras todas
mis cosas en ese hotel en Bennington!
Se abalanzó de nuevo, incluso soltando el volante para alcanzar el
lado del coche donde lo sostenía. Con un fuerte tirón, arrebató el medallón
de mis manos. Intenté recuperarlo, pero me empujó contra mi asiento con
una mano, para finalmente tomar el volante con la otra.
—¿Estás loco? —grité—. ¡Pudiste matarnos! —Si no hubiera sido un
tramo solitario de un camino en el desierto, nuestra incursión en el carril
de al lado podría haber tenido consecuencias permanentes.
—Tú vas a hacer que te maten. —Fue su escalofriante respuesta.
Entonces, aun sosteniéndome en mi asiento con una mano, levantó mi
medallón.
Di un grito ahogado. Algo oscuro asomó fuera del pequeño espejo,
como una serpiente hecha del humo más negro. Desapareció cuando
Adrian golpeó el espejo contra el volante, pero un viento misterioso silbó en
el coche, erizando mi cabello y picando mi nariz con un olor acre.
Adrian murmuró una palabra en ese idioma desconocido, y no
necesitaba un traductor para saber que se trataba de una maldición.
—¿Qué fue eso? —Mi voz afónica.
La mirada de lástima que me lanzó, me asustó aún más. Si no
estaba enojado, entonces debíamos estar realmente jodidos.
Sus siguientes palabras lo probaron. —Prepárate, Ivy. Estás a punto
de conocer un demonio.

4
5
Traducido por Sandry
Corregido por Helena Blake

No me considero religiosa. Mis padres solían llevarnos a Jasmine y a


mí a la iglesia en Navidad, pero era más un evento social que uno piadoso.
El oír que estábamos a punto de ser atacados por un demonio, sin
embargo, me hizo rezar como nunca lo había hecho antes. Ojalá supiera si
alguien escuchaba.
Adrian no rezaba. Estaba maldiciendo, si traduje correctamente la
racha de palabras que salían de su boca. También había perdido esa
expresión compasiva, porque las miradas que me disparaba ahora eran
claramente sombrías. No era el momento adecuado, pero no pude evitar
preguntar lo obvio.

4 —¿Cómo nos ha encontrado?


Adrian pisó el acelerador y el potente coche salió disparado hacia
6 adelante como si tuviera cohetes en el motor.
—A través del espejo —dijo en breve—. Para los demonios más
fuertes, los espejos actúan como portales, y tú has sido el número uno en
su lista de los más buscados ya que escapaste de ellos en Bennington.
Me quedé boquiabierta. —¿Tal vez me deberías haber contado eso?
—¿Crees que rompo todos los espejos cercanos a ti porque no quiero
que te vuelvas una engreída? —Luego, su tono se suavizó—. Apenas te
integras con lo que sabes, Ivy. No voy a estar a punto de decirte lo que no
puedes manejar todavía.
La ira se ensanchó, se sentía mejor que el miedo el cual hacía que
mi sangre pareciera haber sido reemplazada por agua con hielo.
—No, yo no me sentía lista para saber que los demonios utilizan
espejos como portales. Tampoco estaba preparada para saber que los
demonios existían, o que habían secuestrado a mi hermana, o que mis
padres habían muerto, o cualquiera de las cosas horribles con las que he
tratado las últimas dos semanas. Pero eso no impidió que sucediera, ¡así
que deja de protegerme de la verdad, Adrian! ¡No ayuda en lo absoluto!
Adrian me miró, un guante de emociones revoloteando en sus
rasgos.
—Tienes razón. Si sobrevivimos, te pediré disculpas.
Mi risa era sombría. —¿Tú? ¿Disculpándote? Ahora tengo muchas
ganas de vivir.
Para mi sorpresa, él también se rio, a pesar de que era del color de
oscuridad esperanzada.
—Sigue pensando así. Lo necesitarás.
Antes de que pudiera responder, algo llenó el camino delante de
nosotros. Hubiera dicho que eran nubes de tormenta, excepto que las
nubes no barren el suelo como la niebla pesada cayendo.
—Apaga el aire acondicionado —dijo Adrian, girando las pequeñas
palancas en su lado. Yo hice lo mismo, más aprehensión llenándome
mientras apagaba todo el sistema de aire acondicionado. No, esas no eran
nubes bajas. Eran algo mucho más siniestro.
—Date la vuelta —dije, mi voz repentinamente entrecortada.
—No importaría —fue la respuesta escalofriante de Adrian—. Sólo
nos seguiría. Necesito que encuentres terreno sagrado, Ivy.
No podía apartar mis ojos de las nubes ondulantes en frente de
nosotros. Eran muy oscuras, parecían devorar los rayos que salían de los
4 faros de Adrian.
—Muy bien —murmuré—. Dame tu teléfono, voy a mirar por la
7 iglesia o cementerio más cercanos.
—Es demasiado tarde para eso —dijo, aturdiéndome—. Tienes que
encontrarlo tú misma.
—¿Cómo? —estallé. Estábamos casi en línea de las nubes negras. La
temperatura en el coche cayó en picado, haciendo que mi piel se sintiera
como si se hubiera convertido en hielo.
—Está en tu linaje —dijo Adrian, girando hacia la carretera tan
bruscamente que la parte de atrás comenzó a coletear—. Puedes sentir un
terreno sagrado, así que encuentra uno, Ivy. Ahora.
—¡No sé cómo! —grité.
El coche se estremeció por el terreno desigual, rebotando tanto que
casi me golpeé la cabeza contra el techo, pero no le dije a Adrian que
redujera la velocidad. Esa pared de oscuridad llenó la ventana trasera del
Challenger hasta que ya no podía ver más el resplandor de las luces de la
parte trasera.
—Sí, lo sabes —Un gruñido, que sonaba reconfortante en
comparación con los horribles ruidos silbantes que venían de fuera del
coche.
—¡No! —¿Qué fue ese destello blanco en mi lado del coche? ¿O ese
nuevo sonido de rasgar? Oh Dios, ¿esos eran dientes raspando el metal de
la puerta?
—¡Está entrando, está entrando!
—No puede entrar en el coche.
La fuerte voz de Adrian inundó a través de mi pánico. Lo miré, mis
ojos empezando a arder desde que el acre hedor se arrastró a través de las
partes del coche que no habíamos sido capaces de sellar.
—Lo protegí contra demonios hace mucho tiempo —continuó.
Me sentí mejor durante tres segundos, que fue el tiempo que hizo
falta antes de que el coche se levantara por un lado como si una mano
gigantesca se hubiera aplastado en él. Por un momento paralizante, no
estaba segura de sí íbamos a terminar dando completamente la vuelta.
Entonces nos estrellamos con la fuerza suficiente para hacer que las
ventanas se rompieran, y probé la sangre de mi mandíbula cerrándose
bruscamente en mi lengua.
—Por supuesto, eso no significa que no pueda destrozar el coche
entero en torno a nosotros —dijo Adrian, pisando fuerte el acelerador tan
pronto como todas las cuatro ruedas tocaron el suelo—. Nos estamos
4 quedando sin tiempo. ¿Dónde está el suelo sagrado?
—No. Lo. Sé —grité. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho con
8 miedo. Si supiera una manera de salir de esto, la habría tomado.
—Sí, lo sabes —insistió, esos ojos color zafiro abrasándome cuando
miró por encima—. Dime la dirección de donde deseas que nos pongamos
a salvo. Ese es el camino correcto, te lo prometo.
¿Qué camino es ese? ¡En cualquier dirección donde esta vívida
pesadilla no estuviera! El coche se levantó otra vez, y todo en mí se
preparó para otro impacto. Ese ruido espantoso de silbido se convirtió en
un rugido, y la mirada de Adrian se encontró con la mía. En aquellas
oscuramente hermosas profundidades, me di cuenta de que estos serían
los últimos momentos de nuestra vida si no utilizaba una habilidad de la
que nunca había oído hablar antes.
En los últimos segundos antes de que el coche se viniera abajo, cerré
los ojos. Concentrada en la dirección a la quería huir, y tratando de
ignorar el dolor mientras el vidrio que volaba se me incrustaba desde todos
lados. Mis instintos me gritaban que huyera de la cosa horrible fuera de
éstas paredes desmoronadas de metal, y dejé que esos instintos me
consumieran, llenándome hasta que no podía concentrarme en nada más.
Necesitaba salir de aquí. Tenía que salir ahora mismo e ir... allí.
—Por ahí —dije con voz ronca, abriendo los ojos y señalando.
La mano de Adrian se cerró sobre la mía, su agarre fuerte y seguro.
Luego el coche se estrelló con la fuerza suficiente como para hacer que mi
visión se volviera negra y que me doliera el cuerpo entero, pero él no dudó.
Tan pronto como lo peor del impacto hubo terminado, agarró su
abrigo, me tiró en sus brazos, y luego nos arrojó fuera del coche.
Su cuerpo se llevó la peor parte del impacto, pero todavía lo sentí
mientras golpeé el suelo con casi la misma fuerza que el coche
estrellándose. Mi grito fue tragado por un enorme ¡boom! mientras Adrian
echó algo en la niebla que nos metió prisa. Blanco brilló, más brillante y
luminoso que un rayo. Esas nubes horribles retrocedieron con un grito
como si estuvieran doloridas.
Adrian se levantó de un salto, todavía sosteniéndome en sus brazos.
Entonces comenzó a correr en la dirección que yo le había señalado,
dejando a la fea oscuridad retorciéndose detrás de nosotros. Incluso sin
las nubes de pesadilla que nos rodeaban, apenas podía ver. Nada más que
desierto se extendía delante de nosotros, y los faros del coche de Adrian
ahora estaban demasiado lejos para hacer algo bueno. Ese extraño destello
de luz también se había ido. Incluso la luna parecía ocultarse, pero los
increíbles avances de Adrian nunca vacilaron. Era como si sus ojos
tuvieran tecnología de visión nocturna incorporada en ellos.

4 Su velocidad me había sorprendido cuando era sólo una observadora


de la misma. Ahora que estaba encerrada en sus brazos, a toda velocidad a
9 través de la noche como si me hubieran atado delante en un tren bala, me
llenó con asombro aterrorizado. Su corazón latía con fuerza al lado de mi
mejilla, pero él no podía ser humano. Ningún simple mortal podía moverse
de esta manera. Demonios, algunos coches híbridos no podían ir tan
rápido.
—¿Dónde está, Ivy? —gritó, el viento arrebatándole las palabras casi
antes de que pudiera escucharlas.
No estaba segura de nada. Toda la oscuridad me había desorientado,
y no era como si hubiera un letrero de neón que dijera: Terreno Sagrado
por aquí… No dije eso, sin embargo. Lo que vi cuando miré por encima del
hombro, me congeló las palabras en la garganta.
Esa masa turbulenta del mal se hallaba justo detrás de nosotros. No
debería haber sido capaz de verlo contra el empapado desierto de
medianoche, pero pude. Las sombras que lo formaban se llenaron de tal
hirviente malevolencia que su oscuridad brillaba. Luego algo como una
enorme boca abierta, con dientes largos y afilados.
—¡Adrian!—grité, apretando mis brazos alrededor de él.
No miró hacia atrás, aunque su control sobre mí me hizo moretones.
—¡Dime dónde ir, Ivy!
Me obligué a apartar la mirada de la visión espantosa, pero no podía
mirar hacia adelante.
El viento lleno de arena picaba mis ojos de la rapidez con la que
Adrian corría. Yo no podía ver, pero tal vez no necesitaba hacerlo.
Cerré los ojos como si estuviera de nuevo en el coche. Concentrada
en mi necesidad de estar tan lejos del monstruo mortal sin forma como
pude. Mi concentración se rompió cuando algo afilado arremetió mis
piernas antes de excavar en ellas, como tratando de abrirse camino hasta
mi cuerpo. Grité de nuevo, y Adrian gruñó, de alguna manera aumentando
su increíble velocidad. Con un golpe final, las garras salieron de mi cuerpo,
pero algo caliente y húmedo corrió por mis piernas.
Me tragué mi próximo grito, mi corazón latiendo con fuerza tan
rápido como el auge de debajo de mi mejilla. Entonces me concentré de
nuevo, el dolor y el pánico encontrando el interruptor en mi mente que no
me había dado cuenta de que estaba allí.
—Por allí —dije, señalando sin abrir los ojos.
Adrian cambió de dirección, la fuerza del bombeo de sus piernas
enviándome dolor por los interminables impactos, pero no me importaba.
Otro rugido sonó detrás de nosotros, cada vez más cerca, hasta que pude
casi sentir su aliento helado en mi mejilla. Mis piernas palpitaban,
5 anticipando más garras cortando mi piel, y aunque sabía que no debía,
abrí los ojos.
0 Estaba justo ahí, sin rostro a excepción de aquellos grotescamente
grandes dientes que dejó caer a meros centímetros de mi cabeza. Me le
quedé mirando, demasiado horrorizada para gritar de nuevo. Se extendía,
volviéndose aún más grande, hasta que no pude ver nada excepto la pared
del mal que estaba a punto de venirse abajo en nosotros—
Se dividió por la mitad, rompiéndose a nuestro alrededor como el
agua separada por las rocas. Un sobrenatural aullido me sacudió,
colapsando mis oídos y soplando mi pelo hacia atrás. Así como
abruptamente, Adrian bajó de velocidad, llegando a pararse
completamente a un par de docenas de metros de distancia de la cosa, que
subió y retrocedió como si tratara de romper una barrera invisible.
No entendía durante los primeros segundos sin aliento. Entonces vi
los reflejos tenues que emergían de la tierra y oí el eco lejano de muchas
voces muertas cantando oraciones. Habíamos conseguido llegar a la tierra
sagrada, y el demonio estaba propagándose con furia a lo largo de su
perímetro, pero no podía atravesarlo para llegar a nosotros.
Traducido por Liillyana
Corregido por Mire

Ahora sabía por qué las personas que escapaban de una muerte
segura estallaban en carcajadas. Siempre pareció extraño en las películas,
pero no me había dado cuenta de lo rápido que la adrenalina se convertía
en alivio, el cambio de golpear tu torrente sanguíneo como una docena de
copas de tequila. Durante unos segundos, ni siquiera sentí ningún dolor
mientras me reía de la salvaje y maravillosa euforia de estar aún con vida.
Quería abrazar a Adrian. Quería girar en círculos. Quería gritar: ‘¡Toma
eso!’ cuando los remolinos de nubes oscuras irrumpieron a lo largo del
borde de nuestras sobrenaturalmente inexpugnables paredes.
Adrian no se rio, pero su amplia sonrisa transmitía victoria y
satisfacción salvaje. Se quedó mirando la vívida oscuridad a poca distancia
5 de nosotros y dijo algo en ese extraño idioma duramente melódico.
Para mi sorpresa, las nubes comenzaron a reducirse, disipándose
1 tan rápido como una máquina de humo en reversa. Pronto, no quedaba
nada excepto un fondo manchado de tinta en el suelo, como si las sombras
se hubieran transformado en líquido.
—¿Qué dijiste para hacerlo desaparecer? —le pregunté, mi cerebro
sintiéndose aturdido, y ¿por qué no lo dijiste antes?
—Él no se ha ido —dijo Adrian, su tono afilado con una emoción que
no podía nombrar—. Solo está despojándose de su disfraz.
Esas sombras de fluidos de repente comenzaron a subir, formándose
en un pilar. Luego cambiaron, enrollándose y remolinándose hasta que
una chica delgada con el pelo largo y rubio rompió a través de ellos como
si la hubieran expulsado.
Jasmine se encorvó con miedo mientras miraba alrededor. Cuando
me vio, se desplomó en el suelo en auxilio.
—Ivy —dijo ella, con las manos temblando cuando extendió su
mano—. ¡Por favor, ayúdame!
No necesitaba que Adrian siguiera sosteniéndome para detenerme de
ir hacia ella. Esta no era mi hermana. Era algo que llevaba su imagen
como un abrigo, y me enfureció.
—Vete a la mierda —le contesté, todo mi miedo y odio en esas dos
palabras.
La forma borrosa de Jasmine, convirtiéndose en sombras
deslizándose de nuevo. Fuera de ello, un hombre emergió. Era casi tan alto
como Adrian, aunque no tan densamente musculoso, y se movía con la
gracia de una serpiente mientras se paseaba por la orilla de la barrera. Su
pelo negro y largo escondía la mayor parte de su rostro cuando el viento se
arrojó alrededor, pero alcancé a ver la piel pálida, ardientes ojos negros y
una boca de color rosa oscuro que se abrió cuando dijo—: Puedo ver por
qué te gusta, mi hijo.
Apenas me di cuenta que Adrian se tensaba. Me encontraba
demasiado ocupada siendo sorprendida por el idéntico acento exótico de la
cosa y cómo se dirigió al hombre sosteniéndome. Mi hijo. ¿Era éste el
secreto del que Adrian se negó a hablar? Eso explicaría su velocidad
sobrehumana.
—No me llames así. —La voz de Adrian azotó el aire con odio
palpable—. Nunca fui tu hijo.
El demonio suspiró en la forma en que mi padre solía hacer cuando
era una niña y me explicaba el porqué de algunas cosas, como las visitas
al dentista, eran inevitables.
5 —No por sangre, pero, no obstante, eres mío. Ahora, Adrian, tu
pequeña rebelión, mientras ha sido divertida, ha ido demasiado lejos.
2 Tráela a mí. Eso nos salvará a todos de una larga y aburrida pelea antes
de que ocurra lo inevitable.
La sonrisa de Adrian me recordó a un tigre mostrando los dientes. —
Vivo para luchar contra ti, Demetrius, por lo que nunca es aburrido para
mí.
Demetrius. ¿No era ese el demonio que envió al Detective Kroger tras
mí? Empecé a retorcerme, queriendo salir de los brazos de Adrian mientras
procesaba esto, pero su agarre solo se apretó.
Demetrius se dio cuenta, y la mirada que le dirigió a Adrian fue
tanto de entendimiento y crueldad.
—Cada momento que pasas con ella fortalecerá el vínculo entre
ustedes. Rómpelo ahora, antes de que te destruya cuando cumplas tu
destino.
Un ruido escapó de Adrian, demasiado visceral para ser llamado un
gruñido. —Mi ‘destino’ no va a suceder si estás muerto. ¿Cuánto duele la
granada Archon? No tanto como la honda de David, espero.
Demetrius se rio, enviando escalofríos de repulsión sobre mí. Si el
mal viniera en forma audible, sonaría así.
—Ahora que he visto el último de la descendencia de David, estoy
aún más seguro del éxito de mi pueblo. Tú también debes estarlo. Es por
eso que ella no tiene idea de lo que estamos hablando. —Otra burlona,
repelente carcajada, entonces la cara del demonio se puso seria—. Vuelve
a casa, mi hijo. Te echo de menos. Obsidiana te echa de menos. Tú no
perteneces a ellos. Nunca lo hiciste.
El apretón de Adrian se endureció hasta que sentí como si estuviera
encerrada en acero. —Prefiero morir en donde no pertenezco que vivir otro
día contigo —expulsó.
Demetrius negó. —Tan lento para aprender —dijo con
tristeza. Entonces él me miró, una sonrisa jugando en sus labios.
—Hago a tu hermana gritar de dolor todos los días —dijo en una
manera improvisada—. Si quieres salvarla, di mi nombre en un
espejo. Cambiaré su vida por la tuya.
Mi respuesta contenía cada soez palabra que sabía, además de unas
cuantas extras. Demetrius se limitó a reír de nuevo. Luego, con un
remolino de sombras, desapareció. O ¿no?
—¿Se ha ido realmente? —le pregunté con voz ronca.
—Se ha ido. Te lo dije, los demonios no pueden tolerar nuestro reino
5 por mucho tiempo. Incluso los más fuertes como Demetrius estarían
muertos después de una hora aquí.

3 Mientras hablaba, me soltó, lo que era bueno, ya que no lo quería


tocándome. Las palabras mi hijo se mantenían sonando en mi
mente. Biológicamente parientes o no, el demonio encarcelando a mi
hermana tenía estrechos vínculos con Adrian, un hecho que me mantuvo
deliberadamente oculto. Peor aún, Demetrius parecía muy seguro de que
sus vínculos serían restaurados pronto.
—Así que ¿Demetrius es tu padrastro?
Suspiró ante la amargura en mi tono. —La explicación más simple
es que Demetrius fue... mi padre adoptivo.
La ligera vacilación antes de que me dijera esas palabras escondía
grandes trozos de verdad. Una vez más.
—Y tú querido papi te echa de menos. ¡Qué dulce!
La expresión de Adrian se oscureció tanto, casi esperaba ver
sombras aparecer debajo de su piel.
—Entiendo que estás enojada, pero no lo llames mi padre de
nuevo. Era un niño cuando me llevó. No todos nosotros tuvimos la suerte
de terminar con amables, padres adoptivos humanos.
Su tono crudo desvaneció un poco de mi ira. Él todavía podría estar
ocultando algo, pero no podía imaginar los horrores de crecer a merced de
un demonio.
—¿Por qué Demetrius te llevó? —le pregunté con menos rencor—.
¿Tiene que ver con tu misteriosa línea de sangre?
Mientras observaba sus labios contraerse de esta manera familiar,
sabía que tenía razón, y que todavía no iba a decirme lo que era. No es
parte-demonio, evidentemente, y dudaba que fuera parte-Archon. Si lo era,
Demetrius lo hubiera matado, no criarlo como su "hijo".
—Tus piernas están heridas —declaró Adrian, cambiando de tema—.
Siéntate. Tengo la medicina en mi abrigo.
Si ellas no hubieran palpitado de dolor en los últimos minutos, me
habría negado hasta que Adrian me dijera el resto de lo que escondía. Ya
que nuestro coche se hallaba roto y probablemente teníamos un largo
camino por delante, me senté, haciendo una mueca cuando tiró de los
rasgones en mis vaqueros. Las heridas ya comenzaban a pegarse a la tela.
Después de unos momentos, Adrian soltó un suave silbido. —Un
montón de cortes y profundos. Quítate los pantalones.
—Caray, cómprale a una chica una bebida primero —le dije para
5 cubrir mi temor sobre lo mucho que eso dolería.
Sus labios se curvaron mientras recuperaba un frasco de su
4 abrigo. —Pide y se te dará.
—¿Has tenido licor en ti todo este tiempo? —No sabía si reír o
llorar—. ¡Podría haber utilizado realmente algo, oh, todos los días durante
los últimos días!
Cogí el frasco y tomé un trago, acogiendo la quemadura que hizo a
mis ojos acuosos, y forcé una exhalación después de que lo tragué.
—¿No eres una chica de whisky? —preguntó Adrian secamente.
—¿Eso es whisky? —Dejé escapar una tos de asfixia—. ¡Pensé que
podría ser brebaje de prisión! —Sin embargo, tomé otro trago quemador de
garganta. Los mendigos no pueden ponerse exigentes.
Su bufido fue suave. —No, pero digamos que la receta no viene de
una empresa normal de cerveza.
—Apuesto a que si —murmuré, luego tosí mientras protestaba
cuando me lo quitó—. ¡Espera, no he terminado!
—Eso es mucho más fuerte que el whisky regular —dijo, poniéndolo
de nuevo en su abrigo—. Confía en mí, has tenido suficiente.
Cuando empezó a tirar mis vaqueros, el dolor punzante a través de
mí me dio ganas de discutir, pero no lo hice. No había comido en horas, y
no quería añadir vomitar por todas las otras razones por las que ésta
noche fue horrible. Una vez que mis vaqueros se encontraron fuera, me
quedé en silencio por una razón diferente.
Golpes salvajes desgarraron mi carne en al menos una docena de
lugares. Vi blanco en algunos de los espacios enormes, haciendo que mi
miedo a vomitar fuera una posibilidad real. Si hubiera sido echada en el
foso de un oso enojado, probablemente me hubiera ido mejor. ¿Cómo logré
permanecer de pie incluso con lesiones de este tipo?
Debo de haber dicho la última parte en voz alta, porque Adrian me
respondió.
—Conmoción y adrenalina, además de tu línea de sangre. Eres más
fuerte, más rápida y más dura de lo que crees. Tú simplemente no lo
sabías antes porque nunca necesitase serlo.
Con eso, sacó una bolsa de plástico sellada de su abrigo. No me
extraña que se hubiera asegurado de agarrarlo cuando huimos del
coche; el licor y la medicina eran necesidades en el libro de cualquiera de
supervivencia, por no hablar de la granada Archon que hizo a la nube de
Demetrius gritar.
Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, hubiera saboreado ese
grito. Sus burlas sobre Jasmine me atormentaban, como él pretendía. Si
5 tuviera alguna confianza de que un demonio cumpliría su palabra, estaría
tentada a cambiar mi vida por la de ella. Encontrar el arma y tomar a
5 Demetrius podría hacer que me maten de todos modos, y luego mi
hermana realmente estaría condenada.
Adrian tomó algunas cosas del contenido de la bolsa,
interrumpiendo esa línea de pensamiento sombrío. La medicina parecía
puré de galletas de macarrones, y me tensé mientras sostenía una mezcla
pegajosa sobre la gubia más profunda en mi muslo. Sus ojos se
encontraron con los míos, su perímetro plateado reluciendo.
—Toma una respiración profunda, Ivy.
Lo hice, y sin embargo casi grité cuando llevó su mano hacia
abajo. La medicina dolió más que cuando Demetrius provocó las heridas,
pero me mordí el labio y no grité. Adrian estaba tratando de
ayudar. Cuanto menos lo distrajera, más rápido esto se acabaría.
Repetía una letanía mientras untaba la sustancia de agonía inducida
en todas mis heridas más profundas. Trabajó con eficiencia
tranquilamente, afortunadamente no comentando sobre el sudor en mi
frente perlada o cómo mi respiración se convirtió en jadeos.
—Casi termino —murmuró con simpatía.
Algo extraño comenzó a suceder. El dolor cambió, convirtiéndose en
una sensación de hormigueo que me recordó a lo que se sentía cuando mi
pie se quedaba dormido. Adrian terminó con el corte final y se echó hacia
atrás, mirando mis piernas con una expresión expectante.
Las heridas empezaron a cerrarse, expulsando la ahora medicina
manchada de rojo mientras piel suave llenaba en lo que fueron heridas
abiertas. En cuestión de minutos, las únicas marcas dejadas eran
rasguños superficiales que podría haberme hecho mientras me
afeitaba. Casi no podía creerlo.
—¿Qué es eso?
Su boca se curvó. —Maná
¿Dónde había oído esa palabra...? —¿El pan mítico que alimentó a
los israelitas cuando andaban por el desierto?
Su media sonrisa se mantuvo. —Cómo has visto, tiene un montón de
usos. Ahora, date la vuelta, así puedo conseguir curar los otros cortes.
Lo hice, pensando que era una buena cosa que Zach hubiera hecho
mis compras recientes. Normalmente llevaba tangas, pero ahora, mi culo
se encontraba modestamente más cubierto por bragas.
Una vez que estuve sobre mi estómago, Adrian cubrió gran parte de
la herida en lo alto de mi cadera.

5 Aunque el dolor inicial fue tan fuerte, algo más quemaba a través de
mí. Tal vez era porque sabía que la dura picadura pronto se
desvanecería. Tal vez la barriga llena de licor súper potente contribuyó al
6 impulso que tenía de ver su expresión mientras arrastraba su mano sobre
mi piel, o quizás era la manera en que su toque parecía permanecer más
tiempo de lo medicinalmente necesario.
Podría haber dicho que se detuviera. Insistió en cubrir las heridas él
mismo; podía llegar a ellas, después de todo. Pero no lo hice. No hablaba,
tampoco, y mientras sus manos continuaron su camino por mi cuerpo,
curando y luego suavizando la piel recién curada, el dolor era un precio
que pagaría con gusto para seguir sintiendo su toque.
Estaba mal, por supuesto. Le seguí diciendo eso a mi corazón
latiendo rápidamente y a los temblores que siguieron cada movimiento de
sus manos. Él era peligro envuelto en secretos atado con un lazo de malas
intenciones, y era totalmente injusto que nadie me hubiera hecho sentir de
esta manera antes.
—¿Casi terminas? —le pregunté, odiando lo mucho que me afectaba.
—Sí.
Sonaba enojado, lo que me hizo girarme antes de que hubiera
terminado de suavizar el maná durante un corte superficial. Mi rápido
movimiento debe haberle sorprendido, ya que tuvo un segundo para que
su expresión se cerrara en una familiar, mascara fatigada.
En ese breve momento de descuido, me enteré de que no era la
única que había sido afectada por su toque. De pronto, me pareció una
muy buena idea ponerme mis pantalones de nuevo.

5
7
Traducido por Kellyco
Corregido por ElyCasdel

Adrian prendió un fuego hecho de plantas, matorrales y otras cosas


que yo no me hubiera imaginado usar, a partir de frotar ramitas lo
suficientemente rápido para producir una chispa. Me acerqué lo más que
pude al fuego sin prenderme en llamas. Incluso mi aliento hacía pequeñas
nubes blancas con cada exhalación. ¿Quién creería que el desierto puede
ser tan frío en la noche?
—¿Cuánto tiempo tendremos que quedarnos aquí?
Adrian me miró. No parecía molesto por las frías temperaturas, o
moverse para mantenerse caliente. No paró desde que dejó de tratar mis
heridas.
5 —Hasta mañana. No podemos arriesgarnos a que otro demonio nos
tienda una emboscada si dejamos el suelo sagrado antes del amanecer.
8 —¿No pueden entrar en nuestro terreno a la luz del día? Interesante.
—¿No te dije eso?
—No, no lo hiciste —respondí, agregando—: junto con un montón de
otras cosas. —En caso de que mi tono no fuera lo suficiente mordaz.
Resopló la ligera respiración dejando un rastro en el aire, también.
—No estoy guardando secretos para que sea peor para ti, Ivy. Lo hago para
ayudarte. Una cosa que puedo decir es que Demetrius está lleno de mierda
con tu hermana.
—¿Cómo? —pregunté instantáneamente.
Se acercó, hasta que el fuego revelaba intensamente cada rasgo de
su hermoso rostro.
—En este momento, está a salvo, es el ser humano más seguro en el
reino. Tu hermana solo tiene ventaja con los demonios que están sobre ti,
y podrían ser malignos, pero no tan estúpidos como para asesinarte,
mutilarte o romperte emocionalmente es su única ventaja.
Mi suspiro salió, como si una parte de mi hubiera estado reteniendo
aire por días y finalmente se relajó lo suficiente para salir. Incluso si el
alivio pudiera combinarse con el alcohol en mí, creando un retardado
sentimiento de embriaguez, una nueva pregunta surgió.
—Gracias por decirme, pero… ¿por qué tú? —Él dejó claro que
preferiría no estar aquí, y me mantuvo asustada de que el trato hacia mi
hermana era mi motivación para encontrar el arma lo más pronto posible.
Adrian miró a lo lejos, su mandíbula apretándose. —Demetrius dijo
que te harían daño, y no me gustaría que te hicieran daño.
La simple afirmación me hizo preguntarme todo sobre él. ¿Quién es
el verdadero Adrian? ¿El extraño y encantador hombre que me pidió una
cita después de secuestrarme? ¿El chico heroico que salvó mi vida dos
veces en cuatro días? ¿O el malhumorado que actúa como si tuviera una
enfermedad venérea que no puede esperar para curar? No creí que una
noche fuera tiempo suficiente para averiguarlo, pero será muy larga para
otras cosas.
—¿Qué pasa sí Demetrius envía a sus secuaces detrás de nosotros?
—Me estremezco mientras miro alrededor—. Está muy oscuro, ni siquiera
los veríamos venir.
—Yo podría.
Dos palabras en voz baja, cargadas del recordatorio de cómo es de
5 diferente Adrian de una persona normal. Para evitar preguntar por
enésima vez qué era, seguí hablando.

9 —¿Qué tipo de suelo sagrado supones que es este? —Los reflejos


etéreos viniendo de la tierra marcaron el área del tamaño de un campo de
futbol.
Adrian se encogió de hombros. —¿Esta parte del desierto de Oregón?
Quizá un cementerio indio.
—Eso explicaría los cánticos —dije, ladeando la cabeza y
escuchando—. Ya no los escucho. ¿Tú sí?
Sus rasgos se tensaron, pero su tono de voz era uniforme. —Nunca
los escuché, Ivy.
Lo observé, entendimiento creciendo lentamente. —No ves los
reflejos que vienen del suelo, tampoco, ¿O sí?
—No. Solo tú puedes sentir objetos sagrados. —La sonrisa en la
esquina de su boca—. Mis talentos están en otra parte.
Dejé escapar una pequeña risa mientras más piezas encajaban. —Es
por eso que viniste conmigo incluso si no querías. El arma contra
demonios es sagrada, ¿No es así? Así que no puedes sentirla, pero con mis
habilidades, yo puedo, si dejas que me acerque lo suficiente.
El toque amenazante no abandonó su sonrisa. —He querido matar a
Demetrius por años, pero nunca he tenido los medios. Contigo y esta
arma, finalmente lo destruiré. Como dije, Ivy, cuando se trate de demonios
puedes confiar en mí.
—Pero una vez que mates a Demetrius, ¿Todas las apuestas se
acaban? —dije, un toque de molestia en mi tono. Adrian no era solo un
chico por el que estaba atraída. También era la única persona que sabía lo
que era ver cosas que nadie más creía y te vuelven loco, hasta creerlo tú
mismo.
Adrian me miró, su sonrisa amplia de nuevo. —Te dije que no quería
lastimarte, y era en serio. Si sobrevivimos a esto, Ivy, me alejaré de ti tan
pronto como pueda.
Intenté no mostrar cuanto me dolió. ¿Disfrutaba la idea de no verme
de nuevo? Creo que fui yo quién casi nos mató por esconder un espejo,
pero Adrian actuaba así desde que Zach le dijo que yo era el último
descendiente del rey David. Nunca olvidaré la mirada que me dio cuando
al fin lo descubrió.
Hice una pausa. Tal vez no era lo que hice, sino lo que alguien más
hizo. Después de todo, no observé algunas de las otras miradas que Adrian
me dio. No todas sus partes querían alejarse de mí tan rápido como
pudiera.
—¿Mi ancestro le hizo algo horrible a tu ancestro? —supuse.
6 Me miró sorprendido. Entonces dejó escapar una risa que fue tan
amarga, supuse que al final tropecé con la verdad. Por lo que su respuesta
0 me sorprendió.
—No, Ivy. Fue al revés.
A pesar de mis tantos intentos para que se explicara, se rehusó a
decir algo más.

***

Una vez que amaneció, descubrí que el maná puede curar más que
los medicamentos humanos. Adrian extendió una capa fina sobre su
maltratado Challenger, y su antiguo vehículo se volvió a juntar como si
estuviera mirando un episodio de Counting Cars rápidamente. Después de
eso, solo tuvimos que limpiar el vidrio roto del interior, y estuvimos en
camino.
Cuando hicimos nuestra primera parada, insistí en ir al baño de
chicas sola. Adrian fue atrapado mientras destruía espejos porque llamó la
atención que un hombre entrara al baño de mujeres. Me hizo jurar no dar
un vistazo a los espejos hasta que los destruyera. Demetrius podía no ser
capaz de entrar a nuestro terreno durante el día, pero no quería que nos
espiaran, no quería que nos tendieran una emboscada al caer la noche.
Así fue que terminé mirando al sucio azulejo mientras me acercaba
al espejo del restaurante Gas-N-Go. Adrian me dio una roca y un par de
guantes enormes, así que no estuve preocupada de cortarme cuando
rompí el vidrio con un fuerte golpe, mirando solo después de que los
pedazos cayeran al suelo. Toma esa, Demetrius, pensé, mirando los trozos
de mi reflejo en el suelo.
Hubo sonido de agua corriendo, y entonces la puerta más cercana se
abrió, revelando a una mujer de unos cincuenta años mirando entre los
trozos de espejo y a la roca en mi mano.
—¿Por qué hiciste algo así? —demandó.
Nada de lo que dijera lo haría parecer menos alocado, así que
también debo cumplir sus expectativas.
—¿Alguna vez has tenido uno de esos días en que odias tu cabello?
—pregunté, ampliando los ojos para un gran efecto perturbado.
Ni siquiera se lavó las manos antes de irse. Me aseguré de terminar
rápido mi trabajo también, así que no me sorprendió verla hablando con el
encargado de la tienda en la salida del baño.
6 —Oye, chica —dijo el señor calvo bruscamente—. ¿Has…?
—Esto es por el daño —interrumpió Adrian, dejando caer un puñado
1 de papeles blancos frente al encargado. Mi confusión aumentó cuando el
hombre se los arrebato, su ceño se convirtió en una risa.
—No hay problema —dijo el encargado, dándome un alegre saludo—.
¡Cuídate, chica!
Esperé hasta salir y dije—: ¿Qué fue eso?
La boca de Adrian se volvió una sonrisa sarcástica. —Zach está aquí.
Fue cuando puse atención al chico con sudadera a un lado del auto
de Adrian. Zach se volvió, por suerte no proyectaba ninguna luz cegadora
hacía nosotros.
—Entiendo que tuviste algunas dificultades anoche —dijo, como si
solo hubiéramos conseguido que se nos pinchara una llanta.
Culpé de mi respuesta a la frustración, falta de cafeína y hambre. —
Sí, ¡y espero que hayas estado lo bastante ocupado para aparecer porque
salvabas un autobús lleno de monjas!
Un encogimiento de hombros. —No fui enviado a ti hasta ahora.
—¿Hablas en serio? —Incredulidad llenando mi tono—. ¿Tu jefe está
de mal humor, o sufrió algún retraso?
El rostro de Zach se volvió frío, pero no perdí de vista que la sonrisa
de Adrian se amplió.
—No sabes cuánto tiempo me he preguntado eso —murmuró,
empujándome de una manera amistosa.
Zach tuvo una respuesta diferente. —¿Por qué están esperando que
alguien más resuelva problemas que ustedes son capaces de manejar?
Adrian gruñó. —Acostúmbrate a escuchar eso. Es su línea favorita.
Entonces has de querer golpearlo mucho, pensé antes de que Zach
levantara una ceja recordándome que mis pensamientos no eran privados.
Aunque eso tal vez no era del todo malo. Ocupé mi oportunidad.
Dime qué es Adrian, y por qué está determinado a alejarse de mí una
vez que esto termine, pensé, observando a Zach.
—No —dice en voz alta—. Le di mi palabra a Adrian, y como te dije,
los Archons no mentimos.
—¿Qué me estoy perdiendo? —dijo Adrian, lanzando una mirada
sospechosa entre ambos.
¡No te atrevas! Pensé, pero Zach ya respondía. —Ivy desea las
respuestas que te rehúsas a darle.
6 La mirada de Adrian volvió hacia mí. —No hagas eso de nuevo —dijo
en tono amenazador.
2 —Puedes apostar tu culo que lo haré —exploté—. Mi vida y la de mi
hermana están en juego, así que tengo derecho a saber qué pasará.
Además, después de las consecuencias con tu olvido del espejo, dijiste que
dejarías de ocultar cosas y te disculparías.
Zach le sonrió. Una verdadera sonrisa, y dijo—: Disfrutaré ver esto.
—Y apareció otra nota debajo de la lista de cosas no esperadas de un
Archon.
Adrian nos dio una mirada tan fría que estaba segura que se
negaría. Entonces habló.
—Lo siento, Ivy, por no decirte lo de los espejos. Ahí está tu disculpa,
y aquí está la información que no sabías: porque puedes ver a través del
glamur Archon, me viste entregar papeles blancos al encargado. Él vio un
paquete de billetes de cien dólares, y hemos usado el mismo truco para el
vuelo a México porque ya no podemos usar el portal de Oregón para ir a
diferentes terrenos por la misma puerta.
Contuve la respiración, Adrian continuó—: Demetrius supondría
que nos dirigiríamos ahí porque estuvimos en el desierto de Oregón
cuando nos alcanzó. Zach está aquí para rellenar nuestro suministro de
maná, arreglar tu apariencia y recordarme que estamos por nuestra
cuenta cuando entremos al terreno de los demonios. Las dos partes no
pueden cruzar el territorio de la otra, así que si nos capturan, Zach no nos
va a poder ayudar aunque quisiera.
Me hallaba boquiabierta cuando terminó, pero me recuperé
rápidamente. —¿Y tú qué eres? —pregunté, esperando saber un poco más
que detalles.
Adrian sonrió. —Prometí compartir secretos y lo hice. Nunca dije
cuáles.
Zach sonrió de nuevo, y esta vez, iba dirigido a mí.
—Recordaré eso —respondí, dándole a Adrian una mirada que
prometía venganza.
Si pensaba que me daría por vencida con mi investigación sobre lo
que es, por qué actuaba tan caliente y frío a mi alrededor o a qué se refería
Demetrius cuando decía que “el vínculo” se fortalecería entre nosotros, se
hallaba tan equivocado. Ahora, el verdadero reto sería asegurarme de que
ninguno de nosotros terminara realmente muerto antes de tener mis
respuestas.
Le di la espalda a Adrian, dándole toda mi atención a Zach. —¿Vas a
cambiar como me ven los otros? Bien. Siempre me pregunte como sería ser
rubia.
6
3
Traducido por Prim
Corregido por Vane hearts

La cajera del aeropuerto se llamaba Kristin. Le tendí dos boletos de


papel en blanco y un montón de Post-it igualmente en blanco, deseando no
verme tan culpable como me sentía.
—Un viaje de ida y vuelta a Durango, México, por favor —dije.
Kristin miró las hojas y los boletos en blanco. Intenté sonreír pero mi
cara se congeló. Adrian juró que ella y todo el mundo vería una licencia de
conducir, un pasaporte y montón de dinero en una pilita de Post-it. Todo
lo que yo notaba era mi arresto inminente, si el glamour Archor no
funcionaba.
Después de lo que debió ser cinco segundos pero pareció diez años,
6 la cajera rompió los dos boletos de la pila, empezando a escribir
rápidamente en su teclado.
4 —¿Algo que declarar? —preguntó.
Sí. Estoy siendo una completa criminal ahora mismo. —Ah, nop.
El próximo vuelo a Durango tenía dos paradas y asientos disponibles
solamente en primera clase. Miré los Post-it. Si supiera su valor monetario.
—Tómalo —dijo Adrian a mi espalda.
—Lo compro —le digo a la vendedora, empujando la pila hacia ella.
Si no tuviera el dinero necesario ahí, tomaría más del de Adrian o haría el
papel de rubia tonta que no sabe contar.
Luego de un poco más de tecleado energético, la cajera me tendió los
dos boletos, un poco más de páginas en blanco, el cambio, supongo, y el
pasaje con el nombre falso que escogí para mí. Adrian compró el suyo,
registramos el equipaje y nos dirigimos a nuestra puerta.
Ahí fue cuando la última pizca de negación me abandonó. Una
pequeña partecita todavía debía estar apegada a la idea de que todo lo que
había visto era una alucinación, lo que un sinnúmero de doctores me
habían asegurado a lo largo de los años. Pero después de que un
funcionario de la AST6 inscribiera nuestros pasajes en la computadora que
los validaría como identificaciones válidas, la verdad era indiscutible.
No estaba experimentada con ataques psicóticos o cualquiera de
esas denominaciones. El hecho de que los sistemas de las computadoras
estuvieran bloqueadas por el glamour Archon probaba que no era más que
un fenómeno paranormal. Los Archons, ángeles, eran reales. Los demonios
lo eran también, e iba a entrar a un mundo diferente para encontrar un
arma y para que de esa manera Adrian y yo pudiéramos matarlos.
Decir que esto era demasiado para mí, era un eufemismo.
Esta vez, yo era la que meditaba en silencio durante los siguientes
días de paradas y viajes largos. Cuando el avión finalmente aterrizó en
Durango, llegué a la misma conclusión que tuve en Bennington hace dos
semanas.
No me quedaba nada que perder. Toda mi familia había sido llevada
lejos de mí, y no había nadie especial que me estuviera esperando de
vuelta en la universidad. La verdad sea dicha, nunca había habido nadie
especial. Solía culpar a los medicamentos que tomaba por mi falta de
entusiasmo en el romance, pero ahora notaba que las pastillas eran
placebos, y tuve que admitir que la del problema era yo. Incluso mantuve a
mis compañeros de habitación y otros amigos a un brazo de distancia, así
6 que mientras me extrañarían si nunca volvía, eso no dejaría un gran hueco
en sus vidas. Claro, nos divertimos saliendo, pero sin importar a cuantas
5 fiestas hayamos ido o la cantidad de noches que nos quedamos hablando,
parte de mí nunca estuvo realmente ahí. Supongo que lo deben haber
notado, porque a pesar de que amigos no me faltaban, nunca fui la mejor
amiga de nadie. Eso me lleva a la clase de honestidad y verdad que solo
compartí con Jasmine. Con cualquier otra persona, me encontraba
demasiado ocupada pretendiendo no ver cosas que solo yo podía ver, o
preocupándome de si estaba viviendo la vida universitaria de la manera
que todos esperaban que hiciera. La mayoría de los días, me esforzaba
mucho más en parecer normal que en los estudios, en mis amistades o en
relaciones pasajeras que tuve. Así que cuando me hallaba muerta de
miedo, la única persona que realmente le importaba si lo hacía era
Jasmine, y yo haciendo esto era su única esperanza de seguir viva.
Apestaba bastante ver lo insignificante que era mi vida comparando
con muchas cosas, pero de nuevo, eso también era mi mayor ventaja. Las
personas sin nada que perder eran peligrosas, y desde que iba a
enfrentarme con demonios, tenía que ser lo más peligrosa que pudiera.
Mientras desembarcábamos, Adrian me tomó del brazo, enviando un
escalofrío familiar a través de mí. Era el único chico que me hacía sentir

6 Administración de Seguridad de Transporte


todo lo que me había perdido todos esos años, y por razones que se negaba
a discutir, no quería nada conmigo. Lo asumía.
—Sé que lo merezco pero, ¿ya has terminado con devolverme todas
las veces que te di la ley del hielo? —preguntó.
Lo miré, analizando su altura y estructura muscular, lo
dolorosamente bello que era, lo cual era invisible para todos menos para
mí. Luego, dije las primeras palabras que retuve por más de mil millas.
—Sí, ya terminé. Y lo más importante, estoy lista.

***

Pasamos la noche en un hotel en Ceballos, una de las más pequeñas


ciudades de Durango. Adrian hablaba español fluido, lo que nos ayudó
para registrarnos y conseguir la cena. El jet-lag y mi nueva resolución me
aseguraban que dormí bien, y por la mañana, descubrí que no íbamos a ir
a la entrada del Reino de los Demonios solos. Dos hombres se nos
acercaron ni bien entramos al estacionamiento del hotel, uno de ellos
compartió abrazos y palmadas con Adrian.

6 —Ivy, este es mi amigo, Tomás —dijo Adrian, indicando al hombre


hispano con aspecto duro con una cicatriz desde su cuello hasta su

6 hombro.
—Hola —dije, deseando haber tomado más que dos años de español
en la escuela. Tomás aceptó mi mano tendida, y la estrechó fuertemente.
—Hola, señorita. —Luego, sus rasgos estoicos agrietados le sonrieron
a Adrian—. ¡La rubia es caliente! Hora de que empieces a salir de nuevo, mi
amigo. 7
—No es así —contestó Adrian—. Ivy y yo no estamos saliendo.
Somos… amigos.
Me tensé con su pausa. No, no éramos mejores amigos pero, ¿tenía
que hacer obvio que era una conocida no deseada? Algo intenso se revolvió
dentro de mí. A lo mejor Adrian no me quería cerca, pero quería algo de
mí. Además, yo podría morir al ponerse el sol y no estaba segura de haber
realmente vivido durante los pasados veinte años. Hora de cambiar eso.
Le di a Tomás una de mis más amplias sonrisas y pasé mi brazo por
el de Adrian.

