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La empresa no puede ser sin trabajadores. La sociedad no puede ser sin ciudadanos.

La vida no puede ser sin seres vivos, sin personas. Recursos humanos sí o sí, pero
¿Cómo? Esa es la cuestión.

En la película “El Método” asistimos a una verdadera simbiosis entre estos tres
conceptos. Trabajadores, técnicos y preparados, veloces de mente y enormemente
profesionales, que actúan como seres sociales, relacionándose, según les dicta la
cultura y las normas de una sociedad y un entorno que oprime a unos y sonríe a otros,
pero que, en el fondo, cuando se enfrentan a lo inesperado, a lo más sensible, a aquello
que su cerebro no llegue a sistematizar, vemos que son animales mamíferos, seres
humanos como el resto, que crecen, se reproducen y morirán, viviendo entre actos
reflejos y pensamientos instintivos. Sobre este elemento previo a todo lo demás, la
persona, pretendo iniciar este ensayo.

Son las personas las que crean vida, sociedades y empresas. Sus actuaciones,
modifican, hacen crecer o destruyen estos entes. Pero es, sobre todo, la forma en que
las personas interactúan y se relacionan lo que hace que una sociedad o una empresa
tome rumbo a lo que la cultura considera el éxito, o que navegue a la más profunda de
las derivas, cual pirata sin bandera.

En la película que analizamos comenzamos en entornos familiares, con desayunos


servidos en la mesa de la cocina, tal vez en la barra de un bar. A ellos asisten los
candidatos a trabajar en una empresa de altas esferas, Dekia, mientras la sociedad
anda levantada en armas, en protesta por la incipiente globalización que cambia el
curso de la sociedad mundial a pasos agigantados. Cuando los candidatos, altos
ejecutivos, asisten a la oficina de la empresa, no saben que les espera un proceso de
selección que sacará lo mejor y lo peor de cada uno de ellos como trabajadores, pero
también como seres sociales y como personas.

Sin duda, en un proceso de selección de personal para una empresa no hay que olvidar
que los candidatos son sujetos con una careta, que la sociedad, el entorno en el que
han habitado y el mérito de su pasado profesional ha contribuido a crear, pero que
también son personas y en los momentos críticos o inesperados de la compañía
actuarán conforme a su aspecto real, sin caretas. El proceso de selección adecuado
deberá evaluar todas las vertientes existentes, con objeto de seleccionar al trabajador
más adecuado para el fomento del devenir de la empresa y de modo que, conociendo
sus aspectos internos y externos, se pueda llevar a cabo una gestión del desempeño
actualizada en el tiempo y a medida del trabajador.

En ese sentido, el Método Gronholm se muestra como un proceso que evalúa al


candidato de manera completa, dura y exhaustiva. Se pone a prueba la ética
empresarial, la capacidad de liderazgo personal y profesional, el complejo de
inferioridad mujer-hombre, la capacidad de tomar decisiones inesperadas en
centésimas de segundo, el ego del poder, la avaricia, la codicia y el espíritu de
supervivencia, en un entorno de protestas ante una globalización que se desarrolla a un
ritmo vertiginoso.

