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Economía Naranja: ¿la nueva

locomotora?
Inspirado por su trabajo en el Banco Interamericano de Desarrollo, el Presidente
Duque hizo de la llamada Economía Naranja una de sus banderas de campaña. El
concepto es atractivo y el potencial para Colombia puede ser importante, pero los
desafíos son enormes y la apuesta es de largo plazo. Análisis por Camilo
Granada. 

Cuando el Presidente Duque presentó la economía Naranja como uno de


los pilares de su visión de desarrollo para Colombia, muchos
reaccionaron con incredulidad e incluso ironía. El concepto empezó a
usarse hace un poco más de 20 años con la intención de destacar la
importancia de la cultura, las ideas, la innovación en la economía. Se le
denominó como la economía creativa. Es una mezcla de actividades
tradicionales, como el libro, el arte, el teatro, el cine, el patrimonio, con
actividades nuevas surgidas de la tecnología, como los video juegos, los
programas de computador de entretenimiento y la transformación que
esas tecnologías traen a sectores como la prensa o la televisión. En
esencia, es toda actividad que desarrolla el talento creativo con fines
comerciales.

Así definida, la economía Naranja es una aproximación novedosa a la


creación de valor y el desarrollo económico. En Colombia, según la
Cuenta Satélite de Cultura del Dane, en 2016 representaba cerca de 1%
del PIB y cerca de 300.000 empleos. Estas cifras son importantes más
aún cuando se incluye su impacto sobre sectores como el turismo o la
gastronomía. La pregunta es si puede convertirse en el nuevo motor de
la economía nacional y cómo incentivar su crecimiento.

El desafío es grande pues son actividades muy heterogéneas y que


incluyen desde artesanos y microempresas hasta grandes empresas
multinacionales. Las críticas vienen desde dos polos opuestos. Para
algunos economistas, el concepto es demasiado vago, pues innovación,
ideas y creatividad se encuentran en todos los sectores económicos y no
puede ser la base de una política económica. Para algunos artistas,
convertir el arte en un negocio es desvirtuar el sentido de su oficio.

Más allá de las críticas, lo cierto es que hoy en día, la tecnología y su


aplicación en el mundo de la producción de contenidos son la cuarta
revolución industrial. De hecho la tecnología ha permitido el surgimiento
de toda una nueva economía, la llamada economía colaborativa, que
conecta individuos que prestan servicios con consumidores, casos como
Uber, Airbnb muestran su carácter disruptivo frente a los servicios
tradicionales de transporte y hotelería.  

En Colombia se han venido dando pasos en la promoción de la industria


de la cultura. El  Ministerio de Cultura tiene el fondo Emprende Cultura y
la ley del Cine disparó en los dos últimos años la producción de cine
nacional e internacional en el país. Pero la economía Naranja va mucho
más allá. Se requiere de una política que incentive la innovación, el
emprendimiento, la producción de patentes, de propiedad intelectual. La
creatividad no se decreta. Se requiere de una estrategia multisectorial,
con participación de diversas entidades de gobierno, nacional y local, del
sector privado, la banca y el sector asociativo que sea capaz de
promover, acompañar y rentabilizar el talento colombiano.

En el Plan de Desarrollo presentado el miércoles pasado, el gobierno


delineó su estrategia para hacer realidad las promesas de la economía
Naranja. Se dedican dos capítulos enteros a la economía Naranja y a la
innovación y la tecnología. La tarea empieza por medirla mejor y
entender mejor sus espacios. El Plan incluye 11 sectores prioritarios,
desde el turismo hasta la publicidad, pasando por los medios y la
generación de contenidos digitales. Pero el debate sobre su alcance
sigue, aquí y en el mundo.

Las propuestas se centran en apoyos a la creación de emprendimientos


(incluyendo las rebajas de impuestos incluidas en la pasada reforma),
creación de políticas y fortalecimiento a programas existentes como
INNpulsa, Fondo Emprender del Sena y los programas del Ministerio de
Cultura. Este último será el encargado de liderar el Consejo Nacional de
Economía Naranja, en el que tendrán asiento 7 ministerios y 5 entidades
nacionales. Coordinar y articular iniciativas dispersas de gobierno será
sin duda el principal reto para convertir la economía Naranja en la nueva
locomotora de la economía nacional.

Pero no el único. Habrá que concretar las visiones en papel del Plan de
Desarrollo en medidas concretas a través de CONPES, leyes, medidas.
En ese aterrizaje habrá que resolver las tensiones creadas por las
plataformas tecnológicas y el descontento de los prestadores de servicios
tradicionales. No menor es la tarea de combatir la piratería y proteger los
derechos de propiedad intelectual y artística que son la base de la
economía Naranja.
Es una apuesta audaz y Colombia está aún a tiempo de subirse a ese
tren. Pero no será fácil ni de corto plazo.

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