7 En español en el original
—No lo escuches. Dice eso para negar lo loco que está por mí —dije
con ligereza—. Lo hubieras visto frotándome el trasero la otra noche.
Parecía que quería sacarle brillo.
Adrian me miró incrédulo. Tomás rio a carcajadas, y el chico que
todavía no me habían presentado sonrió.
—Parece que tienes que lidiar con algo más que demonios, Adrian —
pronunció lentamente con un acento mediterráneo.
Las manos de Adrian se doblaron en mi espalda, dudoso entre
alejarme o acercarme. Su mirada había cambiado, también. La
incredulidad se volvió algo más oscuro y atractivo en las profundidades de
sus ojos zafiro-plateado.
—No tienes idea con lo que estás jugando —dijo, sus palabras casi
inaudibles.
—¿Qué si quiero saberlo? —contesté, y me estremecí cuando su
agarre en mí comenzó a apretarse.
Empecé esto como un juego, pero ahora parecía algo más serio. Su
mirada ardía en mis ojos con más lujuria que jamás había visto. Secretos,
promesas y mentiras se arremolinaban allí dentro, atrayéndome y
apartándome al mismo tiempo. Cuando me acercó, esas advertencias se
6 derrumbaron bajo la explosión de sensaciones mientras se apretaba contra
mí, y cuando su mano se enroscó en mi cabello, tirando mí cabeza hacia
7 atrás con un fuerte, posesivo apretón, no solo temblé. Me estremecí.
—¿Quieren tú y tu amiga posponer nuestro viaje hasta mañana? —
preguntó una voz divertida.
Adrian me soltó tan repentinamente como si quemara. Tal vez lo
hacía. Mi cuerpo se sentía febril, y si mi corazón latiera más rápido, estaría
en peligro de tener un infarto.
—Nos iremos ahora —dijo con voz cansada—. Súbete al jeep negro,
Ivy. Estaré justo ahí.
Hubiera discutido si no necesitara un minuto para calmarme.
Caminé hacia el negro y descapotable jeep que tenía cuatro armas en la
parte trasera. No había asientos, sin embargo, y los delanteros debían ser
para Tomás y su amigo aún no identificado. Lucía como si Adrian y yo
fuéramos a viajar parados.
Adrian. Pensar en lo cerca que estuvo de besarme hizo que mi
febrilidad recorriera todo mi cuerpo otra vez. ¿Por qué seguía alejándose a
último minuto? ¿Era por el secreto que tanto se empeñaba en ocultar? No
era un demonio o un siervo, y trabajó con un ángel, así que, ¿qué tan malo
podría ser?
La llegada de Adrian con los dos hombres cortó mis pequeñas
meditaciones. Saltó a la parte posterior de la camioneta, agarrando la
barra donde las ametralladoras estaban atadas.
—Él es Costa —dijo señalando al joven apuesto de cabello negro
ondulado y ojos café oscuro—. Sube, Ivy.
Me metí en la parte de atrás, aceptando la mano de Adrian. La
sostuvo por más tiempo del necesario, como si se negara a soltarme. Me
sentía igual, aunque agarré la barra de metal entre los asientos cuando
Adrian lo hizo. ¿Era yo o algo pasaba cuando nos tocábamos? Algo más
que lujuria, aunque tuve eso también. ¿Podría ser el vínculo sobrenatural
del que Demetrius habló? Si era así, él estaba en lo cierto. Cada vez se
hacía más fuerte.
—Hola, Costa —saludé, tratando de concentrarme en otra cosa—.
Mencionaste a los demonios, así que, ¿lo tomó como que sabes que
haremos?
Resopló. —Sí, aunque desearía que tu no. Nadie sale de los Reinos
oscuros de la misma manera en la que entró.
Tomás aceleró el Jeep, y agarrándome para no caerme casi hace que
no vea la expresión en el rostro de Adrian. Por la forma en que sus rasgos
se tensaron, Costa no hablaba de diferentes salidas. Adrian me dijo que el
6 mundo de los demonios era horrible, como si no pudiera darme cuenta de
eso por mí misma. Por su expresión y las palabras de Costa, tal vez no me
8 había preparado suficiente. Respiré profundo. Piensa en Jasmine, me
recordé. Si ella pudo sobrevivir al ser raptada una vez, yo estaría bien
buscando lo que fuera que necesitaba para poder salvarla.
—Soy más dura de lo que piensan. —Fue lo que dije.
Adrian me acarició la espalda, la leve caricia prometiendo sin
palabras que no hacía esto sola. Luego asintió a Costa, apoyado mi
afirmación. Me agarré a ello con tanta fuerza como lo hacía con la barra de
metal que me mantenía de no ser expulsada fuera del auto por la manera
violenta que tenía Tomás para conducir. Jasmine me necesitaba, y Adrian
creía en mí. No iba a fallarle a ninguno.
No podía.
Traducido por Estivali
Corregido por Anty

El vórtice al que nos dirigíamos se encontraba situado en una


sección del desierto llamada La Zona del Silencio, o The Zone of Silence.
Descubrí porque la llamaban así después que Tomas saliera de la
carretera y empezara a manejar por el terreno estéril. Después de unos
cien metros, la estación de radio que sonaba a todo volumen
abruptamente quedó en silencio. Costa sacó su celular, mostrándome la
pantalla que quedó en blanco, era como si el teléfono se hubiese apagado
por sí mismo.
—La tecnología no funciona aquí —declaró—. La mayoría de las
personas no saben porque, pero es el vórtice. Es uno de los más grandes
del planeta, así que absorbe todo a su alrededor.
6 Nuestro entorno me recordaba donde Demetrius nos había atacado.
Como la franja del desierto de Oregón, el interminable paisaje de arena era
9 interrumpido aquí y allá por cactus y otros matorrales. Tenía más
montañas, sin embargo, para acortar camino Tomas las atravesó. De vez
en cuando, Adrian dictaba las direcciones. Parecía saber exactamente
dónde se hallaba a pesar de que no había caminos o carteles. Traté de
prestar atención a nuestra ruta en caso de que necesitara volver en el
futuro, pero después de media hora, me rendí. “Dobla a la izquierda en la
roca” no funcionaba porque todas las malditas rocas eran iguales, y una
vez que viste un cactus, ya los habías visto todos.
Finalmente, después que mis músculos dolieran por las horas en el
andar duro del Jeep, Adrian le dijo a Tomas que se detuviera. Después
salto de la parte trasera, llevando su bolso de lona con él.
—¿Llegamos? —Mire alrededor, entrecerrando los ojos por el sol—.
No veo ninguna antigua y podrida versión de lo que nos rodea. —Además,
el único punto de referencia en kilómetros parecía ser una pieza
rectangular de roca que sobresalía del suelo.
Adrian me lanzó una mirada desafiante. —Puedes sentir la tierra
santificada. Yo puedo sentir la entrada a los mundos oscuros.
Salté también.
—¿Cómo puedes hacer eso?
Su sonrisa era peligrosa y hermosa, como la caricia del sol justo
antes de convertirse en quemadura.
—Un regalo de mi linaje, igual que tus habilidades.
¿No era esa una advertencia no tan sutil? Si sentir la entrada al
reino de los demonios era uno de sus “dones”, me dejaba saber que no era
el último descendiente de la Madre Teresa. Aun así, ¿por qué su árbol
genealógico pesaba tanto en él? Nuestra conversación anterior se repitió en
mi mente. ¿Mis antepasados le hicieron algo horrible a tus antepasados?...
No, Ivy, fue al revés…
¿Adrian seguía alejándome porque se sentía culpable por lo que hizo
su antecesor? Si era así, ¿podría su gran y terrible secreto no ser
realmente sobre él, si no sobre un pariente muerto hace mucho tiempo?
—No sé quiénes eran mis padres biológicos —dije con un tono
uniforme— O quienes eran sus padres, y así sucesivamente. Sé que no
tiene relación que con quien yo soy, más allá de los restos de genética
como el color de pelo, el color de ojos, y aparentemente, la habilidad de
poder sentir objetos santificados y ver a través del glamour sobrenatural.
Lo mismo va para ti. Independientemente de quien era tu antepasado, tus
decisiones te hacen quien eres, y aparte de ser un idiota a veces, tú
también puedes ser bastante genial. Tal vez, si botas todo el equipaje de
7 tus antepasados, te gustaría quien eres, también.
La expresión de Adrian era tan dura como la roca grisácea detrás de
0 él. Pero Tomas me dio un pulgar hacia arriba, y Costa empezó a sonreír.
Creo que no era la única persona que pensaba que el gran problema de
Adrian podría ser el Síndrome de la Familia de Mierda.
—Desearía poder creerte, Ivy —dijo—, pero creerte es parte del
destino que no puedo permitir que suceda, por el bien de ambos.
Sin esperar mi respuesta, abrió la bolsa de lona, y me arrojó una
chaqueta de esquí, pantalones térmicos y guantes.
—Ponte estos.
Hice un gesto hacía el paisaje, como si no se hubiera dado cuenta de
que nos hallábamos en el medio del desierto a pleno día.
—¿Hablas enserio?
—Estos también —dijo y agregó un par de botas con forro polar a mi
pila.
Le di una leve mirada.
—Puede que trates de matarme, o el reino al que estamos a punto de
entrar es realmente frío.
—Ellos son todos fríos —dijo Tomas, acompañado por un gruñido de
acuerdo de Costa.
Estaba impresionada. —¿Ustedes dos han estado en uno?
—Estábamos atrapados en uno, y Adrian nos sacó —dijo Tomas,
solo para ser interrumpido por el “Ahora no es el momento” de Adrian.
Me dirigí hacía Adrian y enterré un dedo en su pecho.
—Me dijiste que no había posibilidad de traer a Jasmine de vuelta
sin la misteriosa arma, ¿pero tú los sacaste a ellos de un Reino demonio?
—Ivy —empezó.
—¡No!, dijiste que en la única cosa que podía confiar de ti, era tu
odio por los demonios. Si quieres que encuentre esa arma mata-demonios,
vas a decirme ahora porque pudiste salvar a Tomas y Costa, ¡pero no me
puedes ayudar a salvar a mi hermana aún!
Planté mis pies, mi mirada decía que no me movería hasta que me
respondiera. Tomas y Costa parecían incómodos, y Adrian parecía
bastante enojado al punto de golpearlos. Pero todo lo que hizo fue dejar
salir un suspiro agudo.
—No mentía cuando dije que necesitábamos el arma para salvar a tu
hermana. La única razón por la que fui capaz de salvarlos, fue porque me
los lleve conmigo cuando me fui.

7 Mi burla fue instantánea. —¿Un montón de demonios simplemente


te dejaron salir con dos humanos que ellos habían capturado?

1 —Sí —dijo, su tono era más plano que un espejo pulido—. Crecí en
el reino, así que estaban acostumbrados a dejarme hacer lo que quería en
él.
No sé porque sus palabras me afectaron como un golpe. Adrian me
dijo que Demetrius lo había secuestrado cuando era un niño. Suponía que
sus secuaces lo criaron en este mundo, y Demetrius lo… comprobaba
frecuentemente.
—Fuiste criado en un reino de demonios —dije. Mi ira se convirtió en
otra cosa—. Y ellos confiaban en ti, así que tú debiste, um…
—Vivir exactamente como ellos —el hielo y la desolación se mesclaba
en su tono—. ¿Sigues pensando que soy bastante genial?
No sabía que pensar. Una parte de mí se horrorizo y la otra lloraba.
¿Cuántos años tenía Adrian cuando Demetrius lo sacó de este mundo y lo
crio en uno de demonios? Si él era bastante joven, ¿sabría que todo lo que
vio —o hizo— era malo, si todo lo que vio para él era “normal”? Tal vez
descubrirlo fue lo que lo hizo cambiar de lado y trabajar con Zach. Tal vez
por eso odiaba a los Demonios con tal patológica perseverancia ahora.
Y tal vez su loca crianza, combinada con lo que sea que su
antepasado hizo, hacía sentir a Adrian que su destino lo había condenado.
De alguna manera, no podía culparlo.
—Sigo pensando que tus decisiones te hacen quien eres —dije por
último—. Y también creo que si ellos pudieron salir, entonces mi hermana
también puede, así que hagamos esto.
Con eso me puse la chaqueta de esquí arriba de mi camiseta, los
pantalones térmicos encima de mis pantalones cortos, reemplacé mis
sandalias por las botas forradas y me puse los guantes.
Por último, solté mi largo cabello castaño de la cola de caballo. Si era
lo suficientemente helado para requerir una chaqueta de esquí, mis oídos
necesitarían estar cubiertos.
Todo lo que hizo Adrian fue tirar la bolsa de lona a la parte trasera
del Jeep.
—¿Vas a usar eso? —dije, haciendo un gesto a su remera manga
larga y sus vaqueros normales.
Se encogió de hombros
—Estoy acostumbrado al frío.
Lo dejé ahí, forzando una sonrisa mientras miraba a Tomas y Costa.
—Los veo pronto chicos. Espero.
No tuve la posibilidad de escuchar sus respuestas. Adrian me atrapó
7 entre sus brazos, camino rápidamente a la roca y nos sumergió en ella.

2 ***

Siempre me han gustado las montañas rusas. La alegría salvaje de


ser trasportado entre giros y bajadas tan rápido que tu cara se siente
pesada y tu cuerpo pegado al asiento se encuentra en un segundo lugar al
alivio que sientes cuando el viaje terminó. Ser trasportados a través de una
entrada al reino demonio era algo como eso, solo que con mucho más
ruido y nauseas. Me tomó unos momentos tranquilizar mi estómago una
vez que nos hallábamos del otro lado, y durante ese tiempo, agradecí por el
aire helado. Después abrí mis ojos y me di cuenta que seguía sin ver…
nada.
—Adrian —dije, con pánico cuando pestañeé y seguía sin poder
ver—. Algo está mal, estoy…
—No estás ciega —dijo, su voz ronca era reconfortante como su
mano cubriendo la mía—. El sol no existe en el reino, es por eso que son
tan fríos, también.
Nunca estuve en total oscuridad antes. No era solo espantoso y
desorientador, era peligroso. Por lo que sabía, nos hallábamos de pie en un
acantilado. Incluso si todo lo que nos rodeaba era plano, no podía juzgar la
longitud de mis pasos, porque no podía ver el suelo. Cuando traté de
caminar, terminé tambaleándome.
El brazo de Adrian me atrapó, su lado izquierdo apretado con mí
lado derecho.
—Cierra los ojos y concéntrate en moverte conmigo —dijo, la
confianza en su tono borró mis miedos—. No te preocupes, puedo ver
hacía donde vamos, y no voy a dejar que nada te pase.
Empezamos a caminar, primero con pasos vacilantes mientras
aprendía a confiar en la sensación de su cuerpo en lugar de mi visón y
luego a un ritmo normal. Sorprendentemente, ayudaba mantener los ojos
cerrados. Como no trataba de ver, me centré en sus pasos, y en sus
músculos flexionados cuando quería cambiar de dirección, y la forma
tranquilizadora de su agarre si vacilaba.
No me llevó mucho tiempo agradecer por la campera, las botas, los
guantes y los pantalones, también. Incluso, con ellos, el frío parecía
filtrarse en mis huesos, pero al igual que la oscuridad, no se veía como si
molestara a Adrian. No hizo más que un escalofrío en su ropa ligera, y su
mano se sentía caliente en la mía. ¿Cuántos años se tardó en
acostumbrarse a este paramo oscuro y helado? Una vez más, mi corazón
lloró por el niño que fue. Incluso sin los demonios, crecer en un lugar
7 como ese debió ser horrible.
Después de lo que se sintió como una hora. Adrian paró. Lo hice
3 también, por supuesto, olfateando el nuevo olor a combustible en el aire.
—Puedes abrir tus ojos —dijo—. La ciudad se encuentra más
adelante.
Al principio todo lo que podía ver era un borrón negro y dorado.
Después de unos cuantos pestañeos, mis ojos se ajustaron a la luz, y vi un
resplandor a lo lejos. Mostrando muchas pequeñas estructuras que
rodeaban lo que parecía ser un edificio en alza.
—Gracias a Dios —suspiré, por poder ver aunque sea una ciudad
demonio.
—No digas eso, es unr gran regalo que no tenemos.
La cara de Adrian se hallaba oculta por la oscuridad, sin embargo,
su tono me hizo imaginar que lo dijo con una sonrisa irónica.
—Buen punto, ¿pero no evitamos la ciudad? —susurré, por si
alguien se encontraba ahí afuera con nosotros en la oscuridad.
—No podemos, lo que se sabe de la locación del arma, es que está
escondida en un muro, y los únicos muros que hay, se encuentran en la
ciudad.
—¿Es todo lo que sabemos?, ¿o los demonios saben dónde está?
Resopló. —No, si supieran, la habrían utilizado hace mucho tiempo.
—¿Por qué el demonio que la escondió no hizo eso?
Adrian se detuvo, parecía que elegía sus palabras, lo que significaba
que iba a obtener parte de la verdad. —Resulta que, solo un par de
personas pueden activar el verdadero poder del arma. Los súbditos no
pueden, tampoco un demonio promedio. Zach dijo que el demonio que la
escondió se hallaba en su camino a decirle a un demonio más poderoso
sobre el arma cuando Zach lo mató.
—Espera. Dijiste que no se podían matar demonios sin el arma que
Zach no tenía —enfaticé.
Sentí que se encogió de hombros, pero no lo pude ver. —Los
Archons, no la necesitan para matar demonios, y los demonios no la
necesitan para matar a uno de los suyos. El resto de nosotros lo hace, lo
que nos incluye a ti y a mí.
Asumido. —¿No podía Zach averiguar dónde se hallaba antes de
silenciarlo para siempre?
Otra pausa, más larga esta vez. Mi temperamento estalló. —
¿Podrías, por una vez, responderme con toda la verdad?
—Bien —Su tono se hizo más duro—. Por todo lo que sé, Zach
7 descubrió donde se encontraba el arma. Incluso si no lo sabía, su jefe sí,
sin embargo aquí estamos. ¿Sabes por qué? Porque a ninguno de ellos le
4 importa realmente si vivimos o morimos tratando de encontrarla.
Su brutal análisis me sorprendió. —Pero eso es… ellos… ellos están
en lado bueno —farfullé.
Su risa era como vidrio moliéndose junto. —Ellos ganan o pierden
esta es guerra, Ivy. No nosotros. Tú y yo solo podemos depender de
nosotros, porque para los Archons y Demonios, solo somos peones que
mueven a su propio beneficio.
—Pero Zach es tu amigo —argumenté suavemente.
—No entiendes a los Archons. Ellos no son criaturas sobrenaturales
mullidas, brillantes y felices donde quieran que vayan. Son soldados que
están de un lado mientras se resuelve el molesto problema de la
humanidad. Francamente, creo que Zach ha llegado al punto donde no le
importa lo que le suceda a nuestra raza, siempre y cuando pueda
finalmente pelear.
Lo que Adrian describía no podía ser verdad. El bien no podía darle
un encogimiento de hombros cómplice al mal, y el destino de millones de
persona de cada raza, antecedentes y creencia no podían no valer para
quien fuera el “jefe” de los Archons.
—Te equivocas —dije, en voz baja pero aún con ironía—. Nosotros si
les importamos. Solo podría parecer de esa manera a veces, desde nuestro
lado de la cerca.
La dureza se había ido de la voz de Adrian, remplazado por una
especie de ira.
—Eso es porque sigo escondiéndote cosas, Ivy. Si no puedes aceptar
la forma de la junta, no estás ni de cerca preparada para aprender el juego
final aún.
—Tal vez tú eres el que no está listo —repliqué, mi sentido de
voluntad cada vez mayor—. Entiendo porque. La has pasado mal por tanto
tiempo, todo lo que vez es oscuridad incluso cuando las luces se
encuentran encendidas.
—¿Mal? —Su voz cambió, convirtiéndose en un susurro que me
quemaba incluso con la temperatura fría—. Tú no sabes el significado de
esa palabra, pero estas a punto de descubrirlo.

7
5
Traducido por Liz Holland
Corregido por Anakaren

Me preparé a mí misma, pero ninguna cantidad de preparación


mental habría sido suficiente. Al menos, cuando por fin vomité, coincidía
con la reacción que cualquier ser humano tendría al ver cómo los
demonios vivían dentro de su propio mundo.
En un primer momento, la ciudad me recordó a un feudo medieval,
con la mansión del señor supervisando las viviendas más toscas de los
siervos. En este caso, las estructuras como de tienda india estaban
dispuestas en racimos apretados a lo largo de la parte más baja de la
colina. El humo saliendo de sus techos abiertos, recordándome a las
imágenes que había visto de la vida del nativo americano del siglo XVI.
Muy pocas personas parecían estar en la aldea de tiendas indias, y a los
7 que pasamos miraron hacia otro lado cuando vieron a Adrian. También
estaban flacos hasta el punto de parecer perdidos, y sus ropas consistían
6 en túnicas de cuero sin forma, no podrían haber sido lo suficientemente
cálidas para estas gélidas temperaturas.
—Esta zona es para los trabajadores, el nivel más bajo de los
esclavos humanos —dijo Adrian lacónicamente—. Los siguientes son
barrios de capataces y comerciantes.
Aquellas debían haber sido las cabañas sencillas pero robustas que
se esparcían en la colina a unos cien metros más alto que el pueblo de
tiendas indias. Las antorchas se intercalaban entre los senderos estrechos,
y los interiores brillaban de lo que supuse eran hogares con fuego.
Parecían antiguas casas de pueblo del Suroeste, con la adición de los
colgajos de piel que cubrían las puertas y ventanas para conservar el calor.
Una vez más, nadie intentó detenernos mientras entrábamos. De hecho, a
cualquiera que pasábamos parecía evitar el contacto visual con Adrian, y
él caminaba por ahí como si fuera el dueño del lugar. Prácticamente tenía
que correr para mantenerme a su paso, ya que la colina era empinada, fue
un buen ejercicio.
Después que subimos unos trescientos metros llegamos a las
puertas de piedra gris que rodeaban lo que claramente era el epicentro de
la ciudad. Las antorchas se alineaban en el exterior de las puertas, pero yo
olía a combustible y oí el zumbido inconfundible de generadores, lo que
explicaba cómo esta área parecía tener electricidad. La iluminación
añadida hacía más fácil ver, y una vez que lo hice, miré fijamente.
Esto no era una mini ciudad situada en la cima de una colina. La
ciudad era la colina. Lo más parecido con lo que podía compararlo era una
pirámide gigantesca. La base tenía que ser de una milla de largo, con
patios que no podía divisar totalmente desde mi punto de vista inferior.
Balcones enormes con columnas de piedra talladas mostraron gente
pululando por el interior de la pirámide, y todo un lado de ella parecía
albergar un enorme estadio.
Más arriba, las esquinas tenían enormes rostros tallados en ellas.
Uno de ellos era un león y otro un águila, con las bocas de los
depredadores abiertas como si estuvieran a punto de devorar a su presa.
La parte superior de la pirámide brillaba con tanta luz que se veía como si
una estrella hubiera aterrizado allí. No podía notar mucho detalle, sin
embargo. Tenía que ser tan alto como la esfera en el edificio Empire State.
Me hallaba tan impresionada que no me di cuenta que alguien se
había acercado a nosotros hasta que oí a Adrian hablar en ese idioma
poéticamente gutural. Mi mirada se desplazó a su izquierda, donde un
musculoso hombre de pelo oscuro se encontraba. No era la coraza de
metal sobre su ropa de camuflaje marrón lo que me llamó la atención,

7 aunque ese error de moda nunca debe repetirse. Era el rostro del hombre.
Luz rodó sus ojos como el paso de las nubes, y alas negras de tinta subían
y bajaban por debajo de los pómulos, como si tuviera un tatuaje que por
7 arte de magia podría aparecer y desaparecer.
Mi mirada fija parecía molestarle, así que voltee hacia otro lado. Dijo
algo bruscamente a Adrian y luego me agarró la muñeca con suficiente
fuerza como para aplastármela. Adrian se movió con la rapidez de un rayo,
poniendo al chico camorrista en una llave de cabeza con su brazo doblado
en un ángulo incorrecto antes de que pudiera decir—: Vamos.
—Te lo dije, ella se va directo a Mayhemium —dijo Adrian, hablando
inglés en esta ocasión—. Y si me retrasas de nuevo, voy a arrancarte la
cabeza.
No sabía si fue el peligroso tono de Adrian o lo rápido que había roto
el brazo del chico, pero él gruñó algo que debe haber sido un acuerdo.
Adrian lo dejó ir, sonrió como si hubieran intercambiado un saludo
cordial, y luego como que me arrastró a través de una de las aberturas en
la pared.
Un montón de escalones de piedra más tarde, llegamos a los patios
inferiores de la pirámide. A primera vista, parecía un mercado callejero
normal. Los vendedores pregonaban diversas mercancías dentro de sus
cabinas, los alimentos cocinados en una parrilla abierta, y la gente se
apretujaba, ya sea comprando o vendiendo. Pero cada persona tenía ese
extraño bamboleo de luz sobre los ojos, y cuando llegué a ver más de cerca
algunas de las mercancías de los vendedores, mis piernas abruptamente
dejaron de funcionar.
—Mantente en movimiento —susurró Adrian, medio levantándome
así no era obvio que la impresión me había congelado.
Forcé a mis miembros repentinamente entumecidos a seguir en
movimiento. Ayudó que Adrian nos llevó rápidamente a través de la
sección de mercado, a una alcoba que tenía un desagüe en el suelo. A
pesar de su gran cuerpo bloqueando la mayor parte de mi visión del patio,
todavía no podía detener las imágenes espeluznantes que jugaban de
nuevo en mi mente.
Junto con unos trozos de vaca y de cerdo, los vendedores de
alimentos también vendían partes del cuerpo humano. Para los clientes
que querían carne fresca, sus humanos seleccionados eran asesinados en
el acto.
—¿Por qué? —me atraganté, incapaz de decir más porque las
palabras no podrían pasar más allá de la bilis en mi garganta.
—No hay luz del sol aquí —A pesar de que en el tono de Adrian se
percibía un de hecho, algo embrujado cruzó por su expresión. —Eso
significa que no hay hierba, granos, vegetación o animales. Esbirros y
humanos que son mascotas mimadas llegan a tener la comida regular
7 importada desde el otro lado, pero los esclavos sólo tienen una cosa para
comer. El uno al otro.
8 Esa bilis se convirtió en vómito que no podía contenerse. Al mismo
tiempo, temblaba de rabia. Ahora sabía de lo que todas las prendas de piel
y colgajos en los umbrales estaban probablemente hechas, también.
Adrian no se burló de mí por vomitar, ni me dijo que me repusiera.
Sostuvo mi cabello, su otra mano moviéndose sobre mis hombros en una
caricia reconfortante.
—Podemos salir —dijo bajo—. El reino no va a ninguna parte.
Volveremos otro día a buscarlo.
La risa flotó hacia abajo desde uno de los balcones de la pirámide,
su sonido una abominación. Nadie debía reír aquí. No había sonido que se
debiera hacer, excepto los gritos de horror de lo que estaba pasando en
este pozo del mal sin luz. Quería correr de regreso a mi mundo tan rápido
como pudiera y nunca, nunca volver, pero si lo hiciera, estaría
condenando a Jasmine a pasar el resto de su vida en un infierno similar.
Preferiría morir antes que hacer eso.
Resolución se mezcló con mi rabia, ayudándome a conseguir
controlar mi estómago. Me limpié la boca con una mano y le di a Adrian
una mirada que reflejaba la nueva dureza arrastrándose a través de mi
alma.
—Llévame lo más profundo de este lugar. No me iré hasta que revise
cada maldita pared buscando esa arma.

***

Aprendí más sobre la vida de los demonios de lo que siempre quise


saber mientras Adrian me guiaba a través de muchos niveles de la
pirámide. En primer lugar, los generadores suministraban calor, así como
la luz de la enorme estructura, por lo que mis ropas extra ahora colgaban
de mi brazo. En segundo lugar, el interior parecía como si alguien hubiera
tomado la Gran Pirámide de Giza y la modificó con modernas —aunque
bárbaras— amenidades.
La sección del estadio grande era para las peleas de estilo gladiador
a muerte, una forma popular de entretenimiento aquí. —Animales —esa
era la forma en que Adrian se refería a los seres humanos que llamaron la
atención de los demonios, vivían por encima de los patios. Los esbirros
vivían por encima de ellos en unidades del estilo de apartamentos, y por
supuesto, los mejores barrios, los más lujosos, se encontraban reservados
para los gobernantes sobrenaturalmente sádicos de este reino. Adrian dijo
que estaríamos evitando esos lugares a menos que sintiera algo, pero
7 hasta ahora, no habíamos recogido un atisbo de algo santificado en esta
pesadilla de piedra y ladrillo opulento.
9 También me enteré de cómo Adrian pudo acompañarme sin levantar
sospechas. Por un lado, hablaba el idioma, y cada guardia con ojos-
luminosos solo usaban eso para comunicarse. Por otro lado, la tapadera de
Adrián era que yo era una "mascota" recién llegada para Mayhemium. De
las miradas de complicidad que cosechó, quien quiera que fuera
Mayhemium, tenía un montón de "mascotas".
Yo descubrí el truco final de Adrián después de notar la rapidez con
la que cada ser humano miraba hacia otro lado cuando pasábamos. Las
únicas otras personas a las que trataron de esa manera eran guardias, y
ya que no todos se vestían igual, eso sólo dejaba una opción.
—Zach puso glamour en tus ojos para que brillen como los ojos de
los guardias, ¿no? —le susurré una vez que tuvimos solo un momento en
una de las muchas escaleras de la pirámide.
La sonrisa más mínima ladeó su boca. —Eso es correcto.
—¿Por qué ellos hacen eso? —susurré también, pero más jadeante.
Debo de haber ascendido dos kilómetros en escaleras por ahora.
—Parte de las ventajas de ser un siervo. Junto con el aumento de
fuerza y resistencia, las marcas de demonio les dan la versión sobrenatural
de tapetum lucidum —ante mi ceja levantada, agregó—: La capa adicional
de tejido en los ojos de los animales que les permite ver en la oscuridad.
Eso explica el brillo extraño, pero... —Tú no tienes eso, y nos ves tan
bien como ellos lo hacen —Y te mueves más rápido, añadí mentalmente.
No podía leer la mirada que me lanzó. —Ya te he dicho por qué.
Cierto, su misterioso linaje. Podría haberme dicho algunos de los por
qué, pero no había confesado el "qué" todavía. Cuantos más secretos
revelaba, quería conocer con gran intensidad el mayor de todos.
—Ese es el regalo que sigue dando, entonces —le dije, tratando de
no sonar como si estuviera sondeando, lo que hacía.
Apretó la mandíbula hasta que juro oí cartílago agrietarse. —Daría
cualquier cosa por no tener este linaje —Sus ojos zafiro parecían arder
mientras barrían hacia mí—. Sobre todo después de conocerte.
Si no estuviéramos dentro de una versión demoníaca del hotel
Luxor, habría exigido que me diera más detalles. Él ya me había dicho más
de lo que me dijo en la semana previa a esta, pero "mal momento" no
empezaba a cubrir nuestra situación actual.
Por supuesto, eso significaba que estaba a punto de empeorar.

8 Los pelos de la nuca se me levantaron antes de verla. Al parecer, mi


sensor "santificado" también podría recoger la presencia de oscuridad
pura, ya que con una sola mirada, sabía que la mujer que bajaba la
0 escalera era un demonio.
No es que ella tuviera "¡Malvada!" estampada en la frente, o
indicadores sobrenaturales obvios como las sombras cambiantes de
Demetrius. Tal vez era su forma de moverse, como si cada músculo al
instante se coordinaba con los demás, convirtiendo el caminar en un
deslizamiento depredador agraciado. Tal vez era su pelo, cada mechón
ondulado sea medianoche negro o de un tono de cobre bruñido. Su pálida
piel también la delataba, pero era la cara lo que selló mis sospechas.
Nadie podría ser así de increíble y perfectamente hermosa a menos
que hubiera gastado un millón de dólares en cirugía plástica o hecho un
trato con el diablo, y mi dinero estaba en la opción B.
Incluso Adrian no podía apartar los ojos, lo que dolía de manera que
ni siquiera quise reconocer. Sí, ella era preciosa, pero ¿necesitaba dejar de
caminar y mirar como si hubiera estado paralizado? ¡No se había visto
afectado lo suficiente para hacer una pausa en su paso cuando estaban
matando gente en los patios!
Yo hice un sonido, o mi hostilidad instantánea le llamó la atención
porque los ojos de topacio oscuros se deslizaron sobre mí al pasar. Al igual
que con Demetrius, luché contra la urgencia de sacudir mi ropa, como si
su mirada hubiera dejado un rastro tangible donde aterrizó. Ella dijo algo
en lo que ahora me refería como Demoníaco y Adrian respondió, con su
voz mucho más rasposa de lo normal.
¿Ni siquiera podía hablar correctamente alrededor de su malvada
Calentita? Yo hervía en silencio, pero cuando ella desapareció por el hueco
de la escalera, Adrian dejó escapar un suspiro que casi voló la tapa de mi
temperamento.
En realidad suspiraba por ella. Supongo que cuando dijo que odiaba
a los demonios, se refería sólo a los varones o las feas.
—¿Cuánto más terreno tenemos que cubrir? —susurré ácidamente,
odiándolo y odiándome más por importarme.
Su atención regresó a mí. —¿Todavía no sientes nada?
Sólo tu erección por la encarnación del mal. —Nada.
—Entonces hemos terminado. Sentiste el cementerio a la mitad de la
distancia de lo que hemos cubierto, por lo que no debe estar aquí.
Bueno, podríamos salir. No lo suficientemente pronto para mi gusto,
tampoco. Este reino no era donde el arma se había escondido, yo ya había
tenido pesadillas de los horrores que vi, y ahora quería darle un puñetazo
en la cara a mi único aliado. Perder-perder todo.

8 Pasamos por la pirámide sin incidentes, y mantuve la mirada baja


mientras salíamos a través de los patios. Nadie nos detuvo en las puertas
de piedra, y navegamos el pueblo sin tan siquiera una palabra hablada en
1 reconocimiento. Una vez que habíamos cruzado el borde de la aldea de
tiendas indias, sin embargo, nuestra suerte se acabó.
—Hondalte —una voz de mando ordenó.
Adrian se detuvo. Lo hice, también, poniendo mis facciones en una
máscara en blanco a pesar de que se me pusieron los pelos de la nuca de
punta. Cuando me di la vuelta, vi que mi radar demonio no había tenido
un mal funcionamiento. El hombre flaco, de pelo rubio que se acercaba a
nosotros tenía dos arcos altos y oscuros elevándose sobre su espalda.
No arcos, me di cuenta cuando él se acercaba. Alas negras. Luego
habló, haciendo que mi estómago se encogiera de miedo.
—Si ella es una nueva mascota para mí —dijo en inglés el extraño
con alas—. Dime, ¿por qué te vas con ella?
Traducido por Lorena
Corregido por xx.MaJo.xx

—Mi señor Mayhemium —dijo Adrian, inclinándose formalmente—.


He descubierto que este es demasiado defectuoso para usted.
El demonio rubio se acercó. Intenté no mirar, pero él tenía alas.
¿Eran reales o un tipo de ilusión, como la habilidad de Demetrius de
transformarse en sombras y en otras personas?
—¿Qué es tan defectuoso en ella? —preguntó Mayhemium, y mi piel
se sintió como si estuviese intentando arrastrarse lejos mientras su mirada
se deslizó sobre mí.
—Tengo ladillas —solté, diciendo la primera cosa grosera que se me
ocurrió.
8 La única mirada que Adrian me dio, me dijo que no ayudaba. —Ella
es deficiente mental —contestó él, su tono implicando que debería ser
2 obvio—. La voy a llevar al reino de Ryse. A él no le importan mascotas
menos superiores.
La mirada de Mayhemium me examinó de nuevo. Por su expresión,
Zach me había encantado en parecer tan guapa como el disfraz de Adrian
fue planeado. Entonces el demonio ondeó una mano arrogante.
—La tomaré de todos modos.
Adrian soltó mi brazo y se alejó. Traté de ocultar mi sorpresa, pero
no era tan buena actriz. Sí, estábamos en medio de territorio enemigo y
superados en número por mil a uno, ¿pero iba él realmente a dejar que
Mayhemium me tomara?
El demonio pensaba así. Mi respiración se atascó con el brillo que
apareció en esos ojos inhumanos. Ahora sabía cómo lucía la muerte
cuando la mirabas a la cara. Entonces Adrian se enderezó, abandonando
su postura servil.
—Nunca me has gustado, Mayhemium —expreso él en un tono tan
plano, que sonó aburrido—. Al menos eres tan arrogante, que has venido
solo.
Antes de que dejara la última palabra, él golpeó al demonio,
moviéndose tan rápido que todo lo que vi fue su borrón habitual.
Mayhemium lo miró, algo oscuro goteando del lado de su boca.
—¿Adrian? —preguntó con incredulidad.
—Ivy, vete —ordenó Adrian, sustituyendo ahora urgencia en la
monotonía de su tono.
La cabeza de Mayhemium giró, y me miró con entendimiento que se
convirtió en salvajismo desenfrenado. —La última Davidiana —siseó.
Adrian le dio un puñetazo tan fuerte, que esperaba que apareciese
una abolladura en la cara del demonio. No lo hizo, pero increíblemente,
Mayhemium se hizo añicos, su cuerpo se transformó en docenas de
grandes cuervos que volaron hacia arriba antes de sumergirse en un arco
furioso hacia mí.
Mis brazos se levantaron para protegerme, pero Adrian estaba de
repente bloqueándolos, su gran cuerpo absorbiendo las puñaladas de
picos afilados como puntas de cuchillos. Con la rapidez de un rayo, Adrian
atrapó al cuervo más grande y lo aplastó en su puño. Mayhemium se
materializó de una vez, aullando en aparente agonía, sus largas negras
alas ahora rotas.

8 —¿Pensabas que no recordaría cómo neutralizar tu truco? —El


ronroneo de Adrian desprendía crueldad mientras golpeaba al demonio lo
suficientemente fuerte como para derribarlo de nuevo—. ¿Qué pasa? ¿No
3 puedes luchar sin tus alas?
Mayhemium gruñó algo en demoníaco que convirtió la cara de
Adrian en una máscara de furia.
—No —escupió él—. Nunca lo haré.
—Lo harás —rugió Mayhemium—. ¡Es tu destino!
—No hoy. —Con eso, Adrian dio una patada que rompió la pierna del
demonio cuando éste se levantó de nuevo. Cuando Mayhemium se inclinó
y tambaleó, Adrian golpeó una rodilla contra su cara, crujiendo huesos
con un sonido audible. Después el puño de Adrian fue a través del cuello
del demonio, desapareciendo brevemente hasta su muñeca antes de que él
tirase y sacase un puñado de algo pulposo.
Ayer, la vista me habría hecho vomitar, pero después de recorrer la
pirámide, todo lo que quería hacer era animar, especialmente cuando
Mayhemium cayó y no se levantó.
Adrian se acercó, tirando de mi brazo con una mano ahora cubierta
en lo que parecía aceite de motor.
—¿Qué parte de “vete” no has entendido? —espetó.
—La parte en la que te dejo solo con un demonio cabreado —
contestó, sintiéndome aturdida—. ¿Está muerto?
—Por supuesto que no. —Adrian me llevó hacia la oscuridad,
corriendo tan rápido, que tuve problemas para mantener el ritmo—. Por
décima vez, los humanos sólo pueden matar demonios con el arma que no
tenemos aún.
—Tú no eres humano —jadeé, mis pasos no podían competir con los
suyos.
—Soy tan humano como tú —indico él, sorprendiéndome—. Y
necesitas correr más rápido. Se despertará pronto y enviará a cada peón
en este reino tras nosotros.
—No puedo...correr más rápido. —Apenas podía hablar, jadeaba y
resoplaba demasiado por nuestro ritmo frenético.
—Sí, puedes. —Me arrastró más cerca, su cuerpo una guía en la
oscuridad de Stygian—. Somos los últimos de las dos líneas más
poderosas de la historia, y nuestros antepasados nos traspasaron todas
sus habilidades sobrenaturales. Si lo intentas, puedes hacer todo lo que yo
puedo hacer, excepto sentir puertas de demonios. Está en tu sangre, así
que úsalo.

8 ¿La fuente de sus increíbles habilidades estaba también


en mi sangre? Imposible. No era la mujer maravilla; yo era la chica que
había odiado la clase de gimnasia por todas las veces que había sido
4 elegida la última para los equipos.
—Estoy corriendo tan rápido...como puedo —resoplé.
Él sólo tiró más fuerte de mi brazo. —Aun no, y lo necesitas. Puedo
protegerte de unos pocos demonios, pero no de todos. ¿Sabes lo que va a
pasar si te atrapan? La muerte será la mejor parte. Antes de eso, te
lastimarán más de lo que han lastimado a nadie. La violación no será
suficiente. Tortura no será suficiente.
—¡Para!
—Y te harán mirar mientras le hacen lo mismo a tu hermana —
continuó él sin compasión—. Morirás sabiendo que todo lo que ella sufrió
fue tu culpa, así que corre, ¡Ivy!
Algo se rompió dentro de mí. Ya le había fallado a Jasmine dejándola
en ese C&D cuando debería haberme quedado hasta encontrar una
manera de llegar a ella. La última vez que había visto a mi hermana, había
estado huyendo, y ella no tenía forma de saber que iba a volver a por ella.
—Eso es —gritó Adrian, su agarre en mí aflojándose—. Más rápido,
Ivy, ¡puedes hacerlo!
No sentí ningún cambio en mi cuerpo. Mis piernas no trabajaron
más fuerte, mis pulmones no aspiraron más aire, pero de alguna manera
iba por delante de Adrian, corriendo a toda máquina en la impenetrable
oscuridad. Una vez más, me acordé de ese día en el C&D. La señora
Paulson me había atacado, y había llegado a mi Cherokee sin saber cómo.
En este momento, lo supe. Debí haber corrido justo así, con una velocidad
que ningún humano debería tener, pero yo de alguna manera tenía.
¿Tenía razón Adrian? ¿Habían estado legados antiguos y habilidades
heredadas latentes en mi todo este tiempo?
Se puso a la par conmigo, su mano una marca en mi fría carne,
guiándome en direcciones que no podía ver. En algún momento, dejé caer
el equipo de esquí, pero me alegraba no tenerlo. Todo ese relleno me
hubiese estorbado, y el frio me estimuló. En mi mente, estaba ahora ligado
a este lugar, así que lo odiaba. Me moría por estar de vuelta en el sol
donde era caliente y sin demonios, y todo lo que tenía que hacer para
lograr eso era correr más rápido.
Así que lo hice, mis piernas bombeando con la misma velocidad que
las de Adrian. Cuando me agarró y sentí la fuerza del cuerpo al flexionarse
por pasar de un reino a otro, y me encontré boca abajo con la boca llena
de arena caliente, sonreí.

8 Estábamos de vuelta en la Zona del Silencio.


Adrian no me dio tiempo de celebrarlo besando el suelo, lo que
5 quería hacer. Tampoco me empujó por la puerta para que pudiésemos
buscar otro reino de demonio a través de la versión torbellino de una
puerta giratoria. No con Costa y Tomas esperando aquí como patos
sentados. En su lugar, Adrian me arrastró hacia el Jeep, gritándole algo a
Tomas en español que tuvo al musculoso mexicano y al guapo griego
buscando sus ametralladoras.
—¡Vámonos!8 —gritó Tomas, arrancando el Jeep.
Adrian prácticamente me tiró a la parte de atrás, saltando dentro
detrás de mí y agarrando la tercera arma. Para mi sorpresa, la puso en mis
manos, gritando instrucciones rápidas.
—Agárrala fuerte. Va a seguir disparando si se te cae, entonces vas a
volar tu propia cabeza. Agáchate, pero si alguien se acerca demasiado,
dispárales hasta que veas ceniza.
Agarró la última arma, enganchando su otro brazo en la barandilla
detrás de los asientos. Lo hice, también, después de que una rápida
aceleración de Tomas casi me lanzase fuera. Acababa de tener un buen

8
En español original.
agarre tanto en el arma automática como en la barra de metal cuando una
marea de gente salió de la alargada roca detrás de nosotros.
—¡Vienen! —chilló Adrian, y empezó a disparar. Costa lo hizo,
también. El ruido era como explosiones en mis oídos, pero cuando los
esbirros empezaron a correr detrás de nosotros como si tuvieran cohetes
atados a sus culos, no me importó si me quedaba sorda.
Se movían como lo hizo Adrian, y estaban armados, también.
Adrian me empujó hacia abajo en la primera lluvia de balas. La parte
trasera del Jeep se estremeció, pero la ronda no penetró. Ahora que me
hallaba a nivel de la vista con ella, vi cómo era de ancha la puerta trasera,
y ese extra chapado de metal no puede haber venido de serie.
—¿No te dije que te quedaras abajo? —Escuché a Adrian soltar,
después otra ronda de disparos enmudeció su voz. El Jeep rebotó
locamente por la velocidad de Tomas, pero Adrian y Costa se sujetaron a
las barras mientras disparaban y se agacharon en una frenética
demostración de violencia y defensa.
—¡Me diste un arma, déjame ayudar! —protesté.
—No —rugió Tomas, girando el Jeep tan rápido que me golpeé la
cabeza contra el panel lateral—. ¡Agáchate! ¡Eres a quien más quieren
8 matar!
¿Yo? Entonces recordé la mirada de odio de Mayhemium, y lo que
6 había siseado justo antes de que Adrian lo golpeara. La última Davidiana.
¿Me querían los demonios muerta porque yo era la única que podía
encontrar un arma que podría matarlos?
No tardé mucho en conseguir mi respuesta. A pesar de la lluvia de
disparos Adrian, Costa e incluso Tomas mantuvieron a raya a los esbirros,
ellos siguieron intentando llegar a donde me hallaba. Mi pequeña esquina
quedó abollada por todas las balas disparadas contra ella, y de vez en
cuando, secuaces se precipitaban como kamikazes contra el Jeep. Adrian
los empujó con su increíble velocidad, pero pronto estuve cubierta de
sangre, moratones y cortes. Y ellos siguieron llegando, hasta que estaba
convencida de que el reino entero se había vaciado en su intento de
matarnos.
O matarme, específicamente.
Cuando Tomas tuvo que frenar para pasar por el camino estrecho
entre las montañas, cinco secuaces consiguieron saltar dentro del Jeep.
Adrian fue aplastado por tres de ellos, y Tomas y Costa sonaban como si
estuviesen en sus propias luchas de vida o muerte. Sus voluminosas
ametralladoras eran un obstáculo en una pelea cuerpo a cuerpo, pero yo
seguía teniendo la mía. Me levanté, elevándola con determinación.
De la nada, otro secuaz agarró el cañón y lo usó para sacar el arma
de mis manos, dándome una brutal patada en mi abdomen al mismo
tiempo. Me caí de nuevo en la esquina, y por una fracción de segundo,
nuestros ojos se encontraron. Los suyos eran azul pálido, y él sonrió
mientras levantaba su propia arma. Desarmada y atrapada entre la puerta
y el asiento, no había nada que pudiera hacer para salvarme.
Un cuchillo de repente se estrelló contra la parte superior de su
cabeza, girando con una feroz fuerza. Mi aspirante a asesino de repente se
puso bizco y soltó su arma. La cogí, agarrándola con fuerza pero sin
disparar. Adrian estaba ahora justo delante de mí, y no quería golpearle,
además mi aspirante a asesino parecía realmente, realmente muerto.
Adrian sacó su cuchillo y el secuaz comenzó a caer. Mientras lo
hacía, su cuerpo se transformó, volviéndose negro como el alquitrán y
luego disipándose por completo. Lo que aterrizó en el suelo manchado de
sangre no era un hombre. Era un montón de cenizas que me cubrieron
cuando el Jeep botó por la loca aceleración de Tomas cuando finalmente
pasamos la montaña.
Adrian se arrodilló, una mano bruscamente ahuecando mi cara
mientras que la otra me escaneaba en busca de heridas.
—Gracias a dios que estás bien —respiró.
8 Por alguna razón, escuchar a Adrian agradecer a una deidad que
mayormente parecía despreciar me sorprendió, tanto como ver a mi
7 aspirante a asesino desintegrarse ante mis ojos. Miré a Adrian, a las
cenizas cubriéndome y al horizonte. No aparecieron más secuaces asesinos
saltando, y ya que Costa y Tomas habían dejado de disparar, asumí que
finalmente estábamos despejados.
Pero con el sol colgando bajo en el cielo, no estaríamos seguros por
mucho tiempo. La noche se acercaba, y con ella, demonios.
Traducido por valentina.hermanaoscura
Corregido por *Andreina F*

No regresamos al hotel en Ceballos. Tomas condujo directamente a


un abandonado y antiguo monasterio, y pasamos a través de las puertas
justo cuando los últimos rayos de sol desaparecían. Me tambaleé en el
abandonado santuario con alivio intenso, se sentía como una victoria
barata. ¿Quién se hubiese imaginado que entrar en una iglesia sería mi
nueva cosa favorita?
—Oculta el jeep —ordenó Adrian—. ¿Cómo vamos de munición?
—Casi agotada —dijo Tomas, pasándose una mano ensangrentada
por el cabello—. Haré una llamada, trataré de conseguir más.
8 —Costa. —Adrian le arrojó la mochila—. Toma.

8 El hombre de cabello rizado se estremeció cuando se acercó para


cogerla. —Gracias. Los bastardos me dieron.
Cuando Costa se levantó la camisa y vi dos agujeros en su abdomen,
corrí hacia él.
—¡Te han dado!
Es mentalmente deficiente, me reñí inmediatamente. Hablando de
cosas obvias.
—Déjame ayudarte —añadí, pasando mi hombro bajo el brazo de
Costa para que pudiese usarme como muleta. Adrian negó con su cabeza,
murmurando algo ininteligible mientras dejaba el derruido santuario. Dejé
a Costa en una habitación, sentándolo en el borde de una pared derruida.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó Costa, sonando
adolorido y, a pesar de ello, también divertido.
—Una buena bofetada, ¿no? —le contesté hundiendo mis dedos en
la sustancia blanda. Fuera de bromas, mis manos eran las más limpias,
pero aun así dejaron manchas sangrientas en la bolsa.
Costa gruñó. —Eso es. —Entonces agarró mi mano y la colocó sobre
el primer agujero de entrada—. Hazlo.
La presioné sobre el agujero de bala, haciendo una mueca de
empatía mientras todo su cuerpo se sacudía; después de unos pocos
minutos, su respiración agitada se calmó, así que saqué la mano.
No manaba más sangre del agujero, el cual se hacía cada vez más
pequeño delante de mis ojos. Después de otro minuto, desapareció por
completo, dejando una lisa y brillante piel en su lugar.
—Uno menos —le dije, tratando de alcanzar más maná.
—¿Tus manos también recibieron disparos, Costa?
La pregunta me sorprendió. No había notado el regreso de Adrian,
pero ahí estaba, recostado donde debería haber estado la puerta, si la
entrada del santuario todavía las tuviese.
Costa se encogió de hombros. —Sólo un tonto rechaza la atención de
una chica hermosa.
La expresión de Adrian se endureció aún más, lo cual no tenía
sentido.
En primer lugar, tratar sus heridas de bala difícilmente podría ser
considerado como flirtear, y en segundo lugar, ¿por qué tendría que
importarle si Costa flirteaba conmigo?