Precisamente, tras esta reflexión sobre el trabajador como ser social y ser humano, pilar
básico presente en todos los temas, la globalización es el aspecto que analizaré en
mayor medida y que utilizaré como cauce para ir englobando a otros, tales como la ética
empresarial, las desigualdades de sexo, el liderazgo y el espíritu de supervivencia en el
puesto de trabajo y todo lo que el mismo conlleva.
La globalización es uno de los factores dinámicos de esta sociedad, probablemente el
acontecimiento más determinante y cambiante del mundo y de su cultura en las últimas
décadas, generador de alabanzas y controversias, como observamos en las revueltas
de los jóvenes anti-sistema de la película. La globalización, inseparable del capitalismo,
se entiende rápidamente cuando observamos a un conjunto de compañías que operan
sin fronteras, que descentralizan sus actividades a lo largo de sedes en todas partes del
mundo, que crean macrocampañas de marketing para todos los continentes, sin
excepción. Empresas y marcas transoceánicas, como Nike, McDonalds o Microsoft se
convierten en fenómenos de masas a nivel mundial, que dominan el mercado de su
sector, que tienen un poder adquisitivo mayor que el de tantos y tantos países, sobre
todo de África, en un mundo de contrastes como el que vivimos. Pero esta globalización
no es solo predicable de grandes compañías, que son las que han hecho uso de ella en
su máximo esplendor y probablemente también hayan contribuido a crearla; la
globalización es una realidad patente, algo que convive con nosotros. Supone un
mercado unificado y mundial, unas comunicaciones que discurren a velocidad de vértigo
y un planeta sin fronteras en el aspecto económico, político, social y tecnológico y en de
las relaciones humanas de todo tipo. Sin duda, la globalización se trata de un tema
altamente controvertido, ya que es definitorio de la sociedad tal y como la entendemos
actualmente, impidiendo otros modelos políticos, económicos y sociales. Es por ello,
fuente de ventajas y oportunidades, pero también de desventajas, injusticias y riesgos,
que iré analizando junto con la exposición y reflexión sobre las diferentes dimensiones
que posee el fenómeno de la globalización.

Desde un punto de vista económico, podríamos decir que es la integración de los


países, resultado de la enorme disminución de los costes de transporte y comunicación,
y la caída de las barreras artificiales que bloqueaban los flujos de bienes, servicios
capitales, conocimientos y personas a través de las fronteras. La idea de la mano
invisible que provoca flujos de actividad eficientes en el mercado, promovida por Adam
Smith, supone el inicio de una ideología de libre mercado, llevada a su extremo en
países como USA, más oculta en países como Venezuela o Cuba, e inexistente en
otros de África.

De algún modo, la globalización es una ventana al emprendimiento, permite operar en


diversos entornos con unas restricciones escasas y más o menos comunes. Una idea
comercial surgida de la nada y bien estructurada, puede esparcirse como la espuma por
países, legislaciones, trabajadores y consumidores de los 5 continentes, siempre y
cuando haya aceite para mover el engranaje del sistema, el dinero. Como contraparte,
ese mismo dinero y la búsqueda de las economías de escala se convierte en generador
de injusticias, de codicia, de competencia extrema y de aprovechamiento de los más
débiles, burlando las sociedades y legislaciones más jóvenes y débiles para explotar a
niños y personas de los países menos desarrollados a cambio de un sueldo miserable.
Y aquí es donde entran en juego dos elementos inseparables de la globalización: el
capitalismo y la ética empresarial.

Capitalismo y globalización deben entenderse como fenómenos correlativos. Es el


capitalismo elevado a su máxima expresión el que da como resultado la globalización
empresarial en sentido amplio y las malas prácticas que con asiduidad se dan por las
empresas para maximizar beneficios. Eso sí, dentro de no mucho este capitalismo feroz
cederá, al comenzar a reclamar derechos y condiciones los trabajadores de los países
asiáticos (China, Taiwán, Indonesia…), los más explotados en la actualidad, y
seguramente la actividad se traslade a países como Somalia, en África, pero con
seguridad también acabará el capitalismo viéndose frenado allí, pues una sociedad no
puede estar permanentemente tolerando unas condiciones de vida y de trabajo
deleznables.

La ética determinará la agresividad de las acciones globalizadoras de una empresa,


principalmente en las formas, por encima del fondo. Es decir, los resultados se pueden
conseguir por distintos medios, uno no ético, más rápido y aparentemente efectivo, y
uno ético, menos atractivo de entrada pero a la larga más satisfactorio para la
compañía. Parece evidente que, pagando salarios mínimos, otorgando unas
condiciones laborales mínimas, e incumpliendo la ley de los países emergentes se
pueden lograr resultados más rápidos y eficientes. La productividad es más alta, con los
mismos medios económicos se puede contratar a más empleados, se responde menos
por sus riesgos al no exigirlo la ley, y se ocultan en cierto modo las injusticias que
puedan sufrir los trabajadores, al haber unas comunicaciones escasas en dichos
países. La eficiencia, al menos a medio plazo, es también mayor; con muchos menos
recursos, tanto económicos como materiales, se sustentan una actividad y unos
márgenes de ganancias brutales. La eficacia es totalmente positiva, se consigue el
resultado esperado, pero ¿El fin justifica los medios? Es una de las cuestiones a
plantearse.