8 —Estoy tratando de ayudar —dije, poniendo maná sobre el segundo


agujero de bala, lo que silenció efectivamente a Costa—. He probado no ser
demasiado útil con un arma, pero esto, al menos, puedo hacerlo.
9 La mirada de Adrian pasó de mi cara a mi mano sobre el abdomen
de Costa y otra vez a mi cara. —Oh, estoy seguro de que él lo aprecia.
Después de gruñir esas palabras en voz baja desapareció. La frente
de Costa se levantó. Levanté mi mano libre en un gesto de “no me
preguntes”. Tal vez su rudeza era más otro efecto secundario de haber sido
criado por los demonios.
—No creo que le guste que me toques —dijo Costa, su boca
curvándose en una sonrisa—. Adrian, actuando celoso. Es la primera vez.
—No está celoso —murmuré, limpiándome las manos en los
pantalones cortos después de confirmar que su otra herida había sanado—
. Sigue recordándome que no puede esperar para deshacerse de mí. Esto
no es por ti. —Algo oscuro se dibujó en la expresión de Costa—. Es por él.
Tomas regresó, deteniendo su sondeo. —El jeep está escondido —
anunció—. Y más armas vienen de camino.
Alivio barrió a través de mí. ¿Quién iba a pensar que las armas
serian mi segunda cosa favorita después del terreno sagrado?
—¿Cuáles son las probabilidades de que los demonios no nos
encuentren hasta que tengamos las armas? —le pregunté, esperando un
alto porcentaje.
—Cincuenta, cincuenta —respondió Tomas, llevándose mi
esperanza—. Saben que no has podido ir demasiado lejos por la puesta de
sol, por lo que tendrán secuaces en casa sitio sagrado en un radio de cien
kilómetros.
—Cierto, me quieren muerta porque soy la única persona que puede
encontrar la única arma mata demonios —dije.
—Eso no es… —comenzó Tomas, luego cerró la boca con la mirada
de advertencia que Costa le dio.
—¿No es qué? —le pregunté, la sospecha remplazando mi fatiga.
—Si Adrian no te lo ha dicho, tiene que tener una razón —dijo Costa,
aterrizando en mi lista negra justo detrás de Demetrius.
—Sí, porque es patológicamente reservado —espeté—. Me estoy
cansando de ser la única persona que no sabe lo que está pasando, así
que será mejor que alguno de los dos empiece a hablar.
Tomas intercambió otra mirada con Costa, luego se apoyó contra la
pared.
9 —¿Sabes lo que fue para nosotros estar en los reinos? —preguntó en
un tono de conversación—. Éramos golpeados, obligados al canibalismo, a
0 trabajar hasta casi morir… y eso era en un buen día.
Simpatía templaba mi ira. —Lo siento mucho —dije, queriendo decir
cada palabra.
La mirada marrón oscura de Tomas atrapó la mía. —No lo sientas.
Sobrevivimos. ¿Sabes cómo era tratado Adrian antes de que comenzase a
luchar contra los demonios? Como un príncipe. —Hizo una pausa, dejando
que las palabras penetrasen en mí—. Cualquier cosa que quería la tenía.
Ni siquiera tenía que pedirlas. Prácticamente lo adoraban y cuando los
demonios quieren cubrir adular a alguien, créeme9 que lo hacen.
Hermosas mujeres, mas oro que en Fort Knox, poder para gobernar
cualquier reino que quisiese.
—¿Por qué? —susurré, aturdida.
—A causa de su linaje, creen que va a hacer algo que hará que los
demonios sean imbatibles en su guerra contra los Archons.
¡Es tu destino!, había rugido Mayhemium a Adrian. Demetrius había
dicho algo similar cuando nos alcanzó, incluso Zach le había dicho a

9 En español en el original.
Adrian que no podría escapar de su destino, pero Zach era un Archon, por
lo que no podía creer que Adrian estuviera destinado a ayudar a los
demonios a ganar la guerra contra ellos. Si lo creyese, ¿por qué Zach no
mató a Adrian como ataque preventivo? Era seguro que los demonios
querían matarme, y lo único que yo podía hacer era encontrar un arma
antigua.
Contuve el aire, darme cuenta de la realidad me hizo añicos.
—Es el arma, ¿verdad? Adrian dijo que si los demonios supiesen
donde está, ya la habrían usado para sus propósitos. No lo creí en su
momento, pero eso significa que puede hacer mucho más que matar
demonios.
En la boca de Tomas se perfiló una línea recta. Costa se levantó,
dejando caer una mano brevemente sobre el hombro de su amigo.
—¿Has oído hablar de David y Goliat? —preguntó Costa
uniformemente—. Hace miles de años, un joven pastor mató a un gigante
con nada más que una honda y una fe ciega, así nació la fama de David.
Eres la última de los Davidianos, así que está en tus manos, esa antigua
honda tiene el poder de vencer a cualquiera contra todo pronóstico. En
resumen, a todo lo que apuntes, lo derrotará.
Eso sonaba demasiado bueno para ser verdad, por lo que tenía que
9 haber más. —¿Qué pueden hacer los demonios con ella?
La sonrisa de Costa era sombría. —Goliat no era un gigante normal.
1 Descendía de demonios, y parte de su linaje originario perdura. Si uno de
esos demonios consigue la honda, conseguirá la capacidad de una vez
para superar cualquier cosa también. Así que con ella los demonios creen
que pueden ganar la guerra contra los Archons en un día.
Mi cabeza empezaba a latir con fuerza, probablemente de tratar de
procesar la información que era demasiado increíble y horrorosa para
creer. Si no hubiese entrado a un reino diferente hoy o visto múltiples
ejemplos de fenómenos sobrenaturales toda mi vida, habría dicho que
Tomas y Costa estaban locos. Por desgracia, sabía que no era así.
—¿Adrian es descendiente de la línea de Goliat? —fue lo que
pregunté—. ¿Es por eso que los demonios creen que es su salvador?
¿Porque si consigue el arma, puede usarla contra los Archons?
Tomas y Costa intercambiaron otra mirada, entonces Tomas dejó
escapar un profundo suspiro.
—No, Ivy. Adrian es el último de otra línea.
—¿De cuál? —pregunté con voz acerada, mi mirada desafiándolos a
que no me dijeran.
—¡Fuera los dos!
La voz de Adrian cortó el silencio. Al igual que antes, había entrado
sin que nadie lo hubiese notado. Tomas y Costa se levantaron a la vez,
marchándose sin decir nada. Cuando vi la expresión en la cara de Adrian,
parte de mí quiso seguirlos, pero la otra parte quería saber tanto la verdad
que no me importaban las consecuencias.
—¿De qué linaje eres el último? —dije, negándome a dar marcha
atrás—. Dímelo ahora, o dejaré que esa arma siga perdida, y después de lo
que he escuchado, “perdida” es probablemente como debe de estar.
Sonrió, la seductora curva de sus labios no quitaba la dureza letal
en su mirada enojada. Su mandíbula se veía ensombrecida por no haberse
afeitado recientemente, dándole un toque oscuro, que sólo hacía que sus
pómulos parecieran más pronunciados, dándole una ventaja a sus ya
inolvidables rasgos faciales. Incluso ensangrentado, con la ropa rasgada,
nunca lo había visto más guapo, y por primera vez, también me daba
miedo.
—¿No lo has adivinado aún? —preguntó, su voz acariciando las
palabras como la seda drapeando a través de dagas—. ¿Quién en la
historia ha cometido un acto tan atroz que se hizo de su nombre un
sinónimo de traición para siempre?
—No lo sé —dije, alejándome paso a paso mientras se acercaba a mí
9 despacio, con pasos lentos, al acecho.
—Sí, lo sabes.
2 Un susurro gutural y áspero, y entonces se hallaba frente a mí, sus
brazos formando una jaula que me mantenía atrapada mientras que la
pared detrás de mí me hacía imposible alejarme más. A pesar de mi miedo,
me estremecí cuando se inclinó hacia abajo, su boca sólo a unos
centímetros de la mía y sus manos deslizándose para descansar sobre mis
hombros. La última vez que habíamos estado tan cerca, casi me besó, y
que Dios me ayude, todavía quería que lo hiciera.
Mis sentimientos por él desafiaban a la lógica, la cordura o la
seguridad, y a juzgar por la intensidad de su mirada mientras enrollaba
una mano en mi cabello, era posible que sintiera lo mismo.
Entonces su boca bajó, pero no a mis labios, a pesar de que estos se
separaron anticipándose imprudentemente. En cambio, besó mi mejilla,
susurrando su más oscuro secreto al mismo tiempo.
—Soy el último descendiente de Judas, y al igual que mi infame
antepasado, mi destino ha sido y siempre será, traicionar a los
descendientes de David.
Traducido por Val_17
Corregido por Jasiel Odair

Me sentí como si no pudiera respirar. Su boca seguía presionada en


mi piel, el pelo color caramelo como seda áspera contra mi frente, las
respiraciones tentando en mi oído con un suave calor. Añádele eso a su
revelación, y la pared era la única cosa sosteniéndome.
—Adrian —comencé.
—No. —Apretó la mano en mi pelo—. Todo lo que ha pasado desde
que nos conocimos sólo demuestra lo enredados que estamos en nuestros
destinos. Judianos y Davidianos siempre han estado atraídos el uno al
otro, pero luego los Judianos traicionan y destruyen a los Davidianos.
Miles de años e innumerables traiciones más tarde, somos los únicos que
9 quedan.
Su mano acarició desde mi hombro hasta mi cara, moviéndose sobre
3 ella en una caricia que hizo que mi piel quemara.
—Tal vez ser los últimos de nuestras líneas hizo mucho más fuerte lo
que sentimos el uno por el otro. No sólo estoy atraído por ti, Ivy. Te he
deseado desde la primera vez que me tocaste. Fue como si te metiste en mi
interior y reclamaste algo que siempre fue tuyo. —Se apartó para mirarme
como si estuviera tratando de memorizar mis rasgos—. Es por eso que
pensé que tenías que ser un secuaz. Nada, excepto la magia oscura, se
había sentido tan poderoso jamás, y cuando te toco, es mil veces peor.
Eres la luz que nunca puedo tener… y yo soy la oscuridad a la que nunca
sucumbirás.
Bajó su mano, dejando mi piel fría. —Es por eso que nunca
funcionaría entre nosotros, así que ahora entiendes por qué tengo que
alejarme de ti, Ivy. Antes de que te traicione como todos en mi línea han
traicionado a los Davidianos. Me niego a esa parte de mi destino, y ya no
es sólo para molestar a Demetrius. Es porque no puedo soportar la idea de
hacerte daño.
Antes de mi próximo aliento, él se encontraba en la entrada del
santuario, la noche rodeándolo como un manto.
—Entonces haz lo que tus ancestros no fueron capaces de hacer —
dijo con voz ronca—. Sálvate, y nunca pienses que puedes salvarme.
Luego se fue, dejándome con preguntas para las que no tenía
respuestas y emociones que parecía no poder controlar.

***

Tomas se sentó en el santuario conmigo, la pantalla de su teléfono


proporcionándome un pequeño círculo de luz. Adrian y Costa se
encontraban en el techo, vigilando en busca de visitantes indeseados.
Incluso si Adrian no fuera el único que podía ver en la oscuridad, aun así
no se habría quedado aquí abajo. Su decisión de evitarme no tomó en
consideración mis deseos sobre el tema.
Por ahora, lo dejaría salirse con la suya. Mis emociones intervenían
cuando Adrian se hallaba cerca, así que esto me daba la oportunidad de
separar los hechos de los sentimientos. Por desgracia, eso no ayudó.
Hecho: Adrian vivió como un demonio por muchos años.
Sentimiento: por la forma en que fue educado, él no habría sabido lo que
estaba mal. Hecho: él se sentía condenado a repetir los errores de sus
ancestros. Sentimiento: al infierno con ellos, todo el mundo era
responsable de sus propias decisiones. Hecho: No quería ser traicionada.
9 Sentimiento: Adrian no lo haría. Hecho: No debería enamorarme de un
psicópata problemático con asuntos demoniacos con papi. Sentimiento:
algo especial crecía entre Adrian y yo, y no tenía nada que ver con él
4 siendo el último Judiano o yo siendo la última Davidiana.
El sonido de un auto interrumpió mis pensamientos. Corrí hacia la
ventana, pero Tomas dijo—: No te preocupes, son mis amigos.
—¿Cómo lo sabes? —No podía ver nada excepto los faros.
—Porque acaban de mandarme un mensaje: “No dispares, estamos
aquí”.
Está bien, entonces. Tomas fue a decirle a Adrian y Costa, y me
quedé en el santuario, mirando a través de las ventanas que no habían
visto un panel de vidrio en décadas. Un Chevy desgastado se detuvo en el
monasterio, dos personas en frente y una en la parte trasera. Salieron,
hablando español tan rápidamente que sólo capté los nombres Tucco,
Danny y Jorge. Sin embargo, habían traído un montón de armas, y eso los
hacía una vista agradable.
Adrian se encontraba en medio de comprobar el alcance de un rifle
cuando se detuvo, mirando a lo lejos. —¿Vienen más de ustedes, Tucco?
—No, ¿por qué?10 —contestó el hombre más bajo.
Adrian ladeó el rifle. —Tomen posiciones en la cima de la iglesia —
dijo bruscamente—. Tenemos compañía.
No vi nada, pero le creí. También los otros. Se apresuraron a
descargar el resto de las armas, luego por órdenes de Adrian, estacionaron
el camión frente al santuario. Ahora el vehículo bloqueaba gran parte de la
entrada de donde me encontraba, aunque las ventanas eran lo bastante
grandes para que alguien las atravesara.
Adrian demostró eso cuando saltó a través de una, ladeando su
enorme cuerpo para que cupiera.
—Aquí —dijo, presionando una pequeña pistola de calibre en mi
mano—. Será más fácil si usas esta. Está montada y lista. Todo lo que
tienes que hacer es apretar el gatillo.
—Y no ser tirada hacia atrás —dije con gravedad.
Adrian me lanzó una sonrisa. —La segunda vez es la vencida.
Eso esperaba. —Adrian, antes de irte…
—Sin importar lo que pase, quédate aquí —dijo, interrumpiéndome—
. Ellos no pueden cruzar terreno sagrado. La pistola es para emergencias,
9 pero Tomas estará contigo. Quédate abajo para que los secuaces no te
vean. Estaremos en el techo, evitando que se acerquen demasiado.

5 —No —protesté, pero ya se había ido. Tomas saltó por la ventana


que Adrian acababa de desocupar, su mirada oscura parpadeando hacia
mí mientras aceptaba el conjunto de armas automáticas de parte de Costa.
—¿Quieres ayudar, sí11?—Ante mi asentimiento vigoroso, Tomas hizo
un gesto hacia las armas—. Te mostraré cómo cambiar los
compartimientos. Cuando se me acaben, los reemplazas.
En el poco tiempo que me tomó aprender, tres autos comenzaron a
rebotar por el terreno desierto hasta el monasterio, sus faros eran la única
iluminación por kilómetros.
—¿Hay alguna posibilidad de que sean turistas perdidos? —pregunté
con una risita falsa.
Tomas se encogió de hombros. —Podrían ser miembros de un cártel
de drogas local.
—Oh, eso espero.
Cuando estuvieron lo bastante cerca para notar el camión
bloqueando la entrada, los vehículos se detuvieron con un chirrido. Una

10
En español.
11
En español.
lluvia de disparos desde el techo cortó al instante el parloteo demoníaco,
descartando cualquier posibilidad de que fueran narcotraficantes
buscando ocultar su alijo.
Siguiendo las instrucciones, me quedé abajo mientras los secuaces
respondían al fuego. Por otra parte, estas paredes color ocre ya estaban en
mal estado; dudaba que detuvieran las balas por mucho tiempo. Tal vez
deberíamos habernos ocultado. Tan pronto como lo pensé, rechacé la idea.
¿Los secuaces enviados en una misión de asesinato por los demonios
realmente estarían contentos con buscar con una linterna y dar por
terminada la noche?
—Este se acabó —dijo Tomas, dejando caer un rifle y recogiendo
otro. Rápidamente, reemplacé la carga, tratando de no recordar el último
tiroteo en el cual había estado a punto de morir. Era más fácil decirlo que
hacerlo con el ¡rat-a-tat-tat-tat! de los disparos estallando. Si sobrevivía a
esto, nunca sería capaz de ver una película de guerra sin correr el riesgo
de un ataque por estrés postraumático.
En este momento, canalicé mi ansiedad en reemplazar las
municiones de Tomas tan rápido como lo necesitaba. La pila de cargas
parecía estar disminuyendo a un ritmo alarmante, y las paredes del
santuario empezaban a parecer un queso suizo por los impactos que

9 recibía. Cada vez que una bala penetraba, salía una pequeña nube de
polvo. Hubo tantas, el aire comenzaba a ponerse pesado.

6 Peor aún, sonaba como si menos armas fueran disparadas desde el


techo. Traté de no pensar en lo que eso significaba, o me volvería loca
preguntándome si Adrian se encontraba bien. Cada cierto tiempo, un grito
se elevaría por encima de los otros ruidos, pero no podía decir quién lo
hacía. El techo tenía arcos de piedra, estatuas y un campanario para
esconderse detrás, pero si ellos lo dañaban tanto como las paredes del
santuario, las cosas se pondrían graves.
Y nos quedaban sólo dos cajas de municiones.
—¿Cuántos secuaces siguen ahí afuera? —le pregunté a Tomas,
necesitando gritar para ser escuchada por encima del tiroteo.
—Acaban de llegar cuatro autos más —gritó de vuelta.
¡Cuatro! Un impulso irracional de empezar a gritar se construyó,
pero lo ahogué con optimismo forzado. Habíamos sobrevivido a un ataque
de secuaces antes. Si seguíamos así, sobreviviríamos otra vez…
Tomas se dio la vuelta, agarrándose el pecho. Horrorizada, vi un
nuevo agujero en la pared justo donde él se encontraba. Apenas pude
atraparlo antes de que se derrumbara, el carmesí filtrándose entre sus
dedos.
Lo bajé y corrí por la habitación para recuperar el maná que Adrian
había dejado. Algo quemó mi pierna, pero lo ignoré, zigzagueando para
evitar más balas en mi camino de regreso.
—No —gimió Tomas, tosiendo sangre con la palabra.
Abrí la bolsa y, apartando sus manos, coloqué una gran cantidad de
maná en su pecho. Él escupió más sangre, luego sus labios se curvaron en
una imitación espeluznante de una sonrisa.
—No funciona con… heridas mortales.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, haciendo borrosos sus rasgos. —No
vas a morir —insistí, presionando otro puñado en su pecho.
—No puedes salvar… me. —Su respiración se hizo dificultosa, y la
sangre seguía corriendo por mis dedos, absorbiendo el maná.
—No hables —dije, tratando desesperadamente de detener el flujo—.
Necesitas guardar tu fuerza.
Tomas me miró, y por un segundo, la neblina agonizante dejó su
visión y sus ojos se pusieron claros.
—Tienes que salvar a Adrian —dijo con claridad. Entonces sus ojos
se pusieron blancos, y su cuerpo se convulsionó antes de quedar inerte.
9 —¡Tomas! —grité.
No hubo respuesta. Su pecho no se levantó para otro aliento, y el
7 chorro de sangre entre mis dedos se redujo a un goteo. No necesitaba
comprobar el pulso para saber que se había ido. Lentamente, levanté mis
manos de su pecho y envié una sola mirada hacia arriba que no iba
dirigida a los hombres en el techo.
¿Por qué? Pensé furiosamente. ¡Él luchaba de tu lado! ¿Ni siquiera te
importa?
No hubo respuesta de nuevo, no es que esperara alguna. Quizás
Adrian tenía razón y no éramos más que daños colaterales para ambos
lados. Muy bien. Si el jefe del Arconte no hacía nada para ayudar, yo lo
haría.
Tomé el arma de Tomas, apenas notando lo caliente que estaba el
metal por los repetidos disparos. Cada parte de mí fue consumida por la
culpa y la ira. Me quedé abajo como me dijeron, y Tomas murió. No más.
Lucharía y viviría, o lucharía y moriría, pero de cualquier manera, iba a
luchar.
Apoyé el cañón contra un agujero en la pared como Tomas lo había
hecho y comencé a disparar. Durante las primeras rondas, mi objetivo era
terrible, y golpeé los autos en los que los secuaces se escondían en vez de
a ellos. Piedras explotaban cerca de mi rostro mientras me devolvían los
disparos. Me agaché hasta que se detuvieron, y luego comencé a disparar
de nuevo, apuntando a los destellos de luz que vislumbré desde las
pistolas de los secuaces.
No oí ni un grito, pero una de sus armas se apagó abruptamente. No
sentí nada excepto una sombría satisfacción, lo que sorprendió a la
pequeña parte de mí que no había cambiado de manera irrevocable en las
últimas dos semanas. Seguí disparando, avanzando cuando la pared se
ponía demasiado delgada con los agujeros para tener la protección
suficiente. Acababa de reemplazar la carga con lo último de municiones
cuando un estallido atronador sacudió el santuario.
La arena rodó como una rápida niebla. Entre eso y el repentino
resplandor de los faros, estuve cegada momentáneamente, pero el ruido y
el suelo temblando me mantuvo en movimiento. Corrí hacia la parte
trasera, manteniéndome agachada, lo que era una buena cosa. Los
ataques repugnantes de aire sobre mí tenían que ser disparos apenas
evitados.
—¡Ivy! —Escuché a alguien gritar antes de que un frenesí de
disparos ahogara el sonido. Luego vino otro ruido más inquietante. El
metal chirrió, la piedra estalló, y el suelo se estremeció como si estuviera
en medio de un terremoto. Frenética, parpadeé para sacar la arena de mis
ojos, finalmente capaz de ver lo suficiente para darme cuenta que el

9 santuario se derrumbaba a mí alrededor.

8
Traducido por Daniela Young
Corregido por Clara Markov

Corrí hacia la ventana, dolor explotando sobre mí al tiempo que era


lanzada por los trozos de techo. Luego me sumergí a medida que las
paredes se desmoronaban, liberando una gruesa nube de piedras
trituradas por el tremendo impacto. Mis rodillas y brazos se rasgaron, pero
me obligué a mí misma a seguir moviéndome por los escombros. Vi algo
oscuro precipitarse hacía mí en medio de la niebla. Levanté los brazos,
dándome cuenta, que ya no sostenía un arma. En algún momento de mi
carrera loca para escapar del santuario en colapso, la dejé caer.
Intenté correr, y me atraparon antes de dar un paso. Luego reconocí
la larga figura a la cual era presionada. Manos calientes me recorrían el
cuerpo en apuro, buscando signos de lesión. Me dolía todo, pero el dolor se
9 desvaneció con el conocimiento de que Adrian seguía con vida. Tiré los
brazos a su alrededor, y por un bendito segundo, lo sentí abrazarme de
9 vuelta con la misma firmeza. Después Adrian me empujó detrás de él lo
suficientemente rápido como para hacer mis dientes crujir.
—¡Hondalte! —sonó una voz.
Detente, traduje mentalmente, reconociendo la palabra demoníaca
por nuestro tiempo en el reino. La espesa nube se disipó, revelando la
causa de la caída del santuario. Uno de los esbirros embistió su camioneta
al lado del edificio, derrumbando las paredes debilitadas por los disparos.
Lo que vi cuando me asomé frente a Adrian lucía igual de ominoso.
La silueta de media docena de esbirros se encontraba dibujada
contra los faros de los vehículos. Demetrius se posicionaba en el medio, su
cabello negro fundiéndose con las sombras que arrastraba como una capa
a sus espaldas.
—Adrian, suficiente —dijo el demonio en una voz molesta—. Hazte a
un lado. No tengo ningún deseo de hacerte daño.
—Seguro que no —se burló Adrian—. Todas esas balas dirigidas a mí
solo era tu manera de saludar.
La mirada de Demetrius lo barrió. —Esas eran para ponerle límites
al daño que le infligiste a mi gente, pero tú, más que nadie, sabes por qué
te queremos vivo. De hecho, Mayhemium es castigado por no darle órdenes
a su pueblo por cuidar de ti antes.
No pensé que un demonio fuera capaz de decir la verdad, pero en ese
momento, creía en Demetrius. Para empezar, seis cañones fueron fijados
en nosotros, pero por orden del demonio, nadie disparaba. En cuanto a
Adrian, la sangre le goteaba de múltiples heridas, manchándole la ropa y
curvando su cabello castaño, pero cuando lo abracé, se sintió completo.
Qué triste que estaba aprendiendo a diferenciar entre gravemente herido y
moderadamente herido.
—Ah, pero si ella muere, entonces ya no me necesitas —contrarrestó
Adrian.
Buen punto, y uno demasiado aterrador. Bajé la mirada. Todavía
nos hallábamos en terreno sagrado, por la débil luminiscencia vagando, de
tal manera que Demetrius no podía llegar a nosotros. Claro, con todas las
armas apuntándonos, no le era necesario.
—Aún eres mi hijo —dijo Demetrius tranquilamente—. Entréganos a
la Davidiana, y gustosamente te daré la bienvenida a casa.
Todo el cuerpo de Adrian se tensó. —Deja de llamarme así —le dijo,
cada palabra vibrando con odio—. Y solo tendrás a Ivy sobre mi cadáver.

1 Demetrius suspiró, resignación parpadeándole en los rasgos pálidos.


—Si insistes en morir por ella, que así sea. —Luego sus ojos negros se
iluminaron—. Sin embargo, haré que te alces de vuelta para que puedas
00 cumplir tu destino.
El aliento de Adrian silbó entre dientes. —No tienes ese poder.
La risa del demonio envió escalofríos de repulsión a través de mí. —
¿Todas tus sobredosis, hijo? Las he tenido. Muchas veces.
Seis pistolas se levantaron con un propósito letal. En medio de una
oleada de miedo, también sentí una gran determinación apoderarse de mí.
No podía salvarme, pero nadie más moriría por mí esta noche.
Empujé a Adrian a un lado con tanta fuerza como pude. No sé si era
adrenalina o resolución de un último deseo, pero en verdad conseguí
derribarlo. Justo cuando su mirada conmocionada se encontró con la mía,
múltiples crujidos fuertes sonaron. Me tensé, esperando el dolor... y luego
una voz fresca y familiar habló.
—¿Es un mal momento? —preguntó Zach secamente.
La conmoción me paralizó, con mis músculos aún agrupados y mis
ojos simples rendijas por el proceso de apretar y cerrarlos. Me tomó un
segundo antes de registrar que no estaba, de hecho, muerta. Tampoco me
dispararon, a menos que contara mi pierna, pero eso era de hace rato y se
sentía como una herida superficial de todos modos.
Aunque las balas se alineaban frente mí, lo bastante cerca como
para llegar y arrancarlas del aire. Colgaban como si alguien hubiera
presionado pausa en un control remoto, en lo que contemplaba sus puntos
huecos con mórbida fascinación. Después otra serie de ruidosos crujidos
se escucharon.
Mi pelotón de fusilamiento cayó en una fila, sus cuerpos disipándose
en cenizas en cuanto tocaban el suelo. Ni siquiera su ropa o zapatos se
quedaron. Nada más sus pistolas permanecieron, la arena absorbiendo el
impacto a medida que las armas caían con golpes amortiguados.
—Arconte. —La voz de Demetrius era un gruñido apenas
controlado—. No deberías estar aquí.
¿Qué haces cuando tienes un demonio mirando fijamente a un ángel
al tiempo que las cenizas de esbirros muertos vuelan entre ellos? Tienes
que salir de ahí, por supuesto.
Me escabullí a un lado, despejando ese camino de balas en caso de
que se reactivaran. Adrian se levantó, agarrándome del brazo y jalándome
al santuario hecho añicos. Zach no miró a ninguno. Su penetrante mirada
oscura se concentró en el demonio, cuyas sombras se extendían y crecían
ominosamente grandes detrás de él.
—Deberías irte —dijo Zach en un tono suave.
1 Concordaba por completo, pero hablaba con Demetrius. El demonio
soltó otro gruñido, sus sombras aumentando aún más. Luego comenzaron
01 a girar, formándose en múltiples nubes en forma de embudo que azotaban
la arena y causaban que los autos de más cerca lentamente se deslizaran y
giraran.
—La Davidiana es mía —siseó Demetrius.
—Eh, hora de irnos, Adrian —dije nerviosamente.
—Nuestros carros están destrozados —fue su sombría respuesta.
—Deja el dramatismo, Demetrius —dijo Zach, todavía en ese tono
tranquilo—. No puedes derrotar a un oficial del Altísimo.
—Si eso es lo que eres —contestó el demonio con odio exuberante—.
Conozco a todos los oficiales, porque una vez fui uno, aunque ninguno de
ellos se llamaba Zacchaeus. —En seguida ladeó la cabeza como si tuviera
curiosidad—. Podrías ocultar tu identidad detrás de ese nombre y cáscara
humana, pero si eres lo que dices ser, ¿por qué no herirme junto a mis
sirvientes?
—Esas no eran mis órdenes —respondió Zach con indiferencia.
¿Por qué no? quería gritar, pero seguía alejándome con Adrian.
Ahora llegábamos al santuario arruinado, el desierto extendiéndose como
un lienzo en blanco detrás de nosotros.
—Órdenes. —Desprecio goteaba del tono de Demetrius—. ¿No te
cansan?
La boca de Zach se curvó en la más débil de las sonrisas. —Algunos
días.
—Entonces, libérate —comandó Demetrius—. Vive bajo tus propias
reglas tal y como nosotros lo hacemos, mi hermano.
Después dijo algo en un idioma que me recordó al demoníaco, si
sacabas todas las duras sílabas y las reemplazabas con exquisitez lírica.
Zach contestó en el mismo idioma, y casi cerré los ojos de la felicidad.
Nada nunca había sonado tan hermoso. Por supuesto, si él aceptaba la
oferta de Demetrius, los dos moríamos.
—¿Sabes lo que dicen? —le susurré a Adrian.
Él seguía alejándonos. —Demetrius dijo que su pueblo no tardaría
en reclamar este reino, e instó a Zach a unirse a ellos. Zach se negó.
Eso evidentemente molestó al demonio. Observé con pavor cómo las
nubes en forma de embudo de Demetrius se convirtieron en lo que lucían
como devastadores tornados, lanzando escombros del santuario hecho
añicos.
El auto de uno de los esbirros se volcó, lo que encendió una alarma.
1 —¿Puedes correr, Ivy? —me preguntó Adrian, su voz apenas audible
sobre el viento y la alarma del coche.
02 Sentí que no tenía la energía para arrastrarme, pero ¿si mi vida
dependía de ello? Sí. —¿Qué hay de Costa y los demás?
—Están muertos —respondió Adrian rotundamente.
La desesperación me hizo tropezar. Ni siquiera recordaba todos sus
nombres, y ellos murieron por mi causa. ¿Cuántos más morirían si seguía
yendo tras esa arma para salvar a mi hermana?
—Ve, ahora —instó Adrian, liberando mi mano.
¿Qué pasa contigo? me encontraba a punto de preguntar, cuando
una luz se estrelló a nuestro alrededor, iluminando brevemente todo con
una claridad meridiana. Vi brazos y piernas en medio de los escombros, la
parte de atrás de la camioneta que demolió el santuario, montones de
cenizas soplando lejos y todos los matices de la expresión de sorpresa de
Demetrius mientras su pared de tornados abruptamente se disipaba.
La mano de Zach cayó, pero la luz todavía latía debajo de su piel,
como si sus venas hubieran sido reemplazadas con rayas de electricidad.
—Vete, Demetrius —dijo en el repentino silencio.
—¿Quién eres? —casi susurró el demonio.
La mirada de Zach no vaciló. —Esta es tu última advertencia.
Demetrius desapareció, tomando los restos tenues de sus sombras
en ruinas con él. Me gustaría haber dejado escapar un grito triunfal si no
hubiera estado tan disgustada por la pérdida sin sentido.
—Todos los demás murieron —le dije, mi tono tan plano como el de
Adrian—. ¿Por qué no apareciste antes, Zach?
—No fui enviado —respondió, la respuesta me hizo querer gritar—.
Además, no todos murieron. Algunos duermen.
Con eso, se acercó a los escombros y agarró una mano inerte sucia.
Costa surgió de las rocas con un jadeo, su mirada lanzándose alrededor
como si esperara un ataque.
—No tengas miedo —declaró Zach—. Estás a salvo.
E ileso, a juzgar por la facilidad con la que Costa se movió una vez
que salió de las rocas. Lo contemplé, incredulidad convirtiéndose en
asombro. No existía forma de que estuviera solo "dormido". Todavía tenía
agujeros de bala en la camisa, por no hablar de que fue enterrado bajo un
edificio de piedra; aunque ahora, parecía estar en mejor forma que yo.
Un vistazo a la cara de Adrian lo confirmó. Miró fijamente a Zach al
tiempo que su expresión cambió de sorpresa a expectativa.
—Despierta al resto de ellos —dijo con un frenesí apenas contenido.
1 Zach no respondió, pero fue a otro cuerpo en reposo y luego levantó
a un Tucco perfectamente sano.
03 —¿Qué pasó con los esbirros? —preguntó Tucco, sacudiendo el polvo
y los escombros de su cabello.
—Cenizas —respondió Adrian en un tono lacónico.
—Bueno —fue la respuesta de Tucco, seguida de—: ¿Dónde está
Tomas?
—En el santuario —dije, mi voz alcanzando la siguiente palabra—.
Dormido.
—No está dormido. Tomas murió —corrigió Zach, ninguna emoción
en su tono.
Adrian se le acercó, tomándolo por el cuello del suéter. —¡Des-piér-
ta-lo! —dijo con los dientes apretados.
Lo apuestos rasgos de Zach permanecieron en aquella máscara
serena. —Murió —respondió, espaciando las palabras como Adrian hizo—.
Ni tus demandas ni tu ira pueden cambiar eso.
—Pero tú puedes salvarlo —estallé, corriendo a agarrar la manga del
Arconte—. Por favor, sálvalo.
Nos miró a Adrian y a mí antes de mover nuestras manos a un lado.
—Su hora había llegado, al igual que con los otros dos. Está hecho.
Entonces se alejó, y agregó—: Hay otros que aún pueden salvar, si
no se han rendido. Los boletos esperan en el aeropuerto de Durango.
Decidan lo que decidan, no se queden aquí. Demetrius pronto encontrará
el valor y regresará.
A medida que Zach desaparecía, uno de los autos antes silenciosos
volvió a la vida. Los cuatro lo miramos por un instante, y más tarde, por
acuerdo tácito, subimos al vehículo.
No sé si los demás fueron motivados por el instinto de supervivencia,
pero supe por qué yo me metí en el coche, y no era solo porque quería
dejar el santuario de la muerte atrás. Podría haberme enojado, confundido
y sentido con la urgente necesidad de una ducha, pero aún no me disponía
a renunciar.

1
04
Traducido por Fany Stgo.
Corregido por Dafne M

Adrian usó lo que le quedaba del maná que había guardado en su


bolsillo para tratar nuestras heridas de camino al aeropuerto. Tucco se
bajó en nuestra primera parada en la Ciudad de México, mientras que
Adrian y yo continuamos hasta nuestro destino final en Miami, Florida.
Descubrí durante el viaje que Costa y Tomas vivían en Miami, y viajaron
hasta Durango para ayudar a Adrian luego de que los hubiera
llamado. Solo Costa sobrevivió para regresar a casa.
Su casa era una antigua iglesia localizada a solo dos cuadras de la
playa. Incluso tenía un campanario con una cruz en la azotea. Cuando
Costa me enseñó los alrededores, me di cuenta de que él y Tomas se
habían encerrado en ese altísimo y puntiagudo techo, para convertirlo en

1 un segundo piso. Ahí fue donde me quedé, en el antiguo cuarto de


Tomas, y el primer día todo lo que hice fue dormir.
El segundo día fui a la playa. No trataba de broncearme, pero el sol,
05 el calor y el paisaje tropical hicieron justamente lo contrario que lo del
reino de los demonios, y gratamente me dejé ir ante las diferencias. Ya no
podía soportar el frío o la oscuridad. Dejaba las luces encendidas cuando
dormía, algo que no hacía desde niña, y si los grados del aire
acondicionado bajaban, una sensación de temor se apoderaba de mí.
Costa dijo que nadie salía del reino de los demonios de la misma manera
en la que entraban. Adrian también me lo advirtió. Ambos tenían razón.
Me quedé en la playa toda la tarde, moviéndome bajo la sombra del
pabellón cuando mi piel comenzó a enrojecer. Los finales de octubre en
Miami se sentían como junio en Virginia, pero la playa no se encontraba
abarrotada de gente, probablemente porque era jueves. Allá en la
Universidad de Michigan, Delia y el resto de mis amigos estarían haciendo
sus planes para el fin de semana. Sabían que bares eran estrictos en
cuanto a pedir identificaciones y cuáles no, además siempre se iban de
fiesta cerca del campus. Los acompañé en su sube y baja entre clases y
fiestas por los dos últimos años, pero casi parecía extraño darme cuenta
de que estaría haciendo eso de nuevo si regresaba a casa. A menudo tenía
que fingir mi entusiasmo por salir, y eso fue antes de que supiera que las
cosas extrañas que veía eran reales. ¿Ahora? No podía fingir
impresionarme por un borracho quitándose su soporte del barril. Patear el
culo de un demonio, eso me impresionaría.
Hablando de chicos, unos pocos me coquetearon durante el día, lo
que hubiese sido halagador bajo circunstancias normales. Estas eran todo
lo contrario. Para empezar, me coqueteaban por mi peluca rubia, no por
mí. Más importante, cuando no me hallaba pensando en la muerte de
Tomas, el encarcelamiento de mi hermana o el horror del reino de los
demonios, pensaba en Adrian. Coquetear con lindos extraños era la última
cosa en mente.
Tres de los chicos tomaron mi desaire como hombres y siguieron su
camino. Sin embargo, el cuarto estaba siendo un fastidio.
—Vamos, dulzura, toma una copa conmigo —exhortó.
—De nuevo, no —dije, sin añadir “no soy tu dulzura” solo porque
comprender frases sencillas era demasiado para él.
Sonrió, mostrando sus lindos dientes. Tampoco era feo, con su
cabello corto negro y su delgado cuerpo musculoso, pero aún si yo
estuviera buscando una cita, él no lo sería. Años atrás, salí con un chico
que no entendía la palabra no, y terminé rompiendo una botella vacía de
cerveza en su cabeza la noche del baile de graduación. Eso, sí lo entendió.
El Sr. Insistente tomó mi mano, tirando de ella con una sonrisa de
suficiencia. —El bar se encuentra cruzando la calle. Te encanta….
Ser empujado y arrojado a la arena terminó su labia coquetona.
Adrian se cernió sobre él, su pie aplastando la espalda del chico. De
alguna manera, no me sorprendía.
1 —Me has estado espiando todo el día, ¿no? —dije—. Adrian, te dije
que necesitaba un tiempo a solas.
06 Él miró al Sr. Insistente. —Buena cosa que no escuché.
Puse mis ojos en blanco. —¿Cómo si yo no pudiera manejarlo? Por lo
menos, debiste saber que yo sería capaz de dejarlo atrás.
—…jame…arme —dijo el chico, sus palabras incomprensibles,
tratando de escupir la arena lo suficiente como para hablar.
Adrian lo levantó, aunque con un fuerte puñetazo envió de nuevo al
Sr. Insistente al suelo.
—Piérdete —dijo secamente.
El chico miró a Adrian con hosca confianza, recordándome que solo
veía su disfraz. No el hombre descomunal de un metro, noventa y ocho que
le arrancó la garganta a la última persona que me tocó sin mi
consentimiento.
—Debería patear tu culo —murmuró el chico.
—Deberías correr mientras tengas piernas —le dije al Sr. Insistente.
A Adrian le dije—: Él no vale la pena un reporte con la policía, así que no
hagas nada de lo que estás pensando.
O el chico sintió el peligro en la mirada feroz de Adrian, o de pronto
recordó a otra chica que quería ir a al bar. Lo que sea que fuese, con otro
murmullo, se fue, todavía limpiando la arena que traía encima mientras
subía las escaleras del pabellón.
Una vez que se hubo ido, Adrian y yo nos miramos. Hace unos
momentos parecía listo para atacar; ahora lucía casi vacilante, como si no
supiera que decir.
—Costa está preparando la cena —me dijo, como si eso tuviera algo
que ver con que estuviera aquí—. Estará lista dentro media hora.
Mi molestia comenzó a evaporarse. He visto a Adrian enojado,
vengativo, irritado, seguro, letal y seductivo, pero esto era diferente. Casi
lucía… tímido. ¿Era porque lo encontré espiándome? Si era así, no debió
hacerlo únicamente por andar preocupado por mi seguridad.
—Entonces, ¿qué hay de cenar? —pregunté, mi voz suave.
Él sonrió. —Musaca12 quemada probablemente. A Costa le encanta
cocinar, y no tengo el corazón para decirle que apesta en ello.
Reí. —Gracias por el aviso. Le seguiré la corriente y dejaré mi plato
vacío también.
Adrian rio antes de mirar a otro lado. La brisa del mar agitó su
flequillo más largo mientras el sol se ponía, volviendo su cabello rubio-
marrón en diferentes tonos de rojo. Su camisa lo moldeaba por el viento, y
sus pantalones cortos mostraban esas musculosas piernas bien torneadas.
—Lo hiciste muy bien en el reino —dijo, todavía sin mirarme—.
Quise decírtelo antes, pero…
—Todos murieron y Zach solo trajo a un par de vuelta —completé, la
pena ahuyentando mis otros pensamientos—. Por cierto, gracias. No pude
1 decirlo antes tampoco. No hubiera salida de allí con vida si no fuera por ti.
O fuera del desierto, del monasterio, del otro desierto, Bennington…
07 gracias a Adrian, estaba resultando tener más vidas que un gato.
Me miró entonces, la tristeza volviendo sus ojos de un profundo tono
de azul. —Tomas… ¿fue rápido?
Di una respiración estremecedora al recordar su horrible herida y las
últimas palabras de Tomas. —Lo fue.
Asintió, volviendo su mirada al agua, pero vislumbré el dolor que
trataba de esconder. Me acerqué más, deslizando mi mano en la suya sin
siquiera pensarlo. Sus dedos se envolvieron alrededor de los míos, y la
sensación de lo correcto me golpeó como una bola de demolición. ¿Estaba
tan enamorada? ¿Tan rápido?
—Me alegro de que estuvieses con él —dijo, con un tono ligeramente
ronco—. Morir ya es malo. Hacerlo solo es peor.
No podía imaginar todas las muertes que Adrian tuvo que ver al
crecer en el reino de los demonios. Yo sufrí tan poco en comparación, y
algunos días, todavía me sentía como si no pudiera soportarlo. Hoy fue
uno de esos días. Todo el calor y sol que intenté tomar no hicieron ni un

12Plato tradicional de los Balcanes y el Medio Oriente hecho a base de berenjenas. La más conocida
internacionalmente es la versión griega, que consiste en capas de carne picada de cordero,
berenjena en rebanadas, y tomate, cubiertos de una salsa blanca y horneados.
hueco en la oscuridad helada creciendo dentro de mí. Pero sujetar su
mano lo hizo, y eso me asustó tanto como me maravilló.
—¿En verdad crees que soy lo suficientemente fuerte como para
seguir buscando en los reinos hasta que encuentre esta arma? —pregunté,
mi voz apenas audible mientras decía mi mayor miedo en voz alta.
Su mano se apretó en la mía. —Sé que lo eres —dijo Adrian,
girándose para mirarme otra vez.
No fueron sus palabras, aunque necesitaba escucharlas. Ni siquiera
fue su voz, aunque vibraba con seguridad. Fueron sus ojos. Nunca había
leído mucho de los ojos de una persona, pero los de Adrian parecían
derramar todos los secretos que aún se negaba a decirme. En esas
profundidades de zafiros, supe que quiso decir lo que dijo. Yo tal vez no
crea en mí, pero él lo hacía, y en ese momento me dio la esperanza de que
saldríamos adelante. Todos nosotros.
Extendí mi mano libre, deslizándola por su brazo. —Gracias —le dije
en voz baja.
Se acercó, alisando mi cabello hacia atrás y cerré mis ojos. Me sentía
tan segura con él, lo que dijo que era la última cosa que debería sentirme.
Aun así, si nada más que la traición venía en un futuro, ¿cómo podría ser
Adrian la única persona en la que confíe? ¿Y cómo podría ser la única
persona que me hacía sentir viva si él estaba destinado a ser mi muerte?
—Yo también creo en ti —le dije, sin abrir mis ojos—. Vencerás tu
1 destino. Sé que lo harás.
Dejó escapar un sonido ahogado y mi piel se sintió fría de tan rápido
08 que me soltó. Cuando abrí mis ojos, no me sorprendió ver solo la arena
mojada por el oleaje frente a mí.
Una vez más, Adrian despareció, pero al igual que las otras veces, en
realidad no se había ido. Ya sea por destino o por elección, ningunos de los
dos podía alejarse del otro por completo.
No todavía.
Traducido por Beatrix
Corregido por Josmary

A la mañana siguiente, me desperté con un hombre extraño sentado


al final de mi cama. Se encontraba de espaldas a mí, y habría gritado si no
hubiera reconocido su desteñida sudadera azul. Lo bueno es que me
contuve. Adrian y Costa habrían corrido con sus armas en la mano.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté a Zach.
El Archon dejó una imagen de Tomas con su padre cuando era niño.
Fotos de la familia ocupaban la mayor parte de la habitación de Tomas.
Esperaba que mirarlas hiciera que Zach se sintiera culpable. Podría haber
salvado a Tomas, pero decidió no hacerlo por razones que todavía no
entendía.
1 —Estoy aquí para ponerle glamour a tu apariencia —respondió
Zach, ignorando el pensamiento que sabía que había oído—. Adrian ha
09 elegido el siguiente reino que ambos inspeccionaran, y los demonios
estarán más atentos a mujeres rubias.
Pasé la mano por mi pelo, recordando que sólo Adrian, Zach y yo
vimos su tono marrón oscuro. En cuanto a mi cara, bueno, no me había
visto claramente en casi dos semanas. No ser capaz de mirarme en un
espejo sin arriesgarme un ataque demoniaco eliminó cualquier impulso
femenino para comprobar mi apariencia.
—No exageres el factor caliente esta vez —le dije—. Podríamos
haber logrado salir de ese reino sin luchar si Mayhemium no hubiera
conseguido una erección a causa de lo glamurosa que me veía.
Zach asintió. —Voy a hacer los cambios apropiados.
Y puso su mano en la parte superior de mi cabeza. Como la última
vez, no sentí nada, pero cuando dijo—: Ya está hecho —Sabía que ahora
me veía completamente diferente. Lástima que no podía ver mis disfraces.
Cuando miraba mi reflejo en superficies brillantes, todavía parecía la
"verdadera" yo.
—Está bien. —Me levanté de la cama, me puse una bata y caminé a
la puerta—. Prepararé café. ¿Supongo que no quieres un poco?
El lado de su boca se torció. —Estoy tratando de reducir mi
consumo.
¿Acababa de decir una broma? Le miré fijamente, pero esa
contracción se fue y su expresión volvió a su estado normal, la máscara
sosegada. Decidí que tenía cosas más importantes de qué preocuparme,
salí de la habitación.
—Zach está aquí —anuncié en mi camino a la cocina.
La puerta de Costa se abrió de golpe, y me miró, conmoción
arrugando sus rasgos. —¿Ivy?—preguntó con incredulidad.
Agité una mano. —Lo sé. Zach me dio un cambio de imagen, para
que los súbditos y demonios no me reconozcan de mi viejo disfraz.
—Seguro que no lo harán —graznó Costa, sus labios se ladearon de
alguna manera que indicaba que Zach tomó mi advertencia en serio
agregándole a mi nuevo aspecto su dosis de fealdad.
Di un encogimiento de hombros mental. Era bastante superficial
para preocuparme si Adrian me venía de esa manera, pero no lo hizo.
Hablando de Adrian, su puerta se abrió mientras pasábamos.
Estaba a mitad de ponerse una camiseta, lo cual me dio un vistazo de su
musculoso pecho y miré deprisa sus abdominales antes de que el material
1 suelto las cubriera. Tragué saliva, mirando a otro lado. Con un ángel lector
de mente en la casa, realmente no era momento de pensar en lo mucho
10 que Adrian me afectaba.
—Zach. —La voz de Adrian era rápida—. Necesitamos más maná,
además de un nuevo aspecto para mí, también.
Costa dijo algo en griego que provoco que Adrian me mirase.
Luego soltó un bufido de diversión.
—Lindo —dijo a Zach, el nerviosismo desapareció de su tono.
¿Me dio Zach verrugas al estilo Halloween, también? Levanté mi
nariz y empecé a hacer café. Algunos éramos demasiado maduros como
para preocuparnos por cosas como las apariencias falsas poco atractivas.
—¿A dónde vamos ahora? —pregunté.
Zach se quedó de pie, pero Adrián y Costa se sentaron en la mesa
de la cocina. Saqué tres tazas del gabinete. Ninguno de nosotros trataba de
reducir nuestro hábito del café.
—Roanoke, Carolina del Norte —respondió Adrian.
Por lo menos no es otro desierto —¿Hay un vórtice allí?
—No. —El filo se encontraba de regreso al tono de Adrian—. No
más vórtices.
Me di la vuelta, todavía con mi taza de café vacía. —¿Porque?
—Demetrius ahora sabe que el arma está oculta en un reino del
demonio —respondió Zach por él—. Va a esperar que pruebes los vórtices,
ya que son los medios más eficientes de entrada en sus reinos.
El encogimiento de hombros de Adrian expresó, lo que dijo él. Costa
todavía parecía estar relacionado mi nueva apariencia con quién era, pero
me hallaba centrada en esa información que nadie me había dicho antes.
—¿Quieres decir que los demonios no sabían que el arma fue
escondida en uno de sus reinos antes de que nos atraparan buscándolo?
—Eso es correcto —dijo Adrian, con una mirada de reojo a Zach—.
Va a ser una carrera para ver quién lo encuentra primero, y puedes
apostar que van a estar buscando en sus mundos de arriba a abajo.
—¿Sabes dónde está?—pregunté sin rodeos a Zach, recordando la
acusación de Adrian sobre el Arconte.
Como si supiera el origen de mi pregunta, Zach dio a Adrian una
comedida mirada antes de responder. —No.
El Arconte no miente, me recordé a mí misma. Por otra parte, sólo
tenía la palabra del Arconte en eso, así que no era exactamente imparcial.

1 —Pero tu jefe lo sabe —sondeé—. ¿Verdad?


La más leve sonrisa curvó la boca de Zach. —Sí no, no sería
11 precisamente un "jefe".
—¿Qué tal si salvamos muchas vidas para que nos diga dónde está,
entonces?—pregunté, apenas conteniendo mi sarcasmo.
Zach se encogió de hombros con exasperación. —Si esa fuera su
voluntad, ya sabrías su ubicación.
La taza de café en mi mano se rompió. Aullé, tanto por el dolor y el
ruido que retumbaba mientras las piezas caían al suelo. No fui consciente
de apretar mi puño, pero en mi cólera, debí hacerlo. Adrian empezó a
avanzar, pero lo quité de encima con un golpe frustrado de mi mano.
—Lo siento —murmuré a Costa, inclinándose para recoger los
pedazos. Y le dije Zach—: Entonces tu jefe es una mierda. A él le beneficia
que se encuentre el arma antes de que los demonios lo hagan, pero en
lugar de ayudar, está agarrando palomitas para sentarse y ver.
—Hay que acostumbrarse a eso —dijo Adrian secamente.
—¿No es eso lo que preferirías hacer?—respondió Zach, su mirada
intermitente, me invadió—. Si la vida de tu hermana no estuviera atada a
esta arma, ¿te arriesgarías a buscarla? —Antes de que pudiera responder,
le habló a Adrian—: ¿Y si no fuera la clave para tu venganza, arriesgarías
tu destino para ayudarla? No —respondió por los dos—. Por lo tanto,
sienten su juicio sobre sus propios pecados antes de suponer juzgar a los
demás.
Ahora me alegré de haber roto el vaso de vidrio grueso. De lo
contrario, podría habérselo tirado.
—No hay nada malo en querer salvar la vida de mi hermana —Casi
gruñí.
—Miles incalculables están atrapados en los reinos oscuros. Si la
tuya es la única vida que te importa, algo está muy mal —respondió Zach
a la vez.
—Eso está fuera de mi control y lo sabes. Si pudiera salvarlos a
todos, ¡lo haría! —le espeté de vuelta.
Cayó un silencio absoluto. Durante un segundo, parecía que
también el ruido del tráfico fuera de la casa de Costa había desaparecido.
Adrian cerró los ojos, ira y resignación saltando sobre sus rasgos. Luz
brilló brevemente en la mirada de Zach, y me miró con tal intensidad que
una ola de premonición se apoderó de mí.
Algo significativo acababa de ocurrir, y como de costumbre, era la
única que no sabía lo que era. También, como era usual, ninguno de ellos
me iba a decir al respecto.
1 Lo que sea. Haría que me lo dijeran, eventualmente. Tiré lo último
de la taza destrozada a la basura y luego puse la mano bajo el grifo,
12 lavando el corte que uno de los fragmentos ocasionó.
—¿Cuándo nos vamos para Roanoke? —preguntó Costa, rompiendo
el cargado silencio—. Y antes de discutir Adrian, voy contigo. Tomas murió
luchando por la probabilidad de que Ivy encontrara esa arma. Estoy viendo
todo esto hasta que lo haga. Entonces mi mejor amigo por fin podrá
descansar en paz.
Empecé esto para rescatar a mi hermana, pero en un corto período
de tiempo, las apuestas se hicieron mucho más grandes. Ahora más que la
vida de Jasmine pendía de un hilo. Lo mismo pasaba con la venganza de
Adrian, la justicia de Tomás y el tributo de Costa a su amigo, todo
dependiendo de mi capacidad de encontrar y usar con éxito un arma
sobrenatural, eso, si los demonios cazándonos no nos mataban primero.
No hay presión, ¿verdad?
La mirada de Adrian se trasladó a Zach, y los dos hombres
intercambiaron una mirada que no pude leer. Fuera lo que fuese, no era
feliz.
—¿Trajiste mi coche? —preguntó Adrian finalmente.
Un movimiento de cabeza diagonal. —Por supuesto.
Adrian se acercó a la cafetera, ahora llena, bebió una taza
humeante como si fuera un solo chupito y luego proyectó al resto de
nosotros una sombría sonrisa expectante.
—Nos vamos en una hora.

1
13
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Mary

Un vistazo dentro del baúl de Adrian explicó por qué estábamos


conduciendo a Carolina del Norte en vez de volar. Se veía como un kit de
un miembro Premium de la ANR13, con filas y filas de pistolas, rifles
regulares y fusiles de asalto. Apenas había espacio para el equipaje, no es
que yo tuviera mucho que aportar. Aparte de ropa y artículos de higiene
básicos que Zach me había metido, todo lo que tenía era una barra de
labios, goma de mascar y crema para la cara, todo dentro de una pequeña
bolsa de viaje, claro.
Tomé esa bolsa para aplicarme mi lápiz labial durante nuestra
primera parada. Costa no fue la única persona que se quedó mirando
cómo contorsionaba mi cabeza con el fin de ver un reflejo distorsionado en
1 el espejo del lado vacío de Adrian. No es que me importara. No lo hacía
para lucir más bonita para Adrian, Costa o incluso para mí misma. Lo

14 hacía porque era mi último eslabón de una vida semi-normal. Todo lo


demás se había vuelto del revés o borrado, pero este pequeño ritual
femenino era mi promesa silenciosa de que un día, si sobrevivía, lo
conseguiría de vuelta. No importa cuánto tiempo llevara, o lo que podría
cambiar respecto a las verdades que ahora sabía.
—Eso parece... inquietante —dijo Costa cuando terminé.
Moví mis labios, imperturbable. —Voy a mejorar en esto sin un
espejo. Ahora, pásame la piedra y guantes. Iré el baño de mujeres antes de
irnos.
—Uh, no creo... —comenzó Costa, sólo para ser interrumpido por
Adrian—: No. Esto tengo que verlo.
Les di una mirada inquisitiva mientras tomé los guantes y la piedra
que necesitaría para romper el espejo. Eso resultó sospechoso cuando me
siguieron hasta la estación de servicio, ni siquiera pretendieron revisar
mientras me observaban entrar en el cuarto de baño. Por Dios, ¿la había
jodido mucho con mi labial?

13
Asociación Nacional del Rifle.
Esta vez, miré debajo de los puestos antes de romper el espejo.
Nadie, bien. Después de patear lejos el peor de los fragmentos, contesté la
llamada de la naturaleza. Me encontraba en el proceso de lavarme las
manos cuando la puerta se abrió y un chillido me sobresaltó.
—Ese ya fue roto —empecé a mentir, sólo para ser interrumpida por
la mujer afroamericana corpulenta diciendo—: ¡Estás en el lugar
equivocado, abuelo!
¿Qué? Mientras la miraba fijamente, la mirada de la mujer cayó a
mis labios, luego al vidrio en el piso.
—¿Está bien, señor? —preguntó con una voz menos escandalizada.
—No soy un hombre —protesté, me detuve en el repentino estallido
de risas desde el interior de la tienda. Uh-oh.
La mirada incrédula de Costa cuando me vio primero. El comentario
divertido de Adrian de "Lindo" a Zach. Ambos me siguieron al baño de
mujeres. Esta mujer me llama "señor" y " abuelo".
—Me veo como un tipo viejo, ¿no? —le pregunté con resignación—.
Un viejo usando lápiz labial, nada menos.
Preocupación brilló en sus características. —¿Hay alguien aquí con
usted, señor? ¿O hay alguien a quien podemos llamar?
1 —Sí. —Mi voz era irónica—. Llame al ángel con el retorcido sentido
del humor, porque todo esto es su culpa.
15 Ahora ella realmente parecía interesada, pero la pasé rozando,
diciendo—: Suficiente diversión, idiotas. ¡Es hora de llevar al abuelo a dar
un paseo! —A los dos chicos sonrientes esperándome.

***

Tiempo atrás, cuando Roanoke Island era el sitio de un


asentamiento colonial en la época que desapareció misteriosamente. Hoy
en día, las partes de la isla atraían visitantes mediante la comercialización
de ese evento. El Festival Park, una atracción turística completa con una
recreación estructural de la colonia perdida, una obra de teatro sobre el
tema, varios juegos de estilo isabelino, y la gente deambulando en el
vestuario del siglo XVI.
No nos detuvimos aquí, así podríamos unirnos a las festividades. En
los atisbos que atrapé del reino de los demonios, el lado norte de la isla de
Roanoke se hallaba rodeado de hielo en vez de agua, con tierra estéril
reemplazando el bonito roble y mirtos. Algunas de las cabañas pre-
coloniales de Festival Park estaban allí, aunque, luciendo no muy diferente
de los que duplicaban el pueblo de la antigua Colonia Perdida.
—Es como si el reino se tragara este lugar —murmuré a Adrian,
contenta de que alguien más viese lo que yo.
—Eso es exactamente lo que pasó —respondió, su voz baja—. Los
Reinos comienzan como reflejos duplicados de nuestro mundo, con todo lo
que construimos aquí siendo reflejado allí.
—¿Todo? —Traté de absorber el pensamiento asombroso de que
reinos demoníacos habían duplicado el mundo entero.
—Como reflejos —subrayó Adrian, me llevó a los árboles detrás del
Centro de Visitantes—. Aún no son tangibles. Sólo sucede cuando los
demonios consiguen bastante poder como para absorber un área. Cuando
lo hacen, el lugar, junto con todo el mundo en el mismo, se deja absorber
a un nuevo reino en el mundo de los demonios. Así que, en efecto, se lo
tragan. Entonces lo que queda en nuestro mundo es una cáscara vacía.
Por un segundo, cerré los ojos, pensando en las dos versiones del
hotel en que se encontraba Jasmine atrapada. —Pero esa cáscara puede
ser reconstruida,
—Puede. —Adrian miró a su alrededor, sus labios frunciéndose—.
Los lugares absorbidos llevan impresiones negativas de lo que ocurrió,
incluso si la gente no entiende por qué no quieren construir allí. Festival
Park se encuentra en el extremo posterior del reino de los demonios. La
1 parte principal se ve tan hermosa en nuestro mundo, pero no está llena de
tiendas y hoteles como estas secciones de Manteo.
16 Tenía razón. La parte de Manteo en la que había alquilado una
habitación tenía casi de pared a pared hoteles, hostales, restaurantes y
tiendas. Comparado con eso, el lugar donde se había localizado la antigua
colonia perdida era en gran parte subdesarrollada.
—Entonces, ¿cuál era nuestra versión del reino de Mayhemium,
antes de que se lo tragara? —pregunté, ya no susurrando porque nos
encontrábamos a unos cien metros en el bosque por ahora—. Parecía a las
versiones más grandes de las pirámides del Sol y de la Luna en la Avenida
de los Muertos.
Él me dio una sonrisa tensa. —Conoces su historia.
—Es mi especialidad —le dije, recordando que las ruinas de
Teotihuacan tenían miles de años por nuestra parte. Los demonios habían
tenido tiempo de sobra para seguir construyendo en su lado de la esfera.
En comparación, la colonia de Roanoke había sido recientemente
absorbida, y era mucho menos impresionante que la succión de la tercera
pirámide más grande en el mundo.
—¿Por qué los demonios quieren este lugar? —pregunté.
Adrian me dio una mirada hastiada cuando se contuvo bajo una
rama para que yo pudiera pasar por debajo.
—Por la misma razón que cada conquistador quiere más territorio.
La persona con más generalmente gana.
Señalé débilmente—: Y crees que el arma podría estar aquí, ¿por
qué?
Se detuvo delante de un tronco de árbol grande que se había
reducido a la mitad, como si un rayo hace mucho tiempo lo hubiera
dividido en dos. La madera oscura levantada detrás de él me recordó a las
alas de Mayhemium, y me moví incómoda. ¿Qué horrores descubriría en
este nuevo reino?
—Está dirigido por un demonio débil —dijo Adrian—. Todo lo que sé
de los demonios de la línea de Goliat es que son muy fuertes. Esto
descarta que el arma esté escondida en uno de sus reinos. De lo contrario,
el demonio que la robó hubiera acabado de gobernar ese reino en lugar de
ocultarlo a la búsqueda de alguien que pudiera servirse de él.
Lo miré fijamente, incrédula. —¿Estás diciendo que Mayhemium fue
un demonio débil?
Su bufido fue de desprecio. —Oh sí. Un completo gatito.
—Claro. Debido a que no se puede transformar en decenas de
cuervos asesinos, ¿me equivoco?
1 Su boca se curvó en mi tono estridente. —¿Estás enloqueciendo, Ivy?
Sí. Si Mayhemium era la versión de demonio pequeño, ¡estábamos
17 tan jodidos! —Sólo estoy... absorbiendo esto.
Ese hábito se profundizó. —Lo siento, se acabó el tiempo. Aquí está
la puerta.
Con eso, me agarró y luego nos dejó caer atrás en la V en el tronco
de un árbol. En lugar de golpear la madera muerta de hace mucho tiempo,
la montaña rusa de perforando el reino comenzó, dejándome con una
sensación familiar de náuseas cuando nos escupió en una oscura, y
congelada versión de Festival Park.
Esta vez, las luces de los residentes del reino estaban tan cerca que
no me sentía como si me hubieran dejado ciega. Por supuesto, también
significó que fuimos detenidos por un subordinado de donde habíamos
estado antes en menos de cinco minutos. EL deslizamiento del blanco en
sus ojos igualó las pieles que llevaba encima de su traje de cuero y metal,
haciéndolo lucir como si se hubiera metido en una tienda con exceso de
ropa vikinga.
Yo había oído suficiente demoníaco para saber que dijo una
variación de—: ¡Alto! ¿Quién está ahí? —A Adrian, pero su respuesta se
perdió para mí. Pareció satisfacer al guardia subordinado, y la forma en
que apenas me miró me hizo alegrarme por el disfraz de hombre viejo de
Zach.
—¿Cuál fue tu excusa esta vez? —le susurré cuando el guardia
estuvo lo suficientemente lejos para no oírnos.
La boca de Adrian se tensó. —Le dije que eras el alimento.
Claro, porque, el trabajo forzoso y el sexo forzado eran las únicas
cosas por las que a los demonios le importaban humanos en sus reinos.
Una especie enferma de rabia me invadió. Jasmine. A pesar de las
seguridades dadas por Adrian de que los demonios la estaban tratando
mejor que nadie, yo no podía dejar de preguntarme qué horrores había
pasado mientras yo me hallaba por ahí buscando esta arma.
Me obligué a apartar esos pensamientos. Sólo conducían a más ira y
sentimientos de impotencia, que no le harían a mi hermana nada bueno.
Encontraríamos el arma, y para hacer eso, necesitaba concentrarme en las
habilidades que comenzaba a aprender a usar.
Pasamos unas viejas cabañas de madera que se hallaban cubiertos
por una gruesa capa de hielo. Esclavos Humanos ocupados, y era todo lo
que podía hacer para no regalarles mis campera de abrigo, botas y guantes
cuando los vi temblando en sus miserables cubiertas. Yo no podría, por
supuesto. Eso sería anunciarme a los esbirros y demonios aquí, y aunque
habían mucho menos que en el reino de Mayhemium, había un montón de
transeúntes inocentes en nuestro lado de Festival Park. Costa esperaba
1 con nuestro arsenal en el estacionamiento, pero iniciar un tiroteo en una
atracción turística era la última cosa que queríamos hacer.
18 Después de las cabañas de madera, caminamos a lo largo de lo que
parecía ser una línea de kilómetro y medio de iglús. Los iglús tenían
sentido, suponía, ya que era el único material de hielo en gran oferta aquí,
y los demonios habían absorbido este reino antes de que nada sustancial
fuera construido. La luz interior hacía que los iglús resplandecieran, y
mientras me sentí mal por todas las personas atrapadas, agradecía por la
iluminación adicional. ¿Mencioné que había llegado a odiar a la oscuridad?
—¿Sientes algo? —preguntó Adrian.
—No —le respondí, y él gruñó como si hubiera esperado eso.
Adivinaba que el último lugar que pensaba que el arma estaría oculta era
en la pared de una choza de esclavos.
Cerca de tres kilómetros de caminata, tenía una pregunta, también.
—¿Por qué el cuartel general de los demonios está tan lejos de las entradas
de reino?
Adrian me lanzó una mirada sesgada. —La ventaja táctica. Quieren
ver cuando un ejército viene, si alguien está detrás de su reino.
—¿Los demonios luchan entre sí por el control de los reinos?
La boca de Adrian se curvó en una sonrisa mordaz. —Los seres
humanos no tienen el monopolio de la apropiación de tierras, Ivy.
Supongo que no. En comparación con todas los demás crueldades
de los demonios, arrebatar reinos del otro parecía casi una actividad
benigna.
Después de diez minutos de caminata rápida, un castillo apareció a
la vista. Las paredes brillaban con diferentes colores, tenues pero etéreos,
me recordaba a una versión pequeña, multicolor de la Ciudad Esmeralda
en El mago de Oz. Cuando nos acercábamos, vi que las puertas se
encontraban adornadas con esculturas de hielo que parecían tritones y
sirenas. Una larga escalera bordeada por ondas de tallado de hielo
conducía hasta el castillo, y las puertas delanteras parecían enormes
conchas marinas.
Más guardias se encontraban estacionados alrededor de las puertas.
Además de metal, algunas de sus armas parecían estar forjadas de hielo.
Era como si hubiéramos entrado en una versión demoníaca del Paraíso
Congelado de Poseidón, y cuanto más miraba, menos quería recordar.
Odiaba que fuera tan hermoso cuando sabía qué horrores acechaban bajo
el bonito exterior.
Después de intercambiar algunas palabras con uno de los guardias,
Adrian nos llevó a la parte trasera del castillo. Allí, nos detuvimos de
nuevo, y Adrian transmitió el mismo mensaje que antes. Uno de los

1 guardias negó con la cabeza mientras me dio un brazalete rugoso, y no


necesitaba saber demoníaco para adivinar que era despectivo con mi
propuesta de ser comestible. Encorvé los hombros y traté de parecer
19 aterrorizada mientras esperaba que la expresión oscurecida de Adrian no
significara que estaba a punto de derribar al guardián. Todavía no había
sentido nada, pero no habíamos entrado en el castillo, y no me iría hasta
haber pasado a un sobrenatural.
Afortunadamente, Adrian no hizo nada violento, y nos llevaron
finalmente a la parte trasera del castillo. El estrecho pasillo parecía más
iglú que Ciudad Esmeralda, pero supongo que la imaginación no era
necesaria para la entrada de esclavos, aunque el piso era una sombra
bonita del rosa profundo
El agarre de Adrian en mi brazo se apretó hasta que debería haber
sido doloroso, pero apenas lo sentí. El suelo de la habitación en la que
entramos parecía una capa de rubíes. La razón de que se convirtió en
abominablemente claro, vi a un subordinado con los ojos nublados
enjuagando una mancha de un charco de sangre, se cristalizaba la
mancha añadiendo otra capa de color rojo. La sangre provenía de una
barra de hielo cercana, donde otro subordinado vestido de cuero tallaba
secciones del cuerpo yaciendo en él.
Esta no era la entrada de esclavos. Era el matadero.
El otro subordinado le dijo algo en demoníaco a Adrian. Él respondió
con voz áspera, dejando caer su mano de mi brazo, pero me hallaba
enfocada en él.
Un chico atado y desnudo yacía en el suelo. Al principio, pensé que
estaba muerto, también. Luego su mirada se deslizó de la losa goteando
hasta mí, y la desesperanza absoluta que vi en él me destrozó. No pedía
ayuda silenciosa. Mientras observaba la matanza pasando por encima de
él, su mirada vacía, decía que no conocía nada que pudiera salvarlo de ser
el próximo.
Sin la menor vacilación, saqué la pistola que Adrian me había dado y
disparé. El carnicero cayó, agarrándose el pecho. Seguí disparando a
medida que avanzaba, parte de mí maravillada por los sonidos silenciosos
y atrapados que la pistola hacía. Ese silenciador que Adrian había
atornillado a la punta realmente funcionaba como decían.
Dejé de disparar sólo cuando el cuerpo del carnicero se convirtió en
cenizas. Adrian miró las cenizas negras en el hielo, al siervo con la boca
abierta que había parado de enjuagar, y finalmente a mí.
—Mierda —dijo simplemente.

1
20
Traducido por Cris_Eire
Corregido por Itxi

El otro subordinado abrió su boca. Antes de que pudiera gritar, el


puñetazo de Adrián a su garganta lo interrumpió. Entonces le agarró la
cabeza con una brutal llave que terminó con un tirón, un chasquido, y con
el esbirro disolviéndose en un montón de cenizas en el suelo.
—Muévete, Ivy —ordenó Adrian—. No tenemos mucho tiempo hasta
que alguien los encuentre.
Con la misma extraña calma que sentí cuando disparé al carnicero,
guardé mi arma y me arrodillé al lado del chico desnudo.
—Dame tu cuchillo —le dije a Adrián.

1 Frunció el ceño, pero me lo pasó, y corté el plástico que ataba las


manos del niño. Él parpadeó una vez, pero no dijo nada, incluso cuando
me quité el abrigo y lo envolví con él.
21 —Ivy —dijo Adrian en tono de advertencia.
—Nos lo llevamos con nosotros —le contesté, quitándome mis botas.
Lástima apareció en la expresión en Adrian. —Ojalá pudiéramos,
pero…
—Nos lo llevamos con nosotros —repetí, casi escupiendo las dos
últimas palabras—. No me importa si es más peligroso. No me importa si
nos reducirá la velocidad. Él viene o yo no voy.
—¿Arriesgarías la vida de tu hermana para salvarle? —preguntó
Adrian con dureza.
Metí mis botas en los pies del niño pequeño. No podría tener más de
doce años, por lo que eran demasiado grandes. Apretar los cordones
tendría que servir.
—No puedo salvar a Jasmine en este momento —le dije, mi voz
tranquila por la absoluta certeza de que esto era lo correcto de hacer—.
Pero puedo salvarlo. No finjas que no lo entiendes. Costa y Tomas son
prueba de que lo haces.
Adrian murmuró algo en demoníaco, pero recogió al muchacho,
lanzando una mirada dura a mis pies ahora desnudos.
—Ponte las botas de nuevo. Yo lo llevo.
—Se está congelando y puedo aguantarlo —argumenté.
—Si lo hacemos a tu manera, todos morimos —dijo Adrian con
firmeza—. Ponte las botas de nuevo, cállate y entonces haz lo que te digo.
Me enfadé, pero nuestra supervivencia superaba el orgullo, así que
tomé las botas del chico y me las puse de nuevo. Él todavía no dijo nada.
Tal vez se hallaba en un estado de shock catatónico.
—Ahora, activa tu poder y busca por el castillo desde aquí —ordenó
Adrian.
Traté de aclarar mi mente lo suficiente para concentrarme. No
funcionó, probablemente porque me encontraba en una pequeña nevera
con dos pilas de cenizas de esbirros en el suelo, y un cuerpo troceado a
menos de cinco metros de distancia.
—Tengo que salir de esta sala —le dije.
La mirada de zafiro de Adrian parecía arder hacia mí. —No es una
opción, y nos estamos quedando sin tiempo.
Lo intenté de nuevo, cerrando los ojos, pero todavía no podía
concentrarme en nada excepto en la carnicería a mí alrededor. Me
1 encontraba de pie en capas de sangre congelada, por amor de Dios.
—Adrian —empecé a decir, pero su apretón repentino en mi
22 garganta me cortó.
—Tal vez no lo entiendas —dijo, los dedos apretándome
lentamente—. Tienes que rastrear este castillo ahora mismo, y no te vas a
mover de este sitio para hacerlo.
Agarré su muñeca, clavando mis uñas en su piel. Su mano sólo
apretó más, hasta que mi garganta ardía por la presión. Ni siquiera
necesitaba cambiar su agarre en el niño para estrangularme, y el niño nos
miraba con ojos vacíos, sin brillo. El pánico me alcanzó cuando no pude
conseguir más que unas cuantas respiraciones cortas, insuficientes. Mi
pecho se empezó a levantar en urgencia, tratando de forzar aire que Adrian
no me permitía tener.
¡Para! pensé, incapaz de decir nada. Mis uñas rasgaron la muñeca
de Adrian, pero el agarre de hierro no se aflojó.
—¿Todavía no puedes utilizar tu poder? —preguntó, mirándome a
los ojos con determinación implacable—. Entonces te voy a ahogar hasta
que estés inconsciente y dejaré a este chico detrás mientras te llevo a ti
fuera en su lugar. No puedes buscar el arma de todas formas, ¿o sí?
Mi grito de terror se atascó en mi garganta. No haría eso... ¿verdad?
¿Estaba equivocada acerca de él? ¿Era cada pizca del monstruo sobre el
que me advirtieron?
—La única forma en que me detendrás es accediendo a tu poder y
rastreando este lugar —continuó—. Y que sepas, Ivy, que puedo sentir
cuando lo haces, así que no te molestes en tratar de fingir.
¡Nunca te lo perdonaré! mi mirada juró, pero luego su agarre se aflojó
y el aire se precipitó hacia mis pulmones, reclamando toda mi atención. Mi
segunda profunda respiración fue ambrosía, sofocando la frenética presión
en mi pecho. La tercera se llevó mi pánico, y la cuarta me hizo cerrar los
ojos mientras me hundí con alivio.
Una llamarada invisible salió de mí, como si hubiera despedido fuera
un sonido estridente que de alguna manera no emitió ningún sonido. Con
él, sentí el castillo y los terrenos cercanos como si me las hubiera arreglado
para recorrerlos en un instante. Cuando terminé, sabía, con una certeza
tan fuerte como mi decisión de recoger al niño, que el arma no se hallaba
aquí. No había nada santificado. Este era un páramo helado del mal.
Con una deliberada mirada, Adrian me dejó ir. Gotas rojas se
mezclaron en el suelo de color rubí mientras sangre goteaba de su
muñeca, donde mis uñas se clavaron.
—Lo siento —dijo fríamente—. No podíamos llevar al niño al castillo
sin ser descubiertos, así que tuve que hacer algo extremo para que
accedieses a tu poder desde aquí.
1 —¿Cómo esto... de extremo? —dije con voz áspera, y luego le di una
bofetada tan fuerte como pude, la ira otorgándome una fuerza que
23 normalmente no tenía. La cabeza de Adrian se sacudió de lado, y cuando
se volvió hacia mí, una huella roja ya se hinchaba a lo largo de su mejilla.
—Me lo merecía —dijo, todavía con esa dura voz—. Ahora, vamos a
salir de aquí.
Me hallaba furiosa con él por asfixiarme hasta la casi inconsciencia
y amenazar con dejar al chico, pero lo dejé guardado bajo una lista en
rápido crecimiento titulada “venganzas a devolver”. Aparté su mano
cuando me condujo hacia la salida, y mi mirada le advirtió que no me
tocase otra vez mientras lo seguía por el pasillo hasta la entrada del suelo
rosa.
Antes de llegar a la puerta, Adrian sacó la pistola de mi abrigo,
reemplazó el cargador vacío con uno lleno, y luego me la devolvió.
—Puede que tengamos que disparar para salir de aquí —dijo, su
boca encrespándose con la oscura anticipación que siempre mostraba
antes de una pelea—. Pero esta vez, no dispares a menos que yo lo haga.
Me tragué mi respuesta sarcástica porque hablar hacía que mi
garganta doliese más. Además, nosotros quizá no sobreviviésemos a esto.
Si lo hiciéramos, bien… venganza a devolver.
—No te quedes atrás —advirtió Adrian, y luego salió del castillo,
corriendo agachado en dirección opuesta por donde vinimos.
Le seguí, manteniéndome agachada como él. Tan pronto como
estuve fuera, el aire glacial parecía golpear la parte superior de mi cuerpo,
ya que mi delgado suéter no era protección contra las gélidas temperaturas
del reino. De inmediato, mis dientes empezaron a castañetear,
empeorándolo por el viento mientras corría tan rápido como pude para
mantenerme al ritmo de la forma borrosa de Adrian. A pesar de que
tiritaba, me consolé pensando en lo caliente que el chico estaría en mi
abrigo. Fue hecho para soportar temperaturas bajo cero, y ahora mismo,
así era como se sentía afuera.
Ningún guardia nos persiguió, lo cual fue una feliz sorpresa. Tal vez
era porque corrimos justo por la oscura pared que rodeaba la parte trasera
del castillo. Nada ni nadie parecían estar fuera en este lugar, y cuando me
caí bruscamente sobre la pulida y dura superficie, me di cuenta por qué.
Adrian nos había llevado a la costa congelada de la isla.
Me puse de pie, ignorando los pinchazos de dolor en donde me había
magullado. Por lo menos no perdí la pistola o me disparé a mí misma por
el impacto. No podía ver frente a mí, pero el castillo brillante detrás de mí
era toda la motivación que necesitaba para seguir corriendo hacia donde vi

1 a Adrian por última vez. A pesar de mis mejores esfuerzos, me caí de


nuevo, cortando mis codos y antebrazos por el hielo quebrado. A
regañadientes, tenía que reconocer que Adrian había tenido razón. No
24 habría sido capaz de correr tres metros sobre esto sin botas. Mis pies
estarían cortados en tiras.
Algo grande y oscuro salió corriendo desde la oscuridad hacia mí.
Levanté el arma, sólo para escuchar un gruñido familiar—: ¡Te dije que no
te quedases atrás! —antes de que Adrian agarrase mi brazo.
Esta vez, di la bienvenida a su agarre cuando nos impulsó más lejos
sobre el hielo. Si la ciudad se hallaba lo suficientemente cerca para usar
su luz para ver, entonces estaba lo suficientemente cerca para que los
guardias nos viesen. Por supuesto, Adrian no tenía mi capacidad visual.
Me acercó a su lado mientras se movía con su habitual vertiginosa
velocidad, manteniéndonos bien dentro de la oscuridad mientras
corríamos paralelamente a la costa. En el momento en que desaceleró para
una parada, yo jadeaba tan fuerte que casi hiperventilaba, y senderos de
hielo se habían congelado en mis mejillas, lágrimas inducidas por el
viento.
—Estate muy callada —ordenó—. Tenemos que volver a la isla para
llegar a la puerta de entrada.
Traté de acallar mis respiraciones ruidosas mediante la succión de
aire por la nariz en lugar de por la boca. Eso sólo me hizo sonar como un
caballo sin aliento en lugar de un ser humano sin aliento. Adrian rodó sus
ojos, manteniéndose agachado mientras corría a través del hielo hacia la
parte central. Decidiendo que eso significaba que la velocidad era más
importante que el silencio, lo seguí.
La cercana luz de los iglús significó que pude ver la figura que se
dirigió hacia Adrian cuando llegó a tierra, un guardia sosteniendo su mano
en el gesto universal de “parar”.
—Hondal… —comenzó el esbirro, pero no terminó la frase. Dos
cortos sonidos de tos después, el guardia cayó como una piedra. Cuando
me reuní con él, vislumbré un enorme agujero en su frente antes de que
su cuerpo se disolviese en cenizas. En un intento de encubrir la evidencia
de lo que había pasado, di una patada a las cenizas, con la esperanza de
que desapareciesen antes de que alguien las encontrase.
—¡Ivy! —Adrian dijo entre dientes, agitando su pistola con
impaciencia hacia mí.
Corrí hacia él, mis muslos quemando por correr mientras intentaba
mantenerme agachada. Unos minutos más tarde, Adrian se detuvo. No
veía nada, pero me preparé cuando me agarró y luego nos tiró a los tres
hacia atrás.
Nos caímos a través de la puerta de entrada a nuestro mundo,
saliendo por la base partida del tronco del árbol. Mi alivio por el abrazo de
1 las temperaturas cálidas se truncó cuando vi que estaba oscuro.
—¿Qué? —dije con voz áspera. Todavía me dolía hablar, maldito. —
25 ¡Sólo hemos estado en el reino dos horas, y entramos al mediodía!
Adrian me levantó después de ajustar su control sobre el niño. —El
tiempo se mueve de forma diferente allí —dijo, dirigiéndome por el
bosque—. A veces rápido, a veces mucho más lento. Costa me dijo que él y
Tomás nos esperaron dos días en el desierto en México.
¿Dos días? Eso parecía imposible, pero, de nuevo, así era todo lo
relacionado con los reinos —yo incluida. Disparé a alguien a sangre fría, y
no me sentía mal por ello en lo más mínimo. De hecho, era el único
recuerdo que quería mantener sobre el reluciente reino helado.
—Algo no está bien —murmuró Adrian, acelerando el paso—. Eso
fue fácil. Sólo un guardia nos intentó parar, y me esperaba matar al menos
media docena de esbirros en nuestro camino de vuelta.
Tuvimos suerte, casi dije, y entonces me detuve. Nunca fuimos tan
afortunados. Miré detrás de nosotros, sin ver nada, excepto árboles y
oscuridad, pero eso no quería decir que estábamos solos.
—¿Cuál es el plan? —le susurré.
—Conseguir más armas —respondió sombríamente—. Ahora.
Corrimos pasando el Centro de Visitantes, ahora cerrado, hacia el
estacionamiento. El coche de Adrian todavía se encontraba en la parte de
atrás, y Costa de pie junto a éste, una farola encima de su cabeza revelaba
el arma automática que había dejado en el techo. Eso no fue lo que hizo
que Adrian parase, tirándome hasta pararme con él. Era la mujer junto a
Costa, con el brazo casi de manera casual sobre su hombro, la cabeza
ladeada en aparente curiosidad cuando nos miró.
La reconocí de inmediato. Esos largos, rizos ébano-cobrizos eran
inolvidables, por no hablar del rostro deslumbrantemente perfecto y la piel
pálida que mostraba en su vestido de corte bajo. Labios rojos llenos
retrocedieron en una sonrisa escalofriante cuando esos ojos topacio se
posaron sobre mí, Adrián y el niño que sostenía.
—Entonces —el magnífico demonio del reino de Mayhemium dijo, su
voz tan sensual como su apariencia—. ¿Quién de ustedes tres es el
Davidiano disfrazado?

1
26
Traducido por Mire
Corregido por Alysse Volkov

—Soy yo —dijo Adrian.


Mi mirada se volvió a él con incredulidad. Adrian le mostró al
demonio una firme pequeña sonrisa mientras dejaba al chico deslizarse de
su agarre, alejándose de él una vez que se desplomó en el suelo.
—No, él no lo es —espeté con voz ronca. Iba a desgarrar a Adrian de
nuevo más tarde por ahogarme, pero de ninguna manera se sacrificaría
ahora—. ¡Yo soy el Davidiano!
La mirada del demonio brillaba mientras observaba entre Adrian y
yo, viendo nada excepto un anciano y una joven desconocida debido a
nuestro encanto Archon.
1 —¿Quién es el noble mentiroso, y quién es el aspirante a salvador?
—reflexionó en voz alta.
27 —No soy un mentiroso —dijo Adrian entre dientes como si estuviera
ofendido.
—¡Mientes siempre todo el tiempo! —repliqué, las palabras saliendo
más fácil debido a mi ira—. Aquí hay una verdad: “¿Quién es la chica?”
pruébalo a la cuenta de tres para nombrar una marca de tampones.
Adrian me lanzó una furiosa, incrédula, mirada. El demonio se rio
roncamente, sus rasgos ablandándose en algo que parecía afecto cuando
miró a Adrian. Luego se volvieron de piedra mientras me miraba.
—Ivy, ¿no es así?
Su acento sostuvo la cadencia severamente musical que denotó su
primer idioma como demoníaco. Odiaba oír ese acento de alguien más
excepto Adrian, y puse toda mi repulsión hacia su tipo en mi mirada
mientras se la devolvía.
—Ivy —repetí, preguntándome si podría dispararle antes de que
lastimara a Costa—. Es tan desagradable conocerte.
Uñas de color rojo sangre se clavaron en el hombro de Costa. Él dejó
escapar un grito, que solo hizo que el demonio las clavara más profundo.
—No, Obsidiana —dijo Adrian tranquilamente.
Me preguntaba dónde había oído ese nombre cuando el demonio
inclinó su cabeza. —Dame lo que quiero, y lo liberaré.
—Sabes que no puedo —dijo Adrian, aún con esa baja y resonante
voz.
Obsidiana se las arregló para hacer una perversa sonrisa que sonó
sexy. —Ah, pero puedes, mi amor.
¿Mi amor? Casi conseguí un trauma cervical por la rapidez con que
miré a Adrian. —Tú no tocas un demonio —dije con voz entrecortada.
La forma en que su expresión se cerró me dijo que lo hacía, y
mucho. ¡Ahora recordaba dónde oí su nombre! Demetrius dijo que
Obsidiana lo extrañaba cuando instó a Adrian para volver a casa. Por la
forma en que Adrian se detuvo de golpe cuando nos encontramos con ella
en el reino de Mayhemium, parte de él también la extrañaba.
Podía adivinar qué parte, y era todo lo que podía hacer para no
dejarlo. —A mí me sigues apartando, ¿pero un demonio es lo
suficientemente bueno para ti? —Mi mirada era fulminante—. Genial.
—Por cuán normal dijo Demetrius que eras debajo de ese disfraz, no
me sorprende. —Fue la respuesta de suficiencia de Obsidiana.
Oye, ¡estuve caliente como una rubia glamorosa! Además... —La
1 belleza se desvanece, pero una perra mala es para siempre —le espeté.
Obsidiana arrojó a Costa al suelo. Adrian la agarró antes de que me
28 alcanzara, su brazo como un tornillo alrededor del cuello de ella.
Se quedó inmóvil inmediatamente, su mirada topacio levantándose
para verlo. —¿Me harías daño? ¿Por ella?
En realidad sonaba sorprendida, y había oído a gente referirse a
excrementos con más respeto que la forma en que dijo “ella”. Me dije que
no eran celos o rencor lo que me hacía esperar que le arrancara la cabeza.
Ella era mala.
—No puedo dejar que le hagas daño —dijo Adrian sombríamente.
Obsidiana parecía hundirse en sus brazos. —Cuando me enteré que
alguien mató a dos de mi pueblo, sabía que vendrías a mi reino. Por eso
me vine sola a verte. —Su voz se profundizó con aparente dificultad—. ¡Ni
siquiera fue para capturar a la Davidiana! Pensé que si finalmente
hablarías conmigo, dejarías ir tu ira. ¿Nada te importa excepto esta
búsqueda infructuosa de venganza? ¿No me amas más, benhoven?
—¿Esto responde a tu pregunta? —El brazo de Adrian se movió
hacia atrás, rompiendo su cuello con un sonido audible. Si fuera un
esbirro, empezaría a volverse cenizas, pero lo único que hizo fue volverse
blanda. Aparté la mirada cuando le arrancó algo carnoso de su garganta.
Odiaba a Obsidiana, pero mi gruesa cuota ya había sido excedida hoy.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté, ocupándome ayudando al
chico.
—Los mantiene fuera por más tiempo —respondió, dejando la forma
inerte de Obsidiana en la hierba—. La fisiología de los demonios es
diferente. Su versión de corazón está en su cuello.
El brillo vengativo que sentía no era porque metafóricamente arrancó
el corazón de Obsidiana, me aseguré a mí misma. Era porque ahora
teníamos más tiempo para escapar.
—Costa, ¿estás bien? —preguntó Adrian, caminando hacia él.
Un gruñido fue su respuesta. Adrian lo levantó, depositando a Costa
en el asiento del pasajero. Luego manipuló el asiento del conductor hacia
delante para que pudiera subir detrás de él.
—¿Está bien? —le pregunté, medio levantando al muchacho en el
auto.
—Solo una conmoción cerebral. Un poco de maná, y estará bien —
dijo Adrian. No se me escapó que sonaba molesto, como si tuviera derecho
a estarlo. Cuando todos estuvimos dentro del auto y conduciendo lejos,
comenzó conmigo.
—¿Por qué provocaste a Obsidiana? —exigió Adrian—.
1 ¿Estabas tratando de darle más razones para matarte?
¿Qué iba a decir? ¿Estuve tan insultada por los comentarios de la
29 perra y aprender sobre su pasada relación que casi olvidé que mi vida se
hallaba en peligro? Ah, noooo. Eso era demasiado estúpido. Y humillante.
—Lo hice para provocarla —dije, abriendo más mis ojos para mayor
efecto inocente—. ¡Estaba tratando de conseguir que se las cobrara
conmigo por lo que así dejaría ir a Costa!
La mirada de Adrian dijo que no se lo creía. Tiempo para otra
táctica. Sacudí mi cabello, dejando escapar una risa desdeñosa. —¿De
verdad crees que me importa lo que solías tener con ella, o cualquier otra
cosa que dije? Por favor.
Costa murmuró algo en griego mientras presionaba un puñado de
maná para el corte en la parte posterior de su cabeza. Fuera lo que fuese,
Adrian soltó un bufido de acuerdo. Cuando me miró, su expresión fue
menos severa, pero no menos intensa.
—A diferencia de mí, eres una terrible mentirosa, pero ya que no
teníamos un plan mejor, me alegro que lo que hiciste funcionara.
¿Eso significaba que él creía que había estado fingiendo celos? ¿O
significaba que sabía que mentía ahora? Preguntarle solo demostraría lo
mucho que me importaba, así que me centré en el niño. Él se encontraba
desplomado en su asiento, la mayor parte de su cuerpo metido en la
chaqueta parka excepto sus pies. Todavía no estaba reaccionando a todo lo
que sucedía a su alrededor. ¿Era la conmoción, o tenía algo físicamente
mal que no podíamos ver?
—Debemos llevarlo a un hospital —dije.
—Eso hará más daño que bien —dijo Adrian, con una mirada irónica
dirigida a mí—. ¿Recuerdas que te dijeron que estabas loca toda tu vida?
¿Qué crees que le dirán, una vez que empiece a hablar de demonios,
esbirros y mundos diferentes?
Hice una mueca. —Es cierto, pero necesita la clase de ayuda que no
le podemos dar, mientras estamos buscando el arma. Además, podría
tener una familia que está muy preocupada por él.
—La próxima vez que veamos a Zach, le preguntaré —dijo Adrian, su
tono áspero—. Él siempre sabe acerca de las familias de los niños.
Traté de no dejar que esa declaración me afectara, pero lo hizo. Tu
verdadera madre no te dejó porque ella estaba huyendo de la policía, la voz
de Zach susurró a través de mi mente como si estuviera aquí. Ella lo hizo
para salvarte, justo como tu sueño lo reveló...
Me obligué a alejar esos pensamientos. Una crisis monumental a la
vez, gracias. Hasta que encontrara esta arma, no importaba por qué mi
1 madre biológica me dejó al lado de esa autopista. Si yo era la última
Davidiana, entonces independientemente de sus motivos, se encontraba
muerta. Ida para siempre, como mis padres adoptivos que ni siquiera fui
30 capaz de decir adiós porque ese detective intentó matarme antes de que
pudiera darles un entierro digno...
—Ivy. —El tono de Adrian era urgente—. ¿Qué pasa?
Me limpié mis ojos, solo ahora dándome cuenta de que empecé a
llorar. —Nada.
—Tonterías —dijo enfáticamente.
—Solo un poco de estrés post-traumático. —Forcé una risa
nerviosa—. Todavía no estoy acostumbrada a escapar por poco de la
muerte, ¿de acuerdo?
Su mirada repetía lo mismo: tonterías. Está bien, quizás era una
terrible mentirosa. Fingí no fijarme en él mirándome tanto como pudo sin
descarrilarse, y me ocupé metiendo los pies del muchacho debajo de mis
piernas para que estuvieran calientes.
Entonces se me ocurrió una idea, emocionándome tanto que me
incliné a través de los asientos para agarrar el hombro de Adrian.
—¡Conduce a Bennington! ¡Sacamos al chico con nuestros disfraces,
así que podemos usarlos para también sacar a Jasmine!
Costa me dio una mirada de lástima, y me sentí así mientras oía el
suspiro de Adrian.
—¿Recuerdas que te dije que tu hermana será la humano mejor
tratada en todos los ámbitos? También va a ser la más vigilada.
Bennington podría no ser el reino principal de Demetrius, pero
esperará que intentes eso. Te garantizo que ha dado una orden de que si
alguien desconocido aparece, estarán siendo detenidos.
Mi breve esperanza se estrelló. Adrian tenía razón. Los demonios no
tenían ninguna intención de hacerme esto fácil, así que o iba con la
capacidad de matarlos a todos, o moría.
O las dos cosas. Nadie dijo eso, pero nadie necesitaba hacerlo. Tener
el arma no significaba que de repente sería a prueba de balas, por lo que
encontrarla no garantizaba la victoria. Solo me daba una oportunidad de
ésta.
—Vas a estar bien —le dije al muchacho, dándole la seguridad que
quería tanto que alguien pudiera dármela.
Un parpadeo lento fue su única respuesta. O él todavía no procesaba
lo que pasaba, o no me creía. Le acaricié la pierna, deseando poder decirle
que sabía cómo se sentía al estar rodeado de gente y aun así estar por tu
1 propia cuenta.
No podía arreglar eso para mí, pero podía arreglarlo para él. Luego
31 seguiría tratando de salvar a Jasmine mientras trataba de no ser
asesinada por los demonios, y tal vez en algún lugar a lo largo de las
líneas, reclamar mi propia vida, también.
Los sueños eran cosas hermosas para tener, ¿o no?
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Sandry

Salimos de Carolina del Norte y condujimos a un seminario católico


en Washington, DC. Adrian conocía a dos de los sacerdotes que se
reunieron con nosotros en la parte de atrás del gran complejo de la iglesia,
lo que fue la Primera Sorpresa. La Segunda Sorpresa fue que les dijo que el
niño había sido rescatado de un reino demoniaco. Los sacerdotes no
acusaron a Adrian de estar loco, tampoco. En cambio, uno de ellos se
apresuró a llevar al chico de vuelta a lo que llamaron la sección de la
"casa".
—¿Los reinos demoniacos son un secreto a voces para los
sacerdotes? —susurré a Costa mientras Adrian continuaba hablando con
el otro sacerdote.
1 Costa gruñó—: No. Estos dos saben de ellos porque Adrian los salvó
de un secuestro demoniaco hace unos años.
32 No sé por qué eso me sorprendió. Fue la forma en que nos
conocimos, y Adrian dijo que había estado “recuperando” gente para Zach
durante un tiempo. Supongo que nunca esperé conocer a alguien que
hubiera rescatado, y mucho menos saber que eran sacerdotes.
Me encontraba demasiado cansada como para intercambiar
experiencias de rescate con los dos padres, por lo que me sentí aliviada
cuando Adrian regresó a decirnos que el seminario tenía habitaciones para
nosotros esta noche, también. Aún más maravilloso que eso, tenía restos
de pizza y un microondas. Devoré varios trozos, y luego me duché y me
dejé caer en la estrecha cama en una habitación que me recordó mucho a
mi dormitorio de la universidad. Sólo que con muchas más cruces e
imágenes de santos y papas.
Estaba casi dormida cuando mi puerta se abrió. “Sin cerraduras”
significaba confiar en el sistema de honor, pero ya que Adrian no llamó a
la puerta, no debía estar en un estado de ánimo honorable. En su estado
normal, entonces.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exigí con cansancio.
Él también se había duchado, la humedad haciendo que su cabello
se viera más oscuro que sus matices melosos habituales de rubio. Me
negué a notar cómo esa misma humedad causaba que su camiseta se
aferrase a su cuerpo. Todavía me encontraba demasiado molesta.
Cerró la puerta tras de sí. —Lamento haberte hecho daño —dijo, en
realidad logrando sonar como si lo dijera en serio.
¿Cuál de todas? Pensé, pero me toque la garganta como si los
moretones fueran el único daño que me había causado hoy.
—¿Sabías que asfixiarme funcionaría para activar mis habilidades?
—pregunté, mi tono áspero—. ¿O fue un golpe de suerte?
Su mirada me recordó a las leyendas de serpientes marinas de los
viejos marineros. En la superficie, todo lo que veías era azul turbio, pero
de vez en cuando, atisbos del monstruo aparecían debajo.
—Demetrius quería fuera el Judiano más fuerte de la historia, por lo
que hizo que fuera necesario para perfeccionar mis habilidades. Como
arrojarme a los círculos de gladiadores a los trece años. Demonios
menores también luchaban allí, y si un gobernante quería presumir, él o
ella se metían en la lucha. Demetrius no permitió que nadie me matara,
pero dejó que me golpearan hasta estar a un paso de morir las suficientes
veces como para aprender lo que él quería que yo supiera, la forma más
rápida y eficiente de usar mis habilidades. Así que, no, no fue un golpe de
suerte. Contaba con que fueras como yo en ese sentido. Odié hacerte daño,
1 pero fue la única forma en que pudimos revisar el castillo sin ser
descubierto con el niño.
33 Ya que las cenizas de los esbirros debieron haber sido descubiertas
de inmediato por Obsidiana para darnos una paliza de vuelta a nuestro
reino, él tenía razón. Nos hubieran atrapado llevándonos al chico por
revisar el castillo. Si hubiera sabido que el estrangulamiento haría que mis
poderes se manifestaran de esa manera, le hubiera exigido que lo
hiciera. Con gusto tendría moretones cualquier día en vez de abandonar
un niño en un reino de demonios.
—¿Y Obsidiana? —Odiaba el no poder dejar de preguntar, así que
traté de ocultar mi motivación detrás de una risa falsa—. Ahora sé por qué
paraste de rastrear cuando la viste en el reino de Mayhemium. Debe haber
sido extraño encontrarte con tu antigua novia, pero deberías haberme
dicho quién era. No es justo que siga descubriendo cosas por otros
demonios.
Apretó la mandíbula, y pensé que se iría como lo había hecho tantas
veces antes. En lugar de eso, comenzó a pasearse.
—Me detuve en seco ese día porque me preocupaba que Obsidiana
pudiera sentir que era yo a través de mi disfraz. Demetrius siempre puede
hacerlo, y si ella lo hubiera hecho, también se habría dado cuenta de
quién eras. En cuanto a la razón por la que no te dije acerca de ella, es
porque no significa nada para mí. Todo el tiempo que estuvimos juntos,
ella me mintió al igual que el resto de ellos.
—¿Sobre qué? —¿Tu supuesto destino? Pensé, pero no lo dije en voz
alta.
Me dio una mirada calculadora. —Tomas te dijo como era para mí
estar en los reinos antes de que me fuera.
—Chicas, oro, poder, adulación... —Forcé otra carcajada falsa—. Tu
típica fantasía hedonista.
—No te dijo por qué odiaba a los Arcontes en aquel entonces. Mi
primer recuerdo era de ellos tratando de matarnos a mi madre y a mí.
—¿Qué? —Me quedé sin aliento.
Su boca se torció. —Los descendientes de Judas son una amenaza
para los Arcontes, así que eliminar el linaje significa eliminar la amenaza.
A lo largo de la historia, los demonios han tratado de hacer lo mismo con
los descendientes de David. Casi lo lograron varias veces, la vez más
reciente con el Holocausto.
—¿Soy judía? —Eso se me debería haber ocurrido antes....
—Posiblemente. La línea de David comenzó de esa manera, pero a lo
1 largo de miles de años, las creencias cambiaron, incluso si la genealogía no
lo hizo.

34 —Vuelve a lo de los Arcontes tratando de matarte —dije.