El hecho por el que considero que la falta de ética empresarial no es positiva en ningún
ámbito de la empresa, al menos a largo plazo, es, no solo una cuestión de “buenismo” o
de justicia, de que no todo vale para lograr los objetivos y de que hay que tratar de
manera adecuada al entorno y a los elementos personales de la compañía, que
también. Estoy absolutamente convencido de que una estructura empresarial ética, a
largo plazo, proporciona mayor rentabilidad para la empresa, por varios motivos. En
primer lugar, aunque a corto plazo los costes de producción serán mayores, el hecho de
utilizar una contratación de recursos humanos legal y justa, proporcionará una mayor
estabilidad a la compañía, evitando cambios de legislación radicales o revueltas que
hagan variar la estructura con violencia. Por otro lado, es evidente que el aspecto
motivacional del trabajador crecerá, logrando un mayor rendimiento. La gestión del
desempeño del trabajador estará más controlada por recursos humanos, al tener un
criterio homogéneo al que atender, porque ¿Cómo se puede gestionar el desempeño de
un niño de 7 años, y el de un hombre de 42 que elaboran zapatillas de deporte del
mismo modo? Es inviable, aparte de inmoral. Y es, precisamente, ese aspecto de
“moralidad”, de actuar conforme a las reglas del juego no escritas pero consideradas
adecuadas y justas por la sociedad, otra de las ventajas indispensables de una
estructura ética. La imagen que transmite al exterior una compañía que actúa conforme
a las reglas de la ética es mucho mejor que la de una empresa que carece de ella. Es
necesario cuidar esa imagen, pues influirá de manera decisiva en las ventas, y ya se
sabe, la imagen tarda mucho en construirse, pero se puede derrumbar para siempre en
apenas segundos… ¿Conviene convivir con esa amenaza constante?

Junto con la ética empresarial cobra fuerza en los últimos tiempos la atención en torno a
deshacer las desigualdades hombre-mujer, algo, sin duda, positivo, pues venimos de
una sociedad en la que existía una superioridad no ya física sino moral del hombre,
consolidada, y especialmente en el entorno de la empresa: las mujeres trabajan en
menor número, cobraban, y aún lo siguen haciendo, menos que un hombre en el mismo
puesto de trabajo y acceden en menor medida a puestos directivos; solo 1 de cada 7
ejecutivos de las empresas del Ibex 35 son mujeres. Esta cuestión solo puede ser
abordada desde la realidad de que hombres y mujeres somos diferentes. Todo
movimiento tendente a una igualdad exacta y de carácter formal entre ambos carece de
fundamento, porque no somos iguales, ni lo seremos; tenemos nuestras diferencias
físicas y emocionales. Es necesario conocer estas diferencias para avanzar hacia una
igualdad real, adaptada a lo que necesita cada género, moldeando puestos de trabajo y
oportunidades a cada uno de los dos sexos. Si conseguimos esa igualdad real, no
ganará sino la sociedad en su conjunto, ya que las mujeres tienen características y
virtudes que fisiológica, psicológica y genéticamente no tienen los hombres, y que una
sociedad que aspira a ser próspera no puede dejar de contemplar.

También podemos observar globalización desde una vertiente política, en la


observancia de una diplomacia ligera y sin fronteras, y de un capitalismo paralelo a la
globalización en el que mucho tienen que decir los estados. Observamos cada vez más
organismos a nivel mundial, órganos supranacionales e internacionales, que tratan de
unificar los criterios de diversas naciones de cara a la adopción de acuerdos comunes,
bajo la idea de la economía de mercado, un ejemplo es el euro como moneda única de
Europa. En gran parte, esos organismos de nivel mundial han sido creados debido a la
fuerza que han adquirido las grandes empresas transoceánicas, como medio de control
de las mismas, incluso algunos han sido creados de manera mixta con representantes
de las grandes compañías. También afloran los representantes de los trabajadores y de
las empresas, como agentes sociales de una partida de ajedrez que se juega a nivel
mundial, pero también a nivel de cada estado, provincia o empresa.

La influencia de la globalización en la política es indiscutible. Cada vez es más


preocupante el peso político que han adquirido determinadas empresas multinacionales,
superior al de muchos países, y también los bancos, empresas al fin y al cabo. Las
decisiones de los estados son, muchas veces, tomadas en función de las exigencias de
estas empresas y bancos de dimensión masiva. La personalidad del gobernante de
encuentra en jaque, condicionada por las posibles amenazas de estos grandes buques
que pueden iniciar el hundimiento o el reflote de una nación. Estas empresas invaden
todos los ordenamientos jurídicos, violándolos sistemáticamente en ocasiones. Esto
hace que tengan influencia más allá de un país, por lo que su peso en una negociación
es bastante alto. Por ello, para evitar males, deben llevarse a cabo normativas a nivel
supranacional e internacional que establezcan reglas del juego mínimas para estas
empresas, de cara a que el poder político nunca sea cubierto por este nuevo poder de
las empresas que protagonizan o se aprovechan de la globalización mundial para tratar
de adquirir una fuerza decisoria superior a la de los estados, algo que nunca debe
ocurrir.

Por otro lado, el fenómeno que analizo también tiene una naturaleza social, como
creador de una cultura mundial unificada. Marcas como H&M o Zara marcan la moda y
la tendencia a nivel mundial, mientras otras son utilizadas, como Amazon en EEUU,
hasta para pedir naranjas para el desayuno del día siguiente. Las grandes empresas
internacionales crean una imagen alrededor de la marca que adquiere connotaciones de
todo tipo, viajando rápidamente alrededor del mundo. Los niños de todos los
continentes quieren tener la camiseta Nike nueva, poseer las zapatillas de la nueva
imagen de Adidas, el ídolo Leo Messi, o usar la colonia de Channel que utiliza el actor
de Hollywood de turno, para luego ir a casa y comentárselo a los amigos por Facebook,
o tal vez por Twitter que es más rápido. Incluso las hamburguesas de McDonalds y las
alitas de pollo de KFC crean una gastronomía unificada a nivel mundial, y amenazan a
los platos autóctonos de cada país.

Estamos hablando de un cultura unificada, tendiente a lo occidental, aunque con aires


orientales procedentes de una China cada vez más poderosa, con permiso de Rusia.
Las peculiaridades de cada estado ceden paso ante unos comportamientos
homogéneos. Ésto, por tanto, genera un riesgo, la conculcación cultural de las naciones
más débiles o menos influyentes culturalmente, que pueden quedar solapadas en su
identidad por culturas más poderosas, como la americana o la china. Sin duda, uno de
los factores claves y positivos de nuestro planeta es la diversidad entre naciones, en la
diferencia se encuentra la virtud. Avanzar hacia un mundo unificado culturalmente no
hace sino poner en riesgo, no solo la belleza de la diversidad, sino la respuesta a los
problemas mundiales, que se halla desde la diferencia que otorgan los distintos puntos
de vista.

El último de los aspectos esenciales de la globalización es la vertiginosa comunicación


que vivimos, especialmente a través de la ventana que nos ofrecen las nuevas
tecnologías. La globalización, en su sentido comunicativo, nos muestra un mundo
dinámico y sin barreras, accesible a la hora de viajar y ejecutar comunicaciones. En
este sentido, no veo más que aspectos positivos. Las rápidas comunicaciones,
facilitadas por las nuevas tecnologías, permiten conocer al instante todo lo que sucede
en el mundo, haciendo posible que las personas, empresas y estados interactúen, lo
cual, bien utilizado, solo debe ser positivo. Todo ello ha venido propiciado por
compañías como Microsoft, Apple, Amazon o Google, o más bien es la globalización la
que les trajo a ellas. Las comunicaciones interestatales y de noticias y sucesos han
dado paso a redes de comunicación interempresarial, como Linkedin, e interpersonal,
como Facebook, Twitter o Tuenti, todas ellas poderosas y de alcance mundial. Sin
duda, no espera un futuro que no parará de sorprendernos. ¿Qué será lo siguiente?