Esas características hermosas se endurecieron. —Toda mi vida, he
tenido pesadillas con mi madre y yo siendo perseguidos por los túneles. Mi
madre me dijo que era un recuerdo de cuando tenía cinco años y
Demetrius nos salvó de Arcontes tratando de eliminar la línea
Judianos. Crecí creyendo que sólo estábamos a salvo en sus reinos. Puesto
que los demonios nos daban todo lo que queríamos, hizo falta mucho
tiempo antes de que incluso le pidiera ver el mundo del que habíamos
venido.
—Pero cuando lo hiciste, ¿cómo pudiste volver? —dije, expresando la
pregunta que me había estado carcomiendo—. Has visto lo malignos que
eran los reinos demoníacos en comparación.
Su mandíbula se tensó. —Pensaron en eso, por lo que me
escondieron los aspectos más desagradables durante tanto tiempo como
pudieron. Después de que los descubrí, me llevaron a lugares en el mundo
de los humanos que eran parecidos. Como Darfur, donde cientos de miles
de personas eran asesinadas mientras el mundo se encogía de hombros
colectivamente. O minas de diamantes en Sudáfrica, donde los
trabajadores trabajan regularmente hasta la muerte, o todos los países con
incontrolable tráfico de personas, y por supuesto, los innumerables
talleres clandestinos en todo el mundo. —Su suspiro fue amargo—. El ver
esas cosas hace que sea más fácil de creer lo que los demonios me
enseñaron: que la única diferencia entre ellos y la humanidad era, más
oportunidades.
—Mierda —dije a la vez—. Sí, aquí también existen atrocidades, pero
también existen personas que tratan de luchar contra ellas. Por cada
horrible ejemplo que has dado, puedes encontrar un millar más de
personas que ayudan a otras personas, incluso estando a varios
continentes de distancia.
La expresión de Adrian se suavizó. —Lo sé. Cuando empecé a
explorar a escondidas por mi cuenta, también vi eso. La primera vez que
me encontré a niños en un patio de recreo, los observé durante horas. —
Me dio una breve sonrisa—. Alguien llamó a la policía, pero eso también
me causó una impresión. Extraños venían a proteger a los hijos de otros
extraños. Nunca había visto eso antes, y por primera vez, entendí en lo que
me había convertido. Un monstruo.
—¿Ahí es cuando te fuiste? —pregunté en voz baja.
Me lanzó una mirada hastiada. —Ahí fue cuando comenzó mi
adicción a las drogas. No podía irme porque tenía miedo que los demonios
tomaran represalias en contra de mi madre, y ella dijo que nunca se iría
mientras los Arcontes siguieran tras nosotros. Así que en vez de eso,
1 encontré un escape en todas las sustancias alucinógenas que pude
encontrar. Por supuesto, no podía inhalar lo suficiente, inyectarme lo
35 suficiente o fumar lo suficiente como para olvidar todo lo que había
hecho. Pensé que mi línea de sangre evitaba que tuviera una sobredosis,
pero después de lo que Demetrius me dijo la otra semana, puede ser que
haya sido él. Quería morir, sin embargo. Es por eso que seguía
escapándome a escondidas de los reinos, esperando que me encontraran
Arcontes. Una noche, me concedieron mi deseo.
—¿Qué pasó?
Su sonrisa era irregular. —Vomitaba en un callejón detrás de un bar
cuando una luz de repente estalló a mí alrededor. Has visto cómo Zach se
ve como cuando muestra su verdadera naturaleza, así que sabía lo que
era. Me dijo: “Si estás listo, ven conmigo”. Pensé que quería decir listo para
morir, así que lo hice. Él no me mató, sin embargo. Me llevó a los antiguos
túneles Shanghai en Portland.
—¿Por qué?
Su expresión se volvió atormentada. —Mi sueño siempre fue el
mismo: Mamá y yo corríamos por los túneles, tratando de escapar de los
monstruos. Ella les gritaba que nos dejaran en paz, y yo estaba muy
cansado, pero seguía adelante porque ella se hallaba aterrorizada. Ya casi
llegábamos al final, cuando una nube de negro se la tragó. Al mismo
tiempo, la salida se volvió muy brillante y una voz me dijo que siguiera
corriendo. Entonces mi madre salió de la nube, me recogió... y ahí es
cuando solía despertarme.
Hizo una pausa, con la boca frunciéndose. —Esa noche, en los
mismos túneles, Zach me mostró lo que realmente sucedió.
Después de haber visto lo que Demetrius podía hacer, ya lo había
adivinado, pero todavía me dolió escuchar a Adrian decirlo.
—Lo que salió de la oscuridad ese día fue Demetrius, no mi
madre. Él la había matado, pero usó su apariencia para engañarme y así
permanecer en los reinos mientras él me moldeaba en alguien que odiaba
a los Arcontes tanto como lo hacían los demonios. No me paré a pensar
por qué nunca veía a mi madre y Demetrius en la misma habitación, y
todo el mundo le siguió el juego, fingiendo que era mi madre cuando
sabían que estaba muerta. Todo para que cuando me encontrara con el
último Davidiano, no dudara en cumplir con mi destino y traicionarlo. —
Me miró a los ojos—. O traicionarla, como resulta.
Mi garganta se sentía apretada, tanto por las lágrimas no
derramadas como por las manipulaciones despiadadas que le habían
hecho pasar a Adrian en aquel entonces, y por el dolor que todavía llevaba
ahora. No era de extrañar que hubiera reaccionado con tal horror cuando
Zach le dijo quién era yo. Era el destino para el que le habían preparado y,
1 más adelante, rebelado al darle la espalda a las criaturas que lo criaron.
Bueno, yo no creía en el destino. El destino no podía anular el libre
36 albedrío, y sólo porque los antepasados de Adrian fueron traidores no
significaba que estaba condenado a ser uno también. Ya había tenido
varias oportunidades de entregarme a los demonios, pero en cambio, había
peleado con todo el poder que ellos habían asumido que sería en su
beneficio. Sin importar lo que pensaba, sus elecciones determinaban su
destino, no al revés.
Ahora, tenía que convencer a Adrian de eso.
—Si tu destino ya estaba sellado, Demetrius no hubiera trabajado
tan duro para moldearte en un monstruo. —Mi voz era ronca por toda la
emoción contenida—. Debió saber que tu destino todavía depende de ti. Lo
mismo con Zach. Te ayudó en ese entonces, y sigue velando por ti ahora…
La risa de Adrian me detuvo. Por un momento, sonó tan fea, que
podría haber venido de un demonio.
—Zach me enseñó todo lo que sucedió en el túnel de ese día. —Algo
más agudo que el dolor afiló su tono—. Él fue la luz que vi en la
salida. Desde entonces, me he preguntado si Zach podría haber evitado
que Demetrius me raptara si hubiera querido. Esa noche en el santuario
mexicano, cuando Zach diezmó las sombras de Demetrius en cuestión de
segundos, finalmente conseguí mi respuesta.
El shock me hizo tartamudear. —Pero eso... eso es...
—Indiferente a lo mejor, ¿cruel en el peor de los casos? —Adrian me
obsequió otra risa entrecortada—. Lo sé, pero Zach alegará que sólo seguía
órdenes, lo que significa que su jefe no quiere que venza a mi destino. No,
se supone que debo cumplir mi rol como el bueno de Judas, pero que le
den. Una vez que Demetrius esté muerto, me iré, tanto de tu vida y la de
ellos. Es la única manera en que puedo pagarles por permitir que
Demetrius me hiciera todas esas cosas.
No sabía qué decir. Todo lo que había pasado se volvía más terrible
por el conocimiento de que todo podría haber sido evitado. Zach debería
haber detenido a Demetrius, con o sin "órdenes". También debía apoyar a
Adrian ahora, no decirle que se resignara a un destino que claramente no
quería. ¿No podían ver lo duro que Adrian se esforzaba? ¿No les
importaba?
Si a ellos no, a mí sí. Puede que no sea capaz de hacer cualquier
cosa para cambiar sus antiguas traiciones, pero no era una inútil. Me
levanté de la cama y cogí la mano de Adrian, apretando mi agarre cuando
trató de apartarse.
—Tienes razón —dije con voz ronca—. Vamos a encontrar el arma,
utilizarla para salvar a Jasmine y matar a Demetrius, entonces vamos a
1 desaparecer de la vida del otro. Ambas partes pueden ahogarse con sus
expectativas de tu destino. No saben lo fuerte que eres, pero yo sí, y confío
37 en ti, Adrian.
Él apartó su mano. —Ivy, no…
—Confío en ti —repetí, agarrando su camiseta para que
permaneciera quieto o se arriesgaría a que se la rasgara—. No hay peligro
de que me traiciones mientras estamos trabajando en conseguir esta
arma. Siempre puedo confiar en tu odio hacia los demonios, ¿recuerdas?
Parte de la tensión se alivió de sus hombros mientras usaba su
propio argumento para hacerle ver mi punto. —Sí, pero todavía no
entiendes por completo tu rol en esto…
—Lo hago —le interrumpí con seriedad—. Tomas y Costa dijeron que
sólo un Davidiano o un demonio de la línea de Goliat pueden poner de
manifiesto el verdadero poder de las armas, lo que significa que tengo que
ser la que utilice la honda, y ni siquiera soy así de buena con una pistola.
Se me quedó mirando, emociones pasando por su rostro demasiado
rápido como para que pudiera entenderlas. Entonces su mandíbula se
flexionó, y su expresión se endureció en una que reconocí bien.
Pura determinación.
—Te voy a enseñar cómo utilizar la honda —dijo, con la voz más
áspera—. Con práctica, puedes hacer cualquier cosa.
—Entonces tenemos un plan —concordé, sonriendo porque tenía
otro plan. Uno que involucraba mostrarle a Adrian que no tenía que
alejarse de mí cuando esto terminara, pero por ahora, me gustaría
mantener eso para mí misma.
Demetrius había dicho que el vínculo entre nosotros crecería cada
momento que pasáramos juntos. Los demonios eran mentirosos, pero mi
corazón sabía que eso era cierto. Ya, me preocupaba por Adrian más de lo
que me preocupaba por cualquier otro tipo, y él había admitido que se
sentía poderosamente atraído por mí, también. Para el momento en que
encontremos el arma, matemos a Demetrius y rescatemos a Jasmine, tenía
la intención de convencer a Adrian que no se hallaba condenado a
traicionarme. Todo el mundo podía haber renunciado a él, pero yo no, y
utilizaría cada pedacito de nuestro vínculo sobrenatural para mostrarle
que tampoco debía darse por vencido.
Ahora, derribaría el muro que había construido a su alrededor, un
terco ladrillo a la vez.

1
38
Traducido por Josmary
Corregido por Amélie.

Adrian estaba en lo cierto. Zach ni siquiera tuvo necesidad de mirar


al chico antes de decirnos que su nombre era Hoyt, y su familia había
muerto. Me sentía un poco escéptica, pero Adrian le creía a Zach. Cuando
le pregunté por qué, me recordó que Zach le había dicho a Adrian la hora y
el lugar exacto en el que intentarían secuestrarme. Cómo Zach sabía estas
cosas, todavía no lo sabía, pero concordaba con Adrian, el Arconte nunca
se había equivocado.
Era lo único que podía hacer para no preguntar si Zach se tomó el
día libre cuando mi hermana fue secuestrada. No lo hacía porque podía
apostar a que la respuesta de Zach contendría la palabra "órdenes", y no
confíaba en mi reacción a eso. Hasta que tuviera el arma, necesitaba a
1 Zach, así que darle un puñetazo en la cara podría ser el peor error que
pudiera cometer. En este caso, la ignorancia no era felicidad. Era una
39 necesidad.
Costa se hallaba llevando a Hoyt con la familia de Tomas, en
Phoenix. Habían aceptado recibir al niño, y el largo viaje le daría a Costa la
oportunidad de compartir su propia experiencia de campo. Hoyt todavía no
hablaba, pero mantenía la esperanza de que, con el tiempo, sería capaz de
recuperarse mental, física y emocionalmente.
Tenía que creer en eso, por el bien de Hoyt, y de Jasmine.
Esta vez, Zach transformó mi aspecto en el de un chico joven con
brillantes ojos. Siendo que tanto Adrián como yo nos haremos pasar por
secuaces, hay una probabilidad de cero a dos de encontrar el arma y de
dos a dos de que seamos descubiertos. No es un buen comienzo, pero si al
principio no tienes éxito y los demonios no te han matado... bueno, tratar
de nuevo era un hecho.
Collinsville, Illinois, era el orgulloso propietario de la botella de salsa
de tomate más grande del mundo. También era el hogar de más de un
centenar de montículos de tierra artificiales. Tales distinciones pintorescas
deberían significar que la ciudad no era un hervidero de actividad
demoníaca, pero una vez más, estaba suponiendo. Los turistas que
visitaban el Cahokia Mounds sólo veían un montón de pequeñas colinas
verdes y una grande en medio de un parque tranquilo, pero yo veía un
pueblo bullicioso en un mundo glacial oscuro donde los pequeños
montículos eran mucho más grandes, y el grande era una pirámide
gigantesca.
—Tengo que preguntar —dije, siguiendo a Adrian a la pasarela del
reino—, ¿qué pasa con los demonios y las pirámides?
—Ego —respondió de manera sucinta. Y percatándose de mí ceja
levantada continuó—: Los primeros demonios eran Arcontes que se
rebelaron en contra de su jefe porque querían ser maestros en lugar de
siervos. Después de que fueron enviados a los reinos oscuros como
castigo, construyeron sus reinos allí, usando la fuerza para conseguir la
adoración que ansiaban. Pirámides, castillos, torres... Son la versión
demoníaca de los bling14, así ostentan quien tiene las mayores y mejores
victorias.
—Y ellos se arrebatan reinos entre sí para conseguir más —Asentí
con la cabeza como si tuviera mucho sentido.
La mirada que Adrian me dio me hizo preguntarme si me había
perdido algo importante. —No sólo el uno del otro. Cada vez que pueden,
absorben más de nuestro mundo al de ellos.
—Nunca has mencionado cómo —le recordé.

1 Se encogió de hombros. —Si crees en la teoría M, lo hacen mediante


la manipulación de la gravedad para forzar el contacto entre dos capas
dimensionales, creando una nueva burbuja interdimensional.
40 Sonaba como un físico. —En español, por favor.
—Cuando se enciende una aspiradora, es una mierda que succiona
lo que sea que este cerca dentro de una bolsa de pelusa, ¿verdad? Cuando
consiguen el poder suficiente, los demonios utilizan la gravedad como el
interruptor de la aspiradora para activar la inestabilidad geográfica natural
de una zona, chocando un multiverso en su duplicado reflexivo. Una vez
que la capa gravitatoria se estabiliza, en esencia, la aspiradora vuelve a
apagarse y todo queda atrapado en la nueva bolsa de pelusa de ese reino.
—Así que las puertas de enlace son como el tubo que va desde la
aspiradora a la bolsa de pelusa —reflexioné, y agrego—: ¿Por qué siempre
me sostienes cuando los atravesamos? ¿No podría atravesarlo por mi
cuenta?
Una sonrisa cruzó sus labios. —Pruébalo —dijo, señalando un
espacio vacío a su derecha.

14
Bling: ropa cara, ostentosa y joyas, o el uso de ellas. Se refiere al "sonido"
imaginario que se produce a partir de la luz reflejada por un diamante.
Le di una mirada dudosa. —No hay nada allí. Las demás pasarelas
de reino tenían marcadores.
—¿Todos las demás? —resopló—. Sólo he visto dos. Más de la mitad
de las pasarelas no están marcadas, Ivy. Es por eso que son tan difíciles de
encontrar a menos que puedas sentirlas.
No sentí nada, y todo lo que vi junto a Adrian era el aire y la hierba.
—¿Estás seguro de que está ahí?
Otro resoplido. —Incluso si no hubiera pasado por esto antes,
todavía estaría seguro. ¿Crees que no podrías sentir el interruptor de una
bombilla cuando pones tu dedo en él? Así se sienten las pasarelas para mí.
Guau, mis capacidades deben de ser débiles. Tuve que concentrarme
al máximo para detectar un indicio de algo sagrado, y Adrian sentía
objetos oscuros como si fueran descargas eléctricas. Por otra parte, él
había tenido años para perfeccionar sus habilidades. Y había pasado
menos de un mes desde que yo descubrí los míos.
Cuadré los hombros. ¡Tiempo de ejercitar un poco de músculo
sobrenatural! Me concentré en el espacio que Adrian indicó, y luego me
lancé hacia adelante como si estuviera buceando en una piscina.
Cara contra el piso. ¡Ay, ay, ay!
1 La risa de Adrian penetró la parte de mí que no estaba viendo
pajaritos de dibujos animados volando sobre mí en círculos. Mi cuerpo
41 vibraba por el impacto, y ahora sabía que la hierba seca sabía a espagueti
crudo con salsa de suciedad.
—No es divertido —gemí.
Se arrodilló junto a mí, sin dejar de reír mientras me ofrecía una
mano. —Si hubieras visto el aire que atrapaste antes de tocar el suelo, no
estarías de acuerdo.
Lo rodeé, mirándolo mientras le daba un manotazo en la mano. —La
venganza es una perra. Recuérdalo.
—Estoy temblando.
Me levantó. A pesar de que juré venganza, parte de mí saboreó su
diversión sin límites. Adrian rara vez se reía a menos que fuera en tono de
burla, amargura o desafío. Al ver que lo hizo solo con travesura tiñendo
sus rasgos era como ver un diamante brillando en la luz del sol en vez de
vislumbrando en las sombras.
No debí haberlo hecho, pero me quedé mirándolo de todos modos.
No es de extrañar que Obsidiana le hubiera querido lo suficiente como
para arriesgarse a venir sola detrás de él. Odiaba a esa puta del inferno,
pero no podía negar que tenía buen gusto.
La risa de Adrian murió, y echó un vistazo a nuestras manos, como
si acabara de darse cuenta de que aún sostenía la mía. Nuestros ojos se
encontraron, y sus palabras de antes se reprodujeron en mi mente.
Te he deseado desde la primera vez que me tocaste... Nada aparte de
la magia oscura se había sentido nunca tan poderosa, y cuando te toco, es
mil veces peor...
Mi agarre empezó a apretarse, pero él se apartó, su expresión
cambiando a su dureza habitual en una máscara impenetrable. Su mirada
se encendió, sin embargo, y apretó las manos en puños mientras respiró
duramente. Su expresión podría ser como la de una estatua, pero en
aquellos hirvientes ojos de zafiro, se alcanzó a ver el salvajismo que
contuvo, y me hizo temblar.
Si Adrian nunca liberaba la parte de él que me quería, ¿sería capaz
de soportarlo? ¿O voy a amar cada segundo de ser superada? Lo único que
me mantenía lejos de arrojarme a sus brazos y de obligarlo a sentir lo que
se decía a sí mismo que no podía era la preocupación por mi hermana.
Sus músculos agrupados, como si estuviera en un nivel primario me
hicieron creer que sintió la pasión imprudente creciendo en mí. Tal vez lo
hacía. Tal vez era más de nuestro lazo que me hizo palpitar en lugares que
nunca había tocado, como exigiendo sentir sus manos, su boca, en mí.
1 Adrian se dio la vuelta, su abrigo incapaz de ocultar cómo todo su
cuerpo se había tensado de repente, como si hubiera sido afectado con la
42 descarga eléctrica a la que había hecho referencia.
—Vamos —dijo con voz ronca—. Lugares a los que debemos ir,
secuaces a los que debemos matar.
Mis manos temblaban mientras dibujaba en mi gruesa parka de
invierno y guantes. Yo ya tenía pantalones y botas aislantes.
—Antes que nada, dime por qué no puedo conseguir atravesar las
puertas de enlace por mi cuenta —le pregunté, intentando ganar un
segundo para serenarme.
Dio media vuelta para mostrar una sonrisa que parecía un hermoso
cristal sin cortes, sin embargo dentado en los bordes. —Por la misma
razón que todo lo demás: líneas de sangre. Necesita sangre de secuaces,
demonio o Judiano para cruzar las barreras que conducen a los mundos
oscuros. No la tienes, así que cuando me envuelvo a tu alrededor, en
esencia lo que hago es cubrirte con mi sangre para que puedas pasar.
Eso explicaba mucho. No era de extrañar que los demonios no se
molestaran en poner guardias en cada puerta de enlace. Incluso si los
seres humanos que capturaron se las arreglaron para navegar por el
terreno de juego-oscuridad para encontrarlos, no podían cruzar a través de
ellos para volver a su mundo. Una vez que estuviera en un reino, estaban
atrapados sin remedio.
Mi mandíbula se tensó. No Jasmine. Tan pronto como consiguiera el
arma, iría por ella, y con la ayuda de Adrian, ella vería la luz del sol de
nuevo.
—Estoy lista —le dije, mi tono ahora sólo era ligeramente
entrecortado.
No me miró cuando me atrajo hacia él y luego nos dejó en la puerta
de entrada que no había sido capaz de ver, y mucho menos penetrar. Tan
pronto como terminamos cayendo a través de la membrana invisible que
une nuestros reinos, me dejó ir. Parpadeé, mis ojos adaptándose a la
oscuridad que parecía filtrarse dentro de mi alma, ahuyentando mi deseo
mientras aumentaba mi determinación. Si el arma se encontraba aquí, el
horrible cautiverio de Jasmine habría terminado. Todo lo que tenía que
hacer era mantenerme fuerte, enfocada y encontrarla.
La luz de la ciudad reflejada en el suelo helado, provoco una
misteriosa luminiscencia tenue que me impidió estar totalmente ciega.
Aun así, era tan oscuro que no podía ver la cara de Adrian. Sólo la forma
de su gran cuerpo a mi lado. Debido a las siluetas de altura alrededor de
nosotros supuse que había árboles, congelados en su lugar por el frío. No
1 podía ver más que la parte más ancha de sus contornos; sus ramas, si
tenían alguna, eran invisibles contra la oscuridad que se cernía sobre
43 nosotros como un espíritu malévolo.
Adrian se inclinó, su cálido aliento en marcado contraste con lo que
nos rodeaba mientras hablaba cerca de mi oído.
—Si cualquiera nos detiene, déjame a hablar a mí.
Como yo no hablo demoníaco, ya había planeado eso. Estaba a
punto de decirle lo mismo cuando todo su cuerpo se congeló tan
repentinamente, era como si le hubieran transformado en piedra.
—Ivy, no te muevas —susurró en voz baja, vehemente.
Traté de ordenarle a cada parte de mí una quietud similar a la de él,
pero no pude evitar que mis ojos bailaran alrededor o que mi pecho se
elevara cuando mi corazón se aceleró y mis pulmones respondieron
demandando más oxígeno. ¿Qué había aquí que era tan peligroso que
Adrian estaba jugando a la estatua en lugar de llegar a su arma?
Mi respuesta fue una especie de gruñido agudo que levantó a cada
pelo en la parte de atrás de mi cuello. Sonaba como un lobo salvaje que
sólo había encontrado una comida, y en algún lugar a mi izquierda, un
aullido rompió la oscuridad en respuesta.
—Adrian —susurré, terror deslizándose a través de mí.
Tan rápido como un rayo, él se encontraba detrás de mí, con los
brazos como bandas gemelas a mí alrededor. —Cierra los ojos —me
ordenó, con voz apenas audible—. No pueden hacerte daño si no te
mueves.
Cerré mis ojos. Había visto a gente masacrados por demonios
transformados en nubes mortales y cuervos, pero si Adrian pensaba que
podía manejar cualquier cosa que esto fuera, yo también lo creía. Los
gruñidos se acercaron más, y con una repentina vibración en el suelo,
sentí algo grande en tierra justo en frente de mí. Un aliento apestoso
golpeó mi cara como bofetadas ligeras. Luché con una nueva oleada de
pánico cuando me di cuenta que me hallaba de pie, sin embargo, la
criatura estaba a mi nivel. ¿Qué era?
Su silbido se volvió gutural antes de sentir una baba viscosa y
húmeda en mi cara con la rapidez de la lengua de una serpiente.
Repulsión impulsada por el temor hubiera hecho que me espantara
inmediatamente si no fuera por la advertencia de Adrian.
No puede hacerte daño si no te mueves.
No sabía cómo podía ser cierto. La cosa me había lamido; ¡ella sabía
que yo estaba aquí! Ni un músculo de Adrian crispó, sin embargo, y
después de la lamida repugnante, la criatura no hizo nada excepto
1 sibilancias de esa manera extraña, siseando. Yo imité la quietud de
Adrian, manteniendo los ojos cerrados y disponiendo mis respiraciones
44 para que fueran suaves y poco profundas. Luego, una nueva vibración
ominosa sacudió la tierra. Otra criatura había aterrizado justo detrás de
nosotros.
Más aliento apestoso llenó el aire con el hedor de la basura vieja y
pescado podrido. Un gruñido sibilante, fuerte como una trompeta y tan
terrible, mis rodillas se sentían como si fueran gelatina. Sólo el agarre de
Adrian me mantuvo de pie inmóvil cuando algo masivo golpeó mi cuerpo,
como un tiburón probando su presa. Apreté los párpados con más fuerza,
luchando contra un impulso casi abrumador de coger mi arma. Me sentí
más allá de impotente, más allá de vulnerable. Si los brazos de Adrian no
estuvieran envueltos a mí alrededor, un recordatorio tangible de que no me
hallaba sola en esto, podría haber empezado a temblar.
Entonces un rugido estalló en frente de mi cara, tan fuerte que
parecía prolongarse dentro de mí. Mi corazón latía cuando algo afilado rozó
la parte superior de mi cabeza, separando el cabello con múltiples puntos
duros. No tenía necesidad de abrir los ojos para saber lo que era. Colmillos
gigantescos de la criatura. Mis tripas retorcidas por el terror y la
resignación. Un chasquido de los maxilares, y todo habría terminado.
¡No puede hacerte daño si no te mueves!
No podría decir cuánto tiempo frenéticamente repetí la promesa de
Adrián, pero los colmillos en mi cabeza finalmente desaparecieron. Luego,
con dos juegos de golpes vibrantes, el espacio que nos rodea se sintió
menos opresivo y supe que las enormes bestias descomunales se habían
ido. Sin embargo, todavía no me moví ni abrí los ojos. No hasta que Adrian
me levantó, corrió, y sentí que estábamos cayendo a través de la puerta de
entrada hacia la luz y el calor de Collinsville, Illinois.
Me golpee la cara en la hierba por nuestro aterrizaje forzoso, pero no
me importaba. En lugar de ponerme de pie, empecé a deslizar mi mejilla
con fuerza suficiente para crear un moretón, y todavía se sentía como la
baba de la lengua de la criatura permanecía. Quería lavar mi piel con agua
hirviendo, pero no podía. Todo lo que podía hacer era seguir frotándome la
cara con las manos enguantadas.
—¿Qué eran esas cosas? —le susurré, todavía demasiado
traumatizada para hablar en un tono normal.
Adrian se arrodilló y agarró mis muñecas, obligándome a detener mi
áspero arreglo personal. Su rostro tenía rastros brillantes en él, también,
mostrando que no había sido la única a la que las criaturas habían
lamido.
—Sabuesos —dijo de manera uniforme—, lo que significa que
1 tenemos un problema.
Me eché a reír. No de júbilo, tipo yay-estoy-viva, como cuando
45 sobreviví al primer ataque de Demetrio, pero eran carcajadas salvajes que
rondaban entre trastorno y la desesperación.
—¿Un problema? No me digas —Me quedé sin aliento—. Pensé que
enormes perros demoníacos sólo serían una molestia menor.
Adrian quitó el pelo de mi cara, su mano acunó mi barbilla.
—Sabueso es un apodo. No son perros. Son reptiles antiguos que los
demonios criaron selectivamente hasta que se convirtieron en lo más
vicioso en cuatro patas. No pueden ver, saborear ni oler una mierda, sin
embargo, es por eso que estás a salvo si no te mueves. Si lo haces, están
entrenados para despedazarte.
Dejé de reír, pero eso no quería decir que me sintiera más estable. —
Voto porque nos saltemos este reino y sólo busquemos en aquellos sin
demoníacos reptiles devoradores de hombres.
—No es así de simple —dijo, todavía en ese tono exasperantemente
calmado—. No se suponía que debían estar allí, por lo que los demonios
deben de estar ampliando su seguridad. Saben que has buscado el arma
en dos reinos, Ivy. Parece que están tratando de impedirte buscar en un
tercero.
La mierda parecía nunca terminar. —Pero ahora que sabemos que
están ahí, ¿no podemos simplemente traer armas más grandes y matarlos?
—Los sabuesos son casi tan difícil de matar como los demonios —
respondió Adrian, con un toque de severidad por lo que me pregunté si él
hablaba desde su experiencia—. Además, son de sangre fría, así que tienen
que mantenerse volviendo a sus manejadores para calentarse, lo que
significa que no tomaría mucho tiempo para uno de ellos se pueda perder.
Arrastrarse al mundo de la botella de salsa de tomate más grande
del planeta y no salir estaba empezando a sonar como una gran idea. —¿Y
ahora qué?
Me dio una mirada fría. —Ahora hablaremos con Zach.

1
46
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Daniela Agrafojo

Usamos la mayoría de las notas adhesivas con glamour Arconte que


nos quedaban como dinero para la gasolina para regresar a la casa de
Costa en Miami. Una vez allí, esperamos. Y esperamos.
Al cuarto día, Zach todavía no había aparecido a pesar de los
repetidos intentos de Adrian por llegar a él. Yo también intenté,
mayormente doblando las manos, mirando hacia arriba y pensando
distintas variaciones de ¿Dónde estás, Zach? ¡Sé que puedes escucharnos!
Costa tampoco se hallaba cerca. Al menos llamó, diciendo que se
quedaría unos días más con Hoyt en la casa de la familia de Thomas. Con
nadie activamente intentando matarme y nuestra búsqueda en los reinos
1 puesta en espera, no tenía nada que hacer salvo preocuparme. No podía
disfrutar siquiera el cálido sol del sur de Florida. Si no me sentía culpable
por Jasmine languideciendo en su cautiverio, era atormentada de otra
47 forma.
Las últimas tres noches, me dormí oyendo a Adrian pasearse. Pasó
sus días en la cochera abierta, diciendo que necesitaba trabajar en su
coche. Mentira. El Challenger estaba en perfectas condiciones, y sólo podía
pasarle cera y prestar atención a los detalles demasiadas veces antes de
que fuera obvio que sólo me evitaba.
Esta noche, iba a descubrir por qué.
Salí de la cama, oyendo cómo su paseo se detenía abruptamente
cuando abrí la puerta. Qué mal. Me había cansado de jugar a evitarnos. Él
no, sin embargo. Para el momento en que bajé las escaleras, no se
encontraba en ningún lado y la puerta de su habitación estaba cerrada.
Silenciosamente, fui hacia el pomo de la puerta. Bloqueada. Mi boca
se curvó. Fue él quien me enseñó que no me rindiera tan fácilmente
cuando algo necesitaba hacerse.
Tomé las llaves del coche que dejó en el mostrador y salí por la
puerta del frente. Apenas las deslicé en la ignición del Challenger cuando
Adrian salió volando de la casa detrás de mí.
—¿A dónde crees que vas? —demandó, abriendo de golpe la puerta
del pasajero después de probar la mía y no poder entrar. Esperé hasta que
la cerró, luego apreté el botón para bloquearla.
El sonido fue como el disparo de un arma en el silencio. Adrian me
miró, sabiendo mejor que nadie que ahora se hallaba atrapado. Él fue el
que equipó el Challenger para que la única salida fuera por la puerta del
conductor cuando las puertas se bloqueaban.
—No iré a ningún lado —dije de forma uniforme—, y tampoco tú
hasta que tengamos una pequeña charla.
—¿Qué estás haciendo, Ivy? —preguntó, su voz muy baja.
—Terminando nuestro punto muerto —respondí, recostándome en el
asiento de cuero—. Por los primeros días, pensé que me evitabas porque
había hecho algo mal. Luego me di cuenta de que no era mi culpa, así que
ahora quiero saber por qué.
Apartó la mirada. —No te he estado evitando…
—Oh, mentira, parece que estaremos aquí por un rato —me burlé—.
En serio, Adrian, la casa de Costa es terreno sagrado y no tiene ni un solo
espejo, así que estoy totalmente segura. Sin embargo, aparte de conseguir
víveres el primer día, no la has abandonado. Si no puedes soportar estar
1 en la misma habitación conmigo, ¿por qué es que tampoco puedes
soportar dejarme sola aquí?

48 Lentamente sus manos se cerraron en puños. —Déjame salir, Ivy.


Ahora.
—No hasta que me des una respuesta directa —argumenté.
Me miró, el enfado afilando las hermosas líneas y las profundidades
en su rostro.
—Te lo advierto, no me presiones.
—¿O qué? —me enojé—. ¡No tienes nada con qué amenazarme! La
única razón por la que puedo seguir adelante es porque no tengo nada que
perder, por lo que presionarte no me asusta…
No vi sus manos moverse, pero de repente, se encontraban en mi
cabello mientras me jalaba hacia él, su boca quemando la mía. Jadeé
sorprendida, y deslizó su lengua más allá de mis labios, reclamando la mía
con una pasión desesperada que envió calor galopante a través de mí.
Mi sorpresa se desvaneció. También mis preguntas. El deseo
secuestró mis emociones, dejando nada excepto un aumento de ardiente
necesidad. Le devolví el beso a Adrian, abriendo la boca en una demanda
silenciosa por más. Indicios de alcohol se saboreaban en su beso, pero
debajo de eso se hallaba su sabor, infinitamente más intoxicante, y
respondí como si fuera mi droga preferida. Gemí mientras inclinaba la
cabeza hacia atrás por la fuerza de su beso. Luego me jaló del asiento
hasta que estuve sobre él, su fuerte agarre moldeándome contra cada
centímetro musculoso de su cuerpo.
—Esta es la razón por la que me alejé —gruñó contra mi boca
mientras sus manos comenzaban a recorrerme con deliberada y
despiadada pasión —. No puedo estar cerca de ti sin desearte. Ya no puedo
detenerme…
Sus palabras se detuvieron mientras su beso se profundizaba, hasta
que apenas podía respirar por los empujes e indagues eróticos de su
lengua. Me habían besado antes, pero nunca de esta forma. Él no
exploraba mi boca. La reclamaba.
Y yo no podía tener suficiente. Todos los sentimientos que tuve que
fingir con otros novios volvieron con furia a través de mis sentidos,
sacudiéndome con su intensidad. Mi corazón latía mientras mi cuerpo se
volvía híper-sensitivo, haciendo cada roce de su piel, labios y lengua
peligrosamente erótico. Necesitaba más de su beso a pesar de que apenas
era capaz de respirar. Más de sus manos moviéndose sobre mí con
urgencia sexual, y más del cuerpo duro y musculoso que podía sentir pero
no tocar por cuán apretadamente me sostenía Adrian.
Me quejé cuando sus labios descendieron hacia el lugar en mi cuello
1 que hacía que cada nervio saltara con exquisita anticipación. Volvieron a
saltar cuando me levantó la parte de arriba del pijama, sus manos ahora
49 recorriendo mi carne en lugar de la tela. Cada lugar que tocaba parecía
quemar con una necesidad tan intensa, que me dejaba adolorida, y
cuando me chupó el cuello, una explosión de placer hizo eco hasta el latido
entre mis piernas.
—Eres en todo lo que puedo pensar. Cada día, cada minuto… tú —
murmuró con pasión.
Estaba tan perdida en la sensación, que las palabras apenas
penetraron, especialmente cuando su boca se inclinó sobre la mía con
hambre carnal. Antes, mis manos habían estado atrapadas contra su
pecho, pero las obligué a liberarse, agarrándole la cabeza mientras le
devolvía el beso. Su boca era adictiva, y los sinuosos golpes de su lengua
me tenían arqueándome contra él con necesidad silenciosa y primitiva.
Desesperada por sentirlo de la forma en que fantaseaba en secreto, mis
manos dejaron su cabeza para deslizarse por su cuerpo. Nuestro espacio
apretado limitaba mi exploración hasta sus hombros, brazos y costados,
pero tenía tantas ganas de tocarlo, que no me importaba. Sus músculos se
amontonaron y flexionaron cuando reaccionaron a la sensación de mis
manos en él. Su cuerpo era tan duro, pero su piel era lisa y suave, como
si alguien hubiera estirado seda sobre piedra. Tocarlo mientras me besaba
hizo que mi mente diera vueltas por el deseo, y cuando mis manos rozaron
su estómago tenso y plano, un escalofrío recorrió su cuerpo.
Rompió el beso para sacarme la el pijama por la cabeza, gruñendo
mientras lo lanzaba a un lado.
—Eres tan hermosa, Ivy.
Sus manos en mis pechos desnudos me arrancaron un grito. Mi piel
se sentía demasiado apretada, demasiado sensible, y cuando su boca se
cerró sobre uno de mis pezones, el placer fue tan intenso, que era casi
doloroso. Tomé su cabeza sin pensarlo, mis gemidos convirtiéndose en
gruñidos que hacían que él me aferrara con más fuerza. Su boca era una
marca que quemó todas esas sensaciones increíbles a través de mí, por lo
que todo mi cuerpo se sienta febril. Cada parte de mí lo ansiaba, pero
cuando deslizó la mano dentro de los pantalones de mi pijama, no pude
evitar tensarme incluso aunque grité ante la descarga de placer.
Su boca dejó inmediatamente mi pecho izquierdo y su mano se
deslizó hacia arriba para enredarse en mi cabello.
—¿Qué sucede?
Los ojos de Adrian estaban oscurecidos con pasión, haciendo
resaltar su borde plateado, pero fue el desenfreno apenas contenido lo que
hizo que las palabras se pegaran en mi garganta.
—Yo, ejem… antes de que… ah, tengo que decirte algo.
1 De hecho pude ver el momento en que adivinó qué cosa era lo que
me causaba problemas articular. Sus ojos se ampliaron, y sus manos
50 detuvieron el sensual movimiento en mi cabello.
—Nunca has tenido sexo antes.
Una declaración, no una pregunta. Todavía tenía los pantalones del
pijama puestos, pero de repente, nunca me sentí más expuesta. Crucé los
brazos sobre mi pecho, y por primera vez, estuve agradecida por no tener
una copa D, porque lo cubrían todo.
—Sí —murmuré—. Lo siento.
—No. —El suspiro de Adrian fue cansado—. Nunca te disculpes por
ser quien eres. Eres perfecta, y yo soy el que lo lamenta. Tocarte me hizo
olvidar todas las razones por las que tengo que permanecer lejos de ti.
Esa era la última cosa que quería oír. La frustración se elevó,
cubriendo mi vergüenza previa. ¿Se suponía que tenía que volver a fingir
que no consumía mis pensamientos tanto como aparentemente yo
consumía los suyos? ¡Maldita sea mi vacilación momentánea que arruinó
esto!
—No quiero que permanezcas alejado —dije. Para probarlo, dejé caer
los brazos.
Sus ojos se cerraron mientras temblaba como si absorbiera un golpe
severo.
—No —dijo bruscamente—. Después de que encuentres y uses esa
arma, tengo que alejarme de ti, y no puedo hacer eso si somos amantes.
Apenas puedo hacerlo ahora, y necesito hacerlo, Ivy. Es la única forma en
que puedo protegerte de mi destino.
Antes de que pudiera decir algo más, nos giró hasta que estuvo
sobre mí. Luego golpeó la ventana tan fuerte que se rompió. Su cuerpo
cubrió el mío de la instantánea lluvia de cristales, luego abrió la puerta
desde afuera y se fue.
Por unos momentos confusos, me quedé en el asiento del pasajero,
aferrándome al pijama que Adrian me tendió antes de alejarse. Amaba este
coche como si fuera su bebé, sin embargo, rompió su propia ventana para
alejarse antes de perder el control y terminar lo que empezó.
No sabía si era la cosa más romántica que había hecho, o la más
insultante.

1
51
Traducido por Vane hearts
Corregido por AmpaЯo

Al siguiente día, Zach apareció con su estilo habitual de ninguna


advertencia. Levanté la vista de mi libro para verlo sentarse en la silla
opuesta a la mía, un libro en sus manos como si hubiera estado leyendo,
también.
—¡Adrian! —grité, sin molestarme en decir hola—. ¡Zach finalmente
está aquí!
—¿Por qué pareces estar enojada conmigo? —Preguntó Zach, con el
sonido de acompañamiento de los portazos de la puerta principal.
—¿No debería estar molesta porque tomaste tu tiempo para regresar
de nuevo a nosotros cuando no estamos en condiciones de buscar la única
1 arma que puede salvar a mi hermana?
La frustración iba surgiendo mucho más en mi tono. Zach no tuvo la
52 oportunidad de responder antes de que Adrian entrara en la habitación.
No era de extrañar, había estado fuera todo el día. Al menos se había dado
a sí mismo una razón para trabajar en su coche en lugar de simplemente
fingir. En cuanto a mí, había estado fingiendo leer para que no fuera obvio
que no había sido capaz de dejar de pensar en lo que casi habíamos hecho
en ese brillante Challenger negro.
—¿Qué mierda, hombre? —preguntó Adrian, resumiendo sus
sentimientos de forma más concisa que yo.
Zach se puso de pie. —No soy un hombre —declaró secamente—.
Tampoco estoy a tus órdenes o reprimendas.
Adrian respondió con una explosión de la exquisita forma
demoníaca, el sonido acariciando mis oídos como una sinfonía. En lugar
de estar apaciguado, Zach estaba más molesto.
—¡Cómo te atreves a usar la lengua de mis hermanos, mortal!
—¿Esa es la lengua de los ángeles? —pregunté, sorprendida.
Adrian me lanzó una breve mirada. —Sí, y la conozco porque es de la
que los demonios originalmente derivaron su idioma —para Zach, dijo—:
No teníamos una semana para perder esperándote. Tú mejor que nadie
sabes que estamos en una cuenta regresiva.
—¿Qué cuenta regresiva? —Elevé la voz, pero ambos me ignoraron.
—Necesitaba tiempo para conseguir tu solución —dijo Zach, su
oscura mirada ardiente con puntos de luz—. ¿Tu impaciencia te impide
que eso ocurra, endante?
Con la palabra extranjera, Adrian parecía más molesto que Zach.
—¿Qué hay de un mensaje de texto en versión de nube diciendo
“volveré enseguida”, entonces? —contestó ácidamente.
Me levanté, la ira entre ellos empezando a preocuparme. Estábamos
acabados sin Zach, así que tuve que empujar mis propios sentimientos a
un lado, otra vez, para suavizar esto de nuevo.
—Zach, has estado ahí desde siempre, pero somos mortales. Cinco
días podrían ser nada para ti, pero con ninguna palabra y solo obstáculos
insuperables en los que pensar, ha sido duro para nosotros.
El Archon miró en mi dirección, su mirada indicando que yo no
había suavizado nada. Bueno, hora de la honestidad áspera, entonces.
—Para empezar, apenas he dormido porque me sigo preguntando si
todo esto es por nada. —Mi voz quedó atrapada—. No importa lo que dijo
Adrian acerca de los demonios no queriendo perder su influencia, Jasmine
ya podría estar muerta. A veces, incluso me gustaría que así fuera.
1 Entonces no estaría sufriendo, y no tendría que entrar en otro reino.
Entonces me odio a mí misma por pensar en eso, por lo que la culpa me
53 atormenta.
Hice una pausa para tomar un suspiro tembloroso.
—Peor aún, después de anoche, sé que quiero a Adrian tan mal que
no me importa lo que pase después. Otra noche solos los dos y no seré
capaz de detenerme de ir a él, y no importa lo mucho que crea que tiene
que hacerlo, sé que no tendrá la fuerza para alejarme de nuevo.
Me aseguré de seguir mirando a Zach mientras hablaba. Si miraba a
Adrian, no habría sido capaz de admitir todas esas verdades personales.
La culpa por mi hermana me desgastaba a diario, por lo que ayer por la
noche había utilizado con Adrian hasta lo último de mi fuerza de voluntad.
Desde que había recurrido a dañar su amado Challenger en lugar de
esperar a que abriera la puerta del lado del conductor, su fuerza de
voluntad estaba vacía, también. Otra noche solos y todo habría terminado.
Una gran parte de mí deseaba que el Arconte hubiera esperado un
día más para aparecer.
Zach me devolvió la mirada, su expresión se tornó pensativa.
Todavía no miraba a Adrian, pero podía sentir su mirada moviéndose
sobre mí, quemando todo lo que tocaba. Nunca había estado tan
extremadamente consciente de nadie antes, y cuando dejó escapar un
áspero suspiro bajo, me encontré inhalando para poder absorber su
aliento en mi interior.
La mano de Zach en mi cabeza hizo que volviera mi atención hacia
él. El Arconte cerró los ojos como si estuviera concentrado y, esta vez,
realmente sentí un cosquilleo corriendo a través de mí. O tal vez era
todavía mi cuerpo respondiendo a la mirada implacable de Adrian.
Después de un momento, Zach quitó la mano. —Con este nuevo
disfraz podrás pasar a los perros del demonio —indicó.
—¿Cómo? —preguntamos Adrian y yo al unísono, pero entonces un
coche se detuvo en el camino de entrada. Adrian dejó escapar un suspiro
de alivio en esta ocasión.
—Costa está de vuelta.
Costa estacionó detrás del Challenger. Cuando salió, lo saludé con la
mano a través de la ventana, y luego ésta se estrelló en el suelo, la gran
complexión de Adrian casi aplastándome por el impacto.
—No dispares. —Oí decir a Zach sobre Adrian con un urgente—:
¿Estás bien? ¿Te dio?
No pude responder porque no podía respirar. Mis manos golpeando
sus hombros debieron expresar eso, debido a que Adrian se quitó de mí
1 con la misma velocidad, aunque se mantuvo agachado delante de mí.
Tomé una respiración profunda, haciendo una mueca cuando mis costillas
54 y la parte posterior de mi cabeza palpitaron con dolor.
—¿Por qué me... aplastaste? —Me las arreglé para decir.
Por encima de su hombro, vi a Costa irrumpiendo en la habitación,
con el arma en la mano y su rostro muy pálido. —¿Está muerto? —espetó.
Adrian tenía a Costa contra la pared, la pistola fuera de su mano,
antes de que yo pudiera gruñir un confuso—: ¿Eh?
—¿Por qué diablos le disparaste a Ivy? —exigió Adrian.
Costa lanzó una mirada en mi dirección. —¿Esa es Ivy?
—Puedo explicarlo —dijo Zach en un tono sereno—. Con el fin de
pasar más allá de las bestias, encanté a Ivy para que se parezca a una.
Adrian dejó ir a Costa, su mirada se deslizó hacia mí con
incredulidad. —¿Se parece a un perro?
—El más grande, más feo que he visto —dijo Costa con voz ronca.
—Eso es grosero —murmuré, tratando de conciliar el hecho de que
ahora me parecía a uno de los guardias reptiles de los demonios.
La boca de Costa se curvó hacia abajo. —Haz que… deje… de silbar.
—¡No estoy silbando! —Fue mi protesta inmediata, pero Costa se
estremeció y retrocedió un paso—. Oh, mierda, todo lo que oye es un
silbido, ¿no? —pregunté con resignación.
Un sonido estrangulado salió de la garganta de Adrian. Lo miré
fijamente, dándome cuenta de que estaba luchando contra una carcajada.
—Ivy, deja de silbarle a Costa —dijo con fingida seriedad.
¿Así que era todo diversión y juegos ahora que se dio cuenta de que
no me había disparado? Nunca me acostumbraría a los humores volubles
de Adrian.
—¿Estás seguro de que esto me ayudará a pasar a los perros? —le
pregunté a Zach.
Inclinó la cabeza. —Han sido entrenados para no atacar a sus
iguales. Encantándote para que te veas exactamente igual que otro perro
es lo que me llevó más tiempo, ya que primero tuve que capturar uno.
—¿Cómo? —espeté, viendo que los ojos de Adrian se estrecharon,
también—. Dijiste que los Arcontes no pueden ir a los reinos demoníacos.
—Los sonidos que hace son seriamente preocupantes —murmuró
Costa, pero al menos guardó el arma.

1 —No podemos, pero los demonios están colocando a los perros en


cada reino como medida de precaución —indicó Zach—. Esperando a que
los vórtices aparezcan ante ellos mientras eran transportados de un reino
55 a otro es como conseguí al sabueso al que ahora te pareces.
Zach había pasado los últimos cinco días cazando a un perro para
ayudarnos, y ambos lo insultamos tan pronto como lo vimos. No es de
extrañar que se pusiera todo loco. Si fuera él, podría haberme ido sin
darme mi nuevo disfraz, también.
—Gracias —dije con sinceridad—. Y lo siento.
Una vez más, inclinó la cabeza. —Disculpa aceptada.
La boca de Adrian se frunció, pero no se disculpó. Por la expresión
de Zach, no era una sorpresa. Por otra parte, después de lo que Adrian me
había hablado de ese día en los túneles, la persona que realmente le debe
al otro una disculpa, era Zach.
Me aclaré la garganta, sabiendo que no iba a suceder, tampoco.
—Bien, ahora que conseguimos pasar más allá de los guardias
reptiles, dirijámonos al reino más cercano y busquémoslo.
Adrian asintió hacia mí y luego le dio una calibrada mirada a
Costa—. ¿Irás con nosotros?
—Iré, pero Ivy es el problema —dijo Costa sin rodeos—. No se puede
salir con ella en público. Se parece a lo que sucedería si un hombre lobo
folla a un dragón de Komodo.
Le mostré mis dientes, con la intención de hacerlo como una broma,
pero visiblemente se estremeció. Muy bien, así que era horrible. Diría que
lo sentía, pero sólo sonaría como amenazarlo con silbidos.
—¡Y su ropa! —Continuó Costa—. No puedes esperar que un perro
completamente vestido pase desapercibido en los reinos.
—¿Se puede ver mi ropa? —Pregunté estúpidamente, y luego agité
una mano impaciente y dije—: Adrian, traduce.
—No lo necesito —dijo, dándome una mirada evaluadora—. Tus
disfraces sólo han sido exteriores, por lo que en este momento, Costa está
mirando a un perro en pantalones cortos y una camiseta sin mangas.
—Y sandalias —agregó Costa, estremeciéndose.
Me volví a Zach. —Bueno, esto necesita ser arreglado.
El Arconte levantó una ceja. —La respuesta es obvia.
Esperé a que pusiera su mano sobre mi cabeza otra vez, pero no lo
hizo. La comprensión emergió y, con ella, la incredulidad.
1 —¿Esperas que entre en los reinos completamente desnuda? No sólo
me congelaría, ¡estaría desnuda!
56 La lógica falló en la cara del espantoso pensamiento. Zach miró
indiferente a mi consternación, pero Adrian pasó la mirada sobre mí de
una manera que era a la vez una premonición y una anticipación.
—Los perros usan correas de cuero para facilitar su manejo. Si
colocamos algunas estratégicamente en ti, cubrirían las partes necesarias
sin llamar demasiado la atención, y como he dicho, los perros vuelven con
frecuencia a la ciudad para entrar en calor.
Cerré los ojos. O dejaba a mi hermana pudrirse, o tendría que correr
alrededor de congelados reinos demoníacos usando el equivalente a un
bikini de cuero. ¿Cómo se había convertido esto en mi vida?
—Comencemos con la fiesta de la esclavitud de reptiles, entonces —
dije finalmente, abriendo los ojos.
Me gustara o no, esta era mi vida, así que tenía que hacer lo mejor
de ella.
Traducido por Laura Delilah
Corregido por Miry GPE

No volvimos a la entrada en Collinsville, Illinois. En cambio, nosotros


tres fuimos en coche a Boone, Carolina del Norte por lo tanto podríamos
tener acceso a algo que evitamos durante semanas. Un vórtice.
Ya que los Sabuesos eran transportados a través de vórtices, y ahora
me veía como un Sabueso, Adrian dijo que era tiempo de arriesgarse.
Según él, los vórtices eran como puertas giratorias, abarcando
consecutivamente varios reinos. Cuanto más grande era el vórtice, a más
reinos podría tener acceso. Adrian dijo que si Demetrius no nos hubiera
detenido en Oregón, y sus secuaces no nos hubieran perseguido a través
del vórtice en México, podríamos haber cubierto todos los reinos en
Norteamérica y Sudamérica solo a través de aquellas dos entradas.
1 Por el contrario, el vórtice de Boone era mucho más pequeño,

57 abarcando solamente cerca de una docena de reinos. Aun así, llevaría dos
semanas llegar a cada uno de esos reinos por separado, y con mi nuevo
disfraz, limitar el tiempo de viaje era obligatorio.
Algo que no pensé cuando me enteré que lucía como un gran perro-
lagarto prehistórico para todos, excepto para Zach y Adrian: los baños
públicos se hallaban fuera de discusión. Tuve que usar los arbustos a lo
largo de la carretera. Si eso no fuera suficientemente humillante, Adrian y
Costa tenían que acompañarme hacia ellos y de regreso, de esa manera
sus cuerpos bloqueaban la vista del Ivy-monstruo a los conductores que
pasaban. Cuando todos permanecíamos en el coche, Costa se quejaba de
que las partes de mi cuerpo bestial colgaban sobre su asiento, aunque mis
brazos y piernas quedaran completamente atrás. Y en la estación de
gasolina o en auto-servicios, necesitaba tener una manta encima de mí
para que nadie se asustara por ver a un monstruo en el asiento trasero.
Sí, ya me sentía harta de este disfraz, y lo peor de todo, comenzaría
ahora.
Esperamos hasta después de oscurecer para entrar en el vórtice
marcado por un sitio turístico llamado Mistery Hill.
Como con otros vórtices, la gente sabía que había algo malo en el
lugar debido a sus anomalías gravitacionales, pero no sabían que contenía
una puerta giratoria a los reinos demonio. Deseé tampoco saberlo, pero
eso no impidió que Adrian me llevara a través de la puerta, la cual se
encontraba sobre una losa de concreto llamada Plataforma Misterio.
Cuando caímos en la oscura y fría versión de Mistery Hill, la
plataforma de concreto desapareció. También lo hicieron los edificios
turísticos y la carretera cercana. El olor a humo de madera permaneció,
sorprendiéndome hasta que me di cuenta que había árboles rodeándonos.
Congelados, por supuesto, pero si algunos permanecieron, tenía sentido
que se quemaran como una fuente de calor.
Como era de esperar, fuimos lanzados en las cercanías del epicentro
del reino, así que nos encontrábamos solos en la colina helada. Por el
momento.
—Está bien —declaró Adrian—. Sigan con el plan, y recuerden, no
muestren miedo, ni a los Sabuesos ni a los controladores.
Para mí era demasiado oscuro, por lo que no podía ver su expresión,
pero con su visión mejorada, podía ver la mía mientras desabrochaba mi
abrigo largo hasta el tobillo y lo dejaba caer al suelo. Debajo, sólo llevaba
botas, una correa de cuero a través de mis pechos y la tanga de cuero más
incómoda que alguna vez hayan inventado.
La ráfaga de frío sobre mi piel desnuda se sintió como un golpe de
1 cuerpo entero, noqueando mi incomodidad por estar delante de Adrian con
casi nada. Mis dientes comenzaron a castañear como un juguete de
58 cuerda, y cuando me quité mis botas, el hielo me hizo sentir como si
estuviera parada sobre cuchillos. Creí haberme preparado mentalmente,
pero “mente sobre heho” no existía cuando te hallabas casi desnudo en
temperaturas glaciales.
—N-no puedo ha-hacer e-esto —tartamudeé.
Adrian me jaló hacia él, sus brazos ahuyentando el frío en mi
espalda y su cuerpo calentando mi parte frontal. Sin pensar, me paré en la
parte superior de sus botas, aliviando el dolor punzante en mis pies. La
última vez que estuve casi completamente desnuda en sus brazos, él me
tuvo abrumada con pasión. Esta vez, pareció que la ternura manó de su
abrazo, calmando partes de mis emociones que no sabía que se
encontraban magulladas o rotas.
—Puedes hacer esto —dijo, sus palabras bajas pero resonantes—.
Las habilidades de otro mundo de guerreros legendarios, reyes y reinas
corren por tus venas. Con eso, eres capaz de mucho más de lo que nunca
seré, pero incluso si no tuvieras ese linaje… —profundizó su voz—, aún
creo en ti, Ivy.
Solté una carcajada que fue medio jadeo, medio sollozo ahogado.
¿Cómo podía decir eso? Metí la pata en cada desafío que me lanzaron, y
eso fue con su ayuda. Sin eso, habría muerto varias veces hasta este
momento.
Un ronco silbido me hizo girar la cabeza hacia la derecha. A nuestra
izquierda, otro sonó y otro justo en frente de nosotros.
Listos o no, los Sabuesos estaban aquí.
—Puedes hacer esto —repitió Adrian, permaneciendo absolutamente
quieto. Me desprendí de sus brazos, viéndolo mantenerlos medio curvados,
como si aún me acunara. En medio del choque del frío, mi miedo a esos
gruñidos amenazadores, y al dolor que se esparcía en mis pies, también
sentí un dejo de asombro.
Durante nuestro tiempo juntos, Adrian me jaló, derribó, me arrojó a
través de reinos, me atrapó contra una pared y me besó hasta que ardí por
la necesidad, pero esto era diferente. Cuando me sostuvo, comprendí que
entre nosotros había más que legados y lujuria. Él era lo que me hacía
falta toda mi vida, y si él se sentía de la misma manera, que me condenen
si cualquiera de nosotros moría antes que pudiéramos hacer algo sobre
eso.
Me di vuelta, temblando y todo, para hacer frente a los monstruos
lagarto que se agolparon en torno a nosotros.