Si por algo se ha caracterizado la globalización es por el surgimiento de grandes líderes


de talla mundial, modelos a seguir, o a no seguir, por el resto de “aprendices” de político
o empresario. En el ámbito político observamos a Obama como auténtico producto de la
globalización, líder carismático, frente a una líder que ejerce con simpleza la autoridad
en época de crisis, como Merkel, pasando por un liderazgo puramente dictatorial como
el de China o Cuba. En el ámbito de la empresa, hemos dejado atrás el modelo de líder
tradicional y autoritario, para pasar a un liderazgo de estilo democrático pero con
personalidad, cerca ya de un liderazgo o estructura que deja hacer y se limita al
incentivo y al control del desempeño ofrecido por el trabajador, con grandes resultados,
caso de Google en California, o Microsoft en Seattle, modelos a imitar. Por otro lado,
otra gran compañía, Apple, ha estado comandada, hasta su muerte, por un gran líder,
Steve Jobs, paternalista y en la sombra, que asombró al mundo. El problema es que
cuando deja de vivir el líder virtuoso y paternalista, el que toma gran parte de las
decisiones exitosas, es necesario avanzar a un modelo menos rígido y con mayor
apertura, un estilo de dejar hacer pero sin perder de vista una mínima disciplina y un
buen control del desempeño del personal, algo que, ahora sin Jobs, deberá hacer Apple
para no verse rezagada a medio plazo.

Para concluir, volvamos al principio. Podemos hablar de líderes, de cualificación


profesional, de ética empresarial, de desigualdades, de economía, tecnología, cultura,
política y globalización, pero todo queda en un segundo plano ante los instintos
naturales y sociales del ser humano y, como ser humano que es, del trabajador en la
empresa. El ser humano de hoy tiende, por lo general y como podemos ver en la
película, al egoísmo natural de buscar su bien propio y el de sus más próximos, con
independencia del devenir del prójimo. La codicia y la avaricia hacen acto de presencia
en tantas y tantas situaciones de la empresa y de la vida real, como resultado de un
patente espíritu de supervivencia presente por naturaleza en la condición humana, y
potenciado por la sociedad. Ante una situación comprometida para un puesto de
trabajo, el empleado o el concurrente a un proceso de selección tenderá a intentar
conservarlo u obtenerlo a toda costa, derribando a todo aquel que se le ponga de por
medio. Ante la posibilidad de un ascenso, el interés propio tentará a realizar una
competencia sin cuartel, en la que casi todo valdrá, como en tantas otras situaciones. Y
hasta aquí lo habitual por defecto en el ser humano. Pero no olvidemos, el ser humano
no es solo su naturaleza, es también sus circunstancias, los valores y los
comportamientos que la sociedad en la que le toca vivir le ha enseñado. En este
sentido, es esa sociedad la que normalmente empuja y potencia estas actitudes de la
persona o el trabajador antes descritas, pero son también esos valores y ese
aprendizaje social el que da lugar a otra forma de hacer las cosas, a un modelo de ética
y moral personal del trabajador en el que no todo vale para lograr el fin deseado, a una
conciencia crítica con uno mismo, a una generosidad y capacidad de sacrificio personal
por el compañero, a una valoración del tiempo por encima del dinero.

Es por todo ello que nunca debemos olvidar que más allá de las estructuras
empresariales artificiales y del concepto de trabajador, se encuentra el elemento central
de todo ésto, la persona, ser humano por naturaleza e influido por el conjunto de los
demás coetáneos, lo que llamamos sociedad. Solo así podremos observar a un
potencial trabajador y darnos cuenta de sus miedos, necesidades, aptitudes y
posibilidades, visionando anticipadamente cual sería su meta en la empresa, y, en caso
de ser el elegido, adaptando el camino para que siempre pueda llegar a ella.

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