1 —¡Atrás! —grité, esperando que les sonara como el silbido más malo,
más temido de todos los tiempos.

59 Entonces miré, mi mente tomándose unos momentos para procesar


lo que veía. Cuando pude pensar otra vez, la descripción de Costa era
correcta. Se veían como lo que conseguirías si un hombre lobo y un dragón
de Komodo tuvieran un bebé monstruo. No me extrañó que abriera fuego
en cuanto me vio disfrazada como uno.
Aún en cuatro patas, los Sabuesos eran casi tan altos como yo. Sus
hocicos eran alargados como el de un bull terrier, sólo que con muchos
más dientes, tal como vi cuando sus bocas se abrieron imposiblemente
amplias. Sus patas delanteras eran pequeñas, pero sus espaldas eran
enormes con músculos, y eran compensados con una gruesa cola que se
reducía en un punto al final. Garras tan largas como mis dedos
apuñalaban el suelo congelado, y aunque su piel tenía el aspecto correoso
de un reptil, también se hallaba cubierta por una delgada capa de pelo
oscuro.
Pude ver todas estas cosas porque la luz que irradiaba de las
manchas en sus espaldas, emitían un resplandor misterioso, como si los
Sabuesos necesitaran algún tipo de mejora para su amenaza. Lenguas
bífidas y delgadas chasquearon de sus bocas, cuando el más grande de los
tres se acercó lo suficiente como para darme lo que esperaba fuera una
lamedura amable, me obligué a permanecer quieta y no gritar.
Si lográbamos atravesar esto, bebería una botella entera de whisky
súper fuerte de Adrian. Cuenta con ello.
—M-marcha atrás —dije de nuevo, haciendo que mi voz sonara
autoritaria y firme, lo cual no era fácil por el castañeteo de dientes. Uno de
los Sabuesos ladeó la cabeza, como si tratara de traducir los sonidos de mi
mandíbula que chasqueaba rápidamente. Entonces se adelantó, dejando
un rastro de baba encima de mi brazo mientras también me daba una
lamida.
—Asqueroso —murmuré, pero eso era mejor a que ellos me rasgaran
en pedazos. El glamour Zach los engañaba. Sabía que funcionaba en
demonios, súbditos y humanos, pero no estaba segura sobre las bestias.
Oh, soy de poca fe.
—Bueno, muchachos, vamos a la ciudad y entremos en calor —
anuncié, empezando a correr hacia donde Adrian me dijo que era el
pueblo.
Uno me siguió, pero los otros dos se quedaron atrás, como si
sintieran la presencia de Adrian aunque él no movió ni un músculo.
—¡Vamos! —dije, dando vueltas atrás y empujando a ambas bestias,
luego corriendo hacia la ciudad de nuevo. Oye, eso es lo que solía hacer mi
perro cuando era una niña y quería que lo siguiera. Esperaba que los
1 Sabuesos cumplieran con su apodo y lo entendieran.
Después de unos cuantos pequeños empujones y círculos más,
60 durante los cuales, estaba segura que las terminaciones nerviosas de mis
pies se congelaron, los tres Sabuesos finalmente fueron conmigo. Les dejé
dirigir puesto que no podía ver en el bosque estigio, pero me sentía tan
ansiosa por terminar con esto —¡tenía frío!— que me forcé a frenar para
evitar superarlos. Finalmente, llegamos al epicentro del reino: una
montaña convertida en mini ciudad, por todas las luces, terrazas, caminos
y patios excavados en la roca.
Los Sabuesos parecían saber exactamente a dónde iban, llevándome
a un puente de piedra lisa que conducía dentro de la montaña
metropolitana. Si no supiera que el forzado trabajo humano lo construyó,
habría estado impresionada por la ciudad de piedra. Como con la sede de
los otros demonios, tenía electricidad, calefacción y hermosos detalles
arquitectónicos. También vi joyas artísticamente incrustadas en partes de
la roca, lo que me recordó el comentario del ego de Adrian. Quienquiera
que gobernaba este reino, quería mostrar sus riquezas, y las joyas que
salpicaban la pared de su montaña castillo, sin duda era una manera de
hacerlo.
Lucir como un Sabueso significó que corrí por delante de los
guardias sin ser detenida. Pasamos como rayo a través del patio, con todos
apartándose para salir de nuestro camino, y mientras los Sabuesos me
conducían a un vestíbulo de piedra por delante de este, el aire se volvió
notablemente más cálido. Cuando llegamos al final del pasillo, era casi
húmedo. Una vez dentro de la habitación tenuemente iluminada, lo
entendí.
Los Sabuesos saltaron a una gran piscina humeante, cortada en la
roca, sumergiéndose hasta los ojos. El agua olía horrible, pero también
salté, diciéndome que lo hacía para evitar sospechas.
Era una mentira. Ese vapor me convenció. Pudo ser barro caliente, y
aun así me habría sumergido. Después de unos dolorosos minutos donde
mis manos y pies se sentían como si estuvieran ardiendo mientras volvía
la circulación, dejé de temblar y mis dientes de castañear. Algunos
minutos después, me sentí bastante enfocada como para concentrarme.
Este era un lugar tan bueno como cualquier otro para buscar el castillo
con mi radar-sagrado.
Apenas empezaba a hacer eso cuando ruidos repetitivos resonaron
en el pasillo cercano. Me tensé, pero los Sabuesos junto a mí comenzaron
a moverse en lo que podría ser llamado como jubilosa expectativa.
Momentos después, dos súbditos llevando linternas como marcas en
su piel, empujaron carretillas en la habitación. Los Sabuesos saltaron
desde el agua, empujándose unos a otros para situarse mientras el
1 contenido era arrojado en una esquina. Luego cayeron en la pila como
cerdos hambrientos a la hora de comer, y lo que les dieron a comer era tan
61 repugnante como era de esperarse en un reino demonio.
Miré hacia otro lado, la rabia abrasándome con tanta intensidad que
encendió mis habilidades. Ellas pulsaron hacia afuera, cubriendo el
castillo con la misma eficiencia que antes, y mi sonar sobrenatural volvió
con nada al final de este.
El arma no se encontraba aquí.
Salí del agua, todavía mirando más allá de los Sabuesos. Mi ira hizo
mi desnudez casi irrelevante mientras un súbdito veía hacia mí, no es que
viera a una chica en bikini de correa de todos modos. Parecía sorprendido
de que no me uní al frenesí de alimentación, pero luego vino hacia mí
mientras sujetaba una gran manta.
Permanecí inmóvil mientras me secaba, hablando en Demonish todo
el tiempo. Incluso usó vocales exageradas y la cantarina voz afectada de la
gente cuando le hablaban a los bebés o a las mascotas. Cuando terminó,
rascó mi cabeza y acarició mi culo como si hubiera sido un buen pequeño
Sabueso.
—Ojalá fuera uno de ellos justo ahora —le dije, sabiendo que todo lo
que escuchó fueron ruidos silbantes—. Te arrancaría la cabeza.
Respondió con la versión Demonish de lo que probablemente era—:
¿Quuuién es una chica gruñoona? —Y me tocó otra vez. Esta vez, desnudé
mis dientes hacia él.
—Toca mi culo una vez más y te golpearé con el fémur más cercano
de esa pila.
No es que pudiera, porque usar un hueso como mazo era bastante
inusual a lo que haría un Sabueso que conseguiría la atención de otro
súbdito. Además, necesitaba aprovechar mi oportunidad. Con mi
búsqueda completa y los otros Sabuesos ocupados, ahora era el momento
perfecto para volver con Adrian.
Salí del spa de Sabuesos, encantada de que no tuviera muchas
vueltas para recordar salir del castillo. Una vez más, nadie intentó
detenerme, y cuando corría colina abajo hacia donde dejé a Adrian, se me
ocurrió otra cosa.
Pude ver a dónde iba. No muy bien, ya que tropecé varias veces, pero
no me encontraba cegada por la oscuridad, y estando lo suficientemente
lejos de las luces del castillo de la montaña debí estarlo. Mis habilidades
crecían a un ritmo increíble. ¿Fue porque finalmente las utilizaba, o era el
balancín virulento de emociones que seguía llevándolas a hipervelocidad?
Entre mis sentimientos por Adrian, mi culpabilidad por Jasmine y la rabia
1 que las atrocidades del reino demoniaco me provocaba, no conocería un
momento de calma si me mordía en el culo.
62 —¡Ivy, por aquí!
Ajusté mi curso en la dirección de Adrian, ahora notándolo al lado
de la agrupación de árboles muertos. Permaneció tan quieto que se mezcló
a primera vista. Una vez que lo alcancé, casi me lancé al largo abrigo que
me ofreció y me puse mis botas lo suficientemente rápido para dejar
marcas.
—No está aquí, vamos —jadeé.
Corrimos la corta distancia hacia la puerta de entrada, pero antes de
que la cruzáramos, se detuvo.
—¿Estás lista para ir a otro reino ahora?
Mi cuerpo se sintió como un helado y nunca quería ver otro
comedero de Sabueso de nuevo, pero no lo dudé.
—Sí.
Encontraría esa arma y no sólo salvaría a mi hermana, mataría a
cada maldito demonio y súbdito en el reino en que fue atrapada.
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Paltonika

Atravesé siete reinos el primer día, y terminé los otros cinco, dos
días después. Un lapso con hipotermia fue responsable de la demora, pero
no fue simplemente maná combinado con Adrian y Costa tratándome lo
que hizo que me curara tan rápido. Estaba cambiando. Podía sentirlo en
los músculos que nunca antes había sentido, y en el sensor santificado de
caza, que era cada vez más fácil de utilizar. Había buscado en el último
reino sin siquiera entrar en el edificio principal, y a pesar de guardarme
eso para mí misma, Adrian había percibido los cambios, también.
Es por eso que dijo que era el momento para que aprendiera a cómo
utilizar una honda.

1 A causa de mi horrible disfraz, nos metimos en el Bosque Nacional


de Pisgah para practicar. Costa llegó con nosotros en caso de que
necesitáramos ayuda extra por si algunos secuaces se topaban con
63 nosotros, aunque lo dudaba. Nos encontrábamos en el medio de la
hermosa nada, con grandes árboles, cascadas y arroyos burbujeantes tan
lejos como el ojo podía ver. En comparación con los reinos demoníacos, la
temperatura de apenas cuatro grados era francamente agradable, pero
parecía mantener a los visitantes del parque alejado. Algo realmente
bueno, también. Olvídense de los excursionistas inocentes, si Pie Grande
fuera real, se cagaría al verme.
Después de que Adrian estableciera un objetivo, Costa se sentó en el
tronco de un árbol caído para ver. Me puse de pie junto a Adrian,
frunciendo el ceño al ver la larga cuerda trenzada que sacó de su bolsa de
lona. ¿Era un duplicado del arma infame? En mi cabeza, la honda de
David parecía una rama en forma de Y con un material elástico enrollado
alrededor de los extremos opuestos. No como eso, que se parecía a una
versión más delgada de la cuerda de saltar de un niño.
—¿Qué se supone que debo hacer con eso? ¿Colgar demonios con él?
—pregunté.
Adrian sonrió, tomando una piedra de su bolsa, y la colocó en la
pequeña sección de cuerda que se dividía en dos partes. Entonces,
comenzó a girar la cuerda en círculos como un lazo del viejo oeste,
aumentando la velocidad hasta que se hizo un sonido bajo como un
zumbido. Algo hizo crack cuando tiró hacia adelante. No vi el lanzamiento
de la piedra, pero una de las botellas de vidrio que había puesto a diez
metros de distancia de pronto explotó, arrojando cerveza sobre la rama en
donde se encontraba.
—¡Vaya! —dije, impresionada—. Le diste como si hubieras utilizando
un rifle de francotirador. ¿Cuánto tiempo has estado practicando?
Su sonrisa se desvaneció. —Cuando conocí a Zach y aprendí acerca
de la muerte de mi madre, investigué la honda que David hubiera
utilizado, luego, me aseguré de saber cómo usarla. Zach no se molestó en
decirme hasta hace poco que solo un Davidiano o un demonio de la línea
de Goliat podía utilizar el verdadero poder de la honda.
De alguna manera, no me sorprendió. Podría ser que a Zach no le
importaba lo suficiente como para transmitir la información antes, pero
me pareció que el Arconte podría haber tenido otra motivación.
Si Adrian sabía que no podía utilizar la honda de David para matar a
los demonios, no habría aprendido a usar el arma antigua. Debido a que
había aprendido, ahora me podía enseñar. ¿Fue ese el plan de Zach?
¿Mantenerlo cerca de mí en cada oportunidad por lo que sería incapaz de
evitar su destino?
Si era así, tenía la intención de que el plan fuera contraproducente,
1 y sabía cómo hacerlo porque Adrian me había dicho que tocarme era su
debilidad. Así que, me froté deliberadamente contra él cuando me mostró
64 cual dedo debía utilizar y cómo sostener la cuerda. Apretó los labios, pero
actuó como que no se dio cuenta. Luego tomó mi muñeca, moviéndola
para imitar la forma mucho más rápida que necesitaría perfeccionar para
hacer que la piedra volara.
—Primero, gira la cuerda para crear impulso —dijo Adrian—. Luego
apunta y suéltala. Inténtalo.
Lo hice, y la piedra cayó cerca de mis pies en lugar de volar hacia el
objetivo. Linaje legendario o no, claramente no tenía la habilidad.
—Eso le pasa a todo el mundo la primera vez —dijo Adrian
uniformemente—. Inténtalo de nuevo.
Lo hice tres veces más, y obtuve los mismos resultados. Mi espíritu
se hundió. No era extraño que Demetrius hubiera dicho que no tenía
miedo de mí. No podía golpear la parte ancha de un granero, y mucho
menos a él o cualquier otro demonio que custodiaba a Jasmine.
—Aquí. —Adrian me atrajo hacia él, su cuerpo tan cerca que podía
sentir los latidos de su corazón. Entonces, su mano cubrió la mía, aunque
extendió los dedos para que no obstaculizara la cuerda—. Lo haremos
juntos. Muévete cuando yo lo haga, Ivy.
Empezamos a girar la cuerda, al principio en círculos lentos, pero
luego fueron lo suficientemente rápidos como para oír ese ruido chirriante.
Mi sentimiento de desesperación disminuyó porque era fácil moverse con
Adrian. Tan fácil. Su brazo se movía junto con el mío mientras su pecho
era una pared musculosa que se burlaba de mi espalda. Cada vez que
ajustaba mi postura, sus muslos rozaban la parte trasera de los míos,
haciéndome contener el aliento. Era tan grande, tan potente, pero su
respiración se volvió pesada cuando me incliné hacia él, y presioné mi
cuerpo apretadamente contra el suyo. Había empezado a provocarlo con
mis toques para hacerlo perder su autocontrol, pero podría llegar a ser yo
la que terminara deshecha.
—A la cuenta de tres —ordenó Adrian, su voz mucho más ronca que
antes—. Uno...
Me incliné hacia delante y apunté. Su cuerpo se curvó, siguiendo el
movimiento, y sentir que sus caderas se alineaban con las mías casi me
hizo dejar caer la cuerda.
—Dos...
Su aliento quemaba la parte de atrás de mi cuello, haciendo que la
piel de gallina brotara. Cuando su mandíbula rozó mi mejilla mientras se
ajustaba para mirar el objetivo, casi me froté contra él como un gato. La
1 sensación de él era más que emocionante. De eso se encontraban hechas
las obsesiones.
65 —¡Tres!
Lo solté cuando sentí sus dedos levantarse, y la honda se fue hacia
adelante con un crack. La roca no golpeó la botella de cerveza, pero le dio
a la rama en la que permanecía, rebotando después de dejar un corte en la
madera.
—¡Sí! —grité, tan feliz que me di la vuelta y lo abracé.
Sus brazos me apretaron hasta que fue difícil respirar, pero a la vez,
no me preocupaba respirar. No lo había abrazado con segundas
intenciones, sin embargo, todo mi cuerpo pareció cobrar vida en su abrazo.
Me eché hacia atrás, de repente desesperada por verlo. Las crestas y
hondonadas que componían sus altos pómulos, su boca llena, sus cejas
oro oscuro y su nariz recta eran muy distractores, pero fueron sus ojos los
que me tenían cautivada. La plata fundida se apoderaba del zafiro en el
mismo agarre irrompible en que Adrian me tenía, y la necesidad en
evidente demostración hacía que las cosas bajas en mi cuerpo se
apretaran.
—No puedes seguir provocándome de esta manera. —Su voz era tan
gutural, casi animal—. No soy el bueno, Ivy. Soy el malo que va a tomar
todo y luego se irá.
Mi boca se sentía seca, pero no fue por eso me lamí los labios.
—Te equivocas —suspiré—. Tal vez lo fuiste una vez, pero ya no. De
lo contrario, ya lo habrías hecho.
—¿Les importa? —murmuró una voz disgustada detrás de
nosotros—. Sé que es Ivy, pero todavía voy a tener pesadillas sobre cómo te
frotas como un perro, Adrian.
La imagen mental me tomó por sorpresa, y me eché a reír. Apenas
habíamos estado haciendo eso, aunque la mera visión de él abrazando a
un perro sería muy preocupante.
Adrian me soltó, pero su mirada ardiente prometió que esto no había
terminado. No podría estar más de acuerdo, aunque por diferentes
razones. Sin embargo, ahora no era el momento. Teníamos una audiencia,
y ya traumatizamos lo suficiente a Costa.
Debió haber pensado lo mismo. Por lo que, se acercó a Costa,
torciendo la parte superior de una de las botellas de cerveza que había
traído para las prácticas de tiro.
—Esto va a ayudar a borrarte la memoria.
Costa la tomó, murmurando algo en griego que tuvo a Adrian
resoplando como si estuviera de acuerdo. Volví mi atención a la meta,
1 sacando otra piedra de la bolsa de lona.
Ahora que sabía que podía maniobrar la honda, solo tenía que
66 aprender a hacerlo mejor.
Traducido por Sandry
Corregido por MariaE.

Varias horas más tarde, me dejé caer en el sofá, dejando que el


mando a distancia se deslizara de mis dedos. La cabaña en la que
habíamos estado alojados alardeaba de una chimenea de leña, pero el
cable para programar los canales apestaba.
Por quinta vez en los últimos treinta minutos, eché un vistazo a la
maleta de Costa. Esta noche era la última que pasábamos en este
acogedor, y remoto escondite, y Costa, siempre preparado, ya había
guardado sus cosas. Incluso tenía su maleta junto a la puerta, dejando
fuera sólo los elementos que necesitaría para prepararse por la mañana.
No tenía intención de espiarle mientras guardaba. Yo había estado
1 hojeando los canales, y sucedía que su habitación se encontraba a la
izquierda del televisor. Su puerta también sucedía que se hallaba
entreabierta y sucedía que lo vi meter algo en su maleta antes de que la
67 llevara hacia la puerta y salir con Adrian para ir a cenar. ¿Ves? Totalmente
accidental.
Además, me recordé a mí misma mientras me daba la tentación de
registrar a escondidas la maleta de Costa, que él no me había dicho que no
se me permitía utilizar su ordenador portátil. No lo había mencionado, al
igual que yo no tenía la intención de mencionar que tomé ventaja de la
conexión Wi-Fi de la cabaña. Vale, si me atrapaban, los chicos no estarían
contentos, pero ayer, Costa había comido de mi bolsa de Fritos sin
pedirme permiso y no me volví loca ¿Por qué? Debido a que los amigos
comparten. Todo el mundo lo sabía.
Abrí la cremallera de su maleta y sentí todo a través de la pila de
ropa hasta que me topé con algo duro y plano. Entonces saqué el portátil
con cautela, como si tuviera una trampa explosiva con alarmas. Una vez
que estaba libre, casi corrí hacia la mesa donde los propietarios de la
cabaña tenían la información del Wi-Fi. Al dar la vuelta al ordenador, me
encontré a mí misma conteniendo la respiración. Cuando encendí la
pantalla y vi que no necesitaba contraseña, dejé escapar un grito. ¿No hay
seguridad? ¡Era como si Costa quisiera que yo lo usara!
Seguí la advertencia de Adrian de no iniciar sesión en ninguna de
mis cuentas o contactar con cualquiera de mis amigos. Deseaba
desesperadamente poder mandar un mensaje a mi compañera de cuarto
para decirle que estaba bien, pero los esbirros aún podrían dar alcance a
Delia o mis otros amigos. En lugar de eso, busqué en Google "Beth y
Thomas Jenkins "para ver si el funeral de mis padres ya había tenido
lugar, a pesar de que yo no estuve allí para asistir. No ser capaz de decirles
adiós oficialmente desgarró mi corazón durante semanas, pero esperaba
que hubieran tenido un entierro apropiado, por lo menos...
Me quedé inmóvil sobre un titular que tenía mi nombre junto con
tres palabras que nunca había esperado ver: Buscada Por Asesinato. Con
dedos temblorosos, hice clic en el artículo debajo.
"...Ivy Jenkins, hija de los recientemente fallecidos Beth y Thomas
Jenkins, todavía no ha sido encontrada. Jenkins huyó de la ciudad de
Bennington después de asesinar a Lionel Kroger, el detective asignado al
caso de su hermana. Jenkins tiene una historia de psicosis anormal y debe
ser considerada armada y peligrosa... "
Oí a un coche frenar, pero no podía dejar de leer. El artículo pasó a
detallar cómo también era una "persona sospechosa" en la desaparición de
Jasmine. Peor aún, implicaba que los frenos del coche de mis padres
podrían haber sido manipulados, y tomaba nota de que yo era la única
persona con el acceso a su vehículo.

1 En definitiva, se me acusó de ser una asesina de masas.


—¿Qué estás haciendo?
68 En otras circunstancias, el tono áspero de Adrian me hubiera hecho
estremecer. En este momento, estaba demasiado aturdida por la noticia.
—Descubrir que soy una criminal buscada —dije con tanta calma
como pude gestionar. Entonces me di la vuelta para mirarlo—. Pero eso ya
lo sabías, ¿verdad?
Adrian dejó la bolsa que había estado sosteniendo, e ignoré los
deliciosos aromas que venían de ella. Costa cerró la puerta de la cabaña y
se dirigió directamente a la comida. Él no podía entender lo que le había
preguntado a Adrian de todos modos. Gracias de nuevo, disfraz de
sabueso.
—Lo sabía —dijo Adrian, dándome una mirada calculadora—. ¿Qué
pensaste que iba a decir la policía? ¿Qué te fuiste a la clandestinidad con
el último descendiente de Judas porque el detective asignado al caso de tu
hermana trató de entregarte a su señor demonio? Tenían que explicar la
muerte de Kroger de alguna manera.
Agité una mano impaciente. —Está bien, pero ¿por qué afirmar
que yo le maté? ¿O hacerme sospechosa de la desaparición de Jasmine,
por no hablar de la muerte de mis padres? ¿No están los demonios
rogando por atención no deseada con esto?
Adrian suspiró. —Bennington no es la primera fuerza de policía que
han infiltrado. Están en todas partes, y con sus conexiones, se aseguraron
de que tu imagen estuviera en las noticias y en internet, convirtiendo a
todo el que te ve en un informante potencial para ellos.
—¡Pero saben que estoy disfrazada! —protesté.
—Y ahora se han asegurado de que tengas que permanecer así o te
van a atrapar —fue su respuesta inexorable—. Igual que a mí.
Abrí la boca y no salió nada, excepto un breve sonido, agudo, como
un último suspiro antes de morir. Adrian me miró fijamente, con una
expresión llena de una dura especie de empatía.
—Te lo dije antes, Ivy, no ganamos esta guerra. Los Arcontes o los
demonios lo hacen, pero de cualquier manera, no hay vuelta atrás para
nosotros.
Aparté la vista, mirando el artículo en línea que había roto la última
de mis ilusiones esperanzadas. Todo este tiempo, me decía a mí misma
que si encontraba el arma y salvaba a Jasmine, podría volver a algo
parecido a mi antigua vida. Podría no ser la mejor, pretendiendo más que
vivir realmente, pero había sido mi vida para arruinarla o mejorarla. Claro,
una vez que la tuviera de vuelta, tendría que evitar los espejos y mover el
dormitorio de Jasmine y el mío de la UMM a terreno sagrado, pero podía
1 manejar eso. Finalmente, me gustaría hacer nuevos amigos, tal vez
terminar la universidad en línea, conseguir un trabajo decente, y...
69 ¿Y qué? ¿Volver a pretender que los lugares oscuros y helados que
había vislumbrado eran invenciones de mi imaginación? ¿Esperar que
cada nueva persona que conociera no fuera un peón encubriéndose?
Incluso si los demonios no hubieran estado detrás de las órdenes de mi
arresto, ¿qué pensaba realmente que iba a pasar si salvaba a Jasmine de
diezmar uno de sus reinos? ¿Qué los demonios invocaran una tregua y
dejaran que mi hermana y yo vivamos en paz? No. Tendríamos que
escondernos durante el resto de nuestras vidas, y para hacer eso,
tendríamos que dejar todo y a todos los que conocíamos atrás.
Mi cabeza cayó en mis manos. Adrian tenía razón. Incluso si ganaba,
yo realmente no ganaba. Los Arcontes lo hacían, pero Jasmine y yo todavía
estábamos jodidas.
—¿Es así como realmente eres?
Me agarré la cabeza para ver a Costa mirándome en mi ordenador,
con una hamburguesa a medio comer todavía en su mano. Miré de vuelta
al artículo. Mi foto de usuario de Facebook se encontraba al lado de la
parte que hablaba de mi psicosis anormal.
¿Todavía era la chica sonriente que estaba mirando hacia mí? En
este momento, me sentí décadas más vieja, pero no era a lo que se refería
Costa. Asentí, no necesitando traducción a pesar de mi disfraz de sabueso.
Costa soltó un bufido irónico mientras miraba a Adrian. —No me
extraña que hayas estado teniendo esas dificultades, hermano.
¿Eso era un cumplido? Miré mi imagen de nuevo, tratando de ver a
través del punto de vista del precioso griego. Vale, probablemente no era
tan sexy como lo fui con mi disfraz de rubia, pero mi pelo castaño era lo
suficientemente grueso como para no necesitar espuma, mis ojos eran una
sombra agradable avellana y mi boca tenía una especie de puchero. Un
chico con el que había salido brevemente incluso me había llamado
exuberante.
Entonces alcancé a ver mi reflejo en la pantalla. Mi cabello parecía
que había sido estilizado por brujas borrachas, los mapaches estarían
celosos de los círculos oscuros bajo mis ojos, y si mi piel fuera más grasa,
el brillo iluminaría la habitación. Necesitaba un cepillo para el pelo,
corrector y un montón de polvo compactos, ¡inmediatamente!
Por supuesto, eso no era posible. Incluso si lo fuera, Costa sólo se
reiría de la imagen de un sabueso tratando de acicalarse. En cuanto a
Adrian... el mejor cambio de imagen en el mundo no podía arreglar
1 nuestros asuntos. Sólo un destino roto podía, y mientras yo todavía creía
que eso fuera posible, Adrian no. No ahora y tal vez nunca.
70 —Tengo que ver a mi hermana.
Costa no reaccionó a mi declaración, pero Adrian se congeló en
medio de coger una hamburguesa.
—Ivy —comenzó.
—No quiero oírlo —Las palabras salieron como un suspiro a pesar de
mis gritos en el interior—. ¿Quieres que me acostumbre a esto? Muy bien,
pero yo también he terminado de adivinar si soy el arma de caza para
Jasmine, o para ti.
Dejó caer la hamburguesa y se acercó. —¿Qué quieres decir?
Me encontré con su mirada sin pestañear. —No quieres que entre en
el reino de Bennington sin el arma, ¿pero es porque estás preocupado por
la seguridad extra de los demonios?, ¿o porque tienes miedo de que si
encuentro a mi hermana ya muerta, voy a dejar de buscar y tú vas a
perder la oportunidad de matar a Demetrius?
La ira inundó su rostro, un rubor en sus mejillas y sus ojos se
volvieron gemas ardientes. —¿Es eso lo que piensas?
Costa miró entre nosotros. —¿Estáis discutiendo?
—¿Cuál es la única cosa que me dijiste para poder confiar en ti,
Adrian? —Mi voz era plana por el peso de mi futuro desolado
presionándome—. Tu odio hacia los demonios. ¿Así que se supone que
tengo que creer que tú no me engañarías con la supervivencia de mi
hermana para seguir buscando la única arma que puede matarlos?
Las manos de Adrian se cerraron en puños mientras me miraba. La
última vez que había hecho eso, me había agarrado y besado, pero algo
más oscuro que la pasión hervía en él ahora.
—Recoge tus cosas —dijo con una voz que vibraba de rabia apenas
controlada—. Nos vamos a Bennington esta noche.

1
71
Traducido por Vani
Corregido por Elizabeth Duran

―Esta es una mala idea ―dijo Costa por undécima vez.


Adrian y yo respondimos de la misma manera que las otras diez
veces ―con un silencio sepulcral. Estábamos demasiado ocupados
jugando nuestra versión de alto-riesgo de "jugar a quién es más valiente"
para que Costa nos lo impida. Adrian contaba conmigo para cambiar mi
opinión sobre entrar al reino de los demonios más peligrosos del mundo, y
yo apostaba que él se negaría a tirar de mí a través de la puerta de enlace
cuando llegara el momento.
Veríamos quién se desviaría primero.

1 ―Obsidiana ha visto tu viaje, por lo que no puedes conducir esta


ciudad sin que cada siervo sepa quién eres ―continuó Costa, sin

72 renunciar a su intento de hacernos entender―. Este es un Challenger del


68 en perfecto estado, por lo que va a atraer algunos ojos.
―Lo dejaremos fuera de Bennington ―respondió Adrian, la opresión
en su tono de voz diciendo que todavía se hallaba enojado.
―¿Y qué hago con el monstruoso demonio lagarto en el asiento
trasero? ―Disparó devuelta Costa, y agregó―. Lo siento, Ivy. ―Como una
ocurrencia tardía.
Adrian ni siquiera miró en mi camino. ―Vamos a esconderla en otra
cosa.
Costa lanzó una mirada dudosa sobre su hombro. ―Tendrá que ser
algo grande.
Apreté mis labios. ―Ya basta con los expertos en demonios lagartos
―Me enfurecí, esperando que el silbido que Costa oyó sonara tan molesto
como me sentía.
―Esta es una mala idea ―murmuró Costa otra vez. Al parecer, iba
por la docena aún.
―La puerta inferior está en C&D, pero tu hermana no debe estar allí
―declaró Adrian, sin mirar lejos de la carretera a pesar de que ahora me
hablaba a mí―. El lugar donde está ubicado fue ingerido recientemente,
luego de que Demetrius se hizo cargo del reino. Ella va a estar en el viejo
Bennington. Eso y partes de Nueva York fueron ingeridas hace tiempo, así
que ahí es donde está su palacio.
―No recuerdo ver un palacio cuando fui a través de Bennington.
―Por otra parte, he estado centrada en mostrar imágenes de Jasmine al
hotel y sus empleados, sin prestar atención a lo que yo pensaba que eran
alucinaciones.
Adrian gruñó. ―Está allí.
Cada reino en que he entrado han tenido una gran estructura, y
Adrian no se ha equivocado sobre sus planos del reino todavía, pero algo
en su tono hizo su seguridad parecer más... personal.
―Viviste allí antes, ¿no? ―Supuse.
Sus ojos brevemente encontraron los míos antes de que regresara su
militante atención a la carretera. ―Durante mucho tiempo, lo goberné.
La ira me atravesó. Por supuesto, no mencionó eso antes.
1 ―Eres un par de años más grande que yo, así que no podría haber
sido tanto tiempo, Adrian. A menos que fueras un niño rey.
73 ―Si estoy adivinando justo donde esta conversación va, es hora de
que ella lo sepa de todos modos ―murmuró Costa, dándole a Adrian una
mirada comprensiva.
―¿Saber qué? ―pregunté secamente.
Las manos de Adrian se apretaron en el volante. ―Te dije que el
tiempo se mueve diferente en los reinos. Una vez tuve la edad suficiente
para luchar, Demetrius se aseguró de que viviera en reinos donde el
tiempo casi se congelaba hasta una parada para que tuviera un montón de
cosas para perfeccionar mi formación. Podría verme un par de años mayor
que tú, Ivy, pero nací en 1873.
Mi mente se congeló mientras hacía los cálculos. Adrian podría
―¡simplemente no!― tener más de ciento cuarenta años.
―No ―dije con voz ronca.
Costa llegó a alrededor para acariciar mi cabeza. ―Sé que es duro de
aceptar. Cuando Adrian me sacó y me di cuenta que habían pasado
cincuenta años, tuve problemas ajustándome...
―¿Cuántos años tienes tú? ―Estallé antes de recordar que él no
podía entenderme.
―Costa tiene setenta y tres años, o setenta y cuatro, supongo.
―Adrian le dio a su amigo una sonrisa sin humor―. Olvidé tu
cumpleaños.
La negación todavía me tenía en un apretón feroz. ―¡Pero la familia
de Tomas sigue viva! ¡Oré por ellos para que pudieran recuperarse!
―Esos eran sus nietos, Ivy ―dijo Adrian, ahorrándose otra mirada
en mi camino―. ¿No viste la ropa vieja que llevaban sus padres en las
fotografías de la sala de Tomas?
Lo hice, pero me pareció que a su familia le gustaba usar ropa más,
eh, pintoresca.
―¿Tienes realmente ciento cuarenta años? ―Llámame lenta, pero
necesitaba escuchar la confirmación una vez más.
―Sí.
Incliné mi cabeza para que poder verlo con más detalle, como si
tuviera un aspecto distinto ahora que sabía su verdadera edad. No lo
hacía, por supuesto. Los mismos penetrantes ojos de zafiro, cejas
1 curvadas, pómulos altos, una sensual boca y mandíbula fuerte, toda una
cara que era magnífica detrás de la cubierta. Teniendo en cuenta que la
74 cara se encontraba en la cima de un cuerpo tan construido que podría
poner a un superhéroe celoso, las miradas de Adrian eran inolvidables.
Entonces estaba esa revelación. Él no pasó sus años de infancia y
adolescencia viviendo con los demonios. Paso casi un siglo y medio con
ellos. No es de extrañar que Demetrius se hubiera referido al trabajo de
Adrian para Zach como una "pequeña rebelión". Apenas se registraba
junto a la enorme cantidad de tiempo que él ha vivido en los reinos como
salvador profetizado de los demonios.
Comprendí entonces, más que antes, la seguridad absoluta que
tenían Demetrius, Zach e incluso Adrian de que él no podía evitar su
destino. ¿Cómo podrían las pocas semanas que ha sido atraído a mí
compararse con trece décadas de ser preparado para traicionar a la última
Davidiana? No es que Adrian trataba de patear un reciente mal hábito
―¡literalmente paso un par de vidas de entrenamiento por lo que podría
causar mi destino!
Y yo he, más o menos hecho todo lo posible para ayudarlo, me di
cuenta con una quemadura de auto-recriminación. Incluso ahora, insistía
en que Adrian me llevara a un reino donde su padre adoptivo demoníaco y
cientos de sus mejores amigos malvados esperaban. Un reino que Adrian
admitió que una vez él gobernó, y donde podría volver ahora como el
traidor conquistador.
Todo lo que necesitaba era una palmada en el arco de mi trasero
para hacerme el perfecto, demasiado-estúpido-para-vivir sacrificio.
―¿Estás teniendo dudas, Ivy?
La voz de Adrian rompió a través de mis reflexiones aplastantes. Su
acento era tan oscuramente seductor como siempre, pero era un acento de
demonio. Cuando me encontré con su mirada, esos ojos del color de
piedras preciosas, mostrando su habitual mezcla de peligro melancólico,
¿a quién se dirigía? ¿A la chica que su destinado era destruir, o a los
demonios que me dijo que tenía la intención de acabar?
Después de todo, ellos también querían el arma. Apostaría que
Demetrius y el resto de ellos consideraría a los esbirros que mató Adrian
como pérdidas aceptables si él les entregaba el arma, y a mí, al final. ¿Qué
pasa si todas las veces que Adrian me salvó eran para que yo
voluntariamente lo llevara a la poderosa arma que sus hermanos
demoníacos necesitaban? ¿Qué pasa si todos los reclamos o
preocupaciones por mí eran sólo así, y corría apresurada en mi propia
traición? En resumen ―¿y si la única vez que Adrian me estuvo diciendo la
verdad fue cuando me dijo que no confiara en él?
1 ―Sí, estoy teniendo dudas ―dije con voz ronca.

75 ―Dime que ella dijo que sí ―murmuró Costa―. Porque esto...


―Es una mala idea ―terminé, aunque solo Adrian me entendió―.
Costa tiene razón. Vamos a parar en alguna parte. Yo, eh, no me siento
tan bien de repente.
Adrian lanzó una mirada sospechosa en mi camino, pero mi
estómago gorgoteó como si estuviera de acuerdo. O él lo oyó o decidió no
empujarme, porque salió de la autopista en la salida siguiente.
Di una respiración profunda, tratando de forzar de nuevo el apretón
en mis entrañas que venía del miedo, la ira, y un sentido muy real de la
traición. A pesar de todas sus advertencias, había confiado en él. Diablos,
he hecho más que eso. El resto de mis antepasados quizás se han visto
atraídos a Judianos por la compasión o la creencia de que la oscuridad
podría ser superada por la luz, pero me permití enamorarme de Adrian,
haciéndome la Davidiana más estúpida en caminar la tierra.
Mis dientes se apretaron. Bien. Podría haber sido la persona más
crédula en mi antigua, ilustre ascendencia, pero terminé en este momento.
Me aseguraría de que mi hermana estuviera viva y si es así, encontraría
esa arma. Lo haría sin Adrian.
Pero en primer lugar, tenía que encontrar una manera de escapar de
él.

1
76
Traducido por Lauu LR
Corregido por Fany Stgo.

Adrian rentó solo una habitación en el Motel 6. Teníamos suficiente


dinero y aceite bendecido-por-Arconte para más, por lo que supuse que
quería que tuviéramos algunas horas de sueño antes de volver a la
carretera.
La habitación individual funcionaba para mí, pero por razones
diferentes. Tenía un plan. No uno bueno, pero no pude pensar en nada
más en el corto tiempo que tuve. Adrian estacionó en la parte trasera del
hotel para ocultar mi monstruoso disfraz de los otros huéspedes, y una vez
que estuve dentro de la habitación, siguió su rutina normal. Eso
significaba sacar las cortinas y luego rociarlas con aceite santo para
bendecir la habitación temporalmente.
1 Esperé hasta que Adrian tomó su turno en el baño antes de escribir
en el pequeño bloc de papel que cada hotel parecía tener. Entonces se lo
77 entregué a Costa, esperando que mi disfraz no alterara de algún modo las
palabras que él veía en la página.
Necesito hablar con Adrian a solas. ¿Nos das un par de horas?
El alivio se apoderó de mí cuando Costa asintió, entonces arrugó el
papel y lo arrojó a la basura.
—Voy a ir a despejar mi mete, hermano —gritó Costa, tomando algo
de dinero de la bolsa de lona—. Estaré en el bar de al lado.
Se fue antes de que Adrian pudiera discutir. O tal vez no lo habría
hecho. Cuando Adrian salió del baño, su expresión era seria y el agua se
aferraba a la línea de su cabello, como si hubiera salpicado su cara
mientras estuvo allí.
Me senté en una de las camas dobles, de repente encontrando difícil
mirarlo a los ojos. Saber lo que tenía que hacer no lo hacía más fácil.
—Sé que no estás realmente enferma —declaró Adrian, su mirada
buscando la mía mientras se acercaba—. Solo molesta. ¿Es por descubrir
mi verdadera edad, o porque solía gobernar el reino de Bennington?
—Ambas —admití. Una ola de ira me permitió mirarlo
completamente—. Después de la creación del nuevo tramo, ¿fue tu idea
restaurar el cama-y-desayuno de este lado para que los secuaces lo
utilizaran como Venus atrapa moscas?
Así debió ser como se llevaron a Jasmine. Ninguno de los otros
empleados del hotel Bennington reconoció su foto. Que tan sencillo
hubiera sido para la Sra. Paulson desaparecer todos los registros de la
estancia de Jasmine en el C&D. Añade más secuaces en la fuerza de
policía para cuidar a cualquier espía de la familia, y era la configuración
perfecta para dirigir a los humanos al reino de los demonios.
—No, esa fue idea de Demetrius —replicó Adrian, sentándose en la
cama opuesta a la mía—. Pero no está solo. Los demonios tienen trampas
como esa en todo el mundo. Hoteles, visitas guiadas, renta de botes,
servicios de chofer… cualquier negocio que deja a la gente sola y
vulnerable, hay una posibilidad de que haya un secuaz implantado en ello.
—Y a nadie le importa —mi resoplido fue amargo—. Personas como
Jasmine desaparecen cada día, y el mundo se encoge de hombros porque
no son sus hermanas. —Dolor llenó mi voz mientras agregaba—: O hijas.
Los secuaces mataron a mis padres también, ¿no?
Adrian suspiró antes de pasar los dedos por su cabello. —
Probablemente. Fueron considerados muy viejos para ser unos esclavos
decentes, y si estaban provocando un gran oleaje por su desaparición,
1 ellos teniendo un “accidente” sería la solución más simple.
Lo miré fijamente, retándolo silenciosamente a apartar la mirada—.
78 Entonces aparecí yo haciendo más olas, pero soy joven, así que, en su
lugar, trataron de convertirme en esclava.
—Si —dijo, su mirada clavada en la mía mientras diferentes
emociones se dibujaban en su rostro. Repugnancia, ira, y la más
reveladora de todas. Culpa.
—Le hiciste eso a otras personas también. —Mi acusación llenó el
espacio entre nosotros, creando una barrera invisible que parecía crecer
con cada segundo.
—Sí, lo hice. —Algo muy amargo para ser una sonrisa se dibujó en
su boca—. Te lo dije, por un tiempo, los demonios me convencieron de que
los humanos no eran mejores que ellos. Solo mas hipócritas, porque de
este lado, esclavistas, asesinos y opresores son llamados dictadores, reyes
y presidentes, si se lo hacían a suficientes personas. Solo las personas que
se lo hacen a unos otros pocos son llamadas criminales.
—Nuestra raza tiene problemas —reconocí, aun sosteniendo su
mirada—. No es una excusa para lo que tú o el resto de ellos hicieron.
—No, Ivy, no lo es —replicó, su voz muy suave—. Y veo los rostros de
cada uno a los que perjudiqué cuando cierro los ojos. Es por eso que
comencé a trabajar para Zach. Cada persona que salvo se siente como
lavar una gota de sangre de mis manos, pero en el fondo, sé que nunca voy
a igualar el marcador. Hay cosas que no pueden ser expiadas, y todas las
vidas que he salvado nunca van a restaurar las que tomé o arruiné.
Quería creer el arrepentimiento resonando en su tono. Quería
confiar en el dolor grabado en su rostro, o la mirada en sus ojos que
parecía instarme a rechazarlo por todas las cosas por las que él se
rechazaba a sí mismo. Pero la vida de Jasmine, y la mía, colgaban de un
hilo, así que no podía confiar en él. Me lo dijo muchas veces, y esta vez, le
creía.
Aparte la mirada y forcé una carcajada temblorosa. —No sé tú, pero
realmente me vendría bien una cerveza. ¿Hay aun algunas que no fueron
utilizadas para prácticas de tiro en el maletero?
No dijo nada. Lo miré brevemente. Seguía sentado exactamente
como hace un momento, sus codos apoyados en sus piernas mientras se
inclinaban hacia adelante. Lo único nuevo era su ceño fruncido.
—Después de todo lo que te dije, ¿tu respuesta es comenzar a beber?
Más que un toque de incredulidad teñía su tono. Escarbé por una
respuesta convincente y me encontré diciendo la verdad. Parte de ella, de
cualquier modo.

1 —Es posible que quieras seguir colgando alrededor de todas las


cosas horribles de tu pasado, pero yo quiero seguir adelante. Justo ahora,
eso requiere conseguir un trago.
79 Se le escapó un leve resoplido. —Creo que hay peores maneras de
seguir adelante con nuestras vidas.
Se dirigió a la puerta, pero mientras la abría, no pude evitar hacer la
pregunta que me fastidiaba. Esta era mi última oportunidad, incluso si su
respuesta era solo otra mentira.
—Olvida nuestros roles, destinos, todo por un minuto. Cuando todo
esté dicho y hecho, ¿Quién crees que ganará esta guerra? ¿Arcontes o
demonios?
Se dio media vuelta. Aunque su rostro se hallaba de perfil, pude ver
que su expresión igualaba la absoluta certeza en su tono cuando habló.
—Arcontes.
Deje escapar una pequeña risa. —Soy yo, o están en inferioridad
numérica. He visto muchos demonios, pero solo uno de ellos.
—Tienes razón. Son superados en número. —Algo más acechaba su
voz ahora. Una especie de nostalgia dolorosa—. Cuando es luz contra
oscuridad, eso no importa. Una sombra en una habitación bien iluminada
pasa desapercibida, pero un brillante rayo de luz incluso en la esquina
más oscura…y todo cambia.
Luego se fue, dividiendo mis emociones por la mitad. Si él creía que
los Arcontes ganarían, ¿cómo podría entregarme a la parte perdedora?
¿Estaba tan lavado del cerebro por lo que le dijeron que sería su destino, o
solo lo decía para jugar conmigo?
El rostro de Jasmine pasó por mi mente, recordándome que no tenía
tiempo para un segundo pensamiento. Corrí hasta la bolsa de lona de
Adrian, revolviéndola rápidamente. Una vez que tuve lo que necesitaba,
arrastré una silla a la puerta de la habitación y me subí en ella. A pesar de
mis preparativos, dos partes de mí misma aún se enfrentaban en una
batalla.
¡Créele! Mi mitad esperanzada gritaba. ¡Solo porque cree que su
horrible pasado lo condenó no significa que sea cierto!
¡Es muy tarde! Rugió mi mitad cínica. No puedes confiar en él, ¡ya
admitió que llegó demasiado lejos!
En algún lugar del estacionamiento, alguien cerró un maletero,
después pasos se aproximaron a la puerta. Aspiré una bocanada de aire,
mi visión desenfocándose cuando levante las manos. No quería hacer esto.
No quería.
Pero tenía que hacerlo.

1 La puerta se abrió y lancé la misma gran roca que teníamos para


destruir espejos hacia la cabeza de Adrian antes de que él incluso cruzara
el umbral. Su puño salió disparado con sus reflejos rápidos como un rayo,
80 pero en el instante antes de caer, sus ojos se encontraron con los míos.
Sus ojos color zafiro se ensancharon, entonces su mano se dirigió a la
pared en lugar de a mi rostro.
—¿Ivy? —preguntó confundido.
Lagrimas brotaban de mis ojos mientras lo golpeaba en la cabeza de
nuevo. Esta vez, Adrian cayó al suelo, y el golpe de su cuerpo parecía
reverberar a través de mí. Solté la roca, asqueada de cómo se encontraba
manchada de sangre.
—Lo siento —me atraganté.
No respondió. De hecho, Adrian estaba muy quieto, ni siquiera me
encontraba segura de que respiraba. Me arrodillé, todo mi cuerpo rígido de
miedo mientras revisaba su pulso.
Este palpitaba bajo mis dedos, enviando una ola instantánea de
alivio a través de mí. Estaba vivo. Aunque siempre quiso traicionarme,
nunca me habría perdonado si lo asesinaba. No me creía capaz de
perdonarme por hacer esto, y aun no había terminado.
Sujeté la cinta de su bolso, atando sus pies y manos juntos con ella.
Luego coloqué cinta adhesiva sobre su boca, decidiendo añadir algunas
capas más a sus muñecas y tobillos también. Cuando despertara, se
enojaría, y eso solo si era inocente. Si tenía la intención de entregarme a
Demetrius después de que encontrara el arma… bueno, tal vez debería
usar toda la cinta.
Cuando las muñecas, brazos, tobillos y boca de Adrian estuvieron
cubiertos por la espesa cinta gris me detuve. Había una cosa más que
tenía que hacer, y lo temía aún más de lo que temí noquearlo.
Con manos temblorosas, volví a su bolsa de lona y saqué su
cuchillo.

1
81
Traducido por Fany Stgo.
Corregido por Alessandra Wilde

Traté de ignorar el chirrido de los frenos del auto a mi lado, pero no


pude ignorarlo cuando de repente se desvió hacia mi carril. Giré a la
izquierda, evitando el choque, pero deslizando el frente del Challenger
contra el auto en el proceso.
Olvida todo lo que dije antes. Adrian me iba matar por arruinar su
precioso auto.
El conductor con el que choqué de refilón tocó la bocina y fue
desacelerando, pero cuando se puso a la par conmigo, su expresión
cambió de enojada a puro terror. Me agaché y coloqué la manta encima de
mí hasta que casi no pude ver. Demasiado tarde. Otro chirrido de frenos y
1 el tipo se encontró conduciendo fuera de la carretera, yendo a parar en el
lado cubierto de hierba a lo largo de la autopista.

82 Estaba oscuro, y utilicé la manta del hotel como velo, pero una
mirada a mi rostro destruyó la idea que era una persona normal. Ver a un
enorme lagarto demonio detrás del volante era demasiado para mis
compañeros conductores. Al menos era tarde, así que a pesar de que causé
algunos derrapes, no había sido realmente responsable de un accidente.
Si quería mantenerme así, debía salir de la carretera. Tarde o
temprano, algún policía terminaría dando una prueba de sobriedad a
alguna histérica motorista y decidiría comprobar su historia sobre un
monstruo conduciendo un antiguo Challenger. Y teniendo en cuenta que
algunos de los secuaces de Bennington eran policías estaría realmente
arruinada.
Aun así, tenía que mantenerme tan cerca de Bennington como
pudiera. Abandonar el auto y correr al aire libre, aumentaba mis
probabilidades de ser vista. No conducir también significaba que
necesitaría más tiempo para llegar a donde quería. Dejé a Adrian en el
motel hace dos horas, por lo que en cualquier minuto, Costa regresaría y
lo encontraría.
Adrian. Me tragué la culpa que me hizo sentir como si hubiera
ingerido ácido. ¡Me dijo que me traicionaría si seguíamos pasando tiempo
juntos! Demetrius y Zach también lo pensaron, y con el historial
sangriento que Adrian admitió, muchas personas estarían de acuerdo en
que se merecía lo que le hice.
Así que, ¿por qué era yo la que se sentía como una traicionera?
Para alejar mi mente de eso, tomé la próxima salida. Seguí el mapa
en el teléfono de Adrian —sí, también robé eso—, el Bosque Nacional
Green Mountain rodeaba la parte de Bennington en donde la posada se
encontraba localizada. Vagamente recordaba el bosque de mi visita a la
posaba, así que si seguía caminando cerca de los árboles, sería capaz de
mantenerme escondida hasta que llegara allí. La puerta de acceso al reino
se hallaba allí, dijo Adrian. Lástima que no especificó en qué lugar de la
posada, pero también tenía un plan para eso.
Dejé el Challenger en el bosque detrás de la estación de gasolina,
pero solo después de haber enrollado algunas cosas en mi manta. Luego la
tiré sobre mi hombro como un saco, sujeté el teléfono de Adrian frente a
mí para poder ver el mapa, y corrí.
Tiempo atrás, encontraría el gran bosque oscuro horripilante, pero
no ahora. Tal vez era porque ningún animal completamente cuerdo me
atacaría con mi disfraz de Sabueso. Lo mismo pasaba con las personas, y
a pesar de que el aire era bastante frío, este no me afectaba como antes.
Debían ser habilidades en crecimiento. Después de todo, no podía ser
1 casualidad que casi no necesitara la luz del teléfono de Adrian para ver.
Puedes hacer todo lo que yo puedo hacer… está en tu sangre. Las
83 palabras de Adrian resonaban en mi cabeza, alentándome y llenándome de
culpa al mismo tiempo. Demonios, ¡necesitaba dejar de pensar en él! Tomé
la única decisión que pude hacer, al no confiar en él, la misma cosa que
me siguió pidiendo que hiciera una y otra vez. Debería sentirme culpable
solo por Jasmine. Si Adrian había mentido y ella se hallaba muerta,
entonces le había fallado a la única familia que me quedaba. Peor aún,
había perdido a mi mejor amiga.
Los recuerdos comenzaron a asaltarme. Jasmine gritando
emocionada porque había sido aceptaba en mi misma universidad. Sus
innumerables bromas, como añadir BENGAY a mi bronceador o reemplazar
mi champú con baño de burbujas. La manera en la que me abrazó después
de mi desastrosa noche del baile de graduación, y como nunca les dijo a mis
amigos —o a los de ella—, porque iba realmente tan seguido al médico.
Jasmine desde que era niña, sentada conmigo en la sala de espera de la
psicóloga, sus ojos azules sombríos mientras susurraba: “Si ves esa cosa,
Ivy, te creo…”
El teléfono celular vibró, sobresaltándome tanto que casi lo dejé
caer. Llamada entrante, se leía en la pantalla. Desconocido.
Reduje el paso, indecisa entre la curiosidad y la cautela. Si
contestaba y escuchaba a Demtrius en la otra línea, confirmaría mis
sospechas. ¿Pero qué si era Zach? Me vendría bien ayuda del Arconte, y
por lo que sabía, Zach contactaba a Adrian por teléfono; sin mencionar
que desconocido daba una buena maldita descripción de donde provenían
sus llamadas.
Presioné el botón de aceptar pero no dije nada, esperando que quien
fuera que estuviese en la otra línea hablara primero.
Mi apuesta funcionó.
—Ivy. —La voz de Adrian era ronca de rabia y urgencia—. No vayas
allí sola. No…
Presioné el botón de colgar tan fuerte, que rajé la pantalla. Luego tiré
el teléfono, como si eso fuese a romper la conexión entre nosotros. Aun así,
el bosque parecía estar lleno de su presencia, hasta podría jurar que la
brisa alborotada a través de los árboles susurraba su nombre.
—¡Déjame en paz! —grité, hundiéndome en el suelo al lado del
teléfono—. ¡Ibas a traicionarme, así que tuve que hacerlo!
Decirlo no me hizo sentir mejor. Creerlo dolía casi tanto como la
esperanza de estar equivocada. Si así era, había arruinado cualquier
oportunidad entre nosotros haciendo la única cosa que Adrian no logró
hacer, a pesar de que el cielo y el infierno le dijeron que no tenía opción.
1 No me perdonaría por eso. Nadie lo haría, incluyéndome a mí misma.
Secándome duramente las lágrimas, tomé el teléfono, me levanté y
84 comencé a correr de nuevo. Bien o mal, tomé una decisión. Ya sea que la
intención de Adrian era detenerme o traicionarme, sabía hacia donde me
dirigía, así que no tenía mucho tiempo.

***

La última vez que vi la posada de Paulson, hojas de otoño circulaban


alrededor de la preciosa casa blanca. Ahora, todos los árboles se
encontraban desnudos y oscuros, un armazón decrepito colgaba sobre la
posada, como el negativo de una foto doble expuesta. No se desvaneció
después de un par de parpadeos, tampoco. Permaneció allí como un
testimonio mudo de lo mucho que habían mejorado mis habilidades.
También era por eso qué ahora podía ver las letras talladas en el
lado de la casa, como: “¡VÁYANSE!” “¡AYUDA!” Y “¡DEMONIOS!” Por
supuesto, nadie más podía ver estas advertencias de las personas
atrapadas al otro lado del reino. Los turistas que venían solo verían un
cartel que decía: “¡Bienvenidos, amigos!” en el pórtico sobre la puerta
principal.
Caminé hasta el otro extremo del patio, oculta por los árboles que se
entrometían contra las verdes montañas. Las luces en el interior se
hallaban encendidas, emitiendo un resplandor cálido y dos autos se
encontraban en la sección de grava donde me estacioné la primera vez que
vine. La posada tenía huéspedes.
Y me iba a colar en su fiesta.
Comencé a quitarme la ropa, sin detenerme hasta que estuve en mis
botas y el bikini de cuero que daba picazón, el cual se asemejaba a las
correas de caza. Coloqué la ropa en una manta con mis otras cosas, y lo
coloqué sobre mi hombro otra vez. Entonces corrí hasta la casa. Cuando
llegué a la puerta principal, traté girando con la perilla. Al igual que antes,
no se hallaba cerrada con llave, entré a la casa, tratando de enfocarme en
el aquí en vez de la oscura imagen doble que mostraba un lugar diferente a
este.
No había nadie en la sala donde me encontré por primera vez a la
señora Paulson, pero una risa provino del pasillo. La seguí, terminando en
el comedor. Dos parejas muy jóvenes se sentaban en la mesa, y por un
congelado segundo sus cabeza giraron hacía mí, nadie se movió.
Luego gritos coincidieron con el sonido de sillas y otros artículos
cayendo al suelo sobre el pánico por salir. Les mostré mis dientes,
1 siseando y agitando mis brazos, esperando asustarlos y dirigirlos de vuelta
directamente a sus autos. Necesitaban alejarse de aquí por más razones
85 que por las que la señora Paulson tenía probablemente planeadas para
ellos.
No es como si los huéspedes se mostraran agradecidos por salvarlos.
Tuve que esquivar varios platos que uno de los chicos me lanzó antes de
salir corriendo por el pasillo. Finalmente, la mujer que esperaba apareció,
luciendo nerviosa mientras entraba en el comedor.
—¿Qué pasa… —comenzó la señora Paulson, solo para detenerse por
completo al verme.
—Dyate —susurró.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Adirana Tate

Mi sonrisa debió parecer salvaje, porque sentí cada centímetro de la


temible criatura que pensó que era cuando llegué a ella. La posadera tenía
el mismo cabello blanco y rojo que la vieja señora que conocí primero. Ella
incluso aún vestía un delantal, como si la hubiera interrumpido mientras
horneaba el postre, pero fuera de nosotras dos, ella era el verdadero
monstruo.
Esta perra entregó a mi hermana a los demonios. También envió al
detective Kroger tras de mí, y por todo lo que sabía, podría ser la persona
que arruinó los frenos del auto de mis padres. Deseaba verla muerta con
tanta intensidad, que quemaba. Pero primero…

1 Dejé caer mi bolsa cuando me encontré a pocos metros de distancia.


Ella no se movió, siguiendo el protocolo sobre cómo evitar ser mutilado por
un Sabueso, pero su mirada se desvió a la bolsa con sorpresa. Supongo
86 que no la notó antes, así como no esperaba que un descomunal demonio
lagarto apareciera en su comedor. Luego saqué la nota que escribí antes,
empujándola frente a ella.
»Llévame a la puerta«
Frunció el ceño mientras miraba la nota. Sabía que ella podía leer lo
que escribí; mi nota a Costa lo demostraba. Mi esperanza era que pensara
que era un perro extraviado que se separó de su entrenador, pero que
tenía una nota diciéndole a cualquier lacayo que me encontrara, que me
enviara de regreso a casa. En cuanto a la bolsa, bueno, los perros llevan
cosas a veces. Tal vez debí sostener la bolsa con mis dientes para
parecerme más a un Sabueso.
Cuando su ceño se aclaró y me miró con odio palpable, supe que mi
plan fracasó.
—Davidiana —dijo entre dientes, sacando algo de su delantal.
Me lancé hacia la izquierda justo cuando capté la imagen de un
cañón. Su primer disparo falló por centímetros y su segundo fue por
encima de mi cabeza mientras me agachaba. Luego ataqué, arrollándola,
alimentada por el odio y la fuerza de un legado que aún no entendía. Cayó,
la parte trasera de su cabeza se golpeó contra el suelo de baldosas. Pero
aun así no soltó el arma.
Tiré del cañón hacia un lado justo a tiempo, enviando el disparo
contra la pared en lugar de mi estómago. A pesar de su aspecto envejecido,
tenía un agarre de oso. Dientes como uno, también. Los hundió en mi
hombro, haciéndome aullar por la dolorosa sorpresa. No pude conseguir
liberar el arma, pero no me atreví a soltarla para liberarme de su boca.
Como si Adrian susurrara instrucciones en mi oído, de repente supe
lo que él haría. Así que lo hice.
Me lancé hacia adelante, mi impulso causó que la cabeza de la
señora Paulson golpeara contra las baldosas de nuevo. Su grito resonó
contra mi hombro adolorido, pero no soltó el arma o dejó de morderme. Me
lancé hacia adelante varias veces más, ignorando el cómo eso hizo que sus
dientes se hundieran más profundamente en mi carne. Finalmente, su
control sobre el arma se aflojó y fui capaz de arrancársela. Mi hombro
palpitaba —¡ahora necesitaré una vacuna contra el tétanos, maldición!—,
pero mi agarre no vaciló cuando apunté el arma en su cara.
—¿Dónde se encuentra la puerta? —espeté, olvidando por un
momento que no me podía entender.
La señora Paulson me escupió, algo desagradable y gelatinoso
1 aterrizó en mi mejilla. Lo limpié con mi otra mano antes de agarrar la nota
que revoloteó en el suelo cerca de nosotros.
87 —¿Dónde? —dije, agitándola hacia ella.
Respondió con un torrente demoníaco, algunos de los cuales
reconocí como más malas palabras. Mi mandíbula se tensó. Adrian venía
en camino, y no sabía de qué lado se hallaba, así que tenía que irme antes
que llegara. Eso significaba que no podía desperdiciar más tiempo
preguntándole a la señora Paulson de buena manera.
Bajé el arma y le disparé en el brazo. A esa distancia, voló una gran
parte, cubriéndome al instante de salpicaduras rojas. Gritó, se retorció de
dolor y casi me quita de encima de ella, pero aguanté y sostuve la nota
frente a ella de nuevo.
—¿Dónde? —grité, ahora poniendo el cañón en su pierna.
No necesitaba entender mis palabras para traducir la amenaza. —
¡En mi oficina! —Jadeó—. ¡Por favor, no más!
Se merecía más. Mucho, mucho más, pero no tenía tiempo ni
estómago para dárselo. La jalé para levantarla, plantando el cañón del
arma en su costado. Se dejó caer, apoyándose en mí tan pesadamente, que
casi nos hizo caer.
—Muéstrame —dije, señalando con mi cabeza hacia el pasillo.
Una vez más, entendió lo esencial y comenzó a caminar
tambaleándose por el pasillo. Por el silencio rodeándonos, ahora nos
encontrábamos solas en la posada. Supongo que si un enorme demonio
lagarto no fue suficiente para asustar a los huéspedes, escuchar varios
disparos lo fue.
—Aquí —dijo, apoyándose contra el marco de la puerta de una
oficina.
No podía ver hacia el reino oscuro aquí, pero por otra parte, tampoco
tenía ninguna de las otras puertas. Aun así, no confiaría en su palabra. Le
clavé el cañón del arma más fuerte en su costado y sacudí la nota para
enfatizar.
—¿Dónde? —dije, empujándola en la habitación.
La sangre convirtió su pelo canoso en carmesí, y más sangre goteaba
de lo que quedaba de su brazo, pero se las arregló para mantenerse en pie
en lugar de caer. Una vez más me acordé que los lacayos pueden parecer
humanos, pero no lo eran, por lo que mientras la señora Paulson actuaba
débil y derrotada, a la perra aún le quedaba bastante lucha.
—Ahí —dijo, señalando la esquina. Luego se sostuvo contra el
escritorio, como si no tuviera fuerza para sostenerse por sí misma.

1 Seguro que no podía. Permanecí con el arma apuntando hacia ella


mientras entraba. La esquina tenía una estantería a un lado y una pintura
al óleo del otro. Ciertamente nada que gritara: “¡Puerta demonio!”, ¿Pero
88 cuándo alguna de ellas fue marcada amablemente? Extendí mi mano hacia
el centro de la esquina, y jadeé cuando la sangre que me cubría de repente
latía con una energía casi dolorosa.
Adrian tenía razón. Sí se sentía como una descarga eléctrica, pero
solo en las partes de mí sobre las cuales la señora Paulson sangró. Ese es
el por qué le hice la cosa más horrible e imperdonable a él antes de que lo
dejara atado y solo en esa habitación.
Lo desangré.
Adrian me dijo que necesitaba sangre de lacayo, demonio o Judiano
para cruzar por la puerta. No estuve segura de sí la señora Paulson se
encontraría aquí esta noche, así que tomé precauciones para asegurarme
de que podría pasar a través de la puerta de cualquier manera, y por
precauciones, me refiero a dos botellas de cerveza con la sangre de Adrian.
Tal vez ahora, no la necesitaría. La última cosa que quería hacer era
pintar mi piel con la prueba de mi horrible acto. Apenas podía mirar las
botellas sin sentirme suficientemente culpable como para llorar, así que
esperaba que la señora Paulson hubiera sangrado en mí lo suficiente
para…
Un clic ominoso hizo que me tirara hacia un lado, un momento
demasiado tarde. Un dolor candente rozó mi brazo, pero mi velocidad de
otro mundo me salvó la vida. Mientras dejé que los pensamientos de
Adrian me distrajeran, la señora Paulson consiguió otra pistola de algún
lado.
Disparé en respuesta, sin siquiera tener la oportunidad de realmente
apuntar porque me hallaba demasiado ocupada huyendo de la habitación.
Con la misma rapidez, regresé, maldiciéndome todo el tiempo. ¡No dejes a
un lacayo a solas con una puerta al reino demonio, idiota!
La señora Paulson se encontraba en el suelo, una mano extendida
hacia la puerta como si tratara de abrirse camino hacia el interior. Sin
embargo, no iría a ninguna parte. Un único agujero humeante se hallaba
al frente y la parte posterior de su cabeza desapareció. A continuación, el
resto de ella desapareció mientras su cuerpo se desintegraba en cenizas.
No tenía tiempo para maravillarme por mi disparo, de celebrar esta
pequeña venganza por Jasmine, o estar preocupada por lo poco que me
molestó matar a alguien. De nuevo. En su lugar, volví al comedor para
tomar mi bolsa y cubrirme con más sangre de la señora Paulson.
Entonces, preparándome, fui a su oficina y corrí directamente hacia la
esquina.

1 Cada vez que entraba a un reino, caía fuera de la puerta a un


paisaje estéril de oscuridad congelante. Esta vez, aterricé en una versión
89 decrépita de la misma posada, con luces brillando desde el pasillo cercano.
La oficina de la señora Paulson parecía muy diferente desde este
lado. No tenía un solo mueble y los únicos adornos en las paredes eran
agujeros. Aparte de algunas mantas andrajosas, se hallaba casi vacía. Sin
embargo, cuando me dirigí hacia el pasillo, descubrí que el resto de la
posada no lo estaba.
—¡Sabueso! —gritó un chico de cabello castaño quien lucía de mi
edad. Luego se quedó inmóvil, dándome la oportunidad de observar su
ropa harapienta, el pelo despeinado y complexión muy delgada. Si lo
hubiera visto en el mundo real, esperaría que sostuviera un cartel pidiendo
dinero. Para un ser humano en un reino demonio, se veía muy bien. Su
ropa se hallaba sucia y rota, pero eran ropas reales. No repugnantes
cueros humanos, y aunque era delgado, no se veía medio muerto de
hambre.
¿Era el reino Bennington un poco menos atroz que los otros? El
pensamiento me dio la esperanza que mi hermana aun estuviera viva.
Deseaba preguntarle al chico sobre Jasmine, pero lo único que él
escucharía serían silbidos, y dejé mi libreta del otro lado.
Adrian me dijo que Jasmine no estaría en la posada, sin embargo, lo
comprobé de todos modos. Toda la gente permanecía de pie como estatuas
en cualquier postura que estuvieran en cuanto escucharon la advertencia
“Sabueso”, lo cual hacía que lucieran como una exhibición de un museo de
cera. Ellos se hallaban entre la adolescencia y los veinte, y lucían tan
desaliñados como el primer chico que vi. Sin embargo, nadie parecía
maltratado, la cocina tenía comida de verdad en ella. Por las camas
improvisadas en casi todas las habitaciones, estas personas parecían vivir
aquí, sin embargo, aún no había encontrado un lacayo.
Además, no vi a Jasmine, pero ella estuvo aquí. Una de las chicas
tenía un suéter que reconocí como el de ella. De nuevo, me moría por
preguntar, pero no tenía tiempo para encontrar una manera de
comunicarme, por no hablar de que los lacayos podrían aparecer en
cualquier momento.
Lo mismo ocurriría con Adrian. Dejé que ese pensamiento me
incentivara a salir de la posada, dejé mi bolsa al lado de un tocón de árbol
cercano para poder tomarla cuando regresara. Luego corrí hacia las luces
a la distancia. Las temperaturas hicieron castañetear mis dientes, pero
estar aquí me llenó de una especie de esperanza desesperada.
Pronto, me gustaría saber por mí misma si Jasmine realmente
seguía viva. Si lo estaba, mantendría mi búsqueda del arma, incluso si lo
hacía sin Adrian. Zach me ayudaría, aunque solo sea porque él no quería

1 que los demonios la consiguieran. Después encontrar la honda, la


utilizaría para liberar a Jasmine. Luego nos esconderíamos de los
demonios y la ayudaría a superar su cautiverio mientras me ayudaba a
90 superar mis sentimientos por Adrian.
La desolación me atravesó. Supongo que debería concentrarme en
una tarea imposible a la vez.
Sonidos de gruñidos me hicieron derrapar para detenerme a mitad
del camino de la colina. Varios árboles permanecían en este reino, de pie
como altos monumentos petrificados del mundo del cual fueros
arrebatados. Eso hacía que fuera difícil de ver, incluso con mis habilidades
trabajando a su mayor capacidad. Tenían que ser Sabuesos patrullando el
bosque.
Esos gruñidos extraños se acercaron, haciéndose eco de una manera
que casi parecía que venían desde arriba. Miré a mi alrededor, esperando
que un demonio lagarto saltara desde detrás de un árbol, pero ninguno lo
hizo. Ya que se suponía que no debía actuar con miedo, continué subiendo
la colina, aunque caminando en lugar de corriendo.
Ruidos sonando por encima fueron mi única advertencia. Entonces
tuve que correr para evitar ser aplastada por una pila de ramas de árboles
congelados. Incluso a toda velocidad, igual me sorprendieron, pero olvidé
el dolor cuando vi lo que causó que vinieran a rodearme.
Alas de cuero grises golpearon desde su círculo de protección,
dejando al descubierto una criatura que tenía que ser de casi tres metros
de altura. Se puso en cuclillas de una forma casi simiesca, con sus rectos
y enormes brazos descansando entre sus piernas dobladas. Los músculos
de los hombros y pecho se hincharon cuando levantó su cabeza,
mostrando brillantes ojos rojos y una cara que era más ancha que la de un
perro, pero no menos animalística.
Si los Perros de caza lucían como el resultado de la cruza entre un
hombre lobo y un dragón de komodo, entonces esta cosa lucía como el
amado hijo de un trío de komodo-hombre lobo-pterodáctilo. Peor aún, la
forma en que me miró, decía que el moverme o permanecer quieta no haría
diferencia alguna. Me podía ver de cualquier manera.
La palabra gárgola cruzó por mi mente con una especie de
fascinación mórbida. El reino Bennington tenía una gárgola.

1
91
Traducido por Mire
Corregido por Dannygonzal

Hice la única cosa que podía pensar cuando te enfrentabas a una


criatura mucho más grande que creía que yo era un perro-lagarto: Rodé
sobre mi espalda y mostré mi vientre, esperando que el gesto "¡No me
mates, soy amistosa!” fuera tan universal entre los animales aquí como lo
era en mi reino.
La gárgola ladeó su cabeza, mirándome como si fuera la cosa más
extraña que hubiera visto en su vida. Sin embargo, no empezó a rasgarme
con esas garras como cuchillos o con los dientes, por lo que consideré mi
movimiento una victoria. Con cautela, me di la vuelta, retorciéndome tanto
de nerviosismo, que mi encanto de cola Arconte probablemente parecía
como si estuviera meneándose. No solo estaba hasta el tope con esta
1 situación, me encontraba a mil metros bajo el agua.

92 La gárgola me sonrió. Esa es la forma más cercana en que podía


describirlo, pero al menos no empezó a hablar de forma demoníaca. Oye,
las gárgolas podían hablar en los dibujos animados; ¿cómo demonios sabía
si también podían hacerlo en la vida real?
—Hola —dije de nuevo, esperando que lo que oyera fuera un sonido
similar a la alegría.
Me sonrió de nuevo, batiendo sus alas para dar énfasis. Claramente
se suponía que debía hacer algo. Maldita sea si supiera qué.
—Uh, ¿seguirte? —supuse, dando un paso vacilante para subir la
colina.
Se levantó con una explosión de aire con esas alas poderosas, lo que
tomé como un sí. Luego tuve que luchar para evitar otra lluvia de ramas
congeladas mientras caían de las copas de los árboles. El triunfo y el terror
se mezclaban en mi interior. Conocí a una verdadera gárgola y sobreviví.
Ahora había una actualización de Facebook para más tarde, no es que
alguien me creería. Además, ¿y si las gárgolas no eran las únicas criaturas
inesperadas en este reino?
Por espacio de unos instantes, no me encontré segura de qué hacer.
¿Correr hacia la ciudad demonio sobre la colina? ¿O ir de nuevo a la
puerta de entrada en el interior del C&D? Adrian no bromeaba cuando dijo
que los demonios en este reino reforzarían su seguridad. Sin importar que
no hubiera habido ningún polizonte en el C&D. Ellos no los necesitaban
para mantener a los humanos a raya. No cuando la muerte volaba desde
arriba.
Y rondando por el suelo, me di cuenta de cómo unos ruidos
familiares y silbantes anunciaron el acercamiento de tres Sabuesos.
—Llegan tarde —les dije secamente, dejando que las bestias me
embarraran con lamidas desagradables y viscosas mientras decían sus
versiones de hola. Entre conocer a una gárgola y conseguir un baño de
lengua de Sabueso, tendría pesadillas por siempre de solo este reino.
Con la decisión tomada, seguí a los Sabuesos subiendo la colina.
Puesto que ya estaba marcada de por vida, no me iría hasta que viera por
mí misma que Jasmine todavía se hallaba viva.
Cuando llegamos a la cima de la colina y le di mi primer vistazo a la
ciudad, me detuve. Hermosa, pensé a regañadientes.
Mucho más tiempo había pasado desde que esta sección del reino
fue tragada. La mayor parte del bosque fue cortado, dejando tierra lisa y
plana. Ríos congelados serpenteaban por el valle en zigzag, el hielo
reflejando las luces del castillo. El efecto lo hacía lucir como si estuviera en
collares de plata, y el significado de sus muros de piedra azul no me fue
1 desapercibido.
Plata y zafiro, el mismo color de los ojos de Adrian. Me encontraba
93 mirando su antigua casa, y era bárbaramente magnífica.
Sentí como si estuviera dejando pedazos de mi corazón detrás
mientras seguía a los Sabuesos por la colina hasta el enorme castillo. Por
supuesto, Adrian debió haber estado jugando conmigo. Nadie criado por
demonios tendría la fortaleza para abandonar todo esto. La gente no criada
por ellos tendría problemas con decir que no a todo el poder, el dinero y las
joyas sobrenaturales que eran de Adrian para tomar.
Al igual que su castillo. Podría funcionar como una versión helada
de Hogwarts con su enorme tamaño. Añade puertas de piedra con
elaborados tejados congelados brillando a lo largo de su cima como pastel
glaseado, y era impresionante. Los esbirros que lo custodiaban tenían
marcas de sombra en su piel, mostrando que pertenecían a Demetrius,
pero todas sus corazas plateadas tenían una elaborada letra A estarcida en
metal. Al igual que los frescos en los patios exteriores, como si necesitara
más pruebas de que estaba en el antiguo reino de Adrian.
Y todo esto sería suyo de nuevo, si solo me entregaba a los demonios
como todo el mundo esperaba que lo hiciera.
Uno de los Sabuesos me dio un empujón, casi derribándome. Bueno,
así que dejé de correr para mirar el antiguo y futuro reino de Adrian. Tenía
toda la extravagancia de los otros reinos, pero con una notable diferencia.
¿Dónde estaban los esclavos? No pasé por ningún pueblo desvencijado en
el camino, y la mayoría de la gente pululando alrededor de los patios eran
esbirros. ¿Tenían…?
Algo en lo alto de una de las torres me llamó la atención. Esa torre
se hallaba iluminada más que las otras, lo que noté en la parte superior de
la colina, y también tenía más espacios abiertos, permitiendo una mejor
vista del interior.
Es por eso que pude ver a la chica en la jaula. Luz ámbar la rodeaba,
cubriendo su cabello y cuerpo en diferentes tonos de oro. La jaula colgaba
de una gruesa cadena desde el techo de la torre, y la chica se encontraba
sentada en ella, su espalda apoyada contra una esquina. No vestía mucho
más que yo, haciendo que me preguntara cómo no se había muerto de frío,
hasta que los zumbidos procedentes de la torre sonaron con las luces
doradas bañándola.
Estaba rodeada de aparatos de calefacción portátiles. Cuando miró a
los Sabuesos, quienes empezaron a ladrar molestos porque de nuevo dejé
de moverme, vislumbré su cara. A pesar de que se hallaba a más de doce
metros por encima de mí, mi corazón empezó a latir con fuerza mientras
mi alma se sentía como si contuviera el aliento.

1 Jasmine. ¡Mi hermana estaba viva y en esa jaula!


Una avalancha de emociones rodó sobre mí, haciendo que mis ojos
94 se empañaran con una oleada de lágrimas. Todas estas semanas, estuve
arriesgando mi vida para salvarla, pero una parte fea y escondida de mí
pensó que se encontraba muerta. Todos los demás por los que me
preocupaba, me fueron arrebatados, así que ¿por qué con ella debería ser
diferente? Es por eso que, por el espacio de varios aturdidos segundos, no
pude dejar de mirar a Jasmine. Esa parte desesperada y cansada de mí
estaba convencida de que si parpadeaba o desviaba la mirada, ella
desaparecería.
No lo hizo, a pesar de que finalmente fui lo suficientemente valiente
como para cerrar mis ojos. Cuando los abrí y vi que todavía se encontraba
allí, un ruido salió de mi garganta, mitad sollozo, mitad risa. ¡Estaba viva!
Realmente, verdaderamente viva, e ilesa, por lo que podía ver de ella. Si no
estuviera rodeada de esbirros que me matarían al segundo en el que se
dieran cuenta de quién era yo, me habría reído de la vorágine de alivio que
me inundó, uniéndose a todos los demás sentimientos que parecían
competir entre sí por la máxima intensidad.
Entonces sucedió algo inesperado. Mis habilidades sagradas de caza
se avivaron. Tal vez mi repentina sobrecarga de emociones las activó. No
intenté usarlas debido a que el arma no podría estar aquí. Se hallaba en el
reino de un gobernante débil, y Demetrius gobernaba éste en ausencia de
Adrian.
Sin embargo, la instantánea llamarada que vibró a través de mí no
fue de alivio al descubrir que Jasmine seguía viva, aunque me sentí muy
aliviada por eso. Ni siquiera era enojo por la forma en que era exhibida
como un trofeo de burlas, y eso me puso malditamente enfadada. Era algo
completamente diferente.
La única vez que sentí algo similar fue cuando encontré un terreno
sagrado para que Adrian y yo huyéramos. Si ese fue un punto en mi radar
interno, este era un ¡boom! que me sacudió de adentro hacia afuera.
Incluso sentir la sangre de la señora Paulson reaccionar en la entrada
endemoniada palideció en comparación, y eso significaba una cosa: algo
sagrado se encontraba aquí. Algo tan sangrado que todo mi cuerpo parecía
tener varias alarmas sonando dentro de mí, todo apuntando hacia un solo
lugar, como si fuera un transmisor de seguimiento y yo las antenas.
La conmoción se convirtió en esperanza salvaje e inconcebible. No
solo Jasmine estaba viva, se hallaba en el mismo reino que el arma que
podría salvarla.

1
95
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Val_17

Seguí a los Sabuesos dentro del castillo, pero en lugar de bajar por el
pasillo que debía llevar a su versión spa de un baño de barro, me desvié
hacia un rincón. Uno de ellos soltó un siseo tipo aullido probablemente
maldiciéndome por no seguirlos, sin embargo, el atractivo de entrar en
calor les impidió venir tras de mí.
Bien. Un Sabueso merodeando por el castillo de por sí obtendría
sospechas. ¿Una manada de ellos? Bien podría escribir mi nombre en mi
pecho para que todo el mundo supiera quién era.
Por otra parte, tal vez no importaba. Podía sentir el arma tirando de
mis habilidades, instándome a liberarla de su ubicación escondida. Una
1 vez que lo hiciera, no necesitaría tener miedo nunca más. En su lugar, los
demonios y sus secuaces me temerían.

96 La idea me envalentonó. Dejé la esquina, ignorando las miradas


asustadas que recibí mientras corría a través de los patios interiores. Al
menos estos vendedores de comida vendían vacas, cerdos y aves de corral
en lugar de carne humana, lo que significaba que no tenía ganas de
vomitar mientras me escabullía entre ellos. Me encontré más allá del área
de vendedores y corriendo por las primeras escaleras de piedra que vi. El
arma se hallaba a varios pisos por encima de mí, de acuerdo con lo que
podía sentir, y su poder latía en mis emociones como un faro.
Pasé a algunos seres humanos en el camino, así que este reino sí
tenía más. De hecho, parecían vivir en el castillo, a juzgar por los portazos
instantáneos cuando me veían y se escondían. Los que me encontré en la
escalera se congelaron a mitad de un paso, sólo sus ojos se movieron
cuando me lancé por delante de ellos. Así como lo pensé, los Sabuesos
debían tener ciertas áreas designadas, y el interior principal del castillo no
era una de ellas.
Una voz demoníaca gritó detrás de mí. ¿Alguien envió a los
domadores para capturarme? Ignoré el grito, corriendo más rápido, una
emoción terrible elevándose hasta casi estrangularme. No podía dejar que
alguien me detuviera cuando me encontraba tan cerca de mi objetivo.
Simplemente no podía.
Salí de la escalera en el rellano del cuarto piso, la honda tirándome
hacia ella como si fuera un pez siendo sacado del agua por una red.
Siguiendo aquella atracción interior, corrí por el pasillo hasta una sala
adornada, con paneles de madera que parecía una biblioteca, de todas las
cosas. O bien se había corrido la voz de que un perro andaba suelto o esta
sala no se utilizaba mucho, porque no había nadie en ella.
Eso no significaba que estuviera vacía. Mi cuerpo palpitaba por la
cercanía del arma, atrayéndome hacia el centro de la habitación. Una
enorme chimenea de cuatro lados se levantaba a través del suelo, cuyo
centro de piedra desaparecía en el techo alto. Escudos adornaban el lado
que enfrentaba, con hachas de guerra de aspecto aterrador a los lados
opuestos. La chimenea era casi tan alta como yo, y el calor irradiaba de las
llamas crepitantes, pero no fue por eso que me paré al lado de ella,
estirándome tanto como podía para tocar las piedras por encima de la
repisa de la chimenea.
Ahí. ¡La honda se encontraba justo allí, y yo era demasiado pequeña
para alcanzarla!
Me di la vuelta, agarrando la silla más cercana y la llevé hasta la
chimenea. Entonces hice una pausa, mirando el centro de piedra pulida.
No podía atravesarla de golpe sin romperme todos los huesos de la mano, y

1 entonces no sería capaz de utilizar la honda.


Llena de inspiración, me paré en la silla y saqué una de las hachas
97 de guerra. Se sentía pesada y sólida como un arma real. Era hora de ver si
funcionaba como tal.
Fragmentos de piedra me bombardearon con mi primer golpe, sus
bordes afilados pinchándome. Bueno, ¡el hacha funcionó! Golpeé de nuevo,
con más fuerza, y un pedazo más grande de piedra se separó. La silla se
ladeó por mi impulso, recordándome que mantuviera el equilibrio. Usé mis
piernas para contrarrestar mi fuerza al bajar el hacha una y otra vez,
hasta que terminé golpeando la chimenea como un leñador tratando de
cortar un árbol.
Mi corazón latía con fuerza cuando la piedra suficiente se derrumbó
dejando al descubierto una pared lisa debajo, como un panel oculto. Algo
marrón y retorcido agrupado en la parte inferior de la misma, y tiré el
hacha. De ninguna manera me arriesgaría a romper la honda al cortar mi
camino hacia ella. En lugar de ello, usé mis manos para levantar el resto
de las piedras antes de alcanzar el panel.
El poder crepitaba por mi brazo, la sensación tan repentina y fuerte,
era dolorosa. Instintivamente, retiré mi mano, luego sonreí, preparándome
para el dolor mientras la bajaba de nuevo. Esta vez, tiré de una larga
cuerda trenzada que era idéntica a la honda de Adrian —excepto que esta
tenía manchas marrones por la antigüedad.
—¡Hondalte! —gritó alguien detrás de mí.
Me giré, viendo a dos secuaces armados y un tercer secuaz con tanto
barro cubriéndolo que tenía que ser un domador de Sabuesos. El secuaz
fangoso tenía un arnés en una mano y lo que parecía carne asada sin
procesar en la otra. Mi incentivo para venir tranquilamente, supuse.
Salté de la silla, lo cual logró que los tres se sobresaltaran. Supongo
que no esperaban ver a un perro de pie en los muebles. Tampoco
esperaban que supiera usar una honda, y cuando deslicé mi dedo a través
del bucle en el arma, sonreí.
Esto era todo. La libertad de Jasmine y nuestro boleto para salir de
aquí, todo por cortesía de aquella vieja arma que vibraba con tanto poder
que mi brazo palpitaba al tocarla. Agarré una de las piezas más redondas
de piedra que se habían desprendido de la chimenea, y la puse en la
sección más gruesa del cabestrillo. Adrian podría tener la intención de
traicionarme, pero me enseñó a usar esto, y no dudé cuando comencé a
girar la cuerda, caminando hacia los secuaces mientras una anticipación
salvaje me inundaba.
Los secuaces empezaron a retroceder, ya sea por la incredulidad al
ver a un perro usando una honda, o la comprensión de lo que realmente
ocurría. Giré la cuerda más rápido, decidida a no dejar que ellos o
1 cualquiera de las otras horribles criaturas en este reino se salieran con la
suya. Luego apunté, enviando la piedra a toda velocidad hacia ellos con un
98 chasquido que fue música para mis oídos.
¡Tomen eso, hijos de puta!
La piedra golpeó al secuaz rubio en el pecho, mellando su armadura
justo en medio de su “A” elaboradamente bordada. Entonces se dejó caer
al suelo, que era lo que esperaba que sucediera. De hecho, esperaba que
todos cayeran muertos en el acto, pero el tipo rubio sólo me miró. Luego se
quedó mirando la piedra y a sus amigos, su expresión cambiando de miedo
a perplejidad.
—¿Eso es todo? —preguntó en inglés.
Mi alegría se convirtió en cenizas, los secuaces deberían haber caído.
Sin embargo, se quedaron allí, la abolladura en la armadura del rubio era
la única señal de que lo había golpeado con la famosa arma, buscada por
mucho tiempo.
Agarré otro pedazo de piedra, la desesperación haciendo que mis
dedos temblaran mientras la deslizaba en la honda. ¡Esto tiene que
funcionar, debe hacerlo! Mi mente rugía. De ninguna manera podía ser el
arma equivocada. No sólo había sido escondida en una pared dentro del
reino de los demonios, sino que su poder hería mi brazo. ¿Por qué no los
mataba a todos como se suponía que lo hiciera?
Les lancé la piedra sin apuntar esta vez. Golpeó al secuaz fangoso, y
él dejó escapar un grito que me dio un destello salvaje de esperanza antes
de darme cuenta que sólo lo había enojado.
Entonces los tres secuaces se abalanzaron hacia mí, todo su antiguo
recelo se había ido, e hice lo único que podía hacer.
Corrí.

1
99
Traducido por pau_07
Corregido por NnancyC

Tratar de ocultarme mientras me veía como un demonio lagarto de


media tonelada sería imposible. Es por eso que corrí directamente al túnel
en la parte inferior del patio, donde había visto desaparecer a los otros
sabuesos. Como era de esperarse, llevaba a la sala de barro y me sumergí
en la apestosa agua caliente junto con el resto de ellos. Incluso me quité el
bikini de cuero ya que me di cuenta de que ninguno de estos perros
llevaba correas, pero me quedé con la resortera. Tenía la intención de
ahogar a Zach con ella tan pronto como lo viera. Si me las arreglaba para
sobrevivir a esto.
¡Todo para nada! Seguí gritando interiormente. Arriesgué mi vida en
varias ocasiones basándome en la promesa de que si encontraba la honda,
2 sería capaz de salvar a mi hermana. Ahora tenía la estúpida arma antigua,
y ni siquiera podía ayudar a salvarme a mí misma.
00 Después de unos diez minutos, los sabuesos decidieron que estaban
lo suficientemente calientes para patrullar de nuevo. Salí con ellos, con la
intención de correr directamente al C&D en cuanto despejara los terrenos
del castillo. Sin embargo, cuando doblamos una esquina en el pasillo de
piedra, una barricada de secuaces bloqueó nuestro camino, alineados tan
profundamente que no podía contarlos a todos.
Los otros perros se volvieron, decidiendo que esto debía significar
que tenían más tiempo en el baño de barro. Los seguí, esperando como
loca que hubiera otra salida además de la que se hallaba bloqueada. Por si
acaso, tan pronto como estuvimos de regreso en la pequeña habitación,
deslicé la resortera debajo de una pila de huesos de animales en la
esquina. Por mucho que quería estrangular a Zach con la inútil arma, no
quería quedar atrapada porque yo era el único sabueso que parecía estar
llevando su propia correa.
Tomó unos segundos para que me diera cuenta de que no había
salida aquí abajo. Sin opciones, me metí en el agua con los otros sabuesos,
sintiéndome tan desnuda e indefensa como estaba. ¿Por qué corriste al
único lugar que no tenía otra salida? Me reprendí silenciosamente.
Demasiado para que mi plan pasara desapercibido.
Mi situación fue de mal a peor cuando Demetrius entró en la
habitación subterránea. Las sombras del demonio llenaron el pequeño
espacio, rozando a través de mi cabeza y hombros como pequeños dedos
helados. Me hundí más en el agua, de pronto alegre de estar cubierta por
el maloliente líquido fangoso.
Tres personas más se presentaron detrás de él. Cada vez más
desanimada, reconocí al secuaz rubio, al secuaz gangoso y a su amigo, a
quién apodé como secuaz ceñudo por razones obvias.
Demetrius les dijo algo en demoníaco. Secuaz fangoso llegó hasta el
borde del agua y ladró una palabra. Los perros saltaron hacia adelante
como si hubiera gritado “¡Almuerzo!”. También lo hice, en una posición
atenta ya que parecían estar haciéndolo.
Demetrius caminó a lo largo de nuestra longitud. Cualquiera que sea
la palabra que había usado el amo de los sabuesos, los mantuvo a todos
en una perfecta formación como obedientes soldados lagartos. Demasiado
para mi esperanza de que se precipitarían sobre cualquiera que se moviese
y pudiera deslizarme fuera del enfrentamiento cuerpo a cuerpo. No, tuve
que permanecer alineada con ellos, todo el tiempo sintiendo que tenía un
letrero de neón sobre mi cabeza que destellaba "Davidiana". Terror se
deslizó a través de mí, haciéndome casi ajena al hecho de que me hallaba

2 completamente desnuda delante de Demetrius y algunos otros hombres. Si


Demetrius podía decir que no era un perro, estaba muerta.

01 O peor.
Demetrius habló severamente al secuaz fangoso, que miró a los otros
perros y a mí con tal confusión obvia que casi grité del alivio. ¡No podía
distinguirnos! Bueno, no iba a estrangular a Zach si salía de esta. Sólo lo
golpearía en la cara. Su disfraz de sabueso era tan bueno, que ni siquiera
su amo podría distinguirme de los otros…
—Ivy.
Sólo la fuerza de voluntad evitó que mi cabeza girara ante el sonido
de mi nombre. Demetrius no iba a hacer que me expusiera tan fácilmente.
Mi fortaleza debe haberlo sorprendido porque fue hacia el sabueso más
cercano, acariciándolo en aparente desconcierto.
—Sé que estás aquí —continuó Demetrius, mostrando su cruel
sonrisa mientras acariciaba a la bestia—. Ningún sabueso usaría un
hacha para destruir una chimenea, así que es obvio que viniste a este
reino en busca del arma. Muy inteligente por parte de los Arcontes
disfrazarte como una de nuestras mascotas. Estamos tan acostumbrados
a tener sabuesos correteando, que ni siquiera nos damos cuenta cuando
tenemos uno extra.
No dije nada, por supuesto. Ni siquiera respiré ruidosamente. Mi
continua simulación solo aplazaba lo inevitable, pero ¿qué se suponía que
hiciera? ¿Entregarme con una sonrisa?
—Inteligente también de tu parte el empaparte aquí dentro —
continuó Demetrius, inclinándose para oler al siguiente sabueso en la
línea—. Ese baño de barro apesta tanto, que no puedo recoger cualquier
cosa que pudiera delatarte, como el rastro persistente de perfume.
No he usado ninguno últimamente, pensé para distraerme del miedo
que me hacía tener ganas de empezar a temblar. Estar en la misión con
Adrian no me permitió hacer muchos viajes de compras al centro
comercial.
—Pero voy a descubrir cuál eres —casi ronroneó Demetrius mientras
me alcanzaba. Me obligué a no retroceder cuando su mano se deslizó sobre
mí, rozando mi pecho en su camino hacia mi espalda. Su toque era de
alguna manera una quemazón fría, como sujetar un carámbano por
mucho tiempo. Aun así, intenté dominar mis facciones en la suave
máscara obediente que llevaban los otros perros. Mi situación podría ser
desesperanzada, pero si Demetrius quería matarme, tenía que averiguar
por su cuenta cuál era yo.
Su mano se deslizó por mi brazo y se inclinó, tomando una
2 respiración profunda. ¡Por favor, déjame apestar tan mal como el resto de
ellos! Oré en silencio. ¿Y si podía oler el champú que había utilizado esta
02 mañana cuando me lavé el pelo? ¿O el desodorante que me puse porque
no se me ocurrió que esta noche pasaría por la prueba del olfato-de-
demonio?
Fue lo único que pude hacer para no caerme del alivio cuando
Demetrius se trasladó al perro después de mí. ¡Cómo te amo, apestoso
baño de lodo inmundo! Alardeé interiormente. Si salgo de esta, voy a tomar
un baño de lodo todas las noches en tu honor…
Dos esbirros más entraron en la habitación, congelando mis
pensamientos en plena promesa. No porque los esbirros eran los hombres
más grandes que vi alguna vez, sino porque no venían solos.
Empujaban a Jasmine lejos ellos, lo que la hizo tropezar por unos
metros antes de que Demetrius la atrapara. Mi hermana miró al demonio
con todo el horror que yo sentía, y cuando pasó una mano por su cabello
rubio enmarañado de suciedad, un temblor de pura rabia me sacudió. ¡No
la toques! En silencio bullía de ira. ¡Te voy a matar, te voy a matar!
Pero no podía. El arma se encontraba al otro lado de la habitación
debajo de una pila de huesos de animales, e incluso si pudiera alcanzarla,
la maldita cosa no funcionaba. Desesperación se enredaba con mi rabia,
formando una mezcla tóxica que corría como un veneno a través de mis
venas. Todo lo que arriesgué, todo el dolor que soporté, todo lo que
Jasmine aguantó... todo había sido en vano.
—Contigo aquí, Ivy, no la necesito más —dijo Demetrius, su tono
lleno con la garantía de la victoria—. Así que tienes que elegir… entre
revelarte o ver morir a tu hermana.
—¿Ivy? —preguntó mi hermana, mirando alrededor—. ¿Dónde?
Tomé una respiración que probablemente iba a ser la última. No
quería darle al demonio la satisfacción de hacerme manifestar, pero no
importaba lo que me iba a hacer, no podía ver morir a mi hermana.
—No te molestes.
La voz de Adrian llenó la habitación, helándome y emocionándome
mientras mis emociones traicioneras respondieron de manera
tremendamente conflictiva. Entonces mi corazón casi se detuvo con sus
siguientes palabras, que fueron entregadas en un modo monótono y sin
emociones.
—Puedo ver cuál es.
Adrian pasó junto a los enormes secuaces como si fueran nada más
que soldados de juguete. Luego su mirada se posó en mí, y la frialdad que
vi me devastó. Por una fracción de segundo, de verdad quise morir. Mis
2 peores temores se confirmaron en aquellas profundidades de zafiro
despiadadas, y la curva de su boca que parecía burlarse de mí por siquiera
03 creer las mentiras que me dijo.
Y las había creído. Incluso cuando lo noqueé y até, parte de mí
esperaba estar cometiendo un terrible error. Sí, lo hacía, pero no por hacer
eso. Sino por no escucharlo la primera vez que me dijo que no confiase en
él.
La oscura mirada de Demetrius llameó mientras Adrian caminaba
hacia él. —Mi hijo —dijo casi con reverencia—. Nunca dudé de que este
momento llegaría.
Suprimí un bufido resentido. Un demonio con una fe
inquebrantable, qué ironía. Y su fe pronto sería recompensada, qué
injusto.
Adrian sonrió abrazando a su padre adoptivo, prácticamente
empujando a Jasmine fuera del camino para llegar a él. No sé por qué no
corrí hacia mi hermana en los últimos segundos que me quedaban. Tal vez
la sorpresa me congeló en mi lugar, me impedía hacer nada excepto mirar
fijamente al hombre que había demostrado ser tan traicionero como su
infame ancestro. Todo el mundo me advirtió sobre Adrian, pero al igual que
los miembros de mi familia crédulos o los bien intencionados, no escuché.
Ahora, al igual que mis antepasados, yo también moriría después de
ser traicionada por un Judiano.
—Mantuve todo en este reino de la manera en que lo dejaste —
murmuró Demetrius, alejándose—. Incluso tus medios ridículamente
molestos de alimentar y dar vivienda a tus esclavos.
Adrian se rio como si Demetrius hubiera dicho una broma. —Los
hace trabajar más duro para evitar ser enviados a uno de tus reinos...
Padre.
La palabra fue el último clavo en mi corazón, pero Demetrius sonrió
con tanta alegría, que transformó su rostro, haciéndolo parecer como debió
lucir hace muchos eones.
Angelical.
—Acabemos con esto —dijo besando la frente de Adrian. Luego se
volvió hacia los sabuesos y a mí, su brazo todavía alrededor de los
hombros de Adrian como si no pudiese soportara dejarlo ir—. ¿Cuál es
ella?
Adrian encontró mi mirada. Y se acercó al perro a mi lado,
empujándolo hacia Demetrius con tal fuerza que se las arregló para hacer
tropezar a la enorme criatura.
—Aquí está —dijo claramente.

2
04
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por SammyD

Miré al Perro, luego a Adrian, emoción tras emoción estrellándose


contra mí como si fuera golpeada por varias olas. No vino aquí para
traicionarme. Una vez más, contra todas las posibilidades y destinos,
intentaba salvarme.
Quería lanzar los brazos a su alrededor y sollozar un disculpa por
haber dudo de él, ni qué decir de todas las otras terribles cosas que hice.
Luego quería besarlo hasta que ninguno de los dos pudiera respirar. Pero
no podía hacer ninguna de esas cosas. Si me llegaba a mover, arruinaría la
mentira que acababa de decir.
—Esa cosa no es Ivy.
2 El susurro confuso de mi hermana cortó mi batalla interna, pero el
arrebato ya había activado mis habilidades, y se centraron en Adrian.
05 Seguro, mi sensor para lo sagrado debería haber detectado antes lo que se
hallaba en su bolsillo, pero en mi defensa, estuve un poco preocupada
pensando que me encontraba a punto de morir.
—Su apariencia está disfrazada —respondió Adrian, destellando una
sonrisa repugnante al Perro—. No que sirva de algo para mí.
El Perro se veía ligeramente irritado al ser empujado, pero no atacó.
Hablando de buen entrenamiento. Demetrius sacó un cuchillo de su
cinturón, y me puse triste por la criatura. Esperaba que el demonio lo
hiciera rápido…
Más rápido que un parpadeo, tuvo a Jasmine en su agarre, el
cuchillo contra la garganta de mi hermana. El Perro apenas los miró, pero
yo salté con un grito angustiado.
—¡No!
Adrian me atrapó antes de que alcanzara al demonio, y por un
segundo, sus ojos encontraron los míos. Demasiados sentimientos se
derramaban de su mirada que apenas podía creer que era la misma
persona que me miró tan fríamente minutos atrás. Luego dos palabras
enfurecidas llevaron nuestra atención a Demetrius.
—Me mentiste.
Adrian se quitó el abrigo largo, poniéndolo a mí alrededor. Todo el
tiempo, su mirada nunca abandonó a Demetrius, incluso cuando lo sentí
remover furtivamente algo del bolsillo del abrigo.
—Querías que fuera un traidor. —La voz de Adrian era pesada con
sarcasmo—. Ten cuidado con lo que deseas, padre.
—Si no vas a gobernar conmigo, entonces puedes morir con tu
prostituta —siseó Demetrius, clavando el cuchillo más profundo en la
garganta de Jasmine—. Pero no antes de que me diga dónde se halla el
arma. Sé que la encontraste, Davidiana. ¿Dónde la pusiste?
La mirada de Adrian giró hasta mí. —¿Se encontraba aquí?
Asentí, demasiado horrorizada por la línea de sangre bajando por la
garganta de Jasmine para responder audiblemente. Otro gramo de presión
y su yugular estaría cortada.
Adrian dejó salir una risa corta. —Justo bajo tu nariz todo este
tiempo. Debe haber estado escondida aquí desde antes que le robaras este
reino a Ciscero.
—Dámela, Davidiana, o mírala morir —ordenó Demetrius, ignorando
eso.
Ajusté el abrigo que me rodeaba, luego fui a la pila de huesos y
2 saqué la resortera de debajo. La maldita cosa no funcionaba de todas
formas, pero tal vez podría proveer suficiente distracción para que Adrian
06 usara lo que sea que trajo.
—Ivy, no—dijo Adrian, agarrándome el brazo.
Miré su mano y luego a él, intentando decirle con la mirada que se
preparara.
—Si tiene esto, ya no nos necesitara más —dije, sabiendo que el
demonio trataría de matarnos a todos de cualquier forma, pero esperando
que Demetrius creyera que era muy inocente.
Los dos esbirros que trajeron a Jasmine comenzaron a rodearnos.
Rubio, secuaz sucio y secuaz ceñudo se movieron para bloquearnos la
entrada del túnel, como si las docenas detrás de ellos no fueran suficientes
para evitar nuestro escape. Demetrius no pareció notar la actividad extra.
Miró la cuerda trenzada colgando de mi mano con algo parecido al éxtasis.
—Así que déjanos ir a todos —continué—, y es tuya.
Adrian le tradujo esas palabras al demonio. También me soltó el
brazo, su mirada de zafiro saltando entre Demetrius y yo.
Esperaba que eso significara que entendía y que me encontraba a
bordo. Demetrius lo estaba. Bajó el cuchillo, revelando un pequeño corte
que aún sangraba en el cuello de Jasmine. Luego empujó a mi hermana
hacia mí. Se detuvo antes de llegar a mí, mirándome con confusión
horrorizada. Cierto, todavía lucía como un Perro. ¿Cómo podía seguir
olvidando eso?
—Un trato es un trato —dije, lanzando la resortera hacia el demonio.
Se estiró para atraparla… y Adrian lanzó el pequeño objeto que sacó
de su abrigo. Blanco brillante estalló en la habitación subterránea,
lanzando a Demetrius hacia atrás mientras me cegaba brevemente. El grito
agonizante del demonio quemó mis oídos mientras Adrian me jalaba en
sus brazos, y sentí más que ver como arrastraba a mi hermana contra él.
Cuando mi visión se aclaró, los cinco secuaces fueron disueltos a
cenizas por la granada de Arconte y los Perros se encontraban muertos,
pero Demetrius seguía vivo. Y enojado como el infierno.
—Fallaste —espetó el demonio, arrastrándose para bloquear la
salida del túnel—. ¡Puede que hayas matado a estos hombres, pero no van
a escapar!
La respuesta de Adrian fue un silbido, alto y largo. Demetrius ladeó
la cabeza, confusión reemplazando el dolor en sus pálidos rasgos. Luego
sus ojos se ampliaron mientras los gritos surgían desde más allá del túnel.
Saltó a un lado mientras una enorme forma gris se precipitó en la
habitación. Alas gris oscuro desplegadas, revelando la monstruosa y
masiva gárgola que encontré antes.
2 —Gracias por mantener todo igual a como lo dejé —le dijo Adrian a
Demetrius antes de lanzar a Jasmine hacia la gárgola—. Especialmente
07 por mantener a mi mascota más leal, Brutus.
Jasmine gritó mientras la gárgola la atrapaba contra su pecho con
un brazo curtido y musculoso. Luego fue mi turno para gritar mientras
Adrian me empujaba hacia la criatura. La gárgola me presionó junto a
Jasmine, su brazo una banda irrompible a lo largo de nuestros estómagos.
Adrian corrió al otro lado de la habitación, arrebató la resortera y luego se
lanzó hacia la gárgola justo cuando comenzó a batir sus enormes alas. La
gárgola atrapó a Adrian y se lanzó hacia adelante, la poderosa expulsión
de aire empujándonos por el túnel.
Era tan fuerte que podía soportarnos sin dificultad, pero el peso de
nuestros tres cuerpos probó ser demasiado pesado para volar. Nos
estrellamos contra algunos esbirros que cubrían el túnel, resultando en
una breve y feroz pelea antes que otro batir de las alas de la gárgola
despejara el túnel. Luego nos arrastró hacia debajo de nuevo.
El grito furioso de Demetrius llenó el túnel detrás de mí. —
¡Mátenlos, mátenlos a todos!
Incontables manos parecían jalarnos, haciendo que la gárgola fuera
incluso más pesada. Adrian golpeó y pateó mientras la criatura se
recuperaba valientemente, otro estallido de poder despejando la seseante
masa en esta sección del túnel. Antes de que pudiéramos llegar al final,
sin embargo, volvimos a caer otra vez. Sólo 45 metros de distancia, un
muro de esbirros corría hacia nosotros, apurados por las furiosas órdenes
de Demetrius en Inglés y Demoníaco.
Adrian me miró, luego ladró algunas palabras que hicieron que la
gárgola se detuviera e, increíblemente, lo dejara ir.
—¿Qué haces? —jadeé.
Tomó mi mano, sus ojos azules plateados casi quemando los míos.
—No puede volar con todos nosotros, y soy el más pesado. Brutus
las llevará al C&D, luego tienes que cruzar la puerta. —Una oscura y
rápida sonrisa—. Ya sabes cómo.
Me hallaba paralizada. —Adrian, no puedes…
Jaló mi cabeza hacia abajo, su boca quemó la mía en un beso que
igualaba la ardiente intensidad en sus ojos. Desesperación, deseo y
desesperanza pareció brotar de él hacia mí, pero cuando rompió el beso y
se alejó, sonreía.
—Te amo, Ivy. Te amo, y no te traicioné. Por primera vez en mi vida,
siento que puedo hacer lo que sea.

2 Luego metió la resortera en el bolsillo del abrigo, golpeó a la gárgola


en el costado y gritó—: ¡Tarate! —Esas potentes alas comenzaron a latir al
mismo tiempo.
08 —¡No! —grité, luchando para liberarme.
La gárgola se levantó, ya no abrumada por demasiado peso. La
última cosa que vi antes de que atravesáramos el túnel y la eternamente
oscura línea del horizonte del reino nos envolvía fue a Adrian yendo hacia
la horda de esbirros que se hallaban casi sobre él.
Traducido por Sandry
Corregido por Itxi

Jasmine gritó de terror todo el camino al C&D. Yo también grité. De


agonía. Adrian era fuerte, pero no podía vencer a docenas de secuaces
cuando se encontraban armados y él no.
Él iba a morir, y lo sabía, pero voluntariamente se condenó a sí
mismo para salvarme.
Te amo, Ivy.
Pensé que mi corazón fue herido antes. Ahora, podía sentirlo
rasgado y abierto de par en par escaldando en mi interior con el tipo de
dolor que nunca sanaría. Tenía que haber una manera de salvarlo.

2 Tan pronto como la gárgola nos liberó en la entrada del C&D,


empecé a gritar la misma palabra que Adrian usó para hacer que lo dejase.

09 —¡Tarate, tarate! ¡Vuelve y trae a Adrian!


La criatura solamente me miró. Jasmine retrocedió un par de
metros, frotándose los brazos contra el frío. Apenas me di cuenta en mi
desesperación.
—Si tú eres realmente Ivy, haz algo para demostrarlo.
¿Hacer algo? ¿Cómo comenzar a imitar las cartas a mi nombre? ¿No
podía ver que intentaba conseguir que la monstruosidad alada salvara a
Adrian? Sin embargo, ¡la cosa estúpida seguía mirándome!
Con total frustración, le hice un gesto obsceno con el dedo a
Jasmine. Parpadeó con incredulidad, y luego me abrazó.
—¡Ivy!
Comenzó a llorar en voz alta, con hipo como cuando era una niña.
La sostuve con un brazo, agitando el otro a la gárgola en un último intento
para conseguir que entendiera que tenía que volar. Ahora.
La criatura me dio una expresión de enfado, obviamente molesta.
Entonces su ala salió rápidamente, y durante un segundo, me llenó una
loca esperanza. Empujé a Jasmine hacia atrás gritando—: ¡Eso es! —
Mientras que mis brazos se agitaban. Entonces noté algo rodando por el
suelo hacia mí. ¿Qué era...?
Jasmine chilló y retrocedió. Era una cabeza, y se disolvió en una
pequeña pila de cenizas, dándome cuenta de que la forma situada justo a
la derecha de la gárgola también se disipó en cenizas.
La gárgola ajustó sus alas planas como dos espadas curtidas y
masivas. Luego dio un paso hacia mí, y una explosión de movimiento
detrás de mí me hizo girarme.
El siervo que se infiltró entre nosotros se dio la vuelta y comenzó a
salir pitando al bosque. La gárgola hizo un sonido en voz alta, como si
dijera: “¡Sí, será mejor que corras!” Antes de doblar sus alas en dos pilas
compactas en su parte posterior.
Quería darle las gracias y despotricar contra ella al mismo tiempo.
Sí, me salvó la vida, pero debía salvar la de Adrian. No estar aquí como
una versión de un dinosaurio de un caballero de armadura brillante. Ya
que no era capaz de comunicarme, corrí al tronco del árbol donde dejé mis
suministros. Donde había dos secuaces, pronto habría más, así que tenía
que sacar a Jasmine de aquí mientras todavía podía. Además, tal vez
Costa y una gran cantidad de armas esperaban al otro lado de este reino.
Si no podía hacer que la gárgola rescatara a Adrian, tal vez podría
encontrar una manera de hacerlo yo misma.
Una vez que tenía mi saco, cogí la mano de Jasmine y la llevé al
2 C&D. Increíblemente, la gárgola nos siguió, a pesar de que se quedó
inclinada porque era más alta que el techo. Los residentes humanos de
10 C&D se quedaron inmóviles de terror al ver a un Sabueso y a una criatura
alada en la casa, y no tenía manera de decirles que ninguno de los dos
éramos peligrosos.
Bueno, la gárgola probablemente no era peligrosa.
Metí a Jasmine en el despacho de la señora Paulson, dolor
acuchillando mi corazón otra vez cuando saqué una de las dos botellas de
cerveza llenas de sangre de Adrian. Voy a volver a por ti, prometí en
silencio, odiándome por lo que hice. Entonces, porque no tenía otra
opción, me unté las manos con la sangre de Adrian y la deje caer encima
de Jasmine.
Ella dejó escapar un ruido que era medio gemido y medio sollozo
temeroso. —¿Q-qué estás haciendo, Ivy?
No me hallaba a punto de perder la sangre de Adrian por usarla para
dar una explicación, así que mantuve mi dedo en los labios en el gesto
universal de silencio. Una vez que calculé que estaba cubierta lo
suficiente, usé el resto de su sangre en mí misma. ¡Traidora!, parecía que
esas manchas rojas me gritaban.
Mis ojos se emborronaron de lágrimas. Sí, era una traidora y Adrian
no. Ahora, tengo que asegurarme de que viva para pedirle disculpas
durante el resto de mi vida.
Puse la segunda botella en la esquina opuesta de la oficina, luego
agarré a Jasmine alrededor de la cintura y las dos nos precipitamos hacia
la puerta de entrada. Esa sensación de mareo y vomito mientras
cruzábamos los reinos parecía peor, pero salimos disparadas a la versión
no-demonio de la oficina de la señora Paulson.
Por desgracia, no estábamos solas.
—¿Qué demonios? —farfulló el joven policía de pelo arenoso.
Bien, los invitados han llamado a la policía después de que les
asusté aquí con mi enfurecida actuación de monstruo. Solté a Jasmine,
pero me puse delante de ella. Si el policía iba a por su pistola, tenía una
mejor oportunidad de detenerlo ya que yo era más rápida que Jaz.
Entonces algo me derribó desde atrás. No tuve tiempo de registrar lo
que de repente me hizo caer de bruces antes de que la cabeza de la policía
estuviera en el suelo delante de mí. El resto de él todavía estaba donde no
podía verlo.
Me di la vuelta, de piedra, al ver a la gárgola cernirse como una
sombra oscura sobre mí y Jasmine. Un ala todavía extendida en posición
de cortar, y un golpe cercano tuvo que ser el cuerpo del guardia cayendo al
lado de su cabeza cortada.

2 —¿Por qué hiciste eso? —espeté, sólo para sentir un pequeño “puf”
en mi cara. Cuando miré de nuevo, la cabeza se había convertido en
cenizas.
11 El policía era un siervo. Por supuesto. El detective Kroger no era el
único en el Departamento de Policía de Bennington, ¿y quién más iba a
investigar las historias de un monstruo en la misma posada que hacía las
veces de azufre demoníaco y C&D?
—Uh, buen chico —le dije a la gárgola torpemente.
—¿Qué hace eso aquí? —preguntó una voz familiar, con un tono
cargado de desaprobación.
¡Zach! Me levanté corriendo, tan emocionada de ver al Arconte en la
puerta que hice caer a Jasmine otra vez en mi prisa por llegar a él.
—¡Sácame de este disfraz, tengo que hablar con la gárgola! —dije en
un apuro. No me entendida como un perro, pero a lo mejor Adrian le había
enseñado a hablar Inglés.
Zach tocó la parte superior de mi cabeza. Sabía que al instante mi
disfraz desapareció porque Jasmine ahogó—: ¡Oh, Ivy! —Y echó los brazos
alrededor de mí otra vez.
Quería abrazarla de nuevo. Una gran parte de mí incluso quería
hacerlo después de todo lo que habíamos pasado, pero me hallaba
demasiado aterrorizada por Adrian para hacer nada excepto empujarla
suavemente a un lado.
—Brutus, tienes que regresar y salvar a Adrian —le dije a la gárgola,
agarrando el borde de su ala con urgencia—. ¡Por favor, vuelve ahora!
La gárgola ladeó la cabeza, su ala debajo de mi mano temblorosa.
Por su expresión, parecía querer hacer lo que pedí, pero no hizo ningún
movimiento hacia la puerta de entrada.
—¡Ve, ahora! —repetí, tratando de empujarlo en la dirección
correcta, pero la gárgola era demasiado pesada para mí.
—No te entiende —dijo Zach, sonando aturdido esta vez—. Esa debe
ser la mascota de Adrian. ¿Por qué te ha seguido hasta aquí?
—Adrián le dijo algo y no se ha alejado de mi lado desde entonces,
pero eso no importa. —Dejé ir el ala de la gárgola para agarrar el suéter
distintivo del Arconte—. Adrian está luchando por su vida, así que necesito
todas las armas que tengas, ¡ahora!
—No tengo ningún tipo de armas —dijo Zach, como si la idea fuera
absurda.
—Entonces algo de Glamour. —Casi gruñí—. ¿No me oyes? ¡Adrian
va a morir!
2 —No puedo. El Glamour es una ilusión, no es crear algo de la nada.
—La oscura mirada de Zach se estrechó mientras miraba mi bolsillo—.
12 Pero tú ya tienes un arma, ¿verdad?
No sé por qué, pero me alejé, mi mano volando para cubrir mi
bolsillo. —No sirve —dije con la voz entrecortada.
Zach resopló con algo como desprecio. —Sin fe, no lo hará. —
Entonces su expresión se volvió muy seria—. Dame la honda, Ivy.
Me alejé más lejos, mirando a la puerta invisible de enlace. —¿Por
qué? Tú no puedes cruzar un reino oscuro, por lo que no vas a usarlo para
salvar a Adrian.
—Demetrius no permitirá que lo maten —respondió Zach, sonando
casi descuidado ahora—. Puede descargar su ira sobre él, pero Adrian
debe sobrevivir a eso.
—¿Y eso te parece bien? —le espeté, la furia hirviendo—. Espera, por
supuesto sí. Esta no sería la primera vez que lo dejas a merced de los
demonios, ¿verdad?
Las características de Zach se endurecieron, y me tendió la mano en
orden silenciosa, imperiosa. Dame el arma, su mirada me advirtió.
Realmente se llevaría la honda, se la daría a su jefe y se darían la
mano, sin importar si significaba la tortura de Adrián o la muerte. Sólo
podemos depender unos de otros. Para los Arcontes y los demonios, sólo
somos peones que se mueven alrededor para sus propios fines, dijo Adrian.
Por la expresión implacable en el rostro de Zach, estuvo en lo cierto.
Y le traicioné terriblemente como Zach lo hizo todos esos años. Creí
lo peor de las palabras de Adrian cuando sus acciones deberían haberme
demostrado que nunca me entregaría a Demetrius. Al final, son nuestras
acciones las que nos definen. No las palabras.
Eché un vistazo a Jasmine, que miraba por la ventana, como si no
pudiera creer que estuviera de vuelta al mundo real. Lo estaba, como yo,
todo por el sacrificio de Adrian. Ahora, era mi turno. Te amo, Jaz, pensé,
ahogando un sollozo. Pero tú no eres la única persona que amo.
Entonces miré a Zach. —Tú podrías estar dispuesto a abandonar
Adrian de nuevo. Yo no.
Su grito fue cortado cuando me encontré con la puerta de entrada,
dejando a mi hermana y al resto de mi mundo atrás.

2
13
Traducido por Nickie
Corregido por Laurita PI

En la versión gélida y decrépita del C&D, aterricé sobre un chico de


cabello negro que me apartó a un lado con un aullido.
—¿Qué de…? —comenzó a decir, sólo para dejar de hablar
rápidamente, me di vuelta esperando ver un esbirro o un demonio detrás
de mí.
Nada. Volteé de nuevo para ver al chico mirando fijamente mi pecho
con los ojos muy abiertos. Bajé la mirada, y le di un tirón a mi abrigo. Se
había abierto durante mi caída, ya no tenía mi disfraz de Sabueso, así que
no solamente me caí encima de un chico que parecía de diez años sino que
lo hice casi desnuda.
2 Y siendo un chico preadolescente, se había fijado en eso, incluso
mientras se hallaba atrapado dentro de un reino de demonios. Metí la
14 mano en el bolsillo de mi abrigo, buscando ansiosamente la honda.
Todavía se encontraba allí.
—Lo siento —dije, luego me detuve cuando vi lo que el chico tenía en
sus manos. Debió haber encontrado la botella de sangre que había dejado
allí.
—Frota un poco de eso en tus brazos y piernas —dije rápidamente—.
Luego corre hacia la esquina por la que acabo de entrar. Saldrás hacia el
mundo real, lo prometo.
—¿Eres un esbirro? —preguntó el chico con desconfianza.
Dejé escapar un bufido. —No, de hecho, me encuentro aquí para
matar a todos los demonios.
—Estás loca —se burló el chico.
Tampoco creía que pudiera hacerlo, pero ese era el problema. No
funcionará, le dije a Zach. Sin fe, no lo hará, había contestado. Y Costa
dijo: Hace miles de años, un niño pastor mató a un gigante con nada más
que una honda y fe ciega. Bueno, tenía el arma. Ahora, tenía que encontrar
la fe ciega. Rápido.
—Frota esa cosa sobre ti, y podrás salir de aquí —repetí —. Diles a
los otros.
—Vas a morir, loca mujer desnuda —balbuceó.
Era la aterradora verdad, probablemente tenía razón. Después de la
fría desestimación de Zack a la situación de Adrian, tenía menos fe ahora
de la que tuve la última vez que traté de usar el amar. Vamos a afrontarlo:
¡Era demasiado difícil creer en un “jefe”, benevolente y cósmico cuando sus
empleados se hallaban hechos de tanta mierda!
El miedo me instaba a dar vuelta y correr de nuevo hacia el portal.
Una emoción mucho más fuerte me hizo sacar la honda y salir corriendo
fuera de C&D tan rápido como podía. Sí, probamente estaba loca y
probablemente moriría, pero si existía aunque sea una posibilidad de que
pudiera salvar a Adrian, tenía que intentarlo. Además, si el jefe de los
Arcontes no quería que el equivalente a una bomba nuclear cayera en
manos de sus enemigos, entonces Él tenía que aparecer...
La cuerda trenzada de la onda vibró con un destello repentino de
poder. Me sentí tan sorprendida que casi tropecé durante mi loca carrera
colina arriba. ¿Qué causó eso? No había pensando en nada religioso.
Simplemente pensaba que sólo un idiota no se daría cuenta de que el arma
funcionaría conmigo, o se la estaría entregando directamente a las manos
de los demonios…
La honda vibró de nuevo, más fuerte esta vez, hasta que casi
2 entumeció mi brazo. Entonces, se me ocurrió la respuesta de por qué
cobraba vida, y empecé a reírme a lo loco y con gritos de alegría
15 entrecortados.
No necesitaba tener fe religiosa. Ni siquiera necesitaba tener fe. No,
las baterías de esta arma se encendían con las mismas energías que
impulsaron a Adrian a seguir cuando nadie había creído en él. Puedes
confiar en mi odio a los demonios. Siempre me había dicho. Esa era su fe.
La mía, aparentemente, era creer que el jefe de los Arcontes no quería que
la onda terminara en las manos de los demonios. No confiaba mucho en el
Gran Ser, pero parecía que si confiaba en que Él no era estúpido.
El poder crepitó por mi brazo y la luz llegó a la cuerda, haciéndola
brillar contra la oscuridad. Al mismo tiempo, gritos se oyeron a cien
metros delante de mí, y otros aún más cerca después de esos. Con los
Sabuesos muertos y la gárgola fuera, los esbirros debían estar de patrulla,
y ya no tenía ningún disfraz.
Paré de correr para recoger una piedra para la honda. Ya que no
existía nada más que suelo congelado a mi alrededor, todo lo que pude
conseguir fue un pedazo irregular de hielo. Lo puse contra la cuerda
brillante y vibrante, tan pronto como llegué a la cima de la colina donde
los árboles terminaban abruptamente, empecé a girarla.
Debajo, el valle se extendía, las tenues luces tornasoladas del castillo
revelaron a tres esbirros corriendo por la colina hacia mí. Peor aún,
parecía que un grupo más grande de ellos no se hallaba muy lejos.
Demetrius debió estar esperando a que volviera.
Bueno, aquí estaba, armada con nada más que una fe cínica y un
arma que no había funcionado en miles de años. Giré la cuerda más
rápido, mis emociones rotaban en círculos junto con el arma antigua. Me
encontraba increíblemente asustada, pero también sentía el tipo más
extraño de júbilo. Me hallaba a punto de morir o de patear algunos
traseros, pero de cualquier manera, lo hacía por Adrian. Profecías,
destino… no eran la razón por la que me encontraba aquí. Él lo era, en la
vida o en la muerte, no le fallaría de nuevo.
Levantando el arma, corrí colina abajo para enfrentar a mis
enemigos.
Los tres esbirros más cercanos saltaron hacia adelante con tal
ferocidad que fueron básicamente transportados por el aire. Al mismo
tiempo, una increíble oleada de poder provocó dolor por todo mi cuerpo.
Entonces, luz salió disparada del arma. Tan pronto como los tocó, se
dejaron de mover tan abruptamente que parecía como si hubieran chocado
contra un muro en medio del aire. También, se congelaron, algunos con
sus armas todavía apuntando en mi dirección.
Me quedé atónita, tratando de no caer en las sensaciones
2 abrasadoras que hacían que mis entrañas se sintieran como si estuvieran
hirviendo. Los rayos de luz procedentes de la honda mantuvieron a los
16 esbirros congelados en su lugar, pero el dolor abrumador me hacía querer
arrojar el arma a un lado. Mi cuerpo debía ser el conductor de poder, y si
así era como se sentían dos explosiones sobrenaturales, ¿sobreviviría a
más?
Las sirenas se escucharon colina abajo. Alguien debió ver las luces
extrañas y, activado la alarma. Apreté la mandíbula, tratando de no gritar
mientras giraba la cuerda en círculos más rápido, con más fuerza. Esto
dolía tanto, mis huesos realmente dolían. ¿Quién sabía que eso podía
suceder?
Entonces, caminé pasando al primer grupo de esbirros. Si sólo
tuviera un tiro, lo necesitaba para salvar a Adrian. Las luces que salían de
la honda todavía los golpeaban, ya que, hasta las cuerdas del arma
emitían luz tanto hacia atrás como hacia adelante. Para el momento en
que llegué al pie de la colina, el castillo se encontraba completamente en
modo defensivo.
Los disparos sonaban, haciendo que me agachara mientras sostenía
el arma lo suficientemente alto como para que la cuerda siguiera girando.
Otra ráfaga de poder emanó de la honda, el subsecuente dolor casi me hizo
caer de rodillas. Tan pronto como la luz los tocó, las balas se detuvieron,
con la misma rapidez que lo hicieron ese día en el desierto cuando Zach
intervino. La esperanza arañó a través de mi agonía. La honda tenía el
mismo poder que un Arconte. Realmente podía hacer todo lo que suponía
que hacía, siempre y cuando, pudiera permanecer de pie para soportarla.
Me obligué a seguir caminando hacia el castillo. Esta vez, no me
agaché cuando una lluvia de balas vino hacia mí. Me preparé, un grito
salió de mi garganta ante el dolor agobiante de docenas de balas siendo
congeladas en el aire de manera sobrenatural. Luego, más luz se disparó
del arma, cayendo sobre los guardias como las miras láser de un rifle. La
nueva ráfaga de poder me sacudió de dolor. No estaba segura de sí podía
caminar, y mucho menos mantener la cuerda girando. La honda se sentía
como miles de kilos de agonía derretida siendo canalizada por mi brazo al
resto de mi cuerpo.
Una nueva oleada de esbirros comenzó a salir de la parte baja del
castillo. El arma reaccionó, irradiando luz sobre cada uno de ellos y
congelándonos en su lugar. Grité, las lágrimas casi me cegaban mientras
usaba ambas manos para mantener la cuerda girando. Adrian, Adrian,
repetí febrilmente, forzando a mis pies a seguir moviéndose incluso
aunque me estremecía de dolor, me tambaleaba. Se hallaba atrapado en el
túnel, pero si podía acercarme lo suficiente, el arma incapacitaría a sus
atacantes. Ningún esbirro o demonio podría detenerme, siempre y cuando,
siguiera caminando. El arma los destruía tan pronto como su luz los
tocaba.
2 El problema era, que el arma podía destruirme a mí también.

17 De alguna manera, logré pasar las puertas y entré a los patios


exteriores del castillo. Para ese momento, no podía detener mis gritos ante
las explosiones despiadadas de dolor. Cada nuevo esbirro que la luz
derribaba enviaba disparos de agonía por mi cuerpo, hasta que todo lo
demás se desvaneció por los constantes ataques violentos. Después de
unos minutos, no podía estar segura de sí aún sostenía el arma. Unos
pocos momentos después de eso, no podía recordar dónde me encontraba
o por qué llegué hasta allí. Sólo el dolor era real, y atroz. No podía
soportarlo, y la presión dentro de mí me advertía que ya no podría hacerlo
por mucho más tiempo. Algo estaba a punto de pasar. Algo grande.
Caí de rodillas con la próxima oleada de poder, que se sintió como
miles de cuchillos clavándose en mí al mismo tiempo. Esto es todo, pensé
aturdida. Estoy muriendo. En lugar de asustarme, el pensamiento me llenó
de un profundo alivio. Cualquier cosa para escapar del dolor.
Suelta la piedra.
El susurro, de alguna manera, logró pasar la locura tortuosa que
ametrallaba mi mente. Cierto, la piedra. Hasta que no la soltara, esto no
terminaría. Con mis últimas reservas de fuerza, me puse de pie y tomé la
honda, tirando la roca de hielo hacia la nada que venía por mí.
Mi cuero entero se convulsionó cuando la luz marcó a cada esbirro y
explotó como un rayo de sol, hasta que no pude ver nada más que un
blanco ardiente y deslumbrante. Con la misma rapidez, mi agonía
desapareció, dejándome casi paralizada ante la debilidad. Sin poder
moverme o ver, caí al suelo, sintiendo incontables rayos de luz pasando
sobre mí.
Lentamente, esa blancura cegadora se desvaneció, aunque al
principio pensé que las espirales a mi alrededor eran copos de nieve.
Entonces, cuando mi visión se volvió más clara, cambiaron de color,
pasando de blanco a gris a color carbón. Cenizas, me di cuenta, el shock
me dio fuerza suficiente como para sentarme. Cenizas flotaban por todas
partes, pero no vi ningún esbirro o demonio. Vi muchos humanos saliendo
al patio, sus expresiones reflejaban la misma clase de incredulidad
esperanzadora que yo sentía, ahora podía pensar de nuevo.
La honda parecía haber realizado lo imposible, matando a todos los
demonios y esbirros sin lastimar a ninguno de los humanos. Besaría el
arma, si supiera dónde se hallaba. En este momento, mi mano sólo tenía
manchas de cenizas.
Entonces, un pensamiento horrible apareció en mi mente,
destruyendo mi felicidad con una sola pregunta brutal.

2 ¿Y si la honda había matado a Adrian?


El frío me hizo ponerme de pie, aunque me balanceaba mucho,
18 esperaba caerme cuando di mi primer paso. Adrian era humano, pero su
linaje tenía tanto poder oscuro, que podía cruzar al reino de los demonios.
¿Ese mismo poder podía hacer que el arma lo matara como lo hizo con los
esbirros y demonios? ¿Había sobrevivido al ataque que Demetrius ordenó
en su contra, sólo para que yo lo matara?
¡Dios, por favor, no! Medio corrí, medió me balanceé hacia el túnel de
los sabuesos donde lo vi por última vez. El espacio bajo y cerrado, alejaba
al viento, así que la gruesa capa de ceniza que cubría el suelo no se
arremolinaba. Todo se hallaba mortalmente quieto.
—¡Adrian! —grité, salpicando por el desorden de color grisáceo
oscuro—. ¡Adrian, por favor, respóndeme!
No oí nada más que mi propia voz haciéndome eco. Casi había
llegado al final del túnel cuando mis piernas cedieron. Entonces me hundí
en las cenizas, la desesperación me invadió mientras la pila en la que caí
me tapó hasta la cintura. Dada la cantidad de restos de esbirros, la pelea
debió haber sido más dura aquí, así que era donde Adrian probablemente
había muerto. Hundí las manos en las brasas, las lágrimas desenfocaban
mi visión mientras las partículas caían de mis dedos o se arremolinaban y
flotaban.
Yéndose, justo cómo Adrian se había ido ahora. Más lágrimas caían,
formando senderos pálidos sobre las manchas de mis manos. Quería gritar
como lo había hecho antes, pero aunque este dolor era tan intenso como el
otro, destruía mi alma en vez de mi cuerpo, así que no existía salida para
él. No fui capaz de decirle a Adrian cuánto lamentaba lo que hice. O que
había vuelto por él, o decirle la cosa más importante de todas.
—También te amo —le susurré a las cenizas.
Nunca antes le había dicho eso a un hombre. Ahora, con Adrian
muerto, nunca lo diría de nuevo. No necesitaba el don de la profecía para
saber que nunca me sentiría de esa forma con alguien más. Nunca.
—¿Estás bien? —preguntó una voz vacilante.
Levanté la cabeza, y a través de las lágrimas, vi la figura de una
mujer en la entrada del túnel.
—Te vi venir aquí abajo —comenzó—. Sin embargo, no encontrarás a
nadie aquí. Aquí era dónde tenían a los Sabuesos.
—Lo sé. —Mi voz era gruesa por la angustia.
Caminó unos pasos hacia mí. —¿Eres… ella?
—¿Quién? —pregunté con cansancio.
2 —La que los mató —contestó con un susurro asombrado.
Sus palabras fueron un nuevo golpe a mi corazón. Sí, los había a
19 matado. A todos.
No dije eso. Mientras me ponía de pie, dije la única cosa que pensé
que la haría irse. Necesitaba unos minutos para reponerme. O unas
cuantas vidas.
—Ve a C&D. Si aún no se fue, el chico de cabello negro sabe cómo
pasar por el portal.
Dio la vuelta y se marchó. Momentos después, la oí decirle
excitadamente a alguien que sabía cómo salir. Pasé una mano por mi
cabello, sintiéndome física y emocionalmente derrotada más allá de mi
habilidad para superarlo. No quería moverme de este lugar, pero la única
botella de sangre en C&D no sería suficiente. Más sangre de esbirro se
necesitaría para hacer pasar a todos por el portal. Rápido, también, antes
de que otros demonios aparecieran para hacerse cargo del reino. La honda
sólo funcionaba una vez, así que aunque supiera donde se encontraba, era
inútil para evitar que los demonios re-esclavizaran a la gente de aquí.
Eso significaba que tendría que salir de este reino para encontrar un
esbirro, capturarlo y purgar el infierno fuera de él. Esta noche.
Comprenderlo me empujó hacia la salida del túnel. Mi cuerpo dolía como
si hubiera sido golpeado de adentro hacia afuera, pero me forcé a seguir
moviéndome. Si no lo hacía, me quedaría aquí y lloraría hasta el
cansancio, lo que no ayudaría a las personas atrapadas en este reino.
Además, mis lágrimas ya empezaban a arruinar mi visión. Por un segundo
pensé que el montón de cenizas junto a mí se había movido.
Ya me había alejado unos diez metros cuando un crujido a la
distancia me paralizó. Eso no era producto de mi imaginación. Algo
permanecía en este túnel conmigo.
Lentamente, me di la vuelta. Se veía como un pilar oscuro que había
aparecido en la entrada del spa Sabueso. Entonces, el pilar se duplicó en
altura cuando la persona debajo de las bazas se puso de pie, revelando la
forma de un hombre alto y de hombros anchos. Cuando se limpió la cara,
una capa de sangre apareció bajo el hollín, y el cabello que había peinado
hacia atrás se encontraba teñido de negro por las cenizas arremolinadas a
su alrededor, pero no me importaba. Ahora mismo, eran las cosas más
hermosas que jamás había visto.
—Adrian —susurré, mis lágrimas fluían más rápido.
Levantó su cabeza, y luego se movió con su increíble velocidad,
abrazándome con sus poderosos brazos. Inclinó mi cabeza y cubrió mi
boca con un beso agresivo que hizo que la alegría me invadiera con toda la
intensidad del dolor que había sentido antes. Cuando finalmente se separó
de mí, varios minutos más tarde, apenas podía respirar, pero me las
2 arreglé para hablar.
—Te amo —me atraganté con las palabras—. Te amo, te amo, te
20 amo…
Su beso me calló de nuevo y esta vez, no lloraba cuando le devolví el
beso. Sonreía.
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Valentine Rose

No tuvimos que irnos para atrapar a un esbirro por su sangre.


Adrian se abrió paso entre la gente restante en el reino, poniéndolos en
grupos de dos y tres. Aun así, tomó el resto de la noche, pero no tenía
miedo de que un demonio nos detuviera. Ni cuando Zach se quedó en
C&D, que se llenó rápidamente debido a los sobrevivientes del reino de
Bennington. Podría estar molesta con él todavía, pero ningún demonio se
metería con un Arconte, menos si había tres de ellos.
En un momento, Jasmine y yo estábamos pasándole sábanas a las
personas que se hallaban en el césped, y al siguiente, me encontraba
2 mirando a dos personas que sabía que no eran humanos a pesar de su
apariencia normal. La chica morena tenía pecas y el tipo tenía rastas
rubias, pero por un instante, ambos irradiaron la misma luz que Zach
21 tenía la primera vez que nos conocimos.
—Eh… Hola —dije, tan sorprendida que tartamudeé las palabras.
Gritos hicieron erupción desde las personas afuera. Me giré,
gimiendo cuando vi la gárgola que se dirigía hacia nosotros. Adrian le dijo
a Brutus que se quedara escondido entre los árboles. Rastas le dio una
simple mirada. —Dile a tu criatura que retroceda.
—¡Admanta! —grité, utilizando la palabra que me enseñó Adrian. La
gárgola miró furiosamente a los Arcontes, pero se volteó y desapareció en
los árboles de nuevo.
—Lo siento —murmuré, feliz de que Pecas estuviera calmando a las
personas.
—No es suya —ofreció Jasmine, mirando al extraño curiosamente—.
Él, eh, le pertenece a Adrian.
—Ya no —dijo Rastas, con otro gruñido de desaprobación—. Adrian
lo entrelazó con tu hermana como su protector antes de que las sacara del
reino.
—¿Qué? —jadeó Jasmine.
Miré fijamente al Arconte, demasiado sorprendida como para hablar.
Pensamientos, acusaciones y preguntas coparon mi mente, y después de
un momento, comenzó a responderlas.
—No, Zacchaeus no te mintió. Los Arcontes no pueden mentir, como
te dijo. Tampoco podemos entrar a los reinos oscuros, como también te
dijo, pero podemos verlos. Nunca le preguntaste eso.
—Sonofa… —comencé furiosamente, sólo para que me diera una
mirada de advertencia—. ¿Quieres decir que Zach sabía que mi hermana
estaba viva todo este tiempo y nunca se molestó en decírmelo?
Jasmine se limpió los ojos. Era demasiado repentino para ella. El
Arconte apenas y se encogió de hombros. —No eran sus órdenes.
Órdenes. Un montón de maldiciones recorrieron mi mente. El
Arconte me dio otra mirada, pero solté—: ¡Oh, por favor! ¡No dije ninguno
de ellas, así que dame un descanso!
—Mortales —murmuró—. Tan obsesionados con los tecnicismos.
—Jaz —dije, controlando la ira con bastante dificultad—. ¿Puedes
ver si Adrian ha regresado ya, por favor?
No quería que dejara de transportar a los humanos, pero quería que
mi hermana se fuera de aquí por unos cuantos minutos. Sentía demasiado
2 shock y adrenalina, por lo que en cualquier momento, podría romperse.
Desapareció en el interior de la casa sin discutir, otra indicación de
22 que no se encontraba bien. Momentos más tarde, Adrian salió al patio,
mirando a los dos Arcontes con un moderado optimismo.
—Espero que vinieran para ayudar. Necesitaremos varios buses para
sacar a todas estas personas de aquí.
—No tantos —respondió Pecas. Con esas palabras, ella y todos los
demás se desvanecieron, dejándome a Adrian, Rastas y a mí solos en el
campo. Por el repentino silencio en la casa, también debía haber sido
despejada.
—¿Qué. Acaba de. Suceder? —me las arreglé para decir. Incluso
Adrian lucía sorprendido.
El Archon rubio no lo estaba. Es más, diría que lucía aburrido. —
Necesitaban estar en un lugar seguro. Sarai se asegurará de eso.
—Pero desaparecieron —solté, como si fuera la única que lo hubiera
notado.
Un encogimiento. —Los Arcontes no estamos limitados por sus leyes
de la física.
Después de todo lo que había visto, ¿por qué me sentía sorprendida?
—¿Jasmine todavía está aquí? —pregunté, sintiéndome repentinamente
ansiosa.
—Sí. Ayudaremos a los otros, pero es tu deber cuidar de ella.
Bien. No quería que fuera de otra forma.
Adrian me atrajo junto a él, su brazo un peso bienvenido alrededor
de mis hombros. Aparte de esos escasos y maravillosos minutos en el
túnel, no habíamos tenido un momento a solas desde que lo encontré vivo.
Él había estado transportando a personas a través del portal y yo tratando
de hacer lo que podía por los sobrevivientes traumatizados. Ni siquiera
tuve tiempo de lavarme las manos. Ir a un baño cuando muchas de esas
personas no habían tenido una ducha caliente en años habría sido
demasiado egoísta, así que todavía me hallaba cubierta en cenizas. Como
también Adrian. Ambos lucíamos como mineros después de una
excavación.
Zach salió al campo. Intercambió una mirada con el Arconte rubio
que tenía a Adrian tan tenso como una piedra.
—No —dijo en voz baja.
—Es demasiado tarde —respondió Zach, su voz igual de suave—. La
2 segunda prueba ya ha comenzado.
—¿Qué prueba? —pregunté, también tensándome.
23 La oscura mirada marrón de Zach aterrizó sobre mí. —Adrian ya no
necesita transportar a los sobrevivientes. Están cruzando el reino por sí
mismos.
Me sentía incrédula. —¿Cómo?
—Los portales se están abriendo —dijo Zach con simpleza.
El brazo de Adrian cayó de mis hombros mientras se pasaba las
manos por el cabello. Todavía se encontraban cubiertas de sangre por
debajo del hollín de todas sus heridas. Si Zach no lo hubiera sanado la
primera que cruzó a este lado, no creía que Adrian habría estado siquiera
consciente ahora mismo. Sin embargo, la declaración de Zach me distrajo
de la preocupación que sentía por Adrian.
—Los portales se están abriendo —repetí—. Por tu tono y la reacción
de Adrian, supongo que es malo, pero, ¿por qué? Si las personas
atrapadas pueden salir de los reinos sin la ayuda de un demonio, Judiano
o un esbirro, ¿no es eso bueno?
—Los portales se están abriendo porque las paredes entre nuestros
mundos han comenzado a desmoronarse —dijo Zach—. Los portales son
los primeros en ser afectos, desde que están conectados a los reinos.
Ahora lo entendía, y el horror me llenó. —Pero si las paredes se
desmoronan hasta que nada separe los reinos demoníacos del nuestro, el
infierno consumirá la tierra en nada.
—Exacto —dijo el Arconte rubio suavemente.
Su despreocupación hacía que quisiera golpearlo. —¡Bueno, alguien
tiene que hacer algo!
Un doloroso sonido se oyó desde el lado de Adrian mientras Zach
decía—: Ese alguien eres tú, Ivy.
—¿Yo? —solté—. ¿Qué puedo hacer yo? Perdí la honda, aunque no
es que importe teniendo en cuenta que ya la utilicé…
—No la has perdido —me interrumpió el Archon rubio—. Siempre ha
estado incrustada en tu carne.
Lo miré con la boca abierta, y luego levanté la manga de mi abrigo.
No podía ver nada por debajo de la suciedad, así que corrí hacia la
manguera de la que había estado bebiendo la gente y salpiqué agua sobre
mi brazo.
Mientras el hollín desaparecía, comencé a temblar. El contorno de
una soga café y trenzada se deslizaba desde la punta de mi dedo hasta mi
codo, la longitud de la honda curvándose alrededor de mi brazo varias
2 veces. Lucía como un tatuaje bastante detallado, sólo que no lo era. Era
una marca sobrenatural.
24 Un par de grandes manos me agarraron por los hombros y me volteé
en los brazos de Adrian. Temblaba, me di cuenta con sorpresa, y cuando
su mejilla rozó la mía, se hallaba húmeda.
—Lo que sea que suceda —susurró—. Recuerda que te amo. No te
mentía, Ivy.
Guau. Lo aparté, un escalofrío recorriéndome ante su expresión
afligida, por no mencionar sus palabras.
—¿Qué es lo que me estoy perdiendo? —pregunté, comenzando a
temblar.
—Tu destino, Davidiana, no se trataba sólo de encontrar la honda —
dijo el Arconte rubio—. Debes conseguir las dos armas sagradas restantes
antes de que los demonios lo hagan, o el mundo como lo conoces
desaparecerá.
—Espera, ¿qué otras armas? —solté antes de que un recuerdo me
atravesará con una implacable claridad.
Para derrotar a los demonios, necesitas una de tres armas, había
dicho Adrian el día que nos conocimos, y las otros dos probablemente te
matarán. Luego, cuando me llevó hasta el primer reino, dijo: Esa es la razón
por la que todavía te oculto cosas, Ivy. Si no puedes aceptar el destino, no
estás lista para comprender el final…
—Lo sabías —respiré, encontrándome con su atormentada mirada—.
Supiste todo el tiempo que encontrar la honda era sólo el comienzo, pero
me dejaste creer que si lo hacía, todo acabaría. ¡Me mentiste, Adrian!
Se encogió como si mis palabas fueran como un puñetazo para él. A
pesar de la ira, la incredulidad y la creciente ira, también me sentía
exhausta. Había creído que si conseguía la honda y salvaba a Jasmine,
habría acabado con los demonios y sus horribles reinos. Ya no podría
soportar una pelea más con ellos, menos dos. Ahora mismo, ni siquiera
sabía si podría permanecer de pie.
Zach se acercó a mí, sus ojos de un color marrón llenos de una
conocedora compasión.
—Judas fue culpable de tres traiciones. La primera fue confiar
cuando robó el dinero guardado para los pobres. La segunda fue la codicia
que sintió cuando aceptó treinta piezas de plata, y la tercera…
—Fue la muerte —terminé, mi corazón rompiéndose una vez más—.
Sí que me traicionaste, Adrian, al igual que todos dijeron que harías. Es
sólo que todavía no me has matado.

2 —Ivy, lo siento —dijo, cogiéndome por las manos y aferrándose a


ellas cuando traté de apartarme—. No creía que pudieses vencer a mi
destino antes, pero ahora sé que puedes. Tú me hiciste creer, y…
25 Mi risa lo detuvo en seco. Se oía oscura, horrible y llena de la
angustia de un amor perdido, encontrado y perdido de nuevo.
—Qué irónico. Ahora que tú crees, yo ya no lo hago. —Abrió la boca,
y solté un resoplido. Era eso o comenzaría a llorar, y me estaba tomando
toda la fuerza que me quedaba no hacerlo—. Sólo vete. No puedo
escucharte ahora mismo. Duele demasiado incluso mirarte.
Me soltó las manos, pero se aferró a mis hombros, su mirada del
color de los zafiros encontrando la mía. —Me iré, pero no por mucho. Te
haré creer de nuevo, Ivy, incluso aunque sea la última cosa que haga.
Entonces se hubo ido, usando su velocidad para desaparecer en los
árboles. Esperé hasta que estuve segura de que no iba a regresar antes de
permitirme finalmente caer de rodillas, las lágrimas cayendo desde mis
párpados cerrados. Todos me advirtieron, pero sólo confié en Adrian,
también me enamoré de él. Y peor aún, incluso después de todo esto,
todavía lo amaba. ¿Era debido a que tenía el peor caso de estupidez en el
mundo? ¿O era otro ejemplo de la maldición de mi destino?
—¿Cuál es la segunda arma y qué se supone que hace? —pregunté,
sin querer saberlo realmente, pero necesitando algo para distraerme de la
urgencia de llamar a Adrian.
Zach se arrodilló hasta que se encontraba al nivel de mis ojos. —El
bastón de Moisés. Dividió el Mar Rojo, envió diez plagas a Egipto e hizo
que el agua saliera de las rocas en el desierto. A resumidas cuentas,
controla la naturaleza, así que puede reparar las paredes entre los reinos.
Mi cabeza cayó en mis manos mientras una risa jadeante se me
escapaba. —No me cabe duda de que esa cosa podría matarme si la uso.
—Podría —dijo Zach ininterrumpidamente—. Pero la honda no lo
hizo, y también podría haberlo hecho. Eres fuerte, Ivy. Ahora necesitas ser
más fuerte, así puedes detener la destrucción de tu mundo.
Otra risa jadeante. —Oh, ¿eso es todo? —Estábamos
muertos. Muertos.
—Si lo consigues, también salvarás a Adrian —dijo el Arconte rubio
casualmente.
Mi cabeza se levantó de golpe. —¿Cómo? Está destinado a
traicionarme, ¿recuerdas?
—Sí —dijo Zach con suavidad—. Pero todavía existe una posibilidad
de que no lo haga. El odio que siente Adrian hacia los demonios fue la
primera cosa que le hizo luchar contra su destino, pero el odio nunca iba a
ser suficiente para que lo venciera. Sólo la luz puede derrotar a la
2 oscuridad. Amarte es su luz, Ivy. Sin ella, estaría destinado a fallar, pero
con ella, su destino está en sus propias manos.

26 Lo miré fijamente, atónita, mientras distintos detalles comenzaban a


tener más sentido.
Si Zach no lo hubiera abandonado hace años, Adrian no habría
aprendido cómo ser el luchador fuerte que era. Tampoco habría odiado a
los demonios por sus incontables decepciones, dándole una razón para
luchar contra ellos en primer lugar. Luego, su odio garantizó que me
acompañara mientras buscaba la única arma que podría matarlos. Incluso
aunque lo acusé antes, no habría ido conmigo de otra forma, sin importar
lo mucho que Zach hubiera tratado de persuadirlo…
La esperanza comenzó a arremolinarse a través de mis emociones.
Cierto; Zach quiso que Adrian fuera conmigo, por lo que tal vez el Arconte
estaba usando el lazo sobrenatural entre nosotros para ayudar a Adrian,
no para matarlo. Después de todo, si Adrian no hubiera ido conmigo a
buscar la honda, no nos habríamos enamorado. Sí, Adrian traicionó
horriblemente mi confianza, pero yo también lo traicioné, y me perdonó.
¿En serio podría rehusarme a perdonarlo, siendo que podría haber un
futuro para nosotros después de todo?
Inhalé profundamente. No me sentía lista para regresar a sus
brazos, pero, ¿qué si los Arcontes tenían razón? ¿Qué si el amor era el
comodín que nos daría una oportunidad para derrotar a los demonios,
evitar que las paredes entre los reinos se derrumbaran y salvarnos de
nuestros propios destinos? Sería un largo viaje, sí, pero ahora tenía un
arma de tres mil años de antigüedad tatuada en mi brazo, así que
cualquier cosa era posible.
Me levanté, dándole al par de Arcontes una nerviosa, pero
determinada mirada.
—Bueno, ¿cuándo comenzamos?

2
27
La asombrosa segunda novela de la exitosa serie
Broken Destiny del autor del New York Times,
Jeaniene Frost, revela que Ivy y Adrian reavivan
su alianza —y pasión— cuando comienza la lucha
por el destino del mundo...
Conquistar un reino sobrenatural resultó ser más
fácil que superar un corazón roto. Pero su victoria
inicial ha convertido a Ivy en el blanco de la
venganza, forzándola a reunirse con el peligroso
—y peligrosamente sexy— Adrian. Ivy no está
segura de qué será más difícil: hallar el arma
sagrada que reparará los muros que se
desmoronan entre los demonios y los reinos
humanos, o resistirse a Adrian, que ha decidido
2 a Ivy.
que, llegado el infierno o la marea alta, hará suya

28 Al principio, Adrian trató de resistirse a sus sentimientos por Ivy. Ahora,


decidido a romper la maldición que condena su amor, ha prometido
salvarla y tenerla. Si solo él puede persuadirla de que perdone sus pecados
pasados. Pero desafiar al destino y rendirse al deseo latente entre ellos,
traerá consecuencias y sacrificios que nunca imaginaron...
Jeaniene Frost es la autora de la serie Night
Huntress, Night Prince, Broken Destiny y la
próxima, Night Rebel. Hasta la fecha, los
derechos extranjeros para sus novelas se han
vendido a veinte países diferentes. Jeaniene
vive en Florida con su esposo Matthew, quien
hace mucho tiempo aceptó que ella rara vez
cocina y siempre duerme los fines de semana.
Además de escribir, a Jeaniene le gusta leer, la poesía, ver películas con su
esposo, explorar viejos cementerios, la espeleología y viajar en auto. Los
aviones, los niños y los libros de cocina la asustan.
Para obtener información sobre los libros de Jeaniene, adelantos de libros,
escenas eliminadas, mitología de criaturas y más, visita:
www.jeanienefrost.com
2
29

También podría gustarte